Origenes contra Celso 32

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32. Nada hay firme en la naturaleza humana

Sin embargo, como quiera que nada hay firme en la naturaleza humana, también aquella constitución tenía que degenerar y disolverse con el andar del tiempo. Mas la providencia, después que cambió lo que en su venerable doctrina necesitaba de cambio para adaptarlo universalmente, en vez de ella dio a los hombres creyentes de dondequiera la religión sagrada de Jesús. Este, dotado no sólo de inteligencia, sino también de naturaleza divina, echó por tierra la doctrina de los démones que se complacen en el incienso, en la sangre y en los perfumes que suben de la grasa (cf. III 28) y, a la manera de los titanes y gigantes míticos, impiden a los hombres pensar en Dios. Jesús, empero, sin dársele nada de las asechanzas de los que asechan principalmente a los mejores, estableció leyes, que llevan a la bienaventuranza a los que viven conforme a ellas. Y ya no tendrán que halagar en modo alguno a los démones por medio de sacrificios, sino que los despreciarán de todo en todo, fiados en el Logos de Dios, que ayuda a los que levantan sus ojos a Dios. Y como Dios quería que se impusiera en el mundo la doctrina de Jesús, nada pudieron los démones, y eso que no dejaron piedra por mover a fin de que no hubiera ya cristianos "¡. Y es así que azuzaron a los emperadores, al senado, a los gobernadores de las provincias y hasta a la chusma del pueblo, que no se daba cuenta de la irracional y malvada acción demónica contra la doctrina cristiana y sus seguidores.

Pero el Logos de Dios, más poderoso, aun impedido, que todas las cosas, tomando, como si dijéramos, por aliciente para crecer los mismos obstáculos que se le ponían, fue avanzando y ganando cada vez más almas . Tal era, en efecto, la voluntad de Dios.

Aunque dicho por vía de digresión, todo nos parece necesario, pues queríamos responder a lo que dice Celso sobre los judíos, que habrían sido "esclavos fugitivos de Egipto" y que, hombres queridos de Dios, "nada habrían llevado a cabo digno de cuenta". Mas también a lo otro de que "no merecían ni entrar en lista", decimos que, retirándose como raza escogida y regio sacerdocio (Ex 1) y evitando el trato del vulgo a fin de no contaminar sus costumbres, eran protegidos por el poder divino. No ambicionaban, como la mayor parte de los hombres, anexionarse otros reinos, ni tampoco estaban tan abandonados que, por su pequenez, fueran fácil presa de extraños y perecieran de todo en todo. Y así aconteció mientras fueron dignos de la protección divina. Mas cuando, al pecar la nación entera, fue menester convertirlos a su Dios por medio de calamidades, eran abandonados unas veces por más, otras por menos tiempo, hasta que, bajo la dominación romana, en castigo del más grande de los pecados, que fue haber dado muerte a Jesús, han quedado completamente abandonados.

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33. Poder mágico de los nombres de los patriarcas

Seguidamente ataca Celso lo que se cuenta en el libro primero de Moisés, que se titula el Génesis, y dice que "los judíos intentaron, descaradamente", remontar su genealogía a la primera casta de hechiceros y embusteros, fundándose en ciertas voces oscuras y ambiguas, envueltas en no sé qué "tinieblas, que ellos explican a gentes ignorantes e insensatas; y eso que jamás, en tanto tiempo pasado, se pretendió semejante cosa"; Paréceme que aquí expresó Celso muy oscu ramente su pensamiento. Y es probable que, en este punto, la oscuridad fue buscada adrede, pues vio ser muy fuerte el argumento que prueba que el pueblo judío desciende de tales antepasados. Por otra parte, no quiso dar la impresión de ignorancia en asunto tan importante acerca de los judíos y su nación. Y es, efectivamente, claro que los judíos traen su genealogía de los tres patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob; estos nombres, unidos al de Dios, tienen tanta fuerza, que no sólo los de la nación usan en sus oraciones a Dios y en los conjuros de démones la fórmula: "El Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob", sino también casi todos los que tratan esta materia de las encantaciones mágicas (cf. I 22.24; V 45). Se encuentra, en efecto, a menudo en los tratados de magia esta invocación de Dios, y, en los conjuros contra los démones, al de los patriarcas se junta el nombre de Dios, como familiar suyo que se lo supone. Ahora bien, paréceme que Celso no ignoró del todo esto que judíos y cristianos alegan para probar que Abrahán, Isaac y Jacob, padres del pueblo judío, fueron hombres santos, pero no lo quiso exponer claramente por no sentirse capaz de rebatir ese argumento.

