EL PINTOR CHRISTIANO Y ERUDITO-Juan Interián de Ayala - LIBRO OCTAVO.


CAPITULO I.


Las Imágenes del Seráfico Padre San Francisco, de S. Bruno, Patriarca de los Padres Cartuxos, y de S. Dionisio Martir.

I Ya llevamos dicho muchas cosas en esta obra sobre las Imágenes del Seráfico Padre S. Francisco; pero nunca puede parecer mucho, lo que dice relación con un hombre tan grande, y que casi es superior á quantas alabanzas se le puedan tributar. Afirma Molano (1548), que acerca de las Pinturas de este Santo, se ha cometido en algunas partes, y aun en nuestra España, un defecto, que no solamente es error, sino un delito: á saber, que ha habido algunos, que, ó por ignorancia, ó porque no estaban bien persuadidos (como debian) del grande favor que hizo Dios al Santo, le pintaron sin ningún real sello, quiero decir, sin las Sagradas Llagas. Ha habido, digo, un error, ó delito de esta clase. Pero ya nadie hay entre Católicos, que se atreva impunemente á pintar al Seráfico Padre sin estos divinos caractéres; y con mucha razon: pues lo contrario, ??? lo llevaron á mal los mismos Sumos Pontífices; y Alexandro IV. por las cartas que escribió á todos los Obispos de Castilla, y de Leon (1549), reprimió la audacia de los que intentáran una cosa tal.

2 Pero habiendo tocado arriba mucho sobre lo que mira á las Sagradas Llagas de S. Francisco, solo resta decir ahora, quál fué el vestido, ó Hábito que usó: y por tanto, con qué género de vestido se le ha de pintar. En esto está la dificultad; por ser esta materia la que dió un campo ancho, y dilatado á hombres píos, y doctos para disputar; y aun (permítaseme decirlo) para porfiar: pretendiendo unos, que el Capucho (pues en esto consiste la principal disputa) debia rematar en punta, ó en forma piramidal; y otros al contrario, que el Capucho fué en efecto corto, y basto, pero que lo usó algo redondo. A que se agregan otras qüestioncillas aun de menor momento. La qual, por ser una cosa de suyo bastante indiferente ¿por qué á los que quieren inculcar esto con tanta ansia, y solicitud, no les inculcarémos una, y muchas veces aquello del Apostol (1550): Abunde cada qual en su sentir? Pero lo que yo tengo por mas cierto, y tambien otros de mas sevéro juicio, es, que el santísimo Padre, excelente despreciador de las cosas humanas, y terrenas, no retuvo en esto una forma tan firme, y constante, que no se apartase de ella alguna vez, segun lo pedia el tiempo, y la ocasion. Desnudábase no pocas veces este pobre de Christo con ardiente caridad, para vestir á qualquiera otro pobre, de la túnica, y capucho que vestía, el qual, por lo que demuestran Pinturas antiguas, estaba cosido algunas vez con la misma túnica: y luego, para cubrir sus carnes, se hacía un Hábito de qualquier saco cerdoso, ó de qualquiera otra vil materia, sabiendo mas de vestir pobres, que de cortar, ??? y coser ropas. De la misma manera (como solia ceñir sus castísimos riñones) ceñíase despues con qualquier cuerda que encontrase, con tal que por el ardentísimo amor que tenia á la pobreza, fuese vil, y despreciable. De aquí es, de donde (á mi entender) tiene su origen la diferencia de su Hábito, y de sus Imágenes: pero estas menudencias, exâmínenlas otros, si quieren. Mas, sobre si este Varon Seráfico llevó la barba larga, ó no? no me atrevo á afirmarlo. Ambas cosas, es cierto, que las vémos pintadas, y que son verisímiles, aunque le vemos pintado mas á menudo (pues siempre debemos anteponer la verdad á qualquier afecto particular) con la barba no muy larga, y sin llegarle al pecho.

3 Son muy diversas las efigies de S. Francisco, conforme lo piden los varios sucesos de su vida, que no puedo detenerme en referirlos: solo advertiré brevemente dos cosas. Píntanle algunas veces levantado de la tierra, y arrebatado, y puesto en medio del ayre: y con muchísima razon; pues segun afirman constantemente los Escritores de su vida, tenia freqüentísimos raptos, y viéronle no pocas veces elevarse sobre las cimas de los árboles mas encumbrados. Por lo que, si alguna vez se ofreciese describir este hecho, advierto al Pintor juicioso, y erudito, que se porte con tal moderacion, que nadie eche menos en él, ni aquel decoro que debe siempre acompañar las Imágenes de los Santos, ni tampoco su pericia en representar el hecho. Pero la Pintura mas comun del Seráfico Padre, es, representarle en pie, teniendo en una mano una calavera, y en la otra un Crucifixo, ó bien abrazándose con esta Imagen, y aplicándola á su amante corazon. No hay para que me canse en explicar la significación de tal Imagen, por ser de suyo bastante evidente. Pero no puedo menos de poner aquí dos epigramas de esta Pintura, de los quales el uno observé yo en Salamanca ??? en otro tiempo, y el otro yo mismo lo compuse muchos años há: singularmente por parecerme muy del caso poner estas subscripciones, ó epigramas en un libro que trata de Imágenes. El primer epigrama, que demuestra bastante el ingenio del Autor, dice de este modo:

In dextra Vitam portas, Mortemque sinistra Quas Pater Omnipotens solus in arce tenet.

