Suma Teológica II-II Qu.26 a.9

ARTíCULO 9 ¿Debe amar el hombre con caridad más al hijo que al padre?

Objeciones por las que parece que el hombre debe amar con caridad más al hijo que al padre:
Objeciones: 1. Debemos amar más lo que más debemos beneficiar. Pues bien, debemos beneficiar más a los hijos que a los padres, a tenor de lo que leemos en la Escritura: No deben los hijos atesorar para los padres, sino los padres para los hijos (2Co 12,14). En consencuencia, se debe amar más a los hijos que a los padres.
2. La gracia perfecciona a la naturaleza, y los padres, por naturaleza, aman a los hijos más que lo que son correspondidos por éstos, como dice el Filósofo en VIII Ethic.. Debemos, por tanto, amar más a los hijos que a los padres.
3. El afecto del hombre se corresponde con el de Dios por la caridad. Pues bien, Dios ama a los hijos más que lo que es correspondido. Por tanto, también nosotros debemos amar más a los hijos que a los padres.
Contra esto: está lo que escribe San Ambrosio: En primer lugar debe ser amado Dios; en segundo, los padres; después, los hijos, y, por último, los domésticos.
Respondo: Según hemos expuesto (II-II 26,4 ad 1; II-II 26,7), el grado de amor puede apreciarse de dos maneras. En primer lugar, por parte del objeto. Bajo este aspecto se debe amar más lo que reporta un bien más excelente y lo que tiene mayor semejanza con Dios. En este sentido debe ser más amado el padre que el hijo, ya que al padre le amamos como principio, y el principio representa un bien superior y más semejante a Dios. En segundo lugar, los grados de amor se toman de parte de quien ama, y en este sentido es más amado el más allegado.
Según esto, el hijo debe ser más amado que el padre, como afirma el Filósofo en VIII Ethic. En primer lugar, porque los padres aman a sus hijos como una prolongación de sí mismos; el padre, en cambio, no es algo del hijo. Por eso, el amor con que el padre ama a su hijo es bastante parecido al amor con que se ama a sí mismo. En segundo lugar, porque los padres tienen más certeza de que ésos son sus hijos que a la inversa. En tercer lugar, porque el hijo, siendo parte del padre, está más allegado a él que el padre al hijo, con el que tiene razón de principio. Finalmente, porque los padres han amado durante más tiempo. El padre, en verdad, empieza a amar inmediatamente a su hijo; éste, en cambio, ama a aquél en el decurso del tiempo, y resulta evidente que el amor es tanto más fuerte cuanto más añejo, según leemos en la Escritura: No abandones al viejo amigo, que el reciente no le será semejante (Si 9,14).
A las objeciones:
Soluciones: 1. Al principio se le debe la sumisión del respeto y honor; al efecto, en cambio, le corresponde recibir proporcionalmente la influencia del principio y su cuidado.
Por eso, los hijos deben a los padres honor, y éstos a sus hijos el cuidado de atenderles.
2. El padre ama naturalmente más al hijo a causa de la unión con él; el hijo, en cambio, ama naturalmente más a su padre en razón de un bien superior.
3. Como afirma San Agustín en I De doctr. christ.: Dios nos ama para utilidad nuestra y para su honor. Por eso, dado que el padre se relaciona con nosotros como principio, igual que Dios, a él propiamente pertenece ser honrado por sus hijos; al hijo, en cambio, que le atiendan los padres en sus necesidades. No obstante, en caso de necesidad está obligado el hijo a venir en ayuda de sus padres en virtud de los beneficios recibidos.

ARTíCULO 10 ¿Debe amar el hombre más a la madre que al padre?

