Origenes contra Celso 615

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15. La humildad cristiana

Seguidamente, como quien ha oído campanadas sobre la humildad, pero no la ha entendido puntualmente, quiere Celso desacreditar la que nosotros enseñamos, que, según él, sería una mala inteligencia de palabras de Platón en algún pasaje de las Leyes: "Dios, según nos dice la misma tradición antigua, teniendo en sí el principio, fin y medio de todo lo que existe, camina por vía recta y marcha conforme a naturaleza. A él acompaña siempre la justicia, vengadora de las infracciones de la ley divina, y todo el que quiera ser feliz la ha de seguir humilde y morigerado" (PLAT., Leg. 715e). Pero no advirtió que hombres mucho más antiguos que Platón oraban de esta manera: Señor, mi corazón no se ha exaltado, ni se alzaron mis ojos altaneros, ni he caminado en cosas grandes, ni en maravillas que me sobrepasan, mas he sentido humildemente (Ps 130,1-3). El pasaje pone además de manifiesto que el humilde "no se abate indecorosa e inconvenientemente, postrándose sobre sus rodillas y echándose a tierra boca abajo, vistiendo hábitos de mendigos y ensuciándose de ceniza la cabeza ". Y es así que el humilde, según el profeta, no obstante caminar en cosas grandes y maravillosas que están por encima de él, que son los dogmas verdaderamente grandes y los maravillosos pensamientos, se humilla bajo la poderosa mano de Dios (Ps 1). Ahora bien, si hay quienes, no penetrando por su ignorancia la doctrina sobre la humildad, hacen esas cosas, no hay por qué culpar a nuestra religión, sino tener consideración a quienes en su ignorancia aspiran a lo mejor; pero, por esa misma ignorancia, no lo consiguen. Más humilde y ordenado efectivamente que el humilde y ordenado de que habla Platón es el que, ordenado caminar en cosas grandes y maravillosas que lo sobrepasan, es, no obstante, humilde, porque, aun estando entre esas cosas, se humilla voluntariamente, no bajo el primero que viene, sino bajo la poderosa mano de Dios, por amor de Jesús, maestro de esta doctrina: El, que no tuvo por rapiña ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo, tomando forma de siervo; y, visto en lo externo como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (). Y es tan grande esta doctrina de la humildad, que por maestro de ella tenemos, no a quienquiera, sino a nuestro gran salvador mismo que dijo: Aprended de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas (Mt 11,29).

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16. ¿Jesús, plagiario de Platón?

Luego nos viene Celso con que la sentencia de Jesús contra los ricos: Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que no que un rico entre en el reino de los cielos (Mt 19,24), fue dicha derechamente por Platón, y Jesús no habría hecho sino corromper el pasaje platónico que dice "ser imposible que uno sea extraordinariamente bueno y extraordinariamente rico" (PLAT., Leg. 743a). Pero ¿quién que sea medianamente capaz de interpretar los hechos no se reirá de Celso, no sólp de entre los que creen en Jesús, sino de entre los demás hombres, al oírle decir eso? ¡Jesús, que nació y se crió entre los judíos, que era tenido por hijo de José, el carpintero, y no aprendió las letras no sólo de los griegos, pero ni siquiera (de los hebreos, como atestiguan con amor a la verdad las Escrituras que de El tratan (Mt 13,54; Me 6,2; lo 7,15), habría leído a Platón y, enamorado de la sentencia de éste sobre los ricos de que "es imposible ser uno a par extraordinariamente bueno y rico", la corrompió y de ella hizo la suya de "ser más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que no que un rico entre en el reino de los cielos"! Si Celso no hubiera leído los evangelios con odio y hostilidad, sino con amor a la verdad, hubiera comprendido por qué se tomó el camello, animal giboso y torcido por constitución, como término de comparación con el rico, y qué quería decir el ojo estrecho de la aguja para quien dijo ser estrecho y angosto el camino que lleva a la vida (Mt 7,14). Y hubiera podido notar que, según la ley, este animal se cuenta como impuro, pues tiene algo aceptable, que es ser rumiante; pero algo también reprensible, que es no tener la pezuña hendida; hubiera examinado cuántas veces y a qué propósitos se toma el camello como ejemplo en las divinas Escrituras, y ver así la mente de la palabra divina sobre los ricos, y no hubiera pasado por alto las bienaventuranzas de Jesús en favor de los pobres y sus imprecaciones contra los ricos (Mt 5,3; Le 6,2).. ¿Hablaba así de pobres y ricos respecto de las cosas sensibles, o conoce el Logos una pobreza de todo punto bienaventurada y una riqueza de todo punto condenable? Porque ni el más vulgar alabaría sin distinción a los pobres, la mayor parte de los cuales son de malísimas costumbres 12. Pero basta de esto.