Tunè Deus? Non. In membris pia vulnera Christi Gestas. Tu Christus? Non: Utriusque typus.

¡Poema digno á la verdad de un ingenio noble, y cultivado! El otro, que como he dicho, compuse yo, dice así:

Læva tenet cranium, manus altera figit amantem:

Et querulum strictim pectus ad usque premit:

Igne micant oculi, solvuntur frigore membra;

Et livor graciles occupat ore genas.

Quid rear? extinctum monstrant quem vulnera toto Contendit stabili fixus ad astra gradu.

Ingenio effigiem tantam quis fecerit? ambo Mors, & Amor certant: jactat uterque suam.

4 Fué el fino amante de Christo S. Francisco (pues esto es lo que mas particularmente mira á sus Imágenes, y Pinturas) de mediana estatura, y aun mas baxa que alta, algo carilargo, sus ojos tiraban á negros, como tambien el pelo de la cabeza, y de la barba, la nariz proporcionada, y delgada, las orejas pequeñas, y de color que tiraba mas á moreno que á blanco: pues todo esto notan, y observan los Escritores de su vida. Pero lo que ningún Pintor, ó Escritor han podido expresar con el pincel, ni con la pluma, son aquellos celestiales dones, gracias, y virtudes, con que fué tan semejante á Christo, que es prototipo de toda verdadera hermosura. ???

5 Era muy justo, que el silencio, de que S. Bruno fué tan amante, y admirable maestro, describiera con preferencia á todas voces, y colores, á este ínclito Patriarca de los Padres Cartuxos. Pero, por lo que hace á mi asunto, aunque los Monges de esta esclarecida, y santísima Religion, habiten regularmente en los desiertos, y soledades, y no se les véa, sino muy rara vez, en las Ciudades, y poblaciones; sin embargo es bien conocido el Hábito que visten, y por consiguiente el vestido con que se debe pintar á San Bruno su Fundador: esto es, con túnica, y escapulario blanco, del qual la parte anterior está atada á la posterior: llevan tambien capucho que remata en punta, y una capa negra con capucho mas corto: la capa que les cubre enteramente, les llega hasta los pies. Es esta una cosa que todos la saben. Traen ademas el pelo tan cortado, que solo un cerquillo muy pequeño, les circuye toda la cabeza. Pintan á S. Bruno con el dedo índice junto á la boca, como que está indicando silencio, por haber sido, como insinuamos antes, admirable maestro de él, el que observan religiosamente sus hijos.

6 Quanto á las Pinturas de este Patriarca, es muy especial aquella en que se representa la ocasion, ó causa de su retiro al desierto, de su abdicación de las cosas del siglo, y el principio de su vida austéra: que por esto se vé freqüentemente en muchos Conventos de Padres Cartuxos, que vulgarmente llaman Cartuxas. Cuentan los Historiadores de su vida, que en París, donde vivía entonces S. Bruno, sucedió esta pasmosa, y horrible historia (1551). Celebrábanse en la Iglesia en medio de un grande concurso las exêquias de un Doctor Parisiense, hombre, segun se pensaba, mas que medianamente bueno. Así que cantó el Coro aquenas palabras de Job: Responde mihi quantas habeo iniquitates, ??? & peccata, &c. En aquel instante (cosa horrible) á vista de toda la gente, y llenos todos de pavor, levantóse el frio cadaver que estaba tendido, sentóse en el féretro, y dando una terrible voz, dixo: Justo Dei judicio, ante ejus accusor tribunal: Por justo juicio de Dios, estoy acusado ante su Tribunal. Con este caso tan extraordinario, y espantoso, se difirió para el dia siguiente el funeral, en cuyo dia se comenzó con mas concurso del pueblo; pero así que llegó el Coro al mismo lugar de Job, dixo así: Justo judicio Dei, de iniquitatibus, &

sceleribus meis judicor: Por justo juicio de Dios, soy juzgado de mis iniquidades, y maldades. Resolvióse finalmente, que al tercero dia se repitiese el funeral; pero al cantarse las referidas palabras, púsose otra vez el cadaver boca arriba, y prorumpiendo en una voz, ó trueno mas terrible, y espantoso que los precedentes, dixo: Justo judicio Dei damnatus existo: Por justo juicio de Dios, estoy condenado. En vista de este caso de tanto horror, dicen, que S. Bruno (que era tambien, segun refieren, Doctor de la Universidad de París) amedrentado, y conmovido en gran manera, resolvió renunciar todas las cosas del mundo, y retirarse al desierto. Y para dar mas fé á la historia, añaden haber advertido á los circunstantes su resolución con aquellos versos, píos sí, pero que demuestran la barbarie del siglo. Los versos son estos:

