Suma Teológica II-II Qu.183 a.4

ARTíCULO 4 ¿Se toma la diferencia de estados de los principiantes, avanzados y perfectos?

Objeciones por las que parece que la diferencia de estados no se toma de los principiantes, avanzados y perfectos.
Objeciones: 1. Realidades distintas tienen especies y diferencias también distintas. Pero esta distinción en principiantes, avanzados y perfectos corresponde al grado de caridad, como se dice en Suppl. q. 34. Luego parece que no puede atenderse a esto para distinguir los estados.
2. El estado, como ya dijimos (a. 1), atiende a la condición de servidumbre o libertad, a la cual no parece que haga referencia esta distinción en principiantes, avanzados y perfectos. Luego no es adecuada la distinción de los estados atendiendo a esto.
3. Parece que los principiantes, avanzados y perfectos se distinguen de más a menos, lo cual parece que pertenece, más bien, a la razón de grado. Pero la división de grados y la de estados son distintas, como ya se dijo (q. 176). Luego no es correcta la división en principiantes, avanzados y perfectos.
Contra esto: está el testimonio de San Gregorio, quien dice en IV Moral.: Los convertidos presentan un triple modo de ser según estén en el principio, en el medio o en el fin. Y en Super Ez. Dice: Una cosa es el principio de la virtud, otra el progreso y otra la perfección.
Respondo: Como ya observamos antes (a. 1), el estado hace referencia a la libertad o a la esclavitud. Ahora bien: en las cosas espirituales se da una doble esclavitud y una doble libertad. Una es la esclavitud del pecado y otra la esclavitud de la justicia. Del mismo modo, una es la libertad del pecado y otra la libertad de la justicia, como dice el Apóstol en Rm 6,20 Rm 6,22): Cuando erais siervos del pecado estabais libres respecto de la justicia. Pero ahora, libres del pecado, habéis sido hechos siervos de Dios. Y se da esclavitud respecto del pecado o de la justicia cuando uno se inclina al mal o al bien por el hábito de la justicia. De igual modo se da libertad del pecado cuando uno no es vencido por la inclinación a él, y libertad de la justicia cuando uno no huye del mal por amor a ella. Sin embargo, dado que el hombre se inclina, por su razón natural, a la justicia, mientras que el pecado va contra la razón natural, sigúese que la libertad del pecado es verdadera libertad, que va unida a la esclavitud de la justicia, porque mediante ambas tiende el hombre hacia aquello que le es conveniente. De igual modo, la auténtica esclavitud es la del pecado, a la que va unida la libertad de la justicia, porque ambas impiden al hombre alcanzar el bien que le es propio. Pero el que el hombre se haga esclavo de la justicia o del pecado depende de su modo de obrar, como dice el Apóstol en el mismo pasaje (v. 16): Ofreciéndoos a uno para obedecerle os hacéis esclavos de aquel a quien os sujetáis, sea del pecado para muerte, sea de la obediencia para la justicia. Ahora bien: en toda ocupación del hombre puede considerarse un principio, un medio y un fin. Por eso es adecuado que el estado de esclavitud y libertad espiritual se distinga en tres grados: atendiendo al principio, al que pertenece el estado de los principiantes; al medio, y tenemos el estado de adelantados, y al fin, y tenemos el estado de los perfectos.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La libertad del pecado se realiza por medio de la caridad, que se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo, como se dice en Rm 5,5. Por eso dice en 2Co 3,17: Donde está el espíritu del Señor, allí hay libertad. Por eso es la misma la división de la caridad y la de los estados referentes a la libertad espiritual.
2. Los principiantes, avanzados y perfectos, con relación a los cuales se distinguen los estados, no se llaman así por cualquier ocupación, sino por ocuparse de algo en relación con la libertad o esclavitud espiritual, como ya dijimos (In corp.; a. 1).
3. Como ya dijimos (a. 3 ad 3), no hay inconveniente en que el grado y el estado se den en un mismo individuo, puesto que en el orden humano, el que es libre, no sólo es de un estado distinto del estado del esclavo, sino que pertenece a un grado más alto


CUESTIÓN 184 El estado de perfección en común

Nos toca ahora tratar de lo referente al estado de perfección, al que se ordenan los otros estados. En efecto, la consideración de los oficios, en cuanto a otros actos, pertenece a los legisladores, y en cuanto a los sagrados ministerios, pertenece al estudio del sacramento del orden, del cual se trata en la Tercera Parte (Suppl. q. 34).
Sobre el estado de perfección se plantea una triple consideración: sobre el estado de perfección en común, de lo tocante a la perfección de los obispos (q. 185) y de lo concerniente a la perfección religiosa (q. 186).
Sobre lo primero se plantean ocho problemas: ¿Se mide la perfección por la caridad? 2. ¿Puede alguno ser perfecto en esta vida? 3. ¿Consiste la perfección de esta vida, principalmente, en los consejos o en los mandamientos? 4. ¿Se halla en el estado de perfección cualquiera que es perfecto? 5. ¿Se hallan los prelados y los religiosos, de un modo especial, en el estado de perfección?
6. ¿Se hallan todos los prelados en estado de perfección? 7. ¿Qué estado es más perfecto, el de los religiosos o el de los obispos? 8. ¿Qué relaciones existen entre los religiosos y los arcedianos y archidiáconos?


