Suma Teológica II-II Qu.123 a.11

ARTíCULO 11 ¿La fortaleza es virtud cardinal?

Objeciones por las que parece que la fortaleza no es virtud cardinal. 53. C.8 n.11 (BK 1116b31): S. TH, lect.17.
Objeciones: 1. Como se ha dicho (a. 10), la ira tiene muchísima afinidad con la fortaleza.
Pero la ira no se considera pasión principal, ni tampoco la audacia, que pertenece a la fortaleza. Por tanto, tampoco debe colocarse la fortaleza entre las virtudes cardinales.
2. La virtud se ordena al bien. Pero la fortaleza no se ordena directamente al bien, sino al mal, es decir, a soportar los peligros y trabajos, como dice Tulio.
Por tanto, la fortaleza no es virtud cardinal.
3. La virtud cardinal se ocupa de aquello en torno a lo cual gira principalmente la vida humana, como la puerta gira sobre su quicio. Pero la fortaleza versa sobre los peligros de muerte, que rara vez ocurren en la vida humana. Por tanto, la fortaleza no debe citarse como virtud cardinal o principal.
Contra esto: está el que San Gregorio (XXII Moral.), San Ambrosio (Super LC) y San Agustín (De Moribus Eccl.) enumeran la fortaleza entre las cuatro virtudes cardinales o principales.
Respondo: Según hemos visto (I-II 61,3-4), se llaman virtudes cardinales o principales las que reclaman para sí lo que conviene a las virtudes en general.
Y una de las condiciones comunes de la virtud es obrar con firmeza, como se prueba en II Ethic.. Ahora bien: la fortaleza reclama más que ninguna la gloria de la firmeza, pues tanto más es alabado el que se mantiene con firmeza cuanto mayor es el obstáculo que le impulsa a sucumbir o a retroceder. Pero al hombre le impele a apartarse de la recta razón tanto el bien placentero como el mal aflictivo, y más el dolor corporal que el placer, según nos dice San Agustín en su libro Octoginta trium quaest.: Nadie hay que no rehuya el dolor más de lo que ama el placer, ya que vemos a las bestias más crueles huir de los mayores placeres por miedo al dolor. Y entre los dolores y peligros del alma se temen especialmente los que conducen a la muerte, contra los cuales el fuerte se mantiene firme. Por tanto, la fortaleza es virtud cardinal.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La audacia y la ira no ayudan a la fortaleza en su acto propio, que es resistir, en el que se alaba sobre todo su firmeza. Pues por este acto el fuerte cohibe el temor, que es pasión principal, como queda dicho (I-II 25,4).
2. La virtud se ordena al bien racional, que es preciso conservar contra los asaltos de los males. Pero la fortaleza se ordena a los males corporales como contrarios a los que resiste; y, en cambio, se ordena al bien de la razón como a su fin, que intenta mantener.
3. Si bien los peligros de muerte no son muy frecuentes, sin embargo sí lo son las ocasiones de tales peligros, porque al hombre le surgen enemigos mortales por la búsqueda de la justicia y la práctica de las buenas obras.

ARTíCULO 12 ¿La fortaleza es la más excelente de todas las virtudes?

