EL PINTOR CHRISTIANO Y ERUDITO-Juan Interián de Ayala - CAPITULO IX.


CAPITULO X.


Que en las Imágenes Sagradas es lícito pintar algunas cosas, que excitan la piedad, aunque no sean tomadas claramente del Evangelio, ni de la Sagrada Escritura; y asimismo otras, que no tanto contienen algún pasage de Historia, quanto aluden á una piadosa significacion.

I Así como el Orador, ó Historiador dicen, y ensalzan muchas cosas, fiados solamente en conjeturas, y razones de congruencia; del mismo modo no es necesario, que el Pintor proponga solamente lo cierto, y evidente: basta que siga lo que es verisimil. Por lo que, no tengo por reprehensibles algunas Pinturas de cosas Sagradas, las quales aunque no se prueben con evidentes testimonios de la Sagrada Escritura, ni se tomen de las Historias Eclesiásticas; sin embargo en nada se oponen, antes se conforman en algún modo con lo que nos enseña la Escritura, y la Historia Eclesiástica. Mucho podria decir sobre este particular, si no fuera porque quiero ser breve, ademas de que dirémos bastante en sus propios lugares. Y así será mejor, y mas acertado insinuar aquí algunos exemplos, que el referirlos uno por uno.

2 Es una de las cosas mas inciertas, y dudosas entre Theólogos, y Expositores Sagrados, quál fué la fruta del arbol prohibido, que por haberla comido, pecó nuestro primer Padre, cayendo en el mismo instante que la probó, de aquel estado felicísimo en que Dios le había criado. Unos quieren que fuese higo, fundados en que nuestros primeros Padres al punto que advirtieron su desnudez, zurcieron, dice la Sagrada Escritura (184), unas hojas de higuera, é hiciéronse delantales. Otros afirman CAPITULO V. que era manzana, y á estos favorece lo que leemos en los Cantares (185): Debaxo de un manzano te desperté: allí tuvo dolores tu madre, allí tuvo dolores la que te parió. El Lector prudente, y erudito puede ver sobre esta materia á D. Gabriel Alvarez de Toledo, Caballero de la Orden de Alcántara, varon doctísimo, y piadosísimo, con quien tuve yo amistad quando vivia, el qual trata grave, y oportunamente esta qüestion en su docta obra de la Historia de la Iglesia, y del Mundo (186): pues á mí, que me doy priesa para tratar otras cosas, me basta haber insinuado la duda, y dado al mismo tiempo este corto honor á las cenizas sepultadas, y á la fama, que aun vive, de este Caballero. Esto supuesto, nada hay mas comun, y freqüente, que poner los Pintores una manzana colorada en manos de Eva, alargándola esta á Adan su marido; en que no obran mal, ni temerariamente los Pintores, antes bien tienen para ello alguna probabilidad, singularmente diciendo el Texto Sagrado de la fruta del arbol vedado, sea esta la que se fuese, que era (187) buena para comer, y hermosa á los ojos, y de codiciarse para ver.

3 Mucho habria que decir (y hallo gusto en repetirlo) si se quisiera exôrnar, y confirmar esta materia; pero yo, deseando ceñirme á mas estrechos límites, añadiré aquí pocas cosas. Y para pasar desde luego del Adan antiguo, y terreno, al nuevo, y celestial; en solo un pasage de la Pasion del Señor, si no se nos pone delante todo lo que hay que decir sobre el asunto; se nos representan á lo menos algunas cosas dignas de notarse, y que son muy propias de este lugar. Primeramente, algunos Pintores bastante célebres, poniéndonos á la vista el prendimiento de Christo nuestro Señor, suelen pintarle echado por tierra, y aun como CAPITULO VI. que aquellos impíos ministros le están dando de puntillones, y amenazándole con palos, para que se levante. Con efecto no se puede negar ser esta una cosa pia, y que en este particular no hacen mal los Pintotores, atendiendo á que lo han tomado de las revelaciones que piamente se creen, y de las meditaciones de aquellos Santos, que con particularidad se dieron á la contemplacion. Esta es la causa por que se hace esto tolerable, y acaso laudable, sin embargo de no haberse sacado de la Historia del Evangelio, ni del perpetuo consentimiento de la Iglesia, ni de los monumentos de mas peso que nos restan de la antigüedad. ¡Con qué palabras tan graves nos pinta la dignidad, y magestad del Evangelio aquel atroz, é ignominioso tormento del Salvador! Aquella flagelacion, digo, tan cruel, á cuya vista el Presidente de Judéa Poncio Pilatos, que la había mandado executar por sus soldados, y alguaciles, pensó poder satisfacer, y aplacar á aquel pueblo irritado, y tumultuoso: con todo el Evangelista, que la enunció con palabras mas expresivas, solamente nos dice (188):