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17. Las tinieblas, escondrijo de Dios

Luego pretende Celso rebajar lo que nuestras Escrituras dicen acerca del reino de Dios (cf. I 39; III 59; VIII 11); pero nada cita de ellas, como si no merecieran que él las extractara; o acaso porque ni las conocía; alega, en cambio, textos de Platón, tomados de las cartas y del Pedro, como cosas divinamente dichas, lo que no tendrían nuestras letras. Vamos, pues, a alegar nosotros unas pocas cosas para contrastarlas con lo que dice Platón, no sin elocuencia, pero que no fue parte para que el filosofo adoptara una conducta, digna siquiera de sí mismo, en orden a la religión del Hacedor del universo. Esa religión no debió mancharla ni profanarla con la que nosotros llamamos idolatría, o, usando el nombre que diría el vulgo, con la superstición.

Ahora bien, en el salmo 17 se dice, con cierto estilo hebraico, acerca de Dios que puso por su escondrijo las tinieblas (Ps 17,12). Con lo que quiso dar a entender la Escritura que es oscuro e incognoscible lo que dignamente pudiera pensarse de Dios, como quiera que El mismo se esconde entre tinieblas de los que no pueden soportar los esplendores de su conocimiento 13 ni verlo a El mismo, ora por causa de la impureza del espíritu, ligado que está al cuerpo de humillación humano (), ora por su misma limitada capacidad para comprender a Dios. Rara vez llega a los hombres el conocimiento de Dios y en muy pocos se encuentra, y, para poner este hecho de manifiesto, se escribe de Moisés haber entrado en la oscuridad donde estaba Dios (Ex 20,1). Y del mismo Moisés se dice: Sólo Moisés se acercará a Dios, pero los otros no se acercarán (Ex 24,2). Otra vez, para representarnos el profeta lo profundo de las doctrinas sobre Dios, profundidad incomprensible para quienes no tienen aquel espíritu que todo lo escudriña, hasta las profundidades de Dios (Ex 1), dice así: El abismo es su veste, como un manto (Ps 103,6). Es más, nuestro mismo Salvador y Señor, Verbo que es de Dios, nos hace ver la grandeza del conocimiento del Padre cuando nos dice que, digna y principalmente, sólo por El mismo es comprendido y conocido y, en segundo lugar, por los que tienen iluminada su mente por el mismo Verbo-Dios: Nadie conoce al Hijo sino el Padre; ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo revelare (Mt 11,27). Y es así que ni al increado y primogénito de toda la creación (Col 1,15) lo puede nadie conocer dignamente como el Padre que lo engendró, ni al Padre como el que es Verbo vivo, sabiduría y verdad suya. Participando de El, que es quien quita del Padre las tinieblas que puso por su escondrijo y el abismo de que se cubrió como de veste, y revelándonos así al Padre, lo conoce todo el que es capaz de conocerlo.