Linquo Coax ranis, Cras corvis, vanaque vanis, Ad Logicam pergo, quæ mortis non timet ergo.

Y de aquí, dicen, tomó S. Bruno ocasion para ir á encontrar junto con algunos otros compañeros á S. Hugon Obispo de Granoble, instituyéndose finalmente en la Iglesia una Religion tan famosa, como lo es la de los Monges Cartuxos.

7 No es de mi cargo, ni me he empeñado tampoco ??? en querer decidir cosas de que no tengo bastante conocimiento: sin embargo no dexaré de advertir á los Pintores (pues estos son con quienes únicamente trato) que en adelante no exerzan la industria de su noble Arte en representar un caso tan espantoso. Dos consideraciones me mueven á hacerles esta advertencia. La primera, que hombres de eminente autoridad, y sabiduría, ya tiempo há han dudado de la verdad de esta historia, ó la han negado abiertamente. La segunda, que es consiguiente á la primera, y de mucho peso, es, que hallándose este caso terrible, y espantoso en el rezo de la Fiesta de este gran Patriarca, como yo mismo puedo asegurarlo; pues tengo muy presente haber leído quando mozo (lo que advierto tambien en otra parte, y no fuera del caso, segun me parece) esta misma historia en los Breviarios de Antuerpia: se mandó borrar, no sin grandes motivos, como es de creér. Y así, lo que la Iglesia con su mismo hecho ha significado que no le agradaba, será tambien lo mejor, segun mi dictamen, que no guste tampoco á los Lectores, y Pintores, que son verdaderamente píos.

8 Podríase finalmente pintar á S. Bruno con las insignias de Doctor, ó de Maestro: ya, porque así parecen suponerlo los Escritores antiguos de su vida; ya porque parece que enseñó á algunos, y aun dicen, que expuso los Salmos, y las Epístolas de S. Pablo. Quanto á lo primero, que concuerda muy bien con la historia que acabamos de referir, bien pudo suceder, que el insigne Fundador de los Cartuxos, estuviese condecorado con el grado de Doctor de la Universidad de París: singularmente, porque aquella célebre Universidad digna siempre de muchos elogios, florecía en gran manera por aquellos tiempos, como afirma un diligente Escritor de las Universidades (1552). Mas, por lo ??? que mira al segundo punto, en vista del trabajo, y cuidado que han puesto los que se han dedicado á exâminar con diligencia, y exâctitud esta materia, digo, que los mencionados Escritos no son del Padre de los Cartuxos S. Bruno, sino de otro Bruno; porque por aquellos tiempos, ó en otros no muy remotos de él, hubo algunos de este nombre; entre los quales ocupa el primer puesto, Bruno Obispo de Colonia, hombre de la primera nobleza, pues era hijo de Enrique Emperador de Alemania, llamado el Cazador. Fué este Bruno varon muy docto, y aun mas de lo que permitian aquellos tiempos, el qual supo no solo el Latin, sí tambien el Griego, lo que debe reputarse por un prodigio en aquel siglo: pero dexo á otros que exâminen con mas cuidado este punto, 9 Segun costumbre recibida, pintan á S. Dionisio primer Obispo de París, y esclarecido Martir de Jesu-Christo, llevando en sus manos su propia cabeza: lo que debe referirse á la verdad de su misma historia, y no solamente á significaciones místicas, sobre las quales habla largamente un grave, y pío Autor, á quien hemos citado repetidas veces. Afirman, pues, que este Santo Obispo, despues de haberle cortado la cabeza junto con sus compañeros, la llevó por espacio de unos dos mil pasos en sus propias manos, y que la puso en las de una pía, y devota muger llamada Catula, la que burlando á los infieles, que tenia hospedados en su casa, cuidó de ponerla, y enterrarla en decente lugar. Este mismo hecho refieren haber acontecido á otros Mártires, como advertimos tratando de S. Laureano Obispo, y Martir. Esto baste en suma, por lo que respeta á las Imágenes de S. Dionisio: porque otras muchas cosas, que no dicen relación con la Pintura, sino con la historia, requieren otro exámen mas crítico, y que tiene mas dificultad; lo qual dexo gustoso para otros que tengan tiempo para ello, y les esté mejor que á mí en esta obra, de exâminar, ó indagar estas materias. ???




