Documentos Padres




Doctrina de los Padres




PAPIAS

511 Papias fue obispo de Hierápolis de Frigia, en Asia Menor. Según Ireneo habría sido oyente del apóstol san Juan, y era amigo de Policarpo de Esmirna. Escribió hacia el año 130 cinco libros de Explicaciones de los dichos del Señor, que suelen considerarse como la primera obra de exégesis de los Evangelios. No conocemos de ella más que algunas citas y alusiones que se hallan en la Historia Eclesiástica, de Eusebio de Cesarea. Según éste, Papias habría profesado el milenarismo, siendo el responsable de que posteriormente otros varones eclesiásticos adoptaran esta doctrina, apoyados en la antigüedad de Papias. Asimismo se deberían a él "ciertas extrañas parábolas y enseñanzas del Salvador, que tienen visos de fabula". Sin embargo son de especial interés las noticias contenidas en los pasajes de Papias citados por Eusebio, acerca de la primitiva tradición apostólica y la composición de los Evangelios.

Josep Vives

No dudaré en ofrecerte, juntamente con mi propia interpretación, todo lo que en otro tiempo aprendí muy bien de los ancianos y dejé bien grabado en mi memoria. Porque yo no me complacía, como hacen muchos, con los que hablan mucho, sino con los que ensenaban la verdad; ni con los que se remiten a mandamientos extraños, sino en los que se atienen a los que fueron dados por el Señor a nuestra fe y proceden de la verdad misma. Si alguna vez venia a nosotros alguno de los que habían seguido a los ancianos, yo le preguntaba acerca de lo que ellos solían decir: qué habían dicho Andrés, Pedro, Felipe, Tomás, Santiago, Juan, Mateo o cualquier otro de los discípulos del Señor, o qué es lo que dicen Aristion y Juan el presbítero, discípulos del Señor. Porque pensaba yo que no sacaría tanto provecho de los libros escritos, cuanto de la palabra viva y permanente...

Marcos fue intérprete de Pedro, y escribió con fidelidad, aunque desordenadamente, lo que solía interpretar, que eran los dichos y los hechos del Señor. Él mismo no había oído al Señor ni había sido su discípulo, sino que más adelante, como dije, había sido discípulo de Pedro; quien daba sus instrucciones según las necesidades, pero sin pretensión de componer un conjunto ordenado de las sentencias del Señor. Así pues, no hay que achacarlo a culpa de Marcos si puso así las cosas por escrito, tal como las recordaba: todo su cuidado estuvo en una sola cosa, en no omitir nada de lo que había oído y en no poner falsedad alguna acerca de ello...

En cuanto a Mateo, ordeno en lengua hebrea las sentencias del Señor, y cada uno las interpreto luego según su capacidad... (1)

(1). EUSEBIO, Hist. Ecles., III,39,3ss.




APOLOGÍA DE ARÍSTIDES

516
Arístides escribió una Apología dirigida al emperador Hadriano, o tal vez a su sucesor, Antonino Pio, hacia la mitad del siglo II. Su estilo y su pensamiento son de gran simplicidad. Los hombres se dividen en tres "géneros", los paganos, los judíos y los cristianos; Arístides se ocupa en mostrar la superioridad doctrinal y moral de los cristianos sobre todos los demás. La obra nos ha llegado a través de traducciones armenia y siriaca, y también, aunque algo fragmentariamente, en su texto original griego, incorporado a otras obras de la literatura patrística posterior.

Yo, ¡oh rey!, por providencia de Dios, vine a este mundo y, habiendo contemplado el cielo y la tierra y el mar, el sol y la luna y lo demás, me quedé maravillado de su orden. Pero, viendo que el mundo y todo cuanto en él hay se mueve por necesidad, entendí que el que lo mueve y lo mantiene es más fuerte que lo mantenido. Digo, pues, ser Dios, el mismo que lo ha ordenado todo y lo mantiene fuertemente asido, sin principio y eterno, inmortal y sin necesidades, por encima de todas las pasiones y defectos, de la ira y del olvido y de la ignorancia y de todo lo demás; por El, empero, subsiste todo. No necesita de sacrificio ni de libación ni de nada de cuanto aparece; todos, empero, necesitan de Él.

Dichas estas cosas acerca de Dios, tal como yo he alcanzado a hablar sobre El, pasemos también al género humano, para ver quiénes de entre los hombres participan de la verdad y quienes del error. Porque para nosotros es evidente, ¡oh rey!, que hay tres géneros de hombres en este mundo: los adoradores de los que entre ustedes llaman dioses, los judíos y los cristianos; y a su vez, los que veneran a muchos dioses se dividen también en tres géneros: los caldeos, los griegos y los egipcios, porque éstos fueron los guías y maestros de las demás naciones en el culto y adoración de los dioses de muchos hombres.

Veamos, pues, quienes de éstos participan de la verdad y quienes del error. Los caldeos, en efecto, por no conocer a Dios, se extraviaron tras los elementos y empezaron a adorar a las criaturas en lugar de Aquel que los había creado. Y haciendo de aquellos ciertas representaciones, los llamaron imágenes del cielo y de la tierra y del sol y de la luna y de los demás elementos o luminares: y, encerrándolos en templos, los adoran, dándoles nombre de dioses, y los guardan con toda seguridad para que no sean robados por ladrones, sin caer en la cuenta que lo que guarda es mayor que lo guardado, y el que hace, mayor que su propia obra. Porque si los dioses de ellos son impotentes para su propia salvación, ¿cómo podrán dar la salvación a otros? Luego, se extraviaron los caldeos, dando culto a imágenes muertas e inútiles.

