Origenes contra Celso 763

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63. Un mismo hecho puede proceder de causas varias

A esto hay que responder así: Si es cierto que los escitas, y los nómadas de la Libia, y los seres, a los que cuelga Celso que son ateos, y otras naciones sin religión y sin ley, y hasta los mismos persas no soportan mirar templos, altares ni imágenes, con ello no se dice que sea la misma la razón por que no lo soportan ellos y por que no lo soportamos nosotros. Es menester examinar la doctrina por que no soportan templos e imágenes los que no los soportan, a fin de alabar al que no los soporta partiendo de sanas doctrinas y reprender al que lo hace partiendo de doctrinas falsas. Y es así que un mismo hecho puede provenir de doctrinas diferentes. Así, por ejemplo, el adulterio lo evitan los secuaces de la filosofía de Zenón de Citio, y también los epicúreos y hasta algunos de entre la gente completamente inculta. ¡Pero hay que ver la diferencia de razones por que éstos evitan el adulterio! Los primeros, por razón del bien común y por ser contra la naturaleza " del animal racional corromper la mujer que ha sido antes destinada a otro por las leyes y destruir la casa de otro hombre; pero los epicúreos, cuando se abstienen del adulterio, no .lo hacen por esta razón, sino porque piensan que el fin de la vida es el placer, y muchos son los impedimentos del placer para quien ha cedido al placer único del adulterio. Así, a veces, cárceles, destierros y hasta la muerte; y frecuentemente, peligros al estar al acecho de que salgan de casa el marido y los que cuidan de sus intereses. Porque, si suponemos que el adúltero puede ocultarse al marido de la mujer y a todos sus domésticos y aquellos ante los que el adulterio pudiera acarrearle deshonor, el epicúreo, llevado del placer, lo cometería. En cuanto al hombre vulgar que, teniendo ocasión de cometer un adulterio, no lo comete, es fácil hallar que se abstiene por el temor a la ley y sus castigos, y no hay que pensar deje de hacerlo con miras a obtener por la continencia mayores placeres. Se ve, pues, que una misma obra, el abstenerse de cometer un adulterio, deja de ser la misma y se hace diferente por razón de los diferentes propósitos de los que se abstienen. Puede, en efecto, proceder de principios sanos, o de malos e impiísimos, como los del epicúreo y los de ese palurdo de nuestro ejemplo.

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64. El cristiano está pronto a morir antes que adorar a los ídolos

Ahora bien, a la manera como una misma acción, esta de abstenerse de cometer un adulterio, siendo aparentemente una, se la ve diferenciarse por las varias doctrinas y propósitos por que se hace; así los que no toleran se dé culto a la divinidad en altares, templos y estatuas: los escitas, los nómadas de la Libia, los seres, gentes sin Dios, y los persas, hacen eso movidos por principios diferentes que los que guían a judíos y cristianos para no tolerar ese supuesto culto tributado a la divinidad. Y es así que ninguno de esos pueblos repudia altares e imágenes porque piense que así se rebaja y degrada el culto a la divinidad a la materia configurada de una u otra forma, ni porque tengan idea de que ciertos démones moran de asiento en tales figuras o lugares, ora hayan sido invocados " con ciertas fórmulas mágicas, ora de otro modo hayan podido apoderarse de lugares, en que golosamente participan de las ofrendas de los sacrificios y van a la caza de placer ilícito y de hombres inicuos (cf. supra III 38). Los cristianos y judíos, empero, tienen preceptos como éstos: Al Señor Dios tuyo temerás y a El solo servirás (); y estotro: No tendrás dioses extraños fuera de mí; y: No te fabricarás ídolo, ni semejanza alguna de cuanto hay en el cielo arriba, ni en la tierra abajo, ni en el mar debajo de la tierra, y no lo adorarás ni servirás (Ex 20,3-4); y estotro: Al Señor Dios tuyo adorarás y a El solo servirás (Mt 4,10). Por estos mandamientos y otros semejantes, no sólo se apartan los cristianos de templos, altares y estatuas, sino que, cuando es menester, marchan serenamente a la muerte a trueque de no manchar su idea del Dios del universo con pareja iniquidad.

