Aquino: I Corintios 21

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(
1Co 7,1-9)

Lección 1 1Co 7,1-9

Les había acerca del matrimonio que, si se les permite, es para no fornicar, y por eso mismo, para no dar en tal vicio, amonesta a que se casen a los que el don no tienen de vivir en continencia, para que no se quemen ni se abrasen.

1. En orden a las cosas sobre que me habéis escrito, respondo: loable cosa es en el hombre no tocar mujer;
2. mas por evitar la fornicación, viva cada uno con su mujer, y cada una con su marido.
3. El marido pague a la mujer el débito, y de la misma ¿uerte la mujer al marido,
4. porque la mujer no es duena de su cuerpo, sino que lo es el marido. Y asimismo el marido no es dueno de su cuerpo, sino que lo es la mujer.
5. No queráis defraudaros el derecho reciproco, a no ser por algún tiempo de comun acuerdo, para dedicaros a la oración; y después volved a cohabitar, no sea que os tiente Satanas por vuestra incontinencia.
6. Esto lo digo por condescendencia, que no lo mando.
7. A la verdad, me alegrara que fueseis todos tales como yo mismo; mas cada uno tiene de Dios su pr pio don, quién de una manera, quién de otra.
8. Pero si que digo a las personas no casadas y viudas: bueno les es, si así permanecen, como también permanezco yo.
9. Mas si no tienen don de continencia casense. Pues mas vale casarse que abrasarse.

En pos de la reprensión al deshonesto y a los de su valia, pasa adelante el Apóstol a tratar del matrimonio, por este orden: primero puntualizando lo concerniente a los casados; segundo, a las virgenes; tercero, a las viudas. Acerca de lo primero, instruye a los que todavía no están casados para que deliberen si contraen matrimonio o no, y pone de manifiesto lo que había dicho, que "es cosa loable no tocar mujer"; y tocante a esto distingue qué es lo bueno por si y qué lo necesario. Le dio pie a tocar esta materia el celo de algunos, aunque no bien encaminado, que por odio a la fornicación, contra la cual ya había hablado, pasaron tan adelante que envolvian en la misma condenación al matrimonio, como aquellos de quienes dice a Timoteo: "embaucadores, hipocritas, que prohiben las bodas" (I Ti. 4,3). Mas como esto les pareciese duro de pelar a los fieles de Corinto, escribenle al Apóstol para saber qué opina, y por eso les responde: es verdad, reprendi lo mal hecho; "mas en orden a lo que me habéis escrito", en lo tocante al matrimonio os respondo que "es cosa loable no tocar mujer".

Acerca de este punto es de advertir que la mujer le fue dada al hombre como una ayuda para engendrar; y en esto difiere la fuerza generativa de la nutritiva, en que ésta sirve al hombre para la conservación del individuo; de donde el alimentarse es un bien para el hombre, ya que por su medio se conserva su vida; mas la fuerza generativa no le sirve para la conservación del individuo, sino de la especie. De ahí que no pueda decirse que "es cosa buena para el hombre, como individuo, tocar mujer", y primero cuanto al alma, porque, como dice San Agustín, no hay cosa que así derrueque al alma del alcazar de su virtud como ese contacto de los cuerpos sin el cual no es posible engendrar; y por eso se le intima en el Éxodo al pueblo que iba a recibir la ley: "estad preparados para dentro de tres dias y no os lleguéis a Vuestras mujeres" (19); y por eso también pregunto Aquimelec a David si estaban puros del cuerpo y se habían abstenido de tratar con sus mujeres (1S 21).

En segundo lugar, cuanto al cuerpo, porque el hombre por el matrimonio sujétase al Señorio de su mujer, y de libre se hace siervo; servidumbre que es junto a las otras la mes amarga de todas. De ahí el dicho del Eclesiastés: que "mas que la muerte es amarga la mujer" (7,26).

