Suma Teológica II-II Qu.1

Suma Teológica

Santo Tomás de Aquino

Segunda sección de la segunda parte


Cuestiones:
1. Objeto de la fe (10 art.)
2. Sobre el acto interior de la fe (10 art.)
3. Del acto externo de la fe (2 art.)
4. La virtud de la fe en sí misma (8 art.)
5. Los que tienen fe (4 art.)
6. La causa de la fe (2 art.)
7. Los efectos de la fe (2 art.)
8. El don de entendimiento (8 art.)
9. El don de ciencia (4 art.)
10. La infidelidad en general (12 art.)
11. La herejía (4 art.)
12. La apostasía (2 art.)
13. De la blasfemia en general (4 art.)
14. De la blasfemia contra el Espíritu Santo (4 art.)
15. Ceguera de la mente y embotamiento del sentido (3 art.)
16. De los preceptos sobre la fe, la ciencia y el entendimiento (2 art.)
17. La esperanza (8 art.)
18. Sujeto de la esperanza (4 art.)
19. El don de temor (12 art.)
20. La desesperación (4 art.)
21. La presunción (4 art.)
22. Preceptos que atañen a la esperanza y al temor (2 art.)
23. La caridad en sí misma (8 art.)
24. La caridad en relación con el sujeto (12 art.)
25. Objeto de la caridad (12 art.)
26. El orden de la caridad (13 art.)
27. El amor, acto principal de la caridad (8 art.)
28. El gozo (4 art.)
29. La paz (4 art.)
30. La misericordia (4 art.)
31. La beneficencia (4 art.)
32. La limosna (10 art.)
33. La corrección fraterna (8 art.)
34. El odio (6 art.)
35. La acidia (4 art.)
36. La envidia (4 art.)
37. La discordia (2 art.)
38. La porfía (2 art.)
39. Sobre el cisma (4 art.)
40. La guerra (4 art.)
41. La riña (2 art.)
42. La sedición (2 art.)
43. El escándalo (8 art.)
44. Los preceptos de la caridad (8 art.)
45. El don de sabiduría (6 art.)
46. La necedad (3 art.)
47. La prudencia en sí misma (16 art.)
48. Partes de la prudencia (1 art.)
49. Partes cuasi integrales de la prudencia (8 art.)
50. Partes subjetivas de la prudencia (4 art.)
51. Las partes potenciales de la prudencia (4 art.)
52. El don de consejo (4 art.)
53. La imprudencia (6 art.)
54. La negligencia (3 art.)
55. Vicios opuestos a la prudencia que ofrecen cierta semejanza con ella (8 art.)
56. Preceptos que corresponden a la prudencia (2 art.)
57. El derecho (4 art.)
58. La justicia (12 art.)
59. La injusticia (4 art.)
60. El juicio (6 art.)
61. Partes de la justicia (4 art.)
62. La restitución (8 art.)
63. La acepción de personas (4 art.)
64. El homicidio (8 art.)
65. Otras injurias o pecados de injusticia contra la persona del prójimo (4 art.)
66. El hurto y la rapiña (9 art.)
67. La injusticia del juez en los procesos (4 art.)
68. Lo concerniente a la acusación injusta (4 art.)
69. Los pecados contrarios a la justicia cometidos por el reo (4 art.)
70. La injusticia por parte del testigo (4 art.)
71. La injusticia que en el juicio cometen los abogados (4 art.)
72. La contumelia (4 art.)
73. La detracción (4 art.)
74. La susurración (2 art.)
75. La mofa o burla (2 art.)
76. La maldición (4 art.)
77. El fraude que se comete en las compraventas (4 art.)
78. El pecado de usura (4 art.)
79. Partes cuasi integrales de la justicia (4 art.)
80. Partes potenciales de la justicia (1 art.)
81. La religión (8 art.)
82. La devoción (4 art.)
83. La oración (17 art.)
84. La adoración (3 art.)
85. Los sacrificios (4 art.)
86. Las oblaciones y primicias (4 art.)
87. Los diezmos (4 art.)
88. El voto (12 art.)
89. El juramento (10 art.)
90. Sobre el empleo del nombre de Dios a manera de conjuro (3 art.)
91. Sobre el uso del nombre de Dios para invocarle por medio de la alabanza (2 art.)
92. La superstición (2 art.)
