COMPENDIO DE TEOLOGIA 276

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CAPITULO XXV

No hay sinonimia en las diferentes denominaciones aplicadas a Dios.

De lo dicho podemos deducir las siguientes conclusiones: primera, que los diferentes nombres aplicados a Dios, aunque signifiquen una misma cosa en si, no son, sin embargo, sinonimos. Para que ciertos nombres sean sinonimos, es necesario que signifiquen la misma cosa y representen la misma concepcion del entendimiento: es asi que cuando una cosa esta designada segun las diversas relaciones o concepciones que de ella tiene la inteligencia, no hay sinonimia, porque no hay identidad perfecta de significacion, supuesto que las palabras significan inmediatamente las concepciones de la inteligencia, que son las semejanzas de las cosas; luego como las diversas denominaciones aplicadas a Dios significan las diferentes concepciones de nuestra inteligencia con relacion a Dios, es evidente que no son sinonimas, aun cuando significan absolutamente una misma cosa.



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CAPITULO XXVI

Lo que esta en Dios no puede ser definido por las definiciones de estos nombres o denominaciones.

La segunda consecuencia es que no pudiendo nuestra inteligencia abarcar perfectamente la esencia divina por medio de ninguna de las concepciones significadas por las denominaciones aplicadas a Dios, es imposible que lo que esta en Dios sea definido por las definiciones de estos nombres, como si, por ejemplo, creyéramos que la definicion de la sabiduria era la definicion del poder divino, y asi en todo lo demas. Aun podemos presentar otra prueba. Toda definicion esta basada en el género y las diferencias; la especie es propiamente el objeto de la definicion; es asi que la esencia divina no puede ser contenida, ni en género ni en especie alguna, segun hemos demostrado antes, luego no puede formularse ninguna definicion de la esencia divina.



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CAPITULO XXVII

Las denominaciones aplicadas a Dios y a otras cosas no estan tomadas en sentido univoco o equivoco.

La tercera consecuencia es que las denominaciones aplicadas a Dios y a otras cosas, no estan tomadas ni en un sentido completamente univoco ni totalmente equivoco. No pueden pues tomarse en sentido equivoco, porque la definicion de lo que es predicado de la criatura no puede ser la misma que la definicion de lo que es predicado de Dios, siendo como es necesario que las cosas tomadas en un sentido univoco, tengan una definicion idéntica. Tampoco pueden ser tomadas en un sentido completamente equivoco. En efecto: en las cosas que son casualmente equivocas se impone el mismo nombre a una, sin consideracion alguna a la otra, y esto hace que no pueda juzgarse de una cosa por otra; pero las denominaciones aplicadas a Dios y a otras cosas son atribuidas a Dios, en virtud de ciertas relaciones que Dios tiene con estas cosas, y en las cuales la inteligencia observa su significacion, resultando de aqui que podemos juzgar y raciocinar de Dios por medio de otras cosas. No es, por consiguiente, en sentido completamente equivoco la aplicacion que de estas denominaciones hacemos a Dios y a otras cosas, como sucede en las que son equivocas, por efecto de la casualidad. Estas denominaciones se aplican a Dios por analogia, es decir, en virtud de ciertas relaciones. En efecto; por la misma razon que comparamos las demas cosas a Dios, como a su primer origen, le atribuimos las denominaciones que significan las perfecciones de estas mismas cosas. Queda, pues, probado que estas denominaciones, en cuanto a la cosa significada por el nombre, son aplicadas anteriormente a Dios, del cual emanan las perfecciones de las demas criaturas, aunque en cuanto a la imposicion del nombre se apliquen anteriormente a las cosas, en atencion a que la inteligencia que impone la denominacion se eleva de las criaturas a Dios.



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CAPITULO XXVIII

Dios debe ser inteligente.

Probemos ahora que Dios es inteligente. Todas las perfecciones de los seres preexisten en Dios de una manera superabundante, segun se demostro antes: es asi que entre las perfecciones todas es la primera la inteligencia activa, supuesto que las cosas intelectuales aventajan a las demas; luego necesario es que Dios sea inteligente. Ademas, y lo hemos demostrado también, Dios es un acto puro sin mezcla alguna de potencialidad, al paso que la materia es el ser en potencia; luego es necesario que en Dios no haya de modo alguno materia: es asi que la inmunidad y exencion de la materia es la causa de la facultad intelectual, cuyo signo es hacer actualmente inteligibles las formas materiales, por lo mismo que estan abstraidas de la materia y de las condiciones de la materia; luego Dios es inteligente. Por otra parte, Dios es el primer motor: es asi que el movimiento parece ser propio de la inteligencia, porque la inteligencia usa de todas las demas cosas como de instrumento para el movimiento, y asi sucede que el hombre, por medio de su inteligencia, se sirve como de instrumentos, de los animales, de las plantas y de todas las cosas inanimadas; luego necesario es que Dios, que es el primer motor, sea inteligente.



