Teresa III Cartas - £[XIV]


II

El autor de estas epístolas, que es santa Teresa, no es posible ilustrarlo, pues la santa con sus virtudes, milagros, y escritos es la que ha ilustrado a España, a la Iglesia, y al mundo; conque aunque sea posible alabarla, no es posible ilustrarla.

III

El segundo intento, que es declarar lo escrito, será necesario en algunas de estas epístolas; porque no en todas se conoce perfectamente la materia que contienen, ni el intento, ni las personas a quien se enderezan, ni todas las demás circunstancias, de que se compone su clara inteligencia.

IV

El tercero, que es hacer atento al lector, es lo que yo más deseo, y procuraré en estas notas; porque si con reparos, y consideraciones las leyere advertido, saldrá de leerlas aprovechado, por lo mucho que la Santa alumbra, y enseña en sus cartas.
V Las notas han de ser breves, y claras; pero breves, sin faltarles lo necesario, y claras, sin llegar a lo superfluo. También han de ser fructuosas para la inteligencia, y explicación de lo escrito, y si esto es espiritual, han de seguir ellas el mismo intento, y materia, y han de ser espirituales.

VI

Los comentos admiten grandes discursos, y lugares de santos; pero las notas poquísimos. Con todo eso, mirando más al provecho de las almas, [XXIV] que no a la censura, se pondrán algunos; pero los menos que pueda ser, por no pasar de nota a comento.

VII

Compónense las notas de todo género de menudencias, en el tiempo, en el lugar, en lo escrito, en la persona, y en los sucesos, y otras circunstancias semejantes; y son como las cejas, y pestañas, y otros extremos del cuerpo, que con ellos se adorna, y sin ellos se afea: puede vivir sin ellos, pero estará más hermoso con ellos. Y así en caso que se pongan aquí algunas de esta calidad, no es bien que se tenga por superfluo, lo que para la decencia, para la hermosura, y para la autoridad viene a ser necesario.

VIII

En los lugares, o autoridades, que se ponen en las notas, cuando son sobre texto de idioma común, y castellano, como éste, suelen echar menos los que saben latín, que no les pongan las palabras latinas del santo u de la Escritura, y los que no lo saben, se embarazan con que les pongan allí lo que ignoran. Y así, porque somos deudores de todos, lo pondremos en romance, para los que lo ignoran, y en latín para los que lo saben.

IX

Aunque las notas piden brevedad, pero el aprovechamiento no siempre la pide; y así algunas veces nos dilataremos lo que no quisiéramos. Pero entonces si al lector le cansa la nota, déjela luego, y pase adelante a otra carta de la Santa, pues no es razón, que omita la pluma escribir lo conveniente al servicio de Dios; y siempre es bien, que prefiera lo útil a lo acomodado, y más cuando éste tiene de amable, y de fácil la lectura, que la deja cuando le parece al lector, conque sin perjuicio ajeno logra el propio descanso.
X Últimamente, estando estas notas en cada carta a los pies de santa Teresa, no pueden parecer mal, ni tampoco es posible que parezcan bien. No pueden parecer mal, humillándose a esta espiritual, y admirable maestra de espíritu. Ni tampoco bien, cotejadas con su soberano estilo, y gracia interior, que anima a sus cartas. Pero como quiera que no se busca (ni Dios tal permita) el lucimiento propio, sino la veneración de la Santa, y el provecho ajeno, fácilmente, y con grande resignación se padecerá la censura, porque aquello en alguna manera se consigna.


Con el presupuesto, pues, de estas advertencias, se comienza la carta primera, que escribió la Santa al señor rey Felipe segundo.

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Cartas de la santa madre Teresa de Jesús


1

Carta I

Al prudentísimo señor, el rey Felipe II.

Jesús


1. La gracia del Espíritu Santo sea siempre con vuestra majestad. Amén. A mi noticia ha venido un memorial, que a vuestra majestad han dado contra el padre maestro Gracián, que me espanto de los ardides del demonio, y de sus ministros; porque no se contenta con infamar a este siervo de Dios (que verdaderamente lo es, y nos tiene tan edificadas a todas, que siempre me escriben de los monasterios que visita, que los deja con nuevo espíritu) sino que procuran ahora deslustrar estos monasterios, a donde tanto se sirve nuestro Señor. Y para esto se han valido de dos Descalzos, que el uno, antes que fuese fraile, sirvió a estos monasterios, y ha hecho cosas, a donde bien da a entender, que muchas veces le falta el juicio; y deste Descalzo, y otros apasionados contra el padre maestro Gracián (porque ser el que los castigue) se han querido valer sus émulos, haciéndoles firmar desatinos, que si no temiese el daño que podría hacer el demonio, me daría recreación lo que dice que hacen las Descalzas; porque para nuestro hábito sería cosa monstruosa. Por amor de Dios suplico a vuestra majestad, no consienta, que anden en tribunales testimonios tan infames; porque es de tal suerte el mundo, que puede quedar alguna sospecha en alguno (aunque más se pruebe lo contrario) si dimos alguna ocasión. Y no ayuda a la reformación poner mácula en lo que está por la bondad de Dios tan reformado, como vuestra majestad podrá ver, si es servido, por una probanza, que mandó hacer el padre Gracián destos monasterios, por ciertos respetos, de personas graves, y santas, que a estas monjas tratan. Y pues de los que han escrito los memoriales, se puede hacer información de lo que les mueve, por amor de Dios nuestro Señor vuestra majestad lo mire, como cosa que toca a su gloria, y honra. Porque si los contrarios ven, que se hace caso de sus testimonios, por quitar la visita, levantarán a quien la hace, que es hereje; y donde no hay mucho temor de Dios, será fácil probarlo. [2]

