Aquino - A LOS HEBREOS 33

33
(
He 9,11-14)

Lección 3: Hebreos 9,11-14

Descríbese la entrada del Sumo Sacerdote en el Sancta Sanctorum, por ser figura de Cristo, y se hace la aplicación a Cristo.

11 Mas sobreviniendo Cristo pontífice, que nos había de alcanzar los bienes venideros por medio de un tabernáculo más excelente y más perfecto, no hecho a mano, esto es, no de fábrica o formación semejante a la nuestra;
12 y presentándose no con sangre de machos cabríos, ni de becerros, sino con la sangre propia, entró una sola vez para siempre en el santuario del cielo, habiendo obtenido una eterna redención del género humano.
13 Porque si la sangre de los machos cabríos, y de los toros, y la ceniza de la ternera sacrificada, esparcida sobre los inmundos, los santifica en orden a la purificación legal de la carne,
14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, quien por impulso del Espíritu Santo se ofreció a Sí mismo inmaculado a Dios, limpiará nuestras conciencias de las obras muertas de los pecados, para que tributemos un verdadero culto al Dios vivo

Dionos arriba el Apóstol la significación de lo que pertenecía al Antiguo Testamento y al primer tabernáculo; aquí pone las condiciones de lo que al segundo, que representaba al Nuevo; acerca de lo cual nos da dicha significación y prueba cierta cosa que había supuesto. Es de saber que, considerado lo sobredicho, dijéronse 5 cosas del segundo tabernáculo, es a saber:

1) ¿quién entraba? Sólo el pontífice;

2) ¿a dónde entraba? A un sitio de tanta dignidad que se llamaba Sancta Sanctorum;

3) ¿cómo entraba? Llevando sangre;

4) ¿cuándo entraba? Una vez al año;

5) ¿a qué fin entraba? Para expiar ios pecados. Aquí explica el Apóstol esas 5 cosas, y primero ¿quién

es el que entra?, que es Cristo, pues el pontífice es el príncipe de los sacerdotes, y ese tal es Cristo (I P. 5; He 4). Mas todo pontífice es dispensador de algún testamento; y en todo testamento hay que considerar dos cosas, es a saber, sus promesas y sus enseñanzas. Los bienes prometidos en el Antiguo Testamento eran temporales (Is 1); luego aquel pontífice lo era de bienes temporales; mas Cristo, de bienes celestiales (Mt 5); así que es "pontífice de bienes futuros", ya que por su pontificado entramos en posesión de los bienes futuros (Ps 64).

Asimismo en el Antiguo Testamento se dispensaban en sombras y figuras las cosas; mas Cristo, las que por ellas se figuraban, espirituales (Lc XI). De modo que por bienes futuros pueden entenderse o ios bienes celestiales, y esto respecto del Nuevo Testamento; o los bienes espirituales, respecto del Antiguo, que era figura de ellos.

Este pontífice no es negligente, sino aparejado está para acudir a quien lo necesite; porque el pontífice es medianero entre Dios y el pueblo, y Cristo es medianero (I Ti. 2; Dt. 5); por cuya razón El está siempre presente delante del Padre para interceder por nosotros (He 7; Rm 8). Asístenos también para ayudarnos (Ps XV; Hch. Vil). Queda, pues, claro quién entraba.

Muestra, en segundo lugar, la dignidad del tabernáculo interior, al decir "por uno más excelente", y la condición, porque "y más perfecto", puesto que no será suplantado por otro. "Tus olos verán a Jerusalén, ciudad opulenta, tabernáculo que nunca más podrá mudarse de lugar" (Is 65), y éste es el tabernáculo de la gloria celestial (Ps XIV); que se llama tabernáculo, porque es lugar de peregrinos; pues no se debe por razón de naturaleza, mas dásenos por liberalidad de gracia. "Y reposará mi pueblo en hermosa mansión de paz, y en tabernáculos de seguridad, y en el descanso de la opulencia" (Is 32,18). Así que tiene un espacio capaz y más que sobrado, por la inmensa multitud de bienes que encierra y que se designa en la predicha autoridad: "y reposará" (Is 32; Bar. 3).

La expresión "per amplius" se lee o de modo que forme una dicción "peramplius", o de manera que per sea preposición, como lo expresa más claramente el griego. Si del primer modo, el texto se construye así: "sobreviniendo Cristo, pontífice de los bienes futuros, entró en el Sancta Sanctorum, quiero decir, en un tabernáculo más excelente". Si del segundo, entonces se construye así: Cristo entró en el Sancta o Santuario por un tabernáculo amplio, esto es, más espacioso y perfecto; y aun más perfecto, porque ahí cesará toda imperfección (iCo 13). Asimismo, de condición muy diferente, porque aquél fue hecho por mano de hombre, mas éste no, siendo por mano de Dios (Ex. XV; 2Co 5); "porque tenía puesta ia mira en aquella ciudad de sólidos fundamentos", cuyo arquitecto y fundador es el mismo Dios (He 11,10).