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18. Sublimidades platónicas

Estas pocas cosas he pensado alegar de entre tantas como los hombres santos pensaron acerca de Dios, para demostrar que, para quienes tienen ojos capaces de ver lo que de sagrado hay en las Escrituras, las letras inspiradas de los profetas contienen algo de más venerable que los discursos platónicos tan admirados por Celso. Ahora, pues, el texto de Platón alegado por Celso es de este tenor: "En torno al rey de todas las cosas gira todo, y todo es por causa suya, y él es la causa de todo lo bello. Lo segundo gira en torno a lo segundo, y lo tercero en torno a lo tercero. Ahora bien, el alma humana apetece conocer esas cosas y su naturaleza, mirando a lo que está emparentado con ella, nada de lo cual la satisface. Respecto, empero, del rey y de las cosas que he dicho, no sucede nada semejante" (PLAT., Epist. II 312e) " . Por mi parte pudiera citar lo que se dice sobre los que llaman los hebreos serafines, que se describen en Isaías y velan la faz y los pies de Dios (Is 6,2), y sobre los que se llaman querubines, que describió Ezequiel, y sobre sus formas, digámoslo así, y de qué modo se dice ser Dios llevado por los mismos (Ez 1,5-27 Ez 10,1-21). Mas como estas cosas están dichas de forma muy oscura por razón de los indignos e irreligiosos, incapaces de seguir la magnificencia y sublimidad de la ciencia de Dios, no he creído conveniente disertar en este escrito acerca de ellas.

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19. Platón y los profetas

Seguidamente dice Celso que algunos cristianos, tergiversando dichos de Platón, "se glorían de un Dios supraceleste y trascienden el cielo de los judíos". No dice aquí Celso con toda claridad si trascienden también el Dios de los judíos o sólo el cielo por el que juran los judíos (Mt 5,34). Ahora bien, no es nuestro propósito hablar aquí de los que predican un Dios distinto del que adoran los judíos; queremos más bien defendernos a nosotros mismos y mostrar cómo los profetas de los judíos, que nosotros aceptamos, no pudieron tomar nada de Platón, pues fueron más antiguos que él. Luego tampoco hemos tomado de Platón la frase que dice: "En torno al rey de todas las cosas gira todo, y por causa de él es todo". No, nosotros hemos aprendido cosas mejor dichas por los profetas, una vez que Jesús y sus discípulos nos aclararon la mente del Espíritu que hablaba por ellos, y que no era era otro que el Espíritu de Cristo. Ni fue tampoco el filósofo quien primero habló del lugar supraceleste; mucho antes había hablado David de la profundidad y muchedumbre de ideas acerca de Dios de quienes se remontan por encima de lo sensible, cuando dijo en el libro de los Salmos: Load a Dios los cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos loen el nombre del Señor (Ps 148,4).

Por mi parte, no dudo de que Platón aprendió de algunos hebreos las palabras que escribe en el Pedro, o que, como algunos han escrito (cf. IOSEPH., Contra Ap. II 36; IUSTIN., Apol. I 59-60, y CLEM. ALEX., passim) 1S, después de leídos los escritos proféticos, citó de ellos lo que dice: "El lugar supraceleste ni )o ha cantado hasta ahora poeta alguno terreno, ni lo cantará jamás dignamente", etc. (PLAT., Phaidr. 247c). Donde se dice también esto: "Este lugar ocupa la esencia sin color ni figura, intocable, la que es de verdad esencia, sólo contemplable por la inteligencia, piloto del'alma, sobre la que versa el género de la verdadera ciencia" (ibid.). En los discursos de los profetas estaba educado Pablo, y ansiando las cosas supraterrenas y supracelestes y no dejando piedra por mover para alcanzarlas, dice en su segunda carta a los corintios : Porque una tribulación nuestra, momentánea y ligera, nos produce, sobre toda ponderación, un eterno peso de gloria, a condición de que no miremos las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son transitorias, y las que no se ven, eternas (Ps 2).

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20. Comentario paulino y platónico

