Suma Teológica II-II Qu.110 a.4

ARTíCULO 4 ¿Es pecado mortal toda mentira?

Objeciones por las que parece que toda mentira es pecado mortal.
Objeciones: 1. Dice el Ps 5,7: Tú perderás a todos los que hablan mentiras; y en el libro de la Sg 1,11: La boca embustera da muerte al alma. Pero la perdición y la muerte del alma sólo las causa el pecado mortal. Luego toda mentira es pecado mortal.
2. Todo lo que se opone a los preceptos del decálogo es pecado mortal. Pero la mentira se opone al precepto: No dirás falso testimonio (Ex 20,16). Luego toda mentira es pecado mortal.
3. San Agustín dice en I De Doct. Christ. que ningún mentiroso, por el hecho de mentir, guarda la fidelidad debida a su palabra, pues lo que pretende es que la persona a la que miente dé crédito a lo que él, por su parte, puesto que miente, no cree. Pero todo transgresor de la fidelidad debida a la palabra es inicuo. Y a nadie se le llama transgresor infiel o inicuo por un pecado venial. Luego ninguna mentira es pecado venial.
4. El premio eterno no se pierde si no es por el pecado mortal. Pero por la mentira se pierde la recompensa eterna, conmutada en algo temporal, pues dice San Gregorio que en la recompensa de las parteras se nos da a entender lo que la culpa de la mentira merece. Puesto que el premio a su benignidad, que pudo habérseles dado en la vida eterna, se les conmutó por una recompensa terrena, al ir precedido de una culpa: la de la mentira. Luego aun la mentira oficiosa, cual fue la de las parteras, mentira, según parece, levísima, es un pecado mortal.
5. San Agustín dice en el libro Contra mendacium que el precepto dado a los perfectos es no sólo no mentir, sino el no querer mentir. Pero el obrar contra un precepto es pecado mortal. Luego toda mentira de los perfectos es un pecado mortal. Por tanto, por la misma razón serán mortales las de todos los demás, pues en el caso contrario estarían éstos en mejores condiciones que aquéllos.
Contra esto: está lo que San Agustín dice, In V Psalm.: Hay dos clases de mentiras que no constituyen culpa grave, lo que no quiere decir que no haya culpa: tienen lugar cuando bromeamos o mentimos en beneficio del prójimo.
Ahora bien: todo pecado mortal es culpa grave. Luego la mentira jocosa y oficiosa no son pecados mortales.
Respondo: Pecado mortal, en su sentido propio, es lo que se opone a la caridad, virtud por la que el alma vive unida a Dios, como antes se dijo (q. 24 a.12; q.35 a.3; I-II 72,5). Ahora bien: la mentira puede oponerse a la caridad de tres maneras: la primera, por sí misma; la segunda, por el fin intentado; la tercera, ocasionalmente. Es contraria de suyo a la caridad por su misma falsa significación. De hecho, si se trata de cosas divinas, se opone a la caridad para con Dios, cuya verdad con tal mentira se oculta o se adultera. Tal mentira, pues, no sólo se opone a la virtud de la verdad, sino también a la de la fe y la religión. Por tanto, esta mentira es gravísima y mortal. Si la falsedad versa sobre materias cuyo conocimiento supone un bien para el hombre, por ejemplo, las de carácter científico o moral, tal mentira, por dañar al prójimo induciéndolo a error, se opone a la caridad para con él. Por consiguiente, es pecado mortal. En cambio, si el error causado por la mentira es acerca de esas cosas en las que el saber si son así o de otra forma no tiene importancia alguna, con ella en este caso no se daña al prójimo, por ejemplo, cuando el engaño versa sobre hechos particulares que ni le van ni le vienen. Por tanto, tal mentira de suyo no es pecado mortal.
