Sabedoria (BPD) 13

El culto de las fuerzas de la naturaleza

13 1 Sí, vanos por naturaleza son todos los hombres que han ignorado a Dios,
los que, a partir de las cosas visibles, no fueron capaces de conocer a “Aquel que es”,
y al considerar sus obras, no reconocieron al Artífice.
2
En cambio, tomaron por dioses rectores del universo
al fuego, al viento, al aire sutil, a la bóveda estrellada,
al agua impetuosa o a los astros luminosos del cielo.
3
Ahora bien, si fascinados por la hermosura de estas cosas,
ellos las consideraron como dioses,
piensen cuánto más excelente es el Señor de todas ellas,
ya que el mismo Autor de la belleza es el que las creó.
4
Y si quedaron impresionados por su poder y energía,
comprendan, a partir de ellas,
   cuánto más poderoso es el que las formó.
5
Porque, a partir de la grandeza y hermosura de las cosas,
se llega, por analogía, a contemplar a su Autor.
6
Sin embargo, estos hombres no merecen una grave reprensión,
porque tal vez se extravían buscando a Dios y queriendo encontrarlo;
7
como viven ocupándose de sus obras, las investigan
y se dejan seducir por lo que ven:
¡tan bello es el espectáculo del mundo!
8
Pero ni aún así son excusables:
9
si han sido capaces de adquirir tanta ciencia
para escrutar el curso del mundo entero,
¿cómo no encontraron más rápidamente al Señor de todo?

El culto de los ídolos: las imágenes talladas

10 ¡Desgraciados, porque han puesto su esperanza en cosas muertas,
los que llamaron dioses a obras fabricadas por las manos del hombre,
al oro y la plata trabajados con arte,
a figuras de animales,
o a una piedra sin valor esculpida por una mano antigua!
11
Tomemos, por ejemplo, un leñador:
él derriba con la sierra un árbol fácil de voltear,
le quita hábilmente toda la corteza,
lo trabaja con maestría
y hace con él un objeto útil para el uso común.
12
Con las astillas que sobran
calienta su comida y sacia su apetito.
13
Pero queda todavía un resto que no sirve para nada,
un tronco retorcido y lleno de nudos:
él lo toma, lo esculpe para llenar sus ratos de ocio,
lo talla con habilidad en sus momentos libres,
y le da forma humana
14
o lo hace semejante a un vil animal.
Después, lo recubre de minio, colorea la superficie de rojo,
y disimula todos sus defectos con un enduido;
15
le prepara un sitio adecuado,
lo coloca en la pared y lo asegura con un clavo.
16
De esa manera, toma precauciones para que no se caiga,
sabiendo que no puede valerse por sí mismo,
porque no es más que una imagen y tiene necesidad de ayuda.
17
Sin embargo, cuando ruega por sus bienes, por su hogar o sus hijos,
no se avergüenza de dirigir la palabra a ese objeto sin vida:
¡reclama salud a un inválido,
18
implora vida a un muerto,
pide socorro al más inexperto;
al emprender un viaje, ruega al que es incapaz de dar un paso;
19
para sus ganancias, sus empresas y el éxito de sus trabajos,
pide vigor al que no tiene en sus manos ningún vigor!