Para quienes son capaces de entender, Pablo presenta aquí derechamente las cosas sensibles, a las que llama cosas que se ven, y las inteligibles, sólo comprensibles por la mente, a las que da nombre de cosas que no se ven. Y sabe además que las cosas sensibles y que se ven son temporales, y las inteligibles y que no se ven, eternas. Y como quería llegar a la contemplación de las cosas eternas, sostenido por su deseo de ellas, toda tribulación la reputaba por nada y por cosa ligera. Y en el momento mismo de la tribulación y los trabajos, lejos de dejarse abatir por ellos, se le hacía ligero todo tormento por razón de la contemplación de aquellas realidades eternas. Porque nosotros tenemos un sumo sacerdote que, por la grandeza de su poder y de su inteligencia, atravesó los cielos, a Jesús, Hijo de Dios (). El prometió a los que de veras aprendan las verdades divinas y conforme a ellas vivieren, llevarlos por encima de las cosas terrenas, pues dice: Para que, donde yo voy, estéis también vosotros (). Por eso, nosotros esperamos que, después de los trabajos y combates de aquí, llegaremos a lo más alto de los cielos, y, tomando, según nos enseña Jesús, fuentes de agua que salta hasta la vida eterna () y, abarcando ríos de contemplaciones, estaremos con las que se llaman aguas encima de los cielos que alaban el nombre del Señor (Ps 148,4-5). Y en tanto lo alabamos, "no seremos llevados fuera de la circunferencia del cielo" (PLAT., Phaidr. 247c), sino que contemplaremos continuamente lo invisible de Dios; no ya entendido por nosotros por las criaturas desde la creación del mundo (), sino, como dijo el auténtico discípulo de Jesús, cara a cara; a lo que añade: Cuando viniere lo perfecto, desaparecerá lo parcial (Ps 1).

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21. Mitología celeste

Las Escrituras recibidas en las iglesias de Dios nos hablan de siete cielos, ni, en general, de un número determinado de ellos; sí, de cielos, ora sus palabras se refieran a las esferas de los que llaman los griegos planetas, ora quieran enseñar algo más misterioso. Que haya para las almas un camino hacia la tierra y desde la tierra, Celso lo afirma, siguiendo a Platón (PLAT., Phaidr. 248cd; Tim. 41d-42e), y dice que pasa por los planetas; pero Moisés, el más antiguo de nuestros profetas, en una visión de nuestro antepasado16 Jacob, dice haber visto éste un ensueño divino, una escalera que llegaba hasta el cielo, y ángeles de Dios que subían y bajaban por ella, y al Señor fijo en su punta (). Si Moisés, con este relato de la escalera, aludía a eso o quiso dar a entender cosas más altas, no lo sabemos. Sobre el tema escribió Filón un libro (PHILO, De somniis), que merece prudente e inteligente examen por parte de los amadores de la verdad.

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22. Los misterios de Mitra

Luego, queriendo Celso ostentar su erudición en el libro escrito contra nosotros, expone también ciertos misterios persas, en que dice: "También se da oscuramente a entender esto en la doctrina de los persas y en los misterios de Mitra, que son de origen persa. Hay, efectivamente, en ellos una representación de las órbitas del cielo, de la fija y de la de los planetas, y del paso por ellas del alma. He aquí el símbolo: una escalera de siete puertas y en su cima una octava puerta. La primera de las puertas es de plomo, la segunda de estaño, la tercera de bronce, la cuarta de hierro, la quinta de aleación, la sexta de plata y la séptima de oro. La primera la atribuyen a Cronos (Saturno), significando con el plomo la lentitud de este astro; la segunda a Afrodita (Venus), comparando con ella lo brillante y blando del estaño; la tercera a Zeus (Júpiter), por ser de base broncínea y firme; la cuarta a Kermes (Mercurio), porque tanto el hierro como Kermes resisten todo trabajo, ganan dinero y están muy elaborados; la quinta a Ares (Marte), por ser desigual y varia por causa de la mezcla; la sexta a la Luna, por ser de plata, y la séptima al Sol, por dorada, metales que imitan los colores del Sol y la Luna". Luego examina la causa del orden de los astros así enumerados, indicado simbólicamente en los nombres de la varia " materia, e inserta discursos musicales con la teología persa que expone. Luego tiene empeño en añadir una segunda explicación, que se atiene también a teorías musicales. Ahora bien, me ha parecido fuera de lugar alegar aquí los textos de Celso sobre el particular, pues sería hacer lo mismo que él hace, trayendo impertinentemente a cuento, para acusar a cristianos y judíos, no sólo sentencias de Platón, con que debiera haberse contentado, sino también, como él dice, "los misterios persas de Mitra y su explicación". Mas sea mentira o verdad lo que los persas predican acerca de Mitra, ¿por qué razón expuso Celso esos misterios con preferencia a otros y sus explicaciones? Porque no parece que los misterios de Mitra gocen entre los griegos de más predicamento que los eleusinos o los de Mecate, que se muestran a los iniciados en Egina. Y si prefería describir misterios bárbaros con sus interpretaciones, ¿por qué no echó más bien mano de los egipcios, de que muchos alardean, o de los capadocios bajo la advocación de Artemis en Comana, o de los tracios o de los mismos romanos, en que se inician los miembros más nobles del senado? Y si le pareció impertinente tomar nada de ellos, por no venir en absoluto a cuento para acusar a judíos y cristianos, ¿cómo no vio la misma impertinencia en los misterios mitríacos?

