Efrén ES



SAN EFRÉN DE SIRIA


VIDA

San Efrén, diacono de la Iglesia en Siria, nació hacia el año 306 en Nisibis, ciudad de Mesopotamia. Convertido al Cristianismo cuando tenía dieciocho años, se entrego enteramente al servicio de Dios, dedicando su vida a la oración y al estudio. Según algunos hagiógrafos, en el 325 acompañó a Santiago-obispo de Nisibis- al Concilio de Nicea.

Durante los años 338 a 350, en que la ciudad se vio repetidas veces amenazada por Sapor II, rey de Persia, San Efrén desplego una actividad infatigable para alentar y aconsejar a sus habitantes. En el 363, el emperador Joviniano firmo un tratado de paz con los persas y les entrego Nisibis; San Efrén, con la mayor parte de los cristianos de esta ciudad, emigro a tierras del Imperio Romano. Se retiro a Edesa, donde murió diez años más tarde, tras haber dedicado todo ese tiempo a la penitencia y a la contemplación.

San Efrén ocupa un lugar privilegiado entre los Santos Padres tanto por la abundancia de sus escritos como por la autoridad de su doctrina. Prueba de ello es que muchos de sus himnos forman parte de diversas liturgias orientales desde el siglo quería. Gracias a esto se ha conservado gran parte de su ingente obra, tanto en su idioma original, el sirio, como en traducciones griegas, que empezaron a proliferar ya en los últimos años de su vida: Sozomeno, que pudo leer directamente los escritos de San Efrén, afirma que compuso unos tres millones de versos; otras fuentes apuntan que compuso más de mil sermones. Nos han llegado también versiones en arameo y copto cuyo texto primitivo se desconoce.

Sobre su autoridad, basta citar el testimonio de un hombre tan parco en palabras y poco inclinado a los elogios como fue San Jerónimo. En su De viris illustribus escribe: "Su fama se ha divulgado tanto entre los griegos que, en algunas iglesias, leen sus escritos en público después de recitar la Sagrada Escritura. Yo mismo he leído la traducción de un libro suyo sobre el Espíritu Santo y he podido comprobar que es una obra maestra".

Poeta de delicadísimos sentimientos hacia Jesucristo y su Santísima Madre, escribió centenares de himnos para uso litúrgico y para uso popular. En unos y otros se aprecia su vivísimo ingenio, la solidez de su doctrina y un profundo conocimiento de la Sagrada Escritura. Supo exponer de manera inimitable los principales misterios del Cristianismo: la Santísima Trinidad, la Encarnación del Verbo, las prerrogativas de Santa María... Los cantos populares -en los que destaca su gracioso ingenio y la solidez de su doctrina- son especialmente interesantes porque estaban destinados a que los cantase todo el pueblo, que no entendía de enrevesadas controversias teológicas: así se difundía de modo fácil, rápido y agradable la verdadera fe.

También en Occidente se difundieron mucho sus escritos, siendo reconocido sobre todo como cantor de las prerrogativas de la Santísima Virgen. El 5 de mayo de 1920, Benedicto XV lo declaro Doctor de la Iglesia.

San Efrén de Siria


MADRE ADMIRABLE


(Himno a la Virgen María)

La Virgen me invita a cantar el misterio que yo contemplo con admiración. Hijo de Dios, dame tu don admirable, haz que temple mi lira, y que consiga detallar la imagen completamente bella de la Madre bien amada.

La Virgen María da al mundo a su Hijo quedando virgen, amamanta al que alimenta a las naciones, y en su casto regazo sostiene al que mantiene el universo. Ella es Virgen y es Madre, ¿qué no es?

Santa de cuerpo, completamente hermosa de alma, pura de Espíritu, sincera de inteligencia, perfecta de sentimientos, casta, fiel, pura de corazón, leal, posee todas las virtudes.

