EL PINTOR CHRISTIANO Y ERUDITO-Juan Interián de Ayala - CAPITULO III.


CAPITULO IV.


De las Pinturas de la Anunciación de nuestra Señora, y de lo que hay en ellas digno de reprehenderse.

I Es muy digna de ser admirada, y alabada la suave, y eficaz providencia de Dios, y su amor, y benignidad para con la Bienaventurada Virgen. Pues pudiendo hacer que su Hijo, á quien había engendrado desde la eternidad, tomase carne en las entrañas de María sin prestar ella ningún consentimiento, y aun sin tener de ello ningúna noticia, como afirman comunmente losTheólogos (1105); quiso sin embargo, que por medio CAPITULO X. del Arcangel se cerciorára la Divina Señora de un tan estupendo, é inaudito prodigio, y que prestára ella misma su humilde, y reverente consentimiento, para que la Inmaculada Madre del Verbo Divino, concibiera primero en su mente, que en su cuerpo, al mismo Verbo subsistente en la naturaleza humana, como elegantemente habla S. Leon Magno (1106): sobre que yo mismo he dicho en otra parte algunas cosas, que podrá verlas quien gustase. Lo que he querido tocar aquí brevemente, para que adviertan los Pintores la propiedad, y decoro, y al mismo tiempo la respetosa magestad, con que deben portarse en la Pintura de este Misterio:

sin embargo de que algunas veces (bien que ya no con mucha freqüencia) se hayan apartado algún tanto de estas reglas.

2 Ya advertirnos arriba (1107) ser no solamente erroneo, sí también peligroso en la Fé, el modo de representar este Misterio, que justamente reprehendió S. Antonino, quando dixo (1108): Son tambien reprehensibles los Pintores, quando pintan cosas que son contra la Fé: por exemplo, quando en la Anunciación nos representan, que formado ya un niño pequeño, esto es, Jesus, se mete en las entrañas de la Virgen, como si su cuerpo no hubiese sido tomado de la substancia de esta Señora. Pero, como hayamos refutado ya esto mismo en otra parte, no hay para que detenernos aquí en referir muchas cosas, que podian decirse sobre este particular. Baste advertir, que estas Pinturas, é Imágenes, deben omitirse enteramente, y aun (segun yo pienso) deben borrarse, ó quitarse, si todavía ha quedado alguna de ellas. Porque, si bien podrian interpretarse en otros sentidos píos, como observó un Theólogo, que escribió sobre estas materias (1109); sin embargo, no veo por que deba hacerse CAPITULO XI. tanto caso de dichas Pinturas (que por lo menos son rudas, y ridículas), que por ellas se haya de recurrir á un sentido muy remoto, y escondido. Esto supuesto, exâminemos otras cosas, en las quales algunos Pintores (aun de los que no son del vulgo) no tanto se manifiestan erroneos, ó que dan motivo á error, como ridículos. Y para tratar esto con mas método, hablaré: I. acerca del lugar: 2. acerca del Arcangel, que tuvo el honor de exercer tan grande, y excelente Embaxada: 3. acerca de la misma Virgen, á quien se hizo este anuncio celestial: 4. finalmente acerca de algunas otras cosas, que se añaden por lo comun, y con mucha oportunidad en la descripción de dicho Misterio.

3 Por lo que respeta al lugar, quiero se tenga presente, que esta mi obra, tal qual ella es, la escribo para Pintores píos, y cuerdos, y por decirlo de una vez, Católicos. Lo que advierto aquí, porque como los Hereges de nuestros tiempos son de un ánimo feroz, y mal intencionados contra la Santísima Madre de Dios, no han faltado entre ellos, algunos, á quienes refiere sin expresar sus propios nombres el Doctor Exîmio (pues no son dignos de nombrarse los enemigos del nombre de María), los quales han dicho, que habiendo enviado Dios el Angel á María, buscó á la Purísima Señora, que andaba vagueando por las plazas; pero que habiéndola finalmente encontrado, le había hablado: como tampoco han faltado otros, que han creido semejantes, ó iguales disparates: sobre lo qual, óigase á un varon de acendrado juicio, que dice así (1110): Acerca de esto (á saber, sobre lo que acabamos de decir) los hereges, que hoy ponen duda en ello, y quieren persuadirse, que la Santísima Virgen estaba en casa de algún pariente suyo haciendo labor con las demas criadas, parécenme, que tienen un genio propio de Judíos. Por lo que, no les debemos CAPITULO XII. creer mas, que á aquel Autor apócrifo del Protoevangelio, que corre con el nombre de S.

