Origenes - de principis 3113

El tratamiento curativo del alma

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13. No es sin razón, pues, que quien es abandonado, es abandonado al juicio divino, y que Dios es paciente con ciertos pecadores; pero, ya que será para su ventaja, en lo que respecta a la inmortalidad del alma y el mundo interminable, que no sea rápidamente traído al estado de salvación, será conducido a él más despacio, después de haber experimentado muchos males. Porque así como los médicos, que son capaces de curar rápidamente a un hombre, cuando sospechan algún veneno oculto en el cuerpo, hacen lo contrario en casos normales de curación, sabiendo que es más saludable retrasar el tratamiento en los casos de inflamación, dejando fluir los humores malignos para que el paciente pueda recuperar su saludad más seguramente, antes que realizar una cura rápida, y después causar una recaída en la enfermedad y en la destrucción de la misma vida, pues la cura precipitada dura sólo un rato.103

De la misma manera, Dios, que sabe las cosas secretas del corazón, y prevé acontecimientos futuros, en su longanimidad, permite que ocurran ciertos acontecimientos, para que viniendo de fuera sobre el hombre, le ponga delante de la vista sus pasiones y vicios ocultos, que por su medio puede limpiar y curar su mal oculto, que por descuido y negligencia ha recibido las semillas de pecado, para que cuando sean llevadas a la superficie, pueda vomitarlas. Y aunque haya estado profundamente implicado en el mal, pueda obtener después la curación de su maldad, y ser renovado. Porque Dios no gobierna almas con referencia, dejadme decir, a cincuenta años de la vida presente, sino con referencia a una edad ilimitable, porque Él hizo el principio pensante () inmortal en su naturaleza, y semejante a Él; y por tanto, el alma, que es inmortal, no está excluida por la brevedad de la vida presente de los remedios divinos y curas.104

El gran Labrador de la humanidad

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14. Vamos ahora a usar la siguiente imagen del Evangelio. Hay cierto suelo rocoso, con poca tierra, en el cual, si cae la semilla, brota rápidamente, pero tan pronto como aparece se agosta, ya que no tiene raíces y el sol la seca y la quema.105 Bien, ese suelo rocoso es el alma humana, endurecida debido a su negligencia, y convertida en una piedra debido a su maldad, porque nadie recibe de Dios un corazón creado de piedra, sino que se hace tal a consecuencia de la maldad.

Si alguien encuentra culpable al labrador por no haber sembrado más pronto en el terreno rocoso, cuando vio que otro suelo rocoso había recibido la semilla rápidamente, el labrador podría responder: "Voy a sembrar este terreno lentamente, echando las semillas que sean capaces de arraigar; este método más lento es mejor para el terreno y más seguro que el que recibe la semilla de un modo rápido, más sobre la superficie". El objetor encontraría la respuesta del sembrador como dada con buena razón, y que ha obrado con habilidad. Así también, el gran Labrador de toda la naturaleza pospone los beneficios que pudieran parecer prematuros, para que no sean superficiales. Pero es probable que hay algún propósito en esto. ¿Por qué algunas semillas caen sobre la tierra superficial, siendo el alma algo así como una roca?

Debemos decir, en respuesta a esto, que es mejor para este alma, que deseaba precipitadamente mejores cosas, y no por el camino que conduce a ellas, no obtener su deseo, para que condenándose a sí misma, pueda, después de un largo período de tiempo, recibir la labranza que es conforme a su naturaleza. Porque las almas son, como algunos dicen, innumerables, así como sus hábitos y sus propósitos y sus apetencias y sus esfuerzos, de los cuales sólo hay un administrador admirable, que conoce las sazones y las ayudas idóneas, las avenidas y los caminos, es decir, Dios Padre de todas las cosas, que conoce incluso cómo va a comportarse el Faraón ante eventos tan grandes, y que será tragado por el mar, con cuyo último acontecimiento no va a cesar la labor del superintendente del Faraón. Porque no fue aniquilado cuando se ahogó, ya que "en la mano de Dios estamos nosotros y nuestras palabras, también nuestro conocimiento y nuestra obra" (
Sg 7,16).106 Esta es nuestra moderada defensa del dicho "Dios endureció el corazón del Faraón", "De manera que del que quiere tiene misericordia; y al que quiere, endurece" (Rm 9,18).

