Aquino: I Corintios 11

11
(
1Co 3,16-23)

Lección 3: 1Co 3,16-23

Ya que todos los fieles, por ser cristianos, tienen la inmensa dignidad de Cristo, no tienen por qué gloriarse en los malos ministros y malos operarios, cuya paga pone a la vista.

16. ¿No sabéis vosotros que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
17. Pues, si alguno profanare el templo de Dios, perderle ha Dios a él. Porque el templo de Dios, que sois vosotros, santo es.
18. Nadie se engañe a si mismo; si alguno de vosotros se tiene por sabio según el mundo, hágase necio a los ojos de los mundanos, a fin de ser sabio a los de Dios.
19. Porque la sabiduría de este mundo es necedad delante de Dios; pues esta escrito: Yo prenderé a los sabios en su propia astucia.
20. Y en otra parte: el Señor penetra las ideas de los sabios, y conoce la vanidad de ellas.
21. Por tanto, nadie se gloríe en los hombres.
22. Porque todas las cosas son vuestras, bien sea Pablo, bien Apolo, bien Cejas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro;
23. todo es vuestro, y vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios.

Arriba mostro el Aposto1! cual sea la paga de los buenos obreros; aquí trata de la pena de los malos o destructores; acerca de lo cual demuestra que hay pena y confuta el error contrario; y demuestra que hay pena, siguiendo con el simil del edificio espiritual, cuya dignidad es lo primero que saca a plaza; segundo, determina la pena de los destructores; señala, en tercer lugar, la razón de la pena.

Así que, cuanto a lo primero, dijose que el que sobreedifica recibirá por paga su salvación, o con daño o sin él; mas para que podáis conocer cual sea la pena de los malos obreros, que trabajan entre vosotros, conviene antes que conozcáis vuestra dignidad, que pone primero, diciendo: "¿por ventura no sabéis que vosotros, fieles de Cristo, sois templo de Dios?" - sobre quien trabado todo el edificio se alza para ser un templo santo del Señor; por él entráis también vosotros a ser parte de la estructura de este edificio para llegar a ser morada de Dios" (Ep)

Demuestra, en segundo lugar, que los fieles son templo de Dios; pues de razón del templo es que sea morada de Dios, según aquello del Salmo: "el Señor esta en su santo Templo" (X,4). De donde puede decirse templo todo lugar en donde Dios habita, aunque morada principal suya es para Si El mismo, ya que el unico que a Si se abarca es El. De ahí que en el Apocalipsis el mismo Dios se llame templo de Dios: "y yo no vi templo en ella; por cuanto el Señor Dios omnipotente es su templo".

Asimismo habita Dios en casa consagrada por el culto espiritual que en ella se le rinde; por cuya razón la casa consagrada se llama templo, según el Salmo 5: "me prosternaré ante tu santo templo".

Habita también Dios en los hombres por la fe, que obra por el amor, según Efesios: "que Cristo habite nor la fe en vuestros corazónes". De donde, para probar que los fieles son templo de Dios, añade que son habitados por Dios, al decir: "y que el Espíritu de Dios mora en vosotros" y en Romanos 8 se dice: "el Espíritu de aquel Dios, que resucito a Jesús de la muerte, habita en vosotros"; y en Ezequiel: "pondré en medio de vosotros el Espíritu mio" (36,27). Por donde se ve claramente que el Espíritu Santo, por cuya inhabitación los fieles se llaman templo de Dios, es Dios, ya que, como se dijo, solo el morar Dios convierte en templo de Dios el lugar donde El mora.

Pero es de considerar que Dios esta en todas las criaturas, en las que se halla por esencia, presencia y potencia, llenandolo todo con sus bondades, conforme a aquello: "Yo lleno el cielo y la tierra" (Jr 23). Mas de modo espiritual se dice que Dios habita, como en su casa, en los santos, cuya mente es capaz de Dios por el conocimiento y el amor, aun cuando actualmente no den en la cuenta de que conocen y aman, con tal que por la gracia tengan el habito de la fe y de la caridad, como se ve en los niños bautizados. Ahora bien, conocimiento sin amor no es suficiente para que Dios more en uno, según dice San Juan: "el que permanece en la caridad en Dios permanece, y Dios en él". De ahí es que muchos conocen a Dios, o por un conocimiento meramente natural, o por la fe no formada, en quienes, eso no obstante, no habita el Espíritu de Dios.

Añade luego, conforme a lo susodicho, la pena de los malos operarios, al decir: "pues si alguno profanare el templo de Dios... "; la cual profanación se hace de dos modos: de uno, con falsas doctrinas, por las que no se sobreedifica sino mas bien se socava el fundamento y se destruye el edificio. De ahí que diga Ezequiel de los falsos profetas: "deshonrabanme delante de mi pueblo por un punado de cebada y por un pedazo de pan" (13,19). De otro modo se viola el templo de Dios por el pecado mortal, por el cual uno se corrompe o corrompe a otro, de obra o con el mal ejemplo. "Contamino Juda la santidad del Señor, o su nación santa, amada de El" (Ml 2,2). Pero así se hace acreedor el violador del templo espiritual de Dios, o como quiera que sea profanador suyo, a que Dios lo prerda para siempre condenandolo. Por esto, añade Malaquias: "exterminara el Señor al hombre que esto hiciere, al maestro y al discipulo"; "arrancara el Señor todo labio fraudulento, la lengua jactanciosa".

