Jó (BPD) 32

32 1 Estos tres hombres dejaron de responder a Job, porque él estaba convencido de su justicia. 2 Entonces se encendió la ira de Elihú, hijo de Baraquel, el buzita de la familia de Ram. Su ira se encendió contra Job, porque él pretendía ser más justo que Dios. 3 Y su ira se encendió también contra sus tres amigos, porque no habían encontrado una respuesta, con lo cual condenaban a Dios. 4 Mientras ellos hablaban con Job, Elihú se había mantenido a la expectativa, porque ellos tenían más edad que él. 5 Pero al ver que estos tres hombres se habían quedado sin respuesta, se llenó de indignación.
Primer discurso de Elihú: la pedagogía de Dios a través del sufrimiento

   6
Entonces Elihú, hijo de Baraquel, el buzita, tomó la palabra y dijo:
Yo soy muy joven todavía y todos ustedes son ancianos;
por eso me sentí intimidado, temeroso de exponerles mi saber.
7
Yo pensaba: “Que hable la edad, que los muchos años enseñen la sabiduría”.
8
Pero es el espíritu que hay en el hombre y el soplo del Todopoderoso, el que lo hace inteligente:
9
no son los viejos los más sabios, ni los ancianos comprenden lo que es recto.
10
Por eso les digo: “Escúchenme, también yo expondré mi saber”.
11
Yo esperaba que ustedes hablaran, prestaba oído a sus razonamientos;
mientras trataban de expresarse, 12
fijaba mi atención en ustedes.
Pero no hay nadie que haya refutado a Job, ninguno de ustedes respondió a sus palabras.
13
No digan, entonces: “Hemos hallado la sabiduría; es Dios el que nos instruye, no un hombre”.
14
No voy a dirigir palabras como esas, no voy a responder como lo hacen ustedes.
15
Han quedado consternados, no han vuelto a responder; se han quedado sin palabras.
16
¡Ya esperé bastante! Si ellos no hablan, si se quedan allí y no responden más,
17
yo también recitaré mi parte,también yo expondré mi saber.
18
Porque las palabras bullen dentro de mí, el espíritu me impulsa en mi interior.
19
Mi pecho es como un vino que no tiene salida y hace estallar los odres nuevos.
20
Quiero hablar para desahogarme, abriré mis labios y responderé.
21
No tomaré partido por nadie, no adularé a ningún hombre.
22
Porque yo no sé lo que es adular: si lo hiciera, pronto me llevaría mi Creador.
33          1 ¡Vamos, Job, escucha mis palabras, oye atentamente lo que voy a decir!
2
Ya ves que he abierto mi boca, mi lengua ha comenzado a hablar.
3
Mi corazón desborda de palabras sabias, mis labios dirán la pura verdad.
4
A mí me hizo el soplo de Dios, el aliento del Todopoderoso me dio la vida.
5
Respóndeme, si eres capaz; prepárate, y toma posición ante mí.
6
Para Dios, yo soy igual que tú, yo también fui modelado de la arcilla.
7
Por eso, no te espantará el temor a mí ni el peso de mi mano te abrumará.
8
Sí, tú has dicho a mis oídos –yo escuché el sonido de tus palabras–:
9
“Soy puro, no cometí ninguna falta; estoy limpio y libre de culpa;
10
sin embargo él encuentra pretextos contra mí y me considera su enemigo.
11
Pone mis pies en el cepo y vigila todos mis pasos”.
12
Pero yo te respondo: En esto no tienes razón, porque Dios es más grande que el hombre.
13
¿Por qué pretendes litigar con él como si no respondiera a ninguna de tus palabras?
14
En realidad, Dios habla una vez, y luego otra, sin que se preste atención.
15
En un sueño, en una visión nocturna, cuando un profundo sopor invade a los hombres y ellos están dormidos en su lecho,
16
entonces, él se revela a los mortales y los atemoriza con apariciones,
17
para apartar al hombre de sus malas obras y extirpar el orgullo del mortal;
18
para preservar su alma de la Fosa y su vida, del Canal subterráneo.
19
También lo corrige en su lecho por el sufrimiento, cuando sus huesos tiemblan sin cesar:
20
el hombre siente náusea de la comida y pierde el gusto por los manjares apetecibles;
21
su carne desaparece de las miradas y se trasparentan sus huesos, que antes no se veían;
22
su alma se acerca a la Fosa y su vida, a las aguas de la Muerte.
23
Si hay un ángel junto a él, un intérprete, uno entre mil, para indicarle al hombre su deber;
24
si él tiene compasión y dice:
“Líbralo de bajar a la Fosa, yo he encontrado un rescate”,
25
entonces su carne recupera la frescura juvenil y él vuelve a los días de su adolescencia;
26
invoca a Dios, que se le muestra propicio, contempla su rostro con gritos de alegría, anuncia a los demás su salvación,
27
y entona, entre los hombres, este canto:
“Yo había pecado y tergiversado el derecho, pero él no me trató como correspondía;
28
¡libró mi alma de pasar por la Fosa y mi vida contempla la luz!”.
29
Todo esto es lo que hace Dios, dos y tres veces, en favor del hombre,
30
para hacer volver su vida de la Fosa e iluminarlo con la luz de los vivientes.
31
Atiende, Job, escúchame; cállate, y yo hablaré.
32
Si tienes algo que decir, replícame, habla, porque yo quisiera darte la razón.
33
De lo contrario, escúchame; cállate, y te enseñaré la sabiduría.
Segundo discurso de Elihú: defensa de la justicia de Dios

