Origenes - de principis 1302

El Espíritu sólo es conocido por la Escritura

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2. Ahora, qué es el Espíritu Santo, se nos enseña en muchos pasajes de la Escritura, como David en el Salmo 51, cuando dice: "Y no quites de mí tu Santo Espíritu" (
Ps 51,11). Y por Daniel, cuando dice: "El Espíritu Santo que está en ti" (Da 4,8) .22 En el N.T. tenemos testimonios abun dantes, como cuando el Espíritu Santo se describe como descendiendo sobre Cristo, y cuando el Señor sopló sobre sus apóstoles tras Su resurrección, diciendo: "Tomad el Espíritu Santo" (Jn 20,22). Y el saludo del ángel a María: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti" (Lc 1,35). La declara ción de Pablo, de que nadie puede llamar Señor a Jesús, excepto por el Espíritu Santo (1Co 12,3). En los Hechos de los Apóstoles, el Espíritu Santo se dio por la imposición de manos de los apóstoles en el bautismo (Ac 8,18). De todo esto aprendemos que la persona del Espíritu Santo era de tal autoridad y dignidad, que el bautismo salvífico no era completo excepto por la autoridad de lo más excelente de la Trinidad, esto es, por el nombre del Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo; uniendo al Dios inengen-drado, el Padre, y a Su Hijo unigénito, también el nombre del Espíritu Santo. ¿Quién, entonces, no se queda asombrado ante la suprema majestad del Espíritu Santo, cuando oye que quien hable una palabra contra el Hijo del Hombre puede tener la esperanza de perdón; ¡pero quien es culpable de blasfemia contra el Espíritu Santo no tiene perdón en este mundo presente ni en el venidero! (cf. Mt 12,32 Lc 12,10).

El Espíritu Santo es increado

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3. Que todas las cosas han sido creadas por Dios, y que no hay ninguna criatura que exista, sino por haber derivado de Él su ser, está establecido en muchas declaraciones de la Escritura; así quedan refutadas y rechazadas aquellas aserciones falsamente alegadas por algunos respecto a la existencia de una materia coeterna con Dios, o de almas inengendradas, en las que Dios no tendría que implantar tanto el poder de la existencia, como la igualdad y el orden.

Para hasta en el pequeño tratado llamado El pastor o El ángel del arrepentimiento, compuesto por Hermas,23 tenemos lo siguiente: "En primer lugar, creemos que hay un Dios que creó y ordenó todas las cosas; quien, cuando nada existía anteriormente, causó que todas las cosas fueran; quien contiene todas las cosas, pero Él no es contenido por ninguna".

Y en el Libro de Enoc2i también tenemos descripciones similares. Hasta ahora no he hallado pasaje alguno de las Escrituras que sugiera que el Espíritu Santo sea un ser creado, ni siquiera en el sentido en que, como he explicado, habla Salomón de que la Sabiduría es creada,25 o en el sentido en que, como dije, han de entenderse las apelaciones del Hijo como "vida" o "palabra". Por tanto, concluyo que el Espíritu de Dios que "se movía sobre las aguas" (
Gn 1,2) no es otro que el Espíritu Santo. Ésta parece la interpretación más razonable; pero no hay que mantenerla como fundada directamente en la narración de la Escritura, sino en el entendimiento espiritual de la misma.

El Espíritu escudriña lo profundo de Dios

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4. Algunos de nuestros precursores han observado que en el Nuevo Testamento siempre que el Espíritu es llamado sin aquel adjetivo que denota cualidad, debe entenderse el Espíritu Santo; como por ejemplo, en la expresión: "Mas el fruto del Espíritu es amor, alegría y paz" (
Ga 5,22). Y: "¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora os perfeccionáis por la carne?" (Ga 3,3).

Somos de la opinión de que esta distinción también puede observarse en el Antiguo Testamento, como cuando se dice: "El que da respiración al pueblo que mora sobre la tierra, y Espíritu a los que por ella andan" (Is 42,5). Porque, sin duda, todo el que camina sobre la tierra (esto es, seres terrenales y corpóreos) es también un participante del Espíritu Santo, que lo recibe de Dios. Mi maestro hebreo también acostumbraba decir que los dos serafines de Isaías, que se describen con seis alas cada uno, y que claman: "Santo, santo, santo, es el Señor de los ejércitos" (Is 6,3), debían entenderse como referidos al Hijo unigénito de Dios y al Espíritu Santo.

