LEON XIII, MAGISTERIO - 8. Enérgica protesta y llamado a los Obispos y fieles.


9. El pueblo católico debe conocer las medidas persecutorias.

En cuanto al pueblo católico, es necesario antes que todo que conozca el verdadero estado de la Italia, la índole esencialmente religiosa que reviste en Italia la lucha contra el Pontífice, y el fin verdadero y el propósito que persigue; que se persuada con la evidencia de los hechos, de cómo está constantemente amenazada su Religión, se convenza por fin de los riesgos que corre de ser despojado del inestimable tesoro de la fe. Llevada a los ánimos tal convicción, y seguros, por otra parte, que sin la fe es imposible servir a Dios y salvarse, comprenderán que se trata de conseguir el mayor, por no decir el único, de los intereses que cada uno por su parte tiene el deber de poner en salvo antes que todo, aún a costa de los mayores sacrificios, bajo pena de su eterna desgracia e infelicidad Comprenderán también fácilmente que, siendo este tiempo de lucha descarada y manifiesta, seria ignominioso y vil desertar del campo y cobardemente esconderse.



10. Su deber de profesión y de defensa de su fe y de obras cristianas.

Prensa.

Su deber es el de permanecer en el puesto, mostrarse a vistas claras verdaderos católicos por sus creencias y obras, conforme a su fe, y esto, tanto por la gloria de la fe como por la del Sumo Jefe, cuya bandera seguimos; y para no tener la inmensa desgracia de no ser reconocidos como soldados fieles en el día final por el Jefe supremo, el cual ha dicho que el que no está con él, esta contra él. Sin ostentación y sin timidez, demos pruebas del verdadero valor que nace de la conciencia al cumplir un sagrado deber respecto a Dios y a los demás hombres. A esta franca profesión de fe deben unir los católicos una perfecta docilidad y filial amor para con la Iglesia; su sincero cariño para con los Obispos y una absoluta devoción y obediencia al Romano Pontífice.

En suma: reconocerán cuan necesario sea abstenerse de todo aquello es obra de las sectas, o que de ellas recibe favor o impulso, y que está contaminado del espíritu anticristiano que las anima, y darse luego con actividad, con valor y constancia a la obra católica, a las asociaciones y a las instituciones bendecidas por la Iglesia, en encargadas y sostenidas por los Obispos y el Romano Pontífice. Y puesto que el principal instrumento de que se sirven los enemigos es la prensa, en gran parte inspirada y sostenida por ellos, conviene que los católicos opongan la buena la mala prensa, para defender la verdad, para la tutela de la Religión y para el sostenimiento de los derechos de la Iglesia.



11. La prensa.

Y como el deber de la prensa católica es descubrir las pérfidas intenciones de las sectas, ayudar y secundar la acción de los sagrados Pastores, defender y promover las obras católicas, así es deber de los fieles sostenerla eficazmente, ya sea negando o retirando todo favor a los periódicos pervertidos, ya concurriendo directamente cada uno, en la medida en que pueda, a hacerla vivir y prosperar en lo cual creemos que hasta ahora no se hace bastante en Italia. A este fin, los documentos que Nos hemos dado todos los católicos, especialmente la Encíclica Humanum genus y la otra Sapientiae christianae, deben ser particularmente ensenados e inculcados a los católicos de Italia. Que si por permanecer fieles a estos deberes hubiera que hacer algún sacrificio, acuérdense que "desde los días de Juan, el Bautista hasta el presente, el reino de Dios padece fuerza, y hombres esforzados lo arrebatan" (Mt 11,12), y quien a si propio se ama y ama a sus propias cosas más que a JESUCRISTO, no es digno de Él (Cfr. Mt 10,38).

El ejemplo de tantos invictos campeones, que generosamente y en todo tiempo lo sacrificaron todo; la ayuda singular de la gracia que hace suave el yugo de Jesucristo, y ligera su carga (Mt 11,30), deben servirles poderosamente para templar el valor y sostenerles en la gloriosa campana.



