Tomas Aq. - Romanos 62

Lección 2: Romanos 14,14-21

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Rm 14,14-21)


Enseña que deben ser evitados los escándalos, tanto en la comida como en lo demás, porque no es lícito destruir la obra de Dios por darle gusto al vientre.

14. Al contrario, juzgad mejor no causar al hermano tropiezo o escándalo.
15. Yo bien sé, y estoy seguro en el Señor Jesús, que ninguna cosa es de suyo común, sino que viene a ser común 1 para aquel que por tal la tiene.
16. Mas si por lo que comes tu hermano se contrista, ya no andas conforme a caridad. No quieras por tu manjar perder a aquel por quien Cristo murió.
17. No sea, pues, nuestro bien ocasión de blasfemia.
18. Que no consiste el reino de Dios en el comer, ni en el beber, sino en la justicia, en la paz y en el gozo del Espíritu Santo.
1 Tiene aquí el sentido de inmunda. (S. A.)
19. Pues el que así sirve a Cristo, agrada a Dios, y tiene la aprobación de los hombres.
20. En suma, procuremos las cosas de la paz, y observemos las que son de mutua edificación.
21. No queráis por una comida destruir la obra de Dios.

Habiendo prohibido el Apóstol los juicios humanos, aquí prohibe el escándalo de los prójimos, y acerca de esto hace dos cosas.

La primera, proponer lo que intenta; la segunda, explicarlo: Mas si por lo que comes, etc. Acerca de lo primero afirma tres cosas. Porque primero enseña que los escándalos deben ser evitados, diciendo: Dije que no os juzguéis mutuamente, sino que cada quien lo que debe juzgar son sus propios actos, para que no sean con escándalo de los demás, y esto lo dice así: Al contrario, juzgad mejor no causar al hermano tropiezo o escándalo. Porque el escándalo, como dice Jerónimo en su comentario a San Mateo, señala el tropiezo o la caída que resulta de pegarse uno en el pie. Por lo cual el escándalo es el hecho o el dicho menos recto que le causa a alguno ocasión de caída, a semejanza de la piedra que puesta en el camino hace que uno caiga al suelo. Pero no hay duda que es peor el escándalo que el tropiezo. Porque el tropiezo puede ser algo que detenga o retarde el paso del caminante; pero el escándalo, o sea, el golpe mismo, es con algo que determina la caída. Así es que no debemos ponerle al hermano un tropiezo por hacer nosotros algo por lo que se aparte al prójimo de la senda de la justicia (Apartad los estorbos del camino de mi pueblo: 1s 57,14); ni tampoco debemos escandalizar al prójimo haciendo algo por lo que él mismo se incline al pecado. ¡Ay del hombre por el que viene el escándalo! (Mt 18,7).

Segundo, enseña aquello por lo que se estimaba que había escándalo según su naturaleza o en sí mismo lícito. Acerca de lo cual se debe saber que, como arriba se dijo, entre los Romanos había algunos de los judíos convertidos a la fe de Cristo que hacían distinción de alimentos conforme a la Ley; y otros que por tener su fe perfecta indistintamente comían de todos los alimentos, lo cual en sí mismo ciertamente era lícito. Por lo cual dice: Yo bien sé, y estoy seguro en el Señor Jesús, que ninguna cosa es de suyo inmunda. Acerca de lo cual se debe notar, como dice Jerónimo sobre San Mateo, que el pueblo de los Judíos jactándose de tener por padre a Dios, llama comunes aquellos alimentos de los que todos los hombres comen, por ejemplo la carne de cerdo, la liebre y otros semejantes: y el resto de las gentes que de tales alimentos comían no tenían qué ver con Dios, por lo cual tales alimentos se llamaban inmundos. Esto que dice: Nada es común, es lo mismo que si dijera: nada es inmundo. Y el Apóstol dice que esto lo sabe primeramente porque así es conforme a la naturaleza de las cosas, según 1 Tim 4,4: Todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada hay desecha ble, con tal que se tome con acción de gracias. Dice además que está seguro en Cristo Jesús, porque de suyo nada es inmundo, porque los alimentos según su naturaleza nunca fueron inmundos, aunque se evitaban en un tiempo como inmundos conforme al precepto de la Ley como figura, pero que esto Cristo lo quitó cumpliendo y realizando todas las figuras. Y por eso el Apóstol, por la seguridad que tiene en el Señor Jesús, asegura que nada hay común o inmundo por sí mismo, esto es, por el hecho de comerlo. Lo que Dios ha purificado no lo declares tú común (Ac 10,15).

Lo tercero que muestra es cómo puede esto ser ilícito per accidens, en cuanto sea contra la conciencia del que come. Por lo cual dice: Se ha dicho que nada hay común. Pero esto se debe entender exceptuando al que con errónea conciencia tiene por común o inmundo alguno de los alimentos, y así para él está prohibido como si fuese por sí mismo inmundo (Para los limpios todo es limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay limpio, pues su mente y conciencia están manchados: Tito 1,15), y de esta manera se ve que algo que en sí mismo es lícito se hace ilícito para aquel que lo hace contra su conciencia, aun cuando su conciencia sea errónea, lo cual ocurre sin que esto sea contra la razón. Porque si los actos se juzgan conforme a la voluntad del agente, la voluntad por su parte se mueve por la cosa aprehendida. Por lo cual la voluntad tiende a aquello que le representa la facutad aprehensiva, y conforme a esto se califica o especifica la acción. Por lo tanto, si la razón de alguien juzga que tal cosa es pecado, y la voluntad se mueve a hacerlo, es claro que el sujeto tiene la voluntad de cometer el pecado; y así su acción exterior, informada por la voluntad, es pecado. Y por la misma razón si alguien cree que es pecado mortal lo que es pecado venial, y mientras así juzga hace eso, claro es que elige el pecar mortalmente,. y así su acción, en virtud de su elección, es pecado mortal. Pero si alguien después de la acción tiene conciencia errónea por la cual cree que lo que es lícito y hecho por él fue pecado, o que lo que es venial es mortal, no por eso lo primero se hace o pecado o mortal, porque la voluntad y la acción no son informadas por' la aprehensión posterior sino por la presente. No hay duda en las cosas ya dichas. Pero puede haber duda sobre si teniendo alguien la conciencia errónea de creer que sea necesario para la salvación algo que es pecado mortal -por ejemplo que crea que peca mortalmente si no roba o fornica- lo ligue tal conciencia, de modo que si contra ella obra peque mortalmente. Pero parece que no.