Que en María se alegre toda la estirpe de las vírgenes, pues una de entre ellas ha alumbrado al que sostiene toda la creación, al que ha liberado al género humano que gemía en la esclavitud.

Que en María se alegre el anciano Adán, herido por la serpiente. María da a Adán una descendencia que le permite aplastar a la serpiente maldita, y le sana de su herida mortal.

Que los sacerdotes se alegren en la Virgen bendita. Ella ha dado al mundo el Sacerdote Eterno que es al mismo tiempo Victima. Él ha puesto fin a los antiguos sacrificios, habiéndose hecho la Victima que apacigua al Padre.


Que en Mana se alegren todos los profetas. En Ella se han cumplido sus visiones, se han realizado sus profecías, se han confirmado sus oráculos.

Que en María se gocen todos los patriarcas. Así como Ella ha recibido la bendición que les fue prometida, así Ella les ha hecho perfectos en su Hijo. Por Él los profetas, justos y sacerdotes, se han encontrado purificados.

En lugar del fruto amargo cogido por Eva del árbol fatal, María ha dado a los hombres un fruto lleno de dulzura. Y he aquí que el mundo entero se deleita por el fruto de María.

El árbol de la vida, oculto en medio del Paraíso, ha surgido en María y ha extendido su sombra sobre el universo, ha esparcido sus frutos, tanto sobre los pueblos más lejanos como sobre los más próximos.

María ha tejido un vestido de gloria y lo ha dado a nuestro primer padre. Él había escondido su desnudez entre los árboles, y es ahora investido de pudor, de virtud y de belleza. Al que su esposa había derribado, su Hija le alza; sostenido por Ella, se endereza como un héroe.

Eva y la serpiente habían cavado una trampa, y Adán había caído en ella; María y su real Hijo se han inclinado y le han sacado del abismo.


La vid virginal ha dado un racimo, cuyo suave jugo devuelve la alegría a los afligidos. Eva y Adán en su angustia han gustado el vino de la vida, y han hallado completo consuelo.

San Efrén de Siria


LA ANUNCIACIÓN DE LA VIRGEN (Himno al Nacimiento de Cristo)



Volved la mirada a María. Cuando Gabriel entro en su aposento y comenzó a hablarle, Ella pregunto: ¿cómo se hará esto? (Lc 1,34). El siervo del Espíritu Santo le respondió diciendo: para Dios nada es imposible (Lc 1,37). Y Ella, creyendo firmemente en aquello que había oído, dijo: he aquí la esclava del Señor (Lc 1,38). Y al instante descendió el Verbo sobre Ella, entro en Ella y en Ella hizo morada, sin que nada advirtiese. Lo concibió sin detrimento de su virginidad, y en su seno se hizo niño, mientras el mundo entero estaba lleno de Él (...). Cuando oigas hablar del nacimiento de Dios, guarda silencio: que el anuncio de Gabriel quede impreso en tu Espíritu. Nada es difícil para esa excelsa Majestad que, por nosotros, se ha abajado a nacer entre nosotros y de nosotros.

Hoy María es para nosotros un cielo, porque nos trae a Dios. El Altísimo se ha anonadado y en Ella ha hecho mansión, se ha hecho pequeño en la Virgen para hacernos grandes (...). En María se han cumplido las sentencias de los profetas y de los justos. De Ella ha surgido para nosotros la luz y han desaparecido las tinieblas del paganismo.

María tiene muchos nombres, y es para mí un grande gozo llamarla con ellos. Es la fortaleza donde habita el poderoso Rey de reyes, mas no salió de allí igual que entro: en Ella se revistió de carne, y así salió. Es también un nuevo cielo, porque allí vive el Rey de reyes; allí entro y luego salió vestido a semejanza del mundo exterior (...). Es la fuente de la que brota el agua viva para los sedientos; quienes han gustado esta bebida llevan fruto al ciento por uno.

