Suma Teológica II-II Qu.153 a.3

ARTíCULO 3 ¿Puede ser pecado la lujuria que trata de los actos venéreos?

Objeciones por las que parece que la lujuria que trata de actos venéreos no puede ser pecado.
Objeciones: 1. Mediante los actos venéreos se emite semen, que es lo que sobra del alimento, como afirma el Filósofo en su libro De Generat. Animal.. Pero cuando hay emisión de otras sustancias superfluas no se considera que haya pecado.
Luego tampoco puede haber pecado en los actos venéreos.
2. Todos pueden hacer uso de lo que les pertenece, mientras lo hagan lícitamente. Pero en el acto venéreo el hombre no hace uso sino de lo que es suyo, si exceptuamos el adulterio y el rapto. Por consiguiente, en el uso del placer venéreo no puede haber pecado, y tampoco la lujuria puede ser pecado.
3. A todo pecado se opone un vicio. Pero no parece que haya vicio alguno opuesto a la lujuria. Luego ésta no es pecado.
Contra esto: está el hecho de que la causa es más importante que el efecto.
Ahora bien: el vino se prohíbe por razón de la lujuria, como dice el Apóstol en Ep 5,18: Y no os embriaguéis de vino, en el cual está la lujuria. Luego también está prohibida la lujuria.
Además, en Ga 5,19, se cita la lujuria entre las obras de la carne.
Respondo: Cuanto más necesaria es una cosa, tanto más necesario es guardar en ella el orden de la razón y, por consiguiente, más pecado habrá en la transgresión de dicho orden en ella. Ahora bien, el acto venéreo, como dijimos antes (a. 2), es muy necesario para el bien común, que consiste en la conservación del género humano. Por eso debe guardarse de manera especial, en esta materia, el orden de la razón y, consiguientemente, si se hace algo en contra de lo que la razón ordena, será vicioso. Pero es propio de la lujuria el incumplir el orden y moderación que la razón exige en los actos venéreos. Por tanto, la lujuria es ciertamente pecado.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Como afirma el Filósofo en la misma obra, el semen es algo superfluo, pero necesario. Es superfluo por ser un residuo de la operación nutritiva, pero es necesario para la facultad generativa. Ahora bien: existen en el cuerpo otros productos superfluos y no necesarios, y por ello no importa cómo se emitan mientras se observen las reglas de la decencia de la vida en común. Pero no podemos decir lo mismo de la emisión de semen, la cual debe adecuarse al fin que lo hace necesario.
2. Como dice el Apóstol en 1Co 6,20, hablando de la lujuria, fuisteis comprados a gran precio; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo. Por ello, el que hace un uso desordenado de su cuerpo mediante la lujuria, ofende al Señor, que es el principal dueño de nuestro cuerpo. De ahí que San Agustín diga en De Decem Chordis: El Señor, que gobierna a sus siervos mirando el bien de ellos y no el suyo propio, mandó que no se destruya, mediante los placeres ilícitos, el templo suyo que has empezado a ser.
3. El vicio opuesto a la lujuria no es frecuente, porque los hombres son más bien propensos a la lujuria misma. Sin embargo, existe ese vicio y es la insensibilidad, que se da cuando se odia tanto el unirse a una mujer que se niega el débito a la mujer propia.

ARTíCULO 4 ¿Es la lujuria un vicio capital?

