Origenes contra Celso 17

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17. El mito de Dioniso

¿Acaso no parecerán estas cosas, señaladamente si se entienden de la manera que se debe, mucho más sagradas que lo que se cuenta de Dioniso, engañado por los titanes, derribado del trono de Zeus, desgarrado por aquéllos, vuelto luego a componer, gozando así de una especie de resurrección, y subido por fin al cielo? " ¿O es que es lícito a los griegos aplicar mitos como ése a dar razón del alma y explicarlos figuradamente, y se nos cerrará a nosotros la puerta para dar una explicación congruente, en todo de acuerdo y armonía con las Escrituras, obra que son del Espíritu divino, que habitó en almas puras? Por donde se ve que Celso no entendió para nada el sentido de nuestras letras; de ahí que desacredite su propia interpretación, no la de las Escrituras mismas. De haber entendido lo que conviene a un alma que ha de vivir la vida eterna y qué deba pensarse de su naturaleza y de sus principios, no se hubiera así burlado de que el Inmortal haya venido a un cuerpo mortal, no a la manera de la reencarnación platónica, sino según otra teoría más alta. Y hubiera visto un con el fin de convertir a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mt 15,24), como dice misteriosamente la Escritura, y que bajaron de los montes; a ellas se dice en algunas parábolas (Mt 18,12-13 LE 15,4) haber bajado el pastor, que dejó en los montes las que no se habían descarriado.

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18. Vuelta sobre los cambios de Dios

Al insistir Celso sobre cosas que no entiende, él tiene la culpa de que nos repitamos, decididos como estamos a no dar ni la impresión de dejar en el aire nada de lo que dice. Dice, pues, seguidamente: "O Dios se cambia verdaderamente, como éstos dicen, en un cuerpo mortal, y ya antes se ha dicho ser imposible I2; o El, desde luego, no se cambia, pero hace que se lo parezca a los que lo miran, y entonces engaña y miente. Ahora bien, el engaño y mentira son de suyo cosa mala, y sólo a manera de medicina se pudiera echar mano de ellos/ con intención de curar a amigos enfermos o locos, o contra enemigos, para prevenir un peligro (cf. PLAT., Pol. 382c; 389b; 459cd). Pero ningún enfermo ni loco es amigo de Dios, ni tiene Dios por qué temer a nadie para prevenir un peligro por el engaño". A esto puede responderse, partiendo de la naturaleza del Logos divino, que es Dios, o de la naturaleza del alma de Jesús. Partiendo de la naturaleza del Logos decimos que, como la calidad del alimento, ajustándose a la naturaleza del niño, se transforma en leche en la nodriza, o como el médico lo prepara de acuerdo con la conveniencia del enfermo, y al más fuerte se lo ofrece más fuerte; así Dios transforma la potencia del Lagos, cuya naturaleza es alimentar al alma humana, de acuerdo con la capacidad de cada hombre. Y así, para unos, se hace, como dice la Escritura, leche espiritual sin engaño (LE 1); a otros, como más flacos, se les da como legumbre; a otros, ya perfectos ll, como manjar sólido (). Y no desmiente el Logos su naturaleza al hacerse para cada uno el alimento que es capaz de recibir, ni miente ni engaña.

Mas, si alguno supone el cambio en el alma de Jesús al venir al cuerpo, será cosa de preguntarle en qué sentido habla de cambio. Porque, si se entiende la sustancia o esencia, tal cambio no se da ni en el alma de Jesús ni en otra alma racional alguna. Mas, si se quiere decir que, mezclada como está con el cuerpo, padece algo por causa de éste y del lugar a que vino, ¿qué de extraño le acontece al Logos porque envíe, movido de su grande amor a los hombres, un salvador al género humano? Y es así que nadie de cuantos antes prometieran curar a los hombres pudo cuanto el alma de Jesús mostró por sus obras, y eso que, voluntariamente, por amor a nuestro linaje, condescendió con las miserias humanas. Esto lo sabe muy bien la palabra divina, y así lo dice en muchas partes de las Escrituras. De momento, sin embargo, baste citar un solo texto de Pablo, que dice así: Tened en vosotros los mismos sentimientos que tuvo en si Cristo Jesús; el cual, existiendo en forma de Dios, no tuvo por rapiña ser igual a Dios; sin embargo, se anonadó a sí mismo, tomando forma de esclavo, y, hecho a semejanza de hombre y visto en su figura como hombre, se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le hizo gracia de un nombre que está sobre todo nombre ().

