Crisóstomo - Mateo 74

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HOMILÍA LXXIV (LXXV)

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Vosotros construís los monumentos funerarios de los profetas y adornáis los sepulcros de los justos. Y decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres no habríamos sido cómplices con ellos de la sangre de los profetas (Mt 23,29-30).

No EXCLAMA ¡ay! porque ellos edifiquen esos monumentos, ni porque acusen a sus padres, sino porque al proceder así, al mismo tiempo que simulan acusar a sus padres, hacen cosas peores. Y que la acusación en contra de sus padres fuera simulada, lo enseña Lucas al escribir: Pues consentís, pues edificáis.

Les dice, pues, Jesús: ¡Ay de vosotros, pues contruís los monumentos funerarios de los profetas; y vuestros padres les dieron muerte. A la verdad aprobáis lo hecho por vuestros padres y de ello dais testimonio; pues ellos, por cierto, los mataron, mas vosotros les edificáis los monumentos funerarios.-Condena aquí Jesús la intención y pensamiento de los judíos que construían los monumentos, pero que no lo hacían por honrar a los muertos, sino celebrando con esa pompa su asesinato; y también por el temor de que con el transcurso del tiempo, destruidas las tumbas, pereciera el recuerdo y memoria de quienes tan grandes cosas se atrevieron a realizar. Con este pensamiento construían espléndidos sepulcros y magníficos edificios, como si erigieran trofeos y se gloriaran de sus hechos. Pues esto a lo que ahora os atrevéis, les dice, demuestra que aquella fue vuestra intención. Aunque afirméis lo contrario, como si condenarais la conducta de aquéllos y digáis que de haber vivido en el tiempo de vuestros padres no habríais sido cómplices suyos en eso, es cosa cierta con qué intención lo afirmáis.

Descubriendo esa intención, Jesús les habló así en forma enigmática. Pues habiendo dicho: Decís: si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos sido cómplices con ellos de la sangre de los profetas, luego añadió: Por tanto, atestiguáis vosotros mismos que sois hijos de los asesinos de los profetas. Pero ¿qué crimen hay en ser hijo de un homicida si no se participa de la voluntad de su padre? ¡Ninguno! Luego queda en claro que la razón de echarles en cara eso, fue para significar la concordia de ellos con sus padres en la perversidad.

Lo mismo indica lo que sigue. Porque continuó: ¡Serpientes! ¡raza de víboras! Pues así como las víboras por lo que hace al dañino veneno son semejantes a sus engendradores, así vosotros lo sois a vuestros padres en lo sanguinario del ánimo. Y luego, pues conoció las ocultas intenciones de ellos, probó su aserto con los hechos que luego llevarían a cabo y que serían a todos manifiestos. Habiendo dicho ya: Por tanto atestiguáis vosotros mismos que sois hijos de los asesinos de los profetas, significando con esto que se refería al parentesco en la perversidad; y que en consecuencia hablan ellos con doblez al decir: No habríamos sido cómplices con ellos, añadió: ¡Colmad la medida de vuestros padres! No que les diera un mandato, sino únicamente prediciendo lo que había de suceder, o sea que a El le darían muerte. Por esto, enseguida de ese argumento, una vez que les demostró que fingían en lo que decían para defenderse, o sea: No habríamos sido cómplices con ellos (pues, quienes no perdonaron al Señor ¿cómo habrían perdonado anteriormente a los siervos?), prosigue su discurso con mayor acritud y los llama serpientes y raza de víboras, y les dice: ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? puesto que a tales cosas os atrevéis y enseguida las negáis y ocultáis vuestro verdadero pensamiento.

Luego, confundiéndolos por otro camino, para mayor abundancia, les dice: Yo os envío profetas y sabios y escribas. De ellos a unos los mataréis y crucificaréis; a otros los azotaréis en vuestras sinagogas. Para que no dijeran: aun cuando hubiéremos de crucificar al Señor, pero no habríamos puesto las manos en los siervos, si en aquel tiempo hubiéramos vivido, les dice: Pues bien: yo os envío siervos y profetas y no los perdonaréis. Lo dijo para declarar que no sería maravilla ser El muerto por los hijos de quienes habían sido sanguinarios y fraudulentos y engañadores; hijos que superaban a sus padres en cuanto criminales.

Por otra parte les hace ver que son codiciosos de la vanagloria en demasía. Pues cuando dicen: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres no habríamos sido cómplices con ellos, lo afirman para ganar gloria vana: son virtuosos en las palabras, pero en las obras proceden al contrario. ¡Serpientes! ¡raza de víboras! Es decir malos hijos de malos padres y más malvados aún que sus padres. Les declara cómo ellos han llevado a cabo crímenes mayores, tanto porque se han atrevido a perpetrarlos después de sus padres, como porque son mayores aún los que han cometido, aun cuando se jactan de que jamás habrían ellos cometido aquellos otros crímenes. Porque en verdad ellos ponen el remate y coronamiento a los pecados.

Otros dieron muerte a los siervos que fueron a la viña; pero ellos mataron al hijo mismo y a quienes los invitaban al banquete de las bodas. Les habla así para eliminarlos del parentesco de Abrahán y declarar que de eso no les vendrá ventaja alguna si no imitan las obras de Abrahán. Por lo cual continúa: ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno, pues imitáis a les que cometieron los mismos crímenes que cometéis vosotros? Con esto les trajo a la memoria la acusación que les había hecho el Bautista. Porque también el Bautista los llamó raza de víboras y les amenazó con el juicio futuro.

Mas como no los aterrorizara ni el juicio ni la gehena, porque no creían en eso; y porque se les presentaba como cosa futura, los reprime con cosas presentes y a la mano, y les dice: Por esto yo os envío profetas y sabios y escribas. De ellos a unos los mataréis y crucificaréis; a otros los azotaréis en vuestras sinagogas; para que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente que ha sido derramada en la tierra, desde la sangre del justo Abel, hasta la sangre de Zacarías el hijo de Baraquias, a quien disteis muerte entre el santuario y el altar.

¿Adviertes con cuántas razones lo certificaba? Les dice: Condenáis a vuestros padres cuando decís: no habríamos sido cómplices con ellos. No era esto cosa tal que no los pusiera en vergüenza. Luego dice: Al condenarlos a ellos al mismo tiempo cometéis mayores crímenes. Cosa que debía ruborizarlos. Añade: No quedará esto sin castigo. Cosa que les inspiró un terror grande pues les trajo a la memoria la gehena. Y como la gehena no estaba presente, sino que era cosa futura, les declaró los males presentes cuando añadió: Todo esto vendrá sobre esta generación.

