EL PINTOR CHRISTIANO Y ERUDITO-Juan Interián de Ayala - CAPITULO VII.


CAPITULO VIII.


De las Pinturas, é Imágenes de Christo en la edad varonil, ó estando ya muy próxîmo á ella.

I Exîge la buena economía, que los que han de emprender un largo camino, dispongan con tiempo lo necesario para el viage. Por esto, disponiéndome yo á tratar ahora de los Misterios de la Vida, y Pasion de Jesu-Christo, me ha parecido del caso advertir primero, quanto lo permite la probabilidad del asunto, quál haya sido la hermosura del semblante, y aspecto del Señor en su edad varonil, y quáles hayan sido tambien sus vestiduras. Quanto á lo primero, no ??? pretendo referir aquí, ostentando una vana erudicion, lo mucho, que sobre este punto han escrito por una, y otra parte los Santos Padres, é Intérpretes. Pero advierto al que quisiere ver tratada esta materia con mas extension, y diligencia, que no quiera enterarse de ella, leyendo á algunos modernos, los quales, segun oigo, y me acuerdo haber leido en alguna parte, afirman con mucho esfuerzo, y resolucion, tratando este punto, que el semblante de Christo Señor nuestro, no solamente no fué hermoso, sino que fué feo, con un vano empeño, y (á lo que yo creo) loco, y desatinado. Le advierto, digo, que no lea á estos Autores, sino al P. Juan Lorino (578), varon de mucha lectura, y de vastísima erudicion: de quien no sé lo que admira mas; ó el que habiendo leido tanto, pudiese escribir tantos libros; ó el que habiendo escrito tantos libros, le quedase tiempo para tanta lectura. Tan verdadero me parece á mí, lo que nos dexó escrito un grande Filósofo, quando dixo (579): No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho. Nuestra vida es bastante larga, y se nos ha concedido largamente para hacer cosas grandes, si toda la empleásemos bien. Pero volvamos á nuestro camino: aunque antes de entrar en él, conviene notar, que S. Ireneo, bien que entre los Padres de la Iglesia es un Escritor grave, erudito, y piadoso, se engañó sin embargo acerca de la edad, en que Christo Señor nuestro exerció el ministerio, á que había sido enviado (580). Pensó este gran Santo, acalorado tal vez con el ardor de la disputa, que Jesu-Christo, de quien dice el Evangelio (581), que había empezado su ministerio cerca de los treinta años de edad, lo había continuado hasta casi los cincuenta, y lo intenta persuadir de lo que objetaban los Judíos á ??? Christo, quando le decian: ¿No tienes todavía cincuenta años, y viste á Abraban? Añade tambien, que esta sentencia había venido, como por tradicion, de los mismos discípulos de S. Juan Evangelista, á quienes había conocido el mismo S. Ireneo, y que podian haber visto á otros Apóstoles. Lo que si fuera verdad, se debería pintar á Christo, no joven, sino de avanzada edad; ó á lo menos, como que tiraba bastante á viejo: sin embargo, nadie sigue esto en el dia de hoy, ni lo ha seguido otro alguno despues de S. Ireneo. En otro lugar tendremos ocasion de tratar este punto mas á la larga. Véase entretanto el Comentador, y editor de sus obras (582).

2 Esto sentado, ó dexado á parte: dos son las principales sentencias de los Santos Padres, é Intérpretes acerca de la hermosura, ó fealdad del aspecto de Christo Señor nuestro. La una constantemente afirma, que Christo en la edad varonil, no solo no tuvo algo de hermoso, ó de buen parecer, en su semblante, y aspecto, ni en todo lo que mira á la perfección corporal; sino por el contrario, que fué feo, y sin ningúna hermosura. Los Autores principales, y mas antiguos, que llevan esta sentencia son Tertuliano, y S. Clemente Alexandrino: el primero hablando de Christo, dice (583): No tuvo hermosura alguna por lo que toca á su semblante, y aspecto, conforme lo había vaticinado Isaías. Y el segundo, lo dice aun mas claramente con estas palabras (584): El Espíritu Santo afirma por Isaías, que el Señor fué de aspecto feo. Le vimos (dice Isaías), y no tenia decoro, ni hermosura; antes su figura era vil, y despreciable á los ojos de los hombres. ¿Quién hay que sea mas hermoso, que el Señor? Pero no manifestó la hermosura de la carne, que es la que vemos, sino la ??? verdadera hermosura del alma, y la del cuerpo: la del alma, llenándola de bienes; y la del cuerpo, dándole una gloria inmortal. A estos han seguido despues hombres verdaderamente grandes, S. Athanasio (585), S. Cirilo (586), S. Ambrosio (587), justo de Urgél (588), y otros muchos. La otra sentencia por el contrario, dice, que el aspecto, y estructura del cuerpo de Christo, y todo lo que entendemos baxo este nombre, no solamente no fué feo, sino hermoso, de buen parecer, y agraciado. ¡En tanto grado son diversos, y opuestos entre sí sobre un mismo punto, los juicios de hombres doctísimos, y juntamente muy santos! Lo que á mí me da motivo de extrañar menos, que Pintores, y Artífices de mucho nombre, y fama, hayan tomado diverso rumbo acerca de pintar á Christo Señor nuestro en la edad varonil. No quiero ahora nombrarlos, porque no es mi ánimo alabar el hecho. Yo mismo he visto Imágenes de Jesu-Christo pintadas, y esculpidas por Artífices excelentes, en que el Divino Señor se representaba á la manera de un Athleta robusto, de aspecto torvo, membrudo, y casi del mismo modo, que pintan á aquel Milon el de Crotona: he visto tambien otras, en que le representaban nimiamente compuesto, agraciado, y hermoso, como si fuera (si es lícito explicarse así) un Adonis, ó un Amintas. Unos, y otros van errados por no tener presente aquel adagio , lo que elegantemente notó Horacio en aquel verso (589):

Virtus est medium vitiorum, & utrinque reductum.

Pero vamos al asunto. Esta segunda sentencia, á mas de que podria colegirse bastante del temperamento igual, ??? y perfectísimo del Cuerpo de Christo, como afirman comunmente los Theólogos, por cuyo motivo nunca contraxo ningúna enfermedad, ni la habria contrahido, aunque hubiera llegado á una vejez decrépita, conforme lo atestiguan fuera de los Theólogos, los Médicos peritos en su Arte (590); ademas de esto, digo, defiende expresamente esta sentencia entre los Autores antiguos, que yo he visto, S. Gerónimo, Varon por otra parte severo, y á quien nunca agradaron los halagos de los ojos, ni de los sentidos (591), el qual escribiendo á la Virgen Principia, expone el Salmo quarenta y quatro, y le dice: No que la divinidad de Christo comparada con los hombres, no sea mas hermosa: pues no tiene cotejo una cosa con otra: sino que quitado todo lo que padeció Christo en la Cruz, es mas hermoso el que es Virgen de Virgen, y que no nació por deleyte de varon, sino de Dios. Y continuando en esta sentencia, añade en el mismo lugar: Porque á no haber tenido (Christo) en su semblante, y en sus ojos algún género de resplandor; jamas le hubieran seguido al instante los Apóstoles, ni hubieran caido postrados en tierra, los que habían ido á prenderle. Hasta aquí S. Gerónimo, el qual guardando conseqüencia, en el Comentario que escribió sobre San Matheo, responde así al impío Porphyrio, y á Juliano Apóstata, á quien modestamente, como era debido, le llama Augusto (592): Reprehenden en este lugar Porphyrio, y Juliano Augusto, ó la impericia del historiador, que falta á la verdad, ó la necedad de los que siguieron al instante al Salvador, como si neciamente, y sin razon hubiesen seguido á un qualquiera que los llamaba. Y luego despues: Ciertamente el mismo resplandor, y magestad de la divinidad que estaba oculta, resplandecia de tal ??? modo en su semblante, que era capaz de atraer á sí á primera vista, á quantos le miraban. Lo mismo enseña en otros lugares este Santo (593), á quien habían precedido en el mismo modo de pensar, Orígenes (594), y S. Juan Chrisóstomo; cuyas palabras eloqüentísimas casi sería delito el omitirlas en ocasion tan oportuna: dice, pues (595): Apartaba (Christo) las turbas, porque tenia no pocos apasionados, y admiradores, y que siempre deseaban verle. Con efecto, ¿quién se apartaría sino con mucho sentimiento, y de mala gana, de aquel, á quien veían obrar tales, y tantos milagros?