ARTíCULO 1

¿Se mide la perfección cristiana, sobre todo, por la caridad?
Objeciones por las que parece que la perfección de la vida cristiana no se mide, especialmente, por la caridad.
Objeciones: 1. El Apóstol dice en 1Co 14,20: Sed párvulos en malicia, pero adultos en el juicio. Pero la caridad no pertenece al juicio, sino más bien al afecto. Luego parece que la perfección cristiana no consiste principalmente en la caridad.
2. En Ep 6,13 se dice: Tomad la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y permanecer perfectos en todo. Y a propósito de la armadura de Dios, añade: Estad alerta, ceñidos vuestros lomos con la verdad, revestida la coraza de la justicia, embrazando en todo momento el escudo de la fe. Luego la perfección de la vida cristiana no sólo se mide por la caridad, sino también por otras virtudes.
3. Las virtudes, como otros hábitos, se especifican por los actos. Pero en Jc 1,4 se dice que la obra perfecta es fruto de la paciencia. Luego parece que el estado de perfección consiste, ante todo, en la paciencia.
Contra esto: está la autoridad del Apóstol, quien dice en Col 3,14: Por encima de todo tened caridad, que es vínculo de perfección, porque en cierto sentido abarca todas las demás virtudes en una unidad perfecta.
Respondo: Se considera que una cosa es perfecta cuando alcanza el fin propio, que es su última perfección. Ahora bien: la caridad es la que nos une a Dios, que es el fin último de la mente humana, ya que el que permanece en caridad permanece en Dios y Dios en él, como se dice en 1Jn 4,16. Por tanto, la perfección cristiana consiste principalmente en la caridad.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Parece que la perfección de los juicios humanos consiste, ante todo, en que convengan en la unidad de la verdad, según lo que se dice en 1Co 1,10: Sed perfectos en el mismo pensar y en el mismo sentir. Ahora bien: esto se logra mediante la caridad, que realiza la armonía. Por eso también la perfección de los juicios reside radicalmente en la caridad.
2. Uno puede ser perfecto bajo dos aspectos. Primero, esencialmente, en cuyo caso se mira la perfección por aquello que pertenece a la misma naturaleza; por ejemplo, decimos que un animal es perfecto cuando no le falta nada en la disposición de los miembros o en otros elementos propios de la vida animal. Puede ser perfecto también en un sentido relativo, y entonces se mira la perfección por algo externo sobreañadido, como pueden ser la blancura, la negrura y otras cualidades semejantes. Por lo que toca a la vida cristiana, consiste especialmente en la caridad, por la que el alma se une a Dios. Por eso leemos en 1Jn 3,14: El que no ama, permanece en la muerte. De ahí que la perfección de la vida cristiana se mida esencialmente por la caridad y relativamente por las demás virtudes. Y, dado que lo que es esencial es el máximo principio respecto de los demás, de ahí que la perfección de la caridad sea el principio respecto de la perfección que se considera en las demás virtudes.
3. Se considera que la paciencia produce obras perfectas en orden a la caridad, en cuanto que de la abundancia de la caridad se saca paciencia para tolerar las adversidades, según se dice en Rm 8,35: ¿Quién nos separará del amor de Dios? ¿La tribulación? ¿La angustia?…