Y pensamos que la expresión que aparece en el himno de Habacuc: "En medio de los dos seres vivientes, o de las dos vidas, hazte conocer" (Ha 3,2),26 también debería ser entendido de Cristo y del Espíritu Santo. Porque todo conocimiento del Padre es obtenido por la revelación del Hijo y por el Espíritu Santo, de modo que ambos, llamados por el profeta "seres vivos", o sea, "vidas", existen como fundamento del conocimiento de Dios el Padre.

Así como se dice del Hijo, que "nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar" (Mt 11,27 Lc 10,22), lo mismo se dice también del Espíritu Santo, cuando el apóstol declara: "Dios nos lo reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios" (1Co 2,10). Y otra vez en el Evangelio, cuando el Salvador habla de las partes divinas y más profundas de su enseñanza, que sus discípulos no eran todavía capaces de recibir, les dice: "Aún tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar. Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad; él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho" (Jn 16,12).

Debemos entender, por tanto, que así como el Hijo, quien solo Él conoce al Padre y lo revela a quien Él quiere, también el Espíritu Santo, que escudriña las cosas profundas de Dios, revela a Dios a quienes Él quiere: "Porque el Espíritu sopla donde Él quiere" (Jn 3,8). No debemos suponer, sin embargo, que el Espíritu deriva su conocimiento de la revelación del Hijo. Ya que si el Espíritu Santo conoce al Padre por la revelación del Hijo, pasa de un estado de ignorancia a uno de conocimiento; pero es tan impío como absurdo confesar al Espíritu Santo, y aun así, atribuirle ignorancia.

Porque aunque existiera algo más antes del Espíritu Santo, no fue por avance progresivo que llegó a ser Espíritu Santo, como si alguno se aventurara a decir que en el tiempo en que todavía no era el Espíritu Santo, ignoraba al Padre, y que después de haber recibido el conocimiento fue hecho Espíritu Santo. Ya que si este fuera el caso, el Espíritu Santo no debería contarse nunca en la Unidad de la Trinidad, a saber, en línea con el Padre y el Hijo inmutables, a no ser que no haya sido siempre el Espíritu Santo.

Cuando nosotros usamos términos como "siempre", "era" o "fue", o cualquier otra designación del tiempo, no deben tomarse en sentido absoluto, sino con la debida concesión; porque mientras el significado de estas palabras se relaciona con el tiempo, y los sujetos de los que hablamos son mentados por una extensión del lenguaje como existentes en el tiempo, en su naturaleza verdadera sobrepasan todo concepto del entendimiento finito.

Las operaciones del Espíritu

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5. Sin embargo, parece apropiado preguntarse por qué cuando un hombre viene a renacer para la salvación que viene de Dios hay necesidad de invocar al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, de suerte que no quedaría asegurada su salvación sin la cooperación de toda la Trinidad; y por qué es imposible participar del Padre o del Hijo sin el Espíritu Santo. Para contestar esto será necesario, sin duda, definir las particulares operaciones del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. En mi opinión, las operaciones del Padre y del Hijo se extienden no sólo a los santos, sino también a los pecadores, y no sólo a los hombres racionales, sino también a los animales y a las cosas inanimadas; es decir, a todo lo que tiene existencia. Pero la operación del Espíritu Santo de ninguna manera alcanza a las cosas inanimadas, ni a los animales que no tienen habla; ni siquiera puede discernirse en los que, aunque dotados de razón, se entregan a la maldad y no están orientados hacia las cosas mejores. En suma, la acción del Espíritu Santo está limitada a los que se van orientando hacia las cosas mejores y andan en los caminos de Cristo Jesús, a saber, los que se ocupan de las buenas obras y permanecen en Dios.

Participantes de la naturaleza divina

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6. Que las operaciones del Padre y el Hijo actúan tanto en santos como en pecadores, se manifiesta en esto: que todos los seres racionales participan de la palabra, esto es, de la razón, y por este medio llevan ciertas semillas de sabiduría y justicia, implantadas en ellos, que es Cristo. Mas todas las cosas, cualesquiera que sean, participan en el que realmente existe y que dijo por Moisés: "Soy el que soy" (
Ex 3,14); participación en Dios Padre que es compartida por justos y pecadores, por seres racionales e irracionales, y por todas las cosas que umversalmente existen.

