EL PINTOR CHRISTIANO Y ERUDITO-Juan Interián de Ayala - CAPITULO II.


CAPITULO III.


De las Imágenes de S. Sebastian, Santa Ines, S. Vicente, y S. Anastasio.

I No es mi ánimo extender mi discurso á todas las Imágenes de qualesquiera Santos: porque ¿qué Hércules podria cargar sobre sí tan grande peso? Solo es mi intención tratar de las Imágenes de los Santos, cuyas solemnidades están en los fastos de la Iglesia, ó para hablar mas propiamente, en el Martirologio: y aun, no de todas estas, sino solamente de aquellas, que se ven con mas freqüencia entre nosotros: y si al Pintor le urgiese el pintar otras no tan freqüentes, podrá valerse de su juicio, con tal que no se aparte de las reglas, que podrá tomar de lo que hemos dicho antes. El primer Santo, de quien se ofrece tratar ahora, es el esclarecido CAPITULO V. Martir S. Sebastian, cuyas Imágenes se ven á cada paso, de mucho tiempo á esta parte. Suelen pintar á este Santo, atado á un palo, y traspasado con flechas (pues el pintarlo sin herida ningúna, le pareció error á un Italiano de acendrado juicio (1153), que da á entender haberlo visto) mozo, y algunas veces sobradamente gracioso, y bien parecido. Sobre esto último, ya hemos tocado algo arriba (1154). Mas, por lo que mira á la edad, es error el pintarlo joven: porque quando padeció el tormento de las flechas, no era mozo, sino hombre hecho, y de quarenta años, como quieren graves Autores; pues era Capitan de la primera Cohorte, que segun yo pienso, era la Pretoriana, y de Palacio: cuyo empleo no solian confiarlo á jóvenes, los Príncipes amantes de la Disciplina Militar, qual era Diocleciano. Léase sobre esto la censura, y juicio del Cardenal Baronio (1155): Hay (dice) un excelente monumento de este Santo Martir, que es su venerable Imagen fabricada de mosayco, la que todavía se conserva entera en el título de Santa Eudoxîa ad Vincula Sancti Petri, y tiene el semblante de viejo, y está con barba; lo que reprehende á los Pintores, que hacen mal en pintarle joven atado á un palo. Hasta aquí el doctísimo Cardenal: bien que no me agrada el decir, que deba pintarse S. Sebastian, no de edad varonil, sino ya viejo: pues en esta edad, segun leyes, y costumbre de los Romanos, no serviría ya en la milicia, sino que ya hubiera obtenido la jubilacion. Es, pues, mas verisimil, que padeció martirio, no quando viejo, sino de edad robusta, y varonil: en lo que sigo tambien á graves Autores. Acerca de las flechas, ya en otro tiempo tuve el reparo, de que las pintan, como que no causaban al Santo grandes heridas, sino que apenas le llegaban á sus CAPITULO VI. carnes: lo que parecerá igualmente poco verisimil á los que consideren su Imagen.

2 Suelen tambien pintar á S. Sebastian en las faldas de la bienaventurada muger Iréne, la qual pensando, que el Santo había muerto en aquel tormento, como hubiese ido á aquel lugar para llevarse ocultamente su cuerpo, y encontrádole aun vivo, se lo llevó como pudo á su casa, y procuró con el mayor cuidado, y diligencia, curarlo, y que recobrase la salud. Pero esta Pintura es necia, ó ridícula, y poco conforme á un hombre, que piense con juicio, por mas que Artífices excelentes se han ocupado en ella. Mejor sería, á lo menos en gran parte, y mas á propósito, la Imagen, que refiere haber hecho el mismo Pintor tantas veces citado, esto es, el pintar echado en la cama á S. Sebastian, y junto á él, un haz de flechas, que indican haberse arrancado del cuerpo del Mártir, ensangrentadas, y con señales claras de quanto habían lastimado su cuerpo: por evitarse de este modo el inconveniente que hay, en pintar el cuerpo del Santo Martir, manejado por manos de una muger, aunque pía, y santísima. Omito aquí, por no tocar propiamente á la Pintura, otras cosas que se refieren de este Martir, y esclarecido Athleta de Jesu-Christo: pasando ya de este varon tan esforzado á una muger no menos fuerte.

3 Nadie ignora que el nombre de Agnes, ó mejor Hagne (que en Castellano llamamos Inés) significa en Latin Casta: á que se dirige aquel elogio, que segun su costumbre, expresó S. Ambrosio con estas palabras (1156): Pero ¿qué podrémos decir que sea digno de esta Santa, de quien ni aun el nombre carece de alabanza? Pues la que tenia el nombre de Casta, en su mismo nombre presentaba el elogio, y la alabanza. Lo que aun mas clara, y expresamente significó S. Agustin (1157), diciendo: CAPITULO VII. Esta Virgen, era tal qual se llamaba: Agnes en Latin significa Cordera, y en Griego, Casta. Y así, en quanto á sus Imágenes (porque, si miramos á sus hechos, son inmensos los elogios que le dan los Santos Padres) esto es, lo que tengo que advertir á los Pintores: Suelen pintarla muchacha de pocos años; lo que está muy bien: pues á los trece años de su edad fué, quando perdiendo la muerte, encontró la vida, como se canta en su rezo, y elegantemente lo expresó S. Ambrosio, dando á entender, que esta era la fama comun: De esta Santa (dice el citado Padre) leémos haber padecido martirio á los trece años. ¿Quánto mas detestable fué la crueldad, que no perdonó á edad tan tierna? ó por mejor decir, es grande la fuerza de la Fé, que supo encontrar su testimonio aun en aquella edad. ¿Hubo por ventura en aquel cuerpecillo, lugar para las heridas? Pero la que no le tuvo para recibir el acero, le tuvo para vencerle. Y poco despues: Se pasmaron todos, al ver, que ya daba testimonio de la divinidad, la que por razon de la edad, no podia ser aun árbitra de sí misma. ¡Palabras elegantísimas! Pero cuya fuerza, y elegancia, acaso no todos la penetran. Martir, es lo mismo que testigo, para lo qual se necesita cierta edad, y que sobrepuje por lo comun á la tierna edad, que tenia esta Santa: el poder arbitrar, y disponer de sus cosas, no se permite á los de poca edad, ni aun á los de alguna edad mas adelantada. De lo que, considerado con reflexîon, resulta la elegancia, y hermosura de las palabras de S. Ambrosio, y como se pasmaron todos, al ver, que era ya testigo de la divinidad, la que por su tierna edad, no podia disponer aun de sus cosas. He dicho esto, por lo que toca á la edad de dicha Virgen, que conduce no poco para pintar su Imagen.

