Teresa III Cartas 1000

1000

Avisos

de la santa madre Teresa de Jesús.

Con notas del Excmo. y reverendísimo señor D. Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Osma. [300]




[301]

Al Lector.

Fue tan admirable el espíritu de santa Teresa, y tan fecundo en dar documentos para introducir las almas, y que prosiguiesen, y creciesen en la vida espiritual, que justamente se han ido recogiendo de todo cuanto escribió, y dijo, así en diferentes relaciones, y discursos, como de otras ciertas noticias, que se han tenido. Con lo cual, ha parecido conveniente inferirlos en estas cartas.

Hanme pedido estos padres, que sobre ellos haga algunas notas, aunque no necesitan dellas, porque desnudos, despiden muchas luces de sí. Harto mejor merecían un comento dilatado sobre cada uno, como lo ha hecho muy discreto, y espiritual el padre Alonso de Andrade, de la Compañía de Jesús, componiendo sobre los primeros avisos de santa Teresa, que andan con sus Obras (en la segunda parte después del Camino de perfección), dos volúmenes crecidos: y a estos avisos, no se tocará aquí.

Pero no podré yo obrar desta manera; porque me falta el tiempo, el espíritu, y la erudición. Sólo tocaré algunos puntos, que sirvan más de llamar a la atención, que no a la instrucción del lector.

Dividiremos estos avisos. En los que dio en su vida; y en los que ha dado después de su muerte.

También tiene otra subdivisión. Unos, que dio la Santa, gobernada de su perfecto espíritu en esta vida: otros, que los dio, mandándoselo Dios, por revelación divina en ella: y otros, que los reveló de orden de Dios desde la eterna. Pondranse primero los que dio viviendo, por mandato, y revelación divina: y luego los que dio, gobernada de su espíritu en esta vida. Y últimamente, los que nos envió desde la eterna. [302]




Avisos

de la santa madre Teresa de Jesús que ella dio en esta vida, por revelación divina.

Avisos, que Dios dio a la Santa, para que los dijese a sus hijos los Carmelitas descalzos.


1. Estando en san José de Ávila (dice la Santa) víspera de pascua del Espíritu Santo en la ermita de Nazaret, considerando en una grandísima merced, que nuestro Señor me había hecho en tal día como este, veinte años había, poco más, o menos, me comenzó un ímpetu, y hervor grande de espíritu, que me hizo suspender.

2. En este gran recogimiento, entendí de nuestro Señor lo que ahora diré: Que dijese a estos padres Descalzos de su parte, que procurasen guardar cuatro cosas; y que mientras las guardasen, siempre iría en más crecimiento esta religión: y cuando en ellas faltasen, entendiesen, que iban menoscabando de su principio. La primera: Que las cabezas estuviesen conformes. La segunda: Que aunque tuviesen muchas casas, en cada una hubiese pocos frailes. La tercera: Que tratasen poco con seglares, y esto para bien de sus almas. La cuarta: Que enseñasen más con obras, que con palabras. Esto fue año de 1579. Y porque fue gran verdad, lo firmé de mi nombre.

Teresa de Jesús.



1001

Aviso primero

para los padres Carmelitas descalzos.

Que las cabezas estén conformes.

Notas


1. Estos cuatro avisos que se siguen están impresos en el principio de las constituciones de estos padres. Y no es tanto eso, como estar escritos [303] en sus corazones: y aun esto es menos, que estar escritos, como lo están en su observancia.

Porque estar escritas en el papel las leyes, si no pasan al corazón por los deseos de observarlas, importa poco: ni estar escritas en los deseos, si de allí no pasan a la ejecución. En ellos se hallan escritos estos cuatro avisos, por estos venerables, y penitentes padres, y por las hijas de santa Teresa.

2. Y así este aviso primero no necesita de explicación, sino que quien quisiere verle explicado, ponga los ojos en la religión de los padres Carmelitas descalzos, y en lo que obra su unión, su caridad, su discreción, y silencio; y el de las hijas de santa Teresa en todas sus elecciones, y verá, y leerá en sus afectos este aviso.

3. Sólo advierto, que no quiso aquí decir la Santa, que haya conformidad en todo de pareceres en las elecciones, sino que haya en todo conformidad de voluntades, y de intenciones, y en lo posible de dictámenes.

Porque así como Dios crió lleno de diferencias, y variedades el mundo, y en una provincia muy grande no se hallará una naranja, y en otras muy dilatadas no se hallará una bellota; en unas se abunda de lienzo, y no se halla una vedija de lana; en otras muy abundantes de lana, no se halla un copo de estopa, y así de los demás frutos, y cosas necesarias a la vida: con que necesita su divina Majestad a que unas provincias vivan socorridas de las otras, y se sustente el trato, la humanidad, el comercio, y sociedad entre los hombres; así también crió diversos los entendimientos, y unos entienden de una manera, y otros de otra: Alius quidem sic, alius vero sic (1Co 7,7). Y así vivimos necesitados de comunicarnos, y valernos unos de otros.

