Tomas Aq. - Romanos 17

Lección 4: Romanos 3,27-31

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Rm 3,27-31)


La gloria que los Judíos fincaban en la Ley se extirpa de raíz, y se dice que la justicia de la fe abarca a todos en común porque el Dios que justifica es Dios de los Gentiles y de los Judíos y al mismo tiempo se enseña cómo no se destruye la Ley por la Fe, sino que más bien se fortalece la Ley con la fe.

27. ¿Dónde está el motivo de gloriarte? Queda excluido. ¿Por qué ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la Ley de la Fe.
28. Así que concluímos ser justificado el hombre por la Fe sin las obras de la Ley.
29. ¿Es acaso Dios de los Judíos solamente? ¿No lo es también de los Gentiles? Ciertamente también de los Gentiles.
30. Porque ciertamente uno mismo es el Dios que justifica a los circuncidados por medio de la Fe y a los incircuncisos en virtud de la Fe.
31. ¿Anulamos entonces nosotros la Ley por la Fe? De ninguna manera. Antes bien confirmamos la Ley.

Después de haber enseñado el Apóstol que los Judíos no preceden a los Gentiles ni en cuanto al estado de culpa ni en cuanto al estado de justicia, aquí viene a dar a la conclusión indicada, excluyendo el título de gloria de ellos por el cual se preferían a los Gentiles, y acerca de esto hace tres cosas. La primera es indicar la exclusión de esa gloria; la segunda, la causa de esa exclusión: ¿Por qué ley? La tercera, mostrar el modo como hace tal exclusión: Así que concluimos, etc.

Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera, enunciar la cuestión diciendo: Siendo que tú, Judío, estás en común bajo el pecado júnto con el Gentil, y siendo que el Gentil se justifica por la Fe al igual que tú, ¿dónde está el motivo de gloriarte? por el que te glorías por la Ley, como se dijo arriba (Cap. 2). Y por eso te quieres preferir al Gentil. No es bueno que os jactéis así (ICo 5,6). No seamos codiciosos de vanagloria (Gaiat 5,26). La segunda, resolver esta cuestión diciendo: Queda excluida, o sea, es anulada. La gloría ha sido desterrada de 1srael (I Reyes 4,21). Yo trocaré su gloria en ignominia (Oseas 4,7). O bien puesta fuera, o sea, de manera expresa manifestada.

En efecto, gloríanse los Judíos con la gloria y el culto del único Dios, y el Apóstol dice que esta gloria de ellos es puesta afuera, o sea, que es manifiesta por Cristo, así como a los artífices que expresan alguna imagen en plata se llaman manifestadores, según aquello del Salmo 67,31: Para que pongan a la vista a los que han sido acrisolados como la plata.* Pero el primer sentido es más literal.

Mas cuando dice: ¿Por qué ley? indica la causa de tal exclusión. Porque como la gloria de los Judíos se fincaba en la Ley, como arriba está dicho, se veía por eso mismo la necesidad de que por algo del mismo género, o sea, por alguna ley suya se excluyera la dicha gWia. Y por eso, interrogando, investigando, agrega ¿por qué Ley queda excluida la gloria de ellos? Porque podría alguien creer que el Apóstol dice que es excluida la gloriación de ellos por algunos preceptos

* Paréceme muy forzado este sentido. El texto latino dice: Ut excludant eos qui probati sunt argento. Nadie traduce con el sentido que aquí le da Sto. Tomás, quien, por otra parte, prefiere el sentido literal y obvio (S. A.).

legales por tos cuales se ordenaran algunas obras mayores. Y por eso interrogando agrega ¿por la de las obras? como si dijera: ¿acaso digo que por alguna Ley de que-baceres se excluirá la gloriación de ellos? Y responde sjue no sino por la Ley de la fe, y así es claro que aquí habla el Apóstol de dos leyes, la de los hechos y la de la fe. Y es claro que por ley de los hechos se entiende la ley antigua, y por ley de fe, la ley nueva, por la cual el Gentil se equipara con el Judío.

Pero hay una duda sobre esta distinción. Porque también en la antigua Ley era necesaria la fe, como en la nueva. Los que teméis al Señor creed en El (Eccli 2,8); y también (Ps 115,10 y 2Co 4,13): Creí y por eso hablé; y no sólo sino que también en la nueva Ley se requieren ciertos hechos y ciertos sacramentos, según aquello de Lucas 22,19 y 1Co 1 1,24: Haced esto en memoria mía. Y también observancias morales. Haceos ejecutores de la palabra y no oyentes tan sólo (Sant 1,22). Por lo tanto se debe decir que Ley de hechos se llama a la ley exteriormente propuesta y ordenada, por la cual se regulan los hechos externos de los hombres, en cuanto se preceptúa qué deba hacerse y por prohibiciones se indica de qué se debe uno abstener. En cambio, Ley de Fe se llama la ley mas interiormente regulada, por la cual se ordenan no solamente los hechos externos sino también los propios movimientos del corazón, entre los cuales el primero es el movimiento de la Fe. Con el corazón se cree para justicia, como se dice aquí y en el Capítulo 10, vers. 10. Y de ésta ley se habla adelante (Rm 8,2): Porque la Ley del espíritu de vida que está en Cristo Jesús mo ha liberado de la ley del pecado y de la rnuorte.