Objeciones por las que parece que la fortaleza es la más excelente de todas las virtudes.
Objeciones: 1. Según San Ambrosio, en I De Offic.: la fortaleza es como más excelsa que las demás virtudes.
2. La virtud trata de lo difícil y lo bueno. Pero la fortaleza se ocupa de lo más difícil. Por tanto, es la mayor de las virtudes.
3. Es más digna la persona humana que sus cosas. Pero la fortaleza se ocupa de la persona humana, la cual queda expuesta al peligro de muerte por el bien de la virtud; la justicia, en cambio, y las otras virtudes morales se ocupan de cosas externas. Por tanto, la fortaleza es la principal entre las virtudes morales.
Contra esto: está, en primer lugar, lo que dice Tulio en I De Offic.: El máximo esplendor de la virtud se da en la justicia, por la cual los hombres reciben el nombre de buenos.
Además, en segundo lugar, dice el Filósofo en I Rhet.: Las virtudes más útiles para los demás han de ser necesariamente más excelentes. Pero la liberalidad parece más útil que la fortaleza. Luego es más excelente.
Respondo: Según San Agustín en VI De Trín., en las cosas cuya magnitud no se mide por la cantidad, lo mayor equivale a lo mejor. Por consiguiente, tanto mayor es una virtud cuanto mejor sea. Por otra parte, el bien de la razón es el bien del hombre, conforme a las palabras de Dionisio (IV De Div. Nom.). Pero este bien lo posee esencialmente la prudencia, que es la perfección de la razón.
La justicia, a su vez, realiza este bien en cuanto le corresponde establecer el orden racional en todos los actos humanos. Y las demás virtudes conservan este bien en cuanto moderan las pasiones para que no aparten al hombre del bien de la razón. Y entre estas últimas ocupa un lugar primordial la fortaleza, porque el temor de los peligros de muerte es sumamente eficaz para apartar al hombre del bien de la razón. Después viene la templanza, porque también los placeres del tacto impiden más que otros el bien de la razón. Pero el poseer una cosa esencialmente es mejor que realizarla, y el realizarla mejor que conservarla suprimiendo los obstáculos. Por tanto, entre las virtudes cardinales la primera es la prudencia; la segunda, la justicia; la tercera, la fortaleza; la cuarta, la templanza. Y después vienen las demás virtudes.
A las objeciones:
Soluciones: 1. San Ambrosio antepone la fortaleza a las demás virtudes por una cierta utilidad general: en cuanto es útil para la guerra y para los asuntos civiles o domésticos. Por eso dice en ese pasaje: Tratemos ahora de la fortaleza, que, como más excelsa que las demás, se divide en fortaleza de asuntos bélicos y domésticos.
2. La razón de la virtud consiste en lo bueno más que en lo difícil. Por tanto, se debe medir la excelencia de una virtud por la razón de bien más que por la de dificultad.
3. El hombre no expone su persona a los peligros de muerte si no es por conservar la justicia. Y por eso la gloria de la fortaleza depende en cierto modo de la justicia. Es por lo que dice San Ambrosio, en I De Offic.: la fortaleza sin la justicia es materia de iniquidad, ya que cuanto más poderosa más pronta está para oprimir al inferior.
4. Estamos de acuerdo.
5. La liberalidad es útil para algunos beneficios particulares. Pero la fortaleza tiene utilidad general para conservar todo el orden de la justicia. Es por lo que dice el Filósofo, en I Rhet., que los justos y los fuertes son los más queridos, porque son los más útiles en la guerra y en la paz.


CUESTIÓN 124 El martirio

Ahora vamos a tratar del martirio (cf. q.23, introd.). Y sobre este tema planteamos cinco problemas: 1. ¿Es el martirio un acto de virtud? 2. ¿De qué virtud es acto? 3. ¿Cuál es la perfección de este acto? 4. ¿Cuál es la pena del martirio? 5. ¿Cuál es su causa?

ARTíCULO 1 ¿Es el martirio un acto de virtud?