Objeciones por las que parece que la lujuria no es un vicio capital.
Objeciones: 1. Parece que la lujuria es equivalente a la inmundicia, según la Glosa a Ep 5,3.
Ahora bien: la inmundicia es hija de la gula, tal como dice San Gregorio en XXXI Moral.. Luego la lujuria no es un vicio capital.
2. Dice San Isidoro, en su obra De Summa Bono, que, así como mediante la soberbia de la mente se llega a la prostitución del placer, así mediante la humildad de la mente se salva la castidad de la carne. Ahora bien: parece contrario a la esencia de vicio capital el que tenga su origen en otro vicio. Luego la lujuria no es un vicio capital.
3. La lujuria es efecto de la desesperación, según se nos dice en Ep 4,19: Desesperados, se entregaron a la lascivia. Pero la desesperación no es un vicio capital, sino que se considera hija de la ansiedad, como ya dijimos (I-II 35,4 ad 2). Luego con mucho menor razón será vicio capital la lujuria.
Contra esto: está el hecho de que San Gregorio, en XXXI Moral., enumera a la justicia entre los vicios capitales.
Respondo: Como queda claro por lo ya dicho (II-II 148,5 I-II 84,3-4), un vicio capital es el que se ordena a un fin muy apetecible, de tal modo que, al apetecerlo, el hombre llega a cometer muchos pecados, todos los cuales se dice que proceden de aquel vicio como de un vicio principal. Pero el fin de la lujuria es el deleite venéreo, que es el más fuerte. Por ello, tal deleite es sumamente apetecible por parte del apetito sensitivo, ya debido a la vehemencia del deleite, ya por lo connatural que es esta concupiscencia. Queda claro, pues, que la lujuria es un vicio capital.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La inmundicia, para algunos, es hija de la gula y, por tanto, una inmundicia corporal, como dijimos antes (II-II 148,6). En este sentido, la objeción no es válida. Pero si se entiende por tal la inmundicia de la lujuria, hemos de decir que es efecto de la gula materialmente, en cuanto que la gula proporciona a la lujuria la materia corpórea, no como causa final, bajo cuyo aspecto consideramos que otros vicios tienen su origen en los vicios capitales.
2. Según ya vimos (II-II 132,4 ad 1) al hablar de la vanagloria, se considera a la soberbia como madre común de todos los pecados. Bajo este aspecto, también los vicios capitales tienen su origen en la soberbia.
3. Algunos se abstienen de los deleites de la lujuria principalmente por la esperanza de la gloria futura, a la cual hace desaparecer la desesperación. Por eso es causa de la lujuria, al suprimir el motivo que impide el bien obrar, no como causa esencial, lo cual parece que se requiere para constituir un vicio capital.

ARTíCULO 5 ¿Están bien clasificadas las hijas de la lujuria?