¿O quién no ardería en vehementes deseos de ver solo el semblante, ó la boca de donde dimanaban sentencias de preceptos divinos? Porque, así como era admirable en obrar milagros, así dicen que fué de aspecto muy agraciado: y dando á entender esto mismo, había anunciado mucho antes el Profeta, que sería el Señor, de hermoso semblante, mas que los hijos de los hombres. Porque, lo que dice Isaías: No tenia belleza, ni hermosura, esto lo dixo, ó porque miró á la gloria inefable de su Divinidad, ó porque atendió á la espantosa deformidad de su Pasion, en la que pusieron á su cuerpo de un color cárdeno, y amoratado; ó finalmente, porque quiso significar, que usaría el Señor de un vestido, y modo de vivir sin ningúna ostentacion. Esto dice el Chrisóstomo, añadiendo otras cosas elegantes, y que hacen mucho para mi intento.

3 La misma sentencia siguieron otros muchos: porque ademas de San Agustin, el qual (aunque lo citan á favor de la sentencia contraria) parece indicar, y enseñar la nuestra en varios lugares (596): dice Theodoreto (597): Admiran (á Christo), y la hermosura de su cuerpo, que la llaman estola: Porque en quanto hombre, es ??? de hermoso semblante, mas que los hijos de los hombres: porque en quanto Dios es tan hermoso, que por ser incomprehensible su hermosura, con ningúna semejanza se puede bastantemente explicar. Casiodoro (598), exponiendo aquellas palabras del Salmo quarenta y quatro: Su semblante es hermoso, mas que los hijos de los hombres, afirma, que dichas palabras no las entendió S. Agustin sino de la hermosura del cuerpo. Así lo han explicado tambien, y difusamente otros Escritores mas modernos. S. Bernardo, dice (599): Las gentes de las Ciudades, y de los pueblos seguian al Señor, quando predicaba: y así, sanando sus almas, sanaba tambien sus cuerpos, é iban tras él llevados de sus palabras, y hermosura juntamente: pues su voz era suave, y su semblante hermoso, conforme está escrito: Su semblante es hermoso, mas que los hijos de los hombres, la gracia se difundió en sus labios. Por esto Santo Thomas, á quien tengo siempre por norte, y sin cuya guia, singularmente en cosas pertenecientes á Theología, no me es permitido, ni quiero afirmar cosa alguna; exponiendo á Severiano, el qual en el Sermon de Pasqua, que empieza: Nemo putet, dice, que Christo en su Resurrección transmutó la efigie de su semblante; añade (600): Lo que se ha de entender en quanto á los lineamentos de los miembros, pues que no había cosa alguna desordenada, ni fea en el cuerpo de Christo concebido por obra del Espíritu Santo, que debiera enmendarse en la resurreccion: tomó sin embargo, quando resucitó, la gloria de la claridad, &c. Esto dice Santo Thomas. De que facilmente infiero, que aun el Nacianceno, que en alguna parte parece de contrario parecer (601), lleva tambien esta sentencia (que tengo por verdadera, y segun juzgo por mas conforme á la ??? autoridad, y á la razon), quando dice de Christo Señor nuestro (602), que en su resurrección se le restituyó la hermosa estola del cuerpo, que fué crucificado. Basten estos testimonios entresacados de varias partes, por lo que toca á los Santos Padres; porque en quanto á los de los modernos, no hay para que detenerme en referirlos, pues afirman esto unánimente, no uno, ú otro, sino muchísimos, que refiere, y sigue el citado P. Juan Lorino.

4 Quede, pues, sentado, é impreso en la mente de los Pintores, y Escultores Christianos (á quienes he querido advertir en esta obra, tal qual ella es) que Christo Señor nuestro, por lo que toca al semblante, aspecto, estatura, y finalmente por lo que mira al decoro, y perfección de todo su cuerpo; fué de figura agradable, bien parecida, y verdaderamente hermosa: aunque no con aquel género de hermosura, que indica flaqueza, halagos, delicadez, y por fin lascivia, y maldad; ni que fuera hermoso, del modo que pinta á Theágenes el Escritor de aquella elegante fábula (603); sino con una hermosura verdaderamente varonil, y llena de un respetable, y augusto decoro. En una palabra: Christo fué bien parecido, y hermoso, no con una gracia, y hermosura mugeril, y afeminada; sino con aquel género de hermosura, que llama Ciceron dignidad varonil: que es lo que (antes de pasar á otra cosa) sienta con mucha solidez, y elegancia el Doctor Angélico, quando dice (604): La hermosura consiste en la proporción de los miembros, y de los colores; y así una es la hermosura, que tienen unos, y otra la que tienen otros: dicha hermosura es la que tuvo Christo, segun lo que correspondia á su estado, y á la dignidad de su condicion. Y añade luego elegantísimamente: No debemos, pues, ??? figurarnos, que Christo tuviese el pelo encendido, ó de color de fuego, ni que él fuese de dicho color, por quanto esto no le hubiera estado bien; pero sí tuvo, y en sumo grado aquella hermosura del cuerpo correspondiente al estado, dignidad, y gracia en el semblante: de suerte que resplandecia en su rostro una cosa como divina, por lo que todos le reverenciaban, como dice S. Agustin, &c. Pero á mí me parece, que la hermosura del cuerpo de Christo, que decia bien con la magestad de un tal Rey, y Emperador tan grande, de quien no es la última alabanza, segun lo de Eurípides (605):

y lo contrario, poco, ó nada serviría para el fin de nuestra enseñanza, y redencion: Paréceme, digo, que esta gravedad, y hermosura magestuosa, se puede en cierto modo comparar á la que describe Séneca in Hyppolito, quando dice (606):

Quàm grata est facies, torva viriliter, Et pondus veteris triste supercili? PhSbo colla licet splendida compares, Illum cæsaries nescia colligi Perfundens humeros, ornat, & integit.

