Tomas Aq. - Romanos 48

Lección 2: Romanos 10,10-17

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Rm 10,10-17)


Por la fe y la confesión de la fe consigue el hombre la salvación, la cual fe es por oír la palabra de Cristo
10. Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salud.
11. Pues la Escritura dice: Todo aquel que creyere en El no será confundido.
12. Puesto que no hay distinción entre judío y griego. Porque uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que le invocan.
13. Así que todo el que invocare el nombre del Señor será salvo.
14. Ahora bien ¿cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? Y ¿cómo oirán sin que haya quien predique?
15. Y ¿cómo predicarán si no han sido enviados? según está escrito: ¡cuan hermosos los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian el bien!
16. Pero no todos obedecen al Evangelio. Porque Is dice: Señor ¿quién ha creído lo que se nos ha oído?
17. Así es que la fe viene ddl oír, y el oír por la palabra de Cristo.

Habiendo asentado el Apóstol, explicando las palabras de Moisés, que la confesión de la boca y la fe del corazón operan la salud, presentando esto por vía de ejemplo en dos artículos de fe de los que se veía haber hecho mención Moisés, aquí prueba lo que dijera en general. Y acerca de esto hace tres cosas. Primero muestra que por la fe y la confesión obtiene el hombre la salud; segundo, enseña el orden de la salud: Ahora bien ¿cómo invocarán, etc.; tercero, infiere cierta conclusión de lo dicho: Así es que la fe viene del oír, etc.

Acerca de lo primero hace también tres cosas. Primero enuncia lo que se propone, diciendo: con razón digo que si confiesas con la boca y crees en tu corazón, serás salvo; porgue con el corazón se cree por el hombre para justicia, esto es, para que la justicia se obtenga por la fe. Justificados, pues, por la fe (Rm 5,1). Y claramente dice: Con el corazón se cree, esto es, con la voluntad; porque las demás cosas que pertenecen al culto externo de Dios las puede hacer el hombre no queriendo, pero el creer no lo puede sino queriendo. Porque el entendimiento del que cree no se determina al asentimiento de la verdad por necesidad de la razón, como el entendimiento de lo científico, sino por la voluntad: y por eso el saber científicamente no tiene que ver con la justicia del hombre, justicia que está en la voluntad, sino el creer. Creyó Abraham a Dios y repútesele por justicia (Gen 15,6). Ahora bien, una vez justificado el hombre por la fe, es necesario que su fe obre por el amor para obtener la salud. Por lo cual agrega: Y con la boca se confiesa para salud, para conseguir la eterna. La salud que yo envío durará para siempre (Is 51,6,8).

Pero es triple la necesaria confesión para la salud. Primero, ciertamente, la confesión de la propia iniquidad, según aquello del Salmo 31,5: Confesaré, dije yo, contra mí mismo, al Señor, la injusticia mía; la cual confesión es del penitente. La segunda confesión es aquella por la cual confiesa el hombre la bondad de Dios que misericordiosamente nos otorga sus beneficios -Alabad al Señor porque es bueno: Salmo 1 17,1-; y esta es la confesión de quien da gracias. La tercera es la confesión de la verdad divina -A todo aquel que me confiese delante dé los hombres, Yo también lo confesaré delante de mi Padre celestial: Mt 10,32-; y esta confesión es del que cree, de la cual nos habla ahora el Apóstol. Y es necesaria para la salvación según el momento y el lugar, cuando por ejemplo se averigua la fe de alguno, ya sea por un perseguidor de la fe, ya sea también cuando corre peligro la fe ajena: y en este caso principalmente los prelados deben predicar la fe a sus subditos. Y por eso mismo los bautizados son ungidos con crisma en la frente con la señal de la cruz, para que no se avergüencen de confesar al propio crucificado. Pues no me avergüenzo del Evangelio (Rm 1,16).

Mas así es también respecto de todos los actos de las virtudes, que conforme al tiempo y al lugar son necesarios para la salvación. Porque los preceptos afirmativos que acerca de estas cosas se dan obligan siempre, pero no continuamente.* Lo segundo -Pues la Escritura dice, etc.- lo prueba por autoridad, diciendo: Pues la Escritura dice, en Is 18: Todo el que cree en El, con fe formada, no será confundido, como carente de salud. Los que teméis al Señor, creed en El, pues no se malogrará vuestro galardón (Eccli 2,8). Y nuestro texto dice así: Quien creyere no se apresure, como está dicho arriba. Tercero: Puesto que no hay distinción, etc., prueba que esto débese entender de manera universal, puesto que Is lo dice indefinidamente. Y primero enuncia lo que se propone, diciendo: Por eso se ha dicho: Todo aquel que creyere, etc. Puesto que no hay distinción en cuanto a esto entre judío y griego.-Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, etc. (Colos 3,2).

Segundo, lo prueba por la razón que de doble modo se sustenta, de los que toca el primero diciendo: Por que uno mismo es el Señor de iodos.-¿Acaso Dios es sólo el Dios de los Judíos? ¿No lo es también de los Gentiles? (Rm 3,26). Dios es el rey de toda la tierra

(Ps 46,3). Y por lo mismo a El le corresponde proveer a la salud de todos. El segundo modo lo toca diciendo: Es rico para todos los que lo invocan. Porque si no fuese de tanta bondad que baste para la justificación de cada úncese podría pensar que no cuidaría de todos los creyentes; pero las riquezas de su bondad y de su misericordia son inagotables. ¿O desprecias las riquezas de su bondad? (Rm 2,4). Pero Dios, que es rico en misericordia etc. (Ef 2,4). Tercero, lo prueba igualmente por autoridad, que tenemos en Joel 2,32: Cualquiera que invocare el nombre del Señor será salvo. E invocarlo es llamarlo uno en sí mismo por amor y piadoso culto. Clamará a Mí, y le oiré benigno (Ps 90,15).