12. Los peligros de la falta de Religión en el aspecto social y político.

No habíamos considerado hasta ahora las presentes condiciones de las cosas en Italia más que en el concepto religioso, como que éste es para Nos principalísimo y eminentemente propio por razón del oficio apostólico que sostenemos. Pero es tan necesario y propio de la obra considerarlo bajo el aspecto social y político, a fin de que vean los italianos que no solo es el amor de la religión, sino también el más sincero y el más noble amor de la patria el que debe movernos a oponernos a los impíos conatos de las sectas. Basta observar, para convencerse, los acontecimientos que se preparan en Italia en el orden social y político en que las personas se empeñan sin disimulo en combatir sin tregua el Catolicismo y al Papado.

Ya la prueba del pasado es de por sí demasiado grande y muy elocuente. Esto que en este primer periodo de su nueva vida se advierte en Italia por la moralidad pública y privada, por el orden y tranquilidad interior, por la prosperidad y riqueza nacional, es aún más notable por aquellos hechos que Nos podemos aducir. Los mismos que, aún teniendo interés en ocultarlo, por la verdad, no los ocultan.

Nos diremos solo que en las condiciones presentes, por una triste pero verdadera necesidad, las cosas no podrán andar de otra manera: la secta masónica, por cuanto ostenta un espíritu de beneficencia y de filantropía, no puede ejercer más que una influencia funesta; y decimos funesta, porque combate y tiende a destruir la Religión de Cristo, verdadera bienhechora de la humanidad.


Influjo benéfico de la Religión.

Todos saben hasta qué punto y de qué manera ha influido saludablemente la Religión en la sociedad. Es incontestable que la sana moral pública y privada es el honor y la fuerza de los Estados; pero es igualmente incontestable que sin Religión no puede haber buena moral, ni pública ni privada. De la familia, sólidamente constituida sobre las bases naturales de una vida piadosa, nace el incremento y la fuerza de la sociedad. Sin Religión y sin moral, el consorcio doméstico no tiene estabilidad, y los vínculos de la familia se relajan y disuelven. La prosperidad de los pueblos y de las naciones viene de Dios y de su bendición.

Si un pueblo no solo no la reconoce como procedente de Dios, antes bien contra Él se subleva y la soberanía de su espíritu le dice que nada hay de nuevo fuera de él, la fortuna que obtenga no será sino un simulacro de prosperidad condenado a desvanecerse tan pronto como plazca al Señor confundir la soberbia y la audacia de sus enemigos.



13. Se detallan la necesidad y obra de la Religión.

La Religión es la que, penetrando en el fondo de la conciencia de cada uno, le hace sentir la fuerza del deber y le impulsa a seguirlo. La Religión es la que da a los príncipes sentimiento de justicia y de amor para sus súbditos; que rinde y sujeta fiel y sinceramente a sus partidarios; que hace rectos y buenos a los legisladores, justos e incorruptibles a los magistrados, valerosos hasta el heroísmo a los soldados, diligentes y probos a los administradores. La Religión es la que hace reinar la concordia y el afecto entre los cónyuges, el amor y el respeto entre los padres y los hijos, que inspira a los pobres el respeto a sus bienhechores, y a los ricos el recto uso de sus rentas. De esta sumisión a los deberes y de este respeto a los derechos de los demás nace el orden, la paz, la tranquilidad, que Son tanta parte de la prosperidad de un pueblo y de un Estado. Suprimida la Religión, desaparecerían con ella al mismo tiempo todos esos bienes de la sociedad.

Para Italia la pérdida sería mucho más sensible. Sus mayores glorias y grandezas, por las cuales gozo del primado durante largo tiempo entre las naciones cultas, Son inseparables de la Religión, la cual le proporciono, le inspiro, le aseguro los favores y le ayudo y dirigió a ese incremento. Por las públicas franquicias hablan sus Comunes, por las glorias militares hablan tantas empresas memorables contra los enemigos declarados del nombre cristiano; por la ciencia hablan las Universidades fundadas, favorecidas y privilegiadas por la Iglesia; por las artes hablan infinitos monumentos de todos géneros, de los cuales esta sembrada con profusión toda Italia; por las obras en favor de los miserables, de los desgraciados, de los obreros, hablan tantas fundaciones de la caridad cristiana, tantos asilos abiertos para toda suerte de indigencia y de infortunio, y las asociaciones y corporaciones que han crecido bajo la égida de la Religión.