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34. Se argumenta por el poder mágico

Preguntamos, en efecto, a todos los que se valen de esas invocaciones de Dios: Decidnos, amigos, ¿quién fue Abrahán, qué grandeza hubo en Isaac, qué virtud en Jacob, para que el nombre de Dios, unido con los nombres de ellos, obre tales milagros? ¿Y de quiénes aprendisteis, o podéis aprender, lo que aquellos hombres llevaron a cabo? ¿Quién se ocupó en escribir la historia de ellos, ora exalte directamente a aquellos hombres por sus misteriosos poderes, ora dé a entender por secretas alusiones algo grande y maravilloso para quienes son capaces de contemplarlo? Y como nadie, en respuesta a nuestras preguntas, podrá presentar historia alguna de griegos o bárbaros, y si no historia, algún escrito místico, como fuente de lo que se cuenta de estos hombres, nosotros alegaremos el libro llamado Génesis, en que se contienen los hechos de aquellos hombres y los oráculos que Dios les dirigiera. Y ahora preguntamos: El hecho de que también vosotros toméis los nombres de esos tres progenitores del pueblo judío, pues sabéis por experiencia que por su invocación se realizan no despreciables cosas, ¿no prueba el carácter divino de los mismos? Ahora bien, a esos hom bres sólo los conocemos por los libros sagrados de los judíos. Es más, también se nombra a menudo contra démones u otros poderes malignos "el Dios de Israel", o "el Dios de los hebreos", o "el Dios que ahogó en el mar Rojo al rey de los egipcios y a los egipcios". Ahora bien, la historia de todo eso que se nombra y la interpretación de los nombres la sabemos por los hebreos, que, en sus letras y lengua patria, lo exaltan y explican. ¿Cómo, pues, decir que los judíos, al intentar °" remontarse en su genealogía al tronco primero de aquellos hombres que Celso supone haber sido "hechiceros y embusteros", desvergonzadamente intentan referirse a sí mismos y sus orígenes a ellos? El hecho de que sus nombres sean hebraicos atestigua a los hebreos, cuyos libros sagrados están en lengua y caracteres hebraicos, que su pueblo pertenece a la familia de aquellos hombres. Y es así que, hasta hoy día, los nombres judíos, que llevan el cuño de la lengua hebrea, o están tomados de sus propios libros o, simplemente, de cosas significadas por la lengua hebrea.

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35. Celso elude la demostración de lo que dice

El lector del escrito de Celso puede ver si lo que sigue no alude también a esto: "E intentaron remontar su genealogía hasta el tronco primero de hechiceros y embaucadores, fundándose en voces oscuras y ambiguas y como envueltas en tinieblas". Oscuros, en efecto, son estos nombres y no están a la luz y alcance del vulgo; mas para nosotros no son ambiguos, aun cuando los tomen gentes ajenas a nuestra religión; lo que ignoro es por qué Celso, que no explica su ambigüedad, los rechaza sin más. La verdad es que, si quería rebatir razonablemente la que él tenía por desvergonzadísima genealogía de los judíos, que blasonan de Abra-hán y sus descendientes, su deber era exponer el tema en su integridad; y luego refutar valientemente, por la verdad tal como él la viera y por los argumentos en su favor, lo que a su tesis se opusiera. Mas ni Celso ni otro alguno que se proponga explicar la naturaleza de los nombres invocados para obrar milagros será capaz de dar razón exacta de ellos, ni menos demostrar que fueron despreciables hombres cuyos solos nombres son poderosos no sólo entre los de la propia nación, sino también entre los extraños.

A Celso cumplía también mostrar cómo nosotros malin-terpretamos esos nombres a ignorantes y estúpidos, y enga fiamos así (como él se imagina) a quienes nos oyen; él, empero, que se ufana de no ser ni ignorante ni estúpido, daría su verdadera interpretación. Añadió, sin embargo, acerca de estos nombres, de los que traen los judíos su ascendencia, que "jamás, en tan largo tiempo pasado, hubo discusión alguna sobre ellos; ahora, empero, litigan los judíos sobre ellos contra algunos" (que Celso no especifica). Haga ver el que quiera quiénes son esos que reclaman, con algún viso de probabilidad, contra los judíos, en el sentido de no ser exacto lo que judíos y cristianos cuentan acerca de quienes llevan esos nombres, y de que hay otros que los explican con la más alta sabiduría y verdad. Por nuestra parte, estamos persuadidos de que nadie podrá hacer ver cosa semejante, pues es patente haberse tomado esos nombres del hebreo, que sólo entre judíos se usa.