En seguida, cuando dice: Ahora bien ¿cómo invocarán, etc., expone el orden por el que es uno llamado a la salvación, la cual es por la fe. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero enseña que los factores que son posteriores en este orden no pueden ser sin los primeros; luego muestra que puestos los primeros, no es forzoso que se den los posteriores: Pero no todos obedecen al evangelio. Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero indica el orden de los factores que se requieren para la salvación; luego, demuestra lo que asentara por. autoridad: según está escrito. Pone pues primero cinco factores por orden, empezando por la invocación a la cual, según la autoridad del Profeta, sigue la salvación. Así es que dice: ¿cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? como si dijera: es indudable que la invocación no puede producir la salvación si no es con la fe precedente. Ahora bien, la invocación corresponde a la confesión de la boca que procede de la fe del corazón. Creí, y por eso hablé (Ps 115,1). También nosotros creernos, y por esto hablamos (2Co 4,13).

Segundo: de la fe asciende o procede a lo oído, diciendo: ¿Y cómo creerán en Aquel de quien nada han oído? Porque se dice que cree el hombre las cosas que por otros se le dicen y que él mismo no ve. Ya no creemos a causa de tus palabras: nosotros mismos lo hemos oído, y sabemos que El es verdaderamente el Salvador del mundo, etc. (Jn 4,42). Mas hay un doble oído: el uno, interior, por el que alguien oye a Dios revelante -Escucharé lo que diga en mí el Señor Dios: Salmo 84,9-; y el otro oído es con el que el hombre oye a otro hombre que le habla. Mientras Pedro pronunciaba aún estas palabras, descendió el Espíritu Santo sobre todos los que oían su discurso (Ac 10,44). Pues bien, el primer oído no pertenece comúnmente a todos, sino que pertenece propiamente a la gracia de profecía, que es una gracia gratis data para algunos separadamente, no para todos, según aquello de 1Co 12,4: Hay diversidad de dones. Pero como ahora se habla de lo que indistintamente puede pertenecer a todos, conforme a lo que arriba se di¡o: puesto que no hay distinción entre judío y griego, es claro que esto se debe entender del segundo oído. Y por eso agrega: Y ¿cómo oirán sin que haya quien predique? Porque el oído exterior es algo pasivo del que oye, pues no puede ser sin la acción del que habla. Por lo cual aun el Señor ordenó a los discípulos (Marcos 26,15): 1d por el mundo entero, predicad el Evangelio a toda la creación. Pero las cosas que son de fe no tienen predicadores por sí mismos, sino por Dios. Lo que oí del Señor de los ejércitos, del Dios de 1srael, eso os he anunciado (Is 21,10). Yo he recibido del Señor lo que os he transmitido a vosotros (ICo 6,23). Por lo cual el Apóstol agrega lo cuarto: Y ¿cómo predicarán si no han sido enviados? como si dijera que no digna ni justamente. Yo no enviaba esos profetas; ellos de suyo corrían (Jerem 23,21). Ahora bien, de dos maneras pueden ser enviados algunos por el Señor.

De manera inmediata por el mismo Dios mediante una inspiración. Y ahora me ha enviado el Señor Dios y su espíritu (Is 48,16). La señal de tal misión es a veces la autoridad de la Sagrada Escritura. De aquí que cuando se le preguntó a Juan Bautista quién fuese él, invocó la autoridad del Profeta, diciendo: Yo soy la voz del que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo el Profeta Is (Jn 1,23). Y a veces la señal de tal misión es la verdad de los que la anuncian. De aquí que por lo contrario se dice en el Deuteronomio (18,22) que tendrás esto por señal: Si lo que aquel profeta hubiere vaticinado en el nombre del Señor no se verificare, esto no lo habló el Señor. Y a veces la señal de tal misión es la realización de un milagro. De aquí que en el Éxodo (4,1) se lee que como dijera Moisés al Señor: No me creerán ni oirán mi voz aquellos a quienes soy enviado, el Señor le dio el poder de hacer milagros. Sin embargo, estas dos últimas señales no demuestran suficientemente la misión de Dios, principalmente cuando alguien anuncia algo contra la fe. Porque se dice en el Deuteronomio (13,1-3): Si en medio de tu pueblo se presentare un profeta, o quien diga haber tenido alguna visión en sueños, y pronosticase alguna señal o prodigio, y sucediendo lo que predijo te dijere: vamos y sigamos a los dioses ajenos que no conoces y sirvámosles, no escucharás sus palabras.

El otro modo de ser enviados algunos por Dios es mediante la autoridad de los prelados, que hacen las veces de Dios. Y enviamos con él al hermano cuyo elogio por la predicación del Evangelio se oye por todas las 1glesias (2Co 8,18).

