Gênesis (BPD) 43

43  1 El hambre continuaba asolando el país. 2 Y cuando se agotaron los víveres que habían traído de Egipto, su padre les dijo: “Regresen a Egipto a comprarnos un poco de comida”. 3 Pero Judá le respondió: “Aquel hombre nos advirtió expresamente que no nos presentáramos delante de él, si nuestro hermano no nos acompañaba. 4 Si tú dejas partir a nuestro hermano con nosotros, bajaremos a comprarte comida; 5 pero si no lo dejas, no podremos ir, porque el hombre nos dijo: ‘No vengan a verme si su hermano no los acompaña’”. 6 Entonces Israel dijo: “¿Por qué me han causado este dolor, diciendo a ese hombre que tenían otro hermano?”. 7 Ellos respondieron: “Él comenzó a hacernos preguntas sobre nosotros y sobre nuestra familia. ‘El padre de ustedes ¿vive todavía? ¿Tienen otro hermano?’. Nosotros nos limitamos a responder a sus preguntas. ¿Cómo nos íbamos a imaginar que él nos diría: ‘Traigan aquí a su hermano’?”.
8
Entonces Judá dijo a su padre Israel: “Envía al muchacho bajo mi responsabilidad, y ahora mismo nos pondremos en camino para poder sobrevivir. De lo contrario moriremos nosotros, tú y nuestros niños. 9 Yo respondo por él, y tendrás que pedirme cuentas a mí. Si no te lo traigo y lo pongo delante de tus ojos, seré culpable ante ti todo el resto de mi vida. 10 Ya estaríamos de vuelta dos veces, si no nos hubiéramos entretenido tanto”. 11 Ya que tiene que ser así, continuó diciendo Israel, hagan lo siguiente: Pongan en sus equipajes los mejores productos del país, y regalen a aquel hombre un poco de bálsamo y un poco de miel, goma tragacanto, mirra, nueces y almendras. 12 Tomen además una doble cantidad de dinero, porque ustedes tendrán que restituir la suma que les pusieron junto a la abertura de la bolsa. Tal vez se trate de una equivocación. 13 Lleven también a su hermano, y vuelvan cuanto antes a ver a ese hombre. 14 Que el Dios Todopoderoso lo mueva a compadecerse de ustedes, y él les permita traer a su hermano, lo mismo que a Benjamín. Yo, por mi parte, si tengo que verme privado de mis hijos, estoy dispuesto a soportarlo”.
15
Ellos recogieron los regalos, tomaron una doble cantidad de dinero, y bajaron a Egipto llevándose a Benjamín. En seguida fueron a presentarse delante de José, 16 y cuando este vio que venían con Benjamín, dijo a su mayordomo: “Lleva a estos hombres a casa. Mata un animal y prepáralo, porque hoy al mediodía comerán conmigo”. 17 El mayordomo hizo lo que José le había ordenado y los condujo hasta la casa. 18 Pero ellos, al ser llevados a la casa de José, se llenaron de temor y dijeron: “Nos traen aquí a causa del dinero que fue puesto en nuestras bolsas la vez anterior. No es más que un pretexto para atacarnos y convertirnos en esclavos, junto con nuestros animales”. 19 Entonces se acercaron al mayordomo de José y le hablaron a la entrada de la casa, 20 diciéndole: “Perdón, señor, nosotros ya estuvimos aquí una vez para abastecernos de víveres. 21 Pero cuando acampamos para pasar la noche, abrimos nuestras bolsas y resultó que el dinero de cada uno estaba junto a la abertura de su bolsa. Era exactamente la misma cantidad que habíamos pagado. Ahora tenemos esa suma aquí con nosotros, 22 y además hemos traído dinero para adquirir nuevas provisiones. No sabemos quién puso el dinero en nuestras bolsas”. 23 Pero él respondió: “Quédense tranquilos, no teman. Su Dios y el Dios de su padre les puso ese dinero en las bolsas. La suma que ustedes pagaron está en mi poder”. Y en seguida les presentó a Simeón. 24 El mayordomo introdujo a los hombres en la casa de José, les trajo agua para que se lavaran los pies y les dio pasto para los animales. 25 Ellos prepararon los regalos, esperando la llegada de José al mediodía, porque ya les había avisado que comería allí.

