Origenes contra Celso 203

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3. Celso no busca la verdad

Pero nuestro propósito de momento es poner al descubierto la ignorancia de Celso cuando su judío dice a sus "conciudadanos" y a los israelitas que han creído en Jesús: "¿Qué os ha pasado para que abandonarais la ley de vuestros padres?" Et cetera. Mas ¿cómo puede decirse hayan abandonado la ley de sus padres quienes reprenden a los que no la oyen y les dicen: Decidme los que leéis la ley, ¿no oís la misma ley? Porque escrito está que Abrahán tuvo dos hijos, hasta donde dice: Todo lo cual es alegoría? (Ga 4,21-22). ¿Y cómo han abandonado la ley paterna los que en sus razonamientos recuerdan continuamente las instituciones paternas y dicen: ¿Acaso no dice eso mismo la ley? Porque en la ley de Moisés está escrito: No le pongas bozal al buey que trilla. ¿Acaso se cuida Dios de los bueyes, o se dice en absoluto de nosotros? Por nosotros realmente fue escrito, etc. (1Co 9,8 Dt 25,4). El judío de Celso habla confundiéndolo todo, cuando pudiera haber dicho con más visos de probabilidad: "Algunos de vosotros habéis abandonado las costumbres so pretexto de explicaciones y alegorías; otros, aun explicándolas, como decís, espiritualmente, no por eso dejáis de observar las instituciones tradicionales; otros, sin explicación alguna, queréis recibir a Jesús como el Moisés profetizado y guardar, a par, la ley de Moisés según las instituciones tradicionales, pues en la letra creéis tener toda la inteligencia espiritual". Mas ¿por dónde iba a tener Celso idea clara en este punto, cuando más adelante trae a cuento sectas impías y de todo en todo extrañas a Jesús y hasta algunas que han abandonado al Creador, e ignora que hay israelitas que han creído en Jesús sin necesidad de abandonar su ley paterna? Y es que no le interesaba examinar cada tema con amor a la verdad para aceptar lo que encontrara de provechoso, sino que escribió todo eso movido del odio y empeñado de todo en todo en echar por tierra cuanto oyera y apenas lo oyera.

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4. No es reproche que el cristianismo tenga orígenes judaicos

Seguidamente, el judío de Celso dice a los que han creído de su pueblo: "Ayer o anteayer, como quien dice, cuando nosotros castigábamos a ese mismo porque os embaucaba, habéis apostatado de la ley patria". En este punto ya hemos demostrado no saber exactamente nada de lo que dice. En lo que sigue, en cambio, paréceme mostrar alguna mayor habilidad: "¿O cómo es que empezáis por nuestros ritos y, más adelante, los despreciáis, siendo así que no podéis presentar otro origen de vuestra doctrina que nuestra ley?" Realmente, la primera instrucción de los cristianos se toma de los ritos sagrados de Moisés y de los escritos de los profetas; mas, después de la instrucción primera, el progreso de los así iniciados está en su explicación y esclarecimiento, buscando el misterio de la revelación, que por siglos eternos ha estado oculto, pero se ha manifestado ahora por las voces de los profetas (Rm 16,25), y por la aparición de nuestro Señor Jesucristo (2Tm 1,20). Tampoco es verdad lo que se dice2 sobre que, más adelante, los que progresan en conocimiento, desprecian lo que está escrito en la ley. La verdad es que le conceden mayor honor, demostrando la profundidad de las sabias y misteriosas palabras de aquellos escritos, que los judíos no penetran a fondo, leyéndolos superficialmente y atendiendo más bien a lo narrativo.

Mas ¿qué tiene de absurdo que el comienzo de nuestra doctrina, es decir, del Evangelio, sea la ley? El mismo Jesús, Señor nuestro, dice a los que no creían en El: Si creyerais en Moisés, creeríais también en mí, pues de mi escribió él; mas si no creéis a sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras? (Jn 5,46-47). Es más, Marcos, uno de los evangelistas, dice: Comienzo del evangelio de nuestro Señor Jesucristo, como está escrito en el profeta Isaías: He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que prepare tu camino delante de ti (Mc 1,12). Con lo que hace ver el evangelista que el comienzo del Evangelio depende de las letras judaicas. No tiene, pues, sentido que el judío de Celso diga contra nosotros: "Porque, si alguien os anunció de antemano que vendría, por lo visto, el Hijo de Dios a los hombres, ése fue profeta nuestro y de nuestro Dios". ¿Qué acusación es contra los cristianos el que Juan, que bautizó a Jesús, fuera judío? Porque de que fuera judío no se sigue que todo creyente que abraza el Evangelio, ora venga de la gentilidad, ora de los judíos, tenga que guardar, según la letra, la ley de Moisés.