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36. La historia del estado primitivo del hombre

Luego cuenta Celso ciertas historias que no tienen que ver con la palabra divina, acerca de gentes que reclamaron para sí antigüedad, como los atenienses, egipcios, árcades y frigios, y de quienes dicen haber nacido entre ellos algunos de la tierra (cf. I 37), y en prueba de ello aduce sus argumentos, y viene a parar a lo que sigue: "Los judíos, acurrucados allá en un rincón de Palestina (cf. VI 78), gentes de todo punto ignaras, que no oyeron que eso fue de antiguo cantado por Hesíodo y otros varones incontables, divinamente inspirados, compusieron la leyenda más absurda y sin gracia de cierto hombre plasmado por mano de Dios y por éste insuflado, y de una mujer sacada del costado del hombre; Dios habría dado sus mandatos, pero una serpiente se habría opuesto a ellos, y habría podido más la serpiente que los mandatos de Dios; puro cuento de viejas, en que presentan, con la mayor impiedad, a Dios ya desde el principio como un impotente, incapaz de convencer ni a un hombre solo al que acababa de plasmar". Este eruditísimo y sapientísimo Celso, que no se cansa de echar en cara a judíos y cristianos su ignorancia e incultura, pone aquí muy bien de manifiesto la puntual manera como entendía los tiempos en que floreciera cada escritor, griego o bárbaro. Así se imagina que Hesíodo y otros innumerables, a los que llama "varones divinamente inspirados", fueron más antiguos que Moisés y sus escritos, cuando se demuestra que Moisés fue anterior con mucho a la guerra de Troya (cf. IV 21). No fueron, pues, los judíos los que compusieron la Jeyenda más absurda y sin gracia acerca del hombre nacido de la tierra, sino los hombres, según Celso, divinamente inspirados, Hesíodo y los otros incontables, los que no se enteraron ni oyeron tradiciones mucho más antiguas y venerables de Palestina y escribieron sobre los orígenes aquellas historias, Eeas y Teogonias. Son los que, en sus mitos, atribuyen nacimiento y mil otros absurdos a los dioses (con razón los expulsa Platón de su República (Pol. 379cd), como corruptores de los jóvenes, a Hornero y a los que componen tales poemas) Por cierto que Platón no pensó fueran divinos hombres que tales poemas nos dejaron. Pero Celso, epicúreo (si es éste el que escribió también otros dos libros contra los cristianos), juez más competente que Platón, es probable que por solo tema contra nosotros llamara divinamente inspirados a quienes no tenía por tales.

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37. Antropomorfismo innocuo

Nos echa en cara Celso que nos inventemos "un hombre plasmado por manos de Dios". Pero el libro del Génesis no menciona las manos de Dios ni en la creación, ni en la plasmación del hombre. Job y David sí dicen: Tus manos me crearon y plasmaron (). Mucho habría que decir para explicar el pensamiento de los que esto dijeron, no sólo sobre la diferencia entre crear y plasmar, sino también acerca de las manos de Dios. Los que no entienden qué significan esas y otras expresiones semejantes de las Escrituras divinas se imaginan que atribuimos al Dios supremo figura semejante a la humana. Según ellos, sería consecuente pensar que tiene Dios cuerpo alado; pues, literalmente entendidas, nuestras Escrituras dicen también eso de Dios (Ex 19,4). El tema presente no pide que entremos en la interpretación de este punto, más que más que lo estudiamos de propósito en nuestros comentarios al Génesis.

De ver es, además, en lo que sigue, la malignidad de Celso. Dice nuestra Escritura en la plasmación del hombre: E inspiróle en el rostro un hálito de vida, y quedó hecho el hombre alma viviente (); mas él, con intento maligno de burlarse de la frase: inspiróle en el rostro hálito de vida, cuyo sentido no entendió siquiera, escribió: "Se inventaron un hombre plasmado por manos de Dios, al que éste insufló". De este modo, imaginando que el insuflar de Dios se parecía al hinchar soplando unos botos, se hacía chacota del dicho bíblico: "inspiró sobre su rostro hálito de vida". Dicho tropológico, que requiere explicación en el sentido de que Dios hizo al hombre partícipe de su espíritu inmortal, por lo que se dice también: Tu espíritu incorruptible está en todas las cosas ().