Este día no es, pues, como la primera jornada de la creación. En aquel día las criaturas fueron llamadas al ser; en éste, la tierra ha sido renovada y bendecida respecto a Adán, por quien había sido maldecida. Adán y Eva, con el pecado, trajeron la muerte al mundo; pero el Señor del mundo nos ha dado en María una nueva vida. El Maligno, por obra de la serpiente, vertió el veneno en el oído de Eva; el Benigno, en cambio, se abajo en su misericordia y, a través del oído, penetro en María. Por la misma puerta por donde entro la muerte, ha entrado también la Vida que ha matado a la muerte. Y los brazos de María han llevado a Aquél a quien sostienen los querubines; ese Dios a quien el universo no puede abarcar, ha sido abrazado por María. El Rey ante quien tiemblan los ángeles, criaturas espirituales, yace en el regazo de la Virgen, que lo acaricia como a un niño. El cielo es el trono de su majestad, y Él se sienta en las rodillas de María. La tierra es el escabel de sus pies y Él brinca sobre ella infantilmente. Su mano extendida señala la medida del polvo, y sobre el polvo juguetea como un chiquillo.

Feliz Adán, que en el nacimiento de Cristo has encontrado la gloria que habías perdido. ¿Se ha visto alguna vez que el barro sirva de vestido al alfarero? ¿Quién ha visto al fuego envuelto en panales? A todo eso se ha rebajado Dios por amor del hombre. Así se ha humillado el Señor por amor de su siervo, que se había ensalzado neciamente y, por consejo del Maligno homicida, había pisoteado el mandamiento divino. El Autor del mandamiento se humillo para levantarnos.

Demos gracias a la divina misericordia, que se ha abajado sobre los habitantes de la tierra a fin de que el mundo enfermo fuera curado por el Médico divino. La alabanza para Él y al Padre que lo ha enviado; y alabanza al Espíritu Santo, por todos los siglos sin fin.

San Efrén de Siria


EVA Y MARIA (Carmen 18,1)


Oh citara mía, inventa nuevos motivos de alabanza a María Virgen. Levanta tu voz y canta la maternidad enteramente maravillosa de esta virgen, hija de David, que llevo la vida al mundo.

Quien la ama, la admira. El curioso se llena de vergüenza y calla. No se atreve a preguntarse como una madre da a luz y conserva su virginidad. Y aunque es muy difícil de explicar, los incrédulos no osaran indagar sobre su Hijo.


Su Hijo aplasto la serpiente maldita y destrozo su cabeza. Curo a Eva del veneno que el dragón homicida, por medio del engaño, le había inyectado, arrastrándola a la muerte.

Como el monte Sinaí, María te ha acogido, pero no la has calcinado con tu fuego incombustible, porque has obrado de modo que tu hoguera no la abrasase, ni le quemara la llama que ni siquiera los serafines pueden mirar.

Aquél que es eterno fue llamado el nuevo Adán, porque habito en las entrañas de la hija de David y en Ella, sin semilla y sin dolor, se hizo hombre. ¡Bendito sea por siempre su nombre!

El árbol de la vida, que creció en medio del Paraíso, no dio al hombre un fruto que lo vivificase. El árbol nacido del seno de María se dio a sí mismo en favor del hombre y le dono la vida.

El Verbo del Señor descendió de su trono; se llego a una joven y habito en ella. Ella lo concibió y lo dio a la luz. Es grande el misterio de la Virgen purísima: supera toda alabanza.

Eva en el Edén se convirtió en rea del pecado. La serpiente malvada escribió, firmo y sello la sentencia por la cual sus descendientes, al nacer, venían heridos por la muerte.

Y a causa de su engaño, el antiguo dragón vio multiplicado el pecado de Eva. Fue una mujer quien creyó la mentira de su seductor, obedeció al demonio y abajo al hombre de su dignidad.

Eva llego a ser rea del pecado, pero el débito paso a María, para que la hija pagase las deudas de la madre y borrase la sentencia que habían transmitido sus gemidos a todas las generaciones.