Otro caso de idolatría: los navegantes

14 1 Otro se embarca dispuesto a surcar las olas bravías e invoca a una madera más carcomida que la nave que lo lleva.
2
Porque esa nave fue concebida por el afán de lucro
y construida por la sabiduría artesanal,
3
pero es tu Providencia, Padre, la que dirige el timón.
Sí, tú has abierto un camino en el mar
y un sendero seguro entre las olas,
4
mostrando así que puedes salvar de todo peligro,
incluso si uno se embarca sin ninguna experiencia.
5
Tú no quieres que las obras de tu Sabiduría sean estériles:
por eso los hombres confían su vida a una simple madera,
y atraviesan a salvo las olas sobre una frágil embarcación.
6
Así, en el principio, mientras perecían los gigantes orgullosos,
la esperanza del mundo se refugió en una frágil embarcación,
que, dirigida por tu mano, dejó al futuro el germen de nuevas generaciones.
7
Bendita la madera convertida en instrumento de justicia,
8
pero maldito el ídolo hecho por manos humanas, tanto él como su autor:
éste por haberlo fabricado y aquel porque, siendo corruptible, fue llamado dios.
9
Porque Dios detesta igualmente al impío y su impiedad,
10
y el objeto fabricado será castigado junto con su autor.
11
Por eso también serán juzgados los ídolos de las naciones,
ya que, entre las criaturas de Dios,
   se convirtieron en una abominación,
en motivo de escándalo para las almas de los hombres
y en una trampa para los pies de los insensatos.

Origen del culto de los ídolos

12 La invención de los ídolos es el origen de la fornicación,
y su descubrimiento, la corrupción de la vida.
13
Ellos no existían al principio ni existirán para siempre,
14
sino que entraron en el mundo por la superstición humana:
por eso les está reservado un rápido fin.
15
Un padre, afligido por un duelo prematuro,
encarga una imagen de su hijo tan pronto arrebatado,
y al que antes no era más que un cadáver, ahora lo honra como a un dios
y transmite a los suyos misterios y ritos.
16
Luego, con el tiempo, esta impía costumbre es observada como ley.
17
Asimismo, por orden de los soberanos,
   se rendía culto a las estatuas:
como no se los podía honrar en persona, a causa de la distancia,
reprodujeron esa figura lejana,
fabricando una imagen visible del rey que veneraban;
así se adulaba con fervor al ausente como si estuviera presente.
18
La ambición del artista contribuyó a extender este culto,
atrayendo incluso a los que ni siquiera conocían al rey,
19
porque aquel, deseoso sin duda de complacer al soberano,
empleó todo su arte para hacerlo más hermoso de lo que era;
20
y la gente, seducida por el encanto de la obra, convirtió en objeto de adoración
al que poco antes honraba como a un hombre.
21
Y esto resultó una asechanza para los vivientes,
ya que los hombres, víctimas del infortunio o de la tiranía,
atribuyeron a piedras y maderas el Nombre incomunicable.

Deplorables consecuencias de la idolatría

22 Pero no les bastó equivocarse en el conocimiento de Dios,
sino que, debatiéndose en la tremenda lucha provocada por la ignorancia,
ellos dan a tantos males el nombre de paz.
23
Con sus ritos infanticidas, sus misterios ocultos
y sus frenéticas orgías de costumbres extravagantes,
24
ya no conservan puros, ni la vida ni el matrimonio;
uno elimina al otro a traición o lo aflige por el adulterio.
25
En todas partes reina el caos: sangre y muerte, robo y fraude,
corrupción, deslealtad, agitación, perjurio,
26
vejación de los buenos, olvido de los beneficios,
contaminación de las almas, perversión sexual,
desorden en el matrimonio, adulterio y libertinaje.
27
Porque el culto de los ídolos sin nombre
es principio, causa y fin de todo mal,
28
sea que se diviertan hasta el delirio o pronuncien falsos vaticinios,
sea que vivan en la injusticia o perjuren con toda tranquilidad;
29
y como ellos ponen su confianza en ídolos sin vida,
no esperan ningún daño de sus falsos juramentos.
30
Pero recibirán su merecido por un doble motivo:
porque, al entregarse a los ídolos, se han hecho una falsa idea de Dios,
y porque han jurado injusta y falsamente, menospreciando la santidad.
31
Porque no es el poder de aquellos por quienes se jura,
sino el justo castigo reservado a los pecadores,
lo que recae siempre sobre la transgresión de los injustos.

