Aquino - SEGUNDA CORINTIOS

COMENTARIO a la SEGUNDA EPÍSTOLA a los CORINTIOS

Traducción de Salvador Abascal

TRADICIÓN. MÉXICO. 1986

Derechos reservados

Primera Edición Julio 1986 - 2,000 ejemplares

EDITORIAL TRADICIÓN, S. A. Av. Sur 22 Nb 14 (Entre Oriente 259 y Canal de San Juan) Col Agrícola Oriental 08500 1ztacalco, México, D. F.

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PROLOGO DE SANTO TOMAS

Se os llamará ministros de nuestro Dios (Is 16, ). En estas palabras tenemos en verdad la materia de esta Segunda Epístola a los Corintios. Porque en la Primera trata el Apóstol de los sacramentos; pero en esta segunda, de los ministros de esos mismos sacramentos, tanto de los ministros buenos como de los malos. Y la razón de escribir esta Epístola fue que después de la predicación del Apóstol admitieran los Corintios a seudoapóstoles, prefiriéndolos a él. Por eso les escribe esta Epístola, en la cual encomia a los Apóstoles, y muestra la dignidad de los verdaderos Apóstoles; descubre también y condena la falsedad de los falsos apóstoles, a la vez que exalta la dignidad de los verdaderos Apóstoles por el hecho de que son ministros de Dios. Ministros de Dios se os llamará, a vosotros, Apóstoles, a quienes seles llama ministros en cuanto a tres cosas. La primera» en cuanto a la dispensación de los sacramentos. Así es preciso que los hombres nos miren: como ministros, etc. Porque Cristo fue quien instituyó los sacramentos; pero los Apóstoles y sus sucesores los administran; y por eso agrega allí mismo el Apóstol: y dispensadores de los ministerios de Dios. La segunda en cuanto a la gobernación, por cuanto gobiernan al pueblo de Dios. Porque siendo vosotros ministros de su reino, no juzgasteis cort rectitud (Sg 6,5). Porque todo lo gobierna Dios con, prudencia. De aquí que a cualquiera que algo gobierna se fe llama ministro de Dios. La tercera en cuanto a la realización de la humana salud, en cuanto por su minisierio y predicación se convierten los hombres para su salvación: salvación de la cual es Dios el único autor, porque fue El mismo quien vino a hacer salvo lo que había perecido: los Apóstoles son, pues, sus ministros. ¿Qué es Apolo? Y ¿qué es Pablo? Ministros de El, por medio de los cuales creísteis (1Co 3,4).




Capítulo 1



2
(
2Co 1,1-2)

LECTIO 1: 2 Corintios 1,1-2

Saluda conforme a su costumbre, pidiendo para ellos gracia y paz.

1. Pablo, Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la 1glesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que hay en toda la Acaya:
2. gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y de nuestro Señor Jesucristo.

Así es que de estos ministros trata aquí el Apóstol, mostrando en esta Epístola su dignidad escribiéndola también a los Corintios. En la cual pone por delante ciertas cosas: primero, un saludo; y luego prosigue así la Epístola: Bendito sea el Dios, etc. Ahora bien, en el saludo hay tres cosas: porque primero dice quiénes son las personas que saludan; lo segundo, las personas saludadas: a la 1glesia que está en Corinto; lo tercero, los bienes que se les desean: gracia a vosotros, etc. Acerca de lo primero, identifica primero a la principal persona que saluda, la cual es Pablo; luego, a la persona acompañante, la cual es Timoteo. La persona que saluda se pinta por su humildad, porque Pablo (que en latín quiere decir módico, moderado) es aquel módico del cual se dice en Is 60,22: Eí menor de ellos valdrá por mil, etc. O bien se pinta por la doctrina, porque Paulus quiere decir palabra de trompeta, y esta es aquella trompeta de la cual dice Zacarías 9,14: Tocará el Señor Dios la trompeta, etc. Y le corresponde lo que dice Is 58,1: Como una trompeta haz resonar tu voz, etc. Por la autoridad de la dignidad, porque el Apóstol, etc. Donde se ponen tres cosas. La primera que es enviado. Por lo cual se llama Apóstol, esto es, principalmente enviado. Porque solos los doce Apóstoles elegidos son enviados por Cristo. Y habiendo convocado a los doce Apóstoles, etc. (Lc 9,1). Pues los demás discípulos no son enviados de manera principal sino secundaria. Y por eso a los Apóstoles les suceden los Obispos, que tienen un especial cuidado de la grey del Señor. Y los demás sacerdotes suceden a los setenta y dos discípulos, que cuidan, a su vez, de las cosas que se les encomiendan por los Obispos. Así es que la dignidad de Pedro está en ser Apóstol. Si para otros no soy apóstol, a lo menos para vosotros lo soy, etc. (1Co 9,2). Pues el que actuó en Pedro para el apostolado, etc. (Galat. 2,8). Pero ¿por qué se llama aquí Apóstol, diciendo: Pablo, Apóstol, habiéndose presentado como siervo en la Epístola a los Romanos? La razón de ello es que reprende a los Romanos por sus disensiones y soberbia, la cual es la madre de la disensión porque entre los soberbios siempre hay querellas. Por lo cual, para apartarlos de la disensión los induce a la humildad llamándose siervo a sí mismo. Los Corintios eran ciertamente pertinaces y rebeldes, y por eso, para reprimirles su insolencia, habla aquí en nombre de la dignidad que tiene llamándose Aposto!. Lo segundo es indicar de quién es enviado, pues ¡o es de Jesucristo. Dice adelante (2Co 5,20): Somos embajadores de Cristo. Lo tercero que indica es el modo como alcanzó tai misión, porque no se introdujo como seudoapósto!. Yo no los enviaba, y ellos de suyo corrían (Jerem. 23,21). Y no le fue dado al pueblo por cólera de Dios conforme a Job 34,3: El hace que entre a reinar un hipócrita, etc. Y Oseas 13,1 1 dice: Te daré un rey, pero en medio de mi cólera.