El segundo encuentro de José con sus hermanos

26 Cuando José entró en la casa, le presentaron los regalos que traían y se postraron ante él con el rostro en tierra. 27 José los saludó y les dijo: “El anciano padre de que me hablaron, ¿vive todavía? ¿Cómo está?”. 28 “Nuestro padre, tu servidor, vive todavía y goza de buena salud”, le respondieron; e inclinándose, se postraron. 29 Al levantar los ojos, José vio a Benjamín, el hijo de su misma madre, y preguntó: “¿Es este el hermano menor de que me habían hablado?”. Y añadió: “Que Dios te favorezca, hijo mío”.
30
José salió precipitadamente porque se conmovió a la vista de su hermano y no podía contener las lágrimas. Entró en una habitación y lloró. 31 Después se lavó la cara, volvió y, tratando de dominarse, ordenó que sirvieran la comida.
32
Sirvieron en mesas separadas a José, a sus hermanos, y a los egipcios que comían con él, porque los egipcios no pueden comer con los hebreos: es una abominación para ellos. 33 Cuando se sentaron frente a José, por orden de edad, de mayor a menor, sus hermanos se miraron con asombro unos a otros. 34 Él les hizo servir de su misma mesa, y la porción de Benjamín era varias veces mayor que la de los demás. Todos bebieron y se alegraron con él.

La última prueba de José a sus hermanos

44 1 Después José dio a su mayordomo esta orden: “Llena de víveres las bolsas de estos hombres, hasta que estén bien repletas, y antes de cerrarlas, coloca en ellas el dinero de cada uno. 2 En la bolsa del más joven, además del dinero que pagó por su ración, pondrás también mi copa de plata”. El mayordomo hizo lo que José le había indicado, 3 y al día siguiente, apenas amaneció, hicieron salir a los hombres con sus asnos. 4 Ellos salieron de la ciudad, y cuando todavía no se habían alejado, José dijo a su mayordomo: “Corre ahora mismo detrás de esos hombres, y apenas los alcances, les dirás: ‘¿Por qué devuelven mal por bien, y por qué me han robado la copa de plata? 5 Esa es la copa que mi señor usa para beber y con la que consulta los presagios. Ustedes se han comportado pésimamente’”.
6
Apenas los alcanzó, el mayordomo les repitió estas palabras. 7 Pero ellos respondieron: “¿Cómo puedes, señor, afirmar tales cosas? Lejos de nosotros comportarnos de esa manera. 8 Nosotros te trajimos de vuelta desde Canaán el dinero que encontramos en nuestras bolsas. ¿Cómo íbamos entonces a robar plata u oro de la casa de tu señor? 9 Si la copa se llega a encontrar en poder de alguno de nosotros, el que la tenga morirá, y todos los demás seremos tus esclavos”. 10 “Está bien, respondió, que sea como ustedes dicen, pero mi esclavo será únicamente aquel en cuyo poder se encuentre la copa. Los demás quedarán libres de todo cargo”. 11 Entonces ellos se apresuraron a bajar sus bolsas, y cada uno abrió la suya. 12 El mayordomo las registró, empezando por la del mayor y terminando por la del menor, y la copa fue hallada en la bolsa de Benjamín. 13 Al ver esto, ellos rasgaron sus vestiduras; luego volvieron a cargar sus asnos y regresaron a la ciudad.
14
Cuando Judá y sus hermanos entraron en la casa de José, este todavía se encontraba allí. Ellos se postraron ante él con el rostro en tierra, 15 y entonces José les preguntó: “¿Qué manera de proceder es esta? ¿Acaso ustedes ignoraban que un hombre como yo sabe recurrir a la adivinación?”. 16 Judá respondió: “¿Qué podemos decirte, señor? ¿Qué excusa podemos alegar, o cómo vamos a probar nuestra inocencia? Es Dios el que ha puesto al descubierto nuestra maldad. Aquí nos tienes: somos tus esclavos, tanto nosotros como aquel en cuyo poder estaba la copa”. 17 Pero José replicó: “¡Lejos de mí obrar de ese modo! Mi esclavo será solamente el que tenía la copa. Los demás podrán regresar tranquilamente a la casa de su padre”.