34 1 Elihú tomó la palabra y dijo:
2
¡Escuchen, sabios, mis palabras, y ustedes, los expertos, préstenme atención!
3
Porque el oído discierne las palabras como el paladar gusta los alimentos.
4
Decidamos entre nosotros lo que es recto, reconozcamos todos juntos lo que es bueno.
5
Porque Job declara: “Yo tengo razón, pero Dios me privó de mi derecho.
6
Él miente en lo que concierne a mi caso; mi llaga es incurable, aunque no cometí ninguna falta”.
7
¿Hay alguien como Job, que bebe los sarcasmos como agua,
8
que va en compañía de los malhechores y camina con los hombres perversos?
9
Porque él dice: “Al hombre no le sirve de nada tratar de obtener el favor de Dios”.
10
Por eso, escúchenme, hombres sensatos: ¡lejos de Dios la maldad, y del Todopoderoso, la injusticia!
11
Porque él retribuye al hombre según sus obras y trata a cada uno conforme a su conducta.
12
¡No, no es cierto que Dios hace el mal y que el Todopoderoso tergiversa el derecho!
13
¿Quién le ha encomendado la tierra y quién lo encargó del mundo entero?
14
Si él retirara su espíritu y recogiera su aliento de vida,
15
todos los vivientes expirarían a la vez y los hombres volverían al polvo.
16
Si tienes inteligencia, escucha esto, presta atención al sonido de mis palabras.
17
¿Sabría gobernar alguien que odia el derecho? ¿Vas a condenar al Justo, al Poderoso?
18
¡A él, que llama “¡Inútil!” a un rey y “¡Malvados!” a los dignatarios,
19
que no toma partido por los príncipes ni favorece al rico en perjuicio del pobre, porque todos son obra de sus manos!
20
Ellos mueren en un instante, en plena noche; él hiere a los nobles, y desaparecen, depone al hombre fuerte sin la ayuda de nadie.
21
Porque sus ojos miran los caminos del hombre y él observa todos sus pasos:
22
no hay tinieblas ni oscuridad donde puedan ocultarse los que hacen el mal.
23
Porque él no fija al hombre una fecha para presentarse a juicio ante Dios:
24
él quebranta a los grandes sin previo examen y pone a otros en lugar de ellos.
25
Así, porque él conoce todas sus acciones, los derriba en una noche, y quedan aplastados.
26
Los abofetea como a malhechores en un lugar que está a la vista de todos,
27
porque se negaron a seguirlo y no comprendieron todos sus caminos,
28
haciendo que llegara hasta él el grito del pobre y que él escuchara el clamor de los oprimidos.
29
Si él se queda inmóvil, ¿quién lo sacudirá? Si cubre su rostro, ¿quién lo verá?
Él vigila, sin embargo, a naciones e individuos
30
para que no reine ningún hombre impío, uno de esos que son una trampa para el pueblo.
31
Tú solo tienes que decir a Dios: “Yo fui seducido, no volveré a hacer el mal;
32
instrúyeme, hasta que pueda ver. Si cometí una injusticia, no voy a reincidir”.
33
¿Acaso él retribuirá según tu parecer, siendo así que tú has despreciado su instrucción?
Ya que eres tú el que decide, no yo, dile todo lo que sepas.
34
Los hombres sensatos me dirán y también todo sabio que me escuche:
35
“Job no sabe lo que dice y sus palabras carecen de sentido”.
36
Que Job sea examinado hasta el final por haber respondido como un hombre perverso.
37
Porque él, a su pecado, añade la rebeldía, aplaude en medio de nosotros y multiplica sus palabras contra Dios.
Tercer discurso de Elihú: la necesidad de recurrir a Dios con humildad