93. La superstición en el culto indebido al verdadero Dios (2 art.)
94. La idolatría (4 art.)
95. La superstición adivinatoria (8 art.)
96. Las prácticas supersticiosas (4 art.)
97. La tentación de Dios (4 art.)
98. El perjurio (4 art.)
99. El sacrilegio (4 art.)
100. La simonía (6 art.)
101. La piedad (4 art.)
102. La observancia (3 art.)
103. La dulía (4 art.)
104. La obediencia (6 art.)
105. La desobediencia (2 art.)
106. El agradecimiento o gratitud (6 art.)
107. La ingratitud (4 art.)
108. La venganza (4 art.)
109. La verdad (4 art.)
110. Los vicios opuestos a la verdad (4 art.)
111. La simulación e hipocresía (4 art.)
112. La jactancia (2 art.)
113. La ironía (2 art.)
114. La amistad o afabilidad (2 art.)
115. La adulación (2 art.)
116. El litigio (2 art.)
117. La liberalidad (6 art.)
118. La avaricia (8 art.)
119. La prodigalidad (3 art.)
120. La epiqueya (2 art.)
121. El don de piedad (2 art.)
122. Los preceptos de justicia (6 art.)
123. La fortaleza (12 art.)
124. El martirio (5 art.)
125. El temor (4 art.)
126. El vicio de la impavidez (2 art.)
127. La audacia (2 art.)
128. Las partes de la fortaleza (1 art.)
129. La magnanimidad (8 art.)
130. La presunción (2 art.)
131. La ambición (2 art.)
132. La vanagloria (5 art.)
133. La pusilanimidad (2 art.)
134. La magnificencia (4 art.)
135. Los vicios opuestos a la magnificencia (2 art.)
136. La paciencia (5 art.)
137. La perseverancia (4 art.)
138. Los vicios opuestos a la perseverancia (2 art.)
139. El don de fortaleza (2 art.)
140. Los preceptos de la fortaleza (2 art.)
141. La templanza (8 art.)
142. Los vicios opuestos a la templanza (4 art.)
143. Las partes de la templanza en general (1 art.)
144. La vergüenza (4 art.)
145. La honestidad (4 art.)
146. La abstinencia (2 art.)
147. El ayuno (8 art.)
148. La gula (6 art.)
149. La sobriedad (4 art.)
150. La embriaguez (4 art.)
151. La castidad (4 art.)
152. La virginidad (5 art.)
153. El vicio de la lujuria (5 art.)
154. Las especies de la lujuria (12 art.)
155. La continencia (4 art.)
156. La incontinencia (4 art.)
157. La clemencia y la mansedumbre (4 art.)
158. La ira (8 art.)
159. La crueldad (2 art.)
160. La modestia (2 art.)
161. La humildad (6 art.)
162. La soberbia (8 art.)
163. El pecado del primer hombre (4 art.)
164. La pena del primer pecado (2 art.)
165. La tentación de los primeros padres (2 art.)
166. La estudiosidad (2 art.)
167. La curiosidad (2 art.)
168. La modestia: los movimientos externos del cuerpo (4 art.)
169. La modestia: el ornato exterior (2 art.)
170. Los preceptos de la templanza (2 art.)
171. La profecía (6 art.)
172. La causa de la profecía (6 art.)
173. El modo del conocimiento profético (4 art.)
174. La división de la profecía (6 art.)
175. El rapto (6 art.)
176. El don de lenguas (2 art.)
177. La gracia gratis dada que consiste en la elocución (2 art.)
178. El don de milagros (2 art.)
179. La división de la vida activa y contemplativa (2 art.)
180. La vida contemplativa (8 art.)
181. La vida activa (4 art.)
182. La comparación entre la vida activa y la contemplativa (4 art.)
183. Los oficios y estados de los hombres en general (4 art.)
184. El estado de perfección en común (8 art.)
185. Lo referente al estado episcopal (8 art.)
186. De aquellas cosas en que consiste esencialmente el estado religioso (10 art.)
187. Las funciones propias de los religiosos (6 art.)
188. Las distintas órdenes religiosas (8 art.)
189. La entrada en religión (10 art.)
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CUESTIÓN 1 Objeto de la fe