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38. La creación de la mujer en Moisés y en Hesíodo

Luego, terne en su propósito de desacreditar la Escritura, hizo también burla de este pasaje: Envió Dios sobre Adán un profundo sueño y, mientras dormía, le tomó una de sus costillas, y llenó de carne el vacío; luego, de la costilla que tomó a Adán formó una mujer, etc. (). Celso no citó el texto mismo, que basta para hacer ver a quien lo oiga estar dicho alegóricamente. Mas él no quiso dar a entender que se tratara de una alegoría, por más que, más adelante (IV 89),, dice que "los más moderados entre judíos y cristianos, avergonzados de estos mitos, tratan de explicarlos, como pueden, alegóricamente". Pero cabe preguntarle: ¿Conque es bien interpretar alegóricamente lo que ese tu Hesíodo, divinamente inspjrado, dijo en forma mítica acerca de la mujer, que habría sido dada por Zeus a los hombres como una calamidad por precio del fuego (HESIOD., Erga 57), y te parece, en cambio, carecer de todo sentido razonable y de todo misterio lo que se cuenta de la mujer tomada de la costilla de Adán profundamente dormido y formada de ella por Dios?.

Mas no es proceder razonable no reírse, como de un mito, de lo que cuenta Hesíodo, sino que se lo admira como filosofía míticamente velada, y burlarse, en cambio, a moco tendido, sin más apoyo que el texto literal, del relato bíblico, al que no se concede30 sentido superior alguno. Porque si hay que reírse, por el solo tenor literal, de lo que se dice con sentido oculto, mira si no merece más risa Hesiodo, hombre, como tú dices, divinamente inspirado, cuando escribe lo que sigue:

"Irritado, Zeus le dijo, el que nubes amontona:

Hijo de Jápeto, que a todos en tus trazas aventajas,

te alegras de que el fuego me has robado

y engañado me has, para desastre grande

tuyo y de cuantos adelante fueren.

A ellos yo les daré, en lugar del fuego,

un mal en que ellos todos se complazcan,

y de puro placer su daño abracen.

Así dijo y calló

el padre de los hombres y los dioses,

y a Efesto, ilustre artífice, mandóle que al instante

agua y tierra mezclara,

y en la mezcla pusiera voz humana, y fuerza viva

y un rostro que a los dioses inmortales se asemeje,

rostro bello y amable de una virgen. Luego a Atena,

que labores le enseñe, y un tejido

de mil varios adornos tejer sepa, y Afrodita, diosa de oro,

en la bella cabeza vierta gracia,

y el terrible deseo y los cuidados

que los miembros devoran. Orden Kermes,

el guía, que aparece entre esplendores,

recibió de infundirle desvergüenza, cual de perro,

y tendencia al embuste. Así les dijo, y a Zeus todos,

señor, hijo de Cronos, obedecen.

Al punto de la tierra plasmó Efesto,

el artífice ilustre,

la imagen de una virgen pudibunda,

por designio de Zeus, hijo de Cronos; luego Atena,

la de ojos de lechuza, fue a ceñirla y adornarla;

las gracias, altas diosas, y la augusta Pito,

su cuello circuyeron de áureas joyas, y las horas,

de hermosa cabellera, una guirnalda en su cabeza,

flores de primavera, le pusieron. Todo ornato,

a su cuerpo ajustó Palas Atena, y en su pecho,

el guía que aparece entre esplendores,

mentiras le metió y palabras dulces

y tendencia al embuste; por designios

de Zeus altitonante, voz humana

el mensajero de los dioses infundióle, y ya por nombre

a esta mujer llamó Pandora,

porque todos / los que habitan olímpicos palacios

hiciérbnle presentes de sus dones, gran desastre

para los hombres industriosos". (HESIOD., Erga 53-82.)

Y a la vista salta la ridiculez de lo que se dice del tonel:

"Pues el género humano vivía antes en la tierra,

sin males, sin trabajo doloroso,

sin las graves dolencias, que la muerte

acarrean al hombre; mas las manos

de la mujer quitaron la gran tapa

del tonel, salió todo y a los hombres

calamidades mil así les trajo.