Objeciones por las que parece que no están bien señaladas las hijas de la lujuria: ceguera mental, inconsideración, inconsistencia, precipitación, egoísmo, odio a Dios, amor a la vida presente y horror o desesperación de la vida futura.
Objeciones: 1. La ceguera mental, la inconsideración y la precipitación pertenecen a la imprudencia, la cual se halla presente en todo pecado, así como la prudencia se halla en toda virtud. Luego no deben considerarse hijas de la lujuria.
2. La constancia se considera parte de la fortaleza, como vimos antes (II-II 128,1 ad 6; cf. II-II 137,3). Ahora bien: la lujuria no se opone a la fortaleza, sino a la templanza. Luego la inconstancia no es hija de la lujuria.
3. El amor de sí mismo hasta llegar a despreciar a Dios es el principio de todo pecado, como dice San Agustín en XIV De Civ. Dei. Por tanto, el egoísmo no debe considerarse una hija de la lujuria.
4. San Isidoro señala cuatro hijas de la lujuria, a saber: palabras deshonestas, necias, lascivas y tontas. Por consiguiente, la enumeración anterior parece inapropiada.
Contra esto: está la autoridad de San Gregorio en XXXI Moral..
Respondo: Cuando las potencias inferiores se muestran especialmente sensibles al placer, es natural que las potencias superiores se vean impedidas y desordenadas en sus actos. Ahora bien: el vicio de la lujuria hace que el apetito inferior, el concupiscible, se ordene de un modo vehemente a su objeto propio, lo deleitable, debido a la impetuosidad del deleite. De ello se sigue, lógicamente, que las potencias superiores, entendimiento y voluntad, se sientan altamente desordenadas por la lujuria.
En la vida moral intervienen cuatro actos de la razón. En primer lugar, la simple inteligencia, que percibe la bondad del fin. Este acto se ve impedido por la lujuria, conforme a lo que leemos en Da 13,56: La hermosura te engañó y la concupiscencia pervirtió tu corazón. Esto lo realiza la ceguera mental. El segundo acto es la deliberación sobre los medios que han de elegirse, y también se ve impedido por la concupiscencia de la lujuria. Por eso dice Terencio, en Eunuco, hablando de un amor licencioso: lo que no admite deliberación ni medida, no se puede regular por la deliberación. Para ello ponemos la precipitación, que es privación del consejo debido, como ya dijimos antes (II-II 53,3). El tercer acto es el juicio sobre lo que ha de hacerse. También este acto tercero se ve impedido por la lujuria, pues leemos en Da 13,9 sobre los ancianos lujuriosos: Pervirtieron su sentido y no se acordaron de los juicios justos. Esta función la desempeña la inconsideración. El cuarto es el imperio de la razón. También lo impide la lujuria, al obstaculizar la ejecución del decreto de la mente. Por eso dice Terencio, en su Eunuco, refiriéndose a uno que aseguraba que dejaría a una amiga: Una falsa lágrima borrará esas palabras.
Por parte de la voluntad encontramos un doble acto desordenado. El primero es el deseo del fin. Bajo este aspecto tenemos el egoísmo, que busca el deleite de un modo desordenado y, como vicio contrapuesto, el odio a Dios, quien prohíbe el deleite deseado. Existe también el deseo de los medios, que se ve impedido por el amor a la vida presente, en la cual el hombre quiere disfrutar del placer, y como vicio contrapuesto, la desesperación de la vida futura, en cuanto que, al detenernos excesivamente en los placeres carnales, no nos preocupamos de los espirituales, que nos disgustan.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Como dice el Filósofo en VI Ethic., la intemperancia corrompe en grado sumo a la prudencia. Por eso los vicios opuestos a la prudencia tienen su origen preferentemente en la lujuria, que es la principal especie de intemperancia.
2. La constancia en cosas arduas y terribles se considera como parte de la fortaleza. Pero la constancia en abstenerse de los placeres se considera parte de la templanza, como dijimos antes (II-II 143,0). Por eso se considera como hija de la lujuria a la inconstancia, que es opuesta a ella.
Sin embargo, también la primera clase de inconstancia es efecto de la lujuria, en cuanto que relaja y afemina el corazón del hombre, según leemos en Os 4,11: La fornicación, el vino y la embriaguez quitan el corazón. Y Vegecio dice en De Re Militari: Menos teme la muerte quien menos deleite conoció en vida.
Y no es necesario, como ya dijimos muchas veces (cf. II-II 36,4 ad 1; II-II 118,8 ad 1), que las hijas de un vicio capital se ocupen de la misma materia que él.
3. El egoísmo es principio común de pecados por razón de todos los bienes que desea. Pero se considera hija de la lujuria en cuanto al deseo específico del placer carnal.
4. Los vicios enumerados por San Isidoro son actos externos desordenados que se refieren, sobre todo, a la comunicación externa. En cuanto a ésta, puede darse un desorden por cuatro conceptos. En primer lugar, por razón de la materia del discurso, en cuyo caso tenemos las conversaciones torpes. En efecto, puesto que de la abundancia del corazón habla la boca, como leemos en Mt 12,34, el lujurioso, cuyo corazón está lleno de torpes deseos, fácilmente pronuncia palabras obscenas. En segundo lugar, por parte de la causa. Dado que la lujuria produce inconsideración y precipitación, es lógico que obligue a pronunciar palabras poco pensadas, que llamamos tontas. En tercer lugar, por razón del fin, ya que el lujurioso, al buscar el deleite, ordena hacia él sus palabras, y así pronuncia palabras jocosas. En cuarto lugar, en cuanto al sentido de las palabras, que la lujuria pervierte por la ceguedad mental que produce. De ahí que fácilmente se incline a pronunciar necedades, dado que con sus palabras prefiere los deleites que apetece a cualquiera otra cosa.


CUESTIÓN 154 Las especies de la lujuria

Nos toca ahora tratar de las partes de la lujuria. Sobre ello se plantean doce problemas: 1. ¿Cómo se dividen las partes de la lujuria? 2. ¿Es la simple fornicación un pecado mortal? 3. ¿Es el pecado más grande? 4. ¿Puede existir pecado mortal en los tocamientos, besos y actos semejantes? 5. ¿Es pecado mortal la polución nocturna? 6. El estupro. 7. El rapto. 8. El adulterio. 9. El incesto. 10. El sacrilegio. 11. El pecado contra la naturaleza. 12. El orden de gravedad en estas especies de pecado.

ARTíCULO 1 ¿Es adecuada la división de la lujuria en seis especies?