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19. Argumentación "ad hominem"

Concedan otros a Celso que Dios no cambia, pero hace pensar a los que lo ven que ha cambiado; en cuanto a nosotros, que estamos persuadidos de que la venida de Jesús a los hombres no fue apariencia, sino verdad que salta a los ojos, nada tenemos que ver con la acusación de Celso. Sin"embargo, nos defendemos así: ¿No dices tú mismo, Celso, que por manera de medicina se concede echar mano del engañó y mentira? ¿Qué tendría entonces de absurdo que, si tal medicina había de curar, tal medicina se aplicara? Y es así que algunos razonamientos, dichos más bien con mentira que con verdad, suelen convertir a ciertos caracteres, como sucede con los razonamientos de los médicos con los enfermos. Mas esto sea defensa nuestra sobre otros puntos (cf. II 24). Tampoco es absurdo que el que cura a los amigos enfermos, cure también al género humano amigo con remedios que nadie usaría de propósito, sino habida cuenta con las circunstancias. Por el mismo caso, el género humano, que estaba loco, tenía que ser curado por métodos que el Logos veía ser acomodados a locos para volverlos al sano juicio. Pero dice también Celso que "cosas como ésas se hacen también con los enemigos, para prevenir un peligro; pero que Dios no tiene que temer a nadie para engañar y eludir así el peligro de los que conspiran contra él". Cosa de todo punto superflua y sin razón sería responder a lo que nadie dice acerca de nuestro Salvador. Sin embargo, al defendernos "ningún enfermo o loco es amigo de Dios". Porque nuestra defensa dice que esta dispensación de salud no fue instituida para los enfermos o locos que ya son amigos, sino para los que por la enfermedad de su alma y su pérdida de juicio son aún enemigos, a fin de que se hagan amigos de Dios. Y es así que claramente se dice de Jesús haberlo aceptado todo por amor de los pecadores (Mt 9,13), a fin de librarlos del pecado y hacerlos justos.

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20. Dios viene a purificar la tierra

Luego introduce de un lado a judíos que inquieren las causas por que está aún por cumplirse el advenimiento de Cristo, y de otro a cristianos que hablan, como de cosa hecha, de la venida del Hijo de Dios, entre los hombres. Ea, pues, consideremos también esto con la brevedad posible. Dicen, en efecto, los judíos de Celso que, "estando la vida llena de toda maldad, es preciso que Dios envíe a alguien, a fin de que los inicuos sean castigados y se purifique el mundo entero, a la manera como sucedió en el primer diluvio". Como se dice que los cristianos añaden aún a esto otras cosas, es evidente que también ellos aceptan eso. Ahora bien, ¿qué hay de absurdo en que, al difundirse la maldad, venga al mundo alguien que lo purifique y dé a cada uno lo que se merezca? Porque no es estilo de Dios no poner dique a la maldad y renovar las cosas. Los griegos mismos conocen una purificación periódica de la tierra, por el diluvio o el fuego, según dice Platón en alguna parte: "Mas cuando los dioses, para purificar la tierra, la inunden de aguas, los que están en los montes", etc. (PLAT., Tim. 22d; cf. supra I 19; IV 11). ¿Habrá, pues, que decir que, si los griegos afirman estas cosas, sus tesis son sagradas y dignas de consideración; pero que, si nosotros demostramos lo mismo que place a los griegos, la doctrina pierde toda su belleza? La verdad es que aquellos a quienes interesa la trabazón y exactitud de toda la Escritura, se esforzarán en demostrar no sólo la antigüedad de sus autores, sino también el carácter sagrado y la congruencia de lo que escriben.

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21. Confusión sobre la torre de Babel

Mas no sé por qué razón piensa Celso que el mismo fin que el diluvio, que purificó la tierra, según doctrina de judíos y cristianos, tuvo también el derribo de la torre de Babel.