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5. Los cristianos poseen la verdad

Luego, aunque Celso se repite sobre Jesús, diciendo por segunda vez (cf. supra II 4) haber sido castigado por los judíos como malhechor, nosotros no volveremos sobre nuestra defensa, contentándonos con lo arriba dicho. Luego el judío de Celso vilipendia como cosas rancias nuestra doctrina acerca de la resurrección de los muertos, del juicio de Dios, del premio de los justos y castigo de fuego de los inicuos, y, con decir que "nada nuevo enseñan los cristianos", se imagina haber derrocado al cristianismo (cf. I 4). Digamos a todo eso que nuestro Jesús, viendo que los judíos nada hacían digno de las enseñanzas de los profetas, les dio a entender por medio de una parábola (Mt 21,33) que se les quitaría el reino de Dios y se daría a los gentiles. Y así es de ver cómo todo lo que creen los actuales judíos son cuentos y charlatanería, pues les falta la luz para entender las Escrituras; los cristianos, empero, poseen la verdad, capaz de levantar y elevar el alma y mente del hombre y persuadirle que busque una ciudadanía, no en lugar alguno de la tierra, a semejanza de los judíos, sino en los cielos (Ph 3,20). Y ello se ve patente en quienes son capaces de penetrar los pensamientos encerrados en la ley y en los profetas y de exponérselos a los otros.

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6. Los cristianos no violan la ley

Concedamos que Jesús "siguió todas las costumbres de los judíos y hasta que tomara parte en sus sacrificios". ¿Qué tendrá esto que ver para que no hayamos de creer en El como Hijo de Dios? Sí, Jesús es hijo del Dios que dio la ley y envió a los profetas, y nosotros, los que pertenecemos a la Iglesia', no transgredimos la ley. Hemos dado ciertamente de mano a las fábulas judaicas; pero, por la mística contemplación de la ley y los profetas, nos hacemos sabios y nos educamos. Y es así que los profetas, que no ciñen la inteligencia de sus dichos a la historia que salta a los ojos ni a la ley tal como suena en las frases y en la letra, dicen unas veces, cuando quieren justamente exponer historias: Abriré en parábolas mi boca, hablaré enigmas desde el principio (Ps 77,2); otras, rogando por la ley, como cosa oscura y que necesita de la ayuda de Dios para ser entendida, dicen en su oración: Revela mis ojos y consideraré las maravillas de tu ley (Ps 118,18).

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7. ¿Quién podrá argüir a Jesús de pecado?

Demuéstrese dónde aparece, ni por asomo, un dicho de Jesús proferido con altanería o arrogancia. ¿Cómo pudiera ser arrogante el que dice: Aprended de mi, porque soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas? (Mt 11,29). ¿Cómo llamar "altanero" al que, durante una cena, se quita los vestidos ante sus discípulos, se ciñe una toalla, echa agua en un lebrillo, les va lavando uno por uno los pies, y reprende al que no quiere dejárselos lavar, diciéndole: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo? (Jn 13,8). ¿Cómo ser arrogante el que dice: Y yo he estado entre vosotros, no como el que se sienta a la mesa, sino como el que sirve? (Lc 22,27). Demuestre quien quiera en qué mintió y presente las mentiras grandes o pequeñas y haga así ver las "grandes mentiras" que dijo Jesús. Y todavía hay otro modo de refutar a Celso: Como no hay una mentira que sea más mentira que otra, así tampoco la hay que sea menos, como tampoco hay una verdad que sea más o menos verdad que otra verdad4. Y cuente quien quiera, el judío de Celso señaladamente, qué impiedades cometiera Jesús. ¿Acaso es cosa impía abandonar la circuncisión material, el sábado material, las fiestas materiales, los novilunios materiales, las distinciones de lo puro e impuro? ¿Es impiedad volver la mente a la ley digna de Dios, verdadera y espiritual, y que el embajador de Cristo (2Co 5,20) sepa hacerse judío con los judíos para ganar a los judíos, y como bajo la ley con los que están bajo la ley para ganar a los que están bajo la ley? (1Co 9,20).

