CARTAS – Teresa del Niño Jesús 137

Cta 137 A Celina

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo 19 de octubre de 1892 Querida Celina: Hace años, en los días de nuestra infancia, nos alegrábamos de que llegase nuestro santo por los regalitos que nos hacíamos una a otra. El objeto más insignificante tenía entonces a nuestros ojos un valor inigualable... Bien pronto la escena cambió. Al más joven de los pájaros le salieron alas y voló lejos del dulce nido de su infancia, ¡y entonces todas las ilusiones se desvanecieron! El verano sucedió a la primavera, y a los sueños de la juventud la realidad de la vida... Celina, ¿no fue en ese momento decisivo cuando se estrecharon todavía más los lazos que encadenaban ya nuestros corazones? Sí, la separación nos unió de una manera que las palabras no pueden expresar. Nuestro cariño infantil se trocó en unión de sentimientos, en unidad de almas y de pensamientos. ¿Quién pudo realizar esta maravilla...? Sólo aquél que cautivó nuestros corazones. «El amado escogido entre millares. El solo aroma de sus perfumes basta para atraer tras de sí». «A zaga de tu huella, / las jóvenes discurren al camino»1 (Cant. de los Cant.) (1vº) Jesús nos ha atraído a las dos juntas, aunque por caminos diferentes. Juntas nos ha elevado sobre todas las cosas quebradizas de este mundo, cuya apariencia pasa. Él ha puesto, por así decirlo, todas las cosas bajo nuestros pies. Como Zaqueo, nos hemos subido a un árbol para ver a Jesús... Por eso, podemos decir con san Juan de la Cruz: «Todo es mío, todo es para mí; la tierra es mía, los cielos son míos, Dios es mío y la Madre de mi Dios es mía»2. A propósito de la Santísima Virgen, quiero confiarte una de las simplezas que tengo con ella. A veces me sorprendo diciéndole: «Querida Virgen Santísima, me parece que yo soy más dichosa que tú, porque yo te tengo a ti por Madre, mientras que tú no tienes una Virgen Santísima a quien amar3... Es cierto que tú eres la Madre de Jesús, pero ese Jesús nos lo has dado por entero a nosotros..., y él, desde la cruz, te nos ha dado a nosotros por Madre. Por eso, nosotros somos más ricos que tú, pues poseemos a Jesús y tú eres nuestra también. Tú, en otro tiempo, en tu humildad, deseabas ser un día la humilde esclava de la Virgen feliz que tuviera el honor de ser Madre de Dios; y ahora yo, pobre criaturita, soy no ya tu esclava sino tu hija. Tú eres (2rº) la Madre de Jesús y eres mi Madre». Seguro que la Santísima Virgen se ríe de mi ingenuidad, y, sin embargo, lo que le digo es una gran verdad... Celina, ¡qué gran misterio es nuestra grandeza en Jesús! Ya ves todo lo que Jesús nos ha enseñado al hacernos subir al árbol simbólico del que te hablaba hace poco. Y ahora ¿qué ciencia va a enseñarnos? ¿No nos lo ha enseñado ya todo...? Escuchemos lo que él nos dice: «Bajad enseguida, porque hoy tengo que alojarme en vuestra casa». ¿Pero cómo...? Jesús nos dice que bajemos... ¿Adónde tenemos que bajar? Celina, tú lo sabes mejor que yo; sin embargo, déjame que te diga hasta dónde debemos ahora seguir a Jesús. Una vez, los judíos le preguntaron a nuestro divino Salvador: «Maestro, ¿dónde vives?», y él les respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros del cielo nidos, yo no tengo donde reclinar la cabeza». He ahí hasta dónde tenemos que bajar nosotras para poder servir de morada a Jesús: hacernos tan
pobres, que no tengamos donde reposar la cabeza.
Ya ves, querida Celina, lo que Jesús ha obrado en mi alma durante estos ejercicios... Ya entiendes que se trata del interior. Por lo demás, el exterior ¿no ha sido (2vº) ya reducido a la nada con la dolorosísima prueba de Caen...? En nuestro padre querido, Jesús nos ha golpeado en la parte externa más sensible de nuestro corazón. Ahora dejémosle obrar, él sabrá llevar a feliz término su obra en nuestras almas...
Lo que Jesús desea es que lo recibamos en nuestros corazones. Estos, qué duda cabe, están ya vacíos de criaturas, pero yo siento que lamentablemente el mío no está totalmente vacío de mí misma, y por eso Jesús me manda bajar... Él, el Rey de reyes, se humilló de tal suerte, que su rostro estaba escondido y nadie lo reconocía... Pues yo también quiero esconder mi rostro, quiero que sólo mi amado pueda verlo, que sólo él pueda contar mis lágrimas..., que al menos en mi corazón sí que pueda reposar su cabeza querida y sentir que allí sí es conocido y comprendido...
Celina, no puedo decirte todo lo que quisiera, mi alma es incapaz de ello... ¡Ay, si pudiera...! Mas no, no está en mi poder... ¿Pero por qué desconsolarme? ¿No piensas tú siempre lo mismo que yo...? Por eso, adivinas todo lo que no te digo.
Jesús se lo hace sentir a tu corazón. Además, ¿no ha establecido en él su morada para consolarse de los crímenes de los pecadores? Sí, allí, en el retiro íntimo del alma, es donde nos instruye a las dos juntas, y un día nos mostrará el (1rºtv) día que ya no tendrá ocaso...
¡Feliz día de tu santo! ¡Qué feliz será un día tu Teresa cuando lo celebre en el cielo...!