Objeciones por las que parece que el martirio no es un acto de virtud.
Objeciones: 1. Todo acto de virtud es voluntario. Pero el martirio a veces no es voluntario, como está claro en el caso de los Inocentes muertos por Cristo, de los cuales comenta San Hilario en Super Mt. que fueron llevados al gozo de la eternidad por la gloria del martirio. Por tanto, el martirio no es acto de virtud.
2. Nada ilícito es acto de virtud. Pero el suicidio es ilícito, como hemos dicho (II-II 64,5). Por él, sin embargo, se consuma el martirio, pues dice San Agustín, en I De Civ. Dei, que algunas santas mujeres, en tiempo de persecución, para escapar de quienes atentaban contra su pureza, se arrojaron a un río, encontrando así la muerte, y sus martirios son celebrados con eran veneración en la Iglesia católica. Por tanto, el martirio no es acto de virtud.
3. Es laudable el ofrecerse espontáneamente a realizar un acto de virtud. Pero no lo es el ofrecerse al martirio, sino más bien parece presuntuoso y peligroso.
Por tanto, el martirio no es acto de virtud.
Contra esto: está el que el premio de la bienaventuranza sólo se debe al acto de virtud. Pero también se debe al martirio, según el texto de Mt 5,10: Dichosos los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Por tanto, el martirio es acto de virtud.
Respondo: Como hemos visto (q. 123 a.12), compete a la virtud permanecer en el bien de la razón. Dicho bien consiste en la verdad como su propio objeto, y en la justicia como efecto propio, según quedó claro anteriormente (q. 109 a.12; q. 123 a.12). Pero pertenece a la razón del martirio mantenerse firme en la verdad y en la justicia contra los ataques de los perseguidores. Por tanto, es evidente que el martirio es un acto de virtud.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Algunos dijeron que a los Inocentes se les adelantó milagrosamente el uso del libre albedrío, de forma que padecieron el martirio voluntariamente. Pero, como esto no puede probarse por la autoridad de la Escritura, debe decirse más bien que la gloria del martirio, que otros merecen por su propia voluntad, lo consiguieron estos niños por la gracia de Dios, ya que el derramamiento de sangre por Cristo hace las veces del bautismo. De ahí que, así como en los niños bautizados actúan los méritos de Cristo por la gracia bautismal, así también en los niños muertos por Cristo actúan los méritos del martirio de Cristo para conseguir la palma del martirio. Por eso dice San Agustín en un sermón De Epiphania, como dirigiéndose a ellos: dudará de vuestra corona en la muerte por Cristo el que piensa que tampoco el bautismo de Cristo es eficaz en los niños. No teníais edad para creer en la pasión de Cristo, pero teníais carne para soportar por Cristo la pasión que él había de padecer.
2. Como enseña San Agustín en el mismo pasaje, es posible que, basándose en testimonios fidedignos, la autoridad divina de la Iglesia haya autorizado venerar la memoria de dichas santas mujeres.
3. Los preceptos de la ley tienen por objeto los actos de la virtud. Ahora bien: ya hemos dicho antes (I-II 108,4 ad 4) que algunos preceptos de la ley divina han sido promulgados para la preparación del ánimo, de suerte que el hombre se halle dispuesto a hacer tal o cual cosa cuando fuere oportuno. Así también algunos actos pertenecen a la virtud en cuanto a la preparación del ánimo, de forma que, en un momento dado, el hombre obre conforme a la razón. Y esto parece que debe aplicarse sobre todo al martirio, que consiste en soportar debidamente las pasiones injustamente infligidas; ahora bien: no debe uno dar a otro ocasión para obrar injustamente, pero si el otro obrara así, él debe soportarlo con moderación.

ARTíCULO 2 ¿Es el martirio acto de la fortaleza?

Objeciones por las que parece que el martirio no es acto de la fortaleza.
Objeciones: 1. La palabra griega martyr significa "testigo". Pero en el martirio se da testimonio de la fe en Cristo, según las palabras de Ac 1,8: Seréis mis testigos en Jerusalén, etc. Y San Máximo dice en un Sermón: la madre del martirio es la fe católica, que atletas ilustres rubricaron con su sangre. Por tanto, el martirio es más bien acto de la fe que de la fortaleza.
2. El acto laudable es propio de aquella virtud que inclina hacia él y se manifiesta por él, y sin la cual ese acto no tiene valor. Pero al martirio inclina principalmente la caridad; por eso se nos dice en un Sermón de San Máximo: La caridad de Cristo venció en sus mártires. Y la caridad se manifiesta sobre todo en el martirio, conforme a las palabras de San Juan (15,13): Nadie tiene mayor amor que el dar uno la vida por sus amigos. Y sin caridad no tiene valor el martirio, según la expresión del Apóstol en 1Co 13,3: Si entregare mi cuerpo a las llamas y no tengo caridad, nada me aprovecha. Luego el martirio es acto de la caridad y no de la fortaleza.