María llevo el fuego entre sus manos y ciñó entre sus brazos a la llama: acerco sus pechos a la hoguera y amamanto a Aquél que nutre todas las cosas. ¿Quién podrá hablar de Ella?

Los hombres terrenales multiplicaron las maldiciones y las espinas que ahogaban la tierra. Introdujeron la muerte. El Hijo de María lleno el orbe de vida y paz.

Los hombres terrenales sumergieron el mundo de enfermedades y dolores. Abrieron la puerta para que la muerte entrase y pasease por el orbe. El Hijo de María tomo sobre su persona los dolores del mundo, para salvarlo.

María es manantial límpido, sin aguas turbias. Ella acoge en su seno el rio de la vida, que con su agua irrigo el mundo y vivifico a los muertos.


Eres santuario inmaculado en el que moro el Dios rey de los siglos. En ti por un gran prodigio se obro el misterio por el cual Dios se hizo hombre y un hombre fue llamado Hijo por el Padre.

María es la vid de la estirpe bendita de David. Sus sarmientos dieron el grano de uva lleno de la sangre de la vida. Adán bebió de aquel vino y resucitado pudo volver al Edén.

Dos madres engendraron dos hijos diversos: una, un hombre que la maldijo; María, Dios, que lleno al mundo de bendición.

¡Bendita, tu, María, hija de David, y bendito el fruto que nos has dado! ¡Bendito el Padre que nos envió a su Hijo para nuestra salvación, y bendito el Espíritu Paráclito que nos manifestó su misterio! Sea bendito su nombre.





LA CANCIÓN DE CUNA DE MARIA (Himno 18,1-23)


He mirado asombrado a María que amamanta a Aquél que nutre a todos los pueblos, pero que se ha hecho niño. Habito en el seno de una muchacha, Aquél que llena de si el mundo (...).

Un gran sol se ha recogido y escondido en una nube espléndida. Una adolescente ha llegado a ser la Madre de Aquél que ha creado al hombre y al mundo.


Ella llevaba un niño, lo acariciaba, lo abrazaba, lo mimaba con las más hermosas palabras y lo adoraba diciéndole: Maestro mío, dime que te abrace.

Ya que eres mi Hijo, te acunaré con mis cantinelas; soy tu Madre, pero te honraré. Hijo mío, te he engendrado, pero Tu eres más antiguo que yo; Señor mío, te he llevado en el seno, pero Tu me sostienes en pie.

Mi mente esta turbada por el temor, concédeme la fuerza para alabarte. No sé explicar cómo estás callado, cuando sé que en Ti retumban los truenos.

Has nacido de mí como un pequeño, pero eres fuerte como un gigante; eres el Admirable, como te llamo Isaías cuando profetizo sobre Ti

He aquí que todo Tú estás conmigo, y sin embargo estás enteramente escondido en tu Padre. Las alturas del cielo están llenas de tu majestad, y no obstante mi seno no ha sido demasiado pequeño para Ti

Tu Casa está en mí y en los cielos. Te alabaré con los cielos. Las criaturas celestes me miran con admiración y me llaman Bendita.

Que me sostenga el cielo con su abrazo, porque yo he sido más honrada que él. El cielo, en efecto, no ha sido tu madre; pero lo hiciste tu trono.

¡Cuanto más venerada es la Madre del Rey que su trono! Te bendeciré, Señor, porque has querido que fuese tu Madre; te celebraré con hermosas canciones.

Oh gigante que sostienes la tierra y has querido que ella te sostenga, Bendito seas. Gloria a Ti, oh Rico, que te has hecho Hijo de una pobre.

Mi magnificat sea para Ti, que eres más antiguo que todos, y sin embargo, hecho niño, descendiste a mí. Siéntate sobre mis rodillas; a pesar de que sobre Ti está suspendido el mundo, las más altas cumbres y los abismos más profundos (...).

Tú estás conmigo, y todos los coros angélicos te adoran. Mientras te estrecho entre mis brazos, eres llevado por los querubines.