En seguida, diciendo Así que concluimos, indca el modo como por medio de la ley de la fe so excluye la gloria de los Judíos, diciendo: Concluimos pues nosotros los Apóstoles, sabedores de la Verdad por Cristo, que todo hombre, lo mismo Judío que Gentil, se justifica por la Fe: Ha purificado sus corazones por la fe (Ac 15,9), y esto sin las obras de la Ley: no sólo sin las obras ceremoniales, que no conferían la gracia, pues sólo la significaban, sino que también sin las obras de los preceptos morales, según aquello de la epístola a Tito,3,5: El nos salvó, no a causa de obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia; de tal manera, sin embargo, que esto se entienda que sin obras precedentes a la justicia, mas no sin obras consecuentes, porque, como se dice en Santiago 2,17: La fe sin obras, esto es, obras subsecuentes, muerta es. Y por lo mismo no puede justificar.

En seguida, al decir ¿Es acaso Dios de los Judíos solamente? hace ver de cierta manera lo que ya había enunciado, a saber, que la justicia de la fe es en común para todos. Y en verdad esto lo había hecho manifiesto primeramente por la razón tomada de parte de la causa material, al decir arriba todos pecaron y tienen necesidad de la gracia de Dios (Rm 3,23), o sea, que son pecadores, quo necesitan ser justificados por la gracia de la fe; pero una prueba por la sola causa material no basta, porque la materia no se mueve por sí misma hacia la forma sin una causa agente. Y por lo mismo aquí agrega una razón tomada de parte de la causa agente, esto es, de quien justifica, el cual C3 Dios: Siendo Dios el que justifica (Rm 8,33). Ahora bien, es claro que nuestro Dios salva justificando a aquellos do quienes es Dios, según aquello del Salmo 67,21: Nú-ostro Dios es el Dios que haco ro!vo3. Poro como no c:, Dior, únicamente de los Judíos, sino tambien de ios Gentiles, luego a unos y otros justifica. Acerca de esto hace tres cosas.

La primera, enunciar la cuestión acerca de los Judíos, diciendo: ¿Es acaso Dios de los Judíos solamente? Lo cual pudiera parecerle así a alguno por lo que se dice en Éxodo 5,3: 1 Dios de los Hebreos nos ha llamado. Pero débese decir que era tan sólo Dios de los Judíos por el especial culto ofrecido por ellos a Dios. Por lo cual se dice en el Salmo 75,2: Conocido es Dios en Judea. Pero era Dios de todos por el gobierno común de todas las cosas, según el Salmo 46,8: Dios es el Rey de toda la tierra.

La segunda es enunciar la cuestión por parte de los Gentiles, diciendo: ¿No lo es también de los Gentiles? ¿No es Dios también de ellos? Y responde: Ciertamente también de los Gentiles, a quienes gobierna y rige, según aquello de Jeremías 10,7: ¿Quién no te temerá a Ti, oh rey de las naciones?

La tercera, con estas palabras: porque ciertamente, es manifestar mediante una muestra lo que dijera, como diciendo: que Dios lo es no sólo de los Judíos sino también de los Gentiles es algo claro porque ciertamente uno mismo es el Dios que justifica a ios circuncisos, esto es a los Judíos por la fe, como en efecto se dice en Gálatas 5,6: Por cuanto en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la ¡ncircuncisión, sino la fe, que obra por amor.* Según la Glosa es lo mismo que se diga de la fe que por la fe; pero se puede sin embargo considerar cierta diferencia. Porque la preposición ex -de- designa a veces una causa remota; y la preposición per -por- una próxima. Y se dice que los Judios son justificados a causa de la fe, porque la fe fue la primera causa de la cual procedió la circuncisión así como los demás sacramentos legales; y así la fe justifica a los Judíos, como cierta causa primaria por medio de ciertas causas mediatas; mas los Gentiles son justificados de manera inmediata por la misma fe.

En seguida, cuando dice: ¿Anulamos entonces nosotros la Ley? excluye una objeción. Porque podría alguien decir que se aniquilaría la prefijada ley, y por eso pregunta diciendo: ¿Anulamos entonces nosotros la Ley por la Fe, puesto que decimos que el hombre es justificado sin las obras de la Ley? Y responde: De ninguna manera, según aquello de Mateo 5,18: Ni una iota, ni un ápice de la ley pasará, etc. Sino que agrega: Antes bien confirmamos la Ley, o sea, que por la Fe perfeccionamos la Ley y la cumplimos, según aquello de Mateo 5,17: No he venido a abolir la Ley, sino para darle cumplimiento, y esto en cuanto a los preceptos ceremoniales, que como fuesen simbólicos, se fortalecen y se cumplen por la verdad que significada por ellos se muestra en la Fe de Cristo; y también en cuanto a los morales, porque la Fe de Cristo confiere el auxilio de la gracia para cumplir con los preceptos morales de la Ley; y les agrega también ciertos consejos que sirven para observar de manera más segura y firme los preceptos morales.


CAPITULO 4


Lección 1: Romanos 4,1-10

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075 (
Rm 4,1-10)


Se arranca de raíz la gloria de la circuncisión por la que los Judíos se creían superiores a los Gentiles, y se declara de qué manera se le asigna a alguien la recompensa tanto según gracia como según deuda.

