Suma Teológica I Qu.39 a.6

ARTíCULO 6 Persona, ¿puede o no puede aplicarse a los nombres esenciales?

 Objeciones por las que parece que "Persona" no puede aplicarse a los nombres esenciales, de modo que pueda decirse Dios es fres personas, o es Trinidad:
£Objeciones: 1£. La expresión: El hombre es todo hombre, es falsa. Puesto que no puede verificarse de ningún supuesto, pues ni Sócrates es todo hombre, como tampoco lo es Platón, ni ningún otro. Pero también es falsa la siguiente: Dios es Trinidad, puesto que no puede verificarse de ninguno de los supuestos de la naturaleza divina, puesto que ni el Padre es Trinidad, ni tampoco el Hijo, ni el Espíritu Santo. Por lo tanto, la expresión: Dios es Trinidad, es falsa.
£2£. Lo inferior no se atribuye a lo superior más que con una atribución accidental. Ejemplo: Cuando digo el animal es hombre, en el animal, ser hombre es accidental. Pero la palabra Dios, es, con respecto a las tres personas, lo que lo común a lo particular, según dice el Damasceno. Por lo tanto, parece que los nombres de las personas no pueden ser atribuidos a la palabra Dios más que accidentalmente.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el sermón De Fide: Creemos que un solo Dios es una sola Trinidad de nombre divino.
Respondo: Como dijimos anteriormente (a.6 ad 5), aun cuando los nombres personales o los adjetivos nocionales no puedan ser atribuidos a la esencia, sin embargo, sí pueden serlo los sustantivos, debido a la identidad real entre esencia y persona. Pues la esencia divina no sólo es realmente idéntica a una persona, sino a las tres. Por eso, una persona, dos, tres, puede ser dicho de la esencia. Ejemplo: La esencia es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y porque la palabra Dios, en cuanto tal, puede sustituir a la esencia, como dijimos (a.4 ad 3), del mismo modo, así como la expresión: La esencia es tres personas, es verdadera, así también lo es la expresión: Dios es tres personas.
 A las objeciones:
£Soluciones: 1£. Como dijimos anteriormente (a.4 ad 3), la palabra hombre, en cuanto tal, puede sustituir a persona; pero, por algún añadido, expresa la naturaleza común. De este modo, la expresión: El hombre es todo hombre, es falsa, porque no puede verificarse en ningún supuesto. Pero la palabra Dios, en cuanto tal, puede sustituir a esencia. Por eso, aun cuando la expresión: Dios es Trinidad, no pueda sustituir a ninguno de los supuestos de la divina naturaleza, sin embargo, sí puede sustituir a la esencia. Por no tenerlo en cuenta, el Porretano lo negó.
£2£. Cuando se dice Dios o la divina esencia es Padre, hay una atribución por identidad, no una atribución de inferior a superior. Porque en las personas divinas no se da el universal y el singular. Por eso, así como la expresión: El Padre es Dios, por naturaleza es correcta, así también la expresión: Dios es Padre, por naturaleza es también correcta. Y de ningún modo accidentalmente.

ARTíCULO 7 Los nombres esenciales, ¿son o no son atribuibles a las Personas?

 Objeciones por las que parece que los nombres esenciales no son atribuibles a las Personas:
£Objeciones: 1£. Todo lo que puede inducir a error en la fe, al hablar de Dios, debe ser evitado, porque, como dice Jerónimo, partiendo de palabras mal entendidas se cae en la herejía. Pero atribuir a una persona lo que es común a las demás, puede inducir a error en la fe, porque puede entenderse que o sólo corresponde a la persona a quien se le atribuye, o corresponde a una más que a las otras.
 Por lo tanto, los atributos esenciales no son atribuibles a las personas.
£2£. Los atributos esenciales, en abstracto, tienen significado por modo de forma.
 Pero una persona no se relaciona con la otra como forma; puesto que la forma
en el sujeto no se distingue de aquello de lo que es forma. Por lo tanto, los atributos esenciales, de modo especial en abstracto, no deben atribuirse a las personas.