El apóstol Pablo también muestra que todos tienen una parte en Cristo, cuando dice: "No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo), o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para volver a traer a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón" (Rm 10,6-8). Pablo quiere dar a entender que Cristo está en el corazón de todos, en virtud de su palabra o razón, al participar en lo que son seres racionales.

También esa declaración del Evangelio que dice: "Si no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado, mas ahora no tienen excusa de su pecado" (Jn 15,22), hace manifiesto y patente a todos los que tienen un conocimiento racional de cuánto tiempo está un hombre sin pecado, y a partir de qué período es responsable de él, cómo, por participar en la palabra o razón, los hombres, como se dice, han pecado, a saber, desde el momento que fueron capaces de entendimiento y conocimiento, cuando la razón implantada en su interior les indicó la diferencia entre el bien y mal; y después de haber comenzado a saber qué es el mal, son culpables de pecado, si lo cometen. Este es el significado de la expresión, "no tienen excusa de su pecado" (Jn 15,22), a saber, que desde el momento en que la palabra o razón divina comenzó a mostrarles internamente la diferencia entre bien y mal, deben evitar y guardarse de la malicia; contra el que es malo: "El pecado está en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace" (). Además, que todos los hombres no están sin comunión con Dios, es enseñado en el Evangelio mediante las palabras del Salvador: "El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros" (Lc 17,20). Pero aquí debemos observar si esto no tiene el mismo significado que la expresión de Génesis: "y alentó en su nariz soplo de vida; y fue el hombre en alma viviente" (Gn 2,7). Porque si esto se entiende como referido a todos los hombres en general, entonces todos los hombres tienen una participación en Dios.

Participación en el Espíritu

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7. Pero si esto se entiende con referencia al Espíritu de Dios, ya que Adán también profetizó algunas cosas, no se puede tomar como aplicación general, sino limitada a los santos. También, en los días del diluvio, cuando toda carne corrompió su camino delante de Dios, está escrito que Dios habló así de los hombres indignos y pecadores: "No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre" (
Gn 6,3).

Por esto se ve claramente que el Espíritu de Dios es quitado de todos los que son indignos. En los Salmos también esto es escrito: "Escondes tu rostro, se turban; les quitas el espíritu, dejan de ser, y se tornan en su polvo. Envías tu espíritu, se crean; y renuevas la haz de la tierra" (Ps 104,29), lo que indica manifiestamente al Espíritu Santo, quien, después de que los pecadores e impíos han sido quitados y destruidos, crea para sí a un pueblo nuevo y renueva la faz de la tierra, que dejando a un lado, por la gracia del Espíritu, el camino viejo con sus hechos, comienza a andar en novedad de vida27. Por lo tanto, esta expresión se aplica correctamente al Espíritu Santo, porque Él tendrá su morada no en todos los hombres, no en los que son carne, sino en los que su tierra ha sido renovada.

Finalmente, por esta razón fue la gracia y la revelación del Espíritu Santo concedida mediante la imposición de las manos de los apóstoles después del bautismo. También nuestro Salvador, después de la resurrección, cuando las cosas viejas pasaron y todas se hicieron nuevas,28 siendo Él mismo un hombre nuevo, y el primogénito de los muertos (Col 1,18), sus apóstoles también renovados por la fe en su resurrección, dice: "Recibid el Espíritu Santo" (Jn 20,22). Esto es sin duda lo que el Señor quiso señalar en el Evangelio, cuando dijo que el vino nuevo no puede ser puesto en botellas viejas, sino que mandó que las botellas también fueran nuevas, esto es, que los hombres deberían andar en novedad de vida para que pudieran recibir el vino nuevo, esto es, la novedad de gracia del Espíritu Santo.

De esta manera, pues, actúa el poder de Dios Padre y del Hijo, extendido sin distinción a toda criatura; pero una participación en el Espíritu Santo sólo la encontramos en los santos. Y por lo tanto se ha dicho: "Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por Espíritu Santo" (1Co 12,3).

Y en una ocasión, hasta los apóstoles mismos apenas si fueron considerados dignos de oír las palabras: "Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros" (Ac 1,8). Por esta razón, también, pienso se deduce que quien haya pecado contra el Hijo de Hombre puede recibir perdón; porque si quien participa de la palabra o la razón de Dios deja de vivir conforme a ella, parece haber caído en un estado de ignorancia o locura, y por tanto merece perdón; mientras que quien ha sido considerado digno de participar del Espíritu Santo y recae, es por este mismo acto y obra, declarado culpable de blasfemia contra el Espíritu Santo.