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23. Misterios bíblicos

Mas si alguien desea iniciarse en una ciencia misteriosa sobre la entrada de las almas a lo divino, no por datos de la más oscura secta citada por Celso, sino por libros originariamente judaicos, leídos en las sinagogas, pero que también los cristianos aceptan, o por otros puramente cristianos, lea las visiones del profeta Ezequiel consignadas al final de su profecía (Ez 48,31-35); o lea también, del Apocalipsis de Juan, la descripción de la ciudad de Dios, la Jerusalén celeste, de sus cimientos y sus puertas (). Y si es capaz de entender por símbolos el camino señalado para los que han de caminar a lo divino, lea el libro de Moisés que lleva por título Números y busque quien lo introduzca sobre los misterios que encierran los campamentos de los hijos de Israel; averigüe de qué naturaleza eran los campamentos ordenados hacia las partes de oriente, que son los primeros; de qué naturaleza los ordenados hacia el sudoeste y sur, cuáles junto al mar y cuáles, mencionados los últimos, hacia el norte (). En estos pasajes hallará seguramente ideas no despreciables y no, como imagina Celso, de las que piden oyentes necios y esclavos. Comprenderá, en efecto, de quién se habla en ellos, así como la naturaleza de los números allí designados y que convienen a cada tribu. Exponer aquí cada uno de estos puntos no nos ha parecido oportuno.

Por lo demás, sepa Celso, y los que lean su libro, que en ningún pasaje de las Escrituras tenidas por auténticas y divinas se dice existan "siete cielos"; y que ni nuestros profetas, ni los apóstoles de Jesús ni el Hijo mismo de Dios dicen nada que "hayan tomado de los persas o de los cabiros".

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24. El diagrama de los ofitas

Después de lo que dice tomado de los misterios mitríacos, afirma Celso: "Quien quiera examinar a la vez un misterio o iniciación cristiana y el antedicho de los persas, comparándolos unos con otros y poniendo al desnudo el misterio cristiano, comprenderá la diferencia que va de uno a otro". Y es de notar que, cuando Celso sabía nombres de sectas, no vaciló en citar las que parecía conocer; pero donde más era menester hacer eso, si las sabía, y señalar qué secta usa el diagrama que describe, no lo hace. Sin embargo, por lo que sigue me parece que su diagrama, descrito en parte, se funda en malas inteligencias de la secta, a mi juicio, más oscura, "la de los ofitas. Llevados de nuestro amor a la verdad, hemos dado con ese diagrama, en que encontramos fantasías, como las llamó Pablo, de hombres que se cuelan en las casas, y cautivan a mujerzuelas, cargadas de pecados, traídas y llevadas de concupiscencias varias, que están siempre aprendiendo y no son jamás capaces de llegar al conocimiento de la verdad (Ez 2). Pero el diagrama era tan de todo en todo inverosímil, que ni siquiera lo aceptaban las mujerzuelas, tan fáciles de engañar, ni esos rústicos en grado superlativo, prontos a dejarse llevar por todo lo que tenga visos de probabilidad. Como quiera que sea, por más que hemos recorrido por muchos lugares de la tierra y hemos inquirido por todas partes a los que profesaban saber algo, a nadie hemos encontrado que enseñara lo que contiene el diagrama.