En lo concerniente a las virtudes teologales hay que considerar: primero, la fe; segundo, la esperanza (q. 17); tercero, la caridad (q. 23). Sobre la fe se presenta cuádruple consideración: primera, sobre la fe misma; segunda, acerca de los dones correspondientes de entendimiento y de ciencia (q. 8); tercera, de los vicios opuestos (q. 10); cuarta, de los preceptos que atañen a esta virtud (q. 16).
Por lo que respecta a la fe en sí misma habrá que tratar: primero, sobre su objeto; en segundo lugar, de su acto (q. 2); por último, de su hábito (q. 4).
El primer punto da lugar al planteamiento de diez problemas: 1. ¿Es la verdad primera el objeto de la fe? 2. El objeto de la fe, ¿es algo complejo o incomplejo, es decir, la realidad o el enunciado? 3. ¿Puede recaer la fe sobre algo falso? 4. ¿Puede ser el objeto de la fe algo visto? 5. ¿Puede ser algo conocido? 6. ¿Deben dividirse las verdades de fe en artículos? 7. Los artículos mismos, ¿han sido de fe en todo tiempo? 8. ¿Cuál es el número de los artículos? 9. ¿Cómo se han de proponer los artículos en el Símbolo? 10. ¿A quién incumbe constituir el Símbolo de fe?

ARTíCULO 1 ¿Es la verdad primera el objeto de la fe?

Objeciones por las que parece que el objeto de la fe no es la verdad primera:

Objeciones: 1. Parece que el objeto de la fe es lo que se nos propone para creer. Pues bien, se nos propone para creer no sólo lo que pertenece a la divinidad, como es la verdad primera, sino también lo concerniente a la humanidad de Cristo, los sacramentos de la Iglesia y la creación. Por lo tanto, el objeto de la fe no es solamente la verdad primera.
2. La fe y la infidelidad recaen sobre el mismo objeto, puesto que son opuestas. Mas no puede darse infidelidad sobre lo que está en la Sagrada Escritura, dado que se considera infiel quien negare cualquier cosa de ella. Por consiguiente, la fe tiene por objeto todo el contenido de la Escritura, en la cual hay también muchas cosas sobre el hombre y sobre las demás cosas creadas. Luego el objeto de la fe no es solamente la verdad primera, sino también la verdad creada.
3. Además, la fe, como hemos expuesto (I-II 62,3), se enumera con la caridad. Ahora bien, con la caridad amamos no solamente a Dios, Bondad suma, sino también al prójimo. No es, pues, la verdad primera el objeto exclusivo de la fe.
Contra esto: está lo que dice Dionisio: La fe recae sobre la verdad sencilla y siempre existente, y ésta es la verdad primera. De ahí que sea ella el objeto de la fe.
Respondo: Todo hábito cognoscitivo tiene doble objeto: lo conocido en su materialidad, que es su objeto material, y aquello por lo que es conocido, o razón formal. Así, en geometría, las conclusiones constituyen lo que se sabe materialmente, y la razón formal de saberlo son los medios de demostración. Lo mismo en el caso de la fe. Si consideramos la razón formal del objeto, ésta no es otra que la verdad primera, ya que la fe de que tratamos no presta asentimiento a verdad alguna sino porque ha sido revelada por Dios, y por eso se apoya en la verdad divina como su medio. Pero si consideramos en su materialidad las cosas a las que presta asentimiento la fe, su objeto no es solamente Dios, sino otras muchas cosas; y estas cosas no caen bajo el asentimiento de fe sino en cuanto tienen alguna relación con Dios, es decir, en cuanto que son efectos de la divinidad que ayudan al hombre a encaminarse hacia la fruición divina. Por eso, incluso bajo este aspecto, el objeto de la fe es, en cierto modo, la verdad primera, en el sentido de que nada cae bajo la fe sino por la relación que tiene con Dios, del mismo modo que la salud es el objeto de la medicina, ya que la función de ésta se encuentra en relación con aquélla.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Las verdades que se refieren a la humanidad de Cristo y a los sacramentos de la Iglesia o a cualquiera otra criatura caen bajo la fe en cuanto que nos ordenan a Dios. También a ellas les prestamos nuestro asentimiento en nombre de la verdad divina.
2. Lo mismo que se dijo en la respuesta anterior se debe repetir aquí respecto a todas las verdades transmitidas en la Sagrada Escritura.
3. La caridad ama también al prójimo por Dios; por eso su objeto es propiamente Dios mismo, como diremos más adelante (II-II 25,1).