4. Pero esta diferencia, y diversidad de pareceres, no es la que reprueba la Santa, sino sólo pide la unión, y la caridad en tres tiempos: que son antes de decir los pareceres, y al decir sus pareceres, y en acabando de decir sus pareceres.

5. Antes de decir sus pareceres, teniendo todos intención de acertar, y de mirar por el bien espiritual de la religión, y por lo común, no por lo particular; y de desterrar todo interés propio, aunque venga a la consideración con resplandores de público; y de procurar purificar bien en este caso la intención en la oración, para que sólo se procure la honra de Dios, y bien de la religión.

6. Al decir el parecer, se ha de andar con unión, y cuidado, y deseo de buscar, y de abrazar lo mejor, ya lo diga este, ya lo diga aquel; porque en viendo la razón, aunque sea en un rincón, se ha de ir al difinidor, a donde está la razón, y no obrar arrimado sobrado a su parecer; ni defendiendo con tenacidad su sentencia, y parecer, sino con noble docilidad dejar su parecer, y abrazar el mejor parecer.

7. Digo, noble docilidad, porque no ha de ser docilidad servil, llevándome sólo de la autoridad, sin la razón, cuando está desnuda de razón la autoridad. Ni tampoco la docilidad ha de ser facilidad, y tal que toque en variedad, y en inconstancia, y liviandad, sino que el desasimiento del votar lleve el juicio libre, y racional a buscar a la verdad.

8. Después de haber dado su parecer, ha de haber conformidad; porque [304] en acabándose el definitorio, o la elección, se han de volver a reunir los ánimos diferentes, como si todos hubiesen sido de aquel mismo parecer, defendiendo la elección, como si fuera de cada uno, y de su propio parecer.

Porque aunque se haya errado, conviene defender aquel necesario error, y es mejor que corregirlo el sufrirlo, porque aquello despierta discordia, pero esto asienta la paz, y vale más un imperfecto gobierno con paz, que un perfecto gobierno con discordia.

9. Pero esto se limita, cuando la discordia no nace de la elección, sino que asentada ésta, en el discurso del gobierno tal vez se origina la discordia del celo, y reformación. Porque cuando el celo desacomoda a lo malo, y de allí nace el turbar la mala paz de lo malo, es santa, y buena discordia.

Porque la paz en lo malo es perversa, y muy dañosa concordia; y entonces su remedio es la santa, y valerosa discordia, que causa lo bueno para reformar lo malo, y reducir el gobierno a que haya paz por lo bueno, y con lo bueno, y que ande ausente lo malo.

10. Esta falsa paz es la que aborrece el Espíritu Santo, cuando decía por el Profeta rey: Zelavi super iniquos, pacem peccatorum videns (Ps 72,3). Y por Jeremías: Pax, pax, et non erat pax (Jr 6,14). Y esta santa discordia acreditaba el Salvador de las almas, cuando dijo: Non veni pacem mittere, sed gladium (Mt 10,34): Guerra, guerra vine a introducir en la tierra: guerra de lo santo, y bueno, con que se destierre lo pecaminoso, y malo.



1002

Aviso II

para los Carmelitas descalzos.

Que aunque tengan muchas casas, en cada una haya pocos frailes.

Notas


1. Después de haber moderado los afectos en las elecciones, modera el que haya muchos religiosos en un convento. Verdaderamente, que como advertimos en las notas a la carta 65, núm. 22, lo mucho siempre suele ser embarazoso a lo bueno; y mucho, y bueno no sé si cabe en el mundo, cuando vemos, que ocupa casi todo el mundo lo mucho, y malo.

Pars pessima in orbe major, decía el filósofo moral (Séneca). Pero mejor texto es, y más seguro el del Señor: Multi sunt vocati, pauci vero electi (Mt 26,16): Muchos son los llamados, y pocos los escogidos: y así huyamos de los muchos, y vámonos con los pocos.

2. Pero hablando de este santísimo aviso por dos cosas embaraza la multitud en la regularidad. La primera, para el sustento corporal. La segunda, para el pasto espiritual. Para el corporal; porque es muy dificultoso sustentar muchos religiosos, ya sea de rentas, ya de limosnas, [305] y más en tiempos tan necesitados como estos: y si falta el sustento, cesa con el sustento la observancia regular; porque cuidadoso el cuerpo para buscar de comer, lleva arrastrado al espíritu.

3. Para el pasto espiritual es dañosa la multitud; porque en siendo muchos los religiosos, no es fácil que los ojos del prelado anden sobre cada uno. Conque es preciso, que andando la observancia ausente de la censura, ande ausente también del convento la observancia.