La intervención de Judá en favor de Benjamín

18 Judá se acercó para decirle: “Permite, señor, que tu servidor diga una palabra en tu presencia, sin impacientarte conmigo, ya que tú y el Faraón son una misma cosa. 19 Tú nos preguntaste si nuestro padre vivía aún y si teníamos otro hermano. 20 Nosotros te respondimos: Tenemos un padre que ya es anciano, y un hermano menor, hijo de su vejez. El hermano de este último murió, y él es el único hijo de la madre de estos dos que ha quedado vivo; por eso nuestro padre siente por él un afecto muy especial. 21 Tú nos dijiste: ‘Tráiganlo aquí, porque lo quiero conocer’. 22 Y aunque nosotros te explicamos que el muchacho no podía dejar a su padre, porque si se alejaba de él, su padre moriría, 23 tú nos volviste a insistir: ‘Si no viene con ustedes su hermano menor, no serán admitidos nuevamente en mi presencia’. 24 Cuando regresamos a la casa de nuestro padre, tu servidor, le repetimos tus mismas palabras. 25 Pero un tiempo después, nuestro padre nos dijo: ‘Vayan otra vez a comprar algunos víveres’. 26 Nosotros respondimos: ‘Así no podemos ir. Lo haremos únicamente si nuestro hermano menor viene con nosotros, porque si él no nos acompaña, no podemos comparecer delante de aquel hombre’. 27 Nuestro padre, tu servidor, nos respondió: ‘Ustedes saben muy bien que mi esposa predilecta me dio dos hijos. 28 Uno se fue de mi lado; yo tuve que reconocer que las fieras lo habían despedazado, y no volví a verlo más. 29 Si ahora ustedes me quitan también a este, y le sucede una desgracia, me harán bajar a la tumba lleno de aflicción’. 30 Por eso, si me presento ante mi padre sin el muchacho, a quien él tanto quiere, 31 apenas vea que falta su hijo, morirá; y nosotros lo habremos hecho bajar a la tumba lleno de aflicción. 32 Además, yo me he hecho responsable del muchacho ante mi padre, diciendo: ‘Si no te lo devuelvo sano y salvo, seré culpable ante ti todo el resto de mi vida’. 33 Por eso, deja que yo me quede como esclavo tuyo en lugar del muchacho, y que él se vuelva con sus hermanos. 34 ¿Cómo podré regresar si el muchacho no me acompaña? Yo no quiero ver la desgracia que caerá sobre mi padre”.

El desenlace de la historia de José

45 1 José ya no podía contener su emoción en presencia de la gente que lo asistía, y exclamó: “Hagan salir de aquí a toda la gente”. Así, nadie permaneció con él mientras se daba a conocer a sus hermanos. 2 Sin embargo, sus sollozos eran tan fuertes que los oyeron los egipcios, y la noticia llegó hasta el palacio del Faraón.
3
José dijo a sus hermanos: “Yo soy José. ¿Es verdad que mi padre vive todavía?”. Pero ellos no pudieron responderle, porque al verlo se habían quedado pasmados. 4 Entonces José volvió a decir a sus hermanos: “Acérquense un poco más”. Y cuando ellos se acercaron, añadió: “Sí, yo soy José, el hermano de ustedes, el mismo que vendieron a los egipcios. 5 Ahora no se aflijan ni sientan remordimiento por haberme vendido. En realidad, ha sido Dios el que me envió aquí delante de ustedes para preservarles la vida. 6 Porque ya hace dos años que hay hambre en esta región, y en los próximos cinco años tampoco se recogerán cosechas de los cultivos. 7 Por eso Dios hizo que yo los precediera para dejarles un resto en la tierra y salvarles la vida, librándolos de una manera extraordinaria. 8 Ha sido Dios, y no ustedes, el que me envió aquí y me constituyó padre del Faraón, señor de todo su palacio y gobernador de Egipto. 9 Vuelvan cuanto antes a la casa de mi padre y díganle: ‘Así habla tu hijo José: Dios me ha constituido señor de todo Egipto. Ven ahora mismo a reunirte conmigo. 10 Tú vivirás en la región de Gosen, y estarás cerca de mí, junto con tus hijos y tus nietos, tus ovejas y tus vacas, y con todo lo que te pertenece. 11 Yo proveeré a tu subsistencia, porque el hambre durará todavía cinco años. De esa manera, ni tú ni tu familia ni nada de lo que te pertenece, pasarán necesidad’. 12 Ustedes son testigos, como lo es también mi hermano Benjamín, de que soy yo mismo el que les dice esto. 13 Informen a mi padre del alto cargo que ocupo en Egipto y de todo lo que han visto. Y tráiganlo aquí lo antes posible”. 14 Luego estrechó entre sus brazos a su hermano Benjamín y se puso a llorar. También Benjamín lloró abrazado a él. 15 Después besó a todos sus hermanos y lloró mientras los abrazaba. Sólo entonces, sus hermanos atinaron a hablar con él.
16
Cuando en el palacio del Faraón se difundió la noticia de que habían llegado los hermanos de José, el Faraón y sus servidores vieron esto con buenos ojos. 17 El Faraón dijo a José: “Ordena a tus hermanos que carguen sus animales y vayan en seguida a la tierra de Canaán, 18 para traer aquí a su padre y a sus familias. Yo les daré lo mejor de Egipto, y ustedes vivirán de la fertilidad del suelo. 19 Además, ordénales que lleven de Egipto algunos carros para sus niños y sus mujeres, y para trasladar a su padre. 20 Diles que no se preocupen por las cosas que dejan, porque lo mejor de todo el territorio de Egipto será para ustedes”.
21
Así lo hicieron los hijos de Israel. De acuerdo con la orden del Faraón, José les dio unos carros y les entregó provisiones para el camino. 22 Además, dio a cada uno de ellos un vestido nuevo, y a Benjamín le entregó trescientas monedas de plata y varios vestidos nuevos. 23 También envió a su padre diez asnos cargados con los mejores productos de Egipto, y diez asnas cargadas de cereales, de pan y de víveres para el viaje. 24 Y cuando despidió a sus hermanos antes que partieran, les recomendó: “Vayan tranquilos”.
25
Ellos salieron de Egipto y llegaron a la tierra de Canaán, donde se encontraba su padre Jacob. 26 Cuando le anunciaron que José estaba vivo y era el gobernador de todo Egipto, Jacob no se conmovió, porque no les podía creer. 27 Entonces le repitieron todo lo que les había dicho José y, al ver los carros que le había enviado para transportarlo, su espíritu revivió. 28 Israel exclamó: “Ya es suficiente. ¡Mi hijo José vive todavía! Tengo que ir a verlo antes de morir”.

