VIDA DE LA VIRGEN MARÍA-JOAQUIN CASAÑ - A TODOS LOS ESPÍRITUS AMANTES

A TODOS LOS ESPÍRITUS AMANTES

A todos los espíritus amantes,
Que en círculo de luz inaccesible
Forman anfiteatros celestiales,
Dijo el Padre común, ya no terrible

Vibrando rayos vengativos, antes
Con manso aspecto, grato a los mortales:
«Ya es tiempo de admitir a los umbrales
Del reino eterno los del bajo mundo,

Que su gemido y su miseria vence.
Y por que la gran obra se comience,
Muestre la idea del saber profundo
Su concepto fecundo,

La preservada esposa; que en saliendo,
El pacífico cetro de oro extiendo.

»Con general aplauso el universo
Se disponga á su próspera mudanza.
El Líbano sus cumbres aperciba,
Para el cedro gentil, nueva esperanza,
Que por mis manos fabricado y terso,
Arca ha de ser incorruptible y viva.
En santos resplandores se conciba,
Aunque de humanos padres; que el rocío
Al vellocino místico dos veces
Fiel, que pidió el más fuerte de los jueces,
Más abundante la tercera envío;
Y otra al caudillo mío
Vea la zarza ardiendo y que las llamas
Guarden fe a la verdura de sus ramas.

»Que todo ha de ser luz, todo pureza;
Instante de tinieblas, instante de ira
No le ha de haber en mi divina esposa.
Para ella el mar sus ímpetus retira,
El mar común de la naturaleza
En forma de muralla prodigiosa.
Sigue el orden del tiempo; mas reposa
Desde la eternidad en estos techos,
Por donde sin que cosa se lo estorbe,
Discurre por las fábricas del orbe,
Su trabazón y vínculos estrechos,
Con que por mí están hechos,
Considera y entiende; y en sus cumbres
Asiste, y se corona de sus lumbres.

»Tal conviene que sea el trono augusto
Que ha de ocupar el vencedor eterno.
La púrpura real, de que se viste,
Armas que han de poner yugo al infierno,
Encadenando al posesor injusto,
No participen del origen triste».
Dijo; y el serafín puro que asiste
A la altísima silla más vecino,
Despide alegre músicos acentos,
Responden luego voces e instrumentos,
Suena todo el palacio cristalino;
El júbilo divino
Pasó al limbo, y al fin se parecía
Que la naturaleza se reía.

Viose por las regiones altas luego
Mover las plumas cándidas, lucientes,
Descendiendo a la tierra, el ángel santo,
Como tal vez exhalación ardiente,
Dejando surcos rápidos de fuego,
A los ojos humanos pone espanto.
Y con divino (aunque corpóreo) manto
Al uno y otro estéril se presenta,
Progenitores tuyos, Virgen Madre,
Y el gran decreto del Eterno Padre
(Venerándolos ya por ti) les cuenta.
Así de culpa exenta
Viniste al mundo, hija de tu Hijo,
Del designio de Dios término fijo.

Pero ya es bien que de la nube escura
De alabanzas mortales
Saque, oh sol divino, tu luz pura,
Y a nuestro estilo y versos desiguales
(Sombra que se le opuso)
Sacro silencio y éxtasis suceda;
Que del discurso suspendiendo el uso,
Levante el alma a la tercera rueda.