4. Esto es más fuerte en conventos de religiosas, en las cuales, por no poder ser tan vigoroso el gobierno de mujeres, se origina la confusión, y sucede en lugar de la orden la irregularidad. Donde suele haber ciento y cincuenta religiosas, no puede la disciplina ceñir a la regular observancia: cincuenta suelen ir al coro, y andan ciento por la casa distraídas.

5. Aun en las comunidades de hombres en la Tebayda, Nitria, Palestina, y otras partes del Oriente había infinitos monjes, y algún convento, o abadía de cuatro, o seis mil profesores de este sagrado instituto; pero como dice san Juan Crisóstomo, y otros graves autores, entre muchos de admirable santidad, había no pocos falsos de ella, y menos ajustados; porque no era posible contener no sólo en la perfección, pero ni en un sentir, aquella infinita multitud.

6. Yo no dudo, que pocos, y perfectos agradan más a Dios, que no muchos, e imperfectos; y así habíamos de ser los obispos, y los sacerdotes, los religiosos, y todos los eclesiásticos; los bastantes, y muy santos. Más pesaba Elías en Israel, que ocho mil hombres, que no doblaron las rodillas a Baal.

Más pesaba santa Teresa, que ocho mil religiosas de su tiempo. Y así más vale, como aquí dice la Santa, pocos, y perfectos en un convento, que muchos, pero imperfectos.

7. Es verdad, que (como dice Tertuliano) siempre está el Señor entre dos ladrones, como lo bueno entre dos extremos; y así es malo que sea el número de los religiosos tan grande, que llegue, y pase a lo superfluo, como que no llegue hasta lo necesario. Porque si son muchos, no puede la observancia con ellos; y si son pocos, no pueden ellos servir, ni ejercitar la observancia.

¿Qué harán doce religiosos en un convento, sustentándose de limosna, que los dos, y aun tal vez los cuatro la están pidiendo; otro asiste a la portería, otro a la enfermería, otro está enfermo, otro a la huerta, otro a algún negocio preciso de la casa; este es forzoso que se lleve un compañero: cuántos quedan para el coro? ¿Para la oración? ¿Cuántos para seguir la comunidad? Claro está que se acaba la disciplina regular en acabándose el número, en quien se platica la regular disciplina.

8. Este discurso sigue extremadamente en sus opúsculos el ilustrísimo señor don fray Francisco de Sossa, antecesor mío en esta dignidad, que fue general de la seráfica Orden, con grande, y merecida opinión de espíritu, prudencia, celo, y admirable viveza, y comprensión en las cosas.

Por eso también santa Teresa, aunque comenzó con firme propósito de que no fuesen más de trece sus religiosas, después creciendo la luz experimental, pasó a veinte y una, como hoy se observa por constitución; [306] porque conoció, que no era posible, que con menos número comúnmente pudiese haber en los conventos disciplina regular.

9. Finalmente siempre sería muy conveniente, que hubiese número determinado en todos los conventos de religiosas, del cual no se pudiese exceder. Y así lo hay en muchas partes, señaladamente en los dos monasterios reales de las Descalzas, y de la Encarnación de la corte, que son dos ojos clarísimos, por donde mira la perfección, y el espíritu desta grande monarquía, o dos soles, desde donde se alumbra la cristiana religión.

En estos hay número determinado. Aunque tal vez la caridad pasa el número; porque no es fácil poner término, ni tasa a tan alta caridad, como la que allí se profesa. Lo mismo debe de suceder en otros muchos conventos.

10. Yo creería cierto, que en el de religiosas no había de exceder de treinta, ni bajar de veinte; y en el de religiosos no había de exceder de cincuenta, ni bajar de treinta a veinte, más, o menos, en muy poca diferencia.

Esto es hablando de los conventos comunes; porque en las cortes de los reyes, y en los noviciados, y estudios, y otras comunidades de este género, y en los monacales, no puede darse número, y regla fija. Y aun en todos hay tantas razones, ya de caridad, ya de prudencia, ya de necesidad, que alteran estas reglas; que con haber dispuesto sobre esto los pontífices con gran celo, y despachando diversos Breves, por que no haya más religiosos de los que se puedan sustentar, no puede la ejecución moralmente reducirse a las órdenes del celo.



1003

Aviso III

para los Carmelitas descalzos.

Que traten poco con seglares, y esto para bien de sus almas.

Notas


1. No de balde Dios mandó a su pueblo, que no tratase con alienígenas: Alienigena non miscebitur vobis (Nb 18,4); por que no los corrompiesen las costumbres de la ley los de ajena ley. Más fácil es lo malo de traer a sí lo bueno, que lo bueno de llevar a sí a lo malo.