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25. Se describe, en parte, el diagrama

En él había una pintura de diez círculos, separados entre sí, pero encerrados dentro de otro círculo, que se decía ser el alma del universo y se llamaba Leviatán. De éste decían las Escrituras de los judíos, sea cual fuere su sentido oculto, que fue plasmado por Dios como un juguete. Así hallamos en los Salmos: Todo lo has hecho sabiamente, la tierra henchida está de tus hechuras. ¡Mira ese grande mar, su anchura inmensa! Por él corren las naves, animales pequeños, otros grandes, y ese dragón, juguete que tú hicieras (Ps 103,24-26). En lugar de dragón, el texto hebraico trae leviathan. Ahora bien, el impío diagrama dice ser el alma que penetra el universo ese leviatán que tan claramente condena el profeta. Hallamos también en él al que se llama Beemoth, colocado después del círculo más bajo. El autor de este abominable diagrama inscribió a este leviatán sobre el círculo y en el centro de éste, de forma que puso dos veces su nombre.

Dice además Celso que "el diagrama estaba dividido por una gruesa raya negra", y afirma habérsele dicho que ésta era la gehenna, llamada también tártaro. Como quiera que en el Evangelio hallamos escrito gehenna como lugar de tormentos (Mt 5,22), hemos inquirido si aparece ese nombre en algún pasaje de las antiguas Escrituras, más que más que también los judíos emplean la palabra. Hemos hallado, pues, que en la Escritura se nombra un "valle del hijo de Ennom"; pero hemos sabido que en el texto hebreo, en vez de valle, aunque con el mismo significado, se dice "valle de Ennom y gehenna" () Iss; 39 (32,35). Leyendo más despacio, hemos hallado que la gehenna o valle de Ennom se enumera en la suerte que le tocó a la tribu de Benjamín, donde estaba también Jerusalén. Y examinando la ilación o consecuencia de haber una Jerusalén celeste con la herencia de Benjamín y el valle de Ennom, hemos descubierto algo que puede aplicarse al tema de los castigos, a la purificación, por el tormento, de tales almas, según el texto que dice: Mirad que el Señor viene como fuego de horno de fundición y como hierba de batanero; y se sentará a fundir y purificar, como si fuera plata y oro ().

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26. Celso da golpes de ciego

Y así, en torno a Jerusalén serán castigados los que son fundidos, porque admitieron en la sustancia misma de su alma la maldad, que figuradamente se llama en alguna parte plomo. De ahí que, en Zacarías, la iniquidad estaba sentada en un talento de plomo (). Ahora bien, todo lo que sobre este tema pudiera decirse, ni son cosas que puedan explicarse a todos ni es éste momento oportuno. Ni deja de tener también su peligro confiar claramente a la escritura estos te mas, como quiera que el vulgo no necesita más enseñanza sobre este punto sino que un día serán castigados los que pecan. Ir más allá de esa enseñanza no es cosa provechosa, pues hay quienes a duras penas se contienen, por el miedo al castigo eterno, de precipitarse en el torrente de la maldad y de los pecados que de ella nacen.

Así, pues, ni los autores del diagrama ni Celso conocen la doctrina sobre la gehenna; pues ni aquéllos blasonarían de pinturas y diagramas como si con ellos pusieran la verdad ante los ojos, ni Celso hubiera insertado en su escrito contra los cristianos, como acusación contra ellos, cosas que los cristianos no dicen, sino algunos que tal vez ni existen ya, sino que han desaparecido de todo punto o, por lo menos, se han reducido a un puñado, contables con los dedos de la mano. Y como no atañe a los que profesan la filosofía platónica salir en defensa de Epicuro y sus impías doctrinas, así tampoco nos incumbe a nosotros defender lo que en el diagrama se contiene ni rebatir lo que dice Celso contra el mismo. Por eso omitimos como cosas impertinentes y dichas al aire todo lo que a ese propósito dice Celso. Con más energía que Celso condenaríamos nosotros a quienes se dejaran vencer por tales doctrinas.