Sola allí la esperanza quedó dentro

de la no rota estancia, ya en los labios

del tonel, sin que afuera ya volara; pues, punto antes,

la gran tapa otra vez echóle encima". (Erga 90-98.)

A quien reverentemente alegorice estos versos, ora sea acertada la alegoría, ora no, le diremos: ¿Conque sólo a los griegos les es lícito filosofar con sentido oculto, y hasta a los egipcios, y a cuantos de entre los no griegos blasonan de la verdad de sus misterios? ¿Conque solos los judíos, su legislador y sus escritores te han parecido ser el trasunto de la estolidez entre los hombres? ¿Conque sólo esta nación crees no haber tenido parte alguna en el poder de Dios, siendo así que tan magníficamente fue enseñada a remontarse a la naturaleza increada de Dios, a mirarle a El solo y a poner en El solo sus esperanzas?

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39. Un mito platónico

Celso hace también comedia de la serpiente, "que se opone a los mandatos que da Dios al hombre", imaginando ser el relato bíblico cuento parecido a los que se transmiten las viejas; pero no nombra, de propósito, el paraíso que se dice haber plantado Dios en Edén, hacia oriente, y cómo luego hizo brotar de la tierra todo árbol hermoso a la vista y sabroso para comer, señaladamente el árbol de la vida en medio del paraíso y el árbol de la ciencia del bien y del mal (). Tampoco dice palabra acerca de lo que se cuenta sobre estas cosas, capaces por sí solas de convencer al que con buena voluntad leyere que todo esto debe entenderse, sin menoscabo de la reverencia, tropológlcamente. En prueba de lo cual, vamos a comparar lo que en el Banquete, de Platón, dice Sócrates sobre el Eros, y que se pone en boca de él por ser el más importante de los interlocutores del Sympo-sion. He aquí el texto de Platón:

"Cuando nació Afrodita, celebraron los dioses un banquete, al que, entre otros, asistió Poros, hijo de Metis. Ya que hubieron comido, llegó, al sabor de la fiesta, Penía, que era una mendiga, y se quedó a la puerta. Así, pues, Poros (ebrio de néctar, pues no existía aún el vino) se entró en el huerto de Zeus y allí cogió un pesado sueño. Penía entonces, aguijada por su pobreza, trazó manera de tener un hijo de Poros, se acostó a su lado y concibió a Eros. De ahí que Eros vino a ser acompañante de Afrodita, como engendrado en su natalicio y por ser, a par, amante de lo bello, pues también Afrodita es bella. Así, como hijo de Poros y Penía, la condición de Eros es primeramente ser pobre; y mucho dista de ser delicado y hermoso, como se imagina el vulgo. No, Eros es duro y áspero, anda los pies descalzos, no tiene casa, se tiende siempre en el suelo, sin lecho, durmiendo en puertas y caminos a la intemperie. Como tira a la naturaleza de su madre, vive siempre en indigencia. Pero, por la de su padre, conspira a lo bueno y hermoso, es valiente, audaz y constante; experto cazador, eterno trazador de nuevos ardides; es enamorado y dador de inteligencia; filósofo de por vida, encantador terrible, hechicero y sofista. No es por naturaleza ni mortal ni inmortal, sino que, el mismo día, unas veces prospera y vive, cuando se ve en abundancia; otras se muere y, por lo que tiene de su padre, revive de nuevo. Todo lo que adquiere, se le escurre siempre, de suerte que Eros ni está nunca indigente ni es tampoco rico. E igualmente se halla entre sabiduría e ignorancia" (PLAT., Symp. 203bc).