Esta fue la disputa de los ángeles buenos de Daniel. Decía el ángel del pueblo del Señor: Salga el pueblo de Caldea, que se pierden los buenos con los malos (Da 10, v.13). Decía el de Persia: Quédese el pueblo de Dios, que se salvan muchos malos por los buenos. Venció el ángel del pueblo de Dios: y es señal que eran más los buenos, que se perdían por las malas compañías, que no los malos, que se ganaban por las buenas.

2. ¿Quien creerá, que un religioso Carmelita descalzo, que habla a [307] un seglar distraído, no llevará a sí al seglar? Y tal vez el seglar, si no se lleva, por lo menos inquieta, y perturba al Carmelita descalzo.

Siempre volví menos hombre, cuando anduve entre los hombres, decía un siervo de Dios. En donde se ve, que tal es el hombre, pues con lo que había de ser más hombre, que es con andar entre los hombres, se vuelve menos hombre: esto es, más apartado de la perfección de hombre, y más cerca de las miserias de bruto.

3. Finalmente los colores de lo bueno, y de lo malo, nos dicen sus calidades. Blanco es lo bueno, negro es lo malo; y lo blanco fácilmente se hace negro, pero lo negro dificultosísimamente, y por milagro se puede teñir en blanco: y así fácilmente toma el hombre, aun siendo bueno, de lo negro, y de lo malo.

4. La regla es: Traten poco con seglares. Pero luego añade la limitación: Y esto poco para bien de sus almas.

Con estos dos avisos los hace sumamente perfectos, y espirituales, y conformes a su santa profesión. Porque con lo primero sólo, si no tratan con seglares nada, quedaban contemplativos, y no más; pero con lo segundo, quedan no sólo contemplativos, sino activos. Siendo contemplativos sólo, dejaban de ejercitar la caridad con los prójimos, propia vocación de sacerdotes: activos sólo, y tratando sobrado con los seglares, dejaban la contemplación de anacoretas; pero con lo uno, y con lo otro, son en la caridad sacerdotes, y activos, y en la contemplación anacoretas, y contemplativos; y cumplen con entrambas profesiones.

5. Y así no dice la Santa, que no traten con seglares, sino Sea poco, y eso bueno, para bien de sus almas; insinuando, que en esta santa profesión del Carmelo lo mucho ha de ser de soledad, y la abstracción, lo poco la conversación; pero que aquello mucho estaría mal en esto poco; y esto poco si crecía, embarazaría a aquello mucho, y se saldrían de su vocación.

Es como si dijera la Santa: Tengan mucha contemplación mis Carmelitas; y tanta, que salgan de la oración centelleando en amor divino: y cada palabra del Carmelita descalzo, y de la Carmelita descalza sea una brasa, que abrase a los corazones en el amor del Señor: sea un fuego que los alumbre, y encienda, y guíe, y encamine a lo mejor, y desta suerte el Carmelita volverá de su color al seglar, y no el seglar al Carmelita.



1004

Aviso IV

para los Carmelitas descalzos.

Que enseñen más con obras, que con palabras.

Notas


1. Este es consejo evangélico, y no es mucho, que el Señor se lo dijese a la Santa, pues por eso dijo su divina Majestad: Exemplum enim [308] dedi vobis, ut quemadmodum ego feci vobis; ita, et vos faciatis (Jn 13,15): Yo obro, para que obréis; yo hago esto, para que a mí me sigáis.

La fe entra por los oídos; pero la virtud de la caridad, y sus ejercicios, y las virtudes suelen entrar por los ojos.

Si veo obrar, obro aquello que veo obrar. Y aun los mismos irracionales se dejan llevar por los ojos del ejemplo.

2. Yo sé ha habido animal, que viendo cada día envolver a una criatura, la sacó de la cuna, y se la llevó a un tejado, y la desenvolvía, y volvía a vestir, y fajar; y viendo a otro que hizo lo mismo, y la volvió a su lugar, volvió el animal a la cuna la criatura.

Los elefantes se enseñan a pelear en el Oriente, viendo pelear a los otros, y los persuade el ejemplo, lo que no puede la voz. Si en los brutos es poderoso el ejemplo, ¿qué será en los racionales?

3. San Francisco, el serafín de la Iglesia, pidiéndole que fuese, como solía, a predicar a la ciudad, llamó a su compañero, y con él la anduvo toda, los ojos bajos, las manos cubiertas, los pasos compuestos, los movimientos honestos, y se volvió a su convento, sin que hablara ni una palabra. Y preguntando por el sermón, dijo con espíritu admirable: Esto es haber predicado. Porque andar compuestos vosotros, es componer a la ciudad, y a los otros.