En seguida, cuando dice: Como está escrito, echa mano de la autoridad para probar esto último que dijera de la misión de los predicadores, diciendo: Corno está escrito (en Is 52,7): ¡Oh cuan hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian la buena nueva, donde nuestro texto dice: Cuan hermosos sobre los montes son los pies de los que predican y anuncian la paz, de los que anuncian el bien. Y de manera semejante leemos en Nahum 1,15: Mira ya sobre los montes los pies del que viene a anunciar la buena nueva, del que anuncia la paz. Mas con estas palabras primero se encomia el pasar de los predicadores adelante, al decir: ¡Oh cuan hermosos son los piesi lo cual se puede entender de dos maneras. Primera: de modo que por pies se entiendan los pasos que dan porque ordenadamente van adelantando, sin usurpar para sí el oficio de predicadores. ¡Qué lindos tus pies en las sandalias, hija de príncipel (Cant 7,1). Segunda: se pueden entender por pies los afectos llenos de rectitud, mientras se anuncie la palabra de Dios sin la intención de la alabanza o del lucro, sino por la salvación de los hombres y la gloria de Dios. Sus pies eran pies derechos (Ez 1,7).

Lo segundo que toca es la materia de la predicación, que es doble. Porque predican las cosas que son útiles para la vida presente, y esto lo indica diciendo: de los que anuncian la paz, que es triple. Primero anuncian la paz que hizo Cristo entre los hombres y Dios. En Cristo estaba Dios reconciliando consigo al mundo. Y puso en nosotros la palabra de la reconciliación (2Co 5,18-19). Tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo (Rm 5,1). Segundo: anuncian la paz que debe haber con todos los hombres. Si es posible, en cuanto de vosotros depende, vivid en paz con todos los hombres (Rm 12,18). Tercero: anuncian la paz por la cual puede el hombre estar en paz consigo mismo. Gozan de suma paz los amadores de tu ley, Señor (Ps 1 18,165). Y en estas tres clases de paz se contienen todas las cosas que en esta vida son útiles para la salvación, o bien en cuanto a Dios, o bien en cuanto al prójimo, o bien en cuanto a uno mismo. Y predican también las cosas que esperamos poseer en la otra vida. Y en cuanto a esto dice: de los que anuncian el bien.-Lo colocará al frente de toda su hacienda (Lc 12,44).

En seguida, cuando dice: Pero no todos obedecen al Evangelio, etc., muestra que no siempre se sigue de lo primero lo posterior; porque aun cuando no puede ser que alguien crea si no oye al que predica, sin embargo no todo el que oye al que predica cree, y esto lo agrega así: pero no todos obedecen al Evangelio, etc.- Pues no todos tienen la fe (2 Tes 3,2). Y esto lo dice para enseñar que la palabra que se dice exteriormente no es suficiente causa de fe si no es atraído interiormente el corazón del hombre por la virtud de Dios que hable (Todo aquel que oye a mi Padre y aprende, viene a Mí: Juan 6,45); y así que los hombres crean no se debe atribuir al arte del predicador. También por esto se ve que no todos los incrédulos quedan excusados de su pecado sino los que no oyen y no creen. Si Yo no hubiera venido, y no les hubiera predicado, no tuvieran culpa; mas ahora no tienen excusa de su pecado (Jn 15,22). Y esto cuadra todavía más con las cosas que posteriormente dice el Apóstol. Segundo, para esto echa mano de la autoridad, diciendo: Porque Is dice: Señor ¿quién ha creído lo que se nos ha oído? Como si dijera: uno que otro. Tienes que habértelas con incrédulos y pervertidores (Ez 2,6). ¡Ay de mí que he llegado a ser como aquel que en otoño anda rebuscando lo que ha quedado de la vendimia! (Miq 7,1). Lo cual ciertamente lo dijo Is previendo la futura infidelidad de los Judíos: Vio con su grande espíritu los últimos tiempos, y consoló a los que lloraban en Sion (Eccli 48,27). Así es que dice el Apóstol: lo que se nos ha oído, o bien por lo que oyeron de Dios, como se dice en Abdías: Nosotros oímos ya del Señor que El envió su embajador a las Gentes (Abd 1); o bien por lo que las gentes les oían a los Apóstoles. Ellos escuchan tus palabras, mas no las ponen en ejecución (Ez 33,32).

En seguida, cuando dice: Así es que la fe viene del oír, etc., infiere la conclusión de lo ya dicho, diciendo: Es así que algunos no creyeron por no haber oído, luego la fe viene del oír. Apenas me hubo oído me obedeció (Ps 17,45). Pero en contrario parece ser que la fe es una virtud infundida divinamente. Porque os ha sido otorgado el que creáis en El (Ph 1,29). Así es que se debe decir que dos cosas se requieren para la fe: una de ellas es la inclinación del corazón a lo que se debe creer, y esto no viene del oír sino de un don de la gracia; la otra es la fijación o determinación de lo que se ha de creer, y esto viene del oír. Y por esto, Cornelio, que tenía el corazón inclinado a lo que se debe creer, necesitó que le fuera enviado Pedro, para que éste le determinara qué era lo que debía creer. Y de esto que dijera: ¿Cómo oirán sin que haya quien predique? y ¿cómo predicarán si no han sido enviados?, concluye: Y el oír, es claro que de los que creen, es por la palabra de los predicadores, que es la palabra de Cristo; o bien porque es acerca de Cristo (Nosotros predicamos un Cristo crucificado: 1Co 1,23), o bien porque por Cristo son enviados (Porque yo he recibido del Señor lo que también he transmitido a vosotros: 1Co 1 1,23).





