EL PINTOR CHRISTIANO Y ERUDITO-Juan Interián de Ayala - CAPITULO V.


CAPITULO VI.


Que en las Pinturas Sagradas deben evitarse las invenciones rídiculas, y extravagantes, y quanto tenga resabios de ligereza, ó de maldad.

I Podría parecer á alguno, que con lo que llevo dicho hasta aquí, había ya llenado el intento que me propuse; pero quedan todavía por advertir algunas cosas, que aunque entre Católicos, nunca, ó rara vez las veamos pintadas, es menester ponerlas en noticia del Pintor pío, y erudito, para que si por ventura las viese pintadas, no sea caso que las admire, antes las huya, y deteste muy de veras. Digo entre Católicos, porque no es mi ánimo detenerme en impugnar las maldades de los Infieles, y Hereges perdidos, que con la mayor desvergüenza, é intención depravada, intentaron impugnar, y hacer irrisibles con abominables pinturas los Dogmas, y mas sagrados Misterios de la Religion Católica. Sabidas son aquellas palabras de Tertuliano, con que, por una Pintura que se dexó ver en Roma, describe la malicia de un Pintor Gentil, y sobremanera impío. Oiganse las palabras de este vehemente, y culto Escritor (105). LIBRO QUINTO.

Pero una nueva inipresion (dice) de nuestro Dios se manifestó en esta Ciudad estos dias, desde que un Gladiator, que habiendo sido condenado, se escapó de las fieras, tan diestro en vencerlas con su astucia, que se alquilaba para pelear con ellas en los juegos: sacó una imagen con esta inscripcion: El Dios de los Christianos ONONYCHITES. Tenia este Dios orejas de jumento, uñas de bestia en los pies, vestido de Toga, y en la mano llevaba un libro. Diónos á nosotros el nombre, y la figura mucha ocasion de reir, &c. Vuelve luego este sabio, y agudísimo Autor contra los mismos Gentiles la ficción de esta exêcrable pintura, como que era mucho mas á propósito para representar á sus Dioses. De aquí se echa de ver el odio que tenian los Gentiles á los Christianos, y la impiedad con que miraban á Christo. Sabemos tambien, no sin grande dolor, las detestables Pinturas, é Imágenes, que para hacer mofa de las cosas mas sagradas de nuestra Religion, han inventado los Hereges modernos, pintando cabezas de asno adornadas con ornamentos Pontificales, y otras cosas semejantes, que solo el referirlas, aunque de paso, causa horror. De esta clase, ó jaez son tambien otras Pinturas, que han esparcido los Hereges, en que representan al Supremo Pastor, y Pontífice de la Iglesia con semblante, gestos, y otras señales de muger. A que dió ocasion la abominable fábula, que fingieron los Hereges, y creyeron despues los enemigos de la Iglesia, y otros sobradamente simples (por no llamarles necios), de que en cierto tiempo ocupó la Cátedra de S. Pedro, y el lugar del Romano Pontífice, una muger Inglesa, la qual, porque tomó el nombre de Juan, se llamó despues Juana Papisa. Para persuadir, y hacer creible esta patraña, juntaron un monton, y hacina de mentiras, y desatinos. Pero ya, gracias á Dios, que no solo Católicos doctísimos (106) CAPITULO PRIMERO. refutaron con evidentísimos argumentos, y convencieron de falsedad, é impostura esta indigna, y exêcrable fábula por monumentos, así Latinos, como Griegos (107); sí que tambien los Hereges mas sabios, y de mejor juicio (que quanto á esto usaron de buena fé), la han despreciado, y mirado como una invención ridícula, y de ningún fundamento. Pero estas, y otras cosas semejantes las omito, dexándolas para que se castiguen con mas rigor, y severidad. Pues este tratado no se dirige principalmente á hacer invectivas contra las maldades, y exêcrables delitos de estos hombres ciegos, y perdidos; puesto que tan solamente lo he emprendido para hacer que los Pintores Católicos, y píos pongan el debido cuidado, y tengan el conocimiento, é instrucción correspondiente de las cosas. Y así, volviendo ya con gusto al asunto, lo primero que se me ofrece á la memoria es la Pintura de que habla Nicéphoro (108), en que se veía pintado á Christo Señor nuestro en trage de Júpiter tonante, fulminando el rayo, y con las demas señales, é insignias de aquella impura Deidad; la que sin duda no imitará en el dia de hoy ningún hombre pío, y con mucha razon, singularmente despues del exemplar castigo con que en pena de su lascivia, y desvergüenza, castigó Dios justísimamente á aquel atrevido Pintor, á quien se le secó la mano al punto que concluyó dicha Imagen. Pero habiendo hecho despues penitencia de su delito, mereció que le curára Genadio Patriarca de Constantinopla, como ademas de Nicéphoro, lo refiere Theodoro Lector (109): Han, pues, de procurar con mucho cuidado, y vigilancia (añade aquí un Escritor excelente en estas materias (110), cuyas huellas sigo, llevando siempre delante CAPITULO II. aquella máxîma de Plinio, de que es propio de un ánimo noble confesar con ingenuidad quiénes han sido los Autores de que nos hemos valido para nuestro aprovechamiento): Han de procurar con suma vigilancia (dice el citado Escritor) los que mandan en el pueblo, que no se introduzcan, ni se propongan á la vista imágenes, que con su figura, trage, y adornos, lejos de excitar á devocion, provoquen á luxuria, soberbia, curiosidad, y á otros vicios. Pintaron algunos, y hoy pintan tambien la última cena de Christo Señor nuestro con sus Discípulos: la que si bien se aparejó, y celebró en un cenáculo grande, y bien aderezado, como dice el Sagrado Texto (111), y por consiguiente en casa de algún Discípulo de Christo noble, y rico, segun lo conjetura, ó nos lo hace conjeturar Juan Maldonado, varon de grande, y limado juicio (112); de modo, que no me queda la menor duda de que esta cena la celebró el Señor con mas decencia, y aparato de lo que acostumbraba, por la reverencia, y dignidad del Misterio que iba á celebrarse: sin embargo los Pintores, quanto se esmeran en darnos de ella una idea grandiosa, tanto mas la adulteran, y desfiguran. Porque pintan una sala del templo muy parecida á la de un real, y magnífico palacio, adornada con muchas cornucopias, y un buen repuesto de baxilla de oro, y plata, con muchos vasos, y cántaros de vino. Y para decirlo de una vez, pintan una cena, que á lo que se nos representa, es muy semejante á la de un banquete profano: lo que reprehende con razon un Escritor Catótico, y piadoso (113).