35 1 Elihú tomó la palabra y dijo:
2
¿Piensas que estás en tu derecho, al decir: “Soy más justo que Dios”?
3
Porque tú dices: “¿De qué me sirve, qué gano yo con no pecar?”.
4
Pero yo te daré una respuesta, a ti y a tus amigos contigo.
5
Mira hacia el cielo y contempla, observa las nubes: ¡son más altas que tú!
6
Si pecas, ¿qué daño le causas? Con tus muchas rebeldías, ¿qué le puedes hacer?
7
Si eres justo, ¿qué le das o qué recibe él de tu mano?
8
¡A un hombre como tú afecta tu maldad, y tu justicia, a un simple mortal!
9
Se grita bajo el peso de la opresión, se pide auxilio contra el brazo de los poderosos.
10
Pero nadie dice: “¿Dónde está Dios, mi Creador, el que hace resonar cantos en la noche,
11
el que nos instruye más que a las bestias de la tierra y nos hace más sabios que a los pájaros del cielo?”.
12
Entonces, por más que griten, él no responde, a causa del orgullo de los malvados.
13
¡No, Dios no escucha las cosas vanas, el Todopoderoso no se da por aludido!
14
Menos aún cuando tú dices que no lo ves, que hay un juicio pendiente ante él, y que tú lo esperas.
15
Y ahora, porque su enojo no castiga y él no tiene muy en cuenta las rebeldías,
16
Job ha abierto su boca en vano, y es por ignorancia que se excede en el hablar.
Cuarto discurso de Elihú: la justicia y la grandeza de Dios