Sobre cuyo lugar el erudito Padre Martin Antonio del Rio, Comentador de las tragedias de Séneca (607), notó bastantemente al caso: Fíngese adornado de hermosura tal, que carezca de toda mancha, é inmundicia, pero sin adorno superfluo; cuya medianía, y trage verdaderamente varonil, alaba Epícteto, segun nos dice su discipulo Arriano. Y ya que hemos llegado á este lugar, no me ??? parece fuera de propósito, ni cosa ridícula, pues es sacada de monumentos, é historias antiguas, el poner aquí la Pintura, que hace Nicéphoro de las facciones de Christo Señor nuestro, la que no quiero referir con sus mismas palabras por ser muy largas, y que qualquiera podrá ver en el lugar que cito abaxo (608); sino con las de otro sabio Escritor, que abrevia dicha narración (609), el qual dice que Christo Señor nuestro fué I. De un semblante vivo, apacible, hermoso, no redondo, ni puntiagudo, bien que algo carilargo, su color parecido al del trigo, colorado, pero algo moreno. 2. Su estatura de siete palmos, ó de tres codos, y medio (esto es) bastante alto. Pues la mayor estatura no suele pasar de ocho palmos, ó de quatro codos. 3. Sus ojos rubios, algo negros, resplandecientes, agraciados, y perspicaces. 4. Las cejas negras, no muy arqueadas, la barba roja, y no muy larga. 5. El pelo, que tiraba á rubio, bastante largo, y que caía con cierta suavidad hácia á la espalda. 6. La nariz aguileña. 7. El cuello con declivio proporcionado, de suerte que segun la estatura del cuerpo, no era ni estrecho, ni demasiadamente ancho. 8. Finalmente en todo era parecido á su Madre. Dixe de propósito, que esta narración se ha tomado de historias, y monumentos antiguos; porque en realidad es así: pues á lo menos trae su origen de los Escritores, y Pintores, que florecieron por el siglo octavo de la Iglesia, lo que confiesa un Autor muy sabio, y juntamente muy crítico (610). Pero esto todavía es poco; pues yo añado, que á dicha narración se le debe dar mucho mas remota antigüedad. Eusebio de Cesaréa, de quien con razon se puede decir en quanto á la Historia Eclesiástica, lo que de Salustio se dixo en quanto á la Romana, que es el primero, refiere expresamente haber visto él mismo en la ??? Ciudad de Pancades, una estatua de Jesu-Christo de bronce, que en señal de agradecimiento le había erigido aquella muger, que padecia fluxo de sangre, la qual con solo tocar la orla de las vestiduras del Señor, había quedado sana. Sus palabras son dignas de ponerse aquí, pues despues de haber dicho muchas cosas de dicha estatua, é imagen, añade (611): Esta estatua, dicen, que representa la efigie de Jesu-Christo, y habiéndose conservado esta misma hasta nuestros tiempos, yo mismo la ví con mis propios ojos, quando fuí á aquella Ciudad. Hasta aquí Eusebio, el qual dice inmediatamente: Ví al mismo tiempo las Imágenes de los Apóstoles S. Pedro, y S. Pablo, y tambien las de Christo, que se habían conservado en varias Pinturas.

¿Por qué, pues, no podrémos decir, que de estas Imágenes, las quales (como es muy probable) se hicieron, viviendo aun Christo en carne mortal, y de otras, que sin duda se conservaban en varios lugares, se derivaron otras semejantes á estas? ¿O por lo menos, que con el socorro de narraciones sucesivas, y recibidas, sirvieron á los Fieles de una tradición no ridícula, sino verdaderamente sólida? Lo que nos da motivo, para que no dexemos de dar fé á Nicéphoro, aunque no sea Escritor muy antiguo. Por lo qual el Artífice, que quisiere representar á Christo segun la pintura, que nos hacen del Señor, Nicéphoro, y otros (612); será en mi juicio el que hará la pintura mas cabal, y perfecta de Jesu-Christo.

5 Ni lo contrario (por no dexar esto sin tocar) se puede, no digo convencer, pero ni aun persuadir de lo que nos dicen los Santos Padres; pues Tertuliano, y S. Clemente Alexandrino, que son los mas antiguos, que se citan en apoyo de la fealdad del Cuerpo de Christo, ??? solamente se mueven á decirlo por aquel comun, y vulgar testimonio de Isaías (613): No tiene belleza, ni hermosura; vímosle, y nada tenia que nos llevase tras él, y le desconocimos. Y en el verso siguiente: Su rostro estaba como escondido, y abatido, por cuyo motivo no hicimos caso de él. Solamente digo, alegan á su favor este testimonio del Profeta Isaías, como facilmente lo verá el que lea sus palabras. ¿Pero quién dexará de conocer, que este testimonio, puede, y debe entenderse de Christo Señor nuestro en su acerbísima Pasion llena de dolores, y de oprobrios? Este fué el sentimiento de los Padres, que citamos arriba, produciendo sus mismas palabras; principalmente el de S. Juan Chrisóstomo en el lugar citado: y no debe entenderse del semblante, y aspecto de Christo antes de padecer tantos, y tan grandes tormentos: aunque no negaré, que á Jesu-Christo, el qual todo el tiempo de su santísima vida, se exercitó en ayunos, oraciones, vigilias, y peregrinaciones, le aconteciese lo que cuenta un Filósofo haberle sucedido á él mismo (614); esto es, que la continuación de los trabajos literarios, le había quitado toda la hermosura del cuerpo, extenuado sus fuerzas, sorbido el humor, y robado el color. Por este motivo, conforme diximos arriba, tuvieron al Señor por de mas edad, los que le decian (615): ¿No tienes todavía cincuenta años, y viste á Abrahan? Esto mismo consta haber acontecido tambien al Rey David, al qual por estár quebrantado de los trabajos, y desastres de la guerra, le llama la Escritura muy viejo (616), sin embargo de que no pasó de setenta años. Esto es lo que de paso, y por encima, me ha parecido decir sobre una materia de tanta nobleza, y dignidad. ???




CAPITULO IX.


De las vestiduras, y adornos de Christo Señor nuestro.

I No sin razon, ni sin fundamento colocó Aristóteles entre los diez géneros supremos de las cosas, á uno, al qual llamó habere, ó habitus, que es la exterior disposición de un cuerpo, por mas que esto parezca á algunos cosa obscura, y despreciable. Pues no sé por qué, ó cómo sucede, que el adorno, y el vestido con que nos cubrimos, añade á la substancia, ó al individuo una cosa muy considerable; importando no poco para conocer á algún sugeto, singularmente si es un Héroe, ó un Príncipe, el que le pinten con armas, con toga, ó con capa. Y así, por lo que toca á las vestiduras de Christo, cuya conocimiento (para que sea la representación hermosa, y verdadera) es de la inspección del Pintor Christiano; tengo mucho que advertir aquí, aunque no es mi ánimo detenerme demasiado en ello. Mas, para que á mis lectores, que seriamente lean esta obra, se les haga todo esto mas claro, y lo tengan por mas sólido, quiero advertir una cosa en especial, que desearía se tuviera siempre presente, á saber, que Christo Señor nuestro en lo perteneciente á la conversación externa, instituyó, y abrazó constantemente un género de vida el mas apto, y y por decirlo así, mas proporcionado con el fin, á que que había sido enviado. Este, que era el mas excelente de todos, no era otro, sino el de la redención del mundo, y la instruccion, y enseñanza de los hombres. Por lo que, llevó una vida severa á la verdad, y de mucha gravedad; pero no sobremanera inculta, y austera, ni separada enteramente del comercio de los hombres, como lo había practicado el Bautista: antes bien llevó una vida moderada, templada, y proporcionada al trato de los hombres. Viólo esto, y lo enseñó ??? con el grande juicio de que estaba dotado, el Doctor Angélico, el qual solo basta para demostrar con la mayor evidencia lo que vamos tratando. Dice pues (617): Era correspondiente (como ya hemos dicho) al fin de la Encarnacion, el que Christo no hiciera vida de Anacoreta, sino que tratase con los hombres. El que está tratando con otros, es muy conveniente, que se conforme con ellos en la conversacion, segun aquello del Apostol I. ad Corinth. 9. Me hice todo para todos, &c. Véanse sin embargo sus Expositores, y particularmente el P. Francisco Suarez (618), llamado con razon Doctor Exîmio, que en esta parte ocupa lugar muy distinguido.