NOTAS Cta 137
1 SAN JUAN DE LA CRUZ, ce canción 25; cf Ms A 47vº/48rº.
2 Oración del alma enamorada.
3 Cf CA 11.8.4.

Cta 138 A la señora de Guérin

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 17 de noviembre de 1892 Querida tía: La más pequeña de sus hijas se siente incapaz de expresarle su ternura y todos los votos que formula por usted. Pero el corazón de una madre adivina fácilmente lo que ocurre en alma de su hija. Por eso, querida tiíta, no voy a tratar de expresar unos sentimientos que usted conoce ya desde hace mucho tiempo.
(1vº) Este año, Dios ha hecho rebosar de una alegría muy dulce mi corazón al llamar del destierro a mi querido papaíto1. Al repasar en mi espíritu los años dolorosos que acaban de transcurrir, mi alma desborda de gratitud. No puedo quejarme de esos sufrimientos, que han pasado ya, y que han rematado y embellecido la corona que Dios se dispone a colocar pronto en la frente venerable de quien lo ha amado tanto y lo ha servido con tanta fidelidad...
Y además, esos sufrimientos me han enseñado a conocer mejor los tesoros de ternura escondidos en el corazón de los familiares tan queridos que Dios me dio... (2rº) «La obra maestra más hermosa del corazón de Dios es el corazón de una
madre»2. Yo sé bien qué gran verdad se encierra en esa frase, y doy gracias al Señor de habérmelo hecho conocer por experiencia.
Querida tiíta, le aseguro que si usted tiene un corazón maternal para nosotras, su hijita tiene uno que es enormemente filial, y por eso le pide a Jesús que la colme de todas las gracias que un corazón de hija puede soñar para su madre querida.
Muchas veces, sólo el silencio es capaz de expresar mi oración, pero el huésped divino del sagrario lo comprende todo, incluso el silencio del alma de una hija (2vº) que está llena de gratitud...
Si no puedo estar presente el día del santo de mi querida tía, mi corazón estará muy cerca de ella, y nadie la colmará más que yo de ternura. Le ruego, querida tía, que dé un abrazo de mi parte a mi tío y a mis hermanitas queridas.
La dejo, querida tía, quedando muy unida a usted, como una hija a su madre.
Su hija que la quiere
Sor Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

NOTAS Cta 138
1 El señor Martin fue traído de vuelta a Lisieux el 10 de mayo de 1892.
2 Mons. Dupanloup, Conférences aux femmes chrétiennes.

Cta 139 A los señores Guérin

Jesús + El Carmelo, 30 de diciembre de 1892 Queridos tíos: Es un verdadero placer para su benjamín ir a ofrecerles sus felicitaciones para el nuevo año que va a empezar. No quiero intentar decir aquí todos los deseos que formulo para mis familiares queridos. Sería demasiado largo, y además con frecuencia el corazón encierra aspiraciones que la palabra es incapaz de expresar. Hay (1vº) deseos que sólo Dios puede comprender, o, mejor dicho, adivinar. A él, pues, quiero confiarle los votos que eleva mi corazón por mis seres queridos.
Muchas veces, cuando estoy a los pies de Nuestro Señor, siento que mi alma desborda de gratitud pensando en la gracia que él me hecho al darme unos familiares como los que tengo la dicha de tener. No me olvido de que el dos de enero será el cumpleaños (1rº) de mi querido tío. Me siento orgullosa de haber nacido el mismo día que él, y espero que no se olvide de rezar por su Teresita, que pronto va a ser una viejecita de veinte años. ¡Cómo pasa el tiempo...! Me parece que fue ayer cuando mi tío me hacía saltar sobre sus rodillas cantándome la romanza de Barba Azul con aquellos ojos terribles que casi me hacían morir de miedo1... La tonadilla de Mirlitir me gustaba mucho más... El solo recuerdo de esta canción todavía hoy me hace reír. (2vº) Ya ven, queridos tíos, que el peso de los años no le ha quitado todavía a su hijita la memoria; al contrario, se encuentra en una edad en que los recuerdos de la infancia tienen un encanto del todo especial... Les ruego, queridos familiares, que feliciten de mi parte a los que amo. No nombro a nadie porque el papel que me queda no me bastaría, pero en mi corazón están escritos todos los nombres y ocupan en él un espacio muy grande. Su VIEJA sobrina, que les quiere con todo el corazón, Sor Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

NOTAS Cta 139 1 Cf Ms A 18rº.