Jacobo, donde leemos, que la Bienaventurada Virgen casualmente había salido por agua, quando se le apareció el Angel. Pero volvamos á los Pintores, que no son sospechosos de tan grande impiedad. Algunos de ellos representaron un lugar sobradamente distante de la profesion, sencillez, y santidad de la Santísima Virgen: pues abusando sin moderación de su ingenio mal aplicado, figuraron, no una habitación modesta, y verdaderamente pobre, segun convenia á la Virgen, sino una sala de un palacio real, sostenida con grandes columnas, enladrillado el suelo magníficamente; y figurando ademas dentro de ella, una cama desproporcionada, adornada de ricos tapices, de almohadas, y colgaduras, á que añaden otras cosas semejantes, que con razon las reprehende el gran Cardenal Gabriel Paleoto (1111), el qual había determinado continuar, y concluir esta misma obra, que yo tengo entre manos, y lo hubiera conseguido, á no haberse opuesto la muerte á sus doctas empresas, y trabajos. Por lo que mira al Arcangel S. Gabriel, hay algunos, ó á lo menos, los ha habido, que le pintaron de edad, ó figura pueril: pero esto no es mas que desatinar. Pues el razonamiento de uno de esta edad, y aspecto, no tendria representacion, ni seria á propósito: particularmente acostumbrando Dios ordenar, y disponer todas las cosas de un modo conveniente, y proporcionado. Al contrario, no ha faltado (como ya lo notamos arriba) quien, para precaver toda ocasion de pensamiento impuro de la plática de la Virgen con un joven; pintó al Arcangel S. Gabriel en figura de viejo, la barba, y el cabello largo, y cano, de suerte que en vez de estar adornado, estaba disforme. Pero casi parece increible, sin embargo que debemos dar fé á un Pintor CAPITULO XIII. juicioso, grave, y erudito (1112), que refiere haber visto él mismo en la representación de este Misterio, pintado al Arcangel S. Gabriel con vestiduras Sacerdotales, y vestido con Capa Pluvial; en cuya orilla se veian las Imágenes de los Apóstoles, y aun la del mismo Christo saliendo del sepulcro: á que había añadido este gracioso Pintor otras cosas semejantes, como Rosarios, y anteojos colgados de la pared, lo que solo de referirlo, me avergüenzo. He visto yo tambien, no lo mismo, que refiere Pacheco; pero sí, adornado en parte el Arcangel con vestiduras Sacerdotales; esto es, con Alba, y una estola puesta ante el pecho á manera de cruz, y el cíngulo, que apretaba sus extremidades. Todo lo qual, y otras cosas semejantes, aunque no sean errores contrarios

á la Fé, y buenas costumbres, son por lo menos necedades ridículas, y propias de viejas. Hase, pues, de pintar al Arcangel S. Gabriel en este Misterio, en figura de un joven modesto, y bien parecido, adornado con alas, y cubierto decentemente con vestiduras resplandecientes, y de varios colores, que lleguen hasta sus pies. Pero sería lo mejor, si se le pintára arrodillado ante aquella Señora, á quien el mismo Dios, y Señor de todo lo criado, había elegido para Madre suya. Por lo que, seria reprehensible el pintarle volando por el ayre abiertas las alas, por no expresar dicho movimiento aquel decoro, que pide tan grande Misterio.

4 Mas, por lo perteneciente á la Purísima, é Inmaculada Virgen, no se la debe pintar en pie (lo que sin embargo hicieron Pintores de gran nota) ni en ademan de huir del Angel, ó como que por vergüenza cubria su rostro con un velo: cosa que solo el pensarla, es suma locura. Tampoco se la debe pintar sentada, como que el Paraninfo celestial la hubiese encontrado CAPITULO XIV. haciendo labor, cuya Pintura he visto yo algunas veces: sino (lo que es mucho mas probable, y decente) arrodillada, teniendo juntas las manos ante el pecho, ó cruzados los brazos. Pues, como notó un varon muy sabio, y versado en estas materias (1113): En la Historia Evangélica de la Encarnación del Señor, no expresan los Evangelistas, qué es lo que estaba haciendo la Bienaventurada Virgen, quando entró el Arcangel S. Gabriel para saludarla: si estaba en pie, sentada, ó de rodillas, ocupándose en pías meditaciones. Y por quanto al pintar esta historia, necesariamente se ha de añadir una de estas cosas; está ya recibido por un cierto comun consentimiento entre los Pintores, y aprobación de los demás, lo que tiene mas probabilidad. Pues es muy probable, que estando de rodillas la Beatísima Virgen, se ocuparia entonces en la meditación de nuestra redencion. Porque, si el Arcangel S. Gabriel no anunció á Daniel, varon de deseos, la Natividad de Christo, ni el Precursor del Mesías anunció esto mismo al Sacerdote Zachârías, sino quando ambos estaban en profunda meditación ¿acaso podrémos persuadirnos, que el Arcangel S. Gabriel vino á esta Virgen, no estando ella ocupada en las cosas de Dios? Pero, el que pinten á dicha Señora, vestida no solo con túnica blanca, y resplandeciente, y texida con flores de oro, como freqüentemente se hace; sino tambien adornada con vestidos encarnados, y ceruleos, y no del color nativo de la misma ropa; aunque esto lo aprueban otros, y lo que es mas, algunos de los que intentan, ó pretenden instruir á los Pintores, manden que lo hagan así; á mí no me agrada: como ni tampoco, el que la pinten descubierta la cabeza, tendido el cabello por su cuello, sino antes cubierta con mucha modestia su cabeza con un velo verdaderamente virginal. Véase lo que diximos arriba, CAPITULO XV. tratando de las Imágenes de la Virgen en general.