Lección 3: Romanos 10,18-21

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Rm 10,18-21)


La caída de los Judíos es inexcusable porque su ignorancia fue voluntaria, y cuanto oyeron por la Ley, por los Profetas y al final por los mismos Apóstoles fue acerca de Cristo.
18. Pero pregunto: ¿acaso no oyeron? 'Al contrario: por toda la tierra sonó su voz, hasta los extremos del mundo sus palabras.
19. Pregunto además: ¿Por ventura 1srael no entendió? Moisés, el primero, ya dice: Os haré tener celos de una que no es nación, os haré rabiar contra una gente sin seso.
20. E Is se atreve a decir: Fui hallado de los que no me buscaban; vine a ser manifiesto claramente a los que no preguntaban por Mí.
21. Mas acerca de 1srael dice: Todo el día he extendido mis manos hacia un pueblo incrédulo y que se me rebela.

Habiendo mostrado el Apóstol que la caída de los Judíos es de lamentarse porque por ignorancia pecaron, aquí demuestra que la tal caída de ellos no es del todo excusable, porque su ignorancia no fue invencible, ni fue por necesidad, sino de cierta manera voluntaria. Y esto lo demuestra de dos maneras. Primero por lo que oyeron de la doctrina de los Apóstoles; y luego por lo que conocían de la doctrina de la Ley y de los

Profetas: Pregunto además: ¿por ventura 1srael no entendió? Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero plantea la cuestión, diciendo: Se ha dicho que la fe viene del oír, de modo que no pueden los hombres creerle a quien no oyen. Pregunto pues: ¿Acaso no oyeron? para que por esto puedan excusarse totalmente de su incredulidad, según aquello de Juan 15,22: Si yo hubiera venido sin hacerles oír mi palabra no tendrían pecado.

Segundo: contesta la cuestión echando mano del Salmo que dice: Por toda la tierra sonó su voz, esto es, de los Apóstoles, o sea, que la fama de ellos se extendió por toda la tierra, no sólo de los Judíos, sino que también de todos los Gentiles. La perdición y la muerte dijeron: a nuestros oídos llegó la fama de ella (Jb 28,22), o sea, la sabiduría predicada por los Apóstoles. Porque el Señor les había ordenado (Marc 16,15): 1d por el mundo entero: predicad el Evangelio a toda la creación,- Y sus palabras, o sea la singular doctrina de ellos, sonó por toda la tierra. Literalmente: hasta el confín del mundo. Desde las extremidades del mundo hemos oído las alabanzas que se cantaban a la gloria del justo (Is 24,16). Y el mismo Is dice (49,6): Te he destinado para ser luz de las naciones, a fin de que tú seas la salud enviada por Mí hasta los últimos términos de la tierra. Y es de notarse que según Agustín estas palabras aún no se habían cumplido cuando el Apóstol las decía, pero anunciaba que se realizarían. Y por eso se usa el pretérito en lugar del futuro, en virtud de la certeza de la divina preordenación: así como también David, cuyas palabras hacía suyas el Apóstol, claramente usaba el pretérito en vez del futuro.

Y esto lo dice Agustín porque todavía en su tiempo había en algunas regiones de África gentes a las que aún no se les predicaba la fe de Cristo. Pero el Crisóstomo, comentando a San Mateo, por el contrario dice que esto que aquí se afirma habíase cumplido en el tiempo de los Apóstoles, al explicar esto que San Mateo dice en el capítulo 24, versículo 14: Y el Evangelio será proclamado en el mundo entero, y entonces vendrá el fin, esto es, la destrucción de Jerusalén. Pero una y otra cosas son de cierto modo verdaderas. Porque en el tiempo de los Apóstoles a todas las gentes, aún hasta los confines del mundo, llegó algún clamor de la predicación de los Apóstoles o por los mismos Apóstoles o mediante sus discípulos. Porque Mateo predicó en Etiopía, Tomás en la 1ndia, Pedro y Pablo en el Occidente. Y esto es lo que quiso decir el Crisóstomo. Sin embargo, en el tiempo de los Apóstoles no se cumplió que la 1glesia se edificara en todas las naciones, lo cual se verificará antes del fin del mundo, como dice Agustín (en la Epístola ad Hesichium). Pero la intención del Apóstol en los presentes versículos más cuadra con la exposición del Crisóstomo que con la de Agustín. Pues ninguna razón habría de quitarles la excusa a los infieles sólo porque oirían en el futuro. Sin embargo, de esto no resulta que a cada uno de los hombres llegara el clamor de la predicación de los Apóstoles, aun cuando llegara a todas las naciones. Así es que ¿acaso aquellos a los que no llegó, como si hubieran vivido en las selvas, tienen excusa del pecado de infidelidad?

A esto hay que decir que, según la sentencia del Señor, que tenemos en Jn 17,20, aquellos que no oyeron al Señor que hablara por Sí mismo o mediante sus discípulos tienen excusa del pecado de infidelidad, pero no obtienen el favor de Dios para ser justificados de los demás pecados ni del que por nacer contrajeron o que por mal vivir añadieron, y por éstos merecen ser condenados. Pero a los que de entre ellos hicieren lo que en sí es debido, el Señor les proveería según su misericordia, enviándoles un predicador de la fe, como Pedro a Cornelio (Ac 10,5,24-25), y Pablo a los macedonios, como vemos en los Hechos 16,9-10. Pero esto mismo: el que algunos hagan lo que en sí es debido, es claro que convirtiéndose a Dios, procede de Dios que mueve su corazón al bien. Conviértenos ¡oh Señor! a Ti, y nos convertiremos (¡Trenos 5,21).