2 Esto presupuesto, y advertido, aunque Tertuliano haya afirmado expresamente (619), que Christo Señor nuestro fué inculto, y desaseado en el vestido, lo que indican tambien otros Padres de la Iglesia (620), y singularmente Euthimio (621), el qual, segun me parece, lo exâgera demasiado: juzgo en primer lugar, que las vestiduras de Christo no fueron en ningúna manera preciosas, ni exquisitas, y que se conformaban mas con el modo de vestir de la gente vulgar, como lo notó muy bien, é hizo evidencia de ello, el Doctor Angélico, cuyas son estas palabras (622): No es creible, que Jesu-Chrisso usase vestidos preciosos, quando él mismo nos pinta recomendable á S. Juan, por no andar vestido con ellos. Ciertamente, si el Señor hubiese usado vestidos ricos, los Fariseos, que en lo exterior hacian ostentación de santidad; así como decian de él, que era un comedor, y bebedor de vino, y aficionado á los publicanos; hubieran tambien dicho de él, que vestía delicadamente. Juzgo ademas, que sus vestiduras no fueron demasiadamente viles, ó despreciables, y mucho menos, sucias, ni rotas; ??? sino decentes, y comunes. Con efecto, el Precursor Bautista usó siempre de vestidos groseros, y ásperos, conforme nos lo enseñan los Evangelistas (623): San Juan (dice S. Matheo) traía su vestido de pelos de camellos, con un ceñidor de cuero por sus lomos. Y San Marcos (624): Juan andaba vestido de pelos de camello, con un ceñidor de cuero por sus lomos: pero Christo Señor nuestro no vistió así, sino del modo, que acabamos de exponer; esto es, usó de aquellas vestiduras, que acostumbraban llevar, no los grandes, y ricos, sino como vestian comunmente los Judíos. Muchas razones me mueven á pensar de este modo. Primeramente, porque si Christo acerca del modo de vestir hubiera admitido alguna singularidad, y apartádose en esta parte de la costumbre de aquellos tiempos; no es, ni parece verisimil, que los quatro Evangelistas lo hubiesen callado: quando dos de ellos, S. Matheo, y S. Marcos, hicieron expresa mención de la aspereza del vestido del Bautista, y aun (lo que es mas) la alabó el mismo Jesu-Christo. Ademas: porque la aspereza, y demasiada austeridad de los vestidos, parece que no decia bien con una comida comun, vulgar, y usual, y con beber vino, bien que con mucha moderacion. Y aunque es de creer, que Christo Señor nuestro, quando comía solo, ó con los suyos, se contentaba con comidas viles, y vulgares, sin embargo que sobre este punto podria haber tambien alguna duda, por leerse en un lugar (625), que sus Discípulos se habían ido á la Ciudad (de Samaria) para comprar víveres: Sin embargo, digo, de ser esto así, es certísimo, que Christo se recostó no pocas veces en mesas de hombres ricos, y acomodados (626), donde con efecto comía, lo que se le ponia delante, aunque con mucha templanza, y sobriedad; y entonces bebia tambien vino, pero siempre con la misma ??? moderacion. Pues esto es, lo que el mismo Christo objetaba con la mas grave, y vehemente energía á sus émulos, y envidiosos los Fariseos, cotejando su modo de vivir con la vida de su Precursor, con aquellas palabras, que enteras quiero ponerlas aquí, por ser muy oportunas para el caso (627): ¿Qué otra generación (dice Christo) podré encontrar, que se parezca á esta? Ella es semejante á los niños sentados en la plaza, que dando voces á sus compañeros, les dicen: Os cantamos, y no habeis baylado: Os diximos endechas, y no os lamentasteis. Pues vino Juan, que no comia, ni bebia, y dicen: Demonio tiene: Vino el hijo del hombre, que come, y bebe, y dicen: Es un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de los publicanos, y pecadores. De donde infiero, que si Christo hubiera usado de vestido penitente, muy áspero, y en todo vil, y despreciable, hubiera dado no poca ocasion á los envidiosos, y calumniadores, de exâgerar, y acriminar esto mismo, y de motejarle por la disonancia que habria entre su comer, y vestir: pues (como decíamos poco há) con un vestido demasiado rígido, vil, y áspero, no parece que decia bien, el que se hubiera recostado en mesas, donde se servian comidas espléndidas, por mas que algunos espontaneamente se lo hubieran ofrecido. Y así como Christo hacia todo esto por fines santísimos, y para utilidad, y provecho de los hombres con quienes trataba; así se puede decir, que no usó de vestidos delicados, preciosos, y exquisitos, sino solamente comunes, y decentes, aunque tiraban mas á austeros, y á los que usaban la gente vulgar.

3 Finalmente, me mueve tambien á pensar de este modo, porque á no ser así, los soldados que crucificaron á Christo, á quienes pertenecian enteramente las vestiduras del Señor, segun la antigua costumbre, que ??? reformó despues el Emperador Adriano, como consta del Derecho (628); no hubieran tenido tanto cuidado de dividirlas, y repartirlas entre sí, procurando que á nadie de ellos se le hiciera injuria: ni hubieran porfiado sobre á quál de ellos había de tocar la mejor parte. Consta esto expresamente del contexto de los Evangelios (629): por lo que, observó muy bien Jansenio (630), y lo insinuaron tambien Euthimio, y S. Ambrosio (631), que los soldados echaron suertes sobre todas las vestiduras de Christo, aunque mas particularmente sobre la túnica; queriendo, que mas por suerte tocára á uno de ellos, que echarla á perder, si la cortaban. Y aunque es verdad, que todo esto sucedió en cumplimiento de las profecías, como en los lugares citados advierten los mismos Evangelistas; con todo, parece se infiere de aquí, que las vestiduras de Christo no eran tan viles, y despreciables, que no merecieran el cuidado, y diligencia de los soldados; y por tanto, que eran tales, quales las hemos representado. Esta es, y no otra la sentencia comun, si no nos dexamos llevar de alguna pasion. Y baste haber notado esto, sobre la qualidad de los vestidos de Christo. En quanto á la materia, nada tengo que advertir, sino que fueron de lana: en cuya prueba, no me parece debo gastar mucho tiempo, por haber sido esta, y no otra, la materia de que se hacian, y texian los vestidos, no solo entre los Judíos, sino casi en todas las naciones del mundo, quando todavía no se había dado entrada al luxo, por el qual se introduxo el uso de la seda, y otros trages peregrinos. Acerca del color, hemos dicho ya bastante arriba (632), y así no quiero repetirlo aquí: esto es, que fueron sus vestiduras; ó blancas, lo que no apruebo, ó del color ??? de la misma lana, y que tiraban á obscuras, y pardas, á que mas me inclino: lo que confirmo ahora con un excelente lugar de S. Clemente Alexandrino, el qual dice (633): Y si es menester buscar tambien algún otro color (á saber, ademas del blanco, de que antes había hablado) digo, que basta el color natural del mismo vestido. Y añade elegantemente: Los abominables deleytes inventaron despues los tintes de Cerdeña, de agraz, ó de olivo, el verde, el de color de rosa, el de escarlata, y otros innumerables; de suerte que el fin del vestido, no es ya cubrir el cuerpo, sino el deleytar la vista. Hasta aquí S. Clemente Alexandrino. Para que entiendan los Pintores sabios, quánto se alejan de la verdad, los que pintan regularmente de color de grana, la túnica exterior de Christo Señor nuestro, y de color de violeta, ó cerúleo, su capa superior.

