Documentos Padres 5110


Notas

(1) ATENÁGORAS, Suplica en favor de los cristianos, cap. 8-10. (volver)

(2) Ibid., cap. 11-12. (volver)

(3) Ibid., cap. 33. (volver)

(4) Ibid., cap. 35. (volver)

TEÓFILO DE ANTIOQUÍA

5111
Teófilo fue, según la tradición, el sexto obispo de Antioquía de Siria. Había recibido una buena formación literaria en el paganismo, y se convirtió, según él mismo explica, por el estudio de las Escrituras sagradas. De él se conserva un escrito apologético dirigido a su amigo Autólico y dividido en tres libros. En él da muestras de su conocimiento tanto de los autores paganos como de las Escrituras. Es el primer autor cristiano que hace un comentario exegético del Génesis, analizándolo con detalle y proponiendo una interpretación de tendencia alegórica. Escribió también un Comentario a los Evangelios, que se ha perdido: pero aun en los libros a Autólico se muestra muy familiarizado con los escritos del Nuevo Testamento, incluido el Evangelio de Juan, y es el primer autor que enseña explícitamente que estos libros proceden de autores inspirados y tienen un valor análogo al de las antiguas Escrituras. Doctrinalmente es de particular interés su explicación del dogma trinitario: es el primer autor cristiano en que aparece la distinción entre el Verbo inmanente o interno que está en Dios Padre desde toda la eternidad, y el Verbo proferido o emitido como instrumento de la creación al comienzo de los tiempos.

Josep Vives

No conocemos casi nada de este autor, ni de su obra literaria, que debió de ser extensa. Gracias al antiguo historiador de la Iglesia, Eusebio de Cesarea, sabemos que fue obispo de Antioquía, el sexto después de San Pedro. Las mismas noticias nos transmite San Jerónimo. Es el único de los apologistas que estuvieron revestidos del carácter episcopal, y en una sede tan importante por su antigua tradición.

De San Teófilo solo se conservan los tres libros A Autólico, escritos hacia el año 180, que son una apología en defensa de los cristianos, cuya sangre seguía corriendo en sucesivas persecuciones. Como era frecuente en la antigüedad, quizá Autólico no sea un personaje real; encarna más bien a un tipo de pagano que no debía de ser raro a finales del siglo II: un hombre culto, que reconocía en bastantes cristianos a otros hombres cultos como él, pero a quien parecía demasiado simple la doctrina de Cristo. Teófilo intenta salir al paso de estas y otras razones, tratando de convencer a su posible lector de las fuertes razones para creer que tienen los cristianos.

Loarte

I. Dios uno y trino.

La forma de Dios es inefable e inexplicable: no puede ser vista por ojos carnales. Por su gloria es incomprensible; por su grandeza es inalcanzable; por su sublimidad es impensable; por su poder es incomparable; por su sabiduría es inigualable; por su bondad, inimitable; por su beneficencia, inenarrable. En efecto, si lo llamo Luz, nombro lo que es creatura suya; si le llamo Palabra, nombro su principio; si le llamo Razón, nombro su inteligencia; si le llamo Espíritu, nombro su respiración; si le llamo Sabiduría, nombro lo que de él procede; si le llamo Potencia, nombro el poder que tiene; si le llamo Fuerza, nombro su principio activo; si le llamo Providencia, nombro su bondad; si le llamo Reino, nombro su gloria; si le llamo Señor, le digo Juez; si le llamo Juez, le digo Justo; si le llamo Padre, le digo todo; si le llamo Fuego, nombro su ira. Me dirás -¿Es que Dios puede estar airado?- Ya lo creo: está airado contra los que obran el mal, y es benigno, bondadoso y misericordioso con los que le aman y le temen. Porque él es el educador de los piadosos, el Padre de los justos, el juez y castigador de los impíos (1).

Los hombres de Dios, portadores del Espíritu Santo y profetas, inspirados por el mismo Dios y llenos de su sabiduría, llegaron a ser discípulos de Dios, santos y justos. Por ello fueron dignos de recibir la recompensa de convertirse en instrumentos de Dios y de recibir su sabiduría, con la cual hablaron sobre la creación del mundo y sobre todas las demás cosas... Y en primer lugar nos enseñaron todos a una que Dios lo hizo todo de la nada: porque nada fue coetáneo con Dios, sino que siendo Dios su propio lugar y no teniendo necesidad de nada y existiendo desde antes de los siglos, quiso hacer al hombre para dársele a conocer. Entonces preparo para él el mundo, ya que el que es creado está necesitado mientras que el increado no necesita de nada.