3. Dice San Agustín en un Sermón sobre San Cipriano: Es fácil venerar al mártir celebrando su fiesta, pero es difícil imitar su fe y su paciencia. Pero en cada acto de virtud se hace laudable principalmente la virtud de la cual es acto.
Luego el martirio es acto de la paciencia más que de la fortaleza.
Contra esto: está lo que escribe San Cipriano en su carta Ad Martyres et Confessores: ¡Oh bienaventurados mártires!, ¿con qué elogiosas palabras os ensalmaré? ¡Oh soldados fortísimos!, ¿con qué alabanzas explicaré la fortaleza de vuestro cuerpo? Pero cada uno es alabado por la virtud cuyo acto ejercita.
Por tanto, el martirio es acto de la fortaleza.
Respondo: Como anteriormente se ha probado (II-II 123,1), a la fortaleza pertenece confirmar al hombre en el bien de la virtud contra los peligros, sobre todo contra los peligros de muerte, y especialmente de la muerte en la guerra.
Pero es evidente que en el martirio el hombre es confirmado sólidamente en el bien de la virtud, al no abandonar la fe y la justicia por los peligros inminentes de muerte, los cuales también amenazan en una especie de combate particular, por parte de los perseguidores. Por eso dice San Cipriano en un Sermón: La muchedumbre de los presentes vio admirada el combate celestial y cómo en la batalla los siervos de Cristo se mantuvieron con voz libre, alma inmaculada y fuerza divina. Por tanto, está claro que el martirio es acto de la fortaleza. Y por eso dice la Iglesia, hablando de los mártires, que se hicieron fuertes en la guerra.
A las objeciones:
Soluciones: 1. En el acto de fortaleza hay que considerar dos aspectos: Uno es el bien en el que el fuerte se afianza, que es el fin de la fortaleza. Otro es la misma firmeza que le hace no ceder ante los enemigos que le apartan de ese bien, y en esto consiste la esencia de la fortaleza. Ahora bien: así como la fortaleza natural confirma el ánimo del hombre en la justicia humana, por cuya conservación soporta los peligros de muerte, así también la fortaleza infusa afianza el ánimo del hombre en el bien de la justicia de Dios por la fe en Jesucristo, según se lee en Rm 3,22. Y en este sentido el martirio se relaciona con la fe como el fin en el que uno se afirma; y con la fortaleza como su hábito de donde procede.
2. Al acto del martirio inclina la caridad como primer y principal motivo o como virtud imperante; la fortaleza, en cambio, como motivo propio y virtud productora. De ahí que el martirio sea acto de la caridad como virtud imperante y de la fortaleza como virtud de donde procede. Por eso resplandecen en él ambas virtudes. Pero el que sea meritorio le viene de la caridad, como a todo acto virtuoso. Por tanto, sin la caridad no tiene valor alguno.
3. Según hemos explicado (II-II 123,6), el acto principal de la fortaleza es el soportar, y a él pertenece el martirio, no a su acto secundario, que es el atacar.
Y como la paciencia ayuda a la fortaleza en su acto principal, que es el soportar, se sigue que también en los mártires se alabe la paciencia por concomitancia.


ARTíCULO 3

¿Es el martirio el acto de mayor perfección?
Objeciones por las que parece que el martirio no es el acto de mayor perfección.
Objeciones: 1. Parece que pertenece a la perfección lo que cae bajo consejo, y no bajo precepto, porque la perfección no es necesaria para la salvación. Pero el martirio parece ser necesario para la salvación, pues dice el Apóstol en Rm 10,10): Con el corazón se cree para la justicia y con la boca se confiesa para la salvación. Y San Juan (1Jn 3,16) añade que debemos dar nuestra vida por los hermanos. Por tanto, el martirio no pertenece a la perfección.
2. Parece que es señal de mayor perfección el entregar el alma a Dios por la obediencia que el entregarle el propio cuerpo, que se hace por el martirio; por lo cual dice San Gregorio, últ. Moral., que la obediencia es preferible a todas las víctimas. Por tanto, el martirio no es acto de la máxima perfección.
3. Parece mejor ser útil a los demás que mantenerse uno mismo en el bien, porque el bien de muchos es mejor que el de uno solo, en palabras del Filósofo en I Ethic.. Pero el que sufre el martirio es útil sólo para sí; en cambio, el que enseña lo es para muchos. Por eso el acto de enseñar y gobernar a los súbditos es más perfecto que el acto del martirio.
Contra esto: está el que San Agustín, en su libro De Sancta Virginit., antepone el martirio a la virginidad, que pertenece a la perfección. Parece, pues, que el martirio pertenece en grado sumo a la perfección.
Respondo: Podemos hablar de un acto de virtud bajo dos aspectos: Uno, según su especie, comparándolo con la virtud que lo produce inmediatamente.
Entonces el martirio, que consiste en soportar debidamente la muerte, no puede ser el más perfecto de los actos virtuosos, ya que soportar la muerte no es de suyo encomiable, sino sólo en cuanto ordenado a un bien que es un acto de virtud, como puede ser la fe y el amor a Dios. Y este acto de virtud, por ser fin, es más perfecto.
Otro aspecto bajo el que podemos considerar el acto virtuoso es si lo comparamos con el primer motivo, que es el amor de caridad. Y este segundo aspecto hace principalmente que un acto pertenezca a la perfección de vida, porque, como dice el Apóstol en Col 3,14: La caridad es el vínculo de perfección.
Pero el martirio es, entre todos los actos virtuosos, el que más demuestra la perfección de la caridad, ya que se demuestra tener tanto mayor amor a una cosa cuando por ella se desprecia lo más amado y se elige sufrir lo que más se odia. Ahora bien: es obvio que entre todos los bienes de la vida presente el hombre ama sobre todo su propia vida, y por el contrario experimenta el mayor odio hacia la muerte, especialmente si es con dolores y tormentos corporales, por cuyo temor hasta los mismos animales se abstienen de los máximos placeres, como dice San Agustín en el libro Octoginta trium quaest.. Según esto, parece claro que el martirio es, entre los demás actos humanos, el más perfecto en su género, como signo de máxima caridad, conforme a las palabras de San Juan (15,13): Nadie tiene mayor amor que el dar uno la vida por sus amigos.

