Aquino - A LOS HEBREOS 30

30
(
He 8,11-13)

Lección 3: Hebreos 8,11-13

Pénense los efectos más inestimables del Nuevo Testamento, que son la unión del hombre con Dios, el perfecto conocimiento de Dios y la remisión de los pecados.

y Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.

11 Ya no será menester que enseñe cada uno a su prójimo y a su hermano, diciendo: conoce al Señor, porque con la luz de la fe todos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor;
12 pues Yo les perdonaré sus maldades, y no me acordaré más de sus pecados.
13 Con llamar nuevo a este testamento, dio por anticuado al primero. Ahora bien, lo que se da por anticuado y viejo, cerca está de quedar abolido.

Habiendo puesto el Apóstol las condiciones del Nuevbo TestamentOi pone ahora sus efectos:

1) la perfecta unión del hombre con Dios;

2) el perfecto conocimiento de Dios;

3) la remisión de los pecados.

Cuanto a lo primero, es de saber que para que el hombre se una con Dios -ya que esto no lo puede por su propio esfuerzo- requiérese el auxilio de ia gracia divina. "Te he amado con perpetuo y no interrumpido amor; por eso, misericordioso, te atraje a Mí" (Jr 31,3). Tócase esa unión, primero, de parte de Dios; luego, de parte del hombre. Dice, pues: "y Yo seré su Dios". El nombre de Dios significa su providencia universal, que para nosotros es Dios, cuando corremos a cuenta suya y lleva tras Sí nuestros corazones, como lo hace especialmente con los justos.

Así que, de serles Yo su Dios, sigúese lo segundo, es a saber, "elios serán mi pueblo", esto es, darán muestras de ser mi pueblo; pues, como dice San Agustín, pueblo es la júnta de muchos que de acuerdo, según derecho, se asocian para ayudarse mutuamente. Serán, entonces, pueblo de Dios, cuando el acuerdo para serse útiles y encaminarse a Dios estribe en el derecho de la ley divina (Ap. 21).

-"Ya no será menester que enseñe cada uno a su prójimo". Pone el segundo efecto del Nuevo Testamento. Acerca de lo cual, pone la señal del mismo efecto: "porque todos me conocerán"; y señal de perfecto conocimiento es no necesitar de enseñanza, porque la doctrina es la vía para lograr la ciencia; de ahí que, cuando hay ciencia perfecta y cabal, velas amaina la doctrina. Mas ¿acaso no se enseñan unos a otros en el Nuevo Testamento? Por lo que aquí se dice, parece que no, mas, por el contrario: porque el Apóstol se llama Doctor de los Gentiles (Ti. 2; Ep 4; Rm 12).

Respondo que lo que aquí se dice puede entenderse de dos maneras:

a) del estado presente, y entonces no se cumple en todos, mas sólo en los primeros fundadores del Nuevo Testamento, es a saber, en los Apóstoles, que fueron inmediatamente instruidos por Dios, cuando les abrió el entendimiento para que entendiesen las Escrituras (Lc 24,45). Así que los Apóstoles tuvieron un conocimiento perfecto, mas no porque fuesen enseñados de otros, sino de Cristo, que les comunicó ciencia infusa;

b) del estado futuro de la patria, al que nos introduce el Nuevo Testamento, no el Viejo, y entonces umversalmente es verdadero lo que aquí se dice. Pero, al contrario, los bienaventurados, iguales, no mayores son que los ángeles, los cuales, según Dionisio, iluminándose, uno a otro se enseñan; luego lo mismo un hombre a otro.

Respondo que en los ángeles hay dos modos de conocer: uno, que los hace bienaventurados, es a saber, el conocimiento de la divinidad, el único que hace felices, según San Agustín: dichoso el que te conoce; otro, el conocimiento de todo lo que no es Dios, como los efectos divinos, y éste no hace dichoso.

Así pues, según el primer modo, uno no enseña a otro; pues a uno Dios lo hace dichoso, no por medio de otro sino inmediatamente (Ps 35). Pero, cuanto al segundo, que es de algunos misterios, uno sí enseña a otro; y esto por ventura hasta el fin del mundo, en tanto que se vayan ejecutando los efectos de Dios. Por eso añade: "diciendo: conoce al Señor"; como si dijera: aún no conoce a Dios.

