Documentos Padres 2229

ES LEGÍTIMO RECURRIR A LOS PADRES

2229 29. Creo llegado el momento de recapitular al fin de este segundo Conmonitorio, todo lo que ha sido tratado en los dos Conmonitorios. En el primero dije que los católicos han tenido siempre la costumbre, y tienen todavía, de determinar la verdadera fe de dos maneras: con la autoridad de la Escritura divina y con la tradición de la Iglesia Católica. No porque la Escritura, por si sola, no sea suficiente en todos los casos, sino porque muchos, interpretando a su capricho las palabras divinas, acaban por inventar una cantidad increíble de doctrinas erróneas. Por este motivo es necesario que la exégesis de la Escritura divina vaya guiada por la única regla del sentir católico, especialmente en las cuestiones que tocan los fundamentos de todo el dogma católico.

También he afirmado que en la misma Iglesia es necesario tener en cuenta la universalidad y la antigüedad, con el fin de que no nos suceda que nos separemos de la unidad del conjunto y acabar, disgregados, en el fragmentarismo particularista del cisma, o precipitarnos, desde la fe antigua, en novedades heréticas.


He dicho además, en cuanto a la antigüedad, que es preciso a toda costa tener presente dos cosas y adherirse a ellas profundamente, si no queremos convertirnos en herejes; primero: ver si ha habido antiguamente algún decreto por parte de todos los obispos de la Iglesia Católica, emanado bajo la autoridad de un concilio universal; después, en el caso de que surja una cuestión nueva, en torno a la cual no se encuentre nada definido, recurrir a las sentencias de los Padres, pero solo a aquellos que, por haber permanecido, en su tiempo y lugar, dentro de la unidad de la comunión y de la fe, se han convertido en maestros probados. Todo lo que se encuentre que ha sido por ellos mantenido con unanimidad de sentir y de consenso puede ser sometido sin temor alguno como expresión de la verdadera fe católica.

Como habría podido parecer que yo afirmaba estas cosas por mi propia cuenta, más que basándome en la autoridad de la Iglesia, me he referido al ejemplo del Santo Concilio habido hace tres años en Éfeso*, en Asia, bajo el consulado de los preclaros Basso y Antíoco. En el curso de las discusiones que allí se tuvieron para establecer la regla de la fe, con el fin de evitar que una novedad impía se insinuase del mismo modo que se llevo a cabo la perfidia de Rímini, pareció a todos los obispos, reunidos en número de casi doscientos, que el mejor procedimiento, el más católico y el más conforme a la fe, era el de remitirse a las sentencias de los Santos Padres, alguno de los cuales eran mártires, otros confesores, con tal que de todos ellos hubiera constancia de que habían sido obispos católicos y que habían perseverado como tales. Fortalecidos por su consenso, fue confirmada por decreto, en debida forma y solemne, la antigua fe, y condenada la blasfemia de la nueva impiedad.

A la luz de este procedimiento, y con todo derecho y merecidamente, el impío Nestorio fue juzgado de estar en desacuerdo con la antigüedad católica, y el bienaventurado Cirilo en comunión con la santísima fe antigua.

Para que nada faltase a la fidelidad de los hechos que he narrado, proporcioné también los nombres y el número de los Padres (aunque se me haya olvidado el orden) (79), de conformidad con cuya sentencia unánime fueron interpretadas las palabras de la Sagrada Escritura, y fue confirmada la regla de la fe divina. Pienso que no será superfluo que la vuelva a recordar, para refrescar mi memoria.

LOS PADRES CITADOS EN ÉFESO


30. He aquí, pues, los nombres de aquellos cuyos escritos fueron citados en aquel Concilio como jueces y testigos.

San Pedro*, obispo de Alejandría, doctor insigne y mártir; San Atanasio*, obispo de la misma ciudad, maestro fidelísimo y confesor eximio; San Teófilo*, también él obispo de Alejandría, célebre por su fe, vida y ciencia; su sucesor, el venerable Cirilo, que actualmente ilustra la iglesia alejandrina. y para que no se pensara que aquélla era la doctrina de una sola ciudad o de una sola provincia, se recurrió también a las celebérrimas luminarias de Capadocia: San Gregorio*, obispo de Nazancio y confesor; San Basilio*, obispo de Cesarea de Capadocia y confesor; el otro Gregorio*, obispo de Nisa, por fe, costumbres y sabiduría realmente digno de su hermano Basilio.

Además, para demostrar que no solo Grecia y Oriente, sino también Occidente, el mundo latino, había mantenido siempre la misma fe, fueron leídas algunas cartas de San Félix Mártir y de San Julio*, obispos de la ciudad de Roma.