Objeciones por las que parece que no es adecuada la división de la lujuria en seis especies: simple fornicación, adulterio, incesto, estupro, rapto y vicio contra la naturaleza.
Objeciones: 1. La diversidad de materia no da lugar a especies distintas. Ahora bien: esta división se toma de la diversidad de materia, es decir, en cuanto que se tiene contacto carnal con una casada, con una virgen o una mujer de otra condición.
Luego parece que no se dan distintas especies de lujuria según este criterio.
2. No parece que se originen distintas clases de un vicio por algo que es propio de otro vicio. Pero el adulterio no se distingue de la simple fornicación sino por el hecho de tener contacto carnal con la mujer de otro, en cuyo caso se comete una injusticia. Luego parece que el adulterio no debe considerarse como un pecado de lujuria.
3. Así como se puede pecar con una mujer casada, también se puede pecar con una mujer consagrada a Dios mediante voto. Por consiguiente, del mismo modo que se considera al adulterio como especie de lujuria, deberíamos hacer lo mismo con el sacrilegio.
4. El casado no sólo peca si tiene contacto carnal con otra mujer, sino también si practica el acto sexual de modo indebido con su mujer, lo cual es un pecado de lujuria. Luego también esto debería considerarse como una especie de lujuria.5. Dice el Apóstol en 2Co 12,21: Que Dios no me humille de nuevo, cuando vaya a vosotros, a causa vuestra y tenga que llorar por muchos de los que antes pecaron y no hicieron penitencia de su impureza, de su fornicación y de su lascivia. Parece, pues, que la impureza y la lascivia deben considerarse partes de la lujuria, como lo es la fornicación.
6. Lo dividido no debe figurar como parte de la división. Pero esto se da en la lujuria, ya que se dice en Ga 5,19: Son manifiestas las obras de la carne: fornicación, inmundicia, impureza, lujuria. Por consiguiente, la fornicación no debe considerarse como especie de lujuria.
Contra esto: está el hecho de que esta división aparece en las Decretales, XXXVI caus., q. 1.
Respondo: Como ya señalamos antes (II-II 153,3), el pecado de lujuria consiste en el uso del placer venéreo en contra de la recta razón. Esto puede suceder de dos modos. En primer lugar, por la materia en la que se busca este deleite. En segundo lugar, en cuanto que, aun habiendo una materia debida, no se cumplen otras condiciones necesarias. Y dado que la circunstancia, en cuanto tal, no especifica el acto moral, sino que lo hace el objeto materia del acto, es conveniente que las partes de la lujuria se tomen atendiendo a la materia u objeto.
La disconformidad con la recta razón puede tener su origen en un doble principio. Primero, por no ordenarse al fin del acto venéreo. Y así, si se impide la generación de la prole, se da el vicio contra la naturaleza, como en todo acto venéreo del que no puede seguirse la generación. Y si se impide la debida y digna educación de la prole, hay fornicación simple, de hombre libre con mujer libre.
La materia en la que se busca el acto venéreo puede estar en disconformidad con la razón bajo otro aspecto, en relación con otros hombres. Esto es posible por un doble capítulo. Primero, por parte de la mujer con la que se peca, al no guardarse el respeto que se le debe. A esto responde el incesto, que es el abuso de una mujer unida por consanguinidad o afinidad. En segundo lugar, si tenemos en cuenta aquella persona bajo cuya autoridad está la mujer. En efecto, si está bajo la autoridad del esposo, se comete adulterio; si está bajo la autoridad paterna, se comete o bien estupro, si no se emplea violencia, o rapto, si se hace uso de violencia.
Las especies se diversifican por parte de la mujer más que por parte del hombre, ya que en el acto venéreo la mujer desempeña el papel de elemento pasivo, mientras que el hombre actúa como principio activo, y ya dijimos que las especies se diversifican por razón de la materia.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La diversidad de materia lleva consigo la diversidad formal de objeto, que se toma de los diversos modos de oponerse a la recta razón, como ya dijimos (In corp.).
2. Puede admitirse que en un mismo acto se den torpezas propias de varios vicios, como se dijo antes (I-II 18,7). Por eso el adulterio cae bajo la lujuria y la injusticia. Y la torpeza de la injusticia no es, en absoluto, accidental a la lujuria, pues ésta se hace más grave cuando conduce a un grado tan alto de concupiscencia que incluye también injusticia.
3. La mujer que promete continencia se desposa, de algún modo, con Dios. Por eso el sacrilegio cometido al violar a una mujer en esta condición es un adulterio espiritual. De igual manera, los demás modos de sacrilegio se reducen a otros modos de lujuria.
4. El casado no peca con su mujer a causa de una materia indebida, sino por otras circunstancias que no constituyen una especie moral del acto, como dijimos antes (In corp.; cf. I-II 18,2).
5. Como dice la Glosa en el lugar citado, la inmundicia equivale a la lujuria contra naturaleza. Por su parte, la impudicicia es la que comete el hombre con mujeres libres, y parece reducirse al estupro. Puede decirse, también, que la impudicicia comprende ciertos actos que acompañan al acto venéreo, como besos, tocamientos, etc.
6. La lujuria designa toda clase de excesos, como dice la Glosa en el mismo lugar.