-"a su prójimo y a su hermano"; porque aunque, según San Agustín, hay que amar por caridad a todos los hombres, si no te es posible ser útil a todos, por lo menos, de modo especial, a los que te están unidos; o por los lazos de la sangre, como los deudos, a quienes llama aquí hermanos; o por otros lazos, y así son prójimos; "porque, con la luz de la fe, todos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor". Y esta es la causa de por qué uno no enseñará a otro, porque todos conocerán al Señor: "lo veremos como El es" (1Jn 2). En esta visión consiste la bienaventuranza (Jn 17; Jr 9), y esta doctrina la aprenden los bienaventurados de ningún otro sino de solo Dios. "Tus hijos todos serán adoctrinados por el mismo Señor" (Is 54,13).

Lo de "desde el menor" puede entenderse de dos modos: de uno, entendiendo por mayores a los santos más antiguos; y así, la diferencia entre mayor y menor se determina en orden al tiempo. Todos, pues, conocerán, puesto que a cada uno se dará un denario (Mt 20); a no ser que esto lo diga para mostrar la diferencia de premios, porque, aunque todos conozcan, pero unos más que otros (Mt 5); ya que a proporción del mérito será el premio; y esto va contra aquellos que sostienen que penas y méritos para todos son iguales y, por consiguiente, también los premios. Mas, contra éstos dice Sarr Pablo: "va diferencia de estrella a estrella" (1Co 15,41).

-"pues Yo les perdonaré sus maldades". Pone el tercer efecto, la remisión de la culpa,, cosa que no podía el Antiguo Testamento, "porque es de suyo imposible que con sangre de toros y de machos cabríos se quiten los pecados" (He X,4).

Dice, pues: "les perdonaré sus pecados". Va diferencia de iniquidad a pecado, porque iniquidad se opone a justicia, que propiamente es siempre respecto de otro. Así que iniquidad dícese de aquello con que uno daña a otra persona (Jb 35); pecado, en cambio, dícese toda falta de acción, por el desorden que lleva consigo; de suerte que la iniquidad propiamente va contra el prójimo, pero el pecado contra sí mismo; y esto hablando con toda propiedad; en sentido más amplio, lo mismo es iniquidad que pecado. Dice, pues: "Yo les perdonaré sus maldades" o iniquidades, es a saber, al presente, mitigando la pena; "y no me acordaré más de sus pecados", esto es, en lo futuro, castigando los pecados(Ez. 18; Salmo 78); "pues los dones y vocación de Dios son inmutables" (Rm XI,29); esto es, a Dios no le pesa de haber perdonado, como si castigara de nuevo.

Al decir luego: "con llamar nuevo a este testamento, dio por anticuado al primero", arguye de esta autoridad, como si estuviera puesta para ese fin, y hace este razonamiento: nuevo no se dice sino en cotejo de viejo; mas todo lo que se dice viejo significa lo que está en un tris de acabarse; luego, "con decir nuevo, dio por anticuado al primero", esto es, dio a entender que primero está el viejo.

"Ahora bien, lo que se da por anticuado y viejo cerca está de quedar abolido". Si, pues, aquél ya está viejo, habrá que desecharlo (Lv. 26). Por tanto, si dice nuevo, da a entender que a su fin llegó el viejo. Propiamente no se da por anticuado sino lo que está sujeto al tiempo que, por estarlo, cesa con el tiempo. Menester es, por tanto, que cese lo viejo. Y dice: "se da por anticuado" respecto de las cosas inanimadas; y "se hace viejo" respecto de las animadas. Es de saber también que donde nuestro texto dice: "de los pecados", otro dice: "del pecado", y entonces hace alusión al pecado original, que es común a todos.

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Capítulo 9

(He 9,1-5)

Lección: Hebreos 9,1-5

Píntase la condición del Antiguo Testamento y demuéstrase su imperfección respecto del Nuevo.

1 Es verdad que tuvo el primer testamento reglamentos sagrados del culto y un santuario terrestre.
2 Porque se hizo un primer tabernáculo, en el cual estaban los candeleros, y la mesa, y los panes de la proposición, y esta parte es la que se llama Santo.
3 Seguíase detrás del segundo velo la parte del tabernáculo, que se llama Santísimo.
4 que contenía un incensario de oro, y el Arca del testamento cubierta de oro por todas partes, y allí se guardaba el vaso de oro que contenía el maná, y la vara de Aarón que floreció, y las tablas de la alianza,
5 y sobre el Arca estaban los querubines gloriosos haciendo sombra al propiciatorio; de las cuales cosas no es tiempo de hablar ahora por menor.