esto es: Entonces, pues, tomó Pilatos á Jesus, y le azotó. En esta descripción los Pintores discrepan no poco entre sí, y algunos de ellos, si yo no me engaño, se dexan llevar demasiado, y atribuyen acaso mas de lo justo á estas revelaciones, y meditaciones de hombres pios. Porque en primer lugar, por lo que mira á los instrumentos de la flagelacion, los pintan horribles, y verdaderamente atroces: cadenas entretexidas con agudos aguijones de hierro, varas espinosas, y llenas de abrojos, que rematan en puntas tambien de hierro, y otras cosas (si es que las hay) mas atroces. Pintan despues á Christo enteramente desgarrado, descubriéndosele los huesos descarnados, y casi acabado por los CAPITULO VII. azotes. Aquí yo, por decir ingenuamente mi parecer (que no es peculiar mio, sino el mismo de hombres gravísimos) afirmo dos cosas. La primera, que los instrumentos con que azotaron á Christo fueron, ó correas de cuero, ó lo que tal vez es mas verisimil, varas. Digo correas, porque con estas azotaban los Romanos á los esclavos, y á los hombres mas viles de la República (189), lo que me sería facil manifestar con infinitos monumentos de Escritores antiguos, principalmente de Plauto (190), de Terencio (191), y tambien de Ciceron, el qual dice (192): A quienes Antonio, por diversion mandaba azotarles con correas públicamente por sus esclavos en la hora del convite. Este es el suplicio, de quien hablando S. Bernardo (193), dixo muy bien, que en él, no solo tomó Christo la forma de esclavo, para estár sujeto, sino tambien la de un mal siervo, para ser azotado. Dixe varas, porque es tan constante, y evidente que los Romanos usaron de estas en las flagelaciones, y que por esto solian ir delante de los Magistrados alguaciles armados con ellas, que sería por demas querer demostrarlo con testimonios en la antigüedad, aun á los Lectores menos instruidos. Véase lo que advierte sobre esto el grave Autor, á quien citarémos muchas veces con elogio (194).

4 Ademas de esto, es cierto que dicha flagelación no fué ligera, ó como de paso, sino que realmente fué cruel, y sangrienta: lo que particularmente se puede probar por lo que diximos antes; esto es, que Pilatos pensó poder satisfacer con ella al Pueblo, que estaba sumamente ayrado, y feróz contra Christo, lo que dió bastante á entender el mismo Pilatos, quando dixo (195): . Esto es, como dice nuestra Vulgata: Corripiam ergo illum, & dimittam. Le castigaré, CAPITULO VIII. pues, y os lo volveré á enviar. Esto mismo notó oportunamente S. Bernardo (196), quando hablando dulcemente con Jesus, como acostumbra, le dice: Porque si en tu flagelación derramaste tu sangre con tanta abundancia, que rociada la columna con sus gotas, se conserva aun, como afirman, con las señales encarnadas; ¿quánta sangre creeré yo que se pegaría á los mismos azotes, que desgarraron vuestro delicadísimo cuerpo? Y aun añade: Fué nuestro Salvador tan cruelmente azotado, que su sangre se esparcia por el ayre. Píntase, pues, muy bien á Christo Señor nuestro cruelmente azotado, con tumores, y cardenales, y manando sangre de sus llagas; pero para esto, bastaban unas vergas, ó ásperas correas en manos de verdugos robustos, y esforzados; y el representar otras cosas (como hemos dicho muchas veces) es poco conforme á la verdad de la historia. Pero el querer pintar á Christo herido con azotes en el mismo pecho, y vientre, por algunas conjeturas, y meditaciones, piadosas sí, pero poco verisímiles, no lo tengo por acertado.

5 En la afrentosa Coronación del Señor vénse pintados los soldados, que con palos, y bastones están clavando la corona de espinas en la cabeza de Christo. Esto no consta de lugar alguno: con todo no pongo duda en que es esta una cosa probable, y verisimil; singularmente, si, como dicen comunmente los Expositores, se veía aquella corona rodeada por todas partes de crueles puntas: porque en este caso, por no lastimarse sus manos los soldados con las puntas de las espinas, es creible que usasen de instrumentos vulgares, como son con efecto palos, y bastones. Por tanto tiene bastante probabilidad este modo de pintar la Coronación del Señor, aunque no se pruebe, ni con textos del Evangelio, ni con otros monumentos de la antigüedad. CAPITULO IX. Y ULTIMO.

