Suma Teológica II-II Qu.175 a.5

ARTíCULO 5 ¿Estuvo el alma, de San Pablo, en aquel estado, totalmente separada de su cuerpo?

Objeciones por las que parece que el alma de San Pablo, en aquel estado, estuvo totalmente separada de su cuerpo.
Objeciones: 1. Dice el mismo Apóstol en 2Co 5,6-7: Mientras moramos en este cuerpo, estamos ausentes del Señor, caminamos por la fe y no por la visión. Pero, en aquel estado, no estaba lejos del Señor, porque veía a Dios cara a cara, como ya mencionamos (a. 3). Por consiguiente, no estaba en el cuerpo.
2. Las potencias del alma no pueden elevarse por encima de su esencia, en la cual radican. Pero el entendimiento, que es una potencia del alma, mientras estuvo arrebatado, estuvo abstraído de lo corporal mediante la elevación a la contemplación divina. Luego, con mayor razón, estuvo la esencia del alma separada del cuerpo.
3. Las fuerzas del alma vegetativa son más materiales que las de la sensitiva.
Pero era necesario que el entendimiento fuera abstraído de las fuerzas del alma sensitiva, como dijimos antes (a. 4), para que pudiera ser arrebatado a la visión de la esencia divina. Luego, con mayor razón, había de ser abstraído de las fuerzas del alma vegetativa, porque, si cesa la operación de éstas, el alma ya no permanece unida al cuerpo. Luego parece que fue necesario que, en el rapto de San Pablo, el alma estuviera totalmente separada del cuerpo.
Contra esto: está el hecho de que San Agustín dice en su Epistola ad Paulinum de Videndo Deum: No es increíble que esta alta revelación haya sido concedida a algunos santos difuntos, pero no de modo que sus cadáveres hubieran de ser sepultados. Por consiguiente, no fue necesario que, en el rapto de San Pablo, su alma estuviera totalmente separada del cuerpo.
Respondo: Como ya se ha observado (a. 1 obj.1), en el rapto del que tratamos el hombre es elevado, por virtud divina, de lo que es natural a lo que está por encima de la naturaleza. Debemos, pues, considerar dos cosas: qué es natural al hombre y qué ha de realizarse en el hombre por encima de la naturaleza. Por el hecho de estar unida al cuerpo como forma del mismo, tiene el alma cierta necesidad natural de entender mediante la conversión a las imágenes. Esto no se lo quita la virtud divina en el rapto, puesto que no se cambia su condición, según dijimos antes (a. 3 obj.2.3). Permaneciendo en dicho estado, se le quita al alma la conversión actual a las imágenes y a lo sensible, para que no se vea impedida su elevación a algo que está sobre todas las imágenes, tal como ya lo dijimos antes (a. 4). Por tanto, en el rapto no fue necesario que el alma se separase del cuerpo dejando de estar unida a él como forma suya, pero fue preciso que su entendimiento fuera abstraído de las imágenes y de la percepción de las cosas sensibles.
A las objeciones:
Soluciones: 1. En el rapto, San Pablo estaba lejos del Señor en cuanto al estado, puesto que todavía era un viador, no en cuanto al acto, por el que veía a Dios tal como era, según queda dicho (a. 3 obj.2.3).
2. La potencia del alma no se eleva, por la virtud divina, de igual modo que el cuerpo es elevado, por una fuerza mayor, por encima del lugar que le corresponde en virtud de su naturaleza específica.
3. Las fuerzas del alma vegetal no actúan conforme a la intención del alma, como lo hacen las fuerzas sensitivas, sino de un modo natural. Por eso, en el rapto, no se requiere la abstracción de las potencias sensitivas, con cuya operación quedaría aminorada la intención del alma respecto del conocimiento cognoscitivo.

ARTíCULO 6 ¿Ignoró San Pablo si su alma estuvo separada del cuerpo?