2. Yo he lástima de lo que este siervo de Dios padece, y con la rectitud, y perfección que va en todo; y esto me obliga a suplicar a vuestra majestad le favorezca, o le mande quitar de la ocasión destos peligros, pues es hijo de criados de vuestra majestad, y él por sí no pierde; que verdaderamente me ha parecido un hombre enviado de Dios, y de su bendita Madre, cuya devoción, que tiene grande, le trujo a la Orden para ayuda mía; porque ha más de diez y siete años, que padecía a solas, y ya no sabía cómo lo sufrir, que no bastaban mis fuerzas flacas. Suplico a vuestra majestad, me perdone lo que me he alargado, que el gran amor que tengo a vuestra majestad, me ha hecho atreverme, considerando, que pues sufre el Señor mis indiscretas quejas, también las sufrirá vuestra majestad. Plegue a él oiga todas las oraciones de Descalzos, y Descalzas que se hacen, para que guarde a vuestra majestad muchos años, pues ningún otro amparo tenemos en la tierra. Fecha en Ávila, a 13 de setiembre de mil y quinientos y setenta y siete años.

Indigna sierva, y súbdita de vuestra majestad.

Teresa de Jesús.
Notas


1. Dio motivo a que se escribiese esta carta por la Santa, la persecución, que se levantó contra sus religiosas en Sevilla, y contra el venerable padre fray Gerónimo Gracián, una de las primeras, y principales piedras de este espiritual edificio de la Descalcez, de quien hablaremos después en su lugar.

2. Tres cosas se pueden notar en esta carta. La primera, el celo: la segunda, la confianza: la tercera, la libertad santa de espíritu, con que escribe a aquel prudentísimo rey.

Las dos primeras están claras en toda la carta: la última se manifiesta en la santa ingenuidad, y celo con que habla de los que calumniaban a su religión, y a sus religiosas injustamente.

3. Bueno es, que por callar la Santa, ahoguen dos religiosos díscolos, en su mismo nacimiento, a una religión, que tantas almas ha dado al cielo, y tanto ejemplo, y provecho a la tierra.

No es justo, que tenga más larga su espada la relajación, que la razón. Calle lo falso, que no es bien que calle lo cierto, y lo verdadero. Por eso dijo el Espíritu Santo: Noli esse humilis in sapientia tua, ne forte humiliatus in stultitiam seducaris (Si 13,11). Como si dijera: No pienses, que es humildad callar, cuando prevalece lo malo, y rehúsas el defender lo bueno. Huye de una humildad, que con la omisión se viene a hacer necedad: Ne in stultitiam seducaris.

4. También se puede advertir, cuán justamente hace repetidos aniversarios, y oraciones esta santa religión, por el señor rey Felipe II, y sus serenísimos sucesores, pues nació, y creció en los brazos [3] de su piedad, y celo; y si no fuera por eso, puede ser que no se hubiera logrado tan insigne, y esclarecida reforma.

Pero remediose todo con recurrir santa Teresa a este religiosísimo príncipe, con el dictamen del santo Onías, que dijo: Impossibile esse, sine regali providentia pacem rebus dari (2M 4,6). Imposible es, que se conserve la paz sin la providencia, y mano del príncipe.

5. Las persecuciones que padeció en sus principios esta reformación, fueron grandes. Pero no hay que admirar, porque más fácil es fundar tres religiones, que reformar una sola. Y se ve, en que en siete días crió Dios el mundo, y treinta y tres años ocupó para su reformación; y no lo consiguió, sin que pusiese el mundo a Dios en una cruz, permitiéndolo esto para traer a sí, por el camino de la cruz, al mundo: Cum exaltatus fuero a terra, omnia traham ad me (Jn 12,32). En menos de tres horas de una noche atribulada, fundó Dios el apostolado, después de su primera vocación; pero ¿cuántos días, y noches, y cuántos concilios, y órdenes se han gastado para reformarlo en sus sucesores? La razón de esto es porque al criar, no pone impedimento la naturaleza; pero al corregirla, y ponerla en camino, lo pone. El criar, es todo de Dios; pero en el reformarnos, tenemos parte nosotros: y somos tales, que abrazados de nuestros daños, resistimos a nuestros remedios.

6. Pondera la Santa, en esta misma carta, la perfección grande, con que padecía aquel varón de Dios el venerable padre Gracián. Porque los príncipes grandes sienten sumamente los trabajos de los siervos del Señor, y tienen por muy propias sus ofensas.

Tuerce más la clavija diciendo: Es hijo de criados de vuestra majestad, y él por sí no pierde. Como si dijera: criado del rey, que por sí no pierde, y es siervo de Dios, ¿qué premio no merece en esta vida, y en la otra? Siervo de Dios, y del rey, dos premios merece, y muy grandes. Quiere la Santa hacer del rey su negocio, con que sea su criado el que ayudó a la reforma de una religión tan santa.

7. Pasa luego a ponderar justamente, lo que ha padecido en diez y siete años la Santa; y que le fue único socorro enviado de Dios el venerable padre Gracián. Testimonio ilustre de la santidad de este espiritual varón, y de la providencia divina, la cual, para grandes cosas, siempre cría, y previene instrumentos proporcionados.