4 Píntanla ademas vestida con una túnica texida con CAPITULO VIII. flores de oro, lo que tambien debe aprobarse (1158). Pues con esto, se hace evidente alusion á lo que se refiere en sus Actas, y rezamos en su oficio, haber dicho la misma Santa al joven, que la amaba; pues hablándole de su esposo Jesu-Christo: Vistióme el Señor (le dixo) con un vestido bordado de oro, y adornóme con joyas inapreciables. Palabras, que aunque se refieran á un sentido mas elevado, y á las riquezas espirituales, con todo dán lugar á que los Pintores representen no sin fundamento á esta castísima Virgen adornada de este modo. Pero (quanto yo puedo juzgar) se pintaría mejor, y mas conforme á la fé de la historia, si la representáran vestida con una túnica admirablemente ajustada á su cuerpecito, y enteramente blanca como la nieve; por leerse de dicha Santa, que quando desnuda, y cubierta solamente con sus largos cabellos, fué puesta en el lugar de prostitucion, hizo oración á Dios, y mereció ser admirablemente socorrida en tan grande peligro. Léanse sus Actas: Como se hubiese postrado (dicen) para hacer oración á Dios, se le apareció delante de sus ojos un vestido blanquísimo. Y tomándolo, vistióse con él, y dixo: Gracias te doy, Señor mio Jesu-Christo, porque contandome en el número de las siervas, mandaste, que se me diera este vestido. El qual estaba tan á medida de su cuerpecito, y tan resplandeciente por su extremado candor, que nadie pondría duda en que solos los Angeles se lo habían preparado. Todo lo que confirma en gran manera la advertencia, que acabamos de dar. Fuera de lo dicho, pintan encendida tambien una grande hoguera, y á la Santa de pies sobre el fuego, en que hacen igualmente bien: por leerse esto mismo en sus Actas, y cantarse en su festividad. Mas, el que se la pinte abrazándose con un cordero; esto, ó alude á su nombre, como diximos arriba, ó mas comunmente, á que fué una Virgen purísima; CAPITULO IX. á saber, del número de aquellas, que siguen al Cordero donde quiera que vá: ó acaso (á que mas me inclino) hace alusion á ambas cosas.

5 Pero, si se hubiere de pintar su pasion, con que firme, y constante dió fin á su martirio, parecerá acaso, que se la debe pintar traspasada con una espada su garganta, pues esto leémos en sus Actas, de donde he tomado las palabras siguientes: Aspasio Vicario de Roma, no pudiendo sufrir la sedición del pueblo, mandó meterle una espada por su garganta. Y rociada la Santa con el encarnado licor de su sangre, la consagró Jesu- Christo para su Esposa, y Martir. Pero, si yo fuese Pintor, ó qualquiera que aconsejase al Pintor erudito, no la pintaría así, ni aconsejára, que representáran de tal modo el martirio de esta Sagrada Virgen. Muévenme á esto las palabras de S. Ambrosio, en una obra, que sin duda es suya (1159), y que nadie hay que no haya leído, donde el Santo dice asi: ¡De quantos terrores no se valió el verdugo para hacerse temer! ¡De quántos alhagos para persuadirla! ¡Qué medios no usó para casarse con ella! Pero la Santa: Ya es (dixo) injuria para el Esposo, estar aguardando á la que le debe complacer; el que primero me ha elegido para sí, éste me recibirá. ¿Que te detienes verdugo? Perezca éste mi cuerpo, que puede ser amado con ojos carnales, con los quales no quiero que se ame. Y añade luego: Estuvo de pies, hizo oracion, inclinó la cerviz. Verías temblar al verdugo, como si él hubiése sido el que estaba condenado á muerte: verías estar pálido el semblante del que temia el peligro ageno, quando la tierna doncella no temia el suyo. Esto dice S. Ambrosio: el qual hace ver claramente, que Santa Inés no perdió la vida traspasándole la garganta, sino degollándola, y cortándole la cabeza, como consta de aquellas palabras: Estuvo de pies, hizo oracion, LIBRO OCTAVO. inclinó la cerviz. Y lo que dice, que estuvo de pies y no postrada, como era costumbre á los que se les había de cortar la cabeza; lo dice con el fin de exâgerar mas la pequeñez de su cuerpo, dando á entender, que bastó el estar de pies, y no de rodillas, para que un hombre robusto le cortára su cabeza virginal. Pero volvamos de esta tierna virgen á los varones.

6 Hubo un Varon muy insigne en méritos y virtudes S. Vicente Martir, Español, y Aragonés, á quien no solo los Españoles, sino todo el universo le celebra con muchas alabanzas: cuyo elogio comprehendió en pocas palabras, aunque muy significativas, el Martirologio Romano, que dice así (1160): En Valencia, en la Corona de Aragon, S. Vicente Levita, y martir, el qual por sentencia del impío Presidente Daciano, sufrió por la gloria de Christo estrechas cárceles, hambre, tormento del ecúleo, descoyuntamiento de miembros, planchas ardiendo, parrillas de hierro encendidas, y otras máchînas de tormentos, con los quales mereció el premio de la gloria. Su ilustre triunfo canta elegantemente Prudencio en un himno: y los SS. Agustino, y Leon Papa, le celebran con maravillosas alabanzas. Hasta aquí el Martirologio: para que de esto se eche de ver el duplicado triunfo de España en dos esforzadísimos Diáconos, á saber, en S. Lorenzo) pues yo no pongo ningúna duda en que S. Lorenzo fué Español, aunque no faltan quienes quieren quitar tanta gloria á España), y en nuestro S. Vicente; que acaso no se encontrará otro igual.