Ahora bien, teniendo Dios en sus propias entrañas a su Verbo inmanente (endiatheton), lo engendro con su propia sabiduría, emitiéndolo antes de todas las cosas. A este Verbo tuvo como ministro de lo que iba creando, y por medio de él hizo todas las cosas. Éste se llama principio, siendo Príncipe y Señor de todas las cosas que por medio de él han sido creadas. Éste, pues, que es Espíritu de Dios, y principio, sabiduría y potencia del Altísimo, descendió a los profetas, y por medio de ellos hablo lo que se refiere a la creación del mundo y a las demás cosas. Porque no existían los profetas cuando se hacia el mundo, pero si la Sabiduría de Dios que en él estaba y su Verbo santo que siempre le asistía... (2)

El Dios y Padre del universo es inabarcable: no se encuentra limitado a un lugar, ni descansa en sitio alguno. En cambio, su Verbo, por medio del cual hizo todas las cosas y que es su propia potencia y sabiduría, tomando la figura del Padre y Señor del universo, fue el que se presento en el paraíso en forma de Dios y conversaba con Adán. La misma Escritura divina nos enseña que Adán decía haber oído su voz: ahora bien, esta voz ¿qué otra cosa es sino el Verbo de Dios, que es su propio Hijo? Es Hijo no al modo en que los poetas y mitógrafos hablan de hijos de los dioses nacidos por unión carnal, sino como explica la verdad que existe el Verbo inmanente (endiatheton) desde siempre en el corazón de Dios. Antes de hacer nada tenía a este Verbo como consejero, como que era su propia mente y su pensamiento. Y cuando Dios quiso hacer efectivamente lo que había deliberado hacer, engendro a este Verbo emitido (prophorikon) como primogénito de toda la creación: con ello no quedo él vacio de su propio Verbo, sino que engendro al Verbo y permaneció conversando para siempre con él. Esto nos ensenan las santas Escrituras y todos los inspirados por el Espíritu, entre los cuales Juan dice: "En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios" (
Jn 1,1), significando que en los comienzas estaba Dios solo, y en él su Verbo. Y luego dice: "Y el Verbo era Dios: todo fue hecho por él, y sin él nada se hizo" (Jn 1,2-3). Así pues, el Verbo es Dios y nacido de Dios, y cuando el Padre del universo así lo quiere lo envía a determinado lugar, y cuando está allí, puede ser oído y visto y puede ser encontrado en un lugar determinado por haber sido enviado por Dios... (3)

II. El pecado de Adán.

Habiendo Dios puesto al hombre en el paraíso para que lo trabajara y lo guardará ... le mando que comiera de todos los frutos y, naturalmente, también del árbol de la vida, solo le mando que no comiera del árbol de la ciencia. Y Dios lo traslado de la tierra de la que había sido creado al paraíso, para que pudiera programar, y para que, creciendo y llegando a ser perfecto y hasta declarado dios, llegara a subir al cielo, poseyendo la inmortalidad, ya que el hombre fue creado en condición intermedia, ni del todo mortal ni simplemente inmortal, sino capaz de lo uno y de lo otro... Ahora bien, el árbol de la ciencia en sí mismo era bueno, y bueno era su fruto. No estaba en el árbol, como piensan algunos, la muerte, sino en la desobediencia. Porque en su fruto no había otra cosa que la ciencia, y la ciencia es buena si se hace de ella el uso debido. Pero por su edad Adán era todavía niño, y por eso no podía recibir la ciencia de modo debido. Aun ahora, cuando nace un niño, no puede inmediatamente comer pan, sino que primero se alimenta de leche, y luego, al ir adelantando en edad, pasa al alimento sólido. Algo así sucedió con Adán. Por tanto, no fue como por envidia, como piensan algunos, por lo que Dios le mando que no comiera del conocimiento. Además, quería probarle para ver si era obediente a su mandamiento, y quería también que permaneciera más tiempo sencillo e inocente en condición de niño. Porque es cosa santa no solo con respecto a Dios sino aun con respecto a los hombres que los hijos se sometan a sus padres en sencillez e inocencia. Ahora bien, si los hijos han de someterse a sus padres, mucho más a Dios, Padre del universo. Además, es cosa indecorosa que los niños pequeños sientan por encima de su edad, porque así como uno crece en edad por las etapas debidas, así también en la inteligencia. Por otra parte, cuando una ley manda abstenerse de algo y uno no obedece, está claro que no es la ley la que nos trae el castigo, sino la desobediencia y la trasgresión... Así fue la desobediencia la que hizo que el primer hombre fuera arrojado del paraíso: no es que el árbol de la ciencia tuviera nada malo, sino que como consecuencia de la desobediencia el hombre se atrajo los trabajos, el dolor, la tristeza, cayendo finalmente bajo la muerte.