Entró en el Apostolado por la voluntad de Dios y con su beneplácito. Este me es un instrumento de elección (Ac 9,15). Y por eso dice: por la voluntad de Dios.

Y su coadjutor es Timoteo. Por lo cual dice: y el hermano Timoteo. Hermano, digo, en virtud de la fe (Vosotros sois todos hermanos (Mt 23,8), y en virtud de la dignidad, por ser Obispo; y por esto el Papa llama hermanos a todos los obispos. Y menciona consigo a Timoteo, porque como con éste pasaría por Corinto, como dijo en la Primera Epístola (16,16), podrían creer que d& mala fe daría cuenta al Apóstol de las cosas sobre las que él mismo les escribe.

En seguida vienen las personas a las que se saluda, y primero ias principales; luego, las que acompañan a las principales, con estas palabras: a la 1glesia de Dios, la cual es todo el pueblo fiel, tanto los clérigos como los laicos. Para que sepas cómo debes portarte (1Tm 3,1 5). - Que está en Corinto, porque Corinto era la capital de la Acaya. Pero las personas adjúntas son todos ios santos, que han renacido en la gracia de un mismo Espíritu Santo. Mas habéis sido lavados, mas habéis sido santificados (1Co 6,1 1). - Que hay en toda la Acaya, cuya capital es Corinto. Pues bien, a estas personas saludadas les desea bienes el Apóstol. Por lo cual dice: Gracia a vosotros, etc. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero indica los bienes mismos; luego, su autor: de parte de Dios nuestro Padre, etc. E indica estos dos bienes extremos para que en ellos se comprendan los de en medio. Porque el primer bien es la gracia, la cual es el principio de todos los bienes. Porque en comparación con la gracia todo es en nosotros insignificante. Y el último de todos los bienes es la paz, porque la paz es el fin universal de la mente. Pues de cualquier manera que se entienda la paz, tiene razón de fin, y tanto en la gloria eterna como en el gobierno como en la sociedad el fin es la paz. Ha establecido la paz en tu territorio (Ps 147,14). Y quién sea el autor de tales bienes lo muestra agregando: de parte de Dios nuestro Padre, etc. Y estas dos cosas se pueden entender doblemente, porque las palabras de parte de Dios Padre se pueden aplicar a toda la Trinidad. Porque aun cuando se dice que la Persona del Padre es el Padre de Cristo por naturaleza, sin embargo toda la Trinidad es nuestro Padre por la creación y por el gobierno. Y ahora, Señor, Tú eres nuestro Padre (Is 63,16). Me ¡¡amaréis Padre (Jerem. 3,4). Luego de Dios nuestro Padre, esto es, de toda la Trinidad, provienen los bienes. Si, pues, vosotros, que sois malos, etc. (Mt 7,1 !). Pero si por Dios nuestro Padre se entiende toda la Trinidad, ¿por qué se agrega la persona del Hijo al decir: y de nuestro Señor Jesucristo? ¿Acaso es El otra persona distinta de la Trinidad?