Y al decir: "templo de Dios", indica el por qué de lo ":le había dicho de la santidad del templo, pues quien profana una cosa sagrada merece que lo exterminen; "porque el templo de Dios, que sois vosotros, santo es", o como dice el Salmo: "santo es tu templo, admirable por su justicia", "la santidad, Señor, conviene a tu casa" (64,5; 92,5). Por cierto que en el templo material hay cierta santidad sacramental, por cuanto el templo esta dedicado al culto divino, mas en los fieles de Cristo santidad de gracia, que alcanzaron por el bautismo, según aquello: "pero fuisteis lavados, fuisteis santificados" (1Co 6,2).

Pasa ahora a refutar el error contrario, diciendo: "nadie os engane"; y primero amonesta a los fieles a que se guarden de la seducción del error, y les enseña el modo de hacerlo, e indica, en tercer lugar, el motivo. Es de saber, cuanto a lo primero, haber opinado algunos que Dios ni castigaba ni galardonaba las acciones humanas, en persona de los cuales dice Sofonias: "iré buscando a los hombres sumidos en sus inmundicias, los cuales están diciendo en su corazón: el Señor no hace bien ni hace mal a nadie" (I,12); y Jeremias: "¿Quién es aquel que ha dicho que se hace cosa alguna sin que el Señor lo ordene? ¿No vienen acaso de orden del Señor los males y los bienes? Pues ¿por qué se ha de quejar nunca hombre viviente del castigo de sus pecados?" (Lm 3,37). Así que, para desarraigar este error, dice: "nadie os engane", dando por cierto que no hara perecer Dios al que profana su santo templo, como dice también en Efesios: "nadie os engane con palabras vanas, pues por tales cosas descargo la ira de Dios sobre los incrédulos" (5).

Al decir después: "si alguno de vosotros se tiene por sabio... ", les enseña el modo de precaver este engano; donde es de saber que fue opinión de algunos que Dios no castigaba a los hombres sus pecados; y se fundaban, para afirmar esto, en razónes de humana sabiduría, pongo por caso que Dios no conoce por menudo y en particular los sucesos que acaecen aquí, en persona de los cuales se dice aquello de Job: "¿Qué puede saber Dios desde tan lejos? El juzga de nosotros como a oscuras. Esta escondido alla entre las nubes, ni hace algo en nuestras cosas, y anda paseandose de uno a otro poio del cielo" (22,14).

Pues para evitar este escollo, dice: "si alguno de vosotros se tiene por sabio según el mundo, esto es, con sabiduría del siglo, que por el hecho de oponerse a la verdad de la fe, no es sabiduría, aunque parezca serlo, hagase necio", dando de mano a esta aparente sabiduría, "a fin de ser sabio", conviene a saber, según la divina sabiduría, que es la verdadera. Y hay que observar esta regla no solo en aquellas cosas en que la sabiduría del siglo es contraria a la verdad de la fe, sino también en todas las otras en que se opone a las honestas costumbres. "Le hizo esforzado el tener a su Dios en si hospedado" (Pr 3).

Indica luego el por qué de lo que había asentado, al decir: "porque la sabiduría de este mundo es necedad delante de Dios"; pues pareceria que su amonestación a hacerse necio no tuviese sentido; y así lo fuera si esa necedad, de que hablaba, tuviese por precio el rechazo de la verdadera sabiduría, mas no es así; "porque la sabiduría de este mundo es necedad delante de Dios". Y dicese sabiduría de este mundo la que tiene por principal estribo el mundo; pues la que de las cosas de este mundo hace escalera para subir a Dios no es sabiduría del mundo, sino sabiduría de Dios, según aquello de Romanos: "ellos han conocido claramente lo que se puede conocer de Dios; porque Dios se lo ha manifestado. En efecto, las perfecciones invisibles de Dios, aun su eterno poder y su divinidad, se han hecho visibles, después de la creación del mundo, por el conocimiento que de ellas nos dan sus criaturas" (Rm 1). Así que la sabiduría del mundo, que de tal modo considera las cosas que para en solo ellas sin llegar a la divina verdad, "es necedad ante Dios", esto es, al juicio divino, ponese a cuenta de necia (Is 19).

Prueba, en segundo lugar, lo susodicho con dos autoridades: una, la de Job, donde dice: "pues esta escrito: Yo prenderé a los sabios en su propia astucia"; que es cuando, en lo mismo que maquinan astutamente contra Dios, Dios les va a la mano y hace que se cumplan sus designios; así como, valiéndose de la malicia de los hermanos de José, que querian impedir su principado, vino a cumplirse su designio divino de que José, al ser vendido, llegase a virrey de todo Egipto. De allí que, antes de dichas palabras, diga Job: "que disipa las maquinaciones de los malignos, para que sus manos no puedan completar lo que empezaron" (5,12); porque, como dicen los Proverbios: .contra el Señor no hay rabiduria, no hay prudencia, no hay consejo que valga" (21,30).

La segunda autoridad esta tomada del Salmo, donde dice: "y en otra parte: el Señor penetra las ideas de los sabios, esto es, según la sabiduría del mundo, y conoce la vanidad de ellas", conviene a saber, porque no llegan al fin del conocimiento humano, que es el conocimiento de la verdad divina; por lo cual dice la Sabiduría: "vanidad son ciertamente los hombres en quienes no se halla la ciencia de Dios" (13).