£3£. Lo propio es anterior a lo apropiado; pues lo propio entra en el concepto de lo apropiado. Pero los atributos esenciales son, a nuestro modo de ver, anteriores a las personas, como lo común es anterior a lo propio. Por lo tanto, los atributos esenciales no deben ser atribuidos.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en (1Co 1,24): A Cristo, poder de Dios y sabiduría de Dios.
Respondo: Para expresar mejor la fe, fue conveniente que los atributos esenciales fueran atribuidos a las personas. Pues, aun cuando no sea posible demostrar la trinidad de las personas, como dijimos anteriormente (q.33 a.1), sin embargo, fue conveniente darlas a entender mediante cosas para nosotros más evidentes. Los atributos esenciales nos resultan a nosotros más evidentes racionalmente que las propiedades de las personas. Porque, partiendo de las criaturas, de las cuales tomamos nuestros conocimientos, podemos elevarnos con certeza hasta el conocimiento de los atributos esenciales, no, en cambio, hasta el conocimiento de las propiedades de las personas, como dijimos anteriormente (q.32 a.1 ad 1). Así, pues, así como nos servimos de la semejanza del vestigio o de la imagen que encontramos en las criaturas para dar a entender a las personas divinas, así también nos servimos de los atributos esenciales. La manifestación de las personas por medio de los atributos esenciales es llamada apropiación. Las personas divinas pueden manifestarse
por medio de los atributos esenciales, de una doble manera . 1) Una, por semejanza.
 Es así como lo que pertenece al entendimiento se apropia al Hijo, que procede intelectualmente como Palabra. 2) Otra, por desemejanza. Es así como el poder se apropia al Padre, como dice Agustín, porque entre nosotros, los padres, por la vejez, suelen ser débiles; pero no pensemos lo mismo de Dios.
 A las objeciones:
£Soluciones: 1£. Los atributos esencíales no hay que atribuirlos a las personas de modo que se diga que son suyos propios, sino para dar a conocer a las personas por semejanza o desemejanza, como acabamos de decir. Por eso, no se sigue ningún error de fe, sino, más bien, una manifestación de la verdad.
£2£. Si los atributos esenciales se apropiaran a las personas de modo que fueran propios suyos, se seguiría que una se relacionaría con la otra con relación de forma. Lo cual lo rechaza Agustín en VII De Trin., mostrando que el Padre no es sabio por la sabiduría que engendra, como si sólo el Hijo fuera sabiduría, y únicamente pudiera ser llamado sabio el Padre junto con el Hijo, y no el Padre sin el Hijo. Pero el Hijo es llamado sabiduría del Padre, porque es la sabiduría que procede de la sabiduría del Padre, pues ambos por naturaleza son sabiduría, y en ambos simultáneamente hay una sola sabiduría. Por eso, el Padre no es sabio por la sabiduría que engendra, sino por la sabiduría que es su misma esencia.
£3£. El atributo esencial, aun cuando por su propia razón sea anterior a la persona, según el modo de entender, sin embargo, en cuanto que tiene razón de apropiado, nada impide que lo propio de la persona sea anterior a lo
apropiado. Como el color es posterior a un cuerpo en cuanto que es cuerpo; sin embargo, es anterior por naturaleza a un cuerpo blanco en cuanto que es blanco.

ARTíCULO 8 Los Santos Doctores, ¿han o no han atribuido correctamente los atributos esenciales a las personas?

 Objeciones por las que parece que los Santos Doctores no han atribuido correctamente los atributos esenciales a las personas:
£Objeciones: 1£. Dice Hilario en II De Trin.: La eternidad está en el Padre, la especie en la Imagen, el uso en el Don. En estas palabras hay tres nombres propios de las personas: Padre, Imagen, que es el nombre propio del Hijo, como dijimos anteriormente (q.35 a.2), y Don o Aval, que es el nombre propio del Espíritu Santo, como quedó establecido (q.38 a.2). Además hay también tres realidades apropiadas: La eternidad, al Padre; la especie, al Hijo; el uso, al Espíritu Santo.
Y parece que lo hace de un modo poco razonable. Pues la eternidad implica duración de ser; la especie, en cambio, es principio de ser; el uso, por su parte, parece que pertenece a la operación. Pero la esencia y la operación no se apropian a ninguna persona. Por lo tanto, parece que estas apropiaciones a las personas no las han atribuido correctamente.
