PIO X, Notre charge apostolique




Enseñanzas de San Pio X


NOTRE CHARGE APOSTOLIQUE


San PIO X Sobre los errores de "Le Sillon" (Surco) y la democracia

23 de agosto de 1910




Venerables Hermanos: Salud y Bendición apostólica:


INTRODUCCIÓN



Antecedentes sobre el movimiento "Le Sillon"

I. Sus ideas brillantes en lenguaje vago y equivoco, y la necesidad de juzgarlas.



1. Vigilancia apostólica sobre la naturaleza de la fe y la propagación de errores presentados en lenguaje que carece de claridad, logica y verdad.

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Nuestro cargo apostólico nos impone la obligación de velar por la pureza de la fe y la integridad de la disciplina católica y de preservar a los fieles de los peligros del error y del mal, mayormente cuando el error y el mal se presentan con un lenguaje atrayente que, cubriendo la vaguedad de las ideas y el equivoco de las expresiones con el ardor del sentimiento y la sonoridad de las palabras, puede inflamar los corazones en el amor de causas seductoras pero funestas. Tales fueron, no ha mucho, las doctrinas de los seudofilosofos del siglo 18, las de la Revolución (Francesa) y del Liberalismo tantas veces condenadas; tales son aun hoy las teorias de "Le Sillon"; las cuales, no obstante apariencias brillantes y generosas, carecen con harta frecuencia de claridad, de logica y de verdad, y, por esta parte, no son propias, ciertamente, del espíritu católico y francés.


2. El Papa enjuicia su doctrina, pese al amor y aprecio que siente por sus personas.

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Hemos titubeado mucho tiempo, Venerables Hermanos, en manifestar publica y solemnemente nuestro juicio acerca de "Le Sillon", habiendo sido preciso, para que Nos decidiéramos a hacerlo, que vuestras preocupaciones vinieran a juntarse a las nuestras; porque Nos amamos a la valiente juventud alistada bajo la bandera de "Le Sillon", y la creemos por muchos conceptos digna de elogio y admiración. Amamos a sus jefes, en quienes, Nos complacemos en reconocer espiritus elevados, superiores a las pasiones vulgares y animados del mas noble entusiasmo por el bien, Vosotros los habéis visto, Venerables Hermanos, penetrados de su afecto vivisimo de fraternidad humana, ir al encuentro de los que trabajan y padecen, para sacarlos de la miseria y sostenidos en su sacrificio por el amor a Jesucristo y por la practica ejemplar de la Religión.


II. El aspecto encomiable y vituperable de "Le Sillon"


3. Origen y buena obra que realizo "Le Sillon".

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Era el día de la memorable Encíclica que publico Nuestro Predecesor, de feliz memoria, León XIII, sobre la condición de los obreros (Rerum Novarum). La Iglesia, por boca de su Cabeza suprema, había vertido sobre los pequeños todas las ternuras de su corazón maternal, y parecia que con vivas ansias convocaba a campeones, cada día mas numerosos, de la restauración de la justicia y del orden en nuestra sociedad perturbada, ¿No es verdad que los fundadores de "Le Sillon" venian en la ocasión propicia a poner muchedumbres de jóvenes y creyentes al servicio de la Iglesia para ayudarla a realizar sus deseos y esperanzas? Y en realidad de verdad "Le Sillon" enarbolo entre clases obreras el estandarte de Jesucristo, el signo de salvación para os individuos y las naciones, alimentando su actividad social en las fuentes de la gracia, imponiendo respeto de la Religión a las gentes menos favorables, acostumbrando a los ignorantes y a los impíos a oir hablar de Dios, y a menudo, en conferencias de controversia, ante un auditorio hostil, surgiendo, excitado por una pregunta o por un sarcasmo, para confesar su fe denodada y arrogantemente. Estos eran los buenos tiempos de "Le Sillon", este su lado bueno, que explica los alientos y las aprobaciones que ni el Episcopado ni la Santa Sede le regatearon, mientras este fervor religioso pudo velar el verdadero caracter del movimiento sillonista.