Así en todas las fundaciones de la Iglesia, para levantar el edificio de las religiones, con el primero fundador, forma el Señor, y labra ilustres columnas, que la sustenten, y propaguen. ¿Cuáles fueron los Apóstoles, con haber el Señor fundado sobre la piedra Pedro su Iglesia? ¿Cuáles fueron los primeros discípulos de san Benito, Plácido, Mauro, y otros? ¿Cuáles fueron los de santo Domingo, san Francisco, y de todos los demás? Por el primitivo espíritu que da Dios a los fundadores, obra con más calor, y luz en las almas, y así son entonces mayores los santos. Por eso decía san Pablo: Nos autem primitias spiritus habentes (Rm 8,23). Y añade santo Tomás: Tempore prius caeteris, abundantius Apostoli habuerunt (Angelicus Praeceptor, ibid.).

8. Acaba su carta la Santa con una suavísima peroración, y discreta lisonja a su majestad, diciendo: Que le perdone, que el amor que le [4] tiene le ha hecho atrevida. Ninguna cosa iguala términos desigualísimos, como el amor. Ese unió a Dios con el hombre, y le hizo hombre: Propter nimiam charitatem suam, qua dilexit nos (1JN 4,16). Y menor distancia había de santa Teresa a Felipe segundo, que del alma a Dios.

Al amor, que allana las soberanías, apadrina la paciencia, que se cría, y crece con el mismo amor. Porque el que es amante, es también paciente; y Dios sufre porque ama. Porque dénmelo desnudo de amor, que yo se lo daré armado de justicia. Aquél quita el azote a ésta, y le pone los cordeles en las manos, y atado le ofrece a nuestra redención.

Todas estas virtudes de Dios, las aplica la Santa a, su rey; y con una misma lisonja lo alaba, y lo enseña; lo alumbra, y lo alegra y consigue su intento. Excelente arte de saber negociar, sacar, y conseguir con dulzura el beneficio, y dejar obligado, y alegre a su bienhechor.



2

Carta II

Al ilustrísimo señor don Teutonio de Braganza, arzobispo que fue de Ébora. En Salamanca.

Jesús


1. La gracia del Espíritu Santo sea con V. S. y venga muy en hora buena con salud, que ha sido harto contento para mí, aunque para tan largo camino, corta se me hizo la carta; y aún no me dice V. S. si se hizo bien a lo que V. S. iba. De que estará descontento de sí, no es cosa nueva: ni V. S. se espante, de que con el trabajo del camino, y el no poder tener el tiempo tan ordenado, tenga alguna tibieza. Como V. S. torne a su sosiego, le tornará a tener el alma. Yo tengo ahora alguna salud, para como he estado; que a saberme quejar tan bien como V. S. no tuviera en nada sus penas. Fue extremo los dos meses de gran mal que tuve; y era de suerte, que redundaba en lo interior, para tenerme como una cosa sin ser. Desto interior ya estoy buena; de lo exterior, con los males ordinarios bien regalada de V. S. Nuestro Señor se lo pague, que ha habido para mí, y otras enfermas, que lo vinieron harto algunas de Pastrana, porque la casa era muy húmeda. Mejores están: son muy buenas almas, que gustaría V. S. de tratarlas, en especial la priora.

Ya yo sabía la muerte del rey de Francia. Harta pena me da ver tantos trabajos, y cómo va el demonio ganando almas. Dios lo remedie, que si aprovechasen nuestras oraciones, no hay descuido en suplicarlo a su Majestad. A quien suplico, pague a V.S. el cuidado, que tiene en hacer merced, y favor a esta Orden. El padre provincial ha andado tan lejos [5] (digo el visitador), que aun por cartas no he podido tratar este negocio. De lo que V. S. me dice de hacer ahí casa destos Descalzos, sería harto bien, si el demonio, por serlo tanto, no lo estorba: y es harta comodidad la merced que V. S. nos hace. Y ahora viene bien, que los visitadores se han tornado a confirmar, y no por tiempo limitado; y creo, que con más autoridad, para cosas, que antes, y pueden admitir monasterios; y ansí espero en el Señor lo ha de querer. V. S. no lo despida por amor de Dios. Presto creo estará cerca el padre visitador: yo le escribiré; y dícenme irá por allá. V. S. me hará merced de hablarle, y decir su parecer en todo. Puede hablarle V. S. con toda llaneza, que es muy bueno, y merece se trate ansí con él: y por V. S. quizá se determinará a hacerlo. Hasta ver esto, suplico a V. S. no lo despida. La madre priora se encomienda en las oraciones de V. S. Todas han tenido cuenta, y la tienen de encomendarle a nuestro Señor, y ansí lo harán en Medina, y a donde me quisieren hacer placer. Pena me da la poca salud, que trae nuestro padre rector: nuestro Señor se la dé, y a V. S. tanta santidad, como yo le suplico. Amén. Mande V. S. decir al padre rector, que tenemos cuidado de pedir al Señor su salud, y que me va bien con el padre Santander, aunque no con los religiosos vecinos; porque compramos una casa harto a nuestro propósito, y es algo cerca dellos, y hannos puesto pleito: no sé en qué parará.

Indigna sierva, y súbdita de V. S.

Teresa de Jesús, Carmelita.
Notas


1. Esta carta se escribió el año de 1574, estando la Santa en Segovia. Es para el Illmo. Sr. D. Teutonio de Braganza, arzobispo de Ébora, antes de serlo, y recién llegado a Salamanca. Fue grande en todo, en ejemplo, en sangre, en Iglesia, y en la devoción que tuvo a la Santa.