ARTíCULO 2 ¿Es pecado mortal la fornicación simple?

Objeciones por las que parece que la fornicación simple no es pecado mortal.
Objeciones: 1. Cuando una cosa se enumera juntamente con otras, ha de ser igual a ellas.
Ahora bien: la fornicación se enumera con otras cosas que no son pecado, pues en Ac 15,29 se dice: Que os abstengáis de carne inmolada a los ídolos, de la carne, de lo ahogado y de la fornicación. Pero el uso de las otras cosas no es pecado mortal, de acuerdo con lo que se dice en 1Tm 4,4: Nada hay reprobable tomado con acción de gracias. Luego la fornicación no es pecado mortal.
2. Ningún pecado mortal es objeto de precepto divino. Pero en Os 1,1 el Señor dice: Ve, toma por mujer una prostituta y ten hijos de prostitución. Luego la fornicación no es pecado mortal.
3. Ningún pecado mortal se menciona en la Sagrada Escritura sin su correspondiente recriminación. Pero la fornicación aparece en la Escritura y en los Padres antiguos sin ser recriminada, ya que en Gn 16,4 Abrán hizo uso de su esclava Agar; en Gn 30,9 Jacob se acercó a las esclavas de sus mujeres Balam y Zelfa, y en Gn 38,15ss Judas hizo uso de Tamar, a la que tomó por meretriz. Luego la fornicación simple no es pecado mortal.
4. Todo pecado mortal se opone a la caridad. Ahora bien: la fornicación simple no se opone a ella ni por parte del amor de Dios, porque no es pecado que vaya directamente contra El, ni por parte del prójimo, porque en ella el hombre no comete injusticia contra nadie. Luego la fornicación simple no es pecado mortal.
5. Todo pecado mortal lleva a la perdición eterna. No así la fornicación simple, ya que, al comentar el pasaje de 1Tm 4,8, la piedad es útil para todo, dice la Glosa de San Ambrosio: El resumen de la disciplina cristiana se encuentra en la misericordia y en la piedad, y quien las cumpla, aunque sucumba ante el placer de la carne, será azotado, pero no perecerá. Luego la fornicación simple no es pecado mortal.
6. Más incluso: como dice San Agustín en De Bon. Coniug., lo que es el alimento para la salud del cuerpo es el acto venéreo para la conservación del género humano. Pero no todo uso desordenado del alimento es pecado mortal.
Por consiguiente, tampoco lo es el uso desordenado de lo venéreo. Este parece aplicable, en primer lugar, a la fornicación simple, que es la más leve de las especies enumeradas.
Contra esto: está lo que se dice en Tb 4,13: Guárdate, hijo, de toda fornicación, y no cometas el crimen de conocer a otra mujer que no sea la tuya.
Ahora bien: la palabra crimen se refiere al pecado mortal. Luego la fornicación, y todo comercio carnal con otra mujer que no sea la propia, es pecado mortal.
Sólo el pecado mortal aparta del reino de Dios. Pero la fornicación realiza esto, como se afirma en Ga 5,19ss, donde el Apóstol, después de hablar de la fornicación y de otros vicios, escribe: Los que tal hacen no poseerán el reino de Dios. Por tanto, la fornicación simple es pecado mortal. En las Decretales, XXII caus., q. 1, leemos: Deben saber que al perjurio debe imponérsele una penitencia similar a la del adulterio y la fornicación, homicidio voluntario y demás vicios criminales. Luego la fornicación simple es pecado criminal, es decir, mortal.
Respondo: Hay que sostener que, sin ningún lugar a duda, la fornicación simple es pecado mortal, a pesar de lo que dice la Glosa sobre Dt 23,17, que no haya prostituta…: Prohíbe el trato con las meretrices, cuya torpeza es venial.
En efecto, no es venial, sino venal, lo propio de las meretrices.