2 ¿Y qué dirémos de aquellos Pintores (si es creible un tal desatino), que representando el convite, que dieron á Jesu-Christo Marta, y María, fingieron que mientras CAPITULO III. el Señor hablaba con María, el joven S. Juan estaba conversando con Marta ea un ángulo, y á escondidas; y lo que es mas, que mientras duraba el convite, Marta estaba á las espaldas de S. Juan con la mano sobre sus hombros, y otras cosas de este tenor, que son indignas á la verdad de referirse? Ciertamente que esto á algunos no parecería tan malo, y que otros lo tendrian aun por donayre, y gracia; pero á mí, y á qualquiera que mire las cosas con alguna maduréz, no puede menos de parecerles una cosa muy desatinada, y casi blasfema. Ahora me viene á la memoria una especie, que no quiero omitirla, singularmente pudiendo ella conducir alguna vez para lo que voy tratando de las Pinturas Sagradas. Es antigua, y detestable costumbre de nuestros Poetas Cómicos representar en el Teatro á manera de Comedia (tal qual ella es) las vidas, é Historias de los Santos, con mucho aplauso de los espectadores insensatos. Los Santos, cuyas Comedias se representan, son por lo comun varones muy santos de alguna Religion. Hasta aquí no es mucha la indecencia, y aun fuera de algún modo tolerable. Porque el que en estas Comedias se finjan los hechos de los Santos, mezclados, y casi unidos con otros detestables, como desafios, homicidios, y amores profanos; de propósito no me detengo en esto. Solo páro la consideración (lo que es mas propio de mi asunto) en que siempre dan al Santo por compañero un Frayle Lego, á quien le condecoran con el nombre verdaderamente jocoso de Fr. Mortero, Fr. Golondro, ú de otro semejante, el qual en toda la Comedia hace el papel de gracioso, y de truhan. ¿Pero qué papel es este? ¡Santo Dios! El de tragador, el de borracho, el de luxurioso, el de hipócrita, ó el de todos juntos. Y lo que por falta de orden, y colocación sucede en la Poesía, que es una Pintura que habla; lo mismo, á pesar nuestro, vemos acontecer algunas veces en la Pintura, que es una Poesía CAPITULO IV. muda. Yo mismo he visto varias veces pintado á un Varon santísimo, superior á las mayores alabanzas, con el semblante sumamente flaco, y casi extático, al paso que á su compañero, que le está mirando, le pintan, no solo con semblante risueño, sino tambien muy gordo, y rollizo. Lo que, ya se represente en el Teatro, ya se vea pintado en un lienzo, no solamente no cede en alabanza de Dios, ni de sus Santos, sino que se convierte en deshonor, y descrédito de las Religiones, y de las cosas Sagradas.