En seguida, cuando dice: Pregunto además: ¿por ventura 1srael, etc.?, enseña ser ellos inexcusables por la noticia que tuvieron por parte de la Ley y de los Profetas. Y primero plantea ia cuestión diciendo: Pregunto además, todavía inquiriendo, ¿por ventura 1srael, esto es, el pueblo de los Judíos, no conoció las cosas que pertenecen al misterio de Cristo, y a la vocación de los Gentiles, y a la caída de los Judíos? Claramente las conoció. 1nstruido por la Ley (Rm 2,1 8). No ha hecho otro tanto con Jas demás naciones (Ps 147,20). Dichosos somos nosotros, ¡oh 1srael! porque sabemos las cosas que son del agrado de Dios (Baruc 4,4). Segundo, cuando dice: Moisés, el primero, resuelve la cuestión, y demuestra que ellos las sabían, primero por la doctrina de la Ley: Moisés el primero, que es el legislador, lo cual no se debe entender, por decir el primero, como si fueran dos Moisés, de los cuales dijera que éste es el primero; sino porque Moisés fue el primero, esto es, el principal entre los doctores de los Judíos (Ni después se vio jamás en 1srael un profeta como Moisés: Deut 34,10); o bien fue primero en el orden de los que tales cosas debían decir, porque él mismo fue, entre otros, el primero que estas cosas dijo. Os haré tener celos de una que no es nación, os haré rabiar contra una gente sin seso (Deut 32). Donde nuestro texto dice así: Yo ios excitaré contra el que no es pueblo y los irritaré contra una nación estulta. Donde se debe ver una doble diferencia.

La primera ciertamente por parte de la gentilidad, a la que llama "no pueblo", como si no fuera digna de ser llamada pueblo porque no estaba unida al culto del único Dios. A dos naciones tiene aversión mi alma, y la tercera que aborrezco no es gente (Eccli 50,27). A esta nación la llama nación necia, y aunque de algún modo se le puede llamar nación por unirse y gobernarse por una ley humana, sin embargo se le llama necia, como privada de la verdadera sabiduría que consiste en el conocimiento y el culto de Dios. Proceden en su conducta según la vanidad de sus pensamientos, teniendo oscurecido de tinieblas el entendimiento, ajenos al camino de Dios (Ef 4,17-18). Y así se refiere a la Gentilidad tal como era antes de la conversión. Pueden también atribuirse a la Gentilidad después de su conversión estas dos cosas: el llamarla "no gente", esto es, que no vive ya a lo gentil, como dice el Apóstol: Ya no andéis como andan los gentiles (Ef 4,17). Y la Gentilidad convertida se llama también gente necia según la opinión de los infieles. Si alguno entre vosotros cree ser sabio de este siglo, hágase necio para hacerse sabio (ICo 3,18).

La segunda diferencia que se ha de considerar es en cuanto a que primero pone los celos, es claro que de envidia, con que envidiaban los Judíos a los Gentiles conversos (El celo que tienen de vosotros no es para bien: Gal 4,17); segundo, pone la ira con la que se irritarán contra ellos (Acechará el pecador al justo y rechinará contra él sus dientes: Salmo 36,12). Y estas dos cosas naturalmente se júntan porque de la envidia nace la ira. Por lo cual Job (5,2) dice: En verdad al insensato lo mata la cólera, la envidia mata al necio.

Ahora bien, se dice que Dios provoca los celos e incita a la cólera, no ciertamente porque en ellos cause El la maldad o malicia, sino substrayendo la gracia, o más bien realizando la conversión de los Gentiles, de lo cual toman ocasión de envidia y de ira los Judíos.

Lo segundo que muestra es que conocían el misterio por la doctrina de los Profetas, y echa mano de Is , primero que nada anunciando la conversión de las Gentes, diciendo: E Is se atreve a decir, esto es, audazmente les anuncia a los Judíos la verdad, aun con peligro inminente de muerte para él (Audazmente corre al encuentro de los armados: Job 39,21), y dice (Is 65,1): He sido hallado por Gentiles que no me buscaban; claramente me les presenté a quienes no preguntaban por mí, donde nuestra letra dice así: Preguntaron por mí quienes antes no preguntaban, me encontraron quienes no me buscaban. Pues bien, con estas palabras primero indica la conversión de los Gentiles, diciendo: He sido hallado por Gentes que no me buscaban. Y con esto se enseña que por encima de los méritos y de la intención de los Gentiles se realizó su conversión. Para que los Gentiles glorificasen a Dios por su misericordia (Rm 15,9). De este hallazgo se dice en Mateo 13,44: Semejante es el reino de los cielos a un tesoro escondido en el campo, el cual, habiéndolo encontrado un hombre, lo volvió a esconder, etc.

Lo segundo que muestra es la causa y el modo de la conversión de ellos. La causa, ciertamente, porque no casualmente sucedió que encontraran lo que no buscaban sino por la gracia de Aquel que quiso aparecérseles, lo cual indica diciendo: vine a ser manifiesto.-Se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres (Tito 2,1 1). Y el modo, porque no se les apareció Cristo a los Gentiles por medio de los enigmas y figuras de la Ley, sino en la clara verdad. De aquí que dice: claramente.-He aquí que ahora nos hablas claramente y sin parábolas (Jn 16,29). Claramente, dice, vine a serles manifiesto, esto es, a los Gentiles, que no preguntaban por mí, o sea, que no preguntaban por mi doctrina. Dirigen sus plegarias a un dios que no puede salvar (Is 45,20). Luego muestra que Is anunció la futura incredulidad de los Judíos, diciendo: Mas acerca de 1srael, o sea, contra 1srael, dice (Is 65,2): Extendí todo el día mis manos hacia un pueblo incrédulo y que se me rebela. Donde nuestra letra dice así: Extendí mis manos todo el día hacia un pueblo incrédulo, que camina por un camino no bueno tras de sus designios, un pueblo que me provoca a cólera. Ahora bien, estas palabras: He extendido mis manos, de una manera pueden entenderse de las manos extendidas de Cristo en la cruz, de las cuales se dice haber estado en la cruz todo el día, esto es, la parte principa! de todo el día, desde ia hora sexta hasta el atardecer (Mt 27,45,57-58). Y aun cuando desde que sus manos se extienden en la cruz se apaga el sol, las rocas se parten, los sepulcros se abren, sin embargo los Judíos permanecen en su incredulidad, injuriándolo, como dice Mateo 27,39-43. Aquí agrega: Hacia un pueblo incrédulo y que se me rebela.-Considerad, pues, a Aquel que soportó la contradicción de los pecadores contra Sí mismo (Hebr 12,3).