La mentira, asimismo, se opone a la caridad por razón del fin intentado. Tal es el caso de la que se dice para injuriar con ella a Dios, la cual constituye siempre pecado mortal, como contraria a la religión; o para dañar al prójimo en su persona, en sus bienes o en su fama, que también ésta es pecado mortal, porque lo es el hacer daño al prójimo, y basta con la intención de cometer un pecado mortal para pecar mortalmente. Pero si el fin intentado no es contrario a la caridad, tampoco la mentira por este motivo será pecado mortal, como se echa de ver en el caso de la mentira jocosa, cuyo fin es divertirse un poco; y en la oficiosa, en la que uno busca incluso ser útil al prójimo.
Ocasionalmente, por fin, puede ser la mentira contraria a la caridad por razón de escándalo o de cualquier daño que de ella se siga. También en un caso así, o sea, cuando a uno le trae sin cuidado el mentir en público a pesar del escándalo que de ello se va a seguir, será pecado mortal.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Esos textos aducidos se refieren a la mentira perniciosa, tal como explica la Glosa sobre aquellas palabras del salmo: Perderás a todos los que hablan mentira.
2. Puesto que todos los preceptos del decálogo se ordenan al amor de Dios y del prójimo, como antes se dijo (II-II 44,1 ad 3; I-II 100,5 ad 1), en tanto la mentira es contraria a un precepto del decálogo en cuanto se opone a dicho amor. Por eso se prohíbe expresamente el falso testimonio contra el prójimo.
3. También del pecado venial, en sentido amplio, se puede decir que es una iniquidad, en cuanto que es algo marginal con respecto a la equidad de la justicia. Por eso se nos dice en 1Jn 3,4: Todo pecado es iniquidad. En este mismo sentido habla San Agustín.
4. La mentira de esas parteras puede considerarse de dos modos. Primero, atendiendo a sus sentimientos de benevolencia hacia los judíos y de temor reverencial a Dios, por los que se elogia en ellas su conducta virtuosa; y en este sentido se les debe recompensa eterna. Por esto dice San Jerónimo que Dios construyó para ellas moradas espirituales. Segundo, atendiendo al acto mismo externo de mentir. Por tal acto ciertamente no pudieron merecer la recompensa eterna, sino, en todo caso, alguna recompensa temporal, con cuyo mérito no está reñida la deformidad de la mentira, como lo está con el mérito de la recompensa eterna. Tal es el sentido que ha de ciarse a las palabras de San Gregorio: no quiere decirse, como se deducía de la objeción, que por aquella mentira mereciesen perder la recompensa eterna que antes habían merecido por su buen corazón.
5. Algunos opinan que las mentiras de los perfectos son todas ellas pecado mortal. Pero en esto van contra toda razón. Pues ninguna circunstancia comunica al acto gravedad mortal sino la que cambia la especie del mismo.
Ahora bien: la circunstancia de persona no cambia la especie de sus actos, a no ser por algo sobreañadido; por ejemplo, si con ellos se quebranta un voto de la misma. Pero nada de esto puede decirse si se trata de mentiras jocosas y oficiosas, por lo que ninguna de éstas es pecado mortal en los perfectos, a no ser ocasionalmente, por razón de escándalo. A esto puede referirse lo que dice San Agustín: que el precepto dado a los perfectos es no sólo no mentir, sino el no querer mentir. Y aun esto mismo no lo afirma de manera categórica, sino dejándolo en dudas, ya que antes de estas palabras dice: A no ser, quizá, como de perfectos, etc.
Ni vale como argumento en contra el que se considera como profesionales, por lo que a la custodia de la verdad se refiere, a los que están obligados a decirla por su cargo de maestros o de jueces. Si éstos mienten en los juicios o en la enseñanza, tal mentira será pecado mortal; en los demás casos, aunque mientan, su pecado no tiene por qué ser tan grave.


