Origenes Exodo 303


HOMILIA IV :Las diez plagas que azotaron a Egipto.

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(
Ex 7,14-10,21)

1. La historia que se nos ha leído es famosísima y por su importancia es conocida en todo el mundo; en ella se recuerda que Egipto, con su Rey el Faraón, fue castigado con grandes plagas de signos y prodigios, para que devolviese la libertad al pueblo hebreo que, nacido de padres libres, había sido reducido violentamente 1 a la esclavitud. Pero los acontecimientos están narrados de tal manera que si examinas diligentemente cada uno, encontrarás muchos más a los que aplicar la inteligencia que otros sobre los que poder pasar rápidamente.

Y puesto que es largo proponer ordenadamente cada palabra de la Escritura, haremos un resumen del contenido de toda la historia.

Como primer signo, arrojó Aarón su vara, que se convirtió en una serpiente 2 y, convocados los magos y los hechiceros de los egipcios, convirtieron del mismo modo sus varas en serpientes. Pero la serpiente que provenía de la vara de Aarón, se comió a las serpientes de los egipcios. Esto, aunque habría debido provocar estupor en el Faraón y disponerlo a creer, obtuvo el efecto contrario. Dice efectivamente la Escritura que se endureció el corazón del Faraón y no los escuchó 3. Aquí, ciertamente, dice que se endureció el corazón del Faraón; pero también en la primera plaga, cuando el agua se convierte en sangre, está escrito lo mismo 4 y en la segunda cuando pululan las ranas; asimismo en la tercera cuando sobrevienen los mosquitos 5; también en la cuarta cuando salen los tábanos 6 y en la quinta, cuando la mano del Señor cayó sobre los ganados 7 de los egipcios, se usan términos iguales o semejantes.

Sin embargo, en la sexta, cuando Moisés tomó las pavesas del horno y las arrojó hacia el cielo, y se formaron úlceras y pústulas sobre los hombres y sobre las bestias de modo que los magos ya no podían resistir ante Moisés 8, no se dice que se endureció el corazón del Faraón, sino que se añade algo más terrible; está escrito, en efecto: el Señor endureció el corazón del Faraón, y no los escuchó como el Señor había establecido 9.

De nuevo, en la séptima, cuando el granizo y el rayo devastan todo Egipto, fue endurecido el corazón del Faraón 10 pero no por el Señor. En la octava, cuando se hace venir a las langostas, se dice que el Señor endureció el corazón del Faraón 11. Así también en la novena, cuando se palpaban las tinieblas en toda la tierra de Egipto 12, se escribe que el Señor endureció el corazón del Faraón 13.

Finalmente cuando, muertos los primogénitos de los egipcios, el pueblo hebreo partió, después de muchas cosas se dice: Y endureció el Señor el corazón del Faraón rey de Egipto y sus siervos y persiguió a los hijos de Israel 14. Pero cuando Moisés fue enviado de la tierra de Madián a Egipto y se le mandó hacer todos los prodigios, que puso el Señor en su mano 15 se añade: Harás estas cosas en presencia del Faraón. Yo endureceré su corazón y no dejará marchar al pueblo 16e. Ésta es la primera vez que dice el Señor: Yo endurezco el corazón del Faraón 17. Pero, en segundo lugar, cuando fueron contados los príncipes de Israel, poco después se añade de parte del Señor: Yo endurezco el corazón del Faraón y multiplico mis señales 18.

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2. Si creemos que estas Escrituras son divinas y escritas por el Espíritu Santo, no creo que pensemos algo tan indigno del Espíritu divino como para afirmar que, en una obra tan importante, se debe al azar esta variación, y que tan pronto se dice que Dios ha endurecido el corazón del Faraón, como se dice que ha sido endurecido, no por Dios, sino por propia voluntad.

Ciertamente, me confieso el menos idóneo y el menos capaz para sondear los secretos de la divina Sabiduría en semejantes variaciones. Sin embargo, veo que el apóstol Pablo, porque habitaba en él el Espíritu Santo, se atrevía a decir con confianza: Pero a nosotros nos lo ha revelado Dios por medio de su Espíritu. En efecto, el Espíritu escruta todo, incluso lo más profundo de Dios 19. Lo veo, digo, como si comprendiese en qué difieren: el corazón del Faraón se endureció y el Señor endureció el corazón del Faraón, y por eso dice en otro lugar: ¿Acaso despreciáis los tesoros de su bondad, paciencia y longanimidad, ignorando que la paciencia de Dios te conduce a la penitencia? Por la dureza de tu corazón y tu corazón impenitente, atesoras para ti mismo la ira en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios 20; con lo que sin duda culpa al que por propia voluntad se endurece. En otro pasaje, sin embargo, parece proponer una pregunta al respecto: Tiene misericordia de quien quiere, y endurece a quien quiere. Me dirás entonces: ¿por qué se queja? ¿Quién resistirá a su voluntad? 21. Se añade también: ¡Oh, hombre!, ¿quién eres tú para replicar a Dios? 22.

Por ello pienso que sobre el tema del hombre cuyo corazón ha sido endurecido por Dios el apóstol responde, no tanto resolviendo la cuestión, como apelando a su autoridad apostólica, no juzgando conveniente—a causa de la incapacidad de sus oyentes—entregar los secretos de la solución al papel y a la tinta 23., Asi como en otro lugar él mismo dice refiriéndose a algunas palabras que ha oído, que no está permitido hablar de ellas a los hombres 24. De ahí que, para lo que sigue, al que se sumerge curioso en las cuestiones más secretas no tanto por interés en el estudio cuanto por deseo de saber, le aterrorizará la severidad de este admirable doctor: ¡Oh hombre! ¿tú quién eres para replicar a Dios? ¿Acaso dice la arcilla al que la ha plasmado: por qué me has hecho así? 25, etc. A nosotros, pues, bástenos sólo haber notado y observado esto, y haber mostrado a los oyentes cuánto hay inmerso en la Ley divina en profundos misterios, por los que debemos decir en la oración: Desde lo hondo a ti grito, Señor 26.

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3. Pero no parece menos digna de consideración esa observación según la cual se dice que algunos castigos fueron infligidos por Aarón, otros por Moisés y otros por el mismo Señor.