Habiendo demostrado el Apóstol la dignidad del Nuevo Testamento respecto del Viejo, en general, hace ahora lo mismo en especial, descendiendo a particularidades propias de cada testamento. Acerca de lo cual, para demostrar la dignidad del Nuevo, establece comparación entre sus cosas y las del Viejo, y manifiesta otras de que hablará más adelante. Hace, pues, una exposición de lo que contenía el Antiguo Testamento, indica su significado y lo toma como fundamento para entablar su demostración. En otra división describe la condición del Antiguo Testamento, que continúa en varios versículos; a cuyo propósito es de saber que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento instituyéronse con el fin de que por ellos el alma se acerque a Dios; para lo cual son necesarias dos cosas, es a saber, apartarse del pecado y unirse con Dios. Lo primero se logra por la justificación, lo segundo por la santificación, y en uno y otro testamento tenemos justificación y santificación.

De ahí que declare: díjose que el primero se hizo viejo. Mas ¿de qué estofa fue aquel viejo? Tal "que tuvo reglamentos sagrados del culto", de latría, según el Griego; ya que en el Antiguo Testamento hubo ciertas abluciones para purificarse, no ciertamente de la mancha del pecado, sino de irregularidades que les impedían el culto de Dios, como el tocamiento de un cadáver o de una cosa inmunda, y entrar al tabernáculo no les era posible si antes no expiaban con lavatorios esas irregularidades; que por eso se llamaban justificaciones del culto, porque por ellas se hacían idóneos para el culto divino. De eso nos habla ei Levítico (c. 22), y San Jerónimo hace esta acotación: justificaciones, esto es, abluciones, con las que purificados podían acercarse a rendir culto a Dios; mas la santificación era de ellos.

-"y un santuario terrestre" o secular. Por siglo unas veces se entiende cualquiera duración (Ps CX); otras, este mundo (I Ti. 4). Así que esa santificación puede llamarse secular, porque era temporal y no perpetua; pero el texto griego no lo toma así, porque dice "santuario mundano". De modo que va diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, porque, aunque ambos sean corporales, el Nuevo, empero, es sagrado y contiene gracia, y debajo de la envoltura de cosas visibles la virtud divina obra en secreto la salud (en él); lo cual no lo tenía el Antiguo Testamento, que en sí no encerraba ninguna gracia. "¿Cómo tornáis otra vez a estas observancias legales, que son sin vigor ni suficiencia, queriendo sujetaros nuevamente a ellas?" (Sa. 4,9).

-"Porque se hizo un primer tabernáculo". Explica lo que dijo, y primero, cuanto a la disposición del tabernáculo; segundo, cuanto al ministerio de los sacerdotes. Acerca de lo primero, para inteligencia del texto, es de saber que el Señor en el desierto mandó se hiciese un tabernáculo, que tuviese 30 codos o pasos de largo, y diez de ancho, con puerta al oriente, con un velo delante colgado sobre 4 columnas, y una tienda, en donde estaba el altar de los holocaustos; pero esto no viene a cuento, ya que ninguna mención hace el Apóstol de ello; mas por el lado que cae al occidente, en un espacio de 10 codos de largo por !0 de ancho, se colgaba otra cortina sobre 4 columnas, que dividía la parte de 10 codos de la de 20. Esta parte se llama el Santuario y el primer tabernáculo, y la de 10 codos el Sancta Sanctorum y el segundo tabernáculo.

Esta distinción puede entenderse de dos maneras: de una, diciendo que lo del Antiguo Testamento fue figura del Nuevo, que es figura asimismo de la patria celestial. Así que por el primer tabernáculo se significaba el Antiguo Testamento, y por el segundo el Nuevo; de otra, diciendo que por el primer tabernáculo la presente 1glesia, y por el segundo la gloria celestial. De suerte que, en cuanto significa el Antiguo Testamento, es figura de la figura; pero en cuanto la presente 1glesia, que también significa la futura gloria, es figura de la verdad, por lo que mira a entrambas. Así que primero describe lo que había en el primer tabernáculo, y, segundo, lo que en el segundo.