Pero Dios hizo un gran beneficio al hombre al no dejar que permaneciera para siempre en el pecado. En cierta manera semejante a un destierro, lo arrojo del paraíso para que pagara en un plazo determinado la pena de su pecado y así educado fuera de nuevo llamado... Y todavía más: así como a un vaso, si después de modelado resulta con algún defecto, se le vuelve a amasar y a modelar para hacerlo de nuevo y entero, así sucede también al hombre con la muerte: se le rompe por la fuerza, para que salga integro en la resurrección, es decir, sin defecto, justo e inmortal...

Alguno nos dirá: ¿Es que el hombre fue hecho mortal por naturaleza? De ninguna manera. ¿Fue, pues, hecho inmortal? Tampoco decimos eso. Se nos dirá: ¿Luego no fue hecho nada? Tampoco decimos eso: por naturaleza no fue hecho ni mortal ni inmortal. Porque si desde el principio Dios lo hubiera hecho inmortal, lo hubiera hecho dios. Al contrario, si lo hubiera hecho mortal, hubiera parecido que Dios era responsable de su muerte. Por tanto, no lo hizo ni mortal ni inmortal, sino... capaz de una cosa y de otra: de esta suerte, si el hombre se inclina a la inmortalidad guardando el mandamiento de Dios, recibiría de él como recompensa la inmortalidad y llegaría a ser dios; pero si, desobedeciendo a Dios, se entregaba a las cosas de la muerte, él mismo seria responsable de su propia muerte. Ahora bien, lo que el hombre perdió para sí por su descuido y desobediencia, eso mismo le regala Dios ahora por su amor y misericordia, con tal de que el hombre le obedezca. Y así como el hombre desobedeciendo se atrajo para sí la muerte, así obedeciendo a la voluntad de Dios puede el que quiera ganar para sí la vida eterna. Porque Dios nos ha dado una ley y unos mandamientos santos, y todo el que los cumpla puede salvarse y, alcanzada la resurrección, obtener como herencia la incorrupción (4).

(1) TEÓFILO, A Autólico, I,3. (volver)

(2) Ibid. II,9-10. (volver)

(3) Ibid. II,22. (volver)

(4) Ibid. II,22. (volver)

MELITÓN DE SARDES

5112
De Melitón, obispo de Sardes, en el Asia Menor, casi no se sabía hasta hace poco más que el testimonio que nos había transmitido la posteridad, según el cual había vivido santamente en virginidad y lleno del Espíritu Santo, dejando más de una veintena de escritos llenos de sabiduría. Tales escritos se habían dado por perdidos, y no se conocía de ellos más que los títulos que habían conservado los historiógrafos antiguos, y algunas breves citas. Pero recientemente se han descubierto dos códices papiráceos procedentes de las arenas de Egipto que contienen un discurso sobre la Pascua que ha sido atribuido casi con general consentimiento a Melitón. El discurso está escrito en un estilo rico con ritmo poético y entonación lirica, que parece confirmar el juicio de Tertuliano cuando decía, según Jerónimo, que el estilo de Melitón era un tanto sutil, elegans et declamatorium. Esta peculiaridad de estilo ha hecho pensar que el discurso de Melitón, más que una homilía pascual es una especie de praeconium o canto lirico que formaba parte de la celebración litúrgica de la Pascua. El interés dogmatico del discurso está, sobre todo, en la elaboración de su doctrina cristológica y soteriológica: se subraya a la vez la divinidad y preexistencia de Cristo y la realidad de su encarnación, el carácter sacrificial de su muerte y el sentido figurativo de todo el Antiguo Testamento, particularmente del cordero pascual.