Por eso dice: "no hecho a mano, esto es, no de fábrica o formación semejante a ia nuestra"; porque no está hecho a mano, como el antiguo, ni pertenece a esta creación, esto es, a los bienes sensibles creados, sino a los espirituales. O por tabernáculo puede entenderse el cuerpo de Cristo, con que dio batalla al diablo (Ps 18); que tiene espacio de sobra, porque en El habita corporalmente la plenitud de la divinidad (Col 1). Asimismo es la flor y nata de la perfección, porque hemos visto su gloria, gloria cual el Unigénito debía recibir del Padre, lleno de gracia y de verdad. (Jn 1) Otrosí, no hecho a mano, pues no por obra de varón (Dn. 2).

Muestra, en tercer lugar, ¿cómo entraba?: no sin llevar sangre; pero aquél con sangre de becerros y machos cabríos (Lv. 16); Cristo, en cambio, no de esa manera, esto es, con sangre ajena, y por eso dice: "no con sangre de becerros y machos, sino con la propia sangre", que para nuestra salvación derramó en la cruz. "Esta es mi sangre, que será el sello del nuevo testamento, la cual será derramada por muchos para remisión de los pecados" (Mt 26,28). Y dice en plural "de becerros y machos cabríos", no porque fuesen muchos de golpe, mas porque en diferentes años muchas veces entraba. Cristo es significado por el macho cabrío por semejanza con la carne pecadora; asimismo por el novillo, por su fuerza, y porque se sirve de los dos testamentos como de dos cuernos (Hab. 3).

En cuarto lugar, ¿cuándo entraba? Una vez al año. Cristo, empero, todo el tiempo, que es, como si dijéramos, un año: "entró una vez sola para siempre en el santuario del cielo", y una vez también derramó su sangre (I P. 3; Rm 6). Entró también una vez, porque, una vez entrado, de asiento allí se ha quedado; por eso dice que entró una vez sola para siempre en el santuario del cielo.

En quinto lugar, ¿a qué fin entró? Para ofrecerse por las ignorancias del pueblo no por las suyas, que no las tenía; y para eso está la sangre de Cristo, de más valor que la otra, ya que por ella "se obtuvo una eterna redención del género humano"; como si dijera: hemos sido redimidos por esta sangre, y para siempre, porque es de valor infinito (He X; Salmo CX). Esta palabra "inventa": hallada, puede referirse o bien al deseo que Dios tenía de nuestra salvación (Jb. 23; Ex. 18), o bien al deseo de los Santos Padres de ser redimidos, mas nadie halló un modo tan proporcionado para ello como Cristo; por eso señaladamente dice: "hallada": inventa.

Al decir luego: "pues si la sangre...", prueba una de las cosas que había supuesto, es a saber, esto último: "habiendo obtenido una eterna redención"; como si dijera: dicho queda que por su propia sangre hizo una eterna redención, con lo cual manifiesta su mayor eficacia. Que así es, lo demuestra con una autoridad tomada de la menor, porque si la sangre de unos brutos animales lograba lo que es menos, la sangre de Cristo podrá lograr lo que es más. Así que primero pone el antecedente, luego el consecuente: "cuánto más la sangre de Cristo".

Acerca de lo primero, es de saber que en la antigua ley había dos especies de purificación: una, que se hacía el día de la expiación -de la cual habla el Lev. XVI-, y de la cual ya se dijo que al parecer estaba directamente enderezada a limpiar del pecado. Otra iba contra la irregularidad de la ley, de la cual se dice en Nb XIX que ordenó el Señor a Eleazar tomar de mano de Moisés una vaca bermeja, de edad perfecta» sin tacha, no sometida al yugo, que, sacándola fuera del campamento, la inmolase delante del pueblo, y mojando el dedo en su sangre, hiciese 7 aspersiones hacia las puertas del Tabernáculo; que después la quemase toda entera, es a saber, piel y carnes, sangre y estiércol; asimismo el palo de cedro, el hisopo y la grana dos veces teñida; hecho lo cual, un hombre limpio recogía las cenizas y las echaba, fuera del campamento, en lugar limpísimo. De estas cenizas tomaban para echarlas en agua y hacer como una especie de lejía, con la que el hombre que estuviese inmundo, es a saber, que hubiese tocado un cadáver, era rociado con el hisopo el día tercero y el séptimo, y así quedaba limpio, y no podía quedarlo de otro modo.

Así lo dice el Apóstol. Cuanto a lo primero: "porque si la sangre de los machos cabríos o de los toros". Cuanto a lo segundo: "y la ceniza de la ternera sacrificada, esparcida sobre los inmundos, los santifica, no dándoles gracia, sino en orden a la purificación legal de la carne", esto es, quitándoles la irregularidad contraída, pues con eso se veían impedidos del culto divino, como inmundos, con un estorbo carnal, no que quitasen los pecados, como dice San Agustín, mas porque por virtud de esa aspersión, una que otra vez quedaban limpios de la lepra corporal; por eso dice: "para de}ar limpia la carne".