CAPITULO II.


Las Imágenes, y Pinturas de San Francisco de Borja, de S. Luis Bertrán, de la Seráfica Santa Teresa de Jesus, y de S. Pedro de Alcántara.

I No parece ser fuera del caso, en una obra que tiene por objeto el tratar de Imágenes, detenerse algún tanto en las alabanzas de S. Francisco de Borja, antes IV. Duque de Gandía, y despues General de la Compañía, de quien fué no pequeño honor, y lustre, como tambien de toda España, y de la Iglesia. Este Santo fué á quien enseñó Dios de un modo admirable, quán verdadero es lo que se lée en un Salmo: In imagine pertransit homo; y con quánta tiranía se ceba algunas veces la cruel muerte, aun contra la mas brillante hermosura. Hasta el vulgo sabe el caso que aconteció á este ilustre Príncipe, quando aun vivía en el siglo, y gozaba de honores muy distinguidos en el palacio del Emperador; los quales, aunque podian atraer á este Varon, bien que siempre muy modesto, á seguir las pompas del siglo, le obligaron amigablemente á renunciarlas. Habíale mandado el Emperador Carlos V. que como á Mayordomo mayor que era de la Emperatríz su amada esposa, ya difunta, llevára á Granada con la debida diligencia, y fidelidad el Real cuerpo, y lo entregára en manos de los que estaban encargados de enterrar, y hacer las debidas honras al augusto cadaver: estos tenian la orden de obligar baxo de juramento á Borja (que todavía no era Duque de Gandía, sino Marques de Lombay) á declarar, y manifestar ingenuamente, que el cadaver que entregaba, no era otro, sino el de Isabel Reyna de España, y Augusta Emperatríz de Alemania. Esto último, dicen, no se atrevió á confirmarlo con juramento el pío, y religioso ??? Príncipe: afirmando solamente en fé de Christiano, y de Caballero, que él había puesto tal cuidado, y diligencia continua en llevar el Real Cadaver, que no podia caber la menor sospecha de que fuese otro; pero que no se atrevia á afirmar, que aquellos horribles, y féos despojos, que veía tan mudados por la cruel catástrofe de la muerte, fuesen el mismísimo cuerpo de la que poco antes había sido su Señora, y Emperatríz. ¡Tan grande mudanza había hecho la muerte en un cuerpo, y semblante hermosísimo! y en tal grado lo había afeado, y corrompido, que apenas podian discurrir de otro modo los que entonces lo miraban: Pues afirman, que la primera vez que en presencia de Borja, que estaba encargado de ello, se abrió la caxa donde estaba el cadaver, y se corrió el velo que cubria su semblante; se presentó á los que presenciaron el lance (que eran muchos, y ilustres en dignidad, así Eclesiástica, como Civil) un espectáculo tan disforme, tan féo, y espantoso, que echaron todos á huír, quedándose solamente Borja atónito por mucho tiempo de la novedad, y del espanto: de que penetrado el Santo, y considerando el suceso con la mas madura reflexîon, prometió, ayudado de la divina gracia, y aun hizo voto, de no servir en adelante á Señor que pudiera morirse; y que si algún dia se lo permitian sus cosas, renunciaría enteramente al siglo, y á sus pompas; lo que por fin executó entrándose en la Compañía, que entonces principiaba. Cuentan el hecho, y casi lo ponen delante de la vista los Escritores de la misma Compañía. Pero si alguno quiere leér una cosa la mas elegante, la mas viva, y expresiva, léa (que no se arrepentirá de su trabajo)

al doctísimo, y eloqüentísimo Don Alvaro Cardenal Cienfuegos, que quando Catedrático de Prima de Salamanca, escribió la vida de S. Francisco de Borja, y ahora es uno de los del Sagrado Colegio Cardenalicio. Este Autor, pues, pinta el hecho ??? con tanta elegancia, y hermosura (1553), que no tanto parece que la refiere, como que está pasando delante de los ojos de los Lectores. De este modo, como yo mismo he visto, se vé pintado dicho Santo en varios lugares.

2 Por lo que respeta á sus Imágenes, muchas hay, de donde se puede sacar qual era su semblante, y lo restante del cuerpo, y por tanto qual sea el mejor modo de pintarle: pues dura todavía, y durará perpetuamente la memoria de este varon perfectísirno, de suerte que justamente se puede decir de él: Nondum sua forma recessit. Puédesele tambien pintar con las insignias de Doctor en Theología: pues, á mas de haber escrito muchas cosas, que ya mucho tiempo ha, andan impresas en un volumen de tamaño regular, fundó, y erigió desde sus cimientos en sus propios Estados, la Universidad de Gandía, donde estudió por algunos años Filosofia, y Theología, y allí mismo tomó el grado de Doctor.