CUESTIÓN 111 La simulación e hipocresía

Trataremos a continuación de la simulación e hipocresía (cf. q. 110, introd.).
Sobre este tema hacemos cuatro preguntas: 1. ¿Es pecado toda simulación? 2. ¿La hipocresía es simulación? 3. ¿Se opone a la verdad? 4. ¿Es pecado mortal?

ARTíCULO 1 ¿Es pecado toda simulación?

Objeciones por las que parece que no toda simulación es pecado.
Objeciones: 1. Porque se nos dice en Le, últ., 28 que el Señor fingió dirigirse a un lugar más lejano. También San Ambrosio dice de Abraham, en el libro De Patriarchis, que hablaba capciosamente a sus criados cuando les dijo (Gn 22,5): El niño y yo, después que hayamos subido a toda prisa hasta allí y acabada nuestra oración, volveremos a estar con vosotros. Pero fingir y hablar capciosamente son actos de simulación y, a pesar de todo, no puede decirse que en Cristo y en Abraham haya habido pecado. Luego no toda simulación es pecado.
2. Ningún pecado es algo útil. Pero, como dice San Jerónimo, el ejemplo de Jehú, rey de Israel, que dio muerte a los sacerdotes de Baal fingiendo que lo que quería era adorar a los ídolos, como se nos dice en 2R 10,18ss, nos da a entender que la simulación es útil y debe emplearse a su debido tiempo. Y también David demudó su rostro en presencia de Achis, rey de Geth, como leemos en 1S 21,13. Luego no toda simulación es pecado.
3. El bien es lo contrario del mal. Luego el simular el bien es algo malo, simular el mal es algo bueno.
4. En Is 3,9 se dice en contra de algunas personas: Alardearon de sus pecados como Sodoma; no los ocultaron. Pero ocultar los pecados es acto de simulación.
Por tanto, el no obrar con simulación es algunas veces reprensible. Y como nunca el evitar el pecado es digno de reprensión, de ahí que la simulación no siempre sea pecado.
Contra esto: está el que la Glosa dice, comentando aquel texto de Is 16,14: Dentro de tres años, etc.: Comparados entre sí estos dos males, es más leve el pecar abiertamente que el simular la santidad. Ahora bien: pecar abiertamente siempre es pecado. Luego la simulación siempre es pecado.

Respondo: Como antes indicamos (q. 109 a.3 ad 3), es propio de la virtud de la verdad el que uno se manifieste, por medio de signos exteriores, tal cual es.
Pero signos exteriores son no sólo las palabras, sino también las obras. Luego así como se opone a la verdad el que uno diga una cosa y piense otra, que es lo que constituye la mentira, así también se le opone el que uno dé a entender con acciones u otras cosas acerca de su persona lo contrario de lo que hay, que es a lo que propiamente llamamos simulación. Luego la simulación, propiamente hablando, es una mentira expresada con hechos o cosas. Ahora bien: lo de menos es el que se mienta con palabras o con otro hecho cualquiera, como antes dijimos (q. 110 a.1 ad 2). Luego como toda mentira es pecado, conforme a lo dicho (a. 3), sigúese el que lo es también toda simulación.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Como enseña San Agustín en De quaest. evang., no siempre lo que fingimos es mentira. Sino solamente cuando lo que se finge carece de toda significación; pues cuando nuestras ficciones tienen algún significado, no son mentira, sino figura de la verdad. Y cita a continuación como ejemplo las expresiones figuradas en que se finge una cosa sin intención de afirmar que de veras es así, sino que se la propone como figura de otra que queremos afirmar. Así, pues, es en este sentido como el Señor fingió ir más lejos, pues hizo ademán de querer alejarse, para significar, como dice San Gregorio, figuradamente alguna cosa, a saber: que se hallaba lejos de la fe de aquellos hombres; o como dice San Agustín, que, aunque estaba ya para alejarse por su ascensión a los cielos, mediante la hospitalidad en cierto modo se lo retenía en la tierra. También habló en sentido figurado Abraham. De ahí que San Ambrosio diga acerca de él que profetizó lo que ignoraba, puesto que él pensaba volver sólo después de haber inmolado a su hijo; pero el Señor expresó por su boca lo que tenía en proyecto. No hay duda, pues, de que ni en uno ni en otro hubo simulación.
2. San Jerónimo emplea la palabra simulación en sentido amplio: para toda clase de ficción. Y que la mudanza del semblante de David fue una ficción en sentido figurado, como explica la Glosa en el título del Ps 23: Bendeciré al Señor en todo tiempo. Que, por lo que se refiere a la simulación de Jehú, no hay necesidad alguna de excusarla de pecado o de mentira por tratarse de un malvado, puesto que no abandonó la idolatría de Jeroboam. Es alabado, sin embargo, y premiado por Dios con recompensa temporal, no por simulación, sino por su celo en extirpar el culto de Baal.
3. Algunos opinan que nadie puede simular que es malo: porque con obras buenas no es posible hacerse pasar por malo, y en el caso de que uno obre mal, ya lo es. Pero esta razón no es convincente. Porque puede uno hacerse pasar por malo por actos que no son malos en sí, pero que tienen cierta apariencia de mal.
Y, por otra parte, la misma simulación en mala tanto por lo que tiene de mentir como por razón de escándalo. Pero, aunque uno, por fingir, se haga malo, no lo es, sin embargo, con aquella malicia que simula serlo. Y puesto que la simulación es mala en sí misma y no por razón de la materia sobre la que versa, ya se trate de un bien o de un mal, siempre es pecado.
4. Así como uno miente de palabra cuando dice lo que no es verdad, pero no cuando calla lo que lo es (lo cual a veces es lícito), así también la simulación tiene lugar cuando uno, por sus obras u otros signos exteriores, expresa algo falso; pero no cuando guarda silencio sobre cosas verdaderas. Por tanto, puede uno ocultar sus propios pecados sin caer por ello en simulación. Y así es como hay que entender lo que allí mismo dice San Jerónimo: que el segundo remedio después de haber naufragado es ocultar el pecado, con el fin de no escandalizar al prójimo.