SEXTO PERÍODO EL PRIORATO DE LA MADRE INÉS DE JESÚS (febrero de 1893-marzo de 1896)

Cta 140 A la madre Inés de Jesús

J.M.J.T. Jesús + 20 de febrero de 1893 Madre querida: ¡Qué dulce es para mí poder darte ese nombre...! Hace ya mucho tiempo que tú eres mi madre. Pero ese dulce nombre sólo en el secreto de mi corazón se lo daba yo a quien era a la vez mi ángel de la guarda y mi hermana. Hoy, Dios te ha consagrado... Hoy tú eres verdaderamente mi Madre y lo serás ya por toda la eternidad... ¡Sí, qué hermoso es este día para tu hija...! El velo que Jesús ha echado sobre este día1 lo hace más luminoso aún a mis ojos: el sello de su Faz adorable ha quedado impreso en ti, el perfume del ramillete misterioso2 se ha derramado sobre ti. Y, sin duda, siempre será así: «Aquel cuyo rostro estaba escondido», Aquel que aún sigue escondido en una pequeña hostia blanca y que no se comunica a las almas sino velado, echará sobre la vida entera del apóstol amado de su Faz divina un velo misterioso que sólo Él podrá atravesar... Sí, el espíritu de la madre Genoveva reside plenamente en ti3, y su palabra profética se ha hecho realidad4. A los treinta años, comenzaste tu vida pública, ¿no fuiste tú quien proporcionó a todos los Carmelos y a tantas otras almas piadosas el consuelo de conocer los detalles emocionantes y poéticos de la vida de nuestra santa...? Pero ya entonces Jesús había posado sobre mi Madre querida su mirada velada, y no (vº) permitió que fuese conocida5, «¡porque su rostro estaba escondido...!» Si este día es ya tan bello en la tierra, ¿qué no será en el cielo? Me parece estar viendo a nuestra santa mamaíta mirando feliz a su Paulina (la que ella más amaba, su preferida6); ahora la ve convertida también ella en Madre, Madre de muchas vírgenes, entre las cuales se encuentran sus hermanas. ¡Qué gran misterio...! Ahora vas a poder penetrar en el santuario de las almas, vas a poder derramar sobre ellas los tesoros de gracias de que te ha colmado Jesús. Ciertamente sufrirás... Los vasos serán demasiado pequeños para contener el perfume precioso que querrás verter en ellos; pero el propio Jesús no tiene sino muy pobres instrumentos musicales para interpretar su melodía de amor, y, sin embargo, él sabe servirse de todos los que se le presentan. ¡Tú has de ser como Jesús...! Hermanita, Madre querida, mi corazón, el corazón de tu hija, es una lira muy pequeñita: cuando estés cansada de hacer vibrar las arpas, podrás venir a tomar tu pequeña lira y, apenas la pulses, ella producirá los sonidos que tú deseas... Al simple contacto de tus dedos consagrados, ella COMPRENDERÁ, y su débil melodía se mezclará con el canto de tu corazón... ¡Madre querida, qué de cosas quisiera decirte...! Pero no, tú ya lo sabes todo... Un día, cuando las sombras hayan pasado, descansaré sobre tu corazón y repetiré este dulce nombre: Madre.

NOTAS Cta 140 1 Ese velo son, en primer lugar, las lágrimas de la nueva priora, debidas a su emotividad; y quizás también a ciertas circunstancias de su elección. 2 Alusión a la oración simbólica a la Santa Faz, compuesta por sor Inés de Jesús en 1890. 3 Teresa evoca aquí la exhortación del canónigo Delatroëtte a la nueva priora, ante toda la comunidad, enseguida después de la elección. Cf Escritos Varios. 4 No hemos podido hallar ningún texto escrito referente a esta «profecía». 5 Teresa hace alusión a la circular sobre la madre Genoveva (+1891), firmada por la priora, madre María de Gonzaga, pero escrita en realidad por la madre Inés de Jesús. 6 La señora de Martin tenía una predilección especial por su hija Paulina, mientras que María era la preferida de su padre.