Y se me ocurre maravillarme, ¡oh rey!, como los llamados entre ellos filósofos no comprendieron en absoluto que también los mismos elementos son corruptibles. Si, pues, los elementos son corruptibles y sometidos por necesidad, ¿cómo son dioses? Y si los elementos no son dioses, ¿cómo lo son las imágenes hechas en honor de aquellos?

Pasemos, pues, ¡oh rey!, a los elementos mismos, para demostrar que no son dioses, sino corruptibles y mudables, sacados de la nada por mandato del Dios verdadero, el que es incorruptible, inmutable e invisible, pero El todo lo ve, y todo lo cambia y transforma como quiere. ¿Qué digo, pues, acerca de los elementos?

Los que creen que la tierra es diosa, se equivocan, pues la vemos injuriada y dominada por los hombres, cavada y ensuciada y que se vuelve inútil. Porque si se la cuece se convierte en muerta, pues de una teja nada nace. Además, si se la riega demasiado, se corrompe lo mismo ella que sus frutos. Es también pisada por los hombres y por los otros animales, se mancha de la sangre de los asesinatos, es cavada y se llena de cadáveres y se convierte en depósito de muertos. Siendo esto así, no es posible que la tierra sea diosa, sino obra de Dios para utilidad de los hombres.

Los que piensan que el agua es Dios, yerran, pues también ella fue hecha para utilidad de los hombres y es por ellos dominada; se mancha y se corrompe, y se cambia al hervir y se muda en colores y se congela por el frio. Y es conducida para el lavado de todas las inmundicias. Por eso, imposible que el agua sea Dios, sino obra de Dios.

Los que creen que el fuego es Dios, se equivocan; porque el fuego fue hecho para utilidad de los hombres, y es dominado por ellos, al llevarle de un lugar a otro para conocimiento y asación de toda clase de carnes y hasta para la cremación de los cadáveres. Se corrompe además y de muchos modos al ser apagado por los hombres. Por eso, no es posible que el fuego sea Dios, sino obra de Dios.

Los que creen que el soplo de los vientos es Dios, se equivocan, pues es evidente que está al servicio de otro y que ha sido preparado por Dios en gracia a los hombres para mover las naves y transportar los alimentos y para sus demás necesidades. Además crece y cesa en ordenación de Dios. Por tanto, no es posible pensar que el viento es Dios, sino obra de Dios.

Los que creen que el sol es Dios, se equivocan, pues vemos que se mueve por necesidad y que cambia y que pasa de signo, poniéndose y saliendo, para calentar las plantas y las hierbas en utilidad de los hombres. Vemos también que tiene divisiones con los demás astros, que es mucho menor que el cielo, que sufre eclipses de luz y que no goza de autonomía alguna. Por eso, no es posible pensar que el sol sea Dios, sino obra de Dios.

Los que piensan que la luna es diosa, se equivocan, pues vemos que se mueve por necesidad y que pasa de signo en signo, poniéndose y saliendo para utilidad de los hombres, que es menor que el sol, que crece y mengua y sufre eclipses. Por eso, no es posible pensar que la luna sea diosa, sino obra de Dios.

Los que creen que el hombre es Dios, yerran; pues vemos que es concebido por necesidad y que se alimenta y envejece aun contra su voluntad. Unas veces está alegre, otras triste, y necesita de comida y bebida y vestidos. Vemos además que es iracundo y envidioso y codicioso, que cambia en sus propósitos y tiene mil defectos. Se corrompe también de muchos modos por obra de los elementos y de los animales y de la muerte, que le está impuesta. No es, pues, admisible que el hombre sea Dios, sino obra de Dios.

Se extraviaron, pues, los caldeos en pos de sus concupiscencias, pues adoran a los elementos corruptibles y a las imágenes muertas y no se dan cuenta de que las divinizan.

Vengamos, pues, también a los griegos, para ver si tienen alguna idea sobre Dios. Ahora bien, los griegos, que dicen ser sabios, se mostraron más necios que los caldeos, introduciendo muchedumbre de dioses que nacieron, unos ¿cómo, otros hembras, esclavos de todas las pasiones y obradores de toda especie de iniquidades; dioses, de quienes ellos mismos contaron haber sido adúlteros y asesinos, iracundos y envidiosos y rencorosos, parricidas y fratricidas, ladrones y rapaces, cojos y jorobados, y hechiceros y locos. De ellos unos murieron, otros fueron fulminados, otros sirvieron a los hombres como esclavos, otros anduvieron fugitivos, otros se golpearon de dolor y se lamentaron, otros se transformaron en animales.

Por donde se ve, ¡oh rey!, cuan ridículas y necias e impías palabras introdujeron los griegos al dar nombre de dioses a seres tales, que no lo son, lo que hicieron siguiendo sus malos deseos, a fin de que, teniendo a aquellos por abogados de su maldad, pudieran ellos entregarse al adulterio, a la rapiña, al asesinato y a toda clase de vicios. Porque si todo eso lo hicieron los dioses, como no habrán de hacerlo también los hombres que les dan culto? Consecuencia, pues, de todas estas obras del error fue que los hombres sufrieron guerras continuas y matanzas y amargas cautividades.

