Suma Teológica III Qu.59 a.5

ARTíCULO 5 ¿Después del juicio que se realiza en este mundo, habrá todavía otro juicio universal?

Objeciones por las que parece que, después del juicio que tiene lugar en el mundo presente, no hay otro juicio universal.
Objeciones: 1. Después de la retribución definitiva de los premios y castigos, el juicio se aplicaría inútilmente. Ahora bien, en el tiempo presente se realiza la retribución de premios y castigos, pues el Señor dijo al ladrón en la cruz: Hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23,43); y en Lc 16,22) se lee que murió el rico y fue sepultado en el infierno. Luego en vano se espera un juicio final.
2. En se dice, según un texto distinto: Dios no juagará dos veces una misma cosa. Pero, al presente, el juicio de Dios se ejercita lo mismo respecto de las cosas temporales que respecto de las espirituales. Luego parece que no debe esperarse otro juicio final.
3. El premio y el castigo corresponden al mérito y al demérito. Pero el mérito y el demérito no pertenecen al cuerpo más que en cuanto es instrumento del alma. Luego ni el premio ni el castigo se deben al cuerpo sino por causa del alma. No se requiere, pues, otro juicio al final, para que el hombre sea premiado o castigado en el cuerpo, aparte de aquel con que ahora son castigadas o premiadas las almas.
Contra esto: está lo que se lee en Jn 12,48: La palabra que yo os he hablado, ésa os juagará en el último día. Luego habrá otro juicio el último día, distinto del juicio que ahora tiene lugar.
Respondo: No es posible dar un juicio definitivo sobre una cosa mudable antes de su consumación. Así como no es posible emitir un juicio exacto sobre la calidad de una acción antes de que esté consumada en sí misma y en sus efectos, pues hay muchas acciones que parecen ser útiles que, por los efectos, se ve que eran nocivas. E igualmente no es posible dar un juicio completo sobre un hombre mientras no se termine su vida, ya que muchas veces puede cambiarse de bueno en malo o al revés; o de bueno en mejor, o de malo en peor. Por lo cual dice el Apóstol en He 9,27) que a los hombres les está estableado morir una vez y después de esto, el juicio.
Sin embargo, se ha de tener en cuenta que, si bien la vida temporal del hombre en sí mismo se termina con la muerte, subsiste de forma relativa dependiendo del futuro de varios modos. Primero, perviviendo en la memoria de los hombres, en los cuales subsiste a veces contra la verdad de la buena o mala fama.
Segundo, perdura en los hijos, que son como algo del padre, según aquellas palabras del Si 30,4: Murió su padre, pero es como si no hubiera muerto, pues ha dejado en pos de sí uno semejante a él. Y, sin embargo, los hijos de muchos hombres buenos son malos, y viceversa. Tercero, pervive en cuanto al efecto de sus obras, como la infidelidad va echando renuevos hasta el fin del mundo por el engaño de Arrio y de otros seductores; y también hasta el fin del mundo hace progresos la fe por la predicación de los Apóstoles. Cuarto, pervive en cuanto al cuerpo que, a veces, es sepultado con gran honor, quedando otras veces insepulto, y, finalmente, por ser incinerado, se deshace totalmente.
Quinto, subsiste en cuanto a determinadas cosas en las que puso su afecto, por ejemplo en algunos bienes temporales, de los cuales unos se acaban pronto, durando otros más tiempo.
Pero todas esas cosas están sometidas a la apreciación del juicio divino. De ellas no se puede formar un juicio perfecto y claro mientras dura el curso del tiempo presente. Y, debido a esto, es necesario que haya un juicio final en el último día en el que se juzgue perfecta y claramente sobre cada uno de los hombres y de cuanto le atañe de cualquier modo.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Fue opinión de algunos que las almas de los santos no son premiadas en el cielo, ni las almas de los condenados son castigadas en el infierno, hasta el día del juicio. Esto resulta claramente falso por lo que dice el Apóstol en 2Co 5,8: Confiamos y quisiéramos más salir del cuerpo y vivir con el Señor, lo cual no es ya caminar en la fe, sino en la visión (v. 7), como es claro por lo que sigue. Y esto es ver a Dios en esencia, en lo cual consiste la vida eterna, como es evidente por (Jn 17,3). De donde resulta manifiesto que las almas separadas de los cuerpos gozan de la vida eterna.
Y, en consecuencia, hay que decir que, después de la muerte, en lo que se refiere al alma, el hombre alcanza un estado inmutable. Y, por tanto, en cuanto al premio del alma no hay por qué aplazar el juicio para más adelante. Mas, por haber algunas otras cosas relativas al hombre, que se desarrollan a todo lo largo del tiempo, que no son ajenas al juicio divino, conviene que de nuevo, al fin de los tiempos, todas ellas sean llevadas a juicio. Y, si bien el hombre no merece ni desmerece por tales cosas, pertenecen, sin embargo, a un cierto premio o a una cierta pena. Por eso es necesario que todas estas cosas sean estimadas en el juicio final.
2. Dios no juzga dos veces una misma cosa, esto es, bajo el mismo aspecto.
Pero no hay inconveniente en que Dios juzgue dos veces una misma cosa bajo diversos aspectos.
3. Aunque el premio o el castigo del cuerpo dependa del premio o del castigo del alma, no obstante, como el alma no es mutable más que indirectamente por razón del cuerpo, al instante de separarse del cuerpo adquiere un estado inmutable, y recibe su juicio. Pero el cuerpo permanece sometido al cambio hasta el fin de los tiempos. Y, por este motivo, es necesario que reciba entonces el premio o el castigo en el juicio final.