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65. Sobre los persas y Heráclito

Respecto de los persas, ya dijimos anteriormente (V 41,44; VI 22) que no levantan ciertamente templos, pero dan culto al sol y demás criaturas de Dios; cosa que a nosotros nos está vedada, pues se nos ha enseñado a no servir a la criatura en lugar del Creador (). Nosotros sabemos además que la creación será liberada de la servidumbre de la corrupción para pasar a la libertad de la gloria de los hijos de Dios; y: La expectación de la creación está aguardando la revelación de los hijos de Dios; y: La creación ha sido sometida a servidumbre, no de su grado, sino por razón de Aquel que la sometió en esperanza (). No hay, pues, por qué honrar en lugar de Dios, que de nada necesita (VI 52; VIII 21; cf. Act 17,25), y de su Hijo, primogénito de toda la creación (Col 1,15), a cosas sujetas a la servidumbre de la corrupción y a la vanidad, y que sufren este estado por una esperanza mejor. Baste, pues, esto, sobre lo antes dicho, acerca de la nación de los persas, que no toleran altares ni estatuas, pero sirven a la criatura en lugar del Creador.

Nos alega además Celso el dicho de Heráclito que él interpreta en el sentido de que es necio hacer oración a las imágenes o estatuas si no se sabe cuáles son dioses o héroes. A esto hay que responder ser posible conocer a Dios y a su Unigénito y a los que Dios ha honrado con el título de dioses y participan de la divinidad (= los ángeles; cf. supra III 37), y son distintos de todos los dioses de las paciones, que son demonios (Ps 95,5); pero no es posible conocer a Dios y orar a las estatuas.

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66. No es lícito siquiera el culto ficticio de los ídolos

'Pero no sólo es necio orar a las imágenes, sino también, siguiendo el hilo de la gente, fingir que se ora a ellas, como hacen las filósofos peripatéticos y los que siguen la doctrina de Epicuro o Demócrito. Y es así que nada ficticio debe morar en el alma del hombre verdaderamente piadoso para con Dios. Nosotros, empero, una razón más que tenemos para no venerar las imágenes es la de no caer, en cuanto de nosotros dependa, en la idea de que tales estatuas son otros dioses. Por eso le reprochamos a Celso y a todos los que confiesan que tales estatuas no son dioses, que esos que aparentan ser sabios tributen un aparente culto a las estatuas. Y el vulgo los sigue y yerra pensando que no sólo las adoran por acomodación, y así da una caída del alma hasta imaginar que todo esto son dioses y no aguantan ni oír que no sean dioses lo que ellos adoran.

Ahora bien, Celso dice que no tiene a las estatuas por dioses, sino por ofrendas de los dioses; pero no pone en claro si se trata de ofrendas de los hombres o, como él las llama, de los dioses mismos. Pero es claro que se trata de ofrendas de hombres que erraron acerca de lo divino. Es más, ni siquiera pensamos que las estatuas representen una imagen divina, como quiera que no cabe describir la forma del Dios invisible e incorpóreo. Celso, por lo demás, se imagina que caemos en contradicción con nosotros mismos al afirmar, de un lado, que lo divino no tiene forma humana y creer, de otro, que Dios hizo al hombre su propia imagen, y a imagen de Dios lo hizo (). A esto hay que decir lo ya anteriormente dicho (VI 63): la imagen de Dios se conserva, afirmamos nosotros, en el alma racional, que es apta para la virtud. Por cierto que, al no ver aquí Celso la diferencia entre imagen de Dios y a imagen de Dios, dice que decimos "haber hecho Dios al hombre imagen suya y en la faz semejante a El". Pero también sobre esto dijimos más arriba (VI 63).