Pues en la primera plaga, cuando convirtió las aguas en sangre 27, se dice que Aarón elevó su vara y golpeó el agua. También en la segunda, cuando golpeó las aguas y sacó las ranas 28, y en la tercera, cuando extendió con su mano la vara y golpeó el polvo de la tierra, y salieron de él los mosquitos 29. En estos tres castigos la intervención fue de Aarón.

Sin embargo, en el cuarto de castigo se dice que el Señor hizo llegar los tábanos y que llenasen las casas del Faraón 30. En el quinto, cuando murieron los ganados de los egipcios, se dice que también el Señor hizo esta palabra 31. En el sexto, Moisés esparció pavesas del horno, y se formaron úlceras y pústulas ardientes en hombres y ganados 32. En el séptimo, Moisés elevó su mano al cielo y vinieron truenos y granizo y el rayo recorrió la tierra 33. En el octavo, también, el mismo Moisés extendió su mano al cielo, y el Señor hizo venir durante todo el día y toda la noche un viento 34 que trajo las langostas. En el noveno, también el mismo Moisés extendió su mano al cielo, y vinieron las tinieblas y la oscuridad sobre toda la tierra de Egipto 35.

Pero en el décimo, el fin y cumplimiento de toda la obra es realizado por el Señor. En efecto, así está escrito: Alrededor de la media noche, el Señor hirió a todo primogénito en la tierra de Egipto, desde el primogénito del Faraón, que se sentaba en el trono, hasta el primogénito de la esclava, que se encontraba en la cárcel, y a todo primogénito del ganado 36.

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4. En estos hechos hemos observado aún otra diferencia: que en la primera plaga, cuando el agua se convierte en sangre, todavía no es dicho a Moisés que entre en casa del Faraón, sino que le dice: Ve a su encuentro en la orilla del río, cuando baje el agua 37. En la segunda plaga, después de que la primera fue firme y fielmente infligida por ellos, se le dice: Entra en casa del Faraón y habiendo entrado dice: Esto dice el Señor 38,...

Ya en la tercera, cuando irrumpen los mosquitos, los magos, que antes se habían opuesto, ceden confesando que el dedo de Dios está aquí 39. Asimismo, en la cuarta, se manda a Moisés velar y que se levante contra el Faraón cuando baje al río, mientras las casas de los egipcios se llenan de tábanos 40. Igualmente en la quinta, cuando son destruidos los ganados de los egipcios, se ordena a Moisés entrar en casa del Faraón 41. En la sexta, se menosprecia al Faraón y no se dice que entraran Moisés o Aarón a casa del Faraón, puesto que se produjeron úlceras y pústulas ardientes también sobre los magos de Egipto y no podían resistir a Moisés 42. En la séptima, se le ordena velar muy de mañana y presentarse contra el Faraón 43 mientras se producen truenos, granizo y rayos. En la octava se le manda entrar 44 al tiempo que, fuera, llegan las langostas. En la novena, de nuevo se menosprecia al Faraón y se manda a Moisés extender sus manos al cielo para que haya tinieblas, densas tinieblas, en toda la tierra de Egipto 45, y ciertamente él no entra, pero es llamado por el Faraón. Igualmente en la décima, cuando son exterminados los primogénitos y se le obliga a salir de Egipto con prisa 46.

Hay todavía muchas otras observaciones, en cada una de las cuales se muestran signos de la divina Sabiduría.

Encontrarás, en primer lugar, que no se doblega el Faraón ni cede a los castigos divinos cuando las aguas son convertidas en sangre 47. En un segundo momento, parece suavizarse un poco: Llamó a Moisés y Aarón y les dijo: rogad por mí al Señor, para que aleje las ranas de mí y de mi pueblo, y dejaré partir al pueblo 48. En un tercer momento, los magos ceden y dicen al Faraón: El dedo de Dios está aquí 49. A la cuarta, castigado por los tábanos, dice: Id, sacrificad a vuestro Dios, pero no vayáis muy lejos. Rogad por mí al Señor 50.

En la quinta, cuando es herido por la muerte del ganado, no sólo no cede, sino que se endurece más 51. Del mismo modo se comporta en el sexto castigo, respecto a la plaga de las úlceras 52. Pero en la séptima, cuando es devastado por el granizo y los rayos: mandó llamar, dice, el Faraón a Moisés y Aarón y les dijo: He pecado también ahora; el Señor es justo, pero yo y mi pueblo somos impíos. Rogad por mí al Señor 53. En la octava, cuando es azotado por la langosta, dice: Se apresuró el Faraón y llamó a Moisés diciendo: He pecado ante el Señor vuestro Dios y contra vosotros. Haceos cargo de mi pecado también ahora y rogad por mí al Señor vuestro Dios 54. En la novena, cuando se extendieron las tinieblas, llamó el Faraón a Moisés y Aarón, diciendo: Id, servid al Señor vuestro Dios 55. Pero ya en la décima, cuando son muertos los primogénitos de los hombres y los ganados, dice: Llamó el Faraón a Moisés y Aarón de noche y les dijo: levantaos y salid de mi pueblo, vosotros y los hijos de Israel; id, servid al Señor vuestro Dios como decís; tomando vuestras ovejas y bueyes, partid como habéis dicho. Pero bendecidme. Y lo egipcios obligaban al pueblo a salir lo más rápidamente posible de la tierra de Egipto. En efecto, decían: todos nosotros moriremos 56.

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5. ¿Quién es el hombre a quien Dios llenará de aquel Espiritu con que llenó a Moisés y Aarón, cuando hicieron estos signos y prodigios, para que, iluminado por el mismo Espiritu pueda interpretar las obras realizadas por ellos? En efecto, no creo que puedan ser explicadas las divergencias y diferencias de estos inmensos acontecimientos, si no las explica el mismo Espiritu por quien fueron realizados, porque dice el apóstol Pablo: El espíritu de los profetas está sometido a los profetas 57. Por tanto, no se dice que los dichos de los profetas estén sometidos—para explicarlos—a cualquiera, sino a los profetas. Pero puesto que el mismo santo Apóstol (cuando dice: Aspirad a los bienes mejores, pero sobre todo a la profecía) 58, nos manda hacernos imitadores de esta gracia, es decir, del don profético, como si—al menos en parte—estuviese a nuestro alcance, intentemos también nosotros obtener la aspiración a estos bienes y, en tanto esté en nosotros, realizarla, pero esperando del Señor la plenitud del don. Por esto dice el Señor por medio del profeta: Abre tu boca y la llenaré 59: y por esto dice otra Escritura: golpea el ojo, y correrán las lágrimas; golpea el corazón, y surgirá la inteligencia 60.