Objeciones por las que parece que San Pablo no ignoró si su alma estuvo separada del cuerpo.
Objeciones: 1. El mismo San Pablo dice en 2Co 12,2: Conozco a un hombre, fiel de Cristo, que fue arrebatado al tercer cielo. Pero hombre indica el compuesto del alma y cuerpo, mientras que rapto es distinto de muerte. Parece, pues, que él mismo sabía que su alma no estaba separada del cuerpo, dado, además, que es ésta la doctrina más común entre los doctores.
2. Las mismas palabras de San Pablo dan a entender que él supo a dónde fue arrebatado: al tercer cielo. De aquí se sigue que supo si lo fue en cuerpo o no, puesto que, si supo que el tercer cielo era algo corpóreo, se deduce que su alma no estaba separada del cuerpo, puesto que una visión corpórea no puede realizarse sino mediante un cuerpo. Por tanto, parece que supo si su alma estuvo separada del cuerpo.
3. Como dice San Agustín en XII Super Gen. Ad litt., San Pablo, en el rapto, vio a Dios con la visión con la que lo ven los santos del cielo. Ahora bien: los santos, por el hecho de ver a Dios, saben si sus almas están separadas del cuerpo. Por consiguiente, San Pablo lo supo también.
Contra esto: están las palabras de San Pablo en 2Co 12,2-3: Si en el cuerpo o fuera de él, no lo sé; Dios lo sabe.
Respondo: La verdad de esta cuestión conviene decidirla atendiendo a las palabras de San Pablo. En ellas dice que sabe algo: que fue arrebatado al tercer cielo, y que ignora algo: si en el cuerpo o fuera de él. Esta segunda afirmación admite una doble interpretación. Según la primera, si en el cuerpo o fuera de él no se referiría al ser mismo del hombre arrebatado, como si ignorara si su cuerpo fue arrebatado al tercer cielo juntamente con el alma o sólo ésta, al igual que leemos en Ez 8,3 que fue llevado a Jerusalén en visión divina. Y que ésta fue la interpretación de cierto judío lo confiesa San Jerónimo en su Prólogo super Danielem: Finalmente --decía--, nuestro Apóstol no se había atrevido a afirmar que había sido arrebatado en cuerpo, sino que había dicho: no sé si en el cuerpo o fuera de él (2Co 12,2).
Pero San Agustín desaprueba esta interpretación, en XII Super Gen. Ad litt., basándose en que el Apóstol dice que sabe que fue arrebatado hasta el tercer cielo. Por consiguiente, sabía que era al tercer cielo, y no a una semejanza imaginaria del mismo, adonde fue arrebatado. De lo contrario, si hubiera llamado tercer cielo a una representación imaginaria del mismo, podía también haber dicho que había sido arrebatado en cuerpo, entendiendo por cuerpo una imagen del mismo, como sucede en los sueños. Luego, si sabía que era el verdadero tercer cielo, sabía también si era algo espiritual o incorpóreo, en cuyo caso su cuerpo no podía haber sido arrebatado allí, o era algo corpóreo, en cuyo caso su alma no hubiera podido ser arrebatada hasta él a no ser que fuera separada del cuerpo.
Por tanto, hay que interpretar esto de otra manera: que el Apóstol supo que había sido arrebatado en el alma y no en el cuerpo, pero no sabía en qué relación habían estado alma y cuerpo, si estuvieron, o no, separados.
Pero sobre esto hay varias opiniones. Según unos, el Apóstol supo que su alma estaba unida a su cuerpo como forma de éste, pero no supo si había sufrido una enajenación de los sentidos o si había tenido lugar una abstracción de las obras del alma vegetal. Pero no pudo ignorar que se había producido tal abstracción, puesto que sabía que había sido arrebatado. En cuanto a si se había producido una abstracción de las obras del reino vegetal, no era algo tan importante como para mencionarla expresamente. Queda, pues, como solución, el que el Apóstol ignoró si su alma estuvo unida a su cuerpo como forma del mismo o separada de él por la muerte.
Algunos, aun cuando admiten esto, dicen que el Apóstol no pudo comprobar esto cuando fue arrebatado, porque toda su intención se había vuelto a Dios, pero lo supo luego pensando en lo que había visto. Pero tampoco esto responde a las palabras del Apóstol, quien distingue en sus palabras un pasado y un futuro, al decir que sabe que fue arrebatado hace ya más de catorce años, y que actualmente no sabe si fue en el cuerpo o fuera de él.
Por consiguiente, hay que decir que ignoró antes y después si su alma estuvo separada del cuerpo. Por eso dice San Agustín, en XII Super Gen. Ad litt., concluyendo tras una larga disquisición: Queda, pues, que entendamos que tal vez ignoró si, cuando fue arrebatado al tercer cielo, su alma permaneció en el cuerpo como está cuando decimos que ésta vive, sea en estado de vigilia, en sueño o en éxtasis, enajenada de los sentidos corporales, o abandonó totalmente al cuerpo dejándolo como muerto.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Por sinécdoque, a veces llamamos hombre a una parte del mismo, sobre todo al alma, que es su parte más noble. Aunque también puede decirse que aquel que dice haber sido arrebatado no era hombre en el momento del rapto, sino después de catorce años. También puede admitirse que la muerte producida por Dios se llame rapto. Y como dice San Agustín en XII Super Gen. Ad litt., si el Apóstol lo duda, ¿quién de nosotros puede estar seguro? Por eso los que hablan de esta materia lo hacen por conjeturas más que con certeza.
2. El Apóstol supo o que aquel cielo era incorpóreo o que él había visto algo incorpóreo en él. Pero esto podía ser producto de su entendimiento, aun suponiendo que su alma estuviera separada del cuerpo.
3. La visión de San Pablo en su rapto se pareció a la visión beatífica en parte, a saber, en lo que veía, y se distinguía de ella en algo, es decir, en el modo de verlo, puesto que no lo vio tan perfectamente como los santos del cielo. Por ello dice San Agustín, en XII Super Gen. Ad litt.: Cuando el Apóstol fue arrebatado de los sentidos hasta el tercer cielo, le faltó, para el conocimiento pleno y perfecto de las cosas propio de los ángeles, el no saber si era en el cuerpo o fuera de él. Esto no faltará cuando, al recibir los cuerpos en la resurrección, lo corruptible se vista de incorrupción.