6 Pero es mucho mas aun, y con exceso, lo que discuerdan entre sí los Pintores en pintar quando el Señor llevaba la Cruz acuestas. Unos pintan á Jesu-Christo llevando solo, y sin ayuda de nadie la grande cruz, que le habían preparado; cosa que con efecto tiene grave fundamento: otros pintan á Simon Cirineo llevándola toda: tampoco estos hacen mal, pues no faltan testimonios de hombres doctos, y santos, y aun del mismo Evangelio para apoyar esta accion: otros finalmente, y es lo mas comun, pintan á entrambos, esto es, al Señor, y al Cirineo, llevando la cruz. Entre estos, hay tambien alguna diferencia; porque algunos representan á Jesu-Christo llevando la extremidad de ella, y á Simon Cirineo sus brazos, y el principal peso de la Cruz: otros por el contrario (y ciertamente es lo que vemos mas freqüentemente) pintan á Christo llevando los brazos de la Cruz, y al Cirineo su extremidad. Mas de estas, y otras cosas pertenecientes á los Misterios de la Pasion del Señor, hablarémos mas largamente, con el favor de Dios, en sus propios lugares. Baste por ahora haber indicado estos exemplos, que puede que en otra parte trataremos de ellos mas por extenso.

7 Solamente nos resta que advertir ahora, y lo haré con la mayor brevedad, dos cosas, que contiene el epígrafe de nuestro capítulo. Vemos algunas veces pintado á Jesu-Christo despojado de sus vestiduras, maltratado con los azotes, coronado de espinas, abiertos sus brazos, y que sentado así sobre una piedra está mirando al Cielo. ¿Quién ignora que semejante modo de pintar á Christo carece de fundamento claro, y que esté ciertamente apoyado en el sagrado Evangelio? Sin embargo, ¿quién podrá dudar que es piadosa esta manera de pintar, y representar al Señor? Pues con esto solo intentan significarnos los Pintores, el sumiso, y ardiente ofrecimiento, que hizo Jesu-Christo á su Eterno CAPITULO I. Padre de su Pasion, de su excelente obediencia, y de su excesiva caridad, y amor para con el género humano, á fin de encender mas, y mas nuestros corazones al debido agradecimiento de tantos beneficios. Y que dicha Pintura se haya tomado pia, y verisimilmente de alguna parte, á propósito lo advierte un grave Escritor de estas materias (197), citando á Henrique Herpio (198), Autor Católico, como es de creer; pero á quien no he tenido yo ocasion de ver. De esta misma clase es otra Pintura en la que vemos á Christo todo llagado, y coronado de espinas, y que hincado de rodillas sobre la misma Cruz, está ofreciendo á su Eterno Padre el Mundo entero en figura de un globo. En todo lo qual, mas hemos de buscar, y abrazar la representación de un pensamiento pío, que la verdad de la historia. Ni están enteramente destituidos de fundamento, aun del de la Sagrada Escritura, estos pensamientos píos, y tiernos; pues es constante, que Christo Señor nuestro en el discurso de toda su santísima vida, y particularmente en su sacratísima Pasion, ofreció sus ruegos, y lágrimas á su Eterno Padre, diciendo el Apostol (199): El qual en los dias de su vida, ofreciendo con gran clamor, y lágrimas sus ruegos, y súplicas al que podia librarle de la muerte, fué oido por su reverencia. Véa el Lector lo que dicen sobre este pasage los mas doctos, y graves Expositores.

8 De mayor tropiezo son otras Pinturas, las quales, aunque de suyo pías, serían ridículas, y aun erroneas, si no se entendiesen en otro sentido, y significacion, y se tomasen materialmente, y como dicen, al pie de la letra: porque en sí, no nos ponen á la vista otra cosa, sino un craso, é intolerable anacronismo. Ví yo CAPITULO II. mismo en Huete, siendo aun mozo, una Pintura de Christo, que segun pude conjeturar era de buen pincel, y nada vulgar. En ella se representaba el Cuerpo de Christo muerto, tendido sobre una piedra, y que los Profetas, y Patriarcas antiguos, fixando los ojos en él, unánimemente exclamaban, como se echaba de ver por un letrero: Perieramus, nisi periissemus; esto es: A no haber perecido, hubiéramos perecido. Cuyo dicho, tomado, aunque mudado en parte del gracioso, y elegante apotegma de Themístocles, que refieren Autores antiguos, y modernos (200), añadía no poca gracia á la Pintura. Por lo que, si alguno movido de esta Pintura, pensase que los Patriarcas, y Profetas fueron coetaneos de Christo (ó que estos vivieron todos en un mismo tiempo) sería verdaderamente necio, y digno de ser castigado con el rigor que usaba Orbilio con sus discípulos. Pero esto no era, ni lo que representaba en sí la Pintura, ni lo que intentaba significar el Pintor, sino solo la reverencia que tuvieron para con el Señor los antiguos Patriarcas; y como estos tenian puestas sus esperanzas en los méritos del Señor, que había de venir: así, muerto ya Christo, y en especial, habiendo por su poder libertado sus almas del abismo, le tributaron un reverente, y agradecido obsequio. Pero paseamos á otras cosas, que son propias de este lugar.