Tercero, cuanto a las cosas exteriores, con cuya ocupación el hombre, que tiene mujer que mantener e hijos que es fuerza educar, ande hecho un laberinto de enredos, siendo así que por otro lado se le prescribe lo contrario: "en la milicia divina nadie ha de embarazarse con negocios del siglo, a fin de complacer al que le alisto como soldado" (IITt 2).

Después de poner en claro por qué no es bueno tocar mujer, pasa a demostrar que lo hace indispensable la necesidad de evitar la fornicación. Primero, por el contrato matrimonial; segundo, por el acto del matrimonio ya contraido. Cuanto a lo primero es de considerar que el acto de la virtud generativa ordénase a la conservación de la especie por la generación de los hijos, y como la mujer le fue dada al hombre para ayudarle en lo mismo, siguese de ahí la necesidad que hay de tocarla, como se dice en el Génesis: "los creo macho y hembra; y los bendijo dicéndoles: procread y multiplicaos, y henchid la tierra" (I,27)4 Mas esta necesidad fue obligada, por pedirlo así la institución del género humano, y hasta tanto que se hizo necesaria la multiplicación del pueblo de Dios por sucesión de la carne.

Pero el Aposto1!, considerando que la necesidad de esa multiplicación ya ha sido suficientemente satisfecha, y que el pueblo de Dios se ha acrecentado, no tanto con la propagación de la carne, como por la generación proveniente del agua y del Espíritu Santo (Jn 3), déjase en el tintero esa necesidad, por la que de primer intento fue instituido el matrimonio para dar cumplimiento a un oficio de la naturaleza, y pasa a proponer la segunda, por la que también fue instituido, es a saber, para remedio de la culpa; porque la concupiscencia, sobre todo la carnal, que permanece en los fieles, aun después de bautizados, bien que no los Señoree y los domine del todo, los aguija y espolea, por el deleite vehemente, a esos actos mayormente llamados así venéreos. Y porque sobreponerse a esa vehemencia brutal, de modo entero y total, supone tan gran virtud que el hombre casi no tiene, y por eso ni la desea, según dice San Mateo: "no todos entienden esto" (19,2); no ha quedado mas remedio que contemporizar con ella, acomodo que acaece cuando el acto de procreación lo gobierna la razón, y la concupiscencia no arrastra al hombre en toda su furia, sino ella mas bien (por gracia) se sujeta a la razón.

Mas la razón natural tiene esta prerrogativa: de mirar que, cuando conviene engendrar y educar hijos, entonces del acto generativo hacer uso pueda el hombre. Y en los brutos animales esta particularidad se halla: que en ciertas especies no se da abasto la hembra para educar a la prole, que junto con ella el macho ha de alimentar; por lo cual es necesario que el macho a su propia, prole la conozca, y así en tales animales, corno se ve en las palomas, las tortolas y otras aves, la naturaleza ha ingerido un ansia y solicitud por educar a la prole; por cuya misma razón sus juntas y apareamientos no se hacen aquí y alla y de modo indiferente, de donde se seguiria no- conocer a la prole; sino uno con una, un macho con una hembra, no de modo indiferente, como pasa con los perros y animales semejantes, en quienes sola la hembra alimenta los cachorros.

Y si en las otras especies, con mas razón en la humana, para educar a los hijos es indispensable el padre, puesto que la educación no es solo nutrir el cuerpo, sino mas que nada el alma, como dice a los Hebreos: "tuvimos a nuestros padres carnales, que nos corrigieron, y los respetabamos" (12,9); y por tanto, es un dictado de la razón natural por lo que toca a los hombres, que no hagan avuntamientos, como hacen los fornicarios, vagos e indeterminados, sino de uno con una, y esta determinación por ley fija el matrimonio.

Así que en el matrimonio hallase este triple bien:

Primero, el dar cumplimiento a un oficio natural, por cuanto viene ordenado a engendrar y educar hijos, y llamase bien de la prole.

Segundo, por cuanto va encaminado a remediar o calmar la carnal concupiscencia, pero en un coto cerrado con una persona fija, y este bien se llama fe, o mas bien fidelidad, mutua entre esposo y esposa, para no. codiciar ni llegarse a nido ajeno.