Se subraya igualmente la postración del hombre sujeto al pecado y dominado por la muerte, y, sobre todo, la grandeza del triunfo y de la gloria de Cristo, quien con su resurrección y ascensión ha llevado a los hombres hasta las alturas de los cielos. Asimismo queda bien señalado el carácter de la Iglesia como conjunto de los que viven de la nueva vida que Cristo ha venido a dar a los hombres.


Josep Vives

Obispo de Sardes, en Lidia, contemporáneo de los emperadores Antonino Pro (138-161) y Marco Aurelio (161-180), conocemos poco de su vida, que debió de ser muy densa. Policrates de Éfeso, en una carta enviada al Papa Víctor (190), lo considera como uno de los grandes luminares de la Iglesia en Asia Menor.

Melitón viajo a Jerusalén para informarse de la tradición eclesiástica y escribió con profusión sobre una gran variedad de temas. Eusebio de Cesarea enumera veinte obras, a las que Anastasio el Sinaíta añade dos más. De todas ellas, excepto la obra que parcialmente transcribimos, no nos han llegado más que fragmentos. Entre éstos se incluye una apología dirigida al emperador Marco Aurelio, interesante por propugnar solidaridad y buen entendimiento entre la Iglesia y el Estado.

La Homilía sobre la Pascua ha sido descubierta a mediados del siglo XX, y se hallaba contenida en la última parte de un papiro del siglo IV. Calificada a un tiempo como Homilía y Pregón pascual, puede considerarse como un modelo en su género. La innegable riqueza teológica aparece expuesta en un lenguaje cálido y sencillo. Toda la obra exhala un apasionado amor a Jesucristo y una fe profunda en la divinidad del Señor. Su idea doctrinal se centra en el programa divino de la salvación del hombre, entendida como rescate, todo ello encerrado dentro de un bello y armonioso estuche literario.

Loarte

I. La novedad del Verbo hecho hombre.


Antigua era la ley, pero nuevo el Verbo;

temporal era la figura, pero eterno el don;
corruptible la oveja, pero el Señor incorruptible:
es inmolado como cordero, pero resucita como Dios.
Porque, "como una oveja fue llevado al matadero" (Is 53,7),
pero no era una oveja;
como un cordero sin voz,
mas no era cordero.
Lo que era figura paso, mas la realidad está presente.
En vez del cordero, se hizo presente Dios;
en vez de la oveja, un hombre,
y en este hombre, Cristo, el que contiene todas las cosas.
Así pues, el sacrificio de la oveja,
y la solemnidad de la Pascua,
y la letra de la ley,
han cedido su lugar a Cristo Jesús,
por causa del cual todo sucedía en la ley antigua,
y mucho más en la nueva disposición.
Porque la ley se ha convertido en Verbo...
el mandamiento en don,
la figura en realidad,
el cordero en Hijo,
la oveja en hombre,

y el hombre en Dios.
Pues el que había nacido como Hijo.
y había sido conducido como cordero,
y sacrificado como oveja,
y sepultado como hombre,
resucito de entre los muertos como Dios,
pues era por naturaleza a la vez Dios y hombre.
Él es todas las cosas:
en cuanto juzga, es ley;
en cuanto enseña, Verbo;
en cuanto engendra, Padre;
en cuanto sepultado, hombre;
en cuanto resucita, Dios.
en cuanto es engendrado, Hijo;
en cuanto padece, oveja;
Éste es Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos. Amén (1)

II. La vieja y la nueva Pascua


Voy a explicar detalladamente las palabras de la Escritura (cf. Ex 12,3-28): como Dios ordena a Moisés en Egipto, cuando quiere, de una parte someter al faraón bajo el látigo, y de otra librar a Israel del látigo por la mano de Moisés.