3 Pero yo, que ha mas de cinqüenta y seis años, que visto el Hábito de la Sagrada, Real, y Militar Orden de nuestra Señora de las Mercedes, aunque soy el mas mínimo de todos, sería sin duda ingrato, é injurioso á tan gran Madre, si en este lugar tan cómodo, y oportuno, omitiera indicar á mis Lectores, quien fué el primer Catedrático de Prima de Theología, que tuvo la mencionada Universidad de Gandía, que fundó, y perficionó S. Francisco de Borja: la primera de las que tuvo en España, y casi en toda la Europa, la Compañía. No lo haré con mis palabras: no fuera caso que pensáran mis Lectores, que les doy á leér cosas inciertas, y que se habían fingido en nuestra casa, sino con las de un insigne Escritor de la misma Compañía, que siguió á los antiguos, y á testigos los mas irrefragables. ??? Este es el Cardenal, á quien antes he citado, digno de que se le nombre siempre con distinguido honor. Dice, pues: Pero el que se debió llamar alma de todos, el de mas fama, el de mas profunda sabiduría, y el que ocupó la Cátedra de Prima, fué el insigne Maestro Fray Gerónimo Perez, veterano ya en las Compañías de Minerva, de la siempre Real Familia, tan victoriosa como Militar Religion de nuestra Señora de la Merced, Catedrático de Prima, Jubilado en la Universidad de Valencia, Comendador de aquel Convento, y Vicario General de todo su Esquadron glorioso. Era vasallo del Santo Borja, nacido en la misma Ciudad de Gandía, que ilustró con su pluma, y con su vida. Había escrito ya toda la Theología con feliz pluma, que cortó en las alas de un Aguila, y aun dado á la estampa ilustres Comentarios sobre las partes de Santo Thomas, añadiendo mucha luz al mismo Sol, como tambien al Maestro de las Sentencias, apurando á la Theología sus mejores máxîmas, despues de haberle bebido al Príncipe de los Filósofos los dictámenes mas puros, y dado felizmente á la estampa varias qüestiones de la Filosofia. Y no podrá ser mal escuchada la queja, que expresa reverente mi pluma, de que Religion tan exâcta dexase sepultados en el olvido los vuelos de aquel sabio discurso, que hoy pudieran servir de texto: pues bien merece llamarse sepulcro de la sabiduría, aquella antigua impresion tosca, en que es un borron mal articulado cada letra, y puede servir de epitafio al mismo libro. Fué este grande ingenio tan laborioso, que habiendo ya leído pasados de veinte años en la Universidad de Valencia, desde las Cátedras de Filosofia hasta las de Prima, perseveraba leyendo despues de Jubilado, teniendo por ocio al estudio, y no sabiendo arrimar la pluma, mientras durase la vida. Consagró sus dos primeros tomos á S. Francisco de Borja, honrando su exemplo con su pluma, y lastimando su humildad con su alabanza en la Epístola Dedicatoria. Fué la impresion ??? año de quinientos y quarenta y ocho, en que mereció raro aplauso de España este gran Maestro. Hizo su nombre famoso en la Europa, y fué llamado oráculo del Reyno de Valencia: el que habiendo estudiado Theología en el Colegio de la Vera-Cruz de Salamanca, antiguo terreno de hombres sabios, nido fertil de plumas, y de ingenios; mereció haber pasado á las márgenes del Turia, todas las preciosidades que el Tormes escucha en su ribera. Era hombre de mucho espíritu, y á quien el Duque había tratado, consultándole algunas dudas del suyo. Pidióle ahora, que viniese á ilustrar aquella Universidad, para que ella pudiese gloriarse de haber recibido de un Planeta su primera luz, y de haber empezado por el Cenit: que volviese á dictar lo que había escrito; pues repitiendo siempre unas mismas luces un Astro, alumbra al mundo: que sabía la desazon, que acababa de tener en Valencia, porque su razon persistia en ser antorcha desde la Cátedra, no dexando libre el paso á la ambicion, y á la impaciencia; y que á veces era discreción ceder á la envidia, no pudiendo llamarse cobardía la fuga que hace sosegadamente la prudencia. Que aunque la Compañía se honraba ya con tantos varones sabios, y que habían ocupado antes las primeras Cátedras en las Universidades mas ilustres de la Europa; pero que cada uno de ellos tenia no menos teatro que todo el mundo; y no queria aprisionar á una Cátedra en Gandía un espíritu destinado por su instituto á las empresas de la mayor gloria, por mas que el mismo año en Valencia se había decretado, que se diese el grado, y el Magisterio en aquella Universidad á la Compañía, sin que pagasen propina, ni tuviesen gasto alguno: singularidad que añadia honor al grado. Señaló considerable renta á su Cátedra: y aquel ingenio oculto, que veneraba el Duque, como santo, y abrazaba á la Compañía con indecible afecto, rayó en Gandía, derramando esplendor desde la Cátedra. Hasta aquí este sapientísimo Doctor, y eminentísimo Prelado. Estas, ??? y otras cosas dignísimas de leérse, dice el citado Cardenal, grande elogiador nuestro, que omito por no dilatarme mas. Pero de ningún modo puedo pasar en silencio una cosa, en que él se manifiesta tan agradecido, como elegante, pues concluye así el elogio: No sabemos (dice, hablando del P. M. Fr. Gerónimo Perez) si quiso aposentarse en Palacio, ó si eligió antes honrar nuestro Colegio, viviendo en él como Jesuíta en todo, sino en el color del vestido: lo que nunca podrá negar la Compañía, antes lo confiesa agradecida, y ufana, es haber bebido el candor á la sabiduría en esta vena pura, y caudalosa; y que siendo esta de Gandía la primera Universidad suya, que tuvieron los Jesuítas en la Europa, debieron la primera leche de doctrina en ella á esta igualmente sabia, que Militar Familia, cuyos pechos son fecundos de gloria, y sabiduría, pues fueron discípulos de este gran Maestro, muchos Jesuítas de los mas doctos de aquel siglo, cuyas obras enriquecen hoy la Theología Moral, y Escolástica, y son farol al rumbo de la Sagrada Escritura. El primero debe ser contado S. Francisco de Borja, ya entonces profeso en la Compañía. Hasta aquí son palabras del sabio Cardenal, á quien nunca se le puede nombrar sin elogio; las que si acaso pareciesen al Lector demasiadamente largas, me perdonará el haberlas puesto aquí, pues me ha llevado el honor grande que hace á mi Religion, que por tanto no he podido omitirlas.