También les indicó la escalofriante terribilidad del castigo, al anunciarles que sufrirían lo peor de todo y males gravísimos. Y sin embargo, nada bastó para mejorarlos. Y si alguno dijera: ¿por qué sufrieron males gravísimos? yo le respondería: porque cometieron los crímenes más graves de todos y por ninguna razón se mejoraron. ¿No habéis escuchado a Lamek que dice: De Caín se tomará venganza siete veces, pero de Lamek lo será setenta y siete veces?2 Es decir: merezco yo muchos más castigos que Caín. ¿Por qué? Yo no he matado a mi hermano. Es verdad, pero Lamek será así castigado porque no se mejoró con el ejemplo de Caín. Lo mismo dice Dios en otra parte: Castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian? Y no porque pague alguien la pena de pecados ajenos, sino porque quien por otros muchos que pecaron y fueron castigados no se ha enmendado sino que comete los mismos crímenes que quienes ya fueron castigados, con "toda justicia ha de sufrir los mismos castigos.

Observa cuan oportunamente Cristo trae al medio a Abel, declarando así que también la muerte que El sufrirá nacerá de envidia. ¿Qué podéis responder, oh judíos? ¿Ignoráis lo que sufrió Caín? Acaso tras del crimen cometido, a nada procedió Dios? ¿No sufrió Caín extremos castigos? ¿Ignoráis lo que padecieron vuestros padres, los que dieron muerte a los profetas? ¿No fueron entregados a sufrimientos infinitos? Entonces ¿por qué vosotros no os hacéis mejores? ¿A qué vendría referiros ahora los sufrimientos de vuestros padres y cuánto hubieron de padecer? Tú mismo que condenas a tus padres ¿por qué perpetras crímenes mayores aún? Vosotros, oh judíos, ya publicasteis vuestra sentencia al decir: A esos perversos malamente los destruirá. Entonces ¿qué perdón alcanzaréis en adelante si tras de la dicha sentencia todavía os atrevéis a tales cosas?

Pero ¿quién es ese Zacarías? Unos dicen que es el padre del Bautista; otros, que un profeta así llamado; otros, que un sacerdote que tenía dos nombres, al cual la Escritura nombra Yoda. Advierte que hubo en esa ocasión un doble crimen, puesto que no sólo mataban a hombres santos, sino que los mataban en lugares sagrados. Con decir esto a los judíos Cristo no únicamente los aterrorizaba, sino que además consolaba a sus discípulos mostrándoles cómo en otro tiempo los varones justos habían sufrido lo mismo que ellos iban a sufrir. A los judíos les ponía delante el temor prediciéndoles que así como los antiguos habían sido castigados, así también ellos sufrirían penas extremas. Y llama a los discípulos profetas y sabios y escribas, con lo que quita a los judíos toda excusa.

Como si les dijera: No podéis alegar que yo os envié gentiles y que por esto os disteis por ofendidos, sino que habéis llegado hasta esos crímenes porque sois homicidas y tenéis sed de sangre. Tal fue el motivo de prometerles que les enviaría profetas y escribas. Por la dicha sed los acusaban todos los profetas diciendo: Mezclan sangre a sangre, testificando que eran varones sanguinarios. Ordenó Dios que se le ofreciera sangre en sacrificio para declarar que si en los brutos la sangre era tan preciosa, mucho más lo era en el hombre. Y así dijo a Noé: Vengaré toda sangre que se vierta.

Muchos sitios de la Escritura pueden encontrarse en los que Dios prohíbe el asesinato; y fue la razón de que prohibiera comer animales estrangulados. ¡Oh misericordia de Dios! Sabía que todo eso de nada les iba a servir, y sin embargo no dejó de poner lo que estaba de su parte. Como si dijera: Dejo a un lado, aunque bien lo sé, el que ellos asesinarán. De modo que también por aquí se les encuentra hablando sin motivo cuando decían: No habríamos sido cómplices con nuestros padres. Mataban a los profetas en las sinagogas y no reverenciaban ni el sitio sagrado ni la dignidad de las personas. Porque no mataban a personas vulgares, de modo de no reprenderse ellos mismos, sino a profetas y a sabios. Deja entender Cristo aquí a los apóstoles y a sus sucesores, pues hubo muchos que profetizaban.

Y para aumentar el terror, dice: En verdad, en verdad os digo: Vendrán todas estas cosas sobre esta generación. Como si dijera: Sobre vuestras cabezas tornaré todas estas cosas y ejerceré un castigo inmenso. Puesto que quien ha visto pecar a muchos y no se ha mejorado, sino que comete los mismos pecados que esos otros, y ni siquiera los comete del mismo modo, sino con muy grandes agravantes, merece ser castigado con penas mayores que aquellos otros. Así como si hubiera querido mediante los ejemplos de los otros se habría tornado mejor y habría alcanzado grandes ganancias, así, pues no quiso enmendarse, es reo de mayores castigos, puesto que ha recibido más serios avisos en la persona de los que ya habían pecado y fueron castigados, aun cuando los recibió sin sacar fruto de ellos.

Vuelve luego su discurso a la ciudad, para enseñar por aquí a sus oyentes; y dice: ¡Jerusalén, Jerusalén! ¿Qué significa esta reduplicación? Es una forma de hablar de quien se compadece y de quien mucho ama. Se defiende y justifica ante la ciudad, como a la que amó y tuvo perpetuo cariño, pero que fue rechazado por ella a pesar de que mucho la amaba y ahora va a castigarla. Lo mismo hace ya en los profetas diciendo: Te dije: conviértete a mí y no te convertiste. Enseguida la llama asesina suya añadiendo: Tú que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados: ¡cuántas veces quise congregar a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas, y no quisiste!

Así se justifica en contra de lo que con El hicieron. Como si dijera: Yo ni por eso me he apartado ni tú me has quitado la gran benevolencia que para contigo he tenido, sino que, a pesar de tu actitud adversa, todavía he querido atraerte no una ni dos, sino muchas veces. Le dice: ¿Cuántas veces quise congregar a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas, y no quisiste! Lo dijo para declararles cómo ellos pecando con frecuencia se habían disgregado y para manifestarles mediante esa comparación y ejemplo su amor: porque la gallina hierve de amor por su prole.