4. Las desviaciones doctrinales del movimiento por falta de formación.

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Porque hay que decirlo, Venerables Hermanos: nuestras esperanzas se han visto en gran parte defraudadas. Llego un día en que "Le Sillon" descubrio para ojos perspicaces, algunas tendencias alarmantes. "Le Sillon" se extraviaba. ¿Podria suceder otra cosa? Sus fundadores, jóvenes, entusiastas y llenos de confianza en sí mismos, no estaban bastante pertrechados de ciencia histórica, de sana filosofia y de teología solida ni para afrontar sin peligro los difíciles problemas sociales y que los arrastraba a su actitud y su corazón, ni para precaverse, en el terreno de la doctrina y de la obediencia, contra las infiltraciones liberales y protestantes.


5. El Papa llama la atención a sacerdotes, seminaristas y fieles.

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No les faltarón consejos; a los consejos sucedierón avisos; pero hemos tenido el sentimiento de ver que avisos y reprensiones se deslizaban sobre sus almas escurridizas sin producir resultado. Las cosas han llegado a tal extremo, que hariamos traición a Nuestro deber si guardaramos silencio por mas tiempo. Tenemos obligación de decir la verdad a nuestros queridos hijos de "Le Sillon", a quienes un generoso ardor ha llevado a un camino tan errado como peligroso. Tenemos obligación de decirla a los muchisimos seminaristas y sacerdotes que "Le Sillon" ha apartado, si no de la autoridad, por lo menos de la dirección e influencia de los Obispos; tenemos obligación de decirla, finalmente, a la Iglesia, dentro de la cual "Le Sillon" siembra la discordia y cuyos intereses compromete.


I. JUICIO SOBRE "LE SILLON" EN GENERAL


1. Pretende sustraerse a la autoridad de la Iglesia: primer error

6. No hay exclusivo orden temporal; todo lo humano esta sujeto a la moral y por ende a la autoridad eclesiástica.

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En primer lugar, conviene censurar severamente la pretensión de "Le Sillon" de sustraerse a la dirección de la autoridad eclesiástica. Los jefes de "Le Sillon" alegan que se mueven en un terreno que no es el de la Iglesia, que solo se proponen fines del orden temporal, y del orden espiritual; que el sillonista es simplemente un católico dedicado a la causa de las clases trabajadoras, a las obras democraticas, y que saca de la practica de su fe la valentia de su sacrificio; que, ni mas ni menos que los artesanos, los labradores, los economistas y los politicos católicos, esta sujeta a las reglas de la moral, comunes a todos, sin depender ni mas ni menos que ellos, de una manera especial de la autoridad eclesiástica.

7. Su obra social es moral y religiosa; afirmar lo contrario es un error.

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Facilisima es la contestación a estos subterfugios. ¿A quién se hará creer que los sillonistas católicos, que los sacerdotes y seminaristas alistados en sus filas no tienen, en su actividad social, mas fin que los intereses temporales de las clases obreras? Afirmar de ellos tal cosa, creemos que seria hacerles agravio. La verdad es que los jefes de "Le Sillon" se proclaman idealistas irreductibles; que quieren levantar las clases trabajadoras, levantando primero la conciencia humana; que tienen doctrina social propia y principios filosofico y religiosos propios para reorganizar una sociedad con un plan nuevo: que se han formado un concepto especial de la dignidad humana, de la libertad, de la justicia y de la fraternidad, y que, para justificar sus suenos sociales apelan al Evangelio interpretando a su modo, y lo que es mas grave todavía, a un Cristo desfigurado y disminuido. Además enseñan estas ideas en sus Circulos de estudios, las inculcan a sus compañeros y las trasladan a sus obras. Son, por tanto, verdaderos profesores de moral social, civica y religiosa; y cualesquiera que sean las modificaciones que quieran introducir en la organización del movimiento sillonista, tenemos el derecho de decir que el fin de "Le Sillon", su caracter, su acción, pertenecen al dominio de la moral, que es el dominio propio de la Iglesia, y que, por consiguiente se alucinan los sillonistas cuando creen obrar en un terreno en cuyos linderos expiran los derechos del poder doctrinal y directivo de la autoridad eclesiástica.