Mas si queremos ir recorriendo con nuestro discurso cada uno de sus dioses, veras absurdos sin cuento. De este modo, introducen antes que todo un dios Crono, y a este le sacrifican sus propios hijos. Crono tuvo muchos hijos de Rea y, finalmente volviéndose loco, se come a sus propios hijos. Dicen también que Zeus le cortó las partes viriles y las arrojo al mar, de donde se cuenta que nació Afrodita. Atando, pues, Zeus a su propio padre, lo arrojo al Tártaro.


¿Ves el extravió e imprudencia que introducen contra su propio Dios? Conque es admisible que Dios sea atado y mutilado? ¡Oh insensatez! Quien, en su sano juicio, puede decir tales cosas?

El segundo introducen a Zeus, de quien dicen que es rey de todos sus dioses y que toma la forma de animales para unirse con mujeres mortales. Y, en efecto, cuentan que se transforma en toro para Europa y Pasifae; en oro para Dánae, en cisne para Leda; en sátiro para Antíope, y en rayo para Smele, y que luego de estas le nacieron muchos hijos: Dionisio, Zeto, Anfin, Heracles, Apolo y Artemisa, Perseo, Castor, Helena y Pólux, Minos, Radamante, Sarpedn y las siete hijas que llamaron musas. Luego igualmente introducen la fabula de Ganimedes. Sucedió, pues, !oh rey!, que los hombres imitaron todo esto y se hicieron adúlteros y pervertidos e, imitando a su dios, cometieron toda clase de actos viciosos. ¿Cómo, pues, es concebible que Dios sea adultero y pervertido y parricida?

Con este introducen a un cierto Hefestos como Dios, y este, cojo y empujando martillo y tenazas, y haciendo de herrero para ganarse la vida. ¿Es que está necesitado? Cosa inadmisible, que Dios sea cojo y esté necesitado de los hombres.

Luego introducen como Dios a Hermes, que es codicioso y ladrón y avaro y hechicero y estropeado e intérprete de discursos. No se concibe que Dios pueda ser tales cosas.

También introducen como Dios a Asclepios, médico de profesión, y dedicado a preparar medicamentos y a componer emplastos para ganarse el sustento, pues estaba necesitado; luego dicen que fue fulminado por Zeus a causa del hijo del lacedemonio Tindreo y que así murió. Mas si Asclepios, siendo Dios, no pudo, fulminado, ayudarse a sí mismo, ¿cómo ayudar a los otros?

También introducen como Dios a Ares, que es guerrero y envidioso y codicioso de rebaños y de otras cosas, del que cuentan que, cometiendo más tarde un adulterio con Afrodita, fue atado por el niño Eros y por Hefestos. ¿Cómo, pues, era Dios el que fue codicioso y guerrero y atado y adultero?

También introducen como Dios a Dionisio, el que celebra las fiestas nocturnas y es maestro en embriaguez, y arrebata las mujeres ajenas y que más tarde fue degollado por los titanes. Si, pues, Dionisio, degollado, no pudo ayudarse a sí mismo, sino que se volvió loco y era borracho, y anduvo fugitivo, ¿cómo puede ser Dios?

También introducen a Heracles, que cuentan haberse embriagado y que se volvió loco y se comió a sus propios hijos, y que, consumido luego por el fuego, así murió. Mas, ¿cómo puede ser Dios un borracho, que mata a sus hijos y es devorado por el fuego? Y ¿cómo podrá socorrer a los otros el que no pudo socorrerse a sí mismo?

1. También introducen como Dios a Apolo, que es envidioso y que unas veces empuja el arco y la aljaba, y la citara y la flauta, y se dedica a la adivinación para los hombres a cambio de paga. ¿Es que está necesitado? Cosa imposible de admitir que Dios esté necesitado y sea envidioso y citaredo.

Luego introducen a Artemisa, hermana suya, cazadora de oficio, que lleva arco y aljaba, y anda errante por los montes, sola con sus perros, para cazar algún ciervo o jabalí. ¿Cómo, pues, puede ser diosa una mujer así, cazadora y errante con sus perros?

También dicen que es diosa Afrodita, que es una adultera y una vez tuvo por compañero de adulterio a Ares, otra a Anquises, otra a Adonis, cuya muerte lloro, yendo en busca de su amante. y hasta cuentan que bajo al Hades para rescatar a Adonis, de Perséfone, la hija de Hades. ¿Has visto, oh rey, insensatez mayor que la de introducir una diosa que es adultera y se lamenta y llora?

También introducen como Dios a Adonis, cazador de oficio y adultero, que murió violentamente, herido por un jabalí, y no pudo ayudarse en su desgracia. ¿Cómo se preocupara, pues, de los hombres el adultero, cazador y muerto violentamente?

Todo esto y muchas cosa más, más vergonzosas y peores introdujeron los griegos, ¡oh rey!, fantaseando sobre sus dioses cosas que no es lícito ni decirlas ni llevarlas en absoluto a la memoria. De ahí, tomando ocasión los hombres de sus propios dioses, practicaron todo género de iniquidad, de imprudencia e impiedad, mancillando la tierra y el aire con sus horribles acciones.

2. En cuanto a los egipcios, que son más torpes y más necios que los griegos, erraron peor que todas las naciones. Porque no se contentaron con los cultos de los caldeos y de los griegos, sino que introdujeron como dioses aun animales irracionales, tanto de la tierra como de agua, y árboles y plantas; y se mancillaron en toda locura e imprudencia peor que todas las naciones sobre la tierra.