Cta 141 A Celina

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 25 de abril de 1893 Querida Celina: Voy a decirte un pensamiento que tuve esta mañana; o, mejor, te voy a transmitir los deseos de Jesús sobre tu alma... Cuando pienso en ti junto al amigo único de nuestras almas, es siempre la sencillez la que se me presenta como la nota característica de tu corazón... ¡Celina...!, sencilla florecita-Celina, no envidies a las flores de los jardines. Jesús no nos ha dicho: «Yo soy la flor de los jardines, la rosa cultivada», sino: «Yo soy la flor de los campos y el lirio de los valles»1. Pues bien, esta mañana, junto al sagrario, yo pensé que mi Celina, la florecita de Jesús, debía ser -y serlo siempre- una gota de rocío escondida en la corola divina del Lirio de los valles. Una gota de rocío, ¿qué hay de más sencillo y de más puro? No son las nubes las que la han formado, pues el rocío desciende sobre las flores cuando el azul del cielo está estrellado. Ni puede tampoco compararse con la lluvia, a la que supera en belleza y en frescor. El rocío sólo existe por la noche; en cuanto el sol empieza a lanzar sus cálidos rayos, hace destilar las preciosas perlas que brillan en las puntas de las briznas de hierba de la pradera, y el rocío se torna en un ligero vapor. Celina es una gotita de rocío que no ha sido formada (1vº) por las nubes, sino que ha caído de ese hermoso cielo que es su patria. Durante la noche de la vida, su misión es esconderse en el corazón de la Flor de los campos. Ninguna mirada humana debe descubrirla, sólo el cáliz que contiene la pequeña gotita conocerá su frescor. ¡Dichosa gotita de rocío, tan sólo conocida de Jesús...!, no te pares a contemplar el curso sonoro de los ríos que causan la admiración de las criaturas; no envidies ni siquiera al claro arroyo que serpentea por la pradera. Cierto que es muy dulce su murmullo... Pero pueden oírlo las criaturas..., y además el cáliz de la flor de los campos no puede contenerlo. No puede ser sólo de Jesús. Para ser suyos, es preciso ser pequeños, ¡pequeños como gotas de rocío...! ¡Y qué pocas son las almas que aspiran a ser así de pequeñas2...! Pero tal vez digan: ¿acaso no son mucho más útiles el río y el arroyo que la gota de rocío? ¿Para qué sirve ésta? No sirve más que para refrescar durante unos instantes a una flor de los campos que hoy es y mañana ha desaparecido... Sin duda, estas personas tienen razón: la gota de rocío sólo sirve para eso. Pero esas personas no conocen a la Flor de los campos que ha querido habitar en nuestra tierra de destierro y vivir en ella la breve noche de la vida. (2rº) Si la conociesen, entenderían el reproche que Jesús hizo una vez a Marta... Nuestro amado no tiene necesidad de nuestros grandes pensamientos ni de nuestras obras deslumbrantes; si quisiera pensamientos sublimes, ¿no tiene a sus ángeles, a sus legiones de espíritus celestiales cuyos conocimientos están infinitamente por encima de los más grandes genios de nuestra triste tierra...?
No es, pues, el ingenio ni los talentos lo que Jesús vino a buscar a la tierra. Si se convirtió en la Flor de los campos, sólo fue para mostrarnos cómo le gusta la sencillez. El Lirio del valle no aspira más que a una gotita de rocío... Y justo por eso se ha creado una ¡que se llama Celina...! Durante la noche de la vida, ella deberá vivir oculta a toda mirada humana; pero cuando las sombras comiencen a declinar y la Flor de los campos se convierta en el Sol de la justicia cuando venga a consumar su carrera de gigante, ¿podrá entonces olvidar a su gotita de rocío...? ¡De ninguna manera! Cuando él aparezca en su gloria, su compañera de destierro aparecerá también gloriosa. El Sol divino posará sobre ella uno de sus rayos de amor, y de pronto la humilde gotita de rocío aparecerá ante los ojos maravillados de los ángeles y los santos, y brillará como un diamante precioso que, reflejando al Sol de la justicia, se tornará semejante a él. Pero esto no es todo. El Astro divino, al mirar a su gota de rocío, la atraerá hacia sí, y ella