5 Suelen tambien pintar en la parte superior de esta Imagen, al Padre Eterno, abierto el Cielo, y algunos Angeles en figura de párvulos, que le asisten, y además al Espíritu Santo en figura de paloma, despidiendo por todas partes rayos de luz, que llegan hasta la Purísima Virgen. Todo esto puede decirse, que lo hacen con bastante propiedad, y decencia, por ser bastante conforme á las palabras del Evangelio, que dice: El Espíritu Santo vendrá sobre tí, y la virtud del Altísimo te hará sombra. Pero, el que algunos añadan al Hijo en figura humana sentado á la diestra de Dios Padre, es cosa, que en ningúna manera puedo aprobarla: pues en la representación de este hecho, se pretende poner á la vista lo mismo, que realmente sucedió; esto es, que el Hijo engendrado desde la eternidad, toma la naturaleza humana de la Virgen, y por tanto, no debe figurarse ya vestido de carne humana.

Volviendo ahora á lo que dexamos dicho, el Quarto de la Virgen no debe pintarse á semejanza de una sala real, sino de una habitación particular: no adornado con alhajas superfluas, sino con otras verdaderamente pobres, y sencillas; con lo que dice bien, una, ú otra silla, una cama regular, y modesta, alguna arca, y otras cosas semejantes, bien que no muchas: entre las quales puede ponerse tambien un pequeño escritorio, en cuya ínfima grada pueda arrodillarse, y sobre el qual esté abierto un libro. Añádese tambien á esta Pintura una cándida azucena, ó un ramo de estas hermosísimas flores. No que con esto se pretenda significar, que en aquel tiempo del año floreciesen las azucenas, ó que la Bienaventurada Virgen, que estaba muy lejos de toda afectacion, tuviese alguna azucena bordada, ó de cera, sino que solamente se pone (y muy á menudo) para significar la pureza, y perpetua virginidad de la Santísima Señora; la qual, así por su virginidad, como CAPITULO XVI. por su purísima vida, consiguió el que con razon se la comparase á la azucena entre las espinas. A esto alude aquel rytmo, con que, dicen, se deleytaba el piadosísimo Prelado, y Martir de la Iglesia, Santo Thomas Cantuariense:

Gaude quia Deo plena Peperisti sine pSna Cum pudoris lilio.

Suele haber alguna diferencia en pintar dicha azucena: Algunos la pintan en un vaso, ó en una copa; otros (que es lo mas freqüente) en la mano del Arcangel S. Gabriel, en lugar de vara, ó de cetro. Todo lo qual parece se ha discurrido con bastante probabilidad. Mas, sobre si debe, ó puede pintarse bien, y juiciosamente, una vela ardiendo, para quitar del quarto de la Virgen la obscuridad, y las tinieblas, es cosa que puede dudarse muy bien, por el motivo de que, si bien no es cosa cierta, y, definida, que el Arcángel hiciese su embaxada á María, por la mañana, ó á medio dia, por la tarde, ó de noche; sin embargo son comunmente de parecer los hombres mas doctos, que la hizo de noche, y quando esta estaba ya muy adelantada: por quanto este tiempo en especial, es el mas apto para la contemplación de las cosas celestiales, y para recibir las ilustraciones divinas. Y aunque no sin fundamento pudiera decirse, que el mismo Arcangel con la luz que despedia de si mismo, alumbró, y llenó de claridad la habitacion; siendo una cosa sabida, que este mismo género de milagro aconteció en la carcel de Jerusalen, donde por orden de Herodes Agripa, estaba Pedro encerrado, y atado con cadenas, como consta claramente de la relación de S. Lucas, que dice (1114): En la misma noche CAPITULO XVII. estaba Pedro durmiendo entre dos soldados ::: y he aquí que se manifestó el Angel del Señor, y resplandeció la luz en la carcel. Aunque, como digo, pudiera pensarse no fuera de Propósito, haber acontecido lo mismo en nuestro caso; sin embargo, no es muy facil de creér por otra parte, que la Virgen, en el profundo silencio de la noche, estuviera en oracion, careciendo de toda luz de vela, ó candela. Pero yo, por ser esta una cosa totalmente incierta, nada afirmo: pues, ni está en uso (á lo menos, es muy poco comun) el pintar semejante vela, ó velon; ni, por lo que acabamos de decir, será reprehensible el Pintor, que quiera pintar dicha luz en esta ocasion.




CAPITULO V.


De las Pinturas de la Visíta, que hizo la Bienaventurada Virgen á su Parienta Santa Isabel.