Porque al principio dieron culto a Isis, que tenía por hermano y marido a Osiris, el que fue degollado por su hermano Tifón. Y por esta causa, huyo Isis con su hijo Horus a Biblo de Siria, buscando a Osiris y llorando amargamente hasta que creció Horus y mato a Tifón. Así, pues, ni Isis tuvo fuerza para ayudar a su propio hermano y marido, ni Osiris, degollado por Tifón, pudo protegerse asimismo, ni el mismo Tifón, fratricida, muerto por Horus y por Isis, hallo medio de librarse a sí mismo de la muerte. Y conocidos por tales desgracias fueron tenidos por dioses por los insensatos egipcios, los cuales, no contentos con esto o con los demás cultos de las naciones, introdujeron como dioses hasta los animales irracionales.

Porque unos de ellos adoraron a la oveja, otros al macho cabrío, otros al novillo y al cerdo, otros al cuervo y al gavilán y al buitre y al águila, otros al cocodrilo, otros al gato, al perro y al lobo, y al mono y a la serpiente y al áspid, y otros a la cebolla y al ajo y a las espinas y a las demás criaturas. Y no se dan cuenta los desgraciados que ninguna de esas cosas tiene poder alguno; pues viendo a sus dioses que son comidos por otros hombres y quemados y degollados y que se pudren, no comprendieron que no son dioses.

3. Se extraviaron grandemente, pues, los egipcios, los caldeos y los griegos, introduciendo tales dioses, haciendo imágenes de ellos y divinizando a los ídolos sordos e insensibles.

Y me maravilla como viendo a sus dioses aserrados y devastados con hacha y cortados por artífices, y como por el tiempo se hacen viejos, y como se disuelven y funden, no comprendieron que no había tales dioses. Porque cuando ninguna fuerza poseen para su propia salvación, ¿cómo tendrán providencia de los hombres?

Mas sus poetas y filósofos, queriendo con sus poemas y escritos glorificar a sus dioses, no han hecho sino descubrir mejor su vergüenza y ponerla desnuda a la vista de todos. Porque si el cuerpo del hombre, aun siendo compuesto de muchas partes, no desecha ninguno de sus propios miembros, sino que, conservando con todos unidad irrompible, se mantiene acorde consigo mismo, ¿cómo podrá darse en la naturaleza de Dios lucha y discordia tan grande? Porque si la naturaleza de los dioses era una sola, no deba perseguir un dios a otro dios ni degollarle ni dañarle. Y si los dioses se han perseguido unos a otros, y se han degollado, y se han robado y se han fulminado, ya no hay una sola naturaleza, sino pareceres divididos y todos maleficios. De modo que ninguno de ellos es Dios. Luego es patente, ¡oh rey!, que toda la teoría sobre la naturaleza de los dioses es puro extravió.

Y ¿cómo no comprendieron los sabios y eruditos de entre los griegos que, al establecer leyes, sus dioses son condenados por esas leyes? Porque si las leyes son justas, son absolutamente injustos sus dioses que hicieron cosas contra ley, como mutuas muertes, hechiceras, adulterios, robos y uniones contra natura; y si es que todo esto lo hicieron bien, entonces son injustas las leyes, como puestas contra los dioses. Pero no, las leyes son buenas y justas, pues alaban lo bueno y prohíben lo malo, y las obras de los dioses son inicuas. Inicuos son, pues, los dioses de ellos, y reos todos de muerte, e impíos los que introducen dioses semejantes. Porque si las historias que sobre ellos corren son míticas, entonces los dioses no son más que palabras; y si son físicas, ya no son dioses los que tales cosas hicieron y sufrieron; y si son alegóricas, son cuento y nada más.

Queda, pues, ¡oh rey!, demostrando que todos estos cultos de muchos dioses son obras de extravió y de perdición. Porque no se debe llamar dioses a los que son visibles y no ven, sino que hay que adorar como Dios al que es invisible y todo lo ve y todo lo ha fabricado.

4. Vengamos, pues, también, ¡oh rey!, a los judíos, para ver qué es lo que éstos también piensan acerca de Dios. Porque éstos, siendo descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, vivieron como forasteros en Egipto y de allí los saco Dios con mano poderosa y brazo excelso por medio de Moisés, legislador de ellos, y por muchos prodigios y señales les dio a conocer su poder; pero mostrándose también ellos desconocidos e ingratos, muchas veces sirvieron a los cultos de las naciones y mataron a los justos y profetas que les fueron enviados. Luego, cuando al Hijo de Dios le plugo venir a la tierra, después de insultarle, le entregaron a Poncio Pilato, gobernador de los romanos, y le condenaron a muerte de cruz, sin respeto alguno a los beneficios que les había hecho y a las incontables maravillas que entre ellos haba obrado; y perecieron por su propia iniquidad. Adoran, en efecto, aun ahora a Dios solo omnipotente, pero no según cabal conocimiento, pues niegan a Cristo, Hijo de Dios; son semejantes a los gentiles, por más que en cierto modo parecen acercarse a la verdad, de la que realmente se alejaron. Esto baste sobre los judíos...