8. El católico no debe sustraerse a la disciplina eclesiástica.

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Aunque sus doctrinas estuvieran exentas de error, fuera con todo eso gravisima infracción de la disciplina católica el sustraerse obstinadamente a la dirección de los que han recibido del cielo la misión de guiar a los individuos y a las sociedades por el recto sendero de la verdad y del bien. Pero el mal es mas hondo, ya lo hemos dicho: "Le Sillon", arrebatado por un amor mal entendido a los débiles, se ha deslizado en el error.



2. Pretende nivelar todas las clases: segundo error


9. La doctrina católica y papal sostiene la diversidad de clases.

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En efecto, "Le Sillon" se propone el mejoramiento y regeneración de las clases obreras. Mas sobre esta materia están ya fijados los principios de la doctrina católica, y ahí esta la historia de la civilización cristiana para atestiguar su bienhechora fecundidad. Nuestro Predecesor, de feliz memoria, los recordo en paginas magistrales, que los católicos aplicados a las cuestiones sociales deben estudiar y tener siempre presentes. l enseno especialmente que la democracia cristiana debe "mantener la diversidad de clases, propias ciertamente de una sociedad bien consituida, y querer para la sociedad humana aquella forma y condición que Dios, su Autor, le senalo" (1). Anatematizo una "cierta democracia cuya perversidad llega al extremo de atribuir a la sociedad las soberania del pueblo y procurar la supresión y nivelación de las clases". Al propio tiempo, León XIII imponia a los católicos el único programa de acción capaz de restablecer y mantener a la sociedad en sus bases cristianas seculares. Ahora bien, ¿qué han hecho los jefes de "Le Sillon"? No solo han adoptado un programa y una enseñanza diferentes de las de León XIII (y ya seria singular audacia de parte de unos legos erigirse en directores de la actividad social de la Iglesia en competencia con el Soberano Pontifice), sino que abiertamente han rechazado el programa trazado por León XIII, adoptando otro diametralmente opuesto. Además de esto, desechando la doctrina recordada por León XIII acerca de los principios esenciales de la sociedad, colocan la autoridad en el pueblo o casi la suprimen, y tienen por ideal realizable la nivelación de clases. Van, pues, al revés de la doctrina católica, hacia un ideal condenado.


(1) León XIII, Encíclica Graves de Communi, 18-1-1901. «Dispares tueatur ordines, sane propios bene constituæ civitatis; eam demum humano convictui velit formam atque indolem esse, qualem Deus auctor indidit. »


10. Labor encomiable de los "sillonistas", acompanada de exageraciones nocivas.

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Ya sabemos que se lisonjean de levantar la dignidad humana y la condición, harto menospreciada, de las clases trabajadoras; de procurar que sean justas y perfectas las leyes del trabajo y las relaciones entre el capital y los salarios, de reinar, en fin, sobre la tierra una justicia mejor y mayor caridad; y de promover en la humanidad, con movimientos sociales hondos y fecundos, un progreso inesperado. Nos, ciertamente, no vituperamos esos esfuerzos, que serian a todos visos excelentes si los sillonistas no olvidaran que el progreso de un ser consiste en vigorizar sus facultades naturales con nuevas fuerzas, y en facilitar el ejercicio de su actividad en los limites y leyes de su constitución; pero que si, al contrario, se hieren sus organos esenciales y se violan los limites de su actividad, se le empuja, no hacia el progreso, sino hacia la muerte. Esto es, sin embargo, lo que ellos quieren hacer de la sociedad humana; su sueno consiste en cambiar sus cimientos naturales y tradicionales y en prometer una ciudad futura edificada sobre otros principios que se atreven a declarar mas fecundos, mas beneficiosos que aquellos sobre los que descansa la actual sociedad cristiana.