-"Así que nadie se glorie en los hombres". Saca la conclusión de principal intento buscada, es a saber, que no hayan de poner su gloria en los ministros de Dios. Y esta conclusión la saca de lo antedicho, diciendo: "así que, dado que los ministros nada son, sino trabajan a sueldo, nadie se glorie en los hombres"; como también se dice en el Salmo: "no confiéis en los principes, en un hombre, que no puede salvar" (145,3); y en Jeremias: "maldito el hombre que confia en el hombre" (17). 1ndica, en segundo lugar, la razón de lo anterior, fundandose en la dignidad de los fieles de Cristo, y señalando el lugar que ocupan en la escala de las cosas, diciendo: "todas las cosas son vuestras", como si dijera: así como el hombre no pone su gloria en las cosas que tiene debajo de los pies, así también vosotros no debéis gloriaros de las cosas de este mundo, que os han sido dadas por Dios todas ellas, según aquello del Salmo: "todo lo sujetaste debajo de sus pies" (8,7). Y explica cuales son todas esas cosas, entre las cuales pone a la cabeza a los ministros de Cristo, ordenados por divina disposición para el ministerio de los fieles, según dice en la 2 a los Corintios: "pero nosotros siervos vuestros somos por amor de Jesús" (IV); y esto quiere decir: "bien sea Pablo, que planto, bien Apolo^ que rego, bien Cefas", esto es, Pedro, pastor universal de las ovejas de Cristo. A continuación pone las cosas exteriores, al decir: "o el mundo", que contiene en si a todas las criaturas, hasta a los fieles de Cristo, puesto que el hombre ayudase de las cosas de este mundo, o en lo que mira a las necesidades del cuerpo, o en lo tocante al conocimiento de Dios, según aquello: "pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se puede ver a las claras venir en conocimiento de su Creador" (Sg 13,5). Pone, por consiguiente, lo que pertenece a la disposición misma del hombre, diciendo: "o la vida, o la muerte"; pues, para los fieles de Cristo es provechosa la vida en que merecen, y la muerte por cuyo medio alcanzan el premio, como dice en Romanos y en Filipenses: "o en vida o en muerte"; "porque mi vivir es Cristo, y el morir es una ganancia" (XIV; 1). A estas dos cabezas se reducen todos los bienes o los males de este mundo, pues por los bienes se conserva la vida, por los males se llega a la muerte.

Pone, por ultimo, lo que pertenece al estado del hombre, presente o futuro, diciendo: "o lo presente", esto es, las cosas de esta vida, que nos ayudan a merecer; "o lo futuro", que se nos reserva para galardon; pues no tenemos aquí ciudad de asiento, como se dice, en Hebreos, sino que buscamos la futura. "Todas las cosas, dice, son vuestras", esto es, para vuestro servicio y útilidad, según aquello de Romanos: "todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios" (8,28).

Así que el primer grado de la escala corresponde a las cosas de Cristo respecto de los fieles; el segundo a los fieles de Cristo en orden a Cristo: "y vosotros sois de Cristo", porque os redimio con su muerte (Rm 14). El tercero a Cristo, en cuanto hombre, en orden a Dios; por lo cual añade: "y Cristo, en cuanto hombre, es de Dios". Por donde en el Salmo 7 lo nombra Dios y Señor,, diciendo: "Dios y Señor mio, en Ti esperaré", de suerte que por el nombre de Dios se entienda toda la Trinidad. Por tanto, ya que nadie debe poner su gloria en lo que trae debajo de los pies, sino de lo que tiene encima de la cabeza, por eso los fieles de Cristo no han de gloriarse de los ministros, sino mas bien los ministros de ellos (2Co 7). Pero los fieles de Cristo han de poner su gloria en Cristo, según aquello: "¡Libreme Dios de gloriarme en otra cosa sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo!" (Sa. 6); como Cristo en el Padre: "gloriase de tener por padre a Dios" (Sg 2).

12


Capítulo 4

(1Co 4,1-5)

Lección 1: 1Co 4,1-5

Reprende la temeridad de los Corintios, que juzgan inconsideradamente y sin fundamento a los ministros, no siendo mas que Dios su juez, que escudrina los corazónes e ilumina las tinieblas.

1. A nosotros, pues, nos ha de considerar el hombre como unos ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios.
2. Esto supuesto, entre los dispensadores lo que se requiere es que sean hallados fieles.
3. Por lo que a mi toca, muy poco se me da el ser juzgado por vosotros o en cualquier juicio humano, pues ni aun yo me atrevo a juzgar de mi.
4. Porque, si bien no me remuerde la conciencia de cosa alguna, no por eso me tengo por justificado, pues el que me juzga és el Señor.
5. Por tanto, no queráis sentenciar antes de tiempo, hasta tanto que venga el Señor; el cual sacara a plena luz lo que esta en los escondrijos de las tinieblas, y descubrira las intenciones de los corazónes, y entonces cada cual sera de Dios alabado.

Si en el capitulo anterior censura el Apóstol a los Corintios por gloriarse de algunos ministros, aquí al contrario los reprende por despreciar a otros; acerca de lo cual, les da en rostro con su culpa y los apremia a corregirse: "no os escribo estas cosas porque quiera sonrojaros". Así que, cuanto a lo primero, reprende dos cosas: su temeridad en juzgar mal de los ministros, y su soberbia en despreciarlos. Por consiguiente, les enseña lo que hay que pensar, como firme verdad, de los ministros de Cristo, y que no se metan temerariamente a juzgarlos.