ARTíCULO 2 ¿Es el objeto de la fe algo complejo en forma de enunciados?

Objeciones por las que no parece que el objeto de la fe sea algo complejo en forma de enunciado:
Objeciones: 1. Como acabamos de decir (II-II 1,1) el objeto de la fe es la verdad primera, y ésta es algo incomplejo. Por eso el objeto de la fe no es algo complejo.
2. La fe se halla presentada en el Símbolo. Pero en el Símbolo no se proponen los enunciados, sino las realidades, y así no se nos dice que Dios sea omnipotente, sino creo en Dios todopoderoso. El objeto de la fe no es, pues, el enunciado, sino la realidad (en él expresada).
3. Además, a la fe sucede la visión, como leemos en la Escritura: Ahora vemos en un espejo, confusamente. Entonces veremos cara a cara (1Co 13,12). Pero esta visión en la patria es de incomplejo, ya que lo es de la visión de la esencia divina en sí misma. De ahí que también lo sea en la fase de camino hacia la patria.
Contra esto: está el hecho de que la fe es algo intermedio entre la ciencia y la opinión, y los medios y los extremos son del mismo género. Dado, pues, que la ciencia y la opinión versan sobre los enunciados, sobre éstos deberá versar también la fe. En consecuencia, el objeto de la fe es algo complejo.
Respondo: Lo conocido está en quien lo conoce según la forma de éste. Pues bien, la manera propia de conocer del entendimiento humano es conocer la verdad por composición y división, según lo expuesto en otro lugar (I 85,5).
Por eso, lo que es de suyo simple lo conoce el entendimiento humano con cierta complejidad; el entendimiento divino, en cambio, entiende lo complejo de manera incompleja. Puédese, pues, considerar el objeto de la fe de dos maneras. La primera, por parte de la realidad misma que se cree; en este caso, el objeto de la fe es algo incomplejo, como la realidad misma que se cree. La segunda, por parte del creyente; en este caso, el objeto de la fe es algo complejo en forma de enunciado. Por eso tuvieron razón las disposiciones de los antiguos: de alguna manera son verdaderas las dos.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La razón aducida procede de la fe tomada de la realidad misma que se cree.
2. En el Símbolo, como lo indica la manera misma de hablar, se proponen las verdades de la fe en cuanto son término del acto del creyente. Pero este acto del creyente termina no en el enunciado, sino en la realidad que contiene. En verdad, no formamos enunciados sino para alcanzar el conocimiento de las realidades; como ocurre con la ciencia, ocurre también en la fe.
3. La de la patria será visión de la verdad primera como es en sí, a tenor de las palabras cuando se manifieste seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es (1Jn 3,2). Por eso, aquélla no será una visión por enunciados, sino por simple intelección. Mas por la fe no vemos la verdad primera en sí misma. No hay, pues, paridad de razones.

ARTíCULO 3 ¿Puede recaer la fe sobre algo falso?