Débese decir que eso se agrega no porque sea otra persona, sino por su otra naturaleza, la de la humanidad asunta por el Hijo en la persona divina: la menciona júntamente con la Trinidad porque todos los bienes provienen para nosotros de la Trinidad por medio de la encarnación de Cristo. Y primero la gracia (La gracia y la verdad, etc.: Juan 1,17); segundo, la paz (E¡ es nuestra paz, etc.: Ep 2,14). Además, cuando dice: de parte de Dios nuestro Padre, se puede entender tan sólo de la Persona del Padre; y aunque toda la Trinidad sea nuestro Padre, como se ha dicho, sin embargo la Persona del Padre es Padre nuestro por apropiación, y

-así !as palabras y de nuestro Señor Jesucristo se entienden de la persona del Hijo. De la Persona del Espíritu Santo no se hace aquí mención, porque, como dice Agustín, por ser el nexo del Padre y del Hijo, cuantas veces se hable de la Persona del Padre y de la Persona del Hijo, se trata también de la Persona del Espíritu Santo.



3
(
2Co 1,3-5)

LECTIO 2: 2 Corintios 1,3-5

Da gracias a Dios Padre, con cuyo don se consuelan tas tristes y ios oprimidos por los males.

3. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las misericordias y Dios dé toda consolación.
4. El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que se hallan en cualquier trabajo, con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios.
5. Porque a medida que abunden los padecimientos de Cristo en nosotros, también por Cristo abunda nuestra consolación.

Empieza el Apóstol la Epístola por hacer dos cosas. La primera, excusarse de que no fuera a visitarlos como lo prometiera; la segunda, desenvolver su intención: ¿Empezamos ya otra vez a alabarnos a nosotros mismos? (2 Ps 3,1). Acerca de lo primero hace dos cosas. Desde ¡uego se excusa por la demora; y luego indica su causa: He resuelto para conmigo, etc. (2Co 2,1). Todavía hace dos cosas respecto de lo primero. La primera, hacerlos benévolos; la segunda, dar su excusa: En esta confianza, etc. Todavía dos cosas hace en cuanto a lo primero: Consigue la benevolencia de ellos diciendo algunas cosas en general; y luego algunas otras en especial: Pues no, etc. (I,13). Ahora bien, obtiene su benevolencia el Apóstol haciendo ver que cuanto hace es para el bien de ellos. Y aún dos cosas, hace acerca de esto. Lo primero es indicar la utilidad que de él mismo proviene para los demás; y lo segundo es dar la razón de todo ello: Porque a medida que abundan, etc. En cuanto a lo primero hace tres cosas. Porque primero pone una acción de gracias; segundo, el modo de la acción de gracias: E¡ cua! nos consuele, etc.; tercero, la causa: para que podamos también nosotros consolar. Así es que da gracias a la Trinidad toda, de ía cual todo bien proviene. Y por eso dice: Bendito sea el Dios, o sea, toda la Trinidad. 1gualmente a la Persona del Padre, diciendo: y Padre de nuestro Señor Jesucristo, por el cual, por Cristo, el Padre nos ío ha dado todo. Pero débese saber que nosotros bendecimos a Dios, y Dios nos bendice a nosotros, pero son dos cosas distintas. Porque el decir de Dios es hacer. Dijo, y así se hizo (Sen. 1,9 y 22,18). De aquí que el bendecir Dios es hacer el bien e infundir el bien, y así tiene razón de causalidad. Yo le bendije, y bendito será* (Gen. 27,33).