Dice, pues, lo primero: ya dije que ninguno de vosotros debe gloriarse en los hombres; lo cual no obstante, debe también conocer la autoridad de nuestro oficio, de ser medianeros entre Cristo, a quien servimos, y sus miembros, que son los fieles, a quienes dispensan los dones de Cristo. "A nosotros, pues, nos ha de considerar el hombre como unos ministros de Cristo (vosotros, empero, seréis llamados sacerdotes del Señor; a vosotros se os dara el nombre de ministros de Dios (Is 61,6) y dispensadores de los misterios de Dios", esto es, de sus secretos, que o son sus enseñanzas espirituales (1Co 14), o los sacramentos de la 1glesia, en donde el poder divino obra secretamente la salud. De ahí que en la forma de la consagración de la Eucaristia se diga: Misterio de fe. Toca, pues, al oficio de los prelados el deseo de servir, en el gobierno de sus subditos, solo a Cristo, por cuyo amor apacientan sus ovejas, según aquello: "si me amas, apacienta mis ovejas".

Tocales también de oficio dispensar al pueblo las cosas divinas, sequn aquello: "tengo de encargo la dispensacion". Conforme a esto, son medianeros entre Cristo y el pueblo (Dt 5). Y esta estimación de los Prelados es a los fieles necesaria para salvarse; que, a no reconocerlos por ministros de Cristo, no los obedecerian como a Cristo, según dice a los Galatas: "como a un angel de Dios me habéis recibido, como a Jesucristo" (IV). Aun mas, si no les reconocierán su cargo de dispensadores, se rehusarian a recibir sus dones, contra lo que el Apóstol mismo dice: "lo que vosotros le concediereis por indulgencia, yo se lo concedo también, porque si yo mismo uso de indulgencia, uso de ella por amor vuestro, en persona de Jesucristo" (2Co 2,10).

Al decir luego: "esto supuesto, entre los dispensadores lo que se requiere es que sean hallados fieles", les enseña a no hacer juicios temerarios de los ministros de Cristo; acerca de lo cual, toca primero un punto, por el que se dan traza, como por norte, para juzgar de la fidelidad de los ministros; muestra, en segundo lugar, que a él no se le da nada de esa especie de juicios, que a Dios reserva, y concluye prohibiendo los juicio? temerarios.

Cuanto a lo primero hay que considerar que de los ministros y dispensadores de Cristo unos son fieles, otros infieles. 1nfieles son los que al dispensar los ministerios divinos no buscan el provecho del pueblo, la honra de Cristo y la útilidad de sus miembros (Lc 16). Fieles, por el contrario, los que buscan en todo la honra de Dios y la útilidad de sus miembros (Lc 12), que el dia del juicio se darán a conocer. Pero los Corintios, con loca temeridad, querian poner a discusión qué dispensadores fuesen fieles y cuales infieles; que es lo que aquí dice: "aquí, esto es, entre vosotros, ya, al presente, se busca, se averigua, si quién, si alguno, entre los dispensadores se halla fiel"; pues pensaban que entre tantos infieles con dificultad hallarian a uno fiel, según aquello: "muchos son los hombres llamados misericordiosos; mas un hombre fiel, ¿quién le hallara?" (Pr 20,6).

-"Por lo que a mi toca, muy poco se me da el ser juzgado por vosotros". 1ndica, al decir esto, que tal juicio le importa un comino; acerca de lo cual les da a entender que no le quita el sueno que otros le juzguen en este punto, diciendo: "en lo que a mi toca, que soy el menor entre los dispensadores, muy poco se me da, esto es, lo pongo a cuenta de bienes minimos, el ser juzgado por vosotros", esto es, que me tengan por fief o por infiel. Y, porque no pensasen que el Apóstol decia esto por menosprecio, como si tuviese en nada su juicio, igual que si se tratase de viles personas, añade: "o por cualquier juicio humano", que es el dia del hombre, según aquello de Juan: "el que camina de dia no tropieza, porque ve la luz de este mundo"; o a la letra: "o por el dia humano", esto es, por el entendimiento de los que juzgan en este tiempo; como si dijera: muy poco me importa lo que penséis vosotros o quienquiera que sea (Jr 17).

Pero es de advertir que hemos de tener cuenta con lo que piensen los hombres de dos maneras: de una, respecto de los otros que, de lo que ven, o se edifican o se escandalizan, y en tal caso los santos no tienen en poco, sino en mucho, que el hombre los juzgue, ya que dice el Señor: "vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre... ".

De otra manera por lo que toca a ellos, y entonces no se apurán gran cosa, pues ni ambicionan la gloria humana (1Th 2), ni temen los oprobios y afrentas (Is 51). De ahí que el Apóstol señaladamente diga: "pero a mi... ", esto es, en lo que a mi toca, no digo que nada se me da el ser juzgado, sino poquisimo, porque los bienes temporales, entre los cuales se cuenta la buena fama, no son ningunos bienes, sino los minimos, como dice San Agustín. "En su comparación tuve por nada las riquezas... porque todo el oro, respecto de ella, no es mas que menuda arena, y a su vista la plata sera tenida por lodo" (Sg 7,9).

Muestra, en segúndq lugar, que ni a si mismo se atreve a juzgar, diciendo: "pues ni aun yo me atrevo a juzgar de mi mismo". Pero esto parece contrario a lo que abajo dice: "que si nosotros entrasemos en cuentas con nosotros mismos, ciertamente no seriamos así juzgados" (1Co XI). Debe, por tanto, cada uno juzgarse a si mismo, pero con juicio de discusión, o de escrutinio y registro, a que se refiere aquí el Apóstol y según el Salmo 76; asimismo con juicio de condenación y de reprensión en lo que es manifiestamente malo (Job 13); mas nadie presumia, con juicio de absolución, darse por libre de culpa, porque tendré contra si a Job, que dice: "si yo quisiera justificarme, me condenara mi propia boca; si yo me quisiera manifestar inocente, El me convencera de reo" (9) y da la razón diciendo: "porque si bien no me remuerde la conciencia", esto es, no tengo conciencia de algún pecado mortal (Job 27), no por eso me tengo por justificado, quiere decir, no es suficiente para tenerme por justo, pues pecados, cuya existencia ignoro, pueden hallarse tras siete llaves en ser ocultos, según aquello del Salmo: "¿hay quién d l dl?" l d b "mi entienda lo que son delitos?", y lo de Job: "aun cuando yo fuese inocente, eso mismo lo ignorara mi alma" (IX,21).