Pone a continuación el consecuente: "cuánto más la sangre de Cristo", como si dijera: si la sangre y la ceniza pueden esto, ¿qué no podrá la sangre de Cristo? Cierto que mucho más. Y pone el Apóstol 3 cosas que demuestran la eficacia de la sangre de Cristo:

a) ¿quién es aquel cuya sangre es aquélla? a saber, es Cristo; de donde es claro que su sangre limpia (Mt 1);

b) ¿por qué Cristo derramó su sangre? porque a esto lo movió e impulsó el Espíritu Santo, esto es, el amor de Dios y del prójimo (Is 59); y el Espíritu Santo limpia (Is 4); por eso dice: "el cual por impulso del Espíritu Santo se ofreció a Sí mismo" (Ep 5);

c) la calidad de la víctima, inmaculada (Ex. 12; Eccli. 34). Mas ¿por ventura un sacerdote inmundo podrá limpiar? Respondo: si obrase por virtud propia, ciertamente que no; mas obra por virtud de la sangre de Cristo, que es como la causa primera; lo cual no hiciese si El no fuese inmaculado. Pero es de saber que la sangre de aquellos animales limpiaba solamente de la mancha exterior, es a saber, del contacto de un muerto; mas la sangre de Cristo deja por dentro limpia la conciencia, lo cual se hace por medio de la fe (Ac XV), es a saber, en cuanto hace creer que todos los que a Cristo se unen por medio de su sangre se limpian. Luego ésta limpia la conciencia.

Asimismo aquella sangre limpiaba del contacto de un muerto, mas ésta de las obras muertas, es a saber, los pecados, que quitan a Dios del alma, cuya vida consiste en la unión de la caridad. Otrosí, la limpieza de aquélla era para poder acercarse a un culto envuelto en figuras, mas la sangre de Cristo para rendirle a Dios un obsequio espiritual (Ps C). Por eso dice: "para que tributemos un verdadero culto al Dios vivo".

Dios también es vida (Jn 14; Dt. 32). Es, pues, conveniente que el que le sirve esté vivo; por lo cual dice: vivo; porque también, como dice Eccli. X: cual es el juez o presidente del pueblo, tales son sus ministros. Así que quien quiera servir a Dios, como El se merece, debe estar vivo como El lo está. Toda esta cuidadosa exposición de la Glosa está fundada en otra de San Agustín sobre (el libro de) los Números.



Lección 4

En conclusión, que Cristo es medianero del Nuevo Testamento, que confirmó con su sangre; de donde se infiere que éste (testamento) es superior al Antiguo.

15 Y por eso es mediador de un nuevo testamento, a fin de que mediante su muerte, para expiación de las prevaricaciones cometidas en tiempo del primer testamento, reciban la herencia eterna prometida a los que han sido llamados de Dios.
16 Porque, donde hay testamento, es necesario que intervenga la muerte del testador.
17 Pues el testamento no tiene fuerza, sino por la muerte del que le otorgó; de otra suerte no vale mientras tanto que vive el que testó.
18 Por eso ni aun aquel primer testamento fue celebrado sin sangre.
19 Puesto que Moisés, después que hubo leído todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomando de la sangre de los novillos y de los machos cabríos, mezclada con agua, lana teñida de carmesí y el hisopo, roció el mismo libro de la Ley, y también a todo el pueblo,
20 diciendo: Esta es la sangre del testamento que Dios os ha ordenado o hecho en favor vuestro.
21 Y asimismo roció con sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio.
22 Y, según la Ley, casi todas las cosas se purifican con sangre, y sin derramamiento de sangre no se hace la remisión.

Luego de haber hecho el Apóstol una exposición de ciertos usos y prácticas del Antiguo Testamento, y descubierto su sentido místico, toma de aquí pie para probar su intento, es a saber, que el Nuevo Testamento lleva ventaja al Viejo, pues puede lo que el Viejo no podía. Acerca de lo cual, propone primero la conclusión que busca, y prueba, en segundo lugar, que tal cosa es cierta. Asimismo concluye de lo dicho que Cristo es medianero, cual no pudo serlo el Antiguo Testamento.

Dice, pues: "y por eso...", es a saber, porque Cristo entró en el Santuario, habiendo obtenido una eterna redención del género humano, esto es, con paradero en el cielo, cosa que el Antiguo Testamento no había podido hacer; por tal motivo es necesario que este testamento sea muy diferente del otro, como lo nuevo de lo viejo (Jr 13; Ap. 21). "Por eso Cristo es mediador de este Nuevo Testamento entre Dios y el hombre, Mediador de Dios y de los hombres, el hombre Cristo Jesús" (I Ti. 2).