I Justamente S. Ambrosio, con la elegancia que acostumbra, llegando á este hecho, alabó, y engrandeció con las siguientes palabras la presteza de María, de que hace mención el Evangelio (1115): Porque ¿adónde (dice) estando llena de Dios, había de dirigir sus pasos acelerados, sino á lo alto? La gracia del Espíritu Santo, no usa de demóras, ni tardanzas. No hubo, pues, dilación ningúna entre la Anunciacion, que el Angel hizo á la Beatísima Virgen, y la Visíta, que hizo esta Señora á su Parienta Santa Isabel, de quien le había hablado el Angel en su salutacion: todo lo qual se infiere del Evangelio, que despues de expresar el consentimiento de la Virgen para concebir al Verbo Eterno, añade inmediatamente (1116): Y se apartó de ella el Angel. Y saliendo entonces María, se partió á la montaña CAPITULO XVIII. con priesa á una Ciudad de Judá. Por lo que, se ve pintado freqüentísimamente este hecho, en alabanza, y memoria de un tal Misterio, y de la Santísima Virgen.

2 Pero en estas Pinturas, lo que verdaderamente se puede llamar error, y convencerse por tal (aunque nunca lo he visto pintado, pero doy fé á un Pintor (1117) muy versado en esta materia, que sínceramente lo refiere); es, que algunos han pintado este hecho, no como que había pasado dentro de una casa, sino en el campo. Tanto puede la ociosidad, y poco cuidado en investigar semejantes cosas. Pues diciendo claramente el Evangelio: Entró en la Casa de Zachârías, y saludó á Isabel; está claro, que esta Visíta no se hizo en el campo, sino dentro de la misma casa. Pero antes de pasar adelante, es menester advertir primero algunas cosas: Juzgo, pues, que la salutación de la Virgen, se hizo en el mismo atrio de la casa, que á la verdad estaría limpio, y aseado; pero no fabricado, ni adornado con tanta magnificencia (sin embargo de que algunos se atrevieron á pintarlo así) quanta apenas podría caber en ningún Vitruvio. Pintan tambien algunos en el mismo atrio una frondosa vid sostenida con perchas; pero averigüen estos, si en aquella region, quando apenas empezaba la Primavera (por ser muy creible, que se hizo esta Visíta, y salutacion, antes de acabarse el mes de Marzo) están entonces las viñas tan frondosas, y adelantadas. Mas, el pintar atada delante de la entrada exterior de la casa, á una burra, no es cosa indecente, ni inverisimil: por quanto es bastante probable, que la Sagrada Virgen no iría á pie, ni andaría totalmente sola, tanto camino como hay entre Nazareth, y Hebrón (si esta es aquella ciudad, que llama el Evangelio Ciudad de Judá, como quieren hombres muy doctos) (1118);

pues distaban entre sí mas de treinta, y dos leguas nuestras; sino sentada sobre una burra, CAPITULO XIX. la que guiaba del cabestro el castísimo Esposo de la misma Señora, como lo diximos con bastante fundamento, tratando de su huída á Egipto.

3 Santa Isabel, á quien su humildísima, y purísima Parienta la Virgen, tributó este obsequio, se ha de pintar, no (segun hicieron algunos) enteramente fea, y disforme, como si pintáran alguna de las Parcas; pero sí de mucha edad, y ya vieja: sin embargo de que la purísima Virgen apenas pasaba de quince años. El modo comun, que se ha introducido sin contradicción alguna (quanto yo sepa) de pintar este hecho es, el representar á la Virgen, y á Santa Isabel, dándose mutuos, y honestos abrazos: no ofreciéndose nada á la imaginación de mas propio, para describir la salutación de la Señora, que desde tan lejos, iba á saludar, y visitar á su Parienta. Es verdad, que este modo de pintar, desagradó en gran manera á un hombre bastante docto, y á quien no puedo nombrar, sin tributarle muchísimos elogios.

Este es el P. Antonio de Vieyra, Predicador del Serenísimo Rey de Portugal, y (callando ahora otras alabanzas de su sabiduría) el mayor Predicador, á mi parecer, de su siglo, y del nuestro, el qual describiendo esto mismo, que vamos tratando, dice lo siguiente en Idioma Portugués, que facilmente se traduce al Castellano (1119): Concluído el Misterio de la Encarnación del Verbo, y despedido el Angel embaxador, partió luego la Virgen, ya Madre de Dios, á visitar á Santa Isabel, quien la recibió, no en los brazos, como hace creer al vulgo la fantasía de los Pintores; mas postrada á sus sacratísimos pies, como se debe tener por cierto. Pero yo desearía á la verdad, que este Varon eruditísimo, nos hubiera indicado alguna prueba, ó exemplo, que le haya movido á tener esta descripción por audacia, ó, como la llama el mismo, fantasía de los Pintores. Y pues LIBRO QUARTO. no lo hace, debe alabarse la reverencia, que tiene á la Sagrada Virgen; pero á mi juicio, hase de dexar la facultad á los Pintores, de pintar este hecho del modo acostumbrado, y recibido.