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27. Las viejas calumnias anticristianas

Después de lo que dice del diagrama, se inventa cosas extrañas, que no toma siquiera de malas inteligencias, acerca del que los autores eclesiásticos llaman el sello (CF 2) y ciertas voces alternas o diálogo, en que "el que imprime el sello es llamado padre, y el que lo recibe se llama joven e hijo, y responde: Estoy ungido con el ungüento blanco del árbol de la vida" (cf. Re-cognitiones Clem. 1,45). Cosa que no hemos oído se haga ni entre los herejes. Luego define el número dicho por los que administran el sello "de los siete ángeles que asisten a cada lado del alma cuando está el cuerpo para morir; de ellos, unos son ángeles de la luz; otros, de los que se llaman arcón-ticos". Y añade que "el principal de los que tienen nombre de arcónticos de llama Dios maldito". Luego, atacando esa expresión, condena con razón a los que osan hablar de ese modo. En este punto, también nosotros compartimos la indignación de los que reprenden a los tales, supuesto haya quienes llamen maldito al Dios de los judíos, al Dios que llueve y truena y es creador de este mundo, al Dios de Moisés y de la creación del mundo narrada por él.

Sin embargo, parece que Celso no tuvo en estas palabras buena intención, sino la más perversa que le inspiró el odio, indigno de un filósofo, contra nosotros. Quiso, en efecto, que quienes no conocen de cerca nuestra religión, al leer su libro, nos declaren la guerra, como a gentes que llaman maldito al Dios, artífice bueno de este mundo. Y paréceme ha hecho algo semejante a aquellos judíos que, a los comienzos de la predicación del cristianismo, esparcieron calumnias contra nuestra doctrina, como la de que sacrificábamos un niño y luego nos repartíamos sus carnes. Otra, que, cuando los que profesaban la doctrina de Cristo querían cometer pecados tenebrosos, apagaban la luz (en sus reuniones) y cada uno se ayuntaba con la primera que topara. Estas calumnias, por muy insensatas que fueran, dominaron antaño a muchísima gente y persuadieron a los extraños a nuestra religión que así eran los cristianos (cf. ARIST., 17 (siríaco); IUSTIN., Apol. I 27; II- 12; Dial, cum Tat. 25; ATHEN., Leg. III 31; THEOPH., Ad Autol. III 4; MIN. FEL., IX 28; Eus., HE V 1,14.52; TERTULL., Apol. IV 11). Y aun ahora engaña a algunos, que por esa causa se abstienen de entablar la más sencilla conversación con los cristianos ".

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28. La secta de los oñtas, ajena al cristianismo

Algo semejante me parece a mí intentar Celso al afirmar que los cristianos llaman "Dios maldito" al Creador. Así, quien le crea esa calumnia contra nosotros, se sentirá incitado a aniquilar, de ser posible, a los cristianos, como a los más impíos entre los hombres. Sin embargo, confundiendo las cosas, alega la causa por que el Dios de la cosmogonía mosaica sea dicho Dios maldito: "Parejo Dios merece se le maldiga, según los que piensan eso sobre él, pues maldijo a la serpiente, que introducía a los primeros hombres en la ciencia del bien y del mal" ()1B.

Pero Celso debiera saber que quienes aceptan la historia de la serpiente en el sentido de que aconsejó bien a los primeros hombres, gentes que sobrepasan a los titanes y gigantes míticos, llamados por ello ofitas, están tan lejos de ser cristianos, que no van a la zaga del mismo Celso en condenar a Jesús, y no admiten en su gremio a nadie que no haya antes maldecido a Jesús. He ahí, pues, la insensatez suma de Celso, que, en sus discursos contra los cristianos, toma por cristianos a quienes no quieren oír ni el nombre de Jesús, ni siquiera como hombre sabio o de costumbres morigeradas. ¿Qué puede haber más tonto y loco, no sólo que quienes quieren llamarse por la serpiente, como autora del bien, sino que Celso, cuando piensa que las acusaciones contra los ofitas tengan algo que ver con los cristianos? Antaño, a la verdad, aquel filósofo griego que amó la pobreza y quiso mostrar un ejemplo de vida feliz, sin que fuera óbice a la felicidad el carecer absolutamente de todo, se puso a sí mismo nombre de cínico ( = perruno; cf. II 41: Grates); pero estos impíos blasonan de llamarse ofitas, tomando su nombre de la serpiente (ophis), el animal más enemigo del hombre y que más horror le infunde, como si no fueran hombres, cuyo enemigo es la serpiente, sino serpientes también ellos. Y se glorían de un tal Eufrates, como iniciador de tales impías doctrinas 20.