11. Dios y la Iglesia pusierón los cimientos de la sociedad; los católicos deben restaurarlos sin cesar.

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No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquia social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificara la ciudad de modo distinto de como Dios la edifico; no se edificara la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no esta por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata mas que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopia malsana, de la rebeldia y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo (
Ep 1,10 (restaurarlo todo en Cristo"))

Y para que no se nos acuse de formular juicios demasiado sumarios y con rigor no justificado acerca de las teorias sociales de "Le Sillon", queremos recordar sus puntos esenciales.




II. LOS PUNTOS ESENCIALES EN PARTICULAR

1. La dignidad humana mal entendida

12. Concepto de dignidad que la Iglesia no puede alabar.

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Le Sillón tiene la noble preocupación de la dignidad humana. Pero esta dignidad la entiende a la manera de ciertos filosofos, de quienes la Iglesia dista mucho de poder alabarse.



a) por entender una emancipación politica, económica e intelectual desmedida


13. Libertad no es total emancipación politica, económica e intelectual.

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El primer elemento de esta dignidad es la libertad, entendida en el sentido de que todo hombre, excepto en materia de religión, es autonomo. De este principio fundamental saca las siguientes conclusiones: Hoy el pueblo esta en tutela debajo de una autoridad distinta de él; Luego debe liberarse de ella: emancipación politica. Está bajo la la dependencia de patronos que, detentando sus instrumentos de trabajo, lo explotan, oprimen y rebajan; luego debe sacudir su yugo: emancipación económica. Esta dominado, finalmente, por una casta llamada directora, a la cual su desarrollo intelectual asegura una preponderancia indebida en la dirección de los negocios; luego debe sustraerse a su dominación: emancipación intelectual. La nivelación de las condiciones desde este triple punto de vista establecera entre los hombres la igualdad, y esta igualdad es la verdadera justicia humana. Una organización politica y social fundada sobre esta base, la libertad y la igualdad (a las que pronto vendra a juntarse la fraternidad), he aquí lo que ellos llaman democracia.



b) por reclamar un desproporcionado y desordenado poder politico, economico y mora del individuo

14. Democracia no es la participación mayor posible en el orden politico y economico: el subdito no es rey, ni el obrero patron.

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Sin embargo, la libertad y la igualdad no constituyen más que el lado, por decirlo así, negativo. Lo que constituye propia y positivamente la democracia es la participación mayor posible de todos en el gobierno de la cosa pública. Y esto comprende un triple elemento: politico, economico y moral.

Por de pronto, en politica, "Le Sillon" no suprime la autoridad; antes al contrario, la estima indispensable; pero quiere dividirla, o mejor dicho, multiplicarla de tal manera que cada ciudadano llegue a ser una especie de rey. La autoridad, es cierto, dimana de Dios, pero reside primordialmente en el pueblo, del cual se desprende por vía de elección o, mejor aun, de selección, sin que por esto se aparte del pueblo y sea independiente de él; será exterior, pero solo en apariencia; en realidad será interior, porque será una autoridad consentida.

A proporción ocurrirá lo propio en el orden economico. Sustraido a una clase particular, el patronazgo se multiplicara tanto que cada obrero será una especie de patrono. La forma llamada a realizar este ideal economico no será, según dicen, la del socialismo, sino un sistema de cooperativas suficientemente multiplicadas para provocar una concurrencia fecunda y para asegurar la independencia de os obreros, que no estaran encadenados a ninguna de ellas.