Jacob y su familia en Egipto

46 1 Israel partió llevándose todos sus bienes. Cuando llegó a Berseba, ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. 2 Dios dijo a Israel en una visión nocturna: “¡Jacob, Jacob!”. Él respondió: “Aquí estoy”. 3 Dios continuó: “Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No tengas miedo de bajar a Egipto, porque allí haré de ti una gran nación. 4 Yo bajaré contigo a Egipto, y después yo mismo te haré volver; y las manos de José cerrarán tus ojos”.
5
Cuando Jacob salió de Berseba, los hijos de Israel hicieron subir a su padre, junto con sus hijos y sus mujeres, en los carros que el Faraón había enviado para trasladarlos. 6 Ellos se llevaron también su ganado y las posesiones que habían adquirido en Canaán. Así llegaron a Egipto, Jacob y toda su familia 7 –sus hijos y sus nietos, sus hijas y sus nietas– porque él había llevado consigo a todos sus descendientes.

La familia de Jacob

8 Los nombres de los hijos de Israel –o sea, Jacob y sus hijos– que emigraron a Egipto son los siguientes: Rubén el primogénito de Jacob, 9 y los hijos de Rubén: Henoc, Palú, Jesrón y Carmí. 10 Los hijos de Simeón: Iemuel, Iamín, Ohad, Iaquín, Sójar y Saúl, el hijo de la cananea. 11 Los hijos de Leví: Gersón, Quehat y Merarí. 12 Los hijos de Judá: Er, Onán, Selá, Peres y Zéraj. Er y Onán ya habían muerto en Canaán, y los hijos de Peres fueron Jesrón y Jamul. 13 Los hijos de Isacar: Tolá, Puvá, Iasub y Simrón. 14 Los hijos de Zabulón: Séred, Elón y Iajlel. 15 Estos son los hijos que Lía había dado a Jacob en Padán Arám, además de su hija Dina. Entre hombres y mujeres sumaban un total de treinta y tres personas.
16
Los hijos de Gad: Sifión, Jaguí, Suní, Esbón, Erí, Arodí y Arelí. 17 Los hijos de Aser: Imná, Isvá, Isví, Beriá, y también Séraj, hermana de aquellos. Los hijos de Beriá: Jéber y Malquiel. 18 Estos son los hijos de Zilpá, la esclava que Labán había dado a su hija Lía. De ella le nacieron a Jacob estas dieciséis personas.
19
Los hijos de Raquel, la esposa de Jacob: José y Benjamín. 20 En Egipto, José fue padre de Manasés y Efraím, los hijos que le dio Asnat, la hija de Potifera, sacerdote de la ciudad de On. 21 Los hijos de Benjamín: Belá, Béquer, Asbel, Guerá, Naamán, Ejí, Ros, Mupím, Jupím y Ard. 22 Estos son los hijos de Raquel, que le nacieron a Jacob. En total, catorce personas.
23
El hijo de Dan: Jusím. 24 Los hijos de Neftalí: Iajsel, Guní, Iéser y Silém. 25 Estos son los descendientes de Bilhá, la esclava que Labán había dado a su hija Raquel. De ella le nacieron a Jacob estas siete personas.
26
Toda la familia de Jacob que emigró a Egipto –sus propios descendientes, sin contar a las mujeres de sus hijos– sumaban un total de sesenta y seis personas. 27 Incluyendo a José y a los dos hijos que este tuvo en Egipto, toda la familia de Jacob, cuando emigró a Egipto, sumaba un total de setenta personas.