4 Pero, los que principalmente, me parece, se han alejado de la verdad, son aquellos Pintores, que representan esta salutación en presencia de los Santos Joseph, y Zachârías. Pues la salutacion, que hizo la Virgen á su Parienta Santa Isabel, sucedió inmediatamente despues de haber concebido la Virgen en sus virginales entrañas al Verbo Divino, ó á lo menos, pocos dias despues de este Misterio, segun la sentencia común de los SS. Padres, é Intérpretes, y aun la del mismo Evangelio; si se pesa bien el sentido de sus palabras, que dicen así, como advertimos arriba: Y se apartó de ella el Angel. Y saliendo entonces María, se partió á la montaña con priesa á una ciudad de Judá, &c. Despues de la mansion de la Virgen en casa de su Parienta, que fué de cerca tres meses, como consta del mismo Evangelio, que dice (1120): Se quedó María con ella (Santa Isabel) como unos tres meses, y se volvió á su casa; aconteció sin duda lo que refiere S. Mathéo, el qual, Estando (dice) desposada María Madre de Jesus con Joseph, antes de unirse, se halló que había concebido en su vientre por el Espíritu Santo; á saber, apareció entonces abultado el vientre de la Virgen, como era regular, por ser ya el niño de tres meses, ó más: lo que advirtiéndolo su castísimo Esposo S. Joseph, como fuese justo (pues así dice el sagrado Evangelio) y no quisiese infamarla, quiso dexarla secretamente; ó ya naciese esta resolucion, de una impensada turbación del ánimo, ó de pura reverencia, lo que no debemos tratar aquí. Pero, por lo que mira al hecho, parece se infiere claramente, que ó S. Joseph no asistió al coloquio entre su sagrada Esposa, CAPITULO PRIMERO. y su Parienta Santa Isabel, la qual había llamado clarísimamente á María, Madre de su Señor; ó si se dice, que asistió, no parece que ha lugar, á que abultándosele despues á la Virgen su sagrado vientre, tuviese aquella novedad, ó incurriese en la que San Chrisóstomo llama grande perturbación (1121). Por esto afirman algunos, que S. Joseph no fué con su Esposa, quando esta partió de la Ciudad de Nazareth hácia la montaña, para visitar á su Parienta. Pero no habiendo, con justa razon, admitido esto arriba, baste decir para soltar esta dificultad, que aquel coloquio tan divino, y admirable, pasó estando solas María, é Isabel; y por tanto, que no asistieron á él, ni Joseph Esposo de María, ni Zachârías, marido de Isabel, por estar entonces ocupados en otras cosas en lo interior de la casa. Todo esto parecerá tolerable á los espectadores no indoctos, y prudentes; mas de ningúna manera les podrá parecer tal, lo que yo he observado varias veces en la Pintura de este hecho, por contener un error clarísimo, dimanado de inadvertencia: pues pintan á S. Joseph, Esposo de la Virgen, y á Zachârías, marido de Isabel, conversando familiarmente entre sí. A que dieron ocasion (aunque contiene un error evidente) algunos mas ignorantes, é imperitos, que el vulgo de los mismos Pintores, á quienes no quiero nombrar, ni citar, por no hacer salir los colores al rostro, á los que no tanto gastan, como pierden el tiempo en leér cosas semejantes. Dicen, pues, que habiendo entrado la Purísima Virgen en casa de Zachârías, su Esposo S. Joseph, y el Sacerdote Zachârías, marido de Isabel, hablaron mutuamente entre sí, como suele suceder en semejantes ocasiones: y aun refieren las mismas palabras, que suponen haberse dicho entonces, de la misma manera que si hubieran presenciado el lance; y entre ellas, ponen haber preguntado Zachârías: CAPITULO II. ¿Quien eres tú? A que responde Joseph: Yo soy Joseph tu servidor: Y otras cosas de este jaez, que representa dicha Pintura. Pero los que leyeron tales cosas, y aprueban la tal Pintura, y los mismos Pintores, me parecen mas ignorantes de lo que pueda buenamente explicarse: pues debieran sériamente saber, ó tener presente, que entonces estaba enteramente mudo Zachârías, Padre del Bautista, y por tanto, que en ningúna manera podia hablar. ¿Mas de dónde colegirémos una cosa tal? No es menester leér mucho para indicarlo; pues el Angel S. Gabriel, entre otras cosas, predixo á Zachârías lo siguiente, mientras estaba exerciendo su ministerio en el templo (1122): He aquí (le dixo) que estarás mudo, y no podrás hablar, hasta el dia en que suceda esto, por no haber dado crédito á mis palabras, que se cumplirán en su tiempo. Lo que aun lo confirma mas el sagrado Evangelio, que hablando de Zachârías, dice (1123): Y habiendo salido, no les podia hablar. Y luego: Y él les hacía señas, y permaneció mudo. ¿Pero qué necesitamos de mas pruebas? Despues de la misma Natividad del Bautista, como los que estaban presentes, preguntasen, qué nombre se había de poner al niño recien nacido, se dice (1124): Preguntaban por señas á su padre, como queria llamarle, y pidiendo una tablilla, escribió: Juan es su nombre. Vean, pues, los que leen semejantes cosas en los libros, ó que viéndolas representadas de algún modo, las contemplan acaso, y las admiran, qué fé se merecen semejantes libros, ó Imágenes; y aprendan finalmente los Pintores eruditos á representar lo que ilustra la narración del Evangelio, no lo que la deslumbra, ú obscurece. Y así, es mucho mas conforme á razon, el no representar presentes á S. Joseph, y á Zachârías, de cuyo parecer es tambien el Pintor muchas veces citado (1125).