Objeciones por las que parece que la fe puede recaer sobre algo falso:
Objeciones: 1. La fe es del mismo orden que la esperanza y la caridad. Ahora bien, la esperanza puede recaer sobre algo falso; muchos, efectivamente, esperan la vida eterna que no alcanzarán. Algo similar ocurre con la caridad, ya que se ama como personas de bien a muchos que no lo son. En consecuencia, la fe puede recaer sobre algo falso.
2. Abrahán creyó en el nacimiento futuro de Cristo, como dan testimonio de ello estas palabras: Vuestro padre Abrahán se regocijó pensando ver mi día (Jn 8,56). Ahora bien, Dios pudo no haberse encarnado después del tiempo de Abrahán, ya que tomar carne dependía solamente de su voluntad, y en ese caso sería falso lo que creyó Abrahán de Cristo. La fe, pues, puede recaer sobre algo falso.
3. Además, los antiguos tuvieron fe en el futuro nacimiento de Cristo, y esa fe perduró en muchos hasta la predicación del Evangelio. Pues bien, una vez nacido Cristo, antes de que comenzara a predicar el Evangelio, era ya falso que había de nacer. Por lo tanto, la fe puede recaer sobre algo falso.
4. Entre los contenidos de la fe está creer que en el sacramento del altar se contiene el verdadero cuerpo de Cristo. Puede, sin embargo, ocurrir, cuando la consagración no se ha hecho correctamente, que allí no esté el verdadero cuerpo de Cristo, sino solamente pan. En consecuencia, la fe puede recaer sobre algo falso.
Contra esto: está el hecho de que ninguna de las virtudes que perfeccionan al entendimiento dice orden a algo falso, que es el mal del entendimiento, como prueba el Filósofo en VI Ethic. Por lo tanto, siendo la fe una virtud que perfecciona al entendimiento, como se verá después (II-II 4,2 II-II 4,5), no puede recaer sobre algo falso.
Respondo: Ningún objeto cae bajo una potencia o hábito, e incluso acto, sino bajo la razón formal del objeto: no se puede ver el color sino por la luz, y a la conclusión no se llega sino a través de la demostración. Pues bien, hemos expuesto (a. 1) que la razón formal del acto de la fe es la verdad primera. De ahí que en el ámbito de la fe no puede caer nada que no se encuentre bajo la luz de la verdad primera, bajo la cual no puede recaer la falsedad, al igual que tampoco recae el no ser sobre el ser, ni el mal bajo la bondad. En consecuencia, bajo la luz de la fe no puede recaer nada falso.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Dado que la verdad es el bien del entendimiento y no de la potencia apetitiva, todas las virtudes que lo perfeccionan excluyen de raíz lo falso, porque es esencial a la virtud su relación exclusiva con el bien. Pero las virtudes que perfeccionan la parte apetitiva no excluyen del todo lo falso, puesto que puede uno obrar con justicia o con esperanza, y tener un concepto falso de la materia sobre la que obra. Por eso, no es idéntica la razón para la fe que perfecciona al entendimiento, que para la esperanza y para la caridad que perfeccionan la potencia apetitiva.
Pero ni siquiera la esperanza recae sobre algo falso. No hay, en efecto, nadie que espere conseguir la vida eterna por propio esfuerzo, pues sería presuntuoso, sino con auxilio de la gracia divina; y si persevera en ella, conseguirá infaliblemente la vida eterna. Otro tanto ocurre con la caridad. Su cometido es amar a Dios en toda criatura, y no le atañe si está o no en aquel a quien ama por Dios.
2. Dios no se encarnara fue en sí mismo posible, incluso después del tiempo de Abrahán. Pero en cuanto objeto de la presciencia divina ese hecho revestía cierto carácter necesario de infalibilidad, como quedó expuesto en otro lugar (I 14,13). Desde ese punto de vista cae bajo la fe. De ahí que, en cuanto caía bajo la fe, no podía ser falso.
3. Lo que pertenecía a la fe de los creyentes una vez nacido Cristo era creer que nacería en el tiempo. Pero la determinación del tiempo, hecho en el que se equivocaban, no venía de la fe, sino que era fruto de conjeturas humanas. Por simples conjeturas humanas, en efecto, es posible que el creyente piense algo falso. Es, en cambio, imposible que tal falsedad la juzgue o estime por la fe.
4. La fe del creyente no se refiere a determinadas especies de pan eucarístico, sino a la verdad general de que el cuerpo de Cristo está en las especies de pan sensible correctamente consagrado. De ahí que, en el caso de que el pan no haya sido correctamente consagrado, no por eso incurre la fe en falsedad.

ARTíCULO 4 ¿Puede ser el objeto de la fe algo visto?

