Teresa III Cartas 1010

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Aviso X

Para el padre provincial.


1. Algunos días antes de la fiesta de san Andrés, estando yo en oración encomendando a Dios las cosas de nuestra Orden, se me representó aquella presencia de nuestra santa madre Teresa de Jesús, y me dijo: «Di al provincial, que procure introducir en las casas, que no se procure aumento temporal, ni espiritual, por los medios que los seglares lo hacen; porque no harán lo uno, ni lo otro, sino que se fíen de Dios, y vivan en recogimiento. Porque algunas veces piensan que hacen provecho a los seglares, y a nuestra Orden, en comunicarlos mucho, y antes pierden crédito, y sacan daño en sus espíritus. Y pensando pegarles espíritu, traen ellos el de los seglares, y sus modos: y así saca mucho provecho el demonio. Porque por la solicitud en lo temporal, entra el espíritu de distracción en la Orden, y tiniebla en el espíritu».

2. «Que procure tener en sí, y para los demás la memoria destas cosas. Y que cualquiera cosa que se haya de determinar, ponerla primero en recogimiento de oración; por que pueda tener tanto espíritu, como entiende, y haga efecto lo que enseñare, y mandare. Y que procure tener tanto espíritu para sí, como sabe para los otros».
Notas


1. Desde el cielo celaba santa Teresa la abstracción de sus hijos, y así dio este aviso, para que ya que era forzoso socorrerse, como lo hacen los seglares (porque vivimos en cuerpos mortales) no sea con los modos de los seglares.

2. A dos cosas puede mirar este aviso. La primera, a lo interior. La segunda, a lo exterior. A lo interior, fue decirles a los religiosos: Forzoso es que el prior busque con qué se sustente su convento, como lo es que el seglar busque cómo sustente su familia; pero el prior, y la priora lo busquen, puesta toda su confianza en Dios, y pidiéndolo primero a Dios, y con aquella seguridad que Dios ofrece en la fe, en la esperanza, y amor de Dios; y teniendo presente, que quien sustenta los gusanos de la tierra, no dejará que mueran de hambre sus siervos (Mt 10,29 Mt 10,31); y lo que dijo su divina Majestad, que pues alimenta los pajarillos del campo, bien sustentará a los que le aman, y tratan de agradarlo, y de servirlo, no dejando los medios, sino teniendo presente a Dios en los medios.

3. De aquí resulta (y este es el segundo fin de este aviso) que con esto se despide un axioma común, que dice: Poner los medios, como si no hubiera Dios; y acudir a Dios, como si no hubiera medios. [332]

Porque deste axioma, la primera parte: Poner los medios, como si no hubiera Dios, tiene malísimo equívoco; porque en los medios, y en los fines, y en todo hemos de obrar, como si hubiera Dios, y con Dios, y para Dios, y por Dios. Y no hay buenos medios, ni remedios sin Dios; y lo que es más, ni es bien querer sin Dios los medios, ni los remedios.

4. Y aunque veo, que el intento del que inventó este adagio, no fue decir, que fuesen sin Dios los medios, sino que se apliquen con esfuerzo, y con calor; todavía para templar, y moderar, y dar acierto al esfuerzo, y al calor de los medios, es menester no perder, ni un punto a Dios, y tener presente a Dios, y que los medios no se hallen en ningún tiempo sin Dios; porque sin Dios los medios, más son daños que no medios, ni remedios. Y esto es lo que dice en este aviso la Santa.

5. Lo interior, de que han de cuidar los superiores, para diferenciarse de los seglares, es no buscar el sustento, dando de lo espiritual por lo temporal; esto es, no apartándose de su instituto, por el aumento temporal de la casa. Porque si la comida me costase la virtud, y tanto fuese yo perdiendo de lo bueno, cuanto me fuesen dando del sustento, sería desdichada granjería dar de lo del cielo por los bienes de la tierra, y quitar de la disciplina regular en lo espiritual por tomar de lo temporal, y dar las virtudes por los dineros, y dar los bienes eternos por los temporales.

6. Esto sucedería, si se hiciese con granjerías ilícitas, si se enredasen en haciendas superfluas, si esto lo obrasen con tanta ocupación, que ahogasen al espíritu, y apagasen el fervor de la caridad, y desterrasen la quietud de la abstracción, y contemplación.

Y así la comida, y sustento de los religiosos se ha de granjear en los principios, en los medios, en los fines, en lo interior, por Dios, con Dios, y para servir a Dios, para que su divina Majestad la bendiga, y haga que se logre en su servicio. Por eso discretamente algunos llaman a la comida de la religión, bendita, y a la de algunas casas seglares mal gobernadas, maldita.