3 Pero unos y otros, Pintores, y Poetas, en cuyos oídos parece que está siempre resonando aquello tan sabido de Horacio (114):

.........................Pictoribus atque poetis

Quidlibet audendi semper fuit æqua potestas:

son demasiadamente atrevidos, traspasando no pocas veces los límites de lo justo; y descendiendo á lo que mira mas particularmente á mi instituto, sabemos no haber faltado Pintor, que para representar con facilidad, y energía (segun su parecer) aquello del Evangelio: La qual, como hubiese oido las palabras del Angel, se turbó por lo que le decia (115), habiendo pintado como correspondía al Arcangel S. Gabriel á la manera de un gallardo mancebo, pintó á la Virgen, que como atemorizada, y que no podia sufrir el aspecto de quien le hablaba, volvia el rostro á la otra parte del aposento. Cosa ciertamente muy indigna de la grande virtud, y virginal modestia de la Virgen. Otro por el contrario, para quitar á la Virgen toda ocasion de horror, y de temor, pintó viejo al Angel, y su barba larga, y cana, como lo afirma un Autor fidedigno (116). En tanto es verdad lo que dixo Horacio (117): CAPITULO V.

Dum vitant stulti vitia, in contraria currunt.

Pero de esto hablarémos mas largamente en su propio lugar.

4 No tiene duda, que parecerán desatinos estas cosas á quien reflexîone sobre ello; pero acaso no se formará el mismo juicio de otras, que por no estár pintadas con la magestad, decoro, y dignidad correspondiente, ofenden ciertamente los ojos de quien las mira. En esta clase podrian colocarse muchas, que tal vez explicarémos mas oportunamente en sus propios lugares. Con todo pondré aquí algunos exemplos de infinitos que podria traer. Un Pintor de grande fama, y á quien con solo nombrarle se le elogia; á saber, aquel famoso Miguel Angelo, tan conocido en todo el mundo, pintó entre otras muchas cosas la conversion de S. Pablo, en cuya Pintura se ve á Christo, no sentado en una nube, ó en otra positura correspondiente, sino como que con un vuelo muy ligero baxaba desde el Cielo, ó se arrojaba precipitadamente: con cuya accion, á mi entender, quiso representar el Pintor la agilidad de un cuerpo glorioso; sin embargo desagradó dicha Pintura al juicioso exâmen de algunos. Porque, como dice un grave Autor (118), este modo de pintar no se compadece bien con la suprema magestad, y dignidad de Christo. Ni es lícito á los Pintores, el que por querer hacer ostentación de su habilidad, dén ocasion de poca reverencia á los piadosos, y timoratos, ó de que se entibie su devocion. Nadie ignora quán vulgar, y freqüente es pintar al Niño Jesus, que á la manera de los demás muchachos está jugando con un paxarillo, teniéndole atado de un hilo. Pero esta Pintura ha desagradado á los hombres de mejor juicio, y con mucha razon (119). Porque si se dixo de un Varon santo, como lo atestigua CAPITULO VI. la Sagrada Escritura, que quando todavía era mancebo, no tuvo cosa alguna pueril en sus acciones (120); ¿con quánta mas razon debemos pensar esto de Christo, el qual gozando de perfecto uso de razon desde el primer instante de su concepcion, no pensó en otra cosa, ni tuvo otras miras, sino las de cumplir la voluntad de su Eterno Padre; ocupado siempre en el grande, y gravísimo negocio de la Redención del linage humano? Porque ¿cómo es creible que aquel Señor, que desde su concepción tuvo perfectísimo uso de razon (como acabamos de decir), y de quien unánimemente advierten los Santos Padres (121), que en toda su vida no tuvo ni siquiera un ligero movimiento de risa, juguetease en su puericia, y en su infancia á la manera de los muchachos, y niños? Dexemos, pues, estas importunas, é indecorosas inepcias: que quanto á la Pintura, en que vemos pintado al Señor jugando con San Juan tambien muchacho, hablarémos de ella en su propio lugar (122). Mucho mejor pintan otros Pintores á Jesu-Christo en su infancia; ó bien contemplando la cruz, ó bien cargando sobre sus hombros en un sentido simbólico los instrumentos de ella, y de su Pasion. Esto supuesto, nadie extrañará que algunos Pintores, empleando mal el tiempo, y su ingenio, pinten á los Angeles sin el correspondiente decoro, y dignidad. Pintó un Artífice, por otra parte bastante célebre, la comida, y el alimento de Christo Señor nuestro despues del ayuno de los quarenta dias, para la qual consta por la Sagrada Escritura, que se acercaron los Angeles, y le servian (123). Pero entre otros Angeles pintó á dos, que como muchachos estaban llorando amargamente por habérseles quebrado sin pensar un plato de barro. Y para que nadie imagine que me he forjado este caso, CAPITULO VII. véase el testigo abonado que cito abaxo (124).