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8. Sarta de insensateces

Dice además: "Muchos otros, del pergeño de Jesús, pudieran aparecer ante gentes dispuestas siempre a' ser engañadas". Pues que el judío por cuya boca habla Celso nos presente no ya muchos, ni unos cuantos, sino uno solo como Jesús que, por su propio poder, haya introducido en el género humano una religión y doctrina provechosa para la vida y capaz de sacar al hombre de la ciénega de sus pecados.

Dice también que, "por parte de los que creen en Cristo, se acusa a los judíos de no haber creído en Jesús como Dios". Mas a esto respondimos ya anteriormente (I 67.69) e hicimos ver en qué sentido lo tenemos por Dios y cómo decimos, a par, que es hombre.

"¿Y cómo - dice - nosotros, que manifestamos a todos los hombres haber de venir el que castigaría a los malvados, lo íbamos a despreciar una vez venido?" No me parece razonable responder a pareja simpleza. Es como si otro por ahí dijera: ¿Cómo vamos a cometer un acto de disolución nosotros que enseñamos la templanza? ¿O cómo, predicando la justicia, íbamos a ser inicuos? Pues como cosas tales se dan entre los hombres, así cosa humana fue que quienes dicen creer en los profetas que hablan del advenimiento de Cristo, no creyeran al que vino según estaba profetizado. Y, si es menester añadir otra cosa, diremos que eso mismo lo habían predicho los profetas. Por lo menos Isaías dice con toda claridad: Con los oídos oiréis y no entenderéis; y con los ojos miraréis y no veréis. Porque se *ha embotado el corazón de este pueblo, etc. (Is 6,9). Y dígannos qué se profetiza a los judíos que oirán y mirarán, y no entenderán lo que se les dice, ni verán lo que miren como. se debe ver. Pero es evidente que, teniendo ante los ojos a Jesús, no vieron quién era; y, oyéndole, no entendieron por sus palabras su divinidad, la cual hizo pasar el cuidado que tuviera Dios de los judíos a los gentiles que creían en El (Mt 21,43). Así es de ver cómo, después de la venida de Jesús, están los judíos de todo en todo abandonados, sin nada de cuanto en lo antiguo tenían por sagrado, y no hay signo alguno de que entre ellos haya nada de divino. Y es así que ya no tienen profetas ni se dan entre ellos milagros, cuando entre los cristianos quedan aún, en cuantía considerable, rastro de ellos, y algunos mayores (Jn 14,12); y, si se da fe a nuestra palabra, nosotros mismos los hemos visto.

Pero sigue diciendo el judío de Celso: "¿Por qué íbamos a despreciar al mismo que de antemano anunciamos? ¿Acaso para ser castigados más que los otros?" A lo que hay decir que, por no haber creído en Cristo y por las demás insolencias que contra El cometieron, no sólo sufrirán "más que los otros" en el juicio venidero en que creemos, sino que lo han sufrido y sufren ya ahora. Porque ¿qué nación, sino sólo los judíos, es expulsada de su propia metrópoli y del propio lugar del culto tradicional? Y esto han sufrido, como las gentes más viles, no sólo por sus otros pecados, sino, principalmente, por los crímenes cometidos contra nuestro Jesús.

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9. Síntesis de cristología origeniana

Después de esto dice el judío: "¿Cómo íbamos a tener por Dios a este que, entre otras cosas, como era voz común, nada cumplía de lo que prometía? Y luego, cuando nosotros lo convencimos, condenamos y qu'isimos conducirlo al suplicio, escondiéndose y huyendo de un lado para otro, fue preso de la manera más ignominiosa y traicionado por los mismos que llamaba sus discípulos. Ahora bien, si era Dios-dice-, no tenía por qué huir ni consentir ser conducido atado y, menos que nada, ser abandonado y traicionado por los que convivían con él, con él se comunicaban en todo familiarmente y lo tenían por su maestro; él, creído salvador, hijo del Dios máximo y su mensajero".