Primero, porque la Ley de Dios, que prohibe la fornicación y el hurto, liga más fuertemente que la conciencia. Segundo, porque eso supuesto, estaría aquél perplejo y confundido, porque pecaría lo mismo fornicando que no fornicando.

Pero débese decir que aun en lo malo en sí mismo liga la conciencia errónea. Porque, como está dicho, en tanto la conciencia liga en cuanto que por obrar alguien contra su conciencia se sigue que tiene la voluntad de pecar; y así, si alguien cree que el no fornicar sea pecado mortal, mientras elija el no fornicar elige pecar mortalmente, y así peca mortalmente. Y a esto también se aplica lo que aquí dice el Apóstol. Poraue manifiesto es que el distinguir entre los alimentos como algo necesario para la salvación era ilícito, porque a los Judíos conversos ni siquiera antes de la divulgación del Evangelio les era lícito el guardar las observancias legales poniendo la esperanza en ellas, como si fuesen necesarias para la salvación, como dice Agustín. Y sin embargo aquí dice el Apóstol que si alguien con la conciencia de que debe distinguir entre los alimentos, lo cual es juzgar que hay algunos comunes, no los distingue absteniéndose de ellos, peca como si comiera algo inmundo. Y así también en las cosas de suyo ilícitas liga la conciencia errónea. Ni obsta lo que primero se objeta de la ley de Dios, porque es uno mismo el ligamen de la conciencia, lo mismo el de la errónea que el de la ley de Dios. Porque la conciencia no ordena que algo se haga o se evite sino porque cree que eso es en contra o según la ley de Dios. Porque la ley no se aplica a nuestros actos sino mediante nuestra conciencia. De la misma manera tampoco obsta lo que en segundo lugar se objeta. Porque nada hay que prohiba el estar uno perplejo o confundido en determinado supuesto, aun cuando nadie se ponga perplejo de manera absoluta, como el sacerdote fornicario, que ora celebre la misa, ora no la celebre cuando debe hacerlo ex officio, peca mortalmente; y sin embargo no está perplejo de manera absoluta, porque podría dejar el pecado y celebrar. Y de manera semejante, puede uno dejar la conciencia errónea y abstenerse del pecado.

Mas todavía hay otra duda. Porque no se dice que escandaliza quien hace una obra recta, aun cuando también de eso alguien tome materia de escándalo. Porque se lee en San Mateo (15,12) que habiendo oído a Cristo se escandalizaron los fariseos; es así que no hacer distinción entre los alimentos es una obra recta; luego no hay por qué dejar de hacerlo por el escándalo del que tenga una conciencia defectuosa errando en la fe. Porque según eso los Católicos deberían abstenerse de las carnes y del matrimonio, no vaya a ser que los herejes se escandalicen conforme a su conciencia errónea.

Pero se debe decir que alguien puede escandalizar a otro no sólo haciendo algo malo sino también haciendo algo que tiene apariencia de mal, según aquello de 1 Tes 5,22: Absteneos de toda apariencia de mal. Ahora bien, de dos maneras se dice que algo tiene apariencia de mal. Primero, según la opinión de los que están separados de la 1glesia; segundo, según la opinión de los que todavía son tolerados por la 1glesia. Porque los débiles en la fe, que juzgaban que las observancias legales debían guardarse, eran todavía tolerados por la 1glesia antes de la divulgación del Evangelio. Y por eso no se debía comer de los alimentos prohibidos por la Ley si era con escándalo de ellos. Pero los herejes no son tolerados por la 1glesia, por lo cual no reza con ellos una razón semejante.

En seguida, cuando dice: Mas si por lo que comes, etc., explica lo que dijera. Y desde luego lo primero, que no se les debe dar escándalo a los hermanos; luego, lo segundo y lo tercero, de qué modo sea algo común: Todo en verdad es limpio, etc. (Rm 14,21). Acerca de lo primero da cuatro razones, de las cuales la primera se toma de parte de la caridad, diciendo: Mas si tu hermano se contrista por lo que piensa que tú pecas, por lo que comes, que según él es inmundo, tu proceder no es ya conforme a la caridad, en virtud de la cual ama uno a su prójimo como a sí mismo. Y por lo mismo evita tú su tristeza y no prefieras el alimento a la tranquilidad de tu hermano, porque como se dice en 1Co 13,5, la caridad no busca lo suyo. Su segunda razón es ésta: No quieras por tu manjar, etc., la cual se toma de parte de la muerte de Cristo; porque parece apreciar muy poco la muerte de Cristo quien por un alimento no rechaza el debilitar su fruto. Por lo cual dice: No quieras por tu manjar, que tú comes indiferentemente no haciendo distinción de alimentos, perder a aquel, esto es, escandalizar, por quien, esto es, por cuya salud, Cristo murió. Cristo murió una vez por los pecados, el Justo por los injustos (1P 3,18).

Y dice que se pierde a quien se escandaliza porque no puede haber escándalo pasivo sin pecado del escandalizado. Porque se escandaliza el que toma ocasión de caída. Por tu conocimiento se pierde el débil: ¡el hermano por quien murió Cristo! (ICo 8,2). La tercera razón que da es ésta: No sea, pues, vuestro bien ocasión de blasfemia, etc. La cual se toma de parte del don espiritual de la gracia. Y primero muestra el inconveniente que contra tales dones se sigue de que escandalicemos a otros; luego, explica lo que dijera: Pues no consiste, etc.; tercero, infiere la conclusión deseada: En suma, procuremos las cosas de la paz, etc. Acerca de lo primero débese considerar que del hecho de que algunos comieran sin hacer distinción de los alimentos, en la primitiva 1glesia, con escándalo de los débiles, se seguía el inconveniente de que los débiles blasfemaban de la fe de Cristo, diciendo que aquella ansia de alimentos era contra el mandato de la Ley. Y por eso dice el Apóstol: En virtud de que por el Señor Jesús es un hecho que nada es inmundo, no sea pues nuestro bien, esto es, la fe o gracia de Cristo, por la cual habéis sido liberados de las observancias de la Ley, ocasión de blasfemia por los débiles que digan que esa fe condesciende con la gula de la gente (¿No son ellos los que blasfeman el hermoso nombre que ha sido invocado sobre vosotros?: Sant 2,7). De ese nuestro bien se dice en el Salmo 72,28: Mi bien consiste en estar unido con Dios.