7 Pintan, pues, al fortísimo Levita, en trage de Diácono: sobre que no quiero dilatarme mas, por no parecer sobradamente molesto, y prolijo. Tiene en su mano, al modo que S. Lorenzo, aquellas parrillas de hierro, en que fué tostado por orden del cruelísimo Presidente: y junto á él, se vé pintado un cuervo. Cosa, que por CAPITULO I. haber observado ponerla muchos en duda, ó que ignoraban la razon de ella, no parecerá mal exponerla ahora brevemente. El caso pasó así (1161): Despues de la muerte triunfante de éste valerosísimo Martir, dicen, que para causar terror á los Christianos, expusieron el cuerpo del invicto Athleta totalmente desnudo, á las aves, y lobos, para que lo devoráran: pero que un cuervo (cosa admirable, y que casi sobrepuja á la fé humana) les impidió llegar. Como un Cuervo(son palabras de sus Actas) ave perezosa, y muy pausada, que no estaba muy distante, demonstrando en cierto modo con su tétrica figura, que estaba llorando, ahuyentase lexos del cuerpo con cierto ímpetu las demas aves, que se iban acercando, aun á aquellas que eran mas de temer por su mayor ligereza de vuelo, ahuyentó tambien corriendo velozmente, á un feroz lobo, el qual volviendo la cabeza hácia el sagrado cuerpo, estaba parado, atónito, y segun nos persuadimos, estaba mirando á los Angeles, que le custodiaban.

8 Por lo que toca á su martirio, hay en Salamanca en el Altar mayor de la Iglesia del Martir S. Vicente, á quien está dedicada aquella Casa de PP. Benitos, que es famosísima, y digna de las mayores alabanzas, pues que ha producido tantos, y tan esclarecidos hombres á la República literaria, y al mundo todo: Hay, digo, en Salamanca una insigne Pintura, y muy grande, que dicen ser de Vicente Carducho, en que se representa echado S. Vicente sobre las parrillas encendidas, con tal propiedad, y elegancia, que no cabe mas, y que pediría mucho tiempo el describirla, y elogiarla. No puedo dexar de referir aquí una cosa, acerca de los triunfos de este Santo, que no será del todo fuera del caso: á saber, que no solo fué probada la paciencia, y constancia de este Martir en la terrible cama de las parrillas; sino tambien en otra muy blanda, CAPITULO II. pretendiendo el impío Presidente reducir con halagos, y regalos, al que no había podido vencer con la crueldad de los tormentos. Pues dicen así las mencionadas Actas: ¿Y qué harémos ya con él? (hablan del Diácono Vicente) quedamos vencidos: póngasele pues en una cama, y halaguésele con mantas mas suaves: que no quiero hacerle mas glorioso, muriendo, en medio de los tormentos. Un poco de descanso; que se le dé, repáre sus miembros ya débiles por la fuerza de los tormentos; y cerradas las aberturas de sus llagas, sujétese á padecer nuevos, y exquisitos suplicios. Hasta aquí las Actas: lo que á mí me hace venir á la memoria un hecho vilísimo, que con la mayor elegancia, refiere S. Gerónimo haber executado el impío tirano en la cruel persecución de Decio; pues no contentándose el fiero perseguidor con ensangrentarse contra los cuerpos de los Christianos, quiso haberlas tambien contra sus almas, y á los que no podia derribar á fuerza de penas, y tormentos, solicitó vencerles con deleytes, á fin de que debilitados ya sus ánimos con los regalos, pudiese hacerles ceder con mas facilidad, sujetándoles otra vez á los tormentos, si todavía persistian constantes en la Fé, y confesion de Jesu-Christo. Usando de este medio, y valiéndose de los modos mas extráños, é indignos, intentó hacer titubear la constancia de uno, cuyo nombre hasta ahora nos es desconocido, aunque ya muchos, por este esclarecido hecho, dignísimo de los mayores elogios, le han apellidado comunmente Nicetas; esto es, Vencedor. A éste, pues, librándole de los tormentos mas crueles, que la misma muerte, y encerrándole en un jardin ameno, y delicioso, mandóle poner el tirano sobre colchones de pluma, y reclinar su cabeza sobre una blanda almohada, atando su cuerpo con suaves vendas: donde entrando luego una mugercilla desvergonzada, tentó audaz á lascivia al constantísimo joven de Jesu-Christo, hasta tanto que el invicto Athleta mordiendo con los dientes CAPITULO III. su lengua, la arrojó llena de sangre, y de horror al deshonestísimo rostro de aquella impura bestia, que intentaba seducirle. Cuenta este hecho (como he insinuado) S. Gerónimo, y yo mismo lo describí en otro tiempo en versos Hendecasílabos no del todo despreciables, si el amor propio no me engaña, los que no quiero poner aquí, por no parecer que quiero salirme de mi intento.

9 Venérase tambien junto con S. Vicente, la memoria de S. Anastasio, cuya Imagen, ó por mejor decir, su cabeza cortada, la traen consigo freqüentemente los Fieles, y con razon: pues de ella dice el gravísimo testimonio del Concilio VII General, ó Niceno Segundo (que es lo mismo) que ayuda mucho á la salud de los hombres, y que es un gran defensivo para rechazar, y resistir los insultos de los demonios. Pintan esta Imagen con cogulla; y es mucha razon, y no error, el pintarla así, por haber profesado S. Anastasio la vida Monástica: elogio, que nadie, de los Autores que he visto, lo describió mejor, ni con mas elegancia, que el Venerable Beda (1162); cuyas palabras no hago reparo en transcribirlas aquí: Anastasio (dice) Monge Persa, padece noble martirio por Jesu-Christo, el qual habiendo nacido en Persia, aprendió de su padre quando muchacho, el arte de la Magia; pero así que los cautivos Christianos le enseñaron el nombre de Jesu-Christo, al instante se convirtió á él con todo su corazon; y dexando la Persia, se fué en busca de Christo á Calcedonia, á Hierápolis, y despues á Jerusalén: donde habiendo recibido la gracia del Bautismo, se entró al monasterio del Abad Anastasio, que está á quatro millas de la ciudad; y como hubiese vivido en él siete años observando sus reglas, mientras iba á Cesaréa de Palestina para predicar en ella, le prendieron los Persas, y el Juez Marzabana, le CAPITULO IV. tuvo encadenado en la carcel, y le hizo sufrir azotes. Finalmente lo enviaron á Persia á su Rey Chôsroes, el qual en distintos tiempos mandó azotarle tres veces; y teniéndole colgado de una mano por espacio de tres horas, cortándole por último la cabeza, completó su martirio con otras setenta. Luego, como un endemoniado, hubiese vestido su túnica, quedó sano: y sobreviniendo entre tanto el Príncipe Heraclio con su exército, habiendo vencido á los Persas, se llevó á los Christianos, que estaban cautivos. Las reliquias del Beato Martir Anastasio, que primero fueron llevadas á su Monasterio, y despues á Roma, se veneran en el Monasterio de S. Pablo Apostol, que llaman ad Aquas Salvias.