1. ¿Qué diremos luego qué obtuvo Abraham, nuestro Padre según la carne?
2. Porque si Abraham fue justificado por obras de la Ley, tiene de qué gloiiarse, pero no en Dios.
3. Pues ¿qué dice la Escritura? Abraham le creyó a Dios, y le fue imputado a justicia.
4. Ahora bien, a aquel que trabaja la retribución no se le asigna como gracia, sino como deuda.
5. Mas al que no trabaja, sino que cree en Aquel que justifica al impío su fe se le reputa por justicia, según el beneplácito de la gracia de Dios.
6. Así como también David pregona la bienaventuranza del hombre a quien Dios imputa la justicia independientemente de las obras.
7. Bienaventurados aquellos a quienes les fueron perdonadas las iniquidades y cuyos pecados han sido cubiertos.
8. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputa su pecado.
9. Pues bien ¿esta bienaventuranza es sólo para los circuncisos, o también para los incircuncisos? Porque decimos que a Abraham la fe le fue imputada a justicia.
10. Mas ¿cómo le fue imputada? ¿Siendo él circunciso o todavía incircunciso? No siendo circunciso sino todavía incircunciso.

Después de haber excluido el Apóstol la gloria que se atribuían los Judíos por tener la Ley, prefiriéndose por ella a los Gentiles, aquí les niega su gloria en cuanto a la circuncisión. Y acerca de esto hace dos cosas.

La primera es reasumir la cuestión que arriba planteara, diciendo: ¿Cuál es la utilidad de la circuncisión? (Rm 3,1). Y por haber recibido Abraham el primero el mandato de la circuncisión, como se dice en Génesis 17,10-13, al presentarse de nuevo la cuestión sobre la persona del propio Abraham, diciendo: Si es que Dios justifica lo mismo el prepucio que la circuncisión, ¿qué diremos luego que obtuviese de utilidad Abraham, nuestro padre según la carne?, esto es, por la circuncisión carnal y por las demás observancias carnales, parece no ser conveniente decir que ninguna utilidad hallara, pues dice Is 48,17: Yo, el Señor Dios tuyo, que te enseñó lo que te importa.

La segunda, con esto Porque si Abraham, etc., es responder a la cuestión planteada. Y hace dos cosas. La primera es mostrar que no se ve que por la circuncisión y las demás obras de la ley fuese justificado Abraham, sino más bien por la fe. La segunda es exaltar su fe: El cual esperando contra toda esperanza (Rm 4,18). Y acerca de lo primero hace a su vez dos cosas. Primeramente enuncia su tesis, con una razón tomada por parte de la divina vocación; y luego, por razón de la divina promesa: Mas no por la Ley, etc. Y todavía acerca de lo primero hace también dos cosas: plantee cierta condicional y prueba la eliminación de la consecuencía: ¿Pues qué dice la Escritura?; y finalmente prueba la propia condicional: Así como también David, etc. Acerca de lo primero argumenta el Apóstol de esta manera: Si Abran a m hubiese sido justificado por obras de la Ley, no tendría gloria ante Dios; luego no fue justificado por las obras. Ahora bien, plantea la condicional diciendo: Se pregunta qué obtuvo Abraham por la circuncisión carnal. Y es claro que el ser justificado no lo obtuvo por las obras de la Ley, de modo que su justicia consistiera en las obras de la Ley; tiene ciertamente una gloria, la que le dan los hombres que ven los hechos exteriores, pero no ante Dios, que ve en lo oculto, según aquello de 1 Reyes 16,7: Dios mira el corazón. Y 1Co 3,21: Que nadie ponga su gloria en los hombres, etc. De aquí que contra algunos se dice en Jn 12,43: Amaron más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.

Objeción.-Contra lo anterior se puede objetar que la costumbre de las obras exteriores engendra el hábito interior, por el cual asimismo se dispone debidamente el corazón del hombre para obrar bien con prontitud y deleitarse en las buenas obras, como enseña el Filósofo (II Ethic).

Respuesta.-Pero debemos decir que tal cosa cabe en la justicia humana, por la cual se ordena el hombre al bien humano. En efecto, el hábito de tal justicia se puede adquirir con obras humanas, pero la justicia que tiene su gloria en Dios se ordena al bien divino, o sea, al bien de la gloria futura, que excede a toda facultad humana, según aquello de 1Co 2,9: Lo que ojo no vio, ni oído oyó, ni entró en pensamiento humano, esto tiene Dios preparado para los que le aman. Y por esto las obras humanas carecen de capacidad para engendrar tal hábito de justicia, sino que es necesario que sea justificado primero interiormente el corazón del hombre por Dios, para que haga obras proporcionadas con la gloria divina.