El encuentro de Jacob con José

28 Israel hizo que Judá se le adelantara y fuera a ver a José, para anunciarle su llegada a Gosen. Cuando llegaron a la región de Gosen, 29 José hizo enganchar su carruaje y subió hasta allí para encontrarse con su padre Israel. Apenas este apareció ante él, José lo estrechó entre sus brazos, y lloró un largo rato, abrazado a su padre. 30 Entonces Israel dijo a José: “Ahora sí que puedo morir, porque he vuelto a ver tu rostro y que vives todavía”. 31 Después José dijo a sus hermanos y a la familia de su padre: “Yo iré a informar al Faraón y le diré: ‘Mis hermanos y la familia de mi padre, que antes estaban en Canaán, han venido a reunirse conmigo. 32 Ellos son pastores, y ya hace mucho tiempo que se dedican a cuidar el ganado. Ahora han traído sus ovejas, sus vacas y todo lo que poseen’. 33 Por eso, cuando el Faraón los llame y les pregunte de qué se ocupan, 34 ustedes responderán: ‘Tus servidores, desde su juventud hasta ahora, se han dedicado a cuidar el ganado, lo mismo que sus antepasados’. Así ustedes podrán establecerse en la región de Gosen, porque los egipcios sienten abominación por todos los pastores”.

La entrevista de los hijos de Jacob con el Faraón

47 1 Luego José fue a informar al Faraón, diciendo: “Mi padre y mis hermanos vinieron de Canaán con sus ovejas, sus vacas y todo lo que poseen, y ahora están en la región de Gosen”. 2 Además, él se había hecho acompañar por algunos de sus hermanos y se los presentó al Faraón. 3 Este les preguntó: “Y ustedes, ¿de qué se ocupan?”. “Somos pastores, como también lo fueron nuestros antepasados”, respondieron ellos. 4 Y añadieron: “Hemos venido a residir en este país, porque en Canaán no hay pastos para nuestros rebaños, ya que el país está asolado por el hambre. Por eso te rogamos que nos dejes permanecer en la región de Gosen”. 5a El Faraón dijo a José: 6b “Pueden establecerse en la región de Gosen. Y si te consta que entre ellos hay gente capaz, encomiéndales el cuidado de mis propios rebaños”.

Otro relato del establecimiento de los hebreos en Egipto

5b Jacob y sus hijos llegaron a Egipto, donde estaba José; y cuando el Faraón, rey de Egipto, se enteró de la noticia, dijo a José: “Tu padre y tus hermanos vinieron a reunirse contigo. 6a El territorio de Egipto está a tu disposición: instala a tu padre y a tus hermanos en las mejores tierras”. 7 José hizo venir a su padre Jacob y se lo presentó al Faraón. Jacob saludó respetuosamente al Faraón, 8 y este le preguntó: “¿Cuántos años tienes?”. 9 Jacob respondió al Faraón: “Los años que se me han concedido suman ya ciento treinta. Pocos y desdichados han sido estos años de mi vida, y ni siquiera se acercan a los que fueron concedidos a mis padres”. 10 Luego Jacob volvió a saludar al Faraón y salió de allí. 11 José instaló a su padre y a sus hermanos, dándoles una propiedad en Egipto, en las mejores tierras –en la región de Ramsés– como el Faraón lo había dispuesto. 12 Y también proveyó al sostenimiento de su padre, de sus hermanos, y de toda la familia de su padre, según las necesidades de cada uno.

La habilidad administrativa de José

13 Como la escasez era muy grande, en ningún país había alimentos, y tanto Egipto como Canaán estaban exhaustos por el hambre. 14 Así José pudo recaudar todo el dinero que circulaba en Egipto y en Canaán, como pago por los víveres que compraban, y guardó ese dinero en el palacio del Faraón. 15 Y cuando ya no hubo más dinero ni en Egipto ni en Canaán, los egipcios acudieron en masa a José para decirle: “Danos de comer. ¿Por qué tendremos que morir ante tus propios ojos, por falta de dinero?”. 16 José respondió: “Si ya no hay más dinero, entreguen su ganado y yo les daré pan a cambio de él”. 17 Ellos trajeron sus animales a José, y él les dio pan a cambio de caballos, ovejas, vacas y asnos. Y durante aquel año los abasteció de víveres a cambio de todos sus animales.
18
Pero pasó ese año, y al año siguiente vinieron otra vez y dijeron a José: “Ya se ha terminado todo el dinero y los animales te pertenecen. No podemos ocultarte que no queda nada a tu disposición, fuera de nuestras personas y nuestras tierras. 19 Pero ¿por qué tendremos que morir ante tus propios ojos, nosotros y nuestras tierras? Aduéñate de nosotros y de nuestras tierras a cambio de pan. Así el Faraón será dueño de nosotros y de nuestras tierras. Danos solamente semilla para que podamos sobrevivir. De lo contrario, nosotros moriremos, y el suelo se convertirá en un desierto”. 20 De esa manera, José adquirió para el Faraón todas las tierras de Egipto, porque los egipcios, acosados por el hambre, vendieron cada uno su campo. La tierra pasó a ser propiedad del Faraón, 21 y el pueblo quedó sometido a servidumbre de un extremo al otro del territorio egipcio. 22 Los únicos terrenos que José no compró fueron los que pertenecían a los sacerdotes, porque a ellos el Faraón les había asignado una ración fija de alimentos; como vivían de la ración que les daba el Faraón, no tuvieron que vender sus tierras.
23
Entonces José dijo al pueblo: “Ahora ustedes y sus tierras pertenecen al Faraón, porque yo los he comprado. Aquí tienen semilla para sembrar esas tierras. 24 Pero cuando llegue la cosecha, ustedes deberán entregar al Faraón una quinta parte de los productos, y conservarán las cuatro partes restantes para sembrar la tierra, para alimentarse ustedes y sus familias, y para dar de comer a los niños”. 25 Ellos exclamaron: “Tú nos salvaste la vida. Te agradecemos que nos hayas puesto al servicio del Faraón”. 26 Entonces José promulgó una ley agraria en Egipto –que todavía hoy está en vigencia– por la cual una quinta parte de las cosechas corresponde al Faraón. Sólo las tierras de los sacerdotes no pasaron a ser propiedad del Faraón.