En efecto, dice: "He aquí que tomaras un cordero sin defecto y sin tacha y al atardecer lo inmolaras con los hijos de Israel, y a la noche lo comerás con prisa, y no romperéis ninguno de sus huesos. Así -dice- harás: en una sola noche lo comeréis por familias y por tribus, ceñidos vuestros lomos y los cayados en vuestras manos. Porque ésta es la pascua del Señor, memorial eterno para los hijos de Israel. Habiendo tomado la sangre de la oveja, untad las puertas exteriores de vuestras casas colocando sobre los montantes de la entrada la señal de la sangre para la intimidación del ángel. Porque he aquí que Yo heriré a Egipto y en una sola noche será privado de hijos, desde el ganado hasta el hombre".

Entonces Moisés, habiendo degollado la oveja y habiendo cumplido de noche el misterio con los hijos de Israel, marco las puertas de las casas para protección del pueblo y para intimidación del ángel.

Cuando la oveja es degollada,
y la pascua es comida,
y el misterio es cumplido,
y el pueblo alegrado,
e Israel marcado,

entonces llega el ángel para herir a Egipto.
En una sola noche castigo a Egipto,
no iniciado en el misterio,
ni participe de la pascua,
ni marcado por la sangre,
ni protegido por el Espíritu,

sino enemigo, incrédulo;
y en una sola noche, después de herirlo, lo privo de sus hijos (...).
Israel, en cambio, estaba protegido por la inmolación del cordero,
y al mismo tiempo iluminado por la sangre vertida:
y la muerte de la oveja resultaba ser una muralla para el pueblo.
¡Oh misterio sorprendente e inexplicable!
La inmolación del cordero resulto ser la salvación de Israel,
la muerte de la oveja llego a ser vida del pueblo
y la sangre intimido al ángel.
Dime, ángel, lo que te ha intimidado:
¿la inmolación del cordero, o la vida del Señor?,
¿la muerte de la oveja o la figura del Señor?,
¿la sangre del cordero o el Espíritu del Señor?

Es claro que estás intimidado
por haber visto el misterio del Señor realizado en la oveja,
la vida del Señor en la inmolación del cordero,
la prefiguración del Señor en la muerte de la oveja.
Por esto no castigaste a Israel, sino que privaste de sus hijos solo a Egipto.
¿Cuál es este misterio inesperado:
que Egipto haya sido golpeado para su perdición
e Israel, en cambio, protegido para su salvación?
Oíd la dinámica del misterio.

Lo que se ha dicho y lo que ha ocurrido no es nada, amadísimos, si se separa de su simbolismo y de su proyecto. Todo lo que se realice y se diga, participa del simbolismo -la palabra, del simbolismo; el hecho, de la prefiguración- para que, así como el hecho se manifiesta por la prefiguración, así también la palabra se ilumine por el simbolismo.

Una obra no se construye sin un proyecto. ¿O no se ve lo que ha de ser a través de la imagen que la prefigura? Por eso, el proyecto que se va a realizar se modela primero con cera, o con arcilla, o con madera, a fin de que se pueda ver lo que va a ser construido más alto en grandeza, más fuerte en resistencia, y bello de forma y rico en instalación, gracias a una pequeña maqueta, destinada a perecer. Porque cuando se ha realizado aquello para lo que había sido destinada la figura, entonces, lo que hasta aquí portaba la imagen del futuro es destruido, por haberse hecho inútil, al haber cedido su imagen a una realidad verdadera. Pues aquello que en otro tiempo era de valor se devalúa una vez aparecido lo que es verdaderamente precioso.

Efectivamente, cada cosa tiene su propio tiempo: al modelo su propio tiempo, al material su propio tiempo. Haces el modelo de la obra real. Lo deseas porque ves en él la imagen de lo que va a ser. Suministras el material para el modelo. Lo deseas por lo que se va a construir gracias a él. Ejecutas la obra, a ella sola la deseas, a ella sola quieres, viendo en ella sola el modelo y el material y la realidad.