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67. La doctrina sobre los démones

Luego dice sobre los cristianos: "Sin duda concederán que estas imágenes se destinan al honor de alguien, semejante o diferente en su forma; pero añadirán que ni son dioses aquellos a quienes se dedican, ni quien adora a Dios debe dar culto a démones". Si Celso hubiera conocido la doctrina sobre los démones y lo que obra cada uno de ellos, ora invocado por los que son diestros en este arte, ora porque ellos voluntariamente se entregan a la operación que quieren y pueden; si hubiera penetrado, decimos, en la doctrina de los démones, que es amplia y difícil de captar a la naturaleza humana, no nos hubiera reprochado que digamos no debe dar culto a démones quienquiera adore al Dios de todas las cosas. Por nuestra parte, estamos tan lejos de dar culto a démones, que antes bien los arrojamos con oraciones y con otros medios que nos enseñan las Escrituras, de las almas humanas y de los lugares donde se han asentado, y a veces hasta de los animales. Y es así que, a menudo, los démones obran algunas cosas para dañar a los mismos animales.

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68. Los problemas del mal y la Providencia

Como quiera que anteriormente (I 69-70; II 63-66; III 41,43; VI 75-77; VII 16-17; 35-36.40; 45-46.52) hemos hablado largamente sobre Jesús, no hay por qué repetirnos ahora para responder a este texto: "Ahora bien, por sí mismos quedan convictos de que no dan culto a un dios, ni siquiera a un demon, sino a un muerto". Dando, pues, sin más de mano a esto, veamos lo que sigue: "Pero yo les preguntaré primeramente por qué no haya de darse culto a los démones. ¿No se administra por cierto todo según la mente de Dios? ¿Y no viene de El toda providencia? ¿O es que cuanto en el universo acontece, sea obra de un dios o de ángeles, o de otros démones o héroes, no recibe todo su ley del Dios supremo? ¿Y no se ha ordenado al frente de cada cosa el ser que ha sido tenido por digno de recibir poder? Ahora bien, el que adora a Dios, ¿no dará con toda razón culto al que de Dios ha recibido sus poderes? Pero no es posible ", dice la Escritura, que uno mismo sirva a muchos señores" (cf. Mt 6,24).

También aquí es de ver cómo Celso arrambla con cosas que necesitan una investigación no despreciable, y de una ciencia de misterios muy profundos acerca de la administración del universo. Y es así que debe examinarse bien en qué sentido se dice que todo se administra según la mente de Dios. ¿Llega o no llega esa administración a los pecados que se cometen? Porque, si esa administración llega también a los pecados cometidos no sólo entre los hombres, sino también entre los démones y otros seres incorpóreos que por naturaleza pueden pecar, vea el que sienta la tesis de que todo se administra según la mente de Dios el absurdo que de ahí se sigue. Sigúese, en efecto, de esa tesis que los pecados y cuanto de la maldad se deriva se administran según la mente de Dios. Lo cual no es lo mismo que decir que suceden " sin que Dios lo impida. Pero si se entiende propiamente lo de "administrar", se dirá que también se administra lo que procede de la maldad-evidentemente, todo se administra según la mente de Dios-, y nadie que peque contraviene a la administración de Dios.

Por modo semejante hay que distinguir acerca de la providencia y decir que la tesis de que "toda providencia viene de Dios", contiene, desde luego, algo de verdad cuando la providencia se refiere a algo bueno; mas si decimos de manera general que todo lo que acontece es conforme a la providencia, aunque acontezca algo malo, será falso que "toda providencia venga de El"; a no ser que se diga que cuanto sucede por concomitancia de lo que es providencial, procede también de la providencia de Dios (VI 53).

Afirma también Celso que cuanto hay en el universo, ora sea obra de un dios, ora de ángeles y otros démones, todo recibe ley del Dios supremo; pero no afirma "discurso verdadero". Y es así que los seres transgresores de la ley no la transgreden porque sigan la ley del Dios supremo. Ahora bien, la palabra divina nos demuestra que son transgresores de la ley no sólo los hombres malos, sino también los démones y ángeles malos.

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69. El cristiano abomina el culto de los démones

Ahora bien, de démones malos no sólo hablamos nosotros, sino casi todos los que sientan haber démones. Luego no todos los seres reciben o guardan una ley del Dios supremo. Y es así que cuantos por su inadvertencia, por iniquidad y maldad o por ignorancia de lo bueno se han apartado de la ley divina, no reciben la ley de Dios, sino (para usar una palabra nueva que viene de la Escritura) la ley del pecado (). Ahora bien, según la mayor parte de los que sientan haber démones, los démones malos no guardan la ley de Dios, sino que la transgreden; pero, según nosotros, son trangresores todos los démones, pues, no siendo antes démones, se apartaron del camino del bien. Por eso, nadie que adore a Dios debe dar culto a los démones.