Gracia especial y gracia general de la Trinidad

Que nadie imagine que nosotros, al afirmar que el Espíritu Santo es concedido sólo a los santos, y que los beneficios u operaciones del Padre y del Hijo se extienden a buenos y malos, a justos e injustos, damos preferencia al Espíritu Santo sobre el Padre y el Hijo, o afirmamos que su dignidad es más grande, lo que ciertamente sería una conclusión muy ilógica. Porque es la peculiaridad de su gracia y operaciones las que hemos estado describiendo.

Además, no puede decirse que nada en la Trinidad sea más grande o más pequeño, ya que la fuente de la divinidad sola contiene todas las cosas por su palabra y razón, y por el Espíritu de su boca santifica todas las cosas que son dignas de santificación, como está escrito en el Salmo: "Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el espíritu de su boca" Sal. 33,6).

También hay una obra especial de Dios Padre, además de aquella por la que concede a todas las cosas el don de vida natural.

Asimismo, hay un ministerio especial del Señor Jesucristo hacia los que confiere por naturaleza el don de la razón, por medio de la cual son capaces de ser correctamente lo que son.

Hay también otra gracia del Espíritu Santo, que es concedida en merecimiento, por el ministerio de Cristo y la obra del Padre, en proporción a los méritos de quienes son considerados capaces de recibirla. Esto es claramente indicado por el apóstol Pablo, cuando demostrando que el poder de la Trinidad es uno y el mismo, dice: "Hay diversidad de dones; mas el mismo Espíritu es. Y hay repartimiento de ministerios; mas el mismo Señor es. Y hay repartimiento de operaciones; mas el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos. Pero a cada uno le es dada manifestación del Espíritu para provecho" (1Co 12,4-7). De lo que se deduce claramente que no hay ninguna diferencia en la Trinidad, sino que lo que es llamado don del Espíritu es dado a conocer por medio del Hijo, y operado por Dios Padre. "Mas todas estas cosas obra uno y el mismo Espíritu, repartiendo particularmente a cada uno como quiere" (1Co 12,11).

Recapitulación y exhortación

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8. Habiendo hecho estas declaraciones en cuanto a la unidad del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, volvamos al orden en que comenzamos nuestra discusión.

Dios Padre concede la existencia a todos; la participación de éstos en Cristo, respecto a su ser palabra de razón, los hace seres racionales. De aquí se deduce que merecen alabanza o reprobación, en cuanto capaces de virtud y vicio. Sobre esta base, por tanto, la gracia del Espíritu Santo está presente, para que aquellos seres que no son ; santos en su esencia pueden ser hechos santos mediante la participación en Él.

Vemos, entonces, y en primer lugar, que derivan su existencia de Dios Padre; en segundo lugar, su naturaleza racional de la Palabra; en tercer lugar, su santidad del Espíritu Santo -los que previamente han sido santificados por el Espíritu Santo son hechos de nuevo capaces de recibir a Cristo, ya que Él es la justicia de Dios; y los que han ganado el avance a este grado por la santificación del Espíritu Santo, obtendrán no obstante el don de sabiduría según el poder y la operación.

Considero que este es el significado de Pablo, cuando él dice que "a unos da palabra de sabiduría, a otros palabra de conocimiento, según el mismo Espíritu" (
1Co 12,8). Y mientras señala la distinción individual de dones, refiere la totalidad de ellos a la fuente de todas las cosas, con las palabras: "Hay diversidades de operaciones, mas el mismo Dios es el que obra todas las cosas en todos" (1Co 12,6). De donde también la obra del Padre, que confíe-re la existencia a todas las cosas, se revela más gloriosa y magnífica, mientras que cada uno, por la participación en Cristo, en cuanto sabiduría, conocimiento, y santificación,29 progresa y avanza a los grados más altos de perfección; y en vista de que es por participar del Espíritu > Santo que uno es hecho más puro y más santo, obtiene, cuando es hecho digno, la gracia de la sabiduría y del conocimiento, para que, después de limpiar y eliminar toda mancha de contaminación e ignorancia, pueda realizar un tan gran avance en la santidad y la pureza, para que la naturaleza que ha recibido de Dios pueda hacerse tal como es digna de Él que la dio para ser puro y perfecto, de modo que el ser que existe pueda ser tan digno como quien lo llamó a la existencia.