ARTíCULO 6 ¿El poder judicial de Cristo se extiende a los ángeles?

Objeciones por las que parece que el poder judicial de Cristo no se extiende a los ángeles.
Objeciones: 1. Los ángeles, tanto los buenos como los malos, fueron juzgados desde el principio del mundo, cuando, cayendo unos en el pecado, otros fueron confirmados en la bienaventuranza. Ahora bien, los que han sido juzgados, no necesitan ser juzgados de nuevo. Luego el poder judicial de Cristo no se extiende a los ángeles.
2. No pertenece a la misma persona juzgar y ser juzgado. Pero los ángeles vendrán con Cristo para juzgar, según aquellas palabras de Mt 25,31: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos sus ángeles con El. Luego parece que los ángeles no han de ser juzgados por Cristo.
3. Los ángeles son superiores a las demás criaturas. Por consiguiente, si Cristo es juez no sólo de los hombres sino también de los ángeles, por igual motivo será juez de todas las criaturas. Esto parece que es falso, por ser propio de la providencia de Dios; de donde se dice en Jb 34,13: ¿A. qué otro constituyó sobre la tierra? ¿O a quién puso sobre el orbe que hizo? Luego Cristo no es juez de los ángeles.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en 1Co 6,3: ¿Acaso no sabéis que juagaremos a los ángeles? Pero los santos no juzgarán sino con la autoridad de Cristo. Luego con mayor motivo tendrá Cristo poder judicial sobre los ángeles.
Respondo: Los ángeles están sometidos al poder judicial de Cristo, no sólo por razón de su naturaleza divina, en cuanto que es el Verbo de Dios, sino también por razón de su naturaleza humana. Esto es evidente por tres motivos. Primero, por la proximidad a Dios de la naturaleza asumida, porque, como se dice en He 2,16: Nunca tomó a los ángeles, sino que tomó la descendencia de Abrahán. Y por tanto el alma de Cristo está más llena de la verdad del Verbo de Dios que cualquiera de los ángeles. Por lo cual también ilumina a los ángeles, como dice Dionisio en el c. 7 del De Cael. Hier.. De donde tiene poder para juzgarles.
Segundo, porque, mediante la humildad de la pasión, el alma de Cristo mereció ser exaltada por encima de los ángeles, de manera que como se dice en Ph 2,10, al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos. Y, por tanto, Cristo tiene poder judicial sobre los ángeles buenos y malos. En señal de lo cual se dice en Ap 7,11 que todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono.
Tercero, por razón de los ministerios que cumplen acerca de los hombres, de los cuales Cristo es cabeza de un modo especial. Por lo que, en He 1,14, se dice: Todos son espíritus administradores, enviados para un servicio en favor de aquellos que reciben la herencia de la salvación.
Están, pues, sometidos al juicio de Cristo: Primero, por razón de los servicios que realizan. Tales servicios se cumplen también por medio de Cristo hombre, al que los ángeles servían, como se dice en Mt 4,15; y a quien los demonios pedían que los enviase a los puercos, como se lee en Mt 8,31.
Segundo, en cuanto a los otros premios accidentales de los ángeles buenos, que son los gozos que disfrutan por la salvación de los hombres, conforme a aquellas palabras de Lc 15,10: Los ángeles de Dios gozan por un pecador que hace penitencia. Y también en cuanto a las penas accidentales de los demonios, con que son atormentados aquí o en el infierno. Y esto pertenece asimismo a Cristo hombre. Por lo que en Mc 1,24 se dice que el demonio gritó: ¿Qué hay entre ti y nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Tercero, en cuanto al premio esencial de los ángeles bienaventurados, que es la bienaventuranza eterna; y también en cuanto a la pena esencial de los ángeles malos, que es la condenación eterna. Pero esto lo realizó Cristo, como Verbo de Dios, desde el principio del mundo.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Esa dificultad proviene del juicio sobre el premio esencial y sobre la pena principal.
2. Como escribe Agustín, en el libro De Vera Relig., aunque el espiritual juague de todas las cosas, él es juzgado, no obstante, por la misma verdad. Y, por este motivo, aunque los ángeles, por ser espirituales, juzguen, son juzgados por Cristo, en cuanto que El es la verdad.
3. Cristo tiene poder judicial no sólo sobre los ángeles, sino también sobre la administración de todas las criaturas. Si, como dice Agustín, en el III De Trin., los seres inferiores son gobernados con cierto orden por Dios mediante los superiores, es preciso decir que todas las cosas son gobernadas por el alma de Cristo, que está por encima de todas las criaturas. Por lo cual también dice el Apóstol en He 2,5: Dios no sometió a los ángeles el mundo venidero, esto es, el mundo sujeto a aquel de quien hablamos, es decir, Cristo.
Y, sin embargo, no por esto constituyó Dios a otro sobre la tierra. Porque uno mismo es Dios y el hombre Jesucristo el Señor. Sobre cuyo misterio de la encarnación baste con lo dicho hasta el presente.