De otro modo se puede referir a las manos de Dios extendidas al hacer milagros (Extendiendo tu mano para que se hagan curaciones, prodigios y portentos por el nombre de Jesús el santo siervo tuyo: Hechos 4,30), para que el sentido sea éste: Todo el día, esto es, todo el tiempo de mi predicación, extendí mis manos, haciendo milagros, hacia un pueblo incrédulo, a pesar de los milagros que presencia (Si Yo no hubiera hecho en medio de ellos las obras que nadie ha hecho no tendrían pecado: Juan 15,24), y que se me rebela, esto es, que desacredita mis milagros, según aquello de Lucas 2,15: Por Beelzebub, príncipe de los demonios, expulsa los demonios. Y en Oseas 4,4 leemos: Tu pueblo es como aquellos que contradicen al sacerdote.

De un tercer modo, se puede entender de las manos de Dios extendidas haciéndole al pueblo aquel beneficios manifiestos, según el Libro de los Proverbios (I,24): Os alargué mi mano, y ninguno se dio por entendido, para que el sentido sea éste: Todo el día, esto es, todo el tiempo de la Ley y de los Profetas extendí mis manos para prodigarle mis beneficios a un pueblo incrédulo y que además se me rebela. Siempre os habéis portado con rebeldía contra el Señor (Deut 3 1,27).


CAPITULO 11


Lección 1: Romanos 11,1-10

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Rm 11,1-10)


Enseña que no todos los Judíos han sido excluidos de la gracia del Evangelio, lo cual demuestra con su propio caso.

1. Pregunto entonces: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? No, ciertamente, puesto que yo también soy israelita, del linaje de Abraham, de la tribu de Benjamín.
2. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual preconoció. ¿Acaso no sabéis lo que la Escritura dice de Elias: cómo él arguye con Dios contra 1srael?
3. Señor, ellos han dado muerte a tus profetas, han destruido tus altares, y yo he quedado solo, y ellos buscan mi vida.
4. Mas ¿qué le dice la respuesta divina? Reservado me he siete mil hombres, que no han doblado la rodilla ante Baal.
5. Así también en el tiempo presente un resto, según la elección de la gracia de Dios, ha sido salvo.
6. Y si es por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia dejaría de ser gracia.
7. ¿Qué, pues? Que lo que 1srael buscaba eso no lo alcanzó; pero los escogidos lo alcanzaron, mientras que los demás fueron endurecidos.
8. Según está escrito: Dioles Dios un espíritu de aturdimiento, ojos para no ver, y oídos para no oír, hasta el día dé hoy.
9. Y David dice: Conviértaseles su mesa én lazo y trampa, en tropiezo y en justo pago.
10. Oscurézcanseles sus ojos para que no vean, y doblégales, tú, siempre la espalda.

Habiendo mostrado el Apóstol ser digna de compasión la caída de los Judíos, mas no totalmente excusable, aquí enseña que la caída de los Judíos no es universal. Y primero plantea la cuestión; luego, la resuelve: No, ciertamente; tercero, infiere la conclusión: ¿Qué, pues?, etc. Así es que primero dice: Pregunto: ¿acaso Dios ha desechado totalmente a su pueblo? es claro que el de los Judíos, puesto que lo llama incrédulo y rebelde. Y esto también el' salmista lo pregunta diciendo: ¿Por qué, oh Señor, nos has desechado para siempre? (Ps 73,1).-El Señor ha desechado su altar (Trenos 2,7).

En seguida, cuando dice: No, ciertamente, etc., resuelve la cuestión mostrando que Dios no ha rechazado totalmente al pueblo de los Judíos. Y esto lo dice así: No, ciertamente, que el pueblo de los Judíos sea totalmente rechazado. Y esto lo prueba primero respecto a su persona, diciendo: Puesto que yo también, que vivo en la fe de Cristo, soy israelita de raza. ¿Son israelitas? También yo (2Co 1 1,22). Y como en medio del pueblo de 1srael había algunos prosélitos que no descendían carnalmente de los patriarcas, esto segundo lo excluye de sí mismo agregando: del linaje de Abraham.- ¿Son iinaje de Abraham? También yo (2Co i 1,22). Mas había en el pueblo judío diversas tribus según los hijos de Jacob, de los cuales algunos eran hijos de esclavas, algunos de esposas. José y Benjamín eran hijos de Raquel, de la esposa predilecta. De aquí que, mostrando su propia excelencia dentro del pueblo judío, dice: de la tribu de Benjamín.-Del linaje de 1srael, de la tribu de Benjamín (Ph. 3,5). De aquí que con San Pablo relacionan algunos lo que se lee en el Génesis (49,27): Benjamín, lobo rapaz: por la mañana devorará la presa y por la tarde repartirá los despojos. Lo segundo: No ha desechado, etc., muestra que aquel pueblo no ha sido, desechado por Dios también en cuanto a muchos elegidos suyos. Y primero enuncia lo que intenta; luego, echa mano de un ejemplo, diciendo: ¿Acaso no sabéis?; tercero, lo aplica diciendo: Así también en el tiempo presente, etc. Así es que primero dice: No sólo yo no he sido desechado, sino que Dios no ha desechado a su pueblo todo, al cual preconoció, o sea, predestinó. A los que preconoció los predestinó ¡Rm 8,29). No ha de abandonar el Señor a su pueblo (Ps 93,14). Lo cual el Apóstol lo aplica aquí a los predestinados.