De este modo, quien es como su Creador quiere que sea, recibirá de Dios poder para existir siempre jamás. Que este puede ser el caso, y que aquellos que Él ha creado puedan estar sin cesar e inseparablemente presentes con Él, que es quien es, es la obra de la sabiduría, que les instruya y entrene para traerles a la perfección mediante la confirmación de su Espíritu Santo y la incesante santificación, por la que sólo son capaces de recibir a Dios. De este modo, entonces, por la renovación de la incesante operación del Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo en nosotros, en sus varias etapas de progreso, seremos capaces en algún tiempo futuro quizás, aunque con la dificultad, de contemplar la vida santa y bienaventurada, en la cual (ya que es sólo después de muchas luchas que somos capaces de alcanzarla) nosotros deberíamos continuar, para que ninguna saciedad de aquella felicidad nos detenga alguna vez, sino que cuanto más percibamos su felicidad, más debería aumentar e intensificarse en nosotros el deseo de ella, mientras que nosotros con más prontitud y libertad recibamos y nos aferremos al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Pero si la saciedad o cansancio toman alguna vez posesión de los que están de pie sobre la cumbre alta y perfecta de la meta, no creo que el tal sea depuesto de repente de su posición y caiga, sino que irá disminuyendo gradualmente y poco a poco, pero puede ocurrir a veces que si un breve lapsus tiene lugar, y el individuo rápidamente se arrepiente y vuelve en sí mismo30, puede que no caiga completamente, sino que regrese sobre sus pasos y vuelva a su primer lugar, y de nuevo haga bueno lo que había perdido por su negligencia.

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4 LA DEFECCIÓN O APARTAMIENTO

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1. Para exponer la naturaleza de la defección o apartamiento de parte de quienes viven sin la debida atención, no parecerá fuera de lugar hacer uso de una similitud por vía de ilustración.

Supongamos, entonces, el caso de uno que se va introduciendo gradualmente en el arte o la ciencia, sea la geometría o la medicina, hasta que alcanza la perfección, después de haberse entrenado en sus principios y práctica durante un tiempo prolongado, hasta el punto de lograr un dominio completo de su arte. A esta persona nunca le ocurrirá que cuando se vaya a dormir despierte en un estado de ignorancia.

Nuestro objetivo aquí no es aducir o notar aquellos accidentes que son ocasionados por heridas o debilidad, ya que estos no se aplican a nuestra ilustración presente. Según nuestro punto de vista, en tanto que nuestro geómetra o médico siga ejercitándose en el estudio de su arte y en la práctica de su ciencia, el conocimiento de su profesión reside en él; pero si se retira de su práctica, y deja a un lado sus hábitos de trabajo, entonces, por su negligencia, algunas cosas se le escaparán gradualmente al principio, entonces, dentro de poco y cada vez más, con el paso del tiempo irá olvidando todo lo que sabía, hasta borrársele completamente de la memoria. Es posible, desde luego, que cuando al principio comienza a alejarse de sus estudios y a ceder a la influencia corruptora de una negligencia que todavía es pequeña, puede despertarse y volver rápidamente en sí, reparar las pérdidas que aún estaban recientes, y recuperar aquel conocimiento que hasta entonces sólo había sido borrado ligeramente de su mente.

Apliquemos esto ahora al caso de quienes se han dedicado al conocimiento y a la sabiduría de Dios, cuyos estudios y diligencia superan incomparablemente toda otra educación; y contemplemos, según la forma de similitud empleada, qué es la adquisición de conocimiento, o qué es su desaparición, sobre todo cuando oímos del apóstol que los que son perfectos contemplarán cara a cara la gloria del Señor en la revelación de sus misterios.31

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2. Pero en nuestro deseo de mostrar los beneficios divinos que nos han sido concedidos por el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, cuya Trinidad es la fuente de toda santidad, hemos caído, por lo que hemos dicho, en una digresión, habiendo considerado que el tema del alma, que por casualidad vino antes de nosotros, debería ser mencionado, aunque por encima, ya que estábamos tratando un tópico relacionado con la naturaleza racional. Consideraremos, sin embargo, con el permiso de Dios por Jesucristo y el Espíritu Santo, más convenientemente en el lugar apropiado el tema de todos los seres racionales, que se clasifican en tres géneros y especies.