£2£. Dice Agustín en I De Doctr. Christ.: En el Padre está la unidad, en el Hijo la igualdad, en el Espíritu Santo la concordia de la unidad y de la igualdad. Esto parece también que es dicho incorrectamente. Porque una persona formalmente no es denominada por lo que se apropia a otra. Pues el Padre no es sabio por la sabiduría engendrada, como dijimos (a.7 ad 2; q.37 a.2 obi.1). Pero en el mismo contexto dice: Estas tres realidades son una por el Padre, iguales por el Hijo y conexas por el Espíritu Santo. Por lo tanto, no se apropian de forma correcta a las personas.
£3£. Según Agustín, al Padre se le atribuye el poder, al Hijo la sabiduría y al Espíritu Santo la bondad. Y parece que esto no es correcto. Pues la energía pertenece al poder. El poder es apropiado al Hijo según aquello de (1Co 1,24): A Cristo, poder de Dios. Y también al Espíritu Santo, según aquello de Lc 6,19: El poder salía de El, y sanaba a todos. Por lo tanto, el poder no hay por qué atribuirlo al Padre.
£4£. Agustín, en el libro De Trin., dice: No hay que tomar confusamente lo que dice el Apóstol: De El, por El y en El. De El, lo dice por el Padre; por El, por el Hijo; en El, por el Espíritu Santo. Pero parece que esto no es correcto. Porque la expresión en El, parece que implica relación de causa final, que es la primera de las causas. Por lo tanto, esta relación de causa debería ser apropiada al Padre, que es el principio sin principio.
£5£. Encontramos que la verdad es apropiada al Hijo, según aquello de (Jn 16,6): Yo soy el camino, la verdad y la vida. Lo mismo el Libro de la Vida, según aquello del (Ps 39,8): En el encabezamiento del libro está escrito de Mi: Glosa: Esto es, en el Padre, que es mi cabeza. Lo mismo, la expresión El que es; porque en torno a aquel texto de Is 65,1: Heme aquí, voy a los pueblos, dice la Glosa: Habla el Hijo que dijo a Moisés: Yo soy el que soy. Pero parece que todo esto es algo propio del Hijo y no algo apropiado. Pues verdad, según Agustín en el libro De Vera Religione, es la semejanza suma con el principio, sin ningún tipo de desemejanza. De este modo, parece que propiamente corresponda al Hijo, que tiene principio. También Libro de la Vida parece ser algo propio, porque significa que es algo por alguien, pues todo libro es escrito por alguien.
También la expresión El que es, parece ser propia del Hijo. Porque si, cuando se dice a Moisés: Yo soy el que soy, es la Trinidad la que habla, Moisés había podido decir: Aquel que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, me envió a vosotros. Y más adelante había podido decir: Aquel que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, me envió a vosotros, dando a entender una persona determinada. Esto es falso. Porque ninguna persona es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por lo tanto, este nombre no puede ser común a la Trinidad, sino propio del Hijo.
Respondo: Nuestro entendimiento, que llega al conocimiento de Dios partiendo de las criaturas, es necesario que considere a Dios según el modo que tiene a partir de las criaturas. A la hora de estudiar una criatura, aparecen cuatro elementos en el siguiente orden. Primero, se analiza el mismo objeto absolutamente, en cuanto que es un determinado ser. Segundo, se le analiza en cuanto que es uno. Tercero, en cuanto que en él hay capacidad para obrar o para causar. Cuarto, la relación que tiene con lo causado. Por lo tanto, al tratar
lo referente a Dios nosotros debemos tener también en cuenta esta cuádruple consideración.
£Objeciones: 1£) Según la primera consideración, es decir, tratar lo referente a Dios en cuanto a su propio ser, encontramos la fórmula de Hilario, según la cual la eternidad es apropiada al Padre, la especie al Hijo, el uso al Espíritu Santo (cf. obi.1).