CUESTIÓN 176 El don de lenguas

Pasamos ahora a estudiar las gracias gratis dadas que pertenecen a la locución. Trataremos, en primer lugar, del don de lenguas, y luego, de la gracia del don de sabiduría o de ciencia (q. 177).
Sobre lo primero se plantean dos problemas: ¿Alcanza el hombre, mediante el don de lenguas, el conocimiento de todas las lenguas? 2. Comparación de este don con el de profecía.

ARTíCULO 1 ¿Hablaban todas las lenguas los que alcanzaron este don?

Objeciones por las que parece que los que alcanzaban el don de lenguas no hablaban en todas las lenguas.
Objeciones: 1. Los dones concedidos a algunos por la virtud divina son los mejores en su género, como el agua convertida en buen vino, según leemos en Jn 2,10. Pero los que recibieron el don de lenguas hablaban mejor en su propia lengua, ya que, según la Glosa a He 1,1, no tiene nada de extraño que la carta a los Hebreos contenga una mayor elegancia que las otras, puesto que es normal que cada uno se exprese mejor en su propia lengua. Las otras cartas las escribió el Apóstol en una lengua extraña, es decir, en griego, mientras que ésta la escribió en hebreo. Luego los Apóstoles no recibieron, por gracia gratis dada, el conocimiento de todas las lenguas.
2. La naturaleza no emplea muchos medios en hacer lo que puede hacerse mediante uno solo, y mucho menos Dios, que obra de un modo más ordenado que la naturaleza. Ahora bien: Dios podía hacer que sus discípulos, hablando una sola lengua, fueran comprendidos por todos. De ahí que, sobre el pasaje de Ac 2,6: cada uno los oía hablar en su propia lengua, diga la Glosa: Porque hablaban las lenguas de todos o, hablando la suya, el hebreo, eran entendidos por cada uno como si hablaran en la suya. Parece, pues, que no poseyeron el don de hablar todas las lenguas.
3. Y además: todas las gracias se derivan de Cristo a su cuerpo, que es la Iglesia, según se dice en Jn 1,16: De su plenitud recibimos todos. Pero no está escrito que Cristo leyera sino una sola lengua. Por tanto, parece que sus discípulos no recibieron el don de lenguas para hablar todas ellas.
Contra esto: está lo que se dice en Ac 2,4: Fueron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en varias lenguas, tal como el Espíritu Santo se lo concedía.
A este respecto dice la Glosa de San Gregorio: El Espíritu Santo apareció sobre los discípulos en lenguas de fuego y les concedió el conocimiento de todas las lenguas.