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CAPITULO XXIX

La facultad intelectual no existe en Dios ni en potencia ni en habito. Sino en acto.

Como nada se encuentra en Dios que esté en potencia, sino unicamente en acto, necesario es que Dios sea inteligente; pero no en potencia ni en habito, sino solamente en acto; de donde resulta con la mayor claridad que Dios, en el ejercicio de esta facultad, no sufre sucesion alguna. En efecto; siempre que la inteligencia obra sucesivamente sobre muchos objetos, es necesario que en tanto que obra actualmente sobre una cosa, obre en potencia sobre otra; porque no hay sucesion en las cosas que existen simultaneamente; luego si el entendimiento divino no esta nunca in potentia, necesariamente esta exento de sucesion. De aqui se sigue que Dios lo comprende todo, y que lo comprende por un acto de comprension simultaneo, que no esta sujeto a novedad alguna, porque la inteligencia, que obra de nuevo sobre lo que ya ha sido objeto de su concepcion; fue antes inteligencia en potencia. No es menos evidente que la inteligencia de Dios no obra de un modo discursivo para proceder de lo conocido a lo desconocido, a la manera que lo verifica nuestra inteligencia, que siempre procede por medio de laboriosos raciocinios. En efecto; hay accion discursiva en la inteligencia, siempre que procedemos de lo conocido a lo desconocido, o a lo que antes no habia sido objeto de nuestra consideracion, lo cual no puede verificarse en la inteligencia divina.



281

CAPITULO XXX

La inteligencia no obra en Dios por una especie distinta de su esencia.

De los principios anteriores se deduce claramente, que Dios no ejerce su inteligencia por una especie distinta de su esencia. En efecto; todo entendimiento en quien la accion de entender se verifica por medio de una especie diferente de él mismo, es con respecto a esta especie intelectiva como la potencia es al acto, supuesto que la especie intelectiva es aquella de sus perfecciones que produce el acto de entender; luego si en Dios no hay nada que esté en potencia; luego si en Dios todo es acto puro, necesario es que el acto de entender no se verifique en l por una especie distinta de su esencia. De aqui resulta que él mismo es el objeto directo y principal de su accion intelectiva. La esencia de una cosa no conduce directa y propiamente al conocimiento de alguna cosa, sino solo de aquella cosa cuya es la esencia. En efecto; el hombre es conocido por la definicion del hombre, y el caballo por la del caballo; luego si Dios es inteligente por su esencia, necesario es que el objeto directo y principal de su inteligencia sea el mismo Dios. Y como Dios es su propia esencia, se sigue que en Dios el ser inteligente, el modo y el objeto de la inteligencia, son absolutamente. una misma cosa.



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CAPITULO XXXI

Dios es su inteligencia.

Necesario es igualmente que Dios sea su inteligencia. Siendo la inteligencia un acto segundo, todo entendimiento que no es su propia inteligencia, es a su inteligencia como la potencia al acto; porque en el orden de las potencias y de los actos, lo que es anterior esta en potencia con respecto a lo posterior, y lo que es ultimo, es complementario, hablando de una misma y unica cosa, sin embargo de que suceda lo contrario en cosas diferentes. En efecto: el motor y el agente son, con respecto al movimiento y al acto, lo que el agente es a la potencia. En Dios, que es acto puro, no puede haber comparacion de una cosa a otra, como de la potencia al acto. Por consiguiente, Dios es su misma inteligencia. Ademas: el entendimiento es en cierto modo al acto de entender, lo que la esencia es al ser. Dios ejerce su inteligencia por su esencia: es asi que su esencia es su ser; luego su entendimiento es su propia inteligencia. De aqui resulta que, por lo mismo que es inteligente, no hay composicion en l, y que en l el entendimiento, la accion de entender y la especie intelectiva, son una misma cosa, y todas juntas su misma esencia.



283

CAPITULO XXXII

Es necesario en Dios el ejercicio de la voluntad.