La virtud y la fuerza de la Religión Son inmortales, porque vienen de Dios, tiene tesoros para hacer el bien, remedios eficacísimos para los necesitados de todos los tiempos y de cualquier época, a los cuales atiende admirablemente. Lo que ha sabido y podido hacer en otros tiempos, es capaz de hacer todavía con una fuerza siempre nueva y vigorosa. Quitar por tanto, a Italia la Religión, es destruir de un golpe la fuente más fecunda de tesoros y socorros inestimables.


Peligro socialista, es vencido por la Religión.

Además, uno de los más grandes y formidables peligros que corre la sociedad presente es la agitación socialista, que amenaza destruirla hasta en sus cimientos. No permanece inmune Italia de tanto peligro, y, si bien otras naciones están más infestadas que Italia de este espíritu subversivo y de desorden, no es menos cierto, sin embargo, que este espíritu se va esparciendo y propagando cada día con mayor intensidad. Es tal su naturaleza, tanto el poder de su organización, tanta la audacia y atrevimiento de sus propósitos, que se hace preciso reunir todas las fuerzas conservadoras para detener su marcha e impedir con éxito su triunfo. De estas fuerzas, la primera y principalísima con que debe contarse es con la que pueden dar la Religión y la Iglesia. Sin éstas, resultaran inútiles o insuficientes las leyes más severas, los rigores de los tribunales y la misma fuerza armada.



14. Luz en las tinieblas y fuerza de la Religión para convertir.

así como en otro tiempo, contra la dominación bárbara no sirvió la fuerza material, sino la virtud de la Religión cristiana, que penetrando en el espíritu de los vencedores, les quito la ferocidad, y la aspereza de sus costumbres y les hizo obedientes a la voz de la verdad y de la ley evangélica; así contra las iras de la multitud desenfrenada ninguna fuerza será eficaz sin la virtud saludable de la Religión, la cual, haciendo brillar en inteligencias la luz de la verdad, e infiltrando en los corazones los preceptos de la moral de JESUCRISTO les haga sentir la voz de la conciencia y del deber, y ponga freno a los ímpetus de las pasiones. Combatir, por tanto, a

La Religión, es privar a Italia del auxiliar más poderoso para luchar con un enemigo que cada día es más formidable y amenazador.


Amenaza política.

Pero no es esto todo; como en el orden social la guerra hecha a la Religión es funestísima

Italia, así en el orden político la enemistad con la Santa Sede y con el Romano Pontífice es para Italia fuente y origen de gravísimos daños; y aunque no sea precisa la demostración para completar Nuestro pensamiento, resumiremos en breves frases las conclusiones. La guerra hecha al Papa quiere decir para Italia división profunda entre la Italia oficial y la gran parte los italianos verdaderamente católicos, y cualquier división es debilidad; quiere decir, privación del favor del concurso la parte más genuinamente conservadora; esto es, sostener en el seno de la nación un conflicto religioso, que no solo no contribuye al bien público, que lleva en sí mismo los gérmenes funestos de los males y de gravísimos castigos.


15. La benevolencia con la Religión redundaría en provecho de Italia en el exterior e interior.

En cuanto al exterior, el conflicto con la Santa Sede, además de privar a Italia del prestigio del esplendor que la circundaría seguramente de vivir en paz con el Pontificado; la enemistad con todos los católicos del mundo, la impone inmensos sacrificios, y en cualquier ocasión puede proporcionar a los enemigos un arma para volverla contra ella.

¡He aquí el bienestar y la grandeza que esperan a Italia, que teniendo la dicha en su mano hace cuanto puede para abatir la Religión católica y el Pontificado, siguiendo las inspiraciones de las sectas!