Respondo: Los primeros discípulos de Cristo fueron escogidos por él para que, recorriendo todo el mundo, predicaran su fe por todas partes, según se dice en Mt 28,19: Id y enseñad a todas las gentes. Ahora bien: no era conveniente que, quienes eran enviados a instruir a los demás, necesitaran ser instruidos por otros sobre cómo habían de hablar o de entender lo que los otros decían, dado, sobre todo, que los enviados pertenecían a un solo pueblo, al judío, según lo que se dice en Is 27,6: Vendrá un día en que saldrán con ímpetu de Jacob y su descendencia llenará toda la tierra. Además, estos enviados eran pobres y sin poder, y en un principio no habrían encontrado fácilmente a alguien que interpretara las palabras de otros, dado, sobre todo, que eran enviados a infieles. Por ello fue necesario que Dios les ayudara mediante el don de lenguas, a fin de que, del mismo modo que se había introducido la diversidad de lenguas al darse las gentes a la idolatría, como se dice en ss, así, cuando las gentes volvían al culto de un solo Dios, se pusiera remedio a esta diversidad mediante el don de lenguas.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Como dice San Pablo en 1Co 12,7, la manifestación del Espíritu se da para común utilidad. Por eso San Pablo y los demás apóstoles fueron instruidos por Dios en las lenguas de todas las gentes en la medida en que era necesario para la enseñanza de la fe. Pero en cuanto al ornato y elegancia, que se adquieren mediante el estudio, el Apóstol estaba instruido en su propia lengua y no en otra extraña. De igual modo fueron instruidos en sabiduría y ciencia en la medida en que lo requería la enseñanza de la fe, pero no en todo aquello que se conoce mediante la ciencia adquirida, como pueden ser conclusiones de aritmética o de geometría.
2. Aunque hubieran sido posibles ambas cosas, es decir, que fueran entendidos por todos aun cuando hablaran una sola lengua o que hablaran todas las lenguas, fue más conveniente lo segundo para la perfección de la ciencia de aquéllos, que así no sólo podían hablar, sino también entender lo que decían los otros. Si todos entendieran la única lengua que ellos hablaran, o bien se debería a la ciencia de los otros que los entendían, o sería una ilusión, al percibir palabras muy distintas de las que pronunciaban quienes hablaban. Por eso dice la Glosa que fue un milagro más grande el que ellos hablaran las lenguas de todos. Y San Pablo dice en 1Co 14,18: Doy gracias a Dios por hablar las lenguas de todos vosotros.
3. Cristo, personalmente, predicó a un solo pueblo, el judío. Por eso, aunque, sin duda alguna, sabía todas las lenguas, no le fue necesario hablarlas.
Por ello dice San Agustín en Super lo.: A pesar de que ahora reciben todos el Espíritu Santo, nadie habla las lenguas de las gentes, porque la Iglesia misma habla las lenguas de todos los pueblos, y el que no pertenece a ella, no recibe el Espíritu Santo.

ARTíCULO 2 ¿Es el don de lenguas más excelente que el de profecía?