Dios quita el corazón duro, el hombre lo pide

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15. Miremos también la declaración en Ezequiel, que dice: "Les quitaré el corazón de piedra de su carne, y les daré corazón de carne; para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis juicios y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios" (
Ez 11,19-20). Porque si Dios, cuando El quiere, quita los corazones pedregosos, e implanta corazones de carne para que obedezcan sus preceptos y observen sus mandamientos, no está en nuestro poder quitar la maldad. Porque quitar los corazones de piedra no es otra cosa que quitar la maldad, por la cual uno es endurecido. El acto de quitar el corazón de piedra y de implantar un corazón de carne en quien El quiere, para que guarde sus preceptos y ande en sus mandamientos, ¿qué otra cosa es, sino volverse dócil y no resistente a la verdad, siendo capaz de practicar sus virtudes?

Y si Dios promete hacer esto, y si antes quita los corazones de piedra, es evidente que no depende de nosotros librarnos de la maldad. Y si no somos nosotros quienes hacemos algo para implantar un corazón de carne, sino que es una obra divina, no será nuestro propio acto vivir conforme a la virtud, sino el resultado total de la gracia divina. Tal sería el argumento de quien, por las meras palabras de la Escritura, quisiera eliminar el libre albedrío.

Pero contestaremos, diciendo, que nosotros deberíamos entender este pasaje así: Por ejemplo, un hombre que resulta ser ignorante e inculto, en percibiendo sus propios defectos, a consecuencia de la exhortación de su maestro, o de algún otro modo, espontáneamente se entregaría a quien él considera capaz de introducirle en la educación y la virtud; y así, al confiarse a sí mismo, su instructor le promete que eliminará su ignorancia y le implantará la instrucción, no como si él no vaya a contribuir en nada a su educación y eliminación de la ignorancia, para cuya cura se entregó, sino porque el instructor prometió mejorar a quien deseó la mejora; así, de la misma manera, la Palabra de Dios promete quitar la maldad, que es llamada "corazón de piedra", de aquellos que acuden a Dios. No sería así si estuvieran indispuestos, sino sólo porque se someten al Médico de los enfermos, como en los Evangelios los enfermos acudían al Salvador, y preguntando para pedir y obtener la curación.

Y, dejadme decir, la recuperación de la vista del hombre ciego es, hasta donde llega su petición, el acto de los que creen que son capaces de curarse; pero respecto a la restauración de la vista, es obra de nuestro Salvador. Así, pues, la Palabra de Dios promete implantar el conocimiento en los que lo buscan, quitando el corazón duro y difícil, que es la maldad, para que uno pueda andar en los mandamientos divinos y guardar sus preceptos.

El propósito de las parábolas para los "de fuera"

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16. Encontramos en el Evangelio, después del pasaje sobre el sembrador, que el Salvador habló en parábolas a los de fuera por esta razón: "Para que viendo, vean y no echen de ver; y oyendo, oigan y no entiendan; porque no se conviertan, y les sean perdonados los pecados" (
Mc 4,12). Ahora, nuestro oponente dirá: "Si algunas personas son sin duda convertidas por las palabras que escuchan con gran claridad, para que sean dignos de la remisión de pecados, y si no depende de ellos oír estas palabras con claridad, sino del que las enseña, y él, por esta razón, no las anuncia más claramente, no sea que otros vean y entiendan, no está en el poder de ellos ser salvos; y si es así, entonces no poseemos libre albedrío en cuanto a la salvación y la condenación".