A esto diremos que ni siquiera nosotros suponemos fuera Dios el cuerpo entonces visible y sensible de Jesús. Mas ¿qué digo del cuerpo? Ni el alma siquiera de la que se dice: Tristísima está mi alma hasta la muerte (Mt 26,38). Pero, según la docrina de los judíos, se cree ser Dios el que dice: Yo soy el Señor, Dios de toda carne (Jr 32,27), y aquello: Antes de mí no hubo otro Dios, ni lo habrá después de mí (Is 43,10), y se vale como de instrumento del alma y de la boca del profeta. Y Dios es también, según los griegos, el que dice:

"De la arena sé el número, conozco

las medidas del mar; yo entiendo al mudo,

yo escucho la voz misma del que no habla" (HEROD., 1,47),

y por boca de la Pitia habla y es oído. Así, según nosotros, el Dios Logos e Hijo del Dios del universo es el que dijo en Jesús: Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6), y Yo soy la puerta (Jn 10,7), y Yo soy el pan vivo, que bajó del cielo (Jn 6,50), y otras afirmaciones semejantes.

Tenemos, pues, derecho a acusar a los judíos de no haber tenido a Jesús por Dios, puesto que en muchos pasajes de los profetas está atestiguado como gran poder y como Dios, semejante al que es Dios y Padre del universo. A El afirmamos nosotros que le ordena el Padre en la cosmogonía de Moisés: Hágase la luz, y Hágase el firmamento, y todo lo demás que ordenó Dios se hiciera. A El igualmente le dijo: Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra (Gn 1,3-6 Gn 26). Y el Logos, decimos, que recibió esos mandatos, lo hizo todo según el Padre le ordenara. Y lo decimos, no por conjetura propia, sino porque creemos en las profecías que corren entre los judíos, en las que, con las propias palabras, se dice de Dios y sus obras lo que sigue: El dijo y fueron hechas, El lo mandó y fueron creadas (Ps 148,5). Porque, si Dios mandó y fueron hechas sus obras, ¿quién era capaz de cumplir tamaño mandato del Padre, según lo que place al espíritu profético, sino el que es para (llamarlo así) el Logos y la verdad viva? Ahora bien, el que en Jesús dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida, no es, ni siquiera según los evangelios, alguien que esté circunscrito, de suerte que no exista en ninguna parte fuera del alma y del cuerpo de Jesús (cf. IV 5.12; V 12); y ello resulta evidente por muchos argumentos, de los que sólo expondremos estos pocos que siguen. Juan Bautista, profetizando que de un momento a otro vendría el Hijo de Dios, que no estaría sólo en aquel cuerpo y alma, sino que se extendería a todas partes, dice sobre El: En medio de vosotros está uno quien vosotros no conocéis, y viene detrás de mí (Jn 1,26). De haber pensado que el Hijo de Dios sólo estaría donde estuviera el cuerpo visible de Jesús, ¿cómo hubiera dicho: En medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis? Y Jesús mismo, levantando el pensamiento de sus discípulos a sentir altamente del Hijo de Dios, dice: Donde se juntaren dos o tres en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20). Y tal es también la promesa que hace a sus discípulos cuando les dice: Y mirad que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del tiempo (Mt 28,20).

Sin embargo, al decir esto, no intentamos separar de Jesús al Hijo de Dios; porque, después de la encarnación, el alma y cuerpo de Jesús se hicieron en grado sumo una sola cosa con el Logos de Dios. Y es así que si, según la doctrina de Pablo, que dice: El que se une al Señor es un solo espíritu (1Co 6,17), todo el que entiende qué es unirse al Señor y con El se une, es un solo espíritu respecto del Señor, ¿cuánto más divina y sublimemente será una sola cosa lo que entonces se compuso respecto del Logos de Dios? Y que ese compuesto era virtud o fuerza de Dios (1Co 1,18 1Co 24), lo demostró El ante los judíos por los milagros que hizo, siquiera Celso suponga haberse hecho por hechicería, y los judíos de entonces-no sé con qué fundamento-por poder de Beelzebub, cuando dijeron: Por virtud de Beelzebub, príncipe de los demonios, arroja los demonios (Mt 12,24). Pero nuestro Salvador los convenció de decir un enorme dislate, con sólo hacerles notar que todavía no había terminado el reino de la maldad. Ello resultará evidente para quienquiera lea discretamente el pasaje evangélico, que no es este momento de comentar.