Es también evidente que el ejercicio de la voluntad debe darse en Dios; pues l se comprende a si mismo, que es el bien perfecto, segun hemos demostrado: es asi que el bien comprendido es necesariamente amado, y esto se verifica por medio de la voluntad; luego el ejercicio de la voluntad es necesario en Dios. Ademas, Dios es primer motor, y el entendimiento no se mueve sino mediante el apetito: es asi que el apetito que se fija en un objeto concebido por el entendimiento no es otra cosa que la voluntad; luego el ejercicio de la voluntad es necesario en Dios.



284

CAPITULO XXXIII

La voluntad de Dios no es otra cosa que su inteligencia.

Es evidente que la voluntad de Dios no debe ser diferente de su inteligencia. En efecto: siendo el bien comprendido objeto de la voluntad, determina esta voluntad y es acto y perfeccion de ella. En Dios, segun ya se ha demostrado, el principio y el objeto del movimiento, la potencia y el acto, la perfeccion y la cosa perfectible, son una misma cosa, y es por consiguiente necesario que en Dios la voluntad no sea una cosa diferente del objeto mismo de la concepcion intelectual. Es asi que la inteligencia divina es lo mismo que su esencia; luego la voluntad divina no es otra cosa que su inteligencia y su esencia. Ademas, las principales perfecciones en las cosas creadas son la inteligencia y la voluntad, y su indicio o caracter es el encontrarse en los seres mas nobles. Es asi que las perfecciones de las cosas son en Dios una cosa con su esencia; luego en Dios la inteligencia y la voluntad estan identificadas a su esencia.



285

CAPITULO XXXIV

La voluntad de Dios es su propia volicion.

Lo dicho prueba también que la voluntad divina no es otra cosa que la misma volicion de Dios. En efecto: la voluntad divina es lo mismo que el bien querido por Dios: es asi que no podria suceder esto si la voluntad fuera en Dios un acto diferente de la volicion, puesto que la volicion procede de la voluntad, por medio del objeto querido; luego la voluntad en Dios es lo mismo que su propia volicion. Ademas, la voluntad de Dios, su entendimiento y su esencia, son una misma cosa: es asi que el entendimiento de Dios es su propia inteligencia, y que su esencia es su ser; luego necesariamente su voluntad es su volicion. De este modo resulta claramente que la voluntad de Dios no repugna a su simplicidad.



286

CAPITULO XXXV

Todo lo dicho hasta aqui esta comprendido en un solo articulo de fe.

De todo lo dicho podemos deducir que Dios es uno, simple, perfecto, infinito, inteligente y volente; verdades todas que estan contenidas en el Simbolo en un corto articulo de fe, en el que confesamos que creemos en un solo Dios todopoderoso. Como esta palabra Dios viene de la palabra griega Theos, derivada de otra de este mismo idioma, que significa ver o considerar, es evidente que el mismo nombre de Dios expresa en l su inteligencia, y por consiguiente su volicion. Ademas, cuando confesamos su unidad excluimos la pluralidad de dioses, porque no es simplemente uno sino aquello que es simple; y cuando confesamos que Dios es todopoderoso, damos a entender que hay en l un poder infinito, al que nada puede sustraerse, comprendiendo en esta denominacion su cualidad de infinito y perfecto, porque el poder de una cosa es proporcional a su esencia.



287

CAPITULO XXXVI

Todas estas verdades han sido objeto de la consideracion de los filosofos.

Todo lo que acabamos de decir con respecto a Dios, ha sido objeto de consideraciones profundas, y de las sutilezas de algunos filosofos paganos, sin embargo de que muchos hayan incurrido en errores sobre esta materia. Aquellos que expusieron la verdad no han podido conocerla sino después de laboriosas y largas investigaciones. Hay ademas otras nociones acerca de Dios, nociones que nos ensena la doctrina cristiana, y que los filosofos paganos no han podido conocer: tales son las relativas a la fe catolica, que estan fuera del alcance de la razon humana. Por ejemplo, aun cuando Dios sea uno y simple, como queda demostrado, hay Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espiritu Santo, tres personas que no son tres Dioses, sino un solo Dios. Vamos a consagrarnos a la consideracion de estos misterios en cuanto podamos hacerlo.



288

CAPITULO XXXVII.

De que modo existe el Verbo en la Naturaleza Divina.

Hemos dicho antes que Dios se comprende y se ama, y que en l la inteligencia y la volicion son una misma cosa que su ser. Por lo mismo que Dios se comprende, y que toda concepcion de la inteligencia se encuentra en su ser, necesario es que Dios sea en si mismo, como el objeto comprendido en el ser que le comprende: es asi que el objeto de una concepcion intelectual, en cuanto que esta en el ser inteligente, es una especie de verbo del entendimiento, porque, en efecto, expresamos por un verbo exterior las operaciones intrinsecas de la inteligencia, y, segun los filosofos, las palabras son los signos de las cosas entendidas; luego es necesario colocar en Dios la existencia del Verbo.