L. DE ARGENSOLA



PLANTÓ EL CREADOR PARA EL ADAN PRIMERO

Plantó el Criador para el Adán primero,
Un paraíso, estancia aunque terrena,
De recreación y de belleza inmensa,
Tan puro y limpio que la mancha ajena
No pudo consentir, lanzando al fiero
Agresor primitivo de la ofensa.
Trazada la costosa recompensa
Del grave mal que el autor del mundo,
En vos plantar, oh pura Virgen, quiso
Segundo paraíso,
Y recreación para el Adán segundo.
¿Quién, pues, dirá que entre sus limpias flores
Hallar pudo la culpa alojamiento?
Ya fuera conceder al hombre vano
Más pura habitación que a Dios humano,
Huerto florido siempre, y siempre exento,
Y defendido sois de los errores,
Dando fragancia eterna sus olores,
No a Adán, vencido ya de la serpiente,
Mas al que oprime su soberbia frente.
Labor más noble, sólida y entera
Fue reparar el mundo y renovallo,
Estableciendo en él la Iglesia santa,
Y más difícil que lo fue el criallo;
Y si en aquella fábrica primera
Fue el primer hombre fundamento y planta
Y tuvo original justicia tanta,
En esta mejor fábrica segunda
Sois, Virgen, vos principio y fundamento;
¿Diremos que el cimiento
Fue ya minado de la culpa inmunda?
Obra tan rara y en la esencia trina,
Tantos y tantos siglos meditada,
Y enriquecida de costoso arreo,
¿He de pensar que de un error tan feo
Fue en el primero limen deslustrada?
Afirmaré mejor que la divina
Mente os previno, como piedra fina,
Para ilustrar en su labor el puesto,
Do siempre estriba el edificio enhiesto.

Préciase tanto el humanado Verbo
De Redentor, que no le satisface
Un simple modo de ejercer la hazaña;
Y si levanta al mísero, que yace
Rendido a manos del error protervo,
También con más ilustre y sabia maña
Querrá oponerse a la contraria saña,
Preservando tal vez el saludable
Socorro anticipado a la caída,
Pues siendo socorrida,
Se liberta del golpe inevitable.
Redención perfectísima, empleada,
¡Oh Reina!, en vos, cuyo dichoso empleo
Os pertenece por honor sublime;
Y a quien al sacro serafín redime,
Do no pudo la culpa alzar trofeo
La misma acción ejecutar le agrada
En vos; que no ha de ser aventajada
La muchedumbre angélica, superna,
A los honores de su Reina eterna.

Si en misteriosa voz la Iglesia os llama
De las vírgenes hoy virgen gloriosa,
Ya os concede purísima entereza,
No sólo en vuestra carne generosa,
Mas en el alma si el renombre y fama
Se ajusta a la razón y su firmeza;
Que la suprema virginal pureza
También al alma atiende y si la vuestra
Fuera despojo de la culpa aleve
(Bien que en espacio breve
La rescatara la invencible diestra)
No fuera virgen ya. Discurso osado
El que tan alta calidad os niega.
Yo en el alma y cuerpo, como juzgo y puedo,
Virginidad santísima os concedo,
Nunca ultrajada de la culpa ciega,
Ni obscuridad en sombra de pecado.
Sois virgen, pues, en el supremo grado,
Y el católico fiel en vos respeta
La integridad de virgen más perfecta.

Con alto acuerdo en la fachada y frente
Ya se ilustró de espléndido tesoro
El sacro antiguo templo venerando;
Tarjas, festones y coronas de oro
Su puerta ornaron que miraba a Oriente,
Siempre en los rayos de su luz brillando.
¿Qué adornos, pues, os negaremos, cuando
La Iglesia fiel divino templo os nombra?
Vuestra dichosa concepción sagrada
Es la oriental portada,
De quien la antigua fue figura y sombra.
No debe pues faltarle su riqueza
Aventajada y su luciente ornato;
Y el que a juzgar en contra se reduce,
Y el pórtico feliz mancha y desluce,
Es a la luz de la razón ingrato.
Remírese en el sol vuestra pureza,
El oro limpio ostente su fineza,
Cuyo divino resplandor contemplo
Siempre ornando la faz de sacro templo.

J. DE JÁUREGUI.

Baja venciendo la región del trueno
El alma de la Virgen inocente,
Y vestida de luces blandamente
Del ángel nubla el resplandor sereno.

Pasar le impide con letal veneno
Que entre humo arroja la infernal serpiente;
Miguel gallardo el arma reluciente
Blande al instante de coraje lleno.