Por tanto no nos entreguemos al silencio por desesperación, ya que eso ciertamente no edifica la Iglesia de Dios; volvamos brevemente a lo que podamos y tanto cuanto podamos.

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6. Por lo que puedo entender, creo que el Moisés que viene a Egipto trayendo su vara con la que castiga y azota a Egipto con las diez plagas, este Moisés es la Ley de Dios, que ha sido dada para corregir y enmendar este mundo con las diez plagas, es decir, con los diez mandamientos que se contienen en el Decálogo.

La vara, por medio de la cual se hicieron todas estas cosas, por la que Egipto es sometido y el Faraón vencido, es la cruz de Cristo, por la que este mundo es vencido, y es derrotado con sus principados y potestades 61 el prfncipe de este mundo 62. Por lo que se refiere a esta vara que, arrojada a tierra, se convierte en dragón o serpiente y devora las serpientes de los magos egipcios, que habrán hecho lo mismo 63, la palabra evangélica -cuando dice: Sed astutos como serpientes 64, y en otro lugar: La serpiente era el más astuto de todos los animales y bestias que había en el paraíso- 65 indica que la serpiente significa aquí la sabiduría o la prudencia.

CZ/VARA-MOISES: Así pues, la cruz de Cristo, cuya predicación parecía necedad 66, y que está contenida en Moisés, esto es, en la ley, como dice el Señor: De mí escribió él 67, esta cruz, digo, de la que escribió Moisés, después de haber sido arrojada a la tierra, es decir, después de que vino para ser creída y confesada por los hombres, fue convertida en sabiduria, y en una sabiduría tan grande que devoró toda la de los egipcios, esto es, la de este mundo. Considera, en efecto, cómo ha hecho Dios necia la sabiduría de este mundo, después de haber manifestado a Cristo, que fue crucificado, y es poder de Dios y sabiduría de Dios 68 y cómo desde entonces este mundo ha sido conquistado por aquel que dijo: Prenderé a los sabios en su astucia 69.

En cuanto a las aguas del río que se convirtieron en sangre, es fácil de adaptar. En primer lugar, porque este río al que habían entregado con una muerte cruel a los hijos de los hebreos, debía devolver una copa de sangre a los autores del crimen y porque debían gustar, al beber la sangre del abismo contaminado, que ellos habían manchado con un crimen parricida.

Entonces, después, para que no falte nada de las reglas de la alegoría, las aguas se convierten en sangre 70, y se da a beber a Egipto su propia sangre. Las aguas de Egipto son las doctrinas erróneas y engañosas de los filósofos; a éstas, puesto que engañaron a los pequeños de espíritu y a los niños en inteligencia cuando la cruz de Cristo muestra la luz de la verdad a este mundo, se les exige el castigo de su crimen y la expiación de la sangre. En efecto, así dice el mismo Señor: Toda la sangre que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, le será reclamada a esta generación 71.

Pienso que en la segunda plaga, en la que salieron las ranas 72, están indicados en figura los cantos de los poetas que, con un ritmo vacío y ampuloso, como los sonidos y cantos de las ranas, trajeron a este mundo fábulas engañosas. Para nada es útil este animal, sino para hacer oir su voz con gritos inmoderados e inoportunos.

Después de esto llegaron los mosquitos 73. Este animal revolotea por los aires suspendido por sus alas. Pero es tan sutil y tan menudo que escapa al alcance de los ojos que no tienen una vista muy aguda; sin embargo, puesto sobre el cuerpo, lo pica con su acerado aguijón, de modo que si no se le puede ver volar, si se le siente cuando pica. Creo que este animal puede ser justamente comparado con el arte de la dialéctica, que taladra las almas con los aguijones menudos y sutiles de las palabras, y las rodea con tanta astucia que el que es engañado, no ve ni entiende por dónde le han engañado.

En cuarto lugar, compararé a los tábanos 74 con la secta de los cínicos, los cuales, entre otras inicuas falsedades, predican el placer y las pasiones como el sumo bien. Así pues, puesto que el mundo ha sido engañado con cada una de estas maneras, la Palabra y la Ley de Dios lo denuncian con correcciones de tal naturaleza, que por la naturaleza de las penas reconozca la naturaleza del propio error.

En quinto lugar, que Egipto sea azotado con la muerte de animales y ganados 75, denuncia la insensatez y la necedad de los mortales que, como animales irracionales, impusieron el culto y el nombre de Dios a figuras, no sólo de hombres, sino también de animales, impresas en madera y piedras 76, venerando a Júpiter Ammon en el carnero, a Anubis en el perro, dando culto a Apis en el toro, y a los otros que Egipto admira como portentos de los dioses, para que encuentren suplicios dignos de lástima en aquellas cosas a las que, según creían, se debía prestar un culto divino.

Después de esto, vinieron las úlceras y las pústulas ardientes en la sexta plaga 77. Me parece a mi que en las úlceras se denuncia la maldad engañosa e infecta; en las pústulas la soberbia hinchada y orgullosa; en los ardores la locura de la ira y del furor. Hasta aquí los castigos al mundo son establecidos por las figuras de sus errores.

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7. Después de estos castigos, vinieron de lo alto voces, de trueno, sin duda, granizo y rayos discurriendo entre el granizo 78. Mira la medida de la divina corrección: no castiga con el silencio, sino que da voces y hace venir una doctrina del cielo, por la cual pueda reconocer su culpa el que ha sido castigado. Da también granizo, para que sean devastados los todavía tiernos brotes de los vicios. Manda también rayos, sabiendo que hay espinas y abrojos 79 que deben ser devorados por aquel fuego del cual dice el Señor: He venido a traer fuego a la tierra 80; en efecto, por él son consumidos los aguijones del placer y de las pasiones.

En octavo lugar, se hace mención de la langosta 81. Pienso que en este tipo de plaga se rechaza la inconstancia del género humano, siempre en disidencia consigo mismo. En efecto, aunque la langosta no tiene rey, como dice la Escritura, forma un ejército ordenado en una Iínea de batalla 82; pero los hombres, aunque han sido creados racionales por Dios, ni han podido gobernarse a si mismos ordenadamente ni soportar con paciencia el gobierno de Dios su Rey.