 Pues la eternidad, en cuanto que significa ser sin principio, tiene semejanza con el Padre, que es principio sin principio. La especie o la belleza tienen semejanza con lo propio del Hijo, pues para la belleza se requiere lo siguiente: Primero, integridad o perfección, pues lo inacabado, por ser inacabado, es feo. También se requiere la debida proporción o armonía. Por último, se precisa la claridad, de ahí que lo que tiene nitidez de color sea llamado bello. Así, pues, en cuanto a lo primero, tiene semejanza con lo propio del Hijo, en cuanto que el Hijo tiene en sí mismo, de forma real y perfecta, la naturaleza del Padre. Para indicar esto, Agustín en su explicación dice: En donde, esto es, en el Hijo, está la suprema y primera vida, etc. Por lo que se refiere a lo segundo, también se adecúa con lo propio del Hijo en cuanto que es Imagen expresa del Padre. Por eso, decimos que alguna imagen es bella si representa perfectamente al objeto, aun cuando sea feo. Y esto es a lo que alude Agustín cuando dice: En donde hay tanta conveniencia y la primera igualdad, etc. En cuanto a lo tercero, se adecúa con lo propio del Hijo, en cuanto que es Palabra, que es lo mismo que decir Luz, esplendor del entendimiento, como dice el Damasceno. Esto mismo lo sugiere Agustín cuando dice: Como palabra perfecta a la que no le falta nada, especie de arte del Dios omnipotente.
 El uso tiene cierta semejanza con lo propio del Espíritu Santo, si tomamos la palabra uso en sentido amplio, pues usar implica disfrutar, ya que usar es disponer de algo, según la propia voluntad, y disfrutar es usar con gozo, como dice Agustín en X De Trin. Por lo tanto, el uso por el que el Padre y el Hijo se disfrutan mutuamente, se adecúa con lo propio del Espíritu Santo, en cuanto que es Amor. Y esto es lo que dice Agustín: Aquel amor, deleite, felicidad o dicha, es lo que él llama uso. El uso con que nosotros disfrutamos de Dios tiene cierta semejanza con lo propio del Espíritu Santo en cuanto que es Don. Y esto es lo que resalta Agustín cuando dice: En la Trinidad está el Espíritu Santo, la suavidad del que Engendra y del Engendrado, que nos inunda deforma inmensa y generosa.
 De este modo, se comprende por qué la eternidad, la especie y el uso, se atribuyen o se apropian a las personas, y no se les atribuyen la esencia o la operación. Porque en su propio concepto, y puesto que son comunes, no se encuentra algo que sea semejante a lo propio de las personas.
£2£) Según la segunda consideración, es decir, tratar lo referente a Dios en cuanto que es uno. Agustín apropia la unidad al Padre, la igualdad al Hijo, la concordia o la conexión al Espíritu Santo (cf. obi.2). Es evidente que estas tres características denotan unidad, pero de manera diferente. Pues la unidad se dice en sentido absoluto, y no presupone nada más. De este modo se apropia al Padre, que no presupone otra persona, por ser principio sin principio. La igualdad conlleva unidad con respecto a otro; pues igual es lo que tiene la misma cantidad que otro. De este modo la igualdad se apropia al Hijo que es el principio del principio. Por su parte, la conexión implica unidad de dos. Por eso se apropia al Espíritu Santo, en cuanto que procede de los dos.
 A partir de ahí, puede entenderse lo que dice Agustín: Los tres son uno por el Padre, iguales por el Hijo, conexos por el Espíritu Santo. Pues es evidente que cada característica se atribuye a aquel en quien se encuentra primero, así como a todos los seres inferiores se dice que viven por su alma vegetal, por ser la primera en la que se manifiesta la vida de estos seres. La unidad se encuentra inmediatamente en la persona del Padre, incluso si, aunque imposible, desaparecieran las otras personas. De este modo, las otras personas tienen la unidad por el Padre. No obstante, desaparecidas las otras personas, en el Padre no se encuentra la igualdad. Pero, existente el Hijo, inmediatamente aparecerá la igualdad. De este modo, se dice que todos son iguales por el Hijo, no porque el Hijo sea principio de la igualdad del Padre, sino porque, si el Hijo no fuese igual al Padre, el Padre no podría ser llamado igual, pues su igualdad en primer lugar es considerada en relación al Hijo. Lo mismo cabe decir de la igualdad que tiene el Espíritu Santo con el Padre, es decir, la tiene por el Hijo. Asimismo, excluido el Espíritu Santo, que es el nexo de los dos, no podría entenderse la unidad de conexión entre el Padre y el Hijo. De este modo, se dice que todos están conexos por el Espíritu Santo, porque, existente el Espíritu Santo, se encuentra El donde el Padre y el Hijo pueden llamarse conexos.