Los cielos están llenos de tu gloria, y sin embargo las entrañas de una hija de la tierra te aguantan por entero. Vives en el fuego entre las criaturas celestes, y no quemas a las terrestres.


Los serafines te proclaman tres veces Santo: ¿qué más podré decirte, Señor? Los querubines te bendicen temblando, ¿cómo puedes ser honrado por mis canciones?

Escúcheme ahora y venga a mí la antigua Eva, nuestra antigua madre; levante su cabeza, la cabeza que fue humillada por la vergüenza del huerto.

Descubra su rostro y se alegre contigo, porque has arrojado fuera su vergüenza; oiga la palabra llena de paz, porque una hija suya ha pagado su deuda.

La serpiente, que la sedujo, ha sido aplastada por Ti, brote que has nacido de mi seno. El querubín y su espada por Ti han sido quitados, para que Adán pueda regresar al paraíso, del cual había sido expulsado.

Eva y Adán recurran a Ti y cojan de mi el fruto de la vida; por ti recobrara la dulzura aquella boca suya, que el fruto prohibido había vuelto amarga.

Los siervos expulsados vuelvan a través de Ti, para que puedan obtener los bienes de los cuales habían sido despojados. Serás para ellos un traje de gloria, para cubrir su desnudez.




Epístola de San Efrén de Siria a un discípulo


San Efrén de Siria (306-373 d.C. aprox.), Padre de la Iglesia, expone en esta epístola una serie de cuestiones espirituales relativas a la vida monacal. Entre ellas son de gran valía sus consejos sobre la humildad, sobre la vivencia de la caridad, y su exhortación a que el cristiano sea siempre fiel a la Fe de la Iglesia Católica que ha recibido

Mi bienamado en el Señor, cuando te aprestes a dar alguna respuesta, has de poner en tu boca, antes que cualquier otra cosa, la humildad, pues bien sabes que por ella todo el poder del enemigo se reduce a nada. Tú conoces la bondad de tu Maestro, a Quien blasfemaron, y como Él se hizo humilde y obediente incluso hasta la muerte. Hijo mío, trabaja por ti mismo para establecer la humildad en tu boca, en tu corazón, y en tu cuello, pues hay un mandamiento que la inculca. Recuerda a David, que se jactaba por su humildad y dijo "porque me humillo a mí mismo el Señor me ha liberado, y Él me ha bendecido"(1). Hijo mío, arráigate en la humildad y harás que las virtudes de Dios te acompañen. Y si es que permaneces en un estado de humildad, ninguna pasión, cualquiera que sea, tendrá poder para acercarse a ti.

No hay medida para la belleza del hombre que es humilde. No hay pasión, cualquiera que sea, capaz de acercársele al hombre que es humilde, y no hay medida para su belleza. El hombre humilde es un sacrificio de Dios. El corazón de Dios y de sus ángeles descansa en aquel que es humilde. Más aun, cuando los ángeles lo glorifiquen, hay una razón para él que le ha logrado todas las virtudes, pero para aquel que se ha revestido de la humildad no será necesaria ninguna razón, aparte de que se ha hecho humilde.

Hijo mío, éstas son las virtudes de la humildad. Hijo mío, conserva la paz, porque está escrito, "Aquél que es sabio, en ese momento conservara la paz"(2). Mantén la paz hasta que te hagan alguna pregunta. Y cuando te pregunten, habla, y usa palabras humildes, y compórtate de manera humilde. No seas puro lamento. Si la pregunta es muy grande para ti, siéntate. Nunca hables mientras que otros hablan palabras de desprecio; contente, y no olvides que tus pensamientos deben ser: "No los he escuchado". A todas las palabras valiosas, préstales tu más ferviente atención. Porque está escrito "Si tu eres uno que actúa la palabra y no uno que la escucha, te engañas a ti mismo, hijo mío, en el Señor"(3). Te doy mandamientos desde el principio, guárdalos desde tu juventud. Mira lo que dijo Pablo. Dijo, "Además, desde el tiempo en que eras un niño conocías la Santa Escritura, que tiene el poder para salvarte".