ARTíCULO 2

¿Puede alguien ser perfecto en esta vida?
Objeciones por las que parece que nadie puede ser perfecto en esta vida.
Objeciones: 1. Dice el Apóstol en 1Co 13,10: Cuando llegue lo que es perfecto, desaparecerá lo que es sólo en parte. Pero en esta vida no desaparece lo que es en parte, puesto que permanecen en ella la fe y la esperanza, que son imperfectas. Luego nadie es perfecto en esta vida.
2. Es perfecto aquello a lo que no falta nada, como se dice en III Physic.. Pero no hay en esta vida nadie al que no le falte algo, ya que se dice en Jc 3,2: Todos caemos en muchas faltas. Y en el Ps 138,16 se dice: Tus ojos han visto mi imperfección. Por tanto, nadie es perfecto en esta vida.
3. La perfección de la vida cristiana, según dijimos antes (a. 1), se toma de la caridad, que incluye el amor a Dios y al prójimo. Pero en cuanto al amor a Dios, nadie puede practicar una caridad perfecta en esta vida, porque, como dice San Gregorio en Super Ez., el fuego del amor, que aquí empieza a arder, cuando vea al que ama se avivará más en el amor hacia él. Tampoco en cuanto al amor al prójimo, porque no podemos en esta vida amar actualmente a todos, aunque los amemos con amor habitual, que es imperfecto. Luego parece que nadie puede ser perfecto en esta vida.
Contra esto: está el hecho de que la ley divina no obliga a lo imposible. Sin embargo, nos invita a la perfección cuando se nos dice en Mt 5,45: Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto. Luego parece que alguien puede ser perfecto en esta vida.
Respondo: Como ya expusimos (a. 1), la perfección de la vida cristiana consiste en la caridad. Ahora bien: esta perfección incluye cierta universalidad, puesto que, como se dice en III Physic., es perfecto aquello a lo que no le falta nada. Por consiguiente, podemos considerar una triple perfección. En primer lugar, una perfección absoluta, que se considera no sólo según la totalidad por parte del que ama, sino por parte del objeto digno de ser amado, en cuanto que Dios es tan amado como digno de serlo. Tal perfección no es posible en ninguna criatura, sino que es exclusiva de Dios, en el que se da el bien de un modo total y esencial.
Hay otra perfección, que se considera por la totalidad absoluta por parte del que ama, en cuanto que el afecto tiende siempre a Dios de un modo actual y siempre con todas sus fuerzas. Tal perfección no es posible en esta vida, pero lo será en el cielo.
La tercera clase de perfección no exige una totalidad por parte del objeto amable ni por parte del que ama, de tal modo que esté siempre dirigido actualmente a Dios, sino en cuanto que se excluyan las cosas que se opongan al movimiento de amor a Dios. Como dice San Agustín en Octoginta trium Quaest., el veneno de la caridad es el deseo desordenado; su perfección, la ausencia de tales deseos. Esta perfección puede darse, en esta vida, de dos modos. Primero, en cuanto que se excluye del afecto humano todo aquello que se opone a la caridad, como es el pecado mortal. La caridad no puede existir sin tal perfección, por lo cual es necesaria para salvarse. En segundo lugar, en cuanto que se excluye del afecto del hombre no sólo cuanto se opone a la caridad, sino cuanto impide que el afecto de la mente se dirija totalmente a Dios. Sin esta perfección no puede existir la caridad, por ejemplo, ni en los principiantes ni avanzados.
A las objeciones:
Soluciones: 1. En el texto aducido, el Apóstol habla de la perfección que se dará en el cielo y que no es posible en esta vida.
2. Se dice que aquellos que son perfectos en esta vida caen en muchos pecados veniales, que son consecuencia de la debilidad de la vida presente. Bajo este aspecto, tienen algo de imperfección si los comparamos con la perfección del cielo.
3. Del mismo modo que la condición presente no permite que el hombre esté siempre unido a Dios con amor actual, tampoco permite que se dirija a cada uno de los hermanos con un amor actual y distinto, sino que basta con que se dirija a todos juntos con amor actual y a cada uno en particular con amor habitual y en disposición de amarlos.
También en el amor al prójimo puede tenerse en cuenta una doble perfección, como lo hicimos respecto de Dios. Una sin la que no puede existir la caridad: que el hombre rechace todo afecto contrario al amor al prójimo.
Existe otra sin la cual puede darse la caridad, y que puede tomarse en tres sentidos. En primer lugar, como extensión del amor, que consiste en que se ame no sólo a los amigos y conocidos, sino también a los extraños e incluso a los enemigos. En efecto, esto, según dice San Agustín en Enchirid., es propio de los perfectos hijos de Dios. En segundo lugar, en cuanto a la intensidad, que se muestra en aquellas cosas que el hombre rechaza por el prójimo, y consiste en despreciar, por el prójimo, no sólo los bienes externos, sino también los sufrimientos corporales y hasta la muerte, conforme a lo que se dice en Jn 15,13: Nadie tiene un amor más grande que el que da su vida por sus amigos. En tercer lugar, en cuanto al afecto del amor, y consiste en que el hombre dé al prójimo no sólo los bienes temporales, sino los espirituales y aun a sí mismo, según se dice en 2Co 12,15: Yo de buena gana me gastaré y desgastaré por vuestras almas.