La última voluntad de Jacob

27 Los israelitas se establecieron en Egipto, en la región de Gosen, y allí adquirieron propiedades, tuvieron muchos hijos y llegaron a ser muy numerosos. 28 Jacob vivió diecisiete años en Egipto, y en total vivió ciento cuarenta y siete años. 29 Cuando estaba a punto de morir, llamó a su hijo José y le dijo: “Si realmente me tienes afecto, coloca tu mano debajo de mi muslo, como prueba de tu constante lealtad hacia mí, y no me entierres en Egipto. 30 Cuando vaya a descansar junto con mis padres, sácame de Egipto y entiérrame en su sepulcro”. José respondió: “Haré lo que dices”. 31 Pero su padre insistió: “Júramelo”. Él se lo juró, e Israel se reclinó sobre la cabecera de su lecho.

La bendición de Efraím y Manasés

48 1 Después de estos acontecimientos, José recibió esta noticia: “Tu padre está enfermo”. Entonces llevó a sus dos hijos, Manasés y Efraím, 2 y se hizo anunciar a su padre: “Tu hijo José ha venido a verte”. Israel, haciendo un esfuerzo, se sentó en su lecho, 3 y dijo a José: “El Dios Todopoderoso se me apareció, en Luz, en la tierra de Canaán, y me bendijo, 4 diciendo: ‘Yo te haré fecundo y numeroso, haré nacer de ti una asamblea de pueblos, y daré esta tierra a tu descendencia después de ti, en posesión perpetua’. 5 Ahora bien, los dos hijos que tuviste en Egipto antes que yo viniera a reunirme contigo, serán mis hijos. Efraím y Manasés serán míos, como lo son Rubén y Simeón. 6 Los que nacieron después de ellos, en cambio, serán tuyos, y serán llamados con el nombre de sus hermanos para recibir su herencia. 7 Yo quiero que así sea, porque a mi regreso de Padán, mientras íbamos por la tierra de Canaán, a poca distancia de Efratá, se me murió tu madre Raquel, y yo la sepulté allí, junto al camino de Efratá, es decir, de Belén”.
8
Al ver a los hijos de José, Israel preguntó: “Y estos, ¿quiénes son?”. 9 “Son mis hijos, los que Dios me dio aquí”, respondió José a su padre. Este añadió: “Acércamelos, para que yo los bendiga”. 10 José los puso junto a Israel, que ya no veía, porque sus ojos se habían debilitado a causa de su edad avanzada, y él los besó y los abrazó. 11 Luego Israel dijo a José: “Yo pensaba que nunca más volvería a ver tu rostro, y ahora Dios me permite ver también tu descendencia”. 12 José los retiró de las rodillas de Israel y se inclinó profundamente; 13 después los tomó a los dos, a Efraím con su mano derecha, para que estuviera a la izquierda de Israel, y a Manasés con su mano izquierda, para que estuviera a la derecha de Israel, y se los presentó. 14 Pero Israel, entrecruzando sus manos, puso la derecha sobre la cabeza de Efraím, que era el menor, y la izquierda sobre la cabeza de Manasés, aunque este era el primogénito, 15 y los bendijo, diciendo:
“El Dios en cuya presencia
caminaron mis padres, Abraham e Isaac,
el Dios que fue mi pastor,
desde mi nacimiento hasta el día de hoy,
16
el ángel que me rescató de todo mal,
bendiga a estos jóvenes,
para que en ellos sobreviva mi nombre
y el de mis padres, Abraham e Isaac,
y lleguen a ser una gran multitudsobre la tierra”.
17
Cuando José advirtió que su padre tenía puesta la mano derecha sobre la cabeza de Efraím, no le pareció bien. Entonces tomó la mano de su padre para pasarla de la cabeza de Efraím a la de Manasés, 18 y dijo a su padre: “Así no, padre, porque el primogénito es el otro; coloca tu mano derecha sobre su cabeza”. 19 Pero su padre se resistió con estas palabras: “Ya lo sé, hijo mío, ya lo sé. También de él nacerá un pueblo, y también él será grande. Pero su hermano menor lo aventajará, y de él descenderán naciones enteras”. 20 Y aquel día pronunció sobre ellos esta bendición:
“Por ti Israel pronunciará esta bendición:
¡Que Dios te haga como Efraímy Manasés!”.
Y puso a Efraím delante de Manasés.
21
Finalmente, Israel dijo a José: “Yo estoy a punto de morir, pero Dios estará con ustedes y los hará volver a la tierra de sus padres. 22 Yo, por mi parte, te doy una franja de tierra más que a tus hermanos, la que arrebaté a los amorreos con mi espada y con mi arco”.