En el primero estaba el candelero de oro, del lado austral, fabricado de esta guisa: de un largo tronco salían 6 cañas, a modo de brazos,3 a la derecha y 3 a la izquierda, de suerte que vinieran a rematarse en 7 ramas, cada una con su lamparilla, que ardiera. Asimismo en cada brazo había 4, es a saber, brazos o cañas, que constaban de 3 partes: vasitos, bolitas y lirios, porque allí se júntaban las dos partes, en cuyo extremo había un como vasito, en el cual se júntaban otros dos en forma de nuez, y dos bolitas versátiles, y dos a manera de ho¡as de lirio de un lado y de otro.

Del lado del aquilón había una mesa dorada a modo de altar, sobre la cual se ponían los sábados 12 panes calientes, y sobre cada uno incienso lustroso en una patena dorada; y esos panes, que se llamaban de la proposición, permanecían allí hasta el día del sábado, cuando había que quitarlos y poner otros en su lugar.

Asimismo en medio estaba el altar de oro para quemar el timiama de buen olor -tal como suena- para que no hediese la casa por la mucha sangre inmolada. Por el candelero que ilumina, y por la mesa, a la letra se quiere decir que el que sirve al altar viva del altar.

Dice, pues: "el primer tabernáculo", esto es, la parte anterior del tabernáculo, "en el cual estaban ios candeleros", que en realidad eran uno, aunque muchos por los brazos, y éste al sur, "y la mesa" al norte, "y la proposición de los panes", esto es, por hipálage, los panes de la proposición, y esta parte "se llama el Santuario", de todo lo cual trata ampliamente el Éxodo en sus capítulos 25,26 y 27.

-"Seguíase detrás del segundo velo". Describe lo que había en el segundo tabernáculo, es a saber, "el Arca de la alianza", de maderas de setim incorruptibles, "cubierta de oro por todas partes", esto es, por dentro y por fuera "de oro". Y en el arca había 3 cosas, esto es, "el vaso de oro que contenía el maná", para recuerdo de aquel beneficio que Dios les hizo; "y la vara de Aarón que floreció", en memoria del sacerdocio de Aarón, para que ningún extraño osase arrimarse, "y las tablas de la alianza", para que se acordasen de la ley. Asimismo sobre el arca dos querubines que con dos alas se tocaban uno al otro, y con las otras dos bs lados del tabernáculo. Entre las dos alas con que se focaban había una tabla dorada, de la misma medida a lo ancho y lo largo que el Arca, es a saber, de dos codos de largo, y de codo y medio de ancho, que cubría el Arca y se llamaba propiciatorio, y era como un trono de donde oyese Dios para hacérsele al pueblo propicio (Ps 79); el Arca, en cambio, era como el escabel de sus pies; y los dos querubines, con las caras vueltas hacia el propiciatorio, mirábanse el uno al otro.

Aquí añade el Apóstol una cuarta cosa, es a saber, "el incensario de oro", del cual dicen algunos que era el altar en medio del Santuario; en el cual, es a saber, en el Santuario exterior, entraban todo el día los sacerdotes para desempeñar su ministerio; pero en el Sancta Sanctorum solamente el Sumo Sacerdote una vez al año para ofrecer sangre, que era cuando llenaba de timiama el incensario, de modo que con las volutas que formaba el humo quedaba envuelto el Sancta Sanctorum, para que los de fuera no pudieran verle.