CUESTIÓN 60 ¿Qué es un sacramento?

Después de estudiar los misterios del Verbo encarnado, debe venir el estudio de los sacramentos de la Iglesia, ya que es del Verbo encarnado de quien los sacramentos de la Iglesia reciben su eficacia. Este estudio tratará en primer lugar de los sacramentos en general (q. 60 65) y, en segundo, de cada uno de ellos en particular (q. 66).
Acerca de lo primero se formulan cinco cuestiones. Primera: ¿Qué es un sacramento? (q. 60).
Segunda: Necesidad de los sacramentos (q. 61). Tercera: Efectos de los sacramentos (q. 62 63).
Cuarta: Causa de los sacramentos (q. 64). Quinta: Número de los sacramentos (q. 65).
Esta cuestión plantea y exige respuesta a ocho problemas: 1. ¿Pertenece el sacramento a la categoría de los signos? 2. ¿Es sacramento todo signo de una realidad sagrada? 3. ¿Es el sacramento signo de una sola cosa o de varias? 4. ¿Es este signo una cosa sensible? 5. ¿Requiere el sacramento una determinada cosa sensible? 6. En lo sensible del sacramento ¿debe figurar la palabra? 7. ¿Se requieren para el sacramento unas determinadas palabras? 8. ¿Se puede añadir o quitar algo a estas palabras?

ARTíCULO 1 ¿Pertenece el sacramento a la categoría de los signos?