La naturaleza de los démones se ve también clara por los que los conjuran por los llamados hechizos de amor u odio, para impedir ciertas acciones o para otros innumerables intentos, como lo hacen los que, por encantamientos o fórmulas mágicas, saben invocar y conjurar a los démones para lo que quieren. Por eso, todo el culto de los démones es extraño a quienes adoramos al Dios de todas las cosas; y el culto de los démones es culto de los falsos dioses, porque todos los dioses de las naciones son démones (Ps 95,5). Lo mismo aparece también claro por el hecho de que se hicieron curiosos conjuros " sobre los supuestos templos que parecen más eficaces al tiempo que se levantaron tales templos con sus correspondientes estatuas; conjuros que hacen los que, por fórmulas mágicas, consagran su tiempo al culto de los démones. De ahí nuestra resolución de huir, como de peste, del culto de los démones; y culto de los démones afirmamos ser todo lo que los griegos tienen por religión con sus altares, estatuas y templos de dioses.

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70. Incertidumbres sobre los démones

Dijo también Celso que al frente de cada cosa está ordenado uno que ha recibido poder del Dios sumo y se ha tenido por digno de llevar a cabo alguna obra; pero es menester ciencia muy profunda y capaz de demostrar si, a la manera de los verdugos en las ciudades y de los oficiales de las repúblicas que entienden en cosas tristes, pero forzosas, así los dé-mones malos han sido destinados para determinadas funciones por el Logos que todo lo gobierna; como los bandidos de los desiertos que se nombran un capitán que los mande, así los démones, formando como escuadrones por los varios lugares de la tierra, se han nombrado también un príncipe que los guía en las acciones que emprenden, para robar y asaltar las almas de los hombres.

Ahora bien, el que quiera hablar bien sobre este punto para defender a los cristianos que se abstienen de dar culto a nadie que no sea el Dios supremo y al que es primogénito de toda la creación, el Verbo de Dios (Col 1,15), tiene que explicar textos como éste: Todos cuantos vinieron antes de mí son ladrones y salteadores, y las ovejas no los escucharon; y estotro: El ladrón no viene sino a robar y matar y destruir (), y cualquier otro dicho semejante de las sagradas letras. Por ejemplo, éste: Mirad que os he dado potestad de pisar serpientes y escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo, y nada os dañará (LE 10,19), y estotro: Andarás sobre el áspid y la víbora y al león pisarás y al dragón fiero (Ps 90,13).

Pero nada de esto sabía Celso, pues, de haberlo sabido, no hubiera dicho: "Y cuanto hay en el universo, ora sea obra de un dios, de ángeles, de démones o héroes, todo recibe su ley del Dios máximo, y al frente de cada cosa se pone aquel que ha sido juzgado digno de alcanzar poder. Ahora bien, al que ha alcanzado poder de Dios, ¿no será justo le dé culto todo el que adora a Dios?" A lo que añade: "No es posible que uno mismo adore a muchos señores".

Pero esto lo discutiremos en el libro siguiente, pues este séptimo que hemos escrito contra la obra de Celso ha adquirido ya suficiente volumen.

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LIBRO OCTAVO

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1. El apologista, embajador de Cristo

Ya he llegado a terminar siete libros y ahora quiero empezar el octavo. Asístanos Dios y su Verbo unigénito a fin de refutar noblemente las mentiras de Celso, que en balde se titulan Discurso de la verdad, y, en lo posible y por lo que atañe a su defensa, se demuestre la razón del cristianismo. Rogamos también a Dios poder decir con el espíritu de Pablo: Somos embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por nosotros (Ps 2), y ser efectivamente embajadores ante los hombres de cómo el Verbo de Dios los exhorta a que tengan amistad con El mismo. Este Verbo quiere ganar para la justicia, la verdad y las demás virtudes a los que, antes de recibir las enseñanzas de Jesucristo, pasaban su vida en tinieblas respecto de Dios y en ignorancia del Creador. Y, una vez más, diré que Dios nos dé la generosa y verdadera Palabra, el Señor fuerte y poderoso en la guerra (Ps 23,8) contra la maldad. Y ya es hora de que pasemos al texto siguiente de Celso y a su refutación.