15. El amor del interés publico y del bien común no es el principio supremo de la autoridad moral.

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He aquí ahora el elemento capital, el elemento moral. Como la autoridad, según se ha visto, es muy reducida, es menester otra fuerza para suplirla y para oponer una reacción permanente al egoismo individual. Este nuevo principio, esta fuerza, es el amor del interés público, es decir, del fin mismo de la profesión y de la sociedad. Imaginaos una sociedad donde en el alma de cada ciudadano estos amores se subordinaran de tal modo que el bien superior se antepusiera siempre al bien inferior, esta sociedad ¿no podría pasarse casi sin autoridad y no ofreceria el ideal de la dignidad humana, teniendo cada ciudadano un alma de rey, cada obrero, un alma de patron. Arrancado de la estrechez de sus intereses privados y elevados al de su profesión, y mas arriba, hasta los de la nación entera, y mas arriba aun, hasta los de la humanidad (pues el horizonte de "Le Sillon" no se detiene en las fronteras de la Patria, sino que se extiende a todos los hombres hasta los confines del mundo), el corazón humano, ensanchado por el amor del bien común, abrazaria a todos los compañeros de la misma profesión, a todos los compatriotas, a todos los hombres. Y he aquí la grandeza y la nobleza humana ideal realizada por la célebre trilogia Libertad, Igualdad, Fraternidad.


16. El papel que, según ellos, esta llamado a desempenar su elemento moral en la economia y la politica.

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Ahora bien, estos tres elementos, politico, economico y moral, están subordinados uno a otro, siendo el principal, según hemos dicho, el elemento moral. En efecto, imposible es que viva democracia politica alguna si carece de raices profundas en la democracia económica; pero, a la vez, ni una ni otra son posibles si no arraigan en tal estado de animo que la conciencia posea responsabilidades y fuerzas morales proporcionada. Pero suponed un estado de animo, formado tanto de responsabilidad consciente como de fuerzas morales, entonces la democracia económica se desenvolvera naturalmente, traduciéndose en actos de esa conciencia y de esas fuerzas; del mismo modo y por igual camino saldra del régimen corporativo la democracia politica; y la democracia politica y la económica, ésta como soporte de aquélla, quedaran asentadas en la conciencia aun del pueblo sobre fundamentos inquebrantables.


17. La educación democratica "sillonista" consiste exclusivamente en cultivar la conciencia y la responsabilidad civicas.

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Tal es, en resumen, la teoria, se podría decir, el sueno, de "Le Sillon"; a esto tiende su enseñanza, y lo que llama educación democratica del pueblo, es a saber, a levantar al sumo grado la conciencia y la responsabilidad civicas de cada ciudadano, de donde fluira la democracia económica y la politica, y el reinado de la justicia, de la igualdad y de la fraternidad.


2. Refutación de los errores.

18. En resumen, la teoria "sillonista" falsea la doctrina católica al respecto.

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Esta rapida exposición, Venerables Hermanos, os muestra ya claramente cuanta razón teniamos de decir que "Le Sillon" opone doctrina a doctrina, que edifica su sociedad sobre una teoria contraria a la verdad católica y que falsea las nociones esenciales y fundamentales que regulan las relaciones sociales de toda sociedad humana. Las siguientes consideraciones pondran todavía mas de realce dicha oposición.