III. Las figuras del Antiguo Testamento, suplantadas por la realidad del Nuevo.


La salvación del Señor y la realidad fueron prefiguradas en el pueblo (judío),
y las prescripciones del Evangelio fueron prenunciadas por la ley.
De esta suerte, el pueblo era como el esbozo de un plan,
y la ley, la letra de una parábola;
pero el Evangelio es la explicación de la ley y su cumplimiento,

y la Iglesia el lugar donde aquello se realiza.
Lo que era figura era valioso antes de que se diera la realidad.
y la parábola era maravillosa antes de que se diera la explicación.
Es decir, el pueblo (judío) tenía un valor antes de que se estableciera la Iglesia,
y la ley era maravillosa antes de que resplandeciera la luz del Evangelio.
Pero cuando surgió la Iglesia y se presento el Evangelio,
se hizo vano lo que era figura, y su fuerza pasó a la realidad;
la ley llego a su cumplimiento, y traspaso su fuerza al Evangelio.
El pueblo (de Israel) perdió su razón de ser, así que se estableció la Iglesia,
la figura fue abolida, así que apareció el Señor.
Lo que antes era valioso, ha quedado ahora sin valor,
pues se ha manifestado lo que realmente era valioso por naturaleza.
Valioso era antes el sacrificio de la oveja,
pero ahora es sin valor, a causa de la vida del Señor.
Valiosa era la muerte de la oveja,
pero ahora es sin valor, a causa de la salvación del Señor.
Valiosa era la sangre de la oveja,
pero ahora es sin valor, a causa del Espíritu del Señor.
Valioso era el cordero sin voz,
pero ahora es sin valor, a causa del Hijo sin mancilla.
Valioso era el templo de abajo,
pero ahora es sin valor, a causa del Cristo de arriba.
Valiosa era la Jerusalén de abajo,
pero ahora es sin valor, a causa de la Jerusalén de arriba.
Valiosa era aquella angosta herencia,
pero ahora es sin valor, a causa de la amplitud del don.
Porque no es en lugar alguno determinado, ni en una estrecha franja de tierra
donde se ha establecido la gloria de Dios,
sino que su don se ha derramado por todos los confines de la tierra habitada,
y en ellos ha puesto el Dios omnipotente su tienda.
Por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos. Amén(2).

IV. El pecado del hombre.


Dios, habiendo creado al principio por el Verbo el cielo y la tierra y cuanto en ellos se contiene, modelo al hombre de la tierra y comunicó a esta figura su soplo. Y coloco al hombre en un paraíso hacia el oriente, en Edén, para que viviera agradablemente, y le dio como ley un mandato... Pero el hombre que era por naturaleza capaz del bien y del mal, como un pedazo de tierra que puede recibir buenas y malas semillas, acogió a un consejero hostil y codicioso, y tomando del árbol transgredió el mandamiento y desobedeció a Dios. En consecuencia, fue echado a este mundo, como a una prisión de condenados. Después de muchos años y de haber dejado mucha descendencia, volvió a la tierra, a causa de haber comido del árbol, y dejo a sus hijos esta herencia...

No la pureza, sino la lujuria;
No la inmortalidad, sino la corrupción;
No el honor, sino la deshonra;
No la libertad, sino la esclavitud;
No la realeza, sino la tiranía;
No la vida, sino la muerte;
No la salvación, sino la perdición.

Nueva y terrible fue, en efecto, la perdición de los hombres sobre la tierra. He aquí lo que les aconteció: eran arrebatados por el pecado como por un tirano, y eran llevados a los lugares de concupiscencia en los que andaban zarandeados por placeres insaciables, por el adulterio, la fornicación, la impudencia, los malos deseos, la codicia, los asesinatos, el derramamiento de sangre, la tiranía de la maldad y la tiranía de la injusticia. Porque el padre sacaba la espada contra su hijo, y el hijo ponía sus manos contra su padre; el impío golpeaba los pechos que le habían amamantado; el hermano mataba a su hermano; el huésped hacia injusticia a su huésped; el amigo asesinaba al amigo y el hombre degollaba al hombre con mano de tirano. Todos sobre la tierra se convirtieron, unos en asesinos, otros en fratricidas, otros en parricidas, otros en infanticidas... con esto exultaba el Pecado: siendo colaborador de la muerte, la precedía en las almas de los hombres y preparaba para ella como alimento los cuerpos de los muertos. En toda alma imprimía el pecado su huella, y aquellos que tenían esta huella tenían que morir.

Toda carne, pues, cayó bajo el pecado,
y todo cuerpo bajo la muerte,
y toda alma era arrojada de su morada carnal,
y lo que había sido tomado de la tierra se disolvía en la tierra,
y lo que había sido dado por Dios era encarcelado en el Hades.
La bella armonía quedaba disuelta,

y el bello cuerpo, deshecho.
Porque el hombre quedaba dividido bajo el poder de la muerte,
una extraña desgracia y cautividad le rodeaban.
Era arrastrado como prisionero por las sombras de la muerte,
y la imagen del Padre yacía abandonada.
Esta es la razón por la que se ha cumplido el misterio de la Pascua
en el cuerpo del Señor (3).