7. Porque el religioso la busca, y pone los medios con Dios, de Dios, y por Dios: va a buscar la limosna, y la pide por amor de Dios: danle el pan, la fruta, y el pescado, y dice: Sea por amor de Dios. Llévala a la casa, y dala a mi hermano cocinero, y le dice en entrando: Deo gracias, y añade: Guise esto por amor de Dios. El cocinero lo hace todo por Dios; y si le dan prisa, la mayor cólera dice: Acabe, hermano, por amor de Dios; y él responde: Tengan paciencia por amor de Dios. Llévanla al refitorio, y recibe la bendición del prelado, y la de Dios: y entre lecciones santas, y de Dios, se sustentan siempre, tratando de Dios; y danle luego las gracias a Dios de aquel sustento: y así todo ello está lleno de bendiciones de Dios.

8. Por el contrario en algunas casas mal gobernadas de seglares, todo está lleno de maldiciones. Porque dice el mayordomo al amo, que le dé dinero para el sustento de la casa, porque no tiene un real. Responde, que no le tiene, que lo busque. El otro renegando sale jurando, votando, y maldiciendo: ¿que cómo ha de sustentar a la casa sin dinero?

Pasa luego este ruido al dispensero; y él con otros tantos reniegos, y juramentos pone las mismas dificultades. Al fin, a fuerza de diligencias, [333] entre infinitas maldiciones, se va a una dispensa, y se trae con otros tantos reniegos la comida: aderézanla, y al pedirla, y al darla, y al comerla, todo es pendencia, disgustos, maldiciones, y disensiones; y así a este género de comida, no hay que admirar la puedan llamar, maldita.

9. Destos modos han de huir los religiosos, y aun los seglares, procurando que la intención sea de Dios; el disponer los medios con Dios; el sustentarse para servir a Dios; si hallan lo que buscan, dar gracias a Dios; y si no hallan, pedir, y tener paciencia por Dios; porque desta suerte no he visto hombre sin sustento: Non vidi justum derelictum, nec semen ejus quaerens panem (Ps 36,25).



1011

Aviso XI

Para el padre provincial.


También me ha dicho nuestra Madre santa, diga a vuestra paternidad: «Que no haya reelección de priores, porque importa por muchas cosas. La primera, porque aunque importa mucho ayudar a los otros, importa más el aprovechamiento propio de cada uno, y lo bien que parecerá ser súbditos, los que han sido prelados, y será de grande ejemplo; y los priores nuevos iranse imponiendo. Y que aunque estos no tengan tanta experiencia, que los que han sido priores, los podrán aprovechar, tomando su consejo; aunque no queriéndose meter a dárselo ellos, ni entremeterse en alguna cosa de gobierno, sin pedírselo. Porque se me ha dicho, que importa mucho, que sean de veras súbditos, los que han sido prelados, y lo parezcan, para ejemplo de los otros, y no piensen los demás que no se pueden hallar sin mandar, y gobernar. Y que parezcan súbditos, como si nunca hubieran sido priores, ni lo hubiesen de volver a ser, no contando lo que ellos hacían en sus oficios, sino aprovecharse a sí mismos; y desta manera harán gran provecho, cuando lo vuelvan a ser».
Notas


1. Este es aviso, y explicación: y así no es necesaria la nota, pues el aviso, y la explicación son de los cielos. Harto dudosa es la cuestión entre los políticos, si conviene que los oficios sean perpetuos, o temporales: y sobre esto discurren dilatadamente los estadistas.

2. Yo, antes que viese este aviso de la Santa, solía decir, que en siendo buenos los superiores, y procediendo bien, habían de ser eternos. Porque si no, se quita el gobierno al experimentado, y al justo, y al celoso, y al cuerdo, y al que tiene contentos a los súbditos, al que [334] los mejora con su ejemplo, y confirma con su fervor, para dar el gobierno a quien lo ha de gobernar todo con un incierto, y mal seguro acierto.

Y por el contrario, si son malos los gobernadores, y notablemente malos, no habían de aguardar a que acabase el trienio; pues a tres años de mal gobierno, pueden trabucar el mundo, y dejarlo sin remedio, ni gobierno.

