Suma Teológica III Qu.27 a.3

ARTíCULO 3 ¿ILstuvo la Virgen María limpia de la infección del "fornes"?

Objeciones por las que parece que la Santísima Virgen no estuvo limpia de la infección del "fomes".
Objeciones: 1. Como es pena del pecado original el "fomes", que consiste en la rebelión de las fuerzas inferiores contra la razón, así también son pena del pecado original la muerte y las demás molestias corporales. Ahora bien, la Santísima Virgen estuvo sujeta a estas penalidades. Luego tampoco el "fomes" fue totalmente eliminado de ella.
2. En 2Co 12,9 se dice: La virtud se perfecciona en la flaquera; y se habla de la flaqueza del "fomes", a causa de la cual sufría el Apóstol el aguijón de la carne (v. 7). Pero nada de lo que afecte a la virtud ha de negarse a la Virgen Santísima. Luego ésta no debió quedar totalmente exenta del "fomes".
3. Dice el Damasceno que el Espíritu Santo descendió sobre la Santísima Virgen para purificarla antes de la concepción del Hijo de Dios. Esto no puede entenderse más que de la purificación del "fomes", pues no cometió pecado, como dice Agustín en el libro De natura etff-aíta. Luego por la santificación en el seno materno no fue totalmente purificada del "fomes".
Contra esto: está lo que se dice en Ct 4,7: Eres toda hermosa, amiga mía, y no hay mancha en ti. Pero el "fomes" implica mancha, al menos de la carne.
Luego en la Santísima Virgen no existió el "fomes".
Respondo: Sobre este problema hay diversas opiniones. Unos dijeron que, en la misma santificación que la Virgen María recibió en el seno materno, le fue totalmente quitado el "fomes". Otros i, enseñan que le quedó el "fomes" en lo que implica dificultad para el bien, pero no en cuanto supone inclinación al mal.
Algunos sostienen que en Ella fue suprimido el "fomes" en cuanto afecta a la corrupción de la persona, según impele al mal y dificulta el bien; permaneció, en cambio, en lo que atañe a la corrupción de la naturaleza, a saber, en cuanto es causa de transmitir a la prole el pecado original. Otros, finalmente, defienden que en la primera santificación permaneció el "fomes" en cuanto a su esencia, pero ligado, siéndole totalmente quitado en la concepción del Hijo de Dios.
Para entender estas opiniones es necesario tener en cuenta que el "fomes" no es otra cosa que la concupiscencia desordenada habitual del apetito sensitivo, porque la concupiscencia actual es el impulso del pecado. Se dice que la concupiscencia de la sensualidad es desordenada, en cuanto que se opone a la razón, al inclinar al mal a la vez que dificulta la práctica del bien. Y por eso pertenece al mismo concepto del "fomes" el inclinar al mal y el dificultar el bien. De donde poner en la Virgen María un "fomes" que no inclina al mal equivale a poner dos cosas opuestas.
Del mismo modo, también parece incluir contradicción la permanencia del "fomes" en lo referente a la corrupción de la naturaleza, y no en lo que atañe a la corrupción de la persona. En efecto, según Agustín en el libro De nuptiis et concupiscentia, la libido es la que transmite el pecado original a la prole. Pero la libido implica una concupiscencia desordenada por no estar totalmente sometida a la razón. Y por eso, si el "fomes" se suprimiese en lo referente a la corrupción de la persona, no podría subsistir en lo que pertenece a la corrupción de la naturaleza.