En seguida, cuando dice: Que no consiste, etc., explica lo que dijera, esto es, en qué consiste nuestro bien. Y primero muestra en qué no consiste, diciendo: Que no consiste el reino de Dios en el comer ni en el beber. Pues reino de Dios se le llama aquí a aquello por lo cual reina Dios en nosotros y por lo cual alcanzamos su propio reino, de lo cual se dice en San Mateo (6,10): Venga tu reino. Y en Miqueas 4,7, leemos: Sobre ellos reinará el Señor en el monte de Sion. Ahora bien, a Dios nos le unimos y sujetamos interiormente por el intelecto y por el afecto, como se dice en Jn 4,24: Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad. Por lo cual el reino de Dios se considera principalmente conforme al interior del hombre, no según su exterioridad. Por lo cual se dice en Lucas 17,21: El reino de Dios en medio de vosotros está. Porque las cosas atañederas exteriormente al cuerpo, en tanto pertenecen al reino de Dios en cuanto por ellas se ordena o desordena el afecto interior con relación a aquello en que principalmente consiste el reino de Dios. Y por eso, como el comer y el beber corresponden al cuerpo, en cuanto a sí mismas esas dos cosas no pertenecen al reino de Dios, sino según como de ellas usemos o de ellas nos abstengamos. Por lo cual se dice en 1Co 8,8: No es el alimento lo que nos recomienda con Dios; ni somos menos si no comemos, ni somos más si comemos. Sin embargo, el uso o la abstinencia de la comida y de la bebida corresponden al reino de Dios en cuanto con relación a eso se ordene o se desordene el afecto del hombre. Por lo cual dice Agustín (I de quaest. Evangelii) y leemos en la Glosa: Se comprueba la sabiduría en sus hijos que entienden que ni en abstenerse ni en comer está la justicia, sino en la ecuanimidad con que se soporte la penuria y en la templanza para no corromperse por la abundancia ni por la tiranía de la adquisición. Porque -como se dice en la Glosa- no importa qué alimentos o cuánto reciba alguien- siempre que esto lo haga por la conveniencia de las personas con las que vive y de su propia persona y en atención a las necesidades de su vejez-, sino con cuánta virtud y dignidad de alma carezca de esas cosas, o porque convenga o porque sea necesario que de ellas carezca.

Lo segundo que enseña es en qué consiste nuestro bien, que llama reino de Dios diciendo: Pero el reino de Dios es justicia, y paz y gozo en el Espíritu Santo, Así la justicia se refiere a las obras exteriores con las que el hombre da a cada uno lo que es suyo con la voluntad de hacer tales obras, como se dice en Mateo ó,33: Buscad primero el reino de Dios y su justicia; y la paz se refiere al efecto de la justicia. Porque la paz se perturba al máximo por no darle uno a otro lo que le debe dar. Por lo cual se dice en Is 32,17: La obra de la justicia es la paz. En cuanto al gozo, hay que referirlo al modo como deben realizarse las obras de la justicia, porque, como dice el Filósofo (I Ethic), No es justo el que no goza con la obra justa. Por lo cual también en el Salmo 99,2, se dice: Servid con júbilo al Señor. Y la causa de tal júbilo la expresa el Apóstol diciendo: en el Espíritu Santo. Porque es en el Espíritu Santo en quien se difunde en nosotros la caridad de Dios, como arriba se dijo: Romanos 5,5. Porque es el gozo en el Espíritu Santo lo que la caridad engendra, por ejemplo cuando alguien se goza por los bienes de Dios y del prójimo. Por lo cual en 1Co 13,6 se dice que la caridad no se regocija en la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Y en Gálatas 5,22 se dice: El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz. Ahora bien, estas tres cosas que aquí se tocan, de manera imperfecta se tienen en esta vida, y de manera perfecta cuando los santos poseerán el reino de Dios para ellos preparado, como se dice en San Mateo 25,29. Allí habrá justicia perfecta sin sombra de pecado. El pueblo tuyo serán todos los justos (Is 60,21). Allí reinará la paz sin la menor perturbación de temor. Se asentará mi pueblo en la hermosura de la paz, en tabernáculos de seguridad (Is 32,18). Allí será el gozo. Disfrutarán de gozo y contentamiento, y huirán el dolor y el llanto (Is 35,10).

Lo tercero, prueba lo que dijera: que en estas cosas consiste el reino de Dios. Porque es claro que pertenece al reino de Dios quien agrada a Dios y es aprobado por los buenos; es así que esto ocurre en aquellos en quienes se hallan la justicia, la paz y el gozo; luego en ellos está el reino de Dios. Así es que dice: Se ha dicho que el reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Luego quien así sirve a Cristo, que es el rey de tal reino, según Col 1,13: El nos ha trasladado al reino del hi¡o de su amor, para vivir en justicia, paz y gozo espiritual, agrada a Dios, quien es el agente de este reino (Porque agradó a Dios fue amado de El: Sab 4,10), y tiene la aprobación de los hombres, o sea, que es aprobado por quienes son partícipes de este reino. El fue probado por medio del oro, y hallado perfecto (Eccli 31,10).

En seguida, cuando dice: En suma, etc., infiere la admonición intentada, diciendo: Por el hecho de que el reino de Dios consiste en la justicia, la paz y el gozo espiritual, y, en suma, para que podamos llegar al reino de Dios, procuremos las cosas de la paz, o sea, tratemos cuidadosamente de realizar las cosas por las que conservemos la paz de los cristianos (Procurad tener paz con todos y la santidad: Hebr 12,14). Observemos las que son de mutua edificación, o sea, aquellas por las que mutuamente nos edifiquemos, esto es, que conservemos lo bueno y nos estimulemos a lo mejor. Los dones espirituales procurad tenerlos abundantemente para edificación de la 1glesia (ICo 14,12). Lo cual será si vivimos en la justicia y en el gozo espiritual. La cuarta razón la indica así: No queráis por una comida, etc. La cual esta tomada del respeto de las obras divinas, a las que tal respeto debemos que las que obra Dios no debemos destruirlas por algo de utilidad corporal. Y esto lo expresa así: No queráis por una comida, que corresponde a la utilidad del cuerpo, destruir la obra de Dios. Lo cual no se entiende ciertamente de cualquier obra de Dios. Porque todas las cosas que vienen a ser comida del hombre son obras de Dios, como las que produce la tierra y las carnes de los animales, que le han sido concedidas como alimento al hombre por Dios, como consta en el Génesis, capítulos 1 y 9. Sino que se entiende de la obra de la gracia que en nosotros mismos obra de manera especial. Dios es el que, por su benevolencia, obra en nosotros tanto el querer como el hacer (Ph 2,13). Así es que esta obra de Dios no debemos destruirla en el prójimo por nuestra comida, como parecían hacer aquellos que con desorden y escándalo de los prójimos comían sin hacer distinción de alimentos.