ascenderá como un (2vº) ligero 3 vapor e irá a clavarse por toda la eternidad en el seno del foco ardiente del amor increado, y vivirá para siempre unida a él. Así como en la tierra fue la fiel compañera de su destierro y de sus desprecios, así también en el cielo reinará eternamente con él... ¡Y qué asombrados quedarán entonces los que en este mundo tuvieron por inútil a la gotita de rocío...! Sin duda, tendrán una disculpa: no se les había revelado el don de Dios, no habían acercado su corazón al de la Flor de los campos y no habían escuchado estas palabras irresistibles: «Dame de beber». Jesús no llama a todas las almas a ser gotas de rocío. Quiere que haya licores preciosos que las criaturas puedan apreciar y que las alivien en sus necesidades; pero para él se reserva una gota de rocío, ésa es su mayor ilusión... ¡Qué privilegio ser llamada a tan alta misión...! Mas para responder a ella, es absolutamente necesario ser sencillas... Jesús sabe bien que es difícil mantenerse puros en la tierra; por eso quiere que sus gotas de rocío se ignoren a sí mismas. Le gusta contemplarlas, pero sólo él las mira. En cuanto ellas, al no conocer su propio valor, se consideran por debajo de las demás criaturas... Y esto es lo que desea el Lirio de los valles. La gotita de rocío, Celina, ha comprendido... Este es el fin para el que Jesús la ha creado. Pero no debe olvidarse de su pobre hermanita; tiene que alcanzarle la gracia de hacer realidad lo que Jesús le hace comprender, para que, un día, el mismo rayo de amor evapore a las dos gotitas de rocío (2vºtv) y juntas puedan, después de no haber sido más que una sola cosa en la tierra, estar unidas por toda la eternidad en el seno del Sol divino4. Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 141 1 La expresión bíblica «Flor de los campos» aparece ocho veces en esta carta; la de «Lirio de los valles» cuatro veces. 2 «Ser pequeña»: es la primera vez que aparece en la pluma de Teresa esta expresión, destinada a ser una de las líneas de fuerza de su espiritualidad; cf Ms C 3rº, supra, n. 33. Hasta 1895 (Cta 178) y sobre todo hasta 1896 (Cta 182) Teresa no inventará su fórmula definitiva: «ser siempre niños, ser siempre niñitos». 3 Cf Ca 7.4.1. La misma idea en san Juan de la Cruz, CE canc. 31. 4 Desde Caen, Celina le da las gracias a su hermana el 28 de abril. He aquí un extracto de su respuesta: «Teresa, mi Teresa querida, ¡si supieras todo lo que pienso y cuántas veces a lo largo del día medito en eso que tú susurras al corazón de tu Celina... «Ser el rocío, la gota de rocío del Lirio de los campos...» ¡Ay, Teresa, qué bien lo comprendo, y cómo se hunde mi alma en abismos de profundidad...! Si supieras... No, nunca sabré decirte todo lo que pasa dentro de mí a ese respecto. Actualmente no ansío nada más, nada me atrae más que ser la gota de rocío que refresque el cáliz de la Flor de los campos. Cada palabra de tu carta abre todo un mundo a mi corazón... «Pero voy a callarme, pues prefiero meditar en silencio a hablar acerca de algo sobre lo que no existen palabras. La gotita de rocío es siempre, y en todo, incapaz, excepto para dar de beber a la Flor de los campos... Pero, Teresa, nosotras dos ¿no somos dos gotas de rocío en el cáliz de la Flor de los campos? Y tú sabes que dos gotas de rocío no pueden estar una junto a otra, muy cerquita la una de la otra, sin mezclarse y formar así una sola gota de rocío. Y entonces, el cáliz de la Flor de los campos se satisface con la gota de rocío «Teresa-Celina», ¡con esa única gota que es para él todo un océano! «Paulina me dice en su carta que «el amor de Celina es más precioso para Jesús de lo que le es amargo el odio de los malvados, y que una sola gota del gemido de su alma le hace olvidar las blasfemias de los pecadores». Sí, es gran verdad que una sola gota de rocío le basta a Jesús, ¡una sola! Y él se siente consolado y apaga su sed... Teresa, mi Teresa querida, no acierto a decirte todo lo que siento. Es demasiado. Y yo me explico muy mal. Pero ¡adivíname!» (A Teresa, LC, 152).