Objeciones por las que parece que el don de lenguas es más excelente que el de profecía.
Objeciones: 1. Las cosas pertenecientes a los mejores parecen ser también mejores, según dice el Filósofo en III Topic.. Pero el don de lenguas es algo propio del Nuevo Testamento, pues en la Secuencia de Pentecostés se canta: El mismo otorga hoy a los apóstoles de Cristo un don insólito y jamás oído en todos los siglos. La profecía, en cambio, es más propia del Antiguo Testamento, según se dice en He 1,1: Muchísimas veces y en muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas. Por consiguiente, parece que el don de lenguas parece ser más excelente que el de profecía.
2. Parece ser más excelente aquello que nos ordena a Dios que lo que nos ordena a los hombres. Pero el don de lenguas ordena al hombre hacia Dios, mientras que la profecía lo ordena a los hombres, ya que en 1Co 14,2-3 se dice: El que habla en lengua habla a Dios, no a los hombres; mas el que profetiza habla a los hombres para su edificación. Por tanto, parece que el don de lenguas es más excelente que el de profecía.
3. El don de lenguas permanece de un modo habitual en aquel que lo posee, que puede usarlo cuando quiera. Por eso se dice en 1Co 14,18: Doy gracias a Dios porque hablo las lenguas de todos vosotros. Esto no se da en el don de profecía, conforme dijimos antes (II-II 171,2). Parece, por consiguiente, que el don de lenguas es más excelente que el de profecía.
4. Y además: La interpretación de los discursos parece estar contenida bajo la profecía, porque las Escrituras son expuestas por el mismo Espíritu que las compuso. Ahora bien: en 1Co 12,28 se pone la interpretación de los discursos después de los géneros de lengua. Por consiguiente, parece que el don de lenguas es más excelente que el de profecía, al menos en parte.
Contra esto: está el testimonio del Apóstol en 1Co 14,5: Es mejor el que profetiza que el que habla lenguas.
Respondo: El don de profecía es superior al de lenguas bajo tres aspectos.
Primero, porque el don de lenguas dice relación a las diversas voces o signos de una verdad inteligible, cuyos signos son también imágenes sensibles que aparecen en visión imaginaria. De ahí que con Agustín, en XII Super Gen. Ad litt., compare el don de lenguas con la visión imaginaria. Por otra parte, ya dijimos (I-II 173,1) que el don de profecía consiste en la iluminación de la mente en orden a conocer la verdad inteligible. Por tanto, así como la iluminación profética es más excelente que la visión imaginaria, como ya dijimos (I-II 173,2), también la profecía es más excelente que el don de lenguas considerado en sí mismo.
En segundo lugar, porque el don de profecía nos comunica cosas, lo cual es mejor que comunicar voces, como hace el don de lenguas.
En tercer lugar, porque el don de profecía es más útil. Y esto lo demuestra el Apóstol, en 1Co 14, con tres razones. La primera (v. 1Co 14,5ss), porque la profecía es más útil a la edificación de la Iglesia, a la cual no sirve el que habla lenguas, a no ser que le acompañe la exposición. La segunda (v. 1Co 14,14ss), por parte del mismo que las habla: si hablara distintas lenguas sin entenderlas (lo cual se da en el don de profecía), su edificación espiritual no se vería beneficiada. La tercera razón (v. 1Co 14,21ss), considerando a los infieles, en cuyo favor parece que se concede principalmente el don de lenguas: éstos, posiblemente, considerarían locos a aquellos que hablaran en lenguas, como los judíos creyeron borrachos a los Apóstoles cuando éstos hablaban en lenguas, como se dice en Ac 2,13. En cambio, mediante la profecía se convencerían los infieles, al darse a conocer los pensamientos ocultos de su corazón.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Como ya observamos antes (II-II 174,2 ad 1), constituye la excelencia el hecho de que uno no sólo sea iluminado con una luz inteligible, sino que perciba la visión imaginaria. También es propio de la perfección del Espíritu Santo no sólo el llenar la mente con la luz profética y la fantasía con la visión imaginaria, como sucedía en el Antiguo Testamento, sino el instruir externamente a la lengua para que se exprese con distintos signos de locución. Todo esto se realiza en el Nuevo Testamento, según lo que se dice en 1Co 14,26: Cada uno de vosotros tiene salmos, doctrina, lengua y revelación profética.
2. Mediante el don de profecía, el hombre es ordenado hacia Dios en su mente, lo cual es más noble que ser ordenado mediante la locución. Y se dice que el que habla en lenguas no habla para hombres, es decir, para la comprensión y utilidad de éstos, sino sólo para la comprensión y alabanza de Dios. Pero, mediante la profecía, uno se ordena a Dios y al prójimo. Por tanto, es un don más perfecto.
3. La revelación profética se ordena al conocimiento de todo lo sobrenatural.
Por eso, de su perfección deriva el que, en estado de imperfección de esta vida, no pueda poseerse perfectamente de un modo habitual, sino de modo imperfecto, como una pasión. En cambio, el don de lenguas hace referencia a un conocimiento particular, el de las voces humanas, y no se opone a la imperfección de esta vida el que pueda poseerse de un modo perfecto y habitual.
4. La interpretación de los discursos puede reducirse al don de profecía, en cuanto que la mente es iluminada en orden a comprender y exponer cuanto haya de oscuro en el discurso, sea por la dificultad de las cosas que se dicen o bien por las semejanzas de cosas usadas, según se dice en Da 1,16: He oído de ti que puedes resolver las dudas y aclarar las oscuridades. Por eso la interpretación de los discursos es mejor que el don de lenguas, como demuestra el Apóstol en 1Co 14,5: Es mejor el que profetiza que el que habla en lenguas, a menos que también interprete. Sin embargo, la interpretación de los discursos es considerada inferior al don de lenguas, porque la interpretación de discursos se extiende también a la interpretación de diversas clases de lenguas.


CUESTIÓN 177 La gracia gratis dada que consiste en la elocución

Nos toca ahora tratar de la gracia gratis dada que consiste en la elocución, de la cual se dice en 1Co 12,8: A uno le es dada por el Espíritu la palabra de sabiduría, a otro la palabra de ciencia.
Sobre esto se plantean dos problemas: ¿Consiste en la elocución alguna gracia gratis dada? 2. ¿A quiénes compete esta gracia?