En cambio nuestro decir no es causal sino de reconocimiento o expresivo. De aquí que nuestro bendecir es lo mismo que reconocer lo bueno. Así es que cuando damos gracias a Dios, lo bendecimos, esto es, lo reconocemos como bueno y dador de todos los bienes. Bendecid, cielos, a Dios, etc. (Tb 12,6). Obras todas del Señor, bendecid al Señor (Daniel 3,57). Así es que con razón da gracias al Padre porque es misericordioso, por lo cual dice: el Padre de las misericordias. Y porque consuela, por lo cual dice: y Dios de toda consolación. Y da gracias de dos cosas, de las cuales los hombres necesitan al máximo. Porque primero necesitan que se les libre de los males, y esto lo hace la misericordia, que quita la miseria; y el tener misericordia es lo propio del Padre. Como un padre se compadece de sus hi¡cs (Ps 102,13). Y también necesitan que se les conforte en los males que les sobrevengan. Y esto es propiamente el consolar, porque si el hombre no tuviere algo en que descansar su corazón cuando lo agobian los males, no resistiría. Así es que alguien consuela a otro cuando le proporciona algún sostén en el que descanse de las aflicciones. Y aun cuando en algunos males pueda el hombre ser consolado por otro y descansar y resistir, sin embargo el único que en todos los males nos consuela es Dios, y por eso dice: Dios de toda consolación; porque si pecas, Dios te consolaré, porque es la misericordia misma. Si te afliges, te consolará, o sacándote de tu aflicción por su poder, o juzgando con justicia. Y si trabajas, te consolará remunerándote: Yo ?oy tu galardón, etc. (Gen. 15,1). Por lo cual se dice en Mateo 5,5: Bienaventurados los que lloran, porque eüos serán consolados. Y agrega la materia de la acción de gracias, diciendo: El nos consuele, etc.; como si dijera: Bendito sea porque nos consuela en toda tribulación. Y adelante dice (7,6): El que consuela a los humüdes. La causa de ello la indica diciendo: para que podamos también nosotros consolar. En esto se debe observar que en los dones divinos hay un orden. Porque Dios da a algunos especiales dones para que ellos mismos los difundan en provecho de los demás. Pues no le da la luz al sol para que luzca para el solo sol, sino para todo el mundo. Por lo cual quiere que de todos nuestros bienes, ora sean riquezas, ora poder, ora ciencia, ora sabiduría, se acreciente algún provecho para los demás. Sirva cada uno a los demás con el don que haya recibido, etc. (1P 4,10).

Esto lo dice así el Apóstol: El cua! nos consuela en todas nuestras tribulaciones. Pero ¿por qué razón? No sólo para que esto sea para nuestro bien, sino para que también a los demás les aproveche. Por lo cual dice: para que podamos también nosotros consolar a los que se hallan en cualquier trabajo. Porque podemos consolar a los demás con el ejemplo de nuestra consolación. Porque el que no está consolado no sabe consolar. El que no ha sido tentado ¿qué cosas puede saber en una aflicción? (Eccli. 34,2). El Espíritu del Señor me ha enviado, etc., para que yo consuele a todos los que lloran (Is 61,1-2). Consoló a los que lloraban en Sión (Eccli. 48,27). Podemos, digo, consolar mediante la exhortación a la paciencia en las tribulaciones, prometiendo premios eternos, porque os exhortamos mediante las Escrituras e internas inspiraciones para que pacientemente aguantemos, y exhortemos a los demás con nuestro ejemplo y con las mismas Escrituras. Porque yo he recibido del Señor, etc. (1Co 1 1,23). Lo que oí del Señor, etc. (Is 21,10). 1ndicada ya la utilidad que de los Apóstoles proviene para los demás, en seguida da la razón de todo lo dicho, diciendo: Porque a medida que abunden, etc. Y habiendo dicho dos cosas: que Dios nos consuela en toda tribulación y que podemos también nosotros consolar, etc., aquí expone la razón de ambas; y primero muestra cómo nos consuela Dios en toda tribulación; y luego, cómo nuestra consolación se convierte en consuelo de los demás: Si sufrimos, es para nuestra consolación, etc. Así es que dice: Con razón digo que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, porque a medida que abunden los padecimientos de Cristo en nosotros, etc.; y dice que de Cristo, esto es, incoados por Cristo. Comenzaréis por mi Santuario (Ezeq. 9,6). Porque en Cristo empezaron los sufrimientos por nuestros pecados, porque El mismo soportó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero (! Pedro 2,24); en seguida por los Apóstoles, que decían: Estamos todos los días destinados a la muerte (Ps 43,22); en seguida por los mártires, que son hechos pedazos, que son tentados, etc. (Hebr. | 1,36-38); y finalmente los propios pecadores por sus pecados pacientemente soportaron la cólera de Dios por haber pecado contra EL O bien los padecimientos de Cristo, esto es, los que soportamos por Cristo. Mas los Apóstoles iban gozosos (Ac 5,41). Por amor de Ti estamos todos los días destinados a la muerte (Ps 43,22). Así es que, a medida que tales padecimientos abunden, así por Cristo abunda nuestra consolación. A proporción de los muchos dolores que atormentaron mi corazón, tus consuelos llenaron de alegría mi alma (Ps. 93,19).



4
(
2Co 1,6-11)

LECTIO 3: 2 Corintios 1,6-11

Dice que los padecimientos de los Apóstoles son para si bien de los Corintios, y les propone como ejemplo la paciencia con que son soportados.