5 Finalmente, si quiere tomar mi consejo el Pintor CAPITULO III. juicioso, evitará muchas cosas en la descripción de este hecho, que no sé si diga, que por adorno, ó por juego, han añadido Pintores por otra parte excelentes: de los quales, el que entre ellos tiene la primacía (1126) representó aquí criadas, y criados, y á uno, que tomaba las alforjas de S. Joseph, á otro que quitaba la albarda á la burra, y á S. Joseph llevando un talego, ó zurrón debaxo del brazo, y otras semejantes menudencias, que si sériamente se exâminan, no tanto sirven de adorno, como de deformidad á la Pintura.




CAPITULO VI.


Apéndices sobre las Pinturas de la Natividad del Señor, de su Circuncision, y otras, que hemos referido arriba, y sobre las demas, que se hacen regularmente de la Santísima Virgen.

I No tiene duda, que es cosa molesta para los Lectores, y trabajo superfluo para los que escriben, el repetir, é inculcar, lo que ya se ha dicho mil veces, y como dice el proverbio Latino eandem crambem recoquere. Y ya que tratando antes de las Pinturas del Nacimiento del Señor, de su Circuncision, y de otras, hemos dicho mucho de lo que pertenece á las Imágenes de la Beatísima Virgen, es superfluo querer repetirlo aquí. Bastará advertir al Lector, que lo vaya á ver en sus propios lugares; pero algunas cosas, que por mas menudas, ó de menos importancia, se me escaparon entonces, me parece del caso añadirlas ahora brevemente á modo de apéndices.

2 Habiendo, pues, advertido antes, ser no solo contrario á lo que prescribe la razon, sino tambien á la misma fé del Evangelio, el pintar al Niño Jesus enteramente CAPITULO IV. desnudo, y puesto sobre las pajas del pesebre; advierto ahora, que no han faltado algunos Pintores, que para obviar este absurdo, pintaron á la Virgen Santísima quitándose, ó quitado ya el velo, que cubria su sagrada cabeza, para envolver en él al Niño recien nacido: queriendo con esto darnos á entender (si no me engaño) que la Santísima Virgen, por su mucha pobreza, y falta de bienes, no tuvo otros paños con que cubrir decentemente á su amantísimo Hijo, sino el velo de su castísima cabeza; lo que, á su juicio, excita á piedad, y fomenta la devocion.

Pero lejos sea de nosotros este disparatado modo de opinar: porque la Sacratísima Virgen, que sabía muy bien estar cercano su parto, y que luego había de dar á luz á aquel, que no solamente no disminuiría, sino que consagraria mas, y mas su virginidad; no estaba tan desproveída, que debamos creer no llevase consigo aquellos pañales, pobres sí, pero limpios, y proporcionados para envolver en ellos al Niño recien nacido. Muy lejos, pues, debe estar un Pintor erudito de semejante ficcion. Otros al contrario, pródigos al parecer, tendieron una sábana entera, y colocaron allí al Niño Jesus, representando en su vana imaginación desnudo su tiernecito cuerpo, y sin ningún resguardo del frio. Pero todo esto es un absurdo mas claro, que la misma luz.

3 Por lo que respeta á la Circuncision, omitiendo ahora la opinion bastante pia, y plausible, de que la Sacratísima Virgen, circuncidó por su misma mano á Jesu-Christo su Hijo (sobre lo qual hemos dicho mucho arriba) ha habido algunos, que pintaron á la Soberana Señora, teniendo con ambas manos á su Hijo, para que el ministro, ó executor de aquella acción (que á su parecer fué el Sacerdote Sumo) le circuncidára, segun costumbre. Otros finalmente (y esto podrá parecer lo mas probable) pintan á la Virgen entregando á su dulcísimo Hijo en manos de su castísimo Esposo, CAPITULO V. para que lo llevára al ministro de la Circuncision, quien quiera que este fuese: ora se executase aquella en la misma cueva de Belén, como quieren muchos, ó dentro de alguna casa del mismo lugar, lo que tambien puede decirse con alguna probabilidad. Pero todo lo dicho puede referirse á lo que diximos arriba tratando de la Circuncision del Señor, lo que podrá repasar el Pintor estudioso, ó el Lector diligente. Hemos tambien hablado mucho antes sobre otros puntos, y acaso diría algo mas, á no temer, qne habrá muchos á quienes no gustarán estas, y semejantes cosas, por estar acostumbrados á pensamientos muy diversos, y que no quieren exâminarlos con mas madura reflexîon. Sin embargo no puedo menos de notar aquí de paso, una, ú otra cosa.