ARTíCULO 1

¿Consiste en la elocución alguna gracia gratis dada?
Objeciones por las que parece que ninguna gracia gratis dada consiste en la elocución.
Objeciones: 1. La gracia se concede para realizar algo que está por encima de la naturaleza. Pero la razón natural inventó el arte de la retórica, con la cual puede uno hablar de modo que enseñe, deleite y mueva, como dice San Agustín en IV De Doct. Christ.. Esto pertenece a la gracia de la elocución, la cual, por tanto, no parece ser ninguna gracia gratis dada.
2. Toda gracia pertenece al reino de Dios. Pero el Apóstol dice en 1Co 4,20: Que no está en palabras el reino de Dios, sino en realidades. Luego ninguna gracia gratis dada consiste en el discurso.
3. Ninguna gracia se concede por méritos, ya que, si por obras, ya no es grada, como se dice en Rm 11,6. Pero el discurso se concede por los méritos, ya que San Gregorio, al exponer el Ps 118,43: No apartes de mi boca las palabras de verdad, escribe: El Dios omnipotente concede la palabra de verdad a los que obran y se la quita a los que no obran. Por tanto, parece que el don del discurso no es una gracia gratis dada.
4. Y además: del mismo modo que es necesario que el hombre, mediante el discurso, pronuncie lo que toca al don de sabiduría o de ciencia, también ha de pronunciar lo referente a la virtud de la fe. Luego si consideramos la palabra de ciencia y la palabra de sabiduría como gracias gratis dadas, debemos también considerar como gracia gratis dada, por el mismo motivo, la palabra de la fe.
Contra esto: está lo que se dice en Si 6,5: La lengua graciosa abundará en el hombre bueno.
Respondo: Las gracias gratis dadas se conceden para utilidad de los demás, como dijimos antes (I-II 111,1 I-II 111,4). En cambio, el conocimiento que uno recibe de Dios sólo puede hacerse útil a los demás mediante el discurso. Y dado que el Espíritu Santo no falta en aquello que pueda ser útil a la Iglesia, también asiste a los miembros de ésta en lo que se refiere al discurso, no sólo para que alguien hable de tal modo que pueda ser comprendido por muchos, lo cual pertenece al don de lenguas, sino para que lo haga con eficacia, lo cual pertenece al don de elocución. Y esto bajo tres aspectos. En primer lugar, para instruir el entendimiento, lo cual se realiza cuando uno habla para enseñar. En segundo lugar, para mover el afecto en orden a que oiga con gusto la palabra de Dios, lo cual tiene lugar cuando uno habla para deleitar a los oyentes y no debe hacerse para utilidad propia, sino buscando el atraer a los hombres a que oigan la palabra de Dios. En tercer lugar, buscando el que se amen las cosas significadas en las palabras y se cumplan, lo cual tiene lugar cuando uno habla para emocionara los oyentes. Para lograr esto, el Espíritu Santo utiliza como instrumento la lengua humana, mientras que El mismo completa interiormente la obra. De ahí que San Gregorio diga en la Homilía de Pentecostés: Si el Espíritu Santo no llena los corazones de los oyentes, la voz de los maestros suena en vano en los oídos corporales.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Así como Dios puede actuar, a veces, milagrosamente, de un modo más excelente que la misma naturaleza, así también el Espíritu Santo realiza de un modo más perfecto, por medio del don de discurso, aquello que el arte puede realizar menos perfectamente.
2. El Apóstol, en el pasaje aducido, habla del discurso en cuanto que se basa en la elocuencia humana, sin recurrir a la acción del Espíritu Santo. Por eso había dicho antes (v. 19): Conoceré, no las palabras de los que se hinchan, sino su eficacia. Y de sí mismo había dicho antes, en 1Co 2,4: Mi palabra y mi predicación no fue en persuasivos discursos de humana sabiduría, sino en la manifestación del Espíritu.
3. Como ya notamos antes (In corp.), la gracia del discurso se concede a uno para la utilidad de los otros. Por eso a veces es sustraída por culpa del oyente, y otras veces por culpa del mismo que habla. Pero las buenas obras de unos y otros no merecen directamente esta gracia, sino que únicamente apartan los impedimentos de la misma, porque incluso la gracia santificante se quita por la culpa y, sin embargo, no se merece por las buenas obras, las cuales, no obstante, apartan aquello que puede impedir la gracia.
4. Como ya observamos (In corp.), la gracia del discurso se ordena a los demás. Ahora bien: el que uno comunique su fe a otros se realiza mediante el discurso de la ciencia o sabiduría. Por eso dice San Agustín, en XII De Trin., que saber cómo la fe ayuda a los piadosos y se defiende contra los impíos parece que es lo que el Apóstol llama ciencia. Por eso no fue preciso que pusiera la palabra fe, sino que le bastó la palabra ciencia y sabiduría.

ARTíCULO 2 ¿Pertenece también a las mujeres la gracia de la palabra de sabiduría y de ciencia?