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2. Se puede, según Celso, servir a muchos amos

Anteriormente nos preguntó Celso "por qué no damos culto a los démones", y a lo que dijo sobre los démones le replicamos (VII 68-70) lo que nos pareció conforme al sentir de la palabra divina. Seguidamente nos presenta respondiendo a su pregunta de hombre que quiere demos culto a los démones : "No es posible que uno mismo sirva a muchos amos". "Esta", opina él, "es voz de rebelión (cf. III 5; VIH 49); voz de quienes", según sus palabras, "se amurallan a sí mismos y se separan del resto de los hombres". Por su parte cree que "quienes así hablan, en cuanto de ellos depende, trasladan a Dios sus propios sentimientos". Por eso piensa que, "entre los hombres, pueda tener lugar que quien sirve a uno no pueda razonablemente servir a otro, por el daño que se supone le viene a éste del distinto servicio; ni que quien antes se ha comprometido con uno no se comprometa con otro. Así es razonable no servir a la vez a diferentes héroes o démones si de ahí resulta daño" Pero, tratándose de Dios, al que no llega daño ni pena, tiene Celso por irracional "guardarse de dar culto a muchos dioses, de modo semejante que si se tratara de hombres, héroes y démones por el estilo". Dice además que "quien da culto a muchos dioses, por el hecho de honrar algo que pertenece al Dios grande, hace en ello cosa grata a éste". Y añade: "A nadie le es posible ser honrado si no le fuere dado por El; de donde se sigue", dice, "que quien honra y adora a todos los que son de El, no ofende al Dios a quien todos pertenecen".

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3. La Escritura habla de "dioses"

Antes de pasar adelante, veamos si no entendemos razonablemente el texto: Nadie puede servir a dos señores; a lo que sigue: Porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se adherirá al uno y despreciará al otro. Y luego: No podéis servir a Dios y a mammón (Mt 6,24 LE 16,13). La defensa nos lleva a un profundo y misterioso razonamiento acerca de dioses y señores. Y es así que la divina Escritura sabe que el Señor es grande por encima de todos los dioses (Ps 96,9); palabras en que no entendemos por dioses los que son adorados entre los gentiles, pues sabemos que todos los dioses de las naciones son demonios (Ps 95,5). Se trata más bien de dioses, cuya junta conoce la palabra profética, como conoce al Dios sumo que los juzga y ordena a cada uno su propia obra. Y es así que Dios estuvo en la junta de los dioses, y en medio juzga a los dioses (Ps 81,1). Dios es, además, el Señor de los dioses, que, por medio de su Hijo, llamó a la tierra desde el nacimiento del sol hasta su puesta (Ps 49,1). Mándasenos igualmente dar gracias al Dios de los dioses (Ps 135,2) y sabemos que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos (Mt 22,32). Todo lo cual se dice no sólo en estos textos, sino en otros sin número.

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4. Y también de "señores"