Queda, pues, decir que el "fomes" o fue totalmente suprimido por la primera santificación, o permaneció aherrojado. Pudiera entenderse que el "fomes" fue totalmente suprimido, en el sentido de que a la Santísima Virgen le fuera concedido, por la abundancia de la gracia que descendió sobre ella, el que la disposición de las fuerzas de su alma fuese tal que las fuerzas inferiores no se moviesen en ella sin la deliberación de la razón, como se dijo que aconteció en Cristo (III 15,2), de quien consta que no tuvo el "fomes" del pecado; y como sucedió en Adán antes del pecado por virtud de la justicia original. En este sentido, la gracia de la santificación en la Virgen María hubiera tenido el vigor de la justicia original. Pero, aunque esta explicación parece convenir a la dignidad de la Virgen Madre, menoscaba, sin embargo, en algo la dignidad de Cristo, sin cuya virtud nadie ha sido liberado de la primera condenación. Y aunque por la fe en Cristo, antes de su encarnación, algunos hayan sido libres de aquella condenación según el espíritu, no parece obligado, sin embargo, que alguno fuese liberado de tal condenación según la carne sino después de su encarnación, en la que, por primera vez, debió manifestarse la inmunidad de dicha condenación. Y por eso, como antes de la inmortalidad de la carne de Cristo resucitado nadie consiguió la inmortalidad del cuerpo, asimismo no parece conveniente sostener que antes de la carne de Cristo, en la que no hubo pecado alguno, la carne de la Virgen, su Madre, o de cualquier otro haya estado exenta del "fomes", llamado ley de la carne o de los miembros (Rm 7,23 Rm 25).
Y, por esta razón, parece mejor decir que, mediante la santificación en el seno materno, no le fue quitado a la Virgen el "fomes" en cuanto a la esencia, sino que permaneció ligado. Y no por un acto de su razón, como sucede en los santos, porque no tuvo uso de razón desde el primer instante de su existencia en el seno materno —esto fue privilegio especial de Cristo—, sino por la abundancia de la gracia que recibió en la santificación y, de modo más perfecto, por la providencia divina, que impidió todo movimiento desordenado en la parte sensitiva. Después, en la misma concepción de Cristo, en la que debió brillar por primera vez la inmunidad del pecado, debemos creer que se produjo en la Madre la supresión total del "fomes" por la influencia del Hijo en ella. Y esto está figurado en Ez 43,2, cuando se dice: He aquí que la gloria de Dios entraba por la vía oriental, es decir, por medio de la Santísima Virgen, y la tierra, esto es, su carne, resplandecía por su gloria, es a saber, por la gloria de Cristo.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La muerte y las penalidades de este género, por su propia naturaleza, no inclinan al pecado. Y por eso, aunque Cristo asumió esas penalidades, no tomó, sin embargo, el "romes". Por donde también en la Santísima Virgen, a fin de que se asemejase a su Hijo, de cuya plenitud recibía la gracia ()n 1,16), primero permaneció el "fomes" ligado, siendo luego quitado; pero no estuvo exenta de la muerte y de las otras penalidades de este género.
2. La flaqueza de la carne, incluida en el "fomes", es ocasión de virtud perfecta en los hombres santos; pero no es causa sin la que sea imposible lograr la perfección. Basta, por tanto, poner en la Santísima Virgen la virtud perfecta y la abundancia de la gracia, sin que sea necesario asentar en ella todas las ocasiones de perfección.
3. El Espíritu Santo realizó en la Santísima Virgen una doble purificación. La primera, como preparación para la concepción de Cristo, que no consistió en la limpieza de alguna impureza de culpa o de "fomes", sino en el recogimiento sobre uno solo y en la elevación por encima de la multitud. También se dice que son purificados los ángeles, en los que no hay impureza alguna, como escribe Dionisio en el c. 6 del De Ecclesiast. Hier.. La segunda purificación fue realizada en ella por el Espíritu Santo mediante la concepción de Cristo, que fue obra de Aquél. Y, en este aspecto, puede decirse que la purificó totalmente del "fomes".