Pero no solamente la cabeza del mundo, también las partes secundarias proporcionaron su testimonio a aquélla sentencia. De los meridionales fue citado el beatísimo Cipriano, obispo de Cartago y mártir; de las tierras del Norte, San Ambrosio, obispo de Milán y confesor.

Estos fueron los que en Éfeso, según el número sagrado del Decálogo (80), fueron invocados como maestros, consejeros, testigos y jueces. Manteniendo su doctrina, siguiendo su consejo, creyendo su testimonio, obedeciendo su juicio, aquel santo sínodo se pronuncio sobre las reglas de la fe, sin odio, presunción ni condescendencia alguna.

Sin duda se habría podido citar un número mayor de Padres, pero no fue necesario. No era, en efecto, conveniente ocupar el tiempo en una multitud de textos, desde el momento en que nadie dudaba de que la opinión de aquellos diez era la de todos los demás colegas


EL CONCILIO DE ÉFESO PROCLAMA LA FE ANTIGUA

2231 31. Además, he consignado las palabras del bienaventurado Cirilo, tal como están contenidas en las mismas Actas eclesiásticas.

Ellas refieren que, apenas fue leída la carta de Capreolo*, el Santo obispo de Cartago, quien no pedía ni deseaba más que se rechazase la novedad y se defendiese la antigüedad, tomo la palabra el obispo Cirilo. No parece inútil que cite aquí de nuevo sus palabras. Según está escrito al final de las Actas, él dijo: "La carta del venerando y religiosísimo obispo de Cartago, Capreolo, que nos ha sido leída, debe ser incluida en las Actas oficiales. Pues su pensamiento es clarísimo: quiere que sean confirmados los dogmas de la antigua fe y reprobadas y condenadas las novedades inútilmente excogitadas e impíamente predicadas. Todos los obispos lo aprobaron con grandes voces: esas palabras son las nuestras, expresan el pensamiento de todos nosotros, éste es el voto de todos".

¿Cuáles eran, pues, las opiniones de todos? ¿Cuales los deseos comunes? Que se mantuviese todo lo que había sido transmitido desde la antigüedad y se rechazase lo que recientemente se había añadido.


He admirado y proclamado la humildad y la santidad de ese Concilio. Los Obispos reunidos allí en gran número, la mayor parte de los cuales eran metropolitanos, poseían una tal erudición y doctrina, que podían casi todos discutir acerca de cuestiones dogmaticas, y el hecho de encontrarse todos reunidos habría podido animarles y afirmarles en su capacidad para deducir por sí mismos. No obstante, no tuvieron la osadía de introducir ninguna innovación, ni se arrogaron ningún derecho. Al contrario, se preocuparon por todos los medios de transmitir a la posteridad solamente lo que habían recibido de los padres. con el fin no solo de resolver bien las cuestiones del presente, sino también de ofrecer a las generaciones futuras el ejemplo de cómo se deben venerar los dogmas de la antigüedad sagrada y condenar las novedades impías.

También he impugnado la criminal presunción de Nestorio, que se ufanaba de haber sido el primero y el único en comprender la Sagrada Escritura, tachando de ignorantes a todos aquellos que, antes de él, investidos del oficio del Magisterio, habían explicado la Palabra Divina, o sea, a todos los obispos, a todos los confesores, a todos los mártires. Algunos de éstos habían explicado la Ley de Dios, otros habían aceptado las explicaciones que les habían dado y les habían prestado fe. En cambio, según el parecer de Nestorio, la Iglesia se había equivocado siempre, y continuaba equivocándose por haber seguido, según él, a doctores ignorantes y heréticos.

INTERVENCIONES DE SIXTO III y DE CELESTINO I CONTRA LAS INNOVACIONES IMPÍAS

2232 32. Aunque todos estos ejemplos son más que suficientes para destrozar y aniquilar las novedades impías, sin embargo, para que no pueda parecer que falta alguna cosa a tan gran número de pruebas, añadí al final dos documentos de la Sede Apostólica: uno del Santo Papa Sixto*, que en la actualidad ilustra la Iglesia de Roma, y el otro de su predecesor de feliz memoria, el Papa Celestino*. He creído necesario reproducir aquí también estos dos documentos.