A las objeciones:
Soluciones: 1. No hay ningún acto de perfección que cae bajo consejo que en algún caso no caiga bajo precepto como necesario para salvarse, por ejemplo, según San Agustín en el libro De Adulterinis Coniugiis, si uno se ve en la necesidad de guardar la continencia por ausencia o enfermedad de su mujer. Y por eso no va contra la perfección del martirio el que en algún caso sea necesario para salvarse. Pero hay casos en que el sufrir el martirio no es necesario para la salvación, como leemos muchas veces que los santos mártires, llevados del celo de la fe y la caridad fraterna, se entregaron voluntariamente al martirio. Y es que estos preceptos deben entenderse en cuanto a la preparación del ánimo.
2. El martirio abarca lo que puede haber de sumo en la obediencia, es decir, el ser obediente hasta la muerte, como se nos dice de Cristo en Ph 2,8: que se hizo obediente hasta la muerte. Por tanto, queda claro que el martirio de suyo es más perfecto que la simple obediencia en absoluto.
3. Esta objeción procede de entender el martirio en su especie propia del acto, según la cual no precede en excelencia a los demás actos virtuosos, como tampoco la fortaleza es la más excelente de las virtudes.

ARTíCULO 4 ¿Es la muerte esencial al martirio?

Objeciones por las que parece que la muerte no es esencial al martirio.
Objeciones: 1. Dice San Jerónimo en el sermón De Assumptione: Podría decir con verdad que la Madre de Dios fue Virgen y Mártir, aunque terminara su vida en la paz. Y también San Gregorio: Aunque falte la ocasión de persecución, tiene, con todo, la paz su propio martirio, porque, si bien es cierto que no ponemos el cuello de carne bajo la espada, sin embargo, con la espada espiritual sí damos muerte en nuestra alma a los deseos carnales. Por tanto, puede haber martirio sin padecer la muerte.
2. Leemos de algunas mujeres que, por conservar la integridad de su carne, despreciaron su vida, y por ello son alabadas, lo cual indica que la integridad corporal de la virginidad es preferida a la vida del cuerpo. Pero a veces esa integridad de la carne se arrebata o se intenta arrebatar por la confesión de la fe cristiana, como sucedió con Santa Inés y Santa Lucía. Parece, pues, que debe llamarse martirio con más propiedad el que una mujer pierda la integridad corporal por la fe en Cristo que el que pierda también su vida. De ahí las palabras de Santa Lucía: Si haces que me violen contra mi voluntad, se me duplicará la corona de mi castidad.
3. El martirio es acto de la fortaleza. Y a éste corresponde no sólo no temer la muerte, sino ni siquiera las otras adversidades, como dice San Agustín en el libro VI Musicae. Ahora bien: hay otras muchas adversidades, además de la muerte, que pueden aguantarse por la fe en Cristo, como son la cárcel, el destierro, el despojo de los bienes, según consta en He 10,34. De ahí que se celebre el martirio del papa San Marcelo, y eso que murió en la cárcel. Por tanto, no es necesario para el martirio sufrir la pena de muerte.
4. El martirio es un acto meritorio, como hemos dicho. Pero no puede haber acto meritorio después de la muerte. Luego debe ser antes. Así que la muerte no es esencial al martirio.
Contra esto: está lo que dice San Máximo en un Sermón sobre el mártir, que vence muriendo por la fe quien sería venado viviendo sin ella.
Respondo: Conforme a lo dicho (a. 2 obj.1), mártir significa testigo de la fe cristiana, por la cual se nos propone el desprecio de las cosas visibles por las invisibles, como leemos en He 11 2Co 4,17. Por tanto, pertenece al martirio el que el hombre dé testimonio de su fe, demostrando con sus obras que desprecia el mundo presente y visible a cambio de los bienes futuros e invisibles. Ahora bien: mientras vive en este mundo, aún no puede demostrar con obras el desprecio de los bienes temporales, pues los hombres siempre suelen despreciar a los familiares y a todos los bienes que poseen con tal de conservar la vida. Y por eso incluso Satanás adujo contra Jb 2,4: ¡Piel por piel! Cuanto el hombre tiene lo dará por su alma, es decir, por su vida corporal.
De donde se desprende que para la razón perfecta de martirio se exige sufrir la muerte por Cristo.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Todos los argumentos de autoridad indicados y los que pudieran aducirse hablan del martirio por una cierta analogía.
2. En la mujer que pierde la integridad de su carne o es condenada a perderla por la fe cristiana, no está claro ante los hombres si lo sufre por amor a la fe cristiana o más bien por el desprecio a su castidad. Y por eso ante los hombres no es testimonio suficiente, y no tiene propiamente razón de martirio. Pero ante Dios, que lee en el corazón, puede ser esto motivo de premio, como dijo Santa Lucía.
3. Como queda dicho anteriormente (II-II 123,4), la fortaleza se ocupa principalmente de los peligros de muerte, y de los demás como una consecuencia. Por lo mismo, no se llama propiamente martirio el soportar la cárcel o el destierro o el despojo de los bienes, a no ser que de ellos se siga la muerte.
4. El mérito del martirio no se da después de la muerte, sino en soportarla voluntariamente, es decir, cuando uno sufre libremente la inflicción de la muerte. Sucede a veces, sin embargo, que después de haber recibido heridas mortales por Cristo, o cualesquiera otras tribulaciones semejantes, que se sufren por la fe en Cristo, provenientes de los perseguidores, uno puede sobrevivir largo tiempo. En este estado, el acto del martirio es meritorio, y también en el mismo momento de padecer estas penas.