Pero en todo testamento hay algo que se promete, y algo con que se confirma el testamento. En el Nuevo prométanse cosas celestiales y espirituales, y la promesa ha sido confirmada con la muerte de Cristo. Por eso es Cristo mediador del Nuevo Testamento, "a fin de que reciban la herencia y bienaventuranza eterna prometida a los que han sido llamados de Dios". Y dice llamados, porque este don no es fruto de las buenas obras, sino gracia del llamamiento de Dios (Rm 8), "que os llamó a su reino y gloria" (1Th 2). De ahí que diga: "de la herencia eterna", esto es, de la gloria eterna, que es nuestra herencia (I P. 1; Salmo 126), y la alcanzamos por la muerte de Cristo, en razón de lo cual dice: "a fin de que mediante su muerte" (I P. 3).

El efecto de esta muerte es la expiación de la prevaricación del pecado: "fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, no con oro o plata, que son cosas perecederas, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero inmaculado y sin tacha" (I P. 1,18). Mas ¿por ventura en el Antiguo Testamento había podido hacerse esta expiación de pecados? Y responde que no, porque "aquellas prevaricaciones habían sido cometidas en tiempo del primer testamento"; como si dijera: que los sacramentos del primer testamento no tenían virtud para quitarlas; "pues ya hemos demostrado que así (udíos como gentiles todos están sujetos al pecado" (Rm 3,9).

Pero, en contra de eso, tenemos que David y otros muchos santos alcanzaron la remisión de sus pecados. Respondo: cuanto al efecto de entrar en el cielo, digo que no, pues por la muerte de Cristo se abrió la puerta de la vida, y nadie antes entró ahí (Zac. 1X); mas, cuanto a la mancha, sí la consiguieron, empero no por virtud de los sacramentos de la Antigua Ley, sino por medio de la fe de Cristo. Así que el Nuevo Testamento hace ventaja al Antiguo, pues fue confirmado con la muerte de Cristo, que muestra en esperanza el fruto cierto y por la cual se perdonan los pecados.

-"Porque, donde hay testamento, es necesario que intervenga la muerte del testador". Prueba lo que dio por supuesto, es a saber, que el nuevo testamento fue confirmado por la muerte de Cristo; y pruébalo por autoridad de la ley humana y divina. Dice, pues: dicho queda que el nuevo testamento confírmase por la muerte de Cristo, porque, "para que un testamento tenga valor, es necesario que intervenga la muerte del testador"; por consiguiente, el nuevo testamento no tendría fuerza si no hubiese intervenido la muerte de Cristo. De ahí que dijera Caifas: "os conviene el que muera un solo hombre por el bien del pueblo" (Jn XI,50). La muerte del testador necesaria es para dos cosas:

a) para que el testamento sea irrevocable, pues, siendo la expresión de la última voluntad, antes de la muerte está siempre sujeto a poderse mudar. De ahí que diga que "el testamento no tiene fuerza sino en la muerte del que le otorgó", esto es, por la muerte. De esta manera se confirmó o cobró fuerza el nuevo testamento por la muerte de Cristo: "ésta es mi sangre del nuevo testamento", esto es, la que le da fuerza y lo hace sagrado;

b) para que el testamento tenga valor y sea eficaz. Por eso dice: "de otra suerte no vale, mientras tanto que vive el que testó", pues nadie tiene acción ni derecho, ni aun los herederos, por virtud del testamento, a reclamar la herencia, sino después de muerto el testador, por cuya razón quiso Cristo, en favor nuestro, interponer su muerte.

-"Por eso ni aun aquel primer testamento fue celebrado sin sangre". Prueba lo mismo con la autoridad de la ley divina, es a saber, con lo que trae el Antiguo Testamento; acerca de lo cual, muestra en qué convienen y difieren ambos testamentos. Dice, pues: díjose ya que para que valga el testamento es necesario que intervenga la muerte del testador; de lo cual no hay que admirarse, ya que "ni aun aquel primer testamento fue celebrado, esto es, confirmado, sin sangre"; y esa sangre era figura de la sangre de Cristo, ya que todo lo que les sucedía iba envuelto en figuras (1Co 10,2).

-"puesto que Moisés, después que hubo leído todos los mandamientos de la Ley a todo el pueblo". Demuestra lo que había propuesto, es a saber, que aquel testamento no fue confirmado sin sangre; y lo prueba por las 3 cosas en que intervino el uso de la sangre:

a) la promulgación de la Ley;

b) la consagración del tabernáculo;

c) la expiación de los vasos del ministerio.

Cuanto a lo primero,' es de saber que el Apóstol alude aquí a la historia contenida en el c. 24 del Éxodo, donde se dice que, luego de haber leído los mandatos del Señor, delante del pueblo, y respondido éste: todas las palabras que ha hablado el Señor las ejecutaremos dócilmente, tomó Moisés la sangre que había ordenado reservar de 12 novillos y roció con ella el libro de la Ley y al pueblo, como en confirmación del testamento. Por eso dice: "después que hubo leído todos los mandamientos", ya que era necesario que se leyesen, puesto que aquella lección fue la promulgación de la Ley, que era conveniente se promulgase.