9 He visto algunas veces pintado al Salvador recien nacido, reclinado en el pesebre de Belén, y al rededor de él arrodillados á S. Agustin, á S. Bernardo, y á San Francisco en ademan de adorarle. ¿Qué cosa á la verdad mas tonta, y ridícula que este modo de pintar, si el Pintor, ó quien mandó hacer dicha Pintura, hubiese seriamente intentado representar el hecho, como si realmente hubiese pasado así? Qué? ¿Pensaron ??? acaso, ó pudieron pensar, que aquellos Santos asistieron en realidad á la adoración de Jesu-Christo, quando aun niño estaba llorando en el pesebre? Ah! Vaya fuera semejante delirio, el mayor que puede ocurrirse. Pero ello no es así, ni se pensó tal: solamente intentaron con esta Pintura poner de algún modo á la vista el ardentísimo amor que tuvieron á este Misterio algunas almas fervorosas, y singularmente pías, como sin duda lo fueron S. Agustin, S. Bernardo, y S. Francisco. Mas, sin embargo de ser esto así, advierto con todo á los Pintores eruditos, que no se dexen llevar fácilmente, ni quieran imitar este, ó semejante modo de pintar. Porque, como sabiamente nos advirtió el Apostol, somos deudores, no solo á los sabios, sí tambien á los ignorantes; y estos, segun notamos arriba (201), como tienen en vez de libros las Pinturas, de esta, y otras semejantes quedarán imbuidos en muchos errores. Añado aun mas, que no faltarán algunos, y que acaso no serán pocos (¡tan grande es el número de los necios!) que de tal Pintura por exemplo, ó de otra semejante, conjeturen, que dichos Santos estuvieron real, y verdaderamente (para hablar así) presentes al nacimiento del Señor, y que adoraron á Jesus recien nacido: ó por lo menos habrá algunos de los que parezcan menos ignorantes, que piensen haber sido coetáneos aquellos Santos, y haber vivido en un mismo tiempo; aunque no solo el persuadirse esto, sí solo el imaginarlo, sea la mayor estupidéz, y locura. Ni temo ser tenido por vano, y ridículo adivino por haber afirmado, que es esta una cosa que facilmente puede acontecer. A la verdad muchos exemplos podria alegar en abono, y confirmación de lo dicho: pero por no detenerme demasiado en probar esta verdad, oiga el prudente Lector un cuento gracioso sí, pero verdadero. Yo mismo ??? he oido referir á un Varon de grande autoridad, y muy digno de toda fé, que hallándose él en aquel magnífico, y verdaderamente Real Templo de S. Lorenzo del Escorial, cercado de gentes de bastante distincion, uno de estos le preguntó de esta manera: Señor, suplico á Vm. me diga, ¿este S. Lorenzo Martir, Monge Gerónimo, en qué tiempo (adviértanse las palabras) le martirizaron los Moros? Sonrióse el Caballero al oir una pregunta tan ridícula, y extravagante, que no era capaz de hacerla la vieja mas delirante. Ni S. Lorenzo Martir (le respondió) fué jamas Monge Gerónimo, ni pudo serlo, ni tampoco pudo ser martirizado por los Moros. Pues qué? dixo el otro: ¿No se venera en el Monasterio de la Orden de S. Gerónimo? No le vemos colocado en el Altar mayor? Esto dixo, y hubiera continuado acaso en decir otros seiscientos desatinos á este tenor, á no haber mediado algunas cosas, que les interrumpieron la conversacion; para que de aquí aprendan los prudentes con quán ligeros fundamentos, y á veces con ningunos, se engañan los que nada saben: y con quánta circunspección se les han de proponer las imágenes de las cosas, las quales, aunque se hayan pintado enteramente con otro fin, con todo les pueden desviar, y suministrar ocasion, aunque remota, de caer en errores groseros.