Porque, aun suponiendo que la historia de la torre, tal como se halla en el Génesis (11,1-9), no contenga un sentido misterioso (cf. V 29ss), sino que sea tan llana como se lo imagina Celso, ni aun así se ve que sucediera para la purificación de la tierra; a no ser que tome Celso por purificación de la tierra la llamada confusión de las lenguas. Sobre esta confusión, en momento más oportuno, dará una explicación quien tenga para ello competencia, cuando se trate de exponer qué sentido histórico tenga ese pasaje y qué haya de entenderse anagógi-camente. Pero Celso se imagina además que Moisés, al escribir la historia de la torre y de la confusión de lenguas, no hizo sino corromper lo que se cuenta de los hijos de Aloeo Ilíada 5,385-7; Odisea 11,305-20). A esto hay que decir que la historia de los alóadas no creo yo la contara nadie antes de Hornero; la de la torre, empero, estoy persuadido haberla escrito Moisés, que es anterior, no sólo a Hornero, sino también a la invención del alfabeto griego. ¿Quiénes, pues, corrompieron los escritos de quién? ¿Los que cuentan la historia de los alóadas la de la torre, o la de los alóadas el que escribió la de la torre y la confusión de las lenguas? Mas para oyentes imparciales es evidente que Moisés es más antiguo que Hornero ".

Pero Celso compara también lo que cuenta Moisés en el Génesis (Mt 19,1-29) sobre Sodoma y Gomorra, ciudades destruidas por el fuego, con el mito de Faetonte ". El error de Celso es uno solo: no haber observado la antigüedad de Moisés y haber procedido en todo llevado de ese error. Porque los que cuentan el mito de Faetonte parecen ser posteriores a Hornero, que fue a su vez muy posterior a Moisés. No negamos, pues, la fuerza purificadera del fuego ni la destrucción del mundo ordenada al aniquilamiento de la maldad y renovación del universo, pues afirmamos haberlo aprendido de los profetas, como hemos dicho antes (I 36-37; III 2-4), hablando de lo por venir, demuestran haber salido verdaderos en muchas cosas que han acontecido, y dan pruebas de que en ellos hubo un espíritu divino, es evidente que también hay que creerlos en lo que está aún por venir o, mejor dicho, hay que creer al Espíritu que hay en ellos.

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22. Castigo del pueblo judío por la muerte de Jesús

"En cuanto a los cristianos-son palabras de Celso-, añaden ciertas razones a las alegadas por los judíos, y dicen que ya ha sido enviado el Hijo de Dios por causa de los pecados de los judíos, y que éstos, por haber dado muerte a Jesús y abrevádole con hiél (Mt 27,34), se atrajeron contra sí mismos la cólera " de Dios". Demuestre ahora el que tenga gana de demostrarlo ser mentira que la nación entera de los judíos quedara destruida antes de cumplirse una sola generación desde que Jesús sufrió todo eso de parte de ellos. Porque yo calculo que la destrucción de Jerusalén avino cuarenta y dos años después que crucificaron a Jesús. Y jamás, desde que hay judíos, se cuenta que por tanto tiempo se los apartara de sus ceremonias y culto al ser conquistados por pueblos más poderosos. Si alguna vez parecían estar, por sus pecados, abandonados de Dios, no por eso dejaban de ser visitados por El, volvían a su tierra, recuperaban sus propiedades y practicaban sin obstáculo sus ritos tradicionales. Una de las pruebas, por tanto, de que Jesús fue algo divino y sagrado es haber venido por causa suya al pueblo judío, por tanto tiempo, tales y tantas calamidades. Y con seguridad diremos que no se restablecerán, pues cometieron el crimen más impío que cabe imaginar atentando contra la vida del Salvador del género humano, en la ciudad misma en que. practicaban el culto tradicional de Dios, símbolo que era de grandes misterios. Era menester, por ende, que la ciudad en que Jesús padeció todo eso fuera destruida desde sus cimientos, se dispersara la nación judía y pasara a otros el llamamiento a la bienaventuranza; a los cristianos, digo, a quienes se enseñó la doctrina acerca de la religión sincera y pura y recibieron leyes nuevas en armonía con la nueva constitución universal. Porque las antiguas, como dadas a un solo pueblo gobernado por gentes de la misma nacionalidad y costumbres, no podían ser ahora observadas por todos.