Eficaz, de verdad, sería la respuesta a tales argumentos, si no fuera por la adición: "porque no se conviertan, y les sean perdonados los pecados" (Mc 4,12), a saber, el Salvador no deseó que los que no iban a hacerse buenos y virtuosos entendieran las partes más místicas de su enseñanza, y por esta razón habló en parábolas; pero ahora, debido a las palabras: "porque no se conviertan, y les sean perdonados los pecados", la defensa es más difícil.

En primer lugar, pues, debemos notar el pasaje en su aceptación por los herejes, quienes buscan las partes del Antiguo Testamento donde se expone, como ellos mismos afirman atrevidamente, la crueldad del Creador del mundo y su objetivo de venganza y castigo del impío; o por cualquier otro nombre que deseen designar tal sentimiento, hablando así para decir solamente que no existe bondad en el Creador. Porque no juzgan los Evangelios con la misma mente y sentimientos, y no observan si declaraciones de este tipo se encuentran en el Evangelio, las cuales condenan y censuran cuando aparecen en el Antiguo Testamento.

Porque es evidente, y según el Evangelio, se muestra al Salvador, como ellos mismos admiten, no hablando claramente, y por una razón: para que los hombres no puedan convertirse y, convertidos, recibir la remisión de pecados. Ahora, si estas palabras se entienden según la letra simplemente, nada menos, ciertamente, se encontrará en ellas que lo que se contiene en aquellos pasajes les ponen reparos en el Antiguo Testamento.

Y si buscan defender el Evangelio de semejantes expresiones, debemos preguntarles si no están actuando de una manera culpable, al tratar de manera diferente las mismas cuestiones, y, mientras no se escandalizan con el Nuevo Testamento, sino que buscan defenderlo, ellos, sin embargo, presentan una acusación con el Antiguo en puntos similares, donde ellos deberían ofrecer una defensa en la misma línea que hacen con los pasajes del Nuevo.

Por lo tanto les obligaremos, debido a las semejanzas, a que consideren todo como las Escrituras del único Dios.

Vamos, pues, con lo mejor de nuestra capacidad, a ofrecer una respuesta a la pregunta que se nos ha hecho.

Los tiempos de Dios para la salvación

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17. Afirmamos antes, hablando del caso del Faraón, que a veces una cura rápida no es una ventaja para los que han de ser curados, sobre todo si la enfermedad está en las partes interiores del cuerpo. Despreciar el mal porque parece de cura fácil, y no permanecer en guardia contra un segundo asalto, es ser presa del mismo otra vez. Por tanto, en el caso de tales personas, Dios, que conoce todas las cosas antes de que existan, en conformidad con su bondad retrasa su asistencia urgente, y, por así decir, les ayuda no ayudándoles, con vistas a su bien.

Es probable, entonces, que aquellos "que están fuera" (
Mc 4,11), de quien hablamos, habiendo sido preconocidos por el Salvador, según nuestra suposición, que serían llevados a una conversión rápida, de haber recibido con más claridad las palabras que se les decían, en la que no perseverarían, fueron tratados por el Señor como si no escucharan con entendimiento las cosas profundas de su enseñanza, no fuera que, después de una conversión rápida y de haber sido sanados, obteniendo la remisión de pecados, despreciaran las heridas de su maldad, como si se tratara de algo leve y de fácil curación, y recayeran en ella con facilidad. Y quizás, también, sufrieran el castigo por sus transgresiones anteriores contra la virtud, que habían cometido cuando la olvidaron, y aún no habían completado su tiempo; para que, abandonados por la dirección divina, y siendo llenos hasta el máximo de los propios males que ellos habían sembrado, pudiera llamarlos después a un arrepentimiento más estable; y así no ser rápidamente enredados otra vez en aquellos males en los que antes habían estado implicados cuando trataron con insolencia las exigencias de virtud y se dedicaron a cosas peores.

Aquellos, pues, de quien se dice "que están fuera" (Mc 4,11) -evidentemente en relación a los "de dentro"-, no estando muy lejos de los "de dentro" -que oían claramente-, oyeron encubiertamente, porque se les habla en parábolas; pero, sin embargo, oyeron.