Objeciones por las que parece que el sacramento no pertenece a la categoría de los signos.
Objeciones: 1. La palabra "sacramento" proviene de "sacralizar", como "medicamento" proviene de "medicinar". Pero esta denominación parece referirse más a la causa que al signo. Luego el sacramento pertenece más a la categoría de causa que a la de signo.
2. El vocablo "sacramento" parece indicar algo oculto. Así se lee en el libro de Tb 12,7: Es bueno ocultar el sacramento del rey, y en Ep 3,9: … y esclarecer cómo se ha manifestado el misterio escondido desde siglos en Dios. Ahora bien, lo que está oculto parece oponerse a la noción misma de signo, que, según San Agustín en el II De Doct. Christ. I es aquello que, además de impresionar nuestros sentidos, nos conduce al conocimiento de una cosa distinta. Luego parece que el sacramento no pertenece a la categoría de signo.
3. La palabra "sacramento" cae algunas veces bajo la denominación de juramento. Así se dice en las Decretales, XXII cau. q. 5: No se obligue a jurar a los niños que no han llegado al uso de la razón, y quien haya jurado una vez en falso no sea admitido ya ni para ser testigo ni para prestar sacramento, o sea, juramento. Pero el juramento no pertenece a la categoría de los signos. Luego el sacramento tampoco.
Contra esto: dice San Agustín en X De Civ. Dei: El sacrificio visible es sacramento, o sea, signo sagrado del sacrificio invisible.
Respondo: Todas las cosas que se relacionan, aunque sea de diverso modo, con una misma realidad, de ella pueden tomar su denominación. Así, en relación con la salud que se encuentra en el animal, se puede denominar sano no solamente el animal que la posee, sino también el medicamento que la causa, el régimen dietético que la conserva y el orín de la que es signo. Pues esto es lo que ocurre con el vocablo "sacramento". Una cosa puede llamarse sacramento, bien porque contiene en sí una santidad oculta —y entonces sacramento equivale a "secreto sagrado"—, bien porque tiene una relación con esta santidad, ya sea como causa, como signo o de cualquier otro modo.
Nosotros aquí hablamos de los sacramentos en cuanto se relacionan con la santidad bajo el aspecto de signo. Y en este sentido el sacramento entra en la categoría de signo.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Por ser la medicina causa eficiente de la salud, todos los derivados del concepto "medicina" hacen referencia a este único primer agente. Y por eso el término "medicamento" lleva implícita una cierta causalidad. Sin embargo, la santidad implicada en la palabra "sacramento" no expresa una causalidad eficiente, sino más bien una causalidad formal o final. Por tanto, no es necesario que la palabra "sacramento" implique siempre causalidad.
2. La objeción parte de que sacramento es lo mismo que secreto sagrado. En este sentido no sólo el secreto de Dios se dice que es sagrado y que es sacramento, sino también el del rey, ya que, según los antiguos, se decían santas o sacrosantas las cosas que no estaba permitido violar. Y esto se aplicaba incluso a los muros de una ciudad, o a las personas constituidas en dignidad. Por eso, a los secretos —divinos o humanos—, que no se les puede violar publicándolos, se les llama sagrados o sacramentos.
3. También el juramento tiene una cierta relación con las cosas sagradas por ser una testificación en la que se invoca algo sagrado. Y en este sentido se le puede llamar sacramento. Pero nosotros, al hablar aquí de los sacramentos, no adoptamos este significado. Aquí tomamos la palabra "sacramento" no en sentido equívoco, sino análogo, o sea, según las diversas relaciones a una misma cosa.

ARTíCULO 2 ¿Es sacramento todo lo que es signo de una realidad sagrada?

Objeciones por las que parece que no todo lo que es signo de una realidad sagrada es sacramento.
Objeciones: 1. Todas las creaturas sensibles son signos de realidades sagradas, como se dice en Rm 1,20: lo invisible de Dios lo conocemos a través de las cosas creadas. Pero no se puede decir que todas las cosas sensibles sean sacramentos. Luego no todo lo que es signo de una cosa sagrada es sacramento.
2. Todos los hechos de la ley antigua eran figura de Cristo, que es el Santo de los santos. Así se dice en 1Co 10,11: Todas estas cosas les sucedía a ellos en figura; y en Col 2,17: Todas estas cosas son sombra de lo futuro, cuya realidad es Cristo. Sin embargo, no todos los relatos de los Padres del Antiguo Testamento, ni todas las ceremonias de la antigua ley, sino sólo algunas, son sacramentos, como se ha dicho en la Segunda Parte (II-II 101,4). Luego no todo lo que es signo de una cosa sagrada es sacramento.
3. En el régimen del Nuevo Testamento son muchas las cosas que se hacen como signo de algo sagrado que, sin embargo, no son sacramentos: por ej., la aspersión con agua bendita, la consagración de un altar, y cosas semejantes.
Luego no todo lo que es signo de una cosa sagrada es sacramento.
Contra esto: la definición se identifica con la cosa definida. Ahora bien, algunos definen el sacramento como signo de una cosa sagrada —y así se deduce del texto de San Agustín anteriormente citado (a. 1). Luego parece que todo signo de una cosa sagrada es sacramento.
Respondo: Los signos son connaturales al hombre, porque es propio del hombre llegar a lo desconocido a través de las cosas conocidas. Y por eso se llama propiamente sacramento a lo que es signo de una realidad sagrada destinada a los hombres. O sea que, en el sentido en que aquí lo hemos tomado, propiamente se llama sacramento lo que es signo de una realidad sagrada que santifica a los hombres.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Es cierto que las creaturas sensibles significan cosas sagradas porque manifiestan la sabiduría y la bondad divinas. Pero las significan como sagradas en sí mismas, y no como medios de santificación para nosotros. Por eso no pueden llamarse sacramentos en el sentido en que nosotros hablamos ahora.
2. Algunas cosas del Antiguo Testamento significaban la santidad de Cristo en sí mismo. Otras, en cambio, significaban esa santidad como causa de nuestra santificación. La inmolación del cordero pascual, por ejemplo, significaba la inmolación de Cristo, por la cual somos santificados. Y son estas últimas cosas las que propiamente se llaman sacramentos de la antigua ley.
3. Las cosas toman el nombre de su fin y de su complemento. Ahora bien, el fin no se obtiene con la disposición, sino con la perfección. Por eso, las cosas que significan disposición para la santidad —que es de las que trata la objeción-no se llaman sacramentos. Solamente se llaman sacramentos las cosas que significan la santidad humana en su perfección.