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23. Sarta de improperios

Luego, burlándose, según costumbre, de la casta de judíos y cristianos, los compara a todos a una "ristra de murciélagos" (Odyssea 24,6-8; cf. PLAT., Pol. 387a), o a hormigas que salen de su nido, o a ranas que celebran sus sesiones al borde de una charca (PLAT., Phaid. 109b), o a gusanos que allá en un rincón de un barrizal tienen sus juntas y se ponen a discutir quiénes de ellos son más pecadores y discursean así: "A nosotros nos lo revela y anuncia Dios todo de antemano, y, abandonando el cosmos y el curso del cielo y despreciando la tierra inmensa, con nosotros solos conversa, y a nosotros solos manda sus heraldos, y nunca deja de mandarlos y buscar" modos como gocemos eternamente de su convivencia". Y en su ficción nos compara a gusanos que dijeran: "Existe Dios, y después de El venimos nosotros, que fuimos por El hechos semejantes en todo a Dios. Todo nos está sometido: la tierra, el agua, el aire, las estrellas; todo se hizo por causa nuestra y todo está ordenado a nuestro servicio". Y los gusanos que se inventa Celso, es decir, nosotros, decimos: "Ahora, como sea cierto que hay entre nosotros quienes pecan, vendrá Dios mismo, o enviará a su Hijo, a fin de abrasar a los inicuos y de que tengamos los demás vida eterna con El". Y termina Celso su sarta de improperios: "Más tolerable sería todo esto entre gusanos y ranas que no lo que entre sí discuten judíos y cristianos".

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24. La grandeza del hombre no se mide por la de su cuerpo

Para refutar estos improperios, preguntamos a quienes aprueban que así se nos ataque: ¿Todos los hombres suponéis que son una ristra de murciélagos, u hormigas, ranas, o gusanos, en parangón con la excelencia de Dios, o no metéis en esa comparación al resto de los hombres, sino que aún los tenéis por hombres por su carácter racional y por seguir leyes estatuidas; y sólo a cristianos y judíos, por no ser de vuestro gusto sus doctrinas, los vilipendiáis y parangonáis con todos esos animales? Respondáis lo que queráis a mi pregunta, tendremos a punto la réplica y trataremos de demostrar que no hay razón para hablar así ni de todos los hombres en general ni de nosotros en particular. Supongamos por de pronto digáis que, ante Dios, todos los hombres pueden compararse a esos viles animales, pues la pequenez del hombre no es comparable con la excelencia de Dios. ¿De qué pequenez habláis? Respondedme, amigos. Porque, si os referís a la del cuerpo, sabed que, ante el tribunal de la verdad, la excelencia o inferioridad no se juzga por el cuerpo. A esa cuenta, buitres y elefantes serían superiores al hombre, pues son mayores, más fuertes y de más larga vida que el hombre ". Mas nadie en su sano juicio dirá que, por la sola razón de sus cuerpos, son estos irracionales superiores a los racionales. Porque la razón levanta al animal racional a una excelencia muy por encima de todos los irracionales. Mas ni siquiera puede decirse eso de aquellos seres buenos y bienaventurados, ora se trate de démones buenos, como los llamáis vosotros; ora de ángeles de Dios, como es costumbre llamarlos nosotros, o de cualesquiera otras naturalezas superiores a los hombres. No; la razón de su superioridad es que su elemento racional ha llegado a perfección y está dotado de toda virtud.

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25. La comparación de Celso deshonra al ser racional

Mas si despreciáis la pequenez del hombre, no por razón de su cuerpo, sino de su alma, y pensáis que es inferior a los otros seres racionales, señaladamente a los virtuosos-y lo es precisamente por la maldad que hay en ella-, ¿por qué han de ser los malos cristianos y los que entre los judíos viven mal ristra de murciélagos, u hormigas, o gusanos, o ranas, con más razón que los malvados de las otras naciones? La verdad es que, según esto, todo el que vive en un aluvión de maldad es un murciélago, un gusano, una rana y una hormiga en parangón con los otros hombres. Así, aunque uno fuera un Demóstenes por su elocuencia, pero tan malvado como él y de obras tan malas como las que él hizo (cf. PLUTARCH., Mor. 847e; AISCH., III 174 alii), o pasara por el orador Antifonte, que niega la providencia en los libros que rotuló Sobre la verdad, título algo parecido al del libro de Celso, no por eso dejan éstos de ser gusanos que se revuelcan en un rincón de un barrizal, el de la impericia e ignorancia. Por lo demás, como quiera que fuere, el animal racional no puede razonablemente compararse con unos gusanos desde el momento que tiene disposición para la virtud. Estas tendencias a la virtud no nos permiten comparar con gusanos a los que la poseen en potencia y no pueden destruir de todo punto sus gérmenes. Por todo lo cual se ve claro que ni siquiera los hombres en general son gusanos comparados con Dios. Porque la razón (logas) que procede del Logos, que está en Dios (), no nos permite considerar al animal* racional como totalmente ajeno a Dios; ni tampoco los que entre cristianos y judíos son malos-y que a la verdad no son ni cristianos ni judíos-pueden compararse con más razón que los otros malos con gusanos que se revuelcan en un rincón de un barrizal. Si, pues, la naturaleza de la razón no permite aceptar eso, es evidente que no podemos insultar a la naturaleza humana, creada para la virtud aun cuando peque por ignorancia, ni compararla con parejos animales.