A quién le esté reservado este juicio es lo que concluye diciendo, en tercer lugar: "pues el que me juzga es el Señor", esto es, a quien toca juzgar si soy ministro fiel, o no lo soy, es solamente a Dios, porque éste es un asunto intimo dentro del circulo de la intención del corazón, que solo Dios puede pesar dandole su justo valor y estimación, según dicen los Proverbios: "el Señor pesa los, espiritus o juzga los 1nteriores" (16,2); y Jeremias: "perverso es el corazón de todos los hombres e impenetrable; ¿quién podra conocerlo? Yo, el Señor, soy el que escudrina los corazónes, y el que examina los afectos de ellos, y doy a cada uno la paga según su proceder. . " (17,9).

Concluye prohibiendo el juicio temerario, al decir: "por tanto, no queráis sentenciar antes de tiempo"; acerca de lo cual, prohibe, lo primero, adelantarse al juicio divino, diciendo: así que, a ejemplo mio, que ni a mi me juzgo, ni me importa que los otros me juzguen, sino que mi juicio lo reservo a Dios, "no queráis sentenciar antes de tiempo", pues "todo negocio tiene su tiempo y coyuntura" (Eccl. 8,6), "hasta tanto que venga el Señor", es a saber, a juzgar (Is 3,14).

De ahí que diga: "no queráis juzgar" (Mt 7), aunque esto hay que entenderlo de las cosas ocultas; que, de las manifiestas, hombres hay con encargo de Dios para juzgarlas, según aquello: "oidlos y haced justicia" (Dt 1, !6); porque hay cosas manifiestas, no solo por la evidencia del hecho, como las notorias, sino también por la confesión de los culpables o probación de los testigos. En cambio, las cosas ocultas Dios se las reserva a su juicio; y para nosotros son ocultas las escondidas en el corazón o perpetradas en lugares secretos (Ps 4). De arte que un hombre que quiera hacerla de juez en terreno para si vedado, entrométese temerariamente, como el juez delegado, que se excede en la forma de su mandado, al juzgar una causa que no le fue encomendada. Por tanto, es juicio temerario ponerse a juzgar de cosas dudosas. Perverso, cuando se externa un falso juicio, que, aunque no sea sobre personas, como juzgar malo a un hombre que es bueno, pero es mucho mas grave tratandose de las cosas mismas, como si, por ejemplo, se dijese que la virginidad es mala y buena la fornicación, contra lo cual dice Is : "¡Ay de los que llamáis mal al bien, y bien al mal!" (5,20).

Describe, en segundo lugar, la perfección del futuro juicio divino, diciendo: "el cual, es a saber, el Señor que viene a juzgar, sacara a plena luz lo que esta en los escondrijos de las tinieblas, quiere decir que las cosas que erán ocultas y tenebrosas, hará patentes y luminosas; y descubrira las intenciones de los corazones", esto es, todos los secretos del interior, según aquello de Job: "El descubre lo que esta en lo mas profundo de las tinieblas, y saca a luz la sombra misma de la muerte" (12,22); y lo de Sofonias: "Yo iré con una antorcha en la mano registrando a Jerusalén" (I,12); lo cual ha de entenderse, así en los buenos como en los malos, de los pecados que no fueron borrados por la penitencia (Ps 31).

Pone, en tercer lugar, el fruto que reportarán los buenos del juicio divino, diciendo: "y entonces cada cual será de Dios alabado", ya se deja entender que cada uno de los buenos; y esa alabanza será verdadera, porque Dios ni puede engañar ni ser engañando (Rm 2 2Co X).

13
(
1Co 4,6-13)

Lección 2: 1Co 4,6-13

Valiéndose de la ironía, da San Pablo una enjabonada a la hinchazón con que los Corintios menospreciaban a los ministros de Cristo.

6. En lo demás, hermanos, todo esto que acabo de decir lo he presentado en persona mía y en la de Apolo, por amor vuestro; a fin de que aprendais, por medio de nosotros, a no entonaros uno contra otro a favor de un tercero mas alla de lo que va escrito.
7. Porque ¿quién es el que te da la ventaja sobre nosotros? O ¿qué cosa tienes tu que no la hayas recibido de Dios? Y, si todo lo que tienes lo has recibido dé El, ¿de qué te jactas como si no lo hubieses recibido?
8. He aquí que vosotros estáis ya satisfechos, heos aquí hechos ya ricos; sin nosotros estáis reinando, y plegué a Dios que en efecto reinéis para que así nosotros reinemos también con vosotros.
9. Pues yo, para mi, tengo que Dios a nosotros, los apostoles, nos trata como a los últimos hombres, como a los condenados a muerte, haciéndonos servir de espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres.
10. Nosotros somos reputados como unos necios por amor dé Cristo; mas vosotros sois los prudentes en Cristo; nosotros flacos, vosotros fuertes; vosotros sois honrados; nosotros viles y despreciados.
11. Hasta la hora presente andamos sufriendo el hambre, la sed, la desnudez, los malos tratamientos, y no tenemos donde fijar nuestro domicilio.
12. Y nos afanamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen y bendecimos; padecemos persecución, y Ja sufrimos con paciencia;
13. nos ultrajan, y retornamos suplicas; somos, en fin, tratados hasta el presente como la basura del mundo, como la escoria de todos.