En la carta que el santo Papa Sixto envió al obispo de Antioquía (81) a propósito de Nestorio, le escribía: "Puesto que el Apóstol ha dicho que una es la fe (cf. Efes 4, S), la fe que se ha impuesto abiertamente, creamos lo que debemos hablar y prediquemos lo que debemos mantener". ¿Queremos saber qué es lo que debemos creer y predicar? Oigamos lo que sigue diciendo: "Nada le es lícito a la novedad, porque nada es lícito añadir a la antigüedad. La fe límpida de nuestros padres y su religiosidad no deben ser enturbiadas por ninguna mezcla de cieno".

Sentencia verdaderamente apostólica, que describe la fe de los padres como limpidez cristalina y las novedades impías como mezcla de cieno.

En el Papa Celestino encontramos el mismo pensamiento. En la carta que envió a los obispos de las Galias, les reprocha que, de hecho, estaban en connivencia con los propagadores de novedades, en cuanto que su silencio culpable venia a envilecer la fe antigua y permitía, por consiguiente, que se difundieran las novedades impías. "Con toda razón -dice- debemos considerarnos responsables, si con nuestro silencio favorecemos el error. Estos hombres deben ser reprendidos; ¡no tienen la facultad de predicar libremente!".

A algunos Podría planteársele la duda acerca de la identidad de las personas a quienes les está prohibido predicar según les plazca: si serán los predicadores de la antigua fe o los inventores de novedades. Que el propio Papa hable y resuelva las dudas de los lectores. En efecto, añade: "Si eso es verdad...", es decir si es verdad eso de lo que algunos os han acusado, es decir, que vuestras ciudades y provincias se suman a las novedades, "si eso es verdad, que la novedad cese de lanzar improperios y acusaciones contra la antigüedad". El venerando parecer del bienaventurado Celes tino no fue, pues, que la fe antigua dejase de oponerse con todas sus fuerzas a la novedad, sino más bien que ésta acabase ya de molestar y de perseguir a la antigüedad.

CONCLUSIÓN


33. Cualquiera que se oponga a estas decisiones apostólicas y católicas, ofende ante todo la memoria de San Celestino, el cual decreto que la novedad debía cesar de acusar a la antigua fe; se burla del juicio de San Sixto, el cual declaro que no se podía tolerar las novedades, porque no se puede añadir nada a la antigüedad; por último, desprecia la decisión del bienaventurado Cirilo, el cual alabo a plena voz el celo del venerando Capreolo, deseoso de que los dogmas de la antigua fe fuesen confirmadas condenadas las invenciones novedosas.

El mismo Sínodo de Éfeso seria conculcado, es decir, las definiciones de los Santos Obispos de todo Oriente, los cuales, divinamente inspirados, decretaron que la posteridad no debería creer o cosa más que lo que la antigüedad sagrada de Santos Padres, unánimemente concordes en Cristo, había mantenido. Con grandes voces y aclamaciones todos a una, dieron testimonio de que la sentencia, el deseo, el juicio de todos era que, del mismo modo que habían sido condenados los herejes anteriores Nestorio, por despreciar la fe antigua y mantener novedades, fuese también condenado Nestorio, que igualmente era autor de novedades y adversario de la antigüedad.

Si alguien es contrario a este consenso unánime, que fue santamente inspirado por la gracia celeste, se sigue que juzga condenada injustamente la impiedad de Nestorio. Como ultima y lógica consecuencia, desprecia como basura a toda la Iglesia de Cristo y a sus Maestros, Apóstoles y Profetas, de manera especial al Apóstol Pablo, que escribió: "¡Oh, Timoteo!, guarda el depósito evitando las novedades profanas en las expresiones". Y también: "Cualquiera que os anuncie un Evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema".

Así, pues, si las decisiones de los Apóstoles y los decretos de la Iglesia no pueden ser transgredidos -en virtud de los cuales, según el consenso sagrado de la universalidad y de la antigüedad, todos los herejes han sido siempre justamente condenados-, en consecuencia, es deber absoluto de todos los católicos, que desean demostrar que son hijos legítimos de la Madre Iglesia, adherirse, pegarse a la fe de los Santos Padres, y morir por ella, al mismo tiempo que detestan, tienen horror, combaten, persiguen las novedades impías.

Esto es todo lo que, más o menos, he expuesto en los dos Conmonitorios, y que he resumido aquí brevemente. De esta forma, mi memoria, en cuyo auxilio he escrito estas notas, podrá consultarlas con frecuencia y sacar provecho, sin sentirse agobiada por una exposición prolija.