Otros/ de nuevo, "que están fuera", llamados tirios, aunque se conocía desde hacía mucho tiempo que se hubieran arrepentido en saco y ceniza, si el Salvador hubiera llegado cerca de sus fronteras, ni siquiera oyeron las palabras escuchadas por los "que están fuera".107 Por esta razón, creo que la maldad fue más grave y peor en unos que en otros, pues los "que están fuera", oyeron la palabra, aunque en parábolas; y, quizás, su cura se retrasó para que en otro tiempo, después de ser más tolerable para ellos que para los que no recibieron la palabra (entre quienes también mencionó a los tirios), pudieran, al oír la palabra en un tiempo más apropiado, obtener un arrepentimiento más duradero.

Pero obsérvese si, además de nuestro deseo de investigar la verdad, nos esforzamos en mantener una actitud de piedad en todo lo concerniente a Dios y su Cristo, viendo que tratamos de probar por todos los medios que, en asuntos tan grandes y peculiares respecto a la múltiple providencia de Dios, Él supervisa el alma inmortal. Si alguien preguntara sobre aquellas cosas que se nos objetan, ¿por qué aquellos que vieron las maravillas y oyeron las palabras divinas no se beneficiaron, mientras que los habitantes de Tiro se hubieran arrepentido, y por qué el Salvador hizo y dijo tales cosas a aquellas personas, para su propio daño, considerando su falta más grave todavía?, nosotros debemos decir que quien entiende las disposiciones de los que encuentran faltas en su providencia, alegando que no creyeron porque no se les permitió ver lo que otros vieron, ni oír lo que otros oyeron, para demostrar que su defensa no se funda sobre la razón, Dios concede esas ventajas que los que culpan su administración piden; para que, después de obtenerlas, puedan no obstante ser convictos de la impiedad más grande al no haber ni siquiera cedido al beneficio, y puedan cesar en tal audacia y siendo libres respecto a este punto, puedan aprender que Dios a veces, al conferir beneficios a ciertas personas, retrasa y aplaza conferir el favor de la visión y el entendimiento de aquellas cosas que, vistas y oídas, cuando se ven y se oyen, hubieran hecho el pecado de los incrédulos, después de maravillas tan grandes y peculiares, mucho más grave y serio.

"No depende del que quiere ni del que corre"

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18. Miremos ahora el siguiente pasaje: "No es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia" (
Rm 9,16), ya que quienes encuentran reparos dicen: "Si no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia", la salvación no depende de nosotros, sino del arreglo hecho por aquel que nos hizo tal como somos, o al menos proviene de la decisión suya de mostrarse misericordioso con quienes le parezca. Ahora, nosotros tenemos que hacer a esas personas las siguientes preguntas: ¿Si es bueno o vicioso desear lo que es bueno? O, ¿si el deseo de correr hacia la meta en el logro de lo que es bueno es digno de alabanza o de censura? Si responden que es digno de censura, ofrecerán una respuesta absurda, ya que los santos desean correr y, manifiestamente, al hacerlo así no hacen nada indigno. Pero si dicen que es virtuoso desear el bien y correr tras él, les preguntaremos cómo una naturaleza perdida desea cosas mejores, porque sería como si un árbol malo produjera frutos buenos, ya que es una acto virtuoso desear cosas mejores.

Quizás ofrezcan una tercera respuesta, que el deseo de correr tras lo que es bueno es una de las cosas que son indiferentes, ni buenas ni malas. A esto debemos decir que si el deseo de correr tras lo que es bueno es una cosa indiferente, entonces lo opuesto también es una cosa indiferente, a saber, desear el mal y correr tras él. Pero desear el mal y correr tras él no es una cosa indiferente. Por tanto, desear el bien y perseguirlo, tampoco es una cosa indiferente. Tal es, pues, la defensa que yo pienso que podemos ofrecer sobre la afirmación: "No es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia" (Rm 9,16).