Fidelidad de Israel al verdadero Dios

15 1 Pero tú, Dios nuestro, eres bondadoso y fiel, eres paciente y todo lo administras con misericordia.
2
Aun cuando pecamos, pertenecemos a ti, ya que reconocemos tu soberanía;
pero no pecaremos, sabiendo que nos has contado como tuyos.
3
Porque conocerte a ti es la perfecta justicia
y reconocer tu soberanía es la raíz de la inmortalidad.
4
No nos han extraviado las invenciones de un arte humano perverso
ni el esfuerzo estéril de los pintores de quimeras:
esas figuras embadurnadas de colores abigarrados,
5
cuya contemplación excita la pasión de los necios
y les hace desear la figura inanimada de una imagen sin vida.
6
¡Amantes del mal y dignos de tales esperanzas
son los que las fabrican, las desean y las adoran!

Otro caso de idolatría: el alfarero

7 Así un alfarero amasa laboriosamente la tierra blanda
y modela cada uno de los objetos que usamos.
Con la misma arcilla modela indistintamente
objetos destinados a un uso noble
y otros que tendrán un destino contrario;
pero es el alfarero el que decide
cuál será la función de cada uno de ellos.
8
Después, con un esfuerzo mal empleado,
utiliza la misma arcilla para modelar un falso dios,
y el que hace eso es un hombre que poco antes nació de la tierra
y dentro de poco volverá a la tierra de donde fue sacado,
cuando se le pida que devuelva su alma.
9
Sin embargo, en vez de preocuparse de que pronto va a morir
y de la brevedad de su vida,
rivaliza con los orfebres y plateros,
imita a los forjadores de bronce
y se enorgullece de fabricar lo que es falso.
10
Su corazón no es más que ceniza,
su esperanza es más vil que la tierra,
y su vida más despreciable que la arcilla.
11
Porque desconoce a aquel que lo modeló,
al que le infundió un alma capaz de actuar
y le transmitió un soplo vital.
12
Él piensa que nuestra vida es un juego
y la existencia, una feria para obtener ganancias:
“Es necesario, dice, ganar por todos los medios, aunque sean malos”.
13
Porque él sabe bien que peca más que cualquier otro
cuando de una materia terrestre fabrica objetos frágiles y estatuas.

La idolatría de los egipcios

14 Pero los más insensatos de todos, y más infelices que el alma de un niño,
son los enemigos que oprimieron a tu pueblo,
15
ya que tuvieron por dioses a todos los ídolos de las naciones,
que no pueden valerse de los ojos para ver,
ni de las narices para respirar,
ni de los oídos para oír,
ni de los dedos de las manos para tocar,
y cuyos pies no sirven para caminar.
16
Porque es un hombre el que hizo esos ídolos,
uno que recibió en préstamo el aliento, el que los modeló,
pero ningún hombre puede modelar un dios semejante a sí mismo:
17
siendo mortal, con sus manos impías, sólo puede producir una obra muerta.
Él vale más que los objetos que adora,
ya que él tiene vida, pero aquellos no la tendrán jamás.
18
Ellos adoran incluso a los animales más repugnantes,
que superan en estupidez a todos los demás,
19
a los que ni siquiera tienen la belleza
   que hace atrayentes a otros animales,
y están excluidos del elogio y la bendición de Dios.

Serie de comparaciones entre Egipto e Israel: las codornices y las ranas

16 1 Por eso, con toda justicia fueron castigados    con seres semejantes
y atormentados con una infinidad de bichos.
2
En lugar de ese castigo, fuiste benévolo con tu pueblo,
y para satisfacer su voraz apetito,
le preparaste como alimento un manjar exquisito: ¡las codornices!
3
Así los egipcios, a pesar de su deseo de comer,
perdieron el apetito natural,
ante el aspecto repugnante de los animales enviados contra ellos;
tu pueblo, en cambio, sometido a privación por poco tiempo, participó de un manjar exquisito.
4
Porque era necesario que a aquellos opresores
   les sobreviniera una penuria inevitable
y que a estos sólo se les hiciera ver
   cómo eran atormentados sus enemigos.