CAPITULO IV.


De las Imágenes de S. Ildefonso Arzobispo de Toledo, y de S. Raymundo de Peñafort, General de la Orden de Predicadores.

I Celebra la Iglesia en un mismo dia, esto es, á 23. de Enero, á estos dos grandes Santos, insignes en santidad, y dignidad; cuyos hechos, y escritos, si alguno quisiere enteramente indagarlos, es preciso, que léa á otros Escritores: yo, ciñéndome dentro los límites de mi asunto, diré solamente algo de lo que pertenece á sus Imágenes, y Pinturas. S. Ildefonso, pues, ó Adelfonso, que así, y aun de otros modos le llaman los antiguos, el mas esclarecido de los Obispos, que gobernaron la Iglesia de Toledo en los últimos tiempos de los Godos, floreció en santidad, y sabiduría por el siglo VII. de la Iglesia. Por lo que respeta á sus Imágenes, se han de considerar principalmente dos cosas. La primera, que á este Santo le suelen pintar (y con bastante freqüencia) con hábito de Monge Benedictino, por pensar muchos, no solo del vulgo, sí tambien hombres doctos, CAPITULO V. y no pocos en número, que siguió el Instituto, y Regla del Gran Padre S. Benito. Otros defienden tenazmente lo contrario, pensando que el Instituto, y Regla de S. Benito, todavía por este tiempo, no se había extendido á España. No faltan razones, y fundamentos por ambas partes. Yo, que no tengo particular interés en ello, y que estoy como puesto de por medio entre los dos partidos, podré justamente tomar en mi boca aquello del Poeta:

Non nostrum inter vos tantas componere lites.

Pero, si me es lícito, sin perjuicio de nadie, decir sencillamente mi parecer; digo ser cierto, que S. Ildefonso profesó la Vida Monástica en el célebre Monasterio Agaliense, sobre cuya situacion, y lugar donde estuvo antiguamente, aun hoy lo disputan los eruditos, y todavía está por decidir. Esto, á mas de que consta por los monumentos de Cyxila, y de otros, se hace evidente por el testimonio irrefragable del mismo S. Ildefonso, que dice así (1163), hablando de S. Heladio antecesor suyo: Porque á nuestro Monasterio (hablo del Agaliense) cuya entrada en él, me hizo Monge, &c. Luego el Santo Prelado profesó el Monacato, antes de ser Obispo. Así es, dirá alguno; pero no el Instituto de S. Benito. Que ¿acaso es esto contrario á la razon de los tiempos? En ningúna manera: como facilmente pueden conocerlo aun los menos doctos. Luego, aunque confesemos, que el pintar á S. Ildefonso con hábito de S. Benito, no es un apoyo bastante firme para la historia; también deben todos confesar, que sin nota de error, ni de poca instruccion, se le puede pintar con hábito, é insignias de Monge Benedictino.

2 Mayor defecto es, segun á mí me parece, y por CAPITULO VI. decirlo mas claro, es error crasísimo, el que he observado en una Imagen bastante célebre de S. Ildefonso, que muchas veces he admirado, y contemplado; la que hizo en Flandes, un Pintor de bastante fama. En dicha Imagen, se vé pintado el glorioso Prelado (en el mismo acto de que hablarémos luego, á saber, quando recibió de la Virgen la dádiva, ó vestidura celestial fabricada por manos de Angeles, para que se sirviera de ella quando dixese Misa) vestido con alba, manípulo, y estola, pero desnudos totalmente los pies: lo que no puedo aprobar. Porque aun dado, que así hubiese andado el Santo alguna vez (lo que tengo por muy dudoso, y aun por falso, singularmente siendo ya Prelado de Toledo) debiera sin embargo pintarse calzado, quando iba, ó estaba para celebrar, como se le representa en dicha Imagen: particularmente en aquel tiempo, en que ya estaban recibidas las sagradas, y siempre venerables ceremonias de la Misa. Pero los Pintores, usando de su potestad, justa, ó injusta, á todo se atreven, por mas que ofenda los ojos de los que miran.

3 Bien que, la mas freqüente Imagen de este Santo, es representarle recibiendo de las manos de la Sacratísima Virgen aquella vestidura Sacerdotal, en vista de cuyo beneficio, pudo ya desde luego ser contado entre los moradores celestiales, y domésticos del Señor. El hecho lo vemos celebrado por boca, y alabanza de todos: pero séame lícito referirlo con las palabras de un antiguo, y piísimo Escritor, y quanto lo permitian aquellos tiempos, elegantísimo (1164). Cyxila, pues, que fué sucesor de S. Ildefonso en la misma ilustre Silla de Toledo, describiendo difusamente el hecho; despues de haber dicho muchas cosas, añade: Pero él (S. Ildefonso) que sabía muy bien lo que pasaba, postrándose ante el Altar de la Santísima Virgen, encontró sentada á la misma CAPITULO VII. Señora en la cátedra donde solía sentarse el Obispo, y saludar al pueblo :::: y levantando los ojos, miró al rededor de él, y vió todos los arcos de la Iglesia llenos de esquadrones de vírgenes, que cantaban Salmos de David, con una harmonía muy dulce, y suave. Entonces mirándole la Virgen ::: le habló de esta manera: Acércate hácia mí, rectísimo siervo de Dios, toma de mi mano esta dádiva, que te he traído de los tesoros de mi Hijo: pues así te conviene; de suerte que bendiciéndola, has de usar de ella solamente en mis Festividades. Qué, y qual haya sido esta vestidura, nadie, en quanto yo sepa, lo ha dexado escrito. Pero es comun, y general persuasion, que fué una Casulla, lo que no debemos facilmente contradecir: bien que, segun yo pienso, no tenia la forma, que regularmente tienen las de ahora para mayor comodidad de los Sacerdotes, sino que cubria los hombros, y parte de los brazos; y tal vez todo el cuerpo hasta los pies. No es esta aseveración mia, sino de muchos Autores gravísimos. La Casulla, dice el pío, erudito, y Eminentísimo Bona (1165), segun atestigua S. Isidoro, lib. I9. Originum cap. 24. es diminutivo de casa, por quanto cubre á todo el hombre, como una casita pequeña. Y poco despues: Antiguamente las Casullas eran del todo redondas, que circuían al hombre todo, desde el cuello, hasta los pies, y tenian una sola abertura en medio, por donde metian la cabeza: por esto era preciso doblarlas, y ponerlas sobre el brazo, para que el Sacerdote pudiese exercer su ministerio, y usar libremente de sus manos ::: Pero los Latinos, para evitar el inconveniente de lo largo, y ancho de las casullas, que cerraban todo el cuerpo junto con los brazos, empezaron poco á poco á acortarlas, y á abrirlas por los lados, hasta que llegaron á tener la forma, que tienen las que usamos hoy. Lo que, por cierta CAPITULO VIII. obra de mosayco, que todavía exîste en Roma, prueba el mismo Autor haber sucedido por los años del Señor CM.LX. Pero consta, que este año es muy posterior á la vida de S. Ildefonso, el qual segun la mas comun numeración (bien que no falta quien diga lo contrario) murió el año de Christo DC.LXVII. De que facilmente se colige, lo que ya advertiria el prudente Lector, que la Casulla, que la Sagrada Virgen vistió; ó regaló á S. Ildefonso (pues esto último indícan mas las palabras de Cyxila) no fué tan parecida á las nuestras, como vulgarmente la pintan. Pero baste sobre esta materia.