"Si el Señor no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican"

Salomón dice en el libro de los Salmos: "Si el Señor no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican" (Ps 127,1). La intención de estas palabras no es de apartarnos del esfuerzo por edificar, o de conseguir abandonar toda vigilancia y cuidado de la ciudad que es nuestra alma. Estaremos en lo correcto si decimos que un edificio es la obra de Dios más que del constructor, y que la salvaguardia de la ciudad ante un ataque enemigo es más obra de Dios que de los guardas.

Pero cuando hablamos así, damos por supuesto que el hombre tiene su parte en lo que se lleva a cabo, aunque lo atribuimos agradecidos a Dios que es quien nos da el éxito. De manera semejante, el hombre no es capaz de alcanzar por sí mismo su fin. Este sólo puede conseguirse con la ayuda de Dios, y así resulta ser verdadero, "que no es del que quiere ni del que corre". De la misma manera nosotros debíamos decir lo que se dice de la agricultura, según está escrito: "Yo planté, Apolos regó; mas Dios ha dado el crecimiento. Así que, ni el que planta es algo, ni el que riega; sino Dios, que da el crecimiento" (1Co 3,6-7). Cuando un campo produce cosechas buenas y ricas hasta su madurez, nadie afirmará piadosa y lógicamente que el granjero produjo los frutos, sino que reconocerá que han sido producidos por Dios; así también nuestra obra de perfección no madura por nuestro estar inactivos y ociosos, y, sin embargo, no conseguiremos la perfección por nuestra propia actividad. Dios es el agente principal para llevarla a cabo. Podemos explicarlo con un ejemplo tomado de la navegación. En una navegación feliz, la parte que depende de la pericia del piloto es muy pequeña comparada con los influjos de los vientos, del tiempo, de la visibilidad de las estrellas, etc. Los mismos pilotos de ordinario no se atreven a atribuir a su propia diligencia la seguridad del barco, sino que lo atribuyen todo a Dios. Esto no quiere decir que no hayan hecho su contribución; pero la providencia juega un papel infinitamente mayor que la pericia humana. Algo semejante sucede con nuestra salvación, donde lo que Dios hace es infinitamente más grande que lo que hacemos nosotros y, pienso, que por eso se dijo: "No depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia". Porque en la manera que ellos tienen de explicarlo, los mandamientos son superfluos y en vano Pablo culpa a los que se apartan de la verdad y alaba a los que permanecen en la fe, ni hay ningún propósito en dar ciertos preceptos e instrucciones a las iglesias si fuera vano desear y luchar por el bien. Pero es cierto que estas cosas no se hacen en vano y también que los apóstoles no dieron instrucciones en vano, ni el Señor leyes sin razón.

De aquí se sigue, pues, que declaremos que en vano hablan mal los herejes de estas buenas declaraciones.

"Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer"

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19. Además de éstos, tenemos el pasaje que dice: "Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (
Ph 2,13). Si esto es así, dicen algunos, Dios es el responsable de nuestra mala voluntad, y nosotros no tenemos verdadera libertad; y, por otra parte, dicen, no hay mérito alguno en nuestra buena voluntad y nuestras buenas obras, ya que lo que nos parece nuestro es ilusión, siendo en realidad imposición de la voluntad de Dios, sin que nosotros tengamos verdadera libertad.

A esto se puede responder observando que el apóstol no dice que el querer el bien o el querer el mal proceden de Dios, sino simplemente que el querer en general procede de Dios. Así como nuestra existencia como animales o como hombres procede de Dios, así también nuestra facultad de querer en general, o nuestra facultad de movernos. Como animales, tenemos la facultad de mover nuestras manos o nuestros pies, pero no sería exacto decir que cualquier movimiento particular, por ejemplo de matar, de destruir, o de robar, procede de Dios. La facultad de movernos nos viene de Él, pero nosotros podemos emplearla para fines buenos o malos. Así también, nos viene de Dios el querer y la capacidad de llevar a cabo, pero podemos emplearla para fines buenos o malos.108

"Vasos de honra y vasos de deshonra"

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20. De todos modos, la declaración del apóstol parece arrastrarnos a la conclusión de que no poseemos libertad de voluntad, al objetarse a sí mismo: "De manera que del que quiere tiene misericordia; y al que quiere, endurece. Me dirás pues: ¿Por qué, pues, se enoja?, porque ¿quién resistirá a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al que le labró: ¿Por qué me has hecho tal? ¿O no tiene potestad el alfarero para hacer de la misma masa un vaso para honra, y otro para deshonra?" (
Rm 9,18-21).