4 Así como el que queriendo pintar el valor, y la fortaleza del cuerpo, y del ánimo, no haría mal en pintar á Hércules; así, el que quisiese pintar una vida rígida, y austéra, haría muy bien en representar á San Luis Bertrán, gloria, y honor del Reyno de Valencia, y de la Sagrada Orden de Predicadores: Por haber sido este Santo el que intimando á su propio cuerpo una guerra implacable, peleó con él por todo el tiempo de su vida, con tal rigor, y severidad, que rara vez (y aun entonces ??? por precepto de sus superiores) le concedió las mas breves treguas, no cesando jamas de pelear, y saliendo siempre vencedor, y triunfador de sí mismo: el qual meditando dia, y noche los ocultos juicios de Dios, andaba continuamente temeroso, y repetia á cada paso aquello del Gran Padre S. Agustin: Señor, quemad aquí, cortad, no me perdoneis aquí, para que me perdoneis eternamente.

5 Pintan á dicho Santo (pues debo contenerme dentro los límites de mi asunto, aunque alguna vez me véo precisado á pasar algo mas allá): Píntanle, digo, con un semblante flaco, y macilento, extenuadas sus carnes por los ayunos, y mortificaciones; fixos sus ojos en el suelo; escondidas dentro del hábito sus manos; y con otras señales, que indican la austeridad de vida que profesaba: de suerte que no debe tenerse por dicho fuera del caso, lo que advertimos antes; esto es, que no haría mal, el que debiendo pintar la austeridad, y mortificacion, que nace de una penitencia christiana, pintase (sin hablar ahora de los demas Santos) á S. Luis Bertrán. Pero, si no me engaño, le he visto pintado tambien de otros dos modos. El primero es, sacando, y levantando algún tanto la mano, en ademán de estár reprehendiendo con blandura, y suavidad á un varon noble, pero audaz, y sacrílego. Sabido es el caso, y por tanto no quiero omitirlo, el qual pasó así. Vivía S. Luis en el Reyno de Valencia, y como predicase al pueblo en un lugar bastante grande (que nombran los Escritores Españoles, pero mejor es pasarlo en silencio) reprehendió desde el púlpito con acrimonia, y libertad propia de un Predicador Christiano los vicios del siglo, en especial aquel que ha causado tanta ruína en las almas (la luxuria digo, y la incontinencia): y aunque el Santo lo hizo guardando la debida prudencia, esto es, reprehendiendo á todos sin señalar á nadie; sin embargo un cierto noble, ó ya estimulado por los remordimientos ??? de su conciencia, ó arrebatado de la furia de sus vicios, se persuadió temeraria, y maliciosamente, que contra él solo se dirigia la vehemencia del sermon de Luis. Con esto, avisó al Santo por un criado, que era parecido á su amo, que si apreciaba su vida, se abstuviera en adelante de semejantes invectivas, singularmente recayendo en un hombre de su esfera, á quien había tratado sin respeto, ni consideración alguna á su persona. Despreció el Santo, como era justo, las voces de este loco. El dia siguiente, como el Caballero hubiese advertido, que S. Luis se volvía desde el Lugar á su Convento, que no distaba mucho, montando al instante á caballo, le embistió, diciéndole: ¿Tú hombrecillo vil, y fraylecillo del todo despreciable, te atreves á hablar con tanta desvergüenza contra un hombre de mis circunstancias? Pero caro (añadió) te ha de costar. Apenas había dicho esto, quando sacando una pistola cargada la dirigió contra el pecho del Santo. Pero, ¡ó admirables beneficios de un Dios Omnipotente!