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10. La verdad del Evangelio, comprobada por el martirio de los discípulos de Jesús

Mas que Jesús "prometía y no cumplía sus promesas", es cosa que Celso tiene que probar y demostrar. Pero no podrá, sobre todo porque se imagina que puede tomar sus cargos contra Jesús y nosotros de relatos mal entendidos, y hasta de sus lecturas del Evangelio o de cuentos judaicos. Mas ya que el judío vuelve a decir: "Nosotros lo convencimos y condenamos y lo tuvimos por merecedor del suplicio", demuestren cómo lo convencieron los que buscaron contra El falsos testimonios; a no ser que sea-una gran prueba contra Jesús lo que dijeron sus acusadores: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios y en tres días volverlo a levantar (Mt 26,61). Pero El hablaba del templo de su cuerpo (Jn 2,21), y ellos, como quienes no sabían entender según la intención del que habla, lo entendieron del templo de piedra, que era el que veneraban los judíos, más que el que debieran venerar, el verdadero templo de Dios, del Logos, de la sabiduría y de la verdad. Diga quienquiera cómo, "escondiéndose de la manera más ignominiosa, fue Jesús escapándose de acá para allá". Demuestre alguien lo que en El es digno de reproche.

Pero dice también que "fue prendido". A lo que podría yo decir que, si el ser prendido es cosa contra la voluntad, Jesús no fue prendido; pues, a debido tiempo, no rehusó caer en manos de los hombres, como cordero de Dios, para quitar el pecado del mundo (Jn 1,20). Sabiendo, pues, Jesús todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Y ellos le contestaron: A Jesús de Nazaret. Díjoles: Yo soy. Estaba también con ellos Judas, que le traicionaba. Así, pues, apenas Jesús dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron a tierra. Preguntóles El de nuevo: ¿A quién buscáis? Y de nuevo respondieron: A Jesús de Nazaret. Replicóles Jesús: Ya os he dicho que soy yo. Si, pues, me buscáis a mí, dejad marchar a éstos (Jn 18,4). Es más, al que lo quería defender y asestó un golpe al criado del sumo sacerdote cortándole la oreja, le dijo: Vuelve la espada a su sitio, pues todos los que espada tomaren, a espada perecerán. ¿O te parece que no puedo rogar a mi Padre, que me mandaría aquí mismo más de doce legiones de ángeles? Pero, entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales es menester que así suceda? (Mt 26,52).

Mas si alguien piensa que todo esto son ficciones de los autores de los evangelios, ¿no serán más bien ficciones lo que inspira el odio y rencor contra Jesús y contra los cristianos? La verdad, empero, sólo puede estar en los que han demostrado la sinceridad de su adhesión a Jesús afrontando todo sufrimiento imaginable por amor de su doctrina. Pareja paciencia y constancia hasta la muerte no les vino ciertamente a los discípulos de Jesús de ganas de inventar acerca de su maestro lo que nunca fuera; y para todo espíritu inteligente es prueba evidente de que estaban convencidos de lo que escribieron, el hecho de que tales y tantas cosas soportaran por su fe en el Hijo de Dios.