Cta 142 A Celina

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 6 de julio de 1893 Querida Celina: Tus dos cartas han sonado como una dulce melodía en mi corazón... Me siento feliz al ver la predilección de Jesús hacia mi Celina. ¡Cómo la quiere, y con qué ternura la mira...! Ahora ya estamos las cinco en nuestro camino1. ¡Qué suerte poder decir: «Estoy segura de hacer la voluntad de Dios»! Y su santa voluntad se ha manifestado claramente respecto a mi Celina. Es a ella a quien Jesús ha escogido entre todas para ser la corona y la recompensa del santo patriarca que ha cautivado al cielo por su fidelidad. ¿Cómo te atreves a decir que has sido olvidada o menos amada que las otras? Yo te digo que has sido ESCOGIDA de manera privilegiada, que tu misión es tanto más bella cuanto que, siendo el ángel visible de nuestro padre querido, eres a la vez la esposa de Jesús. «Es verdad -piensa tal vez mi Celina-, pero en definitiva yo hago por Dios menos que las otras, tengo muchos menos consuelos, y por lo tanto menos méritos».
«Mis planes no son vuestros planes», dice el Señor (Is 55,8-9). El mérito no consiste en hacer mucho ni en dar mucho, sino más bien en recibir, en amar mucho... Se ha dicho que hay más felicidad en dar que en recibir, y es verdad; pero cuando Jesús quiere reservarse para sí la felicidad de dar, no sería educado negarse. Dejémosle tomar y dar todo lo que quiera. La perfección consiste en hacer su voluntad2 y al alma que se (1vº) entrega enteramente a él el mismo Jesús la llama «su madre y su hermana» y toda su familia. Y en otra parte: «Si alguien me ama, guardará mi palabra (es decir, cumplirá mi voluntad), y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada» (Jn 14,23) ¡Ay, Celina, qué fácil es agradar a Jesús, cautivar su corazón! Lo único que hay que hacer es amarle sin mirarse uno a sí mismo y sin examinar demasiado los propios defectos... Tu Teresa no se encuentra en este momento en las alturas, pero Jesús le enseña a «sacar provecho de todo, del bien y del mal que halla en sí»3. Le enseña a jugar a la banca del amor, o, mejor, no, él juega por ella sin decirle cómo se las arregla, pues eso es asunto suyo y no de Teresa. Lo que ella tiene que hacer es abandonarse, entregarse sin reservarse nada para sí, ni siquiera la alegría de saber cuánto rinde su banca4. Pero, después de todo, ella no es el hijo pródigo, y por tanto no vale la pena que Jesús le ofrezca un festín, porque «ella está siempre con él». Nuestro Señor quiere dejar «las ovejas fieles en el desierto». ¡Cuánto me dice esto...! Él está seguro de ellas: no pueden descarriarse, porque están cautivas del amor. Por eso Jesús las priva de su presencia sensible para ofrecer sus consuelos a los pecadores; y si las lleva al Tabor, es por breves instantes: los valles son, por lo regular, el lugar de su descanso. «Allí es donde él sestea a mediodía». La mañana de nuestra (2rº) vida ya ha pasado, hemos gozado de las brisas perfumadas de la aurora, todo entonces nos sonreía, Jesús nos hacía sentir su dulce presencia. Pero cuando el sol cobró fuerza, el Amado «nos condujo a su jardín y nos hizo recoger la mirra» de la tribulación separándonos de todo y hasta de sí mismo. La colina de la mirra nos fortaleció con sus perfumes amargos, por eso Jesús nos hizo bajar de nuevo y ahora estamos en el valle y él nos conduce suavemente a lo largo de las aguas. Celina querida, no sé muy bien lo que te digo, pero creo que comprenderás, que adivinarás lo que quisiera decirte. ¡Seamos siempre la gota de rocío de Jesús! Ahí está la dicha, la perfección... Afortunadamente es a ti a quien estoy hablando, pues otras personas no sabrían comprender mi lenguaje, y confieso que a muy pocas almas les suena a verdadero. En efecto, los directores hacen progresar en la perfección a base de un gran número de actos de virtud, y tienen razón; pero mi director, que es Jesús5, no me enseña a llevar la cuenta de mis actos, él me enseña a hacerlo todo por amor, a no negarle nada, a estar contenta cuando él me ofrece una ocasión de demostrarle que le amo; pero esto se hace en la paz, en el abandono6, es Jesús (2vº) quien lo hace todo y yo no hago nada.
Me siento muy unida a mi Celina. Creo que no es frecuente que Dios haya hecho dos almas que se comprendan tan bien, sin que haya nunca entre ellas una nota discordante. La mano de Jesús, al tocar una de las liras, hace vibrar al mismo tiempo la otra... ¡Vivamos escondidas en nuestra Flor divina de los campos hasta que declinen las sombras; dejemos que las gotas de licor sean apreciadas por las criaturas! Puesto que nosotras le gustamos a nuestro Lirio, sigamos siendo gustosas ¡su gota exclusiva de rocío...! Y a cambio de esta gota, que habrá sido su consuelo durante el destierro, ¿qué no nos dará él en la patria...? El mismo nos lo dice: «Quien tenga sed, que venga a mí y beba» Así pues, Jesús es y será siempre nuestro océano... Como el ciervo sediento, nosotras suspiramos por ese agua que se nos promete; pero nuestro mayor consuelo es ser también nosotras el océano de Jesús, el océano del Lirio de los valles.
Sólo tu corazón podrá leer esta carta, pues a mí misma me cuesta descifrarla. Se me acabó la tinta, he tenido que echar saliva en el tintero para arreglármelas, ¿no es para reírse...?
Abrazos a toda la familia, pero sobre todo a mi Rey querido, que recibirá un beso de su Celina de parte de su reina, Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 142
1 Leonia ha entrado de nuevo en la Visitación de Caen el 24 de junio.
2 Cf Ms A 2vº.
3 SAN JUAN DE LA CRUZ, Glosa a lo divino; cf Ms A 83rº y PN 30.
4 Cf CSG, p. 71.
5 Cf Ms A 71rº y80 vº.
6 Es la primera vez que esta palabra aparece en los escritos.