Las langostas y la serpiente de bronce

5 Incluso cuando se desencadenó sobre tu pueblo
el furor terrible de animales feroces,
y ellos perecían por la mordedura de serpientes huidizas,
tu ira no duró hasta el extremo.
6
A manera de advertencia, fueron atribulados por poco tiempo,
teniendo ya una prenda de salvación
   para que recordaran el mandamiento de tu Ley;
7
en efecto, aquel que se volvía hacia ella era salvado,
no por lo que contemplaba, sino por ti, el Salvador de todos.
8
Así demostraste a nuestros enemigos
que eres tú el que libra de todo mal:
9
ellos murieron por la picadura de langostas y moscas,
y no se podía encontrar un remedio para sus vidas,
porque merecían ser castigados por esos animales.
10
Pero contra tus hijos, ni siquiera pudieronlos dientes de las serpientes venenosas,
porque tu misericordia vino a su encuentro y los sanó.
11
Para que se acordaran de tus palabras,
eran aguijoneados y se curaban rápidamente,
no sea que cayeran en un profundo olvido
y así quedaran excluidos de tu acción bienhechora.
12
Y no los sanaron las hierbas ni los ungüentos
sino tu palabra, Señor, que todo lo cura.
13
Porque tú tienes poder sobre la vida y la muerte,
haces bajar a las puertas del Abismo y haces subir de allí.
14
El hombre, en su malicia, puede matar,
pero no hace volver el espíritu una vez que se fue,
ni libera al alma recibida por el Abismo.

El granizo y el maná

15 Es imposible escapar de tu mano.
16
Los impíos que rehusaban conocerte
fueron golpeados por la fuerza de tu brazo:
los acosaron lluvias insólitas, granizadas, aguaceros implacables,
y el fuego los consumió.
17
Pero lo más extraño era que en el agua, que todo lo apaga,
el fuego se encendía más,
porque el universo combate en defensa de los justos.
18
Unas veces, las llamas se apaciguaban
para no abrasar a los animales enviados contra los impíos,
y para que, al verlas, estos se sintieran perseguidos por un juicio de Dios.
19
Otras veces, dentro mismo del agua,
las llamas ardían con una fuerza superior a la del fuego,
para destruir las cosechas de una tierra injusta.
20
En lugar de esto, nutriste a tu pueblo con un alimento de ángeles,
y sin que ellos se fatigaran,
les enviaste desde el cielo un pan ya preparado,
capaz de brindar todas las delicias y adaptado a todos los gustos.
21
Y el sustento que les dabas manifestaba tu dulzura hacia tus hijos,
porque, adaptándose al gusto del que lo comía,
se transformaba según el deseo de cada uno.
22
La nieve y el hielo resistían al fuego sin derretirse,
a fin de que supieran que solamente los frutos de los enemigos
eran destruidos por el fuego que ardía en medio del granizo
y fulguraba bajo la lluvia;
23
mientras que, por el contrario, ese mismo fuego olvidaba hasta su propio poder,
para respetar el alimento de los justos.
24
Porque la creación, que está al servicio de ti, su Creador,
se pone en tensión para castigar a los injustos
y se distiende para beneficiar a los que confían en ti.
25
Por eso también entonces, transformándose completamente,
ella estaba al servicio de tu generosidad, que a todos alimenta,
de acuerdo con el deseo de los que te suplicaban.
26
Así los hijos que tú has amado, Señor, debían aprender
que no son las diversas clases de frutos
   los que alimentan al hombre,
sino que es tu palabra la que sostiene a los que creen en ti.
27
Porque lo que el fuego no lograba destruir
se derretía al simple calor de un tenue rayo de sol,
28
para que se pusiera bien de manifiesto
que hay que anticiparse al sol para darte gracias
y encontrarse contigo al despuntar el día.
29
Pero la esperanza del ingrato se diluirá como la escarcha invernal
y correrá como agua inservible.