ARTíCULO 2 ¿Son una misma cosa la hipocresía y la simulación?

Objeciones por las que parece que hipocresía y simulación no son la misma cosa.
Objeciones: 1. La simulación consiste en mentir con los hechos. Pero la hipocresía puede darse también si uno muestra fuera lo que hace dentro, según aquello de Mt 6,2: Cuando des limosna, no quieras publicarla haciendo sonar la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas. Luego la hipocresía y la simulación no son una misma cosa.
2. Dice San Gregorio, en XXXI Moral., que los hay que llevan hábito de santidad y no pueden alcanzar el mérito de la perfección. No se los debe influir por ello en el número de los hipócritas: porque una cosa es pecar por flaqueza y otra pecar por malicia. Ahora bien: los que visten hábitos de santidad sin hacer méritos de perfección son simuladores; porque el hábito exterior de santidad significa que hay obras de perfección. Lúego no son lo mismo simulación e hipocresía.
3. La hipocresía consiste solamente en la intención, pues dice el Señor, acerca de los hipócritas (Mt 23,5), que todas sus obras las hacen para que los vean los hombres; y San Gregorio comenta en XXXI Moral. que nunca se detienen a pensar qué es lo que deben hacer, sino en cómo pueden agradar con lo que hacen a los hombres. Pero la simulación no consiste tan sólo en la intención, sino también en las obras exteriores; por lo cual dice la Glosa sobre aquel texto de Jb 36,13: Los simuladores y los astutos provocan la ira de Dios, que el simulador finge una cosa y hace otra; estima en más la castidad, pero se da a la lascivia; hace ostentación de pobreza, pero llena bien la bolsa. Luego no son lo mismo simulación e hipocresía.
Contra esto: está lo que San Isidoro dice en el libro Etymol.: la palabra griega "hipócrita" se traduce en latín por "simulator", que es aquel que, siendo malo por dentro, se hace pasar externamente por bueno; en efecto, "hypo" significa "falso", y "crisis", "juicio".
Respondo: Como escribe en ese mismo pasaje San Isidoro, el nombre de hipócrita se toma de los actores, que en el teatro van con el rostro cubierto, maquillándose con diversos colores, que hacen recordar a tal o tal otro personaje, según sea el papel, unas veces de hombre, otras de mujer, que representan. Por lo cual, dice San Agustín, en el libro De serm. Dom. in monte, que lo mismo que los comediantes (hipócritas), en sus diferentes papeles, hacen de lo que no son (porque el que hace de Agamenón no es tal, aunque finge serlo), así también en la iglesia y en la vida humana quien quiere aparentar lo que no es, es un hipócrita: porque finge ser justo, aunque no lo es.
Hay que decir, por tanto, que la hipocresía es simulación, pero sólo una clase de simulación: aquella en que una persona finge ser distinta de lo que es, como en el caso del pecador que quiere pasar por justo.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La obra externa es signo natural de la intención con que se hace. Por consiguiente, cuando alguien con obras buenas de suyo, ordenadas a servir y honrar a Dios, lo que busca no es agradar a Dios, sino a los hombres, simula una rectitud de intención que no tiene. Por eso dice San Gregorio, en XXXI Moral., que los hipócritas, con apariencias de servir a Dios, sirven al mundo, porque incluso con las obras con que dan a entender que obran santamente, ellos no buscan la conversión de los hombres, sino el favor popular. Y así fingen falazmente una intención recta que no tienen, aunque no simulen hacer obras sin hacerlas.
2. El santo hábito, el religioso o el clerical por ejemplo, es signo de aquel estado por el que uno se obliga a obras de perfección. Por tanto, cuando uno recibe el santo hábito con la intención de abrazar estado de perfección, si por debilidad luego incurre en faltas no es, a pesar de ellas, ni simulador ni hipócrita, ya que no está obligado a manifestar públicamente su pecado despojándose de dicho hábito de santidad. Sería simulador e hipócrita si tomase el hábito con la intención de hacerse pasar por justo.
3. En toda simulación, como en la mentira, se dan dos elementos: el signo y la cosa significada. Hace, en efecto, la mala intención en la hipocresía las veces de cosa significada, elemento interno que no corresponde al signo. En cambio, el elemento externo, palabras, obras o medios sensibles cualesquiera, es lo que se considera como signo de toda simulación o mentira.