Estas, pues, son las cosas que estaban detrás del segundo velo, que por su dignidad se llamaba Sancta Sanctorum, así como por antonomasia se llama (a la Madre de Dios) Virgen de las vírgenes: el incensario de oro, el arca con una urna... "sobre la cual", es a saber, el arca -no porque tuviesen sobre ella los pies, sino sólo las alas- "estaban los querubines gloriosos", esto es, magníficamente íabrados "haciendo sombra al propiciatorio" con sus alas; "de las cuales cosas no es tiempo de hablar ahora, esto es, de proseguir hablando por menor". Pero en el libro 3 de los Reyes, cp. 8, se dice lo contrario, es a saber, que en el arca no estaban sino las dos tablas de la Ley. Respondo: verdad es, si se atiende a la intención principal, pues para esto principalmente fue hecha el arca, como parece por Éxodo 25. Mas ¿qué significaban estas cosas? Para eso es de saber que todas las ceremonias de la Ley se encaminaban a un uso conforme a aquel estado, y a otro propósito según que eran figuras, esto es, por representar a Cristo. Cuanto a lo primero, todas esas cosas instituyéronse para representar la magnificencia de Dios, mas ellas no se representaban sino en sus efectos, que tienen -digamos así- como dos siglos: uno superior -de las substancias inmateriales- representado por el Santísimo o Sancta Sanctorum; y otro de este mundo inferior y sensible, representado por el Sancta o Santuario. Ahora bien, en el mundo superior están los ángeles, las razones de las cosas y Dios; a Quien, por ser del todo incomprensible, ya que la criatura, si no es por los efectos, no es posible lo entienda en otra forma, habíasele puesto allí una sede sin quien se sentara en ella, la cüa! era -como va dicho- el propiciatorio.

Los ángeles están representados por querubines, por su sabiduría; de ahí que los filósofos llamen a los ángeles substancias intelectuales. Eran dos para dar a entender que no estaban ahí puestos para darles culto, pues dicho tenían: "escucha, ¡oh 1srael!, el Señor Dios nuestro es el solo y único Dios y Señor" (Dt. 6,4). El tener puestos los ojos en el propiciatorio significa que no cesan de contemplar a Dios (Mt 18).

Las razones de las cosas estén representadas por el arca. Pero las cosas que hay en este mundo, o pertenecen a la sabiduría, significada por las tablas, o al poder, representado por la vara, o a la bondad, por el maná, que era dulce, pues toda la dulzura en la criatura, toda destila de la bondad de Dios. Mas ya que las razones de las cosas, que en Dios se hallan de modo inteligible, en las criaturas corporales hállanse de modo sensible, por eso, así como en las tablas hallábase la lumbre intelectual, así en los santos la lumbre corporal Allí el maná, aquí los panes; allí la vara, aquí el altar,, que pertenece al oficio sacerdotal.

Mas, por cuanto estas cosas figuraban a Cristo, todas ellas se hallan en El; y primero por lo que toca al Santuario, ya que El es el candelero que derrama luz (Jn 8), en el cual hay 6 órdenes: 3 a la diestra y 3 a la siniestra, es a saber, los perfectos del Nuevo y los del Antiguo Testamento, de que hace mención Ezequiel: Job, Daniel y Noé, por quienes respectivamente se representan los activos, los contemplativos y los prelados. Estas cañas o brazos reciben la luz y la comunican, porque, como dice San Pedro 1,4,10: "comunique cada cual al prójimo la gracia o don, según que la recibió". Los vasitos son los que dan de beber el licor de la sabiduría; las bolitas los que son prestos en obedecer; los lirios los que tienen por fin la vida eterna; las 7 lamparillas los 7 dones del Espíritu Santo.

Asimismo es Cristo la mesa de la refección; los 12 panes son la doctrina de los 12 apóstoles y de sus sucesores, que se ponen de un sábado a otro de la esperanza, aunque en el entretanto a uno se lo lleva la muerte y a otro lo sustituyen; pero en el gran sábado definitivamente serán retirados todos. En la parte inferior estaba el propiciatorio, y Cristo es la propiciación por nuestros pecados (1Jn 2). Los dos ángeles son los dos testamentos que, como embargados de los mismos sentimientos, tienen en Cristo puestos sus ojos (Mt 4; Dn. 7; He. 1), ya que tal desean (I P. 1); o todos los ángeles que sirven a Cristo con un mismo espíritu y un solo corazón.

Otros, hacen sombra al propiciatorio, esto es, guardan y custodian la 1glesia de Cristo; si no es que digamos que por ministerio suyo se hacían las visiones y apariciones en donde a modo de sombra se figuraba a Cristo. El arca dorada, de madera de setim, es la carne pura y preciosísima de Cristo, que también se llama urna dorada por su sabiduría, llena de la suavidad y dulzura de la divinidad. Las tablas son su sabiduría, la vara su sacerdocio eterno o su poder, el maná la dulzura de la gracia, que comunica el sacerdocio de Cristo, o se da por obedecer a sus mandatos, del modo que un hombre obedece a la potestad. Mas, porque nadie tiene tal gracia que nunca se le vayan los pies, sino Cristo y su Madre, por fuerza ha de haber un propiciatorio. La Glosa en este lugar se explaya como el mar.