4 S. Raymundo de Peñafort, tercer Maestro General de la Sagrada, y esclarecida Orden de Predicadores, es un Varon, ó Héroe, de quien hacemos justamente mucho aprecio todos los de mi Religion: pues que en la fundacion, ó erección de nuestro Instituto, esto es, de la Orden de nuestra Señora de las Mercedes, Redención de Cautivos, fué S. Raymundo el principal, que contribuyó, y ayudó para que se pusiese por obra. Por lo que, le pintan con el Escudo de nuestra Orden, que tiene una Cruz blanca, y unas barras (pues así se habla vulgarmente, y lo entienden todos): lo que lejos de llevarlo á mal, lo tenemos á mucha honra, y aplauso, en prueba, y señal de nuestro agradecimiento.

5 No pretendo ni puedo tampoco referir aquí sus esclarecidos hechos bastará notar algo por lo que mira á la Pintura. Píntanle freqüentemente navegando, no en algún barco, sino tendida su capa sobre las olas, porque volviéndose (conforme leémos en su Rezo) desde Mallorca á Barcelona, tendiendo su capa sobre las aguas, hizo en el espacio de seis horas ciento y sesenta millas. La causa, ú ocasion de este milagroso suceso, no la ignoran los que estan versados en la Historia, y así no es menester exponerla aquí. Píntanle tambien muchas veces con las llaves en las manos: lo que no alude, CAPITULO IX. Y ULTIMO. como dicen algunos, á que estando las puertas enteramente cerradas, entró alguna vez en su Convento, sino á que las llaves, que había recibido de la Iglesia, las manejó con tal destreza, sabiduría, y probidad, que por esto justamente se dice de él, que fué Ministro insigne del Sacramento de la Penitencia. De suerte que él fué el primero que compuso una suma de casos de conciencia:

¡ó quan desemejante, y quanto mejor que otros escritos de esta clase, que no tanto en el dia nos ilustran, quanto nos llenan de obscuridad!

6 Mas, si se debe pintar S. Raymundo de Peñafort despues de Religioso Dominico, vistiendo por sus propias manos á S. Pedro Nolasco el Hábito de nuestra Señora de las Mercedes; es esta una qüestion, que ya hace mucho tiempo se ha ventilado con grande ardor, y clamores, casi diría, poco corteses, y alguna vez con jocosos dicterios, que nada tienen de edificacion: y así, Nos hac ab scabie tenemus ungues.

Pero es constante, que en una estampa, que se imprimió, había algunos errores crasos, y contra la fé de la Historia. Tal es (por no dilatarme demasiado) el que entre los que se pintan asistiendo á aquel acto solemne, le pintan también Caballeros de la Orden Militar de Montesa; la qual sin embargo no fué instituída, sino noventa y nueve años despues (ó á lo menos, pasados muchos años, por no parecer, que quiero apurar sobradamente la materia) á instancias del Rey de Aragon D. Jayme II. el año de M.CCC.XVII. Y si damos fé á Historiadores fidedignos, sucedió al contrario, esto es, que quando se instituyó la Orden Militar de la Merced, no asistieron los Caballeros de Montesa, que aun no los había; pero sí al instituirse la Orden de nuestra Señora de Montesa, asistieron algunos Caballeros, que todavía quedaban de la Orden de la Merced, como lo CAPITULO I. he escrito, y manifestado en otro lugar, siguiendo á Autores dignos de toda fé. Pero baste sobre este punto.




CAPITULO V.


Propónese, y exâmínase con maduro juicio la Pintura en que se representa la Conversion del Grande Apostol, y Doctor de las Gentes S. Pablo. Y tambien se toca algo de la Pintura de S. Juan Chrisóstomo.

Otra vez nos hallamos metidos en pleytos, y amigables discordias con Pintores, y Artífices muy célebres, y acreditados, los quales pintan, y pintaron ya antiguamente la Conversion á Jesu-Christo de aquel Grande Apostol, y Doctor de las Gentes S. Pablo, á quien venero, y veneraré siempre con el mas profundo respeto. Pero, ó yo me engaño mucho, ó ellos desfiguran de mil maneras la historia de las Sagradas Letras: lo que, á no probarlo, convengo en ser tenido por reo de un gravísimo delito. Primeramente, por lo que mira al mismo Jesu-Christo, ya tocamos arriba algo, á saber, que no era cosa decorosa el representar la magestad del Señor, conforme la pintó un Artífice de mucha fama, proponiéndonosle, no sentado, ni en pie, sino volando de lo mas alto de los Cielos, á la manera que un volatin se desprende precipitadamente de lo alto, pasando por la cuerda estrecha, que está colgada de la máquina: cosa que observaron ya, y reprobaron hombres doctos (1166). Lo cierto es, que Christo Señor nuestro con su real presencia, y como la llaman los Escolásticos circumscriptiva, se apareció á S. Pablo quando estaba ya cerca de Damasco: lo que no solo defienden hombres muy sabios, sino que, segun á mí me parece, está muy cerca de la misma CAPITULO II. certeza de la Fé. Pues refiriendo el Apostol, que el Señor, despues de su gloriosa Resurrección se apareció á muchos, lo que no puede decirse, ni entenderse, sino de su presencia fisica, y real, añade luego (1167): Y finalmente al postrero de todos, como á abortivo, se me ha aparecido á mí. Esto supuesto, no parece decente, ni decoroso, el pintar á Christo de otro modo, ni en otra situacion, sino segun sea mas conforme á su grande magestad, esto es, ó sentado, ó á lo que mas me inclino, estando en pie, y con semblante severo, y amenazador. Será, pues, mucho mas del caso, segun yo me persuado, el pintar á Jesu-Christo rodeado de mucha luz, y con resplandores brillantes, quanto sea posible; pero en pie, y como que están saliendo de su boca aquellas palabras: Saulo, Saulo, porqué me persigues?