2. En ella alienta, consuela a este prelado. En el número primero, de la tibieza que sentía en su espíritu; y propónele la esperanza, de que en cesando el tropel de sus negocios, volvería a su quietud. Cuidadoso era este prelado de su alma, pues andaba siempre recatado de sí: Beatus homo, qui semper est pavidus (Pr 28,14).

Exterior, e interior no se componen bien; pero muchas veces, aunque lo siente menos el alma, se aprovecha más; porque no somos como sentimos, sino como somos.

Todavía es menester recogerse el hombre, y entrarse dentro de sí; y esto se hace con la oración. Por eso aconseja diversas veces la Santa, que el que ha de ser para todos, de tal manera lo sea, que no se olvide de sí.

3. Esto escribía repetidamente san Bernardo al pontífice Eugenio, diciendo: [6] Si es homo omnium, omnibus omnia factus esto etiam tui. Alioquin quid tibi proderit, si universos lucreris, te ipsum perdas? (S. Bern. de Confid. ad Eugen.). Si eres de todos, séaslo también de ti; ¿pues qué importa que los ganes a todos, si te pierdes a ti?

En este número pondera con harta gracia, cuán superiores eran las quejas de este prelado a sus penas. Éste es trabajo de nuestra debilidad, ser mayores en nosotros las quejas, que los trabajos; y ser menores los daños, que los temores, si no son daños de culpa, sino de naturaleza.

4. Al fin del número primero hace mención de las religiosas del convento de Pastrana, que se trasladó al de Segovia; de las cuales dice, que eran muy buenas almas, en especial la priora. Éralo la venerable madre Isabel de san Domingo, fundadora del religiosísimo convento de las Carmelitas descalzas de san José de Zaragoza. Cuya vida escribió con pluma erudita, elegante, y discreta, el Sr. D. Miguel Bautista de la Nuza, protonotario de Aragón, y de su Consejo supremo, que con diversos escritos, llenos de espíritu, y devoción, ilustra su corona, y al Carmelo.

5. En el número segundo habla de la muerte del rey de Francia, que fue sin duda Carlos IX, que murió el año de 1574, a 30 de mayo, de edad de treinta años. No hay seguridad en la vida: todo lo consume la muerte; y con la deste rey, se levantaron muchas herejías en su reino, que son los trabajos, que daban pena a la Santa, y a lo que alude, cuando dice, que se lastimaba de ver cómo iba ganando almas el demonio.



3

Carta III

Al mismo ilustrísimo prelado D. Teutonio de Braganza, arzobispo de Ébora.

Jesús


1. La gracia del Espíritu Santo sea con vuestra ilustrísima señoría. Amén. Una carta de V. S. Ilma. recibí más ha de dos meses, y quisiera harto responder luego; y aguardando alguna bonanza de los grandes trabajos, que desde agosto hemos tenido Descalzos, y Descalzas, para dar a V. S. noticia dello, como me manda en su carta, me he detenido; y hasta ahora va cada día peor, como después diré a V. S. Ahora no quisiera sino verme con V. S. que por carta podré decir mal el contento, que me ha dado una, que he recibido esta semana de V. S. por la vía del padre rector, aunque con más claridad tenía yo nuevas de V. S. más ha de tres semanas; y después me las han dicho por otra parte: que no sé como piensa V. S. ha de ser secreta cosa semejante. Plegue a la divina Majestad, que sea para tanta gloria, y honra suya, y ayuda a ir V. S. creciendo en mucha santidad, como yo pienso que será.

2. Crea V. S. que cosa tan encomendada a Dios, y de almas, que sólo traen delante, que sea servido en todo lo que piden, que no las dejará [7] de oír; y yo, aunque ruin, es muy contino el suplicárselo, y en todos estos monasterios destas siervas de V. S. a donde hallo cada día almas, que cierto me traen con harta confusión. No parece sino que anda nuestro Señor escogiéndolas, para traerlas a estas casas, de tierras, a donde no sé quien las da noticia.

3. Ansí que V. S. se anime mucho, y no le pase por pensamiento pensar, que no ha sido ordenado de Dios (que yo ansí lo tengo por cierto), sino que quiere su Majestad, que lo que V. S. ha deseado servirle, lo ponga ahora por obra: que ha estado mucho tiempo ocioso, y nuestro Señor está muy necesitado de quien le favorezca la virtud: que poco podemos la gente baja, y pobre, si no despierta Dios quien nos ampare, aunque más queramos no querer cosa, sino su servicio; porque está la malicia tan subida, y la ambición, y honra, en muchos que la habían de traer debajo de los pies, tan canonizada, que aun el mesmo Señor parece se quiere ayudar de sus criaturas, con ser poderoso, para que venza la virtud sin ellas; porque le faltan los que había tomado para ampararla, y ansí escoge las personas, que entiendo le pueden ayudar.

4. V. S. procure emplearse en esto, como yo entiendo lo hará, que Dios le dará fuerzas, y salud (y yo lo espero en su Majestad) y gracia, para que acierte en todo. Por acá serviremos a V. S. en suplicárselo muy contino; y plegue al Señor le dé a V. S. personas inclinadas al bien de las almas, para que pueda V. S. descuidar. Harto me consuela, que tenga V. S. la Compañía tan por suya, que es de grandísimo bien para todo.

5. Del buen suceso de mi señora la marquesa de Elche me he alegrado mucho, que me trujo con harta pena, y cuidado aquel negocio, hasta que supe era concluido también. Sea Dios alabado. Siempre cuando el Señor da tanta multitud de trabajos juntos, suele dar buenos sucesos, que como nos conoce por tan flacos, y lo hace todo por nuestro bien, mide el padecer conforme a las fuerzas. Y ansí pienso nos ha de suceder en estas tempestades de tantos días; que si no estuviese cierta viven estos Descalzos, y Descalzas procurando llevar su regla con rectitud, y verdad, habría algunas veces temido han de salir los émulos con lo que pretenden (que es acabar este principio, que la Virgen sacratísima ha procurado se comience) según las astucias trae el demonio, que parece le ha dado Dios licencia, que haga su poder en esto.

