Suma Teológica III Qu.51 a.2

ARTíCULO 2 ¿Fue sepultado Cristo de modo conveniente?

Objeciones por las que parece que Cristo no fue sepultado de modo conveniente.
Objeciones: 1. Su sepultura debe ser conforme a su muerte. Pero Cristo padeció una muerte vilísima, conforme a aquellas palabras de Sg 2,20: Condenémosle a muerte vergonzosísima. Luego parece no haber sido conveniente que se diese a Cristo una sepultura honrosa, por cuanto fue enterrado por los grandes, a saber, José de Arimatea, que era noble consejero, como se dice en Mc 15,43), y Nicodemo, que era príncipe de los judíos, como se lee en Jn 3,1).
2. En torno a Cristo no debió hacerse nada que fuese un ejemplo de superfluidad. Pero ejemplo de superfluidad parece haber sido el que, para enterrar a Cristo, viniese Nicodemo trayendo una mezcla de mirra y áloe como de unas cien libras, según se dice en Jn 19,39); sobre todo, después que una mujer se había anticipado a ungir su cuerpo para la sepultura, como narra (Mc 14,8). Luego respecto de Cristo no se procedió convenientemente en este asunto.
3. No es conveniente que un hecho incluya elementos encontrados. Ahora bien, la sepultura de Cristo, por un lado, fue sencilla, puesto quejóse lo envolvió en una sábana limpia, como se dice en Mt 27,59, y no entre oro, piedras preciosas o sedas, según comenta Jerónimo en ese mismo lugar; y, por otro, llena de ostentación, puesto que lo enterraron con aromas (cf. Jn 19,40). Luego parece que la condición de la sepultura de Cristo no fue la conveniente.
4. Todo cuanto está escrito, y especialmente acerca de Cristo, fue escrito para nuestra enseñanza, como se lee en Rm 15,4. Pero en los Evangelios se narran algunas cosas sobre la sepultura que en nada parecen corresponder a nuestra enseñanza; por ejemplo, que fue sepultado en un huerto, en un sepulcro ajeno, nuevo, y excavado en la roca. Luego el modo de la sepultura de Cristo no fue el conveniente.
Contra esto: está el que en Is 11,10) se dice: Y su sepulcro será glorioso.
Respondo: Es manifiesto que el modo de la sepultura de Cristo fue el conveniente con relación a tres realidades. Primero, en cuanto a confirmar la fe en su muerte y resurrección. Segundo, en cuanto a hacer más estimable la piedad de quienes le dieron sepultura. Por esto dice Agustín, en I De Civ. Dei: Laudablemente se recuerda en el Evangelio a los que, después de tomar su cuerpo de la cruzj se cuidaron de envolverlo y enterrarlo con cuidado y honoríficamente. Tercero, en cuanto al misterio, por el que son configurados aquellos que son sepultados con Cristo en la muerte (cf. Rm 6,4).
A las objeciones:
Soluciones: 1. En la muerte de Cristo se recomienda la paciencia y la constancia del que padeció la muerte; y tanto más cuanto la muerte fue afrentosa. En cambio, en la sepultura honorífica se considera el poder del que muere, el cual, contra la intención de quienes le mataron, ya muerto, es enterrado honoríficamente; y con eso se prefigura la devoción de los fieles que habían de servir a Cristo muerto.
2. En la noticia del Evangelista (Jn 19,40) sobre su sepultura según es costumbre sepultar entre los judíos, como expone Agustín, In Ioann., nos amonestó que, en los honores de esta clase tributados a los muertos, deben observarse las costumbres de cada nación. Y era costumbre de aquel pueblo enterrar a los muertos con aromas, afín de conservarlos por más tiempo incorruptos. Por esto, también en III De Doctr. Christ. Se dice que en todas las cosas de esta naturaleza, lo culpable no es el uso sino la liviandad de quienes las practican. Y luego añade: Lo que en otras personas es, ordinariamente, un pecado grave, respecto de una persona divina o pro/ética es signo de algo grande. Además, la mirra y el áloe, por su amargura, significan la penitencia, mediante la cual uno conserva en sí mismo a Cristo sin la corrupción del pecado. Y el olor de los aromas representa la buena fama.
3. La mirra y el áloe se aplicaron al cuerpo de Cristo para que se conservase inmune de la corrupción, cosa que, de algún modo, parecía necesaria. Con esto se nos ofrecía un ejemplo de que podemos usar lícitamente algunos recursos preciosos, en calidad de medicinas, cuando se presente la necesidad de conservar nuestro cuerpo.
En cambio, la envoltura del cuerpo se ordenaba sólo a un cierto decoro de la honestidad. Y, en esto, debemos contentarnos con cosas sencillas. Sin embargo, con esto se significaba, como dice Jerónimo, que envuelve a Jesús en una sábana limpia quien lo recibe con alma pura. Y de aquí, como dice Beda, In Man., proviene la costumbre de la Iglesia de celebrar el sacrificio del Altar, no sobre telas de seda ni sobre paños teñidos, sino sobre lino terreno, a imitación del cuerpo del Señor sepultado en una sábana limpia.
4. Cristo fue sepultado en un huerto para significar que, por su muerte y sepultura, somos librados de la muerte, en que incurrimos por el pecado de Adán, cometido en el huerto del paraíso.
Y por eso, como dice Agustín, en un Sermón, el Salvador fue puesto en una sepultura ajena, porque moría en favor de la salud de los otros, y el sepulcro es la morada de la muerte. Esto permite también reflexionar sobre la magnitud de la pobreza que asumió por nosotros, pues el que durante su vida no tuvo casa, también después de su muerte es depositado en un sepulcro ajeno y, estando desnudo, lo tapa José.
Es colocado en un sepulcro nuevo, como dice Jerónimo, para que, después de la resurrección, quedando los demás cuerpos en el sepulcro, no se supusiese que era otro el que había resucitado. El sepulcro nuevo puede señalar también el seno virginal de María. Con esto puede insinuarse asimismo que, por la sepultura de Cristo, destruidas la muerte y la corrupción, todos somos renovados.
Fue enterrado en un sepulcro excavado en la roca, como escribe Jerónimo, no fuera que, en caso de haber sido construido de muchas piedras, se dijese que había sido robado socavando los cimientos. De donde también la gran piedra que se colocó demuestra que el sepulcro no hubiera podido ser abierto sin la ayuda de muchos. Incluso, si hubiera sido sepultado en la tierra, podrían decir: Removieron la tierra, y lo robaron, como comenta Agustín. Místicamente se significa con esto, como escribe Hilario, que por la doctrina de los Apóstoles es sepultado Cristo en el pecho de la dureza gentil, escindido por obra de la doctrina; pecho rudo y nuevo, no accesible antes al temor de Dios por ninguna entrada. Y porque nada, fuera de El, debe entrar en nuestros corazones, se echa a rodar la piedra a la entrada.
Y, como expone Orígenes, no se escribió por casualidad: José envolvió el cuerpo de Cristo en una sábana limpia, y lo puso en un sepulcro nuevo, e hizo rodar una gran piedra, porque todo cuanto se hace en torno al cuerpo de Cristo es limpio, nuevo y magnífico.