ARTíCULO 3 ¿Es el sacramento signo de una sola realidad o de varias?

Objeciones por las que parece que el sacramento es signo de una sola cosa.
Objeciones: 1. El signo que significa muchas cosas es ambiguo y da ocasión al error, como ocurre con los nombres equívocos. Pero la religión cristiana debe desechar toda clase de error, según la exhortación de Col 2,28: Mirad que nadie os engañe con filosofías falaces y vanas. Luego el sacramento no es signo de varias cosas.
2. Como ya se ha dicho (a. 2), el sacramento significa una cosa sagrada en cuanto que causa la santificación de los hombres. Pero no hay más que una causa de la santificación, como se dice en He 13,12: Jesús, para santificar al pueblo con su sanare, padeció fuera de la ciudad. Luego el O .T O sacramento no significa varias cosas.
3. Como se acaba de decir (a. 2 ad 3), el sacramento significa propiamente hablando el punto final de la santificación. Pero este punto final solamente se encuentra en la vida eterna, según se dice en Rm 6,22: Tenéis por fruto la santificación y por fin la vida eterna. Luego los sacramentos significan solamente la vida eterna.
Contra esto: dice San Agustín en su libro Sententiarum Prosperi que en el sacramento del altar hay dos cosas significadas: el cuerpo verdadero de Cristo y el místico.
Respondo: Como se ha dicho ya (a. 2), el sacramento propiamente hablando se ordena a significar nuestra santificación, en la que pueden ser considerados tres aspectos: la causa de nuestra santificación, que es la pasión de Cristo; la forma de nuestra santificación, que consiste en la gracia y las virtudes; y el fin último de nuestra santificación, que es la vida eterna. Pues bien, todas estas cosas están significadas en los sacramentos. Por tanto, el sacramento es signo conmemorativo del pasado, o sea, de la pasión de Cristo; es signo manifestativo del efecto producido en nosotros por la pasión de Cristo, que es la gracia; y es signo profetice, o sea, preanunciativo de la gloria futura.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Un signo es ambiguo y da ocasión a error cuando significa varias cosas que entre ellas no tienen ninguna relación. Pero cuando significa varias cosas entre las que hay un cierto orden, el signo ya no es ambiguo, sino determinado. Así como la palabra hombre significa tanto el alma como el cuerpo en cuanto que ambos constituyen la naturaleza humana, de modo parecido el sacramento significa los tres aspectos indicados, unificados por una cierta relación entre sí.
2. El sacramento, por el hecho de significar una realidad que santifica, tiene que significar también el efecto producido, que va implícito en la causa santificante en cuanto que es santificante.
3. Para que haya sacramento es suficiente que signifique la perfección que consiste en la forma, y no es necesario que signifique solamente la perfección que es el fin.


ARTíCULO 4 ¿Es siempre el sacramento una cosa sensible?