ARTíCULO 3 ¿La hipocresía se opone a la virtud de la verdad?

Objeciones por las que parece que la hipocresía no se opone a la virtud de la verdad.
Objeciones: 1. Porque en la simulación o hipocresía hay signo y cosa significada. Pero ni el uno ni la otra parecen oponerse a alguna virtud especial: pues el hipócrita simula cualquier virtud, y se vale para ello de cualquier obra virtuosa, por ejemplo, del ayuno, la oración y la limosna, como leemos en Mt 6,2-5 Mt 6,16. Luego la hipocresía no se opone especialmente a la virtud de la verdad.
2. Toda simulación procede, al parecer, de cierto dolo, por lo que se opone también a la sencillez. Pero el engaño se opone a la prudencia, como antes se dijo (II-II 55,4;,3). Luego la hipocresía, que es simulación, no se opone a la verdad, sino más bien a la prudencia o a la sencillez.

3. Los actos morales se especifican por el fin. Pero el fin de la hipocresía es la adquisición de lucro o vanagloria, por lo que sobre aquel texto de Jb 27,8: Cuál es la esperanza del hipócrita al practicar avaramente la rapiña, etc., dice la Glosa: El hipócrita --al que en latín llamamos simulador es un raptor avaro, que se apropia de las alabanzas debidas al comportamiento ajeno, cuando, a pesar de su conducta inicua, desea que se lo venere como santo. Ahora bien: puesto que la avaricia y vanagloria no se oponen directamente a la verdad, parece que tampoco se le oponen la simulación o hipocresía.
Contra esto: está el que toda simulación, como antes se dijo (a. 1), es una mentira. Pero la mentira es lo opuesto a la verdad. Luego también lo es la simulación o hipocresía.
Respondo: Como escribe el Filósofo, en X Metaphys., contrariedad es la oposición en la forma, refiriéndose a la forma por la cual se especifican las cosas. Por consiguiente, se ha de afirmar que la simulación o hipocresía puede oponerse a una virtud de dos modos: primero, directamente; segundo, indirectamente. La oposición o contrariedad directa se ha de medir atendiendo a la especie en sí del acto, la que éste recibe de su objeto propio. De ahí el que, por ser la hipocresía cierta especie de simulación mediante la cual se finge tener una dignidad que no se tiene, conforme a lo que acabamos de decir (a. 2), de ello se sigue su oposición directa a la verdad, por la que uno se manifiesta de obra y de palabra tal cual es, como se nos dice en IV Ethic.. En cambio, la oposición o contrariedad indirecta se la puede evaluar atendiendo a cualquier elemento accidental (por ejemplo, al fin remoto), a alguna de las causas instrumentales del acto o a otras cosas por el estilo.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El hipócrita, simulando tener una virtud, se la propone como un fin no por lo que se refiere a su posesión real, como si de veras quisiera tenerla, sino por pura apariencia, como quien lo que desea es aparentar que la tiene. Nada hay por este motivo opuesto a dicha virtud, sino que a lo que se opone es a la verdad, en cuanto que, en lo relativo a tal virtud, se pretende engañar a los hombres. No se practican en este caso las obras de tal virtud como objetivo, sino instrumentalmente, como signos de la misma. Según esto, pues, el hipócrita no se opone directamente a la virtud simulada.
2. Conforme a lo expuesto (II-II 55,3), a la prudencia se opone directamente la astucia, lo propio de la cual es su diligencia en encontrar caminos aparentes, no reales, para conseguir aquello que se propone. Ahora bien: la astucia se lleva a cabo propiamente por el dolo en las palabras y por el fraude en los hechos. Y lo que es la astucia con respecto a la prudencia, lo son el dolo y el fraude respecto de la simplicidad. El dolo o el fraude, por su parte, se ordenan principalmente a engañar, y a veces, secundariamente, a causar daño. Y según esto, tal como antes dijimos (q. 109 a.2 ad 2), la virtud de la simplicidad y la de la verdad son en realidad lo mismo y difieren únicamente con distinción de razón. pues se la llama en un caso verdad por la concordancia de los signos con lo significado, y en otro simplicidad porque no se propone objetivos diversos, a saber: pretender interiormente una cosa y manifestar externamente otra distinta.