Tercero, es el bien del Sacramento, por cuanto en la fe de Cristo se contrae y por cuanto significa la unión de Cristo y la 1glesia, según dice a los Efesios: "grart

Sacramento es éste; pero yo lo aplico a Cristo y a la 1glesia11 (5,32).

En resumidas cuentas esto es lo que dice: ya esta declarado que: "loable cosa es en el hombre no tocar mujer11; mas como para este bien no se halla en todos los hombres (una heroica) idoneidad, rpor evitar la fornicación, viva cada uno con su mujer11, se entiende determinada, para cortar de raiz los vagos ayuntamientos de cualquiera con cualquiera, que serian fornicación. De ahí lo de los Proverbios: "gozale con la mujer de tu mocedad11 (5,18), y mas adelante: "¿para qué andar loco, hijo mio, tras la extrana, y abrazar en tu seno a una extranjera?"

Trata luego del uso del matrimonio contraido, al decir: "el marido pague a la mujer el débito... ", y primero de la obligación de pagarlo; segundo, de su intermisión. Acerca de lo primero dice: ya esta declarado que el hombre puede casarse, y asimismo la mujer, pero con l d b d

porque en qp débito, con el comercio carnal. He ahí por qué la mujer, por ser tal, no fue formada, como si fuese criada, del pie o pierna del varón; tampoco de la cabeza, como si fuese Señora, sino como companera, de un lado (del corazón) (Gn 2). De donde el mutuo derecho y la mutua obligación a pagar lo que se deben (Rm 13).

Dice, en segundo lugar, por qué hay que pagar el débito: "porque la mujer no es duena de su cuerpo", quiere decir, para el acto de engendrar, de suerte que al propio arbitrio pueda, o abstenerse, o darse a otro; "sino que fo es el marido", esto es, tiene derecho de disponer de su cuerpo, en cuanto concierne al uso de la copula carnal, y, por tanto, la mujer debe su cuerpo ofrecer para el oficio indicado. "Y asimismo el marido no p y j tal condición que ambos, marido y mujer, esto se equiparan, hayan de pagar el l h l es dueno de su cuerpo, sino que lo es la mujer". De donde asimismo él, cesando el impedimento legitimo, si lo hubiere, ha de hacer el mismo oficio que hace con él su mujer, como se dice en el Génesis: "unirase a su mujer, y los dos vendrán a ser una sola carne".

De la intermisión del débito trata luego, cuando dice: "no queráis defraudaros el derecho reciproco". Mas antes de como y cuando se ha de interrumpir el acto o el comercio conyugal, enseña que se cautele que no por ese motivo, so pretexto se haga fraude. No defraudar significa o que él marido se abstenga, no queriendo su mujer, o se abstenga la mujer, no a gusto de su marido. Lo llama fraude el Apóstol, porque uno priva a otro de lo que se le debe, que eso es fraude, no menos en el acto matrimonial que en otras cosas. De ahí lo de los Proverbios: "no sacara ganancia el tramposo" (12,27), que, aplicado a nuestro caso, querra decir que el que a Dios ofrece su continencia, por tal modo (mal) lograda, sin mérito no tendra galardon de vida eterna; pues, dice San Agustín no ser voluntad de Dios con tal daño tal ganancia, que, mientras uno se abstiene, a descontento del otro, venga a dar en perversión, cediendo a la tentación.

Tres requisitos prescribe para tal intermisión:

a) que sea "de comun acuerdo" (Si 25).

b) que sea "por algún tiempo" (Si 3).

c) que tenga como meta el debido fin, es a saber, tenga por causa los actos espirituales, para los cuales la continencia vuelve mas idoneos a los que la practican. Por eso añade: "para dedicaros a la oracion", según aquello de Joel: "ofrenda y libación para Yavé, vuestro Dios", y lo que dice después: "que deje el esposo su camara, y su talamo la esposa" (II,14,16).