2 Mas, por lo que toca al mismo Pablo, ó Saulo (que así se llamaba entonces) es menester para mayor claridad advertir aquí oportunamente tres, ó quatro cosas. I. De qué edad se debe pintar á Pablo en este triunfo de Christo, y del mismo Pablo, consiguiendo el Señor una perfecta victoria sobre él, haciéndosele su amigo, y el mas fiel siervo de quantos ha habido. II. Con qué vestido, ó en qué trage se le debe representar. III. Si yendo de camino á pie, ó montado á caballo. IV. Finalmente, si en una mula, ó sobre un jumento: pues de todo esto exâminado con reflexîon, resultará el recibir nuevas luces esta Pintura, que ciertamente es muy freqüente.

3 En quanto á su edad, un Pintor no del vulgo, ni de la ínfima plebe (1168), sino el que tiene casi el primer lugar entre ellos, le representó enteramente viejo: pero sin duda, que este tal, aunque excelente Pintor, estaria discurriendo otra cosa, quando le vino un tal pensamiento. ??? Pues debia tener presente, que habiendo esto sucedido, quando apenas se habían cumplido uno, ó dos años de la gloriosa Ascension de Christo á los Cielos, sobre que varían algún tanto los eruditos; al mismo Pablo, ó Saulo, en la pedréa de S. Esteban, que había sucedido poco antes, le llama la Escritura mozo con estas palabras (1169): Y los testigos dexaron sus vestidos á los pies de un mozo, que se llamaba Saulo. De cuya accion, dándonos un grande exemplo de humildad, hace mención el mismo Apostol, como el mayor acusador, y fiscal de sí mismo. Otros al contrario, movidos de las palabras referidas, le pintaron mozo de diez y ocho, ó lo que mas, de veinte y dos años. De esta opinion es el citado muchas veces Andres Gilio, insigne en sus reglas á los Pintores, el qual sin embargo se engaña, como veremos luego. Tal es la debilidad del entendimiento humano, que tropieza muchas veces aun en lo que quiere advertir á los demas. Pero quien seriamente quisiere dar en el blanco, ni lo pintará viejo, ni sobradamente mozo, sino de edad de treinta y quatro, á treinta y cinco años, por ser esta la edad, que tenia el Grande Apostol, quando sucedió su admirable conversion, como afirman, y quanto cabe, lo prueban sólidamente hombres doctísimos, que no es menester referir aquí, ni citarlos con escrupulosa prolixidad. Ni debe mover á nadie para pensar lo contrario, el lugar que hemos insinuado, donde el Apostol, poco antes, ó á lo menos, no mucho antes de su conversion, es llamado mozo, ó joven. Pues es cosa bastante usada entre los antiguos, el llamar jóvenes á los que no llegan á la edad de quarenta años: lo que no es de este lugar tratarlo difusamente. Léanse sobre este particular los gravísimos Padres de la Iglesia S. Irenéo, y S. Agustin (1170). ???

4 Pero es mayor de lo que puede decirse la somnolencia de los Pintores, y la ignorancia, que tienen de los hechos (y esto es de lo que se trata en segundo lugar); quando representan á Pablo del mismo modo, que pintarian á Syla, ó á Mario: á saber, adornado como un Soldado Romano, con su manto militar, sus corazas, y grevas, y tapada su cabeza con morrion: para que de pies á cabeza, como dicen, se eche de ver mas patentemente el error. Yo mismo le he visto, y contemplado muchas veces pintado de ambos modos: esto es, armado como un Soldado Romano, y al mismo tiempo viejo, y enteramente cano, y lo que es mas de extrañar, con la barba algo larga: lo que tambien es error, que conoció, y procuró evitar, segun afirma Gilio (1171), aquel famoso Pintor Miguel Angelo, el qual sin embargo de haber pintado viejo á S. Pablo, con todo no le pintó vestido en trage de Soldado Romano, y con mucha razon: porque ¿qué tuvo jamas de comun un Judío, como era Pablo, con el trage, y adornos de un Capitan Romano? Hase, pues, de pintar á S. Pablo con aquellos vestidos, que comunmente usaban los Judíos, particularmente los que querian ser tenidos por mas religiosos; de los quales tocamos algo arriba: á no ser que discrepen en ceñirlos mas alto, para que no fuese caso, que llegando hasta los pies, sirviesen de embarazo al que iba de camino, ora anduviera montado á caballo, ó bien á pie, de que vamos á hablar.

5 Muchos Intérpretes, y de grande nota, que no es mi ánimo referirlos aquí á la larga, son de parecer, que S. Pablo, quando perseguia á los Christianos, llevando consigo cartas para Damasco, iba á pie. Véalos quien quisiere en Cornelio Alápide (1172): y lo que es mas, un Poeta citado por Lorino, pero anónymo, ??? á quien por tanto no he podido ver, hace burla de los Pintores, por no pintarle á pie en esta coyuntura. Estos son sus versos.

Mentitur Pictor Paulum qui pinxit equestrem, Cum clarè constet quod fuit ille pedes.

Sin embargo, como parezca dificil, y no digno de crédito, que el Apostol, y sus compañeros (pues es de Fé que traia compañeros consigo, y que le estaban como rodeando) emprendiesen un camino de cinco, ó seis dias yendo á pie; muchos comunmente no lo admiten, y con bastante razon. Resta, pues, (dirá alguno) que anduviese del modo que regularmente le pintan. Aquí está la dificultad.