Cosas semejantes nos enseñan las sagradas letras a examinar y sentir acerca del Señor de los señores cuando nos dicen, por ejemplo: Dad gracias al Dios de los dioses, porque es eterna su misericordia; dad gracias al Señor de los señores, porque es eterna su misericordia (135,2-3); y en otro lugar, que Dios es Rey de reyes y Señor de señores (Mt 1). Pero la palabra divina conoce dioses, que así se llaman, y otros que lo son, se llamen o no se llamen; y enseñando lo mismo acerca de señores que lo son y otros que no, dice Pablo: Porque si bien hay llamados dioses, en el cielo o en la tierra, como hay muchos dioses y muchos señores (Mt 1). Luego, como quiera que el Dios de los dioses llama a los que quiere a su porción (), por medio de Jesucristo, de oriente y occidente (Ps 49,1); y puesto que el Cristo de Dios es Señor y, al invadir los dominios de todos y llamar así de todos los dominios súbditos suyos, demuestra que es superior a todos los que dominan, de ahí es que Pablo, que lo sabía muy bien, añada después del texto citado: Mas para nosotros sólo hay un Dios, el Padre de quien todo procede, y un solo Señor, Jesucristo, por quien es todo, y nosotros por El (Ps 1). Y percatándose Pablo de que había en sus palabras algo de maravilloso y recóndito, añade: Pero no en todos hay ciencia (ibid., 7). Ahora bien, cuando Pablo dice: Para nosotros, empero, sólo hay un Dios, el Padre, de quien todo procede; y un solo Señor, Jesucristo, por quien es todo, ese "nosotros" lo dice de sí mismo y de cuantos se han remontado al sumo Dios de dioses y al sumo Señor de señores. Y al Dios sumo se remonta el que, sin escisión, división ni parcialidad, lo adora por medio de su Hijo, el Dios Verbo y sabiduría que fue contemplado en Jesús, el único que conduce a El a los que se esfuerzan, por todos los modos, en pertenecer al Dios artífice del universo por medio de palabras, obras y pensamientos excelentes. Por esta y otras cosas semejantes opino que el príncipe de este mundo, que se transfigura en ángel de luz (Ps 2), hizo que se dijera: "A éste sigue un ejército de dioses y démones, ordenados en doce partes". Y de sí mismo y de los que se dan a la filosofía añade: "Nosotros con Zeus, y otros con otros démones" (PLAT., Phaidr. 246,2-247a.250b).

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5. Quiénes se levantan por encima de todos los "dioses" y "señores"

Como haya, pues, muchos que se dicen dioses o que lo son realmente, y lo mismo señores, nosotros lo hacemos todo con el fin de remontarnos por encima, no sólo de las cosas que son adoradas como dioses por las naciones de la tierra, sino también de los mismos que las Escrituras llaman dioses; cosa de que nada saben los que son extraños a las alianzas (), hechas con Dios por medio de Moisés y de nuestro Salvador Jesús, y no entran a la parte de las promesas que por ellos se nos han dado a conocer. Ahora bien, por encima de toda servidumbre de démones se remonta el que no hace obra alguna grata a los démones; y de la parte de los que Pablo llama dioses se sale el que mira, ora como aquéllos, ora de otro modo cualquiera, no lo que se ve, sino lo que no se ve (Ps 2); y el que considera de qué modo la expectación de la creación está aguardando la revelación de los hijos de Dios, pues la creación está sometida a la vanidad, no de su grado, sino por causa de quien la sometió en esperanza (), si es cierto que alaba la creación y ve cómo se liberará de la servidumbre de la corrupción y llegará a la libertad de la gloria de los hijos de Dios, no se distrae a servir a Dios y a otro juntamente con El ni a sujetarse a dos amos. No hay, pues, voz de sedición en quienes esto entienden y no quieren servir a muchos señores. Por eso se contentan con el Señor Jesucristo, que instruye a los que están a su servicio, a fin de entregarlos, una vez instruidos y hechos reino digno de Dios (), al mismo Dios Padre. Sí es cierto, en cambio, que se apartan y separan de los que son forasteros en la ciudad de Dios y extraños a sus alianzas, a fin de tener su ciudadanía en los cielos () y acercarse al Dios vivo y a la ciudad de Dios, la Jerusalén celeste, y a la compañía innumerable de ángeles y a la iglesia de los primogénitos, que están inscritos en los cielos ().

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6. El cristiano, embajador de Cristo

Pero tampoco nos apartamos de servir a otro fuera de Dios por medio de su Verbo y su verdad porque nos imaginemos que recibe Dios un daño, como parece recibirlo un hombre, de parte de quien sirve a otro además de él; no, lo que queremos es no dañarnos a nosotros mismos, separándonos de la porción del Dios sumo, como quiera que vivimos emparentados con su bienaventuranza por excelente espíritu de adopción. Este espíritu mora en los hijos del Padre del cielo, que no echan palabrillas, sino hechos cuando, con levantada voz, dicen en el secreto: Abba!, Padre ().