Para ver esto claramente, hay que tener en cuenta que es pecado mortal todo pecado cometido directamente contra la vida del hombre. Ahora bien: la fornicación simple lleva consigo un desorden que repercute en perjuicio de la vida de aquel que va a nacer de tal acto carnal. En efecto, vemos que en todos los animales en los que se requiere, para la educación de la prole, la colaboración del macho y de la hembra, no practican un trato indiscriminado, sino del macho con una determinada hembra, o varias: tal es el caso de las aves. Es distinto el caso de los animales entre los que la hembra se basta para la educación del feto, entre los cuales se da un trato carnal indiscriminado: tales son los perros y otros similares. Ahora bien: es evidente que para la educación del hombre se requiere no sólo el cuidado de la madre que lo alimenta, sino mucho más el del padre, que debe educarlo, defenderlo y guiarlo. Por eso es contrario a la naturaleza humana el que el hombre practique indiscriminadamente el trato carnal, siendo preciso, por el contrario, que sea marido de una determinada mujer, con la que ha de permanecer no durante un corto período de tiempo, sino por mucho tiempo, incluso durante toda la vida.
Por eso los padres tienen obligación de preocuparse de la seguridad de la prole como exigencia de su misma naturaleza, para educarla convenientemente. Esta seguridad desaparecería si se admitiera un trato carnal no definido. Esta concreción de una mujer se llama matrimonio, y por eso se dice que es de derecho natural. Pero dado que el comercio carnal se ordena al bien de todo el género humano, y los bienes comunes están sujetos a la determinación de la ley, como se vio antes (I-II 90,2), es lógico que esta unión del macho y de la hembra, llamada matrimonio, esté sujeta a alguna ley. Cómo está determinada entre nosotros se verá en la tercera parte (Suppl. q. 1), cuando hablemos del matrimonio como sacramento. De aquí se deduce que, siendo la fornicación un contacto indeterminado, al no darse dentro del matrimonio, va contra el bien de la educación de la prole y es, por ello, pecado mortal.
Y no obsta a lo dicho el que, en algún caso, se provea a la educación de la prole, ya que lo que viene determinado por una ley se juzga conforme a lo que sucede más comúnmente y no según lo que puede suceder en un caso particular.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La fornicación se nombra con los otros vicios, no porque tenga la misma razón de gravedad que ellos, sino que, si se juntan, es más bien porque de todos ellos podría originarse disensión entre judíos y gentiles, rompiendo así la armonía en que debían vivir. Los gentiles no consideraban la fornicación simple como ilícita, debido a la corrupción de su razón natural. Los judíos, en cambio, instruidos en la ley divina, la consideraban ilícita. En cuanto a los otros vicios que se enumeran allí, los judíos los reprobaban por una costumbre de convivencia legal. De ahí que los Apóstoles se los prohibieran a los gentiles no porque fueran ilícitos en sí mismos, sino por ser reprobables para los judíos, como ya dijimos antes (I-II 103,4 ad 3).
2. La fornicación es considerada como pecado en cuanto que se opone a la recta razón. Y la recta razón humana se guía por la voluntad divina, que es la regla primera y principal. Por eso lo que hace el hombre por voluntad de Dios, obedeciendo a su mandato, no va contra la recta razón, aunque parezca que se opone al orden común de la razón, del mismo modo que no va contra la naturaleza lo que se opera milagrosamente mediante el poder divino, aunque se oponga al curso ordinario de sus leyes. De ahí que, así como Abrán no pecó al querer sacrificar a su hijo inocente, ya que obedeció a Dios, aunque ello, considerado en sí mismo, suele ser opuesto a la rectitud de la razón humana, tampoco pecó Oseas al fornicar cumpliendo un precepto divino, ni tal comercio carnal debe llamarse propiamente fornicación, aunque se llame así según el lenguaje ordinario. Por eso dice San Agustín en III Confess.: Cuando Dios ordena algo contrario a cualquier costumbre o pacto, aunque no se haya hecho nunca, hay que hacerlo. Y añade: Puesto que, así como en el orden humano el superior puede ordenar al inferior, así Dios puede mandar sobre todos los seres.
3. Abrán y Jacob, al usar de las esclavas, no cometieron fornicación, como diremos más adelante al hablar del matrimonio (Suppl. q. 65 a. 5 ad 2). A Judá no es necesario eximirlo de pecado, puesto que también vendió a su hermano José.