Lección 3: Romanos 14,22-24

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Rm 14,22-24)


Todas las cosas conforme a su naturaleza son limpias, aun cuando por relación al escándalo puedan hacerse inmundas, y en atención a la conciencia se pueden comer.

Todo en verdad es limpio; sin embargo, es malo para el hombre que come con escándalo.
22. Bueno es no comer carne ni beber vino, ni aquello en que tu hermano se ofenda, o se escandalice o se debilite.
23. Esa fe que tú tienes, tenia para contigo delante de Dios. Bienaventurado aquel que en lo que aprueba no se condena a sí mismo.
24. Mas el que tiene dudas, si come, es condenado, porque no obra según fe, y todo lo que no procede de fe es pecado.

Habiendo explicado el Apóstol por qué no debemos comer de todo sin distinción con escándalo de los prójimos, aquí muestra de qué manera algunos alimentos pueden ser limpios e inmundos. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero indica cuáles son limpios por su naturaleza, diciendo: Todo en verdad, todo cuanto puede servir de alimento del hombre, es limpio, por su naturaleza, porque de suyo no tiene nada que manche el alma del hombre, según Mateo 15,2: No lo que entra en la boca mancha al hombre. Y en Timoteo 4,4 leemos: Todo lo que Dios ha creado es bueno. Es cierto que en la Ley se les llamaba inmundas a algunas cosas, pero no por naturaleza sino por señal, como consta por el Levítico, cap. XI. Pero aun esta impureza Cristo la quitó al realizar las figuras de la Antigua Ley. De aquí que se le dijo a Pedro (Ac 10,15): Lo que Dios ha purificado no lo declares tú común, esto es, inmundo. Segundo: muestra de qué manera puede un alimento hacer inmundo al hombre -sin embargo, es malo para el hombre, etc.-, esto es, que por el ánimo con que se come manche, cosa que él muestra que puede ser de dos modos. Primero, por el hecho de comer alguien un alimento con escándalo de los prójimos; segundo, por comerlo contra la conciencia: Bienaventurado aquel que no se condena a sí mismo, etc.

Acerca de lo primero hace tres cosas. La primera, mostrar qué es malo tratándose de ingerir un alimento, diciendo: Aun cuando todas las cosas por su naturaleza son limpias, sin embargo, cualquier alimento es malo para el hombre que lo come con escándalo o sea, para confusión y escándalo de los prójimos. ¡Ay del hombre por quien viene el escándalo!

La segunda es mostrar qué es bueno tratándose de ingerir un alimento, diciendo: Bueno es no comer carne ni beber vino: cosas de las cuales la primera es ciertamente la principal de entre las comidas, y la segunda la principal de entre las bebidas. Y dice que es bueno abstenerse de ellas, o bien para domar la concupiscencia de la carne, según Efesios 5,18; No os embriaguéis con el vino, en el cual hay lujuria; o bien para estar uno más apto para la contemplación de las cosas espirituales, según el Eclesiastés 2,3: Resolví en mi interior negar a mi cuerpo el vino, para dedicar mi ánimo a la sabiduría. Sin embargo, no es esto lo que el Apóstol quiere decir aquí, sino que es bueno no usar de lo que sea con escándalo de los prójimos, lo cual se ve claro por esto que agrega: ni aquello en que tu hermano se ofenda, etc.; y lo que digo acerca del vino y de la carne, que es bueno abstenerse de ellos, lo digo también de cualquier otro alimento con el que tu hermano se ofenda, o sea, que se altere contra ti, como si obraras ilícitamente, por lo cual se perturbe su paz, o se escandalice, esto es, que se le provoque a la caída del pecado, por cuya causa se quebrante su justicia, o se debilite, o por lo menos entre en duda sobre si lo que se hace es lícito, por lo cual disminuya su gozo espiritual. Por lo cual el mismo Apóstol dice (ICo 8,13): Si el manjar escandalizare a mi hermano, no comeré yo carne nunca jamás, para no escandalizar a mi hermano. Pero así como, siendo lícito comer de estos alimentos, debe uno abstenerse de ellos para evitar el escándalo de los prójimos, es claro, con paridad de razón, que de todas las cosas lícitas que no sean necesarias para la salvación, como necesarias son la justicia, la paz y el gozo espiritual, se debe uno abstener de ellas en atención al escándalo de los prójimos. Y con esto se ve que no le es lícito a uno reclamar lo suyo con escándalo del prójimo. Y débese decir que si el escándalo proviene de debilidad o ignorancia de los, que por esto se escandalizan, para evitar tal escándalo debe uno abstenerse de las cosas lícitas, si no son necesarias para la salvación. Porque este es el escándalo de los pequeños, que el Señor ordena evitar (Mt 18,10): Guardaos de despreciar a uno solo de estos pequeños. Pero si el escándalo proviene de la malicia de los que se escandalizan, tal escándalo es como el de los Fariseos, que el Señor enseña que debe despreciarse (Mt 15,12-14). Por lo cual no hay por qué abstenerse de lo lícito para evitar semejante escándalo. En cambio, acerca del escándalo de los pequeños debe saberse que para evitarlo está uno obligado a diferir el uso de lo lícito hasta que por las razones que se den se pueda remover tal escándalo. Pero si a pesar de las razones que se den, todavía permanece el escándalo, ya no se ve que proceda de ignorancia o de debilidad, sino de malicia, y así es ya de la clase del escándalo de los fariseos.

La tercera es excluir cualquier excusa. Porque podría alguien decir: Aun cuando el prójimo se escandalice de que no haga yo distinción entre los alimentos, sin embargo, para mostrar mi fe por la cual estoy seguro de que esto me es lícito, quiero comer de toda clase de alimentos. Pero para excluir esta razón dice el Apóstol: Esa fe que tú tienes, por la que puedes comer de cualquier alimento, es recta para ti mismo, y por ella te consta ser lícito comer de esos alimentos. Buena y laudable es ciertamente esta fe, pero tenia en lo oculto, delante de Dios, a quien tal fe le agrada (La fe y la mansedumbre le agradan a Dios: Eccli 1,35); como si dijera: No conviene que manifiestes tu fe con la ejecución de una obra si es con escándalo de los prójimos.

Objeción. Pero en contra parece estar lo que arriba se dice (Rm 10,10): Con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salud. Así es que no se ve que baste con sólo en el corazón tener fe delante de Dios, sino que es necesario manifestársela al prójimo confesándola.