32
(
He 9,6-10)

Lección 2: Hebreos 9,6-10

Descríbese el lugar donde desempeñaban los sacerdotes su oficio, que era la parte del tabernáculo llamada el Santa o Santuario; y el del Pontífice, el Santísimo o Sancta Sanctorum.

6 Como quiera, dispuestas así estas cosas, en el primer tabernáculo entraban siempre los sacerdotes para cumplir las funciones de sus ministerios;
7 pero en el segundo, sólo el pontífice, una vez al año, no sin llevar allí sangre, la cual ofrecía por sus ignorancias y por las del pueblo,
8 dando a entender con esto el Espíritu Santo que no estaba todavía patente la entrada del verdadero santuario o Sancta Sanctorum del cielo, estando aún en pie o subsistiendo el primer tabernáculo;
9 todo lo cual era figura de lo que pasa ahora, y pasaba en aquel tiempo en los dones y sacrificios que se ofrecían, los cuales no podían purificar la conciencia de los que tributaban a Dios este culto, pues que no consistía sino en viandas y bebidas,
10 y diferentes abluciones y ceremonias carnales que no fueron establecidas sino hasta el tiempo en que la Ley sería corregida o reformada.

Habiéndonos descrito el Apóstol, en la lección anterior, lo que pertenece al Antiguo Testamento, por lo que hace a la disposición del tabernáculo, prosigue aquí habiéndonos del oficio de los ministros, y primero de lo tocante al Sancta; en segundo lugar, de lo que al Sancta Sanctorum se refiere. Mas para la recta inteligencia de este texto, es de saber que -como arriba se dijo- en la parte anterior del mismo tabernáculo, cerca del centro, estaba el altar del timiama o incienso, que es lo mismo, y el candelero; de la parte del sur y dándole la espalda, la mesa de la proposición. De suerte que cada día, mañana y tarde, entraba el sacerdote al Sancta para dos cosas: para encender las lámparas y quemar el timiama, a fin de que el Santuario estuviese siempre iluminado y fragante de suave olor.

Dice, pues: "como quiera, dispuestas, esto es, ordenadas, así estas cosas, que pertenecen al ornato del tabernáculo, siempre, es a saber, diario, mañana y tarde, entraban los sacerdotes para cumplir las funciones de sus ministerios", no porque sacrificasen dentro del Sancta, que esto lo hacían sobre el altar de los holocaustos, que estaba al sereno, a las puertas del tabernáculo, mas porque da el nombre de sacrificio a la incensación del timiama y la devoción de los oferentes.

-"Pero en el segundo". Se refiere al oficio de los ministros por lo que mira al Sancta Sanctorum; acerca de lo cual es de saber que, como dice el c. 16 del Levítico, el Sumo Sacerdote el día de la expiación -que caía el 17 del 1° mes (septiembre) desde Marzo, que entre los Hebreos en parte concurre con Abril, cuando comienzan sus años (Ex. XI); ya que ellos empiezan el mes con la lunación, que da siempre comienzo en Marzo, a no impedirlo el embolismo- ofrecía por sí y por toda su casa un becerro, y un macho cabrío por el pecado del pueblo, y luego de inmolados recogía la sangre de los mismos, y llenaba el incensario de brasas del altar de los holocaustos, que estaba en el atrio a las puertas del tabernáculo; y así aparejado entraba al Sancta Sanctorum y expiaba el tabernáculo, rociando la sangre contra el velo, y luego se salía. Con la misma sangre untaba las esquinas del altar del timiama, y esto lo hacía una vez al año. De ahí que diga: "pero en el segundo, esto es, tabernáculo, que se llama Sancta Sanctorum, una vez al año entraba solo el pontífice" -acota la Glosa que sin sangre podía hacerlo muchas veces, mas no con sangre, sino una vez-, y esto era cuando había de moverse el campamento, porque entonces entraban Aarón y sus hijos y, relevando a los Levitas del oficio que les correspondía a ellos, envolvían Arca, mesa, altar y todos los vasos y utensilios del Santuario, como parece por Números 4: "una vez al año entraba sólo el Sumo Sacerdote con sangre, cuando ofrecía sacrificio por su ignorancia y por las del pueblo", esto es, por nuestros pecados. "Errados van los que obran el mal" (Pr. 14,22); pues todo malo, como dice Aristóteles, es un ignorante. De esto trata el c. 16 del Levítico, donde se habla de este rito.