Cta 143 A Celina

J.M.J.T.
Jesús + El Carmelo, 23 de julio de 1893
Mi querida Celinita: No contaba con responder yo esta vez a tu carta1, pero nuestra Madre quiere que añada unas palabras a la suya.
¡Cuántas cosas tendría que decirte! Pero como no tengo más que unos momentos, quiero, ante todo, asegurar a la gotita de rocío que su Teresa la comprende... Después de leer tu carta, me fui a la oración. Tomando el evangelio, pedí a Jesús encontrar un pasaje para ti, y mira el que me salió: «Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando veis que comienzan a echar brotes, os dais cuenta de que está próximo el verano. Pues cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios» Cerré el libro. Ya había leído bastante. En efecto, «estas cosas» que suceden en el alma de mi Celina demuestran que el reino de Jesús se ha establecido ya en su alma... Ahora quiero decirte lo que sucede en la mía, que sin duda es lo mismo que sucede en la tuya. Es cierto lo que dices, Celina: las frescas mañanas2 han pasado ya para nosotras, ya no quedan flores que cortar, Jesús las ha cogido para sí. Tal vez algún día haga brotar otras nuevas; pero mientras tanto, ¿qué debemos hacer? Celina, Dios no me pide ya nada... Al principio me pedía una infinidad de cosas. Durante algún tiempo pensé que ahora, como Jesús no me pedía nada, tendría que caminar dulcemente en la paz y en el amor, haciendo solamente lo que él me pedía3... Pero tuve una inspiración. Dice santa Teresa que (vº) es necesario alimentar el amor4. Cuando estamos en tinieblas, en sequedades, la leña no se encuentra a nuestro alcance; pero ¿no tendremos que echar en él al menos unas pajitas? Jesús es lo bastante poderoso para alimentar él solo el fuego; sin embargo, le gusta vernos echar en él algo que lo alimente. Es éste un detalle que le agrada, y entonces arroja él al fuego mucha leña. A él nosotras no le vemos, pero sentimos la fuerza del calor del amor. Yo lo he visto por experiencia: cuando no siento nada, cuando soy INCAPAZ de orar y de practicar la virtud, entonces es el momento de buscar pequeñas ocasiones, naderías que agradan a Jesús más que el dominio del mundo e incluso que el martirio soportado con generosidad. Por ejemplo, una sonrisa, una palabra amable cuando tendría ganas de callarme o de mostrar un semblante enojado, etc., etc. ¿Comprendes, Celina querida? No es para labrar mi corona5, para ganar méritos, es por agradar a Jesús... Cuando no tengo ocasiones, quiero al menos decirle muchas veces que le amo. Esto no resulta difícil, y alimenta el fuego; aun cuando me pareciese que está apagado ese fuego del amor, me gustaría echar en él alguna cosa, y Jesús podría entonces reavivarlo. Celina, temo no haber dicho lo que debiera. Tal vez pienses que yo hago siempre esto que digo. Pues no, no siempre soy fiel. Pero no me desanimo nunca6, me abandono en los brazos de Jesús. La gotita de rocío se hunde más adentro en el cáliz de la Flor de los campos y allí encuentra todo lo que ha perdido, y mucho más. Tu hermanita Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz. rel. carm. ind.

NOTAS Cta 143 1 La del 12 de julio (LC 154). En su respuesta a la Cta 142, Celina decía entre otras cosas: «Tu hermosa carta me ha gustado mucho y es todo un alimento para mi alma. (...) En mi interior, todo es la nada, todo es noche oscura. ¿Dónde queda el tiempo en que yo -tan transportada, tan fuerte, tan animosa- leía a san Juan de la Cruz y, con el alma dilatada de alegría, volaba tan alto? Ha pasado ya el tiempo en que cantaba: «De flores y esmeraldas, / en las frescas mañanas escogidas, / haremos las guirnaldas...». «Teresa querida, ¡tu me comprendes tan bien, y tu alma es un eco tan fiel de la mía...! Sí, la mañana de nuestra vida ha pasado, y ahora ha llegado el mediodía, tan pesado y agobiante... «Sin embargo, me viene a la mente un pensamiento: y es que san Juan de la Cruz no dice que el alma trence las guirnaldas en las frescas mañanas, sino con flores escogidas en las frescas mañanas. Es, por tanto, ahora, en el mediodía, cuando el alma trenza las flores que antes escogió en las frescas mañanas... «Ahora ya no tiene para ofrecer a su Amado más que el ramillete ya escogido; ahora ya no puede hacer otra cosa que anudarlo en uno solo de sus cabellos»... «Teresa querida, ¿así que tú crees que basta con un solo cabello de nuestro amor...? ¿Crees que Dios no me pide que escoja nuevas flores y nuevas esmeraldas, que practique muchas virtudes, que produzca «emisiones de bálsamo divino», sino únicamente que trence con amor las flores de las frescas mañanas...? ¿Así que tú crees que ahora sólo basta el amor? ¡Cuánto bien me hace este pensamiento! ¡Me ha venido de pronto al escribirte, pues yo interpretaba de otra manera esas palabras!. (LC 154, 12/7/1893). 2 SAN JUAN DE LA CRUZ, CE, can. 30. 3 En el autógrafo: «lo que me pedía en otro tiempo». El añadido es de sor Genoveva y quedó registrado en los Procesos (CE II) y en la edición de 1948. 4 SANTA TERESA DE JESÚS, V 30,20. 5 Cf Cta 43 y 94; PN 13, 17; el Acto de Ofrenda (Or 6); Cta 182; carta de María de la Eucaristía a la señora de Guérin del 10/7/1897. 6 El rechazo del desaliento es una actitud muy teresiana, ya desde su niñez; cf el propósito de su primera comunión: «Nunca me desanimaré» (VT nº 74, p. 134) y supra, Ms C n. 50.