ARTíCULO 3 ¿Se convirtió en ceniza el cuerpo de Cristo en el sepulcro?

Objeciones por las que parece que el cuerpo de Cristo se convirtió en ceniza en el sepulcro:
Objeciones: 1. Así como la muerte es pena del pecado del primer hombre, así también lo es la conversión en ceniza, pues al primer hombre, después del pecado, se le dijo: Polvo eres y al polvo volverás, como se escribe en Gn 3,19). Pero Cristo sufrió la muerte para librarnos de ella. Luego también su cuerpo debió convertirse en ceniza, para librarnos de la conversión en ceniza.
2. El cuerpo de Cristo fue de la misma naturaleza que los nuestros. Pero nuestros cuerpos, en cuanto mueren, comienzan a descomponerse, y quedan preparados para la putrefacción, porque, exhalado el calor natural, sobreviene un calor extraño, que causa la putrefacción. Luego da la impresión de que en el cuerpo de Cristo hubiera acontecido lo mismo.
3. Como acabamos de decir (a. 1), Cristo quiso ser sepultado para dar a los hombres la esperanza de que también ellos resucitarían de los sepulcros. Luego también debió sufrir la conversión en ceniza para dar la esperanza de resucitar a los que se habían convertido en ceniza después de la conversión en polvo.
Contra esto: está que en Ps 15,10) se dice: No permitirás que tu Santo experimente la corrupción, lo que el Damasceno expone, en el III libro, como referido-a la corrupción que consiste en la disolución en los elementos.
Respondo: No fue conveniente que el cuerpo de Cristo se pudriese o se convirtiese en polvo de cualquier otro modo. Porque la putrefacción de cualquier cuerpo proviene de la flaqueza de la naturaleza de tal cuerpo, que es incapaz de mantener unido ese cuerpo por más tiempo. Pero, como se ha dicho arriba (III 50,1 ad 2), la muerte de Cristo no debió producirse por la flaqueza de su naturaleza, a fin de que nadie creyese que no era voluntaria. Y, por tal motivo, no quiso morir de enfermedad sino por pasión inferida, a la que espontáneamente se ofreció. Y, por esta causa, para que no se atribuyese su muerte a la flaqueza de la naturaleza, Cristo no quiso que su cuerpo se corrompiese en modo alguno o que se descompusiese de cualquier manera; sino que, con miras a manifestar su poder divino, quiso que su cuerpo se mantuviese incorrupto. De donde comenta el Crisóstomo que, mientras los demás hombres viven y realizan grandes hazañas, las aplauden; pero cuando ellos mueren, perecen también sus proejas. Pero en Cristo sucede todo lo contrario, pues antes de su crucifixión todo era triste y débil; pero, una vez que fue crucificado, todo se hizo más claro, a fin de que te des cuenta de que el crucificado no era un puro hombre.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Cristo, por no estar sujeto al pecado, tampoco lo estaba a la muerte ni a la conversión en polvo. No obstante, quiso sufrir voluntariamente la muerte por nuestra salvación, por las razones antes alegadas (III 50,1). Si su cuerpo se hubiera corrompido o deshecho, eso cedería más bien en perjuicio de la salvación de los hombres, al pensar que en él no existía el poder divino. Por eso se dice sobre su persona en Ps 29,10: ¿Qué provecho hay en mi sangre, en tanto que yo bajo a la corrupción? Como si dijera: Si mi cuerpo se descompone, se perderá el provecho de la sangre derramada.
2. El cuerpo de Cristo, en lo que se refiere a la condición de la naturaleza pasible, era corruptible; pero no lo era en cuanto al mérito de la putrefacción, que es el pecado. Pero el poder divino preservó el cuerpo de Cristo de la putrefacción, lo mismo que le resucitó de la muerte.
3. Cristo resucitó del sepulcro por la virtud divina, que no reconoce límites. Y, por eso, el hecho de haber resucitado del sepulcro fue argumento suficiente de que los hombres habían de resucitar, por el poder divino, no sólo de los sepulcros, sino también de cualquier muerte.

ARTíCULO 4 ¿Estuvo Cristo en el sepulcro solamente un día y dos noches?