Esta imagen de las alas se repite en los profetas y lo mismo en el cántico de Moisés que en los Salmos, indicando protección y gran providencia Pero no quisiste, dice. He aquí que vuestro templo quedará deshabitado, es decir, destituido de mi patrocinio. De modo que era él quien anteriormente lo patrocinaba y sostenía y conservaba; y es el mismo que siempre los castigaba. Ahora les impone la pena que sobre todas temían ellos, por ser señal de la ruina de toda su república. De verdad os digo: Ya no me volveréis a ver desde ahora hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! También estas expresiones son propias de quien ardientemente ama y anhela con vehemencia atraer mediante el anuncio de lo futuro. De manera que no únicamente los exhorta echando mano de los ejemplos pasados, sino que les insinúa el día futuro de su vuelta.

Pero ¿de verdad desde aquel día ya no lo volvieron a ver? Esa expresión: desde ahora no significa solamente la hora en que hablaba Jesús, sino todo el tiempo intermedio hasta la crucifixión. Como continuamente lo acusaban de ser adversario y enemigo de Dios, por aquí los exhorta a su amor, puesto que les demuestra estar siempre concorde con el Padre y les declara cómo en los profetas siempre estuvo El presente, para lo cual echa mano de las palabras mismas del profeta. Además deja entender la resurrección y aun su segundo advenimiento, y que para entonces lo adorarán aun los excesivamente incrédulos.

¿Cómo lo dio a entender? Anunciándoles muchas cosas futuras de antemano, como por ejemplo que les enviaría profetas y que ellos les darían muerte en las sinagogas, y que esos profetas sufrirían muchísimo, y que su templo quedaría abandonado, y que ellos quedarían sujetos a gravísimos males, como nunca antes los habían padecido. Todas estas cosas aun a un loco y querelloso le podrían demostrar la segunda venida de Cristo. Preguntemos a los mismos judíos: ¿Les envió profetas y sabios? ¿mataron ellos a varios en sus sinagogas? ¿No quedó desierto su templo? ¿No cayó el castigo sobre aquella generación? Todo eso es cierto y nadie hay que lo contradiga.

Pues bien, así como se realizaron todas esas cosas, así se realizarán las demás; y entonces ellos se doblegarán y obedecerán. Pero no podrán presentar excusa alguna, como tampoco lo pudieron aquellos que vieron la destrucción de la ciudad y se convirtieron e hicieron penitencia. Pues bien, también nosotros, mientras es tiempo practiquemos las buenas obras. Porque así como ellos del conocimiento de la verdad no sacarán ya provecho, así tampoco nos vendrá a nosotros utilidad alguna de la penitencia por nuestros pecados; como ni al patrón de la nave, una vez que ésta se ha hundido a causa de su descuido; ni al médico, una vez que ha muerto el enfermo. Lo conveniente es que todos, antes de que se llegue ese término, pongamos cuantos medios encontremos, y hagamos cuanto podamos para no caer en peligro y quedar en vergüenza. Después ya todo será inútil.

Nosotros cuando enfermamos llamamos a los médicos; de. rrochemos dineros; pongamos continuo empeño para que saliendo de la perversidad, sanemos. Tanto cuidado como ponemos respecto de nuestros siervos cuando caen en enfermedad, tanto así pongamos en nosotros cuando el alma contrae alguna enfermedad. Más unidos estamos con nosotros mismos que con nuestros siervos; y las almas son más preciosas que los cuerpos. Y sin embargo apenas si ponemos el mismo empeño. Ahora bien, si no lo ponemos también nuestra casa quedará desierta.

Preguntarás: pero ¿hay acaso alguno tan mísero que no ponga al menos igual empeño? Admirable cosa es que nos descuidemos a nosotros mismos más que a nuestros criados. Cuando éstos enferman llamamos al médico, les señalamos aposento especial, los obligamos a sujetarse a las prescripciones; y si las descuidan, nos enfadamos, les ponemos vigilantes que los cuiden para que no se dejen llevar de sus apetitos; y aunque el médico nos diga que es muy cara la medicina, de buena gana la encargamos; y sea cualquiera la cosa que el médico determine, lo obedecemos y le pagamos por lo que prescribe.

Pero cuando somos nosotros los enfermos (y vaya que no hay tiempo en que no lo estemos), ni llamamos al médico, ni hacemos gasto alguno, sino que tratamos a nuestra alma como si fuera un verdugo o un enemigo o un adversario caído. No digo esto reprendiendo ese cuidado que tenemos de nuestros criados, sino anhelando que siquiera ese mismo cuidado tengamos con nuestra alma. Preguntarás: ¿Cómo lo haremos? Lleva esa alma enferma a la presencia de Pablo; llama a Mateo; cuida de que esté a su cabecera Juan. Escucha de ellos lo que se ha de hacer con quien de tal manera sufre y tal enfermedad conlleva. Te> lo dirán y no callarán. Porque ellos no han muerto, sino que viven y hablan. Pero ¿es que el alma así enferma no pone atención? Pues tú oblígala y excita su razón. Trae a los profetas. A semejantes médicos no es necesario retribuirlos, pues no exigen paga ni gastos, ni por su trabajo ni por sus medicinas. Bueno: te obligarán a ciertos gastos, como son el hacer limosna. En todo lo demás, son ellos los que te dan. Pues al ordenarte que vivas con templanza, te libran de gastos inoportunos y necios. Cuando te ordenan abstenerte de la embriaguez, te hacen más rico.

¿Adviertes el arte de estos médicos que juntamente con la salud te dan riquezas? Pues bien, permanece con ellos asiduamente y que ellos te instruyan acerca de la naturaleza de la enfermedad. Por ejemplo: ¿amas los dineros y eres avaro, como anhelan el agua fresca los que padecen fiebres? Escucha el consejo que ellos te dan. Pues así como el médico corporal te dice: si cumples tu antojo morirás y se te seguirán tales y tales daños, así te dirá Pablo: Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones y lazos y en muchas codicias necias y nocivas, las cuales hunden a los hombres en el abismo de la ruina y perdición. ¿Eres impaciente? Oye lo que dice: Todavía un poco

y vendrá el que ha de venir y no tardará. Y también: Cerca está el Señor, en nada andéis solícitos. Y además: Pasa la comedia de este mundoX Porque no sólo receta como médico, sino que además procura consuelo. Y así como los médicos en lugar del agua fresca dan a beber al febricitante otras bebidas, así Pablo transfiere tu anhelo a otra materia Te dice: ¿quieres enriquecer? Sé rico en buenas obras. ¿Quieres apañar tesoros? No me opongo. Pero reúnelos en el cielo. Así como el médico te dice: El agua fría daña la dentadura, los nervios, los huesos, así Pablo, más brevemente (pues procura la brevedad), te dice: La avaricia es raíz de todos los males.