De la espada a la fúlgida centella
Huye la astuta, cual de aliento escasa
Cayó del trono en que el Señor destella.

El Arcángel de nuevo la traspasa
Y la tiende a los pies de la doncella,
Quien la cabeza le conculca y pasa.

J. S. SEGURA.


SI ESTÁ DEL SOL VESTIDA

Si está del sol vestida y adornada
La que nació el eterno Sol en ella,
Si con sus plantas a la luna huella
Por unas pintas de que está manchada;

Y si también de estrellas coronada
San Juan vio esta bellísima Doncella,
Cuál será el cuerpo, cuál el alma della,
Cosa es de los mortales no alcanzada.

Si los ángeles puros siempre han sido,
Y por Reina la adoran con profundo
Acatamiento, ¿quién en su entereza,

De los hombres habrá tan atrevido,
Que ponga mancha, pues confiesa el mundo
Que no hay bajo de Dios igual pureza?

D. DE VEGAS.


DIÓNOS EN LA TIERRA UN AVE (G. SILVESTRE)

Dionos en la tierra un ave
La voluntad soberana,
Que, por su vuelo suave,
De la redención humana
Tuvo en el pico la llave;
La bendita ave es aquella
A quien por su dulce canto
Enviado a la doncella,
Dijo el paraninfo santo,
Postrado delante della:


: AVE MARIA.

Es águila que voló
Hasta el soberano nido,
Y al sacro Verbo cazó,
Y abreviado y encogido
En su vientre le encerró:
Dichosa Madre de aquel
Que en un ser juntó a los dos;
Si toda la gracia es él,
Estando llena de Dios,
Bien te dijo Gabriel:

GRATIA PLENA.

Está cosa muy probada
Que quedó sacra doncella,
Tu carne santa, sagrada,
Dios en corporado en ella,
Llena de Dios, endiosada.
¡Oh grandeza milagrosa,
Bendita Virgen y Madre,
Que en la carne gloriosa
Venga del seno del Padre
A ser una misma cosa!

DOMINUS TECUM.

La divina Majestad
Te hizo su relicario,
Abismo de su verdad,
Templo, custodia, sagrario
De la santa Trinidad:
Arca donde se atesora
Del cielo y tierra el consuelo;
Palacio donde Dios mora,
Puerta, escalera del cielo:
¡Tantas grandezas, Señora!

BENEDICTA TU.

Con el fuego de su amor,
Plata fina y oro fino,
Hizo electro el gran Señor,
Dando con su ser divino
Al humano más valor;
Y para que este metal
Fuese como convenía,
Tomó Dios el ser mortal
En la bendita María,
Porque no halló otra tal

IN MULIERIBUS.

Esta Virgen escogida,
A quien Dios por madre quiso,
Antes santa que nacida,
Fue el árbol de paraíso
Que nos dio el fruto de vida.
Consuelo tendrá el aflito
Que a su sombra se allegare,
E terná gozo infinito
Quien de la fruta gustare,
Porque el árbol es bendito.

ET BENEDICTUS FRUCTUS.

María, para ensalzarte
Usó Dios un gran primor:
Que por milagrosa arte
Lo mayor en lo menor,
Y el todo encerró en la parte.
¿Qué más hay que ver en ti,
Ni en lo mucho que te quiso
Que para salvarme a mí
Hiciese Dios paraíso
Y aposento para sí

VENTRIS TUI?

Huerto y cerrado vergel,
Donde nació el sacro lirio
Que da vida el olor de él;
Tu vientre fue el cielo impirio
Mientras Dios estuvo en él;
De allí salió Dios y hombre,
Celestial y nazareno,
Y tomó el dulce renombre,
De misericordias lleno,
Nombre sobre todo nombre,

JESÚS.