Si el alfarero del mismo barro hace algunos vasos de honra y otros de deshonra, y así Dios forma algunos hombres para la salvación y otros para la perdición, entonces la salvación, o la perdición, no dependen de nosotros, ni poseemos libre albedrío.

Ahora debemos preguntar a quien interpreta así estos pasajes, sí es posible concebir que el apóstol se contradiga a sí mismo. Supongo que nadie se atreverá a decirlo. Si, entonces, el apóstol no se contradice, cómo puede censurar lógicamente -según quien lo entiende de esta manera-ai individuo de Corinto que cometió fornicación, o a los que no se habían arrepentido de su impureza y comportamiento licencioso. Y cómo puede bendecir a los que alaba por haber hecho el bien, como hace con la casa de Onesíforo en estas palabras: "Dé el Señor misericordia a la casa de Onesíforo; así que muchas veces me refrigeró, y no se avergonzó de mi cadena: Antes, estando él en Roma, me buscó solícitamente, y me halló. Déle el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día" (2Tm 1,16-18).

No es consistente para el mismo apóstol culpar, por un lado, al pecador como digno de reproche y alabar al que ha hecho bien como merecedor de aprobación, y por otro, decir, como si nada dependiese de nosotros, que la causa es el Creador, que ha formado un vaso para honra, y otro para deshonra. Y cómo puede ser correcta esta declaración: "Porque es menester que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora sea bueno o malo" (2Co 5,10), ya que quienes han hecho el mal han avanzado a ese abismo de maldad porque fueron creados vasos de deshonra, mientras que los que han vivido virtuosamente han hecho lo bueno porque han sido creados desde el principio por esta razón, como vasos de honor.

Y otra vez, ¿cómo no puede estar en desacuerdo la afirmación hecha en otra lugar con la opinión que esas personas extraen de las palabras citadas (que es culpa del Creador que un vaso sea de honor y otro de deshonor), es decir: "Mas en una casa grande, no solamente hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y asimismo unos para honra, y otros para deshonra. Así que, si alguno se limpiare de estas cosas, será vaso para honra, santificado, y útil para los usos del Señor, y aparejado para toda buena obra" (2Tm 2,20-21), porque si quien se limpia a sí mismo se hace un vaso de honra, y quien se permite a sí mismo permanecer sucio se hace un vaso de deshonra, entonces, en lo que a éstos se refiere, el Creador no es culpable de nada.

Porque el Creador no hace vasos de honra y vasos de deshonra desde el principio según su conocimiento previo, ya que El no condena ni justifica de antemano, sino que hace vasos de honor a quienes se limpian, y vasos de deshonra a quienes se permiten permanecer impuros; así que es el resultado de causas antiguas que operan en la formación de vasos de honra y deshonra.

Pero una vez que admitimos que había ciertas causas antiguas operando en la formación de un vaso de honra o de deshonra, ¿qué hay de absurdo en regresar al tema del alma y suponer que había una causa más antigua para que Jacob fuera amado y Esaú aborrecido, anterior a la asunción de un cuerpo por parte de Jacob y antes de que Esaú fuera concebido en el seno de Rebeca?109

Causas antecedentes del destino de las almas

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21. Y al mismo tiempo, se dice claramente que, en lo que respecta a la naturaleza subyacente, hay un pedazo de arcilla en las manos del alfarero, de cuya masa se hacen los vasos de honra y deshonra; así la naturaleza de cada alma está en las manos de Dios y, por así decirlo, su ser es una masa de seres razonables, y ciertas causas de tiempo anterior llevan a algunos seres a ser creados como vasos de honra y otros de deshonra.