Objeciones por las que parece que Cristo no estuvo en el sepulcro solamente un día y dos noches.
Objeciones: 1. El mismo dice, en Mt 12,40: Como estuvo Jonas en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el seno de la tierra. Pero estuvo en el seno de la tierra mientras estuvo en el sepulcro. Luego no estuvo solamente un día y dos noches.
2. Gregorio, en una Homilía de Pascua, dice que así como Sansón arrancó a media noche las puertas de Gaza, así también Cristo resucitó a media noche, quitando las puertas del infierno. Pero, una vez que resucitó, no estuvo en el sepulcro. Luego no permaneció en el sepulcro dos noches completas.
3. Por la muerte de Cristo prevaleció la luz sobre las tinieblas. Pero la noche pertenece a las tinieblas, y el día a la luz. Luego fue más conveniente que el cuerpo de Cristo permaneciese en el sepulcro dos días y una noche, que no lo contrario.
Contra esto: está que, como dice Agustín, en IV De Trin.: desde la tarde de la sepultura hasta el alba de la resurrección median treinta y seis horas, esto es, una noche entera con un día entero y otra noche entera.
Respondo: El tiempo que Cristo permaneció en el sepulcro, representa el efecto de su muerte. Y se ha dicho antes (II-II 50,6) que por la muerte de Cristo fuimos librados de una doble muerte, a saber, la muerte del alma y la muerte del cuerpo. Y esto está significado por las dos noches que Cristo permaneció en el sepulcro. Pero, como su muerte no provino del pecado sino que fue asumida por caridad, no tuvo condición de noche sino de día. Esta es la razón de que esté significada por el día que Cristo estuvo en el sepulcro. Y así fue conveniente que Cristo estuviera en el sepulcro un día y dos noches.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Como escribe Agustín, en el libro De consensu Evang., algunos, ignorando el modo de hablar de las Escrituras, han querido ver la noche en aquellas tres horas, de sexta a nona, en las que se oscureció el sol; y el día, en las otras tres horas en que volvió a lucir sobre la tierra, es decir, desde nona hasta la puesta del sol. Sigue luego la noche futura del sábado que, contada con su correspondiente día, serán ya dos noches y dos días. Después del sábado, sigúese la noche del día primero después del sábado, esto es, del amanecer del domingo, en el que resucitó el Señor. Pero con esta manera de contar no se logra todavía la realidad de tres días y tres noches. Queda, pues, que la encontremos en el modo de hablar usado por las Escrituras, según el cual se toma la parte por el todo, de manera que entendamos una noche y un día por un día natural. Y así el primer día se cuenta desde el fin del viernes, en que Cristo murió y fue sepultado; el segundo día es un día completo con sus veinticuatro horas nocturnas y diurnas; y la noche siguiente forma parte del tercer día. Pues así como los primeros días, por la futura caída del hombre, se cuentan desde la luz hasta las tinieblas, así también éstos, por causa de la reparación del hombre, se cuentan desde las tinieblas hasta la luz.
2. Como escribe Agustín, en IV De Trin., Cristo resucitó al amanecer, cuando ya hay algo de luz, y, sin embargo, todavía queda algo de la oscuridad de la noche; por lo cual, en Jn 20,1), se dice, a propósito de las mujeres, que vinieron al sepulcro cuando todavía estaba oscuro. En razón de estas tinieblas dice Gregorio que Cristo resucitó a media noche; no en la noche dividida en dos partes iguales, sino cuando la noche comienza a declinar. Aquel amanecer puede calificarse como parte de la noche y como parte del día, por la participación que tiene de una y de otro.
3. En la muerte de Cristo prevaleció tanto la luz, representada por un solo día, que disipó las tinieblas de dos noches, es decir, de nuestra doble muerte, como queda expuesto (en la sol.).

CUESTIÓN 52 Sobre el descenso de Cristo a los infiernos Viene a continuación el tema del descenso de Cristo a los infiernos.

Y sobre esto se formulan ocho preguntas: 1. ¿Fue conveniente que Cristo bajase a los infiernos? 2. ¿A qué infierno descendió? 3. ¿Estuvo todo El en el infierno? 4. ¿Se detuvo allí algún tiempo? 5. ¿Libró del infierno a los santos Patriarcas? 6. ¿Libró del infierno a los condenados? 7. ¿Libró del infierno a los niños muertos en pecado original? 8. ¿Libró a los hombres del purgatorio?

ARTíCULO 1 ¿Fue conveniente que Cristo bajase a los infiernos?