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26. Quiénes son los verdaderos gusanos

Mas si, por el mero hecho de que a Celso no le placen las doctrinas de cristianos y judíos, que ni siquiera da muestras de conocer en absoluto, éstos son gusanos y hormigas y el resto de la humanidad no, vamos a comparar con M las de los otros hombres las doctrinas que patentemente aparecen a los ojos de todos como enseñanzas de cristianos y judíos. Para quienes una vez acepten haber ciertos hombres de la especie de gusanos y hormigas, ha de aparecer evidente que los verdaderos gusanos, hormigas y ranas son los que han perdido la sana idea de Dios y, por mera apariencia de religión, adoran animales irracionales, estatuas y cosas creadas, cuando por la belleza de ellas debieran haber admirado al que las creara y a El solo darle culto (). Hombres son, empero, y aún algo más estimable que hombres, los que, siguiendo su razón, pueden levantarse de piedras y maderas, y hasta del oro y la plata, tenidos por la materia más preciosa; los que, levantándose aun de la hermosura del mundo al Hacedor de todas las cosas, a El se entregan enteramente. Y puesto que sólo El puede mantener cuanto existe y escudriñar los pensamientos de todos y oír la oración de todos, a El hacen subir sus oraciones y todo lo hacen en su pre sencia, como testigo de todo lo que sucede; y, pues saben que oye todo lo que se dice, se guardan de decir lo que no pueda, sin desagrado, llegar a los oídos de Dios. Mas si tamaña piedad, que no se rinde a los tormentos ni a los peligros de muerte ni a las argucias de la razón, nada aprovecha a los que la practican para que no se los compare con gusanos, aun en el supuesto de que fueron a ellos comparados antes de practicarla, ¿es que quienes vencen el instinto más vehemente del placer sexual, que a tantos les reblandece los ánimos como la cera (PLAT., Leg. 633d), y lo vencen porque están persuadidos de que no pueden unirse de otro modo con Dios si no se remontan a El por la templanza, ésos, digo, os parecen a vosotros ser hermanos de gusanos, congéneres de hormigas y semejantes a ranas? ¿Y qué decir del esplendor de la justicia que guarda los derechos del prójimo y del semejante , la equidad, la humanidad y bondad? ¿Nada valdrá todo eso para que no sea un murciélago quien lo practica? Los que se revuelcan, en cambio, en la disolución -y tal hacen la mayoría de los hombres-, y los que tienen sin escrúpulo trato con rameras y hasta enseñan que ello no va contra ley alguna de decencia (cf. infra IV 45), ésos ¿no son gusanos que se revuelcan en el cieno? Y lo son señaladamente si se los compara con quienes han aprendido a no tomar los miembros de Cristo y el cuerpo, morada del Verbo, y hacerlos miembros de una meretriz (CF 1), y saben muy bien ya que el cuerpo de un ser racional y consagrado al Dios del universo es templo del mismo Dios a quien ellos adoran, y tal se hace por ía pura idea que tienen del Creador. Ellos, que practican la templanza como un culto de Dios, se guardan de corromper, por ilícito comercio carnal, el templo de Dios (CF 1).