Objeciones por las que parece que el hombre debe amar más a la madre que al padre:
Objeciones: 1. Como escribe el Filósofo en I De gen. Anim.: En la generación, la madre da el cuerpo. Ahora bien, el hombre recibe el alma no del padre, sino por creación de Dios, como expusimos en la primera parte (I 90,0). Por tanto, recibe más de la madre que del padre, y en consecuencia debe amarla más.
2. El hombre debe amar más a quien más le ama. Pues bien, la madre ama a su hijo más que el padre, según expone el Filósofo en IX Ethic.: Las madres son más amantes de los hijos, pues es más trabajosa la gestación de las madres y saben con más certera quiénes son sus hijos que los padres. Debe, pues, ser más amada la madre que el padre.
3. Debemos mayor afecto de amor a quien más ha trabajado por nosotros, a tenor de las palabras del Apóstol: Saludad a María, que ha trabajado mucho entre vosotros (Rm 16,6). Ahora bien, la madre trabaja más que el padre en la generación y en la educación, y por eso se dice: No te olvides de los gemidos de tu madre (Si 7,29). En consecuencia, el hombre debe amar más a la madre que al padre.
Contra esto: está lo que afirma San Jerónimo en su comentario sobre Ezequiel: Después de Dios, Padre de todos, debe ser amado el padre; después, añade, la madre.

Respondo: En estas comparaciones se ha de entender con rigor lo que se propone, y aquí se plantea el problema en torno al padre en cuanto padre, o sea, si debe ser más amado que la madre en cuanto madre. En casos de este tipo puede ser tan grande la diferencia entre la virtud y la malicia, que la amistad se disuelva o disminuya, como escribe el Filósofo en VIII Ethic.. Por eso, como escribe San Ambrosio: Los buenos parientes se han de anteponer a los malos hijos. En términos absolutos debe ser más amado el padre que la madre, dado que el padre y la madre son amados como principio del origen natural. Pues bien, el padre es principio de modo más excelente que la madre, por serlo como principio activo, y la madre lo es como principio pasivo y material. En consecuencia, y hablando en absoluto, debe ser más amado el padre.
A las objeciones:
Soluciones: 1. En la generación del hombre, la madre aporta la materia informe del cuerpo, y esa materia se va formando por la capacidad formativa del semen paterno. Y aunque este tipo de capacidad no puede crear el alma racional, dispone, sin embargo, la materia corporal para la recepción de tal forma.
2. Lo que se afirma en esa objeción se refiere a otra clase de amor.
Efectivamente, la amistad que tenemos con quien nos ama es específicamente distinta de la que tenemos con quien nos ha engendrado. Pero aquí tratamos de la amistad debida al padre y a la madre considerados como principio de nuestra generación.
Esta respuesta vale también para la tercera objeción.

ARTíCULO 11 ¿Debe amar el hombre más a la esposa que al padre y a la madre?

Objeciones por las que parece que el hombre debe amar más a la esposa que al padre y a la madre:
Objeciones: 1. Nadie deja una cosa sino por otra a la que prefiere. Pues bien, la Escritura dice que por la esposa deja el hombre a su padre y a su madre (Gn 2,24). En consecuencia, debe amar más a la esposa que al padre y a la madre.
2. Escribe el Apóstol que los esposos deben amar a sus esposas como a sí mismos (Ep 5,28). Ahora bien, el hombre debe amarse a sí mismo más que a sus padres. Por tanto, debe amar más a su esposa que a sus padres.
3. Donde hay más motivos de amar debe haber también más amor. Pues bien, en la amistad con la esposa son muchos los motivos de amar, ya que escribe el Filósofo en VIII Ethic. que en esta amistad parece hallarse lo útil, lo deleitable y lo virtuoso, si son virtuosos los cónyuges. Debe, pues, ser mayor el amor a la esposa que a los padres.
Contra esto: está lo que escribe el Apóstol: El marido debe amar a su esposa como a su carne (Ep 5,28-29). Ahora bien, el hombre debe amar menos su carne que al prójimo, como ya quedó expuesto (a. 5), y de entre el prójimo a quien más se debe amar es a los padres. Por lo tanto, debe amar más a éstos que a la esposa.
Respondo: Como hemos expuesto en otro lugar (a. 7 y 9), el grado de amor puede entenderse en doble sentido: por la naturaleza del bien y por la unión entre quien ama y la persona amada. Así, por la naturaleza del bien, objeto del amor, se debe amar a los padres antes que a la esposa, puesto que se ama a los padres en cuanto principio y personificación de un bien superior. Desde el punto de vista de la unión, en cambio, debe ser más amada la esposa, por la unión que tiene con el esposo, formando con él una sola carne, a tenor de las palabras de Mt 19,6: Serán los dos una sola carne. Por eso la esposa es amada más intensamente, pero a los padres se les debe mayor respeto.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El hombre no deja del todo a su padre y a su madre por la esposa, ya que hay circunstancias en las que el hombre debe atender a su padre y a su madre antes que a la esposa. Mas en lo que afecta a la unión conyugal y a la cohabitación, el hombre, dejados los padres, se une a su esposa.
2. Las palabras del Apóstol no han de entenderse en el sentido de que el hombre debe amar a su esposa tanto como a sí mismo. Significan solamente que el amor que tiene hacia sí mismo es el motivo del que tiene a la esposa.
3. También en la amistad paterna hay razones múltiples de amor. Bajo algún aspecto tienen preponderancia sobre el motivo de amor a la esposa, es decir, en cuanto a la razón de bien. Pero desde el punto de vista de la unión, tienen preponderancia los motivos de amar a la esposa.
4. Tampoco eso se ha de interpretar en el sentido de que el como implique igualdad, sino motivo de amor. El esposo, efectivamente, ama a su esposa por razón de la unión carnal.