Si, por el contrario, se rompiese toda solidaridad y conveniencia con las sectas, y se otorgara a la Religión y a la Iglesia, como la más poderosa fuerza social, verdadera libertad y el pleno ejercicio de sus derechos, ¡qué feliz cambio se operaria en los destinos de Italia! Los daños y los peligros que lamentamos, y que Son el resultado de la guerra a la Religión y a la Iglesia, no solo cesarían al terminar la lucha, sino que volverían a florecer sobre el selecto suelo de la Italia católica la gloria y la grandeza de que la Religión y la Iglesia han sido siempre fecundas.

Por su divina virtud se reformarían las costumbres públicas y privadas, y los vínculos de la familia, y los ciudadanos, bajo el influjo religioso, experimentarían más vivo el sentimiento del deber y mayor resolución para cumplirle.

Las cuestiones sociales, que ahora tienen tan preocupados los ánimos, recibirán la mejor y más completa de las soluciones con la aplicación práctica de los preceptos de caridad y justicia evangélicas; la libertad publica, imposibilitada de degenerar en licencia, serviría únicamente para el bien, y llegaría a ser verdaderamente digna del hombre; las ciencias, por la verdad de que la Iglesia es maestra, y las artes por la potente inspiración que la Religión recibe de lo alto, y que tiene el secreto de comunicar a todos los espíritus, recibirían nuevo impulso y nuevas excelencias.

Hecha la paz con la Iglesia, quedara cimentada la unidad religiosa y concordia civil, cesara la división entre los católicos fieles a la Iglesia y a Italia, la cual adquirirá de esta suerte un poderoso elemento de orden y de conservación.

Atendidas las justas demandas del Romano Pontífice, reconocidos sus soberanos derechos y colocado en condiciones de verdadera y efectiva independencia, los católicos de las demás partes del mundo no tendrían ya motivo para considerar a Italia como enemiga de su Padre común: ellos, que, no por ajeno impuso, sino por sentimiento de fe y dictamen del deber, alzan unánimemente su voz para reivindicar la dignidad y la libertad del Pastor supremo de las almas.

Crecería para Italia el respeto y consideración de los demás países de vivir en armonía con la Sede Apostólica, la cual ha hecho experimentar a los italianos de un modo especial los beneficios de su presencia entre ellos; así, con los tesoros de la fe que se difundirá siempre de este centro de bendición y de salud, harán que también, se difunda entre todas las gentes grande y respetado el nombre italiano, Italia reconciliada con el Pontífice y fiel a su Religión, estaría dispuesta para emular dignamente sus antiguas glorias, y en todo aquello que constituye el verdadero progreso de nuestra edad recibiría nuevo estimulo para adelantar en su glorioso camino.

Y Roma, ciudad católica por excelencia, predestinada por Dios para centro de la Religión de Cristo, y Sede de su Vicario, que fue base de la estabilidad y grandeza de aquélla a través de tantos siglos, y de tan varios acontecimientos, repuesta bajo el pacifico y paternal cetro del Romano Pontífice, volvería a ser lo que la hicieron la Providencia y los siglos, no mera capital de un Reino particular, sino dividida entre dos diversos y soberanos poderes, dualismo contrario a su historia, sino la digna capital del mundo católico, engrandecida con la Majestad de la Religión, y maestra y ejemplo de moralidad y de civilización de los pueblos.



16. Los verdaderos amigos de Italia.

No Son éstas, Venerables Hermanos, vanas ilusiones, sino una esperanza apoyada en el más sólido y veraz fundamento. La aserción que desde hace tiempo se viene divulgando, de que los católicos y el Pontífice Son enemigos de Italia y casi otros tantos aliados de los partidos subversivos, no es más que una gratuita injuria y grosera calumnia esparcida por arte de las sectas para facilitarse el camino y despejarlo de los obstáculos que se oponen a su execranda obra de descatolizar a Italia.