5 Finalmente, hase de procurar que no solo se evite lo dicho en las Pinturas, sino tambien otras cosas, que son de mas peso, y entidad. Hubo en Roma poco antes de Augusto, segun refiere Plinio (125), un (Pintor) llamado Aurelio, célebre, si enamorado siempre de alguna muger, no hubiese corrompido esta noble Arte con la insigne maldad de representar siempre con el semblante de las que él amaba. Sin embargo, ¿quién creyera, que siendo este el parecer de un Gentil, y lo que es mas sensible de un impío, y Ateista, segun parece; hayan cometido, y que aun hoy cometan no rara vez el mismo delito los Pintores Christianos? Y que esto haya acontecido en otros tiempos, y suceda todavía algunas veces, no me lo permiten dudar los testimonios de hombres prudentes, de los quales podria citar algunos vivos, si fuese menester. Pero oigamos á los muertos. Viéronse algunas veces (dice un grave Escritor, tomándolo de otro, de quien no tengo bastante noticia (126)) en lugares donde no correspondia, imágenes de Santos, parecidos en el semblante á hombres, que aun vivian, para lisonjear debaxo de este velo la persona de aquellos á quienes amaban. ¡Exêcrable modo de pintar, que á juicio de todos los timoratos debe ser reprehendido, y desterrado; pues no es otra cosa, sino un incentivo de pensamientos alhagüeños, y perniciosos! Abuso es este á la verdad intolerable, y como á tal lo reprehendieron los Christianos, y lo echaron en cara á los Gentiles en los primeros tiempos de la Iglesia. S. Clemente Alexandrino, uno de los Padres mas antiguos, y bastante célebre, refiriendo estos abusos, dice (127): Fabricando Praxîteles, como explica Posidipo CAPITULO VIII. en el libro de Gnydo, una imagen de la Diosa Venus de Gnydo, la hizo parecida á Cratina, de quien él estaba enamorado, para que los miserables adorasen en ella á la amiga de Praxîteles. Y en los tiempos en que la ramera Phryne, natural de Tespe, llevaba tras sí los corazones de los hombres, imitaban todos los Pintores las imágenes de Venus conforme á la hermosura de Phryme, así como los Estatuarios labraban en Athenas las estatuas de Mercurio, de manera que se pareciesen á Alcibiades. Solo falta que dés ahora tu dictamen, sobre si quieres adorar á las rameras. Hasta aquí este antiguo, y esclarecido Padre. Vea quien gustáre las notas que hizo sobre este pasage su docto intérprete Genciano Herveto.

6 Arnobio, Maestro de Lactancio, que floreció cerca del año 300. de Christo, tratando el mismo asunto (128): ¿Pero qué me burlo yo (dice) de que á los Dioses se les hayan atribuido hoces, tridentes, cuernos, martillos, y sombreros, sabiendo que algunas Imágenes son retratos de ciertos hombres, y dibuxos de prostitutas rameras? Añade luego Arnobio casi los mismos exemplos, de que se había valido S. Clemente Alexandrino; mas porque refiere elegantemente una cosa todavía mas monstruosa, me pareció no sería fuera del caso poner aquí sus mismas palabras: Entre los Escultores (dice) se llevó el primer lugar el mencianado Phidias, el qual como hubiese fabricado la estatua de Júpiter Olympico, que en su labor era de inmenso trabajo, escribid sobre el dedo de dicho Dios: Pantarces hermoso. Este era el nombre de un muchacho, á quien él amaba torpemente: sin retraherle miedo alguno, ni sentimiento de religion, de dar á aquel Dios el dombre de un prostituto, ó, lo que es mas, de consagrar á un sodomita el mismo simulacro de Júpiter. Hasta tal punto llegan estos juegos, y afectos nefandos de formar tales efigies, adorarlas por Dioses, y confundirlas con la CAPITULO IX. santidad de las deidades; viendo que los mismos artífices se esmeran en representarlas, y determinan hacer monumentos eternos de sus propias torpezas. Hasta aquí son palabras de Arnobio. De estos, y otros muchos documentos, que podría alegar, se echa de ver claramente quán pocos sentimientos de religion tienen los que mandando pintar algunas Imágenes de Santos, ó Santas, advierten á los Pintores que su semblante sea del todo parecido á sí mismos, ó á otros: y quán torpe, y sacrílegamente haría el que mandase pintar alguna Imagen Sagrada con el semblante propio, y parecido al de aquel, ó aquella, que fuese el objeto de sus torpes amores. Lo que en estos dias apenas puedo persuadirme, que alguno se atreva á executarlo, á no ser un hombre enteramente perdido. Con todo, no puedo menos de advertirlo, y reprehenderlo; pues aunque se vea esto raras veces, basta el que alguna vez pueda acontecer.