ARTíCULO 5 ¿Sólo la fe es causa del martirio?

Objeciones por las que parece que sólo la fe es causa del martirio.
Objeciones: 1. Se dice en 1P 4,15-16: Ninguno de vosotros padezca por homicida o ladrón, o algo parecido: pero si padece por ser cristiano, no se avergüence, antes glorifique a Dios en este nombre. Pero se llama cristiano a quien tiene la fe de Cristo. Por tanto, sólo la fe en Cristo da la gloria del martirio a los que lo padecen.
2. "Mártir" significa "testigo", y sólo se es testigo de la verdad. Pero no se llama mártir al que da testimonio de cualquier verdad, sino sólo de la verdad divina. De lo contrario, sería mártir quien muriera por la confesión de una verdad de geometría o de otra ciencia especulativa, lo que parece ridículo. Por tanto, sólo la fe es la causa del martirio.
3. Entre las virtudes parece que son más excelentes las que se ordenan al bien común, ya que el bien de todos es mejor que el bien de un solo hombre, según el Filósofo en I Ethic.. Por tanto, si fuese causa del martirio algún otro bien, serían mártires los que mueren en defensa de la república. Esto no lo contempla la Iglesia, pues no se celebran los martirios de los soldados muertos en guerra justa. Parece entonces que sólo la fe es causa del martirio.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 5,10: Dichosos los que padecen persecución por la justicia, lo cual se refiere al martirio, como dice la Glosa en el mismo lugar. Ahora bien: a la justicia pertenece no sólo la fe, sino también las demás virtudes. Por tanto, también ellas pueden ser causa del martirio.
Respondo: Como hemos visto (obj. 2,4), "mártires" es lo mismo que "testigos", es decir, en cuanto con sus padecimientos corporales dan testimonio de la verdad hasta la muerte; no de cualquier verdad, sino de la verdad que se ajusta a la piedad (Tt 1,1), que se nos manifiesta por Cristo. De ahí que los mártires de Cristo son como testigos de su verdad. Pero se trata de la verdad de la fe, que es, por tanto, la causa de todo martirio. Pero a la verdad de la fe pertenece no sólo la creencia del corazón, sino también la confesión externa, la cual se manifiesta no sólo con palabras por las que se confiesa la fe, sino también con obras por las que se demuestra la posesión de esa fe, conforme al texto de Jc 2,18: Yo, por mis obras, te mostraré la fe. En este sentido dice San Pablo (Tt 1,16) a propósito de algunos: Alardean de conocer a Dios, pero con sus obras lo niegan. Por tanto, las obras de todas las virtudes, en cuanto referidas a Dios, son manifestaciones de la fe, por medio de la cual nos es manifiesto que Dios nos exige esas obras y nos recompensa por ellas. Y bajo este aspecto pueden ser causa del martirio. Por eso se celebra en la Iglesia el martirio de San Juan Bautista, que sufrió la muerte no por defender la fe, sino por reprender un adulterio.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Llamamos cristiano al que es de Cristo. Pero se dice de uno que es de Cristo no sólo por tener la fe en Cristo, sino también porque realiza las obras virtuosas movido por el Espíritu de Cristo, conforme al texto de Rm 8,9: Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, ése no es de Cristo, y también porque ha muerto al pecado, según leemos en Ga 5,24: Los que son de Cristo Jesús han crucificado las carnes con sus pasiones y concupiscencias. Por eso, padece como cristiano no sólo el que sufre por la confesión de su fe de palabra, sino también el que sufre por hacer cualquier obra buena, o por evitar cualquier pecado por Cristo: porque todo ello cae dentro de la confesión de la fe.
2. La verdad de las otras ciencias no pertenece al culto divino. Por lo cual no decimos que sean según la piedad (cf. Sol.); de ahí que su confesión tampoco puede ser causa directa del martirio. Pero, siendo pecado toda mentira, como queda dicho (II-II 110,3), evitar la mentira, aunque sea contra cualquier tipo de verdad, puede ser causa del martirio, en cuanto la mentira es un pecado contrario a la ley divina.
3. El bien de la república es el principal entre los bienes humanos. Pero el bien divino, que es la causa propia del martirio, está por encima del bien humano.
Sin embargo, como el bien humano puede convertirse en divino si lo referimos a Dios, cualquier bien humano puede ser causa del martirio en cuanto referido a Dios.