ARTíCULO 3

¿Consiste la perfección, en esta vida, en los mandamientos o en los consejos?
Objeciones por las que parece que la perfección en esta vida no consiste en los mandamientos, sino en los consejos.
Objeciones: 1. Dice el Señor en Mt 19,21: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y ven y sígueme. Pero esto es un consejo. Luego la perfección consiste en los consejos y no en los preceptos.
2. Todos están obligados a guardar los mandamientos, porque son necesarios para la salvación. Luego si la perfección de la vida cristiana consiste en los mandamientos, se deduce que la perfección es necesaria para salvarse y que todos están obligados a ella.
3. La perfección de la vida cristiana consiste en la caridad, como dijimos antes (a. 1). Pero no parece que la perfección de la caridad consista en la observancia de los mandamientos, porque el principio y el aumento de la misma es anterior a su perfección, como se deduce de las palabras de San Agustín en Super Canonicam Io., y no puede iniciarse la caridad antes de observar los mandamientos, ya que, según se dice en Jn 14,23, si alguien me ama, guardará mis mandamientos. Luego la perfección de la vida no consiste en los mandamientos, sino en los consejos.
Contra esto: está el precepto de Dt 6,5: Amarás al Señor con todo tu corazón. Y en Lv 19,18) se dice: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Tales son los mandamientos sobre los que dice el Señor en Mt 22,40: De estos dos mandamientos penden la ley y los profetas. Ahora bien: la perfección de la caridad, que hace que digamos que la vida cristiana es perfecta, consiste en amar a Dios de todo corazón y al prójimo como a nosotros mismos. Luego parece que la perfección consiste en la observancia de los mandamientos.
Respondo: Se dice que la perfección consiste en algo de dos modos: en sí misma y esencialmente, y secundariamente. En sí misma y esencialmente, la perfección de la vida cristiana consiste en la caridad: principalmente en el amor a Dios y secundariamente en el amor al prójimo, que son el objeto principal de los preceptos de la ley divina, según dijimos antes (sed contra; I-II 100,3 ad 1; I-II 100,2). Ahora bien: el amor a Dios y al prójimo no están mandados con limitación alguna, de modo que lo que es más caiga bajo consejo, como da a entender la misma forma del precepto, que exige perfección al igual que cuando se dice: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón; en efecto, todo y perfecto significan lo mismo, según el Filósofo en III Physic.; y cuando dice: amarás a tu prójimo como a ti mismo, puesto que cada uno se ama a sí mismo con todas sus fuerzas. Ello es así porque el fin del precepto es la caridad, como dice el Apóstol en 1Tm 1,15. Ahora bien: no se pone medida al fin, sino a los medios, como dice el Filósofo en I Polit., del mismo modo que el médico no pone medida a la salud, sino sólo a la medicina o dieta que ha de usar para curar. Así es evidente que la perfección consiste esencialmente en los mandamientos. Por eso dice San Agustín, en De Perfectione Iustitiae: ¿Por qué, pues, no ha de exigirse al hombre esta perfección, aunque nadie la alcance en esta vida?
De manera secundaria e instrumental, la perfección consiste en los consejos. Tanto unos como otros se ordenan a la caridad, pero de modo distinto. Los mandamientos tienen como fin apartar lo que es contrario al acto de caridad que la hace incompatible con ellos, mientras que los consejos se ordenan a apartar los obstáculos al acto de caridad que, sin embargo, no se oponen a la misma, como son el matrimonio, la dedicación a negocios temporales, etc. Por eso dice San Agustín en Enchirid.: Todo cuanto manda Dios, como: No fornicarás, y todo lo que aconseja, como: Es bueno para el hombre no tocar a una mujer, se hace rectamente cuando se relaciona con el amor a Dios y al prójimo por Dios, tanto en esta vida como en la futura. Por eso, en las Colaciones de los Padres, dice el abad Moisés: Los ayunos, las vigilias, la meditación de las Escrituras, la pobreza y la privación de todos los bienes, no son perfección, sino instrumentos de la misma, porque no consiste en ellas el fin de esa forma de vida, sino que se llega al fin a través de ellas. Y previamente había dicho: Trabajamos por llegar a la perfección de la caridad a través de estos grados.
A las objeciones:
Soluciones: 1. En esas palabras del Señor hay algo que se pone como camino hacia la perfección, como son las palabras: Ve, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y algo en que consiste la perfección: Y sigúeme. Por ello dice San Jerónimo, en Super Mt., que, dado que no basta con abandonar, Pedro añade lo que es perfecto, es decir (Mt 19,27 Mc 10,28 Lc 18,28): Te hemos seguido. Por su parte, San Ambrosio, al comentar el pasaje de Lc 5,27, Sigúeme, dice: Le manda seguirlo, no con pasos materiales, sino con el afecto de su mente, lo cual se realiza mediante la caridad. Por eso, en el modo de hablar, se ve que los consejos son instrumentos para llegar a la perfección cuando dice: Si quieres ser perfecto, ve y vende…, como si dijera: Haciendo esto llegarás a este fin.
2. Como observa San Agustín en De Perfect. Iustit., la perfección de la caridad se manda al hombre en esta vida, porque no se corre si no se sabe hacia dónde. Y ¿cómo sabría si no lo urgiere ningún precepto? Ahora bien: dado que lo que cae bajo precepto puede cumplirse de diversas maneras, no es transgresor del precepto quien no lo cumple del mejor modo, sino que basta con que lo cumpla de algún modo. Pero la perfección del amor divino cae universalmente bajo precepto, de modo que ni siquiera la perfección del cielo queda exenta de ese precepto, como dice San Agustín. Pero el que llega a esa perfección de cualquier modo, se libra de la transgresión del precepto. De igual modo, tampoco lo quebranta el que llega de cualquier modo a la perfección del amor divino. El grado ínfimo del amor de Dios consiste en que no se ame nada en mayor grado que a El, contra El o con igual intensidad que a Él. El que no llega a este grado de perfección no cumple el precepto en modo alguno. Pero hay un grado de amor perfecto que no puede cumplirse en esta vida, como dijimos antes (a. 1), y el que no lo posee no quebranta el precepto. De igual modo, no quebranta el precepto el que no llega al grado medio de perfección, con tal que llegue al grado mínimo.
3. Así como el hombre tiene, desde el momento de nacer, una perfección natural que le compete por el hecho de ser hombre, y hay otra perfección a la que se llega mediante el crecimiento, también existe una cierta perfección de la caridad que pertenece específicamente a ella, a saber: el que se ame a Dios sobre todas las cosas y que no se ame nada en contra de El, y existe otra perfección de la caridad, incluso en esta vida, a la que se llega mediante un crecimiento espiritual, como, por ejemplo, el hecho de que el hombre se abstenga de alimentos lícitos para dedicarse más libremente a las cosas divinas.