En seguida, cuando dice: ¿Pues qué dice la Escritura? elimina la consecuencia que fue negativa, probando la afirmación opuesta, o sea, que Abraham tenía su gloria en Dios. Y esto lo prueba por la autoridad de la Escritura, la .cual invoca en primer término el Apóstol; en segundo lugar, explica: Ahora bien, a aquel que trabaja, etc. Dice pues primeramente: Digo que Abraham fue justificado por tener su gloria en. Dios. ¿Qué dice, en efecto, la Escritura? Y le creyó Abraham a Dios (Gen 5,6), que le prometía la multiplicación de su estirpe. Créele a Dios y El te sacará a salvo (Eccli 2,6). Y !e fue imputado a justicia, se entiende que por Dios. ¿Acaso Abraham no fue hallado fiel en la prueba que de él se hizo? Y así es manifiesto que en Dios, por quien se le imputó a justicia el hecho de creer, es donde tiene su gloria. Mas débese considerar que la justicia que Dios hace constar por escrito no la considera en alguna obra externa sino en la fe interior del corazón, que sólo Dios ve. Mas cuando se dice que es triple el acto de fe, a saber, creer que Dios existe, creerle a Dios y creer en Dios, el acto de creerle a Dios se pone como propio del acto de fe, indicando su característica. Porque creer en Dios indica el ordenamiento de la fe a su tin, que es por la caridad, y porque creer en Dios es lo mismo que creer ir hacia Dios, cosa que hace la caridad. Y así se da la característica de la fe. Ahora bien, creer que Dios existe indica la materia de la fe, en cuanto es la virtud teológica que tiene a Dios por objeto. Y por eso este acto aún no toca la característica de la fe, porque si alguien cree que Dios existe por algunas razones humanas y por señales naturales, aún no se dice que tenga fe, la fé de la que hablamos, sino sólo cuando por esta razón cree lo que es dicho por Dios, lo cual se designa diciendo que se le cree a Dios; y con esto es con lo que se caracteriza la fe, así como también tiene uno la característica del hábito cognoscitivo por la cual da su asentimiento a algo. Y por otra rozón se inclina a dar su asentimienao si tiene el hábito de la ciencia, o sea, mediante la demostración, y por otra razón si tiene el hábito de la conjetura, o sea, mediante el silogismo dialéctico.

En seguida, cuando dice: Ahora bien, a aquel que trabaja, etc. indica la predicha autoridad en cuanto a esto que dice: le fue imputado a justicia, y se toca en la Glosa una doble exposición de estas palabras. La primera es en cuanto que se refieren a la merced final, y en primer lugar muestra cómo se relaciona ella con las obras, y en segundo lugar cómo con la fe: Mas al que trabaja, etc., indica la predicha autoridad en cuanto quien obra, esto es, obras de justicia, la merced de eterna retribución, de la que se dice en Is 40,10: He aquí que lleva consigo su recompensa, no se le imputa como gracia tan sólo, sino como deuda, según aquello de Mateo 20,13: ¿No conviniste conmigo en un denario?

Objeción.-Pero en contrario tenemos lo que se dice más adelante (Rm 6,23): La gracia de Dios es vida eterna. Y en Rm 8,18: Los padecimientos del tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria venidera. Así, en tales circunstancias, la dicha retribución no se hace por deuda sino por gracia.

Respuesta.-Pero debemos decir que las obras humanas se pueden considerar de dos maneras. O según la substancia de las obras, y así no tienen nada condigno para que se les pague con la merced de la eterna gloria. O según su principio, en cuanto se hacen por impulso de Dios conforme al designio de Dios predestinante, y en cuanto a esto se les debe la dicha merced por deuda, porque, como adelante se dice (Rm 8,14,17): Todos cuantos son movidos por el Espíritu de Dios éstos son hijos de Dios; y si hijos, también herederos.

En seguida, cuando dice: Mas al que, etc., indica la relación que tiene la merced eterna con la fe, diciendo: Mas al que no trabaja, esto es, con obras exteriores, como por ejemplo porque ya no tiene tiempo de obrar, como es claro en el bautizado que al instante muere, que cree en Aquel que justifica al impío, o sea, en Dios, de quien se dice adelante (Rm 8): El Dios que justifica le reputará su fe, esto es, la fe sola sin obras exteriores, a justicia, de modo que por ella se diga que él es justo, y reciba el premio de la justicia como si hubiese hecho obras de justicia, según aquello de Romanos 10,10: Porque con el corazón se cree para justicia, y esto según el designio de la gracia de Dios, esto es, según la promesa de Dios de salvar por su gracia a los hombres. Los que son llamados santos según su designio (Rm 8,28). Del que todo lo hace conforme al consejó de su voluntad (Ef 1,2).

Conforme a otra exposición, esto se refiere a la justificación del hombre. Así es que dice: Ahora bien, a aquel que trabaja, esto es, si alguien se justificare poc las obras, la propia justicia se imputará como merced, por gracia sino por deuda. Y si es por gracia ya no

no es por obras; de otra manera la gracia dejaría de ser gracia (Rm 11,6). Mas al que no trabaja, para que por sus obras sea justificado, pero que cree en Aquel que justifica al impío, se le reputará esta su fe a justicia conforme al designio de la gracia de Dios, no ciertamente de modo que por la fe merezca la justicia, sino porque el propio creer es el primer acto de justicia que Dios obra en él. En efecto, por el hecho de que cree en Dios justificante, se pone bajo su justificación, y así recibe su efecto. Y esta exposición es la literal y conforme a la intención del Apóstol, quien hace hincapié en lo que se dice en Génesis 15,6: Y creyó él en Yahvéh, el cual se lo reputó por justicia, lo cual se suele decir cuando aquello que es menos por parte de alguien se le reputa gratuitamente como si .hiciese todo. Y por eso dice el Apóstol que esta imputación no tendría lugar si la justicia fuese por las obras, pues tendrá lugar sólo la que es por fe.