ARTíCULO 12 ¿Debe amar el hombre más al bienhechor que al beneficiado?

Objeciones por las que parece que el hombre debe amar más al bienhechor que al beneficiado:
Objeciones: 1. Escribe San Agustín en el libro De cathechiz. Rud. que no hay provocación mayor al amor que adelantarse a amar. Efectivamente, resulta duro en demasía el ánimo que, no queriendo adelantarse a amar, rechaza el amor ofrecido.
Ahora bien, el bienhechor se nos anticipa con beneficio de caridad. Por tanto, le debemos amar principalmente.
2. Alguien ha de ser tanto más amado cuanto más gravemente pecamos retirándonos de su amor o actuando contra él. Pues bien, incurre más gravemente en pecado quien no ama al bienhechor, o actúa contra él, que si deja de amar a quien hasta ahora ha beneficiado. Por tanto, han de ser más amados los bienhechores que los beneficiados.
3. De las cosas que hay que amar, sobre todas ellas se debe amar a Dios y, después de El, al padre, como escribe San Jerónimo. Pues bien, Dios y el padre son los bienhechores máximos. En consecuencia, debe ser más amado el bienhechor.
Contra esto: está lo que escribe el Filósofo en IX Ethic.: Parece que los bienhechores aman más a los beneficiados que al revés.
Respondo: Según lo expuesto (a. 7, 9 y 11), de una cosa se dice que es más amada por doble título: o porque ofrece un bien más excelente, o porque es más íntima la unión con ella. Desde el primer punto de vista debe ser más amado el bienhechor, ya que, siendo principio del bien del beneficiado, ofrece razón de bien más excelente, como dijimos del padre (a. 9). Desde el segundo punto de vista, empero, amamos más a los beneficiados, como prueba el Filósofo en IX Ethic., por cuatro razones: Primera, porque el beneficiado es, en cierto modo, obra del bienhechor, y de ahí viene la costumbre de decir éste es hechura de aquél. Ciertamente es natural que cada cual ame su obra, como vemos a los poetas amando sus poemas. La razón de ello estriba en el hecho de que todo ser ama su ser y su vida, que se manifiesta sobre todo en el obrar.
Segunda, porque cada uno ama naturalmente aquello en que ve su propio bien.
En verdad, el bienhechor y el beneficiado encuentran recíprocamente el uno en el otro algún bien; el primero encuentra en el segundo su bien honesto, y éste en aquél, su bien útil. Ahora bien, siempre se considera más deleitable el bien honesto que el útil; bien porque es más duradero, ya que la utilidad pasa pronto y el deleite de la memoria no es el de la realidad que está presente; bien porque el bien que hacemos lo recordamos con mayor placer que los buenos servicios recibidos de otro. Tercera, porque a quien ama le incumbe obrar, dado que quiere y procura el bien para el amado, y a éste le corresponde recibirlo. De ahí que al más excelente atañe el amar, y por eso es propio del bienhechor que ame más. Cuarta, porque es más difícil hacer el bien que recibirlo, y así amamos más lo que es obra de nuestro trabajo, y lo que nos llega con facilidad, de algún modo lo despreciamos.
A las objeciones:
Soluciones: 1. En el bienhechor está estimular al beneficiado a que le ame; aquél, en cambio, ama a éste no provocado por él, sino espontáneamente. Y lo espontáneo es de mayor calidad que lo provocado.
2. El amor del beneficiado al bienhechor es más obligado, y por eso lo contrario tiene razón de mayor pecado. El amor, empero, del bienhechor al beneficiado es más espontáneo, y por eso goza de mayor prontitud.
3. Más nos ama Dios a nosotros que nosotros a El, al igual que los padres aman a los hijos más que éstos a ellos. Con todo, no es preciso que amemos más a los beneficiados que a ciertos bienhechores, y así, a los bienhechores de quienes hemos recibido beneficios máximos, como Dios y los padres, les damos preferencia en el amor sobre aquellos a quienes hemos hecho beneficios menores.