Objeciones por las. que parece que no fue conveniente que Cristo bajase a los infiernos.
Objeciones: 1. Dice Agustín, en la Epístola Ad Evodium: En ningún pasaje de la Escritura he podido hallar esos llamados infiernos en buen sentido. Ahora bien, el alma de Cristo no desciende a nada malo, porque tampoco las almas de los justos descienden a mal alguno. Luego parece que no fue conveniente que Cristo bajase a los infiernos.
2. Bajar a los infiernos no puede convenirle a Cristo por razón de su naturaleza divina, que es totalmente inmóvil, sino sólo por razón de la naturaleza humana asumida. Pero lo que Cristo hizo o padeció en la naturaleza asumida se ordena a la salvación de los hombres. No parece que para ésta haya sido necesario que Cristo bajase a los infiernos, pues por la pasión que sufrió en este mundo nos libró de la culpa y de la pena, como arriba se ha dicho (II-II 49,1 y II-II 49,3). Luego no fue conveniente que Cristo bajase a los infiernos.
3. Por causa de la muerte, el alma de Cristo se separó de su cuerpo, que fue colocado en el sepulcro, como antes se ha dicho (II-II 51,0). Pero no parece que bajase a los infiernos sólo con el alma, porque ésta, al ser incorpórea, da la impresión de que no puede moverse localmente, porque esto es propio de los cuerpos, como se demuestra en VI Physic.; y el descenso lleva consigo movimiento corporal. Luego no fue conveniente que Cristo bajase a los infiernos.
Contra esto: está lo que se dice en el Símbolo: Descendió a los infiernos. Y el Apóstol escribe en Ep 4,9: El que subió, ¿qué significa, sino que primero descendió a las regiones inferiores de la tierra?; esto es, a los infiernos, según la Glosa.
Respondo: Convino que Cristo descendiera a los infiernos. Primero, porque había venido a llevar nuestra pena, a fin de librarnos de ella, conforme a aquel pasaje de Is 53,4: Verdaderamente soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores. Pero por el pecado el hombre no había incurrido sólo en la muerte del cuerpo, sino también en el descenso a los infiernos. Y, por ese motivo, así como fue conveniente que muriese para librarnos de la muerte, así también lo fue que descendiese a los infiernos para librarnos a nosotros de bajar a ellos. De donde en Os 13,14 se dice: ¡Oh muerte!, yo seré tu muerte.
¡Oh infierno!, yo seré una mordedura para ti.
Segundo, porque era conveniente que, vencido el diablo por la pasión, librase a los aprisionados, que estaban detenidos en el infierno, según aquellas palabras de Za 9,11: Tú también, por la sangre de tu alianza, compraste a los cautivos del infierno. Y en Col 2,15) se dice: Y despojando a los principados y a las potestades, los expuso intrépidamente.
Tercero, para que, así como manifestó su poder en la tierra viviendo y muriendo, lo manifestase también en el infierno, visitándolo e iluminándolo. Por esto se dice en el Ps 23,7-9: Levantad, príncipes, vuestras puertas; esto es, comenta la Glosa: Príncipes del infierno, apartad de vosotros el poder con que hasta ahora manteníais a los hombres en el infierno; y así, al nombre de Jesús se doble toda rodilla, no sólo en los cielos sino también en los infiernos, como se dice en Ph 2,10.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La palabra infiernos indica el mal de pena, y no el mal de la culpa. Por eso convino que Cristo bajase a los infiernos, no como si El fuese deudor de la pena, sino para librar a los que estaban sujetos a ella.
2. La pasión de Cristo fue causa universal de la salvación de los hombres, tanto de los vivos como de los muertos. Y la causa universal se aplica a los efectos particulares por algún acto especial. Por lo cual, así como la virtud de la pasión de Cristo se aplica a los vivos por medio de los sacramentos, que nos configuran con ella, así también fue aplicada a los muertos mediante el descenso de Cristo a los infiernos. Por tal motivo se dice claramente en Za 9,11 que sacó a los cautivos del infierno por la sangre de su alianza, esto es, por la virtud de su pasión.
3. El alma de Cristo no descendió a los infiernos con el género de movimiento con que se mueven los cuerpos, sino con la clase de movimiento con que se desplazan los ángeles, como se ha expuesto en la Primera Parte (I 53,1).

ARTíCULO 2 ¿Cristo descendió también al infierno de los condenados?