-"Tomando de la sangre de ios novillos". Aquí se ofrece una doble objeción acerca del texto: una, que en el c. 24 del Éxodo no se hace ninguna mención del macho cabrío, sino sólo de los 12 novillos.

Otra, que tampoco del agua, de la lana teñida ni del hisopo.

A las dos objeciones se responden dos cosas: una, que el Apóstol, como versado que era, por haberse educado en la Ley, sabía que eso se acostumbraba en las purificaciones legales, es a saber, que la aspersión se hacía con sangre de becerros y machos cabríos, y agua mezclada, con hisopo y lana teñida de carmesí; por tanto, aunque el Éxodo no haga mención de estas cosas, el Apóstol vino a saberlas por lo que se acostumbraba en los ritos legales. O puede decirse que ésta fue la primera consagración, donde, como en germen, conteníanse las otras santificaciones futuras, entre las cuales sobresalía la que se hacía el día de la expiación (Lv. 16), y la otra de la vaca bermeja (Nb 16). La primera se hacía con sangre de novillos y de machos cabríos; la segunda con agua, lana teñida e hisopo. Por consiguiente, puesto que aquella aspersión, que hizo Moisés, contenía en sí éstas dos, por eso el Apóstol todo ío refiere a ella.

Dice, pues: "tomando de la sangre de los novillos, y de los machos cabríos, mezclada con agua, lana teñida de carmesí, y el hisopo, roció el mismo libro de la Ley, y también a todo el pueblo, diciendo: Esta es la sangre del testamento que Dios os ha ordenado", esto es, la que le da su fuerza (Eccli. 24); porque esta sangre fue figura de la sangre de Cristo, de quien recibe su fuerza el nuevo testamento; razón por la cual se valió Cristo de estas palabras: "ésta es la sangre del nuevo testa-mentó", es a saber, la que lo confirma y le da fuerza.

Que se figurase en la sangre de un novillo y de un macho cabrío, fue respectivamente porque por el novillo se representaba la fuerza, y por el macho cabría la semejanza a la carne pecadora. La mezcla con el agua, porque el bautismo toma su eficacia de la sangre de Cristo. La aspersión con el hisopo, porque purifica, el pecho, que significa la fe (Ac XV); y la lana teñida, de color carmesí, por la cual se significa la caridad, "Mí amado es blanco y rubio" (Cant. 5); pues por la fe y el amor de la pasión de Cristo se purifica el pueblo. Rocíase también el libro de la Ley, porque la pasión de Cristo dio todo su lleno al cumplimiento de la ley (Jn 19; Mt 5).

-"Y asimismo el tabernáculo". Pone la consagración del tabernáculo porque "asimismo roció con sangre el tabernáculo, y todos los vasos del ministerio". Mas en contra de esta afirmación tenemos que aún no había sido fabricado el tabernáculo, sino que en donde se prescribe lo tocante a su consagración es en el capítulo 26. -Respondo que, aunque pueblo y tabernáculo no hayan sido rociados con la misma sangre, eso no obstante, también el tabernáculo "ha sido purificado con sangre"; de suerte que la frase puede construirse así: se valió de sangre aun para la santificación del tabernáculo.

Mas lo contrario dicen Levítico y Números: que ungió el tabernáculo con aceite. Respondo que no habla de la santificación con que primero fueron consagrados el tabernáculo y sus vasos, sino de la que se hacía en el día de la expiación; o mejor digamos que aun en la primera usó sangre, puesto que ahí se dice que lo ungió con aceite y luego lo roció, mas no con aceite; de donde se colige que primero lo ungió y luego lo roció con sangre. Y estas dos cosas son necesarias para la santificación, es a saber, la virtud de la sangre de Cristo y el aceite de la misericordia, con las que se santifica ei tabernáculo, esto es, la 1glesia y los vasos, es a saber, los ministros.

-"Y, según la Ley, casi todas las cosas se purifican con sangre". Prosigue con las otras purificaciones legales, que las había de dos géneros: una, de la mancha del cuerpo, como la lepra; otra, de la mancha espiritual, el pecado. La primera, como se ve en la lepra de las casas, podía aplicarse a las cosas inanimadas; y la purificación de esta inmundicia hacíase con la sangre de un animai inmolado, o con el agua de la expiación, que estaba mezclada con la sangre de la vaca bermeja. Por eso dice: "casi todas las cosas", y no simplemente todas, de suerte que casi determine a mundantur, esto es, casi se purifican, pues no del todo se purificaban, obra que por los sacramentos es sólo incumbencia de la nueva ley. O puede determinar a omnia, pues no todas las cosas se purificaban con sangre, porque -como se dice en el c. 3 1 de los Números- todo lo que puede pasar por el fuego con fuego se purifica; mas lo que no puede aguantar fuego se santifica con el agua de expiación. En cambio, para purificar de la mancha del pecado es necesaria la efusión de sangre, que se requería para el sacrificio; por cuya razón dice que "sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados". Con lo cual se daba a entender que la remisión del pecado había de hacerse por medio de la sangre de Cristo; de modo que en la ley vieja si había remisión de pecados no era ciertamente por virtud del sacramento, mas por virtud de la fe de Cristo; de ahí que se dijera a menudo: "rogará el sacerdote por él y le sera perdonado".