La verdad que resulta clarísima de cuánto hemos dicho anteriormente, es que los católicos Son los mejores amigos del propio país y que dan prueba de fuerte y veraz amor, no solamente a su Religión, sino a su Patria, diferenciándose en esto enteramente de las sectas, consagrándola su espíritu y sus obras, haciendo todos los esfuerzos porque Italia no pierda, antes bien conserve vigorosamente la fe; no combata a la Iglesia, sino que sea hija fiel de ella; no hostigue al Pontificado, sino que se reconcilie con él.



17. Exhortación a la colaboración de todos.

Cooperad todos, Venerables Hermanos, a fin de que la luz de la verdad se haga camino en medio de la multitud, y que ésta llegue a comprender finalmente donde se encuentra todo bien y todo cuanto verdaderamente le interesa y persuadirse que solo en la fidelidad con la Religión y en la paz con la Iglesia y el Romano Pontífice, se puede esperar para Italia un porvenir digno de su glorioso pasado.

A esto queremos que dirijáis vuestros pensamientos; y no Nos dirigimos a los afiliados a las sectas, los cuales con propósito deliberado tratan de basar sobre la ruina de la Religión católica el nuevo asiento de la Península sino a los otros que, sin acoger esas ideas, ayudan a la obra de aquellos cooperando a su política, y particularmente a los jóvenes, tan fáciles de caer en el error por efecto de inexperiencia o por dominio del sentimiento. Queremos que todos se persuadan de que el camino que se está recorriendo es fatal para Italia y al denunciar ahora de nuevo el peligro, no Nos mueve más que la conciencia del deber y el amor a la Patria.


Invocación y Bendición.

Mas para iluminar las inteligencias y hacer eficaces Nuestros esfuerzos, es preciso invocar, ante todo, la ayuda del cielo; a Nuestra común acción vaya unida, Venerables Hermanos, la plegaria general, constante, fervorosa, que haga dulce violencia al Corazón de Dios y vuelva propicio a nuestra Italia, librándola de esa plaga que sería la más terrible de todas: la pérdida de la Fe. Pongamos de mediadora cerca de Dios a la gloriosísima Virgen MARIA, la invicta Reina del Rosario, que tanto poder tiene sobre las fuerzas del infierno y tantas veces ha hecho sentir a Italia los efectos de su maternal predilección. Recurramos a los Santos apóstoles PEDRO y PABLO, que conquistaron para la fe esta tierra bendita, que santificaron con sus esfuerzos y bañaron con su sangre.

Recibid, entre tanto que llega la ayuda que pedimos, en muestra de Nuestro especialísimo afecto, la Apostólica bendición, que desde lo intimo de Nuestra alma os enviamos a vosotros, Venerables Hermanos, a vuestro Clero y al pueblo italiano.

Dado en Roma, cerca de San Pedro, el 15 de Octubre de 1890, año decimotercero de Nuestro Pontificado.

LEON PAPA XIII.







CATHOLICAE ECCLESIAE: Sobre la esclavitud, la propagación de la fe en África y la colecta misional de Epifanía

LEON XIII

20 de noviembre de 1890

Venerables Hermanos: Salud y Bendición apostólica




1. La obra emancipadora de la Iglesia.

En la Iglesia católica que con maternal caridad abraza a todos los hombres no hay como sabéis, Venerables Hermanos, desde un principio, casi nada tan antiguo que el esfuerzo de ver eliminada y del todo extirpada la esclavitud, la cual con duro yugo oprimía a muchísimos hombres. Pues, siendo ella solicita en velar por la doctrina de su Fundador quien personalmente o por boca de sus apóstoles había ensenado a los hombres la fraternal unión que los estrecha a todos, por cuanto nacieron del mismo Padre común, fueron redimidos con el mismo precio y llamados a la misma bienaventuranza eterna, recogió la causa despreciada de los esclavos, y, aunque la llevara adelante, conforme lo aconsejaran los tiempos y las circunstancias, lenta y medidamente, se constituyo en su esforzada abogada, es decir lo hacía con prudencia e inteligencia, reclamando constantemente lo que en nombre de la Religión, de la justicia y de la humanidad se había propuesto, con cuyo logro final mereció muy bien y propulso la prosperidad de las naciones y de la civilización.