Respuesta. Pero hay que decir que de las cosas que son de fe, algunas hay que no han sido perfectamente manifestadas por la 1glesia, así como en la 1glesia primitiva aún no se declaraba perfectamente que los convertidos de entre los Judíos no estaban obligados a las observancias legales, y como en el tiempo de Agustín aún no se declaraba por la 1glesia la falsedad del traducianismo o generacionismo del alma. Por lo cual en tales cosas le basta al hombre el tener fe delante de Dios, ni hay por qué proclame su fe con escándalo de los prójimos, si no es acaso con aquellos a los que deba uno manifestarles la fe. Porque hay algunas cosas pertenecientes a la fe que han sido ya fijadas por la 1glesia, y en ellas no basta el tener la fe delante de Dios, sino que es necesario que se confiese la fe delante del prójimo, aun cuando por esto se escandalice alguien, porque la verdad de la doctrina no es renunciable en atención al escándalo, así como ni Cristo renunció a la verdad de su doctrina por el escándalo de los fariseos, como leemos en Mateo 15,1-14. Débese también saber que aun cuando acerca de tales cosas es necesario el manifestar uno su fe confesándola de palabra, no es necesario sin embargo el manifestarla con determinada obra, de modo que si alguien posee la fe de que usar del matrimonio es algo lícito, no por eso se requiere que use del matrimonio para la declaración de su fe. Y así también no se requería que los que tenían una fe recta la manifestaran comiendo de cualquier alimento. Porque podían manifestarla confesándola de palabra.

En seguida, cuando dice: Bienaventurado aquel que no se condena a sí mismo, etc., muestra de qué manera el uso de los alimentos hace inmundos a algunos cuando es contra la conciencia. Y acerca de esto hace tres cosas. Primero muestra qué es bueno acerca de esto, para que de lo que el hombre no haga no le remuerda la conciencia. Por lo cual dice: Bienaventurado aquel que no se condena a sí mismo, esto es, cuya conciencia no lo reprende ni condena en lo que aprueba, esto es, que aprueba lo que debe hacerse. Pero debe entenderse que esto es si con fe recta aprueba que haya algo que se deba hacer. Porque si con falso juicio aprueba que algo se debe hacer, por ejemplo, si ¡uzga que se le hace un obsequio a Dios quitándoles la vida a los discípulos de Cristo, como dice Juan 16,2, no queda excusado por el hecho de que acerca de esto no se condene a sí mismo; antes bien, mejor le estaría que acerca de esto lo reprendiera su conciencia, en cuanto así más pronto se apartaría del pecado. Pero en aquellas cosas que son lícitas hay que entender lo que dice aquí el Apóstol; porque a la glorificación del hombre corresponde que no lo reprenda su conciencia. Nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia (2Co 1,12). Nada me reprende mi conciencia en toda mi vida (Jb 27,6).

Lo segundo es mostrar qué es malo acerca de esto, a saber, que obre contra la conciencia. Por lo cual dice: Mas el que tiene dudas, esto es, que tiene la falsa creencia de que hay que distinguir entre los alimentos, si come, es claro que alimentos que ¡uzga ¡lícitos, es condenado por el hecho de que en cuanto a sí mismo tiene la decisión de hacer lo que es ilícito, y así delinque, y con su propio juicio es condenado, como se dice en Tito 3,2. Lo tercero es señalar la causa de lo que dijera diciendo: porque no obra según fe; y por lo mismo es condenado.

Ahora bien, puédese tomar aquí la fe en dos sentidos. Del uno, la fe que es virtud; del otro, según que a la fe se le llama conciencia. Y estas dos acepciones no difieren sino según la diferencia de particular y universal. Porque lo que universalmente consideramos que es de fe, por ejemplo, que el uso de los alimentos sea lícito o ilícito, la conciencia lo aplica a la obra que se ha hecho o que deba hacerse. Así es que se dice que el que come y distingue está condenado porque esto no lo hace conforme a la fe, sino más bien contra la fe, o sea, contra la verdad de la fe y contra la conciencia de lo que debe hacerse. Sin fe es imposible serle grato a Dios (Hebr 1 1,6). Y que esto sea causa suficiente de condenación lo indica agregando: todo lo que no procede de fe es pecado. Por lo cual es claro que, como se dice en la Glosa, toda la vida de los infieles es pecado, así como toda la vida de los fieles es meritoria en cuanto se ordena a la gloria de Dios, según aquello de 1Co 10,31: Ya comáis, ya bebáis, ya hagáis cualquier cosa, todo habéis de hacerlo para gloría de Dios. Y débese decir que de una manera se porta el fiel respecto del bien, y de otra el infiel respecto del mal. Porque en el hombre que tiene la fe formada no hay ninguna condenación, como arriba (Rm 8) está dicho. Pero en el hombre infiel con la infidelidad existe el bien de naturaleza. Y por eso cuando algún infiel por dictamen de la razón hace algún bien, no refiriéndolo a un mal fin, no peca. Y sin embargo su obra no es meritoria porque no está informada por la gracia. Y esto es lo que se dice en la Glosa: Ningún bien hay sin el sumo bien, esto es, no hay ningún bien meritorio sin la gracia de Dios, y donde falta el reconocimiento de la vida eterna y de la inconmutable verdad, la cual es por la fe, no hay sino una falsa virtud en las mejores costumbres, por cuanto no se refieren al fin de la eterna bienaventuranza. Y como en verdad el infiel algo hace en cuanto es infiel, es claro que peca. De aquí que esto que en la Glosa se dice: Toda obra que no procede de la fe, pecado es, hay que entenderlo así: todo lo que sea contra la fe o contra la conciencia, pecado es, y si por su género parece ser bueno, por ejemplo, si el pagano guarda la virginidad en honor de sus dioses, o da limosna, en esto mismo peca. Para los contaminados e incrédulos nada hay limpio, pues su mente y su conciencia están manchadas (Tito 1,15).