4. La fornicación simple va contra el amor al prójimo en cuanto que se opone al bien de la prole, como ya dijimos (In corp.), ya que no engendra conforme a lo que es conveniente para ésta.
5. Las obras de piedad hacen que el que ha cometido pecado carnal se libre de la perdición eterna, en cuanto que, mediante ellas, se dispone a conseguir la gracia del arrepentimiento, y en cuanto que satisface por los pecados carnales cometidos. Pero esto no quiere decir que, si sigue cometiendo pecado carnal sin arrepentirse hasta la muerte, se libre mediante estas obras de piedad.
6. De una sola relación carnal puede nacer un hombre. Por eso la relación carnal desordenada, que impide el bien de la prole que puede nacer, es pecado mortal en sí misma y no sólo por el desorden de la concupiscencia. En cambio, por el abuso o desorden de una sola comida no se impide el bien de la vida entera del hombre. Por ello, el pecado de gula no es, en sí mismo, mortal. Lo sería, no obstante, si se tomara, a sabiendas, un alimento que originara la pérdida de la condición humana, como en el caso de Adán (cf. Gn 2,17). Pero no se sigue que la fornicación sea el pecado menos grave dentro de los de lujuria. Es menos grave el contacto venéreo con la propia esposa hecho por puro placer.

ARTíCULO 3 ¿Es la fornicación el pecado más grave?

Objeciones por las que parece que la fornicación es el más grave de los pecados.
Objeciones: 1. Parece que un pecado es tanto más grave cuanto procede de una mayor sensualidad. Ahora bien: la mayor sensualidad se da en la fornicación, ya que en la Glosa a 1Co 6,18 se dice que el ardor de la sensualidad es máximo en la lujuria. Parece, pues, que la fornicación es el pecado más grave.
2. Tanto más gravemente peca el hombre cuanto recae sobre una materia más próxima a él. Así, peca más gravemente quien golpea a su padre que el que golpea a un extraño. Pero, como se dice en 1Co 6,8, el que fornica peca contra el propio cuerpo, que es lo más allegado al hombre. Por tanto, parece que la fornicación es el pecado más grave.
3. Cuanto más excelente es un bien, tanto más grave parece ser el pecado cometido contra él. Ahora bien: el pecado de fornicación parece ir contra el bien de todo el género humano, como queda demostrado por lo dicho ya (a. 2). Va también contra Cristo, según lo que leemos en 1Co 6,15: ¿Convertiré los miembros de Cristo en miembros de una meretriz? Por consiguiente, la fornicación es el pecado más grave.
Contra esto: está el hecho de que San Gregorio dice que los pecados carnales son menos graves que los espirituales.
Respondo: La gravedad del pecado puede medirse bajo dos aspectos: en sí mismo y por las circunstancias que lo rodean. Considerado en sí mismo, se mide su gravedad por razón de su especie, la cual se considera por el bien al que el pecado se opone. La fornicación va contra el bien del hombre que ha de nacer, y por eso, en su especie, es un pecado más grave que los que se oponen a los bienes externos, como son el hurto y otros similares; pero menos grave que los pecados que van directamente contra Dios y que el pecado contra un hombre ya nacido, como es el homicidio.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La sensualidad que hace al pecado más grave es la que se da en la inclinación de la voluntad. Pero la sensualidad que se da en el apetito sensitivo hace más leve al pecado, dado que, cuanto más leve es la pasión que mueve al hombre a pecar, tanto más leve es el pecado. Así considerada, la sensualidad de la fornicación es la más grave. Por eso dice San Agustín, en su obra De Agone Christiano, que entre todos los combates del cristiano los más duros son los referentes a la castidad, en los que se lucha diariamente y se triunfa raras veces. Y San Isidoro, en su obra De Summo Bono, dice que por la lujuria de la carne se hace el género humano más esclavo de Satanás que por ningún otro pecado, porque es más difícil vencer la vehemencia de esta pasión.
2. Se dice que el que fornica peca contra su cuerpo, no sólo porque el deleite de la fornicación se consuma en la carne, lo cual también se cumple en la gula, sino también porque obra en contra del bien de su propio cuerpo, en cuanto que lo satisface indebidamente y lo mancha y mezcla con otro cuerpo. De ello no se sigue, sin embargo, que la fornicación sea el pecado más grave, ya que, en el hombre, la razón es más importante que el cuerpo y, por tanto, será más grave el pecado que más se oponga a la razón.
3. El pecado de fornicación se opone al bien de la especie humana en cuanto que impide la generación concreta de un hombre que iba a nacer. Ahora bien: participa más de la razón de especie humana quien posee actualmente la razón de tal que el que es hombre sólo en potencia. Por eso el homicidio es más grave que la fornicación y que todas las especies de lujuria, por ser algo que se opone más al bien de la especie humana. También el bien divino es más excelente que el de la especie humana; por eso son más graves los pecados contra Dios.
Ahora bien: la fornicación no es un pecado que vaya directamente contra Dios, de tal modo que el que la comete busque ofenderle, sino como consecuencia, al igual que todos los pecados mortales: del mismo modo que los miembros de nuestro cuerpo son miembros de Cristo, también nuestro espíritu se identifica con Cristo, según se dice en 1Co 6,17: El que se une a Dios, se hace una cosa con El. De ahí también que los pecados espirituales sean más opuestos a Cristo que la fornicación.