¡O fuerza, y eficacia de la Santa Cruz, que los hombres jamas han llegado á comprehender! Apenas advirtió Luis, que se dirigia contra él la pistola, quando haciendo sobre ella la señal de la Cruz, se convirtió en admirable imagen de la vida, la que era instrumento de la muerte. Porque, transformándose al instante en la efigie de un Crucifixo; en lugar de la sangre, que debia hacer derramar á aquel contra quien injustísimamente se dirigia, hizo saltar las lágrimas al agresor impío, que á vista de un tan gran milagro, se movió á compuncion, y á penitencia. Y desmontando luego del caballo, confesó su delito, y pidió perdon al Santo con muchos suspiros, el qual se lo concedió facilmente, avisándole con suavidad, que el perdon lo pidiera al mismo Dios, contra quien había pecado con tan atroz, y horrible atrevimiento; que se enmendára, y procurára mudar de vida, poniéndose en estado de ??? salvacion. De este modo he visto pintada muchas veces la Imágen de S. Luis Bertrán, sobre lo qual tienen los Pintores un ancho, y espacioso campo en que exercitar su imaginacion.

6 Como todos tienen en la boca á aquella Madre Seráfica, inmortal gloria de España, y singular honor de toda la Iglesia, Santa Teresa de Jesus; así andan tambien sus Imágenes en manos de todos: pero son muy raras las que aun medianamente la representan bien, de que se queja un Escritor (1554), el mas grave, y erudito, á mi entender, de quantos han escrito su vida. Este Historiador, conforme puede verse en el lugar que cito abaxo, despues de haber representado en su historia con los mas vivos colores (quanto le fué posible) la belleza, y hermosura de su cuerpo, y de su semblante, y la proporción de todas sus partes, hasta las mas escrupulosas menudencias, añade: Sacóse estando ella viva un retrato bien, porque la mandó su Provincial, que era el Padre Maestro Fr. Gerónimo Gracian, que se dexase retratar, y sacóle un Frayle Lego de su Orden siervo de Dios, que se llama Fr. Juan de la Miseria. En esto lo hizo muy bien el P. Gracian; pero mal en no buscar para ello el mejor Pintor de España para retratar á persona tan ilustre mas al vivo para consuelo de muchos.

7 Píntanla freqüentemente con un semblante agraciado, y hermoso: y con mucha razon, pues así fué, como lo nota, y exâctamente lo describe en el citado lugar, el mencionado Escritor de su vida. Pero ademas de esto, quando Dios se entraba dentro de su alma purísima arrebatándola en éxtasis, con tal ímpetu algunas veces, que levantaba del suelo su delicado cuerpo, y lo sostenia elevado en el ayre, como si no constára de cuerpo, de que habla muchas veces la misma Santa, ??? instruída en esta materia por su propia experiencia; parecia entonces sobremanera mucho mas hermosa, y brillante de lo que se pueda humanamente discurrir. Por lo que, si bien murió algo vieja (pues vivió sesenta y siete años cumplidos, seis meses, y dias en el siglo, ó como dixo mejor la misma Santa, en el destierro) hará muy bien el pío, y erudito Pintor de pintarla siempre hermosa, y de buen parecer.