Objeciones por las que parece que no siempre el sacramento es una cosa sensible.
Objeciones: 1. Según el Filósofo en su libro Priorum, todo efecto es signo de su causa.
Pero, de la misma manera que hay efectos sensibles, hay efectos también inteligibles, como la ciencia, que es efecto de la demostración. Luego no todo signo es sensible. Es suficiente, pues, para que se verifique la razón de sacramento que sea signo de una realidad sagrada por la que el hombre se santifica, como más arriba se ha dicho (a. 2). Luego no se requiere para la verificación de sacramento una cosa sensible.
2. Los sacramentos pertenecen al reino de Dios y al culto de Dios. Pero no parece que las cosas sensibles formen parte del culto de Dios, ya que se dice en Jn 4,24: Dios es espíritu, y los que le adoran, tienen que adorarle en espíritu y en verdad; y San Pablo en Rm 14,17: El reino de Dios no es comida ni bebida. Luego no se requieren cosas sensibles para que se dé el sacramento.
3. Dice San Agustín en el libro De Ub. Arbit. que las cosas sensibles son bienes mínimos sin los que el hombre puede vivir rectamente. Pero los sacramentos son necesarios para la salvación, como veremos luego (II-II 61,1), de tal manera que sin ellos el hombre no puede vivir rectamente. Luego no es necesario que el sacramento sea una cosa sensible.
Contra esto: dice San Agustín en Super Io.: Se une ¡apalabra al elemento y se hace el sacramento. Y en este caso se refiere al agua, que es un elemento sensible. Luego se requieren cosas sensibles para realizar un sacramento.
Respondo: La sabiduría divina provee a cada cosa según su propia naturaleza.
Por eso dice en Sg 8,1 que dispone todo suavemente. Y en Mt 25,15: Da a cada uno según su propia capacidad. Ahora bien, es connatural al hombre llegar al conocimiento de las cosas inteligibles a través de las sensibles. Y como el signo es el medio por el que se llega al conocimiento de otra cosa y, por otra parte, las cosas sagradas significadas en los sacramentos son bienes espirituales e inteligibles que santifican al hombre, es lógico que la santificación del sacramento tenga lugar a través de cosas sensibles. El mismo sistema se emplea en la Sagrada Escritura cuando se nos describen las cosas espirituales con ejemplos de cosas materiales. Se requieren, pues, para los sacramentos cosas sensibles, como lo prueba también Dionisio en I Caelestis Hierarchiae.
A las objeciones:
Objeciones: 1. A cada cosa se le pone nombre y se le define principalmente por aquello que le es primario y esencial, y no por lo que le viene de otro. Ahora bien, un efecto sensible —espontáneamente conocido por el hombre-conduce al conocimiento de otra cosa de una manera espontánea, ya que todos nuestros conocimientos empiezan por los sentidos. Mientras que los efectos inteligibles no pueden conducirnos al conocimiento de otra cosa más que en la medida en que son manifestados por otro, o sea, por alguna cosa sensible. Por eso, primaria y principalmente, se llama signos a las cosas que se ofrecen a los sentidos, conforme a lo que dice San Agustín en II De Doct. Christ.: signo es aquello que, además de la imagen que impresiona los sentidos, nos lleva al conocimiento de otra cosa. En cambio, los efectos inteligibles no tienen valor de signo más que en la medida en que son manifestados por verdaderos signos. Y en este sentido, a ciertas cosas que no son sensibles se les llama también sacramentos, en cuanto que son manifestadas por cosas sensibles, como veremos luego.
2. Las cosas sensibles, en cuanto tales, no pertenecen al culto o al reino de Dios, y sólo pertenecen a él en cuanto que son signos de las cosas espirituales, en las que consiste el reino de Dios.
3. San Agustín habla de las cosas sensibles consideradas en su valor material, no en cuanto que son signos de cosas espirituales, que son los bienes supremos.

ARTíCULO 5 ¿Requieren los sacramentos cosas determinadas?