Entonces ¿de qué echaremos mane? También te lo dice: De la parquedad en vez de la avaricia: Ciertamente es rica granjeria la religión, si la acompaña un ánimo que se contenta con pocoX Pero si esto lo llevas pesadamente y anhelas más cosas, de modo que no sólo no te contentas con pocas, a quien así está enfermo le aconseja cómo ha de usar de ese mayor número de haberes: Y los que se alegran en sus posesiones, como si no se alegraran; y los que poseen, como si no poseyeran; y los que usan de las cosas temporales, como si no las disfrutaran. ¿Has visto qué cosas ordena? ¿quieres que te traiga otro médico? Que me place. Porque estos médicos no son como los que curan los cuerpos; porque éstos con frecuencia, por andarse querellando entre sí, mandan al enfermo a la sepultura. No son así aquéllos, pues no se mueven por ambición, y solamente cuidan de la salud del enfermo. Por lo cual no debe asustarte su multitud. En todos ellos es uno solo el que habla: el Maestro Cristo.

Mira pues a este otro que entra y solemnemente trata de la enfermedad; o mejor dicho, mira al Maestro que habla por su boca: No podéis servir a Dios y a las riquezas! Dirás: Todo eso está muy bien. Pero ¿en qué forma podremos echar de nosotros la concupiscencia de las riquezas? Por aquí podéis aprenderlo. ¿Cómo lo aprenderemos? Oye al Maestro que también te dice el cómo: No alleguéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen y enmohecen y en donde los ladrones perforan las paredes y los roban. Advierte cómo por el sitio y por los ladrones aparta de semejante codicia, y polariza hacia el cielo, en donde todo está seguro. Como si dijera: Si allá lleváis vuestras riquezas, a donde ni la polilla ni la carcoma las consumen ni los ladrones las escarban y desentierran y las roban, echaréis de vosotros esa enfermedad y pondréis vuestra alma en insigne opulencia.

Añade luego un ejemplo que te enseñe a ser prudente. Así como el médico, para poner temor al enfermo le dice: Fulano por beber agua fresca se murió, así este Maestro te pone delante al rico aquel enfermo, que anhelaba la salud y la vida, pero nada consiguió porque estaba entregado a la avaricia, y por lo mismo se quedó sin nada. Y otro evangelista te presenta otro rico ardiendo en llamas y que no logró conseguir ni siquiera una gota de agua. Y luego, demostrando ser fáciles de poner en práctica sus prescripciones, dice: Mirad las aves del cielo. Atemperándose conforme a la debilidad humana, no permite que desesperen ni aun los ricos. Pues dice: Lo que es imposible a los hombres, es posible a Dios. De modo que aún cuando seas rico, puede este médico curarte. No te arrebata las riquezas, sino sólo te prohíbe hacerte esclavo del dinero y darte a la avaricia. ¿Cómo puede un rico salvarse? Si lo que posee lo comunica con los necesitados, como lo hacía Job; y si reprime la codicia de tener cada vez más, y no se excede nunca de lo que es necesario en el uso de las riquezas. Enseguida te presenta al publicano, librado tan rápidamente de la fiebre de la avaricia.

¿Quién hubo más codicioso de ganancias que aquel publicano? Y sin embargo, se despojó de sus haberes porque obedeció los preceptos del médico. Tuvo Cristo seguidores enfermos de las mismas dolencias que nosotros y que sin embargo rápidamente consiguieron la salud. Y nos los va presentando uno a uno, a fin de que nadie desespere de la salud. Observa a ese publicano. Observa también a ese otro, príncipe de publícanos, que promete restituir el cuádruplo de lo que haya robado y además la mitad de sus bienes, para hospedar a Jesús. ¿Ardes tú en codicia de dineros? Pues bien: ten como tuyo todo lo de los otros. Yo, te dice el médico, voy a darte más de lo que tú anhelas, abriéndote las casas de cuantos ricos hay en el mundo. Porque: Quien dejare al padre, a la madre, o los campos, o la casa, recibirá el céntuplo. Por este camino no solamente disfrutarás de muchas cosas, sino que apagarás esa tu ruda sed, y fácilmente lo soportarás todo, con tal de que no anheles mucho, sino que incluso muchas veces te prives de lo necesario. Así sufrió Pablo el hambre, y en esto se gloriaba más que cuando tenía que comer. Al fin y al cabo, el atleta que compite y es coronado, no busca el ocio ni el descanso; ni el mercader que se ha entregado al comercio marítimo busca en adelante el descanso. Del mismo modo nosotros, si gustamos, como es debido que gustemos, de los frutos espirituales, todas las cosas presentes las tendremos en nada, por el anhelo de las futuras; y andaremos como arrebatados por una excelente embriaguez. Gustémoslas, pues, para quedar libres del tumulto y tráfago de las cosas mundanas y conseguir los bienes futuros, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria y el poder, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

CXLII


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HOMILÍA LXXV (LXXVI)

Salió Jesús del templo. Y mientras iba de camino, se le acercaron sus discípulos y le señalaban las construcciones del templo. Pero él les dijo: ¿Veis todas esas cosas? De verdad os digo: No quedará ahí piedra sobre piedra que no sea abatida (Mt 24,1-2).

COMO antes había dicho a los judíos: Vuestro templo quedará desierto; y les predijo infinitos males, tomaron de aquí pie los discípulos; y como admirados, le mostraban la belleza del templo y dudaban de que hubieran de ser destruidos tan egregios edificios, tan gran mole, tan inefable artificio. Entonces Jesús ya no se refiere a la amplitud vasta del edificio, sino que les habla de su caída y destrucción. Les dice: ¿Veis todas estas cosas y os admiráis y quedáis estupefactos? Pues bien: No quedará piedra sobre piedra.

Preguntarás: ¿cómo es entonces que sí permaneció? ¿qué significa esto? No fue así como así aquella afirmación. Porque o significa la ruina total o se refiere solamente al sitio en el que fue levantado el Templo. Puesto que hay algunas partes del Templo que hasta nuestros días han quedado derruidas hasta los cimientos. Además, por lo ya sucedido, es necesario que crean aun los más querellosos, que también el resto perecerá. Luego, estando Jesús sentado en la cima del monte de los olivos, se le acercaron los discípulos a solas para preguntarle: Dinos ¿cuándo sucederá todo esto; y cuál será la señal de tu advenimiento y de la consumación y fin del mundo? Se le acercaron a solas porque querían preguntarle acerca de esas cosas. Tenían grande anhelo por saber el día del advenimiento de Jesús, pues ansiaban contemplar su gloria, que tantos bienes había de reportar. Dos cosas le preguntan: Cuándo sucederá esto, es decir la ruina del templo; y cuáles serán las señales de su advenimiento. Lucas advierte que fue solamente una la pregunta, es decir, acerca de Jerusalén, porque pensaban ellos que juntamente se verificaría el advenimiento de Jesús, Por su parte Marcos no dice que le preguntaran todos acerca de Jerusalén, sino solamente Pedro y Juan, que eran los que con mayor confianza lo trataban.