4 Mas, sobre de qué partes constaban las vestiduras de Christo, dexando ahora á parte algunas investigaciones sobradamente escrupulosas; este es mi parecer. Primeramente, que usó de túnica interior, que nosotros llamamos camisa: porque, sobre si usó de algún género de calzones, es cosa menos averiguada, y que así como se puede afirmar con mucha facilidad, así tambien será muy arduo, y dificil de probarlo. De la túnica, hace expresa mención el Evangelio, diciendo de ella (634): La túnica era sin costura, texida toda desde arriba. Esta, pues, como dicen expresamente las palabras referidas, no estaba cosida, aunque tenia tambien sus mangas, como acostumbraban los Hebreos, á manera de las que usamos hoy; sino que estaba texida por todas partes: lo qual, aunque algunos quieran atribuirlo á milagro, pero no fué así. Pues este género de túnicas las hacian freqüentemente los Judíos con telar, ??? y aun vemos hoy, que se hacen en Europa. En efecto, como en los Paises Baxos hay Oficiales industriosos, diligentísimos investigadores de todo género de Artes, y manifacturas, inventaron pocos años há los Olandeses, el modo no poco ingenioso de texer de arriba abaxo los vestidos: sobre que escribió un libro entero Juan Braunio (635). Lo que sí, tengo yo por milagroso, y por muy digno de la magestad de Christo es, lo que muchos afirman; á saber, que la Virgen Santísima le hizo á Christo aquella túnica, quando todavía era niño, y que al paso que iba creciendo hasta la edad varonil, crecia tambien la misma túnica; y probablemente juzgo, que sucedería lo mismo en las demas vestiduras de Christo: pues no parece, que le hubiera sido decoroso, el que segun las diversas edades usara de nuevas, y diversas túnicas, habiendo menester para esto á los Sastres. Con efecto, el que sus vestiduras, ni antes, ni despues de su predicacion, y ministerio, se gastaron con el uso, ó el tiempo; me lo persuade, y á mi parecer con bastante fundamento, el que el mismo Señor concedió este mismo beneficio á los Israelitas, quando caminaron por el desierto, conforme lo manifiesta aquel lugar, en que se dice (636): No se han envejecido vuestros vestidos, ni los zapatos de vuestros pies se han gastado de viejos. Y que esto mismo sucediese con las vestiduras de Christo, ¿qué hombre pío podrá haber, que no lo tenga por verisímil? Pero volvamos á la camisa. Muchos piensan, que esta fué basta, y de lana, lo que yo no niego, aunque considerada la cosa como ella es en sí, nada se puede decir con certeza: y aun se podria pensar, si fué acaso de puro lino, y trabajada á manera de red: pero no fué (como juzgaron algunos) de lino, y de lana, por estár esto expresamente prohibido á los Israelitas ??? por la Ley, que mandaba (637): No te pondrás vestido alguno, que esté texido de lino, y de lana.

5 Por lo que respeta, pues, á la camisa de Christo Señor nuestro, el qual en quanto pudo, y era decente, se acomodó al uso de los de su pais, y Nacion; usó de una larga túnica, que llegaba hasta los pies, hecha de un paño vulgar: la que tengo por cierto se la ataría con algún ceñidor igualmente basto, poco curioso, y ordinario, por quanto dixo á sus Discípulos, quando les envió á predicar el Evangelio, despues de haberles instruido en los preceptos necesarios (638): No tengáis oro, plata, ni dinero en vuestras bolsas. Llevaban los Apóstoles, segun se puede conjeturar, en los mismos ceñidores con que ataban sus vestidos, faldriqueras, ó bolsillos, donde ponian el dinero (lo que suelen tambien practicar hoy con mucha freqüencia nuestros rústicos, y arrieros), aunque no en mucha cantidad, sino solamente el que habían menester para aquellos usos mas obvios, y necesarios. Sin embargo, esto último no me lo puedo persuadir de Christo Señor nuestro, el qual, segun convenia á su magestad, y santidad, había echado de sí enteramente este cuidado, y solicitud; de suerte que para el caso que se hubiese de guardar algún dinero, ó distribuirse á los pobres, había comisionado á uno de los mismos Apóstoles, á saber, á Judas Iscariotes, para que tuviera cuidado de él, y lo guardára, como consta expresamente de la narración del mismo Evangelio (639). Finalmente, iba vestido Christo con una capa del mismo paño, no muy angosta, pues colgando de los hombros, podian doblarse, y volverse sus extremidades hácia los mismos hombros: por ser esta la costumbre, que tenían en sus capas los Judíos, como se puede ver, y notar en la excelente lámina, que pone un erudito Escritor (640), ??? donde se representa el vestido del modo que hemos explicado. Ni por haber dicho, que Christo Señor nuestro usaba de túnica superior, y de camisa, hemos de pensar, que se contradice él mismo, ó que obraba contra el consejo, ó precepto, que él había dado á sus Apóstoles, quando les prohibió que tuviesen dos túnicas (641). Pues, como notó muy bien Euthimio sobre el mismo lugar de S. Matheo, Christo Señor nuestro no les prohibió, el que tuvieran dos túnicas para diverso uso, y distinto fin; sino solamente el que tuvieran dos, que sirvieran para un mismo fin, y uso. En una palabra: les prohibió el que lleváran consigo vestido para mudarse, cosa que no la tuvo el mismo Christo, como despues de otros muchos lo enseñó expresamente Thomas Waldense (642). Y aun parece lo dixo mas claramente S. Lucas en aquellas palabras (643): No tengais dos túnicas, esto es: no tengais dos de un mismo género, duplicadas, ó de prevención para mudaros. Hase de advertir aqui con mucho cuidado, que Christo llevó al derredor de la extremidad de su vestidura (á lo menos, de la del palio, ó de la capa) una orla muy bien cosida, de que muchas veces se hace expresa mención en el Evangelio: pues aquella muger, que había mucho tiempo, que padecia fluxo de sangre, llena de fé, se metió por entre la turba, y tocó la fimbria de su vestidura (644), lo que con las mismas palabras refirió tambien otro Evangelista (645). Leemos ademas, que los hombres yendo á porfia á encontrar á Jesu-Christo, pedian poder tocarle solamente el borde de su manto. Y todos los que tocaron, fueron salvos (646). Lo mismo dice S. Marcos (647). Pero nunca llevó Christo (segun yo pienso) lo que llamaban Phylacteria, como ??? acostumbraban los Doctores de la Ley. Lo que necesita de mayor explicacion, para que se haga mas perceptible á los que no tienen mucha noticia de esto, y para que quede á lo menos enterado de ello el Pintor, á quien procuramos instruir. Sépase, pues, que en la Ley antigua estaba mandado á los Israelitas, que lleváran en la extremidad del vestido, á lo menos en la capa, ciertas orlas, que no son fáciles de explicar: estas se hacian de cintas de color cerúleo, el qual se llama muchas veces en la Escritura color de jacinto. Las palabras en que lo mandaba la Ley, eran las siguientes (648): Les dirás (á los hijos de Israel), que se hagan franjas en los cabos de sus vestidos, poniendo en ellos cintas de color de jacinto: esto es, cerúleas. Lo mismo se repite en otro lugar (649), donde se habla tambien de las fimbrias; ora se cosieran estas en las orlas del vestido, á la manera que entre nosotros se usan aquellos adornos, que llamamos franjas, ó guarniciones (lo que tengo por bastante probable); ora colgáran del mismo vestido, como vemos que están colgando, lo que llamamos fluecos, ó deshilados: sobre que puede verse Gerónimo Oleastro, que trata este punto con mucha erudición (650). Los Doctores, y Fariseos en tiempo de Christo llevaban tambien dichas fimbrias, pero mas anchas, y extendidas, que las de los demas, para significar con esto, que eran mas observantes de la Ley. De aquí se entiende facilmente aquel texto de S. Matheo, que dice de ellos (651): Hacen todas sus obras para ser vistos de los hombres: y como dando la razon de esto: Porque ensanchan (dice) sus phylacterias, y extienden los fluecos de sus mantos. Ellos eran, los que en todo, y por todo fingian santidad, y sobre usar vestidos mas aseados, y mas largos, que los demas, los ??? quales el mismo Christo llamó estolas, quando dixo (652): Guardaos de los Escribas, que quieren andar con ropas largas; hacian, y añadian fimbrias mas grandes en sus vestidos, y extendian mas sus phylacterias. De las fimbrias ya hemos hablado bastante: veamos ahora, qué cosa eran las phylacterias; pues es necesario saberlo, y muy conveniente á nuestro asunto. En la Ley que dió Dios á los Israelitas, se les mandaba, que tuvieran siempre presentes los preceptos del Señor, que por esto decia la Ley (653): Los atarás como señal en tu mano, y los pondrás, y se moverán entre tus ojos. Por esto los mismos Judíos, que vivian en tiempo de Christo, como estaban instruidos por los Fariseos, y Doctores de la Ley, los quales tomaban esto muy á la letra, y materialmente; pensaron el medio de escribir algunos lugares de los mas principales de la Ley en ciertas membranas, las que doblándolas con algunos hilos, ó bramantes trabajados de una materia mas curiosa, se las ataban al brazo izquierdo, y en la frente, de manera que las membranas, y los preceptos, que en ellas estaban escritos, se movian delante de sus ojos. Y como dichas membranas servian para conservar la Ley del Señor, por esto se llamaron Conservatoria, y en Griego Phylacteria (que es lo mismo); las que los Fariseos, para dar á entender al Pueblo, que eran hombres mas religiosos, las hacian mayores, y mas anchas, como queriendo guardar esto con una observancia mas exâcta, y (segun yo pienso) no solo escrupulosa, pero aun supersticiosamente. De que por tanto no usó Jesu-Christo: pero el que usase de fimbrias, lo demuestra claramente el mismo Evangelio. Pasémos ahora á otra cosa.