Objeciones por las que parece que el objeto de la fe es algo visto:
Objeciones: 1. El Señor dijo a Tomás: Has creído porque has visto (Jn 20,20). Por consiguiente, se da fe y visión sobre la misma cosa.
2. Hablando del conocimiento de fe, leemos también en el Apóstol: Ahora vemos en un espejo, confusamente (1Co 13,12). Sobre la misma realidad, pues, se da fe y visión.
3. Además, la fe es cierta luz espiritual, y con la luz se ve algo. En consecuencia, la fe tiene por objeto cosas vistas.
4. Finalmente, en expresión de San Agustín, en De verb. Dom. cualquier sentido tiene el nombre de vista. Ahora bien, la fe tiene por objeto cosas oídas, a tenor de las palabras del Apóstol: La fe viene por la predicación (Rm 10,17). El objeto, pues, de la fe es algo visto.
Contra esto: está el testimonio del Apóstol, que escribe: La fe es la prueba de las realidades que no se ven (He 11,1).
Respondo: La fe implica asentimiento del entendimiento a lo que se cree. Por un lado, asiente movido por el objeto, que o es conocido por sí mismo, como ocurre en los primeros principios sobre los que versa el entendimiento, o es conocido por otra cosa, como en el caso de las conclusiones, materia de la ciencia. Por otra parte, el entendimiento presta su asentimiento no porque esté movido suficientemente por el propio objeto, sino que, tras una elección, se inclina voluntariamente por una de las partes con preferencia sobre la otra. Si presta ese asentimiento con duda y miedo de la otra parte, da lugar a la opinión; da, en cambio, lugar a la fe si lo presta con certeza y sin temor. Mas dado que se considera que hay visión cuando las cosas estimulan por sí mismas nuestro entendimiento o nuestros sentidos a su conocimiento, es evidente que no se da fe ni opinión sobre cosas vistas, sea por el entendimiento, sea por el sentido.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El apóstol Tomás vio una cosa y creyó otra: vio al hombre y, creyendo en Dios, lo confesó diciendo: Señor mío y Dios mío.
2. Todo lo que concierne a la fe se puede considerar de dos maneras: de una manera especial, en cuyo caso no pueden ser a la vez vistas y creídas, como hemos dicho; o de modo general, es decir, bajo la razón común de credibilidad.
En este sentido, las cosas de fe son vistas por el que cree: no las creería si no viera que deben ser creídas, sea por la evidencia de los signos, sea por otros motivos semejantes.
3. La luz de la fe hace ver las cosas que se creen. Lo mismo que por los hábitos de las virtudes ve el hombre lo que conviene según ese hábito, así también, por el hábito de fe, se inclina su mente a prestar asentimiento a lo que concierne a la fe recta y no a otras cosas.
4. El sentido del oído tiene por objeto las palabras que nos muestran lo que es de fe, no las realidades mismas que constituyen la materia de fe. No se puede, pues, concluir que esas realidades sean vistas.

ARTíCULO 5 ¿Puede ser objeto de fe lo que se sabe?