289

CAPITULO XXXVIII

El Verbo en la Naturaleza Divina es llamado Concepcion.

Lo que esta contenido en el entendimiento como un verbo interior, es llamado comunmente concepcion de la inteligencia. Se dice que hay concepcion material cuando un ser ha sido formado por una virtud vivifica en el seno de un animal Viviente, en virtud del concurso activo del macho y del concurso pasivo de la hembra, en quien se hace la concepcion; de suerte que el ser concebido pertenece a la naturaleza del uno y de la otra, conformandose a ellos segun la especie. Es asi que lo que el entendimiento comprende esta formado en él, con el concurso en cierta manera activo y pasivo del principio inteligente y del entendimiento: es asi que lo que es comprendido por el entendimiento es conforme al principio inteligente motor, como siendo una especie de imagen suya, y a la inteligencia como pasiva, en cuanto que es producto intelectual; luego no sin razon se llama concepcion del entendimiento a lo que es comprendido por él.



290

CAPITULO XXXIX

De qué modo el Verbo es comparado al Padre.

En esto debemos hacer notar una diferencia. Como las concepciones del entendimiento son la imagen de la cosa concebida, representando su especie, estas concepciones son como los hijos de la inteligencia. Cuando el entendimiento comprende una cosa diferente de él mismo, la cosa comprendida es como el padre del verbo concebido en el entendimiento, al paso que el entendimiento es mas bien asimilado a una madre, cuyo cargo es ser depositaria del producto de la concepcion; pero cuando el entendimiento se comprende a si mismo, el verbo concebido es comparado al principio inteligente, como el hijo es comparado al padre. Por consiguiente, cuando hablamos del Verbo, segun el cual o por cuyo medio Dios se comprende a si mismo, necesario es compararle a Dios, de quien es Verbo, como se compara el Hijo al Padre.



291

CAPITULO XL

De qué modo se entiende la generacion en las cosas divinas.

En lo dicho antes esta la razon de por qué el Simbolo de la fe catolica nos ensena a confesar al Padre y al Hijo en la naturaleza divina, diciendo: Creo en Dios Padre y en su Hijo. Por temor de que al oir las palabras Padre e Hijo haya alguno que pueda sospechar una generacion carnal, segun el sentido que en orden natural damos a las palabras Padre e Hijo, San Juan Evangelista, a quien fueron revelados los secretos divinos. se vale de la palabra Verbo en lugar de la de Hijo, para darnos a entender que se trata de una generacion intelectual.



292

CAPITULO XLI

El Verbo, que es el Hijo tiene el mismo Ser y la misma Esencia que Dios Padre.

Es necesario considerar que, siendo en nosotros diferente el ser natural y el acto de entender, el verbo concebido en nuestro entendimiento, y que solo tiene un ser intelectual, es de una naturaleza diferente de la de nuestro entendimiento, que tiene un Ser natural. Es asi que en Dios el ser y el acto de entender son una misma cosa; luego el Verbo de Dios, que esta en Dios, y de quien es Verbo, segun el ser inteligible, tiene el mismo ser que Dios, de quien es Verbo; y esta es la razon por que debe tener la misma esencia y la misma naturaleza, y convenir al Verbo de Dios los atributos de Dios.



293

CAPITULO XLII

Asi lo ensena la Fe catolica.

En consecuencia de lo dicho antes, confesamos en el Simbolo de la fe catolica que el Hijo es consubstancial al Padre; y por medio de esta formula dogmatica evitamos el incurrir en dos errores: primero, que no podamos entender al Padre y al Hijo en el sentido de una generacion carnal que se efectue por una especie de distraccion de la sustancia del Hijo de la del Padre; y segundo, que tampoco se pueda entender al Padre y al Hijo en el sentido de una generacion intelectual, como la que tiene lugar en nuestra mente, cuando el Verbo es concebido en ella, como por una introduccion accidental operada en el entendimiento, y sin que la existencia proceda de su esencia.



294

CAPITULO XLIII

En Dios, entre el Padre y el Verbo. No hay diferencia alguna e duracion de especie ni de naturaleza.