La novena plaga son las tinieblas 83, bien para acusarlos de la ceguedad de su espíritu, bien para que entiendan que las razones de la dispensación y de la providencia divina son muy oscuras. En efecto, Dios hizo de las tinieblas su refugio 84, las cuales, a los que tenían el deseo audaz y temerario de sondearlas y que pasaban de una afirmación a otra, los precipitaron en las tinieblas palpables 85 y espesas de sus errores. Por último, viene la muerte de los primogénitos 86, en la que hay probablemente algo que supera nuestra inteligencia, algo cometido por los egipcios contra la Iglesia de los primogénitos inscrita en los cielos 87.

Por eso el ángel exterminador es enviado con tal oficio: debe perdonar sólo a aquellos que tengan las dos jambas de sus puertas selladas con la sangre del cordero 88. Entretanto son exterminados los primogénitos de los egipcios: bien los que llamamos principados y potestades y rectores de este mundo de tinieblas 89, a los que Cristo con su llegada ha expuesto al desprecio, esto es, los ha hecho cautivos y los ha derrotado en el leño de la cruz 90; o bien los autores e inventores de las falsas religiones que ha habido en este mundo, a las cuales junto con sus autores ha extinguido y destruido la verdad de Cristo.

Esto por lo que se refiere al sentido místico.

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8. Y ahora, si hemos de tratar también del sentido moral, diremos que cualquier alma en este mundo, si vive en los errores y en la ignorancia de la verdad, está puesta en Egipto. Cuando comienza a aproximársele la Ley de Dios, para ella las aguas se convierten en sangre, esto es, la vida muelle y lujuriosa de la juventud se convierte en la sangre del Antiguo o del Nuevo Testamento. A continuación, arranca de ella la estéril y vacía locuacidad, y la queja contra la providencia de Dios, similar al lamento de las ranas. Purifica también sus malos pensamientos, y rechaza los aguijones de la carne, similares a las picaduras de los mosquitos. Rechaza también los mordiscos de las pasiones similares a los aguijones de los tábanos, y destruye en sí misma la necedad y la inteligencia similares a las de los animales, por las cuales el hombre cuando está en la opulencia no comprende, pero es comparado a los necios animales y se hace semejante a ellos 91. Desvela también las úlceras de sus pecados y extingue en ella el tumor de su arrogancia y el ardor de su cólera. Después de esto usa también las voces de los hijos del trueno 92, esto es, las doctrinas evangélicas y apostólicas. Pero aún más, aplica el castigo del granizo para reprimir la lujuria y los placeres. Al mismo tiempo, usa el fuego de la penitencia, para decir ella misma: ¿Acaso no ardía nuestro corazón dentro de nosotros? 93. Y no se deja arrastrar por los ejemplos de las langostas, las cuales muerden y devoran todos sus movimientos inquietos y agitados, para aprender ella misma del Apóstol que enseña: Que todas sus cosas se hagan con orden 94.

Cuando haya sido suficientemente castigada por sus costumbres y cuando haya sido obligada a corregirse para una vida mejor, cuando haya experimentado al autor de los castigos y ya comience a confesar que el dedo de Dios está aquí 95 y haya recibido un poco de conocimiento, entonces, sobre todo, verá las tinieblas de sus obras, reconocerá la oscuridad de sus errores. Cuando haya llegado a este punto, entonces merecerá que sean destruidos en ella los primogénitos de Egipto.

Creo que en esto puede comprenderse algo: en toda alma, cuando llega a una cierta edad, una como cierta ley natural comienza a ejercer sus derechos; produce, sin duda, según el deseo de la carne sus primeros movimientos los cuales son excitados por una fuerza que estimula la concupiscencia o la ira.

Por esto el profeta dice sólo de Cristo—y como algo singular y no compartido por los otros hombres—: Cuajada y miel comerá; antes de decir o hacer el mal, elegirá el bien, puesto que, antes de que el niño conozca el bien o el mal 96 resistirá al mal para elegir lo que es bueno.

Otro profeta, como hablando de sí mismo dice: No te acuerdes de los delitos de mi juventud, ni de mi ignorancia 97.

Puesto que estos primeros movimientos según la carne precipitan al pecado, con razón, en este sentido moral, pueden significar los primogénitos de los egipcios, los cuales son destruidos en la medida en que la conversión dirige el curso de la enmienda del resto de la vida. Así en el alma que la Ley divina, una vez la ha sacado de sus errores, castiga y corrige, hay que entender que son destruidos los primogénitos de los egipcios, a no ser que después de todo permanezca en la infidelidad y no quiera unirse al pueblo israelita para salir del abismo y escapar sano y salvo, sino que permanezca en la iniquidad y descienda como plomo en las aguas caudalosas 98. En efecto, la iniquidad, según la visión del profeta Zacarías, se sienta sobre una masa de plomo 99 y por eso se dice del que permanece en la iniquidad que está sumergido en el abismo como plomo.

Ciertamente, como habíamos observado antes, algunos prodigios son realizados por Aarón, otros por Moisés y otros por el mismo Señor. Esto lo podemos entender de modo que reconozcamos que en algunos casos debemos ser purificados por los sacrificios de los sacerdotes y por las oraciones de los pontífices, lo que designa la persona de Aarón; en otros casos debemos ser corregidos por el conocimiento de la Ley divina, lo que simboliza el oficio de Moisés; pero en otros casos, sin duda que más dificiles, necesitamos del poder del mismo Señor.

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9. Ahora bien, no pensemos que es una observación inútil decir que, en primer lugar, Moisés no entra en casa del Faraón, sino que le sale al encuentro mientras desciende a las aguas, pero que después entra a su casa y que después de esto no sólo entra sino que llega con invitación. Pienso que aquí puede ser comprendido lo siguiente: bien haya en nosotros un combate contra el Faraón a propósito de la Palabra de Dios y de la afirmación de la religión, o bien intentemos librar de su poder a las almas sometidas por él y debamos luchar en la discusión, no debemos entrar inmediatamente a los puntos más extremos de las cuestiones, sino que debemos salir al encuentro del adversario, y encontrarlo junto a sus aguas; sus aguas son los autores de los filósofos paganos.