a) del error sobre la autoridad


19. La autoridad pública procede de Dios, no del pueblo ni puede ser revocada por el pueblo.

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Le Sillón coloca primordialmente la autoridad publica en el pueblo, del cual deriva inmediatamente a los gobernantes, de tal manera, sin embargo, que continua residiendo en el pueblo. Ahora bien, León XIII ha condenado formalmente esta doctrina en su encíclica Diuturnum illud sobre el poder politico, donde dice: "Muchos de nuestros contemporáneos, siguiendo las huellas de aquellos que en el siglo pasado se dierón a sí mismos el nombre de filosofos, afirman que toda autoridad viene del pueblo; por lo cual, los que ejercen el poder no lo ejercen como cosa propia, sino como mandato o delegación del pueblo, y de tal manera que tiene rango de ley la afirmación de que la misma voluntad que entrego el poder puede revocarlo a su antojo. Muy diferente es en este punto la doctrina católica, que pone en Dios, como en principio natural y necesario, el origen de la autoridad politica" (1). Sin duda "Le Sillon" hace derivar de Dios esta autoridad que coloca primeramente en el pueblo, pero de tal suerte que la "autoridad sube de abajo hacia arriba, mientras que, en la organización de la Iglesia, el poder desciende de arriba hacia abajo" (2). Pero, además de que es anormal que la delegación ascienda, puesto que por su misma naturaleza desciende, León XIII ha refutado de antemano esta tentativa de conciliación de la doctrina católica con el error del filosofismo. Porque prosigue: "Es importante advertir en este punto que los que han de gobernar el Estad, pueden ser elegidos en determinados casos por la voluntad y el juicio di la multitud, sin que la doctrina católica se oponga o contradiga esta elección. Con esta elección se designa el gobernante, pero no se le confieren los derechos del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino que se establece la persona que lo ha de ejercer" (3).


(1) León XIII, Encíclica Diuturnum illud 29-6-1881. «Imo recentiores perplures, eorum vestigiis ingredientes, qui sibi superiore sæculo philosophorum nomen inscripserunt, omnem inquiunt potestatem a populo esse: quare qui eam in civitate gerunt, ab iis non uti suam geri, sed ut a populo sibi mandatam, et hac quidem lege, ut populi ipsius voluntate a quo mandata est revocari possit. Ab his vero dissentiunt catholici homines, qui ius imperandi a Deo repetunt veluti a naturali necessarioque principio».

(2) Marc Sangnier, discurso de Rouen, 1907.

(3) León XIII, Encíclica Diuturnum illud 29-6-1881. «Interest autem attendere hac loco eos qui reipublicæ præfuturi sint posse in quibusdam caussis voluntate iudicioque deligi multituduinis, non adversante neque repugnante doctrina catholica. Quo sane delectu designatur princeps, non conferuntur iura principatus, neque mandatur imperium, sed statuitur a quo sit gerendum».


20. La negación de la autoridad en la utopia y el absurdo de la sociedad "sillonista"; necesidad de la autoridad y de la obediencia, que no coartan la libertad.

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Por otra parte, si el pueblo permanece como sujeto detentador de poder, ¿en qué queda convertida la autoridad? Una sombra, un mito; no hay ya ley propiamente dicha, no existe ya la obediencia. "Le Sillon" lo ha reconocido; porque, como exige, en nombre de la dignidad humana, la triple emancipación politica, económica e intelectual, la ciudad futura por la que trabaja no tendra ya ni duenos ni servidores; en ella todos los ciudadanos serán libres, todos camaradas, todos reyes. Una orden, un precepto, seria un atentado contra la libertad; la subordinación a una superioridad cualquiera seria una disminución del hombre; la obediencia, una decadencia. ¿Es así, venerables hermanos, como la doctrina tradicional de la Iglesia nos presenta las relaciones sociales en la ciudad, incluso en la mas perfecta posible? ¿Es que acaso toda sociedad de seres independientes y desiguales por naturaleza no tiene necesidad de una autoridad que dirija su actividad hacia el bien común y que imponga su ley? Y si en la sociedad se hallan seres perversos (los habra siempre), ¿no debera la autoridad ser tanto mas fuerte cuanto más amenazador sea el egoismo de los malvados? Además, ¿se puede afirmar con alguna sombra de razón que hay incompatibilidad entre la autoridad y la libertad, a menos que uno se engane groseramente sobre el concepto de libertad? ¿Se puede enseñar que la obediencia es contraria a la dignidad humana y que el ideal seria sustituir la obediencia por la "autoridad consentida"? ¿Es que acaso el apóstol San Pablo no tuvo a la vista la sociedad humana en todas sus etapas posibles, cuando ordenaba a los fieles estar sometidos a toda autoridad? (ver
Rm 13,1-5 He 13,17) ¿Es que la obediencia a los hombres en cuanto representantes legitimos de Dios es decir, en fin de cuentas, la obediencia a Dios, rebaja al hombre y lo sitúa vilmente por debajo de sí mismo? ¿Es que el estado religioso, fundado sobre la obediencia, seria contrario al ideal de la naturaleza humana? ¿Es que los santos, que han sido los más obedientes de los hombres, eran esclavos o degenerados? ¿Es que, finalmente, podemos imaginar un estado social en el que Jesucristo, venido de nuevo ala tierra, no diera ya el ejemplo de la obediencia y no dijera ya: Dad al César lo que es del César ya Dios lo que es de Dios? (Lc 20,25 Rm 13,7)