ARTíCULO 13 ¿Permanece en la patria el orden de la caridad?

Objeciones por las que parece que el orden de la caridad no permanece en la patria:
Objeciones: 1. Escribe San Agustín en el libro De vera relig. que la caridad perfecta es la que hace que amemos más los mejores bienes y menos los menores. Pues bien, en la patria la caridad será perfecta. Por tanto, cada uno amará más al mejor que a sí mismo o a quien esté unido con él.
2. Es más amado aquel para quien deseamos mayor bien. Ahora bien, todo el que esté en la patria querrá mayor bien para quien lo tenga mayor, pues de lo contrario su voluntad no se conformaría del todo con la divina. Pero allí el mayor bien lo tiene el mejor, y, por tanto, todos amarán más al mejor. En consecuencia, se amará al mejor más que a uno mismo, y al extraño más que al pariente.
3. Todo motivo de amor en la patria será Dios, ya que entonces se cumplirá del todo lo que escribe el Apóstol en 1Co 15,28: Que sea Dios todo en todos. Por lo mismo, ha de ser más amado el que esté más cerca de Dios. En conclusión, se amará al mejor más que a uno mismo, y al extraño más que al pariente.
Contra esto: está el hecho de que la gloria no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona, y el orden de la caridad antes propuesto (a. 3, 6, 7 y 8) proviene de la naturaleza misma. Por otra parte, todos los seres se aman a sí mismos más que a los demás. En consecuencia, el orden de la caridad permanecerá en la patria.
Respondo: En la patria debe permanecer necesariamente el orden de la caridad en cuanto se refiere al amor de Dios sobre todas las cosas, pues esto se cumplirá de manera absoluta cuando el hombre disfrute perfectamente de Dios.
Mas en cuanto a la relación del hombre con los demás parece que se impone una distinción. Efectivamente, como ya hemos expuesto (a. 7), el grado de amor se puede apreciar de diversas maneras: o por la diferencia de bien que uno desea para otro, o por la intensidad del amor. Desde el primer punto de vista, ama el hombre a los mejores más que a sí mismo, y menos a los menos buenos. El bienaventurado, en efecto, querrá que cada cual tenga el bien que le corresponda según la justicia divina, a causa de la perfecta conformidad de su voluntad humana con la divina. Pero entonces ya no habrá lugar para progresar por méritos hacia una recompensa mayor, como acaece en la condición de esta vida, en la que el hombre puede aspirar a una virtud y a una recompensa mejores; en la patria, la voluntad de cada uno queda divinamente determinada.
Desde el segundo punto de vista, por el contrario, cada uno se amará más a sí mismo que al prójimo, dado que la intensidad del acto de amor radica en el sujeto que ama, como ya expusimos (a. 7). Mas también para esto confiere Dios a cada uno el don de la caridad, de suerte que primero oriente su mente hacia Dios, lo cual atañe al amor de sí mismo, y después quiera el orden de los demás respecto de Dios, y también que coopere a ello en cuanto pueda.