Objeciones por las que parece que Cristo descendió también al infierno de los condenados.
1. Por boca de la Sabiduría se dice en Si 24,45: Entraré en todas las partes inferiores de la tierra. Pero entre las partes inferiores de la tierra se cuenta también el infierno de los condenados, según aquellas palabras del (Ps 62,10: Entrarán en las partes inferiores de la tierra. Luego Cristo, que es la Sabiduría de Dios (cf.1Co 1,24), descendió también al infierno de los condenados.
2. En Ac 2,24 dice Pedro que Dios resunta a Cristo, después de librarle de los dolores del infierno, por cuanto no era posible que fuera retenido por aquél.
Ahora bien, en el infierno de los Patriarcas no existen los dolores, ni tampoco en el infierno de los niños, que no sufren la pena de sentido a causa de un pecado actual, sino sólo la pena de daño por causa del pecado original. Luego Cristo descendió al infierno de los condenados, o también al purgatorio, donde los hombres sufren la pena de sentido por los pecados actuales.
3. En 1P 3,19-20 se dice que Cristo, viniendo en espíritu, predicó a los que estaban encerrados en la prisión, que habían sido incrédulos en algún tiempo; lo cual, como escribe Atanasio, en la Epístola Ad Epictetum, se entiende del descenso de Cristo a los infiernos. Dice, en efecto, que el cuerpo de Cristo quedó colocado en el sepulcro, cuando El fue a predicar a los espíritus que estaban encarcelados, como dijo Pedro. Pero es evidente que los incrédulos estaban en el infierno de los condenados. Luego Cristo descendió al infierno de los condenados.
4. Dice Agustín, en la Epístola Ad Evodium: Si la Sagrada Escritura hubiera dicho que Cristo fue al seno de Abrahán, sin nombrar el infierno y sus dolores, me maravillo de que alguien se atreviera a asegurar que había bajado a los infiernos. Mas porque testimonios evidentes hacen mención del infierno y de los dolores, no hay motivo alguno para pensar que el Salvador fue allí sino para librarlos de los mismos dolores. Pero el lugar de los dolores es el infierno de los condenados. Luego Cristo descendió al infierno de los condenados.
5. como dice Agustín, en un Sermón De Passione, Cristo, al bajar al infierno, absolvió a todos los justos que estaban sujetos por el pecado original. Pero entre éstos también estaba Job, que dice de sí mismo: Todo lo mío bajará a lo más profundo del infierno. Luego Cristo bajó también a lo más profundo del infierno.
Contra esto: está que del infierno de los condenados se dice en Jb 10,21: Antes de que vaya, y sin retorno, a la tierra de tinieblas y cubierta de la oscuridad de la muerte, etc. Pero no hay comunidad alguna entre la luz y las tinieblas, como se dice en 2Co 6,14. Luego Cristo, que es la luz, no bajó al infierno de los condenados.
Respondo: De dos modos se dice que algo está en un lugar. Uno, por su poder.
Y, de esta manera, Cristo bajó a cualquiera de los infiernos; pero no a todos por igual. Pues, al bajar al infierno de los condenados, su eficacia se tradujo en impugnarles por su incredulidad y por su malicia. En cambio, a los que estaban encerrados en el purgatorio les dio la esperanza de alcanzar la gloria. Y a los santos Patriarcas, que estaban encerrados en el infierno solamente por el pecado original, les infundió la luz de la gloria.
De otro modo se dice que algo está presente en un lugar, por su esencia. Y de esta manera el alma de Cristo descendió solamente al lugar del infierno en que estaban retenidos los justos, a fin de visitar en su morada, con el alma, a los que interiormente había visitado por la gracia con su divinidad. Y así, estando en una parte del infierno, de algún modo hizo llegar su efecto a todas las partes del mismo, a la manera en que, habiendo padecido sólo en un lugar de la tierra, libró al mundo entero con su pasión.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Cristo, que es la Sabiduría de Dios, entró en todas las partes inferiores de la tierra, no localmente, recorriéndolas todas con el alma, sino extendiendo, de alguna manera, a todas el efecto de su poder. Pero de tal modo que solamente iluminó a los justos, pues el texto continúa: E iluminaré a todos los que esperan en el Señor (Si 24,45).