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5 LAS NATURALEZAS RACIONALES

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1. Después de la disertación, que brevemente hemos llevado a cabo con lo mejor de nuestra capacidad, en cuanto al Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, procede que ofrezcamos unos pocos comentarios sobre el tema de las naturalezas racionales, sus especies y órdenes; sobre los cometidos de los poderes santos así como de los malignos, y también sobre los que ocupan una posición intermedia entre estos poderes del bien y el mal, que todavía están situados en un estado de lucha y prueba.

Poderes y dominios

En la santa Escritura encontramos nombres numerosos de ciertos órdenes y oficios, no sólo de seres santos, sino también de sus opuestos, que traeremos ante nosotros en primer lugar; el significado de lo cual procuraremos presentarlo, en segundo lugar, tanto como lo permita averiguar nuestra capacidad.

Hay ciertos ángeles santos de Dios a quienes Pablo llama "espíritus administradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de salud" (He 1,14). En los escritos de Pablo también encontramos que los designa, según alguna fuente desconocida,32 como tronos y dominios; principados y poderes;33 y después de esta enumeración, como si supiera que había todavía otros oficios (officia) racionales y órdenes además de los ya mencionados, dice del Salvador: "Sobre todo principado, y potestad, y potencia, y señorío, y todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, mas aun en el venidero" (Ep 1,21). De esto se deduce que había ciertos seres además de los que Pablo ha mencionado, que pueden ser nombrados en este mundo, pero que no han sido enumerados por él entonces, y que quizás no fueron conocidos por ningún otro individuo; y que allí estaban otros que no pueden ser nombrados en este mundo, pero que serán nombrados en el mundo por venir.

El diablo y sus ángeles y la lucha espiritual

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2. Entonces, en segundo lugar, debemos saber que cada ser que está dotado de razón, y transgrede sus estatutos y limitaciones, indudablemente está implicado en pecado al desviarse de la rectitud y de la justicia. Toda criatura racional, pues, es capaz de merecer alabanza y censura; de alabanza, si en conformidad a aquella razón que posee, avanza a mejores cosas; de censura, si se aparta del plan y del curso de rectitud, por cuya razón es justamente sometido a dolores y penas.

Y esto también debe creerse como aplicable al diablo mismo y a los que son con él, que son llamados sus ángeles.34 Estos seres tienen que ser explicados para que podamos saber qué son.

El nombre de Diablo y Satán e Inicuo, también descrito como Enemigo de Dios, es mencionado en muchos lugares de la Escritura. Además se mencionan ciertos ángeles del diablo, y también un príncipe de este mundo, que es el diablo mismo o algún otro no claramente manifiesto. Hay también ciertos príncipes de este mundo de los que se habla como en posesión de una especie de sabiduría que vendrá a nada; pero si éstos son aquellos príncipes que son también los principados con quienes tenemos que luchar, u otros seres, me parece un punto sobre el que no es fácil para nadie pronunciarse.

Después de los principados, son mencionados ciertos poderes con los que también tenemos que luchar, y mantener una lucha hasta con los príncipes de este mundo y los gobernadores de estas tinieblas.

Ciertos poderes espirituales de maldad en lugares celestes, también son mencionados por Pablo.35 ¿Qué debemos decir, además, de los espíritus impuros mencionado en el Evangelio? Tenemos también ciertos seres celestes llamados por un nombre similar que, como se dice, doblan o doblarán la rodilla ante el nombre de Jesús.36

Seguramente, en un lugar donde hemos hablado del tema de las naturalezas racionales, no es apropiado guardar silencio sobre nosotros mismos, seres humanos llamados animales racionales; es más, incluso este punto no debe ser ociosamente pasado por alto, ya que hasta de nosotros seres humanos se mencionan ciertos órdenes diferentes, según las palabras: "La parte del Señor es su pueblo; Jacob la cuerda de su heredad" (
Dt 32,9). Otras naciones son llamadas parte de los ángeles, ya que "cuando el Altísimo dividió las naciones, y dispersó los hijos de Adán, fijó las fronteras de las naciones según el número de los ángeles de Dios" (v. 8).37 Por lo tanto, con otras naturalezas racionales, nosotros también debemos examinar a fondo la razón del alma humana.

Creación, determinismo y libertad

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3. Después de la enumeración de tantos y tan importantes nombres de órdenes y oficios, en la que subyace la seguridad de que hay existencias personales, inquiramos si Dios, creador y fundador de todas las cosas, creó cierto número de ellos santo y feliz, de modo que no pudieran admitir ningún elemento de clase opuesta, y otro para que puedan ser capaces de virtud y de vicio; o si debemos suponer que Dios creó algunos para ser totalmente incapaces de virtud, y otros totalmente incapaces de maldad, pero con el poder de permanecer solamente en estado de felicidad, y otros capaces de ambas condiciones.