ARTíCULO 4 Por la santificación en el seno materno, ¿fue preservada la Santísima Virgen de todo pecado actual?

Objeciones por las que parece que, en virtud de la santificación en el seno materno, la Santísima Virgen no fue preservada de todo pecado actual.
Objeciones: 1. Porque, como acabamos de decir (a. 3), después de la primera santificación permaneció en la Virgen el "fomes" del pecado. Pero el movimiento del "fomes", aun cuando se anticipe a la razón, es pecado venial, aunque levísimo, como dice Agustín en el libro De Trin.. Luego en la Santísima Virgen existió algún pecado venial.
2. Comentando el pasaje de Lc 2,35: Una espada atravesará tu alma, dice Agustín, en el libro Quaest. Vet. et Nov. Test., que la Santísima Virgen, sacudida por un cierto estupor en la muerte del Señor, dudó. Ahora bien, dudar sobre la fe es pecado. Luego la Santísima Virgen no fue preservada inmune de todo pecado.
3. El Crisóstomo, exponiendo las palabras de Mt 12,47: He aquí que tu madre y tus hermanos están fuera buscándote, comenta: Es claro que sólo por vanagloria hacían esto. Y a propósito del pasaje de Jn 2,3: No tienen vino, dice el mismo Crisóstomo que quería conquistar la gracia de los asistentes, y hacerse a sí misma más célebre por medio de su Hijo;y, tal vez era víctima de alguna flaquera humana, como lo fueron los parientes de Jesús al decirle: Manifiéstate al mundo. Y, poco después, añade: Aún no tenía de él la opinión que debía. Todo eso consta que es pecado. Luego la Santísima Virgen no fue preservada inmune de todo pecado.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro De Natura et Gratía: Sobre sania María Virgen, por el honor de Cristo, no quiero plantear absolutamente ninguna cuestión cuando se trata de pecados. Porque sabemos que a ella le fue conferida más gracia para vencer al pecado por todos sus flancos, puesto que mereció concebir y dar a luz al que nos consta que no tuvo pecado alguno.
Respondo: Aquellos sujetos elegidos por Dios para una misión son preparados y dispuestos por El de modo que sean idóneos para desempeñarla, conforme a lo que se lee en 2Co 3,6: Nos hizp ministros idóneos de la Nueva Alianza. Y la Virgen Santísima fue divinamente elegida para ser Madre de Dios. De ahí que no quepa dudar de que Dios, por medio de su gracia, la hizo idónea para tal misión, de acuerdo con lo que le dijo el ángel: Has hallado gracia delante de Dios: He aquí que concebirás, etc. (Lc 1,30). Ahora bien, no hubiera sido idónea Madre de Dios en caso de que hubiera pecado alguna vez. Ya porque el honor de los padres redunda en los hijos, según palabras de Pr 17,6: Gloria de los hijos son sus padres. De donde también, por el contrario, la ignominia de la madre redundaría en el Hijo. Ya porque tuvo una afinidad singular con Cristo, que en ella se encarnó. Y en 2Co 6,15 se lee: ¿Qué concordia puede existir entre Cristo y Belial? Ya, finalmente, porque el Hijo de Dios, que es la Sabiduría divina (1Co 1,24), habitó en ella de una manera especial, y no sólo en su alma, sino también en su seno. En (Sg 1,4) se dice: La sabiduría no entrará en alma que obra el mal, ni habitará en un cuerpo sometido al pecado.
Y, por tanto, es necesario decir de forma absoluta que la Santísima Virgen no cometió ningún pecado actual, ni mortal ni venial, para que, de este modo, se cumpla en ella lo que se lee en Ct 4,7: Toda hermosa eres, amiga mía, y no hay mancha en ti, etc..
A las objeciones:
Soluciones: 1. En la Santísima Virgen, después de su santificación en el seno materno, permaneció el "íbmes", pero ligado; esto es, para que no prorrumpiese en acto alguno desordenado que se anticipase al acto de la razón. Y aunque la gracia de la santificación obrase con esa finalidad, no era suficiente para conseguirlo. De otro modo, por la virtud de esa gracia se le hubiera otorgado que no pudiera surgir en sus sentidos movimiento alguno que no estuviera prevenido por la razón, y esto equivaldría a no tener el "romes", hipótesis que contradice lo que acabamos de decir (a. 3). Por tanto, es necesario decir que el complemento para esa represión provino de la Providencia divina, que no permitía que brotase del "fbmes" movimiento alguno desordenado.
2. Las palabras citadas de Simeón son interpretadas por Orígenes y otros Doctores z como referidas al dolor que padeció la Santísima Virgen en la pasión de Cristo. Ambrosio, en cambio, dice que la espada alude a la prudencia de María, conocedora del misterio celestial. La palabra de Dios es viva y poderosa, y más aguda que una espada afilada.
Pero otros traducen la espada por duda; pero no duda de infidelidad, sino de admiración y de reflexión. Efectivamente, dice Basilio en la Epístola ad Optimum que la Santísima Virgen, situada junto a la cruzy contemplando todo lo que sucedía, después de la revelación de Gabriel, después del conocimiento inefable de la concepción divina, y tras una ingente manifestación de milagros, estaba interiormente indecisa, al ver, por una parte, que sufría ignominias y al considerar, por otra, sus obras maravillosas.
3. El Crisóstomo se propasó en las palabras citadas. Sin embargo pueden interpretarse entendiendo que el Señor cohibió en ella no el movimiento propio desordenado de vanagloria, sino el proveniente de lo que otros pudieran juzgar.

ARTíCULO 5 ¿Alcanzó la Santísima Virgen la plenitud de gracia por su santificación en el seno materno?