Asi pues, allí debemos ir, en primer lugar, al encuentro de los que quieren discutir para refutarlos y mostrarles que están en el error. Después de esto ya debemos entrar al corazón mismo de la batalla. Dice en efecto el Señor: Si antes no se le ha atado bien, no se puede entrar en su casa y robarle sus bienes 100.

Por tanto, primero debemos atar al fuerte y constreñirlo con los lazos de las cuestiones, y así introducirnos para robarle sus bienes y liberar las almas de las que se había apoderado con engaño fraudulento. Si hacemos esto más veces y resistimos contra él -resistiremos, como dice el Apóstol: Estad en pie, ceñidos vuestros lomos en la verdad 101 y de nuevo: Manteneos firmes en el Señor, y comportaos virilmente- 102, cuando nos mantengamos así, en pie, contra él, aquel artista antiguo y astuto se fingirá vencido y cederá, a ver si por casualidad, de este modo nos encuentra más negligentes en el combate. Fingirá incluso la penitencia y nos rogará que nos apartemos de él, aunque no lejos 103. Quiere que seamos vecinos, al menos en parte, quiere que nos marchemos no lejos de sus fronteras. Pero nosotros, a no ser que nos marchemos lejos de él y que crucemos el mar y digamos: Como dista el oriente del ocaso, ha alejado de nosotros nuestras iniquidades 104, no podemos ser salvos. Por ello supliquemos a la misericordia del Señor, que nos saque de la tierra de Egipto, del poder de las tinieblas y que sumerja al Faraón con su ejército como plomo en las aguas caudalosas 105.

Nosotros, liberados, con gozo y alegría cantemos un himno al Señor, pues se ha cubierto de gloria 106, porque a Él se deben honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén 107.

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1 Cf.
Ex 1,13.
2 Cf. Ex 7,10 ss.
3 Ex 7,13.
4 Cf. Ex 7,22.
5 Cf. .
6 Cf. Ex 8,32.
7 Cf. Ex 9,3-7
8 Cf. Ex 9,10-11.
9 Ex 9,12.
10 Cf. Ex 9,35.
11 Cf. Ex 10,20.
12 Cf. Ex 10,21-22.
13 Cf. Ex 10,27.
14 .
15 Cf. Ex 4,21.
16 Ex 4,21
17 Ex 7,3.
18 Ex 7,3.
19 1Co 2,10
20 Rm 2,4-5.
21 Rm 9,18-19
22 Rm 9,20.
23 Cf. Rm 2 Jn 12.
24 Cf. 2Co 12,4.
25 Rm 9,20.
26 Ps 130,1 (129),1.
27 Cf. Ex 7,20.
28 Cf. Ex 8,6.
29 Cf. Ex 8,17.
30 Cf. Ex 8,24.
31 Cf. Ex 9,6.
32 Cf. Ex 9,10.
33 Cf. Ex 9,23.
34 Cf. Ex 10,13.
35 Cf. Ex 10,22.
36 Ex 12,29.
37 Cf. Ex 7,15.
38 Ex 8,1.
39 Ex 8,19.
40 Cf. Ex 8,20 ss.
41 Cf. Ex 9,1.
42 Cf. Ex 9,10-11.
43 Cf. Ex 9,13.
44 Cf. Ex 10,1
45 Cf. Ex 10,2
46 Cf. Ex 11,1 ss.
47 Cf. Ex 7,22.
48 Cf. Ex 8,8.
49 Ex 8,19.
50 Ex 8,25-28.
51 Cf. Ex 9,7.
52 Cf. Ex 9,12.
53 Ex 9,27-2
54 Ex 10,16-17
55 Ex 10,24.
56 Ex 12 Ex 31-33
57 1Co 14,32.
58 Cf. 1Co 12,31 1Co 14,1
59 Ps 81,11 (80),11.
60 Cf. Si 22,19.
61 Cf Col 2,15.
62 Cf. .
63 Cf. Ex 7,12.
64 Mt 10,16.
65 Gn 3,1.
66 Cf. 1Co 1,18.
67 Jn 5,46
68 Cf. 1Co 1,20-23 ss.
69 Cf. 1Co 3,19.
70 Cf. Ex 7,20.
71 Cf. Mt 23,35-36.
72 Cf. Ex 8,6.
73 Cf. Ex 8,17.
74 Cf. Ex 8,24.
75 Cf. Ex 9,6
76 Cf. ss
77 Cf. Ex 9,10
78 Cf. Ex 9,23.
79 Cf. Gn 3,18.
80 Cf. Lc 12,49.
81 Cf. Ex 10,13.
82 Cf. Pr 30,27.
83 Cf. Ex 10,22.
84 Ps 18,12 (17),12.
85 Cf. Ex 10,21.
86 Cf. Ex 12,29.
87 Cf. He 12,23.
88 Cf. Ex 12,7 Ex 13 Ex 23.
89 Cf. Col 2,15 Ep 6,12.
90 Cf. Col 2,15
91 Ps 49,21 (48),21.
92 Cf. Mc 3,17.
93 Lc 24,32.
94 Cf. 1Co 14,40.
95 Cf. Ex 7,19.
96 Is 7,15 ss.
97 Ps 25,7 (24),7.
98 Cf. Ex 15,10.
99 Cf. Za 5,6-8
100 Cf. Mt 12,29.
101 Ep 6,14.
102 Ph 4,1 1Co 16,13.
103 Cf. Ex 8,28
104 Ps 103,12 (102),12.
105 Cf Ex 15,10
106 Cf.
107 Cf. Rm 16 Rm 27.

HOMILÍA V: La salida de los hijos de Israel.

501
(
Ex 13,17) (Ex 14,1-21)

1. AT/INTERPRETACION: Doctor de los pueblos en la fe y en la verdad 1, el apóstol Pablo ha transmitido a la Iglesia, cómo deben ser usados los libros de la Ley, que fueron recibidos por otros y que eran desconocidos y muy extraños para ella, para que, al recibir enseñanzas ajenas y sin conocer la regla de estas enseñanzas, no vacile con un escrito extraño. Por eso él mismo, en algunos pasajes, pone ejemplos de interpretación, para que nosotros hagamos de modo semejante en otros casos, de modo que en razón de la similitud de la lectura y del escrito de los judíos, no creamos que nos hemos convertido en discípulos suyos.