6. Son tantas las cosas, y las diligencias que ha habido para desacreditarnos, en especial al padre Gracián, y a mí (que es a donde dan los golpes) y digo a V. S. que son tantos los testimonios que deste hombre se han dicho, y los memoriales que han dado al rey, y tan pesados, [8] y destos monasterios de Descalzas, que le espantaría a V. S. si lo supiese, de cómo se pudo inventar tanta malicia. Yo entiendo se ha ganado mucho en ello; estas monjas con tanto regocijo, como si les tocara; el padre Gracián con una perfección, que me tiene espantada. Gran tesoro tiene Dios encerrado en aquella alma, con oración especial por quien se los levanta, porque los ha llevado con una alegría como un san Gerónimo. Como él las ha visitado dos años, y las conoce, no lo puede sufrir, porque las tiene por ángeles, y ansí las llama.

7. Fue Dios servido, que de lo que nos tocaba, se desdijeron los que lo habían dicho. De otras cosas que decían del padre Gracián, se hizo probanza por mandado del Consejo, y se vio la verdad. De otras cosas también se desdijeron, y vínose a entender la pasión de que andaba la corte llena. Y crea V. S. que el demonio pretendió quitar el provecho que estas casas hacen.

8. Ahora dejado lo que se ha hecho con estas pobres monjas de la Encarnación, que por sus pecados me eligieron, que ha sido un juicio, está espantado todo el lugar de lo que han padecido, y padecen, y aún no sé cuándo se ha de acabar; porque ha sido extraño el rigor del padre Tostado con ellas. Las tuvieron cincuenta, y más días sin dejarlas oír misa; que ver a nadie, tampoco ven ahora. Decían que estaban descomulgadas; y todos los teólogos de Ávila, que no: porque la descomunión era, porque no eligiesen de fuera de casa (que entonces no dijeron, que por mí la ponían) y a ellas les pareció, que como yo era profesa de aquella casa, y estuve tantos años en ella, que no era de fuera: porqué si ahora me quisiese tornar allí, podía, por estar allí mi dote, y no ser provincia apartada: y confirmaron otra priora con la menor parte. En el Consejo lo tienen, no sé en lo que parará.

9. He sentido muy mucho ver por mí tanto desasosiego, y escándalo de la ciudad, y tantas almas inquietas, que las descomulgadas eran más de cincuenta y cuatro. Sólo me ha consolado, que hice todo lo que pude, porque no me eligiesen. Y certifico a V. S. que es uno de los grandes trabajos, que me pueden venir en la tierra, verme allí; y ansí el tiempo que estuve, no tuve hora de salud.

10. Mas aunque mucho me lastiman aquellas almas, que las hay de muy mucha perfección, y hase parecido en cómo han llevado los trabajos; lo que he sentido muy mucho, es, que por mandado del padre Tostado ha más de un mes que prendieron los dos Descalzos que las confesaban, con ser grandes religiosos, y tener edificado a todo el lugar cinco años que ha que están allí, que es lo que ha sustentado la casa en lo que yo la dejé. Al menos el uno, que llaman fray Juan de la Cruz, todos le tienen [9] por santo, y todas, y creo que no se lo levantan; en mi opinión es una gran pieza: y puestos allí por el visitador apostólico domínico, y por el Nuncio pasado, y estando sujetos al visitador Gracián. No sé en qué parará. Mi pena es, que los llevaron, y no sabemos a dónde; mas témese que los tienen apretados, y temo algún desmán. Dios lo remedie.

11. V. S. me perdone, que me alargo tanto; y gusto, que sepa V. S. la verdad de lo que pasa, por si fuere por allá el padre Tostado. El Nuncio le favoreció mucho en viniendo, y dijo al padre Gracián, que no visitase. Y aunque por esto no deja de ser comisario apostólico (porque ni el Nuncio había mostrado sus poderes, ni, a lo que dice, le quitó) se fue luego a Alcalá, y allí, y en Pastrana se ha estado en una cueva padeciendo, como he dicho, y no ha usado más de su comisión, sino estase allí, y todo suspenso.

12. Él desea en gran manera no tornar a la visita, y todos lo deseamos, porque nos está muy mal, si no es que Dios nos hiciese merced de hacer provincia, que si no, no sé en qué ha de parar. Y en yendo allí me escribió, que estaba determinado, si fuese a visitar el padre Tostado, de obedecerle, y que ansí lo hiciésemos todas. Él ni fue allá, ni vino acá. Creo lo detuvo el Señor. Con todo dicen los padres, que él lo hace todo, y procura la visita, que esto es lo que nos mata. Y verdaderamente no hay otra causa de lo que a V. S. he dicho: que en forma he descansado, con que sepa V. S. toda esta historia, aunque se canse un poco en leerlo, pues tan obligado está V. S. a favorecer esta Orden. Y también, para que vea V. S. los inconvenientes que hay para querer que vamos allá, con los que ahora diré, que es otra barahúnda.