Los horrores de las tinieblas

17 1 Grandes e inenarrables son tus juicios, por eso, las almas ignorantes se extraviaron.
2
Porque cuando los impíos pensaban
   que podían oprimir a una nación santa,
yacían encadenados en las tinieblas,
prisioneros de una larga noche,
encerrados bajo sus techos, excluidos de la providencia eterna.
3
Ellos pensaban mantenerse ocultos con sus pecados secretos,
bajo el oscuro velo del olvido,
pero fueron dispersados,
presa de terrible espanto,
y aterrorizados por fantasmas.
4
Porque el reducto que los protegía no los preservaba del miedo;
ruidos estremecedores resonaban a su alrededor
y se les aparecían espectros lúgubres, de rostro sombrío.
5
Ningún fuego tenía fuerza suficiente para alumbrar,
ni el resplandor brillante de las estrellas
lograba iluminar aquella horrible noche.
6
Solamente brillaba para ellos
una masa de fuego que se encendía por sí misma, sembrando el terror,
y una vez desaparecida aquella visión, quedaban aterrados
y consideraban lo que habían visto peor de lo que era.
7
Los artificios de la magia resultaban ineficaces,
y su pretendida ciencia quedaba vergonzosamente desmentida,
8
porque los que prometían liberar
   las almas enfermas de temores y sobresaltos,
estaban, ellos mismos, enfermos de un temor ridículo.
9
Aunque nada terrorífico les infundiera temor,
horrorizados por el paso de los bichos y el silbido de los reptiles,
10
se morían de miedo,
y hasta rehusaban mirar el aire, del que nadie puede escapar.
11
Porque la maldad es cobarde y su propio testimonio la condena:
acosada por la conciencia, imagina siempre lo peor.
12
El miedo, en efecto, no es sino el abandono de la ayuda que da la reflexión:
13
cuanto menos se cuenta con esa seguridad interior,
tanto más grave se considera ignorar la causa del tormento.
14
Durante esa noche verdaderamente impotente,
salida de las profundidades del Abismo impotente,
sumergidos en un mismo sueño,
15
eran perseguidos a la vez por espectros monstruosos
y paralizados por el desfallecimiento de su alma,
porque un terror repentino e inesperado los había invadido.
16
Así, cualquiera que caía en ese estado
quedaba prisionero, encerrado en esa prisión sin hierros.
17
Ya fuera labrador o pastor,
o trabajara en lugares solitarios,
al ser sorprendido, tenía que soportar la ineludible necesidad,
18
porque todos estaban atados por una misma cadena de tinieblas.
El silbido del viento,
el canto melodioso de los pájaros en la arboleda,
el ruido cadencioso de las aguas en su impetuoso correr,
19
el violento estruendo de las rocas cayendo en avalanchas,
la invisible carrera de animales encabritados,
el rugido de las fieras más salvajes,
el eco que retumba en los huecos de las montañas,
todo los llenaba de terror y los paralizaba.
20
Porque el mundo entero estaba iluminado
   por una luz resplandeciente
y se dedicaba libremente a sus trabajos;
21
solamente sobre ellos se extendía una pesada noche,
imagen de las tinieblas que les estaban reservadas.
Pero más que de las tinieblas, ellos sentían el peso de sí mismos.

La columna de fuego

18 1 Para tus santos, en cambio, brillaba una intensa luz. Los egipcios, que oían sus voces, sin distinguir su figura,
los consideraban dichosos porque no tenían que sufrir como ellos,
2
les daban gracias porque no se vengaban de los daños recibidos,
y les pedían perdón por su actitud hostil.
3
En lugar de esas tinieblas, diste a los tuyos una columna de fuego,
para que les sirviera de guía en un camino desconocido
y del sol inofensivo en su gloriosa emigración.
4
Pero merecían estar privados de la luz y prisioneros de las tinieblas
los que habían retenido cautivos a tus hijos,
por quienes debía transmitirse al mundo la luz incorruptible de la Ley.