b) del error sobre la justicia e igualdad

21. La desigualdad no es injusticia ni la democracia, el único régimen justo ni goza de especial privilegio.

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Le Sillon, que ensena estas doctrinas y las practica en su vida interior, siembra, por tanto, entre vuestra juventud católica nociones erroneas y funestas sobre la autoridad, la libertad y la obediencia. No es diferente lo que sucede con la justicia y la igualdad. "Le Sillon" se esfuerza, así lo dice, por realizar una era de igualdad, que seria, por esto mismo, una era de justicia mejor. ¡Por esto, para él, toda desigualdad de condición es una injusticia o, al menos, una justicia menor! Principio totalmente contrario a la naturaleza de las cosas, productor de envidias y de injusticias y subversivo de todo orden social. ¡De esta manera la democracia es la única que inaugurara el reino de la perfecta justicia! ¿No es esto una injuria hecha a las restantes formas de gobierno, que quedan rebajadas de esta suerte al rango de gobiernos impotentes y peores? Pero, además, "Le Sillon" tropieza también en este punto con la enseñanza de León XIII. Habria podido leer en la encíclica ya citada sobre el poder politico que, "salvada la justicia, no esta prohibida a los pueblos la adopción de aquel sistema de gobierno que sea mas apto y conveniente a su manera de ser o a las instituciones y costumbres de sus mayores" (1) y la encíclica hace alusión a la triple forma de gobierno de todos conocida. Supone, pues, que la justicia es compatible con cada una de ellas. Y la encíclica sobre la condición de los obreros, ¿no afirma claramente la posibilidad de restaurar la justicia en las organizaciones actuales de la sociedad, al indicar los medios de esta restauracion? Ahora bien, sin duda alguna, León XIII hablaba no de una justicia cualquiera, sino de la justicia perfecta. Al enseñar, pues, que la justicia es compatible con las tres formas de gobierno conocidas, ensenaba que, en este aspecto, la democracia no goza de un privilegio especial. Los sillonistas, que pretenden lo contrario o bien rehusan oir a la Iglesia o bien se forman de la justicia y de la igualdad un concepto que no es católico.


(1) León XIII, Encíclica Diuturnud illud, 29-6-1881. «Quamorbem, salva iustitia, non prohibentur populi illud sibi genus comparare reipublicæ, quod aut ipsorum ingenio aut maiorum institutis moribusque magis respondeat».



c) del error sobre la fraternidad


22. El falso y débil fundamento de la fraternidad, que se pone en interés común o en la simple humanidad.

22
Lo mismo sucede con la noción de la fraternidad, cuya base colocan en el amor de los intereses comunes, o, por encima de todas las filosofias y de todas las religiones en la simple noción de humanidad, englobando así en un mismo amor y en una igual tolerancia a todos los hombres con todas sus miserias, tanto intelectuales y morales como fisicas y temporales. Ahora bien, la doctrina católica nos ensena que el primer deber de la caridad no esta en la tolerancia de las opiniones erroneas, por muy sinceras que sean, ni en la indiferencia teorica o practica ante el error o el vicio en que vemos caídos a nuestros hermanos, sino en el celo por su mejoramiento intelectual y moral no menos que en el celo por su bienestar material. Esta misma doctrina católica nos ensena también que la fuente del amor al prójimo se halla en el amor de Dios, Padre común y fin común de toda la familia humana, y en el amor de Jesucristo, cuyos miembros somos, hasta el punto de que aliviar a un desgraciado es hacer un bien al mismo Jesucristo Todo otro amor es ilusión o sentimiento estéril y pasajero.