6 Confieso ingenuamente (y no me avergüenzo de confesarlo, pues ignoro otras muchas cosas, y acaso ??? mas dignas de saberse): Confieso, digo, ingenua, y sencillamente, que no sé, si Christo Señor nuestro usó, ó no, de alguna cosa para cubrir su sagrada cabeza. Porque, quanto he podido observar en lo que diligentemente he leido, advierto, que sobre este punto, no solo no dicen cosa alguna los Evangelistas, pero ni los Santos Padres, ni otros gravísimos Escritores. Pero yo no puedo menos de tocar algo sobre una materia, que dice no poco con mi asunto. Tomaré, pues, el único medio que resta: esto es, poner á la vista los fundamentos de una, y otra parte; esperando, que hombres sabios me enseñen la opinion, que he de llevar. Los que quieran decir, que Christo Señor nuestro usó de turbante, gorra, ú otra cosa para cubrir su cabeza, pueden deducirlo principalmente, de que el Señor (como hemos dicho) se adaptó, y acomodo regularmente en estas cosas comunes á las costumbres recibidas de los de su pais, y Nacion, con quienes vivia, y conversaba. Y aun, Autores gravísimos, y muy diligentes en averiguar estas materias (654), enseñan, que los Judíos, aun en tiempo de Jesu-Christo, usaban de gorras á la manera de los de su region, para cubrir la cabeza; singularmente, ó á lo menos, quando salian en público, ó entraban en el Templo, ó en sus Sinagogas: y los que para demostrarlo mejor, han procurado representarlo todo en láminas, dicen, que dicha cubierta de la cabeza era una cierta gorra plana, y redonda, sobre la qual ponian una larga faxa de lino muy fino, que baxaba de una, y otra parte hasta la mitad del cuerpo. Con efecto, por lo que toca á la antigüedad de esto, no conjeturan mal; por ser constante, que las Naciones Orientales, no solo acostumbraron cubrir sus cabezas, sino tambien adornarlas; cosa ??? que aun la observan en el dia de hoy. Dexo ahora á parte los que habitan en el extremo del Oriente, que llamamos Chinos, los quales retienen dicha costumbre con tanta tenacidad, que no cabe mas: pues allí los plebeyos llevan gorras redondas algún tanto elevadas; pero los nobles, y magistrados, las llevan quadradas, y mucho mas altas: Unos, y otros las llevan siempre puestas en la cabeza, y nunca se las quitan, sino en sus casas, ó quando están conversando con personas de su mayor satisfaccion, y familiaridad: de otra suerte en ningúna manera, particularmente saliendo en público; ni aun quando mutuamente se saludan. Pues entre ellos, no se tiene por urbanidad, sino al contrario por falta de atencion, y por descortesía, el enseñar, y descubrir la cabeza. Sobre que han dicho muchas cosas los que han escrito de aquellas regiones (655). Dexo, digo, á parte á los Chinos: pues consta, que los Persas, los Medos, y los Armenios, usaron antiguamente de una cobertura en la cabeza, que llamaron Tiara, la que usaron al principio las mugeres; pero despues fué adorno propio de los hombres, y singularmente de los Reyes: lo que infiero de Suetonio, el qual dice (656): Finalmente, suplicándoselo (el Rey de Armenia) quitóle la tiara, y le impuso el diadema. Pero al fin, entre los Medos, y Persas fué este un adorno comun de los hombres, lo que tambien se colige del Sagrado Texto, que dice (657): Y atándoles luego, les echaron al horno con sus paños, y sus turbantes, y sus calzados, y sus vestidos. Qué cosa fuese la tiara, lo describió elegantemente S. Gerónimo sobre este mismo lugar de Daniel, quando dixo: Tiara es palabra Griega, que el uso ha hecho ya Latina, de la qual dice Virgilio, Sceptrumque sacerque tiaras. Es un género de gorra, de que usan los ??? Persas, y Caldéos. Y todavía lo explica mas el mismo Santo, quando escribiendo á Fabiola, hace una bella pintura de la tiara con estas palabras (658): El quarto género de vestidura, es una gorra redonda, segun la vemos pintada en la Odyséa de Homero, como si fuera una esfera, ó un globo, que partido por en medio, pusieran la una mitad en la cabeza: Este adorno los Griegos, y nosotros, lo llamamos Tiara, algunos lo llaman Sombrero, y los Hebreos Miznepheth: no termina en punta, ni cubre toda la cabeza hasta el pelo, sino solo la tercera parte desde la frente; y lo atan de tal modo en el colodrillo con una cinta, que no se cae facilmente de la cabeza. Y que con corta diferencia usaron lo mismo otras naciones del Asia, y del Oriente, sería muy facil probarlo, y hacerlo ver. Pero volvamos á los Israelitas, y Judíos, los quales, por solas las palabras de la Escritura, donde se mira como cosa de horror, y como señal de algún castigo, el andar con la cabeza desnuda, y descubierta; podemos persuadirnos, que no la traerían así, sino cubierta, y tapada. Por esto se mandaba al leproso, que quando, á juicio del Sacerdote, constase, que estaba manchado con lepra, anduviese desnuda la cabeza. Estas son las palabras de la Ley (659): Traerá descosidas sus vestiduras, descubierta la cabeza, tapada la boca con el vestido, &c. Ademas: consta expresamente de las Sagradas Letras, que el descubrir la cabeza era señal de tristeza, y de llanto, por cuyo motivo se prohibia con la mayor severidad á todos los Sacerdotes, y singularmente al Sacerdote Sumo, el descubrirla, y rasgar sus vestiduras, aun quando los de su casa, y parentela se hallaban en ocasiones de llanto, y de tristeza. Pues conforme nos refiere la Historia Sagrada, quando Nadab, y Abiú perecieron en el incendio por haber ofrecido fuego profano en el ??? Santuario, se permitió al Pueblo, y en especial á sus parientes, el que pudiesen llorarlos; lo que en ningúna manera se permitió á los Sacerdotes, antes por el contrario se les prohibió con mucha severidad, como consta de aquellas palabras (660): Y habló Moysés á Aarón, y y á Eleazár, y á Ithamár sus hijos: No querais descubrir vuestras cabezas, ni rasgar vuestros vestidos, no sea caso que esto os cause la muerte...... Vuestros hermanos, y todo Israel lloren el incendio, que levantó el Señor. Lo que se prohibe tambien generalmente en otro lugar (661): El Pontífice, esto es, el Sumo Sacerdote entre sus hermanos....... no descubrirá la cabeza, ni rasgará sus vestiduras. En ningúna manera entrará en casa de algún muerto; no se contaminará, ni aun por la muerte de su padre, ni de su madre, &c. De lo qual, si bien se considera, se echa bastantemente de ver, que los Israelitas nunca acostumbraron llevar descubierta la cabeza, sino en tiempo de llanto. De propósito paso en silencio, y muchas cosas, que podria traer de las Historias sagradas, y profanas en confirmación de lo que llevo dicho. Y que este modo de cubrir decentemente la cabeza, durase hasta los tiempos de Christo, y que aun hoy se observe entre los Judíos, lo afirman los Autores, que antes he citado. Por tanto, como Christo Señor nuestro se conformó en quanto convino (como hemos dicho muchas veces) con las costumbres recibidas de su patria, no es verisimil, que fuera, ó contra la costumbre de los demas, anduviera descubierta, ó desnuda la cabeza. Estas son (omitiendo otras muchas) las razones, que pueden persuadir con bastante fundamento la parte afirmativa.