Objeciones por las que parece que no se requieren cosas determinadas para los sacramentos.
Objeciones: 1. Como ya hemos dicho (a. 4), en los sacramentos se requieren cosas sensibles para que ejerzan su función de signos. Ahora bien, no hay inconveniente en que diversas cosas sensibles signifiquen una misma cosa, como acontece en la Sagrada Escritura, donde Dios es significado metafóricamente, ya por una piedra, ya por un león, ya por el sol, etc. Luego diversas cosas pueden convenir a un mismo sacramento. No se requieren, por tanto, determinadas cosas para los sacramentos.
2. Es más necesaria la salud del alma que la del cuerpo. Ahora bien, entre los remedios materiales destinados a sanar el cuerpo, cuando uno falta se suple con otro. Luego con mayor razón en los sacramentos, que son remedios espirituales destinados a sanar el alma, se podrá, cuando falta una cosa, suplir con otra.
3. No está bien que la salvación del hombre se vea restringida por la ley divina, y sobre todo por la ley de Cristo, que vino a salvar a todos. Ahora bien, en el estado de ley natural no se requerían en los sacramentos cosas determinadas, sino que se asumían libremente, como es el caso de Jacob en Gn 28,20), que hace promesa de ofrecer a Dios diezmos y víctimas pacíficas. Luego el hombre no debería ser constreñido, y mucho menos en la nueva ley, al uso de cosas determinadas en los sacramentos.
Contra esto: dice el Señor en Jn 3,5: Quien no naciere del agua y del Espíritu Santo no puede entrar en el reino de Dios.
Respondo: En la confección de los sacramentos se pueden considerar dos aspectos: el culto divino y la santificación de los hombres. El primero es propio del hombre en sus relaciones con Dios. El segundo, a la inversa, es propio de Dios en sus relaciones con el hombre. Ahora bien, nadie puede determinar lo que depende de la potestad de otro, sino sólo lo que depende de su propia potestad. Y puesto que la santificación del hombre depende de la potestad de Dios, que es quien santifica, no pertenece al hombre escoger las cosas con que se ha de santificar, sino que esas cosas deben ser determinadas por institución divina. Por eso, en los sacramentos de la nueva ley, por los que el hombre es santificado —según 1Co 6,11: habéis sido lavados, habéis sido santificados—, es necesario utilizar cosas instituidas por iniciativa divina.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Es cierto que una misma cosa puede estar representada por signos diversos, pero determinar en concreto el signo que se ha de utilizar para significarla pertenece al autor de la significación. Ahora bien, es Dios quien significa en los sacramentos las cosas espirituales mediante cosas sensibles, como lo hace en las Sagradas Escrituras mediante expresiones metafóricas. Luego, de la misma manera que el Espíritu Santo determina qué metáforas se han de emplear en ciertos lugares de la Sagrada Escritura para significar cosas espirituales, así también deben ser determinadas por institución divina las cosas que deberán emplearse en la significación de este o aquel sacramento.
2. Las cosas tienen en sí mismas virtudes saludables para el cuerpo y, por eso, si dos de estas cosas tienen la misma virtud, poco importa que se utilice una u otra. Pero, como estas cosas sensibles no se ordenan a la significación por su propia virtud, sino sólo por institución divina, fue necesario que Dios determinase las cosas sensibles que se habían de utilizar en los sacramentos.
3. Como dice San Agustín en XIX Contra Faust., a diversos tiempos corresponden diversos sacramentos, de la misma manera que en los verbos, para indicar presente, pretérito y futuro, se utilizan diferentes formas verbales.
Por eso, de la misma manera que bajo la ley natural los hombres eran movidos a dar culto a Dios por instinto interior y no por una ley externa, así el instinto interior determinaba las cosas sensibles que se habían de emplear en el culto a Dios. Sin embargo, también fue necesario después dar una ley externa, tanto por el oscurecimiento de la ley natural a causa del pecado de los hombres como para expresar de una manera más clara la gracia de Cristo, por la que el género humano se santifica. Por eso fue necesario también determinar las cosas que los hombres debían emplear en los sacramentos. Esto, sin embargo, no coarta el camino de la salvación, porque las cosas necesarias para confeccionar un sacramento o son de uso común, o se pueden adquirir con poca fatiga.

ARTíCULO 6 ¿Se requieren las palabras en la significación de los sacramentos?