4. Pero es necesario advertir, que no dice la Santa, que obre tanto con palabras, sino: Más con ejemplo, que con palabras. Como quien dice: A media hora de decir, ha de dar el Carmelita veinte y cuatro horas de obrar. Al predicar con los labios media hora, predique con las obras veinte y cuatro.

Y aun mucho más viene a dar al obrar, que al predicar, de lo que va de media a veinticuatro; porque no cada día ocupa una hora en el sermón; pero cada día ocupa veinte y cuatro en su penitente, y abstraída profesión. Y así no ha de obrar al revés el Carmelita, hablar mucho, y obrar poco, sino el hablar ha de ser la guarnición; pero el campo de la vida espiritual, sea el obrar.

5. No ha de ser mayor (dicen los griegos) el Parergon, que el Ergon. Esto es, no ha de ser mayor la guarnición, que no el campo. Un cuadro de un palmo, y un marco, o guarnición de tres varas, hace notable desproporción. La guarnición del Carmelita es hablar poco, y bueno con seglares, y el campo es tratar mucho, y fervoroso con Dios; edificar mucho con las obras, y más con ellas (como dice la Santa) que con las palabras. [309]



Avisos

que dio la Santa en esta vida, gobernada de su espíritu.




1005

Aviso V

Plática, que hizo santa Teresa a sus monjas de la Encarnación de Ávila, cuando habiendo ya renunciado la regla mitigada, fue a ser prelada de aquel convento.


1. Señoras madres, y hermanas mías, nuestro Señor, por medio de la obediencia, me ha enviado a esta casa, para hacer este oficio, de que estaba yo descuidada, cuan lejos de merecerlo.

2. Hame dado mucha pena esta elección, ansí por haberme puesto en cosa, que yo no sabré hacer, como porque a vuestras mercedes les hayan quitado la mano, que tenían para hacer sus elecciones, y les hayan dado priora contra su voluntad, y gusto, y priora que haría harto, si acertase a aprender de la menor que aquí está, lo mucho bueno que tiene.

3. Sólo vengo para servirlas, y regalarlas en todo lo que yo pudiere; y a esto espero que me ha de ayudar mucho el Señor. Que en lo demás cualquiera me puede enseñar, y reformarme. Por eso vean, señoras mías, lo que yo puedo hacer por cualquiera, aunque sea dar la sangre, y la vida, lo haré de muy buena voluntad.

4. Hija soy desta casa, y hermana de todas vuestras mercedes. De todas, o de la mayor parte conozco la condición, y las necesidades, no hay para que se extrañen de quien es tan propia suya.

5. No teman mi gobierno, que aunque hasta aquí he vivido, y gobernado entre Descalzas, sé bien, por la bondad del Señor, cómo se han de gobernar las que no lo son. Mi deseo es, que sirvamos todas al Señor, con suavidad; y eso poco que nos manda nuestra regla, y constituciones lo hagamos por amor de aquel Señor, a quien tanto debemos. Bien conozco nuestra flaqueza, que es grande; pero ya que aquí llegamos con las obras, lleguemos con los deseos; que piadoso es el Señor, y hará que poco a poco las obras igualen con la intención, y deseo.
Notas


1. Esta plática hizo santa Teresa el año de 1571, después de haber fundado algunos conventos de Descalzas, cuando para gobernar el de la Encarnación de Ávila, de donde era hija, la hizo priora el reverendo padre maestro fray Pedro Fernández, de la Orden de santo Domingo, [310] visitador nombrado por la santidad de Pío V para la provincia de Castilla, de la Orden de nuestra Señora del Carmen; y la Santa, como estaba sujeta a su obediencia, se rindió a servir el oficio.

2. Sintieron gravemente las religiosas esta elección. Lo primero, porque les quitó el padre visitador la que les tocaba, y la hizo sin su consentimiento; y siempre conviene que las prioras sean hijas de la elección de las súbditas, para que las amen como a hijas de su elección, aunque les sean madres en la jurisdicción.

3. Lo segundo, porque habiéndolas dejado la Santa para fundar la Descalcez, tenían alguna ocasión de sentir que se la diesen por priora; pues haber salido, siendo súbdita, del convento (aunque fuese con altos fines) y volver a ser prelada, a cualquiera que no fuese espiritual haría disonancia.

4. Lo tercero, porque con espíritu de Descalza gobernar Calzadas, les parecía que había de ser estrecho, y riguroso el gobierno. Sólo el mandar acongoja, y estrecha los ánimos; ¿que será mandar una Descalza a muchas Calzadas?

5. Repugnaron al principio el admitirla, pero al fin se rindieron las más prudentes, y ancianas; y todavía quedando algunas de las que en los conventos llaman las valerosas, juntándose la comunidad en el coro, puso la Santa (para rendirlas discretamente) en la silla prioral una imagen de bulto de nuestra Señora, y ella se asentó a sus pies. Y cuando todas aguardaban una plática de culpas con grandes rigores, y preceptos, les hizo la que precede a esta nota, que sin dada fue discreta, espiritual, y prudente.