¿Qué respondió Jesús? Mirad que nadie os extravíe. Pues muchos se presentarán en nombre mío y dirán: Yo soy el Cristo y seducirán a muchos. Habéis de oír guerras y rumores de guerras. Estad sobre aviso. No os alarméis. Es preciso que esto suceda, pero no llega aún el fin. Como se hallaban en tal disposición de ánimo que pensaban para nada tocarles a ellos el castigo de Jerusalén, por estar lejos del tumulto y desorden, sólo se preocupaban de lo que es óptimo, creyendo que todo se realizaría prontamente. Por esto Jesús nuevamente les predice graves padecimientos, y los pone solícitos y les ordena estar vigilantes, por dos motivos: Para no ser engañados por falacia de los seductores, y para que no decaigan a causa de la multitud de los males que se van a echar encima.

Porque habrá, les dice, una doble guerra: de engañadores y de enemigos Pero la primera será mucho más dura, pues se desarrollará en la confusión y perturbación de todas las cosas, andando los hombres todos turbados y atemorizados. Porque en ese tiempo habría una gran conmoción por echar de ahí a los romanos que dominaban el país, y serían capturadas las ciudades y andarían alborotados los ejércitos y en armas, y muchos fácilmente creerían falsedades. Habla de la guerra en Jerusalén y no de alguna otra que brotara de países extranjeros. Al fin y al cabo ¿qué les interesaba a ellos esta última? Por lo demás si Jesús se refiriera a las calamidades del orbe, nada nuevo les habría dicho, pues ellas acontecen ya de ordinario y continuamente. Ya en tiempos pasados había guerras, tumultos y combates. Predice por consiguiente la guerra judía que luego iba a seguirse, pues ya los judíos andaban tratando de pelear contra los romanos. Como todo eso podía perturbar a los discípulos, de antemano se lo predice.

Enseguida, dando a entender que El mismo acometería a los judíos y lucharía contra ellos, menciona no únicamente batallas, sino también castigos enviados del cielo, como el hambre, las pestes, los terremotos. Demuestra así ser El quien permitió que los enemigos invadieran la ciudad y que todo aquello no sucedería fortuitamente y según lo que suele acontecer entre los hombres, sino como castigo de la ira divina. Por esto dice que no sucederán tales cosas por casualidad, ni repentinamente, sino después de dar el cielo las señales. Y para que no dijeran los judíos que los nuevos creyentes eran la causa de aquellos males, les declara la causa verdadera del castigo aplicado. De antemano les había dicho: En verdad os digo que vendrán todas estas cosas sobre esta generación- aludiendo a la muerte de los profetas que ellos habían llevado a cabo. Enseguida, para que no pensaran los discípulos, al oír tan graves calamidades, que por esto quedaría destruida la predicación, añadió: No os alarméis. Es preciso que esto suceda. Es decir, lo que yo he predicho y cuanto he anunciado no se interrumpirá por causa de esa acometida de tentaciones y pruebas. Ciertamente vendrán la turbación y el tumulto, pero no conmoverán ni derribarán mis predicciones.

Y pues había dicho a los judíos: Ya no me volveréis a ver desde ahora hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! y por esto creían los discípulos que juntamente con la ruina de la ciudad llegaría la consumación del orbe, les corrige semejante opinión y les dice: Pero no llega aún el fin. Y que ellos tuvieran esa sospecha que acabo de indicar, adviértelo por el modo mismo de la pregunta. ¿Qué es lo que preguntan? ¿Cuándo sucederá esto? o sea ¿cuándo será destruida Jerusalén y cuál será la señal de tu advenimiento y del fin del mundo?

Jesús por de pronto nada les responde; sino que primero les dice lo que más interesaba saber. Y no habló al punto de la ruina de Jerusalén ni de su propio advenimiento segundo, sino de las desgracias que ya se echaban encima; y acerca de ellos los hizo solícitos diciendo: Mirad que nadie os extravíe. Pues muchos vendrán en mi nombre y dirán: Yo soy el Cristo. Excitándolos a oír estas cosas, les dice: Mirad que nadie os extravíe. Luego, una vez que ya los ha puesto en guardia y los ha hecho solícitos para vigilar, tras de mencionar a los engañadores y a los seudocristos, finalmente les refiere los males que van a venir sobre Jerusalén; y confirma lo futuro por lo ya sucedido y cierra así la boca a los necios y a los querellosos.

Como ya dije, llama guerras y rumores de guerras a los disturbios que se les van a echar encima. Y como, además, según advertí, pensaban ellos que tras de la guerra se seguiría el fin del mundo, mira cómo los pone en guardia diciendo: Pero no llega aún el fin. Pues se levantarán razas contra razas, reinos contra reinos. Indica aquí el comienzo de las calamidades de los judíos. Mas todo es sólo el comienzo de los dolores, o sea de los que a ellos les sobrevendrán. Entonces os entregarán para que os atormenten y os matarán. Oportunamente interpone las calamidades que sufrirán los discípulos, de las que recibirán algún consuelo, a causa de las comunes desgracias. Mas no sólo por eso, sino además por lo que añade: Por mi nombre.

Les dice: Seréis blanco del odio de todas las gentes por causa de mi nombre. Entonces muchos desfallecerán. Y unos a otros se traicionarán. Y surgirán muchos falsos cristos y seudoprofetas y seducirán a muchos. Y como desbordará la iniquidad, se entibiará la caridad de la mayor parte Mas el que perseverare hasta el fin ese se salvará. Habla aquí de un mal mayor, que es la guerra intestina, pues hubo muchos falsos hermanos. ¿Observas la triple guerra: de parte de los seductores, de parte de los enemigos y de parte de los falsos hermanos? Mira cómo lo deplora Pablo: De fuera, ataques; de dentro, ansiedades; peligros de parte de los falsos hermanos. Y también: Esos son falsos apóstoles, operarios fraudulentos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y de nuevo les advierte una pena gravísima sobre todas, que será la de no tener consuelo en la caridad.