(78) (volver)
(79) En el segundo Conmonitorio, San Vicente relataba en detalle el Concilio de Éfeso; en ese relato consignaba todos los pormenores a los que aquí se refiere. (volver)
(80) San Vicente da los nombres de solo diez Padres citados en el Concilio de Éfeso, aunque también fueron citados Ático de Constantinopla y San Anfiloquio de Iconio; al reducir los nombres a diez, San Vicente se deja llevar por el simbolismo imperante todavía en su época: así el número de los Padres citados coincide con el número diez de los Mandamientos. (volver)
(81) Se refiere a Juan de Antioquía, amigo de Nestorio, que en el Concilio de Éfeso opuso a San Cirilo y al mismo Concilio un conciliábulo. (volver)


BREVE LÉXICO DE CONCEPTOS y NOMBRES

2300
ALEJANDRO SEVERO: El Emperador Alejandro Severo (a. 222-235) se mostro favorable al cristianismo, así como su madre, la Emperatriz Julia Mammea. El Emperador estaba en muy buenas relaciones con el teólogo laico Julio Africano. El presbítero romano Hipólito dedico a la Emperatriz un escrito sobre la Resurrección. Regresar

AMBROSIO, San: La serie de los grandes Padres occidentales se abre propiamente con San Ambrosio, gobernador primero y luego obispo de Milán (333-397). San Ambrosio fue, sin duda, uno de los hombres más influyentes de su época, que vivió en el epicentro mismo de la historia de aquel tiempo y actuó como protagonista en varios episodios trascendentales. Por eso su importancia deriva, mucho más que de los escritos, de su personalidad y de sus obras memorables. Ambrosio influyo poderosamente en la conversión de San Agustín, y en las difíciles circunstancias por las que atravesaba el Imperio Romano le toco respaldar con su ayuda y su consejo a varios emperadores; a Graciano, que le veneraba como a un padre; a Valentiniano II, asesinado a los veinte años, cuyas exequias celebro en 392; a Teodosio, a quien tuvo que excomulgar por un pecado de gobernante, la matanza de Tesalónica, pero que fue su amigo y a cuya muerte pronuncio la oración fúnebre. El prestigio de San Ambrosio fue tanto que trascendió hasta lejanas iglesias y se comunicó a su propia sede de Milán -la iglesia ambrosiana-, que alcanzo una posición de preponderancia en toda la Italia del norte. Regresar

APELES: Fue uno de los principales discípulos de Marción, aunque se separo de su maestro al confesar un Dios único. Tertuliano escribió contra él un tratado que se ha perdido. Regresar

APOLINAR DE LAODICEA: En su celo por salvaguardar la divinidad de Jesús y la unidad de las dos naturalezas, Apolinar estimo que ello no era posible sin una reducción de la humanidad de Cristo. Con este fin recurrió a la teoría platónica de los tres elementos constitutivos del compuesto humano: cuerpo, alma sensitiva y alma Espiritual. En Jesucristo se darían los dos primeros elementos, es decir, el cuerpo y un alma sensitiva; el lugar del alma Espiritual o racional lo ocuparía el mismo Logos divino, con lo que vendría a resultar que el Señor poseería integra la divinidad, pero su humanidad seria incompleta. La teoría de Apolinar contradecía directamente la doctrina de la perfecta humanidad de Jesucristo, tan esencial a los dogmas de la Encarnación y de la Redención. Apolinar no se dio cuenta de que de esta manera Cristo, privado de la racionalidad humana, no era libre y, por consiguiente, no podía merecer; además, el hombre no habría sido redimido en el alma racional, porque, como los Santos Padres han ensenado siempre, solamente ha sido redimido lo que el Verbo ha asumido. El Concilio de Constantinopla I (año 381),condeno al apolinarismo. Regresar

ARRIANO: Ver Arrio. Regresar

ARRIO: Arrio (256-336), presbítero alejandrino natural de Libia y formado, según parece, en la escuela teológica de Antioquía, profesaba un subordinacionismo radical, ya que no tan solo subordinaba el Hijo al Padre en naturaleza, sino que le negaba la naturaleza divina. Su postulado fundamental era la unidad absoluta de Dios, fuera del cual todo cuanto existe es criatura suya. El Verbo habría tenido comienzo, no sería eterno, sino tan solo la primera y más noble de las criaturas, aunque, eso sí, la única creada directamente por el Padre, ya que todos los demás seres habrían sido creados a través del Verbo. El Verbo, por tanto, no sería Hijo natural, sino Hijo adoptivo de Dios, elevado a esta dignidad en virtud de una gracia particular, por lo que en sentido moral e impropio era lícito que la Iglesia le llamase también Dios. Regresar