En el transcurso de los tiempos no desfalleció tampoco en su empeño de llevar a los esclavos hacia la libertad; por el contrario, con cuanto mayor fruto realizaba la obra con tanto mayor celo insistía en ella, como lo atestiguan fehacientemente los documentos de la Historia, la cual a este respecto destaca a varios de Nuestros Predecesores entre los cuales se distinguen SAN GREGORIO MAGNO, ADRIANO I, ALEJANDRO III, INOCENCIO III, GREGORIO IX, Pió II, LEON X, PAULO III, URBANO VIII, BENEDICTO XIV, Pió VII y GREGORIO XVI quienes no perdonaron trabajo ni solicitud para abolir donde estaba en vigencia, la institución de la esclavitud, y cuidaron que, donde ya se habían extirpado sus gérmenes, no volvieran a la vida.



2. La intervención constante de León XIII. Los horrores del comercio de hombres en África.

Nos no podíamos empañar la herencia de tanta gloria que Nuestros Predecesores Nos habían transmitido, por lo cual no dejamos pasar oportunidad sin reprobar y condenar públicamente esta tétrica plaga de la esclavitud, y así ocupándonos de ella, escribimos una carta que con fecha 5 de Mayo de 1888 dirigimos a los Obispos del Brasil (León XIII, Encicl. In pluribus maximisque) en la cual los congratulamos por lo que en esa parte del mundo, para ejemplo laudable de los demás, se hizo pública y privadamente por la libertad de los esclavos, y demostramos al mismo tiempo hasta qué punto la esclavitud era adversa a la Religión y a la dignidad humana. Nos sentimos vehementemente sacudidos por la situación en que quedan los que están sujetos a dominio ajeno; pero mucho mas acerbamente Nos sentíamos conmovidos al escuchar las narraciones acerca de las penurias que afligen a todos los habitantes de ciertas regiones del interior del África Aquello es demasiado abyecto y horrendo para que recordemos lo que a través de comunicaciones verídicas Nos hicieron saber, y es que casi 400.000 africanos, sin distinción de edad ni de sexo, Son arrancados anualmente por la fuerza de sus pagos primitivos, desde donde, en largas jornadas, cargados de cadenas y golpeados con azotes se llevan a los mercados en que como bestias vendibles se exponen y venden.



3. Éxito de las gestiones papales. Iniciativas estatales y particulares.

Por cuanto lo atestiguaron los que lo vieron, y lo confirmaron recientes exploraciones del África equinoccial, Nos sentíamos inflamados por el anhelo de ayudar a esos pobres hombres y aliviar su desgracia. Por ello, sin demora, encargamos a Nuestro dilecto Hijo, el Cardenal Carlos Lavigerie, cuyo fervor y celo apostólico Nos Son conocidos, recorrer las principales ciudades europeas a fin de hacer conocer la ignominia de este nefando comercio humano y mover los ánimos de los príncipes y ciudadanos a socorrer a esa gente afligida.

Debemos dar gracias a Dios, amantísimo Redentor de todos los hombres, por no haber permitido, en su bondad, que Nuestros esfuerzos resultaran estériles sino que quiso que fuesen como una semilla arrojada en tierra fértil que promete gozosa mies; pues, tanto los gobiernos de los pueblos como los católicos de todo el orbe de la tierra, y también todos los hombres que consideran sagrados los derechos de las gentes y la ley natural, se hacían mutua competencia estudiando de qué manera y por medio de qué obra convenía, principalmente, arrancar de raíz ese comercio humano.

No hace mucho, con elevado espíritu se celebro en Bruselas un solemne Congreso en que se reunieron los delegados de los príncipes europeos, y en fecha aún más reciente, en una reunión que personas particulares con el mismo fin tuvieron en Paris, se anuncio abiertamente que con tanto afán y constancia iban a defender la causa de los negros cuanto era el cúmulo de males que agobiaba a los esclavos.

Por eso, al volver a ofrecérsenos oportunidad para ello, no queremos dejarla pasar sin realzar y agradecer los méritos de los príncipes europeos a este respecto e implorar fervorosamente al Sumo Dios a fin de que otorgue cumplido éxito a sus proyectos y principios de esa obra.