En sentido místico, por el primer tabernáculo se designa la presente 1glesia (la militante), en la cual deben los fieles sacrificarse a sí mismos (Rm 12; Salmo 50); asimismo sacrificar lo suyo dando limosnas, "porque con tales ofrendas se granjea la voluntad de Dios" (He 13,16). Pero en el Sancta Sanctorum, esto es, en la patria celestial, entra sólo el Pontífice, esto es, Cristo, >en alma y cuerpo. Con todo, si nos atenemos a la letra, la intención del Apóstol es que por el Sancta se entienda la antigua Ley, y por el Sancta Sanctorum el estado del Nuevo Testamento y el cielo, ya que por la ley nueva se entra en el cielo; por eso añade: "dando a entender con esto el Espíritu Santo", donde explica qué quiere dar a entender con esto, respecto del Antiguo y del Nuevo Testamento.

Asimismo en la primera parte pone el oficio de los ministros en el primer tabernáculo y da de ello razón. Es de saber que en el primero entraban los sacerdotes todos los días, pero en el segundo, que estaba detrás del velo, sólo una vez al año y sólo el pontífice. Así que, respecto de aquellos ministros, hay dos cosas que observar: una, que en el primero cada día entraban; otra, que ante el segundo les salía al paso un velo, de suerte que esta interposición significa que las cosas celestiales les estaban veladas (o su conocimiento les estaba oculto). Asimismo el no poder entrar significa que el Antiguo Testamento, antes de la venida de Cristo, no es el camino para entrar al cielo.

Dice, pues: digo que a este fin se encaminaba esto, dándolo a entender el Espíritu Santo; pues "ninguna profecía de la Escritura se declara por interpretación privada; porque no traen su origen las profecías de la voluntad de los hombres, sino que los varones santos de Dios hablaron, siendo inspirados del Espíritu Santo" (I P. 1,20). Y esto va enderezado contra los herejes, que dicen que el Antiguo Testamento no procede del Espíritu Santo, sino del dios malo. Mas ¿qué quería dar a entender?: "que no estaba todavía patente la entrad* del verdadero santuario o Sancta Sanctorum del cielo, estando aún en pie o subsistiendo el primer tabernáculo", esto es, el Antiguo Testamento, representado por el primer tabernáculo; que, estando todavía en pie el Antiguo Testamento, no daba aún muestras de sí el camino de los santos, es a saber, Cristo, que dice: "Yo soy el camino"; pues El es la puerta que deja patente la entrada al Sancta Sanctorum (Jn X); y no estaba patente, porque, envueltas en sombras, las figuras de la letra lo escondían (He 10).

-"Todo lo cual era figura de lo que pasa ahora". 1nstantis quiere decir, o del tiempo presente, o arcaduz de lo que acontece en el presente tiempo.

-"según la cual". Da razón de por qué, estando aún en pie la ley vieja, no estaba franca la entrada al Sancta Sanctorum; porque en éste no entran sino los perfectos (Is 35). Por tanto, no habiendo ahí una perfecta limpieza de toda mancha, tampoco la entrada a éL Pero, el Antiguo Testamento no podía hacer perfectos a sus servidores, por no haberse ofrecido todavía el sacrificio que diera satisfacción por los pecados de todo el género humano. Por eso dice: "según la cual, es a saber, parábola o figura, se ofrecen dones y sacrificios", que se refiere a lo que anteriormente dijo: "para cumplir las funciones de sus ministerios"; porque los dones y las oblaciones que indistintamente se hacen de cualquier cosa, y los sacrificios que sólo de animales, no se ofrecían en el Sancta Sanctorum, sino en el Sancta <o a las puertas del tabernáculo.