I0 En la misma clase se han de colocar otras Pinturas, en las que estando representado Christo, la Santísima Virgen, ó algún Misterio de nuestra Santa Religion, mandan sus dueños á los Pintores, que les pinten á ellos mismos en la orilla de ta tabla arrodillados, y llenos de un profundo respeto; para representar con esto á la vista de todos el amor, ó reverencia que tienen á Christo, á la Santísima Virgen, ó á algún particular Misterio: de las quales he visto yo algunas repetidas veces. Con efecto, ¿quién dudará ser esta una cosa pía, y devota? Pero, sobre si se puede hacer esto ??? siempre, y sin distinguir de circunstancias; véanlo los que lo practican, consultándolo antes con hombres doctos, prudentes, y eruditos: aunque yo casi no pongo duda en que si tales Pinturas se propusiesen delante de hombres rudos, é ignorantes, habría muchos que se persuadirían, ser el fin, y objeto de ellas el significar haberse aparecido Christo, ó la Virgen á los sugetos, que se veían pintados en la tabla, ú otra cosa semejante, que facilmente podría causar alguna preocupación en el ánimo de gente ignorante. Esto es lo que en general me ha parecido digno de notar, y de advertir acerca de los errores, que por lo comun se cometen en pintar, y esculpir las Imágenes Sagradas. Porque otras muchas cosas, que se podian ofrecer aquí, y que otros explican con mucha prolixidad, ó no son del asunto que me propuse, ó lo que quede por decir, lo trataré mas oportunamente en sus propios lugares; como lo haré ver, con el auxîlio de Dios, en los Libros siguientes.

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LIBRO SEGUNDO.


DE LAS PINTURAS DE DIOS, y de los Angeles, y qué errores se cometen en pintarlas.




CAPITULO I.


Que Dios, aunque no se puede conocer por los sentidos, con todo puede en algún modo representarse cómodamente por medio de la Pintura, para ayudar, y socorrer así á nuestra flaqueza.

I Aquel Platon, á quien por lo grande, y excelente de su ingenio, y doctrina, le dieron el renombre de divino, dixo sabia, y prudentemente, que debíamos ser muy cautos, y advertidos, quando pensásemos, ó hablásemos de Dios. Hé aquí sus mismas palabras en boca del huesped Atheniense (202): Debemos poner gran cuidado (dice) no sea caso, que como si estuviéramos vueltos de espaldas al Sol, y nos halláramos en la noche al mediodia; respondamos de tal modo hablando de Dios, como si con nuestros ojos mortales pudiéramos verle, y conocerle bastantemente. Lo que, si debemos siempre observar, y tener presente, nunca mas, que quando tratamos de pintar, ó figurar de algún modo á Dios (203). Porque (como dice un Autor antiguo, é insigne Theólogo) ¿quién ??? podria formar la Imagen de un Dios invisible, incorporeo, interminable, y que no se puede figurar? Es, pues, la mayor locura, é impiedad, representar á Dios.

2 Y para hablar de un asunto tan grande sin apartarme un tantico de la verdad, digo, que de dos maneras puede suceder el pintar á Dios. La primera, si alguno guiado de su propio juicio, y parecer, pensase que Dios es corporeo, y que como á tal se le puede pintar. La segunda, si, sin dar asenso á este juicio verdaderamente erroneo, é intolerable, y queriendo solo atender á nuestra flaca comprehension, acostumbrada siempre á cosas materiales, intentase figurar á Dios, aunque del todo incorporeo, é invisible, baxo de alguna forma, ó figura decente, y venerable, principalmente baxo de la humana. Confieso con la luz de la Fé, que el querer expresar, ó figurar á Dios del primer modo, es suma demencia, y locura, y como dice S. Juan Damasceno, la mas exêcrable impiedad. Y por esta razon, ó por mejor decir, detestable locura, erraron en primer lugar muchos Filósofos, como los Epicureos, los Estoicos, los Cyrenaicos, y otros infinitos (204), que se atrevieron á afirmar, que Dios era corporeo. Pero dexemos á estos; pues sin embargo de estár instruidos con mejor doctrina, erraron tambien á fines del siglo tercero algunos hereges, los quales, abusando con imprudencia, mejor diré con suma desvergüenza, de aquel lugar de la Escritura (205): Hagamos al hombre á nuestra imagen, y semejanza; afirmaban que Dios en la realidad tenia sér corporal, y figura de hombre, llamados por esto Anthropomorphitas; contra quienes escribieron, ó antes bien procuraron instruirles, y volverles á mejor camino (pues por la mayor parte eran estos ciertos Monges sin letras, y ??? totalmente ignorantes) dos brillantes lumbreras de la Iglesia, S. Cyrilo Alexandrino (206), y Theophilo Patriarca tambien de Alexandría (207): dichos Monges, singularmente los que habitaban en un Monasterio, que llamaban Scheta, habiendo leido las Cartas del Patriarca Theophilo, fué tanto lo que se alteraron, y enfurecieron, que no dudaron tratar de herege á su Arzobispo: y entre estos, un buen vicio por otra parte, al qual, sin embargo de haberle reducido á mejor modo de pensar, la sabiduría, y prudentes avisos del Abad Paphnucio, y de cierto Photino, Diácono de Capadocia: Así es (son palabras de un insigne Maestro de la Vida Monástica (208), dixo aquel viejo, estando confuso en la oracion, por haberle quitado aquella imagen de la divinidad, que tenian los Anthropomorphitas, que solia poner delante de sí quando oraba; y sintiendo que se la arrancaran de su corazon, prorrumpió al instante en amarguísimas lágrimas, y repetidos sollozos, y postrándose en tierra, exclamó con grandes gritos: ¡Ay infeliz de mí! quitáronme á mi Dios, ya no te tengo, ni tampoco á otro en su lugar, ni sé á quien pueda adorar, ó á quien rogar.