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27. El verdadero cristiano

Paso por alto los otros vicios comunes entre los hombres y de que no están exentos ni los mismos que parecen profesar la filosofía, pues muchos son los espurios en la filosofía. Tampoco digo que muchos de esos vicios se dan entre quienes no son ni judíos ni cristianos. Lo que afirmo es que no se dan absolutamente entre cristianos si se examina lo que es verdaderamente cristiano; y si acaso vinieran a descubrirse, no sería entre los que frecuentan las reuniones y acuden a la oración común y no se los excluye de ella, a no ser que, como caso raro, se hallara alguno oculto entre tanta muchedumbre. No somos, pues, gusanos que celebramos nuestras juntas los que, fundándonos en las Escrituras que ellos creen sagradas, nos oponemos a los judíos y les demostramos haber sido abandonados por sus enormes pecados; nosotros, empero, que hemos recibido al Logos tenemos ante Dios las mejores esperanzas, no sólo por nuestra fe en El, sino también por la vida que llevamos, propia para unirnos con El, puros de toda maldad e iniquidad. Así, pues, el que a sí mismo se proclame judío o cristiano no puede decir que por nosotros principalmente hizo Dios el universo y mueve la máquina celeste. No; el que sea, como enseñó Jesús, limpio de corazón, manso y pacífico, pronto a soportar los peligros que lleva consigo la religión, ése podrá razonablemente confiar en Dios, y si entiende lo que se dice en las profecías, podrá decir también: "Todo eso nos lo ha revelado y anunciado Dios de antemano a los que creemos".

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28. E1 amor universal de Dios

Pero Celso nos hace decir a los cristianos, a los que tiene por gusanos, que "Dios, abandonando el curso celeste y desdeñando la tierra inmensa, sólo con nosotros conversa, y a nosotros nos manda sus heraldos y no deja de mandarlos y de buscar modos como gocemos eternamente de su convivencia". A ello hay que decir que nos atribuye dichos que no nos han pasado por las mientes, siendo así que nosotros leemos y creemos que Dios ama todo lo que tiene ser y nada abomina de cuanto hizo; pues, de aborrecerlo, no lo hubiera hecho (). Y leemos también: Tú perdonas a todos, pues tuyo es todo, ¡oh amador de las almas! Porque tu espíritu incorruptible está en todas las cosas. Por eso, poco a poco reprendes a los que se extravían y, recordándoles lo mismo en que pecan, los corriges (). ¿Cómo podemos decir que, "abandonando Dios el curso celeste y el universo entero y desdeñando la tierra inmensa, sólo conversa con nosotros", cuando en nuestras oraciones hallamos ser deber nuestro decir y pensar que la tierra está llena de la misericordia del Señor y que la misericordia del Señor se extiende a toda carne? (Ps 32,5). Nosotros sabemos que, por ser Dios bueno, hace salir su sol sobre malos y hítenos, y llueve sobre justos e injustos; El nos exhorta a que hagamos lo mismo a fin de ser hijos suyos (Mt 5,45) y nos enseña a que extendamos, en lo posible, nuestros beneficios a todos los hombres. Y es así que El mismo se dice salvador de todos los hombres, especialmente de los creyentes (Mt 1), y su Cristo, propiciación por nuestros pecados; mas no sólo de los nuestros, sino también de los de todo el mundo (Mt 1). Otras idioteces, aunque no tantas como escribió Celso, pudieron decir algunos judíos, pero no los cristianos, que saben que Dios encarece su amor para con nosotros por el hecho de que, siendo pecadores, Cristo murió por nosotros. Y eso que por un justo con dificultad está nadie dispuesto a morir; por uno bueno, acaso se atreva alguien a morir (). Mas lo cierto es que Jesús, que, por cierta costumbre tradicional a estos escritos, se dice ser también el Cristo de Dios, según nuestra predicación, vino al mundo por amor de los pecadores de dondequiera, para que dejen el pecado y se entreguen a Dios.

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29. Hay muchas cosas superiores al hombre