Mas estos dones y sacrificios no tenían virtud purificativa, pues "no podían purificar a los que tributaban -a Dios este culto" con servidumbre de latría, que pertenece al culto divino; digo, "no podían purificar", según lo pide la conciencia; porque hay dos especies de purificación: una tocante al culto, otra a la mancha y reato del pecado, cosa ésta última que no puede la ley, por lo que mira a la conciencia; "porque es de suyo imposible que con sangre de toros y de machos cabríos se quiten los pecados" (He X; Is 1; Mi. 6).

La otra tocante al culto, esto es, para que pudiesen servir de ministros en aquellos sacrificios, limpiaba con ese fin. Mas ¿por ventura en la antigua ley hubo muchos que fuesen perfectos? Parece que sí, pues se le dijo a Abraham: "anda delante de Mí y sé perfecto" (Gn. 17). Asimismo Moisés y muchos otros fueron santísimos y perfectísimos.

Respondo: concedamos que muchos hayan sido santos y perfectos, empero no por las obras de la ley (He 7), mas por la fe de Cristo (Gn. XV). Así que no por virtud de las ceremonias u observancias legales. De ahí que a menudo se diga allí: el sacerdote hará oración por él y se le perdonará (Lv. 5 y en muchos otros lugares). De modo que si limpiaba, eso había que atribuirlo a la fe. En cambio, en el Nuevo Testamento se dice: "el que creyere y se bautizare será salvo" (Mt 28); pues no hay salvación sin los sacramentos de la nueva ley (Jn 3).

Mas ¿por qué no limpiaban la conciencia? Porque consistían en comidas y bebidas, y el pecado está en la conciencia; mas lo que es puramente corporal no limpia al alma porque no obra en ella, y aquellos sacrificios eran de comidas y bebidas, que son para el cuerpo y no podían, por tanto, limpiar la conciencia.

Dice, pues: "en viandas y bebidas", esto es, en discernir qué comidas y bebidas estaban prohibidas en la antigua Ley, porque el simple abstenerse de ellas no purifica la conciencia; a no ser que digamos que esto se refería al uso de los sacrificios, porque los sacerdotes comían lo que se ofrecía por los pecados, y las otras personas lo que con otro fin, pero que en resumidas cuentas no purificaban la conciencia. "¿Acaso las carnes sacrificadas te han de purificar de tus maldades?" (Jr XI,15).

-"y diferentes abluciones", esto es, lavatorios, porque, como dice San Marcos: "los judíos... si han estado-en la plaza, no se ponen a comer sin lavarse primero, y observan muy escrupulosamente otras muchas ceremonias que han recibido por tradición, como las purificaciones o lavatorios de los vasos, de las jarras, de los, utensilios de metal y de los lechos" (7,4); contra los cuales la emprende Nuestro Señor: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritasi, que limpiáis por fuera la copa y el plato, y por dentro estáis llenos de rapacidad e inmundicia" (Mt 23,25). Pero el Apóstol no habla aquí de las supersticiones de los fariseos; por cuya razón hay que acudir a otros lavatorios prescritos en la Ley, como del agua con que se lavaban los sacerdotes, y del agua de la purificación para limpiar a un contaminado o leproso. De ahí que a menudo se diga: lavaban sus vestiduras. .. Es lo que aquí se llama lavatorios.

-"y ceremonias carnales". A esto añade en general "de todos". Llama a estas ceremonias justicias de la carne, esto es, carnales, porque sólo se enderezaban a la limpieza corporal ni tenían alguna virtud espiritual. Mas para que no diga alguno que ¿por qué se instituyeron si no podían dar la perfección, pues parecería haberlas Dios instituido en vano?, sale al paso a la objeción diciendo:

-"que no fueron establecidas sino hasta el tiempo en que la Ley sería corregida o reformada"; como si dijera: verdad es que fuese inútil, si al par que su institución, el uso y su imperfección siempre hubiesen de durar. Mas así como al niño primero hay que darle un ayo, pero en llegando a perfecta edad dásele modo, a juicio del que gobierna, de regirse por sí solo; de la misma manera en la ley vieja instituyéronse prescripciones que huelen a imperfecciones, pero, en llegando a sazón el tiempo, hubo de instituirse lo que lleva a perfección. Por eso dice: hasta el tiempo de la corrección, esto es, en que sería corregida, no ciertamente por mala, sino por imperfecta, puesto que la ley es santa (Rm 7,12; Salmo 89).


Aquino - A LOS HEBREOS 30