Objeciones por las que parece que la Santísima Virgen no obtuvo la plenitud de gracia, o la perfección, por la santificación en el seno materno.
Objeciones: 1. Esto parece que es un privilegio de Cristo, conforme a lo que se lee en Jn 1,14: Lo vimos, como Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Pero lo que es propio de Cristo no se ha de atribuir a otro. Luego la Santísima Virgen no recibió la plenitud de gracia en su santificación.
2. A lo que está lleno y es perfecto no se le puede añadir nada, porque es perfecto lo que no carece de nada, como se dice en III Phys.. Pero la Santísima Virgen recibió luego un aumento de la gracia al concebir a Cristo, conforme a lo que se le dijo según Lc 1,35: El Espíritu Santo vendrá sobre ti. Y volvió a recibirlo cuando fue asunta a los cielos. Luego da la impresión de que no tuvo la plenitud de las gracias en su primera santificación.
3. Dios no hace nada en vano, como se dice en I De Cáelo et Mundo. Pero hubiera tenido en vano determinadas gracias, que nunca ejercería, pues no leemos que eÜa haya enseñado, lo cual es un acto de sabiduría; o que haya hecho milagros, que es un acto de una gracia gratis dada. Por consiguiente, no tuvo la plenitud de las gracias.
Contra esto: están las palabras del ángel: Dios te salve, llena de gracia (Lc 1,28). Jerónimo, en el sermón De A.ssumptione, las expone diciendo: Perfectamente llena de gracia, porque a los demás se les otorga parcialmente, mientras que en María infundió (Dios) la plenitud de la gracia.
Respondo: Cuanto algo está más cerca del principio en cualquier género de cosas, tanto más participa de los efectos de dicho principio. De donde infiere Dionisio, en el c. 4 De Cael. Hier., que los ángeles, por estar más cerca de Dios, participan en mayor medida que los hombres de las excelencias divinas. Cristo es el principio de la gracia: como autor, por su divinidad; como instrumento, por su humanidad. Por esto se dice en Jn 1,17: La gracia y la verdad vino por Jesucristo. Ahora bien, la Santísima Virgen María gozó de la suprema proximidad a Cristo según la humanidad, puesto que de ella recibió la naturaleza humana. Y, por tanto, debió obtener de Cristo una plenitud de gracia superior a la de los demás.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Dios da a cada uno su gracia en conformidad con la misión para la que le elige. Y como Cristo, en cuanto hombre, fue predestinado y elegido para ser Hijo de Dios con poder de santificar (Rm 1,4), poseyó como propio tener tal plenitud de gracia que se derramase sobre todos, de acuerdo con lo que se dice en Jn 1,16: De su plenitud hemos recibido todos. Ahora bien, la Santísima Virgen María poseyó tal plenitud de gracia, que fue la más próxima al autor de dicha gracia, hasta el extremo de recibir en sí misma al que está lleno de toda gracia y, al darlo a luz, hacer llegar la gracia a todos.
2. En las cosas naturales lo primero es la perfección dispositiva, como acontece cuando la materia está perfectamente dispuesta para la forma. Luego viene la perfección de la forma, que es superior, pues el mismo calor que procede de la forma del fuego es más perfecto que el que dispone para recibir la forma de fuego. En tercer lugar está la perfección del fin, como cuando el fuego alcanza de modo perfectísimo sus propias cualidades, al llegar a su lugar natural.
Y del mismo modo hubo en la Santísima Virgen una triple perfección de gracia.
La primera, en calidad de dispositiva, por la que se hacía idónea para ser Madre de Cristo; y ésta fue la perfección de la santificación. La segunda perfección de la gracia se produjo en la Santísima Virgen con la presencia del Hijo de Dios encarnado en su seno. Y la tercera perfección es la del fin, que posee en la gloria.
Que la segunda perfección sea superior a la primera, y la tercera a la segunda, es manifiesto, en primer lugar, por la liberación del mal. Pues, primeramente, en su santificación fue liberada de la culpa original; después, en la concepción del Hijo de Dios fue totalmente limpia del "fomes"; finalmente, en su glorificación quedó exenta de toda miseria. En segundo lugar, con relación al bien. Pues, primeramente, en su santificación alcanzó la gracia que la inclinaba al bien; en la concepción del Hijo de Dios le fue perfeccionada tal gracia, confirmándola en el bien; en su glorificación se remató esa gracia, consiguiéndola la fruición de todo bien.
3. No se puede dudar de que la Santísima Virgen haya recibido, de modo excelente, ya el don de la sabiduría, ya el don de los milagros, y hasta el carisma profético, como los tuvo Cristo. Pero no los recibió para tener el uso de estas y otras gracias semejantes, como lo tuvo Cristo, sino de un modo acomodado a su condición. Tuvo, en efecto, el uso de la sabiduría en la contemplación, según el pasaje de Lc 2,19: María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. No tuvo, en cambio, el uso de la sabiduría para enseñar, porque eso no era propio del sexo femenino, conforme a lo que se lee en 1Tm 2,12: No permito que la mujer enseñe. El uso del don de milagros no la competía mientras viviera, porque en aquel tiempo la doctrina de Cristo precisaba de ser confirmada con milagros; y por eso, únicamente convenía hacer milagros a Cristo y a sus discípulos, que eran los mensajeros de la doctrina de Cristo. Por lo cual, también de Juan Bautista se dice en Tn 10,41 que no hizo ningún milagro, J I, o o a fin de que todos concentrasen su atención en Cristo. Tuvo, en cambio, el uso de la profecía, como consta por el cántico que compuso: Alaba mi alma al Señor (Lc 1,46).