El testamento de Jacob

49 1 Jacob llamó a sus hijos y les habló en estos términos: “Reú-nanse, para que yo les anuncie lo que les va a suceder en el futuro:
2
Reúnanse y escuchen, hijos de Jacob,
oigan a Israel, su padre.
3
¡Tú, Rubén, mi primogénito,
mi fuerza y el primer fruto de mi vigor,
el primero en dignidad,y el primero en poder!
4
Desbordado como las aguas,ya no tendrás la primacía,
porque subiste al lecho de tu padre,
y, al subir, lo profanaste.
5
Simeón y Leví son hermanos,
sus cuchillos son instrumentos de violencia.
6
Que yo no entre en sus reuniones,
ni me una a su asamblea,
porque en su ira mataron hombres
y mutilaron toros por capricho.
7
Maldita sea su ira tan violenta
y su furor tan feroz.
Yo los repartiré en el país de Jacob
y los dispersaré en Israel.
8
A ti, Judá, te alabarán tus hermanos,
tomarás a tus enemigos por la nuca
y los hijos de tu padre se postrarán ante ti.
9
Judá es un cachorro de león.
–¡Has vuelto de la matanza, hijo mío!–
Se recuesta, se tiende como un león,como una leona:
¿quién lo hará levantar?
10
El cetro no se apartará de Judá
ni el bastón de mando de entre sus piernas,
hasta que llegue aquel a quien le pertenece
y a quien los pueblos deben obediencia.
11
Él ata su asno a una vid,
su asno de pura raza a la cepamás escogida;
lava su ropa en el vino
y su manto en la sangre de las uvas.
12
Sus ojos están oscurecidos por el vino,
y sus dientes blanqueados por la leche.
13
Zabulón habitará en la ribera del mar,
que servirá de puerto a las naves,
y sus fronteras llegarán hasta Sidón.
14
Isacar en un asno vigoroso,
recostado entre sus alforjas.
15
Al ver que el lugar de reposo es bueno
y el país muy agradable,
doblega sus espaldas a la carga
y se somete a un trabajo servil.
16
Dan juzgará a su pueblo
como una de las tribus de Israel.
17
Él es una serpiente junto al camino,
una víbora junto al sendero,
que muerde los talones del caballo,
y así el jinete cae de espaldas.
18
¡Señor, yo espero tu salvación!
19
Bandas de salteadores asaltarán a Gad,
pero él, a su vez, los asaltará por detrás.
20
Aser tendrá comidas deliciosas
y ofrecerá manjares de reyes.
21
Neftalí es una cierva suelta,
que da hermosos cervatillos.
22
José es un potro salvaje,
un potro salvaje junto a una fuente,
un asno salvaje sobre una ladera.
23
Los arqueros lo hostigaron,
le arrojaron flechas, lo acosaron.
24
Pero los arcos permanecieron rígidos
y se aflojaron los brazos de los arqueros
por el poder del Fuerte de Jacob,
por el nombre del Pastor, la Roca de Israel;
25
por el Dios de tu padre, que te socorre,
por el Dios Todopoderoso,que te da sus bendiciones:
bendiciones desde lo alto del cielo,
bendiciones del océano que se extiende por debajo,
bendiciones de los pechos y del seno materno,
26
bendiciones de las espigas y las flores,
bendiciones de las montañas seculares,
delicias de las colinas eternas.
¡Que desciendan sobre la cabeza de José,
sobre la frente del consagradoentre sus hermanos!
27
Benjamín es un lobo rapaz:
por la mañana devora la presa,
y a la tarde divide los despojos”.
28
Todas estas eran las tribus de Israel –doce en total– y esto es lo que su padre dijo de ellas cuando las bendijo, dándole a cada una su bendición.