3 No digo yo, que sea lícito pintar á Dios de este modo tan craso, y grosero, y aun blasfemo, singularmente quando esto se executa con error obstinado, y pertinaz; sino solo del segundo modo, que advertimos arriba. Porque la Sagrada Escritura, que es la que mejor nos enseña, é instruye en el verdadero sentido, é inteligencia de las cosas divinas, atribuye muchas veces á Dios, ya dimensiones del cuerpo, como altitud, latitud, y profundidad; ya tambien partes corporeas, y humanas, como brazos, ojos, manos, y pies: no porque pretenda con esto hacernos creer, y ??? persuadirnos, que en Dios hay semejantes dimensiones, ó partes corporeas, que esto repugnaría á la inmensa, y suma perfeccion, é infinidad del Supremo Sér: solo intenta, como sabiamente en todas sus cosas lo enseñó Santo Thomas (209), darnos á entender las cosas divinas, y espirituales baxo la semejanza de las corporeas. Porque Dios (dice el Santo Doctor) provee á todas las cosas, segun corresponde á su naturaleza: le es natural al hombre, el que por las cosas sensibles venga en conocimiento de las inteligibles; porque todo nuestro conocimiento toma principio de los sentidos. De aquí es, que en la Sagrada Escritura se nos dan las cosas espirituales baxo las metáforas de las corporales. Y añade: Conviene tambien á la Sagrada Escritura, que comunmente se propone á todos (segun lo que dixo S. Pablo ad Rom. I. Soy deudor á los sabios, y á los ignorantes) el que se nos propongan las cosas espirituales baxo la semejanza de las corporeas, para que á lo menos de este modo, las puedan entender los hombres rudos, que no están aptos para entender las cosas espirituales, como ellas son en sí. Hasta aquí Santo Thomas. De que se infiere, que así como no es cosa desproporcionada, ni indecente, el que en la Sagrada Escritura se atribuyan muchas veces á Dios miembros corporales, por los quales no podemos, ni debemos entender miembros materiales, y corporeos; sino que estas cosas se atribuyen á Dios (son palabras del mismo Santo) (210) en las Sagradas Escrituras, por razon de sus actos, por alguna especie de semejanza; así como el acto de los ojos es el ver, y por esto quando se dice, que Dios tiene ojos, se significa su virtud para ver de un modo inteligible, y no sensible; y lo mismo se ha de decir de las otras partes, que se atribuyen á Dios: Así tampoco hay inconveniente, ni se debe tener por tal, el que para ayudar á nuestra flaqueza, y debilidad, ??? y condescender con ella, nos sea permitido pintar al mismo Dios baxo de alguna figura de hombre venerable.