En seguida, al decir: Así como también David, prueba la premisa condicional con la autoridad del Salmo. Primeramente presenta su sentido; luego pone sus palabras: bienaventurados aquellos; en tercer lugar, excluye una falsa interpretación: Pues bien ¿esta bienaventuranza, etc.? Así es que dice: Así como también David pregona, esto es, asegura la bienaventuranza del hombre a quien Dios imputa, o sea, a quien da la justicia. Se la imputa gratuitamente, sin obras precedentes. E! nos salvó, no a causa de obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros (Tilo 3,5). Porque la bienaventuranza del hombre procede de Dios, según aquello del Salmo 39,5: Bienaventurado el hombre cuya esperanza es el Señor Dios. Así, por lo tanto, es claro que tiene su gloria en Dios quien no se justifica por las obras de la Ley, como está dicho. En seguida cuando dice: Bienaventurados aquellos a quienes les fueron perdonadas las iniquidades, etc., pone las palabras de David que contienen la predicha sentencia y dice que son bienaventurados aquellos cuyos pecados son perdonados. Y así es manifiesto que no tuvieron primero buenas obras por las que consiguieran la justicia o bienaventuranza. Ahora bien, es triple él pecado, a saber: original, actual mortal y actual venial.

Y primeramente en cuanto al original dice: Bienaventurados aquellos a quienes les fueron perdonadas las iniquidades. Donde débese considerar que el pecado original se denomina iniquidad porque es la carencia de la justicia original, por la cual conforme a la equidad se sujetaba a Dios la razón del hombre, las facultades inferiores a la razón, y el cuerpo al alma; pero por el pecado original se perdió este equilibrio y rectitud; porque habiendo dejado de estar sujeta la razón a Dios, las facultades inferiores se le rebelan a la razón y el cuerpo se substrae a la obediencia del alma por la corrupción y la muerte. De aquí que se dice en el Salmo 50,7: Mira que fui concebido en iniquidad. Ahora bien, de una y otra parte el pecado original se significa de manera plural. O bien por los muchos hombres en los que se multiplica el pecado original, o más bien porque virtualmente contiene en sí de cierta manera todos los pecados. Pero se dice que tal pecado original se perdona porque desaparece la pena al recibirse la gracia; pero permanece actuante por permanecer ei fomes o concupiscencia, la cual no desaparece totalmente en esta vida sino que se amortigua o mitiga.

En segundo lugar, en cuanto al pecado mortal actual, dice: y cuyos pecados han sido cubiertos. Ahora bien, se dice que los pecados se ocultan a la divina mirada en cuanto no los ve Elia para castigarlos. Has sepultado todos sus pecados (Ps 84,3).

En tercer lugar, en cuanto al venial dice: Bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputa su pecado, entendiéndose aquí por pecados los veniales, que en sí sen leves, pero siendo muchos el hombre se separa y aleja de Dios. Dios, que es bueno, perdona a todos aquellos que de todo corazón lo busquen, y no se les imputará que sean menos santos (2 Paral 30,19).

Sin embargo, estos tres pecados se pueden distinguir de otra manera. Porque hay tres cosas en el pecado; de las cuales la una es la ofensa a Dios. Y en cuanto a esto dice el Apóstol: Bienaventurados aquellos a quienes les fueron perdonadas las iniquidades, así como se dice que el hombre perdona la ofensa que a él se le hace. Perdonada está su maldad (Is 40,2). Otra cosa es el propio acto desordenado de la culpa, que no puede no haber sido hecho una vez perpetrado pero se cubre con la mano de la divina miser¡cord:a, como si se tuviera por no cometido. Lo tercero os en verdad el reato de la pena, y en cuanto a esto dice: Bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputa su pecado, esto es, a quien le perdona la pena. En seguida, al decir: Pues bien, la bienaventuranza del hombre, excluye una falsa inteligencia de la predicha autoridad. Pues podría el Judío entender que la predicha gracia de remisión de los pecados no es sino para los circuncisos.

Y para excluir tal cosa, primeramente plantea el Apóstol la cuestión diciendo: ¿acaso esta bienaventuranza por la que Dios da la justicia sin obras es sólo para la circuncisión, esto es, tiene lugar únicamente para los circuncisos, o también para el prepucio, esto es, para los Gentiles? Claro es que vale para los unos y los otros, conforme a lo quo dice adelante (Rm 10,12): Es el mismo Solíor rico para todos, etc. En segundo lugar: Porque decimos, para demostrar tal cosa recurre a la autoridad do la Escritura como si dijera: por eso esto indago. Porque decimos que a Abraham la fe !e fue imputada a justicia (Gen 15,6). En tercer lugar, basándose en esa autoridad concluye la solución de la pregunta hecha antes, aunquecon interrogación, diciendo: ¿cómo le fue imputada, esto es, la fe a Abraham a justicia, o siendo él circunciso, o con el prepucio, o sea, siendo todavía incircunciso? Y responde: No siendo circunciso, sino todavía incircunciso. Y esto se ve claro por toda la narración de la Escritura. Porque en Génesis 1 5,6 se lee que la fe le fue imputada a justicia a Abraham; y que recibiera él la circuncisión se lee en Génesis 17,1 1. De modo que si siendo todavía incircunciso Abraham fue justificado por la fe, es claro que la justicia de la fe, por la cual se perdonan gratuitamente los pecados, no se da sólo para la circuncisión sino también para el prepucio, esto es, en la Gentilidad.





Lección 2: Romanos 4,11-15

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Rm 4,11-15)


Aquí enseña el Apóstol que la circuncisión es sólo señal de la justificación, no su causa efectiva; y se muestra por qué fuera un signo sagrado y cómo la ley, no sólo ia de la naturaleza sino también la de Moisés, opera ira.