5. Los cristianos, empero, cuentan su origen del Señor Jesucristo, y éste es confesado por su Hijo de Dios Altísimo en el Espíritu Santo, bajado del cielo por la salvación de los hombres. Y engendrado de una virgen santa sin germen ni corrupción, tomo carne y apareció a los hombres, para apartarlos del error de los muchos dioses. Y habiendo cumplido su admirable dispensación, gusto la muerte por medio de la cruz con voluntario designio, según una grande economía, y después de tres días resucito y subió a los cielos. La gloria de su venida, puedes, ¡oh rey!, conocerla, si lees la que entre ellos se llama santa Escritura Evangélica.

Este tuvo doce discípulos, los cuales, después de su ascensión a los cielos, salieron a las provincias del Imperio y enseñaron la grandeza de Cristo, al modo que uno de ellos recorrió nuestros mismos lugares predicando la doctrina de la verdad. De ahí que los que todavía sirven a la justicia de su predicación, son llamados cristianos. Y éstos son los que más que todas las naciones de la tierra han hallado la verdad, pues conocen al Dios creador y artífice del universo en su Hijo Unigénito y en el Espíritu Santo, y no adoran a otro Dios fuera de éste. Los mandamientos del mismo Señor Jesucristo los tienen grabados en sus corazones y los guardan, esperando la resurrección de los muertos y la vida del siglo por venir. No adulteran, no fornican, no levantan falso testimonio, no codician los bienes ajenos, honran al padre y a la madre, aman a su prójimo y juzgan con justicia. Los que no quieran se les haga a ellos no lo hacen a otros. A los que los agravian, los exhortan y tratan de hacérselos amigos, ponen empeño en hacer bien a sus enemigos, son mansos y modestos... Se contienen de toda unión ilegitima y de toda impureza... No desprecian a la viuda, no contristan al huérfano; el que tiene, le suministra abundantemente al que no tiene. Si ven a un forastero, le acogen bajo su techo y se alegran con él como con un verdadero hermano. Porque no se llaman hermanos según la carne, sino según el alma...

Están dispuestos a dar sus vidas por Cristo, pues guardan con firmeza sus mandamientos, viviendo santa y justamente según se lo ordeno el Señor Dios, dándole gracias en todo momento por toda comida y bebida y por los demás bienes... Este es, pues, verdaderamente el camino al reino eterno, prometido por Cristo en la vida venidera.

Y para que conozcas, ¡oh rey!, que no digo estas cosas por mi propia cuenta, inclínate sobre las Escrituras de los cristianos y hallaras que nada digo fuera de la verdad.

6 Con razón, pues, comprendió tu hijo y fue ensenado a servir al Dios vivo y salvarse en el siglo que está por venir. Porque grandes y maravillosas son las cosas por los cristianos dichas y obradas, pues no hablan palabras de hombres, sino de Dios. Las demás naciones, en cambio, yerran y a sí mismas se engañan, pues andando entre tinieblas chocan unos con otros como borrachos.

7. Hasta aquí, ¡oh rey!, se ha dirigido a ti mi discurso, el que por la verdad ha sido mandado a mi mente. Por eso, cesen ya tus sabios insensatos de hablar contra el Señor; porque les conviene a vosotros venerar al Dios Creador y dar todo a sus palabras incorruptibles, a fin de que, escapando al juicio y a los castigos, sean declarados herederos de la vida imperecedera.


(1) Carta a Diogneto, cap. 2, (volver)

(2) Ibid., cap. 3-4. (volver)

(3) Ibid., cap. 5-7. (volver)

(4) Ibid., cap. 8-10. (volver)


TACIANO

519
Taciano, de origen sirio, se convirtió, al parecer, en Roma, y fue discípulo de san Justino. Se conserva de él un Discurso contra los griegos en el que se lanza a atacar el politeísmo y la filosofía pagana de una manera vehemente y extremosa que muestra bien su radicalismo y virulencia de carácter. Llevado de este radicalismo llego a abandonar la doctrina común de la Iglesia y fundó una especie de secta puritana de tendencias gnósticas, que fue llamada de los encratitas o continentes, en la que se practicaba una total abstención de carnes, y de bebidas alcohólicas, se condenaba absolutamente el matrimonio y hasta se llego a sustituir el vino por el agua en la celebración de la eucaristía. Son de particular interés, para el desarrollo teológico, sus ideas acerca de la generación del Verbo -que pronuncian los desarrollos ulteriores de Tertuliano y san Agustín- así como su elaboración de la doctrina de la inmortalidad y de la resurrección.


Josep Vives

1. El Verbo y su generación.

Dios era en el principio, y el Principio, según hemos recibido de nuestra, tradición, es la potencia del Verbo. Porque el Señor del universo, que es por sí mismo el mantenedor de todo, en cuanto que la creación no había sido hecha todavía, estaba solo; pero en cuanto que residía en él toda la potencia de las cosas visibles e invisibles, sustentaba por sí mismo todas las cosas por medio de su potencia racional. Por voluntad de su simplicidad procede el Verbo: y este Verbo, que no salta al vacio, se convierte en la obra primogénita del Padre.