6. Es discreta; porque escogió los medios más suaves en su discurso para ablandar los ánimos de las fuertes, conservar el de las ganadas, y acabar de inclinar, y rendir a las dudosas. Diciendo: Que no venía a gobernar, sino a ser gobernada: que era la menor de todas: que era hija de aquella casa: que sólo había de tratar de su regalo, y otras cosas deste género.

7. Es espiritual;porque desde luego entra con que nuestro Señor la envía, y la obediencia: y que con mucha suavidad se hará el servicio de Dios:y que si no llegan las obras a los deseos, nuestro Señor recibirá los deseos, y mejorará las obras.

8. Es prudente; porque previene los temores del gobierno, y les da luz de que ha de ser apacible, blando, suave, y dulce: que solo ha de tratar de socorrer sus necesidades; y que así como a madre, y con esa confianza se las manifiesten: conque las va ganando las almas por los cuerpos.

9. Esta fue una copiada imitación del gobierno del Verbo eterno encarnado. No entró con rigores, como en la ley vieja al dar las Tablas a Moisés, sino desde un pesebre con luces, dulzuras, y músicas de ángeles, humildad de pastores, y adoraciones de reyes, padeciendo con nosotros, para irnos ganando con los comunes trabajos, y que lo amásemos, no como a nuestro rey, ni como a Dios nuestro sólo, sino como a nuestro compañero.

10. Después cuando se manifestó su divina Majestad a los treinta años, acudió como otros a ser bautizado al Jordán; y ordenó que san [311] Juan le llamase cordero, y no león en el desierto. Hizo el milagro de las bodas de Caná, el de la pesca de san Pedro, el de los panes dos veces, acreditando su gobierno primero con suavidad, y la liberalidad, para que después pudiese esta nuestra naturaleza, ganada con el agrado, y los beneficios, tolerar la disciplina de las pláticas severas que hizo, y de la reformación que introdujo en Jerusalén.

11. El arte, y espíritu de poner la Santa a la Virgen en la silla prioral fue grandísimo; porque admiradas con una cosa tan impensada, y poniendo las monjas los ojos en la Reina de los ángeles, se templaban los ánimos de las unas, se atemorizaban las otras. Unas se enternecían, y otras, y aun todas lentamente se ablandaban.

12. Y así como fue la disposición, y la plática, correspondió el suceso; porque de allí salieron consoladas, y comenzaron a respirar de los temores que habían concebido, y todo se volvió confianza; y a la prelada que con temor miraban como a enemiga, ya la miraban como a amiga, y poco después como a madre: y dentro de tres años que gobernó, puso tal aquel convento, que no sólo las desempeñó en las materias de hacienda, y las reformó en las de su regla, y constituciones (Tom. 1, l. 2, c. 49, n. 15), sino que como dice la Corónica la siguieron a la Descalcez veinte y tres monjas, que después resplandecieron admirablemente en ella en todo género de virtudes. Y el convento de la Encarnación de Ávila quedó tan enamorado de su madre, y de su hija (que uno, y otro fue la Santa) que no sólo dio a la sagrada reforma a la madre (pues fue hija de aquel convento santa Teresa) sino tan gran número de hijas, que casi podía decirse, que encarnó la Descalcez en el convento de la Encarnación, o el convento de la Encarnación encarnó en la Descalcez. Y así no me admiro de lo mucho que los padres Descalzos, y madres Descalzas aman, y estiman aquel santo convento.

13. De allí a algunos años la volvieron a elegir por priora las religiosas de la Encarnación a la Santa, hallándose en Ávila el año de 1577. Pero siendo así que al principio se los hicieron recibir por priora el visitador, y sus prelados, después no quiso el provincial que lo fuese; y pleitearon las monjas que lo había de ser, hasta llevar al Consejo real la causa, defendiendo su elección.

14. En esto se manifiesta, cuán entrañable amor tuvieron de allí adelante a la Santa sus hijas de la Encarnación: siendo ejemplo bien notable de la variedad de los juicios humanos, ver que cuando las religiosas no la querían por priora por dudosos efectos, hizo el visitador con consentimiento del provincial, que lo fuera; y cuando no la quería el provincial, pudiendo esperarlos buenos, pleitearon las religiosas que lo había de ser.

15. Y para todo había alguna razón. Para lo primero de repugnarlo ellas; porque temían una elección irregular, que no venía por su parecer. Y para esforzarlo él, porque deseaba darles con una elección irregular un gobierno regular.