6. Si sufrimos es para vuestra exhortación y salud; si somos consolados, es para vuestra consolación y salud; si somos exhortados es por vuestra exhortación y salud, que es eficaz por la paciencia con que sufrís los mismos padecimientos que sufrimos nosotros.
7. De suerte que nuestra esperanza es ¡irme por lo tocante a vosotros, sabiendo que así como sois compañeros en los padecimientos, así Lo seréis también en la consolación.
8. Pues no queremos que ignoréis, hermanos, nuestra aflicción que nos sobrevino en Asia, porque de manera excesiva fuimos abrumados sobre nuestras fuerzas, tanto que se nos hacía pesada la misma vida.
9. Pero si tuvimos en nuestro interior esa respuesta de la muerte fue para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en el Dios que resucita a los muertos.
10. El cual de tantos peligros nos libró y nos libra; en quien confiamos que todavía nos ha de librar.
11. Ayudándonos vosotros también con vuestras oraciones, para que vuestro don que nos fue concedido por intervención de muchas maneras de personas sea ocasión para que muchos agradezcan en nuestro nombre.

Habiendo mostrado el Apóstol que Dios consuela a sus siervos en las tribulaciones, o sea, a los ministros de Ja fe y predicadores, aquí consecuentemente enseña que su consolación es para el bien de otros. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero manifiesta de qué clase es la consolación de ellos para el provecho y salud de los demás; luego, indica el orden de tal consolación y salud: que es eficaz por la paciencia, etc.

Acerca de lo primero se debe advertir que son tres las cosas que dice el Apóstol haber recibido: tribulación, diciendo: en todas nuestras tribulaciones; consolación, diciendo: El cual nos consuela; exhortación, al agregar: para que podamos también nosotros, etc. Así es que recibiendo pasivamente estas tres cosas, decimos que los Apóstoles son consolados, atribulados y exhortados. Por lo cual muestra el Apóstol también que estas tres cosas son para la consolación de los demás, y esto dentro de cierto orden. Y primero es la tribulación de ellos, diciendo: Si sufrimos, etc. Como si dijera: verdaderamente cuanto recibimos es para vuestro bien. Porque si sufrimos es para vuestra exhortación y salud, porque con nuestro ejemplo os exhorta Dios a la aceptación de los padecimientos, de lo cual proviene para vosotros la salvación eterna. Por lo cual se lee en ! Macab. 6,34 que mostraron a los elefantes vino tinto y zumo de moras a fin de incitarlos a la batalla. Lo cual ocurre cuando a los indolentes y perezosos se les presentan como ejemplo los sufrimientos de los santos. Lo segundo que enseña es que la consolación de ellos es para provecho de los demás, diciendo: si somos consolados. Como si dijera: Nuestra propia consolación, con la que nos consolamos por la esperanza del premio, es para vuestra consolación, por cuanto con nuestro ejemplo también vosotros con la misma esperanza del premio os alegráis. Lo tercero que muestra es que la exhortación pasiva de ellos es para el bien de los demás, diciendo: Si somos exhortados, mediante una interna inspiración o por azotes, esto ocurre por vuestra exhortación, esto es, para que os animéis para cosas mayores y esperéis la salvación. Por lo cual se dice en 2 (viacabeos 15,7-11, que exhortados con los discursos de Judas, se inflamaron los ánimos de sus oyentes. Ayudándoos vosotros también, etc. Y el orden de tal consolación y salud lo indica diciendo: que es eficaz por la paciencia con que sufrís, etc. Y acerca de esto hace dos cosas. Primero muestra la paciencia tenida en las adversidades; segundo, indica el fruto que de la paciencia proviene: De suerte que nuestra esperanza es firme. Así es que dice: Digo que estas cosas son para vuestra salud, porque la salvación para vosotros está en esto, por cuanto con nuestro ejemplo os fortalecéis para soportar los padecimientos, y para que pacientemente soportéis las mismas pruebas que nosotros padecemos. En vuestra paciencia salvaréis vuestras almas (Luc. 21, i 9). Tomad ejemplo, hermanos, en las pruebas (Sant. 5, !). De la cual paciencia proviene para vosotros el fruto, porque es firme nuestra esperanza de que así os hagáis herederos de la vida eterna. La tribulación obra la paciencia; y la paciencia, esperanza (Rm 5,3). Dice Gregorio: Tanto más sólida surge la esperanza en Dios cuanto mas abrumador sea lo que se soporte en su nombre. Porque de los padecimientos que ios santos de Dios soportan por Cristo brota para ellos la esperanza de la vida eterna. Y la causa de tal esperanza es que sabemos que en cuanto seáis compañeros nuestros en los sufrimientos, seréis también compañeros en la consolación, esto es, en la vida eterna. Fiel es esta palabra: Si hemos muerto con El, también con El viviremos (2Tm 2,2). Alegraos en cuanto sois participantes de los padecimientos en Cristo (1P 4,13).