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11. Leve defensa de Judas

Respecto a que Jesús "fue traicionado por los que llamaba sus discípulos", el judío de Celso toma realmente la noticia de los evangelios, siquiera, para dar más énfasis a su acusación, haga de Judas uno de los "muchos discípulos". Y tampoco tuvo curiosidad de mirar todo lo que está escrito sobre Judas. Y es así que, víctima de juicios contrarios y que pugnaban entre sí acerca de su maestro (cf. 1,61), ni se declaró con toda su alma contra El, ni guardó tampoco, con toda su alma, la reverencia que un discípulo debe a su maestro. Porque el que lo entregaba dio a la chusma que fue a prender a Jesús una señal diciendo: Al que yo besare, ése es; agarradlo firme (Mt 26,48). En lo cual aún guardaba un rastro de reverencia, pues, de no guardarla, lo hubiera traicionado con descaro, sin la ficción del beso. Esto ha de persuadir a todos respecto del motivo de Judas, que, junto con la avaricia, perversa razón para traicionar a su maestro, tenía mezclado en su alma algo que le venía de las palabras de Jesús, y era, digámoslo así, una especie de residuo de bondad. Está escrito, en efecto: Viendo Judas, el que lo había entregado, cómo había sido condenado, arrepentido, devolvió las treinta monedas de plata a los príncipes de los sacerdotes y ancianos, diciendo: He pecado entregando sangre inocente. Y ellos le con testaron: ¿Qué nos importa a nosotros? Allá te las hayas. Y arrojando las monedas al templo, se retiró; y, marchándose, se ahorcó (Mt 27,3). Ahora bien, si el avaro Judas, que robaba lo que se echaba en la bolsa por razón de los pobres, volvió, arrepentido, las treinta monedas de plata a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos, es evidente que las enseñanzas de Jesús, no del todo despreciadas y rechazadas por el traidor, pudieron inspirarle algún arrepentimiento. Y decir: He pecado entregando sangre inocente, era confesar el pecado cometido. Y es de ver cuan grande, cuan ardiente y vehemente fue el dolor, nacido del arrepentimiento de sus pecados, que ya no pudo aguantar la vida misma; y así, arrojado al templo el dinero, se retira, se va y se ahorca. El mismo se condenó a sí mismo, mostrando cuan grande había sido el poder de la enseñanza de Jesús hasta en el pecador de Judas, ladrón y traidor que no pudo despreciar enteramente lo que de Jesús aprendiera. ¿O es que dirán Celso y su panda ser ficciones todo lo que pone de manifiesto no haber sido total la apostasía de Judas, aun después de la alevosía cometida contra su maestro, y sólo será verdad que "fue traicionado por uno de sus discípulos"? ¿Es que quieren añadir a lo escrito que lo traicionó con toda su alma? Pero no es cosa que convenza tomarlo todo, en un mismo documento, con espíritu hostil, y dar fe a esto y negársela a lo otro.

Pero, si es menester alegar aún sobre Judas una razón que de todo punto lo confunda, diremos que, en el libro de los Salmos, el centesimo octavo, entero, contiene la profecía acerca de Judas. El salmo empieza así: ¡Oh Dios!, no calles mi alabanza, que una boca de pecador y de embustero se ha abierto contra mí (Ps 108,1-2), y en él se profetiza que Judas se separaría, por su pecado, del número de los apóstoles y sería elegido otro en su lugar. Esto se dice claramente en este pasaje: Y ocupe otro su oficio (v.8). Pero, en definitiva, demos que fuera traicionado por otro de sus discípulos peor aún que Judas, que echó de sí, como agua, digámoslo así, cuantas palabras oyera de Jesús. ¿En qué acusaría eso a Jesús o al cristianismo? ¿Con qué razón se alegaría eso como prueba de la falsedad de nuestra doctrina?.

Respecto de lo que sigue en Celso, ya hemos respondido anteriormente (II 10) y hemos demostrado que Jesús no fue prendido en la fuga, sino que se entregó voluntariamente por amor nuestro; de donde se sigue que, si fue prendido, lo fue voluntariamente, enseñándonos a aceptar también nosotros, de pleno grado, lo que hayamos de sufrir por la religión.

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12. Discípulos contra maestros