En cuanto al orden que hay que establecer entre los prójimos, hay que decir sin reservas que con amor de caridad amará más al mejor, porque toda la vida bienaventurada consiste en la ordenación de la mente a Dios. Por tanto, todo el amor de los bienaventurados se establecerá en relación con Dios, de manera que sea más amado y esté más unido a quien más unido esté a Dios. No habrá entonces, como en esta vida, la necesidad de proveer a las necesidades, hecho que obliga a preferir, en cualquier circunstancia, al que esté más unido que al extraño; esto hace que, en esta vida, por inclinación misma de la caridad, el hombre ame más al que está más unido a él, y a él también le deba dispensar más los efectos de la caridad. Acaecerá, sin embargo, en la patria, que cada cual amará por más motivos al allegado, ya que en el alma del bienaventurado permanecerán todas las causas del amor honesto. En cualquier caso, a todas esas razones se antepone la del amor, basada en el acercamiento a Dios.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La razón aducida es concluyente en lo que afecta a cuantos están unidos a nosotros. Mas en cuanto a sí mismo, cada cual debe amarse a sí mismo más que a los demás, y tanto más cuanto más perfecta sea la caridad, pues la perfección de ésta ordena al hombre de manera perfecta hacia Dios, y esto pertenece al amor de sí mismo, como queda dicho.
2. Esa objeción concluye en el orden del amor que corresponde al grado de bien que se quiere para el ser amado.
3. Dios será para cada uno la razón total de amor por ser El el bien del hombre.
Porque si, por un imposible, no fuera Dios el bien del hombre, no tendría motivo de amor. Es menester, por lo mismo, que, en el orden del amor, después de Dios se ame el hombre sobremanera a sí mismo.


CUESTIÓN 27 El amor, acto principal de la caridad

Corresponde a continuación tratar del acto de la caridad. Trataremos, primero, del acto principal de la caridad, que es el amor. Después, de los actos o efectos consiguientes.
Sobre lo primero se formulan ocho preguntas:
Objeciones: 1. ¿Qué es más propio de la caridad: ser amado o amar? 2. Amar, en cuanto acto de la caridad, ¿es lo mismo que benevolencia? 3. ¿Dios ha de ser amado por El mismo? 4. ¿Puede ser amado inmediatamente? 5. ¿Puede ser amado totalmente? 6. ¿Hay medida en su amor? 7. ¿Qué es mejor: amar al amigo o al enemigo? 8. ¿Qué es mejor: amar a Dios o al prójimo?

ARTíCULO 1 ¿Es más propio de la caridad ser amado que amar?

Objeciones por las que parece que es más propio de la caridad ser amado que amar:
Objeciones: 1. La caridad es más perfecta en los mejores. Ahora bien, los mejores deben ser más amados. Luego es más propio de la caridad ser amado.
2. Lo que se encuentra en muchos parece más congruente con la naturaleza, y, por tanto, mejor. Ahora bien, según el Filósofo en VIII Ethic.: Muchos prefieren ser amados a amar, y por eso abundan los que gustan de la adulación. Es, pues, mejor ser amado que amar y, en consecuencia, más congruente con la naturaleza.
3. Lo que hace que una cosa sea tal es más que la cosa misma. Pues bien, los hombres aman porque son amados, según las palabras de San Agustín en el libro De catechiz. Rud.: No hay mayor provocación al amor que adelantarse a amar. En consecuencia, la caridad estriba más en ser amado que en amar.
Contra esto: está lo que afirma el Filósofo en VIII Ethic.: hay más amistad en amar que en ser amado. Pues bien, la caridad es cierta amistad. Por tanto, consiste más en amar que en ser amado.
Respondo: Amar atañe a la caridad en cuanto caridad. Efectivamente, por ser virtud tiene inclinación esencial a su propio acto. Ahora bien, el acto propio de quien recibe la caridad no es ser amado, sino que su acto de caridad es amar; ser amado le compete por la razón común de bien, a saber, en cuanto que otro, por el acto de caridad, intenta su bien; de donde se desprende que a la caridad atañe más amar que ser amado, porque a cualquiera le concierne más lo que le corresponde de suyo y sustancialmente que lo que le compete por otro. Esto lo confirman dos hechos significativos. Primero, al amigo se le alaba más por amar que por ser amado; más aún, se les reprocha si son amados y no aman.
Segundo, las madres, que son las que más aman, estiman más amar que ser amadas. Algunas --escribe el Filósofo en el mismo lugar-- confían los hijos a la nodriza y aman efectivamente, pero sin inquietarse por la reciprocidad si no se da.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Los mejores, por serlo, son más dignos de amor. Mas porque en ellos es más perfecta la caridad, aman también más, si bien en proporción al objeto amado.
En verdad, el que es mejor no ama a su inferior por debajo de lo que es digno de ser amado, mientras que el menos bueno no llega a amar al mejor cuanto merece.
2. Según el Filósofo allí mismo, los hombres quieren ser amados por cuanto desean ser honrados. Ciertamente, como el honor se tributa a una persona como testimonio del bien que hay en ella, así, por el hecho de ser amado, se demuestra que hay bien en él, ya que solamente el bien es amable. En consecuencia, el ser amados y el ser honrados lo buscan los hombres en orden a otra cosa, es decir, para manifestar el bien que hay en el amado.
En cambio, quienes tienen caridad quieren amar por amar, cual si fuera esto el fin de la caridad, como cualquier acto de virtud es el fin de esa virtud. De ahí que a la caridad le corresponda más querer amar que querer ser amado.
3. Hay quienes aman por ser amados, mas no hasta el extremo de que el fin que pretendan amando sea ser amados, sino que eso es como camino que induce al hombre a amar.