ARTíCULO 6 La santificación en el seno materno, después de Cristo, ¿fue algo exclusivo de la Santísima Virgen?

Objeciones por las que parece que la santificación en el seno materno, después de Cristo, fue algo exclusivo de la Santísima Virgen.
Objeciones: 1. Porque se ha dicho (a. 4) que la Santísima Virgen fue santificada en el seno materno con el fin de que se convirtiese en idónea Madre de Dios. Pero esta dignidad es exclusiva de ella. Luego sólo ella fue santificada en el seno materno.
2. Da la impresión de que algunos han sido más allegados a Cristo que Jeremías y Juan Bautista, de los que se dice que fueron santificados en el seno materno.
Cristo, efectivamente, es llamado, de modo especial, hijo de David y de Abrahán a causa de la promesa hecha particularmente a ellos acerca de Cristo.
Isaías también profetizó expresísimamente sobre Cristo. Y los Apóstoles vivieron asimismo en sociedad con El. Y, sin embargo, en ningún sitio se lee que fuesen santificados en el seno materno. Luego tampoco a Jeremías y a Juan Bautista les conviene ser santificados en el seno materno.
3. Jb 31,18 dice de sí mismo: Desde mi infancia credo conmigo la misericordía, y del seno de mi madre salió conmigo. Y, sin embargo, no por eso afirmamos que fuese santificado en el seno materno. Por consiguiente, tampoco es preciso decir que lo fueran Juan Bautista y Jeremías.
Contra esto: está lo que se dice de Jeremías: Antes de que salieras del vientre, te santifiqué (Jr 1,5). Y de Juan Bautista leemos en Lc 1,15: Estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre.
Respondo: Agustín, en la Epístola Ad Dardanum, parece expresarse con dudas sobre la santificación de estas figuras en el seno materno. Pudo suceder, como él mismo dice, que la exultación de Juan en el seno materno fuese la señal de un acontecimiento tan maravilloso, es a saber, que una mujer fuera Madre de Dios, afín de que lo conocieran los mayores, sin que lo conociera el niño. Por eso no se dice en el Evangelio: Creyó el niño en el seno materno, sino exultó.
Pero vemos que la exultación no sólo se da en los niños, sino también en los animales. Esta, sin embargo, fue desacostumbrada, porque se realizó en el seno materno. Y por eso, como suele acontecer con los milagros, tal exultación fue obra divina en el niño, no obra humana del niño. Y aun dado que en aquel niño se hubiera acelerado tanto el uso de la razón y de la voluntad que, dentro de las entrañas maternas, pudiese y a conocer, creer y consentir, cosas que en los demás niños han de venir con la edad, pienso que eso debe considerarse como un milagro del poder divino.
Pero como en el Evangelio se dice expresamente que será lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y de Jeremías se lee claramente: Antes de que salieras del seno materno, te santifiqué, parece necesario defender que ambos fueron santificados en las entrañas maternas, aunque todavía no tuviesen uso de razón, que es la cuestión examinada por Agustín; como acontece también con los niños santificados por el bautismo, pues no gozan inmediatamente del uso de razón.
Y no es creíble que algunos otros hayan sido santificados en el seno materno, puesto que no los menciona la Sagrada Escritura. La razón está en que privilegios de esta clase de gracia, conferidos a algunos fuera de la ley común, se ordenan al bien de los demás, conforme al texto de 1Co 12,7: A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para utilidad (de los demás); utilidad que no existiría si proviniese de una santificación en el seno materno desconocida por la Iglesia.
Y aunque no podamos señalar el motivo de los juicios de Dios, esto es, por qué otorga el don de la gracia a éste y no a aquél, parece, sin embargo, conveniente que ambos fuesen santificados en las entrañas maternas, para presagiar la santificación que había de ser realizada por Cristo. Primero, por su pasión, según el pasaje de He 13,12: Jesús, para santificar al pueblo por medio de su sangre, padeció fuera de la puerta. Pasión que fue clarísimamente pronosticada por Jeremías con palabras y gestos, y explícitamente prefigurada en sus sufrimientos. Segundo, por el bautismo, conforme al texto de 1Co 6,11: Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados. Para este bautismo preparó Juan a los hombres con el suyo.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La Santísima Virgen, que fue elegida por Dios para madre suya, alcanzó una gracia de santificación superior a la de Juan Bautista y a la de Jeremías, elegidos para prefigurar de modo especial la santificación de Cristo. Señal de esto es que a la Santísima Virgen le fue concedido no pecar jamás ni mortal ni venialmente; en cambio, a los otros santificados se cree que les fue otorgado no pecar mortalmente, mediante la protección de la gracia divina.
2. En otros aspectos pudieron existir santos más unidos a Cristo que Jeremías y Juan Bautista. Pero éstos estuvieron muy unidos a él como figuras expresas de su santificación, como queda dicho.
3. La compasión de que habla Job no designa una virtud infusa, sino que alude a una inclinación natural hacia los actos de tal virtud.