4 No he visto yo nunca cierta Pintura (pues no afirmaré temerariamente, ó con mentira, haber visto lo que no he visto); pero sí la han visto hombres doctos, en la que se representa á la Beatísima Virgen enseñando á deletrear en una cartilla al Niño Jesus aun pequeñito. Pues hombres hay, no malos á la verdad; pero imprudentes, que acostumbrados á discurrir en las cosas segun la regla de sus pensamientos sobradamente débiles, pintan los hechos del mismo modo, que los conciben. Y como á ellos les pareciese cosa pía, y laudable, el que la prudentísima Virgen, y Madre, enseñára á Jesus quando Niño, á lo menos los primeros elementos de las letras, no les pareció inverisimil, el pintar á la Virgen enseñando á leér á su Hijo. A tanto como esto pueden llegar los deslices de una piedad indiscreta, quando no va acompañada (como debe) de ciencia, y de doctrina: y aun todavía se puede esto ver mas claro en otro desacierto mayor, si es que puede haberlo; pues un hombre digno de toda fé me contó haber visto él mismo con sus propios ojos, que no ya la Virgen, sino S. Joseph, enseñaba á leér en un libro al Niño Jesus: lo qual, no es como quiera una invencion, sino una invención CAPITULO VI. erronea; y tal Pintura, á juicio de todo hombre prudente, deberia quitarse, por contener un error manifiesto, y verdaderamente intolerable. Porque Christo S. N. ni en quanto Dios, ni en quanto Hombre, fué enseñado, ni pudo serlo por criatura alguna, de qualquier dignidad, ó santidad que fuese; y por tanto, ni aun su Santísima Madre pudo enseñarle. Pues desde el primer instante de su Encarnacion, ademas de la Ciencia Divina, que tenia como á Verbo del Padre, y de la Beatífica, de que tambien gozaba, fué dotado en el grado mas elevado, que pudo, y debió serlo, de la Ciencia, que los Theólogos llaman Infusa: de suerte que sobrepujaba con mucho á todos los hombres (por no decir nada de los Angeles); no solo en el conocimiento de las cosas Divinas, sino tambien por lo que toca al conocimiento de qualesquiera otras Artes, y Ciencias, lo que ningún Theólogo de juicio podrá dudarlo. Ni me diga alguno en apoyo de este error imprudente, que el Evangelio (1127) dice de Jesus, que iba creciendo en sabiduría, en edad, y en gracia para con Dios, y para con los hombres. Porque, como deba entenderse, el que Christo iba creciendo en sabiduría, lo enseñan muy bien los Theólogos con Santo Thomas, diciendo, que aquel lugar se entiende de la sabiduría experimental (como ellos llaman) ó de aquella, que se adquiere con el uso, y experiencia de las cosas: no de la que se aprende por la enseñanza de algún maestro. Pero dexemos esto, pues bastante lo hemos tratado arriba (1128), donde tambien diximos de paso, cómo deba entenderse lo que dixo Christo hablando de sí mismo, que él fué enseñado por su Padre.

5 Y para encerrar en un compendioso silencio otras muchas cosas, en que nos podríamos detener; quando á la Virgen Santísima, y á S. Juan, les pintan en pie junto LIBRO QUINTO. á la Cruz, el comun modo de pintarlos es, colocar de una, y otra parte á la Madre, y al Discípulo amado, en los intervalos, que mediaban entre Christo, y los dos ladrones. Sin embargo otros Pintores (y no de poco nombre) pintaron á la Madre, y al Discípulo, cerca sí, y juntos á la Cruz del Señor; pero vueltos sus semblantes hácia Jesus, mirándolo, y contemplándolo frente por frente. Lo que, si bien (como insinuamos poco ha) se aparta mucho del comun, y recibido modo de pintar, con todo, no me atrevo á condenarlo de error, ó de ignorancia: antes (si puedo decir libremente lo que siento) parece, que esto es algo mas conforme á la verdad del hecho, por ser verisimil, que al padecer Christo aquellos acerbos dolores, no podia ver tan facilmente á su Madre, y al Discípulo, si hubiesen estado á uno, y otro lado, como estando delante. Y pareciendo, que el Evangelio dice claramente, que Christo Señor nuestro, como con una ojeada, vio á los dos: pues en él se lée (1129): Habiendo, pues, visto Jesus á su Madre, y junto á ella al Discípulo amado, dice á su Madre, &c; es consiguiente, no ser á lo menos inverisimil, el que en su muerte no asistiesen á uno, y otro lado, sino delante, y en frente. Y así, en este particular, en que nada me atrevo á determinar, ni definir, se debe estar al juicio de los hombres mas cuerdos, y prudentes.