Las cosas que no se diferencian en la esencia, no pueden. admitir diferencia alguna de especie, de duracion o de naturaleza. Por la misma razon que el Verbo es consubstancial al Padre, es claro que no puede diferenciarse del Padre por ninguna de estas tres relaciones. En primer lugar, no hay entre ellos diferencia de duracion, en efecto, puesto que el Verbo existe en Dios por la razon de que Dios se comprende a si mismo concibiendo a su Verbo, que es un acto intelectual de él mismo, necesario es que si el Verbo de Dios no ha existido siempre, Dios no haya tenido siempre inteligencia de si mismo: es asi que Dios se ha comprendido siempre, porque en Dios la inteligencia y el ser son una misma cosa; luego su Verbo ha existido igualmente siempre, y por esto decimos en el Simbolo que ha nacido del Padre antes de todos los siglos.

Es también imposible que el Verbo de Dios difiera de Dios en cuanto a la especie y sea como inferior a Dios, puesto que la inteligencia en Dios es adecuada a su ser: es asi que el Verbo tiene una especie perfecta, porque el ser, de quien es Verbo, es comprendido de una manera perfecta; luego es necesario que el Verbo de Dios sea enteramente perfecto, segun la especie de la divinidad. Sin embargo, hay cosas que proceden de otras sin llegar a poseer la perfeccion de su especie, como sucede, por ejemplo, en las generaciones impropiamente dichas. El sol no engendra otro sol, pero engendra ciertos animales (4). Para excluir semejante imperfeccion de la generacion divina decimos que el Verbo ha nacido Dios de Dios. Ademas, una cosa que procede de otra se diferencia de ella; por un defecto de pureza, por ejemplo, cuando se aplica a una materia extrana una cosa en si pura y simple, el producto, llega a ser por lo mismo defectuoso, con relacion a la primera especie; a la manera que se hace una casa material con el plano que existe en la mente del arquitecto; a la manera que se produce el color con la luz recibida en un cuerpo limitado, un cuerpo mixto con el fuego anadido a otros elementos, y la sombra con un rayo solar interceptado por un cuerpo opaco. Para excluir todo esto de la generacion divina se anade que el Verbo es luz de luz. Tercera razon: una cosa que procede de otra no toma la especie de ésta, a causa de una falta de verdad, que no recibe en realidad su naturaleza, sino solo cierta semejanza, como sucede con la imagen reflejada en un espejo, con una pintura o escultura, y aun con la semejanza de una cosa en el entendimiento o en el sentido. En efecto: no se dice que la imagen de un hombre es un hombre verdadero, sino la semejanza de un hombre; ni la piedra esta en el alma, sino la especie do la piedra, como dicen los filosofos. Con el fin de excluir de esta generacion divina semejante interpretacion, se anade que el Verbo es Dios verdadero, de Dios verdadero. Es también imposible, segun la naturaleza divina, que el Verbo sea diferente de Dios, puesto que es inherente a la naturaleza de Dios el conocerse a si mismo. Si toda inteligencia conoce por su naturaleza ciertas cosas, como nuestro entendimiento los primeros principios con mucha mas razon Dios, que es idéntico a su ser, debe conocerse a si mismo por su naturaleza. Luego su Verbo procede naturalmente de l, no a la manera que unas cosas proceden de otras, sin un origen natural, como proceden de nosotros las cosas artificiales que nosotros hacemos, sino como las que naturalmente proceden de nosotros, a las cuales llamamos engendradas; Como el hijo. Para que no se entienda que el Verbo de Dios no procede de l por su naturaleza, sino por el poder de su voluntad, anadimos: engendrado, no hecho.



295

CAPITULO XLIV

Conclusion de estas premisas.

Como de las anteriores premisas se deduce que todas las condiciones de la generacion divina se resumen en que el Hijo es consubstancial al Padre, se anade, por ultimo, que el Hijo es consubstancial al Padre.



296

CAPITULO XLV

Dios esta en Si mismo como el objeto amado en le Ser que ama.

De la misma manera que el objeto de una concepcion esta en el ser inteligente, en cuanto que es objeto de la concepcion, asi también el objeto amado debe estar en el ser que ama, en cuanto que es objeto del amor. El Ser que ama es, en efecto, movido en cierto modo por el objeto amado, en virtud de cierto impulso intrinseco, de donde resulta, que estando el motor en contacto con el ser que recibe el movimiento, necesariamente el objeto amado ha de estar en el ser que ama. Como Dios se comprende a si mismo, es igualmente necesario que se ame, porque el bien comprendido es amable en si; luego Dios esta en él mismo como el objeto amado en el ser que ama.



297

CAPITULO XLVI

El Amor en Dios se llama Espiritu Santo.