Y esta merced que sonó
En la voz de tu virtud,
Mi ánima engrandeció,
Y en el Dios de mi salud
Mi espíritu se alegró.
Porque te vido humillada
El Señor de las naciones
Te tienen por abogada
Todas las generaciones,
Siempre bienaventurada

SANCTA MARIA.

Virgen que en el cielo alcanzas
La más alta laureola
De las bienaventuranzas,
Y en una alabanza sola
El fin de las alabanzas;
Si se ponen a alabarte
Los ángeles y los hombres
Y si Dios quiere ensalzarte
Con títulos y renombres,
No hay otro como llamarte

MATER DEI.

Para ti más ensalzados
Loores no puede haber,
Ni para los desterrados
Mayor gloria que tener
A los dos por abogados;
Y pues el que está a la diestra,
En prueba de mi derecho
Las llagas al Padre muestra,
Muéstrale tú el sacro pecho
A tu Hijo, Madre nuestra,

ORA PRO NOBIS.

Pídele, Virgen sin par,
Que a nuestros ruegos se humille;
Que no hay cosa que pensar,
Que tú no puedas pedille
Ni que él te pueda negar.
Por el bien de los mortales
Has de ser intercesora,
Y sean tus ruegos tales,
Que nunca dañen, Señora,
Los peligros infernales

MISERIS PECATORIBUS.

¿Qué hacemos, pecadores?
Pues tenemos entre tantos
Tan buenos dos valedores,
Y propicios a los santos
Angeles por guardadores;
Llenos de fe y de esperanza,
Alabemos a María,
Por quien tanto bien se alcanza,
Y los cielos a porfía
Le den eterna alabanza,

AMEN.

G. SILVESTRE.

VIDA Y COSTUMBRES DOMÉSTICAS DE LA VIRGEN

Vistió la humilde Virgen lino y lana,
Honró en su estado al grande y al pequeño,
Ira, cólera o risa, ni por sueño
Mostró tener, ni turbación humana.,

De estatura de cuerpo fue mediana,
Rubio el cabello, el color trigueño,
Afilada nariz, rostro aguileño,
Cifrando en él un alma humilde y llana.

Los ojos verdes de color de oliva,
La ceja negra, arqueada, hermosa,
La vista santa, penetrante y viva.

Labios y boca de purpúrea rosa,
Con gracia en las palabras excesiva,
Representando a Dios en cualquier cosa.

ANDRÉS REY DE ARTIEDA.


STABAT MATER

La Madre piadosa estaba
Junto a la cruz, y lloraba
Mientras el Hijo pendía;
Cuya alma triste y llorosa,
Traspasada y dolorosa
Fiero cuchillo tenía.
¡Oh cuán triste, oh cuán aflita
Se vio la Madre bendita,
De tantos tormentos llena,
Cuando triste contemplaba
Y dolorosa miraba
Del Hijo amado la pena!
Y ¿cuál hombre no llorara
Si la Madre contemplara
De Cristo en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Piadosa Madre, si os viera
Sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo
Vio a Jesús en tan profundo
Tormento la dulce Madre,
Y muriendo el Hijo amado
Que rindió desamparado
El espíritu a su Padre.
¡Oh Madre, fuente de amor,
Hazme sentir tu dolor
Para que llore contigo!

Y que por mi Cristo amado
Mi corazón abrasado,
Más viva en él que conmigo;
Y porque a amarle me anime,
En mi corazón imprime
Las llagas que tuvo en sí;
Y de tu Hijo, Señora,
Divide conmigo ahora
Las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
Y de veras lastimar
De sus penas mientras vivo;
Porque acompañar deseo
En la cruz, donde le veo,
Tu corazón compasivo.
Virgen de vírgenes santas,
Llore yo con ansias tantas,
Que el llanto dulce me sea
Porque su pasión y muerte
Tenga en mi alma de suerte,
Que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore,
Y que en ella viva y more,
De mi fe y amor indicio;
Porque me inflame y me encienda
Y contigo me defienda
En el día del juicio,
Haz que me ampare la muerte
De Cristo cuando en tan fuerte
Trance, vida y alma estén;
Porque cuando quede en calma
El cuerpo, vaya mi alma
A tu eterna gloria. Amén.