Como es sabido, los embajadores lacedemonios no quisieron adorar al rey de los persas, por más que'los forzaran; los guardias, por .temor al: que ellos tenían -por su sola.señóri que era la ley de Licurgo' (HEROD,, VII 13 6) v aquellos; emperó, que desempeñan una embajada por Cristo, mucho más grande y divina (Ps 2), no pueden adorar ni al príncipe de los persas, ni al de los griegos, ni al de los egipcios, ni al de otra nación alguna, por más que la guardia de tales gobernantes, que son los démones y ángeles del diablo, los quieran forzar a hacerlo e intenten persuadirlos a que abandonen al que es superior a toda ley sobre la tierra. Y es así que Cristo es señor de los que son sus embajadores y lo representan, El, Verbo que era en el principio y estaba en Dios y era Dios ().

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7. Vaguedades de Celso sobre dentones y héroes

Celso se imaginó sin duda que, entre las cosas que él tenía por patentes, iba a exponer una doctrina de especial profundidad acerca de héroes y algunos démones. Así, después de explicar lo que atañe al servicio entre los hombres, es decir, que recibe uno daño si el que antes le servía quiere también servir a otro, dice que "lo mismo habría de decirse ' sobre héroes y démones por el estilo". A esto le preguntaremos, pues, qué entiende por héroes y de dónde proceden esos démones, de suerte que quien sirve a este héroe no pueda servir al otro, y quien sirve a tal demon no pueda ya servir a otro, pues el primer demon saldría dañado, a la manera como son dañados los hombres si el siervo primero se pasa a segundo amo. Demuéstrenos Celso qué daño piensa él que se da en los héroes o démones por el estilo. La verdad es que se verá forzado a caer en un mar de tonterías, repetir su discurso y retractar lo dicho; o, si no quiere decir tonterías, tendrá que confesar que no sabe una palabra sobre lo que sean héroes y démones. Y respecto a lo que dice sobre los hombres, que reciben daño los primeros si un esclavo quiere servir también a segundos amos, habría que decirle: ¿Qué daño cree Celso que recibe el primer amo si su esclavo quiere servir también a un segundo?.

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8. El solo verdadero daño

Ahora bien, si entiende, como un hombre vulgar y ajeno a la filosofía 2, por daño el que se dice de cosas que están fuera de nosotros, demostraría que no ha saludado siquiera lo que hermosamente dice Sócrates: "Realmente, Anito y Me-leto me pueden quitar la vida, pero no dañarme, pues no es de ley divina que lo superior reciba daño de lo inferior" (PLAT., Apol. .30cd) ", Mas, si por daño entendiera un movimiento o hábito malo *, como parejo daño no puede darse en los sabios, sigúese que puede uno servir a dos sabios que estén en distintos lugares. Mas si tampoco es razonable, en balde tomó Celso como ejemplo que censurar el texto: Nadie puede servir a dos señores (Mt 6,24); y tanto mayor fuerza tendrá esa palabra que se refiere al servicio único de Dios del universo por medio de su Hijo, que lleva a los hombres a El. Por lo demás, no daremos culto a Dios como si El lo necesitara o hubiera de tener pena de no tributárselo. Nosotros, antes bien, sacamos provecho del culto de Dios; nosotros nos hacemos insensibles al dolor y a la pasión por servir al Dios sumo por medio de su unigénito Verbo y sabiduría.