£3£) Según la tercera consideración, es decir, tratar lo referente a Dios en cuanto que en El hay capacidad suficiente para causar, hay que analizar la tercera apropiación, esto es, el poder, la sabiduría y la bondad (cf. obi.3). Esta apropiación se hace por semejanza, si se considera lo que hay en las personas divinas; y por desemejanza, si se considera lo que hay en las criaturas. Pues el poder tiene razón de principio. Por eso, tiene semejanza con el Padre del cielo, que es principio de toda la divinidad. A veces falta en el padre terreno, debido a la vejez. La sabiduría, en cambio, tiene semejanza con el Hijo celeste, en cuanto que es Palabra, que no es otra cosa que el concepto de sabiduría. A veces falta en el hijo terreno, debido a la poca edad. La bondad,, por ser razón y objeto del amor, tiene semejanza con el Espíritu divino, que es Amor. Pero parece que contradice al espíritu terreno, en cuanto que éste implica cierto impulso violento, por lo que dice Is 25,4: El espíritu de los fuertes es como el huracán que empuja la pared. El poder se apropia al Hijo y al Espíritu Santo, pero no en el sentido en que se llama energía al poder de algo; sino porque a veces también se llama energía a la que surge del poder, como cuando decimos que algo poderoso ha sido hecho por la virtud o poder de un agente.
£4£) Según la cuarta consideración, es decir, tratar lo referente a Dios en cuanto que está relacionado con sus efectos, hay que analizar aquella apropiación a partir de El, por El y en El (cf. obi.4). La preposición a partir de, a veces, implica relación de causa material, que no se da en las personas divinas. Otras veces,
implica relación de causa eficiente. Esta es la que corresponde a Dios en razón de su potencia activa. Por eso se apropia al Padre, como potencia. La preposición por, indica, a veces, causa intermedia, como cuando decimos que el obrero trabaja por el martillo. Este por, a veces no es apropiado, sino propio del Hijo, según aquello de (Jn 1,3): Todo ha sido hecho por El, no porque el Hijo sea instrumento, sino porque El mismo es principio del principio. Otras veces, indica la relación de forma por la que obra el agente, como cuando decimos que el artista obra por el arte. Por eso, así como la sabiduría y el arte se apropia al Hijo, así también lo indicado con por El. La preposición en, indica propiamente relación de continente. Y Dios contiene las cosas de doble manera. Una, según sus semejanzas. Y, así, se dice que las cosas están en Dios en cuanto que están
en su ciencia. De este modo, la expresión en El, debería apropiarse al Hijo. Otra manera de cómo están contenidas las cosas en Dios, es en cuanto que Dios, por su bondad, las conserva, las gobierna y las conduce al fin más conveniente. De este modo, en El, es apropiado al Espíritu Santo, como se le apropia la bondad.
Tampoco es necesario que la relación de causa final, aun cuando sea la primera de las causas, se apropie al Padre, que es principio sin principio, porque las personas divinas, de las cuales el principio es el Padre, no proceden para orientarse al fin, puesto que cada una de ellas es fin último, sino por procesión natural, que más bien parece pertenecer al concepto de potencia natural.
 Con respecto a las otras apropiaciones (cf. obi.5) hay que decir: La verdad, por pertenecer al entendimiento, como se dijo anteriormente (q.16 a.1), se apropia al Hijo. Sin embargo, no es algo propio suyo. Porque, como dijimos (ib.), la verdad puede ser considerada en cuanto que está en el entendimiento, o en cuanto que está en la realidad. Así, pues, así como el entendimiento y el objeto son tomados esencialmente, siendo esenciales y no personales, así también la verdad. La definición dada por Agustín corresponde a la verdad, que se apropia al Hijo.