Objeciones por las que parece que la gracia de la palabra de sabiduría y de ciencia pertenece también a las mujeres.
Objeciones: 1. Es propio de esta gracia también el enseñar, como dijimos antes (a. 1). Ahora bien: el enseñar compete a la mujer, puesto que, en Pr 4,3-4, podemos leer: Era yo unigénito delante de mi madre, que me enseñaba. Luego esta gracia es propia de las mujeres.
2. La gracia de profecía es más excelente que la del discurso, así como es mejor la contemplación de la verdad que su anuncio. Pero a las mujeres se les concede la profecía, tal como se dice, en Jg 4,4, de Débora; en 2R 22,14, de Holda, profetisa, mujer de Selum, y, en Ac 21,9, de las cuatro hijas de Felipe. También dice el Apóstol, en 1Co 11,5: Toda mujer que ora o profetiza… Parece, pues, que, con mucha mayor razón, es propio de las mujeres la gracia de la palabra.
3. Leemos en 1P 4,10: Cada uno administre en provecho mutuo la gracia que ha recibido. Pero algunas mujeres reciben la gracia de la ciencia y de la sabiduría y no pueden comunicarla sino con el don de la palabra. Luego el don de la palabra es propio de la mujer.
Contra esto: están las palabras del Apóstol en 1Co 14,34: Las mujeres callen en la Iglesia, y en 1Tm 2,12: No permito que la mujer enseñe. Pero esto es parte esencial del don de la palabra. Por consiguiente, éste no compete a las mujeres.
Respondo: Puede hacerse uso de la palabra de dos modos. Primero, de un modo privado, hablando familiarmente para uno o para pocos. De este modo pueden las mujeres hacer uso de la palabra. En segundo lugar, hablando en público a toda la Iglesia. Y esto no compete a las mujeres. En primer lugar, y sobre todo, por la condición del sexo femenino, que ha de estar sujeto al masculino, como se dice en Gn 3,16. Ahora bien: el enseñar o aconsejar públicamente en la Iglesia no es propio de los súbditos, sino de los prelados. No obstante, los súbditos varones pueden desempeñar esta función si son comisionados para ella, ya que no están bajo otro por razón de su sexo natural, sino por alguna otra circunstancia accidental. En segundo lugar, para evitar que el ánimo de los hombres sea movido hacia la liviandad, puesto que se dice en Si 9,11: Su conversación es como fuego que quema. En tercer lugar, porque generalmente las mujeres no alcanzan la perfección de la sabiduría de tal modo que pueda encomendárseles convenientemente la enseñanza pública.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El texto aducido habla de la enseñanza en privado, impartida por la madre a sus hijos.
2. Lo esencial en la gracia de la profecía es la iluminación de la mente por Dios, y bajo este aspecto no hay diferencia de sexo, según se dice en Col 3,10: Y vestíos del nuevo hombre, que sin cesar se renueva para lograr el perfecto conocimiento según la imagen de su creador: allí no hay varón ni hembra. Pero el don de la palabra se refiere a la instrucción de los hombres, entre los cuales se da la diferencia de sexo. Luego no hay paridad en la argumentación.
3. Algunos administran de diversas maneras las gracias recibidas de Dios, conforme a la distinta condición de ellos mismos. Por eso las mujeres, si poseen el don de sabiduría o de ciencia, pueden administrarlo para ejercer una instrucción privada, no pública.


CUESTIÓN 178 El don de milagros

Corresponde ahora tratar del don de milagros. Sobre esto se plantean dos cuestiones:
Objeciones: 1. ¿Existe alguna gracia gratis dada de hacer milagros? 2. ¿De quiénes es propia?