Pero si el lenguaje del apóstol supone una censura cuando dice: "¿Quién eres tú, para que alterques con Dios?" (
Rm 9,19), nos enseña que quien tiene confianza en Dios, y es fiel, y ha vivido virtuosamente, no oirá las palabras: "¿Quién eres tú, para que alterques con Dios?", sino que, como con Moisés, por ejemplo: "Moisés hablaba, y Dios le respondía en voz" (Ex 19,19), así Dios contesta a los santos también. Pero a quien no posee esta confianza, porque la ha perdido, o porque investiga estos asuntos no por amor al conocimiento, sino por un deseo de encontrar faltas, se le dice: "¿Quién eres tú, para buscar faltas a Dios?" ¿Porque, quién resistió su voluntad?", el tal se habrá merecido el lenguaje de la censura que dice: "¿Quién eres tú, para que alterques con Dios?"

A quienes introducen naturalezas diferentes, y utilizan la declaración del apóstol para apoyar sus opiniones, se les debe dar la siguiente respuesta. Si mantienen que los que se pierden y los que se salvan son formados de la misma masa, y que el Creador de los que se salvan es también el Creador de los que se pierden, y si está bien que cree no sólo naturalezas espirituales, sino también terrenales (pues esto se deduce de su doctrina), es, sin embargo, posible que quien, como consecuencia de ciertos actos anteriores de justicia, sea hecho ahora un vaso de honor, pero quien (después) no actuó de manera similar, ni hizo cosas convenientes a un vaso de honor, fue convertido en otro mundo en un vaso de deshonor.

Por otra parte, es posible que quien, debido a causas más antiguas que las de la vida presente, sea aquí un vaso de deshonra, pueda, después de reformarse, convertirse en la nueva creación en un "vaso de honra, santificado y apto para el uso del Señor, preparado para toda buena obra".

Y quizás los que ahora son israelitas, no habiendo vivido con la dignidad de sus antecesores, serán privados de su rango y cambiados, por decirlo así, de vasos de honra en vasos de deshonra; y muchos de los egipcios presentes e idumeos, que se acercan a Israel, cuando den fruto en abundancia, entrarán en la Iglesia del Señor, no siendo jamás considerados egipcios o idumeos, sino israelitas. Así, de acuerdo a esta visión, es debido a varios propósitos que algunos avancen de una condición mejor a otra peor, y otros de una peor a otra mejor, mientras que otros perseveran en su curso virtuoso, o ascienden de lo bueno a lo mejor; y otros, al contrario, permanecen en un curso de mal, o de malo se hace peor, según fluya su maldad.

Reconciliación de la voluntad divina la humana

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22. Pero ya que en cierto lugar el apóstol no toma en cuenta lo que toca a Dios respecto a que resulten vasos de honra y de deshonra, sino que todo lo atribuye a nosotros diciendo: "Si alguno se limpiare de estas cosas, será vaso para honra, santificado, y útil para los usos del Señor, y preparado para toda buena obra" (
2Tm 2,21), y en cambio en otro lugar no toma en cuenta lo que se refiere a nosotros, sino que todo parece atribuirlo a Dios diciendo: "¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra, y otro para deshonra?" (Rm 9,21).

No puede haber contradicción entre estas expresiones del mismo apóstol, sino que hay que conciliarias y hay que llegar con ellas a una interpretación que tenga pleno sentido.

Ni lo que está en nuestro poder lo está sin el conocimiento de Dios, ni el conocimiento de Dios nos fuerza a avanzar si por nuestra parte no contribuimos en nada hacia el bien; ni nadie se hace digno de honor o de deshonor por sí mismo sin el conocimiento de Dios y sin haber agotado aquellos medios que están en nuestra mano, ni nadie se convierte en digno de honor o de deshonor por obra de Dios solo, si no es porque ofrece como base de tal diferenciación el propósito de la voluntad que se inclina hacia el bien o hacia el mal. Que estas observaciones sean suficientes sobre el tema del libre albedrío.