ARTíCULO 4 ¿Existe pecado mortal en los besos y en los tocamientos?

Objeciones por las que parece que en los tocamientos y en los besos no hay pecado mortal.
Objeciones: 1. El Apóstol dice en Ep 5,3: La fornicación y toda clase de inmundicia, o de avaricia, que ni siquiera pueda decirse que existe entre vosotros, como conviene a los santos. Y añade (v. 4): ni palabras torpes, ni groserías, ni truhanerías.
Todo esto lo interpreta la Glosa como besos y abramos, palabras suaves y obscenas, y lo que los necios llaman chocarronería. Dice a continuación (v. 5) San Pablo: Pues habéis de saber que ningún fornicario, o impuro, o avaro, que es como adoración de los ídolos, tendrá parte en la heredad del reino de Dios y de Cristo. Pero, puesto que aquí no recrimina la torpeza, palabras groseras ni truhanería, sigúese que éstos no son pecado mortal.
2. Decimos que la fornicación es pecado mortal porque impide el bien de la generación y educación de la prole. Pero a esto no colaboran, en absoluto, los besos, tocamientos ni abrazos. Luego en ellos no se da pecado mortal.
3. Las cosas que son, en sí mismas, pecado mortal, no pueden hacerse nunca sin cometer pecado. Pero los besos, tocamientos, etc., pueden darse alguna vez sin pecado. Luego no son, en sí mismos, pecado mortal.
Contra esto: está el hecho de que es menos obscena una mirada que el tocamiento, abrazo o beso. Ahora bien: la mirada obscena es un pecado mortal, condenado en Mt 5,28: El que mira a una mujer y la desea, ya pecó en su corazón. Luego con mayor razón serán pecado mortal el beso sensual y actos similares.
2. Dice San Cipriano en su obra Ad Pomponium de Virginitate: Ciertamente, el contacto carnal, los abramos, las conversaciones obscenas, el dormir en la misma cama, ¡cuánto tienen de deshonroso y de criminal! Luego el hombre, al cometer estos actos, es reo de crimen, es decir, de pecado mortal.
Respondo: Consideramos que una cosa es pecado mortal desde un doble aspecto. En primer lugar, por su especie. Y así considerados, los besos, abrazos y tocamientos no son necesariamente pecado mortal, puesto que pueden darse sin sensualidad, bien sea por costumbre patria, por necesidad o por otra circunstancia o causa razonable.
En segundo lugar, decimos que una cosa es pecado mortal por razón de su causa: el que da limosna para inducir a herejía, peca mortalmente por la corrupción existente en la intención con que lo hace. Ahora bien: ya dijimos antes (I-II 72,8) que no sólo el consentimiento en el acto de pecado mortal es pecado grave, sino también el consentimiento en el deleite del mismo. Por ello, dado que la fornicación es pecado mortal, y lo son mucho más las otras especies de lujuria, sigúese que no sólo el consentimiento en el acto, sino también el consentimiento en el deleite de tal pecado es pecado mortal. Por consiguiente, dado que los besos, abrazos, etc., tienen por fin el placer, sigúese que son pecado mortal. Sólo bajo este aspecto decimos que son libidinosos y, como tales, pecado grave.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El Apóstol no menciona los tres últimos actos porque no revisten gravedad de pecado sino en cuanto dicen relación con los anteriores.
2. Los besos y tocamientos, aunque no impiden directamente el bien de la prole, son fruto de la sensualidad, que es la raíz de la oposición a dicho bien. De ahí que sean pecado mortal.
3. De la objeción se deduce que esos actos no son pecado mortal por su misma naturaleza.


Suma Teológica II-II Qu.153 a.3