Aprende la regla entera de los preceptos de la profesión del monje, y hazte querido en todos tus trabajos. Si tú, que eres joven, vas al desierto a tomar un lugar, y te estableces en uno que es muy grande para ti, y Dios está allí, no dejes el lugar en tu descontento para irte a otro. Deja que el desierto en que te has establecido te sea suficiente, no vayas a hacer que Él se moleste. Porque está escrito "No es una pequeña cosa en contra tuya el provocar a los hombres a la ira".

En el desierto en el que estas mantén esta manera de actuar, y no huyas de un lugar a otro. No vayas a llorar a la morada de nadie por causa de lo que crees, ni tampoco por los deseos de tu estomago. No estés en compañía del hombre agitado y problemático, y asegúrate de continuar con tu vida silenciosa, y no estés en la boca de los hermanos. Te suplico, mi amado en el Señor, que dejes que tu meta principal sea aprender; escuchar con atención (u obedecer) te dará la paz. Porque está escrito: "El provecho de la instrucción no es la plata". Cuídate del hábito de no escuchar (o de desobedecer). Que la palabra de Saúl no se realice en ti y en su generación, porque Dios es más fácilmente persuadido por la obediencia que por el sacrificio (4).

Éstas son, entonces, las reglas del oficio del monje. Debes comer con los hermanos. No levantes la cabeza hasta que no hayas terminado de comer. Come con la vestimenta con que te dejas ver en público. Si ocurre que eres el último en ser servido no digas: "Tráelo aquí, donde está sentado uno más grande que tu". Cuando desees tomar de la botella de agua, no dejes que tu garganta haga bulla como la de un hombre común. Cuando estas sentado en medio de los hermanos y tengas flema, no la escupas en medio de ellos, apártate a cierta distancia y escúpela allí.


Cuando estés durmiendo en cualquier lugar con los hermanos, no permitas que persona alguna se les acerque a menos de un codo de distancia. Si el trabajo es de carácter tranquilo no te duermas sobre una estera, más bien dóblala, porque eres un hombre joven. No duermas estirado, ni tampoco sobre tu espalda, para que no te molesten los sueños.

Cuando estés caminando con los hermanos, mantente siempre a alguna distancia de ellos, pues cuando caminas con un hermano haces que tu corazón esté ocioso. Si estas usando sandalias en tus pies, y el que camina contigo no tiene, quítatelas y camina como él, porque está escrito, "Sufre".

Haz el trabajo del predicador. Hazlo diligentemente mientras estás en tu habitación. No comas cuando el sol esta resplandeciendo. No enciendas una fogata para ti solo o te volverás un ostentoso. Cuando sea necesario calentarte, llama a algún hombre pobre y miserable que esté en el desierto contigo, mándalo en tu lugar, y serás alabado, al decir, "No pude comer mi pan solo".

Si estas en una montana, o en un lugar donde haya un hermano enfermo, visítalo dos veces al día: en la mañana, antes de que comiences a trabajar con tus manos y en la tarde. Porque está escrito, amado mío en el Señor, "Estuve enfermo y vosotros me visitasteis" (5). Cuando un hermano muera en la montana en donde estas, no te sientes en la celda en la que escuches la noticia, sino anda y siéntate con él y llora sobre él. Porque está escrito, "Llora al hombre fallecido, y camina con él hasta que haya sido enterrado", porque éste es el último servicio que uno puede realizar por su hermano. Saluda su cuerpo con compasión, diciendo, "Acuérdate de mi ante el Señor".