Ahora, pues, los que esto leyeran, si les da por imitar la malignidad de Celso-¡lo que Dios no permita entre cristianos!- tomarán a chacota este mito y se mofarán de aquel gran filósofo que fue Platón. Pero si, examinando filosóficamente lo que se dice en forma de mito, logran descubrir el pensamiento de Platón, no podrán menos de admirar la manera como supo ocultar en forma de mito, por razón del vulgo, grandes verdades tal como él las veía, y decirlas, a par, como era menester para quienes fueran capaces de descubrir por los mitos la verdad que en ellos quiso poner su autor. Ahora bien, he querido traer aquí este mito de Platón, pues parece que el huerto de Zeus de que habla tiene alguna semejanza con el paraíso de Dios, y la Penía del uno puede compararse con la serpiente del otro, y Poros asediado por Penía, con el hombre asediado por la serpiente. Lo que no resulta claro es si a Platón se le ocurrió todo eso por azar o, como piensan algunos (CLEM. ALEX., Strom. 1,66,3), tratando en su viaje a Egipto con quienes explicaban también filosóficamente las creencias judaicas, aprendió algo de ellos, y unas cosas conservó, otras modificó, temeroso de ofender a los griegos si de todo punto mantenía la sabiduría de los judíos, gentes mal acreditadas entre el vulgo por lo extraño de sus leyes y lo original de su constitución política. Como quiera que sea, no es éste el momento de exponer ni el mito de Platón ni lo que atañe a la serpiente y al paraíso de Dios y cuanto se escribe haber acontecido en él. En los comentarios al Génesis tratamos de todo ello, como tema principal, según nuestros alcances.

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40. Adán, el hombre

Afirma además Celso que "el relato de Moisés presenta con la mayor impiedad a Dios como un impotente desde el principio, incapaz de persuadir ni a un solo hombre, a quien El había plasmado". A esto decimos que habla Celso como si alguien acusara a Dios de la existencia del mal, que no habría sido capaz de impedir ni en un solo hombre, de suerte que hubiera nacido alguien que desde el principio no hubiera conocido el mal (cf. IV 3). Los que en este punto tienen interés en defender a la providencia, lo hacen con no escasos ni desdeñables argumentos; y de modo semejante filosofarán sobre Adán y su pecado los que saben que, en griego, Adán equivale a anthropos (hombre), y, cuando Moisés parece tratar de Adán, habla en realidad de la naturaleza humana. Y es así que, como dice la palabra divina, en Adán mueren todos (Ex 1), y todos fueron condenados a semejanza de la transgresión de Adán (); textos en que la palabra divina no tanto habla de un individuo cuanto de todo el linaje. Así, en la serie de cosas que se dicen como si se tratara de uno solo (), la maldición de Adán alcanza a todos; y lo que se dice contra la mujer, no hay ninguna sobre la que no se diga. En cuanto al hombre, arrojado juntamente con la mujer del paraíso, vestido con aquella túnica de pieles que les hizo Dios después de la transgresión, tiene un sentido secreto y misterioso, muy superior al de Platón, cuando presenta al alma que pierde sus alas y cae a la tierra hasta que da con algo sólido (PLAT., Phaidr. 246bc; cf. infra VI 43).

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41. El arca de Noé

Seguidamente dice: "Luego nos vienen con no sé qué diluvio y un arca prodigiosa, que lo encerraba todo, y de una paloma y un cuervo, como mensajeros, con lo que desfiguran y corrompen la historia de Deucalión ". Y es que (a lo que me imagino) no esperaban realmente que esto saldría a pública luz, sino que eran cuentos para niños pequeños". También aquí es de ver el odio, indigno de un filósofo, que profesa este hombre a la Escritura antiquísima de los judíos. Porque nada tenía que decir contra la historia del diluvio, ni cayó en la cuenta de lo que cabía objetar contra el arca y sus medidas; porque, si nos atenemos a la opinión corriente que supone haber sido el arca 300 codos de larga, 50 de ancha y 30 de alta, no era posible decir que cupieran en ella los animales de la tierra, catorce de cada especie pura y cuatro de impuros. Celso se contentó con decir ser "un arca prodigiosa que lo encerraba todo dentro". Pero ¿qué tiene de prodigioso un arca, que se dice haber sido fabricada en cien años, y era de 300 codos de larga, de 50 de ancha, hasta que los 30 codos de alta acababan en un solo codo de largura y anchura? ¿No era más maravillosa aquella construcción en que se parecía a una ciudad grandísima? Si elevamos las medidas al cuadrado, resulta que la base tuvo 90.000 codos de largo y 2.500 de ancho. ¿Cómo no admirar el plan al hacerla tan compacta y capaz de soportar una tormenta como la que trajo el diluvio? Porque no estaba calafateada de pez ni de otra materia semejante, sino de una fuerte capa de asfalto. ¿Cómo no admirar que, por providencia de Dios, se introdujeran en ella supervivientes de toda especie, para que la tierra recibiera otra vez semillas de todos los animales, y que Dios se valiera del hombre más justo, que había de ser padre de los que vendrían después del diluvio?