La muerte de los primogénitos

5 Como ellos habían resuelto hacer perecer a los hijos pequeños de los santos
 –y de los niños expuestos al peligro, uno solo se salvó–
para castigarlos, tú les arrebataste un gran número de sus hijos
y los hiciste perecer a todos juntos en las aguas impetuosas.
6
Aquella noche fue dada a conocer de antemano a nuestros padres,
para que, sabiendo con seguridad en qué juramentos habían creído,
se sintieran reconfortados.
7
Tu pueblo esperaba, a la vez,
la salvación de los justos y la perdición de sus enemigos;
8
porque con el castigo que infligiste a nuestros adversarios,
tú nos cubriste de gloria, llamándonos a ti.
9
Por eso, los santos hijos de los justos
ofrecieron sacrificios en secreto,
y establecieron de común acuerdo esta ley divina:
que los santos compartirían igualmente
los mismos bienes y los mismos peligros;
y ya entonces entonaron los cantos de los Padres.
10
Les hacía eco el clamor confuso de sus enemigos,
y se propagaban los gritos lastimeros de los que lloraban a sus hijos.
11
Un mismo castigo hería al esclavo y al dueño,
el hombre del pueblo sufría lo mismo que el rey.
12
Todos por igual tenían innumerables cadáveres,
abatidos por el mismo género de muerte.
Los sobrevivientes no daban abasto para sepultarlos,
porque en un instante había sido destruido lo mejor de su estirpe.
13
Así, aquellos que a causa de los sortilegios se habían vuelto totalmente incrédulos,
ante la pérdida de sus primogénitos, confesaron que ese pueblo era hijo de Dios.
14
Cuando un silencio apacible envolvía todas las cosas,
y la noche había llegado a la mitad de su rápida carrera,
15
tu Palabra omnipotente se lanzó desde el cielo,desde el trono real,
como un guerrero implacable, en medio del país condenado al exterminio.
Empuñando como una espada afilada tu decreto irrevocable,
16
se detuvo y sembró la muerte por todas partes:
a la vez que tocaba el cielo, avanzaba sobre la tierra.
17
Entonces, bruscamente, las visiones
   de horribles pesadillas los sobresaltaron,
y los invadieron terrores inesperados.
18
Tendidos medio muertos por todas partes, hacían saber cuál era la causa de su muerte,
19
porque los sueños que los habían agitado
   se lo habían advertido de antemano,
para que no perecieran sin saber por qué padecían esos males.

El castigo de los israelitas en el desierto

20 También los justos experimentaron la muerte,
y una multitud fue masacrada en el desierto.
Pero la ira divina no duró mucho tiempo,
21
porque muy pronto un hombre irreprochable salió en su defensa,
con las armas de su propio ministerio:
la oración y el incienso expiatorio.
Él afrontó la cólera divina y puso fin a la calamidad,
demostrando así que era tu servidor.
22
Él venció la animosidad divina, no con la fuerza del cuerpo
ni con el poder de las armas,
sino que, por medio de la palabra,
hizo entrar en razón al que infligía el castigo,
recordándole las alianzas y los juramentos hechos a los Padres.
23
Cuando los cadáveres yacían amontonados unos sobre otros,
él se interpuso, contuvo la cólera divina
y le cerró el camino hacia los que aún vivían.
24
Porque sobre sus vestiduras sacerdotales estaba el mundo entero,
sobre las cuatro hileras de piedras preciosas
estaban grabados los nombres gloriosos de los Padres,
y sobre la diadema de su cabeza estaba tu Majestad.
25
Ante esto, el Exterminador retrocedió lleno de temor,
ya que bastaba con una sola prueba de tu ira.