Estando el objeto de una concepcion intelectual en el ser inteligente, y el objeto amado en el ser que ama, debernos meditar en que esto sucede asi por razones y con condiciones diferentes. En efecto; como el acto de entender se ejerce por medio de una especie de asimilacion del ser inteligente al objeto de la inteligencia, es necesario que este objeto de la accion intelectual esté en el ser inteligente, por lo mismo que su imagen esta en él. La facultad de amar se pone en accion por cierto impulso que recibe el ser que ama del objeto amado; porque el objeto amado atrae a él, al ser que ama; luego la accion de amar no se efectua por la semejanza del objeto amado, coma se ejerce la accion de entender por la semejanza del objeto de la concepcion intelectual, sino en virtud de cierta atraccion que arrastra al ser que ama hacia el objeto amado. La traslacion de la semejanza principal se verifica por generacion propiamente dicha, y en virtud de ella acontece en los seres vivientes que el que engendra recibe el nombre de padre, y el que es engendrado el de hijo. En estas mismas cosas la primera mocion se hace segun la especie; por consiguiente, asi como tratandose de las cosas divinas, el modo con que Dios esta en Dios, como el objeto de la concepcion intelectual esta en el ser inteligente, se expresa por estas palabras, el Hijo, que es el Verbo de Dios, asi también el modo con que Dios esta en Dios, como el objeto amado en el ser que ama, no es otra cosa que el Espiritu, que es el amor de Dios; luego segun el simbolo de la fe catolica estamos obligados a creer en el Espiritu.

Notas

4. Los antiguos sabios admitian la "generacion equivoca" conforme a la cual algunos organismos nacian de la materia inorganica, principalmente en otro tiempo viva, no por virtud de las solas fuerzas de la materia, como quieren los defensores de la generacion espontanea, sino ayudados de la influencia de los cuerpos celestes que creian ser de una naturaleza superior.



298

CAPITULO XLVII

El Espiritu que esta en Dios es santo.

Teniendo el bien amado razon de su fin, y haciendo el fin bueno o malo el movimiento de la voluntad, el amor que tiene por objeto al Sumo Bien, o lo que es lo mismo, a Dios, necesariamente ha de estar caracterizado por una bondad eminente, bondad que expresamos con el nombre de Santidad, ya se dé a la palabra santo la acepcion de puro, como lo hacen los griegos, porque en Dios la bondad es perfectamente pura, sin defecto alguno, ya se la dé la acepcion de estable o fecunda, como lo hacen los latinos, porque en Dios la bondad es inmutable; por esta razon se llama santo a todo la que se refiere a Dios, como el templo, los vasos del templo y todo lo que esta consagrado al culto divino. Conveniente es, pues, sea llamado Espiritu Santo el Espiritu que nos da a conocer el amor que Dios se tiene a si mismo. Por esto el simbolo de la fe catolica llama santo a este espiritu cuando nos ensena a decir: creo en el Espiritu Santo.



299

CAPITULO XLVIII

El Amor de Dios no tiene nada de accidental.

Asi como en Dios la inteligencia es su ser, asi también su amor es su ser. Dios no se ama segun que se agrega a su esencia alguna cosa, sino segun su misma esencia; y como se ama porque esta en l mismo, como el objeto amado esta en el ser que ama, Dios amado no esta en Dios amante de un modo accidental, como lo estan en nosotros nuestras afecciones, sino que Dios esta en si mismo substancialmente, como el objeto amado en el ser que ama. Por consiguiente, el Espiritu Santo, por cuyo medio se infunde en nosotros el amor divino, no es en Dios una cosa accidental; es una cosa subsistente en la esencia divina, como lo es el Padre y lo es el Hijo. Por esta razon el simbolo de la fe catolica nos ensena que ha de ser adorado u glorificado juntamente con el Padre y con el Hijo.



300

CAPITULO XLIX

El Espiritu Santo procede del Padre y del Hijo.

Debemos considerar también que la accion misma de entender procede de la facultad intelectiva del entendimiento. Desde el momento que el entendimiento entiende actualmente, el objeto de la concepcion esta en el mismo entendimiento. Por consiguiente, aquello que hace que el objeto comprendido esté en el ser que comprende, procede de la virtud intelectiva del entendimiento, virtud que es su verbo, como dijimos antes. Ademas, lo que es amado esta en el amante por razon del acto afectivo presente. Es asi que lo que hace que una cosa sea amada actualmente, procede de la virtud amativa del amante, y del bien amable actualmente concebido; luego lo que hace que el objeto amado esté en el ser que ama, procede del principio amativo y de la comprension actual, que es el verbo concebido del objeto amable. Luego asi como en Dios, que se comprende y se ama, el Verbo es el Hijo, y aquél de quien l es el Verbo es e! Padre del Verbo; asi también es evidente que el Espiritu Santo, que pertenece al amor, en virtud del cual Dios esta en si mismo como el objeto amado en el ser que se ama, procede del Padre y del Hijo, y por eso decimos en el Simbolo que procede del Padre y del Hijo.