11. Y recibió el signo de la circuncisión como sello de la justicia de la fe Que poseía siendo incircunciso, para que fuese padre de todos los que creen incircuncisos, a fin de que la justicia les fuera igualmente imputada;
12. como asimismo padre de los circuncisos, de los que no solamente han recibido la circuncisión, sino que también siguen las huellas de la fe que tuvo vuestro padre Abraham siendo incircunciso.
13. Y así no fue en virtud de la Ley la promesa hecna a Abraham, o a su posteridad, de tener al mundo por herencia suya, sino en virtud de la, justicia de la fe.
14. Porque si por la Ley son los herederos, inútil es la je, y la promesa es abolida.
15. Porque la Ley produce la cólera. Pues donde no hay ley no hay tampoco prevaricación.

Una vez demostrado que la ventura del perdón de ios pecados no se da únicamente en la circuncisión sino también en la incircuncisión, siendo de ello ejemplo Abraham, que siendo aún incircunciso fue justificado, aquí responde a una objeción. En efecto, podría alguien decir que si Abraham fue justificado antes de la circuncisión, luego sin causa y en vano fue circuncidado. Ahora bien, para eliminar esta objeción primeramente indica que la circuncisión no era la causa de la justicia sino su señal; en segundo lugar muestra qué se seguía de esta señal: para que fuese padre, etc.; y finalmente enseña el modo como tal cosa se consiguiera: a éstos no tanto por el hecho de estar en la circuncisión, etc.

Acerca de lo primero hace dos cosas. La primera es indicar que la circuncisión es un signo. Circuncidaréis vuestra carne en señal de la alianza entre Mí y vosotros (Sen 17,1 1). La segunda es enseñarnos de qué cosa es señal, diciendo que es el sello de la justicia de la fe, esto es, que es por la fe, fe que existe con el prepucio, o sea, la fe que Abraham tuvo siendo todavía incircunciso. Y se le llama sello por dos razones. Porque como sello visible tiene semejanza con el sello real, según aquello de Ezequiel 28,12: Tu sello o imagen de Dios, etc. Ahora bien, la circuncisión visible tiene semejanza con la fe de Abraham. Primeramente en cuanto a la cosa creída. Pues creyó en la multiplicación de su linaje, y por eso coherentemente recibió la señal en el miembro de la generación. En segundo lugar en cuanto al efecto de su fe, que es la desaparición de la culpa, cosa que se indica mediante la supresión de la piélecilla superftua. De otro modo, se dice que una marca distintiva es tliwi señal de algo oculto que es de revelarse a los amigos, como es claro en el sigilo; y según esto se dice en Apocalipsis 5,9: Tú eres digno de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado. Porque bajo la señal de la circuncisión se encierra el secreto de la encarnación de Cristo del linaje de Abraham. En seguida se muestra lo que se sigue de lo dicho. En efecto, de esto se sigue que Abraham, justificado, incircunciso, por la fe, posteriormente recibió la circuncisión, para que sea el padre no sólo de los circuncisos sino también de los creyentes incircuncisos, lo cual expresa de esta manera: para que fuese padre, o sea, que de lo ya dicho se sigue que Abraham es padre de todos los que creen incircuncisos, o sea, que siguen en estado de prepucio. O bien que Abraham es padre por el prepucio, o sea, por lo que tuvo en estado de prepucio, para que también a ellos se les impute a justicia esto que creen, como se le imputó a Abraham. Y de esta paternidad se dice en Mateo 3,9: Poderoso es Dios para hacer que de estas piedras le nazcan hijos a Abraham. -Y padre también de la circuncisión, o sea de los circuncisos, que de él tienen su origen. De aquí que se dice en Jn 8,39: Nuestro padre es Abraham.

En seguida muestra de qué manera es padre también de los incircuncisos: por semejanza. Y esto es. lo que dice así: Para que sea, digo, padre de los que no solamente han recibido la circuncisión, o sea, que están ciertamente circuncidados, sino que también siguen las huellas de la fe que tuvo nuestro Padre Abraham con prepucio, osea, que Abraham tuvo siendo todavía incircunciso. Si fuerais hijos de Abraham haríais las obras de Abraham (Jn 8,39).

Y ya -que hablamos de la circuncisión, conviene considerar acerca de ella tres cosas, a saber: por qué fuera instituida, qué fuerza tuvo y por qué fue cambiada.

En cuanto a lo primero se debe considerar que la circuncisión, como también otras ceremonias de la ley, fue instituida por dos razones. La primera, en atención al culto divino, al cual se disponían los hombres conforme a tales ceremonias. Y según esto, la circuncisión viene una triple causa de institución: la primera para significar la fe y la obediencia con que Abraham se sujetó a Dios, para que quienes recibieran la circuncisión transmitida por Abraham su misma fe y obediencia observaran. Por lo cual se dice en Hebreos 1 1: Abraham fue circuncidado en la fe; y se hizo la circuncisión en el miembro de la generación para significar su fe acerca de la futura prole, como está dicho.

La segunda, para expresar mediante una señal corporal lo que se debía realizar en lo espiritual, para que así como del miembro de la generación, que está sometido principalmente a la concupiscencia, se cortaba la pieieciila siperfiua, así también se quitara del corazón del hombre toda superfiua concupiscencia, según aquello de Jeremías 4,5: Circuncidaos para Yahvéh y exUrpcd eí prepucio de vuestros corazones, etc.