La muerte de Jacob

29 Luego les dio esta orden: “Yo estoy a punto de ir a reunirme con los míos. Entiérrenme junto con mis padres, en la caverna que está en el campo de Efrón, el hitita, 30 en el campo de Macpelá, frente a Mamré, en la tierra de Canaán, el campo que Abraham compró a Efrón, el hitita, para tenerlo como sepulcro familiar. 31 Allí fueron enterrados Abraham y Sara, su esposa; allí fueron enterrados Isaac y Rebeca, su esposa; y allí también sepulté a Lía. 32 Ese campo y la caverna que hay en él fueron comprados a los hititas”.
33
Cuando Jacob terminó de dar esta orden a sus hijos, recogió sus pies en el lecho, expiró y fue a reunirse con los suyos.

Los funerales de Jacob

50 1 Entonces José se echó sobre el rostro de su padre, lo cubrió de lágrimas y lo besó. 2 Después dio a los médicos que estaban a su servicio la orden de embalsamar a su padre, y los médicos embalsamaron a Israel. 3 Esto les llevó cuarenta días, porque ese es el tiempo que dura el embalsamamiento.
Los egipcios estuvieron de duelo por él durante setenta días. 4
Una vez transcurrido ese período, José se dirigió a la corte del Faraón en estos términos: “Por favor, presenten al Faraón el siguiente pedido: 5 En una oportunidad mi padre me dijo, obligándome bajo juramento: ‘Cuando yo muera, asegúrate de que me entierren en la tumba que me hice preparar en el país de Canaán’. ¿Puedo ir a sepultar a mi padre y luego regresar?”. 6 El Faraón respondió: “Ve a sepultar a tu padre, como él te lo hizo prometer bajo juramento”.
7
José partió entonces para ir a sepultar a su padre, y con él fueron todos los servidores del Faraón, los ancianos de su palacio y todos los ancianos de Egipto, 8 lo mismo que la familia de José, sus hermanos y la familia de su padre. En la región de Gosen dejaron únicamente a los niños y el ganado. 9 También fueron con él carros de guerra y jinetes, de manera que se formó un cortejo imponente.
10
Al llegar a Goren Haatad, que está al otro lado del Jordán, celebraron las exequias con gran solemnidad, y José estuvo de duelo por su padre durante siete días. 11 Los cananeos, habitantes del país, al ver los funerales de Goren Haatad, dijeron: “Este es un funeral solemne de los egipcios”. Por eso aquel lugar, que se encuentra al otro lado del Jordán, se llamó Abel Misraim.
12
Los hijos de Jacob hicieron con él todo lo que les había mandado: 13 lo trasladaron a Canaán y lo sepultaron en el campo de Macpelá, frente a Mamré, el campo que Abraham había comprado a Efrón, el hitita, para tenerlo como sepulcro familiar. 14 Y después de sepultar a su padre, José regresó a Egipto en compañía de sus hermanos y de todos los que habían ido a dar sepultura a su padre.

El temor de los hermanos de José

15 Al ver que su padre había muerto, los hermanos de José se dijeron: “¿Y si José nos guarda rencor y nos devuelve todo el mal que le hicimos?”. 16 Por eso le enviaron este mensaje: “Antes de morir, tu padre dejó esta orden: 17 ‘Díganle a José: Perdona el crimen y el pecado de tus hermanos, que te hicieron tanto mal. Por eso, perdona el crimen de los servidores del Dios de tu padre’”. Al oír estas palabras, José se puso a llorar.

La promesa de José a sus hermanos

18 Luego sus hermanos fueron personalmente, se postraron ante él y le dijeron: “Aquí nos tienes: somos tus esclavos”. 19 Pero José les respondió: “No tengan miedo. ¿Acaso yo puedo hacer las veces de Dios? 20 El designio de Dios ha transformado en bien el mal que ustedes pensaron hacerme, a fin de cumplir lo que hoy se realiza: salvar la vida a un pueblo numeroso. 21 Por eso, no teman. Yo velaré por ustedes y por las personas que están a su cargo”. Y los reconfortó, hablándoles afectuosamente.

La muerte de José

22 José permaneció en Egipto junto con la familia de su padre, y vivió ciento diez años. 23 Así pudo ver a los hijos de Efraím hasta la tercera generación; y los hijos de Maquir, hijo de Manasés, también nacieron sobre las rodillas de José. 24 Finalmente, José dijo a sus hermanos: “Yo estoy a punto de morir, pero Dios los visitará y los llevará de este país a la tierra que prometió con un juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob”. 25 Luego hizo prestar un juramento a los hijos de Israel, diciéndoles: “Cuando Dios los visite, lleven de aquí mis restos”.
26
José murió a la edad de ciento diez años. Fue embalsamado y colocado en un sarcófago, en Egipto.



Gênesis (BPD) 43