Objeciones por las que parece que puede ser objeto de fe lo que es objeto de ciencia:
Objeciones: 1. Lo que no se sabe parece ignorado, ya que la ignorancia se opone a la ciencia. Pero las verdades de fe no se las ignora, ya que la ignorancia es propia de la infidelidad, según el testimonio del Apóstol: Obré por ignorancia en mi incredulidad (1Tm 1,13). Luego lo que es de fe puede ser también objeto de ciencia.
2. La ciencia se adquiere por demostración. Ahora bien, los autores sagrados aducen razones en apoyo de lo que es de fe. Por consiguiente, se puede tener ciencia de lo que es objeto de fe.
3. Además, lo que se prueba por demostración son verdades de ciencia, ya que la demostración es el silogismo generador de ciencia. Mas en la fe hay verdades que han sido probadas por demostración por los filósofos; por ejemplo, que Dios existe, que es uno, etc. En consecuencia, lo que es de fe puede ser también objeto de ciencia.
4. Finalmente, la opinión está más alejada de la ciencia que de la fe, dado que, según se dice, la fe está entre la opinión y la ciencia. Pero la opinión y la ciencia pueden tener, en cierto modo, el mismo objeto, según el Filósofo en I Poster.
Luego también la fe y la ciencia.
Contra esto: tenemos el testimonio de San Gregorio, que afirma: Las cosas que se ven no dan f e, sino ciencia. Pero las cosas de fe no tienen evidencia; sí, en cambio, las verdades de la ciencia. En consecuencia, el objeto de la ciencia no puede ser objeto de fe.
Respondo: La ciencia tiene su origen en principios evidentes en sí mismos, y, por consiguiente, son algo visto. Por eso es necesario que lo que se conoce científicamente, sea también, de algún modo, visto. Mas, como acabamos de decir (II-II 1,4), no es posible que un mismo sujeto crea y vea la misma cosa.
Luego es imposible también que una misma realidad sea sabida y creída por el mismo sujeto.
Puede, no obstante, suceder que la realidad vista o sabida por uno sea creída por otro. Así, cuanto creemos ahora sobre la Trinidad, esperamos verlo en el futuro, según las palabras del Apóstol: Ahora vemos en un espejo, confusamente. Entonces veremos cara a cara (1Co 13,12). Esta visión es ya realidad para los ángeles; o sea, ellos ven lo que nosotros creemos. Igualmente puede ocurrir que, aun en el estado de viadores, lo que ve o sabe un hombre, sea creído por otro que no haya tenido demostrativamente evidencia de ello. En todo caso, lo que comúnmente se propone a todos los hombres como cosa que deban creer, no forma parte del objeto del saber. Estas son las verdades que caen absolutamente bajo la fe. No se tiene, pues, fe y ciencia de un mismo objeto.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Los infieles ignoran cuanto concierne a la fe: no tienen ni evidencia ni ciencia de estas cosas en sí mismas, y desconocen también que esas realidades sean creíbles. Los fieles, sin embargo, tienen conocimiento de esas cosas no por demostración, sino en cuanto que, por la luz de la fe, ven que deben ser creídas, como hemos expuesto (II-II 1,4 ad 3).
2. Las razones aducidas por los santos para probar las cosas de fe no son demostrativas. Son solamente razones persuasivas que manifiestan que no es imposible lo que se propone. Pueden tener también su origen en los principios de fe, es decir, en la autoridad de la Sagrada Escritura, como enseña Dionisio en el c. 2 De div. nom. Por esos principios se demuestra a los infieles una verdad, como a todos los hombres se demuestra una verdad por los principios naturalmente evidentes. De ahí que sea también ciencia la teología, como expusimos al principio de esta obra (I 1,2).
3. Entre las materias que son de fe hay que incluir las que pueden probarse por demostración, no porque verse sobre ellas, específicamente, la fe de todos, sino porque se preexigen a las verdades de fe y deben ser presupuestas por ella, al menos en los que carecen de demostración.
4. Como hace observar en ese mismo lugar el Filósofo, sobre un mismo y único objeto caben en hombres diversos ciencia y opinión. Es lo que acabamos de decir (en sol.) a propósito de la ciencia y de la fe. Pero un solo hombre puede tener sobre un mismo objeto fe y ciencia, aunque sólo parcialmente y no según la misma formalidad. Puede suceder, efectivamente, que sobre una e idéntica realidad tenga uno ciencia de una cosa y opinión de otra. Del mismo modo, sobre Dios puede saber uno, por demostración, que es uno y creer que es trino.
Pero sobre la misma cosa y bajo la misma razón formal, la ciencia no puede encontrarse conjuntamente ni con la opinión ni con la fe al mismo tiempo y en el mismo hombre, si bien por razones diferentes. No pueden darse al mismo tiempo la ciencia y la opinión en una materia formalmente la misma, ya que es esencial a la ciencia considerar imposible que lo que se conoce pueda ser de otra manera; es, en cambio, propio de la opinión considerar que lo que se conoce puede ser de otra manera. Pues bien, en lo que se admite por fe, la certeza misma que implica induce a pensar imposible que pueda ser de otra manera. Y la razón por la que una cosa no puede ser al mismo tiempo, y bajo el mismo aspecto, objeto de ciencia y de fe, está en el hecho de que lo conocido científicamente es visto, mientras que lo creído no es, como queda dicho, objeto de visión.

ARTíCULO 6 ¿Pueden dividirse en artículos las verdades creíbles?