Arrio expuso su doctrina en diversos sermones y obras, la más importante de las cuales fue la titulada Thalía, el Banquete. El arrianismo consiguió una rápida difusión, porque simpatizaron con él los intelectuales procedentes del helenismo, racionalistas y familiarizados con la noción del Dios supremo, el Summus Deus; contribuyo también a su éxito el concepto del Verbo que proponía y que entroncaba con la idea platónica del Demiurgo, en cuanto era un ser intermedio entre Dios y el mundo creado y artífice a su vez, de la creación. Las consecuencias de esta doctrina eran gravísimas, porque afectaban a la esencia misma de la obra de la Redención: si Jesucristo, el Verbo de Dios, no era Dios verdadero, su muerte careció de eficacia salvadora y no pudo haber verdadera redención del pecado del hombre. La Iglesia de Alejandría se dio pronto cuenta de la trascendencia del problema, y su obispo, Alejandro, trato de disuadir a Arrio de su error. Mas la actitud de Arrio era irreductible, y en el año 318 hubo de ser condenado por un concilio de cien obispos de Egipto. Poco tiempo después el Arrianismo se había convertido en un problema de la Iglesia universal, que exigió la convocatoria de la primera asamblea ecuménica de la Iglesia, el concilio de Nicea.

ATANASIO, San: La historia del Dogma en el siglo IV tuvo como uno de sus grandes forjadores a San Atanasio (295-373). Su existencia heroica discurrió en medio del fragor del incesante combate doctrinal, que en repetidas ocasiones le acarreo la persecución y el destierro. Atanasio es el símbolo de la ortodoxia católica frente al Arrianismo, y nadie Podría serlo con mejor derecho, porque toda su vida y su obra las consagro apasionadamente a ese gran empeño. Como teólogo, su doctrina fundamental es la defensa del Hijo consustancial -homoousios- al Padre, que contribuyo a hacer prevalecer en el Concilio de Nicea (325) y expuso después ampliamente en su principal obra dogmatica, los tres "Discursos contra los Arrianos". San Atanasio, al explicar la naturaleza y la generación del Verbo, puso las bases del futuro desarrollo de la doctrina trinitaria. Pero la atención prestada a la Teología de la Trinidad, entonces en primer plano, no le impidió abordar cuestiones propiamente cristológicas, que pronto alcanzarían vivísima actualidad. Atanasio jugo también un papel preponderante en la propagación del ascetismo cristiano, gracias a su Vida de San Antonio, que se difundió ampliamente y consiguió enorme éxito. Regresar

BASILIO, San: La batalla doctrinal del Arrianismo, combatida en sus momentos más duros por San Atanasio, fue definitivamente vencida gracias, sobre todo, a tres Padres del Asia Menor, estrechamente vinculados entre sí, que la fama ha bautizado con el titulo común de "los grandes Capadocios": los hermanos Basilio de Cesarea (330-79) y Gregorio de Nisa (335- 94?) Y su amigo Gregorio de Nacianzo (328/29-89/90). Regresar

Los tres desarrollaron su principal actividad en la segunda mitad del siglo IV, Y aunque eran muy distintos por su personalidad y temperamento, estuvieron estrechamente unidos en la doctrina y servicio de la Iglesia. San Basilio, al que se apellido el "Grande", fue un eminente hombre de gobierno, legislador monástico y, desde el año 370, obispo de Cesarea. Sus escritos sobre la Teología de la Trinidad fueron muy importantes, porque de una parte refutaron categóricamente el Arrianismo puro, representado por Eunomio, y por otra, al esclarecer algunos conceptos teológicos fundamentales, abrieron el camino para que los semi-arrianos fueran nuevamente atraídos a la Iglesia y la doctrina trinitaria de Nicea se aceptara universalmente en el Concilio I de Constantinopla (381). Gregorio de Nacianzo y Gregorio de Nisa, obispos también, carecían sin embargo de las dotes pastorales de Basilio, y el primero renuncio a la sede constantinopolitana, después de un breve pontificado. Fueron, en cambio, grandes teólogos, especialmente el Niseno, y en cuanto tales hicieron avanzar sobre manera la doctrina de la Trinidad y sostuvieron de modo expreso la divinidad del Espíritu Santo, proclamada por el Concilio I de Constantinopla (381). Su doctrina cristológica preparo también el camino a las futuras definiciones dogmaticas del siglo V. Regresar

BESELEEL: Cfr.
Ex 31,2ss. El Señor lo escogió y fue lleno del Espíritu de Dios para construir el Tabernáculo y todos los ornamentos y utensilios necesarios para el culto y poner en ese trabajo toda su inteligencia y toda su habilidad. Regresar

CANON DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS: La palabra canon, en griego significa regla. Regresar

El cristianismo posee libros sagrados de origen divino que contienen el relato de su historia, la exposición de su creencia y la ley de su conducta práctica. Dios ha querido que su palabra permaneciese entre nosotros según los modos ordinarios del pensamiento humano.