CAPITULO 15



Lección 1: Romanos 15, 1-13

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Rm 15,1-13)

Las debilidades de los pequeños deben ser sostenidas por los mayores, a ejemplo de Cristo. No obstante que no puede El ser imitado por nosotros, hay que orar, sin embargo, para poder seguir sus huellas.
1. Los fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles y no complacernos a nosotros mismos
2. Cada uno de vosotros agrade a su prójimo, en lo que es bueno, para edificarlo.
3. Porque tampoco Cristo complacióse a Sí mismo; antes bien, según está escrito: los oprobios de los que te ultrajaban cayeron sobre mí.
4. Porque todas las cosas que han sido escritas, para nues tra enseñanza sé han escrito, a fin de que mediante la paciencia, y en el consuelo de las Escrituras, mantengamos la esperanza.
5. El Dios de la paciencia y de la consolación os conceda un unánime sentir entre vosotros según Cristo Jesús.
6. Para que unánimes con una sola boca glorifiquéis al Dios y padre de nuestro Señor Jesucristo.
7. Por lo tanto, soportaos recíprocamente, así como Cristo os ha soportado a vosotros para gloria de Dios.
8. Porque digo que Cristo se hizo ministro de la circuncisión en pro de la fidelidad de Dios, para confirmar las promesas de los padres:
9. Mas los Gentiles sobre todas las cosas deben honrar a Dios, según está escrito: por eso te ensalzaré entre los Gentiles, y cantaré a tu nombre.
10. Y otra vez dice: Alegraos, Gentiles, con su pueblo.
11. Y asimismo: Alabad, todos los Gentiles, al Señor, y ensalzadle los pueblos todos.
12. Y otra vez dice Is : Aparecerá la raíz de Jessé, y El que se levantará para gobernar a las naciones; en El esperarán las Gentes.
13. Que el Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en la fe, para que abundéis en esperanza por la virtud del Espíritu Santo.

Arriba enseñó el Apóstol que los fuertes deben evitar el escándalo de los débiles; y aquí enseña que los fuertes deben también soportar las flaquezas de los débiles. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero da una admonición; luego, la explica: Cada uno de vosotros, etc. Esta admonición contiene dos cosas, de las cuales la primera corresponde a la manifestación exterior. Por lo cual dice: No sólo debemos evitar el escándalo de los débiles, sino que, también, nosotros, que somos más fuertes en la fe, debemos soportar las flaquezas de los débiles. Porque así como para un edificio material se eligen algunas piezas más firmes, como son los cimientos y las columnas, para soportar todo el peso del edificio que se compone de materiales menos resistentes, así también, en el espiritual edificio de la 1glesia, no sólo se escogen sino que se forjan algunas piezas más firmes, para que soporten el peso de los demás. Por lo cual se dice en el Salmo 74,4: Yo fui quien dio firmeza a sus columnas. Y en Gálatas 6,2: Sobrellevad los unos !as cargas de los otros. Así es que los fuertes soportan las flaquezas de los débiles, mientras pacientemente les quitan sus defectos, y para poder levantarlos se inclinan. Mas lo segundo corresponde a la intención interna. Por lo cual dice: Y no debemos complacernos a nosotros mismos, de modo que siempre queramos que se haga lo que nos gusta, sino que debemos condescender con la voluntad de los demás, para hacer las cosas que a ellos les agradan y que les son útiles. Así como yo también en todo procuro complacer a todos (ICo 10,33).

En seguida, cuando dice: Cada uno de vosotros, etc., explica su enunciada admonición, y primero en cuanto a la segunda parte; segundo, en cuanto a la primera: Por lo tanto, soportaos recíprocamente, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero explica lo que dijera; segundo, da la razón de ello: Porque tampoco Cristo complacióse a Sí mismo, etc. Así es que primero dice: Dicho está que no debemos complacernos a nosotros mismos, y esto porque cada uno de nosotros que somos más fuertes debe darle gusto a su prójimo débil, esto es, condescender con él en las cosas que le agradan, mas no en las que sean malas, como en Is 30» 10, algunos exigen: Habladnos de cosas placenteras, etc. Y por eso agrega: en lo que es bueno. De manera semejante también no debemos tratar de agradar a los hombres por un interés humano o por vanagloria, como se dice en el Salmo 52,6: Dios dispersó los huesos de los que lisonjean a los hombres; sino para gloria de Dios y provecho de los prójimos. Por lo cual agrega: para edificarlo, esto es, para que condescendiendo con el deseo de los demás, estos mismos se edifiquen en la fe y en el amor de Cristo. Sigamos las cosas que contribuyen a la paz y a la mutua edificación (Rm 14,19).

En seguida, cuando dice: Porque tampoco Cristo, con el ejemplo de Cristo asienta la razón de lo que dijera.

Y primero propone el ejemplo de Cristo; luego muestra que su ejemplo debe ser imitado por nosotros: Porque todas las cosas que han sido escritas; tercero, agrega la razón de que podamos cumplir tal cosa: Pues el Dios de la paz, etc. Acerca de lo primero hace dos cosas. Primero enuncia el ejemplo, diciendo: Se ha dicho que no debemos darnos gusto a nosotros mismos, es claro que en cuanto a nuestra particular voluntad. Porque tampoco Cristo, que es nuestra cabeza, complacióse a Sí mismo, sino que eligió el padecer por nuestra salud así como las cosas que eran contrarias a su propia voluntad, quiero decir a la voluntad natural humana, para cumplir con la divina, que les era común a El mismo y al Padre, según Mateo 26,39: Padre mío, no como yo quiero sino como Tú.

Segundo, para esto echa mano de la autoridad, diciendo: Pero según está escrito en el Salmo diciéndole la persona de Cristo al Padre: ¡Oh Padre, los oprobios de los Judíos que te ultrajaban, esto es, que blasfemaban por sus malas obras, y que contradecían así la verdad de tu doctrina cayeron sobre mí, queriendo así ahogarme por hacerles conocer Yo tu voluntad y echarles en cara sus malas obras. Pero me aborrecieron a Mí y aborrecieron también a mi Padre (Jn 15,23). Puédese referir esto también a los pecados de todo el género humano, porque todos los pecados en cierto modo son oprobios para Dios, por cuanto por ellos se menosprecia la ley de Dios. Han abandonado al Señor, han blasfemado del santo de 1srael (Is 1,4). Así es que de esta manera los oprobios de los que ultrajaban a Dios cayeron sobre Cristo, en cuanto El mismo murió por los pecados de todos. Dios cargó sobre El las iniquidades de todos nosotros (Is 53,6). El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero (1P 2,24).

En seguida, cuando diice: Porque todas las cosas que han sido escritas, etc., muestra que este ejemplo de Cristo debe ser imitado por nosotros, diciendo: Porque todas las cosas que han sido escritas en la Sagrada Escritura, o bien acerca de Cristo, o bien acerca de sus miembros, para nuestra enseñanza se han escrito. Porque ninguna necesidad había de que se escribieran si no era por nosotros, para que por ellas fuéramos instruidos. Toda Escritura divinamente inspirada es eficaz para enseñar, para convencer, etc. (2 Tim 3,16). Qué es lo que en la Escritura se contiene para nuestra enseñanza lo muestra agregando: a fin de que mediante la paciencia, y en el consuelo de las Escrituras, o sea, la paciencia y el consuelo que la Escritura contiene. Porque en la Ssgrada Escritura encontramos la paciencia de los santos en soportar las desdichas. Oísteis la paciencia de Job (St 5,2). Hallamos también en ella el consuelo que Dios les dio, según el Salmo 93,19: A proporción de los muchos dolores que atormentaron mi corazón, tus consuelos llenaron de alegría mi alma. Por lo cual también en 1 Pedro 1,2 se dice: Dando anticipado testimonio de los padecimientos de Cristo, lo cual corresponde a la paciencia, y de sus glorias posteriores, lo cual corresponde al consuelo. Cuál sea el fruto que de esta doctrina recibamos lo muestra agregando: mantengamos la esperanza. Por enseñarnos la Sagrada Escritura que los que pacientemente soportaron por Dios la tribulación fueron divinamente consolados, recibimos la esperanza de que como ellos también nosotros seremos consolados si en las mismas tribulaciones somos pacientes. Y aunque El me quitare la vida, en El esperaré (Jb 13,15).