Él quiere que los discípulos de Cristo se diferencien de los discípulos de la sinagoga en que si ellos interpretaron mal la Ley y por eso rechazaron a Cristo, nosotros, interpretándola espiritualmente, mostremos que ha sido dada para la instrucción de la Iglesia. Pues los judíos entienden simplemente que los hijos de Israel partieron de Egipto 2, que su primera partida fue desde Ramesés, que desde allí llegaron a Sukot 3, y que de Sukot llegaron a Etam cerca de Epauleum junto al mar 4; después entienden sin más, que allí les precedió la nube y les siguió la roca, de la que bebían el agua 5, que pasaron a través del mar Rojo y que llegaron al desierto del Sinaí 6.

Nosotros, sin embargo, veamos qué regla para interpretar estas cosas nos ha transmitido el apóstol Pablo. Escribiendo a los corintios en algún pasaje dice así: En efecto, sabemos que todos nuestros antepasados estuvieron bajo la nube, y que todos fueron bautizados en Moisés en la nube y en el mar, y todos comieron la misma comida espiritual y bebieron la misma bebida espiritual. Bebían de la roca espiritual que les seguía; esta piedra era Cristo 7. Ya veis cuánto se distingue la. lectura histórica de la interpretación de Pablo: lo que los judíos piensan que es el paso del mar, Pablo lo llama bautismo; lo que ellos consideran nube, Pablo lo presenta como el Espiritu Santo; y de este mismo modo que éste quiere que sea entendido lo que el Señor manda en los Evangelios diciendo: El que no renazca de agua y de Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de los cielos 8.

Aún más, el maná, que los judíos consideran como alimento del vientre y saciedad de la garganta, Pablo lo llama alimento espiritual 9. Y no sólo Pablo, también el Señor dice Él mismo en el Evangelio: Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. El que coma del pan que yo le daré, no morirá para siempre 10. Después de esto, añade: Yo soy el pan que ha bajado del cielo 11.

En cuanto a la roca que les seguía, dice abiertamente Pablo: La roca era Cristo 12. ¿Qué haremos, pues, nosotros que hemos recibido de Pablo, maestro de la Iglesia, tales reglas de interpretación? ¿Acaso no es justo que observemos en diversos casos esta regla que nos ha transmitido en un ejemplo similar? ¿O bien, como algunos quieren, debemos volver a las fábulas judaicas 13, abandonando lo que nos ha transmitido tan grande e ilustre Apóstol? A mí, ciertamente, exponer otra cosa distinta de lo que parece enseñar Pablo, creo que es tender las manos a los enemigos de Cristo y sería lo que dice el profeta: ¡Ay del que da a beber a su prójimo su veneno embriagante! 14 Por tanto, cultivemos las semillas de la inteligencia espiritual recibidas del santo apóstol Pablo, en la medida en que se digne iluminarnos el Señor gracias a vuestras oraciones.

502
2 Partiendo de Ramasés los hijos de Israel—dice— llegaron a Sukot, y de Sukot llegaron a Etam 15. Si hay alguno que se prepara para marcharse de Egipto, si hay alguno que desea abandonar las obras oscuras de este mundo y las tinieblas de los errores, debe salir ante todo de Ramesés. Ramesés significa «erosión de la polilla». Si, pues, quieres llegar a que el Señor sea tu guía y te preceda en la columna de nube 16 y te siga la piedra que te ofrece un alimento espiritual y una bebida espiritual 17, debes escaparte y salir de Ramesés y no guardar tesoros allí donde la polilla roe y los ladrones socavan y roban 18. Esto es lo que dice claramente el Señor en los Evangelios: Si quieras ser perfecto, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; después ven y sígueme 19. Esto es partir de Ramesés y seguir a Cristo.

Veamos pues cuál es el lugar del campamento, al que se llega desde Ramesés. Llegaron —dice— a Sukot 20. Los intérpretes de los nombres afirman que entre los hebreos Sukot significa «tiendas». Por tanto, cuando, abandonando Egipto, apartes de ti las polillas de toda corrupción y rechaces las excitaciones de los vicios, vivirás en tiendas. En efecto, habitamos en tiendas, de las que no queremos ser despojados, sino revestidos 21. El que vive en tiendas, disponible y sin equipajes, es el que corre hacia Dios.

Pero no hay que permanecer aquí, sino que urge partir, levantar también los campamentos de Sukot y apresurarse hasta llegar a Etam 22. Etam en nuestra lengua se traduce por: «signos para ellos». Y con razón, puesto que oirás decir aquí: Dios marchaba delante de ellos, durante el día en la columna de nube y por la noche en la columna de fuego 23; verás que los signos divinos no se realizaron junto a Ramesés, ni junto a Sukot, que son los segundos campamentos de los que partieron, sino que se produjeron en el tercer campamento. Recuerda lo que se ha leído antes, cuando Moisés decía al Faraón: Haremos un camino de tres días por el desierto, y allí ofreceremos sacrificios al Señor Dios nuestro 24. Éste era el triduo al que Moisés se apresuraba y al que se oponía el Faraón, que decía: No vayáis demasiado lejos 25. El Faraón no permitía que los hijos de Israel llegasen al lugar de los signos, no les permitía avanzar hasta el punto de poder gozar de los misterios del tercer día. Escucha al profeta que dice: Después de dos días nos resucitará, y al tercer día resurgiremos y viviremos en su presencia 26.

Para nosotros el primer día es la pasión del Salvador, el segundo, el día en que Él descendió al infierno y el tercero es el día de la resurrección 27, y por eso en el día tercero Dios marchaba delante de ellos, durante el día en la columna de nube, por la noche en la columna de fuego 28. Ahora bien, si, según hemos dicho antes, el Apóstol nos enseña con razón que en estas palabras se contienen los misterios del bautismo 29, entonces es necesario que los que han sido bautizados en Cristo, hayan sido bautizados en su muerte y con Él hayan sido sepultados 30, y con El al tercer día resuciten de entre los muertos aquellos que, según lo que dice el Apóstol, Él ha resucitado consigo y los ha hecho sentar en los cielos 31.

Por tanto, cuando hayas sido recibido en el misterio del tercer día, Dios comenzará a conducirte y El mismo te mostrará el camino de la salvación.