ARTíCULO 4 ¿Se halla en estado de perfección todo el que es perfecto?

Objeciones por las que parece que todo aquel que es perfecto está en estado de perfección.
Objeciones: 1. Así como por el crecimiento corporal se llega a la perfección corporal, así por el crecimiento espiritual se llega a la perfección espiritual, como ya dijimos (a. 3 ad 3). Pero después del crecimiento corporal se dice que la persona ha llegado al estado de edad perfecta. Luego parece también que, tras el crecimiento espiritual, cuando se ha alcanzado la perfección, se está en estado de perfección.
2. Por la misma razón por la que una cosa se mueve de un contrario a otro, se mueve uno también de menos a más, como leemos en V Physic.. Pero cuando alguien cambia del estado de pecado al de gracia, se dice que cambia de estado, puesto que se distinguen estado de pecado y de gracia. Luego parece que, por la misma razón, cuando uno progresa de una gracia menor a otra mayor, hasta llegar a la perfección, alcanza el estado de perfección.
3. Se adquiere el estado por el hecho de librarse de la esclavitud. Pero por la caridad se libra uno de la esclavitud del pecado, porque la caridad cubre todos los pecados, como se dice en Pr 10,12. Ahora bien: la perfección se toma de la caridad, como ya dijimos (a. 1). Luego parece que, quien posee la perfección, posee, por consiguiente, el estado de perfección.
Contra esto: está el hecho de que hay algunos que se hallan en el estado de perfección y carecen, sin embargo, de caridad y de gracia, como los malos obispos o religiosos. Luego parece que, a la inversa, algunos pueden poseer la perfección de la vida sin hallarse en estado de perfección.
Respondo: Como observamos antes (II-II 183,1), el estado implica una relación propia a la condición de libertad o de esclavitud. Ahora bien: la libertad o la servidumbre espiritual pueden presentarse, en el hombre, de una doble forma: interior y exterior. Y puesto que, como se dice en 1S 16,7, los hombres ven las apariencias, pero Dios ve el corazón, de ahí que, en el hombre, la condición de estado espiritual se tome de su disposición interior con respecto al juicio divino; pero, según las apariencias externas, su estado espiritual se toma por comparación con la Iglesia. Y en ese sentido hablamos ahora de los estados, es decir, en cuanto que de la diversidad de estados nace una cierta belleza para la Iglesia.
Pero hay que tener en cuenta que, en cuanto a los hombres, para que alguien alcance el estado de libertad o de esclavitud, se necesita, en primer lugar, alguna obligación o exención. En efecto, por el hecho de servir a uno, nadie se constituye en esclavo, puesto que se nos aconseja en Ga 5,13: Servidos unos a otros por la caridad de espíritu. Y, a la inversa, tampoco se constituye uno en libre por el hecho de dejar de servir, como es evidente en el caso de los esclavos que huyen. Por el contrario, es propiamente esclavo aquel que está obligado a servir, y es libre el que está exento de esclavitud. En segundo lugar, se requiere que la obligación de que hemos hablado revista alguna solemnidad, como sucede en los asuntos en que los hombres adquieren una firmeza perpetua.
Por tanto, se dice de alguien que está propiamente en el estado de perfección no porque posea el acto de amor perfecto, sino porque se obliga para siempre, con cierta solemnidad, a las cosas relacionadas con la perfección. Sucede también que algunos se obligan a lo que no cumplen, mientras que otros cumplen aquello a lo que no se obligaron, como aparece en Mt 21,25ss con los dos hijos, uno de los cuales, cuando el padre les dice: Id a trabajar a mi viña, respondió: No quiero, y después fue, mientras que el otro dijo: Voy, pero no fue. Por eso es admisible que algunos perfectos no se hallen en el estado de perfección, mientras que otros, que se hallan en estado de perfección, no son perfectos.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Mediante el crecimiento corporal se progresa en el orden natural y, por tanto, se alcanza el estado natural, sobre todo porque lo que es conforme a la naturaleza es estable en cierto modo, en cuanto que la naturaleza está determinada a algo fijo. De igual modo, mediante el crecimiento espiritual se alcanza el estado de perfección respecto del juicio divino. Pero en cuanto a la distinción de los grados eclesiásticos no se alcanza el grado de perfección sino mediante el aumento representado en las acciones exteriores.
2. La objeción se refiere también al estado interior. Sin embargo, cuando se pasa del pecado a la gracia, se pasa también de la esclavitud a la libertad, lo cual no se da por un simple crecimiento de la gracia, sino cuando alguien se obliga a las cosas del orden de la gracia.
3. También esta objeción se refiere al estado interior. No obstante, aunque la caridad cambia el estado de esclavitud y de libertad, esto no produce un aumento de caridad.