En seguida, declarando que el hombre generoso y paciente no sufre daño por esto, les dice: No os alarméis ni os turbéis. Si mostráis la conveniente paciencia, semejantes males no os vencerán. Y señal clara de esto, será que la predicación llenará todo el orbe: tan levantados de la tierra andaréis que semejantes males no os podrán alcanzar. Y para que no dijeran: pero ¿cómo podremos vivir? añadió algo más: No sólo viviréis, sino que enseñaréis por todo el mundo. Por esto dijo: Será predicado este evangelio en todo el mundo, para que su testimonio llegue a todos los pueblos; y entonces vendrá el fin, es decir, la ruina de Jerusalén.

Que se refiera a esa ruina, y que antes de ella el Evangelio se haya predicado, oye cómo lo dice Pablo: Resonó por toda la tierra su voz; y también: Evangelio que ha sido predicado a toda criatura de debajo del cielo. Y ves al mismo Pablo que desde Jerusalén corre hasta España. Pues si uno solo abarcó tan gran parte del orbe, piensa en las hazañas que llevarían a cabo todos los otros. Escribiendo Pablo a otros acerca del Evangelio, les decía que iba creciendo y fructificaba en toda criatura que está debajo del cielo.

¿Qué significa: Para que su testimonio llegue a todos los pueblos? Es que aún cuando fue predicado en todas partes, no todos creyeron en él ni en todas partes lo recibieron. Es como si dijera: Será testimonio para los que no han creído; o sea que les servirá de acusación y confutación. Para testimonio, pues los que creyeron darán testimonio contra los que no qui. sieron creer, y los condenarán. Y por este motivo, una vez que el Evangelio fue predicado en todo el orbe, perecieron los de Jerusalén, para que aquéllos desagradecidos no tuvieran ni sombra de excusa.

En efecto: quienes vieron su poder resplandeciente en todo el orbe, y casi instantáneamente apoderado del mundo ¿qué perdón tienen si permanecen en su endurecimiento? Que el Evangelio fue entonces predicado, oye cómo lo testifica Pablo: Evangelio que ha sido predicado a toda criatura de debajo del cielo. Y es esto un argumento fortísimo del poder de Cristo: el que su doctrina, en veinte o treinta años, llenara los confines de la tierra habitada. Dice luego: Y entonces vendrá el fin. El fin de Jerusalén. Lo que sigue demuestra que esto fue lo que Cristo quiso dar a entender. Porque trajo al medio una profecía para afirmar la ruina de la ciudad y dijo: Cuando viereis instalados en el lugar santo el sacrilegio y la devastación predichos por el profeta Daniel -quien lee la Escritura, comprenda. Los remite a Daniel (Da 9,27). Llama abominación y sacrilegio a la estatua del que entonces dominaba la tierra, estatua que éste puso en el interior del templo, una vez arruinados la ciudad y el santuario: por esto la llama sacrilegio y devastación. Y para que conocieran que todo esto sucedería viviendo aún algunos de ellos, dijo: Cuando viereis el sacrilegio y la devastación.

En vista de esto, cualquiera debe admirar en gran manera el poder de Cristo y la fortaleza de los apóstoles, pues en tiempos tan apretados predicaron el Evangelio, cuando más eran impugnadas las cosas de los judíos, cuando éstos eran vigilados como gente sediciosa y el César había decretado que todos fueran exterminados. Sucedió lo mismo que si alguno, estando el mar todo alborotado y las tinieblas llenando todo el ambiente y aconteciendo frecuentes naufragios, y estando en discordia todos los marineros, y apareciendo sobre las aguas los monstruos marinos para ayudar a las olas a hundir a los navegantes, y desatados los rayos y acometiendo los piratas, mientras los mismos que conducen la nave andan entre sí disputando y poniéndose asechanzas, en tales circunstancias, a unos hombres imperitos en el arte de la navegación y que ni siquiera conocen el mar, se les ordenara sentarse al timón, manejar la nave y luchar contra una formidable escuadra que acomete de frente, repleta de fortín simo ejército; y que usaran de una navecilla en la que, como dije, reinara tan grave confusión, y que tomaran al abordaje y echaran a pique la gran embarcación.

Los pueblos odiaban a los apóstoles por ser estos judíos; los judíos los lapidaban por ser impugnadores de sus leyes; y en parte alguna podían establecerse. De modo que todo era precipicios, escollos, arrecifes ocultos en las ciudades, en las villas, en las casas; y todos y cada cual los acometía: jefe, príncipe, pueblo, particulares, pueblos íntegros; y por doquiera había tal perturbación que no puede el discurso explicarla. El linaje judío era abiertamente aborrecido en el Imperio Romano, porque le causaba infinitas molestias. Y sin embargo, nada de eso dañaba a la predicación. Pues tomada ya la ciudad y dada al incendio y deshecha su gente por la fuerza de las desgracias, los apóstoles se marcharon de ahí, y llevando nuevas leyes imperaron sobre los romanos.

¡Ah cosas estupendas y nunca vistas! Cautivaron los romanos a muchos miles de judíos, mas no pudieron vencer a doce hombres que luchaban con ellos desprovistos de armas y de todo. ¿Qué discurso podrá pintar milagro tan ingente? Porque es esencial que quienes han de enseñar, posean dos cosas: que sean fidedignos y que sean gratos a los oyentes. Añade que la doctrina sea tal que con facilidad se acepte; y finalmente que el tiempo esté tranquilo y sin perturbaciones. Pero en aquel entonces todo iba al revés. Porque ellos no parecían dignos de fe; además, echaban de sí a quienes habían sido engañados por los falsos apóstoles, que parecían predicar cosas creíbles; nadie los amaba; más aún, se les odiaba, mientras ellos apartaban a la gente de lo que más gustoso le era, como son las costumbres, la patria y las leyes.

Duros y difíciles eran los preceptos, y las cosas que ellos prohibían redundaban de deleites. Y tanto ellos como sus discípulos tenían que soportar muchas veces peligros de muerte. Aparte de todo esto, las circunstancias del tiempo presentaban graves dificultades, pues estaban llenas de guerras y alborotos, hasta el punto de que aún sin las otras dificultades ya dichas, esta sola bastaba para perturbarlo todo. De modo que aquí resulta oportuno decir: ¿Quién referirá las proezas de Dios y hará oír todas sus alabanzas? Si los connacionales de Moisés a causa del lodo y las pajas con que a los principios se les oprimía, no prestaban oídos a Moisés a pesar de los muchos milagros, a los que diariamente sufrían heridas y muertes ¿quién los persuadió a que dejaran su vida de ocio y prefirieran la otra llena de peligros, sangre y muertes en abundancia?