Cta 144 A Celina

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 23 de julio de 1893 Querida Celinita: No me sorprende que no entiendas nada de lo que ocurre en tu alma. Un niño PEQUEÑO completamente solo en el mar, en una barca perdida en medio de las olas borrascosas ¿podrá saber si está cerca o lejos del puerto? Mientras sus ojos divisan todavía la orilla de donde zarpó, sabe cuánto camino lleva recorrido y, al ver alejarse la tierra, no puede contener su alegría infantil. ¡Pronto -se dice a sí mismo- llegaré al final del viaje! Pero cuanto más se aleja de la playa, más vasto parece también el océano. Entonces la CIENCIA del niñito se ve reducida a nada, y ya no sabe hacia dónde va su navecilla. Como no sabe manejar el timón, lo único que puede hacer es abandonarse, dejar flotar la vela a merced del viento...
Celina mía, la niñita de Jesús se encuentra completamente sola en una barquichuela, la tierra ha desaparecido a sus ojos y no sabe a dónde va, ni si avanza o retrocede... Teresita sí lo sabe: está segura de que su Celina está en alta mar, de que la navecilla que la lleva boga a velas desplegadas hacia el puerto, de que el timón, que Celina ni siquiera puede ver, no está sin piloto. Jesús está allí, dormido, como antaño en la barca de los pescadores de Galilea. Él duerme... y Celina no lo ve porque la noche ha caído sobre la navecilla... Celina no oye la voz de Jesús. El viento sopla y ella lo oye soplar, ve las tinieblas... y Jesús sigue durmiendo. Sin embargo, (1vº) si se despertara solamente un instante, sólo tendría que «ordenar al viento y al mar, y vendría una gran calma», y la noche sería más clara que el día. Celina vería la mirada divina de Jesús, y su alma quedaría consolada... Pero entonces Jesús ya no dormiría, ¡y está tan CANSADO...! Sus pies divinos están cansados de buscar a los pecadores, y en la navecilla de Celina Jesús descansa tan a gusto... Los Apóstoles le habían dado una almohada, el Evangelio nos cuenta este detalle. Pero en la barquilla de su esposa querida Nuestro Señor encuentra otra almohada mucho más suave: el corazón de Celina. Allí lo olvida todo, allí está como en su casa... No es una piedra lo que sostiene su cabeza divina (aquella piedra por la que suspiraba durante su vida mortal): es un corazón de hija, un corazón de esposa. ¡Y qué contento está Jesús! ¿Pero cómo puede estar contento cuando su esposa sufre, cuando vela mientras él duerme dulcemente? ¿No se da cuenta de que Celina no ve más que la noche, de que su rostro divino está escondido para ella, y de que a veces hasta la carga que siente sobre su corazón le parece pesada...? ¡Qué gran misterio! Jesús, el niñito de Belén, a quien María llevaba como una «carga ligera», se vuelve pesado, tan pesado que san Cristóbal se queda sorprendido... También la esposa de los Cantares dice que su «Amado es un ramillete de mirra que descansa sobre sus senos». La mirra es el sufrimiento, y así es como Jesús reposa sobre el corazón de Celina... Y sin embargo, Jesús está contento de verla entre sufrimientos, se siente feliz de recibirlo todo de ella durante la noche... Espera la aurora, y entonces... sí, entonces ¡¡¡qué despertar el de Jesús...!!! Celina querida, ten la seguridad de que tu barca está en alta mar, tal vez muy cerca ya del puerto. El viento del dolor que la empuja es un viento de amor, y ese viento es más rápido que el relámpago... (rºtv) ¡Cómo me emocionó saber que Jesús te había inspirado la idea de los pequeños sacrificios! Yo se lo había pedido, no contando con escribirte tan pronto. Hasta ahora, nunca Nuestro Señor se me ha negado a inspirarte lo que le he pedido que te diga1. Siempre nos concede las mismas gracias a las dos. Hasta me veo obligada a llevar un rosario de prácticas2. Lo hago por caridad hacia una de mis compañeras3. Ya te lo contaré detalladamente, es muy divertido... Estoy presa entre unos hilos que no me gustan, pero que me son muy útiles en la situación en que se encuentra mi alma4.

NOTAS Cta 144 1 Cf Cta 137, párr. 4; Cta 149, párr. 2; CA 13.7.9. 2 Rosario de cuentas móviles para contar los actos de virtud o los sacrificios. De niña, Teresa se había servido de este sencillo medio ascético: cf Cta 11. 3 Sor Marta de Jesús, Cf Or 3. 4 Celina responde a esta carta el 27 de julio. Tu carta, escribe, «me ha hecho tanto bien, que he dado gracias por ella a Nuestro Señor. No lo entiendo, pero siempre me dices justamente lo que necesito que me digan... «La imagen del niño en alta mar me ha dado mucho que pensar, y también esto otro: «Jesús se siente feliz de recibirlo todo durante la noche... Espera la aurora, y entonces..., sí, entonces ¡¡¡qué despertar el de Jesús...!!!». Esto, Teresa, me transporta. «Me ha emocionado, me ha emocionado mucho nuestra coincidencia en los pequeños sacrificios. Sí, Jesús me los pide y yo no los rechazo. Me siento inclinada a, «ya que Jesús no me da», dar yo sin medida y aprovechar las ocasiones» (LC 155, 27/7/1893).


CARTAS – Teresa del Niño Jesús 137