7 Mas así como puede qualquiera usar bien, y con prudencia de las cosas que de suyo son indiferentes, siempre que en ello haya moderacion, y discernimiento; así tambien no dudo, que lo que en unas circunstancias expresamente lo he reprehendido, en otras se podrá executar con toda decencia, si se procura evitar el escándalo, y el abuso de una maligna, y depravada intencion. Ciertamente, yo mismo siendo todavía mozo, ví á un insigne Artífice esculpir en cera la cara de San Pedro, valiéndose para esto del original de un venerando viejo lleno de arrugas, calvo por la parte anterior de la cabeza, y que tenia los nervios, y músculos levantados, moreno el cutis, ó tostado del Sol; pero tan bien, y perfectamente, que no cabia mas en el Arte. Otro Pintor, teniendo que pintar la Imagen de un Santo mozo para remitirla á otros paises, procuró retratarle á semejanza de un joven religioso muy modesto, y recatado, del gual á fuerza de repetidas instancias pudo recabar que lo consintiese. ¿Quién habrá que con razon LIBRO SEXTO. pueda tener esto por reprehensible? Nadie á mi juicio, sino el que quiera parecer mas escrupuloso de lo justo, aparentando una fastidiosa, é irregular severidad. Estas son generalmente las cosas que deben evitarse en las Pinturas de las Imágenes Sagradas, ateniéndome, para explicarme así, á los principios mas comunes.




CAPITULO VII.


Que las Imágenes Sagradas, que dan ocasion á los rudos de algún error peligroso, deben quitarse, y abolirse enteramente, si no se pueden enmendar con facilidad.

I Ya dexamos dicho muchas veces ser constante, y con efecto así solemos experimentarlo, que las Imágenes, respecto de los rudos, son á manera de libros; así como estos, en que se refieren con todo cuidado, y exâctitud los hechos, y cosas memorables, sirven para la enseñanza de los hombres doctos, y eruditos, casi del mismo modo que si fueran Imágenes. Así como, pues, justamente se prohiben, no solo los libros, que contienen errores manifiestos, sí tambien aquellos que pueden dar ocasion, principalmente á los rudos, de algún error pernicioso; lo mismo, digo, debe observarse por lo que respeta á las Santas Imágenes. Ni en esto propongo yo alguna cosa nueva, sino lo mismo que estableció mucho antes el Sagrado Concilio de Trento, de quien son estas palabras (129): Si se introduxeren algunos abusos contra estas santas, y saludables determinaciones, desea en gran manera el Santo Concilio, que queden totalmente abolidos; de suerte, que no se pongan á la vista ningúnas Imágenes, que contengan algún falso dogma, y que den ocasion á los rudos de algún error peligroso. Quáles, y qué Imágenes deban comprehenderse CAPITULO PRIMERO. en esta clase, facilmente podría advertirlo, y manifestarlo; pero por ser casi infinito el número de estas, ó de otras que puede haber, y no ser cosa que se ofrezca luego al pensamiento; que en quanto á las demas irémos haciendo mención de ellas en sus propios lugares; pondré aquí tan solamente algunos exemplos de las mas principales.