2. Hay dos clases de dolor. Uno, el que proviene del sufrimiento de la pena que los hombres padecen a causa del pecado actual, según aquellas palabras del (Ps 17,6: Me han rodeado los dolores del infierno. Otro, el que se origina en la dilación de la gloria esperada, según aquellas palabras de Pr 13,12: La esperanza que se dilata, aflige al alma. Y los santos Patriarcas sufrían este dolor en el infierno. Para darlo a entender, dice Agustín, en un Sermón de Passione, que oraban a Cristo con ruegos lastimeros.
Cristo quitó unos y otros dolores cuando descendió al infierno, aunque de modo diverso. Quitó los dolores de las penas preservando de ellos, a la manera en que se dice que el médico quita la enfermedad al preservar de la misma por medio de las medicinas. Y los dolores causados por la dilación de la gloria los hizo desaparecer actualmente, otorgando la gloria.
3. Lo que escribe allí Pedro es referido por algunos al descenso de Cristo a los infiernos, comentándolo de este modo: A los que estaban encerrados en la cárcel, esto es, en el infierno, que habían sido incrédulos en otro tiempo, Cristo les predicó, viniendo a ellos en espíritu, es decir, con su alma. Por esto dice también el Damasceno, en el libro III, que así como evangelizó a los que estaban en la tierra, así también lo hizo con los que estaban en el infierno; pero no para convertir a los incrédulos a la fe, sino para confundir su falta de fe.
Porque tal predicación no puede significar otra cosa que la manifestación de su divinidad, que resplandeció ante los habitantes del infierno por el descenso poderoso de Cristo al mismo.
Sin embargo, lo expone mejor Agustín, en su Epístola Ad Evodium, refiriendo esas palabras, no a la bajada de Cristo a los infiernos, sino a la operación de su divinidad, ejercida desde el principio del mundo. Para que el sentido sea: A los que estaban encerrados en la cárcel, esto es, a los que viven en cuerpo mortal, que viene a ser una especie de cárcel del alma, viniendo con el espíritu de su divinidad, los predicó, por medio de inspiraciones interiores y mediante amonestaciones exteriores por boca de los justos; quiero decir que predicó a aquellos que en otro tiempo habían sido incrédulos, es a saber, a la predicación de Noé, cuando ponían a prueba la paciencia de Dios, por la que se aplazaba el castigo del diluvio. Por lo que añade: En los días de Noé, cuando se fabricaba el arca.
4. El seno de Abrahán puede entenderse de dos modos. Uno, por razón del descanso que allí existía con relación a la pena sensible. Y, en este aspecto, ni le compete el nombre de infierno, ni existen allí dolores de ninguna clase. Otro, en lo que atañe a la privación de la gloria que se espera. Y, bajo este ángulo, le compete el concepto de infierno y de dolor. Y por eso ahora se llama seno de Abrahán al descanso de los bienaventurados; pero no se le llama infierno, ni tampoco se dice ahora que existan dolores en el seno de Abrahán.
5. Como escribe Gregorio a propósito del mismo lugar, llama "infierno profundísimo" a los mismos lugares superiores del infierno. Pues si, cuanto a la altura del cielo, este aire oscuro resulta infierno; referida a la altura de ese mismo aire, la tierra, que está abajo, puede llamarse infierno y profundo. Pero respecto a la altura de la misma tierra, los lugares del infierno que son superiores a las otras cavidades del infierno, se llaman, en este sentido, infierno profundísimo.