4 Ni debe alguien hacer alto, sobre que aquella pintura, una vez que se llame Imagen, que representa á Dios, se le podrá tambien de algún modo llamar Dios, segun las elegantes palabras de S. Agustin, en las que tal vez podria fundarse el reparo (211): Son tan semejantes las Imágnes á las cosas que representan (dice este Santo), que muchas veces toman el nombre de sus mismos prototypos: así, á un hombre pintado, le llamamos hombre; y mirando unos quadros puestos en la pared, decimos: aquel es Ciceron, este Salustio. No debe, digo, hacer esto impresion á nadie; porque dicha Imagen, solamente en un sentido muy material, y sobradamente impropio, se llamaría Dios. Finalmente, aunque al hombre pintado, con impropiedad, y en un sentido analógico, se le llame hombre; sin embargo, aun con mas impropiedad se daría el nombre de Dios á la tal Imagen; porque la pintura del hombre nos manifiesta, y pone á la vista el cuerpo del hombre, que realmente exîste; pero dicha Imagen de Dios, no nos representa el cuerpo de Dios, que no lo tiene, sino al mismo Dios, del modo que lo puede concebir nuestra debil imaginacion. A esto tal vez miran, y con efecto vienen muy al caso, aquellos dos versos bastante sabidos de todos por haberlos abrazado el séptimo Concilio General (212), que dicen así:

Nam Deus est quod imago docet; sed non Deus ipsa.

Hanc videas, sed mente colas quod cernis in ipsa.

De lo dicho, y de lo que dirémos despues, me parece queda bastante probado, que Dios, aunque incorporeo, y á quien en ningúna manera le podemos concebir, y ??? figurar como es en sí mismo; con todo, atendiendo á la flaqueza humana, será lícito pintarle en forma y figura de hombre.




CAPITULO II.


Que regularmente la forma humana, en que es lícito pintar á Dios, es la de un magestuoso, y respetable viejo. Trátase tambien aquí de otro modo de pintar á Dios sin ningúna figura, sí solo con rayos, y dentro de ellos un nombre Tetragramaton, ó de quatro letras.

I Aquel Platon llamado el Divino, dixo con mucha razon (213), y elegancia, que el hombre (de quien vamos á hablar) entre todas las cosas criadas, en particular de las visibles, era la primera, y principal, y como una suma, y complemento de todas ellas. Porque, ademas del alma racional, que Dios por sí mismo le infundió, y le infunde continuamente, á la que por tanto podemos justamente llamar un soplo de Dios, y como la llamó un Gentil (214): Divinæ particulam auræ, una partecilla del espíritu divino; consta tambien el hombre de un cuerpo hermosísimo, perfectamente organizado por dentro, y por afuera, dispuesto con tanto primor, y exâctitud, y por decirlo así, fabricado con tal arte, y artificio, que en razon de cuerpo, y dentro de sus límites, en ningún modo puede imaginarse cosa mas perfecta, y acabada: en tanto grado, que la estructura sola de los ojos, á quien la contemple, y exâmine con atencion, no podrá menos de parecerle uno de los mayores portentos, y milagros. Sobre lo qual, ademas de los Escritores Anatómicos, han dicho cosas maravillosas los Santos Padres. Pero, por lo ??? que toca á lo que vamos tratando, vea el piadoso, y erudito Lector á aquel Varon digno de perpetuas alabanzas por su grande piedad, y erudicion, al Maestro, digo, Fr. Luis de Granada (215): de manera, que aun por lo que mira al artificio del cuerpo humano, nos enseña muy bien la Sagrada Escritura, que habiendo criado Dios con una sola palabra todas las cosas del Universo, y tambien los hermosísimos cuerpos celestes; con todo, quando llegó á la formación del hombre, no usó el mismo Dios del mismo modo de mandar, y de hacer; sino que: Hagamos (dixo) al hombre á nuestra imagen, y semejanza (216). Lo que, si bien por lo que mira á la razon de imagen, y de semejanza, deba entenderse del alma, como sabiamente enseñó Santo Thomas (217); sin embargo, no tiene duda, que la formación del cuerpo humano, fué de algún modo (para explicarme así) una de las obras en que se esmeró el Señor con mas particularidad, y cuidado: lo que dan bastante á entender las palabras, que mas abaxo se siguen (218): Formó, pues, el Señor Dios al hombre del barro de la tierra, é inspiró en su semblante el aliento de la vida, y quedó el hombre vivo, y animado. Sobre cuyo pasage, reflexîonando atentamente Tertuliano, Varon de grande nombre, y fama, aunque infeliz en sus últimos dias, y tratando este mismo lugar: Tanto montaba (dice) lo que se formaba de esta materia. Pues tantas veces es honrado el hombre, quantas sobre él pone las manos el mismo Dios; mientras le toca, mientras le arranca, y saca de aquella materia; y en una palabra, mientras le está fabricando (219). Y añade eloqüentísimamente: Reflexîona con atencion, como todo un Dios anda ocupado en esta obra, con sus manos, con sus obras, con su consejo, con su sabiduría, ??? con su providencia, y singularmente con su amor, que era el que tiraba las lineas. Lo que ya él mismo había dicho antes (220), y lo había repetido tambien en otro lugar, con estas palabras (221): A esta tambien (esto es, á la carne) la fabricó la singular bondad de Dios, no mandando con imperio, sino con su propia mano; y lo que es mas, habiendo antes precedido la cariñosa palabra: Hagamos al hombre á nuestra imagen, y semejanza. Acerca de los lugares, que van citados abaxo, de los Santos Cyrilo, Ambrosio, Augustino, Methodio, Cesario y de otros, los quales nota, y advierte oportunamente, como siempre, el esclarecido Intérprete, y Comentador de las obras de Tertuliano (222), véalos quien quisiere, y tenga tiempo para ello: porque yo no acostumbro (como he advertido muchas veces) coger á manos llenas las autoridades de otros para aumentar con ellas las páginas de mi libro, ni valerme de los trabajos agenos, para dar crédito á mi obra.