2 Primeramente, es un grande desatino, y un monstruo intolerable, reprobado mucho tiempo há de los hombres piadosos, y sabios (de que tratarémos mas largamente en su propio lugar (130)), la Pintura que algunos Pintores nos ponen á la vista de la Santísima Trinidad, uniendo de tal manera un conjunto de cosas, que en una sola cara se dexan ver tres narices, tres barbas, y tres frentes con solos cinco ojos, cuyo extravagante modo de pintar lo he mirado siempre con enfado, é indignacion. El piadoso, y erudito Juan Gerson Cancelario de París (131), no sin dolor, y sentimiento, hace mención de otra imagen de este jaez: Hase de poner gran cuidado (dice) en que no se pinte alguna falsa historia. Dicho esto en parte por cierta Imagen que hay en los Carmelitas, y por otras semejantes, que en sus vientres (esto es de las Imágenes de la Virgen María) tienen pintada, ó esculpida la Santísima Trinidad; como si toda la Trinidad hubiese tomado carne de la Santísima Virgen. A mi parecer, no hay en estas Imágenes devoción alguna, antes pueden ser causa de error, y de poca devocion. Hasta aquí son palabras de Gerson. Una de dichas Imágenes refiere un sabio Escritor, y testigo ocular (132), haberla visto en la Cartuxa de Diest, adonde se decia que la habían traido de Francia en tiempo de guerras. No hubiera sido gran pérdida, si, como suele suceder en tiempo de guerra, la hubiera consumido el fuego entre CAPITULO II. otras mas devotas, y mas bien executadas, á quienes suele alcanzar esta desgracia: puesto que dá ocasion patente, y manifiesta de errar en una cosa de la mayor importancia. Porque el decir que toda la Trinidad se encarnase en el vientre de la Santísima Virgen, es un error perniciosísimo, que defendieron en especial los que no admitian distinción real en las Personas Divinas, como fueron Noeto, Sabelio, Praxêas, y los que con estos afirmaban que el Padre Eterno había sido crucificado; llamados por este motivo Patripasianos. Sobre lo qual pueden verse Tertuliano en todo el libro contra Praxêas, Optato Milevitano, S. Cipriano, S. Agustin, Theodoreto (133), y otros, así de los antiguos, como de los mas modernos.

3 Y lo que vemos algunas veces en la historia de la Anunciación de la Virgen, y de la Encarnación del Señor (lo que hago memoria haber advertido en algún Breviario); sin duda es yerro, ó á lo menos una pintura, que dá ocasion á fatales, y perniciosos errores. Pues en ella, entre los rayos de luz que baxan desde el Cielo á la tierra, y hasta la misma Virgen, se ve pintado un cuerpecillo bien organizado, aunque pequeño, el qual baxa al sagrado vientre de la Virgen. ¿Y quién, por medianamente que esté instruido, dexará de conocer, que esta pintura abriga el herético error de Valentino, ó por lo menos, que dá manifiesta ocasion de semejante pravedad? Pues el error de Valentino, á quien siempre ha condenado la Iglesia por herege, era tal, que decia no haberse formado el cuerpo de Christo de la substancia de la Virgen, sino que el mismo Christo le hizo, y traxo para sí desde el Cielo, introduciéndose en la Virgen, como por una canal, ó CAPITULO III. fistula, á la manera del agua que se desprende, y cae con suavidad. Lo que, segun la depravada costumbre de los hereges, intentaba probar por la Escritura, engañado por aquellas palabras del Apostol (134): El primer hombre de la tierra, terreno: el segundo hombre del cielo, celestial. Por esto reprehende, y condena con razon esta Pintura S. Antonino (135), como que abre camino para la heregía.