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29. Cristianos y judíos creen en el mismo Dios

Luego, como si insultara a los cristianos al condenar a los que llaman "maldito al Dios de Moisés" y de su ley, imaginando ser cristianos los que eso dicen, prosigue Celso: "¿Qué cosa puede haber de más necia y loca que pareja sabiduría estúpida? Porque ¿en qué erró el legislador de los judíos? ¿Y cómo aceptar su cosmogonía por no sé qué alegoría típica, como tú te explicas, y hasta la ley de los judíos, y luego, hombre impiísimo, sólo a regañadientes alabas al hacedor del mundo, que les hizo todo género de promesas, como aseverarles que dilataría su linaje hasta los confines de la tierra () y los resucitaría de entre los muertos con su misma carne y sangre? El inspiró también a los profetas, ¿y tú insultas a este Dios? Por otra parte, cuando los judíos te aprietan, confiesas adorar al mismo Dios que ellos; pero cuando tu maestro Jesús legisla cosas contrarias a Moisés (cf. VI 18), buscas otro Dios en lugar de éste, que es el Padre".

Pero también aquí calumnia patentemente este nobilísimo de Celso a los cristianos al decir que, cuando son apretados por los judíos, confiesan adorar al mismo Dios que ellos; cuando, empero, Jesús manda cosas contrarias a la ley de Moisés, buscan otro en su lugar. La verdad es que, ora discutamos con los judíos, ora entre nosotros mismos, sólo conocemos un mismo Dios, el Dios a quien de antiguo dieron culto los judíos y aun ahora profesan dárselo, y en modo alguno somos impíos contra El. Por lo demás tampoco afirmamos que Dios haya de resucitar a los muertos con la misma carne y sangre, como ya anteriormente tratamos (IV 57; V 18-19.23). Y es así que no decimos que el cuerpo animal que se siembra en corrupción, ignominia y flaqueza, se levante tal como fue sembrado (CF 1). Mas sobre esto bastante hemos hablado arriba (V 18-19).

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30. Otra vez el diagrama

Seguidamente vuelve al tema de los siete démones ar-cónticos, que realmente no se nombran entre cristianos, sino usados, a lo que creo, por los ofitas. Y, a la verdad, en el diagrama que nosotros adquirimos de ellos, hallamos un orden semejante al que expone Celso. Dice, pues, Celso que el primero estaba representado en forma de león; pero no cuenta el nombre que le dan éstos, a la verdad, impiísimos sectarios; nosotros hemos encontrado que este que tiene forma de león decía aquel abominable diagrama ser Miguel, el ángel del Creador, de que hablan con loa las sagradas Escrituras. Del mismo modo dice Celso que el segundo, que le sigue, es un toro; el diagrama que nosotros teníamos decía que el tau-riforme era Suriel. El tercero dice Celso que era anfibio y silbaba hórridamente; pero el diagrama decía que el- tercero era Rafael en forma de dragón. Del mismo modo dice Celso que el cuarto tenía forma de águila; según el diagrama, el aquiliforme era Gabriel. El quinto dice Celso que tenía el rostro de oso; según el diagrama, el ursiforme era Thauthabooth. Luego dice Celso que el sexto se decía entre ellos que tenía cara de perro; el diagrama decía ser éste Erataoth. Luego dice Celso que el séptimo tenía rostro de asno y se llamaba Thaphabaoth u Onoel; pero nosotros hallamos en el diagrama que este que tiene forma de asno se llama Thartharaoth. Por lo demás, nos ha parecido exponer puntualmente estas cosas porque no parezca ignoramos lo que Celso alardea de saber; es más, los cristianos presentamos más puntualmente que él estas fantasías, que conocemos bien, no como dichos de cristianos, sino de hombres de todo punto ajenos a la. salud y que no reconocen a Jesús como salvador, ni como a Dios, ni maestro ni hijo de Dios.


Origenes contra Celso 615