V. El designio salvador en Cristo.


De antemano el Señor había preordinado sus propios padecimientos
en los patriarcas y en los profetas y en todo el pueblo,
poniendo como sello la ley y los profetas.
Porque lo que había de realizarse de manera inaudita y grandiosa,

estaba preparado desde mucho tiempo,
para que cuando sucediera fuera creído,
habiendo sido prefigurado desde antiguo...
Antiguo y nuevo es el misterio del Señor:
antiguo en la figura, pero nuevo en el don.
Si miras a esa figura, veras la realidad a lo largo de la realización.
Si quieres, pues, contemplar el misterio del Señor has de mirar
a Abel que fue asesinado como él,
a Isaac que fue atado como él,
a José que fue vendido como él,
a Moisés que fue expuesto como él,
a David que fue perseguido como él,
a los profetas que padecieron por Cristo como él.
Mira también al cordero que fue degollado en la tierra de Egipto,
al que golpeo a Egipto y salvo a Israel por la sangre...

Él es el que vino de los cielos a la tierra a causa del que sufría,
y se revistió de éste mediante las entrañas de una virgen
presentándose como hombre.
Él tomo sobre si los sufrimientos del que sufría al tomar un cuerpo capaz de sufrir
y destruyo los sufrimientos de la carne,
matando, con su Espíritu que no puede morir,

a la muerte homicida.
Él es el que nos arranco de la esclavitud para la libertad
de las tinieblas para la luz,
de la muerte para la vida,
de la tiranía para el reino eterno.
Él hizo de nosotros un sacerdocio nuevo,
y un pueblo elegido para siempre.
Él es la Pascua de nuestra salvación
Él es el que se encarno en una virgen,

el que fue suspendido en un madero,
el que fue enterrado en la tierra,
el que resucito de entre los muertos,
el que fue arrebatado a las alturas de los cielos.

El es el cordero sin voz,
él es el cordero degollado,
él es el nacido de María, la oveja bella,
él es el que fue tomado del rebaño
y arrastrado al matadero,
sacrificado al atardecer
y sepultado por la noche;
sobre el madero no fue quebrantado,
en la tierra no sufrió corrupción,
sino que resucito de los muertos,
y resucito al hombre de lo profundo de su sepulcro.
Éste ha sido puesto a muerte.
¿Dónde? En medio de Jerusalén.
¿Por qué?

Porque curo a sus cojos,
porque limpio a sus leprosos,
porque llevo a la luz a sus ciegos,
porque resucito a sus muertos.
Por esto padeció...
¿Por qué, Israel, has cometido esta nueva iniquidad?
Has deshonrado al que te había honrado,
has despreciado al que te había estimado,
has negado al que te había confesado,

has rechazado al que te había llamado.
has matado al que te había dado la vida.
¿Qué has hecho, Israel?...

Cuando el Señor iba a ser sacrificado, al atardecer,
tú preparaste para él los clavos agudos y los falsos testigos,
las cuerdas, los azotes, el vinagre y la hiel,
la espada y la aflicción, como para un ladrón sanguinario.
Después de haber descargado los azotes sobre su cuerpo,
de haber puesto espinas en su cabeza,
ataste todavía sus bellas manos
que te habían modelado a partir de la tierra
y diste hiel para beber a aquella boca hermosa
que te había dado a beber la vida

y diste muerte a tu Señor en el día de la Gran Festividad.
Y tú te regalabas mientras él sufría hambre;
tú bebías vino y comías pan,

mientras él bebía vinagre y hiel;
tú andabas con rostro radiante,
mientras él estaba demacrado;
tú exultabas, mientras él se afligía;
tú cantabas, mientras él era condenado;
tú dabas órdenes, mientras él era clavado;
tú danzabas, mientras él era sepultado;
tú te recostabas sobre muelle lecho,
y él en un féretro y en un sepulcro.
Oh Israel criminal, ¿por qué has cometido esta inaudita injusticia,
arrojando a tu Señor a sufrimientos sin nombre,
al que es tu amo,
al que te modelo,
al que te creo,
al que te honro,
al que te llamo Israel?