6 Confieso espontaneamente, que no solo el vulgo de los Pintores, sino tambien los mas sobresalientes, han solido pintar á S. Pablo, caído del caballo en el acto de su conversion. De que facilmente se infiere, que iba montado en él, quando hizo su viage de Jerusalén á Damasco. ¿Pero con qué caballo? ¡Admiraos, Cielos! á saber, qual apenas lo podria describir un Poeta con exquisitos rodéos de palabras: en suma, tal, que podria servir, no para Saulo enemigo del nombre Christiano, que era Judío, y de la secta mas religiosa de los Fariséos; sino para aquel Paulo Emilio, si hubiese tenido que entrar en Roma, no en un carro triunfal, sino montado á caballo, quando volvia victorioso por haber vencido á Perséo Rey de Macedonia. Y en esto muchas veces, mas que en la misma Imagen de S. Pablo, empléa principalmente el Artífice su habilidad, é industria. Viólo esto, y reprehendiólo un Escritor de mucho pulso, y de gran dignidad el Cardenal Gabriel Paleoto. Pero yo no me paro en eso, sino que afirmo constantemente no haber hecho el Apostol su viage montado en un caballo: de suerte que es error el pintarle caído, ó arrojado ??? de un caballo brioso, por mas que el pintarle así, tenga mucha cabída entre las imaginaciones populares. Muévenme á pensar de este modo, no vanas conjeturas, sino, como pienso, fundamentos sólidos, y de mucho peso, que voy ya á manifestar á favor de esta causa, que es de mi intento.

7 Pensaron algunos, que á los Judíos, y á todos los Israelitas les estuvo prohibido el uso de los caballos, por haber leído, que solían ir montados, no sobre caballos, sino sobre jumentos. Cosa es muy sabida la que hallamos escrita de la República de los Hebréos, quando estaba todavía floreciente; á saber, que los hombres de mas esclarecida condicion, y calidad, no se servian de caballos, sino de jumentos. Así vemos que de Jaír Juez de los Israelitas, se dice (1173): Jaír, que juzgó á Israel :::: este tuvo treinta hijos, que cavalgaban sobre treinta asnos. Lo mismo leémos de Abdon, de quien dice, la Escritura (1174): Despues juzgó á Israel Abdon ::: el qual tuvo quarenta hijos, y de estos treinta nietos, que cavalgaban sobre setenta asnos. De estos, y otros muchos lugares, afirman los Autores que hemos insinuado, que por habérseles negado á los Israelitas el uso de los caballos, aun á los mas distinguidos en dignidad, y nobleza, solían ir sobre jumentos, y no montados en caballos. Mas yo, que no me acuerdo haber leído nunca, que hubiese alguna ley, que prohibiese expresamente á los Israelitas el uso de los caballos, no me atrevo á afirmar otro tanto. Lo que consta sí, es habérseles prohibido, aun á los Reyes, el que pudiesen mantener un gran número de caballos, por leérse en el Deuteronomio (1175): Luego que fuere constituido (Rey) no multiplicará para sí un gran número de caballos, ni hará volver el Pueblo á Egipto, fiado en el gran numero de sus caballos. De que se infiere, que aquel Pueblo, ni aun ??? en tiempo de Saúl, ni en el de David, como es constante, se valió de caballos aun en las mismas guerras: de suerte que en la guerra civil de Absalon contra su Padre, y en el mismo conflicto de la batalla, se lée de él mismo, lo que parece extraño, que iba montado, no en caballo, sino en un macho: sin embargo de que Absalon, lo que también practicó despues Adonías (1176): Hízose hacer carros, y puso gente de á caballo, y cincuenta varones, que corriesen delante de él. Pero ¿para qué son menester tantas pruebas? El mismo Rey David, quando ya viejo, confirmado en su grande imperio, y opulento por los despojos, y riquezas de muchos Reyes, y naciones cercanas, que había sujetado, quando constituyó Rey á su hijo Salomon, aun en sus mismos dias, mandó á los principales de su palacio: Pero léanse sus mismas palabras (1177): Tomad (dice el viejo Rey) con vosotros los siervos de vuestro Señor, y poned á mi hijo Salomon sobre mi mula. Vé aquí, Lector mio, como el Santo Rey se servía de mula, y no de caballo, aun quando era tal el aparato, y magnificencia, que parecia un género de triunfo.

8 No tiene duda, que en los tiempos de Salomon hijo de David, se introduxeron los caballos, y su uso, en tan crecido número, que tuvo en sus caballerizas (cosa que apenas nadie la creyera, si la Fé no lo enseñara) (1178) Quarenta mil :::: caballos para carrozas, y doce mil de montar. Todo esto es cierto: pero que en ello pecó Salomon, por apartarse de aquella ley, que estaba promulgada para los Reyes venideros, lo enseñan esclarecidos Intérpretes (1179). Confieso también, que los Reyes que se siguieron después, aun quando reynaban solo en Judá, tuvieron gran muchedumbre de ginetes, y de caballos, lo que sería facil de manifestar, si fuese menester. ??? Pero esto mismo era lo que los Profetas inspirados de Dios les reprehendieron: y por lo mismo, despues de haber dicho Isaías (1180): Su tierra está llena de caballos, y sus carros no tienen numero: añade luego: Tambien está llena su tierra de ídolos, y han adorado la obra de sus manos. Donde, junta, y comprehende el Profeta un mal tan grande como es la idolatría, con la grande, é inmensa multitud de caballos. Por estos, y otros delitos, y especialmente por el exêcrable de la idolatría, los castigó Dios con la transmigracion, y cautividad de Babylonia, de donde no volvieron hasta despues de cerca de setenta años, por orden de Darío, Rey de Persia. Pero despues de vueltos, estuvieron tan lejos de volver á caér en la idolatría (á excepción de aquellos, que persuadidos, ó forzados por los Reyes de Syria, se desviaron del instituto, y religion de sus mayores); que no se lée jamas haber vuelto aquella gente á cometer un delito tan abominable. Ni solamente esto, sino que aborrecieron despues en tanto grado el crimen de la idolatría, aun gobernando los Romanos, que procuraron evitarlo, si es lícito decirlo así, no solo religiosa, pero casi supersticiosamente. Pues nadie ignora lo que sobre este punto ha escrito un excelente Historiador de ellos mismos; y esto mismo consta clarísimamente haber ellos observado despues de la desolación de Jerusalén: de suerte que solamente de aquí se hace evidente, que estos infelices, no ya por la idolatría, aunque es este un delito tan abominable á los ojos de Dios; sino por otro mucho mayor, y mas exêcrable, experimentan á su Divina Magestad tan ayrada, é implacable. Delito, que no conocerán hasta que Dios corra el velo de sus corazones. Pero volvamos al asunto de donde nos habíamos desviado algún tanto.