Sabemos que él es el principio del mundo, y se produjo por participación, no por división. Porque lo que se divide de otro, queda separado de ello; pero lo que es participado, distinguiéndose en cuanto a la dispensación (o economía) no deja más pobre a aquello de donde se toma. Porque así como de una sola antorcha se encienden muchos fuegos, y la primera antorcha no queda disminuida en su luz por haberse encendido de ella muchas antorchas, así también, el Logos que procede de la potencia del Padre no dejo sin razón al que le había engendrado. Yo mismo, ahora estoy hablando, y vosotros me escucháis: y está claro que no porque mi palabra pase a vosotros me quedo yo sin palabra al conversar, sino que al proferir yo mi voz estoy poniendo orden en la materia desordenada que está en vosotros. Y a la manera como el Verbo, engendrado en el principio, engendro a su vez él mismo para sí nuestra creación, creando la materia, así también yo, reengendrado a imitación del Verbo y habiendo alcanzado la comprensión de la verdad, intento poner un orden en la materia de la que yo mismo participo. Porque la materia no está sin principio, como Dios, ni tiene un poder igual al de Dios siendo sin principio, sino que ha sido creada. y no por otro ha sido creada fuera del que la produjo como creador de todas las cosas(1).

II. La resurrección de los cuerpos y la inmortalidad del alma.

Creemos que habrá la resurrección de los cuerpos después de la consumación del universo, no como opinan los estoicos, según los cuales las mismas cosas nacen y perecen de acuerdo con unos ciclos periódicos sin ninguna utilidad, sino que una sola vez cuando hayan llegado a su término los tiempos en que vivimos, se dará la perfecta restauración de solos los hombres en orden al juicio. Y no nos juzgaran Minos o Radamanto, antes de cuya muerte, según las fabulas, ninguna de las almas era juzgada, sino que se constituirá en juez el mismo Dios que nos ha creado. No nos importa que nos tengáis por fabuladores o charlatanes, porque creamos esta doctrina. Porque así como yo no existía antes de mi nacimiento y no sabía quién era, sino que solo existía la sustancia de mi materia carnal, pero una vez nacido he venido a creer que existo en virtud de mi nacimiento, aunque antes no existiera, así también, de la misma manera, yo, que he existido, y que por la muerte dejaré de existir otra vez y desapareceré de la vista, volveré a existir de nuevo, por un proceso semejante a aquel por el que no existiendo antes comencé a existir. Y aunque el fuego haga desaparecer mi carne, el universo recibe la materia evaporada; y si soy consumido en los ríos o en los mares, o soy devorado por las fieras, quedo depositado en los depósitos del que es un rico señor. El pobre que no cree en Dios no conoce estos depósitos; pero el Dios soberano, cuando quiera, restablecerá en su condición original aquella sustancia que solo para él es visible (2).

Nuestra alma, no es por sí misma inmortal, sino mortal. Pero es también capaz de la inmortalidad. Si no conoce la verdad, muere y se disuelve con el cuerpo, pero resucita luego juntamente con el cuerpo en la consumación del mundo, para recibir como castigo una muerte inmortal. Por el contrario, si ha alcanzado el conocimiento de Dios, no muere por más que por el momento se disuelva (con el cuerpo). En efecto, por sí misma el alma es tinieblas, y no hay nada luminoso en ella, que es, sin duda, lo que significa aquello: "Las tinieblas no aprehenden la luz" (
Jn 1,5). Porque no es el alma por sí misma la que salva al Espíritu, sino la que es salvada por él. Y la luz aprehendió a las tinieblas, en el sentido de que el Verbo es la luz de Dios, mientras que las tinieblas son el alma ignorante. Por esto, cuando vive sola, se inclina hacia abajo hacia la materia y muere con la carne; pero cuando alcanza la unión con el Espíritu de Dios ya no se encuentra sin ayuda, sino que puede levantarse a las regiones hacia donde le conduce el Espíritu. Porque la morada del Espíritu está en lo alto, pero el origen del alma es de abajo. En un principio, el Espíritu era compañero del alma: pero ésta no quiso seguir al Espíritu, y éste la abandono. Mas ella, que conservaba, como un resplandor del poder del Espíritu, y que separada de él ya no podía contemplar lo perfecto, andaba en busca de Dios, y se modelo extraviada muchos dioses, siguiendo a los demonios embusteros. Por otra parte, el Espíritu de Dios no está en todos los hombres, sino solo con algunos que viven justamente, en cuya alma se hace presente y con la cual se abraza y por cuyo medio, con predicciones, anuncia a las demás almas lo que está escondido. Las que obedecen a la sabiduría, atraen a sí mismas el Espíritu que les es congénito; pero las que no obedecen y rechazan al que es servidor del Dios que ha subido, lejos de mostrarse como religiosas se muestran más bien como almas que hacen la guerra a Dios(3).

III. Los cristianos y el emperador.

¿Por qué os empeñáis, oh griegos, en que, como en lucha de pugilato, choquen las instituciones del Estado contra nosotros? Si no quiero seguir las costumbres de ciertas gentes, ¿por qué he de ser odiado como el ser más abominable? El emperador manda pagar tributos, y yo estoy dispuesto a hacerlo. Mi amo quiere que le esté sujeto y le sirva, y yo reconozco esta servidumbre. Porque, en efecto, al hombre se le ha de honrar humanamente, pero temer solo se ha de temer a Dios, que no es visible a los ojos humanos ni es por arte alguna comprensible. Solo si se me manda negar a Dios no estoy dispuesto a obedecer, sino que antes sufriré la muerte, para no declararme mentiroso y desagradecido (4).