3. También veo, que tres gobiernos que estableció Dios, el de los jueces, y el de los reyes, y el de los pontífices, todos fueron perpetuos. El de los jueces en Moisés, y sus sucesores, hasta Samuel. El de los reyes en Saúl, y sus sucesores, hasta Sedecías, y el de los pontífices desde san Pedro, hasta el fin del mundo. Y señal es esta, que es buena la reelección, y por decirlo mejor, la perpetuidad de los gobiernos.

4. Pero puede responderse, que eso se entiende en los gobiernos, que establece Dios: pero en la elección de los hombres, y más en vida regular, interior, y espiritual, suele ser la ruina de la religión, la reelección, como aquí advierte la Santa.

Y así comúnmente es lo mejor, y más bien recibido el mudarse los gobiernos por número de años, y por los tiempos limitados, por lo que aquí se dice en la revelación.

5. Y añade entre otras conveniencias: Que los que fueren mandando, hagan oficios de obedecer, por dos razones, espirituales, y discretas.

6. La primera, por que no se les olvide con el mandar el obedecer, respecto de que esta nuestra naturaleza, aun en el muy perfecto, en acostumbrándose a mandar, se le va olvidando de suerte el obedecer, que huye del obedecer, acostumbrado a mandar; y huir del obedecer, es huir de la humildad, y de la obediencia; y huir de la humildad, y de la obediencia, es huir del cielo, e irse acercando al infierno.

7. La segunda, porque sabiendo prácticamente obedecer, sepan después prácticamente mandar; porque habiendo sentido en sí la amargura del precepto, será después dulce al mandar, y sabrá dar suavemente los preceptos; y cuando sufra en sí la condición del prelado, moderará después la condición al ser prelado, y dos onzas de juicio práctico, enseñan más que cien arrobas de juicio especulativo.

Sepa el religioso qué es ser azotado, y azotará con blandura siendo prelado. Coma el pan negro siendo súbdito, y vea lo que lo sienten los súbditos, y buscará parar sus súbditos, siendo superior, el pan blanco.



1012

Aviso XII

Para el padre provincial.


1. Hoy día de los Reyes me ha dicho, que diga al padre provincial: «Que una barahúnda que corre entre los religiosos, de que no hace penitencia, y trae lienzo, que ha sido razón tenerla; porque muchos de los súbditos, que no son amigos de su regalo, no miran la necesidad, [335] y trabajo, y lo que padece por los caminos, sino un día que llega de huésped, si comió carne, y tomó un poco de regalo por su enfermedad: y tiéntanse, y apetecen ser prelados; y que por esto, que le vean también penitente, aunque no sea con mucho secreto, por el buen ejemplo».

2. «Que alabe mucho la penitencia, y reprenda cualquier exceso, y demasía en las comidas; porque como no dañe a la salud, toda penitencia, aspereza, y menosprecio ayuda mucho al espíritu».

3. «Que procure desterrar con rigor, si no bastare la suavidad, todo lo que fuere cualquiera punto de relajación de regla, y constituciones, porque de ordinario estas cosas tienen pequeños principios, y grandes fines».
Notas


1. Es este aviso el cimiento, y fundamento de la regular enseñanza, que consiste en la fuerza del ejemplo, de que acabamos de hablar: Que exhorte el prelado a la penitencia a los súbditos, con el ejemplo, y las obras. Más edifica un prelado callando, y obrando, que no obrando, y predicando. Más persuade con ir al coro, para que vayan al coro, que con predicar una hora todos los días, diciendo divinidades sobre que vayan al coro.

2. El edificio del aprovechamiento interior de los súbditos, no se debe a la voz de sus prelados, sino a su ejemplo, y sus virtudes. Por eso se llama al obrar bien, edificar, y no se llama así al hablar bien; porque obrando, principalmente se edifica, como en esto material obrando se edifican las casas, y no hablando.

3. El Señor primero fue humilde, para enseñar la humildad; y primero padeció para enseñar a padecer; y primero tomó la cruz, para que sus discípulos le siguiesen en cruz: porque andar el prelado sin cruz, y decir a los otros que la tomen, y le sigan con ella, parece que es enseñanza farisaica, de la cual decía el Señor: Omnia quaecunque dixerint vobis, servate, et facite; secundum opera vero eorum nolite facere (Mt 23,3): Haced lo que os dicen, pero no lo que hacen; pues poniendo grande carga en los hombros ajenos, no querían ellos ni aun con el dedo tocar, ni aliviarles la carga.

4. Por esto no convertían los fariseos; porque cuanto hacían con la voz, deshacían con el ejemplo perverso. Y por el contrario, el Señor, y sus Apóstoles edificaban obrando, y enseñaban hablando, y ejecutando: y a los que atraía a sí la virtud de sus obras, alumbraba, y guiaba la luz, y fuerza de sus palabras.