9 Los Judíos, pues, así como despues de la cautividad ??? de Babylonia fueron tenacísimos de su Religion, y de sus ritos; así se abstuvieron tambien del uso de los caballos. Lo que es tan cierto, que en las guerras que tuvieron con los Reyes de Syria, donde se portaron con el mayor valor, y esfuerzo de ánimo, siendo su Caudillo el insigne Machâbeo, y sus hermanos, que le sucedieron en el imperio; nunca se lée (si yo no estoy sobradamente alucinado), ó por lo menos rara vez; ni se colige tampoco, que usasen de caballos: sino que siempre, ó casi siempre pelearon á pie. Y si esto practicaron, aun en las guerras, en que peleaban para defender la Religion, y costumbres de sus antepasados; ¿que practicarían ellos en tiempo de paz, quando ya no eran soldados, sino gente del pueblo?

¿Qué harían entonces los mas zelosos de la Religion, y que con mas ardiente zelo la observaban? ¿Que finalmente los Fariséos, que afectaban pasar plaza de mas religiosos, y observantes de la Ley, que todos los demas? Pero ya á esta pregunta (porque no parezca, que me lo invento yo), respondió mucho tiempo ha un noble, y doctísimo intérprete, diciendo (1181): Y tambien, porque los Judios mas religiosos, como eran los Fariséos, qual era Pablo, apenas usaban de caballos, como diximos (1182). Y añadiria yo con mucho gusto, lo que consta suficientemente por lo que llevamos dicho, y aun sin apenas. ¿Dónde están, pues, los que pintan á Pablo, ó á Saulo, Judio, y de la Secta de los Fariséos, armado, y con manto militar, y corazas? ¿Y por lo que hace á nuestro asunto, montado en un caballo, de los mejores, que podrian mantener las riberas de Andalucía, ó las orillas de Thesalia? Crea quien quisiere, que el caso sucedió así: Credat, como dice Horacio, Judæus appella, non ego, que yo, ni quiero, ni debo creerlo.

I0 ¿Luego á pié (dirá alguno) anduvo el Apostol ??? el camino desde Jerusalén á Damasco? lo que sin embargo no admitimos arriba, antes añadimos, que muchos justamente lo reprueban. Niego á lo Escolástico la conseqüencia, que en ningún modo se sigue de lo que hemos establecido antes con mucho fundamento. Pues qué? ¿Por ventura no pudo ir, y no fué con efecto, como lo tengo por mucho mas verisimil, montado en una mula, ó (lo que aun apruebo mas) sobre un jumento? Pudo á la verdad, y no pongo duda, en que sucedió así, particularmente en aquellas regiones de la Syria, y en sus vecindades, donde los jumentos son regularmente mucho mas grandes, y fuertes, que los de nuestra Europa, como es constante por las relaciones de los que han viajado por aquellas regiones. Y aun en el mismo Egipto, que no dista mucho de la Palestina, me acuerdo haber observado en los Escritores que tratan éste punto, ser muy freqüente el uso de los jumentos, los quales ván, no como quiera, sino casi corriendo, desde Alexandría hasta Memphis (si es verdad, que esta sea la Memphis, que hoy llamamos Cairo): de suerte que son de grande utilidad á las gentes de varias naciones, que llegan á aquellos Países. Esto es lo que se me ofreció decir, quanto á la Pintura de la Conversion de S. Pablo. Porque, el que estando ya levantado el Apostol (como lo he visto algunas veces) le pinten ciego, hacen en esto muy bien, y es muy conforme á la Historia Sagrada: mas el que á sus compañeros (pues es muy cierto, que tuvo algunos, los pinten con corazas al estilo Romano, del mismo modo que unos soldados, que rodean á su Capitan; pertenece al mismo error, é ignorancia, que segun me persuado, hemos bastantemente refutado.

II Paréceme ahora del caso decir algo aquí de la Pintura de aquel Gran Prelado S. Juan Chrisóstomo: así porque fué gran venerador, y admirador de S. Pablo, como porque se celébra su fiesta al tercero dia de la ??? Conversion del Apostol. Ni tocaría aquí nada de esto, á no acordarme haber visto en otro tiempo con mucho gozo, una Pintura de este Santo, que está, ó estaba á lo menos, en la Ciudad de Segovia en el Convento de PP. Carmelitas Descalzos. Veíase pintado descubierta la cabeza, el pelo algo tendido, la barba espesa, y bastante larga. Y con razon: pues no acostumbraron los Prelados, singularmente los Griegos, cortarse enteramente el pelo, ni hacerse la barba. Represéntase vestido con túnica talár, de color, que tira á morado, y sobre ella un género de balandrán velloso, y con mangas, que llegaba á sus pies, cara alargada, los ojos muy vivos, sentado en su silla, y escribiendo aquellas Homilías admirables, que Santo Thomas, al ver la Ciudad de Leon de Francia, juzgó que una sola de ellas, era digna de mucho mas aprecio, que aquella magnífica, y opulenta Ciudad. Al lado de la mesa, en que está escribiendo este excelente Doctor, se vé en pie al Apostol S. Pablo: en que obró el Pintor con mucha discrecion, especialmente por hacer el Rezo Eclesiástico, que está sacado de los Escritores de su vida, el siguiente elogio de los escritos de dicho Santo: Todos admiran la multitud, piedad, y brillantez de sus sermones, y demás escritos suyos, su modo de interpretar, y explanar las Sagradas Escrituras, ateniéndose siempre al sentido de ellas, y le tienen por digno de que haya llegado á creerse, que el Apostol S. Pablo, á quien él tuvo una suma veneracion, le dictaba muchas cosas, quando estaba escribiendo, y predicando. La pieza, finalmente donde se le coloca, es una Biblioteca, que está adornada de muchos libros, donde tambien se ven pintadas las insignias Episcopales: y (por no omitir esta menudencia) á los pies del Santo, se vé pintado un gato muy al vivo. Tambien esto se hace con bastante propiedad, por parecer muy verisimil, que los hombres doctos, y laboriosos, aunque santos, alimentaron, y tuvieron cerca ??? de sí, éstos, ú otros animales mansos, por via de un honesto entretenimiento: pues que tambien se lée de S. Juan Evangelista, que tuvo alguna vez en sus manos una paloma, á la que solía acariciar, remitiendo algún tanto de su severidad. Estas, y otras cosas semejantes, si algunos Pintores las consideráran con igual madurez, y juicio, no incurrirían en varias necedades, y ridiculeces, con que muchos les dan en cara.




EL PINTOR CHRISTIANO Y ERUDITO-Juan Interián de Ayala - CAPITULO II.