35
(
He 9,23-28)

Lección 5: Hebreos 9,23-28

Demuéstrase que la purificación del Nuevo Testamento es de calidad superior a la que se hacía en el Antiguo.

23 Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales, esto es, el tabernáculo y sus utensilios, se purificasen con tales ritos; pero las mismas cosas celestiales lo deben ser con víctimas mejores que éstas, y así ha sucedido.
24 Porque no entró Jesús en el santuario hecho de mano de hombres, que era figura del verdadero, sino que entró en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros en el acatamiento de Dios;
25 y no para ofrecerse muchas veces a sí mismo, como entra el pontífice de año en año en el Sancta Sanctorum con sangre ajena, y no propia;
26 de otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; cuando ahora una sola vez, al cabo de los siglos, se presentó para destrucción del pecado, con el sacrificio de Sí mismo.
27 Y así como está decretado a los hombres el morir una sola vez, y después el juicio,
28 así también Cristo ha sido una sola vez inmolado para quitar los pecados de muchos; y otra vez aparecerá, no para expiar los pecados ajenos, sino para dar la salud eterna a los que le esperan con viva fe.

Después de haber mostrado el Apóstol en qué convienen y qué tienen de común el Antiguo y el Nuevo Testamentos, muestra ahora la diferencia entre uno y otro; acerca de lo cual demuestra primeramente que en el Nuevo hay una purificación de calidad superior y de mayor perfección que en el Viejo -lo cual deja probado cuanto al instrumento que purifica y cuanto a la cosa purificada- y manifiesta, en segundo lugar, lo que dijo: "no entró Jesús en el santuario hecho de mano de hombres".

Dice, pues: "fue necesario que las figuras de las cosas celestiales", -es a saber, el tabernáculo mismo, que para nosotros es el dechado, aunque sencillamente sea figura y, por consiguiente, de menor dignidad, porque a la figura lleva ventaja lo figurado, como el cuerpo a la sombra- "se purificasen con tales ritos o sacrificios; pero las mismas cosas celestiales, es a saber, el Nuevo Testamento, con víctimas mejores que éstas"; mejores por cierto, porque las otras cosas se purificaban con sangre de animales, pero en el Nuevo Testamento con la sangre de Cristo; que siempre lo mejor se purifica con lo mejor; pero éstas eran cosas celestiales, esto es, figura de ellas; pues si aquéllas se purificaban con sangre, éstas no menos habían de purificarse con sangre, aunque mejor.

Mas se objeta, en contrario, que en el cielo no hay-inmundicia de ningún género. Respondo que por cosas celestiales entiéndense -según la Glosa- las que pertenecen al estado presente de la 1glesia, que se llaman así: celestiales. Asimismo los fieles son un trasunto del cielo, por cuanto con su espíritu tienen su trato y conversación en el cielo; a no ser que digamos, y con más acierto, que por cosas celestiales se entienda la patria celestial. Y llévale aquí el Apóstol al Antiguo Testamento la corriente en el modo de hablar, por el cual se decía que se purificaba el tabernáculo, no porque en sí tuviese alguna inmundicia, mas porque purificábanse de ciertas irregularidades que les impedían el acceso al Santuario. Y dícese purificarse las cosas celestiales, en cuanto que por los sacramentos de la nueva ley queda uno limpio de pecados, que estorban la entrada al cielo.

Dice asimismo víctimas en plural. Objétase en contra que no hay más que una víctima, Cristo, "porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que ha santificado" (He X,14). Respondo que, aunque sea una en sí, con todo, en la antigua ley la figuraban muchas víctimas; de donde se colige que las víctimas del Antiguo Testamento eran buenas; pues no puede decirse que una cosa es mejor sino en comparación de otra buena.

-"Porque no entró Jesús en el santuario hecho de mano de hombres". Demuestra que a las cosas celestiales corresponde una purificación con víctimas de superior calidad; ya que el pontífice expiaba un santuario hecho por mano de hombres, mas Cristo "no entró en santuario hecho por mano de hombres, que, por lo que mira a nosotros, era figura del verdadero, sino que entró en el cielo mismo", que, como va dicho, no lo expió en sí mismo, sino en orden a nosotros, mas no con víctimas carnales, que Cristo no vino a eso (Ps 39; 50; He. 7; Mt 28; Hch. 1).