CUESTIÓN 125 El temor

A continuación vamos a tratar de los vicios opuestos a la fortaleza (cf. q. 123 introd.). Y en primer lugar, del de temor; después, de la falta de temor o impavidez (q. 126); por último, de la audacia (q. 127).
Sobre el temor planteamos cuatro problemas: 1. ¿El temor es pecado? 2. ¿Se opone a la fortaleza? 3. ¿Es pecado mortal? 4. ¿Excusa o disminuye el pecado?

ARTíCULO 1 ¿El temor es pecado?

Objeciones por las que parece que el temor no es pecado.
Objeciones: 1. El temor es una pasión, como queda dicho (I-II 23,4 I-II 41,1). Pero, según leemos en II Ethic., por las pasiones ni se nos alaba ni se nos censura. Y como todo pecado es reprobable, parece que el temor no es pecado.
2. Nada que se manda en la ley divina es pecado, porque la ley del Señor es perfecta, como leemos en el salmo 18,8. Pero el temor se manda en la ley de Dios, porque se dice en Ep 6,5: Siervos, obedeced a vuestros amos según la carne con temor y temblor. Por tanto, el temor no es pecado.
3. Nada que esté en la naturaleza del hombre es pecado, porque el pecado es contrario a la naturaleza, como dice el Damasceno en el libro II. Pero el temor es connatural al hombre. Por eso dice el Filósofo en III Ethic. que estará loco o privado del sentido del dolor el que no teme nada, ni los terremotos, ni las inundaciones. Por tanto el temor no es pecado.
Contra esto: está lo que dice el Señor en Mt 10,28: No temáis a los que matan el cuerpo. Y también leemos en Ez 2,6: No temáis ni tengáis miedo a sus palabras.
Respondo: En los actos humanos se dice que algo es pecado porque implica un desorden: pues el bien del acto humano consiste en un cierto orden, como queda probado (II-II 10,2 II-II 114,1). Ahora bien: aquí el orden debido reside en que el apetito se someta al régimen de la razón. Y la razón manda evitar ciertas cosas y buscar otras; y entre las primeras, manda huir de unas más que de otras; igualmente, entre las segundas, buscar unas más que otras; y cuanto más debemos buscar un bien, tanto más debemos huir del contrario. De ahí que la razón manda la búsqueda de unos bienes más que la huida de otros males.