Consiguientemente cuando dice: Pues no queremos que ignoréis, obtiene la benevolencia de ellos diciéndoles algo en especial. Y acerca de esto hace tres cosas. Porque primero habla de la persecución que sufrió en Asia; luego, de la especial consolación que le resultó: Ei cual de tantos peligros, etc.; tercero, de la causa de la consolación: Porque nuestra gloria es, etc. (2Co 1,12). Así es que primero dice: No sólo es bueno que sepáis lo que se ha dicho de las tribulaciones en general, sino que no queremos que ignoréis, porque os es útil el saberlo, cuanto por nuestro ejemplo seáis más pacientes. Pues no queremos, digo, que ignoréis nuestra aflicción, etc. (Acuérdate de mi miseria, etc.: Trenos 3,19). Esta es la persecución aquella de la que se lee en Hechos 19,24-39 que contra Pablo promovió cierto platero en Asia concitando a la plebe, persecución que el Apóstol hace resaltar por tres cosas. Por el lugar, pues fue en Asia, lo que expresa así: que nos sobrevino en Asia, esto es, en Efeso, que está en Asia, donde más se le debería honrar y consolar. Por su acerbidad, porque fue algo por encima de lo ordinario de las pasiones humanas, por lo cual dice: porque de manera excesiva. También sobre lo llevadero, por lo cual dice: sobre nuestras fuerzas.

Objeción. Pero en contra está 1Co 10,13: Dios es fiel y no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas.

Respuesta. Débese decir que padecer por encima de las fuerzas se puede entender de dos maneras. O bien por encima de las fuerzas naturales, y de éstas se había aquí, por encima de las cuales permite a veces Dios que sean tentados los santos; o bien por encima de la fuerza de la gracia, a lo cual se refiere el texto de 1Co 10,13: Dios es fiel, etc., sobre la cual no permite Dios que alguien sea tentado. Y que el Apóstol habla aquí de las fuerzas naturales se ve claro por esto que dice: tanto que se nos hacía pesada la misma vida. Porque es indudable que lo que más se desea es vivir. Así es que cuando tan grave es la persecución que la misma vida se vuelve pesada, es innegable que excede a las fuerzas naturales. Y esto lo dice así: tanto que se nos hacía pesada, etc.; como si dijera: tan dura era la persecución, que la vida se nos hacía pesada. Tedio me causa ya el vivir (Jb 10,1).

Objeción. En contra tenemos lo que dice Santiago 1,2: Tenedlo, hermanos míos, por sumo gozo, cuando cayereis en pruebas de todo género.



Respuesta. Débese decir que la tribulación se puede considerar de dos maneras. O bien en sí misma, y así es para lamentarse, o bien por comparación al fin, y así es para gozarse, en cuanto se soporta por Dios y por la esperanza de la vida eterna. Y no sólo era para nosotros tediosa la vida -dice el Apóstol-, sino que estábamos ciertos de la muerte. Por lo cual dice: Pero si tuvimos en nuestro interior esa respuesta de la muerte, esto es, la certeza de la muerte; como si dijera: Mi pensamiento me decía que debía morir. O de otra manera, respuesta de la muerte, o sea, la razón misma pronunciaría y elegiría el morir en virtud del tedio de la vida. Hace resaltar la tribulación también por su causa. Por lo cual dice: para que no confiásemos en nosotros mismos, etc., es claro que para reprimir la soberbia humana. ¡Oh, Señor! fortaleza mía y el sostén mío, etc. (Jerem. 16,19). En cambio, en todas las cosas debemos confiar en Dios. Bienaventurado el varón que tiene puesta en el Señor su confianza (Jerem. 17,7). Por lo cual dice: Sino en el Dios que resucita, etc. (El Señor es el que da la muerte y da la vida: 1 Reyes 2,6.) Pero como el Señor no abandona a los que en El esperan, habla también el Apóstol de la consolación que Dios le dio, diciendo: El cual de tantos peligros nos libró y nos libra. Y acerca de esto hace tres cosas.