L. DE VEGA.


SIN ESPOSO

Sin esposo porque estaba
José de la muerte preso;
Sin Padre, porque se esconde;
Sin Hijo, porque está muerto;
Sin1uz, porque llora el sol;
Sin voz, porque muere el Verbo;
Sin alma, ausente la suya;
Sin cuerpo, enterrado el cuerpo;
Sin tierra, que todo es sangre;
Sin aire, que todo es fuego;
Sin fuego, que todo es agua,
Sin agua, que todo es hielo;
Con la mayor soledad
Que humanos pechos se vieron,
Pechos que hubiesen criado,
Aunque virginales pechos,
A la cruz, de quien pendía
Un rojo y sangriento lienzo,
Con que bajó de sus brazos
Cristo sin alma, y Dios muerto,
La Sola del Sol difunto
Dice, con divino esfuerzo,
Estas quejas lastimosas
Y estos piadosos requiebros:
«¡Oh retrato victorioso,
Donde el Capitán Eterno,

Por dar a los hombres vida
Venció la muerte muriendo!
¡Oh, escala de otro Jacob,
Mas con tres pasos de Hierro,
Tan alta, que por subirla
Pies y manos puso en ellos!
¡Oh, caja de mis cuchillos!
¡Oh, mesa en que estuvo puesto
Aquel soberano Pan
Atravesado en el leño!
Pues solo nos han dejado,
Yo sin Hijo y vos sin dueño,
Consolémonos los dos,
Pues los dos nos parecemos.
Hízome Dios cruz divina
Para nacer de mi pecho,
Y a vos por mayor favor
Para morir en el vuestro.
Pues como a Dios os adoran
Ángeles, hombres y cielos,
Morir en vos fue lo más,
Y nacer de mí lo menos.
Más merecen vuestros brazos
Las horas que le tuvieron,
Que los años que los míos
Le dieron dulce sustento.
Madre suya parecéis
En darle al mundo aunque muerto;
Pero daisle mil Dolores,
Y yo le parí sin ellos.
Leona sois en el parto,
Aunque yo os le di Cordero,
Mas, pues que blanco os lo di,
¿Por qué me le dais sangriento?
Cuando en mi parto no os vi,
Y vos me veis en el vuestro,
Aunque pues fue sobre tablas,
Bien puede pensar maderos.
Bien me llamaron María
Por la amargura que tengo,
O porque vos, nave santa,
Habéis pasado mi estrecha.
Pero puesto que soy mar,
Tanta ventaja os confieso,
Que desde que fuistes fuente
En vuestras aguas me anego.
Fue del Espíritu santo
Mi virgen vientre cubierto,
Para que estando a su sombra
Sufriese el Sol tan inmenso.
Y aquí a la sombra de un árbol
Vivo de mi Sol tan lejos
Que con ser del cielo gloria
Amanece en el infierno.
Huerto me llamó mi Esposo,
Mas no pensé que mi huerto
Hubiera un árbol tan fuerte
Que tuviera a Dios en peso.
Aquel fruto soberano
Fue de mi vientre primero;
Nació como trigo en pajas;
Racimo me le habéis hecho.
¡Oh dulce leña de Isaac,
Llevada en hombros más tiernos!
¡Dadme esa estampa de sangre,
Pues que no me dais el cuerpo!»
Dijo la Virgen María,
Y dándole dulces besos,
Dio rosas y tomó rosas
La zarza verde en el fuego.
Corazón de piedra duro,
Quedad llorando deshecho,
Que la muerte de Dios hombre
Las piedras parte por medio.

L. DE VEGA.




VIDA DE LA VIRGEN MARÍA-JOAQUIN CASAÑ - A TODOS LOS ESPÍRITUS AMANTES