Luego de haber censurado el Apóstol en los Corintios su temeridad por juzgar a los ministros de Cristo, aquí les va a la mano en la hinchada soberbia con que a los mismos despreciaban; acerca de lo cual, propone primero su intento, señala el porqué, mofase, en fin, ironicamente de su menosprecio, diciendo: "he aquí que estáis ya satisfechos". Es de advertir, cuanto a lo primero, que el Apóstol, en su afan de aplacar las contiendas de los Corintios por razón de los ministros, se había valido de los nombres de los buenos, diciendo antes: cada uno de vosotros dice: yo soy de Pablo, yo de Apolo, pero yo de Cefas; y también: ya sea Pablo, ya Apolo, ya Cefas; siendo así que ni el gloriarse, ni el pelearse era por los buenos ministros de Cristo, sino por los seudoapostoles, a quienes no quiso nombrar, no fuese a parecer que contra ellos hablaba por odio o envidia; sino que en lugar de ellos había puesto su nombre y el de otros buenos predicadores, que es lo que dicer "todo esto, hermanos, es a saber, lo que dije de los ministros, sobre quienes traiáis vuestros pleitos y vanaglorias, lo he transfigurado, esto es, lo he trasladado, hablando figuradamente, en persona mia y en la deApolo (Pr 1), y esto, por amor vuestro, por vuestro provecho (2Co 4), a fin de que aprendais, por medio ¿& nosotros, a no entonaros uno contra otro, esto es, a no ensoberbeceros contra vuestro prójimo, en favor de un tercero, es a saber, de cualquier ministro de Cristo,. mas alla de lo que va escrito, quiere decir, excediéndoos en la forma propuesta anteriormente; pues dice la Sabiduría que a éstos tales "hinchados de orgullo* hara Dios que revienten por medio, sin que osen abrir su boca" (4,19).

Al decir después: "porque ¿quién es el que te da la ventaja sobre nosotros?", indica por qué no ha de endionarse uno contra otro; y primero pone la razón diciendo: "porque ¿quién es el que te discierne?" que puede entenderse de dos maneras: a) pues ¿quién hace diferencia entre ti y la masa de los hombres perdidos?

Tu no puedes hacer esa diferencia; luego no tienes en qué fundarte para ensoberbecerte contra otro. De este discernimiento dice el Salmo 42: "hazme justicia, loh Diosi, y distingue de mi causa la de la gente no santa".

b) haciéndote superior a tu prójimo, cosa que no puedes tu hacer; luego no debes ensoberbecerte contra él. Y de este discernimiento dice el Eclesiastico: "los distinguio el Señor con su gran sabiduría, y diferencio sus condiciones y estados" (33,1 1). Pero entre los hombres en cuanto fieles de Cristo, no hay diferencia, porque, como se dice en Romanos: "aunque seamos muchos, formamos en; Cristo un solo cuerpo" (12,5); y San Pedro: "ni ha hecho diferencia entre ellos (los gentiles) y nosotros, habiendo purificado con la fe sus corazónes" (Ac 15).

Mas porque pudiera alguno, por llevarles ventaja en los bienes que tiene, por ejemplo, la fe, la sabiduría o cosas por el estilo, distinguirse de buenos o malos y, ror consiguiente, tenerse en mas, da de mano también el Apóstol a este motivo, diciendo: "o ¿qué cosa tienes que no la hayas recibido?", como si dijera: nada; pues de Dios vienen todos los bienes: "todas las cosas son tuyas, y las que de tu mano recibimos te las devolvimos" (II Par. 29; Salmo 103).

De donde concluye: "piues, si todo lo que tienes lo has recibido, ¿de qué te jactas, como si no lo hubieses recibido?" Quien se gloria en si, y no en Dios, ése es el que se jacta de lo que tiene, como si no lo hubiese recibido de El. "Confian en su opulencia y se jactan de sus muchas riquezas" (Ps 48,7). En esto consiste el primer género de soberbia, en que por ella dice uno que tiene de si lo que tiene, según el Salmo: "por nuestra lengua somos fuertes; nuestros labios están por nosotros; ¿quién es nuestro amo?" (XI,5).

Mas quien atribuyéndolo todo a Dios, gloriase de si mismo, como esta dicho: "el que se gloria gloriese en el Señor", ése es el que se jacta de lo que tiene, como que de Dios lo ha recibido; y esta jactancia no es soberbia, sino humildad que se sujeta a Dios, a quien el hombre glorifica, como dice el Eclesiastico: "A Aquel que me dio la sabiduría tributaré yo la gloria" (51,23).