301

CAPITULO L

La Trinidad de personas no repugna en Dios a la Unidad de Esencia.

De lo que acabamos de decir se deduce que en la divinidad admitimos un numero ternario; numero que, sin embargo, no repugna a la simplicidad de la esencia. No puede negarse que Dios, como existente en su propia naturaleza, es objeto de su inteligencia y de su amor, y que esto sucede en Dios de un modo distinto de lo que acontece en nosotros. La razon es que el hombre, en su naturaleza, es una substancia; pero su entendimiento y su amor no son su substancia. En efecto, el hombre, considerado en su naturaleza, es alguna cosa subsistente; pero considerado en su entendimiento , no es una cosa subsistente, sino el punto de vista de una cosa subsistente. Lo mismo sucede con respecto a la relacion, en virtud de la cual esta en si mismo, como el objeto amado en el que ama. El hombre, por consiguiente, puede ser considerado bajo tres aspectos o relaciones de su existencia; esto es, en su naturaleza, en su entendimiento, en su amor; tres cosas que no constituyen unidad en le hombre; porque su inteligencia no es su ser, ni tampoco su amor; tres cosas, de las cuales, una sola es subsistente, a saber, la existencia del hombre en su naturaleza. En Dios, por el contrario, el ser la inteligencia y el amor son una sola cosa; luego Dios en su ser natural, Dios en su inteligencia, Dios en su amor, es una sola cosa; luego Dios en su ser natural, Dios en su inteligencia, Dios en su amor, es una sola cosa, y sin embargo cada una de las relaciones de esta triplicidad es una coas subsistente y substancial. Y como los latinos llaman personas y los griegos hypostasis a las cosas substanciales o subsistentes en la naturaleza intelectual, los latinos dicen que en Dios hay tres personas y los griegos tres hypostasis, el Padre, el Hijo y el Espiritu Santo.



302

CAPITULO LI

Repugnancia aparente en la trinidad personas en Dios.

Parece que hay cierta repugnancia en lo dicho anteriormente; porque si se admite en Dios un numero ternario cualquiera, como todo numero implica division, necesario sera reconocer en Dios cierta diferencia, en virtud de la cual cada una de las personas se distinga de las otras, quedando asi destruida la suma simplicidad en Dios. En efecto: si las tres personas convienen en una cosa y se diferencian en otra, ha de haber necesariamente composicion en ellas, y esto pugna con lo dicho antes. Ademas, si no puede haber mas que un solo Dios, como una cosa que es unica no puede provenir ni proceder de si misma, imposible es admitir un Dios engendrado o un Dios procedente; luego es un error proclamar en Dios los nombres del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo procedente de los otros dos.



303

CAPITULO LII

Solucion de la dificultad anterior

Para resolver esta dificultad, debe empezarse por reconocer que en las cosas diferentes, segun la diversidad de su naturaleza, hay modos diversos de procedencia o procesion. En efecto; en las cosas inanimadas que no se mueven asi mismas, sino que reciben el movimiento de una cosa extrana, en esas cosas una proviene de otra, en virtud de una cambio o alteracion exterior, como, por ejemplo, el fuego es producido por el fuego, y el aire lo es por el aire. Por el contrario, en las cosas que tienen vida y por su naturaleza son susceptibles de moverse por si mismas, la generacion se hace en el ser que engendra, v. gr., el feto de los animales y el fruto de las plantas. Es, pues, necesario considerar los modos diferentes de procesion o procedencia, en razon a las diversas fuerzas y procesiones de los seres.