ARTíCULO 2 El amor, en cuanto acto de caridad, ¿es lo mismo que benevolencia?

Objeciones por las que parece que amar, en cuanto acto de caridad, no es otra cosa que benevolencia:
Objeciones: 1. Según el Filósofo en el II Rhet.: Amar es querer un bien para otro, y eso es benevolencia. Luego son lo mismo el acto de caridad que la benevolencia.
2. El acto pertenece a la misma potencia que el hábito. Pues bien, el hábito de caridad radica en la voluntad, como queda expuesto (II-II 24,1). Por tanto, el de caridad es también acto de la voluntad. Ahora bien, ese acto solamente se da tendiendo al bien, y esto es benevolencia. Luego el acto de caridad no es otra cosa que benevolencia.
3. Él Filósofo en IX Ethic. Señala cinco cosas que atañen a la amistad. La primera de ellas es que el hombre quiere el bien para el amigo; la segunda, que le desee existir y vivir; la tercera, que conviva con él; la cuarta, que tenga los mismos gustos; la quinta, que comparta sus alegrías y sus penas. Pues bien, las dos primeras atañen a la benevolencia. Luego ésta es el acto primero de la caridad.
Contra esto: está lo que afirma el Filósofo en IX Ethic. Diciendo que la benevolencia ni es amistad ni amor, sino principio de la amistad. Pues bien, la caridad, como queda dicho (II-II 23,1), es amistad. Luego la benevolencia no es lo mismo que la dilección, acto de caridad.
Respondo: La benevolencia, en sentido propio, es un acto de la voluntad que consiste en querer un bien para otro. Pero este acto de la voluntad difiere del amor, tanto del que radica en el apetito sensitivo como del que se sustenta en el apetito intelectivo, que es la voluntad. En realidad, el amor que está en el apetito sensitivo es una pasión, y toda pasión inclina a su objeto con cierto impulso. Pero la pasión del amor no surge súbitamente, sino después de consideración asidua de la cosa amada. Por eso, el Filósofo, en IX Ethic., queriendo mostrar la diferencia que hay entre la benevolencia y el amorpasión, dice que la benevolencia carece de convulsión y de apetito, esto es, de la impetuosidad de la inclinación, pues el hombre desea el bien para otro sólo por decisión de la razón. Por otra parte, el amor-pasión brota de la costumbre, mientras que la benevolencia surge, a veces, repentinamente, como acontece con los púgiles que luchan, que deseamos la victoria de uno de ellos sobre el otro.
Incluso el amor que se sustenta en el apetito intelectivo difiere también de la benevolencia, ya que conlleva una unión afectiva entre quien ama y la persona amada, de modo que el primero considera a la segunda como unida a él o como perteneciéndole, y por eso se mueve hacia ella. La benevolencia, en cambio, es simple acto de la voluntad por el que queremos para el otro el bien, sin presuponer esa unión afectiva con él. En conclusión, el amor de dilección, considerado como acto de caridad, implica, en verdad, benevolencia, pero añadiendo, en cuanto amor, una unión afectiva. Por eso afirma allí mismo el Filósofo que la benevolencia es principio de amistad.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El Filósofo define allí amar sin tocar toda su esencia, sino solamente alguno de los elementos que de manera más clara manifiestan el acto de amar.
2. La dilección es acto de la voluntad que tiende hacia el bien, pero con cierta unión con el amado, y eso no lo tiene la simple benevolencia.
3. Lo que pone allí el Filósofo en tanto pertenece a la amistad en cuanto proceda del amor que cada cual se tiene a sí mismo, como allí mismo se dice, o sea, que se comporta con el amigo como consigo mismo, y esto pertenece a la unión afectiva.