Mofase luego de la soberbia de los que despreciaban a los Apostoles de Cristo, al decir: "he aquí que vosotros estáis ya satisfechos", y primero en general, luego en particular. Acerca de lo primero, burlase de su presunción desmedida y del hecho de menospreciar a los Apostoles. Su presunción consistia en atribuirse lo que no tenían, y de esto se burla de nuevo, y de lo que singularmente no tenían. ¿Y qué cosas se atribuian? abundancia de bienes de todo género, unos interiores, otros exteriores. 1nteriores, de los que dice: "ya estáis satisfechos", esto es, a vuestro parecer lo estáis, quiere decir, con refección abundante de espirituales dulzuras "Me saciaré, al manifestarse tu gloria" (Ps 16,15). Mas podria decirseles, con toda verdad, que si, ya estaban satisfechos, pero no de hartura, sino de tedio, según aquello: "el que esta bien comido aun de la miel hace ascos" (Pr 27,7). Otros son bienes exteriores, de los que dice: "ya estáis ricos", a vuestro parecer, con riquezas espirituales, "la sabiduría y la ciencia" (Is 33), o, como dice el Apocalipsis: "soy rico, y nado en la abundancia y nada me falta". Mas contra esto parece estar lo que dijo al principio: "doy gracias porque en El habéis sido enriquecidos con toda suerte de bienes espirituales, con todo lo que pertenece a los dones de la palabra y de la ciencia" (1Co 1). Pero a esto se responde que eso que arriba dijo se refiere a los buenos que había entre ellos; y lo que aquí dice, a los presuntuosos, que andaban hinchados por lo que no tenían. Puede hacerse también esta distinción entre hartura y riquezas, de suerte que la primera se aplique al uso de la gracia, por la que uno disfruta de los bienes espirituales, y las segúndas se refierán a los habitos mismos de las gracias.

Al decir, en segundo1 lugar: "ya reináis sin nosotros", se mofa de que se atribuian, en singular, lo que no tenían. De ahí que diga: "ya reináis sin nosotros", esto es, así os parece que no a nosotros, sino a vosotros toca reinar; porque éste era el engano de los seudoapostoles, el hacerles creer que la verdad de la fe, que consiste en el reino de Dios, era pertenencia suya, y que el Apóstol y sus seguidores andaban errados; contra los cuales se dice: "¿habitaréis acaso vosotros solos en medio de la tierra?" (Is 5,8).

Mas porque no parezca que esto lo dice de envidia que les tenga el Apóstol, añade: "ojala cierto fuera que ya reinais"; pues les desea la fe verdadera, según aquello: "pluguiera a Dios, como deseo, que todos cuantos me oyen llegaseis a ser hoy tales cual soy yo, salvo estas cadenas" (Ac 26,29); y para darles ejemplos de humildad añade estotro: "para que en vuestro reinado reinemos también nosotros", como si dijera: si alguna prenda tenéis, no nos desdenamos de seguiros, muy al contrario de como lo hacéis vosotros, en contra de lo que esta escrito: "sed en todo tiempo celosos amantes del bien" (Ga 4,18).

Y es de advertir que aquí toca el Apóstol 4 especies de soberbia, la primera de las cuales consiste en juzgar que lo que uno tiene no es porque Dios se lo dio; y a esta se refiere, al decir: "¿de qué te jactas, como si lo que tienes no lo hubieses recibido?" La segunda puede reducirse a la primera, pues consiste en atribuir a sus propios méritos lo recibido. La tercera en jactarse de tener lo que no tiene, como él dice: "ya estáis satisfechos, ya sois ricos". La cuarta cuando, con desprecio de los demás, quiers uno singularizarse y parecer mirlo blanco. A eso alude: "ya reináis sin nosotros".

-"Pues yo, para mi, tengo que Dios...". Burlase ahora del desprecio con que miraban a los Apostoles de Cristo, desprecio que, escarneciéndolos, pone primero, y la causa de él: "porque hemos venido a convertirnos en un espectaculo". Dice, pues, lo primero: ya dije que reináis sin nosotros, pues pienso, esto es, al parecer lo pensáis vosotros, que Dios nos trata a los Apostoles como a los ultimos hombres", no obstante decir abajo que Dios puso en su 1glesia en primer lugar a los Apostoles (fCo 12); que así se cumple lo que dice San Mateo: "los primeros serán los ultimos, y los ultimos los primeros" (20). Y pone un ejemplo: "como a condenados a muerte"; pues a éstos se les trata, por indignos de la vida, como a los seres mas menguados, y en tal concepto tienen a los Apostoles los mundanos, "como ovejas destinadas al matadero" (Ps 43,l2) -"haciéndonos servir de espectaculo...". 1ndica con esto por qué los despreciaban; acerca de lo cual es de considerar que, cuando hay condenados a muerte, juntanse los hombres, como a un espectaculo, a presenciar su ejecución; y mayormente entonces con los que echaban a las fieras; y porque a los Apostoles los tenían en ese concepto, de condenados, añade: "porque hemos venido a parar en un espectaculo para el mundo", quiere decir, como si todo el mundo concurriese a presenciar nuestra ejecución, según el Salmo: "nos has hecho el oprobio de nuestros vecinos" (43,14). Y explica qué entiende por mundo, al anadir: "a los angeles y a los hombres", es a saber, buenos y malos; que entre la concurrencia los angeles buenos estaban para dar esfuerzo, los malos para llevar la contra; los hombres buenos para compadecer y tomar ejemplo de paciencia, y los malos para perseguir y escarnecer.

Burlase luego de ellos de modo especial, al decir: "nosotros somos reputados por unos necios..." porque despreciaban a los Apostoles; y hace chunga de ese desprecio en tenerse a si por optimos, y a los Apostoles por pésimos; y primero en cuanto a la perfección del entendimiento, acerca de lo cual dice: "nosotros somos reputados como unos necios por amor de Cristo", esto es, nos tienen por unos idiotas, por predicar la cruz de Cristo (1Co !), y porque por amor a Cristo soportamos oprobios y menosprecios, según aquello: "¡Insensatos de nosotros Su tenor de vida nos parecia una necedad" (5,4); o como dijo Festo: "desvarias, Pablo; las muchas letras te han trastornado el juicio" (Ac 26,25). Vosotros, en cambio, así os parece, "sois prudentes en Cristo", es a saber, porque ni os atrevéis a confesar en publico su cruz, ni sufris persecución por causa suya (Pr 26).