Objeciones por las que parece que las verdades de fe no deben dividirse en artículos:
Objeciones: 1. La fe comprende todo cuanto se contiene en la Sagrada Escritura. Mas todo ello, debido a su copiosidad, no puede ser reducido a un número determinado.
Por lo mismo, resulta superfluo la división de la fe en artículos.
2. En buena lógica debe descartarse toda división material de algo que puede extenderse infinitamente. Ahora bien, la razón formal del objeto de fe, como hemos dicho (II-II 1,1), es una e indivisible, es decir, la verdad primera. No cabe, pues, posibilidad de establecer distinción alguna entre las cosas que se deban creer. Se debe, por lo tanto, descartar toda división material de las cosas de fe en artículos.
3. Además, según algunos autores, el artículo de fe es una verdad indivisible sobre Dios que nos obliga a creer. Pero el creer es algo voluntario, ya que, como afirma San Agustín, nadie cree sino por propia voluntad. Parece, pues, sin fundamento la división de fe en artículos.
Contra esto: está la definición de San Isidoro: El artículo es una manera de percibir la verdad divina que nos orienta hacia esa verdad en sí misma. Pero nosotros no podemos percibir la verdad divina sino por partes, dado que lo que en Dios es uno se torna múltiple en nuestra inteligencia. Por lo tanto, la materia de fe debe dividirse en artículos.
Respondo: La palabra artículo parece derivada del griego. Efectivamente, arthron en griego, artículo en latín, significa la adaptación de partes distintas.
Así, las partes del cuerpo adaptadas entre sí forman lo que se denomina articulación de los miembros. Del mismo modo, en gramática los griegos llaman artículos a ciertas partes de la oración que, unidas a otras dicciones, expresan su género, número y caso. También en retórica se denominan artículos determinadas adaptaciones de las partes. Dice, en efecto, Tulio que tiene lugar el artículo cuando se pone de relieve el valor de cada palabra por medio de intervalos estableciendo cortes en la oración, como, por ejemplo: has aterrado a tus enemigos con dureza, con la palabra, con el rostro. De ahí se ha partido para formular una distinción en artículos de todo cuanto la fe cristiana ofrece para creer, dividiéndolo en partes que guardan entre sí una trabazón mutua.
Ahora bien, como ya hemos probado (a. 4), el objeto de la fe es algo inevidente y esencialmente divino. Por eso, siempre que, por la razón que sea, se presenta algo inevidente, se formula un artículo especial; en cambio, cuando concurre una multiplicidad de objetos para nosotros desconocidos, y que tienen la misma razón formal, no hay lugar para establecer artículos distintos. Así hay dificultad especial en ver que Dios haya padecido y otra en el hecho de que, muerto, haya resucitado. Por eso se distingue entre ellos el artículo de la pasión y el artículo de la resurrección. Pero la pasión, muerte y sepultura ofrecen una e idéntica dificultad, de manera que, admitido el uno, no hay dificultad en admitir el otro, y por eso todos ellos se incluyen en un solo artículo.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Hay verdades que son objeto de fe por sí mismas; otras, en cambio, lo son no por sí mismas, sino por la relación que guardan con las primeras. Idéntico fenómeno se da en las ciencias: ciertas cosas se proponen como objeto directo de la intención, mientras que otras se proponen sólo para manifestar aquéllas. Y dado que la fe tiene como objeto especial lo que esperamos ver en la patria, según las palabras: La fe es garantía de lo que se espera (He 11,1), pertenece por sí mismo a la fe todo aquello que nos encamina de manera directa a la vida eterna. Tales son la existencia de la Trinidad, la omnipotencia de Dios, el misterio de la encarnación de Jesús y otras por el estilo. En este orden hay lugar para distinguir los artículos de la fe. Hay, por el contrario, en la Sagrada Escritura verdades que se proponen no como principalmente intentadas, sino como algo orientado a manifestar esas verdades: por ejemplo, que Abrahán tuvo dos hijos; que al contacto con los huesos Eliseo resucitó un muerto, y otros hechos análogos narrados en la Escritura en orden a manifestar la majestad divina o la encarnación de Cristo. Respecto de ellos no se deben distinguir artículos.
2. La razón formal del objeto de fe puede tomarse en dos sentidos: Primero, por parte de la realidad misma que se cree. En este caso, la razón formal de todas las verdades de fe es una: la verdad primera. Por este lado no hay lugar para la división en artículos. Segundo, por relación a nosotros. En este caso, la razón formal del objeto de fe es la condición de no visto. En este sentido es necesaria la estructuración en artículos de la fe, como hemos probado.
3. En esa definición se ofrece un concepto del artículo inspirado en la etimología latina más que por su sentido auténtico derivado del griego. No es por ello de gran valor. Se puede, no obstante, decir lo siguiente. Aunque nadie esté obligado a creer por necesidad de coacción, ya que el acto de creer es voluntario, hay, sin embargo, cierta coacción por necesidad del fin, dado que, como enseña el Apóstol, el que se acerca a Dios ha de creer que existe, y también: sin fe es imposible agradar a Dios (He 11,6).


Suma Teológica II-II Qu.1