Sobre todo siendo extranjeros los predicadores y prácticamente enemigos de todos. Si alguno introdujera en una nación o en una ciudad o en un pueblo, más aún, en un pequeño domicilio a un hombre odiado de todos los que ahí habitan y procurara por medio de él apartar a cada uno de los seres que más ama, como son el padre, la madre, la esposa, los hijos ¿no sucedería que a ese tal, antes de que abriera la boca lo hicieran pedazos? Y si anduvieran litigando el esposo y la esposa entre sí ¿acaso no lo lapidarían aun antes de traspasar los umbrales de la casa?

Pues qué, si además de ser él personalmente aborrecido, ordenara cosas pesadas y dispusiera que vivieran con moderación los que andan entregados a sus placeres; y además emprendiera la lucha contra muchos, numerosos y más fuertes que él ¿acaso no es manifiesto que perecería con toda certeza? Pues esto que aún en sola una casa no se puede así lograr, Cristo lo hizo en todo el universo, conduciendo a los médicos del orbe por toda la tierra por entre precipicios, hornos, desfiladeros, montes, tierras y mares y guerras sin cuento. Si quieres conocer todo esto con más pormenores y mayor certidumbre, o sea las hambres, pestes, terremotos y demás catástrofes, lee la historia de Josefo y lo sabrás con exactitud.

Por esto decía Jesús: No os alarméis. Es preciso que esto suceda. Y: El que perseverare hasta el fin ése se salvará. Y además: Será predicado este evangelio del reino en todo el orbe. Y a sus discípulos quebrantados por el terror y con ánimo decaído, les infunde mejores esperanzas; y les anuncia que aún cuando haya mil dificultades es necesario que el Evangelio sea predicado por todo el orbe y después vendrá el acabamiento. ¿Has advertido en qué condición se encontraban entonces las cosas y cuan variadas guerras había; y esto a los comienzos, que es cuando para cada buena obra se requiere grande paz? ¿En qué situación se hallaban las cosas? Pues nada impide que resumamos lo dicho. La primera guerra era la de los seductores. Pues dice: Vendrán muchos seudocristos y falsos profetas. La segunda era la de los romanos: Habéis de oír guerras. La tercera guerra es la del hambre que sobrevendrá. La cuarta es la de la peste y los terremotos. La quinta es que os entregarán a la muerte. La sexta, que todos os aborrecerán por causa de mi nombre. La séptima, que unos a otros se traicionarán y se odiarán, donde anuncia una guerra intestina Luego, los seudocristos y los falsos hermanos. Finalmente, que se entibiará la caridad de la mayor parte, lo que es causa de todos los males.

¿Adviertes los mil géneros de guerras, todas nuevas y estupendas? Y en medio de todo esto y de otras muchas cosas (pues a la guerra civil se añadirá la de los parientes), la predicación sin embargo llenó todo el orbe. Porque dice: Será predicado este Evangelio del reino en todo el orbe. ¿Dónde están los que introducen la tiranía de los horóscopos y las vueltas de los tiempos entre los dogmas y verdades de la Iglesia?7 ¿Quién ha narrado haberse visto otro Cristo y haber acontecido cosa o suceso a éste parecido? Aunque refieran mil falsedades (por ejemplo que ya han pasado cien mil años), sin embargo nadie se ha atrevido a fingir otro hecho a éste semejante.

Entonces ¿a qué círculos de los tiempos os referís? Porque ni la destrucción de Sodoma, ni la de Gomorra, ni otro cataclismo alguno igual se ha repetido jamás. ¿Hasta cuándo, pues, estaréis hablando en broma y diciendo de otro círculo del tiempo y otros horóscopos? Preguntarás: ¿cómo es entonces que muchas cosas se predicen y luego suceden? Pues porque tú mismo te has privado del auxilio divino y te has perdido y colocado fuera de la providencia de Dios, el demonio a su antojo baraja las cosas. No lo hace así con los santos, pero ni aun con nosotros, pecadores, pero que en absoluto desechamos tales cosas. Pues aun cuando nuestro modo de vivir sea intolerable, sin embargo, a causa de que con la gracia de Dios mantenemos los dogmas verdaderos de la Iglesia, nos hallamos ser superiores a las asechanzas del demonio.

Pero en fin ¿a qué se reducen los horóscopos? No a otra cosa, sino a perversidad y confusión y a que todo se hace al acaso y a como salga; ni solamente al acaso, sino incluso contra la razón. Objetarás: pero si no existen los horóscopos ¿por qué éste es rico y aquél es pobre? ¡No lo sé!… Pero voy a discutir contigo en el sentido de hacerte caer en la cuenta de que no todo se ha de investigar con vana curiosidad, ni se han de creer las cosas como si fueran al acaso. Porque tú no debes, por el hecho de ignorar eso, fingir falsedades. Es preferible honradamente ignorar a malamente aprender. Quien ignora la causa fácilmente es conducido por la razón; pero aquel que por no saber la causa verdadera, inventa una falsa, ya no podrá con facilidad aceptar la verdadera, porque necesitará de mucho mayor trabajo y sudores para abandonar su primera opinión.

Sucede como en las tablillas enceradas que una vez que se borran puede cualquiera escribir en ellas fácilmente otra cosa, mientras que en las grabadas no sucede lo mismo, puesto que se hace necesario traer primero lo mal escrito. También entre los médicos es preferible el que nada receta ai que prescribe medicinas dañosas. Y en la arquitectura es peor el que sin fundamentos edifica que el que nada- edifica; y es mejor la tierra que nada produce que la otra que engendra solamente espinas.

En consecuencia, no tengamos prisa en aprenderlo todo, ni llevemos molestamente el ignorar algunas cosas. Para que no suceda que si luego encontramos algún maestro, le demos doble trabajo. Y lo que es peor aún, algunos, por padecer enfermedad incurable, una vez que han caído en esos dogmas falsos, en ellos se aferran. No es lo mismo tener que arrancar primero del campo las malas hierbas que ya arraigaron, que sembrar y plantar en un campo limpio. En aquél se hace necesaria una limpia previa y hasta después sembrar; en este otro ya están preparados los oídos.