Para lo segundo, que era desear ellas que volviera a ser priora, porque las religiosas, habiendo experimentado el gobierno de la Santa, lo buscaban. Y el provincial para que no lo volviese a ser, porque estaba ya exenta la Santa de los padres Calzados, y así no venía en que fuese [312] priora de las Calzadas, la que no era sujeta a los Calzados, que gobernaban a las Calzadas. Y no le parecía buen orden de gobierno, ni lo es comúnmente, que esté exenta la priora del gobierno superior, estando sujetas las súbditas a aquel mismo superior gobierno, de que está exenta la priora.

16. Esta variedad de dictámenes justifica las resoluciones encontradas: y así es bien, que en casos semejantes ande muda, o modesta la censura de las que en esto reparan, o de ello se escandalizan.

17. Finalmente de esta plática podemos aprender, cuán cierta es la máxima de gobierno, de que la suavidad, y humanidad es el medio más eficaz para todos los aciertos: y que para que puedan tolerar el peso de la jurisdicción los inferiores, es menester que se lo temple el agrado de los superiores, y que la más fuerte cadena para mantener a los súbditos en obediencia, son los vínculos del amor del prelado, y que en faltando esta (que es de oro) con ser de hierro la cadena del temor, todavía es menos fuerte, y más débil, rota siempre de la desesperación; y que por eso dijo David a Dios: Illumina faciem tuam super servum tuum, et voce me justificationes tuas (S. III, v. 135). Como si dijera: Muéstrame, Señor, agrado, y alegría en tu rostro, y haz de mí lo que quisieres.



1006

Aviso VI

Breve plática, que santa Teresa hizo al salir de su convento de Valladolid, tres semanas antes que muriese.


1. Hijas mías, harto consolada voy desta casa, y de la perfección que en ella veo, y de la pobreza, y de la caridad, que unas tienen con otras: y si va como ahora, nuestro Dios les ayudará mucho.

2. Procure cada una, que no falte por ella un punto lo que es perfección de religión.

3. No hagan los ejercicios della como por costumbre, sino haciendo actos heroicos, y cada día de mayor perfección.

4. Dense a tener grandes deseos, que se sacan grandes provechos, aunque no se puedan poner por obra.
Notas


1. A este santo convento de Valladolid, sin conocerle, le tengo grandísima afición, y devoción; porque veo, que la Santa se la tuvo grandísima, y estuvo muchas veces en él, y con sus hijas, y las amaba tiernamente.

Y sin duda le dejó (como su padre Elías a Eliseo), (4, Reg. 2, v. 15) al irse, grande parte de su espíritu en su capa; y ya que no doblado espíritu [313] que tenía la Santa, como allí, por lo menos muy imitador de sus altas perfecciones.

2. Al despedirse las alaba de dos cosas, y luego las encarga tres.

Alábalas en que anden en pobreza, y en caridad: y estoy pensando, que andaban en caridad, porque andaban en pobreza. Porque si todo era pobreza santa, y voluntaria en el convento, y no había dentro dél interés propio, que es el padre de la discordia, y desorden, ¿cómo no habían de vivir en caridad, en conformidad, y orden?

3. Pero advertimos, que la Santa no habla sólo de la pobreza de alhajas que había en aquel santo convento; porque esa no basta para que haya paz, unión, y caridad, pues estando pobre el convento, pueden andar los deseos encontrados, y arder todo el convento en discordias sobre el mandar, sobre el querer, sobre el no querer, sobre el hablar, sobre el obrar, sobre el desear; sino que la pobreza que la Santa alaba en este santo convento, y por lo que debemos creer que vivían en caridad, era por la pobreza de deseos, y de espíritu, que es de la que habló el Señor, cuando dijo: Beati pauperes spiritu, quoniam ipsorum est regnum caelorum (Matth. v. 5): Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de esos es el reino de los cielos.

4. Eran estas monjas de Valladolid (y hoy tengo por cierto que lo son) unas monjas, que no deseaban cosa alguna, sino sólo a Dios. No deseaban cosa criada, sino sólo a su Criador: no deseaban sino no desear, ni querían sino no querer. Eran unas monjas tan pobres de corazón, que no tenían en él más deseo que de agradar a Dios; y con eso Dios que vio sus corazones desocupados, entrose en ellos: y como Dios es todo amor, y caridad, paz, y consuelo, y en cada una estaba Dios, teníanse unas a otras grandísimo amor en Dios, y hallábanse con grande consuelo, y paz.

5. Y se ve, que la Santa, conociendo que estaban tan adelantadas en el espíritu, y con tanta caridad, les dejó encomendadas tres cosas, que todas miran, no tanto a la ley, y a la obligación, cuanto a una altísima perfección.

6. La primera: Que cada una procure, que no falte por ella todo lo que es perfección de religión.Perfección dijo, que lo que es la regla, asentado está que la guardaban; sino que sobre la regla levantasen el edificio de la perfección, como el contrapunto sobre el canto llano, y lo mejor sobre lo bueno, y lo máximo sobre lo mayor.