Mas acaso eso de que "existe Dios y después de Dios venimos nosotros" lo malentendió Celso de alguno de esos que llamó gusanos. Y hace lo mismo que quienes condenaran toda una escuela filosófica por los dichos de cualquier rapaz temerario que, por haber oído tres días a un filósofo, se engríe sobre los demás como de seres inferiores que no saben palabra de filosofía. Sabemos, en efecto, que hay muchas cosas más estimables que el hombre, y hemos leído que Dios se puso en medio de la junta de dioses y no de aquellos dioses que el vulgo adora, pues todos los dioses de las naciones son demonios (Ps 95,5). Y leemos que, en el consejo de los dioses, Dios juzga en medio de los dioses (Ps 81,1). Y sabemos también que, si bien hay ios que se llaman dioses, en el cielo o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), mas para nosotros sólo hay un Dios Padre, de quien viene todo y para quien somos nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por el que es todo y por quien somos riosotros (Ps 1). Sabemos también que los ángeles son tan superiores a los hombres, que éstos, cuando llegan a la perfección, se hacen semejantes a los ángeles. Porque en la resurrección de los muertos ni los hombres se casarán ni las mujeres serán dadas en casamiento, sino que los justos son como los ángeles del cielo y se hacen semejantes a los ángeles (LE 20,36). Y sabemos que, en el orden del universo, hay unos que se llaman tronos, otros dominaciones, otros potestades y otros principados (), y vemos que de todos éstos nos quedamos muy atrás los hombres, siquiera tengamos esperanzas de que, viviendo bien y obrando en todo conforme a la razón, subiremos a la semejanza de todos ellos. Y finalmente, puesto que no se ha manifestado aún lo que seremos, sabemos que, cuando se manifestare, seremos semejantes a Dios, pues lo veremos tal como es (CF 1). Mas si se quiere mantener lo dicho por algunos, trátese de personas inteligentes o de poco inteligentes que malentendieron una sana doctrina, de que "Dios existe y después de El venimos nosotros", yo interpretaría el "nosotros" por "los racionales" y, con más razón, los racionales virtuosos. Porque, en nuestro sentir, la misma es la virtud de todos los bienaventurados, y hasta la misma la virtud del hombre y de Dios. Así se explica que se nos enseñe y mande: Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5,48). En conclusión: ningún hombre noble y bueno es un gusano que se revuelve en el cieno, ningún hombre piadoso es una hormiga, ningún justo es una rana. Y nadie puede razonablemente comparar con un murciélago un alma iluminada con la luz esplendente de la verdad.

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30. ¡ No imitaremos a Celso!"

Paréceme también haber malentendido Celso las palabras: Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra (), y por eso les hace decir a sus gusanos: "Nosotros fuimos hechos por Dios en todo semejantes a El". Sin embargo, si hubiera comprendido la diferencia entre ser el hombre creado a imagen de Dios y serlo a su semejanza, y cómo se escribe haber dicho Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, y haber Dios hecho al hombre a imagen suya, pero ya no a su semejanza, no nos hubiera hecho decir que "somos en todo semejantes a Dios". Tampoco decimos que nos estén sometidos los astros, pues la que se llama resurrección de los justos, que es entendida por los sabios, es comparada al sol, a la luna y a las estrellas por el Apóstol, que dice: Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella difiere de otra en gloria. Así también la resurrección de los muertos (Mt 1). Y sobre lo mismo profetizó también antaño Daniel (Da 12,3).

Dice también que decimos "estar todo ordenado para nuestro servicio". Acaso po oyó tal dicho de ningún hombre inteligente entre nosotros; acaso no tenga Celso idea de lo que se dice sobre que el mayor entre nosotros debe ser siervo de todos (Mt 20,26 Mt 23,11). Por otra parte, cuando los griegos dicen: "El sol y la noche sirven a los mortales" (Eurip., Phoen. 546; cf. infra IV 77), se alaba el dicho y se le dedican comentarios; pero si nosotros o no lo decimos o lo decimos en otro sentido, también en eso nos calumnia Celso. A nosotros, que, según él, somos gusanos, nos hacía decir Celso: "Puesto caso que algunos de entre nosotros pecan, Dios mismo vendrá a nosotros, o nos enviará a su Hijo, a fin de abrasar a los impíos, y que nosotros, las restantes ranas, gocemos con El de vida eterna". He aquí cómo ese venerable filósofo hace objeto de burla, risa y sarcasmo, como si fuera un charlatán, la doctrina acerca del juicio divino y del castigo de los inicuos y premio de los justos. Y pone por epílogo de sus improperios: "Más tolerable sería" todo esto si se dijera entre gusanos y ranas que no lo que cuentan y entre sí discuten judíos y cristianos".