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42. La paloma y el cuervo

Saca a relucir también Celso lo que se cuenta de la paloma, sin duda para dar la impresión de haber leído el libro del Génesis, sin poder decir palabra para demostrar que se trata de algo inventado. Luego, siguiendo su costumbre de mudar ridiculamente los textos de la Escritura, transforma al cuervo en corneja, y opina que, al escribir esto Moisés, no hizo sino corromper lo que los griegos cuentan de Deucalión; si no es que piensa que ni siquiera es de Moisés ese escrito, sino de varios otros; esto, por lo menos, da a entender la frase: "falsificando y corrompiendo la historia de Deucalión"; y estotra: "Porque no esperaban, a lo que pienso, que todo esto saldría a pública luz". Mas ¿cómo imaginar que quienes daban sus escritos a una nación entera no esperaran que saldrían un día a pública luz? ¡Ellos que, por añadidura, profetizaron que esta religión se predicaría a todas las naciones ! Y cuando Jesús dice a los judíos: Os será quitado el reino de Dios y será dado a un pueblo que dará los frutos de él (Mt 21,43), ¿qué otra cosa disponía sino sacar El mismo a luz, por divina virtud, la Escritura de los judíos, que contiene los misterios del reino de Dios? Notemos, en fin, que cuando leen las teogonias de los griegos y sus mitos sobre los doce dioses, los realzan por la interpretación alegórica; mas, cuando quieren burlarse de lo nuestro, dicen por las buenas tratarse de cuentos para chiquillos.

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43. Alusiones bíblicas varias

Habla también de una generación absurdísima de hijos y fuera de "sazón", y, aunque no los nombra, es evidente que se refiere a la de Abrahán y Sara (). Aludiendo también a las "insidias entre hermanos", se refiere sin duda a las de Caín contra Abel o, además de éstas, a las de Esaú contra Jacob (4,8; 25,29-34; 27,18-29).. "La tristeza del padre" acaso sea la de Isaac por el viaje de Jacob, o la de éste por la venta de José en Egipto (28,1-5; 37,33-35). Al escribir de los "ardides de las madres", pienso que significa a Rebeca, que se las arregló para que las bendiciones de Isaac recayeran sobre Jacob, y no sobre Esaú (27,5-17). Ahora bien, si nosotros afirmamos que con todos éstos tuvo Dios la más íntima familiaridad o trato, ¿qué hay de absurdo en ello para quienes estamos persuadidos de que jamás se aparta su divinidad de quienes a El se consagran con una vida santa y constante? Se mofó también de "la riqueza que hizo Jacob en casa de Labán", por no entender a qué se refiere aquello de "las ovejas no señaladas eran de Labán, y las señaladas de Jacob" (30,43). Y añade: "Dios regaló a sus hijos con asnillos, ovejas y camellos". Y es que no vio que todas estas cosas les acontecían a ellos figuradamente, y fueron escritas por causa de nosotros, que hemos alcanzado el fin de los tiempos (Mt 1). Entre nosotros, las varias naciones que han recibido la señal, gozan de la ciudadanía del Logos de Dios, dadas que fueron en posesión al que figuradamente es llamado Jacob. Y es así que lo que se escribe de Labán y Jacob aludía a los que habían de creer en El de entre las naciones.

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44. La interpretación alegórica, justificada por el ejemplo de San Pablo