En seguida dice: El Dios de la paciencia, etc. Como pareciera demasiado arduo que el puro hombre pudiera imitar el ejemplo de Cristo, según el Eclesiastés 2,12: ¿Quién es el hombre para poder seguir al Rey su criador? recurre al auxilio de la oración, diciendo: E! Dios de la paciencia, es claro que dador (Tú eres mi paciencia: Salmo 70,5); y también de alivio, esto es, que proporciona una espiritual consolación (El Padre de las misericordias y Dios de toda consolación: 2Co 1,3) os conceda (De quien procede todo don perfecto, como se dice en Santiago 1,17) un unánime sentir entre vosotros, esto es, para que sintáis lo mismo, etc. (Tened un mismo sentir, vivid en paz: 2Co 13,2), no ciertamente coincidiendo en el pecado, sino según Cristo Jesús, de quien se dice en Efesios 2,14: El es nuestra paz, el que de ambos hizo uno. Para que sintiendo lo mismo, viviendo unánimes por la unidad de la fe y de la caridad, conforme al Salmo aquel, según otra letra: Quien hace vivir unánimes en casa, con una sola boca, esto es, con una sola profesión de fe, la cual procede de la unidad de la fe (Que habléis todos una misma cosa: 1Co 1,10), para que por la conformidad del corazón y de la boca glorifiquéis al Dios creador de todas las cosas, el mismo que es el padre de nuestro Señor Jesucristo, por quien nos adoptó como a hijos. Yo honraré a todo el que me glorificare (I Reyes 2,30). Pues si Yo soy padre ¿dónde está la honra que me corresponde? (Malq 1,6).

En seguida, cuando dice: Por lo tanto, soportaos recíprocamente, explica la primera parte de la admonición, en la cual dijera que los fuertes deben soportar las flaquezas de los débiles. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero renueva la admonición; segundo, da su razón con el ejemplo de Cristo: Así como Cristo, etc.; tercero, agrega una razón: Que el Dios de la esperanza, etc. Así es que primero dice: Por lo tanto, esto es, porque lo que está escrito se ordena a nuestra instrucción con el ejemplo de Cristo y de los santos. Consiguientemente, soportaos recíprocamente con el afecto de la caridad, para que el uno soporte las cosas que son del otro, así como desea él mismo sostenerse cuanto lo permita la caridad: y que cada quien soporte al otro también para ayudarlo e impulsarlo. Al que es débil en la fe acogedlo (Rm 14,1).

En seguida, cuando dice: Así como Cristo os ha soportado a vosotros, etc., da la razón con el ejemplo de Cristo. Y primero pone su ejemplo, diciendo: Así como Cristo os ha soportado a Vosotros, con su protección y cuidados. He aquí a mi siervo; Yo estaré con él (Is 42,1). Acogió a 1srael su siervo, acordándose de su misericordia (Lc 1,54). Y esto para gloria de Dios, al cual refería todas las cosas. Yo honro a mi Padre, y vosotros me estáis ultrajando (Jn 8,49). En lo cual se da a entender que nosotros debemos soportarnos mutuamente en las cosas que pertenecen a la gloria de Dios. Lo segundo: Porque digo que Cristo, etc., explica lo que dijera. Y primero en cuanto a los Judíos; segundo, en cuanto a los Gentiles: Mas los Gentiles, etc. Así es que primero dice: Se ha dicho que Cristo os soporta a vosotros, tanto de entre los Judíos como de entre los Gentiles, que estáis congregados en la unidad de la fe. Y esto es claro en cuanto a unos y otros. Porque digo que Cristo se hizo ministro de la circuncisión. Porque El mismo es el autor de la fe en cuanto a todos, según Hebreos 12,2: Poniendo los ojos en el autor de la fe, etc. Pero en su propia persona no se presentó a Sí mismo sino a los Judíos, según Mateo 15,24: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de 1srael. Y en Is 65,19 leemos: No se oirá su voz por fuera. Y esto por la verdad de Dios, para que la verdad de

Dios les fuese comprobada a quienes se les prometió. Dios es veraz (Rm 3,4). Por lo cual agrega: Para confirmar las promesas de los padres, esto es, para que así se cumplieran las promesas hechas a los padres. Nos suscitó un poderoso Salvador en la casa de David, su siervo, como lo había anunciado por boca de sus santos profetas (Lc 1,69-70). Cuantas promesas hay de Dios han hallado el sí en El (2Co 1,20).

En seguida, cuando dice: Mas los Gentiles, etc., muestra que también los Gentiles han sido aceptados por Cristo. Y primero enuncia lo que desea; luego, lo confirma por medio de autoridad: Como está escrito, etc. Así es que dice: Se ha dicho que a los Judíos los recibió Cristo por la verdad de Dios, para que se cumplieran las promesas hechas a los padres; mas no se les habían hecho promesas a los Gentiles. Por lo cual esto no tiene lugar en cuanto a los Gentiles, sino que son aceptados por misericordia. Y esto es lo que dice así: Mas los Gentiles deben honrar a Dios por la misericordia que se les ha ofrecido por Cristo, porque aun cuando a ellos no les predicó personalmente, sin embargo les envió sus discípulos, que en medio de las Naciones ejercieron su ministerio, así como El mismo lo ejerciera entre los Judíos, según Mateo 28,19: 1d, y enseñad a todos los pueblos. Y de esta misericordia se dice en el Salmo 32,5: Toda la tierra está llena de la misericordia del Señor. Y en Lucas 1,50 leemos: Y su misericordia, para los que le temen, va de generación en generación. Así es que de esta manera el Apóstol atribuye a la verdad divina la conversión de los Judíos, y la conversión de los Gentiles a la divina misericordia.

Objeción.-Contra esto parece estar lo que se dice en el Salmo 24,10; Todos los caminos del Señor son misericordia y verdad.