ARTíCULO 3 ¿Cristo estuvo todo él en el infierno?

Objeciones por las que parece que Cristo no estuvo todo él en el infierno.
Objeciones: 1. El cuerpo de Cristo es una parte de él. Pero el cuerpo de Cristo no estuvo en el infierno. Luego Cristo no estuvo todo él en el infierno.
2. Nada cuyas partes estén recíprocamente separadas puede llamarse todo.
Ahora bien, el cuerpo y el alma, que son partes de la naturaleza humana, estuvieron recíprocamente separadas después de la muerte, como arriba se ha dicho (II-II 50,3 II-II 50,4). Y Cristo descendió a los infiernos estando muerto. Luego no pudo estar todo él en el infierno.
3. Se dice que un todo está en un lugar cuando nada de lo que le pertenece está fuera de tal lugar. Pero algo que era de Cristo estaba fuera del infierno, puesto que el cuerpo estaba en el sepulcro, y la divinidad en todas partes. Luego Cristo no estuvo todo él en el infierno.
Contra esto: está lo que dice Agustín, en el libro De Symbolo: Todo el Hijo en el Padre, todo en el cielo, todo en la tierra, todo en el seno de la Virgen, todo en la cruz todo en el infierno, todo en el paraíso, donde introdujo al ladrón.
Respondo: Como es manifiesto por lo dicho en la Primera Parte (I 31,2 ad 4), el género masculino se refiere a la hipóstasis o persona; el género neutro, en cambio, corresponde a la naturaleza. Pero en la muerte de Cristo, aunque el alma se separó del cuerpo, ni uno ni otra estuvieron separados de la persona del Hijo de Dios, como arriba se ha dicho (II-II 50,2-3). Y por eso, es preciso decir que, durante los tres días de la muerte de Cristo, todo El estuvo en el sepulcro, porque toda su persona permaneció allí por medio del cuerpo que le estaba unido; y del mismo modo estuvo todo El en el infierno, porque allí estuvo toda la persona de Cristo por razón del alma que le estaba unida; también Cristo todo él estaba en todas partes por razón de su naturaleza divina.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El cuerpo que estaba entonces en el sepulcro, no es parte de la persona increada sino de la naturaleza asumida. Y, por esta razón, por el hecho de que el cuerpo de Cristo no estuvo en el infierno, no se excluye que Cristo todo él estuviera; mas con ello se demuestra que no estuvo allí todo lo que pertenece a la naturaleza humana.
2. La unión entre alma y cuerpo constituye la totalidad de la naturaleza humana, pero no la totalidad de la persona divina. Y, por ese motivo, disuelta la unión del alma con el cuerpo por causa de la muerte, Cristo permaneció todo él; pero no permaneció la naturaleza humana en su totalidad.
3. La persona de Cristo se halla toda ella en cualquier lugar, pero no totalmente, porque no está circunscrita por ningún lugar. Pero ni todos los lugares, tomados en conjunto, pueden contener su inmensidad. Antes bien, El los abarca a todos con su inmensidad. Y esto se cumple en las cosas que están en un lugar corporal y circunscriptivamente, porque si un todo está en una parte, nada de él queda fuera de la misma. Pero esto no se cumple en Dios. Por esto dice Agustín, en el Sermón De Symbolo: No decimos que Cristo esté todo El en todas partes en tiempos y en lugares diversos, como si ahora estuviera todo allí, y en otro tiempo estuviera todo en otra parte; sino como estando siempre todo El en todas partes.