Primero habla de la consolación presente respecto de los males pretéritos; segundo, de la consolación futura; tercero, de la causa de la esperanza. Así es que dice: Somos consolados por Dios, El cual nos libró en pretérito de tantos peligros, y nos libra en el presente, porque no cesa de librarnos (Cuando pasares por en medio de las aguas, estaré Yo contigo: Is 43,2.) En quien confiamos que todavía nos ha de librar agrega todavía en futuro (Los que teméis al Señor esperad en El: Eccli 2,9). Ahora bien, vuestras oraciones nos suministran la causa de tal esperanza. Por lo cual dice: Ayudándonos vosotros también con vuestras oraciones que por nosotros hacéis. El hermano que es ayudado por el hermano es como una plaza fuerte (Pr 18,19). Os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu que luchéis conmigo orando a Dios por mí (Rm 15,30). Las cuales oraciones son necesarias porque Dios concede muchos bienes a uno solo por las preces de muchos, siendo la razón de esto que por los bienes que concede quiere Dios que se le den gracias, siendo muchos los que de esta manera están obligados a dar gracias: y esto ocurre cuando por lo que le da a uno por las preces de muchos obliga consigo mismo a todos aquellos por cuyas preces otorga algún bien, para que no sea sólo aquel a quien se lo da sino también los mismos que lo han pedido los que le den gracias a Dios. Y esto lo dice así: Para que la gracia obtenida por la intervención de muchos, etc. Y dice que por intervención de muchas maneras de personas, ya en cuanto a la edad, ya en cuanto a la condición, ya en cuanto a la diversidad de naciones o de costumbres. Para que la gracia obtenida para mí, la gracia de la fe que hay en mí, sea por muchos agradecida en nuestro nombre (Dando gracias al Dios y Padre: Ep 5,20). O de otra manera: Para que lo hecho por muchas maneras de personas, esto es, de condiciones de personas. Digo que vuestro don que nos fue concedido, esto es, el don de vosotros, que tenéis el mismo don, es claro que el de la fe o la caridad: por parte de muchas personas de aquellas que están en la fe de Cristo. Agradezcan, etc. Y así según esta exposición por la expresión de muchas maneras de personas se entienden diversas virtudes, de modo que la manera o aspecto de uno signifique la virtud en la cual sobresale: y así, la manera o rostro de Job es la paciencia; la manera o rostro de David, la humildad, y por el estilo de otros.



5
(
2Co 1,12-14)

LECTIO 4: 2 Corintios 1,12-14

La esperanza del auxilio divino es la causa de la consolación en las adversidades, la cual proviene del testimonio de la conciencia.

12. Porque nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia de que con simplicidad de corazón y sinceridad delante de Dios, y no según la sabiduría de la carne, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en este mundo, y especialmente entre vosotros.
13. Pues no os escribimos otras cosas que lo que leéis y ya conocéis. Y espero que hasta el fin lo reconoceréis.
14. Así como ya habéis reconocido en parte que nosotros somos vuestra gloria, así como tatnbién vosotros seréis la nuestra en el día de nuestro Señor Jesucristo.

Habiendo indicado la consolación recibida de Dios por el Apóstol después de la persecución, aquí consiguientemente señala la causa de esa consolación, la cual consiste en la esperanza del auxilio divino. Y acerca de esto hace dos cosas. La primera, asentar la causa de la esperanza; la segunda, aducir para esto el testimonio de aquellos a quienes les escribe: Pues no os escribimos otras cosas, etc. Así es que dice: Digo que esperamos aún más ser liberados por Dios y consolados. Porque nuestra gloria, etc.; como si dijera: La causa de tal cosa es nuestra buena conciencia. Porque la esperanza es la expectación de las cosas futuras proveniente de la gracia y de los méritos. Por lo cual también acerca de esto hace tres cosas. La primera, mostrar la gloria que tiene por el testimonio de la conciencia pura; la segunda, insinuar la causa de tal gloria: de que con simplicidad; la tercera, manifestar de dónde proviene esta causa: y no según la sabiduría de la carne. Así es que dice: Espero y confío en Dios en virtud de nuestra gloria, o sea, que me glorío por el testimonio y pureza de nuestra conciencia, con los cuales se puede de manera segura confiar en Dios. Cualquiera que sea el reproche que nos haga nuestro corazón, etc. (1Jn 3,20). El mismo Espíritu da testimonio, etc. (Rm 8,16).