503
3. Veamos ahora qué se dice a continuación a Moisés, qué camino se le manda elegir. De Etam, cambiando de dirección, dirigid el camino entre Epauleum y Magdolum, que está frente a Beelsefon 32. Esto significa: Epauleum, «subida tortuosa»; Magdolum, «torre»; Beelsefon, «subida de la atalaya» o «que tiene una atalaya». Quizá tú pensaras que el camino que Dios muestra es un camino llano y fácil, sin ninguna dificultad ni esfuerzo: no, es una subida, y una subida tortuosa. No es un camino descendente el que conduce a las virtudes, se trata de una ascensión, una angosta y difícil ascensión. Escucha al Señor cuando dice en el Evangelio: El camino que conduce a la vida es estrecho y angosto 33. Observa, pues, qué consonancia hay entre el Evangelio y la Ley. En la Ley se muestra que el camino de la virtud es una subida tortuosa; en el Evangelio se dice que el camino que conduce a la vida es estrecho y angosto 34.

¿Acaso no es verdad que hasta los ciegos pueden ver claramente que la Ley y el Evangelio han sido escritos por uno y el mismo Espiritu? El camino por el que marchan es, por tanto, una subida tortuosa, y una subida de atalaya o que tiene una atalaya; la subida se refiere a los actos, la atalaya a la fe. Muestra que tanto en las obras como en la fe hay mucha dificultad y mucho esfuerzo. En efecto, a los que quieren obrar según Dios se les oponen muchas tentaciones, muchos estorbos. Así, te encontrarás en la fe con muchas cosas tortuosas, muchas preguntas, muchas objeciones de los herejes, muchas contradicciones de los infieles. Éste es el camino que deben recorrer los que siguen a Dios; pero en este camino hay una torre.

¿Qué es esta torre? Seguramente, la que dice el Señor en el Evangelio: ¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no comienza por sentarse y calcular los gastos, a ver si tiene para terminar? 35 Esta torre es, por tanto, el trono arduo y excelso de las virtudes. Escucha lo que dice el Faraón al ver estas cosas: Éstos se equivocan 36. Para el Faraón, el que sigue a Dios se equivoca, porque, como ya hemos dicho, el camino de la sabiduría es tortuoso, tiene muchas curvas, muchas dificultades y muchas angosturas. De este modo, cuando confiesas que hay un solo Dios, y en la misma confesión afirmas que el Padre, el Hijo y el Espiritu son un solo Dios, ¡cuán tortuoso, cuán inextricable parece esto a los infieles! Aún más, cuando dices que el Señor de la majestad 37 fue crucificado y que el Hijo del hombre es el que ha bajaudo del cielo 38, ¡cuán tortuosas y difíciles parecen estas cosas! El que las oye, si no las oye con fe, dice que éstos se equivocan; pero tú mantente firme y no dudes de esta fe, sabiendo que Dios te muestra el camino de esta fe. En efecto, Él mismo dice: Levantad el campamento de Etam, plantadlo entre Epauleum y Magdolum frente a Beelsefon 39.

Huyendo pues de Egipto llegas a estos lugares, llegas a las subidas de las obras y de la fe, llegas al edificio de la torre, llegas también al mar y las olas vienen a tu encuentro. En efecto, el camino de la vida no se recorre sin tentaciones, como dice el Apóstol: Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo, sufrirán persecución 40. También Job proclama: Tentación es nuestra vida sobre la tierra 41. Esto es lo que significa el haber llegado al mar.

504
4. Si, siguiendo a Moisés, esto es, la Ley de Dios, recorres este camino, el egipcio te perseguirá y te atacará, pero mira lo que ocurre: Se levantó el ángel del Señor, que marchaba delante del campamento de Israel y se puso tras ellos. Se levantó también la columna de nube de delante de ellos y se colocó tras ellos, entrando entre el campamento de los egipcios y el de los israelitas 42.

Esta columna de nube se convirtió en muralla para el pueblo de Dios, pero impuso a los egipcios tinieblas y oscuridad. En efecto, no se dirige la columna de nube a los egipcios para que vean la luz, sino para que permanezcan en las tinieblas porque amaron las tinieblas más que la luz 43. También tú, si te marchas de Egipto y huyes del poder de los demonios, mira cuántos auxilios te son divinamente preparados, mira de cuántos auxilios dispondrás. Hasta tal punto que si, permaneces fuerte en la fe, ni te aterrorizarán la caballería y las cuadrigas de los egipcios, ni te quejarás contra Moisés—la Ley de Dios—, ni dirás, como algunos de ellos dijeron: Como si no hubiese sepulcros en Egipto, nos ha sacado para morir en el desierto. Mejor nos habría sido servir a los egipcios que morir en este desierto 44. Éstas son palabras de un alma que decae en la tentación.

Pero ¿quién es tan feliz que esté libre del peso de las tentaciones, de modo que ningún pensamiento de duda sorprenda su alma? Mira lo que el Señor dice al gran fundamento de la Iglesia, a aquella roca solidísima sobre la cual Cristo fundó la Iglesia: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado? 45 Las palabras: Mejor nos habría sido servir a los egipcios que morir en el desierto 46, son palabras de tentación y de fragilidad. Por otra parte, es falso. Es mucho mejor morir en el desierto que servir a los egipcios. El que muere en el desierto, precisamente a causa de haberse separado de los egipcios y de haberse alejado de los rectores de las tinieblas 47 y de la potestad de Satanás, ha hecho algún progreso, aunque no haya podido llegar a la plenitud. Es mejor morir en el camino buscando una vida perfecta que no partir en búsqueda de la perfección. Por tanto, parece falsa la opinión de los que, mientras exponen que el camino de la virtud es demasiado arduo y mientras enumeran sus muchas dificultades, sus muchos peligros y caídas, no juzgan necesario recorrerlo o comenzarlo. Sin embargo, es mucho mejor morir en este camino, si fuera necesario, que, por permanecer entre los egipcios, ser entregado a la muerte y ser engullido por saladas y amargas olas.

Entre tanto, Moisés clama al Señor. ¿Cómo clama? No se oye la voz de su grito y sin embargo, Dios le dice: ¿Por qué clamas a mi? 48 Querría yo saber cómo lo santos claman a Dios sin usar la voz. El Apóstol enseña: Dios nos ha dado el Espíritu de su Hijo que grita en nuestros corazones: ¡Abba, Padre! 49, y añade: el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables 50. Y también: el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, porque intercede en favor de los santos según Dios 51. El clamor silencioso de los santos se oye en el cielo por la intercesión del Espíritu Santo.