4 Descendiendo ahora á otra Imagen, que á juicio de hombres doctos (136) dista tambien muy poco de contener error peligroso; y yo constantemente afirmo que en nada dista; á saber, á la que pintan algunos Artífices, ó por decirlo mejor, pintaron (pues no puedo menos de confesar llanamente, que jamas he visto semejante Pintura, aunque acaso la habrá en alguna parte): digo, que algunos representaron el sobreparto de la Santísima Virgen de un modo enteramente vulgar, y como que la Soberana Señora estaba sujeta á las leyes de la humana debilidad, y flaqueza. Esta Pintura contiene un error manifiesto contra la Fé, ó á lo menos dispone, y abre el camino para él. La Pintura es de este modo: Vese echada en la cama la Santísima Virgen, enferma, y pálida por los dolores del parto: dánle alguna bebida las comadres que le asisten; y otras cosas de este tenor, que en ningún modo pueden tolerar los corazones católicos. Porque es cierto, y de Fé, que la Sacratísima Virgen, así como concibió sin deleyte carnal, asimismo parió tambien sin dolor alguno. Maravillosamente explicó esto S. Cipriano, quando dixo (137): La Santisima Virgen ella misma es madre, y comadre, y la que tributa reverente obsequio á su amada prole: ella tiene á su hijo en brazos, le abraza, le besa, le dá CAPITULO IV. el pecho; todo es asunto de gozo. No hubo en su parto dolor alguno, ni recibió daño la naturaleza: sus facultades no le permiten criadas que la sirvan, ni su pobre mesa, y expensas tenues, esclavos que la obsequien. Su estrecha casa, ó por mejor decir, pequeña choza, no ocultaba recámara, ni tenia retrete alguno. El simple techo, y sus paredes era toda la incrustacion, que circuía aquella pieza. No había allí lugar alguno para aquellos lavatorios, que suelen prepararse para las paridas, pues que la Madre del Señor no había padecido ningúna lesion en su naturaleza, por haber parido sin dolor, la que había concebido sin deleyte carnal. Sin embargo, para satisfacer á la ley siguió la costumbre; y como si corriese en ella la misma razon que en las demás, estuvo retirada los dias señalados, y como dando á entender el cansancio del parto, se estuvo quieta. Pero en estos dias de separacion, no se abstuvo de la compañía de S. Joseph, que nunca llegó á tocarla, sino de la entrada en el Templo, y de lo demás prescripto por la ley. Hasta aquí son palabras de San Cipriano. Y no con menor elegancia, aunque con mas brevedad, reprehende S. Gerónimo (138) este modo de pintar el sobreparto de la Santísima Virgen con estas palabras: Vaya afuera el pensar una cosa tal de la Madre del Salvador, y del varon justo S. Joseph. No hubo alli comadre alguna, ni intervino diligencia alguna de mugeres: la misma Señora envolvió al niño en pañales: ella misma fué la madre, y la comadre: y le colocó (dice la Escritura) en el pesebre, porque no había lugar para ella en la posada. Por estas, y otras muchas razones, que podria añadir, se echa de ver con quánta razon reprueban esta Pintura todos los Autores Católicos (139).

5 ¿Mas quién podrá sufrir la osadia de algunos Pintores, CAPITULO V. que engañados por una vana sombra de piedad, se atrevieron á pintar á nuestro Salvador con la cartilla en la mano, aprendiendo de la Santísima Virgen los primeros rudimentos de leer, y de escribir? Christo Señor nuestro nada aprendió, ni pudo aprender de los hombres. Solo su Eterno Padre (como dice él mismo por S. Juan (140)) le enseñó. Lo que no es del presente instituto explicar cómo, y en qué sentido deba entenderse, contentándonos por ahora con la explicación que nos da de este texto S. Agustin, quando dice (141): No enseñó de tal modo el Padre al Hijo, como que le hubiese engendrado ignorante; ni quiere decir otra cosa el haberle enseñado, sino que le engendró ya sabio. Y poco despues hablando del mismo Verbo, añade: De aquel tiene la sabiduría, de quien tiene el ser: no que primero le diese el sér, y despues la sabiduría; sino que así como engendrándole, le dió el sér, así tambien engendrándole, le dió la sabiduría, &c. Por lo que debe enteramente desterrarse dicha Pintura, como que da manifiesta ocasion á la heregía de Nestorio, que ponia en Christo dos Personas.

6 A estas, y otras Pinturas, que podrian notarse aquí, y que yo de intento las omito, piensan algunos poderse agregar aquella, en que pintan á la madre de los hijos del Zebedéo, presentando á Christo sus hijos, quando todavía no eran jóvenes, sino muy niños, pidiéndole que les concediese algún lugar distinguido en su Reyno. Porque, dicen, que de este modo de pintar, aunque en sí no tenga nada malo, se podria argüir de esta manera: Hé aquí que Christo elige para Apóstoles á dos muchachos, lo que llevaban muy á mal, y se indignaban contra ellos los otros diez: luego no hay obstáculo, ni inconveniente alguno en que á los muchachos se les confieran los primeros beneficios. Pero esto júzguenlo los CAPITULO VI. demas. Baste por ahora advertir como cosa cierta, que los dos Apóstoles S. Juan, y S. Jacobo, hijos del Zebedéo, no eran muchachos, sino ya jóvenes, quando su madre les presentó á Christo, pidiéndole para sus hijos, no beneficios, digamoslo así, espirituales, ó eclesiásticos; sino los primeros puestos del Reyno, que todavía se lo imaginaban temporal, discurriendo que de este modo lo conseguirian, como lo interpretan muy bien algunos Santos Padres, y entre estos expresamente S. Juan Chrisóstomo (142).