ARTíCULO 3 ¿Ha de ser amado Dios con caridad por sí mismo?

Objeciones por las que parece que Dios no ha de ser amado con caridad por sí mismo, sino por otro motivo.
Objeciones: 1. Escribe San Gregorio en una homilía: Por las cosas que conoce el ánimo procede a amar lo que desconoce. Ahora bien, por desconocido entiende San Gregorio las cosas inteligibles y divinas, y por conocido entiende lo sensible. Por tanto, Dios ha de ser amado por otras cosas.
2. El amor sigue al conocimiento, y Dios es conocido por otra cosa, ya que el entendimiento conoce lo invisible de Dios a través de sus obras; como se ve en (Rm 1,20). En consecuencia, también es amado por otras cosas y no por sí mismo.
3. La esperanza engendra la caridad, afirma la Glosa, y en expresión de San Agustín en Super prim. Canonic. Loann.: El temor produce la caridad. Pues bien, la esperanza espera alcanzar algo de Dios, y el temor rehuye lo que Dios puede infligir. Parece, pues, que Dios ha de ser amado por el bien esperado o por el mal temido. Por tanto, no ha de ser amado por sí mismo.
Contra esto: está lo que afirma San Agustín en I De doctr. christ.: Gozar es la adhesión amorosa a una cosa por sí misma. Ahora bien, en el mismo libro escribe que hay que gozar de Dios. Por tanto, ha de ser amado por El mismo.
Respondo: La palabra por (=propter) implica relación con alguna de las causas. Pero hay cuatro géneros de causas: final, formal, eficiente y material, y a esta última se reduce también la disposición material, que es causa no de suyo, sino circunstancialmente. Pues bien, una cosa debe ser amada por otra a tenor de estos cuatro géneros de causas. Según la causa final, queremos la medicina como remedio para la salud. Según la causa formal, amamos al hombre por la virtud, porque por la virtud es formalmente bueno y, por consiguiente, amable. Según la causa eficiente, amamos a algunos porque son hijos de tal padre. En conformidad con la disposición, que se reduce al género de la causa material, decimos que amamos algo por aquello que nos dispone a amar, por ejemplo, los beneficios recibidos, si bien, después que comenzamos a amar, no amamos al amigo por esos beneficios, sino por su virtud.
Pues bien, de las tres primeras maneras no amamos a Dios por ninguna otra cosa sino por El mismo, dado que Dios no se ordena a otra cosa como a su fin, puesto que El mismo es fin último de todo. Tampoco es informado por otro alguno para ser bueno, puesto que su sustancia es su bondad, que hace ejemplarmente buenas todas las cosas. Tampoco recibe de otro su bondad, ya que todos la reciben de El. Sin embargo, del cuarto modo puede ser amado por otra cosa, en el sentido de que algunas cosas que no son El nos disponen a progresar en el amor, por ejemplo, los beneficios recibidos de El o los premios esperados, e incluso las penas que por El mismo intentamos evitar.
A las objeciones:
Soluciones: 1. San Gregorio no pretende decir que lo conocido sea para nosotros la razón de amar lo desconocido a modo de causa formal, final o eficiente; únicamente quiere decir que dispone al hombre a amar lo que desconoce.
2. El conocimiento de Dios se adquiere por otras cosas; pero, una vez conocido, no se conoce por otro sino por El mismo, a tenor de lo que leemos en Jn 4,42): Ya no creemos por tu palabra; nosotros hemos visto y sabemos que éste es en verdad el Salvador del mundo.
3. La esperanza y el temor conducen a la caridad a manera de disposición, como se infiere de lo expuesto.