 El Libro de la Vida directamente implica conocimiento; indirectamente, vida.
 Pues, como dijimos anteriormente (q.24 a.l), se trata del conocimiento que Dios tiene de los que alcanzarán la vida eterna. Por eso se apropia al Hijo, aun cuando la vida se apropie al Espíritu Santo, en cuanto que implica cierto movimiento interior, y de este modo se adecúa con lo propio del Espíritu Santo, en cuanto que es amor. Lo de ser escrito por alguien, no pertenece al concepto del libro en cuanto libro, sino en cuanto obra hecha. Por lo tanto, no implica relación de origen, ni tampoco es personal, sino apropiado a la Persona.
La expresión El que es, se apropia a la persona del Hijo, pero no por sí misma, sino por el añadido, esto es, en cuanto que en la expresión de Dios a Moisés estaba prefigurada la liberación del género humano, que ha sido hecha por el Hijo. Sin embargo, si Que se toma como relativo, puede referirse a la persona del Hijo. De este modo, se tomaría personalmente, como si se dijera: El Hijo es engendrado el Que es; lo mismo que Dios engendrado tiene sentido personal. Y aun cuando el pronombre éste, desde un punto de vista gramatical, parezca que pertenece a una determinada persona, sin embargo, cualquier cosa demostrable, también en sentido gramatical, puede llamarse persona, aun cuando realmente no lo sea, y así decimos esta piedra o este asno. Por eso, desde el punto de vista gramatical, la esencia divina, tal como está indicada por la Palabra Dios, puede ser designada con el pronombre éste, según aquello del (Ex 15,2): Este es mi Dios y le glorificaré.
 A las objeciones: De lo dicho se deprende la respuesta a las objeciones Suma Teológica - Ia (Prima) q. 39

CUESTIÓN 40 Sobre la relación personas-propiedades

 Hay que tratar ahora lo referente a la relación personas-propiedades. Esta cuestión plantea y exige respuesta a cuatro problemas: 1. Relación, ¿es o no es lo mismo que persona? 2. Las relaciones, ¿dis- tinguen y constituyen las personas? 3. Abstraídas mentalmente las relaciones de las Personas, ¿permanecen o no permanecen las hypóstasis? 4. Según nuestro entender, ¿las relaciones presuponen los actos de las personas o los actos de las personas presuponen las relaciones?

ARTíCULO 1 Relación, ¿es o no es lo mismo que persona?

 Objeciones por las que parece que en Dios relación y persona no son lo mismo:
£Objeciones: 1£. Cuando dos cosas son iguales, multiplicada una se multiplica la otra. Pero sucede que en una misma persona hay varias relaciones. Ejemplo: En el Padre está la paternidad y la común espiración. También una misma relación está en dos personas: La común espiración en el Padre y en el Hijo. Por lo tanto, relación no es lo mismo que persona.
£2£. Según el Filósofo en IV Physic., nada está en sí mismo. Pero la relación está en la persona. Tampoco puede decirse que por razón de identidad, pues, de ser así, estaría en la esencia. Por lo tanto, la relación o la propiedad y la persona en Dios no son lo mismo, 3. Cuando dos cosas son iguales, están relacionadas de tal forma que, lo que se dice de una, se dice de la otra. Pero no todo lo que se dice de la persona, se dice de la propiedad. Pues decimos que el Padre engendra, pero no decimos que la paternidad sea engendrante. Por lo tanto, en Dios la propiedad no es lo mismo que la persona.
Contra esto: como dice Boecio en el libro De hebdom.: En Dios no hay diferencia entre lo que es y aquello por lo que es. Pero el Padre es padre por la paternidad. Por lo tanto el Padre es lo mismo que la paternidad. La misma razón hay que aplicar a las otras propiedades.
Respondo: Sobre este problema hay opiniones diversas. Pues algunos dijeron que las propiedades ni son personas ni están en las personas. A decir esto les impulsó el modo de entender las relaciones, que no indican algo en un sujeto, sino más bien algo en orden a otro. Por eso dijeron, como hemos indicado anteriormente (q.28 a.2), que las relaciones eran concomitantes. Pero porque la
relación en cuanto que es algo en Dios es la misma esencia, y la esencia es lo mismo que persona, como ya se dijo (q.39 a.1), es necesario que la relación sea lo mismo que la persona.