Pero nosotros no vamos a imitar a Celso diciendo cosas por el estilo de los filósofos que profesan conocer la naturaleza del universo, y que discuten entre sí acerca de la constitución del todo, y sobre la manera como tuvo origen el cielo y la tierra y cuanto hay en ellos; sobre si son las almas increadas y no hechas por Dios, aunque sea Dios quien las gobierna, y cambian de cuerpo, o si, infundidas juntamente con los cuerpos, perviven o no perviven a la muerte. Cabría, en efecto, hablar sin respeto y no creer en la sinceridad de los que se han consagrado a la investigación de la verdad, hacer chacota de ellos y desacreditarlos diciendo que son gusanos que se revuelven en el barro de la vida de los hombres, gentes que desconocen su propia medida y por ello sientan afirmaciones sobre temas tan difíciles como si los hubieran comprendido, y hablan muy seguros, como si las hubieran contemplado con sus ojos, sobre cosas que nadie puede intuir sin inspiración superior y poder divino. Y es así que nadie entre los hombres conoce lo que es el hombre, sino el espíritu del hombre que está en él; así nadie conoce lo que es Dios, sino el espíritu de Dios (Mt 1). Pero no estamos tan locos que comparemos con una reata de gusanos, o cosas semejantes, la profunda inteligencia (usamos la palabra en el sentido común) de hombres que no se ocupan en los asuntos del vulgo, sino en la búsqueda de la verdad. Y amadores que somos de la verdad, damos testimonio de que algunos filósofos griegos conocieron a Dios, pues Dios mismo se les reveló, siquiera no lo reconocieran como a Dios ni le dieran gracias. Se desvanecieron en sus propios razonamientos y, proclamándose sabios, se tornaron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por la semejanza de una imagen de un hombre corruptible, y hasta volátiles, cuadrúpedos y reptiles ().

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31. Elogio de las instituciones judaicas

Luego, para demostrar que judíos y cristianos no se diferencian en nada de los animales que ha enumerado, dice que "los judíos fueron esclavos fugitivos de Egipto, que jamás llevaron a cabo cosa digna de cuenta, gentes que jamás merecieron ni entrar en lista". Ya anteriormente (III 5-8) hemos dicho que los judíos no fueron esclavos fugitivos ni egipcios, sino hebreos que se asentaron en Egipto. Mas si Celso piensa que basta para demostrar que fueron gentes indignas ni aun de entrar en lista el hecho de que apenas si se hace mansión de su historia entre los griegos, le diremos que quien mire atentamente a su primitiva constitución y orden de sus leyes hallará haber sido hombres que ofrecieron sobre la tierra una sombra de la vida celeste. Entre ellos sólo se tenía por Dios al Dios supremo, y ningún fabricante de imágenes tenía derecho de ciudadanía 3. Así, en su constitución, no se admitía a pintor ni escultor alguno, pues a todos estos artífices los rechazaba la ley, a fin de evitar toda ocasión de fabricar imágenes o estatuas, que seducen a los hombres ignorantes y los arrastran a desviar los ojos del alma, de Dios a la tierra. Había, pues, entre ellos una ley de este tenor: No infrinjáis la ley, ni os forméis estatua alguna esculpida o imagen de hombre ni de mujer, ni figura de bestia alguna de las que se mueven sobre la tierra, ni figura de ave alguna alada de las que vuelan bajo el cielo, ni figura de reptil alguno de los que se arrastran sobre la tierra, ni figura de pez alguno de los que habitan las aguas bajo tierra (). La intención de la ley era que miraran siempre a la verdad y no plasmaran imágenes irreales, que mentían al verdadero macho y a la verdadera hembra, o la naturaleza de las bestias o el género de volátiles, reptiles o peces. Venerable también y magnífico era .este otro precepto: No suceda que, levantando los ojos al cielo y viendo el sol y la luna y las estrellas, todo el ornamento del cielo, te extravíes y los adores y sirvas (). ¡Cuál sería la constitución de una nación entera en que no se permitía ni aparecer al afeminado! Es también de admirar que en su constitución se desterraba a las rameras, incentivo que son de la pasión de los jóvenes (). Había también tribunales constituidos por los hombres más justos, que durante mucho tiempo hubieran dado pruebas de vida sana, a quienes se confiaban los juicios. Por su carácter puro y más que humano, se decía eran dioses, siguiendo una costumbre tradicional de los judíos (Ps 81,1 Ex 22,28). Y era de ver a una nación entera que profesaba la filosofía; y justamente para tener vagar y escuchar las leyes divinas se instituyeron entre ellos los llamados sábados y demás fiestas. ¿Y a qué hablar del orden de sus sacerdotes y sacrificios, que contienen símbolos sin número explicados por los eruditos?


Origenes contra Celso 17