Los libros que la Iglesia reconoce como "canónicos", es decir, como reguladores de su fe y de su práctica, se fue constituyendo lentamente en el curso de catorce siglos, desde Moisés hasta el primer siglo de la era cristiana. Estos libros sagrados constituyen dos grandes colecciones: el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento; entre las dos comprenden aquellos textos que, según la tradición de las iglesias apostólicas, se consideraron desde el principio como libros revelados. Así se formo el "canon", de cuya precisa fijación antes de finalizarse el siglo II da fe el fragmento de Muratori.

CAPREOLO, San: Era obispo de Cartago (430-437). Envió una carta a Éfeso excusando su ausencia y la de otros obispos africanos. En la carta rogaba a los Padres del Concilio que no cambiasen nada de lo que ya había sido definido y ensenado antes. Su carta fue incluida en las Actas del Concilio, tanto en su original latín como en una traducción griega. Regresar

CELESTINO I, San: Fue obispo de Roma durante diez, años, desde el 422 al 432. Hizo frente al pelagianismo. Reunió un Concilio en Roma el año 430 para juzgar las homilías de Nestorio, en las que exponía errores; comisionó a San Cirilo de Alejandría para que obtuviese la retractación de Nestorio. Regresar

CELESTINO: Afirmaba que el pecado de Adán solamente le afecto a él y no a todo el género humano. Regresar

CIRILO, San: El nombre de San Cirilo de Alejandría esta inseparablemente unido a las disputas cristológicas del siglo V y a la historia de la Mariología. Frente a la doctrina nestoriana de la existencia en Cristo de dos personas separadas, Cirilo afirmo la unión hipostática y la única persona de Cristo; frente a la negativa de Nestorio y de ciertos antioquenos a confesar la Maternidad divina de María, madre tan solo, según ellos, del hombre Cristo, Cirilo, haciendo uso de la expresión empleada ya por los dos Gregorios de Nacianzo y de Nisa, designo a María con el título de Theotokos -Madre de Dios- y promovió la sanción oficial de esta doctrina en el Concilio de Éfeso (año 431). Regresar

CISMA: Los Santos Padres tienen que hacer frente a en sayos más o menos felices de explicar el dogma. Son teologías desafortunadas, no solo porque emplean un lenguaje todavía balbuciente, sino, sobre todo, porque parten de presupuestos falsos. Así, vendrán a desembocar en cismas, es decir, en la constitución de pequeñas iglesias, separadas de la gran Iglesia, a la que proporcionaran la ocasión de formular con mayor precisión el verdadero dogma. Regresar

CISMÁTICO: Ver Cisma. Regresar

CONCILIO DE ÉFESO: El Concilio de Éfeso se abrió el 22 de junio del año 431. Cirilo ostento la representación del Papa, y tres legados pontificios acudieron también desde Roma. El desarrollo del Concilio fue muy accidentado. En la primera sesión se aprobó un decreto redactado por Cirilo, donde se formulaba la doctrina de la unión hipostática de las dos naturalezas en Cristo, y se acordó también la deposición y excomunión de Nestorio. Al término de la sesión se produjo una manifestación pública de júbilo y el pueblo de Éfeso, gozoso al ver confirmado a María el titulo de Madre de Dios, acompañó con antorchas a los padres del Concilio. Mas pocos días después llego el patriarca Juan de Antioquía con los obispos antioquenos, y éstos rehusaron aceptar cuanto se había acordado hasta entonces y se constituyeron en asamblea separada, en anticoncilio. La actitud del emperador Teodosio II fue durante cierto tiempo ambigua, aunque al final decidió respaldar la acción del Concilio, y Nestorio fue privado de su sede y recluido en un monasterio. La escisión entre los episcopados de Siria y Egipto se resolvió al aceptar Cirilo una profesión de fe redactada por Juan de Antioquía, en la que se llamaba a María con el titulo de Madre de Dios, que es la que se ha denominado Símbolo de Éfeso; los antioquenos, por su parte, admitieron los decretos del Concilio y la deposición de Nestorio. Con ello, el Nestorianismo se fue extinguiendo como problema vivo de la Iglesia. Grupos de nestorianos subsistieron en la región de Edesa y luego arraigaron en Persia, donde se constituyo una Iglesia nestoriana que en los siglos siguientes desarrollo una activa labor misionera en la India y otras tierras de Asia. Regresar