ARTíCULO 5

¿Se hallan los religiosos y los prelados en estado de perfección?
Objeciones por las que los prelados y los religiosos no se hallan en el estado de perfección.
Objeciones: 1. El estado de perfección se distingue del estado de principiantes y avanzados. Pero no hay ninguna clase de hombres especialmente consagrados al estado de avanzados o de principiantes. Luego parece que tampoco ha de haber hombres especialmente consagrados al estado de perfección.
2. El estado externo debe responder al interior. De lo contrario se incurriría en mentira, la cual no consiste sólo en palabras falsas, sino también en obras fingidas, corno dice San Ambrosio en uno de sus Sermones. Pero hay muchos religiosos y prelados que no poseen la perfección interna de la caridad. Luego, si todos los religiosos y prelados se hallaran en estado de perfección, se seguiría que todos los que no son perfectos están en pecado mortal por hipócritas y mentirosos.
3. La perfección consiste en la caridad, como ya dijimos (a. 1). Pero parece que la perfección de la caridad se da en los mártires, según lo que se dice en Jn 15,13: Nadie tiene más amor que aquel que da su vida. Y a propósito del texto de He 12,14: todavía no habéis resistido hasta la sangre, dice la Glosa: En esta vida no hay amor más perfecto que aquel al que llegaron los santos mártires que lucharon contra el pecado hasta la sangre. Luego parece que debemos asignar el estado de perfección a los mártires antes que a los religiosos y a los obispos.
Contra esto: está el hecho de que Dionisio, en V De Eccles. Hier., asigna la perfección a los obispos como encargados de perfeccionar. Y en el VI de la misma obra asigna la perfección a los religiosos, a los que llama monjes o terapeutas, es decir, servidores de Dios, como a perfectos.
Respondo: Como notamos antes (a. 4), para el estado de perfección se requiere una obligación perpetua para con todo lo referente a la perfección, acompañada de cierta solemnidad. Ambas condiciones se dan en los religiosos y en los obispos. En efecto, los religiosos se obligan a privarse de cosas terrenas de las que podrían hacer uso legítimamente, para dedicarse más libremente a Dios, lo cual constituye la perfección de la vida presente. Por eso dice Dionisio en VI De Eccles. Hierarch., hablando de los religiosos: Unos los llaman terapeutas, es decir, siervos, por estar consagrados al servicio y culto de Dios; otros los llaman monjes, por la vida indivisible y singular que los une con las santas envolturas, es decir, contemplaciones, de lo invisible, a la unidad deiforme y a la perfección divina digna de ser amada. La obligación de éstos también tiene lugar con cierta solemnidad de profesión y bendición. Por eso añade Dionisio en la misma obra: Por ello, al concederles la santa ley una gracia perfecta, los honra con una vocación santificadora.
De igual modo, también los obispos se obligan a las cosas tocantes a la perfección al asumir el oficio pastoral, que lleva consigo el que el pastor dé su vida por las ovejas, como se dice en Jn 10,11). Por eso dice el Apóstol en 1Tm 6,12: Has hecho una buena confesión ante muchos testigos, es decir, en tu ordenación, como comenta la Glosa. Se da también solemnidad de consagración junto con la profesión predicha, según lo que se dice en 2Tm 1,6: Que hagas revivir la gracia de Dios que hay en ti por la imposición de las manos, que la Glosa interpreta como gracia episcopal. Y Dionisio dice, en V De Eccles. Hierarch., que el sumo sacerdote, esto es, el obispo, recibe en su ordenación las Santas Escrituras, que se le colocan sobre la cabeza, para significar que recibe la plenitud del sacerdocio jerárquico, y que él es no sólo el que ilumina todo cuanto pertenece a las palabras y acciones santas, sino que las transmite a los demás.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El principio y el crecimiento no se buscan por sí mismos, sino por la perfección. Por eso al estado de perfección sólo son llamados algunos hombres con cierta obligación.
2. Los hombres abrazan el estado de perfección no como si admitieran que son perfectos, sino confesando que tienden a la perfección. Por eso dice el Apóstol en Ph 3,12: No es que la haya alcanzado ya, o que sea perfecto, sino que la sigo por si le doy alcance. Y añade después (v. 15): Por esto, cuantos somos perfectos, sintamos esto. Luego no comete mentira ni simulación el que asume el estado de perfección por no ser perfecto, sino por renunciar al deseo de perfección.
3. El martirio consiste en un acto perfectísimo de caridad. Pero un acto de perfección no es suficiente para crear estado, como ya dijimos (a. 4).