2 Advertido ya oportunamente todo esto, digo no sin fundamento, que regularmente es lícito, y muy decente pintar á Dios baxo la figura de un venerable anciano. Pues, con exceder tanto las cosas espirituales, y divinas (lo que es muy del caso inculcarlo repetidas veces) en dignidad, y excelencia á las cosas corporales, y visibles; con todo, como nosotros estamos acostumbrados á estas cosas materiales, no podemos de otro modo imaginar, concebir, ó expresar las espirituales, sino á la manera de las corporeas, ó (como dicen los Escolásticos) connotativè ad illa: No de otra manera, que aquel rústico de quien habla Virgilio, el qual, como no hubiese visto sino Mantua, pensaba que Roma, cabeza del Universo, era, no solo igual, sino semejante á ella; sin embargo de que Roma, no solo en grandeza, ??? sino en dignidad, y magnificencia, llevaba incomparables ventajas á Mantua. Son muy elegantes los versos con que Virgilio lo refiere, y por tanto no puedo menos de referirlos; dicen así (223):

Urbem quam dicunt Romam, Melibæe, putavi Stultus ego huic nostræ similem, quo sæpe solemus Pastores ovium teneros depellere fStus.

Sic canibus catulos similes, sic matribus hædos Noram: sic parvis componere magna solebam.

Y como entre los cuerpos animados ( que en los demas no hay necesidad de detenernos) ninguno hay mas noble que el hombre; baxo esta forma, y principalmente baxo la de un venerable, y magestuoso anciano, puede pia, y oportunamente pintarse á Dios por las razones que darémos mas abaxo: y muy en especial, por la costumbre recibida que hay de pintar á Dios de esta manera, como en su propio lugar lo manifestarémos despues con muchas pruebas.

3 Pero antes he de advertir (por no dexar esto sin tocarlo) que muchos acostumbran, y con bastante freqüencia, pintar á Dios sin ningúna figura de hombre; cuyo modo de pintar, mas bien pertenece á los geroglíficos, que al arte de la Pintura. Pintan, pues, algunos con bastante acierto, y elegancia, un círculo en la parte superior de la tabla, ó lo que es mejor, y mas freqüente un triángulo equilátero, formado de rayos de luz, que por todas partes resplandecen, y dentro de él escriben con caractéres Hebreos aquel nombre, que por constar de quatro letras llamaron Tetragramaton: el qual algunos leen Adonai, y otros Jeovah; pero no es este el propio ??? lugar de explicar, como se debe leer, ó pronunciar dicho nombre. Lo cierto es, que los Hebreos miraron á este nombre, y lo tuvieron por verdaderamente inefable, y que solo al Sumo Sacerdote le era permitido pronunciarlo una vez al año, y esto dentro del mismo Santuario: lo que es muy digno de advertirse, y lo notó Santo Thomas, el qual dice (224): Este nombre se impuso para significar la misma substancia de Dios, que es incomunicable, y si puedo explicarme así, singular. Por lo que, con esta especie de pintura, ó figura, se expresa bastante bien al mismo Dios, cuyo nombre representa, y es cosa bien executada el incluir este nombre dentro de un triángulo equilátero, y por consiguiente equiángulo (225), ó que tiene tres ángulos perfectamente iguales; porque así, se puede concebir de algún modo la unidad de la esencia, y la trinidad, é igualdad de las Personas. Pero descendamos ya á lo que arriba he insinuado, y prometido.




EL PINTOR CHRISTIANO Y ERUDITO-Juan Interián de Ayala - CAPITULO IX.