Segundo, en cuanto al poder de acción, al decir: "nos tienen por flacos o débiles", en lo exterior, por las aflicciones que padecemos (II.Co 12); "vosotros, en cambio, según la balanza con que os pesais, sois fuertes", esto es, en lo temporal, pues lleváis una vida tranquila, sin tribulaciones. Pero "¡ay de vosotros, los que os levantáis de manana a emborracharos y a beber con exceso hasta la) noche, hasta que os abrasa el vino" (Is 5,2).

-"Vosotros nobles, a vuestro juicio, esto es, sois dignos de honra, ya que por fuera no padecéis contumelias (Is 19); nosotros, en cambio, sin nobleza", en opinión vuestra y de otros, ya que nos tienen por gente vil (1Co 1), siendo así que lo contrario es la verdad; pues despreciables solo aquéllos lo son que tienen a Dios en menosprecio, según aquello: "pero los que me despreciaren serán deshonrados" (1S 2,30).

Indica después el por qué del menosprecio, al decir: "hasta la hora presente... "; y primero la falta de los bienes temporales, y en cosas necesarias, como en la comida. De ahí que diga: "hasta la hora presente", esto es, desde mi conversión hasta el presente, andamos sufriendo el hambre, la sed (2Co XI). En el vestido, la desnudez, esto es, por escasez de vestidos, porque algunas veces los dejaban desnudos robandose los vestidos (Job 24); aunque el Salmo 36 dice lo contrario: "no he visto al justo desamparado ni a sus hijos mendigando de puerta en puerta". Pero a esto se responde que las privaciones de los Apostoles no llegaban a tanto que quedasen desamparados de la mano de Dios; pues la Divina Providencia atemperaba en ellos la abundancia y la escasez dandoles del pan y del palo no mas de cuanto era necesario para ejercitar la virtud. De ahí que diga el Apóstol: "todo lo he probado y estoy ya hecho a todo: a tener hartura, y a sufrir hambre; a tener abundancia, y a padecer necesidad; todo lo puedo en Aquel que me conforta".

Pone, en segundo lugar, la falta de aquellas cosas necesarias para llevar una vida decorosa, la primera de las cuales es el respeto que le tienen a uno los hombres; contra lo cual dice: "nos dan de bofetadas", maltratamiento que se da mas para afrentar que para castigar a una persona. De donde leemos que a Cristo "le escupieron en la cara y le dieron de bofetadas" (Mt 26,67).

*Otra cosa es la estancia fija en un lugar, contra lo cual dice: "y no tenemos donde fijar nuestro domicilio", ya porque los perseguidores los expulsaban de uno y otro lugar (Mt X), ya porque por razón de su oficio andaban de aquí para alla (Jn XV).

Tercera, la falta de quién les ayudara, contra lo cual dice: "¿y nos afanamos trabajando con nuestras propias manos?", sea porque a veces nadie les facilitaba como sustentarse, sea porque buscaban su comida trabajando con sus manos, ya para no ser gravosos a los fieles, o para rechazar a los seudoapostoles, que si predicaban era porque ganaban (2Co 12), ya también para poner a los holgazanes la muestra (2Th 3). De ahí que diga Pablo: "cuanto ha sido menester para mi, y para mis companeros, todo me lo han suministrado esfas manos" (Ac 20,34).

Ahora toca los males que padecian los Apostoles, y primero de palabra, al decir: "nos maldicen", esto es, hablan mal de nosotros, o para quitarnos la buena fama, o para afrentarnos con contumelias, o aun para desearnos males (Jr 15); "y bendecimos", esto es, devolvemos bien por mal, según aquello de San Pedro: "no volviendo mal por mal, ni maldición por maldición; antes, al contrario, bendiciones" (I,3,9).

Segundo, de obra: -"Padecemos persecucion", no solo cuanto a andar fugitivos de un lugar a otro, que es lo que propiamente se llama persecución, sino cuanto a las multiples tribulaciones con que nos afligen (Ps 1 Ps 18); "y la sopjortamos", esto es, todo lo sufrimos con paciencia, por amor a Cristo (Si 1).

Toca, en tercer lugar, la causa de por qué los maltrataban de palabra y de obra, al decir: "blasfeman de nosotros", o nos tienen por blasfemos, y por tal causa nos cargan la mano, en tanto que nos llaman magos, o malhechores, y nos considerán como enemigos de Dios, a tenor de lo que dice San Juan: "va a venir tiempo en que quien os matare se persuada hacer un obsequio a Dios" (16,2;Rm 3,8). Eso no obstante, retornamos el mal con suplicas que hacemos a Dios por los que nos persiguen y ultrajan, como dice San Mateo: "rogad por los que us persiguen... ".

En fin, como conclusión de todo lo dicho, "somos tratados hasta el presente como la basura del mundo", esto es, judíos y gentiles nos tienen en tal concepto que, para no apestar al mundo, sera menester que nos maten para que, por el contrario, se purifique; como si fuésemos "la escoria de todos". Llamase peripsema cualquier suciedad, o de fruta, o de comida, o de otra cosa. Y esto "hasta el presente", porque es el pan de cada dia; mas noj hay plazo que no se llegue, ni mal que dure cien anos, como por boca de los impios lo dice la Sabiduría: "Estos son los que en otro tiempo fueron el blanco de nuestros escarnios, y a quienes proponiamos como un ejemplar de oprobio"; mas "mirad como son contados en el numero de los hijos de Dios, y como su suerte es estar con los santos" (5,3).


Aquino: I Corintios 11