Entonces, ¿a qué? "para presentarse ahora por nosotros en el acatamiento de Dios". Y habla el Apóstol aludiendo al rito de la antigua ley, según el cual el pontífice que entraba al Sancta Sanctorum poníase de pie ante el propiciatorio para orar por el pueblo; de modo semejante Cristo, en cuanto hombre, entró en el cielo para presentarse a Dios y orar por nuestra salvación; mas no de la misma manera, ya que el sacerdote, por impedírselo el humo, que subía del turíbulo, no veía ni ei Sancta ni algún rostro; Cristo, en cambio, preséntase en el acatamiento de Dios, no porque haya ahí rostro corporal o alguna niebla, sino conocimiento manifiesto.

Mas ¿por ventura, estando en la tierra, no podía Cristo presentarse en el acatamiento de Dios, viendo como ve Dios todas las cosas? Respondo: así como San Agustín hablando con Dios dice: conmigo estabas, y yo no estaba contigo; quiere decir: que así como Dios está en todas las cosas por esencia, presencia y potencia, pero los malos no están por gracia con Dios; de semejante modo dícese que Cristo entró para presentarse en el acatamiento de Dios; porque, aunque como perfectamente dichoso siempre lo viese con clara visión, con todo, el estado de viador, en cuanto tal, de su cosecha no tiene esto, sino sólo el estado celestial. Por consiguiente, cuando subió bienaventurado por sus cabales en cuerpo y alma, entró para presentarse en el acatamiento de Dios, esto es, entró en el lugar donde se ve a Dios a cara descubierta, y esto "por nosotros"; pues para esto subió, para aparejarnos el camino (Jn 14; Mi. 12); que a do va la cabeza debe seguir el cuerpo (Mt 24).

-"Y no para ofrecerse muchas veces a Sí mismo". Muestra con eso que la purificación del Nuevo Testamento es más perfecta que la del Viejo; y lo demuestra por dos capítulos:

1) porque aquélla se repetía cada año; ésta, en cambio, una vez;

2) porque aquélla no podía quitar los pecados, y ésta sí.

Pero el Apóstol 3 cosas había dicho de Cristo:

a) que es pontífice;

b) ¿qué dignidad tiene el lugar donde entró?;

c) ¿cómo entró?, es a saber, con sangre; 3 cosas ya declaradas;

3) ¿cuándo entró? -que ahora declara- porque así como el pontífice de la Ley sólo una vez al año, lo mismo Cristo.

Acerca de lo cual, muestra qué es lo que se hacía en el Antiguo Testamento; segundo, que no era conveniente se hiciese lo mismo en el Nuevo; tercero, qué es lo que se hace en el Nuevo; porque en el Antiguo Testamento el pontífice, aunque no entrase sino una vez al año, con todo eso, cada año, por precepto legal, convenía entrase como dice el Levítico: con sangre ajena; mas "Cristo no entró en santuario hecho por mano de hombres, ni para ofrecerse muchas veces a Sí mismo, como entraba el pontífice de año en año en el Sancta Sanctorum con sangre ajena, y no propia".

-"De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces". Prueba que no era conveniente se hiciese lo mismo en el Nuevo Testamento por el gravísimo inconveniente que de ahí se seguiría; pues, entrando Cristo como entró por su propia sangre, la secuela obligada era tener que padecer "muchas veces desde el principio del mundo".

No sucedía lo mismo con las víctimas de la ley vieja, que se ofrecían por los pecados de los hijos de 1srael; mas aquel pueblo empezó su vida espiritual cuando fue dada la Ley; por tanto, no era necesario se ofreciesen desde el principio del mundo. Cristo, en cambio, ofrecióse a Sí mismo por los pecados de todo el mundo, puesto que se hizo propiciación por nuestros pecados y por los de todo el mundo (1Jn 2); y así si se ofreciese repetidas veces, hubiera sido necesario que naciese y padeciese desde el principio del mundo, lo cual hubiese sido un grandísimo inconveniente. Pero el Apocalipsis parece decir lo contrario: "el Cordero que fue sacrificado desde el principio del mundo" (13,8). Respondo: verdad es, fue muerto desde el principio del mundo, si lo entendemos de muerte figurada, como en la muerte de Abel.

-"cuando ahora una sola vez se presentó". Muestra lo que se hace en el Nuevo, y da dos razones, y las explica, de por qué no se multiplican las víctimas en el Nuevo Testamento. Dice, pues: "cuando ahora una sola vez, al cabo de los siglos, se presentó para destrucción del pecado, con el sacrificio de Sí mismo". (1Co X, i 1). Y dice esto por el número de años, que asciende ya a mas de un millar desde que lo dijo; pues las edades del mundo tómanse en conformidad con las edades del hombre, que se distinguen principalmente, no según el número de años, sino según el estado de su aprovechamiento; de suerte que la primera edad fue la de antes del diluvio, la cual, como infantil, no tuvo ni ley escrita ni recompensa de premio o castigo. La siguiente, de Noé a Abraham, y así de las otras, de modo que la última es el estado presente, en pos del cual ya no hay otro estado de salvación, como ni después de la vejez hay otra edad para el hombre. Porque, así como las otras edades del hombre están circunscritas a un cierto número de años, no así la vejez, que empieza a los 60 y puede prolongarse en algunos hasta los 120; de la misma manera, no está determinado qué número de años deba durar este estado del mundo; con todo eso, ya es el fin de los tiempos, pues no queda otro para salvarse. Ahora bien, en este tiempo apareció Cristo una vez sola, y pone dos razones de por qué se ofrecía una sola vez:

1- porque en el Antiguo Testamento las víctimas no quitaban los pecados, prerrogativa que es exclusiva de la víctima Cristo;

2- porque el sacerdote de la antigua ley no ofrecía su propia sangre, como Cristo. De ahí que diga que "se presentó para destrucción del pecado con el sacrificio de Sí mismo"; por eso aquéllas se repiten, no así ésta (I P. 3).

-"Y así como está decretado a los hombres el morir una vez". Da la explicación de las razones precedentes, empezando con la segunda, que explica por semejanza con los otros hombres, pues muestra primero lo que les sucede a los otros, después lo que a Cristo. Ahora bien, en todo hombre hallamos que por fuerza ha de morir y resucitar, no empero para ser limpiado, sino ¡uzgado de lo que hizo.

Refiérese a lo primero, al decir: "y así como está decretado a los hombres el morir una vez". Mas parece que no hay tal, que esté decretado, sino más bien que el hombre con su pecado haya determinado que sea así, pues dice la Sabiduría (I,13) que "Dios no hizo la muerte ni se complace en la perdición de los vivientes", sino que "los impíos con sus hechos y palabras llamaron a la muerte, y, reputándola como amiga, vinieron a corromperse hasta hacer pacto con ella".

Respondo que 3 cosas hay que considerar en la muerte:

a) la causa natural, y en este sentido, por exigirlo así la naturaleza, está determinado que el hombre muera una vez, por ser compuesto de contrarios;

b) el don por el cual concediósele al hombre el beneficio de la justicia original, por cuyo medio el alma sostenía al cuerpo para que morir no pudiese;

c) el merecimiento de la muerte, es a saber, que por el pecado hizo méritos el hombre para perder aquel beneficio, y de este modo incurrió en la muerte. De ahí que diga que los impíos con sus manos, es a saber, tocando la manzana prohibida, señas hiciéronle a la muerte para que viniese. Así que el hombre, por desmerecerlo, es causa de la muerte, mas Dios como juez (Rm 6).

-"Una vez". Lo cual verdad es por lo que sucede comúnmente, no obstante que algunos resucitaron, pero luego murieron, como Lázaro y el hijo de la viuda;

-"y después el juicio"; pues, luego de resucitar, no morirán otra vez, sino que luego seguiráse el juicio, siendo como es forzoso que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo para que cada uno reciba el pago debido a las buenas o malas acciones que habrá hecho mientras ha estado revestido de su cuerpo (2Co 5,10).

-"Así también Cristo..." Muestra cómo lo antedicho, aplicándolo a Cristo, está bien dicho; y conviene con ios otros en que "ha sido inmolado una sola vez", pero difiere

1) en que, por no descender de Adán del modo corriente y común que los demás, sino sólo en tomar cuerpo, no contrajo el pecado original y, por tanto, no salió condenado a pagar las deudas de aquel estado (Gn. 2), mas de su bella gracia, porque quiso, murió (Jn X). Por eso dice: "ofrecióse en sacrificio porque El mismo lo quiso" (Is 53; 1 P. 3);

2) porque nuestra muerte es efecto del pecado (Rm 6); mas la de Cristo, destructora del pecado; por lo cual dice: "para agotar los pecados de muchos", esto es, quitarlos. Mas notemos que no dice: de todos, ya que la muerte de Cristo, aunque suficiente para todos, de hecho no tiene eficacia sino para los elegidos, pues no todos se le someten por la fe y las buenas obras.

-"Y otra vez aparecerá, no para expiar los pecados ajenos". De la segunda venida dice dos cosas: pone primero la diferencia entre ésta y la primera venida, porque la segunda será sin pecado; que, aunque en la primera no tuvo pecado, mas vino vestido con el gabán de pecador (Rm 8), asimismo para ser víctima por los pecados del mundo (2Co. 5); pero en la segunda no habrá estas cosas; por eso dice que "en la segunda aparecerá sin pecado". Pone, además, lo característico de la segunda venida: que no aparecerá para ser juzgado, mas para juzgar y dar a cada uno según sus obras; por lo cual dice: aparecerá; y aunque para todos, aun para los mismos verdugos que le traspasaron según la carne, con todo, según la divinidad, sólo para los elegidos que "le esperan con viva fe para darles la salud" (Ps 30; Ph 3).


Aquino - A LOS HEBREOS 33