En efecto: hay en los seres ciertas fuerzas, cuyas operaciones no son extensivas mas que a los cuerpos, en cuanto que son materiales, tales como las fuerzas del alma vegetativa que producen la nutricion, el crecimiento y la multiplicacion. De la accion de esta clase o género de fuerzas no procede nada que no sea corporal, y corporalmente distinto, pero unido, sin embargo, de cierta manera en los seres vivientes a aquél de que proceden. Hay ademas, ciertas fuerzas, cuyas operaciones, sin salir del orden corporal, se extienden a las especies corporales, poniéndose en relacion con estas sin el auxilio de la materia, como sucede con las fuerzas del alma sensitiva; porque, como dicen los filosofos, hay sentido susceptible de recibir especies sin materia. Aun cuando esta clase de fuerzas reciban de cierto modo las formas de las cosas inmaterialmente, no lo hacen, sin embargo, sin el auxilio de los organos corporales. Si se encuentra alguna procesion en esta clase de fuerzas del alma, el sujeto de la procesion o aquello que de dichas fuerzas procede, no sera una cosa corporal, o corporalmente distinta, o una cosa unida al principio de la procesion; sera alguna cosa incorporal, inmaterial en cierto modo, pero producida con cierto auxilio de los organos corporales. Asi es como en los animales se producen las formas de las cosas imaginadas que existen en la imaginacion, no como un cuerpo en otro cuerpo, sino en una manera en cierto modo espiritual. Esta es la razon porque San Agustin llama espirituales a las visiones de la imaginacion; luego si de las operaciones de la imaginacion procede alguna cosa extrana de toda corporalidad, con mayor razon debe suceder asi en las operaciones del entendimiento, para cuyo ejercicio no tiene necesidad del auxilio de los organos, porque sus operaciones son enteramente inmateriales. A la verdad, el verbo precede de las operaciones de la inteligencia, como existente en el entendimiento mismo del que habla; pero no como localizado en él, ni como corporalmente separado de él, sino como existente en é, segun el orden de su origen. Esto mismo sucede con la procesion producida por las operaciones de la voluntad, en tanto que la cosa amada existe en el amante, segun dijimos mas arriba. Pero aunque las fuerzas intelectivas y sensitivas sean en si mismas mas nobles que las del alma vegetativa, sin embargo, ni en el hombre ni en los demas animales resulta nada subsistente en al naturaleza de la misma especie respecto a la procesion de la facultad imaginativa o de la facultad sensitiva. Este hecho solo tiene lugar en la procesion que se efectua por las operaciones del alma vegetativa, y la razon es que en todo ser compuesto de materia y de forma, la multiplicacion de individuos en la misma especie se efectua por la division de la materia. Asi es como en los hombres y demas animales, como compuestos de materia y de forma, los individuos se multiplican en la misma especie, segun la division corporal resultante de la procesion que se efectua por las operaciones del alma vegetativa, lo cual no sucede asi con las demas operaciones del alma. Por el contrario, en las cosas que no tiene ni materia ni forma, no puede encontrarse mas que una distincion formal. Pero si es sustancia de la cosa la forma por cuyo medio se efectua la distincion, necesario es que esta distincion recaiga sobre ciertas relaciones subsistentes, lo cual no es asi, si la forma no esta substancialmente identificada con la misma cosa.

Es, pues, una cosa clara para toda inteligencia, la necesidad de que lo que es concebido en el entendimiento, proceda en cierto modo del ser inteligente, en cuanto que es inteligente, y que su procesion o procedencia se distinga de él en cierto modo, a la manera que la concepcion del entendimiento, que es una consideracion de la inteligencia en ejercicio, se distinga del poder intelectual que la concibe. Del mismo modo es necesario que la accion afectiva del amante, en virtud de la cual el objeto amado esta en el amante, proceda de la voluntad del amante, en cuanto que es amante. Es, empero, una propiedad de la inteligencia divina el que la inteligencia y el ser sean substancialmente idénticos, y, por lo mismo, la concepcion del entendimiento, que es la consideracion formulada intelectualmente, sea su substancia. Esto mismo sucede con la accion afectiva en Dios ejerciendo esta facultad. De lo dicho resulta que la concepcion de la inteligencia divina, que es su Verbo, no es distinta de la persona divina que le produce, en cuanto al ser substancial, sino solo en cuanto al modo de la procesion. Lo mismo podemos decir del amor de Dios en el ejercicio de esta facultad, que es relativa al Espiritu Santo. Asi queda demostrado con claridad no haber nada que impida que el Verbo de Dios, que es el Hijo, sea uno con el Padre en cuanto a la substancia, y que sin embargo se distinga de l en cuanto a la procesion. Es, finalmente, evidente que la misma cosa no proviene ni procede de si misma, porque el Hijo se distingue del Padre, en cuanto procede de l, y lo mismo ha de decirse del Espiritu Santo respecto al Padre y al Hijo.




COMPENDIO DE TEOLOGIA 276