7 Al contrario, á favor de la parte negativa, se puede alegar en primer lugar (lo que hace mucha fuerza) el que entre todas las imágenes de Christo, aun ??? las que han hecho los Artífices mas peritos en el Arte; apenas hallamos alguna, que esté pintada cubierta al cabeza. Apenas, digo, y aun casi ningúna. Porque, el que en alguna parte se vea la Imagen del Crucifixo de Luca, vestido con túnica talar, y cubierta la cabeza con tiara (662), de cuya manera se ven tal vez algunas Imágenes entre los Griegos: nada hace para el caso, que vamos tratando. Pues esto, solamente da á entender de algún modo, nuestro respeto; pero no la verdad del hecho: porque sino, debiéramos decir, que Christo fué crucificado con sus vestiduras, lo que es contra la Fé (663). De aquí se saca un argumento de bastante peso para probar, que Christo nuestro Señor nunca usó de cobertura en su cabeza: porque sino, no es creible, que en todas sus Imágenes hubieran por tantos siglos omitido malamente los Pintores este adorno. Ademas: es de creer que Christo Señor nuestro, el qual en todas sus cosas se portaba con un juicio prudentísimo, no quiso en esta parte conformarse con los demas, particularmente con los ricos, y magistrados; á lo menos, por el motivo, de que la cobertura de la cabeza, segun la usaban los judíos, significaba dignidad, y autoridad; y el Señor estaba muy lejos de semejante ostentacion. A esto se añade, ser una cosa innegable, que el andar descubierta la cabeza, llevándola siempre expuesta á los ardores del Sol, y á las inclemencias de la lluvia, es un género de admirable constancia, y de exemplo, que tal vez quiso practicar el Señor: no solo, para que sus discípulos, que habían de peregrinar despues por todo el mundo, se fueran acostumbrando poco á poco á estas cosas bastante penosas; como para reprehender así de algún modo, y tácitamente á los hombres mas delicados. Con efecto, ??? así como ha habido muchas naciones (y ahora casi todas) que usaron de cobertura en la cabeza; así ha habido otras muchas, que la llevaron enteramente descubierta. Y no dexa de hacer alguna fuerza, el haber andado así los antiguos Romanos, y de mas severas costumbres: pues en las imágenes, que vemos de ellos con toga, nunca se nos representan cubierta la cabeza. Sobre que puede verse á Felipe Rubens, hermano del Pintor de este apellido (664). Pero dexemos á los Romanos, ni por ahora queramos acordarnos tampoco de los Americanos, que regularmente no usaban de ningúna cosa para cubrir sus cabezas. Ciertamente nuestros antiguos Españoles, no solo despreciaron esta cobertura en tiempo de paz, sí tambien en el de guerra, de suerte, que peleaban teniendo la cabeza enteramente desnuda: como de los Vascones, pueblos de España, lo cantó elegantemente Silio Itálico, quando dixo (665):

Galeæ contempto tegmine Vasco.

y en otra parte:

Nec tectus tempora Vasco.

Lo mismo escribió Tácito de los Alemanes (666): Pocos traían escudo, y solo uno, ú otro, morrion, ó capacete. Dion Casio, hablando de un esquadron de Alemanes, dice de ellos (667): Peleaban desnudas las cabezas. Y Herodiano, tratando el mismo asunto, lo confirma diciendo: Embestian los ballesteros á las cabezas desnudas de los Alemanes. Esto era lo mas freqüente; aunque otros de la misma nacion, no lo usaban. El que quiera ver tratado este punto mas largamente, lea al erudito Felipe Cluverio (668): que á mí me basta lo ??? dicho, pareciéndome que es ya tiempo de dexarlo. Pero no puedo omitir, lo que del Cesar Adriano refiere Elio Esparciano: Era (Adriano) tan amante de viajar (dice este Autor) que queria enterarse por la vista de quanto había leido de los lugares del universo. Y añade luego: Sufrió con tal paciencia los frios, é inclemencias del tiempo, que nunca se cubrió la cabeza. Ni quiero tampoco pasar en silencio, lo que de Gregorio Lopez Español (hombre que vivió santamente en las Indias Occidentales) refiere algunas veces Francisco Losa Presbítero, escritor de su vida (669): pues dicho Lopez nunca cubrió con cosa alguna su cabeza, la que siempre llevaba descubierta: ya lo hiciese por la grande reverencia, que tenia á Dios, en cuya presencia andaba continuamente: ó ya por juzgar, como él confesó de sí mismo, que esta cobertura no era muy necesaria al hombre. He querido referir estos dos casos con el fin de que ya que no se pueda poner en claro lo que tratamos, se ilustre á lo menos de algún modo: y por tanto parece probable, que Christo Señor nuestro anduvo siempre descubierta la cabeza, ó bien estuviese en casa, ó saliese en público. Y si fué así (lo que yo no me atrevo á afirmar) es de extrañar, que no hayan hecho mención alguna de esto, los que se han ocupado en averiguar cosas de menos monta, y mas sutiles. No puedo yo ahora dexar de advertir aquí al Pintor una cosa: á saber, que aun supuesta, y admitida la probabilidad de la primera sentencia (pues á mi juicio nunca se podrá averiguar con certeza); sin embargo el Pintor cuerdo, y erudito, nunca debiera ponerla en práctica, por ser cosa desusada, y exôtica el representarnos con gorra, ó cubierta de otro modo la Imagen de Jesu-Christo, que de muchos siglos acá, la hemos visto siempre con la cabeza descubierta.

???

8 Finalmente: ¿sobre si Christo llevó zapatos, ó no? y por tanto ¿si se ha de pintar con algún calzado, ó desnudos enteramente sus pies? Es esta una qüestion, que ya antiguamente se ha tratado, y que muchos la controvierten en el dia, tal vez con mas empeño, que fruto.