En seguida, cuando dice: ¿Acaso no sabéis, etc.? echa mano de un ejemplo de ios que ocurrieron en el tiempo de Elias, cuando aun todo el pueblo parecía apartarse del culto del Dios único. Aquí primero pone la interpelación de Elias; luego, la respuesta del Señor: Pero qué dice la divina Escritura, etc. Así es que primero dice: ¿Acaso no sabéis lo que la Escritura sagrada dice de Elias? (3 Reyes 19,1-8), o en Elias, esto es, en el libro escrito sobre Elias. Porque todo el libro de los Reyes fue escrito principalmente para consignar los dichos y los hechos de los Profetas. De aquí que también entre los libros proféticos se le considera, como dice Jerónimo (In Prolog, libri Reg.). ¿Cómo el mismo Elias arguye con Dios contra 1srael?

Parece que contra esto están las palabras de Samuel (I Reyes 12,23): Lejos de mí pecar contra Yahvéh dejando de suplicar por vosotros y de enseñaros el camino bueno y recto. Y esto es mucho menos que el argüir contra el pueblo.

Pero débese entender que los profetas arguyen contra un pueblo de tres maneras. De un modo, conformando su propia voluntad con la divina voluntad que se les revela, como también en el Salmo 57,1 1 se dice: Alegrarse ha el justo al ver la venganza. De otro modo, arguyendo contra el reinado del pecado, para que no los hombres sino los pecados de los hombres sean destruidos. De un tercer modo, débese entender el argüir o el orar como una notificación, según aquello de Jeremías 17,18: Confundidos queden los que me persiguen, esto es, sean desconcertados. Mas en esta su interpelación dos cosas contra ellos alega. Primero la impiedad que despliegan contra el culto de Dios: de una primera manera persiguiendo a sus ministros, lo cual toca diciendo: Señor, ellos han dado muerte a tus profetas.-¿Por ventura, Señor mío, no ha llegado a tu noticia lo que hice yo cuando Jezabel mataba a los profetas del Señor? (3 Reyes 18,13). ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? (Ac 7,52). De una segunda manera, en cuanto a los lugares consagrados a Dios, según el Salmo 73,7: Pegaron fuego a tu santuario. Y en cuanto a esto dice: Han destruido fus altares. Por lo cual es de notar lo que el Señor mandó (Deut 12,5-6), diciendo: 1réis al lugar que Dios vuestro Señor escogiere de todas vuestras tribus para colocar allí su nombre y poner en él su morada; y en aquel lugar ofreceréis vuestros holocaustos y víctimas. Sin embargo, antes de la edificación del templo se le permitía al pueblo el construir altares en diversos lugares para el culto divino; pero siendo esto ya contra la ley una vez edificado el templo, el piadosísimo rey Ezequías hizo destruir todos los altares de esa clase. Y esto es lo que se dice en 4 Reyes 18,22: ¿No es ése el mismo Dios cuyos lugares altos y altares ha destruido Ezequías, intimando a Judá y Jerusalén esta orden: Desde hoy habéis de adorar a Dios en Jerusalén? Ahora bien, lo que Ezequías hizo por piedad lo hicieron Acab y Jezabel por impiedad, queriendo extirpar totalmente el culto de Dios.

Lo tercero que esgrime contra ellos es la impiedad que se proponían cometer, diciendo: Y yo he quedado solo, es claro que en el culto del único Dios, lo cual dijo Elias porque los demás no confesaban abiertamente ser fieles al culto de Dios. Porque acerca de esto dice el Eclesiástico (48,1): Levantóse después el proíeta Elias como un fuego, y sus palabras eran como ardientes teas.-Y ellos buscan mi alma, para quitármela. Porque envió Jezabel a decir a Elias: Trátenme los dioses con todo su rigor si mañana a estas horas no te hiciere pagar con tu vida la que quitaste a cada uno de aquellos profetas (3 Reyes 19,2), los profetas de Baal, a ios que matara Elias.

En seguida, cuando dice: Mas ¿qué le dice, etc.? consigna la divina respuesta, diciendo: Mas ¿qué dice la Escritura?, o sea, ¿qué le dijo a él, a Elias, la respuesta divina? Esto que sigue: Reservado me he, esto es, para mi culto, no permitiéndoles caer en pecado, siete mil hombres (pone un número determinado en lugar de uno indeterminado por la perfección del septenario y del millar), que no han doblado la rodilla ante Baal, o sea, que no han abandonado el culto de Dios. Porque a todos aquellos que invocan mi nombre para mi gloria los creé, etc. (Is 43,7).