CUESTIÓN 28 Sobre la virginidad de la Madre de Dios

Corresponde a continuación tratar de la virginidad de la Madre de Dios. Y sobre ello se formulan cuatro preguntas: 1. ¿Fue virgen al concebir? 2. ¿Fue virgen en el parto? 3. ¿Permaneció virgen después del parto? 4. ¿Hizo voto de virginidad?

ARTíCULO 1 La Madre de Dios, ¿fue virgen al concebir a Cristo?

Objeciones por las que parece que la Madre de Dios no fue virgen cuando concibió a Cristo.
Objeciones: 1. Porque ningún hijo que tiene padre y madre es concebido de madre virgen.
Ahora bien, de Cristo se dice no sólo que tiene madre, sino también padre, pues en Lc 2,33) se escribe: Su padre y su madre estaban admirados de las cosas que se decían acerca de él. Y después (v. 48) su propia madre dice: He aquí que yo y tu padre, apenados, te buscábamos. Luego Cristo no fue concebido de madre virgen.
2. En Mt 1,1) ss se prueba que Cristo fue hijo de Abrahán y de David, por descender José de David. Pero tal prueba resultaría nula si José no fuera padre de Cristo. Luego parece que la Madre de Cristo concibió a éste de José. Y, de esta manera, da la impresión de que no fue virgen al concebir.
3. En (Ga 4,4) se dice: Dios envió a su Hijo nacido de mujer. Ahora bien, según la manera normal de hablar, se llama mujer a la que ha concebido de varón.
Luego Cristo no fue concebido de madre virgen.
4. Los seres que son de la misma especie son engendrados del mismo modo, porque la generación se especifica por el término, como los demás movimientos. Pero Cristo fue de la misma especie que los demás hombres, según Ph 2,7: Se hizo semejante a los hombres, y se manifestó en su porte como hombre. Luego, siendo engendrados los otros hombres mediante la unión del varón con la mujer, parece que Cristo tuvo que ser engendrado de modo semejante. Y, así, no parece que fuera concebido de madre virgen.
5. cualquier forma natural tiene una materia determinada, fuera de la cual no puede existir. Pero la materia de la forma humana parece ser el semen del varón y el de la mujer. Por consiguiente, si el cuerpo de Cristo no hubiera sido concebido del semen del hombre y de la mujer, no sería de verdad cuerpo humano, lo que es una hipótesis inadmisible. Parece, por tanto, que no fue concebido de madre virgen.
Contra esto: está que en Is 7,14) se dice: He aquí que la virgen concebirá.
Respondo: Es absolutamente necesario confesar que la madre de Cristo concibió de modo virginal. Lo contrario es la herejía de los Ebionitas y de Cerinto, quienes tienen a Cristo por un puro hombre, y piensan que nació de la unión de ambos sexos.
La concepción virginal de Cristo es conveniente por cuatro motivos. Primero, por salvaguardar la dignidad del Padre que le envía. Al ser Cristo verdadero y natural Hijo de Dios, no fue oportuno que tuviera otro padre más que Dios, a fin de que la dignidad de Dios no fuese transferida a otro alguno.
Segundo. Convino a la propiedad del mismo Hijo, que es enviado. El es, en efecto, el Verbo de Dios. Ahora bien, el Verbo es concebido sin corrupción alguna del corazón; no sólo eso, sino que la corrupción del corazón no permite la concepción de un verbo perfecto. Por consiguiente, como el Verbo tomó la carne para que fuese carne del Verbo, fue conveniente que también fuese concebida sin corrupción de la madre.
Tercero. Eso fue conveniente a la dignidad de la humanidad de Cristo, en la que no debió haber sitio para el pecado, puesto que por medio de ella era quitado el pecado del mundo, según Jn 1,29: He aquí el Cordero de Dios, es decir, el inocente, qm quita el pecado del mundo. Pero no era posible que de una naturaleza ya corrompida por la unión sexual naciese una carne exenta de la contaminación del pecado original. Por eso dice Agustín en el Hbro De nuptüs et concupiscentia: Sólo allí no hubo unión sexual, es a saber, en el matrimonio de María y José, porque en carne de pecado no podía realizarse tal unión sin aquella concupiscencia de la carne, que proviene del pecado, sin la que quiso ser concebido aquel que no tendría pecado.