Hijo mío, haz todo lo posible por observar las cosas que he escrito para ti, pues ellas son las reglas del oficio del monje. Deja que la muerte se acerque a ti de día y de noche, porque tú sabes que ése que tú conoces es el que te hablara, diciéndote, "Yo nunca lo he puesto en mi corazón. Mis pies están en el umbral, viviré hasta que haya cruzado el umbral de la puerta". Hijo mío, pon toda tu mente ante Dios en todo momento y no dejes que todos estos inestables pensamientos te saquen del camino. Ten siempre a la vista los castigos que vendrán. Mientras estés en tu habitación hazte a ti mismo parecido a Dios.

Si un hermano viene a ti, regocíjate con él. Salúdalo. Prepara agua para sus pies. No olvides esto. Que él rece. Tú, siéntate. Saluda sus manos y sus pies. No lo molestes con preguntas como, "¿De dónde vienes?", porque está escrito, "De esta manera, algunos han recibido ángeles en su morada sin saberlo" (6). Créele a aquél que ha venido a ti inclusive como le creerías a Dios. Si él es un hombre más virtuoso que tu, le dirás a menudo, "Que tu favor esté sobre mí", esto es decir: "Te considero mi maestro". Guarda tu comida y come con él. Y si estas bajo compromiso de ayuno, quiébralo, porque está escrito, "Hijo mío, siempre me he mostrado gozoso de acompañar al hombre que quería caminar". Debes regocijarte con él, y estar contento. Haz lo más que puedas para que te bendiga tres veces, para que la bendición del ángel que entro con él caiga sobre ti.

Y como exige la misma Fe de la Iglesia Católica, no te permitas retroceder en ella, ni te pongas por ti mismo fuera de ella. Creemos en un solo Dios, el Padre Todopoderoso, y su Hijo Único, Jesucristo, nuestro Señor, por quien se hizo el universo, y en el Espíritu Santo, es decir, en la Santísima Trinidad, que es la Divinidad completa. Él es Dios, Él estaba en Dios, Él es la Luz que viene de la Luz, Él es el Señor que viene del Señor. Él fue engendrado, no creado. Fue engendrado como hombre. Él no es una cosa creada, es Dios. Fue engendrado por la Santísima Virgen María, la mujer que llevo a Dios en su seno. Él tomó la carne del hombre por nuestro bien, (Él bajo) a la tierra, y desde ella se elevó. Se escogió predicadores, a los Santos Apóstoles, cuyas voces, de acuerdo a lo que está escrito, han sido escuchadas en toda la tierra (Ps 18). Fue crucificado. Fue atravesado con una lanza. De allí vino nuestra salvación, Agua y Sangre, es decir, el bautismo y la gloriosa Sangre, pues aquel que no ha recibido la Sangre no ha sido bautizado.

Haz esto hijo mío, mantén esta fe, y el Dios de la paz estará contigo, y te salvara, y te librara, y estarás en paz el resto de tus días. La salvación está en el Señor, hijo querido, en el Señor. Recuérdame mi bienamado en el Señor, por Jesús, el Cristo, Nuestro Señor, a quien le pertenecen la gloria y el poder, ¡por los siglos de los siglos! Amén.


(1) Ps 29,8-12.
(2) Am 5,13.
(3) 2Tm 3,15.
(4) cf. 1S 15,22.
(5) Mt 25,36 Mt 25,43.
(6) He 12,2.


HIMNO EN CONTRA DE BAR-DAISAN (1)


Hay Un Ser, que se conoce a sí mismo y se ve a sí mismo.

Él habita en sí mismo,

y desde sí mismo se despliega.

Gloria a su Nombre.

Este es un Ser que por su propia voluntad está en todo lugar,

que es invisible y visible,

manifiesto y escondido.

Él está encima y debajo.

Familiar y condescendiente por su gracia entre los pequeños;

más sublime y más exaltado, como conviene a su gloria, que los elevados.

El veloz no puede exceder su presteza,

ni el tardo ir más allá que su paciencia.

Él esta antes de todo y después de todo,

y en medio de todo.

Él es como el mar,

y toda la creación se mueve en Él.