ARTíCULO 6

¿Se hallan todos los prelados eclesiásticos en estado de perfección?
Objeciones por las que parece que todos los prelados eclesiásticos se hallan en estado de perfección.
Objeciones: 1. Dice San Jerónimo en Super Epist. Ad Tiíum: En otro tiempo era lo mismo presbítero que obispo. Y después añade: Por tanto, de igual modo que los presbíteros saben que, según la costumbre de la Iglesia, están sujetos al que es su superior, así también los obispos deben saber que ellos, más por costumbre que por verdadera disposición del Señor, son los superiores de los presbíteros, y que deben gobernar la Iglesia en común. Pero los obispos se hallan en estado de perfección. Luego también los presbíteros que tengan cura de almas.
2. Así como los obispos reciben la cura de almas juntamente con la consagración, así también la reciben los presbíteros con cura de almas, y también los arcedianos, de los cuales, comentando el pasaje Ac 6,3: Escoged, pues, hermanos, de entre vosotros siete varones de buena reputación, dice la Glosa: Aquí querían los Apóstoles que se establecieran siete diáconos, que fueran del grado más alto, y como columnas del prójimo alrededor del altar. Luego parece que también ellos se hallan en el estado de perfección.
3. Al igual que los obispos, también los presbíteros con cura de almas y los arcedianos se obligan a dar su vida por sus ovejas. Pero esto es algo que pertenece a la perfección de la caridad, como ya hemos dicho (a. 2 ad 3; a. 5). Luego parece que también los presbíteros con cura de almas y los arcedianos se hallan en el estado de perfección.