5. La virtud que aquí aconseja la Santa que obre, y persuada este superior, es la de la penitencia; y en esto se conoce que es doctrina bajada del cielo, y por no predicarse frecuentemente en los púlpitos, temo que está perdida la tierra.

6. Tres predicadores grandes ha habido en el mundo, que los han excedido [336] a todos. El Hijo de Dios, que predicaba su misma palabra, y ese comenzó a predicar penitencia: san Juan Bautista, y ese predicaba bautismo de penitencia: san Pedro, vicario de Cristo, y ese comenzó predicando penitencia.

¿Pues quién ha desterrado de los púlpitos la penitencia? ¿Cómo nos olvidamos de predicar penitencia? ¿Crecen los pecados, y se olvida la penitencia? Esto no es dar al traste con el mundo los pecados.



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Aviso XIII

Para sus hijas las Carmelitas descalzas.


Hoy día de los Reyes, preguntando a esta presencia de nuestra madre, ¿en qué libro leeríamos? Tomó una cartilla de la doctrina cristiana, y dijo: Este es el libro, que deseo lean de noche, y de día mis monjas, que es la ley de Dios. Y comenzó a leer el artículo del Juicio, con una voz que estremecía, y espantaba, la cual se me quedó en los oídos algunos días, y descubrió una máquina de doctrina altísima, y la perfección a que llega una alma por este camino; y así no puedo arrostrar a enseñar cosas altas a las almas que tengo a mi cargo, sino ando con gran deseo de enseñarlas las cosas de la cartilla, e imponerlas en esto. Y para mí apetezco a leer en la doctrina, que me parece hay bien que aprender; y no sé qué tesoro hay en ella para mí. Procuro aficionarlas a cosa de humildad, y mortificación, y ejercicio de manos. Lo demás les dará nuestro Señor, cuando convenga.
Notas


1. Este santo consejo, que santa Teresa les envió del cielo a sus hijas, de que el libro en que más les conviene leer de día, y de noche, es la cartilla de la ley de Dios, no sólo es consejo de la Santa, sino del santo rey David, a quien se lo dictó el Espíritu Santo, cuando dijo: Lex tua tota die meditatio mea est (S. 118, v. 97): Señor, tu ley es todo el día mi meditación. Es como una mujer, que se precia de bien prendida, y anda todo el día con el espejo en la mano (y aun algunas dicen, que lo traen en la manga) para mirarse, si está bien prendida, o bien presa de su amor propio. Estas mujeres bien se ve, que ni ellas se quieren mal, ni quieren ellas que las quieran mal.

2. Así ha de ser el alma santa en lo bueno, como es la loca en lo vano. Ha de tomar el espejo de la ley del Señor perpetuamente en la mano, y mirarse a ella, y pulirse, y adornarse, y examinarse con ella, no saliendo un punto della.

Ha de preguntarse por toda la ley, y ha de ajustar sus obras, palabras, [337] y pensamientos a la santa ley, mirando su alma en la santa ley; y en viendo cosa en sí, que no se ajuste a la ley de Dios, arrojarla, y apartarla de sí, y volverse luego a ajustar a la ley del Señor.

3. Por eso la buena Esposa del Señor ha de tener presente siempre sus constituciones, y en ellas, como en un espejo, se ha de estar mirando, y ejercitando. Y sería conveniente, que estuviesen impresas, y tuviesen muchas copias de ellas, para las que están impresas en el papel, mirándose como en un espejo en ellas, las impriman en su corazón.

4. Yo me acuerdo, que sirviendo una iglesia, en que había un gran número de monjas, sujetas a la dignidad, le concedí 40 días de indulgencia a la religiosa que leyere las constituciones, y se registrase a ellas; y si cada día lo hacía, cada día se las concedía, y hallaban en ello aprovechamiento.

5. Es verdad, que esto mismo lo han de hacer perfectamente, como lo hacen imperfectamente las del siglo; porque estas se gobiernan por su propio amor; pero las esposas del Señor lo han de hacer todo por el amor, y con el amor de su Esposo, y sólo por agradarle: y para agradarle han de andar con el espejo de las constituciones, y cartilla de la ley de Dios en las manos; y esto con tal amor, que lo gobierne más el amor, que no el temor. Y de tal manera guarden las constituciones, y con tal amor, que aunque no hubiera constituciones, fueran sus constituciones el amor de su Esposo.