Muy lejos del sentido de la Escritura, sigue diciendo Celso que "Dios dio también pozos a los justos". Porque no se percató que los justos no construyen cisternas, sino que cavan pozos, pues tratan de encontrar la fuente interna y el hontanar de los buenos refrigerios (PLAT., Phaidr. 243d), como quienes toman figuradamente el precepto que dice: Bebe las aguas de tu propio aljibe, y de los manantiales de tus pozos; el agua de tu fuente no se derrame por fuera, ni tus arroyos por las calles. Sé tu solo el dueño de ellas, y no entren a la parte contigo los extraños (). Y es de notar que, en muchas partes, la palabra divina se vale de historias reales y las dejó escritas para presentar verdades superiores, veladamente indicadas; tales son esas de los pozos, las de los casamientos y diversas uniones de los justos. En momento más oportuno, el que escriba comentarios sobre ellas tratará de ponerlas en claro. Ahora bien, que también en tierra de filisteos construyeron pozos los justos, corno se escribe en el Génesis (26,15ss), pónese de manifiesto por los maravillosos que ahora se muestran en Ascalón, dignos de visitarse por lo extraño de su construcción, muy distinta de la de los otros pozos. Y que las esposas y criadas hayan de interpretarse alegóricamente, no lo enseñamos nosotros de nuestra cosecha, sino que lo hemos recibido de hombres sabios que nos han precedido. Uno de éstos, incitando a sus oyentes a la interpretación tropológlca, dijo así: Decidme los que leéis la ley, ¿es que no oís la ley misma? Está, en efecto, escrito que Abrahán tuvo dos hijos, uno de la esclava y otro de la ¡libre. Pero el de la esclava nació según la carne, y el de la libre en virtud de la promesa. Lo cual está dicho alegóricamente. Se trata de los dos testamentos; uno del monte Sinaí, que engendra para servidumbre,.que es Agar. Y poco después: Mas la Jeru-salén, dice, de arriba es libre, y ella es madre nuestra (). El que tenga gusto en ello, eche mano de la carta a los Calatas, y verá cómo se interpretan alegóricamente los casamientos y uniones con esclavas; por donde se ve que la palabra divina no quiere que imitemos las acciones tenidas por corporales de quienes eso hicieron, sino las que suelen llamar los discípulos de Jesús espirituales.

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45. Las hijas de Lot

Deber fuera de Celso loar la sinceridad de los autores de las Escrituras divinas, que no ocultaron ni aun lo inhonesto y, por ese argumento, moverse a creer que tampoco es inventado lo que dicen sobre las cosas más maravillosas; pero el hombre hace todo lo contrario. Y así, sin haber examinado la historia de Lot y sus hijas en su sentido literal ni averiguado el que pueda tener anagógicamente, dijo que eran "cosas más abominables que las abominaciones de Tiestes" ". Ahora bien, no es necesario que de momento digamos lo que tiene el pasaje de tropológico, ni qué signifique Sodoma y lo que los ángeles dicen al que se salva de ella: No mires atrás en torno tuyo, ni te pares en todo el contorno; sálvate en el monte, no sea que tú también quedes envuelto en el desastre (). Dejamos a un lado explicar quién fue Lot, quién su mujer, convertida en estatua de sal por haber mirado atrás, y quiénes sus hijas, que emborracharon a su padre para ser por él madres. Sin embargo, siquiera brevemente, vamos a suavizar lo que la historia tiene de escandaloso.

Los griegos mismos inquirieron la naturaleza de lo bueno, lo malo y lo indiferente. Los que de entre ellos mejor acertaron, ponen el bien y el mal en la sola deliberación de la voluntad, y afirman ser propiamente indiferente lo que se demuestra ser ajeno al propósito de la voluntad; ésta, por su parte, es laudable cuando se vale como debe de lo indiferente; reprensible, cuando lo hace indebidamente. Ahora bien, tratando el tema de lo indiferente, dijeron que, en ri gor, unirse un padre con su hija es cosa indiferente, siquiera no deba hacerse en sociedades bien ordenadas. Y para demostrar la indiferencia de tal acción, sientan la hipótesis de que, destruido todo el género humano, se quedara solo en el mundo el sabio con su hija. Y ahora inquieren si, lícitamente, podrá el padre tener comercio carnal con su hija para que no perezca, en la hipótesis sentada, todo el género humano. Ahora bien, si esto se da por doctrina sana entre los griegos, y la defiende una escuela nada despreciable entre ellos como son los estoicos33, ¿serán inferiores al sabio que lícitamente se une con su hija en la hipótesis de los estoicos de la destrucción de todos los hombrss, unas chicuelas que sabían algo, pero no claramente, acerca de la conflagración del mundo, que habían visto cómo el fuego destruía su propia ciudad y comarca, y suponían que la supervivencia del género humano dependía de su padre y de ellas, y quisieron, por esa suposición, que se conservara el mundo? No ignoro que algunos se han escandalizado de esta determinación de las hijas de Lot y han condenado por impío su hecho; y, como de uniones impías, dicen haber nacido razas malditas, como son las de los moabitas y ammonitas. Y, a decir verdad, no se ve que la divina Escritura apruebe por bueno el hecho, ni tampoco que lo condene o reprenda. Como quiera que ello sea, cabe interpretarlo figuradamente, y puede también hasta cierto punto defenderse en sí mismo.


Origenes contra Celso 32