36 1 Elihú tomó la palabra y dijo:
2
Sopórtame un poco, y yo te instruiré: aún queda algo por decir en defensa de Dios.
3
Traeré de lejos mi saber para justificar a mi Creador.
4
No, mis palabras no mienten: es un maestro consumado el que está junto a ti.
5
Dios es grande y no se retracta, él es grande por la firmeza de sus decisiones.
6
Él no deja vivir al malvado y hace justicia a los oprimidos.
7
No retira sus ojos de los justos, los sienta en el trono con los reyes y los exalta para siempre.
8
Si a veces están atados con cadenas, o prisioneros en los lazos de la opresión,
9
es para denunciarles sus acciones y las rebeldías que cometieron en su arrogancia.
10
Él les abre el oído para que se corrijan y los exhorta a convertirse de la maldad.
11
Si ellos escuchan y se someten, acaban sus días prósperamente y sus años en medio de delicias;
12
pero si no escuchan, atraviesan el Canal y perecen a causa de su ignorancia.
13
Los de corazón impío, que acumulan rencor y no piden auxilio cuando él los encadena,
14
mueren en plena juventud, como se consumen los de vida licenciosa.
15
Con la opresión, él salva al oprimido y le abre el oído por medio de la aflicción.
16
También a ti te invita a pasar de la angustia a un lugar espacioso y sin estrechez, donde tu mesa, bien servida, estará llena de manjares.
17
Pero si tu medida está colmada para el juicio condenatorio, el juicio y la sentencia te arrastrarán.
18
Que el furor no te incite a la rebeldía ni te extravíe la magnitud de la expiación.
19
¿Acaso en el peligro valdrán ante Dios tus riquezas y todos los alardes de la fuerza?
20
No suspires por aquella noche en que los pueblos serán arrancados de su sitio.
21
¡Cuídate de volverte hacia la maldad, ya que por eso fuiste probado con la desgracia!
22
Sí, Dios es sublime por su fuerza: ¿quién instruye como él?
23
¿Quién inspecciona su conducta? ¿Quién puede decirle: “Has obrado mal”?
24
Acuérdate más bien de exaltar su obra, que otros hombres celebran con sus cantos.
25
Todo el mundo la contempla, el hombre la percibe desde lejos.
26
Sí, Dios es tan grande que no podemos comprenderlo, el número de sus años es insondable.
27
Él atrae hacia lo alto las gotas de agua y destila la lluvia que alimenta las vertientes:
28
la lluvia que derraman las nubesy que cae a raudales sobre el suelo.
31
Así él sustenta a los pueblos y les da alimento en abundancia.
29
¿Quién comprenderá el desplazamiento de las nubes y el fragor que sale de su morada?
30
Él extiende su luz a su alrededor y sumerge las profundidades del océano.
32
Cubre de rayos la palma de sus manos y le señala un blanco seguro.
33
Su trueno anuncia su llegada, y en su ira, él crea la tempestad.
37          1 También por eso tiembla mi corazón y se me salta fuera del pecho.
2
¡Escuchen el estampido de su voz y el estruendo que sale de su boca!
3
Él lanza su rayo bajo los cielos y hasta los confines de la tierra llega su fulgor.
4
Detrás de él, ruge una voz: hace tronar su voz majestuosa
y no retiene los relámpagos mientras se deja oír su voz.
5
Dios nos hace contemplar maravillas, realiza grandes cosas, que no llegamos a entender.
6
Cuando dice a la nieve: “Cae sobre la tierra”, y a los aguaceros: “Lluevan con fuerza”,
7
él suspende la actividad de los hombres, para que todos reconozcan su obra;
8
las fieras se meten en sus guaridas y se refugian en sus madrigueras.
9
De la constelación austral irrumpe la tormenta, y el frío, de los vientos del norte.
10
Al soplo de Dios se forma el hielo y se congela la extensión de las aguas.
11
Él carga la nube de humedad, y el nubarrón expande su relámpago,
12
que gira en derredor, conforme a sus planes, para ejecutar cada uno de sus mandatos por toda la superficie de la tierra:
13
sea que cumpla su voluntad para un castigo o para dispensar sus beneficios.
14
Presta atención a esto, Job, detente y considera las maravillas de Dios.
15
¿Sabes acaso cómo Dios las dirige y cómo su nube hace brillar el rayo?
16
¿Sabes cómo se balancean las nubes, maravillas de un maestro en sabiduría?
17
Tú, que no soportas el ardor de tu ropa, cuando la tierra está en calma bajo el viento del sur,
18
¿puedes extender con él la bóveda del cielo, sólida como un espejo de metal fundido?
19
Enséñanos qué debemos decirle: no discutiremos más, a causa de la oscuridad.
20
Si yo hablo, ¿alguien se lo cuenta? ¿Hay que informarlo de lo que dice un hombre?
21
Hasta ahora no se veía la luz: estaba oscurecida por las nubes; pero pasó un viento y las disipó.
22
¡Un áureo resplandor viene del norte; una terrible majestad reina en torno de Dios!
23
¡Es el Todopoderoso, y no lo podemos alcanzar!
Él es sublime por su fuerza y su equidad, grande por su justicia y no oprime a nadie.
24
Por eso lo temen los hombres, y él no tiene en cuenta ni siquiera a los sabios.


LA INTERVENCIÓN DE DIOS


primer discurso del señor


Interpelación inicial

38 1 El Señor respondió a Job desde la tempestad, diciendo:
2
¿Quién es ese que oscurece mi designio con palabras desprovistas de sentido?
3
¡Ajústate el cinturón como un guerrero: yo te preguntaré, y tú me instruirás!

El señorío de Dios sobre la tierra y el mar

4 ¿Dónde estabas cuando yo fundaba la tierra?Indícalo, si eres capaz de entender.
5
¿Quién fijó sus medidas? ¿Lo sabes acaso? ¿Quién tendió sobre ella la cuerda para medir?
6
¿Sobre qué fueron hundidos sus pilares o quién asentó su piedra angular,
7
mientras los astros de la mañana cantaban a coro y aclamaban todos los hijos de Dios?
8
¿Quién encerró con dos puertas al mar, cuando él salía a borbotones del seno materno,
9
cuando le puse una nube por vestido y por pañales, densos nubarrones?
10
Yo tracé un límite alrededor de él, le puse cerrojos y puertas,
11
y le dije: “Llegarás hasta aquí y no pasarás; aquí se quebrará la soberbia de tus olas”.
12
¿Has mandado una vez en tu vida a la mañana, le has indicado su puesto a la aurora,
13
para que tome a la tierra por los bordes y sean sacudidos de ella los malvados?
14
Ella adquiere forma como la arcilla bajo el sello y se tiñe lo mismo que un vestido:
15
entonces, a los malvados se los priva de su luz y se quiebra el brazo que se alzaba.
16
¿Has penetrado hasta las fuentes del mar y has caminado por el fondo del océano?
17
¿Se te han abierto las Puertas de la Muerte y has visto las Puertas de la Sombra?
18
¿Abarcas con tu inteligencia la extensión de la tierra? Indícalo, si es que sabes todo esto.