6. Este pues que aquí llamamos espejo, llama santa Teresa la cartilla; porque allí han de aprender la ciencia del espíritu, pues en las constituciones les enseña la clausura, la pobreza, la obediencia, y la caridad, y todas las demás virtudes de su santa profesión.

Allí hallarán el maestro, y el magisterio, y todo cuanto han de aprender, y saber en la vida del espíritu. Y yo fiaré poco de religiosa, ni de alma que no tenga siempre a la vista, como David, esta celestial cartilla de la ley del Señor, sus constituciones, y obligaciones; atendiendo a lo que miran, y atendiendo no sólo a las voces, sino a las señas del Señor: esto es, a las inspiraciones, y movimientos interiores del Espíritu Santo.

7. Así dice el santo rey David: Sicut oculi ancillae in manibus dominae suae, ita oculi nostri Dominum Deum nostrum, donec misereatur nostri (S. 122, v. 2): La buena sierva, no sólo está atenta a lo que manda su señora con la voz, sino a lo que manda por señas con la mano; y está no sólo oyendo la voz, sino mirando a la mano, para obedecer a lo que ordena por señas. Así ha de hacer el alma santa en Dios.

8. También esta cartilla, y espejo en las almas, para mirarse, reformarse, y aprender, puede ser un Cristo crucificado. ¡Oh qué espejo! ¡Oh qué hermosura! ¡Oh qué luz! ¡Oh qué doctrina, que está enseñando en la cruz!

Esta cartilla le ofrecía san Francisco, serafín de la Iglesia, a un religioso suyo, que le pedía un Breviario, o Biblia, para aprender las Escrituras; y el santo, celoso de su evangélica pobreza, juzgando que era contra ella, que tuviese otro Breviario más del común, habiéndoselo negado diversas veces, diciendo, que acudiese al de la comunidad; volviéndole [338] a importunar, le dijo, que no quería darle Breviario. Y preguntándole el fervoroso religioso: ¿Por qué no? le respondió: Porque en dándote el Breviario, me pedirás que te dé un criado. El religioso dijo: ¿Pues para qué yo he menester criado? Respondió el santo: Para poder decir: Ola, daca el Breviario. Y añadió: Tu Breviario, hijo, y donde has de aprender lo que te conviene, sea un Cristo crucificado. Como si dijera: Para cumplir con el rezo, ya tienes el Breviario del convento: para aprender, mira hijo a un Cristo crucificado.

9. Respondió como serafín de pobreza, y de amor. De pobreza, celándola con tal extremo, que aun lo muy permitido, y honesto le negaba a su hijo, y lo contenía en lo preciso, para que no pasase a lo superfluo. Y de amor, pues lo encamina a origen de amor, que es un Cristo crucificado en la cruz, por nuestro amor.


(Otros seis documentos, y avisos, que santa Teresa dio a una hija suya, y a otro prelado de la reforma, después de muerta).




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Aviso XIV

1. Ama más, y anda con más rectitud, que el camino es estrecho.
Notas


1. Estos seis documentos que se siguen, también los dio la Santa, según refieren las corónicas, desde el cielo: y ellos son tan espirituales, y santos, que se conoce con evidencia, que es doctrina celestial, aunque no vinieran desde el cielo.

2. Este primero, es el primero con razón, pues se funda en el primero de los preceptos del Decálogo: Amarás a Dios, y dice: Ama más. Una cosa es decir: Ama, y otra, y mayor el decir: Ama más. El amar ha de ser de todos: pero amar más es de pocos, a quien Dios porque los ama más, hace que le amen más, y más.

3. No te contentes, dice la Santa, con amar, sino con amar más hoy que ayer; y amar más mañana que hoy; y cada día ama más, y más, y más.

Cuando el Señor explicó este mandamiento, lo explicó con grande ponderación, porque no dijo sólo: Ama a Dios, como en todos los demás preceptos: No mientas: No adulteres: Honra a tu padre, y a tu madre, sino que dijo: Ama a Dios de todo tu corazón, de todo tu entendimiento, y de todas tus entrañas. Como si dijera: Ama a Dios del todo, y de todas maneras, y en todos tiempos. Ama a Dios más, y más, que a todo, y a todos. Todas las demás virtudes tienen sus tiempos determinados, y puede haber casos en que no se puedan ejercitar. Porque el guardar las fiestas cesa, cuando no son días de fiesta: el no jurar cesa en muchas ocasiones, que no se ofrece, ni la necesidad, ni la ocasión de [339] jurar: el no mentir cesa en el tiempo del silencio: la sensualidad en apartando la ocasión: el ayuno, en faltando las fuerzas. Pero para guardar el precepto de amar a Dios, siempre es ocasión, siempre es tiempo, y siempre es posible, y siempre es fácil; y siempre, y en todo tiempo es muy suave, útil, y gustoso, acomodado, deleitoso, y agradable.