Pueriles me parecen también cosas como éstas: "Jamás fue traicionado un buen general, al frente de miles y miles de hombres, ni siquiera un capitán de bandidos, malvado él y al frente de las gentes peores, mientras pareció ser de provecho a sus bandas. Este, empero, traicionado por los que estaban bajo su mando, señal es que ni mandó como buen general, ni, engañado que hubo a sus discípulos, supo infundir a los engañados la benevolencia (digámoslo así) que se debe a un capitán de bandidos". Pueriles, decimos, porque es fácil hallar muchas historias de generales traicionados por sus íntimos, y de capitanes de bandidos apresados, porque sus gentes no fueron fieles a los pactos mutuos. Pero demos que ningún general ni capitán alguno de bandidos fuera jamás traicionado; ¿qué quita ni pone contra Jesús el hecho de que uno de sus discípulos le saliera traidor? Mas ya que Celso se las echa de filósofo, pudiéramos preguntarle qué acusación supone contra la filosofía de Platón el hecho de que, después de frecuentar veinte años su escuela, se apartara de ella Aristóteles, negara la doctrina acerca de la inmortalidad del alma y llamara "gorjeos platónicos" la teoría de las ideas (Dioc. LAERT., 5,9; su-pra I 13). ¿Es que, por haber desertado de él Aristóteles, ya no tiene fuerza la dialéctica de Platón, o será éste incapaz de demostrar sus pensamientos, y serán, por aquella deserción, falsos los principios platónicos? ¿No será más bien que, permaneciendo Platóri verdadero, como están prontos a afirmar los que siguen su filosofía, Aristóteles fue un malvado, ingrato para con su maestro? También Crisipo se ve, en muchos pasajes de sus escritos, que ataca a Oleantes, exponiendo doctrinas nuevas contra las de Cleantes, maestro suyo en su juventud, cuando se iniciaba aún en la filosofía. Y es de notar que de Aristóteles se dice haber frecuentado veinte años la escuela de Platón, y que Crisipo no pasó tampoco poco tiempo junto a Cleantes. Judas, empero, no llegaron a cuatro años los que pasó con Jesús. En fin, por lo que se escribe en las vidas de los filósofos, pueden hallarse ejemplos semejantes al de Judas, por el que acusa Celso a Jesús. Los pitagóricos levantaban un cenotafio al que, tras haberse convertido a la filosofía, corría otra vez a la vida vulgar (Dioc. LAERT., VIII 42; CLEM. AL., Strom. V 57,2-3); mas no por eso se invalidaban la razón y demostraciones de Pitágoras y los suyos.

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13. Las profecías de Jesús se están cumpliendo

Después de esto dice el judío de Celso: "Muchas cosas tengo que decir acerca de la historia de Jesús, verdaderas por cierto, pero no semejantes a las que fueron escritas por los discípulos de Jesús; pero las omito de buena gana". ¿Qué cosas de ésas, verdaderas, pero no como las que están escritas en los evangelios, que el judío de Celso omite? ¿No será que quiere cometer una imaginaria figura retórica, aparentando tener algo que decir cuando, en realidad, nada tenía que alegar fuera de los evangelios; nada, digo, que por su verdad pudiera impresionar al oyente ni que fuera una clara acusación contra Jesús y su doctrina?

Acusa además a los discípulos de "haber inventado que Jesús sabía y predijo de antemano todo lo que le sucedió". Sin embargo, que eso sea verdad, se lo vamos a demostrar a Celso, mal que le pese, por otras muchas profecías hechas por el Salvador, en que predijo lo que había de acontecer a los cristianos aun de generaciones por venir. ¿Quién por lo menos no se maravillará de esta predicción: Seréis conducidos por mi causa ante gobernadores y reyes en testimonio para ellos y las naciones? (Mt 10,18). Y dígase lo mismo de otras predicciones acerca de las futuras persecuciones de ^us discípulos. ¿Por qué otra doctrina, de cuantas han aparecido entre los hombres, se persigue a nadie? En tal caso, alguno de los acusadores de Jesús pudiera decir que, viendo El cómo se recriminan las doctrinas impías y embusteras, le pareció bien darse importancia prediciendo que lo mismo se haría con la suya. Y, a la verdad, si a alguien hubiera que llevar, por razón de doctrinas, ante gobernadores y reyes, ¿a quiénes mejor que a los epicúreos, que destruyen de todo punto la providencia, y hasta a los mismos del Peripato, según los cuales nada se logra por las oraciones ni por las víctimas que la gente se imagina ofrecer a la divinidad? (cf. De oratione 5,1)".