El señorío de Dios sobre los fenómenos meteorológicos

19 ¿Por dónde se va adonde habita la luz y dónde está la morada de las tinieblas,
20
para que puedas guiarla hasta su dominio y mostrarle el camino de su casa?
21
¡Seguro que lo sabes, porque ya habías nacido y es muy grande el número de tus días!
22
¿Has penetrado hasta los depósitos de la nieve y has visto las reservas del granizo,
23
que yo guardo para los tiempos de angustia, para los días de guerra y de combate?
24
¿Por qué camino se expande la luz y el viento del este se propaga sobre la tierra?
25
¿Quién ha abierto un cauce al aguacero y un camino al estampido de los truenos,
26
para hacer llover sobre una tierra despoblada, sobre un desierto donde ningún hombre habita,
27
para regar los páramos desolados y hacer brotar una hierba en la estepa?
28
¿Acaso la lluvia tiene un padre, y quién ha engendrado las gotas del rocío?
29
¿Del vientre de quién sale el hielo, y quién da a luz la escarcha del cielo,
30
cuando las aguas se endurecen como piedra y se congela la superficie del océano?
31
¿Anudas tú los lazos de las Pléyades o desatas las cuerdas del Orión?
32
¿Haces salir las Híadas a su tiempo y guías a la Osa y sus cachorros?
33
¿Conoces las leyes de los cielos? ¿Regulas su dominio sobre la tierra?
34
¿Puedes alzar tu voz hasta las nubes para que te cubra una masa de agua?
35
¿Parten los relámpagos cuanto tú los envías y ellos te dicen: “Aquí estamos”?
36
¿Quién puso en el ibis la sabiduría o quién dio al gallo la inteligencia?
37
¿Quién cuenta las nubes sabiamente y quién inclina los odres del cielo,
38
cuando el polvo se funde en una masa y los terrones se pegan entre sí?

El señorío de Dios sobre los animales

39 ¿Cazas tú la presa para la leona y aplacas el hambre de sus cachorros,
40
cuando se agazapan en sus guaridas y están al acecho en la espesura?
41
¿Quién prepara las provisiones para el cuervo, cuando sus pichones claman a Dios y andan errantes por falta de alimento?
39          1 ¿Sabes tú cómo dan a luz las cabras monteses? ¿Observas el parto de las ciervas?
2
¿Cuentas los meses de su gravidez y conoces el tiempo de su alumbramiento?
3
Ellas se agachan, echan sus crías y depositan sus camadas.
4
Sus crías se hacen robustas y crecen, se van al campo y no vuelven más.
5
¿Quién dejó en libertad al asno salvaje y soltó las ataduras del onagro?
6
Yo le di la estepa como casa y como morada, la tierra salitrosa.
7
Él se ríe del tumulto de la ciudad, no oye vociferar al arriero.
8
Explora las montañas en busca de pasto, va detrás de cada brizna verde.
9
¿Aceptará servirte el toro salvaje y pasará la noche junto a tu establo?
10
¿Lo mantendrás sobre el surco con una rienda y trillará los valles detrás de ti?
11
¿Contarías con él porque tiene mucha fuerza o podrías encomendarle tus trabajos?
12
¿Confías acaso que él volverá para reunir los granos en tu era?
13
El avestruz bate sus alas alegremente, pero no tiene el plumaje de la cigüeña.
14
Cuando abandona sus huevos en la tierra y deja que se calienten sobre el polvo,
15
olvida que un pie los puede pisar y que una fiera puede aplastarlos.
16
Es cruel con sus crías, como si no fueran suyas, y no teme que sea vana su labor,
17
porque Dios le negó la sabiduría y no le concedió la inteligencia.
18
Pero apenas se levanta y toma impulso, se ríe del caballo y de su jinete.
19
¿Le das tú la fuerza al caballo y revistes su cuello de crines?
20
¿Lo haces saltar como una langosta? ¡Es terrible su relincho altanero!
21
Él piafa de contento en la llanura, se lanza con brío al encuentro de las armas:
22
se ríe del miedo y no se asusta de nada, no retrocede delante de la espada.
23
Por encima de él resuena la aljaba, la lanza fulgurante y la jabalina.
24
Rugiendo de impaciencia, devora la distancia, no se contiene cuando suena la trompeta.
25
Relincha a cada toque de trompeta, desde lejos olfatea la batalla, las voces de mando y los gritos de guerra.
26
¿Es por tu inteligencia que se cubre de plumas el halcón y despliega sus alas hacia el sur?
27
¿Por una orden tuya levanta vuelo el águila y pone su nido en las alturas?
28
La roca es su morada de día y de noche, la peña escarpada es su fortaleza.
29
Desde allí está al acecho de su presa y sus ojos miran a lo lejos.
30
Sus pichones se hartan de sangre; donde hay cadáveres, allí está ella.