Yo, que no estoy apasionado por ningún partido, diré ingenuamente lo que en mi concepto tengo por mucho mas probable, y verisimil, afirmando en primer lugar, que Christo Señor nuestro, por lo comun, y regularmente (como decimos) no anduvo enteramente descalzo. En confirmación de esto, y para establecerlo con mas firmeza, deberia bastarnos, lo que dixo claramente de Christo su glorioso Precursor (670): Vendrá otro mas fuerte que yo, y á quien yo no soy digno de desatarle la correa de sus calzados. Donde supone S. Juan como cosa clarísima, y evidente, que Jesu-Christo usó de algún calzado. Digo, que este solo texto debiera bastarnos, si con sutiles interpretaciones no se le diera otro sentido. Pues ningún cuerdo negará, que el referido texto, se pueda entender de algún modo en un sentido proverbial: esto es, que S. Juan no se tenia por digno de servir á Christo, aun en el ministerio mas baxo, y abatido: lo que decimos en Castellano: No merezco descalzarle. Pero tambien todo hombre prudente, y advertido, no dexará de conocer, que es mucho mas verisimil, que el Bautista, el qual hablaba sencillamente, y sin adornos, ni figuras de Retórica, pronunció de tal suerte aquellas palabras, que sin ningún rodeo, y literalmente (como solemos decir) convinieran, y se adaptáran á la Persona de Jesu-Christo. Con efecto, así parece lo entendió el Gran Padre de la Iglesia S. Agustin, quando dixo (671): Porque, quanto al calzado, de que solemos usar quando andamos, á mí me consuela el mismo Señor; pues, si él ??? hubiese andado descalzo, no dixera de él S. Juan: No soy digno de desatarle la correa de sus calzados. Argumento sin duda de mucha fuerza, y por tal lo han tenido hombres doctísimos; ni podrá menos de parecer siempre tal, á los que consideren la materia sin ningúna preocupacion. Pero quedan todavía otros argumentos de no menor peso, como se hará manifiesto, exâminando mas el asunto. Sentado ya, que Christo no anduvo descalzo, como lo convence el mencionado argumento, ningún hombre prudente podrá negar, que usase el Señor de suelas, ó sandalias. He juntado estos dos nombres, pues todos ellos significan una misma cosa; como lo persuadió con muchas razones á toda la república literaria un Varon sabio, que sobre este punto; á saber, de Caliga, escribió un librito, pequeño á la verdad, pero lleno de antigüedad, tanto sagrada, como profana (672). Es, pues, la suela, ó sandalia, segun en dicha obrilla la representó en una lámina el referido Autor, lo que hizo tambien el P. Bernardo Lamy, á quien citamos mas arriba; una cubierta, no del muslo, ni de la parte superior del pie; sino de la planta de él, que vulgarmente en Palestina la llevaban los hombres defendida con una suela: á la manera (para hacer esto mas perceptible) que usan de este género de calzado los PP. Franciscos, que llamamos Observantes. Dichas suelas las ataban con correas de uno, y otro lado, al pie, ó en la parte inferior de la espinilla. Este es en efecto aquel género de calzado, que llamaron con el nombre de Caliga, así los Soldados en el exército, como en otras partes la gente, singularmente del vulgo; como afirma, y elegantemente lo aclara el mencionado Autor en toda su disertación de Caliga. Volviendo ahora á nuestro asunto, digo, que Christo Señor nuestro usó sin duda ??? de este género de calzado, como lo convencen las citadas palabras de S. Juan. Ataban, pues, al pie la sandalia, ó suela, con alguna correa ordinaria, ó de ningún valor, segun lo dan á entender aquellas palabras de Abrahan, quando hablando con un Rey de Pentápolis, le dice (673): Desde un hilo de la trama, hasta la correa del calzado, no tomaré cosa alguna de lo que es tuyo. Esto es; no tomaré aun la cosa mas vil, y despreciable. Pero todavía prueba nuestro intento mas claramente, el precepto, que dió Jesu- Christo á los Apóstoles: pues, donde, segun el Evangelio de S. Lucas (674), se les manda no llevar consigo saco, alforja, ni zapatos, se dice clarísimamente en el de S. Marcos (675): Sino calzados de sandalias: que es la verdadera, y genuina concordancia de ambos lugares, como á cada paso lo han advertido los Intérpretes. Es, pues, de creer, que Christo Señor nuestro mandó observar á los demas, lo que él hacia con su exemplo, conforme á aquello de los Hechos Apostólicos (676): Comenzó Jesus á obrar, y á enseñar. Y así, prescribiendo el Señor, y mandando á sus Discípulos, que fueran á predicar el Evangelio calzados con sandalias, consiguientemente se ha de decir, que Christo usó de ellas, segun la comun costumbre. Lo que todavía se ilustra mas por lo que aconteció á San Pedro, quando estando durmiendo en la carcel, le dispertó un Angel, y le dixo (677): Cíñete, y ponte tus calzados; en Griego . Cuyo modo de traducir, esto es, que á las sandalias corresponda lo que nuestra Vulgata llama caligas, lo prueba con muchas razones el citado Nigronio. Ahora prosigo así mi argumento: Los Apóstoles, y particularmente el Príncipe de ellos S. Pedro, siguieron aquel género de vida, que habían aprendido de Christo, no tanto de palabra, sino mucho mas con su exemplo: es así, que se nos ??? describe S. Pedro llevando caligas, ó sandalias, que es lo mismo; síguese pues, que las usó su Maestro. Viólo esto S. Clemente Alexandrino, Escritor antiguo, y severo, el qual adhiriendo á este mismo dictamen, y hablando de las suelas, ó sandalias, dice (678): Bástanos por testigo de este género de calzado humilde, y sencillo, S. Juan, quando decia, que no era él digno de desatar la correa del calzado del Señor; el qual no llevaba zapatos superfluos, ó curiosos, siendo él el que manifestaba á los Hebreos el modelo de la verdadera filosofía. Hasta aquí S. Clemente Alexandrino.

9 Ni para movernos á pensar de otra manera, nos deben hacer ningúna fuerza algunas razones, que se traen, no sin alguna confianza de los mismos que las alegan, para probar, que Christo anduvo enterarnente descalzo. La primera es: Que Christo Señor nuestro, enviando á los Discípulos á predicar el Evangelio, les mandó, que no lleváran zapatos, como consta expresamente por los Evangelistas (679). La segunda: Que quando Christo fué crucificado, le desnudaron antes sus vestiduras, pero no sus zapatos, y que por esto los Soldados, de quienes leemos haber dividido entre sí sus vestiduras, no se lee de ellos, que repartieran entre sí sus zapatos. Estas dos razones las produce elegantemente, y con la vehemencia, que acostumbra San Gerónimo, quando dice (680): A Moysés, y Josué, se les manda entrar en la tierra santa los pies descalzos, y los Discípulos del Señor fueron enviados á predicar el nuevo Evangelio, sin el embarazo del calzado, ni ataduras de pieles: y los soldados habiendo echado suertes sobre los vestidos de Jesus, no tuvieron calzados que partir; pues no podia tener el Señor, lo que había prohibido á sus siervos. A que se puede añadir otra, como tercera razon: ??? á saber, que la Magdalena lavó los pies á Jesu-Christo estando á la mesa, no con otra agua, que la de sus lágrimas: lo que no parece pudiese ser, á no estár Christo descalzo, y á no ser, que anduviese así regularmente. Pero todas estas razones, y acaso otras, que se pueden alegar, no las miro por de tanta monta, que me obliguen á apartarme de la opinion, que he propuesto, y que tengo por mucho mas probable. Porque, quanto á lo primero, ya he manifestado arriba, que Christo Señor nuestro prohibió á los Apóstoles el que usáran de zapatos; esto es, conforme los traían los hombres mas ricos, y que llevaban una vida regalona: los zapatos, digo, que cubrian todo el pie; pero no el que llevasen suelas, ó sandalias: antes consta lo contrario de las palabras de S. Marcos, que citamos arriba: Sino calzados de sandalias. Y así, no hay para que detenernos mas en esto. Paso á la segunda razon, á que es muy facil dar solucion: por ser muy verisimil, que, ó bien los Evangelistas, baxo el nombre de vestiduras, comprehendieron tambien los zapatos; ó que los Soldados, que crucificaron á Christo, despreciaron las suelas por cosa vil, y de ningún precio. Ni es mas dificil dar respuesta á la tercera pregunta: pues digo, que en el convite, que el Fariséo dió á Jesu-Christo, se recostó el Señor enteramente descalzo, siguiendo la costumbre de todos los antiguos, y la de los mismos Judíos, que acostumbraban echarse en las camas, y ponerse á la mesa descalzos, lo que hacian por no manchar con el calzado las cubiertas, ó tapetes de las camas: cosa, que nadie la ignora por medianamente que esté instruido en las bellas letras. Por esto dixo Marcial (681):

Deposuit soleas: affertur protinus ingens Inter lactucas oxyarumque liber. ???

Sobre cuyo lugar han amontonado muchas cosas el Padre Radero, y el Señor Ramirez de Prado, á quien puede verse en su Pentecontarchô (682). Pero de esto acaso hablarémos mas en otra parte. Quede, pues, sentado, que Christo Señor nuestro usó regularmente de suelas, ó de sandalias, y que así debería pintarse: con esto se puede conciliar á muchos Theólogos, y Autores gravísimos; advirtiendo con la debida reverencia ser uno de ellos S. Buenaventura, el qual parece afirma absolutamente, que Christo anduvo siempre á pie descalzo (683).

I0 Lo que hemos dicho hasta aquí, podria parecer bastante para satisfacer al título de este


EL PINTOR CHRISTIANO Y ERUDITO-Juan Interián de Ayala - CAPITULO VII.