Por tanto, cuando el apetito huye de lo que la razón manda soportar para no desistir de lo que se debe buscar con más fuerza, se da el temor desordenado, y tiene razón de pecado. Por el contrario, cuando el apetito huye por temor de lo que, según la razón, debe huir, entonces el apetito no es desordenado ni hay pecado.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El temor tomado en sentido general implica de suyo umversalmente una huida; en este sentido no importa razón de bien o de mal. Igualmente sucede con cualquier otra pasión. Pero dice el Filósofo que las pasiones no son dignas de elogio ni de vituperio, es decir, no son elogiados ni vituperados los que se irritan o temen; sólo lo son si se comportan en su ira o temor ordenada o desordenadamente.
2. El temor que recomienda el Apóstol es conforme a la razón, es decir, el siervo debe temer apartarse de los deberes que debe prestar al amo.
3. La razón manda huir de los males a los que el hombre no puede hacer frente y de cuya resistencia no se deriva ningún bien. Y por eso el temor de tales males no es pecado.

ARTíCULO 2 ¿El pecado de temor se opone a la fortaleza?

Objeciones por las que parece que el pecado de temor no se opone a la fortaleza.
Objeciones: 1. La fortaleza recae sobre los peligros de muerte, como se ha dicho (II-II 123,4). Pero el pecado de temor no siempre dice relación a los peligros de muerte, pues comentando el Ps 127,1: Dichosos todos los que temen al Señor, dice la Glosa que el temor humano es aquel por el cual tememos padecer los peligros de la carne o perder los bienes de este mundo. Y al glosar el texto de Mt 26,44: oró por tercera vez diciendo aún las mismas palabras, etcétera, dice que hay un triple temor malo, a saber: el temor a la muerte, el temor al menosprecio y el temor al dolor. Por tanto, el pecado de temor no se opone a la fortaleza.
2. Lo que más se alaba en la fortaleza es el exponerse a los peligros de muerte.
Pero sucede a veces que uno se expone a la muerte por temor a la esclavitud o a la deshonra, según San Agustín, en I De Civ. Dei, refiere de Catón, que se dio muerte por no ser esclavo de César. Luego el pecado de temor no se opone a la fortaleza, sino que más bien tiene algo en común con ella.
3. Toda desesperación dimana de un temor. Sin embargo, la desesperación no se opone a la fortaleza, sino más bien a la esperanza, como hemos indicado anteriormente (II-II 20,1 I-II 40,4). Luego tampoco el pecado de temor se opone a la fortaleza.
Contra esto: está el que el Filósofo, en II y III Ethic., contrapone la timidez a la fortaleza.
Respondo: Como hemos dicho (II-II 19,3 I-II 43,1), todo temor procede del amor, pues sólo se teme lo contrario de lo que se ama. Ahora bien: el amor no está circunscrito a un género concreto de virtud o de vicio, sino que el amor ordenado se incluye en toda virtud; así, todo hombre virtuoso ama el bien propio de la virtud, lo mismo que el amor desordenado se incluye en todo pecado, ya que de tal amor surge el apetito desordenado. De modo semejante, el temor desordenado se incluye en todo pecado; por ejemplo, el avaro teme la pérdida del dinero, el voluptuoso la pérdida del placer, y así sucesivamente.
Pero el temor principal es el de los peligros de muerte, según se prueba en II Ethic.. Y por eso el desorden de tal temor se opone a la fortaleza, que se ocupa de los peligros de muerte. Por eso se dice por antonomasia que la timidez se opone a la fortaleza.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Los argumentos de autoridad aducidos se refieren al temor desordenado tomado en general, el cual puede oponerse a distintas virtudes.
2. Los actos humanos se conocen sobre todo por el fin, como se prueba por lo antedicho (I-II 1,3 I-II 18,6). Y propio del fuerte es exponerse a los peligros de muerte por un bien, pero el que se expone a ellos para huir de la esclavitud o de algo costoso, se deja vencer por el temor, y esto es contrario a la fortaleza. De ahí que diga el Filósofo en III Ethic. que el morir por huir de la pobrera o de la necesidad o de la tristeza no es propio del fuerte, sino del tímido, ya que huir de la dificultad es debilidad.
3. Como hemos dicho (I-II 45,2), así como la esperanza es principio de audacia, así el temor lo es de desesperación. Por eso, del mismo modo que en el fuerte, que usa la audacia con moderación, se presupone la esperanza, así, por el contrario, la desesperación nace del temor. Pero no parece conveniente que cualquier desesperación provenga de cualquier temor, sino del que está dentro del mismo género. Pero la desesperación opuesta a la esperanza pertenece a las cosas divinas, es decir, a un género distinto del temor que se opone a la fortaleza, que se refiere a los peligros de muerte. Por tanto, el argumento no es válido.


Suma Teológica II-II Qu.123 a.11