La persecución de los israelitas y el paso del Mar Rojo

19 1 Pero sobre los impíos se abatió hasta el fin una ira despiadada, porque Dios tenía previsto lo que ellos harían:
2
después de dejar que el pueblo se fuera,
y de ungirlos a partir apresuradamente,
ellos, cambiando de idea, saldrían a perseguirlos.
3
En efecto, cuando todavía celebraban sus ritos fúnebres
y se lamentaban junto a las tumbas de sus muertos,
concibieron otro proyecto descabellado:
a los que ellos mismos habían rogado que se fueran
los comenzaron a perseguir como fugitivos.
4
La fuerza de las cosas los arrastraba con toda justicia a ese extremo
y les hacía olvidar lo que había sucedido,
para que terminaran de sufrir el castigo
   que aún faltaba a sus tormentos:
5
así, mientras tu pueblo emprendía una maravillosa travesía,
ellos encontrarían una muerte insólita.
6
Porque la creación entera, obedeciendo a tus órdenes,
adquiría nuevas formas en su propia naturaleza,
para que tus hijos fueran preservados incólumes.
7
Se vio a la nube cubrir el campamento con su sombra
y emerger la tierra seca de lo que antes era agua;
apareció en el Mar Rojo un camino despejado
y una verde llanura, entre las olas impetuosas:
8
por allí paso todo un pueblo, protegido por tu mano,
contemplando prodigios admirables.
9
Eran como caballos en un pastizal
y retozaban como corderos,
alabándote a ti, Señor, su liberador.
10
Todavía recordaban lo que había sucedido en su destierro:
cómo los mosquitos, en lugar de reproducirse naturalmente,
fueron producidos por la tierra,
y cómo las ranas, en lugar de nacer de otros animales acuáticos,
fueron vomitadas por el Río en gran cantidad.
11
Más tarde, vieron también un nuevo modo de nacer las aves:
cuando, excitados por la gula, ellos reclamaron manjares delicados,
12
para reconfortarlos, subieron codornices desde el mar.

Egipto, más culpable que Sodoma

13 Pero sobre los pecadores se abatieron los castigos,
no sin antes ser preanunciados por la furia de los rayos:
con toda justicia, ellos sufrían a causa de su maldad,
ya que habían llevado al extremo su odio contra el extranjero.
14
Porque otros no recibieron a los desconocidos que llegaban,
pero estos redujeron a servidumbre a huéspedes bienhechores.
15
Más aún, aquellos –y eso se les tendrá en cuenta–
mostraron desde el principio hostilidad ante el extranjero;
16
pero estos, en cambio, después de recibir a tu pueblo con fiestas,
y de hacerlo participar de sus mismos derechos,
lo maltrataron con terribles trabajos.
17
Por eso fueron castigados con la ceguera
–como aquellos otros a las puertas del justo–
cuando rodeados de profundas tinieblas,
cada uno buscaba el acceso de su puerta.

Transformaciones de la naturaleza durante el Éxodo

18 Así, los elementos intercambiaban entre sí sus propiedades,
como en un instrumento de cuerdas los sonidos cambian de ritmo,
permaneciendo siempre la misma tonalidad.
Esto es lo que se infiere claramente al examinar lo sucedido:
19
seres terrestres se volvían acuáticos,
los que nadan se desplazaban sobre la tierra;
20
el fuego superaba en el agua su propia fuerza
y el agua olvidaba su poder de apagar;
21
las llamas, por el contrario, no consumían la carne
de los seres corruptibles que pasaban por ellas,
ni tampoco derretían aquel alimento divino,
parecido a la escarcha y tan fácil de disolverse.

Doxología final

22 Por todos los medios, Señor,
tú has engrandecido y glorificado a tu pueblo,
y no has dejado de asistirlo en todo tiempo y lugar.



Sabedoria (BPD) 13