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2 LAS POTENCIAS ADVERSAS

El diablo en el Antiguo Testamento

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1. Tenemos que considerar, de acuerdo a las declaraciones de la Escritura, cómo las potencias adversas, o el diablo mismo, compiten con el ser humano; una carrera en la que incitan e instigan a los hombres a pecar.

En primer lugar, en el libro de Génesis, la serpiente es descrita como habiendo seducido a Eva. En la obra titulada La Ascensióit de Moisés110 (un pequeño tratado que el apóstol Judas menciona en su epístola), el arcángel Miguel, en la disputa con el diablo sobre el cuerpo de Moisés, dice que la serpiente, inspirada por el diablo, fue la causa de la transgresión de Adán y Eva.

Algunos también han convertido en materia de su investigación el texto donde se dice que un ángel habló a Abraham desde el cielo. "Entonces el ángel del Señor le dio voces del cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; que ya conozco que temes a Dios, pues que no me rehusaste tu hijo, tu único" (
Gn 22,11-12). ¿Quién era este ángel? Evidentemente un ángel que sabía que Abraham temía a Dios y que no había rehusado a su querido hijo, aunque no dice que fue por causa de Dios que Abraham había hecho esto, sino por causa del que habla: "no me rehusaste tu hijo" (v. 12).

También debemos averiguar quién es del que se dice en el libro de Éxodo que deseó matar a Moisés: "Y aconteció en el camino, que en una posada le salió al encuentro Jehová, y quiso matarlo" (Ex 4,24), al que después se llama ángel destructor (o exterminador): "Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios" (Ex 12,23).

Y el ángel que en el libro de Levítico se llama en griego Apopompaeus, esto es, el Quitador,111 de quien la Escritura dice: "Una suerte por Jehová, y la otra suerte por Azazel (gr. Apopompaeus)" (Lv 16,8).

En el primer libro de Reyes112 también se dice que un espíritu malo estrangulaba a Saúl: "Otro día aconteció que el espíritu malo de parte de Dios tomó a Saúl, y se mostraba en su casa con trasportes de profeta" (1R 18,10), y en el tercer libro, el profeta Miqueas dice: "Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a Él, a su diestra y a su siniestra. Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera; y otro decía de otra. Y salió un espíritu, y se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué manera?" Y él dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y Él dijo: hle inducirás, y aun saldrás con ello; sal pues, y hazlo así. Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos estos tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca de ti" (1R 22,19-23). Esta cita muestra claramente que cierto espíritu, por su propia voluntad y opción, eligió engañar a Acab, y decir una mentira, para que el Señor pudiera llevar al rey a la muerte que merecía tener.

En el primer libro de Crónicas también se dice: "Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que contase a Israel" (). En los Salmos, además, se dice que un ángel del mal acosa a ciertas personas. En el libro de Eclesiastés, también, Salomón dice: "Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la lenidad hará cesar grandes ofensas" (Ez 10,4). En Zacarías leemos que el diablo estaba en la mano derecha de Josué y le resistía (Za 3,1).113 Isaías dice que la espada del Señor se alza contra el dragón, la serpiente retorcida (Is 27,1).m ¿Y qué diré de Ezequiel, quien en su segunda visión profetiza sin lugar a error sobre el príncipe de Tiro en cuanto a una potencia adversa, y dice también que el dragón habita en ríos de Egipto? (Ez 28,12).

¿De quién se ocupa la obra entera escrita sobre Job, sino del diablo, que solicita permiso y poder sobre todo lo que Job posee: hijos, hogar y hasta su misma persona? Y aun así el diablo es vencido por la paciencia de Job. En este libro el Señor ha impartido mucha información con sus respuestas sobre el poder del dragón que nos combate.

Estas son las afirmaciones que se hacen en el Antiguo Testamento, hasta donde alcanzamos a recordar, sobre el tema de los poderes hostiles que se citan en la Escritura, o de los que se dice que se oponen a la raza humana, sujetos a un castigo posterior.


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