13. Como yo no puedo dejar de procurar por las vías que puedo, que no se deshaga este buen principio (ni ningún letrado que me confiese me aconseja otra cosa) están estos padres muy disgustados conmigo, y han informado a nuestro padre general de manera, que juntó un Capítulo general, que se hizo: y ordenaron, y mandó nuestro padre general, que ninguna Descalza pudiese salir de su casa, en especial yo: que escogiese la que quisiese, so pena de descomunión. Vese claro, que es porque no se hagan más fundaciones de monjas, y es lástima la multitud dellas que claman por estos monasterios; y como el número es tan poco, y no se hacen más, no se puede recibir. Y aunque el Nuncio pasado mandó, que no dejase de fundar después desto, y tengo grandes patentes del visitador apostólico para fundar, estoy muy determinada a no lo hacer, si nuestro padre general, o el Papa, no ordenan otra cosa: porque como no queda por mi culpa, háceme Dios merced, que estaba ya cansada. Puesto que para servir a V. S. no fuera sino descanso, que es [10] recia cosa pensar de no verle más; y si me lo mandasen, daríame gran consuelo. Y aunque esto no hubiera del Capítulo general, las patentes que yo tenía de nuestro padre general, no eran sino sólo para los reinos de Castilla, por donde era menester mandato de nuevo. Yo tengo por cierto, que por ahora no lo dará nuestro padre general. Del Papa fácil sería, en especial si se le llevase una probanza, que mandó hacer el padre Gracián, de cómo viven en estos monasterios, y la vida que hacen, y provecho a otros a donde están, que dicen, las podrían por ella canonizar, y de personas graves. Yo no la he leído, porque temo se alarguen en decir bien de mí; mas yo mucho querría se acabase con nuestro padre general, si hubiese de ser, y se pudiese, para que tuviese por bien se funde en España, que sin salir yo, hay monjas que lo pueden hacer: digo hecha la casa, enviarlas a ella, que se quita gran provecho de las almas. Si V. S. se conociese con el protector de nuestra Orden, que dicen es sobrino del Papa, él lo acabaría con nuestro padre general: y entiendo será gran servicio de nuestro Señor, que V. S. lo procure, y hará gran merced a esta Orden.

14. Otro inconveniente hay (que quiero esté advertido V. S. de todo) que el padre Tostado está admitido ya por vicario general en ese reino, y sería recio caso caer en sus manos, en especial yo; y creo lo estorbaría con todas sus fuerzas: que en Castilla, a lo que ahora parece, no lo será. Porque como ha usado de su oficio, sin haber mostrado sus poderes, en especial en esto de la Encarnación, y ha parecido muy mal; hanle hecho dar los poderes, por una provisión real, al Consejo (y otra le había notificado el verano pasado), y no se los han tornado a dar, ni creo se los darán. Y también tenemos para estos monasterios cartas de los visitadores apostólicos, para que no seamos visitadas, sino de quien nuestro padre general mandare, con que sea Descalzo. Allá, no habiendo nada desto, presto irá la perfección por el suelo. V. S. verá cómo se podrán remediar todos estos inconvenientes, que buenas monjas no faltarán para servir a V. S. Y el Padre Julián de Ávila (que parece está ya puesto en el camino) besa las manos de V. S. Está harto alegre de las nuevas (que él las sabía, antes que yo se las dijese) y muy confiado, que ha V. S. de ganar mucho con ese cuidado delante de nuestro Señor. María de san Gerónimo, que es la que era supriora desta casa, también besa las manos de V. S. Dice, que irá de muy buena gana a servir a V. S. si nuestro Señor lo ordena. Su Majestad lo guíe todo, como sea más para su gloria, y a V. S. guarde con mucho aumento de amor suyo.

15. No es maravilla, que ahora no pueda V. S. tener el recogimiento que desea con novedades semejantes. Darale nuestro Señor doblado, [11] como lo suele hacer, cuando se ha dejado por su servicio, aunque siempre deseo, que procure V. S. tiempo para sí; porque en esto está todo nuestro bien. Desta casa de san José de Ávila, a diez y seis de enero de mil y quinientos y setenta y ocho años.

Suplico a V. S. no me atormente con estos sobrescritos, por amor de nuestro Señor.

Indigna sierva, y súbdita de V. S. I.

Teresa de Jesús.
Notas


1. Esta carta para el mismo señor prelado, recién electo a la iglesia de Ébora. Anímalo en los números primero, y segundo, a que espere en Dios, que le ayudaría en su ministerio, porque debía de ser grande su temor; y tenía razón de temer el gobierno de almas, que los ángeles pueden recelar: Onus humeris angelicis formidandum (Ses. 6, Can. 33, cap. 1) lo llama el santo concilio de Trento.

Por eso dijo san Bernardo, que deseaba más tener sobre su alma cien pastores, que ser pastor de una sola; porque temía más los dientes del lobo, que el báculo del pastor: Quis dabit mihi centum in mei custodiam deputari pastores! Nam plus timeo dentes lupi, quam virgam pastoris (Epíst. 17).

2. No hay mayor locura, que recibir con alegría una mitra. Por eso es verisímil, que no quiso el Señor poner la tiara en la cabeza a san Pedro, cuando le preguntó: Petre amas me? Hasta que le sacó las lágrimas a los ojos con la tercera pregunta: Et contristatus est Petrus; quia dixit ei tertio, Petre amas me? (Jn 21,17). Porque no conoce el peso desta dignidad, quien la recibe alegre. Y así luego que se entristeció el santo, lo coronó el Señor, diciendo a la tercera vez: Pasce oves meas. Y con la tiara en las sienes le puso al instante la cruz en los hombros: anunciándole, como consta del texto, la gloriosa muerte que había de suceder a su penosa vida.