En seguida, cuando dice: Así también, etc., aplica a su tesis lo que dijera. Y primero hace la aplicación, diciendo: Así también en el tiempo presente, en el que se ve desviarse a la multitud del pueblo, una reserva, un resto, o sea, muchos que han escapado de esa ruina, han sido salvos, conforme a la elección de la gracia de Dios, o sea, según la gratuita elección de Dios. Vosotros no me elegisteis a Mí, sino que Yo os el&gí a vosotros (Jn 15,16). Segundo, de esto infiere la conclusión, diciendo: Y si es por gracia por lo que han sido salvos, ya no es por obras de ellos. El nos salvó, no a causa de obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia (Tito 3,5). Tercero, muestra que de las premisas se sigue la conclusión, diciendo: De otra manera, o sea, si la gracia proviene de las obras, la gracia dejaría de ser gracia, que así se llama por otorgarse gratuitamente. Justificados gratuitamente por su gracia (Rm 3,24).

En seguida, cuando-dice: ¿Qué, pues?, etc., infiere la conclusión buscada. Y primero la enuncia, diciendo: ¿Qué resulta pues de lo ya dicho? De que en cuanto a la gran mayoría del pueblo no ha conseguido 1srael lo que buscaba, esto es, la justicia. Y de esta manera se debe entender lo que arriba se dijo (Rm 9,31): 1srael, que andaba tras la Ley de la justicia, no llegó a la Ley de la justicia. Me buscaréis y no me encontraréis (Jn 7,34,36). De tal manera que los escogidos, o sea, los elegidos de entre los Judíos, alcanzaron la justicia (Nos escogió en Cristo para que seamos santos: Ef 1,4), mientras que los demás, o sea, la otra parte del pueblo, fueron endurecidos por su malicia. Cegados de su propia malicia (Sab 2 ,21). Segundo, según está escrito, etc., presenta la conclusión en cuanto a la última parte. Y primero por la autoridad de Is ; luego, por la autoridad de David: Y David dice.

Acerca de lo primero se debe notar que el Apóstol júnta dos autoridades en una. Porque se lee en Is 29,10: El Señor ha derramado sobre vosotros el espíritu de letargo. Y en cuanto a esto dice: Dioles Dios un espíritu de aturdimiento, lo cual corresponde a la perversión de la voluntad. Porque el aturdimiento entraña cierta punzadura o dolor del corazón. Hay un cierto buen aturdimiento por el que se duele uno de sus propios pecados, según el Salmo 59,5: Nos hiciste beber el vino de la amargura. Y hay también un mai aturdimiento, el de la envidia, por la cual se duele uno de los bienes de los demás. Pues bien, este espíritu de aturdimiento, o sea, el de envidia, fue el que les dio el Señor, no ciertamente inyectándoles maldad, sino substrayendo la gracia, como arriba (Rm 10,19) está dicho: Os haré tener celos de una que no es nación. Asimismo se lee en Is 6,10: Embota el corazón de ese pueblo, tápale sus orejas y véndale los ojos: no sea que quizá con sus ojos vea y con sus orejas oiga. Y en cuanto a esto, indicando el defecto de la facultad cognoscitiva, añade: Ojos para no ver, esto es, por sí mismos en cuanto a los milagros que Cristo hizo para los que los veían; y oídos para no oír, es claro que fructuosamente la doctrina de Cristo y de los Apóstoles: Tú, que ves tantas cosas, ¿cómo no haces caso? Tú, que tienes abiertas las orejas, ¿cómo no escuchas? (Is 42,20). Y por su cuenta agrega el Apóstol: hasta el día de hoy, porque al fin del mundo verán y oirán, cuando los corazones de los hijos se conviertan a sus padres, como se dice en Malaquías 4,6.

En seguida, cuando dice: Y David dice, etc., invoca para lo mismo la autoridad de David. Y primero indica la ocasión del mal de los Judíos, diciendo: Conviértaseles su mesa, esto es, la malicia con la que se alimentan los pecadores. Pues cuando la maldad se habrá hecho ya sabrosa a su paladar, la meterá debajo de su lengua (Jb 20,12). La cual mesa está delante de ellos mismos cuando por cierta malicia pecan. Y esto se les convierte en lazo cuando por ella se prepara la tentación para pecar (El que escapare de la hoya será preso en el lazo: 1s 24,18), y en trampa, cuando se sucumbe a la delectación voluntariamente (Tropezarán y caerán: 1s 8,15); en tropiezo, esto es, en la aceptación de la caída cuando corren de pecado en pecado (Gozan de suma paz los amadores de tu ley, sin que hallen tropiezo alguno: Salmo 1 18,165), y en justo pago, es claro que cuando son castigados por sus pecados. O bien porque esto mismo es la retribución de los delitos, porque Dios les permite caer así (Da su merecido a los soberbios: Salmo 93,2). O bien la mesa es la Sagrada Escritura dispuesta para los judíos. Preparó su mesa (Prov 9,2). La cuai viene a ser un lazo cuando se la toma equívoca o inseguramente; una trampa cuando mal se interpreta; un tropiezo cuando se cae en la pertinacia del error; y el justo pago, como está dicho arriba.

Lo segundo que indica es la misma falla en cuanto a la facultad cognoscitiva, cuando dice: oscurézcanseles sus olos para que no vean, lo cual se dice más bien preanunciándolo que deseándolo. Tienen entenebrecido el entendimiento (¡Ef 4,18). Y en cuanto al efecto cuando dice: Y su espalda, esto es, el libre albedrío que lleva a los bienes y a los males doblégales siempre, esto es, arrójalos de las cosas eternas a las temporales, de la rectitud de la justicia a la iniquidad. Doblégate para que pasemos por encima (Is 51,23).






Tomas Aq. - Romanos 48