3. El lucro y la gloria son fines remotos del simulador, como lo son también del mentiroso. Por tanto, la simulación no se especifica por tales fines, sino por su fin próximo, que no es otro que el manifestarse uno distinto de como es. De ahí proviene el que a veces alguien finge de sí grandes cosas, no por ningún otro motivo, sino por el mero placer de simular, como dice el Filósofo en IV Ethic., y como se dijo también antes, al tratar del mentiroso (II-II 110,2).

ARTíCULO 4 ¿La hipocresía es siempre pecado mortal?

Objeciones por las que parece que la hipocresía es siempre pecado mortal.
Objeciones: 1. Dice San Jerónimo, en la Glosa sobre Is 16,14, que puestos a comparar entre dos males, es más leve pecar abiertamente que simular que se es santo. Y sobre aquel texto de Jb 1,21: Como el Señor tuvo a bien, etc., dice la Glosa que la equidad simulada no es equidad, sino doble pecado. Y sobre aquello de Lm 4,6: La maldad de mi pueblo ha sobrepasado el pecado de Sodoma, dice la Glosa: Llóranse los pecados del alma que incurre en hipocresía, cuya malicia es mayor que la del pecado de los sodomitas. Pero los pecados de los sodomitas fueron pecados mortales. Luego también la hipocresía es siempre pecado mortal.
2. San Gregorio dice en XXXI Moral. que los hipócritas pecan por malicia. Pero esto es un pecado gravísimo, del grupo de los pecados contra el Espíritu Santo.
Luego el hipócrita peca siempre mortalmente.
3. Nadie merece la ira de Dios y que se lo excluya de su visión a no ser por el pecado mortal. Pero los hay que por su hipocresía merecen la ira de Dios, según aquello de Jb 36,13: Los simuladores y maliciosos provocan la ira de Dios. Y al hipócrita se lo excluye también de la visión de Dios, según aquellas palabras de Jb 13,16: No hará acto de presencia ante él ningún hipócrita. Por tanto, la hipocresía es siempre pecado mortal.
Contra esto: está el que la hipocresía consiste en mentir con las obras, por ser cierta clase de simulación. Pero no toda mentira de palabra es pecado mortal.
Luego tampoco toda hipocresía.
Por otra parte, la intención del hipócrita es el que parezca que es bueno. Pero esto no se opone a la caridad. Luego la hipocresía no es de suyo pecado mortal.
Además, la hipocresía nace de la vanagloria, según dice San Gregorio en XXXI Moral.. Pero la vanagloria no siempre es pecado mortal. Luego tampoco la hipocresía.
Respondo: Se dan en la hipocresía dos elementos: falta de santidad y simulación de que se tiene. Ahora bien: si hipócrita se llama al que intenta lo uno y lo otro, a saber: no preocuparse de tener la santidad, sino tan sólo de aparecer como santo, que es el sentido que suele tener esta palabra en la Sagrada Escritura, entonces, sin duda alguna, es pecado mortal: porque nadie es privado totalmente de la santidad a no ser por el pecado mortal.
Si, en cambio, se llama hipócrita a quien intenta simular la santidad que perdió por el pecado mortal, en este caso, a pesar de estar en pecado mortal, de donde proviene el que se vea privado de la santidad, con eso y con todo no siempre su simulación es pecado mortal, sino que es venial a veces. Se discernirá si lo es o no por el fin. Si éste se opone a la caridad de Dios o del prójimo, será pecado mortal: por ejemplo, cuando se simula la santidad para sembrar falsas doctrinas, para conseguir, aun siendo indigno, una dignidad eclesiástica o cualesquiera otros bienes temporales que uno se propone como fin. Pero si el fin intentado no es contrario a la caridad, será entonces pecado venial. Tal es, por ejemplo, el caso en que uno se complace en su misma ficción, y acerca de un hombre así dice el Filósofo, en IV Ethic., que tiene, según parece, más de mentiroso que de malo: pues una misma razón vale para la mentira y la simulación.
Acontece, sin embargo, que en ciertos casos la perfección de santidad que alguien simula no es necesaria para su salvación. Tal simulación ni es siempre pecado mortal ni va acompañada de pecado mortal siempre.
A las objeciones: Aparece clara por lo que acabamos de decir.