3. Es muy discreta razón la que dice en el número tercero: Cuanto más puede la nobleza virtuosa, que la gente de menor calidad, para ayudar al servicio de Dios, y dícelo harto cortesanamente. Y no hay duda, que un noble espiritual es una hacha encendida, que alumbra a la ciudad; como lo es un vicioso, que la abrasa. Todavía la verdadera nobleza depende de las virtudes: Quid enim prodest (dice san Juan Crisóstomo) ei, quem sordidant mores, generatio clara? Aut quid nocet illi generatio vilis, quem mores adornant? (D. Joan. Crysostom.).

4. Dale una gran bendición en el número cuarto, donde dice: Que le dé Dios buenos ministros. Porque para un oficio, como el de obispo, que no puede todo obrarlo por sí, es suma felicidad el tenerlos.

Dícele en el mismo número: Que le ayudarán mucho los de la Compañía de Jesús; que es aprobación bien ilustre (como otras muchas, que hay en estas cartas) del fervor, y espíritu desta santa religión.

5. Desde el número quinto comienza la Santa a referir a este prelado [12] las insignes mortificaciones, que uno de los padres de la Observancia ocasionó a la Santa, y a las primeras columnas de la Descalcez. Y como parece por las corónicas, era el padre fray Gerónimo Tostado, que con muy santo celo iba dando muy santas disciplinas a todos aquellos que ayudaban a la reformación.

Esta es la que llamaba santa Teresa persecución de los justos; y sin duda alguna es la más sensible, y de menos recurso en lo natural. Porque cuando los buenos me persiguen, los malos se huelgan, y ríen de mí, ¿a dónde tengo de recurrir desdichado? Cuando me persiguen los malos, me ayudan los buenos; pero si me persiguen los buenos ¿por ventura he de recurrir a los malos?

6. Es verdad (porque lo digamos todo) que entonces es más seguro el amparo, cuando parece más irremediable la persecución. Porque Dios, que con secreta mano la gobierna, ya con la permisión, ya con la providencia, en teniendo labrada la piedra, que va previniendo para su edificio, suele hacer, o que se rompa el azote, y caiga a los pies del mortificado; o que la paciencia del uno de tales luces al otro, que lo rinda, venza, y convenza. Desta manera venció Dios al mundo y sus apóstoles: Sicut oves in medio luporum (Mt 10,16).

7. En el número sexto defiende la inocencia de sus religiosas, y del venerable padre fray Gerónimo Gracián; y con traer el ejemplo de san Gerónimo en el sufrimiento, insinúa, que fueron las calumnias de la calidad, que las que se levantaron al santo, al cual así se puede imitar en la tolerancia con que las padeció, como en la elocuencia con que se defendió, como lo hace aquí santa Teresa. Porque el celo, y la paciencia, no son contrarios, sino diferentes; también por el nombre pudo aplicar el ejemplo.

8. Dice en el mismo número: Que parecía, que Dios le había dado licencia al demonio para perseguirlas; y a este propósito, puede ser, que hubiese dicho la Santa, hablando del suelo, donde se levantó esta persecución: Que tenían los demonios allí más poder para tentar, que en otras partes. Puede ser que sea, porque es tan deliciosa la tierra, que es necesario en ella más esfuerzo, y cuidado para ganar el cielo. Que bien hizo Abraham en escoger las montañas; mejor que Lot las delicias del Jordán.

Esta licencia suele darla el Señor al demonio, para hacer más meritorias las penas, y levantar las almas; como cuando dijo en su Pasión dolorosa: Haec est hora vestra, et potestas tenebrarum (Lc 22,53). Esta es la hora, en que será grande el poder de las tinieblas. Y cuando el demonio intentaba destruir el edificio de nuestra redención, con esas mismas penas lo levantaba, y edificaba el Señor. Así sucedió a la Santa, y a su espiritual reforma.

9. Desdijéronse al fin los testigos, como dice la Santa en el número sétimo. Siempre vence a la calumnia la verdad. Puede escurecerse, pero no deshacerse; y aunque atribulada, al fin es coronada: acreditando el axioma admirable de san Gregorio, que no hay cosa para defenderse, y decirse, tan fuerte, y tan fácil, como la verdad: Nihil est ad defendendum, veritate tutius: nihil est ad dicendum, veritate facilius (D. Greg. in 3, p. pastor. c. I, adm. 13). [13]

10. En el número octavo refiere la Santa otra persecución, que padeció, y padecieron en Ávila las religiosas de la Encarnación, por haberla elegido segunda vez por prelada. Y en el siguiente pondera el sentimiento que tuvo, de que por su cansa hubiese sucedido tanta inquietud, y desasosiego. ¡Qué propia censura de verdadera espiritual, echarse la culpa a sí, cuando la tienen los otros! Puede ser, que gobernase la persecución el celo indiscreto; y con todo eso, quiere imputarse la culpa, la misma que padece las penas.

El buen espiritual con todo quiere cargar; con el descrédito de las culpas, para que le desestimen; y con las penas, para que le mortifiquen, y lastimen. Este era el desconsuelo de la Santa, y el consuelo; porque a la que desconsolaba la parte inferior, alentaba la superior.

11. Por esto se ha de pasar, si ha de conseguir la reformación de las costumbres, así en lo secular, como en lo regular, como lo procuraba la Santa. Porque preciso es, que lastimen, acongojen, y aflijan a los comprendidos; pues bien se ve, que no puede hacerse por ensalmo tan grande negocio.