Y débese notar que el testimonio de la conciencia es verdadero porque no engaña. Porque vemos a muchos exteriormente buenos que en su conciencia no son buenos. Y siempre se mantiene firme. Pero no habla de la conciencia de los demás, sino de la nuestra, porque el hombre debe siempre atenerse más al testimonio de su propia conciencia que al testimonio de los demás: lo cual no hacen aquellos que se consideran buenos por el hecho de que otros son malos, no porque ellos mismos sean buenos en verdad; ni aquellos que se glorían de la bondad de algún buen varón que por alguna afinidad le está unido. E insinúa la causa de tal gloria diciendo que con simplicidad, etc.: la cual consiste en dos cosas. Porque en dos cosas radica la pureza de la conciencia: en que lo que se haga sea cosa buena y en que la intención del que la hace sea recta, y estas dos condiciones las afirma el Apóstol de sí mismo. La primera: que en sus obras es recta su intención respecto de Dios, por lo cual dice: con simplicidad, esto es, con rectitud de intención. Buscadle con sencillez de corazón (Sg 1,1). La sencillez de los justos les servirá como de guía (Pr 1 1 3). La segunda: que las cosas que hace son buenas, por lo cual dice: y con sinceridad (Para que os mantengáis sinceros y sin tropiezo: Filip. 1,10). Y de dónde provenga la causa de tal gloria lo manifiesta agregando: y no según la sabiduría de la carne.

Esto se puede leer de dos maneras. La primera de modo que se refiera a lo que inmediatamente precede, esto es, de Dios; y entonces insinúa de dónde le vienen a él la sinceridad y la simplicidad; como si dijera: Muchos de los antiguos fueron sabios con sabiduría terrena, como filósofos. Y muchos Judíos vivieron virtuosamente confiados en la justicia de la ley; mas nosotros, no en la sabiduría de la carne, la cual conforme a las naturalezas de las cosas, o los deseos, de la carne es, sino que con la gracia de Dios nos hemos conducido en este mundo. La prudencia de la carne es muerte (Rm 8,6). Mi lenguaje y mi predicación no consistieron en discursos persuasivos de sabiduría humana, etc. (1Co 2,4). Por la gracia de Dios soy lo que soy (1Co 15,10). O también conforme a esta manera: no según ía sabiduría de la carne, etc., esto es, no como apoyándose en humana sabiduría, sino en la gracia de Dios. No te apoyes en tu prudencia (Pr 3,5). Se puede explicar también de manera que con simplicidad se refiera a la pureza de vida; que no según la sabiduría, etc., se refiera a la verdad de la doctrina, como si dijera: Así como nuestra vida estriba en la simplicidad y sinceridad de Dios, así también nuestra doctrina no descansa en la sabiduría de la carne sino en la gracia de Dios. Pero sin embargo Jas dos primeras exposiciones son más válidas. Y aun cuando así nos hemos conducido bien en este mundo, sin embargo, especialmente entre vosotros, es claro que porque de las otras iglesias aceptara el pago de sus gastos, y de ellos -de los Corintios- no. Más adelante (II,8) dice: A otras iglesias despojé. Y la razón de ello puede ser el que fueran avaras. Así es que para no contristarlos no quiso recibir de ellos nada.

Consiguientemente invoca el testimonio de ellos de esta santa manera suya de conducirse, diciendo: Pues no os escribimos otras cosas, etc.; como si dijera: Estas cosas que os escribimos no os son desconocidas, porque ya las leísteis en mi primera Epístola y las conocisteis por experiencia de mis obras. No como escribiéndote un mandamiento nuevo (2 Juan 5). Y aun cuando no conozcáis perfectamente porque os júntasteis con seudoapóstoles, sin embargo espero que hasta el fin de la vida ¡o reconoceréis, es claro que perfectamente, así como hasta este momento ya habéis reconocido en parte. La razón de ello es que cuando se ve que alguien empieza bien algo, se debe esperar que siempre continúe bien. ¿Y por qué? Porque Aquel que en vosotros comenzó la buena obra la perfeccionará, etc., como se dice en Filipenses 1,6. Y reconoceréis que nosotros somos vuestra gloria, esto es, que por nosotros conseguiréis la gloria eterna, a la que llega el hombre por la fe de Cristo que os hemos predicado. Gloria de los hijos son sus padres (Pr 17,6). Y así digo que somos vuestra gloria, así como también vosotros seréis la nuestra, porque por vosotros instruidos por nosotros esperamos obtener el premio de la gloria eterna. Pues ¿cuái es nuestra esperanza, o gozo, o corona de gloria? ¿No lo sois vosotros? (1Th 2,19). Y tal gloria será para nosotros por vosotros en el día de nuestro Señor Jesucristo, esto es, en el día del juicio, que se dice de Cristo, porque entonces hará su voluntad con los pecadores, castigándolos, por haber hecho ellos su voluntad en este mundo contra la voluntad de Cristo Señor pecando.

Cuando llegare mi tiempo Yo juzgaré con justicia (Ps 74,3). Y se abrieron libros y fueron juzgados los muertos (Ap 20,12).




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