Notas

(1) TACIANO, Discurso contra los griegos, cap. 5. (volver)

(2) Ibid., cap. 6. (volver)

(3) Ibid., cap. 13. (volver)

(4) Ibid., cap. 13. (volver)

ATENÁGORAS

5110
Atenágoras debió de convertirse al cristianismo después de haber seguido estudios de retorica y de filosofía: sus escritos están llenos de erudición y de los recursos estilísticos propios de los oradores y escritores de la época. Se conserva de él una Suplica en favor de los cristianos y un tratado Sobre la resurrección. La primera de estas obras fue escrita hacia el año 177 e iba dirigida a los emperadores Marco Aurelio Antonino y Lucio Aurelio Comodo, con el intento de mostrar que las doctrinas de los cristianos eran plenamente razonables y su modo de vida inocente.

En particular se ocupa de refutar tres de las calumnias más graves de que se acusaba a los cristianos: la de que son ateos, pues no dan culto a los dioses comúnmente reconocidos; la de que practicaban el canibalismo, y la de que se entregan a uniones incestuosas. Para ello explica la naturaleza una y trina del Dios de los cristianos y la gran elevación moral de su modo de vida. El tratado Sobre la resurrección intenta mostrar la razonabilidad de esta creencia por medio de argumentos filosóficos y congruencias analógicas.

Josep Vives-JOSEP

I. Dios uno y trino.

80 Que el Dios creador de todo este universo es uno desde el principio, podéis considerarlo de la siguiente manera, para que tengáis el razonamiento de nuestra fe. Si desde el principio hubiese habido dos o más dioses, hubiesen tenido que estar o bien los dos en un mismo lugar, o cada uno separado en el suyo. Pero no podían estar en un solo y mismo lugar, porque, si son dioses, no son semejantes, sino que, siendo increados han de ser desemejantes. En efecto, las cosas creadas son semejantes a sus modelos, pero las increadas ni se asemejan a nadie, ni proceden de nadie, ni tienen relación alguna con nadie... Y si cada uno de ellos ocupa su propio lugar, el que creó el mundo estará más alto que todas las cosas creadas, por encima de las cosas que él creó y ordenó. ¿Dónde estará el otro, o los otros? Si el mundo tiene figura esférica y está limitado por los círculos celestes, y el creador de este mundo está por encima de todo lo creado manteniéndolo con su providencia, ¿cuál es el lugar propio do otro o de los otros dioses? No está en este mundo, pues es del otro; ni está alrededor del mundo, porque sobre el mundo está el Dios creador del mundo, pues todo lo que está alrededor del mundo está mantenido por éste. ¿Dónde está? ¿Por encima del mundo y del mismo Dios, en otro mundo y alrededor de otro mundo?... Entonces ya no está alrededor de nosotros, ni tiene poder sobre nuestro mundo, ni es grande en su propio poder, pues lo ejerce en un lugar limitado...

Sin embargo, si nos contentaremos con estos argumentos de razón, se Podría pensar que nuestra doctrina es humana; pero son las palabras de los profetas las que dan credibilidad a nuestros razonamientos, y pienso que vosotros, que sois amicísimos del saber e instruidísimos, no dejáis de estar iniciados en los escritos de Moisés, de Isaías, de Jeremias y de los demás profetas, que saliendo de sus propios pensamientos y movidos del Espíritu divino, hablaron según eran movidos, pues el Espíritu se servía de ellos como el flautista de la flauta en que sopla. ¿Qué decían, pues, los profetas? "El Señor es nuestro Dios: ningún otro será tenido por Dios junto a él" (
Ex 20,2-3). Y en otro lugar: "Yo soy Dios primero y después, y fuera de mi no hay otro Dios" (Is 44,6)...

He mostrado, pues, suficientemente que no somos ateos: admitimos un solo Dios, increado, eterno, invisible, impasible, incomprensible, inmenso, que solo puede ser alcanzado por la razón y la inteligencia, rodeado de luz, de belleza, de Espíritu, de fuerza inexplicable. Por él ha sido hecho el universo, y ha sido ordenado y se conserva, por medio de su Verbo. Y creemos también en un Hijo de Dios. Que nadie tenga por ridículo eso de que Dios tenga un Hijo. Porque no pensamos sobre Dios Padre o sobre su Hijo a la manera de vuestros poetas que hacen fabulas en las que presentan a dioses que en nada son mejores que los hombres, sino que el Hijo de Dios es el Verbo del Padre en idea y operación, pues con relación a él y por medio de él fueron hechas todas las cosas, siendo el Padre y el Hijo uno solo. Y estando el Hijo en el Padre y el Padre en el Hijo, en unidad y potencia de Espíritu, el Hijo de Dios es inteligencia y Verbo del Padre. Y si se os ocurre preguntar con vuestra extraordinaria inteligencia qué quiere decir "hijo", os lo diré brevemente: El Hijo es el primer brote del Padre, pero no como hecho, ya que desde el principio Dios, que es inteligencia eterna, tenía en si al Verbo y era eternamente racional, sino como procediendo de Dios cuando todas las cosas materiales eran naturaleza informe y tierra inerte y estaban mezcladas las más pesadas con las más ligeras, para ser sobre ellas idea y principio activo. Y concuerda con este razonamiento el Espíritu profético que dice: "El Señor me crio como principio de sus caminos para sus obras" (Pr 8,22). Y en verdad, el mismo Espíritu Santo que obra en los que hablan proféticamente, decimos que es una emanación de Dios, que emana y vuelve como un rayo de sol. Realmente uno no puede menos de maravillarse al oír llamar ateos a los que admiten a un Dios Padre, y a un Dios Hijo y a un Espíritu Santo, mostrando su potencia en la unidad y su distinción en el orden. Y no se acaba aquí nuestra doctrina teológica, sino que afirmamos que se da una multitud de ángeles y ministros, a quienes el Dios creador y artífice del mundo, por medio del Verbo que está en él, distribuyo y ordeno para que tuvieran cuidado de los elementos y de los cielos y del mundo y de las cosas que en él se contienen, para mantener todo ello en buen orden... (1).