Contra esto: está la autoridad de Dionisio, quien escribe en V De Eccles. Hier.: El orden de los pontífices tiene como misión consumar y llevar a la perfección el de los sacerdotes, iluminar y esclarecer; el de los diáconos, purificar y escoger. Queda claro, con ello, que la perfección se atribuye únicamente a los obispos.
Respondo: En los presbíteros y en los diáconos que tienen cura de almas pueden considerarse dos cosas: el orden y la cura de almas. El orden se refiere a un acto particular en los divinos oficios. Por eso dijimos antes (II-II 183,3 ad 3) que la distinción de órdenes queda dentro de la división de oficios. De ahí que, por el hecho de recibir algunos el orden sagrado, reciben la potestad de realizar algunos ritos sagrados, pero no quedan obligados, por ello, a las cosas referentes a la perfección, excepto en la Iglesia occidental, en la cual, al recibir el orden sagrado, se pronuncia el voto de castidad, que es uno de los que forman parte del estado de perfección, como diremos más adelante (II-II 186,4). Por ello, resulta evidente que, por el hecho de recibir un orden sagrado, no queda esencialmente constituido en estado de perfección, aunque se requiera una perfección interior para ejercer dignamente estos actos.
Tampoco son constituidos en estado de perfección por parte de la cura de almas que reciben, pues no quedan obligados por ello, con el vínculo de voto perpetuo, a retener la cura de almas, sino que pueden dejarla, bien sea entrando en religión, incluso sin permiso del obispo, tal como se dice en las Decretales, XIX caus., q.2; y también con permiso del obispo puede un arcediano dejar el arcedianato o la parroquia y admitir una simple prebenda sin cura de almas, lo cual no le estaría permitido si se hallara en el estado de perfección, pues nadie que pone las manos en el arado y mira atrás es apto para el reino de los cielos, como se dice en Lc 9,62. Los obispos, en cambio, puesto que se hallan en el estado de perfección, no pueden dejar la cura episcopal sin autorización del Sumo Pontífice, que es también el único que puede dispensar los votos perpetuos, y por causa justa, como diremos (II-II 185,4).
Queda claro, pues, que no todos están constituidos en estado de perfección, sino sólo los obispos.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Podemos hablar del obispo y del presbítero bajo dos aspectos. En primer lugar, en cuanto al nombre. Bajo esta consideración, antiguamente no había distinción entre obispo y presbítero, puesto que se llamaban obispos porque son superintendentes, como dice San Agustín en XIX De Civ. Dei, mientras que presbíteros, en griego, significa ancianos. Por eso el Apóstol, frecuentemente, llama presbíteros a ambos cuando escribe en 1Tm 5,17: Los presbíteros que presiden bien sean tenidos en doble honor. Y también los llama obispos cuando, según Ac 20,28, habla a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso: Mirad por vosotros y por todo el rebaño, sobre el cual el Espíritu Santo os ha constituido obispos, para apacentar la Iglesia de Dios.
Pero, en la realidad, siempre hubo diferencia entre ellos, incluso en tiempo de los Apóstoles, como nos manifiesta Dionisio en V De Eccles. Hier.. Y así, al comentar Lc 10,1: después designó el Señor…, dice la Glosa: Así como los Apóstoles son tipo de los obispos, así los setenta y dos discípulos lo son de los presbíteros de segundo orden.
Pero más tarde, para evitar el cisma, fue preciso que se distinguieran también los nombres, de modo que los superiores se llamaran obispos y los inferiores presbíteros.
Por ello, decir que los obispos no se distinguen de los presbíteros es una de las afirmaciones heréticas que San Agustín enumera en De Haeres. cuando cuenta que, según los arrianos, no debía señalarse ninguna diferencia entre el presbítero y el obispo.
2. Los obispos están encargados principalmente del cuidado de todas las cosas de la diócesis, mientras que los presbíteros con cura de almas y los arcedianos tienen a su cargo algunos ministerios bajo la autoridad del obispo. Por eso, comentando el pasaje de 1Co 12,28: a unos la asistencia, a otros el gobierno, dice la Glosa: "Asistencia", es decir, ayuda a los que desempeñan un trabajo mayor, como Tito al Apóstol o los arcedianos a los obispos. "Gobierno", es decir, la autoridad de que gozan las personas inferiores, como son los presbíteros, que enseñan al pueblo. Y Dionisio dice, en V De Eccles. Hier., que así como vemos a toda la jerarquía culminar en Jesús, así cada una en particular culmina en el propio jerarca divino, es decir, el obispo. También podemos leer en el Decreto XVI, q. 1: Todos los presbíteros y diáconos han de procurar no hacer nada sin autorización del obispo. De todo ello se deduce que son, respecto del obispo, como los magistrados o ministros respecto del rey. Por eso, así como en el orden del poder temporal es el rey el único que recibe la bendición solemne, mientras que los demás son constituidos por simple comisión de él, así también en la Iglesia el cargo episcopal se confía por medio de la consagración solemne, y el de arcediano y el de párroco por simple delegación. Sin embargo, son consagrados al recibir las órdenes, incluso antes de recibir la cura de almas.
3. No teniendo los arcedianos y los presbíteros como misión principal la cura de almas, sino la administración confiada a ellos por el obispo, tampoco les toca de un modo principal el oficio pastoral ni la obligación de dar su vida por las ovejas, sino en cuanto participan de la cura de almas. Por ello, más que hallarse en estado de perfección, desempeñan una misión relacionada con él.


Suma Teológica II-II Qu.183 a.4