7 Tambien sin duda alguna se puede contar entre las Imágenes de que vamos hablando, aquella en la que, segun atestigua Molano (143), se ve pintado á Carlos Martel recibiendo de S. Gil la absolución de sus pecados, por la imposición de manos; ó en la que (segun otra Imagen) se pinta á un Angel anunciando al mencionado Carlos la remision de sus pecados, con este verso:

Ægidii merito Caroli peccata remitto:

lo que se tomó de una historia apócrifa, y fingida, en que se refiere haber revelado un Angel, que por los ruegos de S. Gil se había perdonado (con la condición de no volver jamás á cometerlo) el grande delito que cometió el Rey de Francia Carlos Martel (si es así que este fué verdaderamente Rey de Francia, ó solamente tutor, y administrador del Reyno) el qual nunca se había atrevido á confesarlo con persona alguna: en cuya historia se añade tambien otra cosa verdaderamente erronea, y contraria á la Fé; esto es, que qualquiera que habiendo cometido algún delito, por enorme que fuere, invocase, y tomase por Patrono á S. Gil, si en adelante se abstenia de cometerlo, podia creer con seguridad, que se le había perdonado dicho CAPITULO VII. pecado. Y siendo esta Pintura, ó historia contraria á la Sagrada Escritura, y á la doctrina que nos han dexado Christo, y sus Apóstoles, conforme á la qual, para perdonarse debidamente qualquier pecado mortal, se requiere confesion, y absolución Sacramental, con tal que haya arbitrio, y ocasion para hacerse: ni una, ni otra se pueden tolerar; antes deben reprobarse entrambas, como que contienen un falso dogma, ó que dan ocasion á un peligroso error.

8 Otras Pinturas hay, que contienen tambien crasísimos errores, como es la del Juicio final, en la que vemos pintados á la Santísima Virgen, al Santo Precursor de Christo, y á otros Santos, singularmente á los de mayor, y mas distinguido mérito, orando, é intercediendo por los réprobos, á quienes Christo condenó, y apartó de sí para siempre. Error es este condenado por la doctrina de la Iglesia, y de los Santos Padres, y expresamente por S. Agustin (144), el qual seriamente, y de propósito arguye contra aquellos, que movidos de una falsa piedad, piensan que los hombres impíos, y aun los Infieles, condenados ya en el juicio final, se han de libertar de las penas del infierno por los ruegos, é intercesion de los Santos. Lo que reprobó tambien S. Gerónimo (145) por aquellas palabras, que se leen en el Decreto de Graciano (146): Sabemos que en esta vida podemos ayudarnos mutuamente con oraciones; pero quando fuéremos presentados ante el tribunal de Christo, ni Job, ni Daniel, ni Noé podrán rogar por ninguno. Cuyo error, entre otros, que produce el cisma, y la ignorancia, abrazan en el dia de hoy los Griegos modernos, como elegantemente lo afirma un Varon muy célebre, y erudito, y versadísimo, como el que mas, ea estas materias (147), confirmándolo con testimonios CAPITULO VIII. de Griegos modernos. Ni puede servir de fundamento, y apoyo á este error, la sentencia de aquellos, que defienden haberse libertado de las penas, y llamas eternas la ánima del Emperador Trajano por los méritos, y eficaces ruegos de S. Gregorio Magno: sentencia, que nuevamente sigue un hombre muy sabio, é intimo amigo mio, el R. P. M. Fr. Manuel Navarro Benedictino (148), Catedrático jubilado de Prima de Theología de la Universidad de Salamanca. Porque aun dado que fuese verdadera aquella sentencia (la que yo he tenido siempre, y la tengo aun por falsa, dudosa, y de mala fé), afirman sus mismos defensores haber sido milagroso aquel caso, y acontecido de un modo extraordinario, y atendido (como dicen los Theólogos) el poder absoluto de Dios, y no el ordinario; y por tanto no puede servir de exemplo.

9 Otras Imágenes se me ofrecian ahora, que pueden ser ocasion de algún error peligroso; pero las omito, porque con el favor de Dios, trataré de ellas en sus propios lugares. Conviene, pues, que estas, y otras semejantes no las pinten, ni tengan los hombres píos, y timoratos; antes deben procurar abolirlas, si hallasen algunas de esta clase, ya fuesen pintadas, ó ya esculpidas: particularmente habiéndolo antes consultado con hombres doctos, y timoratos, y si fuere necesario, tomando parecer del Prelado, ó Superior. Otro juicio debe hacerse de otras Imágenes Sagradas, que aunque puedan ser causa de error, pero no de error peligroso, como manifestaré en el siguiente CAPITULO IX.




EL PINTOR CHRISTIANO Y ERUDITO-Juan Interián de Ayala - CAPITULO V.