Cuarto. Por el mismo fin de la encarnación de Cristo, que se ordenó a que los hombres renaciesen como hijos de Dios no de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios (Jn 1,13), es decir, del poder de Dios. El ejemplar de este acontecimiento debió manifestarse en la misma concepción de Cristo. Por lo que escribe Agustín en el libro De sancta virginitate: Convenía que nuestra cabera, por un milagro extraordinario, naciese corporalmente de una virgen, afín de dar a entender que sus miembros nacerían, espirítualmente, de la Iglesia virgen.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Como escribe Beda In Lúe.: José era llamado padre del Salvador, no porque lo fuese realmente, como enseñaban los fotinianos, sino porque, a fin de salvaguardar la fama de María, los hombres lo consideraron como su padre. Por lo que se dice en Lc 3,23: Según se creía, (era) hijo de José.
O, como dice Agustín en el libro De bono coniugali: José es ñamado padre de Cristo del mismo modo en que también es reconocido mando de María, sin cópula carnal, sino en virtud de la unión del matrimonio; de manera que así estuvo más unido a El que lo hubiera estado en caso de haber sido adoptado de otro modo. Ni era motivo para que José no fuese llamado padre de Cristo el que no le hubiese engendrado por medio de la conmixtión sexual, ya que también sería padre de uno que hubiera adoptado de otro modo, sin ser engendrado de su propia esposa.
2. Como escribe Jerónimo, In Matth., sin ser José padre del Señor Salvador, el orden genealógico se prolonga hasta José: Primero, porque las Escrituras no acostumbran a fijar las genealogías a través de las mujeres. Segundo, porque María y José eran de la misma tribu, por lo que la ley le obligaba a tomarla por ser su semejante. Y, como dice Agustín en el libro De nuptiis et concupiscentia, fue preciso que la serie de las generaciones se prolongase hasta José, para que en aquel matrimonio no se hiciese afrenta al sexo masculino, ciertamente el principal. Con esto no se sustraía nada a la verdad, puesto que lo mismo José que María eran del linaje de David.
3. Como escribe la Glosa sobre ese mismo pasaje,puso mujer en vez de hembra, conforme al modo de hablar de los hebreos. Iza lengua hebrea acostumbra a llamar mujeres no a las que han perdido la virginidad, sino a las hembras.
4. Tal argumento es válido para los seres que vienen a la existencia por vía natural, porque así como la naturaleza está polarizada a un efecto natural, de igual manera está determinada respecto al modo de producirlo. Pero, teniendo la virtud divina sobrenatural capacidades infinitas, así como no está determinada respecto de un único efecto, tampoco lo está con relación al modo de producir cualquier efecto. Y por eso, como la virtud divina pudo hacer que el primer hombre se formase del limo de la tierra (Gn 2,7), así también pudo hacer que el cuerpo de Cristo se formase de una virgen sin concurso de varón.
5. Según el Filósofo, en su libro De Gen. Anim., el semen del sexo masculino no es como la materia, sino sólo como el agente activo en la concepción del animal, pues únicamente la mujer suministra la materia en la concepción. De donde, por el hecho de haber faltado el semen viril en la concepción del cuerpo de Cristo, no se sigue que faltase la materia debida.
No obstante, si, por hipótesis, el semen masculino fuera la materia del feto concebido en los animales, es evidente que no es una materia que permanezca en la misma forma, sino una materia transformada. Y aunque la virtud natural no pueda transformar en determinada forma más que una materia concreta, el poder de Dios, por ser infinito, es capaz de transformar toda materia en cualquier forma. Por eso, como transformó el limo de la tierra en cuerpo de Adán, de modo semejante pudo transformar en cuerpo de Cristo la materia proporcionada por la madre, aun en el caso de que no fuese materia suficiente para la concepción natural.