7. Y no dijo, que todo el convento haga esto, sino cada una; porque era gran precepto hablar con todo el convento, que siga la perfección. Y como gran bocado lo dividió en partes, y cogiolas por el modo más suave, hablando con cada una sola; conociendo que obrando cada uno lo perfecto, quedaba perfecto todo el convento.

8. Como si dijera: Hijas, cada una procure ser santa, y será todo el convento muy santo. Todo junto parece dificultoso, mas dividido por partes, es fácil; y con eso estas partes lo hacen santo a todo junto. Cada hormiga apenas puede con cada grano, y trabajando por traer su granito cada hormiga, hacen un granero tan copioso, que se sustentan todo el año. Lo que es poco dividido, es muchísimo congregado. Y así, hijas, sean como hormiguitas de Dios, pues el Espíritu Santo envía a las almas [314] a que aprendan de la hormiga (Pr 6,6). Cada una me traiga un grano, y sea el grano aquel grano soberano, celestial, y sacramental, lleno de gracia, y autor de todas las gracias: a este sirvan, a este amen, y a este adoren por amor, no por costumbre sin amor, sino con una amorosa, y dulcísima costumbre, que no sepa alentar, ni vivir sin este amor.

9. El segundo documento, que aquí apunta, es espiritualísimo, digno de que todos lo grabemos en las almas, y es: Que no hagamos lo bueno como por costumbre. Como si dijera: Hijas, hagan con la presencia de Dios, lo que suele hacerse sin su presencia por costumbre. Aquello que se hace, porque se suele hacer, háganlo por sólo agradar, y servir a Dios. No me contento con la intención habitual, ni virtual, sin la actual. Hagamos las cosas, considerando, que hacemos las cosas por Dios. No hagamos las cosas por Dios, sólo porque la costumbre nos lleva a hacerlas, sino porque nos lleva a ellas el amor: no porque lo manda la regla sólo, sino porque lo manda el amor de Dios, que es el que anima, y da espíritu a la regla. Tengan por regla el amor de Dios. Hagan de su amor su regla. No sólo le demos la voluntad, sino también la memoria, porque voluntad sin memoria es muy tibia voluntad. Este modo de obrar es muy alto, y soberano, y sobrehumano; y así aprendamos todos este celestial modo de obrar tan divino, y soberano.

10. El tercero documento es excelentísimo, y no menos anagógico, y es: Que siempre excedan sus deseos a sus obras, cuando no puedan llegar sus obras a sus deseos. Como quien dice: A Dios hemos de dar las obras en lo que podemos; pero los deseos en todo aquello que podemos, y no podemos. Al obrar, como humanos; al desear, como divinos. Al obrar, no puede el hombre sino limitadamente; al amar, y al desear desee, y ame sin limitación alguna. Lo que no puede la mano, desee mi corazón, para que Dios reciba por los deseos el corazón, y la mano. Bien pueden otras servir más, pero cada una desee hasta lo que Dios le da. Porque la que menos sirve, si no puede más servir, por lo menos bien puede desear, obrar, amar, y servir, como aquellos que le sirven más.

11. A Daniel le decía el Señor, que porque deseaba mucho, y era varón de deseos, lo quería mucho su divina Majestad (Da 5,23); porque el Señor, cuando se le sirve en verdad, y se hace lo que se puede al obrar, se contenta, y alegra con los deseos, y recibe el desear, como el obrar.

He oído decir, que solía decir santa Teresa: Señor, que haya otros que os sirvan más que yo, pasaré por ello; pero que os quieran más que yo, y os deseen servir más que yo, no lo tengo de sufrir.

12. Este axioma les dejó testamento a las monjas de Valladolid, y a todas las del Carmelo, y aun a toda la Iglesia junta. Que no haya tasa en los deseos, y se abrasen calla día más, y más sus deseos con la ansia de hacer perfectas las obras. Como si dijera: Señor, que otros os sirvan más, pase; porque conozco que soy flaca, y pobre de obras; pero que os amen más, ni os deseen servir más, no lo sufren mis deseos.

13. No digo Señor, que os sirvo, pero vos sabéis que os amo. ¡Oh quien igualara las obras al amor, y a los deseos! El serviros es de mi [315] naturaleza torpe, y flaca; el amaros es de vuestra gracia dulce, piadosa, amorosa: venza, Dios mío, vuestro amor, y esa gracia tan piadosa, y amorosa a esta mi naturaleza pobre, y flaca.

14. Finalmente, Señor, si no tengo el amaros, tengo el desear amaros, y si no tengo el serviros, tengo el desear serviros: pase, Señor, mi flaqueza del deseo a la posesión, y del amor a las obras.




Teresa III Cartas 1000