4. Estimulo papal de las Misiones africanas, remedio del mal de la esclavitud.

Pero, además, de la solicitud por proteger la libertad, otra mayor atañe más de cerca Nuestro ministerio católico, por cuanto ella Nos urge cuidar de que en las regiones africanas se propague la doctrina del Evangelio, cual, con su luz de divina verdad cuya posesión ha de hacerlos participes con Nosotros de la heredad del Reino Dios, deberá iluminar a sus habitantes que están sentados en las tinieblas causadas por una ciega superstición. Tanto mas fervorosamente lo procuramos cuanto que ellos mismos, una vez que hayan recibido esa luz, sacudirán de sus hombros el yugo de la esclavitud humana. Pues, donde entren en vigencia las costumbres y leyes cristianas, donde la Religión de tal modo penetre a los hombres que observen la justicia y honren la dignidad humana, donde abundoso corra el espíritu de la caridad fraterna que Cristo nos enseño, allí no podrá seguir subsistiendo la esclavitud, ni la crueldad, ni la barbarie sino que florecerá la suavidad del trato y la cristiana libertad ornada de cultura ciudadana.

Ya muchísimos varones apostólicos cual intrépidos soldados de Cristo penetraron en aquellas regiones, y para lograr la salvación de Nuestros hermanos no solo vertieron sus sudores sino también su sangre. Pero por cuanto la mies es mucha y los operarios pocos (Mt 9,37 Lc 10,2) es menester que otros muchos, movidos por el mismo espíritu de Dios, sin temor a los peligros, incomodidades ni trabajos acudan a aquellas regiones donde se ejerce ese oprobiosísimo comercio, llevando a sus habitantes la doctrina de Cristo que va siempre unida a la verdadera libertad.

Verdad es que la iniciación de tan importante obra, mediante la revelación de su divinidad, ha de ilustrar también a aquella porción desgraciada del género humano, y ha de arrancarla del fango de la superstición y de su penosa situación en que despreciada y olvidada yace desde hace tanto tiempo.



5. Colectas para reunir fondos para las misiones y la lucha contra el comercio humano. Distribución.

Decretamos, pues, que en el día mencionado en la introducción, se recojan en las en las Iglesias y capillas, sujetas a tu jurisdicción y se envíen a Roma, al sagrado Consejo para la propagación del nombre cristiano; el oficio del Consejo será el de repartir los caudales recolectados entre las misiones que trabajan principalmente en la abolición de la esclavitud en las regiones africanas. Se distribuirán, empero, de tal modo que los fondos venidos de naciones que tienen sus misiones católicas propias para devolver la libertad a los esclavos, como recordamos, se entreguen a esas misiones para su sostenimiento y auxilio. Las limosnas restantes serán repartidas por el sagrado Consejo, después de prudente deliberación, entre las misiones más indigentes, cuyas necesidades se han comprobado.

No dudamos, pues, que Nuestras plegarias por los infelices africanos las reciba el misericordiosísimo Dios, y tu, Venerable Hermano, por tu cuenta, aportaras tu celo y tu trabajo para que todo se cumpla colmadamente.



6. Recomendación de la Colecta de la "Propagación de la Fe".

Confiamos, además, en que los subsidios temporarios y especiales que los fieles reúnen para abolir la mancha del comercio humano y para sostener a los heraldos del Evangelio de aquellas regiones donde la esclavitud esta en vigencia, no restrinjan la generosidad con que suelen ayudar a las misiones católicas, al hacer las colectas que se envían al instituto fundado en Lyon que recibiera el nombre de Propagación de la Fe. Esta obra saludable que ya antes de ahora recomendamos al celo de los fieles, también en esta oportunidad reclama con insistencia los medios que correspondan a la amplitud de sus necesidades, pues, sin invertir ingentes sumas no se puede proveer la educación de los misioneros, los largos viajes, la instalación de estaciones, la edificación y habilitación de templos y otras cosas necesarias de este género, inversiones que por algunos años han de continuar haciéndose hasta que aquellos lugares donde residen los heraldos del Evangelio se puedan defender con sus propias entradas.