CONFESOR: Ver Confesores de la fe. Regresar


CONFESORES DE LA FE: En los siglos III y IV, a raíz de las grandes persecuciones, se generalizo en la Iglesia un tipo de cristiano -igual podía ser clérigo que laico-, el cual, sin integrarse en cuanto tal en la Jerarquía, gozaba de una destacada posición dentro de su comunidad: se trata del "confesor de la fe". Los "confesores" habían permanecido firmes en medio de las pruebas, proclamando sin flaqueza su fidelidad a Jesucristo. Habían "confesado" su fe como los mártires, pero, a diferencia de éstos, no habían muerto, padecieron prisiones y destierros, mas cuando paso el huracán de la persecución recobraron la libertad y pudieron retornar a sus iglesias. Los "confesores" fueron entonces mirados con singular admiración por los demás cristianos y gozaron a sus ojos de gran prestigio. Los lapsi, tan numerosos en la persecución de Decio y que por su pecado habían quedado excluidos de la comunión eclesiástica, al volver tiempos más tranquilos consideraron la intercesión de los "confesores" como la mejor credencial para ser de nuevo reintegrados a la Iglesia. Se llamo "carta de paz" al documento extendido por un "confesor" en favor de algún cristiano "caído". Los "confesores" desaparecieron en el siglo IV, al finalizar la era de las persecuciones. Regresar

CHRISTOTOKOS: Ver Nestorio. Regresar

DONATO: En el año 315 fue obispo de Cartago. Fue el jefe e instigador principal del cisma africano, que tomo el nombre de él y perduro hasta la conquista musulmana de África. Este cisma tuvo su origen en una división del episcopado y del clero, a propósito de una elección del obispo de Cartago. Pero la discordia que enfrento al episcopado de Numidia con la Jerarquía legítima se mezclo con la agitación social de los "circunceliones" y el separatismo anti-romano de las poblaciones númidas. Donato transformó el simple cisma en herejía al formular una doctrina eclesiológica falsa, que concebía a la Iglesia como una comunidad integrada tan solo por los justos. Una pretensión de rigorismo moral apareció en el Donatismo -junto a una errónea teología sacramental- cuando exigió que los pecadores, los lapsi que habían sido infieles en la última persecución de Diocleciano, hubieran de rebautizarse para volver a la Iglesia, y cuando sostuvo la invalidez del bautismo conferido por un sacerdote "caído". Regresar


EUNOMIO: En el año 360 fue nombrado obispo, pero hubo de dimitir muy poco después, porque se dio a conocer como hereje al admitir, con los arrianos, que no había ninguna semejanza entre Dios-Padre y Dios- Hijo.


FELIPE EL ÁRABE: El Emperador Felipe el Árabe (244-249) se mostro tan favorable a los cristianos que quizá llegase a serlo ocultamente. Eusebio, en su Historia Eclesiástica, menciona una carta escrita por Orígenes a Felipe el Árabe y otra a la mujer de éste, Severa. Regresar

FÉLIX 1, San: Fue obispo de Roma del 269 al 274. Las Actas del Concilio de Éfeso contienen un extracto de una carta del Papa Félix al obispo Máximo de Alejandría y a su clero. Trata de la divinidad y perfecta humanidad de Cristo. Además se conservan dos fragmentos sobre la naturaleza de Cristo, que se atribuyen al Papa Félix, pero se ha demostrado que tanto la carta citada en Éfeso como el fragmento más pequeño de los referidos son una falsificación hecha por los apolinaristas. Regresar

FOTINO: Obispo de Sirmio, se opuso a Arrio y a los arrianos, que subordinaban entre sí las personas divinas. Pero vino a caer en el error opuesto: Dios es el Único, y Jesús, nacido milagrosamente de María y de Espíritu Santo, no es más que un hombre que por su santidad mereció ser el hijo adoptivo del Único. Así, pues, a sus ojos, Jesús, ese hombre que conocemos por los Evangelios, no es la persona eternamente consustancial al Padre: Cristo no es Dios, sino criatura de Dios. Regresar