La tercera, para que rindiendo culto a Dios el pueblo aquel por este signo, de todos los demás pueblos se distinguiera. Y por eso (Josué 5,2-4) mandó el Señor que fuesen circuncidados los hijos de 1srael que iban a habitar entre las demás naciones y que mientras permanecieron solos en el desierto no habían sido circuncidados. Pero otra razón de la circuncisión y de todas las prescripciones ceremoniales se toma por parangón con Cristo, con el cual se compara, como la figure se confronta con la verdad y los miembros con el cuerpo, según aquello de Col 2,17: Estas cosas son sombra de las venideras, mas el cuerpo es de Cristo. Y así, por la circuncisión corporal se significa la circuncisión espiritual que se debe hacer por Cristo. Antes que nada, ciertamente, en el alma, en cuanto que mediante ella so extirpan el reato de los pecados y las concupiscencias. En El, esto es, en Cristo, fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha por mano de hombre median-to el despojo de la carne del cuerpo, sino con la circuncisión de Nuestro Señor Jesucristo (Col 2,2).

En segundo lugar en cuanto al cuerpo, cuando en la resurrección se suprima de los cuerpos de los elegidos toda pasibilidad y mortalidad; y por eso la circuncisión se hacía al octavo día, porque significaba la octava edad de los que han de resucitar; pues la séptima es de los que descansan en Cristo.* Y las seis edades son para quienes transcurre el siglo. De aquí que leamos que la circuncisión se hacía con cuchillos de piedra (Josué 5,2 y Éxodo 4,25), para significar que la circuncisión espiritual tenía que hacerse por la piedra que es Cristo, como se dice en 1Co 10,4. Sin embargo, generalmente esto no se observaba, como si no fuera necesario que la circuncisión se hiciera con piedra.

Acerca de lo segundo se debe saber que como aquí dice la Glosa, y es de Beda, la circuncisión suministraba en la ley el mismo eficaz auxilio de curación para la herida del pecado original que el bautismo suele obrar en el tiempo de la gracia revelada. De lo cual se desprende claramente que la virtud de la circuncisión alcanzaba a obrar la destrucción del pecado original.

* Se refiere sin duda a la teoría u opinión -condenada en 1336 por el Papa Benedicto XII-- de que los justos descansan con Cristo, pero sin gozar de la visión beatífica hasta el día de la resurrección. Este asunto lo trato ampliamente en mi libro El Papa nunca ha sido ni será hereje, pp. 83-96 (S. A.).

Sin embargo, algunos dicen que no se confería la gracia en la circuncisión, porque no puede haber gracia de Dios sin justicia. Se argumenta con el Apóstol (Ga 2,21): Si por la Ley se alcanza la justicia, entonces Cristo murió en vano, o sea, sin causa, sin motivo. Y de la misma manera podemos nosotros argumentar: Si de la circuncisión proviene la gracia justificante, Cristo murió en balde; pero esto no puede ser, porque la remisión del pecado jamás se efectúa sin la gracia. Justificados gratuitamente por su gracia, etc. (Rm 3,24). Y por esto algunos dicen que en la circuncisión se daba la gracia en cuanto a efectos negativos, a saber, los de la remoción de la culpa, mas no en cuanto a efectos positivos, como es la realización de la justicia. Pero también esto se ve que no es conveniente, porque los efectos positivos de alguna forma preceden en el orden de la naturaleza a los efectos negativos. En efecto, la luz expulsa las tinieblas no por otra cosa sino porque ilumina. Y así también la gracia expulsa la culpa precisamente porque justifica. Y expulsado lo primero se expulsa lo posterior. Por lo cual es mejor decir que la circuncisión no tenía ex opere operato -por el solo hecho de ser administrada- una virtud efectiva, ni en cuanto a la remoción de la culpa, ni en cuanto a la realización de la justicia, sino que era tan sólo un signo de la justicia, como aquí dice el Apóstol; pero que por la fe de Cristo, de la cual era una señal la circuncisión, se suprimía el pecado original y se proporcionaba el, auxilio de la gracia para bien obrar.

Acerca de lo tercero es claro ya por lo que hemos dicho por qué convenía substituir la circuncisión. Porque la circuncisión era una señal del futuro. Y no conviene el mismo signo tanto para el presente como para el pretérito y el futuro, por lo cual el bautismo es señal de la gracia presente que más copiosa y útilmente tie-ite el efecto de la gracia, porque cuanto el agente es rnés cercano y presente, tanto más eficazmente obra. De aquí q«e al decir: Y así no fue en virtud de la Ley «fe;, contrastra su tesis, s saber, que lo mismo la circuncisión que cualquier obra de la Ley no justifica en virtud de ia divina promesa. Y acerca de esto hace dos cosas. La primera, indicar lo que se propone; la segunda, probar su tesis: Porque si por la Ley son los herederos, etc. Primeramente, con la autoridad del Génesis presenta el Apóstol la promesa hecha a Abraham y a su descendiente para que fuera el heredero del mundo, esto es, para que todas las naciones del mundo fueran benditas en él, según aquello de Génesis 12,3: En Ti serán benditas, etc. Mas dice: y a su descendiente, porque tal promesa, aun cuando en él mismo no es acabada, se complementaría sin embargo en su descendiente. Se dice, en efecto, en Génesis 22,18: En tu descendiente serán benditas todas las naciones de la tierra. Y esta descendencia se entiende principalmente que es Cristo, según Gálatas 3,16: Las promesas fueron dadas a Abraham y a su descendiente: et semini ejus. No dice que a sus descendientes, como si fuera a muchos, sino a su descendiente, o sea, precisamente 6 uno solo, etc. Porque se hace patente que es en uno solo en el que se realiza cabalmente que sea el heredero del mundo, según aquello del Salmo 2,8: Pídeme, y te daré las naciones en herencia tuya. Aunque secundariamente se realiza cabalmente en aquellos que por la gracia de Cristo son espiritualmente descendencia de Abraham. Los hijos que son de la promesa son los considerados como descendencia (Rm 9,8). Los cuales también por Cristo son los herederos del mundo, en cuanto todas las cosas se encaminan a la gloria de los elegidos. Todo es vuestro, etc. (1Co 3,22).