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9. El culto de Jesús, solo que viene de Dios

De ver es también cuan a la ligera dice: "Porque, aun dado caso que dieras culto a otra cosa de las que hay en el universo...", pues así se afirma que, sin daño alguno de nuestra parte, podemos trasladar el culto debido a Dios a cualquiera de las cosas simplemente que son de Dios. Pero, como si él mismo se hubiera percatado de no haber hablado sanamente al decir: "Porque, aun dado caso que dieras culto a otra cosa de las que hay en el universo...", vuelve sobre sus pasos y corrige lo dicho con estotro: "No es posible tributar honor a nadie a quien no se le haya concedido por El". Pues preguntemos a Celso acerca de los que son honrados como dioses, démones o héroes: ¿Por dónde, amigo, puedes demostrar habérseles concedido de parte de Dios a éstos el ser honrados, y que no les viene el honor de la ignorancia y necedad de hombres que han errado y se han apartado de Aquel que propiamente merece ser honrado? En todo caso, honor se tributa al querido de Adriano, como tú mismo, Celso, has dicho poco antes (III 36; V 63); y seguramente no querrás afirmar que el Dios del universo le ha concedido a Antínoo derecho a recibir honores divinos. Lo mismo diremos acerca de los otros, requiriendo pruebas de que el Dios supremo les ha concedido derecho de ser honrados.

Ahora bien, si algo semejante se nos replicara respecto de Jesús, nosotros demostraríamos habérsele dado de Dios el ser honrado, para que todos honren al Hijo como honran al Padre (). Y es así que las profecías hechas antes de que naciera eran recomendaciones del honor que se le debía. Y los milagros que hizo, no por magia, como se imagina Celso (III 36; V 63), sino por virtud divina predicha por los profetas, eran una testificación de Dios, una garantía de que quien honre al Hijo, que es el Logos o Razón, no hace caso sin razón, sino que sacará provecho del honor que le tribute. Y el que honra al que es la verdad, se hace mejor por honrar la verdad; y, por el mismo caso, el que honra la sabiduría y la justicia y todo lo demás que las divinas letras dicen ser el Hijo de Dios.

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10. Quién honra de verdad a Dios

Ahora bien, que el honor tributado al Hijo de Dios consista en una vida recta, lo mismo que el honor que se rinde a Dios Padre, veamos si no nos lo enseña este texto: Tú que te ufanas de la ley, por la transgresión de la ley deshonras a Dios (); y estotro: ¿Pues cuánto mayor castigo pensáis merecerá quien ha pisoteado al Hijo de Dios, y profanó la sangre de la alianza en que fue santificado, e insultó al espíritu de grada? (). Porque, si por la transgresión de la ley deshonra a Dios el transgresor de la ley, y pisotea al Hijo de Dios el que no recibe la palabra divina, es evidente que honra a Dios el que guarda la ley, y le da culto el que está adornado de la palabra de Dios y de las obras que ella pide. Y si Celso hubiera sabido quiénes son de Dios y que ellos son los solos sabios, y quiénes son ajenos a Dios, y que son malos todos los que no sienten inclinación a abrazar la virtud, hubiera entendido en qué sentido se dice: "Si uno honra y adora a todos los que son de El, ¿en qué ofende al Dios a quien todos pertenecen?"

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11. No hay división en el reino de Dios

Seguidamente dice Celso: "Además, el que dice que sólo uno fue llamado señor, si habla de Dios, comete una impiedad, pues divide el reino de Dios e intenta una sedición, como si hubiera allí un partido y algún otro rival de Dios". Esto tendría realmente lugar si Celso pudiera demostrar con pruebas lógicas que son dioses esos que los gentiles adoran como dioses, y que los que se cree andan en torno a las estatuas, templos y altares no son démones malignos. Respecto del reino de Dios de que hablamos y escribimos continuamente (cf. I 39; III 59; VI 17), nosotros pedimos en nuestra oración entenderlo, y ser tales que sólo tengamos a Dios por rey, y que su reino se haga también nuestro; Celso, empero, que nos enseña a dar culto a muchos dioses, debiera hablar, de querer ser consecuente, de un reino de dioses, no de un reino de Dios.

Así, ni hay en Dios bandos o partidos, ni dios alguno que se levante como su rival. Sí hay, empero, algunos que, a modo de gigantes o titanes (cf. IV 32; VI 42), quieren, por su propia maldad, hacer la guerra a Dios uniéndose con Celso y quienes se la han declarado al que de mil formas demostró la verdad sobre Jesús, y a Jesús mismo, que, por la salvación de nuestro linaje, se mostró a todo el mundo en general como el Logos, según cada uno podía comprender.


Origenes contra Celso 763