Respuesta.-Pero se debe decir que el atribuir a la divina verdad la vocación de los Judíos no excluye la misericordia, porque también el Apóstol, nacido de Judíos, dice: Alcancé misericordia (I Tim 1,13). Y obra de la misericordia fue que Dios les hiciera a los padres promesas sobre la salud de los pósteros. De manera semejante también, por el hecho de atribuir a la divina misericordia la vocación de los Gentiles, no excluye totalmente la divina verdad, porque a la verdad divina correspondía el que se cumpliera su propósito de salvar a los Gentiles, lo cual, dice el Apóstol (Ef 3,9), era un misterio escondido desde los siglos en Dios. Pero un modo de verdad, es claro que por el cumplimiento de las promesas, se halla en la vocación de los Judíos, el cual no se halla en la vocación de los Gentiles, a quienes no se les hicieron las promesas.

En seguida, cuando dice: Como está escrito, etc., confirma mediante autoridad lo que dijera sobre la conversión de los Gentiles. Porque aun cuando a los Gentiles no les fuera prometida la vocación a la fe de Cristo, no ocurrió sin embargo de improviso, sino que fue preanunciada en los vaticinios de los profetas. Y son cuatro las autoridades que presenta, de las cuales la primera contiene las acciones de gracias de Cristo al Padre por la conversión de los Gentiles obrada por El mismo. Por lo cual dice: Como está escrito en el Salmo 17,44,49,50, de la persona de Cristo: Tú me constituirás caudillo de las Naciones, y sobre los Judíos que se levanten contra mí me ensalzarás. ¡Oh Dios Padre, Yo, Cristo, te alabaré, con alabanza de acción de gracias, entre las naciones, esto es, mediante la conversión de los Gentiles que Yo haré, y cantaré con cierta nueva exultación del corazón a tu nombre, que les es manifiesto, según Juan 17,6: Yo he manifestado tu Nombre a los hombres que me distel O bien de otra manera: Te ensalzaré entre los Gentiles, esto es, haré que los Gentiles te ensalcen con alabanza de fe (Alábente, Dios, los pueblos; publiquen todos los pueblos tus alabanzas: Salmo 66,4), y cantaré a tu nombre, esto es, haré que los Gentiles te canten un cántico que viene a ser la exultación del espíritu renovado. Cantad al Señor un cántico nuevo; toda la tierra, cantad al Señor (Ps 95,1).

La segunda autoridad contiene la unión de Gentiles y Judíos. Por lo cual agrega: Y otra vez dice la Escritura (Is 66: ¡Oh pueblos que erais extraños a la comunidad de 1srael, como se dice en Efesios 2,12): Alegraos, Gentiles, con su pueblo, esto es, unios a la común alabanza con los Judíos, que antiguamente eran su pueblo. Alegrarse ha delante de Ti, como los que se alegran en la siega (Is 9,3). Habrá un solo rebaño y un solo pastor (Jn 10,16). Nuestra letra dice: Regocijaos con Jerusalén, y exultad en ella, todos los que la amáis.

La tercera autoridad contiene la alabanza de los Gentiles a Dios. Por lo cual agrega: Y asimismo escrito está en los Salmos: Alabad, todos los Gentiles, al Señor, es claro que confesando su bondad (Desde el Oriente hasta el Poniente es digno de ser bendecido el nombre del Señor: Salmo 1 12,3); y los pueblos todos, no sólo el pueblo de los Judíos, ensalzadle, esto es, creed que El es grande, o sea, que su grandeza excede a toda alabanza (Bendecid al Señor, ensalzadle cuanto podáis, porque superiores a toda alabanza: Eccli 43,33. Desde levante a poniente es grande mi nombre entre las naciones: Malaq 1,2).

La cuarta autoridad contiene la reverencia de los Gentiles a Cristo. Por lo cual agrega: Y otra vez dice Isaías (II,10): Aparecerá la raíz de Jessé. En lo cual preanuncia el origen de Cristo, que habrá de nacer del linaje de David. Porque Jessé fue el padre de David. Así es que dice: Aparecerá la raíz de Jessé, de cuyo linaje nacerá Cristo. Y saldrá un renuevo de la raíz de Jessé, y se elevará una flor, etc. (Is 2,1). O bien Cristo era la raíz de Jessé, porque aun cuando de Jessé procedería según el origen de la carne, sin embargo con su virtud sustentó a Jessé, y lo penetró con su gracia. Tú no sostienes la raíz, sino la raíz a ti (Rm 2,18). En seguida toca el oficio de Cristo, agregando: Y el que se levantará con tan grande excelencia de gracia, para poder gobernar a las naciones, sometiéndolas al culto divino, cosa que nadie antes de El pudo hacer. Te daré las naciones en herencia tuya. Regirlas has con cetro de hierro (Ps 2,8-9). Al último pone la reverencia de los Gentiles a Cristo, diciendo: En El esperarán las Gentes, es claro que para conseguir por El la herencia de la gloria celestial. Ños ha engendrado de nuevo para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos (1P 1,3).

En seguida, cuando dice: Que el Dios de la esperanza, etc., agrega una oración, diciendo: Se ha dicho que las Gentes esperarán en Cristo, que es el Dios de la esperanza, esto es, que nos infunde esta esperanza, según el Salmo 70,5: Tú eres, Señor, mi esperanza; o bien el Dios de la esperanza, esto es, en el cual se debe esperar os colme de todo gozo, se entiende que espiritual, el cual es de Dios (El gozo del Señor es nuestra fortaleza: 2 Esdras 8,10), y paz, por la cual el hombre goza de tranquilidad en sí mismo y con relación a Dios y al prójimo (De suma paz gozan los amadores de tu ley, Señor: Salmo 118,165), en la fe, como si dijera: para que con lo que creéis tengáis también paz y gozo, que son el efecto de la caridad, según Gélatas 5,22: El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz. Aquí se ve que por Dios, que es el dador de la esperanza, les desea que con la fe tengan la caridad, por la cual obra la fe, como se dice en Sálatas 5,14. Y que la fe de ellos no sea informe y muerta, porque la fe sin las obras es muerta, como se dice en Santiago 2,7. Y para que así, por la plenitud de tales virtudes abundéis, adelantando de lo bueno a lo mejor, no sólo en esperanza sino en la virtud del Espíritu Santo, esto es, en la caridad, que se difunde en nuestros corazones por el Espíritu Santo, como arriba (cap. 5) se ha dicho. Y poderoso es Dios para hacer abundar sobre vosotros toda gracia (2Co 9,8).





Tomas Aq. - Romanos 62