II. La vida de los cristianos.

Entre nosotros fácilmente podréis encontrar gentes sencillas, artesanos y vejezuelas, que si de palabra no son capaces de mostrar con razones la utilidad de su religión, muestran con las obras que han hecho una elección buena. Porque no se dedican a aprender discursos de memoria, sino que manifiestan buenas acciones: no hieren al que los hiere, no llevan a los tribunales al que les despoja, dan a todo el que pide y aman al prójimo como a sí mismos. Ahora bien, si no creyéramos que Dios está por encima del género humano, ¿Podríamos llevar una vida tan pura? No se puede decir; pero estando persuadidos de que de toda esta vida presente hemos de dar cuenta al Dios que nos ha creado a nosotros y que ha creado al mundo, escogemos la vida moderada, caritativa y despreciada, pues creemos que no podemos aquí sufrir ningún mal tan grande, aun cuando nos quiten la vida, comparable con la recompensa que recibiremos del gran Juez por una vida humilde, caritativa y buena. Platón dijo ciertamente que Minos y Radamanto tenían que juzgar y castigar a los malos; pero nosotros decimos que ni Minos ni Radamanto ni el padre de ellos escaparan al juicio de Dios. Además, vemos que son tenidos por piadosos los que tienen como concepto de la vida aquello de "comamos y bebamos, que mañana moriremos" (Is 22,13 Sg 2,6) y tienen la muerte por un sueño profundo; en cambio nosotros tenemos la vida presente como de corta duración y de pequeña estima y nos movemos por el solo deseo de llegar a conocer al Dios verdadero y al Verbo que está en él, cual es la comunión que hay entre el Padre y el Hijo, qué cosa sea el Espíritu, cual sea la unidad de tan grandes realidades y la distinción entre los así unidos, el Espíritu, el Hijo y el Padre; nosotros sabemos que la vida que esperamos es superior a cuanto se puede expresar con palabras, si a ella llegamos puros de toda iniquidad, y llevamos hasta tal extremo nuestro amor a los hombres, que no solo amamos a nuestros amigos, pues dice la Escritura: "Si amáis a los que os aman y prestáis a los que os prestan, ¿qué recompensa podéis esperar?"; pues bien, a nosotros que somos tales y vivimos tal género de vida para evitar la condenación, ¿no se nos ha de tener por religiosos? (2)

El matrimonio cristiano.

Teniendo, pues, esperanza de la vida eterna, despreciamos las cosas de la vida presente y aun los placeres del alma: cada uno de nosotros tiene por mujer a la que tomo según las leyes que nosotros hemos establecido, y aun ésta en vistas a la procreación. Porque así como el labrador, una vez echada la semilla a la tierra, espera la siega y no sigue sembrando, así para nosotros la medida del deseo es la procreación de los hijos. Y hasta es fácil hallar entre nosotros muchos hombres y mujeres que han llegado célibes hasta su vejez con la esperanza de alcanzar así una mayor intimidad con Dios. Ahora bien, si el permanecer en virginidad y celibato nos acerca más a Dios, mientras que el mero pensamiento y deseo de unión aparta, si huimos aun de los pensamientos, mucho más rechazaremos las obras. Porque no está nuestra religión en cuidados discursos, sino en la demostración y la enseñanza de las obras: o hay que permanecer tal como uno nació, o hay que casarse una sola vez. El segundo matrimonio es un adulterio decente. Dice la Escritura: "el que deja a su mujer y se casa con otra, comete adulterio" (Mt 19,9 Mc 10,11), no permitiendo abandonar a aquella cuya virginidad uno deshizo, ni casarse de nuevo. El que se separa de su primera mujer, aunque hubiera muerto, es un adultero encubierto, pues traspasa la indicación de Dios, ya que en el principio creo Dios un solo hombre y una sola mujer... (3)


El aborto.

Los que saben que ni soportamos la vista de una ejecución capital según justicia, ¿cómo pueden acusarnos de asesinato o de antropofagia? ¿Quién de vosotros no está aficionado a las luchas de gladiadores o de fieras y no estima en mucho las que vosotros organizáis? Pero en cuanto a nosotros, pensamos que el ver morir está cerca del matar mismo, y por esto nos abstenemos de tales espectáculos. ¿Cómo podremos matar, los que ni siquiera queremos ver matar para no mancharnos con tal impureza? Al contrario, nosotros afirmamos que las que practican el aborto cometen homicidio y habrán de dar cuenta a Dios del aborto. ¿Por qué razón habríamos de matar? No se puede pensar a la vez que lo que lleva la mujer en el vientre es un ser viviente, y, por ello, objeto de la providencia de Dios, y matar luego al que ya ha avanzado en la vida; no exponer al nacido, por creer que exponer a los hijos equivale a matarlos, y quitar luego la vida a lo ya crecido. Nosotros somos siempre y en todo consecuentes y acordes con nosotros mismos, pues obedecemos a la razón y no le hacemos violencia (4).


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