La caridad cristiana y Jesucristo mismo, verdadera base de la fraternidad humana.

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Ciertamente, la experiencia humana esta ahí, en las sociedades paganas o laicas de todos los tiempos, para probar que, en determinadas ocasiones, la consideración de los intereses comunes o de la semejanza de naturaleza pesa muy poco ante las pasiones y las codicias del corazón. No, Venerables Hermanos, no hay verdadera fraternidad fuera de la caridad cristiana, que por amor a Dios y a su Hijo Jesucristo, nuestro Salvador, abraza a todos los hombres, para ayudarlos a todos y para llevarlos a todos a la misma fe ya la misma felicidad del cielo. Al separar la fraternidad de la caridad cristiana así entendida, la democracia, lejos de ser un progreso, constituiria un retroceso desastroso para la civilización. Porque, si se quiere llegar, y Nos lo deseamos con toda nuestra alma, a la mayor suma de bienestar posible para la sociedad y para cada uno de sus miembros por medio de la fraternidad, o, como también se dice, por medio de la solidaridad universal, es necesaria la unión de los espiritus en la verdad, la unión de las voluntades en la moral, la unión de los corazones en el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo. Esta unión no es realizable más que por medio de la caridad católica, la cual es, por consiguiente, la única que puede conducir a los pueblos en la marcha del progreso hacia el ideal de la civilización.



d) del error sobre la dignidad de la persona humana


23. El origen de todas las falsas nociones sociales es la equivocada idea de la dignidad humana.

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Finalmente, en la base de todas las falsificaciones de las nociones sociales fundamentales, "Le Sillon" coloca una idea falsa de la dignidad humana. Segun él, el hombre no será verdaderamente hombre, digno de este nombre, mas que el día en que haya adquirido una conciencia luminosa, fuerte, independiente, autonoma, pudiendo prescindir de todo maestro, no obedeciendo mas que a sí mismo, y capaz de asumir y de cumplir sin falta las mas graves responsabilidades. Grandilocuentes palabras, con las que se exalta el sentimiento del orgullo humano; sueno que arrastra al hombre sin luz, sin guia y sin auxilios por el camino de la ilusión, en el que, aguardando el gran día de la plena conciencia, será devorado por el error y las pasiones. Además, ¿cuando vendra este gran día? A menos que cambie la naturaleza humana (cosa que no esta al alcance de le Sillon), ¿vendra ese día alguna vez? ¿Es que los santos, que han llevado la dignidad humana a su apogeo, tenian esa pretendida dignidad? y los humildes de la tierra, que no pueden subir tan alto y que se contentan con modestamente su surco en el puesto que la Providencia les ha,senalado, cumpliendo enérgicamente sus deberes en la humildad, la obediencia y la paciencia cristiana, ¿no serán dignos de llamarse hombres, ellos a quienes el Señor sacara un día de su condición obscura para colocarlos en el cielo entre los principes de su pueblo?


24. Existen aun otros aspectos erroneos.

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Pero basta ya de reflexiones sobre los errores de "Le Sillon", pues si pretendiéramos agotar la materia, habriamos de llamar vuestra atención sobre otros dictamenes suyos igualmente errados y peligrosos: verbigracia, sobre la manera de entender el poder coercitivo de la Iglesia. Importa ver ahora la influencia de estos errores en la conducta práctica de "Le Sillon" y en su acción social.



3. Rechazo de sus prácticas erroneas y de su indisciplinada acción social


25. La camaraderia absoluta entre ellos y la eliminación practica de diferencias.


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