CUESTIÓN 112 La jactancia

Vamos a tratar ahora de la jactancia (cf. q. 110, introd.) y de la ironía (q. 113), que son partes de la mentira, según el Filósofo en IV Ethic.'.
Sobre la jactancia se plantean dos problemas: ¿A qué virtud se opone? 2. ¿Es pecado mortal?

ARTíCULO 1 ¿La jactancia se opone a la virtud de la verdad?

Objeciones por las que parece que la jactancia no se opone a la virtud de la verdad.
Objeciones: 1. A la verdad se opone la mentira. Pero puede darse a veces jactancia sin mentira, por ejemplo, cuando uno hace ostentación de su poder. Así leemos en Est 1,3-4 que Asuero dio un gran festín para mostrar la espléndida riqueza de su reino y la grandeza y jactancia de su poder. Luego la jactancia no se opone a la virtud de la verdad.
2. San Gregorio, en XXIII Moral., cita la jactancia como una de las cuatro clases de soberbia: el presumir de lo que no se posee. A este respecto se lee en Jr 48,29-30: Hemos oído de la soberbia de Moab: es soberbio sobremanera. Yo conozco su jactancia --oráculo del Señor --, su orgullo, su arrogancia, la altivez de su corazón, sus vanas bravatas y sus fútiles obras. Y en XXXI Moral., el mismo San Gregorio dice que la jactancia procede de la vanagloria. Pero a soberbia y la vanagloria se oponen a la virtud de la humildad. Por consiguiente, a jactancia no se opone a la verdad, sino a la humildad.
3. La jactancia parece tener su causa en las riquezas. En este sentido leemos en Sg 5,8: ¿Qué nos aprovechó la soberbia? ¿Qué ventaja nos trajeron las riquezas y la jactancia? Pero el nadar en las riquezas parece que pertenece al pecado de avaricia, que se opone a la justicia o a la liberalidad. Luego la jactancia no se opone a la verdad.
Contra esto: está el que el Filósofo, en II y IV Ethic., contrapone la jactancia a la verdad.
Respondo: Propiamente, la jactancia significa que el hombre se ensalce a sí mismo con sus palabras; así, a los objetos que se quieren "lanzar" lejos, primero se los eleva hacia arriba. En realidad, uno se ensalza cuando habla de sí mismo por encima de lo que es. Y esto sucede de dos maneras: Una, cuando se habla de uno mismo no exagerando su valor personal, sino sobreestimando la opinión que se tiene de él. El Apóstol, tratando de huir de esta forma de jactancia, dice en 2Co 12,6: Me abstengo de gloriarme, para que nadie juzgue de mí por encima de lo que en mí ve y oye de mí. Otra, cuando uno se excede al hablar de sí por encima de lo que realmente vale. Ahora bien: como debemos juzgar los hechos como son en sí más que según la opinión ajena, de ahí que la jactancia se da con más propiedad cuando uno se alaba desmedidamente en lo que es, más que cuando se sobrepasa en la opinión que se tiene de sí, aunque a una y otra forma les viene bien el nombre de jactancia. Por eso la jactancia propiamente dicha se opone a la verdad por exceso.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La objeción se refiere a la jactancia por la que uno se excede en la opinión que se tiene de sí.
2. Podemos considerar el pecado de jactancia de dos modos. Uno, según la especie del acto. Entonces se opone a la verdad, como queda dicho (in cor.; II-II 110,2). Otro, según su causa, de la cual proviene la mayoría de las veces, aunque no siempre. Y así la jactancia procede de la soberbia como su causa interna motivadora e impulsora; en efecto, el que se enaltece en su interior con arrogancia de cualidades que no posee fácilmente se gloría externamente de cualidades que no se ajustan a la realidad, si bien a veces lo que impulsa a uno a jactarse no es la arrogancia, sino una cierta vanidad, y en ello se deleita por costumbre. Por lo cual la arrogancia, por la que uno se ensalza por encima de lo que es y tiene, es una especie de soberbia, pero no se identifica con la jactancia, aunque sí es la causa más frecuente de ella: y por esto San Gregorio coloca la jactancia entre las clases de soberbia. Sin embargo, el jactancioso tiende casi siempre a conseguir la gloria a través de su jactancia. Por eso, según San Gregorio, nace de la vanagloria por razón del fin.
3. La opulencia es también causa de la jactancia de dos maneras. Una, ocasionalmente, en cuanto uno se enorgullece de las riquezas. Por esta razón, en Pr 8,18 a las riquezas se las califica expresamente de orgullosas. Otra, como fin, porque, según leemos en IV Ethic., unos se jactan no sólo por la gloria, sino también por lucro, como los que fingen ser médicos, maestros y adivinos para sacar de ello alguna ganancia.