 Otros, teniendo presente esta identidad, dijeron que las propiedades eran personas, pero que no estaban en las personas, porque no ponían propiedades en Dios más que en cuanto al modo de hablar, tal como se ha dicho anteriormente (q.32 a.2). Es necesario poner propiedades en Dios, como demostramos ya (ib.). Estas propiedades están indicadas en abstracto, como si se tratase de ciertas formas de la persona. Por lo tanto, como a la razón de forma pertenece el estar en aquello de lo que es forma, es necesario afirmar que las propiedades están en las personas, e incluso que son las personas, de la misma manera que decimos que la esencia está en Dios y, sin embargo, es el mismo Dios.
 A las objeciones:
£Soluciones: 1£. Persona y propiedad son realmente lo mismo, si bien con diferencia conceptual. De ahí que no sea necesario que multiplicando una se multiplique la otra. Sin embargo, hay que tener presente que, debido a la simplicidad divina, en Dios hay una doble identidad real por la que difieren de las criaturas. Pues, porque la simplicidad divina excluye la composición de la forma y de la materia, se sigue que en Dios es lo mismo lo abstracto y lo concreto, como deidad y Dios. Porque la simplicidad divina excluye la composición de sujeto y accidente, se sigue que lo que se atribuye a Dios, pertenece a su esencia. Por eso, sabiduría y virtud son lo mismo en Dios, porque ambas están en la esencia divina. Pues las propiedades personales son las mismas personas, por la misma razón por la que lo abstracto es lo mismo que lo concreto. Y son personas subsistentes, como la paternidad es el mismo Padre, la filiación el Hijo y la procesión el Espíritu Santo. Por su parte, las propiedades no personales son lo mismo que las personas en cuanto a otra razón de identidad: Porque todo lo que se atribuye a Dios, se atribuye a su esencia. Así, pues, la común espiración se identifica con la persona del Padre y con la persona del Hijo, no porque sea una persona subsistente por sí misma, sino porque, así como una esencia está en dos personas, así también una misma propiedad, como dijimos anteriormente (q.30 a.2).
£2£. Las propiedades están en la esencia sólo por modo de identidad. Y se dice que están en las personas por modo de identidad no sólo real, sino también en cuanto a su significación, como la forma está en el supuesto. De este modo, las propiedades determinan y distinguen a las personas, pero no a la esencia.
£3£. Los participios y los verbos nocionales indican actos nocionales. Los actos pertenecen a los supuestos. Por su parte, las propiedades no son indicadas como supuesto, sino como formas de los supuestos. De este modo, el modo de significar se opone a que los participios y los verbos nocionales se apliquen a las propiedades (cf. q.32 a.2 ad 2).

ARTíCULO 2 Las personas, ¿se distinguen o no se distinguen por las

relaciones?
 Objeciones por las que parece que las personas no se distinguen por las relaciones:
£Objeciones: 1£. Las cosas simples se distinguen por sí mismas. Pero las personas divinas son simples en grado sumo. Por lo tanto, se distinguen por sí mismas, no por las relaciones.
£2£. Ninguna forma se distingue más que en su género. Ejemplo: Lo blanco no se distingue de lo negro más que en la cualidad. Pero hypóstasis significa individuo en el género de la sustancia. Por lo tanto, las hypóstasis no se distinguen por las relaciones.
£3£. Lo absoluto es anterior a lo relativo. Pero la primera distinción es la distinción de las personas divinas. Por lo tanto, las personas divinas no se distinguen por las relaciones.
£4£. Lo que presupone distinción no puede ser primer principio de distinción. Pero relación presupone distinción, pues está incluida en su definición, ya que ser relativo es estar relacionado con otro . Por lo tanto, en Dios el primer principio de distinción no puede ser la relación.
Contra esto: está lo que dice Boecio en el libro De Trin.: Sólo la relación multiplica la trinidad de las personas divinas.