ARTíCULO 4 ¿Puede ser amado Dios inmediatamente en esta vida?

Objeciones por las que parece que Dios no puede ser amado inmediatamente en esta vida:
Objeciones: 1. Es imposible amar lo que se desconoce, escribe San Agustín en X De Trin.
Ahora bien, en esta vida no conocemos inmediatamente a Dios, porque, como se lee en 1Co 13,12: Ahora vemos en un espejo, confusamente. Por tanto, tampoco le amamos inmediatamente.
2. Quien no puede lo menos, tampoco puede lo más. Pues bien, es más amar a Dios que conocerle, dado que, según (1Co 6,17), el que se une a Dios --por el amor-- se hace un solo espíritu con El. Pero el hombre no puede conocer inmediatamente a Dios. Luego mucho menos puede amarle.
3. El hombre se aleja de Dios por el pecado, a tenor de lo que leemos en Is 59,2: Vuestras faltas os separan a vosotros de vuestro Dios. Ahora bien, el pecado reside más en la voluntad que en el entendimiento. Por consiguiente, menos puede amar inmediatamente a Dios el hombre que conocerle inmediatamente.
Contra esto: está el hecho de que el conocimiento mediato de Dios se llama enigmático y desaparece en la patria, como vemos en 1Co 13,9ss; la caridad, en cambio, no acaba nunca, a tenor de 1Co 13,8. Por tanto, la caridad de esta vida une inmediatamente a Dios.
Respondo: Queda ya expuesto (II-II 26,1 ad 2) que el acto de la potencia cognoscitiva se perfecciona por el hecho de que el objeto conocido está en el sujeto que conoce; el acto, empero, de la potencia apetitiva se perfecciona por la tendencia del apetito hacia la realidad misma. Por eso es menester que el movimiento del apetito sensitivo se dirija hacia la realidad tal cual es, mientras que el acto de la potencia cognoscitiva se conforma a la condición de quien conoce. Ahora bien, este mismo orden se encuentra de suyo en las cosas, y es: Dios es cognoscible y amable por El mismo, puesto que es esencialmente la verdad y la bondad, por lo que son conocidas y amadas las demás cosas. Pero respecto a nosotros hay que considerar que nuestro conocimiento tiene su origen en el sentido, y lo más cognoscible es lo más inmediato a los sentidos, mientras que lo más alejado es lo último que conocemos. De todo esto hay que concluir que el amor, acto de la potencia apetitiva, tiende en primer lugar hacia Dios, incluso en nuestra vida, y de El va hacia las otras cosas. A tenor de eso, la caridad ama inmediatamente a Dios, y a las demás cosas las ama mediante El.
En el conocimiento, en cambio, al revés: a Dios le conocemos por las cosas, como a la causa por los efectos, o por vía de eminencia o de negación, como está claro en Dionisio en el libro De div. nom..
A las objeciones:
Soluciones: 1. Aunque no se puede amar lo desconocido, no se sigue de ello, sin embargo, que el orden del conocimiento sea idéntico al del amor, ya que el amor es término del conocimiento. Por eso, donde acaba éste, que es en la cosa conocida a través de otras, puede comenzar inmediatamente el amor.
2. Porque es mayor el amor de Dios que su conocimiento, sobre todo en esta vida, por eso se le presupone. Pero dado que el conocimiento no se detiene en las realidades creadas, sino que por ellas tiende hacia otra cosa, se establece una especie de movimiento circular: el conocimiento se inicia en las criaturas para ir hacia Dios, y el amor tiene su punto de partida en Dios, como fin último, y de El desciende a las criaturas.
3. La caridad elimina la aversión a Dios causada por el pecado, y no el solo conocimiento. Por eso la caridad es la que, amando, une al alma inmediatamente con Dios con vínculo de unión espiritual.


Suma Teológica II-II Qu.26 a.9