ARTíCULO 2 La Madre de Cristo, ¿fue virgen en el parto?

Objeciones por las que parece que la Madre de Cristo no fue virgen en el parto.
Objeciones: 1. Porque dice Ambrosio, In Lúe.: El que santificó un seno inútil para que naciese un profeta, es el que abrió el seno de su madre para salir él inmaculado. Ahora bien, la abertura del seno elimina la virginidad. Luego la Madre de Cristo no fue virgen en el parto.
2. En el misterio de Cristo no debió existir nada que diera la impresión de que su cuerpo era fantástico. Pero el pasar por lugares cerrados no parece propio del cuerpo verdadero, sino del fantástico, puesto que dos cuerpos no pueden estar a un tiempo en el mismo lugar. En consecuencia, el cuerpo de Cristo no debió salir del seno cerrado de su madre. Y, así, no convino que ésta fuese virgen en el parto.
3. Como dice Gregorio en la Homilía de la Octava de Pascua, por el hecho de haber entrado el Señor, después de su resurrección, con las puertas cerradas, donde estaban sus discípulos, mostró que su cuerpo era de la misma naturaleza, pero de condición gloriosa; y, de este modo, parece que el pasar por lugares cerrados pertenece al cuerpo glorioso. Ahora bien, el cuerpo de Cristo no fue glorioso a la hora de su concepción, sino pasible, al tener una carne semejante a la del pecado, como dice el Apóstol en Rm 8,3). Luego no salió a través del seno cerrado de la Virgen.
Contra esto: está lo que se dice en un Sermón durante el Concilio de Éfeso: La naturaleza ignora la virginidad después del parto. La grada, en cambio, puso de manifiesto a la parturienta, hizo a la madre, y no dañó a la virginidad. Por consiguiente, la Madre de Cristo fue virgen en el parto.
Respondo: Es preciso defender, sin duda de ninguna clase, que la Madre de Cristo fue virgen también en el parto, puesto que el Profeta (Is 7,14) no dice solamente: He aquí que la virgen concebirá, sino que añade: y parirá un hijo. Y esto fue conveniente por tres motivos. Primero, porque correspondía a la propiedad de quien nacía, que es el Verbo de Dios. El Verbo, en efecto, no sólo es concebido en la mente sin corrupción, sino que también procede de ella sin corrupción. Por lo que, a fin de manifestar que aquel cuerpo era el mismo Verbo de Dios, fue conveniente que naciese del seno incorrupto de una virgen. De ahí que en un Sermón del Concilio de Éfeso se lea: La que da a luzpura carne, pierde la virginidad. Pero, al ser el Verbo de Dios quien nace en carne, el propio Dios conserva la virginidad, demostrando con ello que es el Verbo. Ni siquiera nuestro verbo corrompe la mente cuando sale de ella. Y Dios, Verbo sustancial, al optar por el parto, tampoco destruye la virginidad.
Segundo, porque esto es conveniente en lo que atañe al efecto de la encarnación de Cristo, pues vino para quitar nuestra corrupción. Por eso no fue oportuno que, al nacer, corrompiese la virginidad de la madre. Debido a esto, dice Agustín en un Sermón De Nativitate Domini: No era justo que con su venida violase la virginidad quien había llegado para sanar lo que estaba corrompido.
Tercero. Fue conveniente para que, al nacer, no menoscabase el honor de la madre aquel que había mandado honrar a los padres.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Ambrosio escribe esto, al comentar las palabras de la Ley citadas por el Evangelista: Todo ser de género masculino que abre el seno será llamado consagrado para el Señor (Lc 2,23 cf. Ex 13,2 Ex 13,12). Eso, como explica Beda, se dice del nacimiento ordinario; pero no obliga a creer que el Señor, que había santificado la morada del sagrado vientre al entrar en él, lo desflorase al salir del mismo. Por lo que tal apertura no significa la abertura del seno virginal, sino sólo la salida del hijo del seno materno.
2. Cristo quiso demostrar de tal modo la verdad de su cuerpo, que a la vez se manifestase su divinidad. Y por eso unió lo sublime con lo modesto. De donde, para manifestar la verdad de su cuerpo, nace de una mujer. Pero para mostrar su divinidad, nace de una virgen: Tal nacimiento conviene a Dios, como dice Ambrosio en el Himno de Navidad.
3. Algunos afirmaron que Cristo asumió la dote de la sutileza en su nacimiento cuando salió del seno virginal sellado; y la dote de la agilidad cuando caminó a pie enjuto sobre las aguas (cf. Mt 14,25). Pero esto no se armoniza con lo que hemos dicho antes (II-II 14,0). Tales dotes del cuerpo glorioso provienen de la redundancia de la gloria del alma en el cuerpo, como se dirá más adelante al tratar de los cuerpos gloriosos. Pero ya hemos establecido (III 13,3 ad 1; III 16,1 ad 2) que Cristo, antes de la pasión, permitía a su cuerpo obrar y sufrir lo que le es propio, no realizándose tal redundancia de la gloria del alma en el cuerpo.
Y por eso es preciso decir que todo esto se realizó milagrosamente por el poder divino. De donde escribe Agustín In Ioann.: Las puertas cerradas no se opusieron al paso de la masa del cuerpo en que residía la divinidad. En efecto, pudo entrar con las puertas cerradas aquel que, al nacer, dejó intacta la virginidad de la madre. Y Dionisio dice, en una Carta, que Cristo realizaba lo que es propio del hombre con un poder sobrehumano, y esto lo demuestra la Virgen concibiendo de modo sobrenatural, y el agua inestable al soportar el peso de unos pies terrenos.


Suma Teológica III Qu.27 a.3