Alguno dirá que también los samaritanos son perseguidos por causa de su religión; a lo que contestamos que se los mata como a sicarios' por razón de la circuncisión, por suponerse que se mutilan a sí mismos contra las leyes vigentes, haciendo lo que sólo está permitido a los judíos. Por otra parte, nadie oirá a un juez que le proponga a un sicario empeñado en vivir según esa supuesta religión, esta alternativa: o dejarla y ser absuelto o, de perseverar en ella, ser condenado a muerte. Basta comprobar la circuncisión, para quitar de en medio al que la ha sufrido. Sólo a los cristianos (conforme a lo dicho por su Salvador: Ante gobernadores y reyes seréis conducidos por causa mía) los exhortan los jueces hasta el último aliento a que renieguen del cristianismo, sacrifiquen y juren según los usos comunes, y vivan así en casa tranquilos y sin peligro.

Y es de ver la autoridad con que dice estotras palabras: Todo el que me confesare delante de los hombres, también yo lo confesaré delante de mi Padre del cielo. Y a todo el que me negare delante de los hombres, etc. (Mt 10,32). Remóntate, te ruego, con el pensamiento al punto en que Jesús dice eso y considera que entonces no había aún sucedido lo que se profetiza. Acaso entonces dijeras, negándole crédito, que decía tonterías y hablaba por hablar, pues no se cumplirían sus palabras. Mas, si dudas adherirte a su doctrina, si estas palabras se cumplen, si se afirma la enseñanza de las palabras de Jesús hasta el punto de que gobernadores y reyes se preocupen de matar a los que confiesan a Jesús, dime si, en este caso, no creemos que dice todo eso como quien ha recibido gran autoridad de Dios para sembrar esta doctrina en el género humano y como quien estaba persuadido de que triunfaría. ¿Y quién no se maravillará, remontándose con el pensamiento al punto en que Jesús enseña y dice: Este evangelio será predicado en todo el mundo en testimonio para ellos y los gentiles (Mt 24,14), si considera cómo, según lo que El dijo, el Evangelio de Jesucristo se ha predicado a toda criatura bajo el cielo (Col 1,23) 7, a griegos y bárbaros, a sabios e ignorantes? (Rm 1,14). Y es así que la palabra divina predicada con fuerza ha dominado a todo linaje de hombres, y no hay género de gentes que haya rehuido aceptar la enseñanza de Jesús.

Y si el judío de Celso no cree que Jesús supiera de antemano lo que le iba a suceder, considere cómo, cuando estaba aún en pie Jerusalén y dentro de sus muros se celebraba todo el culto de los judíos, Jesús predijo los acontecimientos que vendrían bajo los romanos. Porque no van a decir que los discípulos y oyentes de Jesús transmitieron la doctrina de los evangelios sin consignarla por escrito, ni que dejaran a los creyentes sin recursos escritos acerca del mismo. Y, en efecto, en éstos se escribe: Cuando viereis a Jerusalén cercada de campamentos, entended que está cerca su desolación (Lc 21,20). No había entonces por ningún cabo ejércitos en torno de Jerusalén que la cercaran, circunvalaran ni sitiaran. Todo eso comenzó cuando Nerón era aún emperador, y se prolongó hasta el imperio de Vespasiano, cuyo hijo, Tito, asoló a Jerusalén. Según escribe Josefo, por causa de Santiago, el Justo, hermano de Jesús, que se llama Cristo; pero, según demuestra la verdad, por causa de Jesús, el Mesías, Hijo de Dios (cf. supra I 47).

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14. Ni siquiera adivino

Celso, naturalmente, aun aceptando o concediendo que Jesús conociera de antemano lo que le iba a suceder, pudiera haber aparentado despreciar tal presciencia, como hizo con los milagros diciendo que se debieron a la magia. Aquí pudiera haber dicho que muchos conocieron lo que les iba a suceder por las varias maneras que existen de adivinación: por auspicios, augurios, sacrificios y astrología. Pero no quiso concederlo, como cosa mayor, y admitió, en cambio, hasta cierto punto, haber hecho Jesús milagros, si bien cree desacreditarlos con achaque de magia. Sin embargo, Flegón, en el libro trece o catorce (creo) de su Crónica', atribuyó a Cristo presciencia de algunos acontecimientos futuros, siquiera confunda a Pedro con Jesús, y atestigua haber acontecido según lo que él dijera. En todo caso, también él, por lo que dice sobre la previsión o presciencia, confirma, como sin querer, que la palabra de los padres de nuestra religión no estuvo vacía de virtud divina.


Origenes contra Celso 203