ARTíCULO 1

¿Se ordena alguna gracia gratis dada a realizar milagros?
Objeciones por las que parece que ninguna gracia gratis dada se ordena a la realización de milagros.
Objeciones: 1. Toda gracia añade algo al hombre en el que se da. Pero el hacer milagros no añade nada al alma del hombre al que se le concede, porque también se obran milagros al contacto con un hombre muerto, tal como leemos en 2R 13,21, donde se dice que algunos arrojaron un cadáver sobre el sepulcro de Eliseo, y al tocar los huesos de éste, el hombre revivió y se levantó sobre sus pies. Luego el poder de realizar milagros no es ninguna gracia gratis dada.
2. Las gracias gratis dadas vienen del Espíritu Santo, según se dice en 1Co 12,4: Hay divisiones de gracias, pero es uno solo el Espíritu. En cambio, la realización de milagros puede venir incluso de un espíritu inmundo, según se dice en Mt 24,24: Se levantarán falsos cristos y falsos profetas y harán señales y prodigios grandes. Luego el hacer milagros no es una gracia gratis dada.
3. Los milagros se distinguen de las señales, prodigios o portentos y virtudes (cf. 2Co 12,12 He 2,4). Por eso no es correcto considerar como gracia gratis dada el obrar virtudes y no obrar prodigios o señales.
4. Y además: la reparación milagrosa de la salud es obra del poder divino. Luego no deben distinguirse la gracia de curaciones y la realización de virtudes.
5. Más todavía: el obrar milagros es efecto de la fe, sea de la fe del que lo realiza, según se dice en 1Co 13,2: si tuviere tanta fe que trasladara los montes, o bien de los demás en favor de los cuales se efectúa el milagro. Por ello se dice en Mt 13,18: Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe. Luego, si se considera a la fe como gracia gratis dada, es superfluo poner, además, otra gracia gratis dada que obra prodigios.
Contra esto: está el hecho de que el Apóstol, en 1Co 12,9-10, dice al hablar de las gracias gratis dadas: A otro se le da el don de curación; a otro operaciones de milagros.
Respondo: Como ya notamos antes (II-II 177,1), el Espíritu Santo provee suficientemente a la Iglesia en todo aquello que es útil para la salvación, a lo cual se ordenan las gracias gratis dadas. Ahora bien: de igual modo que es conveniente que la comunicación que uno recibe de Dios se convierta en comunicación para otros por medio del don de lenguas y del de la elocuencia, así también es necesario que la palabra transmitida sea confirmada para que se haga creíble. Y esto se hace mediante la operación de milagros, conforme a lo que se dice en Mc 16,20: Confirmando su palabra con las señales convenientes. Esto es razonable, puesto que es natural al hombre percibir las verdades inteligibles mediante efectos sensibles. De ahí que, así como, guiado por la razón natural, puede el hombre llegar a tener alguna noticia sobre Dios a través de los efectos naturales, así también, por medio de ciertos efectos sobrenaturales, que llamamos milagros, que pueda llegar a algún conocimiento de las cosas que ha de creer. Por consiguiente, el obrar milagros pertenece a las gracias gratis dadas.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Así como la profecía abarca todo cuanto puede conocerse de un modo sobrenatural, así el realizar milagros se extiende a todo cuanto puede hacerse de un modo sobrenatural, cuya causa es la omnipotencia divina, que no puede comunicarse a ninguna criatura. Por eso es imposible que el principio de obrar milagros sea una cualidad habitual en el alma.
No obstante, puede suceder que, así como la mente del profeta es movida por inspiración divina a conocer algo sobrenaturalmente, también la mente del que obra milagros sea movida para hacer algo a lo que sigue el efecto milagroso, hecho por virtud divina. Esto es debido, a veces, a una oración previa, como sucedió cuando Pedro resucitó a Tabita, como se narra en Ac 9,40; a veces no se debe claramente a una oración, sino que Dios obra conforme a la voluntad del hombre, como San Pedro haciendo morir a Ananías y Safira por haber mentido, como se dice en Ac 5,3ss. Por eso dice San Gregorio, en II Dialog., que los santos obran milagros unas veces por su poder y otras por su ruego. En ambos casos, no obstante, obra Dios de un modo principal, sirviéndose, como de instrumento, bien del movimiento interior del hombre o bien de sus palabras, también de un acto externo o también de algún contacto corporal, incluso de un cuerpo muerto. Por eso, en Jos 10,12, al decir Josué con autoridad: Sol, detente sobre Gabaón, se dice a continuación (v. 14): No hubo, ni antes ni después, día como aquel en que obedeció Yahveh a la voz de un hombre.
2. En ese pasaje el Señor habla de los milagros que serán realizados en tiempo del Anticristo, sobre los cuales dice el Apóstol en 2Th 2,9 que la venida del Anticristo irá acompañada del poder de Satanás, de todo género de milagros, señales y prodigios engañosos. Y como dice San Agustín en XX De Civ. Dei, suele dudarse si son llamados señales y prodigios engañosos porque engañará a los sentidos mortales mediante imágenes fantásticas de modo que parezca realizar lo que no realiza o porque esas señales, aunque sean verdaderos prodigios, las empleará para engañar. Y se dice que son verdaderos porque las cosas en sí mismas son verdaderas, como los magos del faraón hicieron aparecer ranas y serpientes verdaderas. Pero no serán auténticos milagros, porque se deberán a causas naturales, como dijimos en la Primera Parte (I 114,4). En cambio, la realización de milagros atribuida a gracia gratis dada se realiza, por el poder divino, para utilidad de los hombres.
3. Podemos considerar dos elementos en los milagros. Uno, la obra que se realiza, que es algo que escapa a las fuerzas naturales, y, según esto, los milagros se llaman virtudes. Otro elemento es el motivo por el que los milagros se realizan, es decir, la manifestación de algo sobrenatural. Bajo este aspecto, se llaman comúnmente signos, y por la grandeza de las obras se llaman portentos o prodigios, como que muestran algo lejano.
4. La gracia de curaciones se menciona aparte porque mediante ella se otorga al hombre un beneficio, a saber, la salud corporal, además del beneficio común a todos los milagros, que es el llevar a los hombres al conocimiento de Dios.
5. La realización de milagros se atribuye a la fe por dos razones. Primeramente porque se ordena a la confirmación de la fe. En segundo lugar, porque procede de la omnipotencia divina, en la que se basa la fe. Sin embargo, así como, además de la gracia de la fe, se requiere la gracia de la elocución para instrucción de la fe, así también se requiere la realización de milagros para confirmación de la misma.


Suma Teológica II-II Qu.175 a.5