ARTíCULO 2 ¿La jactancia es pecado mortal?

Objeciones por las que parece que la jactancia es pecado mortal.
Objeciones: 1. Leemos en Pr 28,25: El hombre jactancioso y codicioso suscita litigios.
Pero suscitar litigios es pecado mortal, como aparece en el mismo libro de Pr 6,16 Pr 6,19: Dios detesta a los que siembran discordias. Luego la jactancia es pecado mortal.
2. Todo lo prohibido en la ley de Dios es pecado mortal. Ahora bien: a propósito del texto de Si 6,2: No te engrías en tus pensamientos, comenta la Glosa: Prohíbe la jactancia y la soberbia. Por tanto, la jactancia es pecado mortal.

3. La jactancia es una clase de mentira. Y no oficiosa ni jocosa como consta por el fin de la mentira. Ya que, como dice el Filósofo en IV Hthic. el jactancioso finge tener mayores cualidades de las que tiene; a veces sin motivo alguno; otras veces por motivos de gloría o de honor, y otras por razón del dinero: y así está claro que no se trata de mentira jocosa ni oficiosa De donde se desprende por lógica que siempre es mentira perniciosa, y, por lo mismo, parece que siempre es pecado mortal.
Contra esto: está lo que dice San Gregorio en XXXI Moral.: que la jactancia nace de la vanagloria. Pero la vanagloria no siempre es pecado mortal, sino con frecuencia venial. Y sólo los muy perfectos lo evitan. Pues dice el mismo San Gregorio que es propio de los muy perfectos buscar en sus obras la gloría de Dios sin complacerse en la alabanza privada que de ellas pueda derivarse. Por consiguíente, la jactancia no siempre es pecado mortal.
Respondo: Según hemos dicho anteriormente (q. 24 a.12; q.35 a.3; I-II 72,5), pecado mortal es el que se opone a la caridad. Ahora bien: podemos considerar la jactancia de dos modos. Uno, en sí misma, en cuanto mentira.
Entonces unas veces es mortal y otras venial. Mortal, cuando uno jactanciosamente dice de sí mismo algo que va contra la gloria de Dios: como leemos en Ez 28,2, hablando del rey de Tiro: Se ensoberbeció tu corazón y dijiste: Soy un dios. O también contra el amor del prójimo, según leemos en Lc 18,11 del fariseo que decía: No soy como ios demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni como ese publicano. Otras veces, no obstante, no pasa de pecado venial, cuando la jactancia no va contra Dios ni contra el prójimo.
Otro modo de considerar la jactancia es en su causa, que es la soberbia o el deseo de lucro o vanagloria. Y en el caso que proceda de soberbia o de vanagloria que sea pecado mortal, también lo será la jactancia. En caso contrario, será venial. Pero cuando uno se jacta por deseo de lucro, entonces parece que implica engaño y perjuicio del prójimo, y, por consiguiente, esa jactancia es más bien pecado mortal. Así dice el Filósofo en IV Ethic.: es peor quien se jacta por deseo de lucro que quien lo hace por deseo de doria o de alabanza. Con todo, no siempre es pecado mortal, porque puede tratarse de un lucro sin perjuicio del prójimo.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El que se jacta para provocar litigios peca mortalmente. Pero sucede a veces que la jactancia es causa de discordias, no propia, sino ocasionalmente. En este último caso, la jactancia no es pecado mortal.
2. La Glosa citada se refiere a la jactancia que procede de la soberbia prohibida, que es pecado mortal.
3. La jactancia no siempre implica una mentira perniciosa, sino sólo cuando va contra el amor de Dios o del prójimo, ya en sí misma, ya en su causa. El hecho de que uno se jacte para propia complacencia es algo vano, según el Filósofo.
Entonces se reduce a la mentira jocosa: a no ser que se la anteponga al amor de Dios y por ella se desprecien los mandamientos divinos; entonces sí que iría contra el amor de Dios, en quien únicamente debe descansar nuestro corazón como en su fin último. Y la jactancia que va tras la gloria o el dinero se reduce a la mentira oficiosa, con tal que sea sin perjuicio del prójimo; de lo contrario, pertenecería a la mentira perniciosa.


Suma Teológica II-II Qu.110 a.4