En cuanto a esta promesa, el Apóstol niega una cosa y una afirma. Niega que tal promesa sea hecha por la Ley. Lo cual no se dice ciertamente por la promesa misma, porque en el tiempo de la promesa aún no se daba la Ley, sino por el cabal cumplimiento de la promesa, de modo que el sentido sea que la tal promesa se le hizo a Abraham, no como si tuviera que ser cumplida por la Ley, porque, como se dice en Hebreos 7,19: La Ley no llevaba nada a la perfección. Por lo contrario, afirma que la dicha promesa se debe cumplir por la justicia de la Fe, porque los santos por la fe subyugaron reinos (Hebr i!,33). En seguida, cuando dice: Porque si por la Ley, etc., esclarece su tesis. Y primeramente en cuanto a que la promesa no se cumple por la Ley; y en segundo lugar en cuanto a que es cumplida por la justicia de la Fe: De ahí que por la fe, etc. (Rm 4,16). Acerca de lo primero expresa la siguiente razón: Si la promesa hecha a Abraham pudiera ser cumplida por la Ley, la fe de Abraham creyente en la promesa sería inútil, porque la promesa hecha a él sería abolida; pero corno esto es inconveniente, luego también lo primero. Acerca de esto hace dos cosas. La primera, indicar una condicional; la segunda, probarla: Porque la Ley produce la cólera, etc. Y manifiesta es la refutación de la consecuencia. Así que dice en primer término que la promesa no es hecha por la Ley.

Así es que si por la Ley son los herederos, o sea, si para que algunos participen de la herencia prometida se requiere que esto lo consigan por la observancia de la Ley, inútil es la Fe, o sea, vana es la Fe con la que Abraham le creyó a Dios prometedor, como se dice en Génesis 15,1-20. Pero estoes inconveniente, según lo que se dice en 1Co 15,14: Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe. Y por qué sea vana, lo enseña agregando es abolida, o sea, es anulada la promesa porque no consigue su efecto. Contra lo que se dice en Hebreos 2,2: Tuvo por fiel a Aquel que había hecho la promesa. Y aquí mismo, adelante, en el presente capítulo, se dice: Plenamente persuadido de que El es poderoso para cumplir cuanto ha prometido (Rm 4,21).

En seguida, cuando dice: Porque la Ley, prueba la premisa condicional por el efecto o resultado de la Ley. Y primero indica el efecto o resultado de la Ley; y luego lo prueba: Pues donde no hay Ley, etc. Ahora bien, prueba la condicional de esta manera: si determinada promesa tenga que cumplirse mediante lo que impide el cumplimiento de la promesa, tal promesa es abolida, y la fe del creyente se reduce a la nada; ahora bien, es así que la Ley impide la consecución de la herencia, puesto que la Ley produce la cólera; luego si por la Ley se tenga que cumplir la promesa, inútil es la fe, la promesa es abolida. Y se dice que la Ley produce la cólera, o sea, el castigo, porque por la Ley los hombres se hacen dignos del castigo de Dios. Grande es la cóiera de Yahvéh que se ha encendido contra nosotros porque nuestros padres no escucharon las palabras de esta libro (4 Reyes 22,13), o sea, de la Ley, etc.

Sin embargo, podría alguien entender que la Ley produce la cólera en cuanto a las prescripciones ceremoniales observadas en el tiempo de la gracia, según aquello ds Gáiatas 5,2: Si os circuncidáis, Cristo de nada os aprovechará. Pero esto debe entenderse también en cuanto a ías prescripciones morales: no que los preceptos morales de la Ley prescriban algo que a quienes los observen ios haga dignos de la cólera de Dios, sino circunstancialmente, porque habiéndolos ordenado no proporciona la Ley la gracia pare cumplirlos, según aquello de 2 Corintios 3,6: La letra mata, mas el espíritu da vida. Porque el espíritu ayuda interiormente a nuestra flaqueza, como se dice adelante (Capítulo 0).

En seguida, cuando dice: Pues donde no hay Ley, etc., enseña de qué manera produce la cólera, diciendo: Donde no hay Ley tampoco hay prevaricación, porque si alguien no habiendo Ley puede pecar contra lo que naturalmente es justo que se deba hacer, sir embargo no se le llama prevaricador si no es transgrediendo la Ley. Veíalos prevaricar y me consumía (Ps 1 18,158). Y sin embargo se puede decir que todo pecador es un prevaricador en cuanto es un transgresor de la Ley natural. Reputado he por prevaricadores a todos los pecadores de la tierra (Ps 118,119). Pero más grave es transgredir a la vez la Ley natural y la Ley escrita que la sola Ley de la naturaleza. Y por haberse dado la Ley sin la gracia adyuvante, la prevaricación aumentó y mereció mayor cólera.






Tomas Aq. - Romanos 17