8 Añaden finalmente en sus Pinturas al Espíritu Santo en figura de cándida paloma, junto á sus oídos, ó sobre su cabeza: no que con esto se pretenda significar, que sus escritos, aunque llenos de Unción Divina, y verdaderamente celestiales, tengan la certeza, y autoridad de las Sagradas Escrituras. No es esto lo que se pretende; ni la misma Santa, como á tan amante que era de la modestia, y humildad, permitiria, que se le atribuyese una cosa tal: la misma Santa, digo, que hablando muchas veces elevadamente de las cosas celestiales, teme no decir mas, que tonterías; y que no dudó de entregar á las llamas aquel sublimísimo, y casi Divino Tratado, que había compuesto sobre los Cantares; por habérselo mandado así un Confesor, acaso pío, pero imprudente, é ignorante: cuya pérdida sienten infinito hombres muy célebres en piedad, y doctrina, como consta del citado P. Francisco Ribera, en su vida. Pero, si con este modo de pintar entendiese alguno, que se significa cierta dignidad, y sublimidad de sus escritos, que arrebatan muchas veces al Lector, que le conmueven de mil maneras, y le levantan casi mas allá de lo que puede penetrar el entendimiento humano; tendrá razon, y esto es lo que no podrá juzgar bien, el que lejos de tener el gusto hecho á estas cosas, le tiene corrompido. Y si no ¿qué otra cosa es, pregunto, el que prohibiendo el Apostol enseñar las mugeres en la Iglesia, la Iglesia misma, solo á Santa Teresa (lo que de ningúna otra Santa se lée) le atribuye ??? el magisterio, y llama celestial su doctrina con estas palabras: Ita cSlestis ejus doctrinæ pabulo nutriamur, &c.

9 Fuera de que, este modo de pintar sobre la cabeza de Teresa al Espirítu Santo en forma de purísima paloma, tiene un fundamento sólido, y muy firme: y para que se entienda mejor, quiero exponerlo, no con otras palabras, que con las de la misma Madre Seráfica, la qual despues de otras muchas cosas, dice á la letra: Estando en esto, véo sobre mi cabeza una paloma bien diferente de las de acá, porque no tenia estas plumas, sino las alas de unas conchicas, que echaban de sí gran resplandor. Era grande mas que paloma: paréceme que oía el ruído que hacía con las alas: estaria aleando espacio de un Ave María. Ya el alma estaba de tal suerte, que perdiéndose así de sí, la perdió de vista. Sosegóse el espíritu con tan buen huesped. Hasta aquí la Madre Seráfica: y de aquí se echa de vér con quanta razon se acostumbra, ó pueda pintarse á la Imágen de Santa Teresa, el Espíritu Santo en figura de paloma.

I0 No corrió la misma fortuna (si es lícito explicarme así) aquel varon admirable que aprobó el Instituto, y espíritu de la Seráfica Virgen, S. Pedro de Alcántara: cuyos hechos han escrito ya muchos, y cuya santidad, y austeridad de vida, nadie podrá bastantemente explicar. Porque este Santo (sin hablar ahora de los Pintores excelentes) no solo fué panegirista de las costumbres, y virtudes de Santa Teresa, sino que también delineó de una vez la efigie de casi todo su cuerpo. Véase lo que mas largamente en varios lugares escribe la Santa de este varon digno de inmortales alabanzas, á quien, aun viviendo, siempre le llamaba Santo, y principalmente en el libro de su vida cap. 22.

II No debian separarse estos dos sublimes contempladores de las cosas celestiales, S. Pedro de Alcántara, ??? y Santa Teresa de Jesus: porque si no, ya pudiéramos haber dicho algo de un grande, y sobresaliente Pintor, segun dicen, S. Lucas Evangelista; sobre cuyas Imágenes (pues quanto á lo demas, gustoso dexo á otros que lo traten) solo se me ofrece advertir de paso dos cosas, que todavía debieran exâminarse mas, si tomára á mi cargo el hacer una mas larga descripción sobre esta materia. Sentado, pues, y supuesto, como cosa de Fé (conforme es justo creérlo) que S. Lucas fué Evangelista, y que escribió, no solo el Evangelio que lleva á la frente su nombre, sí tambien el libro intitulado Hechos Apostólicos (porque, sobre si S. Lucas fue uno de los setenta y dos Discípulos de Christo, se controvierte entre doctos Historiadores Eclesiásticos); es cosa no como quiera cierta, sino con certeza de Fé, que fué Médico de profesion, como lo dan á entender bastantemente aquellas palabras de S. Pablo (1555): Lucas el Médico amado os saluda. Y que ademas fué Pintor bastante bueno, principalmente de Imágenes de Christo, y de la Virgen, se ha recibido con tan general aplauso ya de muchos siglos á esta parte, que apenas puede sentir lo contrario un Escritor pío, y Católico. Porque, el que algunos Católicos, libres por cierto de toda nota, parecen haber insinuado lo contrario, diciendo, que solamente una pía persuasion de los Fieles hizo creér que S. Lucas había sido Pintor (1556), solo parece que prueba, no ser lo último tan cierto, como el que fuese Médico: por constar esto, como vimos, de la Sagrada Escritura, y haber tomado aquello su origen, de la fama, y tradición de muchos siglos. ???




EL PINTOR CHRISTIANO Y ERUDITO-Juan Interián de Ayala - LIBRO OCTAVO.