4. Porque así como en todas partes está Dios, y todo lo llena, lo alegra, lo vivifica, lo ocupa; en todas puede el alma amarlo, servirlo, agradarlo, y adorarlo: ni falta la materia, ni falta el tiempo, ni falta el sujeto, ni falta el objeto, ni cansa; antes deleita la ocupación. Y así alma (dice santa Teresa): Ama más; y en amando más, vuelve a amar más, y no te sacies de amar a aquel Señor, que no se sació de amar, y de morir por tu amor. Y así me admiro, que haya quien diga, que este mandamiento de amar a Dios está implícito en el no ofender a Dios, y en los demás del Decálogo: y con cumplir aquellos, se cumple este, y eso basta; conque en todo rigor parece que nos dejan nueve Mandamientos, porque quitan el primero, y el mayor, librándolo en los demás, y no sé si diga, y cautivándolo en ellos.

5. También me entristece mucho, que haya otros que digan, que este mandamiento de amar a Dios, sólo obliga en casos muy raros, peligrosos, y contingentes; y que pueden lícitamente pasar mucho tiempo sin amar a Dios las almas: conque cuando Dios puso más fuerza, y ponderación en el precepto, la ponemos nosotros menor, y más dilatada en la ejecución.

Y así aunque sea precepto afirmativo, pero es tan eficaz, necesario, conveniente, suave, fácil y útil, que es menester que le demos repetida ejecución; porque una cosa tan debida, como amar a Dios, ¿cómo es posible, ni verisímil, que admita tantas, y tan grandes dilaciones, como consienten estas, y otras opiniones?

6. Pero dejemos esto a los teólogos morales, y vámonos a lo místico, y a lo seguro, con que se salvó santa Teresa, y todos los santos del cielo. Ama más, y más, y más a un Dios, que cada día te ama más, y más; pues cada día más te sufre, y perdona más, y más. Demos al no amar las dilaciones, y al amar más, y más las ejecuciones; sigamos esta opinión, dejando otras opiniones.

7. No se queda aquí la Santa, sino que añade: Y anda con más rectitud. Pasó del amar al obrar, y de la raíz al árbol; y del árbol a la fruta. Como quien dice: Ese amar, alma, redúcelo de amar a obrar, y ese obrar sea dentro del amor.

Crezca la pureza del obrar, al paso que crece en tu alma el amar. Sea un reloj concertado tu amar, y tu obrar, tal que el espíritu de este reloj sea el amar, y sea el obrar la mano que señale la hora, y calidad de tu amor. Las obras son la mano de tu reloj, que señalan su concierto; y como anda el espíritu allá dentro, anda la mano acá fuera. Malas obras, desconcertado reloj. Buenas obras, buen espíritu, y reloj. Amor sin obras, más es engaño, que amor. Obras sin amor, son cuerpo sin alma; porque les falta el amor. Amor, y obras, componen toda la armonía, y música suavísima, que alegra, recrea, y entretiene a los oídos de Dios.

8. Si tengo caridad sin obras, y no responden, ni corresponden estas a la caridad, temo que no es caridad; pues nos dijo el Señor: A fructibus [340] eorum cognoscetis eos (Mt 7,16); que por las obras (como por la fruta el árbol) conoceríamos cual sea la caridad.

Por el contrario, si tengo obras (como nos dice san Pablo) prodigiosas, admirables, y estupendas, pero no tengo caridad: Factus sum velut aes sonans, aut cymbalum tiniens (1Co 13,1): Soy como la campana, que llama a los otros a la iglesia, y está fuera de la iglesia. Su voz es de perfección, su materia de metal.

9. Añade una razón admirable, y eficaz, no sólo para amar, y obrar, sino para amar, y obrar cada día más, y más, y es: Que es el camino estrecho. Y son palabras de vida, y de vida eterna; pues son del que es vida, camino, y verdad eterna, cuando dijo: Arcta via est, quae ducit ad vitam (Mt 9,14): Estrecho es el camino que lleva a la eterna vida.

Camino estrecho, áspero, dificultoso, por sierras, por breñas, por asperezas, no puede andarse, ni vencerse, sino con grande fuerza de amar, y obrar.