7. Cooperación de todos. Colecta en Epifanía.

¡Ojala tuviéramos los medios para sostener esa obra, pero por cuanto se oponen a Nuestros deseos las graves estrecheces en que Nos hallamos os estimulamos con voz paternal, a ti, a los demás obispos y a los católicos todos, recomendando a vuestro espíritu caritativo una empresa tan santa y saludable. Nos deseamos que todos participen en ella, aunque no puedan contribuir sino con un pequeño óbolo, para que la carga repartida entre muchos resulte más llevadera y a todos alcance la gracia de Cristo pues, de la defensa de su causa se trata, y todos obtengan la paz, el perdón de los pecados y los mas eximio favores del cielo

Por eso ordenamos que anualmente donde y cuando se celebren los misterios de la Epifanía del Señor se recojan fondos a modo de colecta para el sostenimiento de esta obra.

Elegimos ese solemne día porque, como bien comprendes, Venerable Hermano, en ese día se manifestó por primera vez el Hijo de Dios a los gentiles, cuando se ofreció a los ojos de los Magos, los cuales, por esta razón, hábilmente fueron llamados por Nuestro predecesor SAN LEON MAGNO "Las primicias de nuestra vocación y fe".


Conclusión y bendición apostólica.

Por eso, alentamos la firme esperanza de que Nuestro Señor Jesucristo, movido por el amor y las preces de sus hijos que recibieron la luz de la verdad y lo celebran con un nuevo testimonio de alabanza, extienda ampliamente su benevolencia que florezca con gozosa prosperidad.

Entretanto, con gran afecto, os impartimos, a ti, Venerable Hermano, al clero y a los fieles encomendados a tu pastoral solicitud, la Bendición Apostólica.

Dado en Roma, cabe San Pedro 20 de Noviembre de 1890, en el año 13 de Nuestro Pontificado.

LEON PAPA XIII.








GRAVES DE COMMUNI: Sobre la Democracia Cristiana

LEON XIII

18 de enero de 1901

Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica



1. La inquietud social y agitación de nuestros días.

Las graves controversias de economía política, que tiempo ha debilitan en mas de una nación la concordia de ánimos, de tal modo se propagan y enardecen, que no sin motivo tienen inquieto y en suspenso el parecer de los hombres. Más prudentes. Su introducción fue debida en primer término a las falacias de opiniones ampliamente difundidas en el modo de filosofar y orar. Después, el nuevo impulso que en nuestros días recibieron las artes, la rapidez de comunicaciones y los medios adoptados para la disminución del trajo y aumento del salario, exacerbaron la contienda. Por último, provocada la separación entre ricos y pobres, merced a trabajos de hombres turbulentos, a tal extremo llegaron las cosas, que agitados los pueblos con frecuentes sublevaciones, parece serán entristecidos con calamidades espantosas.



2. Dos Encíclicas sociales.

Apenas comenzó Nuestro pontificado, Nos advertimos del peligro que por este concepto corría la sociedad civil y creemos deber Nuestro avisar a los católicos del grave error que se encubre en las ilusiones del socialismo y del grave daño que de él se deriva, no solo a los bienes externos de la vida, sino también a la probidad de costumbres y a la religión. Con este objeto dirigimos la Carta Encíclica Quod Apostolici muneris el 28 de diciembre de 1878.

Aumentando la gravedad de estos peligros con detrimento privado y público, Nos con solicitud acudimos a remediarlo, escribiendo al efecto la Encíclica Rerum Novarum el 15 de Mayo de 1891, en la que con extensión Nos ocupamos de los derechos y deberes, con que las dos clases de la sociedad, patronos y obreros, deben convenir entre sí; señalando a su vez conforme a las prescripciones evangélicas, los remedios más oportunos, a Nuestro juicio, para defensa de la justicia y para dirimir todo conflicto entre las clases de la sociedad.



LEON XIII, MAGISTERIO - 8. Enérgica protesta y llamado a los Obispos y fieles.