Objeciones por las que parece que en la significación de los sacramentos no se requieren las palabras.
Objeciones: 1. Dice San Agustín en el libro XIX Contra Faustum: ¿Qué otra cosa son los sacramentos corporales más que palabras visibles? Según esto, añadir palabras a las cosas sensibles en los sacramentos sería añadir palabras sobre palabras, lo cual es superfluo. Luego en los sacramentos no se requiere añadir palabras a las cosas sensibles.
2. El sacramento es una realidad unitaria. Pero una realidad unitaria no se puede conseguir con realidades pertenecientes a diversos géneros. Y puesto que las cosas sensibles y las palabras provienen de diversos géneros: las cosas sensibles, de la naturaleza; las palabras, de la razón, sigúese que en los sacramentos no se deben añadir a las cosas sensibles las palabras.
3. Los sacramentos de la nueva ley sucedieron a los sacramentos de la ley antigua, porque, como dice San Agustín en XIX Contra Faustum: revocados aquéllos, fueron instituidos éstos. Pero en los sacramentos de la ley antigua no se requería ninguna fórmula verbal. Luego tampoco se requerirá en los sacramentos de la nueva.
Contra esto: dice el Apóstol en Ep 5,25-26: Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua y la palabra de vida. Y San Agustín en Super Io.: Se une la palabra al elemento y se hace el sacramento.
Respondo: Los sacramentos, como ya hemos dicho anteriormente (a. 2 y 3), se emplean para la santificación de los hombres manteniendo su calidad de signos.
Pueden ser considerados bajo tres aspectos, y en cada uno de ellos puede verse que es conveniente que se unan a las cosas sensibles las palabras.
En primer lugar, considerando en ellos la causa santificante, que es el Verbo encarnado: a El se asemeja de alguna manera el sacramento por el hecho de añadir las palabras a las cosas sensibles, pues en el misterio de la Encarnación la palabra de Dios se unió a una carne sensible.
En segundo lugar, considerando en ellos al hombre, a quien santifican, que está compuesto de alma y cuerpo: a él se acomoda el remedio sacramental, ya que, por el elemento sensible, toca el cuerpo; y, por la palabra, penetra, a través de la fe, en el alma. Por eso San Agustín, comentando el pasaje de Jn 15,3: Vosotros estáis ja limpios por la palabra, dice: ¿De dónde le viene al agua tan gran virtud que, tocando el cuerpo, limpié el corazón, si no es por la palabra, no porque se pronuncia, sino porque se cree?.
En tercer lugar, considerando en ellos la misma significación sacramental: dice San Agustín en II De Doct. Christ. que el primado de significación entre los hombres lo tienen las palabras, ya que éstas se pueden combinar de diversas maneras para significar diversos conceptos de la mente, por lo que las palabras son el mejor medio para expresar con precisión nuestras ideas. Por eso, para perfeccionar el significado del sacramento era necesario que la significación de las cosas sensibles fuese determinada por palabras. El agua, de hecho, puede significar tanto ablución por su humedad como refrigerio por su frescor. Pero cuando se dice yo te bautizo se da a entender que en el bautismo empleamos el agua para significar una purificación espiritual.
A las objeciones:
Soluciones: 1. A las cosas visibles utilizadas en los sacramentos se les denomina palabras en sentido metafórico, o sea, en cuanto participan de un cierto poder de significación que principalmente se encuentra en las palabras, como se ha dicho ya (in c.). Por eso, la adición de palabras a las cosas sensibles no se ha de considerar como una superflua repetición de palabras, ya que unas precisan el significado de las otras.
2. Aunque las palabras y las otras cosas sensibles pertenezcan a diversos géneros por su diversa naturaleza, coinciden, sin embargo, en la función de signo, si bien esta función se encuentra de manera más perfecta en las palabras que en las otras cosas. Por eso, de las palabras y de las cosas se constituye en cierto modo una sola realidad en los sacramentos, como ocurre con la materia y la forma, en cuanto que las palabras perfeccionan el significado de las cosas, como ya se ha dicho (in c.). Pero bajo el nombre de cosas hay que entender también las acciones sensibles, como la ablución, la unción y similares, ya que en ellas se encuentra la misma función de signo que en las cosas.
3. Como dice San Agustín en Contra Faustum, los sacramentos que significan una realidad presente deben ser distintos de los que significan una realidad futura. Ahora bien, los sacramentos de la antigua ley eran el anuncio del Cristo futuro, y por eso no significaban a Cristo tan expresamente como los sacramentos de la ley nueva, ya que brotan del mismo Cristo y poseen en sí mismos una cierta semejanza con él, como se ha dicho ya (in c.). Sin embargo, también en la antigua ley se empleaban palabras en el culto divino, tanto por parte de los sacerdotes que eran los ministros de aquellos sacramentos, según se dice en Nb 6,23-24: Así bendeciréis a los hijos de Israel, les diréis: que el Señor te bendiga, etc., como por parte de los que recibían aquellos sacramentos, como se lee en el Dt 26,3: yo declaro hoy ante Yavé, mi Dios, etcétera.


Suma Teológica III Qu.59 a.5