10. A esto mira también lo que dice el Espíritu Santo, que obremos por alcanzar, seguir, y conseguir lo bueno, lo santo, lo perfecto, lo justo, y lo honesto, no sólo con diligencia, no sólo con ansia, no sólo con perseverancia, no sólo con afecto, sino con agonía, que es la más fuerte ponderación de la dificultad de la empresa, y de la ansia del que ha de ocuparse en ella: Pro justitia agonizare, et usque ad mortem certa pro justitia (Eccl. 4, v. 33): Busca lo bueno con ansia, y con agonía hasta morir. ¡Oh qué engaño, pensar que el camino del cielo es ancho, y acomodado, y que callen en él los deleites de la vida; mucho amar al mundo, y mucho apetito a la carne, grandes gustos, y recreaciones! ¡Oh qué engaño! ¡Oh qué perdición! ¡Qué daño! No es sino estrecho, penitencias, lágrimas, contrición, dolor, y desnudez de pasiones, de vicios, y apetitos. Este es camino del cielo, y buscarlo con ansia, con agonía, no sólo al vivir, sino hasta morir dure esta ansia, y agonía.

11. Esta ansia, y agonía, que se aplica a caminos muy estrechos, y a grandes dificultades, quiere la Santa que sea amorosa agonía; porque el amor todo lo vence, lo allana, lo facilita, y suaviza; y este da aliento, y esfuerzo para vencer no sólo lo dificultoso, sino lo que parece imposible.

Esto que parece imposible a nuestra debilidad, que es salvarse con la gracia del Señor, lo ha de vencer el amor; y deste amor ha de nacer la agonía de salvarse, y esforzarse cada día en amar, y en obrar más, y más; y no cesar de amar, de caminar, y de obrar, como dice san Pablo: In agone (2Tm 2,2), como quien está en una agonía, y en una lucha, en que no va menos que el morir, o el vencer; el morir eternamente, para padecer eternamente, o gozar eternamente de Dios.



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Aviso XV

Los del cielo, y los de la tierra seamos una misma cosa en pureza, y en amor; los del cielo, gozando; los de la tierra, padeciendo: [341] nosotros adorando la esencia divina; vosotros, el santísimo Sacramento; y di esto a mis hijas.
Notas


1. Este es admirable documento, y en él quiere la Santa desde el cielo, que sea la tierra cielo. Esto sucederá en tres cosas, que aquí señala. La primera, que los de la tierra procuren parecerse en la pureza a los del cielo. La segunda, que los de la tierra amen a quien aman los del cielo. La tercera, con que adoren con reverencia profunda al santísimo Sacramento en la tierra, como adoran a la esencia divina los del cielo; pues en el santísimo Sacramento se halla la divina esencia, que está en el cielo, y la tierra, y a más de eso está encarnado el Verbo eterno.

2. Con esto enseña cuatro cosas: la primera, que viva el alma en pureza, y que cada día más, y más se limpie, y se purifique, porque las pasiones del alma son el destierro de su gracia; y tanto entra de Dios en nosotros, cuanto sale de impureza de nosotros; tanto va entrando de luz, cuanto sale de tinieblas.

Toda nuestra habilidad consiste en vaciar el corazón de deseos, de propiedades, de asimientos, de cosas que impiden el habitar Dios en nuestro corazón; pues en teniendo desocupada el alma de lo que a Dios embaraza, toda la ocupa con su gracia, con su luz, con sus virtudes, consigo mismo; y en estando Dios en el alma bien servido, y adorado, gobierna, guía, alumbra, purifica, y limpia Dios el alma; y aquella alma en la tierra está como las almas del cielo, sino en el gozo de la visión beatífica, en el gozo del amor; sino en los efectos inefables de la gloria, en los efectos admirables de la gracia.

3. La segunda cosa que enseña es, que viva el alma en amor; y eso depende mucho de la pureza, porque si el alma está pura, y limpia, y sólo tiene a Dios en sí, y no deseos vanos, ni propiedades, ella andará enamorada de Dios; y si ella anda enamorada de Dios, ella conservará pureza, y se darán las manos la pureza, y el amor; porque el amor purifica, y la pureza dispone a mayores incendios del amar, por la pureza.

4. Algunas veces me he puesto a considerar, cuál es lo que comienza primero en las almas, ¿la pureza del obrar, o el amar? Porque parece que el amor es el que encamina a la pureza, respeto de que el amor procura no disgustar a quien ama, y así la pureza se debe toda al amor.