505
5. ¿Qué hay después de esto? Se manda a Moisés golpear el mar con su vara 52, para que, al entrar el pueblo de Dios, ceda y se abra, de modo que la obediencia de los elementos se ponga al servicio de la voluntad divina y las temidas aguas, formando una muralla a derecha y a izquierda 53 de los siervos de Dios, no sólo no produzcan daño, sino que aseguren su protección.

Asi pues, las olas se recogen reunidas en un lugar, y las aguas agitadas, contenidas en sí mismas, se curvan. El líquido adquiere solidez y el fondo del mar se seca como polvo. Comprende la bondad de Dios Creador; si obedeces a su voluntad, si sigues su Ley, Él obliga a los elementos a servirte aunque sea contra su propia naturaleza. He oído que los antiguos han transmitido que al retirarse las aguas se produjeron divisiones de aguas para todas y cada una de las tribus de Israel, de modo que en el mar se abrió un camino para cada tribu. Esto muestra lo que está escrito en los Salmos: ¿Quién dividió en partes el mar Rojo? 54 Se nos enseña con ello que se hicieron muchas divisiones, no una.

Así mismo, esta otra palabra: allí se encuentra Benjamfn, el más joven, fuera de sí, los príncipes de Judá con sus jefes, los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí 55, parece indicarnos también un camino propio para cada tribu. Me ha parecido piadoso no callar esta observación de los antiguos sobre las divinas Escrituras. ¿Qué se nos enseña con ello? Ya antes hemos hablado del pensamiento del Apóstol sobre esto. Él dice que es un bautismo cumplido en Moisés, en la nube y en el mar 56, para que tú, que has sido bautizado en Cristo, en agua y en Espiritu Santo 57, sepas que los egipcios, es decir, los jefes de este mundo y los espíritus del mal 58, de los que antes fuiste esclavo, te atacan por detrás y quieren llamarte de nuevo a su servicio. Ellos intentan perseguirte, pero tú desciendes al agua, te levantas incólume y, borradas las manchas de los pecados, asciendes como hombre nuevo 59, preparado para cantar un cántico nuevo 60.

Los egipcios, en cambio, mientras te persiguen, serán sumergidos en el abismo, aunque parezcan rogar a Jesús para que nos los arroje en él 61. Podemos también hacer otra lectura de estos hechos. Si huyes de Egipto; si abandonas las tinieblas de la ignorancia y sigues a Moisés—la Ley de Dios—; si viene a tu encuentro el mar y se oponen a ti las olas de los contradictores; entonces, golpeando fuertemente las aguas con la vara de Moisés, esto es, con la palabra de la Ley, ábrete un camino por en medio de los adversarios, discutiendo atentamente sobre las Escrituras. Entonces cederán las aguas, y las olas, vencidas, dejarán paso a los vencedores; quedarán admirados, asustados y atónitos los que poco antes eran tus adversarios; abrirás el recto camino de la fe, empleando los justos términos en las discusiones; y harás tales progresos en la doctrina y con la palabra que tus mismos oyentes, a los que has enseñado con la vara de la Ley, se levantarán como las olas del mar contra los egipcios y no sólo los atacarán, sino que los vencerán y anegarán. En efecto, anega al egipcio el que no hace las obras de las tinieblas 62; anega al egipcio el que no vive carnal sino espiritualmente; anega al egipcio el que expulsa de su corazón los pensamientos sórdidos e impuros, o bien no los acoge de ninguna manera, como dice el Apóstol: Tomando el escudo de la fe, para que podamos apagar los dardos ardientes del maligno 63.

Así, de este modo podemos hoy ver a los egipcios muertos y yaciendo en el polvo 64, anegados sus caballos y sus cuadrigas. Podemos también ver anegado al mismo Faraón, si vivimos con una fe tan grande que Dios destruya velozmente a Satanás bajo nuestros pies 65 por Jesucristo Señor nuestro; a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén 66.

........................

1 Cf.
1Tm 2,7
2 Cf. Ex 12,3
3 Cf. Ex 12,37 Ex 13,20.
4 Cf. Ex 13
5 Cf. Ex 17,6.
6 Cf Ex 14,22 Ex 16,1.
7 1Co 10,1-4.
8 Jn 3,5
9 Cf. 1Co 10,3
10 Cf. Jn 6,49 Jn 50
11 Jn 6,51
12 1Co 10,4
13 Cf. Tt 1,14
14 Ha 2,15
15 Cf. Ha 12,37 Ha 13,2
16 Cf. Ex 13,21.
17 Cf. 1Co 10,3-4.
18 Cf. Mt 6,20.
19 Mt 19,21.
20 Cf. Ex 12,37.
21 Cf. 2Co 5,4.
22 Cf. Ex 13,20.
23 Ex 13,21.
24 Ex 5 Ex 3.
25 Ex 8 Ex 28.
26 Os 6,2
27 Cf Mt 16,21
28 Cf. Ex 13 Ex 2
29 Cf. 1Co 10,2
30 Cf. Rm 6,3-4
31 Ep 2,6
32 Ex 14,2
33 Mt 7,14.
34 Cf. Mt 7,14.
35 Lc 14,28.
36 Cf. Ex 5, ORIGENES. 
37 Cf. Ps 29,3 (28),3; 1Co 2,8
38 Cf Jn 3,13 Jn 6,3
39 Cf. Ex 14,2.
40 2Tm 3.
41 Jb 7,1.
42 Ex 14,19-20
43 Jn 3 Jn 19
44 Ex 14,11-1
45 Cf Mt 16,18
46 /Ex/14/12/ORIGENES. 
47 Cf. Ep 6,12.
48 /Ex/14/15/ORIGENES. 
49 Ga 4,6
50 Rm 8,26
51 Rm 8,27
52 Cf. Ex 14,2
53 Cf. Ex 14,29.
54 Ps 136,13 (135),13.
55 Ps 68
56 Cf.
57 Cf.
58 Cf. Ep 6 Ep 1
59 Cf. Ep 2 Ep 15,4
60 Cf. Is 42,10; Ps 33 (32),3; 40 (39),4; 96 (95),1; 98 (97),1;144(143),9; 149,1; etc.
61 Cf. Lc 8,3
62 Cf. Rm 13,1
63 Ep 6,16.
64 Cf. Ex 14,3
65 Cf Rm 16,20.
66 Cf. 1P 4,11.


Origenes Exodo 303