El desafío del Señor y la respuesta de Job

40 1 El Señor se dirigió a Job, y le dijo:
2
¿Va a ceder el que discute con el Todopoderoso? ¿Va a replicar el que reprueba a Dios?
3
Y Job respondió al Señor:
4
¡Soy tan poca cosa! ¿Qué puedo responderte? Me taparé la boca con la mano.
5
Hablé una vez, y no lo voy a repetir; una segunda vez, y ya no insistiré.

SEGUNDO discurso del señor


Interpelación inicial del Señor

   6 El Señor respondió a Job desde la tempestad, diciendo:
7
¡Ajústate el cinturón como un guerrero: yo te preguntaré, y tú me instruirás!
8
¿Quieres realmente anular mi sentencia, y condenarme a mí, para justificarte?
9
¿Tienes acaso un brazo como el de Dios y truena tu voz como la de él?
10
¡Adórnate entonces de magnificencia y altivez, revístete de esplendor y majestad!
11
Da libre curso a los desbordes de tu ira y humilla al orgulloso con tu sola mirada.
12
Con una mirada, doblega al arrogante, aplasta a los malvados allí donde están.
13
¡Húndelos a todos juntos en el polvo, enciérralos en la prisión subterránea!
14
Entonces, yo mismo te alabaré por la victoria obtenida con tu mano.

Behemot, el hipopótamo

15 Mira ante ti a Behemot: él se alimenta de pasto como un buey.
16
¡Cuánta fuerza hay en sus riñones, qué vigor en los músculos de su vientre!
17
Endereza su cola como un cedro, los nervios de sus muslos están bien entrelazados.
18
Sus huesos son tubos de bronce: sus miembros, como barras de hierro.
19
Es la primera de las obras de Dios, que lo convirtió en el adalid de sus compañeros,
20
porque las montañas le aportan un tributo, y también las fieras que retozan en ellas.
21
Él se recuesta bajo los lotos, en lo oculto de los cañaverales y pantanos.
22
Los lotos lo cubren con su sombra, los sauces del torrente lo rodean.
23
Si el río se enfurece, no se perturba; está sereno, aunque un Jordán le llegue a la garganta.
24
¿Quién podrá tomarlo por los ojos o taladrar su nariz con un punzón?