Con que, en fin ¿de dónde proviene que uno sea rico y el otro pobre? Lo diré ya: unos poseen riquezas porque Dios se las da; otros porque El permite que las posean; otros por una arcana providencia de Dios. Y esta razón es la más breve y sencilla. Instarás: ¿por qué al fornicario lo enriqueció y lo mismo al adúltero, al libinidoso y al que luego usa mal de sus posesiones? Respondo que Dios no lo hace rico, sino que permite que se enriquezca; y hay gran diferencia entre hacer y permitir. Mas ¿por qué en absoluto no se lo permite? Porque aún no ha llegado el tiempo del juicio, para que cada cual reciba su merecido. ¿Quién peor que el rico aquel que no daba a Lázaro ni las migajas de su mesa? Y sin embargo, fue luego el más miserable de los hombres, pues no pudo lograr ni una gota de agua. Y todo porque habiendo sido rico no fue humano ni compasivo. Si hay dos que tengan desigual fortuna, pero ambos son malvados, y uno de ellos es rico y el otro pobre, no serán castigados igualmente, sino que el rico tendrá penas más graves.

¿Ves cómo este segundo es castigado con más graves suplicios por haber recibido los bienes en esta vida? Así pues, cuando veas a los que injustamente se han enriquecido llevar una vida próspera gime, derrama lágrimas, pues su riqueza se convertirá en aumento de castigo. Así como los que pecaron, y no quieren hacer penitencia, se preparan un tesoro de ira divina, así los que acá no sufrieron el castigo, sino que vivieron prósperamente, serán con mayor gravedad castigados.

Si te place, te demostraré lo mismo no sólo por lo de la vida futura, sino también con el ejemplo de la presente. Al bienaventurado David, después de haber pecado con Bersabé, como el profeta Ib reprendiera, principalmente lo acusó con mayor fuerza por haber recibido muchos beneficios y haberse portado así a pesar de ellos. Oye cómo lo reprende Dios: Yo te he ungido rey de Israel y te he librado de las manos de Saúl. Te he dado la casa de tu señor. Te he dado la casa de Israel y de Judá. Y si es poco, añadiré todavía otras cosas más. ¿Por qué has hecho lo malo ante mis ojos? Los castigos de los pecados no son todos iguales, sino que varían con la edad, las personas, las dignidades, la prudencia y muchas otras circunstancias.

Más claro todavía. Tráigase al medio un pecado. Sea la fornicación Considera ahora cuántos géneros de castigos se le han aplicado, tomándolos no de nuestro discurso, sino de las Escrituras. Si alguno fornicó antes de la Ley, sufrió un género de castigo, como lo demuestra Pablo diciendo: Cuantos pecaron antes de la Ley, sin la Ley serán castigados Fornicó alguno después de la Ley, padecerá más grave suplicio. Pues: Cuantos pecaron en la Ley serán juzgados por la Ley. Fornicó algún sacerdote, a causa de su dignidad sufre el máximo aumento de pena. Por este motivo las otras doncellas fornicarias eran condenadas a muerte; pero las hijas de sacerdotes eran quemadas, demostrando así el legislador cuan grave castigo amenazaba al sacerdote que así pecara. Pues si la joven, por ser hija de un sacerdote, lleva una pena mayor, mucho más grave la padecerá el sacerdote mismo.

¿Una mujer sufrió violencia? Está libre de culpa y de castigo. ¿Fornicaron dos, una rica y otra pobre? También aquí se da una diferencia en el castigo. Esto se ve claro por lo que acabamos de decir de David. ¿Ha fornicado alguno después de la venida de Cristo, pero es de los aún no iniciados? Sufrirá mayores penas que esos anteriores. ¿Fornicó alguno después del sagrado bautismo? A éste no le queda ya consuelo ni alivio, ha mostró Pablo al decir: Si alguno desprecia la Ley de Moisés, muere sin misericordia bajo palabra de dos o tres testigos. Pues ¿con cuánta mayor pena pensáis que será castigado el que conculca al Hijo de Dios; el que tiene como sangre vulgar y ordinaria la sangre del Testamento, sangre con que él mismo ha sido santificado y enseguida injuria al Espíritu Santo? ¿Ha fornicado en este tiempo algún sacerdote? Es esto el colmo de todas las desgracias. ¿Has visto cuánta diferencia de castigos respecto de un mismo pecado? Un castigo hay antes de la Ley; otro después de la Ley; otro es el del ministro sagrado; otro el de la mujer, según sea rica o pobre; y otro el del catecúmeno, el del fiel, el del sacerdote. También por razón de la prudencia hay diferencia de castigos y grande. Puesto que dice: El que conoce la voluntad de su señor y no la cumple, será grandemente azotado.

También por haber precedido tantos y tan grandes ejemplos sufre el pecador mayores castigos. Pues dice: Vosotros ni viendo hicisteis luego penitencia, aun cuando hayáis sido ensalzados con grandes honores. Y esto es lo que le reprende Jesús a Jerusalén diciendo: ¡Cuántas veces quise congregar a vuestros hijos y no quisisteis. De los que pecan por exceso de placeres, tienes ejemplo en lo de Lázaro. Pero también por el sitio se acrecienta la gravedad del pecado. Así lo declara Jesús con aquella expresión: Entre el santuario y el altar. También por el modo con que se ha cometido el delito. Pues dice: No es cosa admirable que alguien robe pues roba para saciar su hambre. Y también: Mataste a tus hijos y a tus hijas; esto además de tu fornicación y de tus abominaciones. Y según las personas: Si alguno peca contra otro hombre, orarán por él; pero si alguno peca contra Dios ¿quién orará en su favor?

También cuando alguno supera en desidia a otros que son peores que él, es cosa que reprende Dios por Ezequiel diciendo: Porque ni siquiera os habéis ajustado a las normas de las nadones que os rodean. También cuando no nos enmendamos ni aun teniendo delante el ejemplo de los demás, pues dice: Vio a su hermana y la justificó. También cuando alguno ha disfrutado de un especial patrocinio: Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho estos milagros ha tiempo que habrían hecho penitencia. Por lo cual serán tratadas Tiro y Sidón con menos rigor que esta ciudad. ¿Has observado la gran exactitud y cómo no todos sufren el mismo castigo por iguales pecados? Cuando después de larga espera de parte de Dios nada aprovechamos, más graves penas tendremos que sufrir. Así lo indica Pablo diciendo: Por tu endurecimiento e impenitente corazón te atesoras cólera para el día del castigóos

Sabiendo todo esto, no nos molestemos ni turbemos a causa del curso de los acontecimientos, ni nos dejemos alterar por el oleaje de nuestros pensamientos; sino que, teniendo en cuenta la incomprensible providencia de Dios y acomodándonos a ella, cuidemos de ejercitar la virtud y huyamos de la perversidad, para que disfrutemos de los bienes futuros, por gracia y be. nignidad de nuestro Señor Jesucristo, por el cual y con el cual sea al Padre, juntamente con el Espíritu Santo, la gloria, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

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Crisóstomo - Mateo 74