Respondo:al problema. Al encontrar algo común en varias cosas, es necesario buscar algo distintivo. Por eso, como las tres personas tienen unidad de esencia, es necesario buscar algo por lo que se distingan y que hace que sean varias. En las personas divinas encontramos dos realidades por las que se distinguen: El origen y la relación. Pues si bien tanto el origen como la relación no se distinguen realmente, sin embargo, se diferencian en cuanto al modo de significar. Pues el origen se indica como acto: Generación. Y la relación, por su parte, como forma: Paternidad.
 Algunos teniendo presente que la relación sigue al acto, dijeron que en Dios las hypóstasis se distinguen por el origen. Ejemplo: El Padre se distingue del Hijo en cuanto que aquél engendra y éste es engendrado. En la misma línea, las relaciones o las propiedades manifiestan la distinción de las hypóstasis o de las personas, como en las criaturas las propiedades ponen al descubierto las distinciones de los individuos que están causadas por los principios materiales.
 Pero esto no puede sostenerse por dos motivos. 1) El primero, porque para que dos cosas sean entendidas como distintas, es necesario que se comprenda que su distinción está causada por algo intrínseco en ambas. En las cosas creadas, por la materia o por la forma. Pero el origen de una cosa no expresa algo intrínseco, sino, más bien, un camino que va de una realidad a otra, como la generación es expresada como un camino que va a lo engendrado o que parte del que engendra. Por eso, no es posible que lo engendrado y el que engendra se distingan sólo por la generación. Sino que es necesario presuponer tanto en el que engendra como en el engendrado aquello por lo que se distinguen entre sí. Pero en la persona divina, esto no puede ser más que la esencia, la relación o la propiedad. Por lo tanto, como quiera que convienen en la esencia, es
necesario que las personas se distingan entre sí por las relaciones. 2) Segundo, porque no hay que entender la distinción en las personas divinas como si se dividiese algo común, puesto que la esencia que les es común, permanece indivisa. Sino que es necesario que lo mismo que constituye la distinción, constituya las realidades distintas. Así es como las relaciones o las propiedades constituyen las hypóstasis o las personas, esto es, en cuanto que son las mismas personas subsistentes, como la paternidad es el Padre y la filiación es el Hijo, ya que en Dios lo abstracto no se diferencia de lo concreto. Pero al concepto de origen se opone el que constituya una hypóstasis o persona, porque el origen, considerado en sentido activo, expresa algo que surge de la persona subsistente, y, por lo tanto, la presupone. Y el origen, en sentido pasivo, como natividad, expresa el camino que va a la persona subsistente, pero todavía no la constituye.
 Por lo tanto, es mucho mejor decir que las personas o las hypóstasis se distinguen por las relaciones más que por el origen. Pues, aun cuando se distingan por ambos modos, sin embargo, el primero y principal es por las relaciones, según nuestro modo de entender. Por lo tanto, el nombre Padre no sólo expresa propiedad, sino también hypóstasis. Pero el nombre Genitor o Generante indica sólo propiedad. Porque el nombre Padre expresa relación, que es distintiva y constitutiva de la hypóstasis. El nombre Genitor o Generante, expresa origen, que no es distintivo y constitutivo de la hypóstasis.
 A las objeciones:
£Soluciones: 1£. Las personas son las mismas relaciones subsistentes. Por eso, no contradice la simplicidad de las personas divinas el que se distingan por las relaciones.
£2£. Las personas divinas no se distinguen en el ser en el que subsisten, ni en algo absoluto, sino sólo por el hecho de que se refieren a algo. Por eso, para su distinción es suficiente la relación.
£3£. Cuanto más anterior es una distinción, tanto más cerca está de la unidad. De este modo, debe ser mínima. Por eso la distinción de las personas no debe darse más que por aquello que es mínimo en su distinción, y esto es la relación.
£4£. La relación presupone la distinción de los supuestos cuando es accidente.
 Pero si la relación es subsistente, no la presupone, sino que la conlleva. Pues cuando se dice que ser relativo es estar referido a otro, por este otro se entiende el correlativo, que no es anterior, sino simultáneo en el orden de la naturaleza.

Suma Teológica I Qu.39 a.6