Leviatán, el cocodrilo

25 Y a Leviatán ¿podrás pescarlo con un anzuelo y sujetar su lengua con una cuerda?
26
¿Le meterás un junco en las narices o perforarás con un garfio sus mandíbulas?
27
¿Acaso te hará largas súplicas o te dirigirá palabras tiernas?
28
¿Hará un pacto contigo y lo tomarás como esclavo para siempre?
29
¿Jugarás con él como con un pájaro y lo atarás para entretenimiento de tus hijas?
30
¿Traficarán con él los pescadores y se lo disputarán los comerciantes?
31
¿Acribillarás con dardos su piel y su cabeza a golpes de arpón?
32
Prueba a ponerle la mano encima: piensa en el combate y desistirás.
41          1 Tu esperanza se vería defraudada: con sólo mirarlo quedarías aterrado.
2
¿No es demasiado feroz para excitarlo? ¿Quién podría resistir ante él?
3
¿Quién lo enfrentó, y quedó sano y salvo? ¡Nadie debajo de los cielos!
4
No dejaré de mencionar sus miembros, hablaré de su fuerza incomparable.
5
¿Quién rasgó el exterior de su manto o atravesó su doble coraza?
6
¿Quién forzó las puertas de sus fauces? ¡En torno de sus colmillos reina el terror!
7
Su dorso es una hilera de escudos, trabados por un sello de piedra.
8
Se aprietan unos contra otros, ni una brisa pasa en medio de ellos.
9
Están adheridos entre sí, forman un bloque y no se separan.
10
Su estornudo arroja rayos de luz, sus ojos brillan como los destellos de la aurora.
11
De sus fauces brotan antorchas, chispas de fuego escapan de ellas.
12
Sale humo de sus narices como de una olla que hierve sobre el fuego.
13
Su aliento enciende los carbones, una llamarada sale de su boca.
14
En su cerviz reside la fuerza y cunde el pánico delante de él.
15
Sus carnes son macizas: están pegadas a él y no se mueven.
16
Su corazón es duro como una roca, resistente como una piedra de molino.
17
Cuando se yergue, tiemblan las olas, se retira el oleaje del mar.
18
La espada lo toca, pero no se clava, ni tampoco la lanza, el dardo o la jabalina.
19
El hierro es como paja para él, y el bronce, como madera podrida.
20
Las flechas no lo hacen huir, las piedras de la honda se convierten en estopa.
21
La maza le parece una brizna de hierba y se ríe del estruendo del sable.
22
Tiene por debajo tejas puntiagudas, se arrastra como un rastrillo sobre el barro.
23
Hace hervir las aguas profundas como una olla, convierte el mar en un pebetero.
24
Deja detrás de él una estela luminosa: el océano parece cubierto de una cabellera blanca.
25
No hay en la tierra nadie igual a él, ha sido hecho para no temer nada.
26
Mira de frente a los más encumbrados, es el rey de las bestias más feroces.

Última respuesta de Job

42 1 Job respondió al Señor, diciendo:
2
Yo sé que tú lo puedes todo y que ningún proyecto es irrealizable para ti.
3
Sí, yo hablaba sin entender, de maravillas que me sobrepasan y que ignoro.
4
“Escucha, déjame hablar; yo te interrogaré y tú me instruirás”.
5
Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos.
6
Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la ceniza.

EPÍLOGO


El reproche del Señor a los amigos de Job
7 Después de haber dirigido estas palabras a Job, el Señor dijo a Elifaz de Temán: “Mi ira se ha encendido contra ti y contra tus dos amigos, porque no han dicho la verdad acerca de mí, como mi servidor Job”. 8 Ahora consíganse siete toros y siete carneros, y vayan a ver a mi servidor Job. Ofrecerán un holocausto por ustedes mismos, y mi servidor Job intercederá por ustedes. Y yo, en atención a él, no les infligiré ningún castigo humillante, por no haber dicho la verdad acerca de mí, como mi servidor Job. 9 Entonces Elifaz de Temán, Bildad de Súaj y Sofar de Naamá fueron a hacer lo que les había dicho el Señor, y el Señor tuvo consideración con Job.

La reivindicación de Job

10 Después, el Señor cambió la suerte de Job, porque él había intercedido en favor de sus amigos, y duplicó todo lo que Job tenía. 11 Todos sus hermanos y sus hermanas, lo mismo que sus antiguos conocidos, fueron a verlo y celebraron con él un banquete en su casa. Se compadecieron y lo consolaron por toda la desgracia que le había enviado el Señor. Y cada uno de ellos le regaló una moneda de plata y un anillo de oro.
12
El Señor bendijo los últimos años de Job mucho más que los primeros. El llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. 13 Tuvo además siete hijos y tres hijas. 14 A la primera la llamó “Paloma”, a la segunda “Canela”, y a la tercera “Sombra para los párpados”. 15 En todo el país no había mujeres tan hermosas como las hijas de Job. Y su padre les dio una parte de herencia entre sus hermanos.
16
Después de esto, Job vivió todavía ciento cuarenta años, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación. 17 Job murió muy anciano y colmado de días.

Jó (BPD) 32