Para que nuestra primera investigación pueda comenzar con los nombres mismos, consideremos si los santos ángeles, desde el período de su primera existencia, han sido siempre santos, y son santos todavía, y serán santos, y nunca han admitido o tenido el poder de admitir ninguna ocasión de pecado. Entonces, en segundo lugar, consideremos si los que se llaman principados santos comenzaron desde el momento de su creación por Dios a ejercer poder sobre quienes les han sido sometidos, y si estos últimos han sido creados de tal naturaleza, y formados con el objetivo de estar sometidos y subordinados. De la misma manera, también, si los que llaman poderes fueron creados de tal naturaleza y con el expreso propósito de ejercer poder, o si su llegada a ese poder y dignidad es una recompensa y merecimiento a su virtud.

Además, si los que se llaman tronos ganaron también la estabilidad de felicidad al mismo tiempo de su venida al ser,38 de modo que tengan aquella posesión por la sola voluntad del Creador; o si los que llaman dominios se les confirió su dominio no como una recompensa por su habilidad, sino como un privilegio peculiar de su creación (conditionis pmerogativa), de modo que esto es algo que en un cierto grado es natural e inseparable en ellos. Mas si adoptamos la opinión de que los ángeles santos y los poderes santos, y los tronos benditos, y las virtudes gloriosas, y los dominios magníficos, tienen que considerarse como poseyendo los poderes y dignidades y glorias en virtud de su naturaleza, indudablemente se seguirá que aquellos . seres mencionados como la propiedad de los oficios de una clase opuesta deben considerarse en la misma manera; para que aquellos principados con quienes tenemos que luchar sean vistos, no como habiendo recibido aquel espíritu de oposición y resistencia a todo lo bueno en un período posterior, o habiendo caído del bien por la libertad de la voluntad, sino como habiéndolo tenido en ellos como la esencia de su ser desde el principio de su existencia.

De manera parecida también, este es el caso de los poderes y virtudes, en ninguno de los cuales la maldad fue subsecuente o posterior a su primera existencia. También de aquellos a quienes el apóstol llamó señores y príncipes de las tinieblas de este mundo, se dice, respecto a su gobierno y ocupación de las tinieblas, que no cayeron por perversidad de intención, sino por necesidad de su creación. El razonamiento lógico nos obligará a adoptar la misma postura con respecto a los espíritus malos y malignos y los demonios impuros. Pero si mantener esta opinión en cuanto a los poderes malignos y contrarios parece absurdo, como seguramente es absurdo que la causa de su maldad sea quitada del objeto de su propia voluntad y see atribuida de necesidad a su Creador, ¿por qué no estamos obligados también a hacer una confesión similar respecto a los poderes buenos y santos, a saber, lo bueno que hay en ellos no es suyo por esencia? Hemos mostrado evidentemente que este es el caso de Cristo y del Espíritu Santo solamente, sin duda del Padre también.

Porque se probó que no había nada compuesto en la naturaleza de la Trinidad, de manera que esas cualidades pudieran pertenecer a nosotros como consecuencias accidentales. De esto se sigue, que en el caso de las criaturas es el resultado de sus propias obras y movimientos, que aquellos poderes que parecen dominar a otros o ejercer poder y dominio, han sido preferidos y colocados sobre los que gobiernan o ejercen poder, y no a consecuencia de un privilegio peculiar inherente en sus constituciones, sino debido al mérito.

El testimonio de la autoridad de las Escrituras

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4. Pero, para que no parezca que construimos nuestras aserciones sobre temas de tal importancia y dificultad sobre el fundamento de la sola inferencia, o que requerimos el asentimiento de nuestros lectores a lo que es únicamente conjetural, veamos si podemos obtener algunas declaraciones de la santa Escritura, por autoridad de la cual puedan mantenerse estas posiciones de una manera creíble.

En primer lugar, aduciremos lo que la Escritura santa contiene en cuanto a los poderes malos; después seguiremos nuestra investigación con respecto a otros, en cuanto el Señor quiera ilustrarnos, para que en asuntos de tal dificultad podamos averiguar qué es lo más cercano a la verdad, o cuál debería ser nuestra opinión de acuerdo a la norma de la religión.


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