Como las aguas envuelven a los peces en todos sus movimientos,

así el Creador esta vestido con todo lo creado,

con lo grande y lo pequeño.

Y como los peces están escondidos en el agua,

así están escondidos en Dios la altura y la profundidad,

lo lejano y lo cercano,

y sus habitantes.

Y como el agua se encuentra con los peces adonde quiera que vaya,

así Dios se encuentra con todo el que camina.

Y como el agua toca al pez en cada giro que hace,

así Dios acompaña y mira a cada hombre en todos sus actos.

Los hombres no pueden mover la tierra, que es su carro,

así tampoco nadie se aleja del Único Justo, que es su socio.

El Único Bueno esta unido al cuerpo,

y es la luz de los ojos.

Un hombre no es capaz de escapar de su alma,

pues ella está con él.

Ni tampoco hay hombre escondido del Bueno,

pues Él lo envuelve.

Como el agua envuelve al pez y éste lo siente,

así también todas las naturalezas sienten a Dios.

Él se difunde en el aire,

y con tu aliento ingresa en lo más íntimo de ti

Él está unido a la luz,

e ingresa, cuando tú ves, en tus ojos.

Él está unido a tu Espíritu,

y te examina desde dentro, para saber quién eres.

Él habita en tu Espíritu,

y nada que está en tu corazón le es oculto.


Como la mente precede al cuerpo en todo lugar,

así Él examina tu alma antes que tú la examines.


Y como el pensamiento precede en mucho al acto,

así su pensamiento conoce de antemano lo que tú planearas.


Comparado con su impalpabilidad,

tu alma es cuerpo y tu Espíritu carne.

Él, que te creo,

es alma de tu alma,

Espíritu de tu Espíritu,

distinto de todo,

y esta unido a todo,

y manifiesto en todo,

un gran prodigio y una escondida maravilla insondable.

Él es el Ser cuya esencia ningún hombre es capaz de explicar.

Éste es el Poder cuya profundidad es inexpresable.

Entre las cosas vistas y entre las cosas escondidas

no hay nada que se compare a Él.

Éste es Aquél que creo y formo de la nada

todo lo que es.

Dios dijo:

¡Qué se haga la luz!

Una cosa creada.

Él hizo la oscuridad y se hizo de noche.

Observa: una cosa creada.

Fuego en las piedras,

agua en las rocas:

El Ser los creo.

Hay un Poder que los saco de la nada.

Contempla,

también hoy, el fuego no está en un almacén en la tierra.

¡Mira! Es continuamente creado

por medio de pedernales.

Es el Ser quien ordena su existencia

por medio de Él mismo, que la sostiene.

Cuando Él quiere la enciende,

cuando Él quiere la apaga

a manera de llamar la atención al obstinado.


En la gran alameda se enciende un fuego por la fricción de un madero.

La llama devora,

se vuelve fuerte,

y al final sucumbe.


Si fuego y agua son seres y no creaturas,

entonces antes que la tierra fuera,

¿Donde estaban ocultas sus raíces?

Quienquiera que va a destruir su vida,

abre su boca para hablar de todo.

Quienquiera que se odia a sí mismo

y no se circunscribe a Dios

piensa que es una gran impiedad que alguien se crea un erudito.

Y si piensa que ha dicho la última palabra

ha alcanzado el paganismo,

¡Oh Bar Daisan,

hijo del Rio Daisa,

cuya mente es liquida como su nombre!


(1) San Efrén de Siria (306-373 d.C. aprox.), conocido como "La Lira del Espíritu Santo", por la belleza y profundidad de sus poesías, se preocupo por refutar los errores que poco más de un siglo antes el doceta Bar Daisan (154-222 d.C. aprox.) había propagado por medio de sus difundidos himnos, tratando de unir sus conocimientos de ocultismo con el cristianismo, y que sus seguidores, en tiempos de Efrén, continuaban exponiendo. (volver)




Efrén ES