ARTíCULO 4 ¿Se detuvo Cristo algún espacio de tiempo en el infierno?

Objeciones por las que parece que Cristo no se detuvo ningún espacio de tiempo en el infierno.
Objeciones: 1. Cristo descendió al infierno para librar a los hombres de él. Pero esto lo realizó al instante con su propio descenso, pues, como se dice en Si 11,23: Es cosa fácil en la presencia de Dios honrar repentinamente al pobre. Luego parece que no se detuvo espacio alguno de tiempo en el infierno.
2. Dice Agustín en un Sermón De Passione, que sin tardanza alguna, al imperio del Señor y Salvador, se rompieron todos los cerrojos de hierro. De donde, por boca de los ángeles que acompañan a Cristo, se dice: Príncipes, alzad vuestras puertas (Ps 23,7 Ps 9). Pero Cristo descendió allí para romper los cerrojos del infierno. Luego Cristo no se detuvo ningún espacio de tiempo en el infierno.
3. En Lc 23,43) se narra que Cristo, pendiente de la cruz, dijo al ladrón: Hoy estarás conmigo en el paraíso; por lo que resulta evidente que Cristo estuvo en el paraíso el mismo día. Pero no con el cuerpo, que fue colocado en el sepulcro.
Luego estuvo con el alma, que había descendido al infierno. Y, de este modo, parece que no se detuvo espacio alguno de tiempo en el infierno.
Contra esto: está lo que dice Pedro, en Ac 2,24: Al cual resucitó Dios, después de deshacer los dolores del infierno, por cuanto no era posible que éste lo retuviese.
Respondo: Así como Cristo, para asumir en sí mismo nuestras penas, quiso que su cuerpo fuera puesto en el sepulcro, así también quiso que su alma descendiese al infierno. Pero su cuerpo permaneció en el sepulcro un día entero y dos noches para que se comprobase la verdad de su muerte. Por lo que es de creer que también su alma estuviese otro tanto en el infierno, a fin de que salieran a la vez su alma del infierno y su cuerpo del sepulcro.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Cristo, al bajar al infierno, libró a los santos que estaban allí, no sacándolos al instante del lugar del infierno, sino iluminándolos con la luz de su gloria en el mismo infierno. Y, no obstante, fue conveniente que su alma permaneciese en el infierno todo el tiempo que su cuerpo estuviese en el sepulcro.
2. Se llama cerrojos del infierno a los obstáculos que impedían a los santos Padres salir del infierno, por el reato de la culpa del primer Padre. Cristo los quebrantó con el poder de su pasión y muerte, al instante de bajar a los infiernos (cf. Is 45,2). Y, sin embargo, quiso permanecer algún tiempo en el infierno por la razón antedicha (en la sol.).
3. Esas palabras del Señor deben entenderse, no del paraíso terrenal corpóreo, sino del paraíso espiritual, en el que se dice que viven los que gozan de la vida divina. Por lo cual, el ladrón descendió localmente con Cristo al infierno, para estar con El, puesto que le dijo: estarás conmigo en el paraíso; pero, por razón del premio, estuvo en el paraíso porque allí gozaba de la divinidad, como los demás santos.


Suma Teológica III Qu.51 a.2