GNOSTICISMO: El Gnosticismo era como una gran corriente de ideas y de intuiciones religiosas de diversa procedencia, aunadas por la tendencia sincretista que tanto auge alcanzo en los últimos siglos de la Antigüedad. El punto de arranque de esa corriente lo constituía el anhelo de resolver el problema del mal ¿Cómo encontrar el conocimiento perfecto, la verdadera ciencia que diese la clave del enigma del mundo y de la presencia del mal en el mundo, que aclarase el sentido de la existencia humana? Las doctrinas gnósticas daban unas respuestas a estos interrogantes, cuyo sentido general era que existía un Dios supremo y, por debajo de él, una multitud de "eones", seres semidivinos que formaban con Aquél el Pleroma, el mundo superior y luminoso del Dios verdadero. Nuestro mundo material e imperfecto, donde reside el mal, no sería obra del Dios supremo, sino de un ser creador, el Demiurgo, que ejercía el dominio sobre su obra. En este mundo creado se encontraba desterrado el hombre, la obra maestra del Demiurgo, pero en el que late una centella de la suprema Divinidad. De ahí el impulso que el hombre sien te en lo más íntimo de su ser a unirse con el Dios sumo y verdadero. Tan solo la "gnosis", el conocimiento perfecto de Dios y de sí mismo permitiría al hombre liberarse de los malignos poderes mundana les y alcanzar el universo luminoso, el Pleroma del Dios Padre y Primer Principio. Regresar

GNÓSTICO: Ver Gnosticismo. Regresar

GREGORIO DE NACIANZO, San: Ver Basilio, San. Regresar


GREGORIO DE NISA, San: Ver Basilio, San. Regresar

HERMÓGENES: Era pintor y gnóstico; llego a Cartago desde Siria. Opinaba que la materia era eterna, igual a Dios, así admitía dos dioses. Según Tertuliano, que le combatió en el libro Contra Hermógenes, esta doctrina la dedujo de la filosofía de los paganos, y dice de él: "Coloca la materia en el mismo nivel que Dios, como si hubiera existido desde siempre, sin haber nacido ni haber sido creada. Según él, no habría tenido ni principio ni fin. Dios se habría servido luego de ella para crear todas las cosas". No fue Tertuliano el primero que escribió contra él, pues ya Teófilo de Antioquía le precedió con su obra Contra la herejía de Hermógenes, libro que se ha perdido. Regresar


HILARIO DE POITIERS, San: Nació en Poitiers hacia el año 320. Fue obispo de su ciudad natal. Aparece como figura de primera fila en la defensa de la ortodoxia católica, con un importante tratado sobre la Trinidad. Murió en Poitiers hacia el año 367. Regresar

JOVINIANO: Se conocen pocos datos de su biografía. Pero después de haber vivido un exagerado ascetismo, se dio a la vida alegre; para justificar este comportamiento, escribió una serie de obras en las que, con diversos pasajes de la Escritura, pretendía con firmar sus teorías. San Jerónimo escribió contra él Adversus Jovinianum. Fue condenado por un sínodo romano en el año 390. Regresar

JULIANO: Obispo de Eclano, en Italia, se puso a la cabeza de la oposición contra el Papa Zósimo, cuando éste confirmo la condenación del pelagianismo en su carta Tractoria, el año 418. Fue depuesto de su sede episcopal y enviado al exilio. Anduvo errante por las provincias orientales del Imperio y murió hacia el año 454, probablemente en Sicilia. San Agustín trato de convencerle de su error con su obra Contra Julianum. Regresar

JULIO, San: Fue obispo de Roma durante los años 337 al 352. Regresar

MACEDONIO: Las controversias doctrinales suscitadas por el arrianismo se habían centrado en torno al tema de la divinidad del Hijo. Mas, en buena lógica, quienes negaban la consustancialidad del Verbo con el Padre y lo consideraban solo como la primera de las criaturas, con mayor razón aun debían negar, si eran consecuentes con su doctrina subordinacionista, la divinidad del Espíritu Santo, que sería criatura del Hijo, el creador de todos los demás seres. La formulación expresa de esta doctrina de la no divinidad del Paráclito fue hecha, avanzada ya la controversia arriana, por el obispo Macedonio de Constantinopla, quien afirmo que el Espíritu Santo era tan solo una criatura, superior en dignidad a todos los Ángeles y especial dispensador de las gracias. Esta doctrina fue llamada Macedonismo, en atención al nombre de su principal representante, y sus seguidores se denominaron macedonianos o "pneumatomacos", adversarios del Espíritu.

La doctrina macedoniana fue inmediatamente rechazada por San Atanasio, el gran luchador de la batalla antiarriana, en un concilio alejandrino del año 362, que profeso expresamente la divinidad de la tercera Persona de la Trinidad. Regresar



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