Por otra parte veo, que la pureza es la que trae a sí el amor: y no entrara en el alma el amor, si no le hiciera el paso, y le abriera la puerta la pureza. Porque en estando puro, y limpio el corazón, como no puede dejar de amar el humano corazón, ama al Señor, que limpió su corazón, y sucede a la pureza el amor, como el efecto a la causa, o el suceso a la proporcionada disposición del suceso.

5. En esta duda yo creería, que la gracia es la que promueve la pureza, y esta dispone, y llama al amor; y este amor, como va creciendo en el alma cada día, la promueve a más, y mayor pureza; y esta pureza creciendo hace, y dispone cada día a más amor; y este mismo amor, al paso que crece en el alma, la promueve a más pureza, tanto [342] cuanto fuere creciendo en amor; y tanto va creciendo de pureza en el amar, en el querer, en el desear, en el obrar, cuanto se aumenta el amar.

6. Lo tercero que enseña es, que lo que en las almas bienaventuradas es gozar, sea en esta vida en las almas santas padecer. Las del cielo (dice) gozando; las de la tierra padeciendo. Conque nos enseña, que el cielo en esta vida no se fabrica, como en la eterna gozando, sino padeciendo: y esto por muchas razones.

7. La primera, porque no es posible, que llegue a tener amor pacífico en el alma la misma alma, sin vencer por la gracia las pasiones de el amor mundano: para vencer, y desterrar del alma las pasiones, es menester primero, padecer, y pelear, hasta ahuyentarlas, y desterrarlas del alma. De que se sigue, que no puedo llegar a la gloria, y paz del amor en el suelo, y hacer a mi alma con esta paz, gloria, y cielo, sin padecer, y penar, para arrojar de mi alma las pasiones, porque entre Dios en el alma, que es el que hace al alma cielo.

8. Lo segundo, porque no sólo el padecer hace cielo el suelo, como causa de ir al cielo los del suelo, pues con el padecer se fabrica el ir al cielo desde el suelo, sino porque en el alma enamorada el mismo padecer es ya cielo, y consuelo, y alegría. Y como en el cielo se goza con deleites, y coronas de gloria inmortal, en el suelo se goza con penas, y tribulaciones, y aflicciones, que nos llevan a aquella inmortal corona; y como allá alegra el ver a Dios, acá alegra el padecer por Dios: y lo que hace allí la gloria para alegrar a las almas en la patria, hace aquí el amor, y la caridad divina por las penas, para alegrar a las almas en el destierro. Y como dice aquí santa Teresa, todos gozan, y son unos los de la Iglesia triunfante, y la militante; aquellos gozando, y estos mereciendo; aquellos gozando de Dios, estos sirviendo a Dios: aquellos alegrándose de ver a Dios, y estos alegrándose de padecer por Dios.

9. Con lo cuarto que enseña, allana una grande diferencia entre los del cielo, y los de la tierra: y es, que pueden los del cielo decir, que tienen grande ventaja a los de la tierra, en que ellos ven a Dios, pero que nosotros no vemos a Dios.

A esto responde la Santa, y nosotros con la Santa podemos responder, que también vemos a Dios como ellos, aunque no le vemos de la manera que ellos.

10. Porque el santísimo Sacramento, y el Señor que vemos sacramentado, es el mismo Hijo de Dios, que ellos ven sin el misterio, y nosotros miramos, y adoramos sacramentado en el misterio: y tan Dios es el Hijo de Dios sacramentado en la iglesia, como lo es en el cielo sin Sacramento, descubierto, y manifiesto.

11. Y si ellos gozan de la vista beatífica, nosotros podemos llamar beatífica el ver, y adorar este Sacramento, que si no beatifica en la gloria, que aquí causa, beatifica en la gloria, y bien que nos comunica: y que en una cosa les excedemos nosotros, si nos exceden ellos en muchas a nosotros: y es que nosotros vemos con grande mérito a lo que ellos ven sin mérito, aunque cesó la fe con la evidencia. Ven con más gozo, mas no con merecimiento.

12. Ellos ven al que nosotros recibimos; y más es en su manera el [343] recibir, que no el ver. Ellos gozan con lo que ven, y nosotros con recibir, para padecer por quien recibimos, y para gozar por quien padecemos, y a quien recibimos, y adoramos, y gozamos.

Finalmente, podemos decir los de la tierra, que desde que el Señor se quedó sacramentado en el suelo, ya las almas santas, y justas pueden tener por cielo al suelo, y hacer una vida celestial en la tierra.




Teresa III Cartas 1010