Preciso es que ya el escoplo, ya el mazo, ya el pico del celo, con que se obra la reformación, destruya, y quite de lo malo, para que nazca, y crezca lo bueno.

12. Esta fue la jurisdicción, que Dios dio al Profeta: Ut evellas, et destruas, et edifices, et plantes; (Jr 4,10) y no puede hacerse todo esto debajo de secreto natural, ni durmiendo el reformador, ni los reformados.

De aquí nacen las quejas de los descontentos, teniendo por inquieta a la reformación: Commovet populum, docens per universam Judaeam, incipiens a Galiaea usque huc (Lc 23,5). Y alabando de santa, y suave la quietud de la relajación; suave bien puede serlo, y dulce, pero no santa.

13. Nace de aquí también, como en santa Teresa, el vivo desconsuelo del que reforma a los demás de que con su celo, y reformación causase inquietud en los Observantes, y desto naciese también la de los Descalzos; porque sentía verlos afligidos, y descontentos, cuando a todos los deseaba en Dios, alegres, y consolados.

Por esto, necesitada del celo al obrar, acongojada del amor (porque desconsolaba en los que obraba viéndose a sí misma ocasión, sino causa de discordias, la que sólo deseaba ser promovedora de la paz) suspiraba, y se quejaba con el Profeta, cuando decía: Vae mihi mater mea! Quare genuisti me virum vixa, virum discordiae in universa terra? (Jr 15,10). Como si dijera: Soy, Señor, fomento de pesadumbres, cuando deseo serlo de consuelos. Estos eran los suspiros de santa Teresa en esta carta, viendo que padecía su convento, y sus hijos por ella.

11. En el número décimo alaba al venerable padre fray Juan de la Cruz, y refiere su prisión, que debió de ser muy estrecha. Pero ¿por qué no había de serlo, si lo labraba Dios para santo? Nunca cuesta poco lo que vale mucho. No de balde canta la iglesia:

Tunsionibus, pressuris
Expoliti lapides [14]
Suis coaptantur locis.
Vivis edificiis.


No es posible, que venga a ser en la Iglesia de Dios san Juan de la Cruz, si primero no hubiera sido fray Juan de la Cruz; porque sin cruz puede haber fray Juan, pero no san Juan.

Bien se ve en este suceso, pues al mismo tiempo, que el V. P. fray Juan de la Cruz estaba en la cruz de su prisión, santa Teresa padecía la cruz, y tormento de sus penas. Y por eso la Santa está canonizada, y al V. padre se trata en la Iglesia de canonizar. Bien acreditada queda con esto la cruz.

15. Manifiesta en el número decimotercero la constancia incontrastable al no dejar la empresa de la propagación de la reforma; y también descubre su resignación admirable, donde dice: Estoy muy determinada a no lo hacer, si nuestro padre general, o el Papa, no ordenan otra cosa.

16. Habla en el número decimocuarto del recurso que se tuvo al Consejo, para que los despachos, que venían del general, y de su Capítulo, que en alguna manera impedían la prosecución de la reforma, se retuviesen; y siempre se inclinaba la Santa a obedecer a su prelado ordinario, aunque sea con privilegio de otro superior, para no hacerlo, si quisiera. Resignación es de heroico grado, obedecer contra el propio dictamen, pudiendo dejar de hacerle, reconociendo con san Gregorio, que es la obediencia la que trae al alma las virtudes, y la que dentro dellas las conserva: Obedientia sola virtus est, quae menti caeteras virtutes inferit, incertasque custodit (D. Greg. lib. 35, in ).

Todavía es buen texto en favor de los necesarios recursos a los reyes, cuando los pide la necesidad de la causa; y de que Dios de todas manos se vale, para el bien de las almas: pues quiso dar luz su divina Majestad entonces a los ministros de España, para que viesen las conveniencias de la santa reformación, que no la dio a los de Italia. Y así obrando todos con buena intención, los unos daban más materia al merecimiento con la contradicción; y los otros, más aumento al espíritu con el amparo. A los de Italia gobernaba el temor de que fuese esto de Dios; a los de España, la confianza de que era de Dios todo esto. Conque dándose, no sólo diversas, sino contrarias las órdenes, ninguno pecaba: todos merecían, y se lograba mejor la empresa, y se fundaba más seguramente con la contradicción.

También deste número, y del antecedente consta, que este prelado quería que se fundase un convento de religiosas Carmelitas descalzas en su diócesi, y que gozase de tan esclarecida reforma el reino de Portugal. Pónele las dificultades, y ofrécele, para vencerlas, prudentísimos medios desde el número decimotercio adelante.

17. En el decimoquinto le consuela, de que no pueda andar muy recogido, estando muy ocupado; pero que todavía tome tiempo para sí. Santo, y sano consejo a los prelados; pues ¿qué me importa que todos se ganen, si me pierdo yo? Porque como dice el Señor: Quam dabit homo commutationem pro anima sua? (CT 2,4); dándonosla [15] de suerte, que primero sea para nosotros, y luego para los otros.

18. En la posdata de esta carta se advierte, que no pudiendo la Santa tolerar las alabanzas, le pide a este prelado, que modere los sobrescritos. Porque antes de la Pregmática del señor rey Felipe II, solían ser muy magníficos; manifestando en esto, que así atormenta al humilde el aplauso, como al soberbio la injuria, y que no sólo sabía ser la Santa humilde, desestimada, sino también alabada, que es lo raro que pondera san Bernardo: Non magnum est esse humilem in abjectione; magna quidem, et rara virtus, humilitas honorata (D. Bern. Hom. 4, sup. missus.).




Teresa III Cartas - £[XIV]