6 Lo que ahora voy á decir, no lo tocaria, á no constarme bien, que hay hombres muy doctos, y pios, que lo reprueban, como tambien otras muchas cosas, que adopta la piedad indiscreta de hombres rudos. Pero ¿qué cosa es esta? Dirélo en pocas palabras. Pintan con mucha freqüencia á la Beatísima Virgen, despues de haberle ya quitado, y enterrado á su Hijo, vestida de la misma manera, que en tiempo de nuestros antepasados se adornaban las viudas mas nobles. Allí se CAPITULO PRIMERO. vé todo el cuerpo de la Virgen cubierto con vestidos negros, y sobre ellos, velos de lienzo muy fino; de suerte que no solo desde el cuello hasta el pecho, se echan de ver dichos velos, sí tambien en los brazos, que están cubiertos con mangas apretadas, juntas las manos ante el pecho, y cruzados unos dedos con otros: tapan finalmente la cabeza con un velo de seda mas espeso, que llega hasta los pies, á que se agrega el Rosario colgado del cuello. Ciertamente, no son cosas estas, de que (ni aun por sueño) sea lícito chancearse á los que seriamente, como es razon, y con la debida reverencia tratan estas materias: pero vean á lo menos los mas eruditos (pues no me paro en las tonterías del vulgo) quan ageno es todo esto, no solo de la fé, y verdad de la historia, sí tambien quan poco se conforma con la piedad sólida, y la dignidad, que se merecen los mismos hechos. Pero de este modo (dicen) se representa mas á la vista la tristeza de la Virgen Madre, y la aflicción de su alma, por haber perdido, y estar ya sepultado su Hijo: la que no se compara mal con la tristeza de una viuda, que siente, y llora de veras la pérdida de su marido, y esposo. Yo no siento así: y para que no parezca, que todo se nos va en palabras, apelo á la misma Pintura de un Artífice de no poco nombre. He visto, y observado muchas veces la Imagen de la Virgen en este lance, pintada con un semblante grave, y lleno de magestad; pero que al mismo tiempo demuestra tristeza, hinchados los ojos por las muchas lágrimas, y respirando por su sagrada boca el grande desconsuelo de su alma. En la cabeza tiene un velo, aunque de color azul, extendidas las manos á una, y otra parte, y cerca de ellas, instrumentos de la Pasion: los clavos, la corona de espinas, y junto á ella, Angeles en figura de niños, llorando tan amargamente, que les van cayendo las lágrimas por sus mexillas. ¿Por ventura no es esta una Imagen, que CAPITULO II. respira mas decoro, y dignidad, que la que vemos con freqüencia entre el vulgo piadoso? Lo es sin duda. Pero yo no quiero detenerme mas en una cosa, que como parecerá á algunos, les subministra abundante materia para aumento de la piedad, que ellos profesan á la Sacratísima Virgen.

7 Ningún hombre pio podrá poner duda, en que la Santísima Señora, reynando ya Jesu- Christo en el Cielo, resplandeció en toda la Iglesia como á vivo modelo de religion, y perfectísimo exemplar de todas las virtudes, á quien todos reverenciaban, y admiraban. Por lo que, dedicada totalmente á la contemplación de las cosas celestiales, recibió tambien (y tal vez todos los dias) baxo las especies sacramentales, la fuente de toda gracia, y santidad, esto es, el Cuerpo de su Hijo Santísimo, á quien antes había recibido en su seno purísimo, y virginal. Tengo yo esto por tan cierto como lo que mas. Pero deseára, que los Pintores (bien que en esto temo parecer sobradamente prolixo, y molesto á algunos) tuvieran presente, que no se usaba entonces el dar la Comunion del mismo modo, que con mucha alabanza han introducido despues la Iglesia, y sus Pastores, en la accion, y administración de este Sacramento, el mas santo, y excelente de todos. Ví yo mismo estando en Salamanca una Pintura de grande nota, y de buen pincel, en que se representaba este hecho tan pio; pero de la misma manera, que si hubiera pasado de pocos años á esta parte, y no en el primer siglo de la Iglesia, y en los tiempos Apostólicos. Allí se vé un Altar con velas encendidas, resplandeciente con una Cruz de oro en que están engastadas piedras preciosas, cubierto con lienzos, y mantéles muy blancos, y adornado magníficamente por el frente. En una palabra: adornando todo él, del mismo modo que se vé es ta Pintura en el Templo de unas nobles, y piadosísimas Religiosas, donde se conserva. Vése tambien CAPITULO III. el Evangelista S. Juan, que está celebrando, y dá á la Virgen la Sagrada Comunion, vestido con todos los ornamentos Sacerdotales, en nada distintos de los que usamos en el dia. Son cosas estas piadosas sí, yo lo confieso: pero ninguno por medianamente instruido que sea, dexará de confesar también, que demuestran una grande ignorancia. Porque ¿quién habrá que ignore, que las vestiduras Sacerdotales, el magnífico adorno de los Altares, y otras cosas semejantes, no fueron propias de aquellos tiempos; sino establecidas, y ordenadas mucho despues con gran prudencia, y sabiduría por la Iglesia? No quiero detenerme mas en aclarar estas cosas, por no parecer, que quiero ostentar alguna erudicioncilla, bien que no muy recóndita; y que he querido buscar un campo mas abierto, para dar á entender el conocimiento, que yo tenia en estas materias. Solamente advertiré al Pintor, que si, alguna vez tuviere ocasion, ó necesidad de pintar lo dicho, consulte con hombres mas doctos, para que así se conforme mas con la verdad, ó verisimilitud del hecho.




EL PINTOR CHRISTIANO Y ERUDITO-Juan Interián de Ayala - CAPITULO III.