Tú no te has mostrado como Israel, pues no has visto a Dios,
no has reconocido al Señor,
no has sabido, Israel, que éste es el primogénito de Dios,
el que fue engendrado antes que la estrella de la mañana,
el que hizo surgir la luz,
el que hizo brillar el día,
el que separo a las tinieblas,
el que afirmo el primer borne,
el que suspendió la tierra,
el que seco el abismo,
el que extendió el firmamento,
el que puso orden en el mundo,
el que dispuso los astros en el cielo,
el que hizo brillar los luminares,
el que hizo los ángeles que están en el cielo,
el que fijo allí los tronos,
el que modelo al hombre sobre la tierra.

Él es el que te eligió y te condujo desde Adán hasta Noé,
desde Noé a Abraham,
desde Abraham a Isaac y a Jacob y a los patriarcas;
él te condujo a Egipto, y te protegió y allí te sustento;
él ilumino tu camino con una columna de fuego,
y te cobijo bajo la nube,
y dividió el mar Rojo conduciéndote a través de él,
y disperso a tu enemigo.
Él es quien te dio el mana del cielo,
el que te dio a beber de la piedra,
el que te dio la ley en el Horeb,
el que te dio en herencia la tierra (prometida),
el que te envió a los profetas y suscito tus reyes

Con él has sido impío,
con él has cometido iniquidad,
a él has dado muerte,
con él has traficado, reclamándole los didracmas como precio de su cabeza...
Verdaderamente amarga es para ti esta fiesta de los ázimos, como está escrito:
"Comeréis panes ázimos con hierbas amargas."
Amargos son para ti los clavos que afilaste,
amarga para ti la lengua que aguzaste,
amargos para ti los falsos testigos que presentaste,
amargas para ti las cuerdas que preparaste,
amargos para ti los azotes que descargaste,
amargo para ti Judas, a quien pagaste,
amargo para ti Herodes, a quien obedeciste,
amargo para ti Caifás, a quien te confiaste,

amarga para ti la hiel que proporcionaste,
amargo para ti el vinagre que cultivaste,
amargas para ti las espinas que recogiste,
amargas para ti las manos que ensangrentaste.
Has dado muerte a tu Señor en medio de Jerusalén... (4)

VI. Sentido de la pascua cristiana.



Pero él, el Señor, vestido de hombre,
habiendo sufrido por el que sufría,
atado por el que estaba detenido,
juzgado por el culpable,
sepultado por el que estaba enterrado,
resucitó de entre los muertos y clamó en voz alta:
¿Quién se levantara en juicio contra mí?
Que venga a enfrentarse conmigo.
Yo he liberado al condenado.
Yo he vivificado al que estaba muerto.

Yo he resucitado al que estaba sepultado.
¿Quién puede contradecirme?
Yo, dice, Cristo, he destruido a la muerte,
he triunfado del enemigo,
he pisoteado el Hades,
he maniatado al fuerte,
he arrebatado al hombre a las alturas de los cielos.
Yo, dice él, Cristo.
Venid, pues, todas las familias de hombres manchadas por los pecados.
Recibid el perdón de los pecados.
Porque yo soy vuestro perdón,
yo la Pascua de la salvación,
yo el cordero degollado por vosotros,
yo vuestra redención,
yo vuestra vida,
yo vuestra resurrección,
yo vuestra luz,
yo vuestra salvación,
yo vuestro rey.

Yo os llevaré a las alturas de los cielos.
Yo os mostraré al Padre que existe desde los siglos.
Yo os resucitaré por medio de mi diestra."
Tal es el alfa y la omega:
Él es el comienzo y el fin

-comienzo inenarrable y fin incomprensible-
él es Cristo,
él es el Rey,
él es Jesús,
él es el Estratega,
él es el Señor,
él es el que resucito de entre los muertos.

él es el que está sentado a la diestra del Padre.
Él lleva al Padre, y es llevado por el Padre:
A él la gloria y el poder por los siglos. Amén (5)6.

Notas

(1) Números 4-10. (volver)

(2) Números 11-16,30-45. (volver)

(3) Números 47-57. (volver)

HOMILÍA LA SANTA PASCUA

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Documentos Padres 5110