El segundo punto que toca es el de la reiteración del acto conyugal: "y después volved a cohabitar", quiere decir que, pasado ese tiempo dedicado a la oración, volved a pagaros la deuda. De ahí lo que se dice en Reyes 1,8, que "acabada la solemnidad de la dedicación del templo volviéronse a su morada alegres y llenos de gozo". Mas ¿por qué "otra vez vuelta a lo mismo?" No es, claro esta, porque sea menester para salvarse, mas por razón del peligro, "no acaezca que os tiente Satanas", esto es, que con tentaros os derribe por el suelo, como dice también a los de Tesalonica: "no fuera que el tentador os hubiera tentado, y se hiciese vana nuestra labor" (1Th 3,5). Pero los fuertes, de quienes dice San Juan que "vencieron al maligno" (I J. 2), no tienen por qué temer las tentaciones del diablo; si los flacos (que no saben irse a la mano y frenarse). De donde añade el motivo: "porque no sois continentes", esto es, por la propensión a la incontinencia, que da ocasión al demonio para tentar y tentando así al hombre derrocar, y sentirse provocado no una vez sola a tentar, según lo dice San Pedro: "va caminando en redor buscando a quién devorar" (1P 5).

En qué sentido haya de entenderse lo que acaba de explicar lo manifiesta diciendo: "esto lo digo por condescendencia, que no lo mando". Dice, pues: lo que dije anteriormente es que cada varón tenga su mujer y cada mujer su marido, y que al cabo de un tiempo determinado de continencia, vuelvan a lo de antes, a pagarse la deuda; "mas esto lo digo por condescendencia", esto es, por consideración a vuestra flaqueza, "no que yo lo mande", como si fuese indispensable para salvarse. Que a los subditos, en atención a su flaqueza, hay que concederles ciertas cosas, no a que por fuerza y con imperio se les obligue a hacer lo bueno. De ahí lo que contra algunos prelados les echa en cara Ezequiel: "las dominabáis con violencia y con dureza; y así andan perdidas mis ovejas por faifa de pastor" (34,4).

Mas el lenguaje del Apóstol no parece muy apropiado, pues no hay que hablar de indulgencia si no intervino pecado. Si pues por condescendencia dice él haber concedido a los hombres que se casen, da a entender, tal lo parece, que el matrimonio es pecado. Para esto hay doble respuesta: una, si por indulgencia se entiende aquí permisión, que también puede ser doble, según de lo que se trate; si dei mal, del mal menor, como dice San Mateo que "Moisés a los judíos les permitio repudiar a sus mujeres, por la dureza de su corazón" (19,8), esto es, para evitar las matasen, a que erán mal inclinados; permisión que no ha lugar en el Nuevo Testamento, por su mayor perfección, según aquello de Hebreos: "¡arriba! a lo mas perfecto" (6,1). Si del bien, dei bien menor, es a saber, cuando el hombre por precepto no esta, no se ve obligado a seguir un bien mayor; y ésta es la indulgencia del Apóstol, esto es, permite el matrimonio, que es un bien inferior al de la virginidad, bien superior, pero que no se manda.

A otro viso puede considerarse la indulgencia, en cuanto mira a la culpa, según ;lo dice Is : "perdonaste a la gente" (26), y en este sentido la palabra indulgencia se aplica al acto conyugal, que lleva aneja la culpa, mas venia!, que si no fuera por el bien del matrimonio, triple bien, se convirtiera en mortal. De donde es bueno advertir que en el acto conyugal algunas veces hay mérito, y ninguna culpa hay, ni venia!, ni mortal; cerno cuando se ordena al bien de la procreación y de educar a la prole, para darie culto a Dios, que entonces llamase el acto un acto de religión; o como cuando se hace para pagar lo debido, que ya es acto de justicia. Y todo acto virtuoso es meritorio también si se hace con caridad.

Otras veces es con culpa, pero venial, cuando aquello que a uno mueve al acto matrimonial es la codicia carnal, que se contiene, con todo, dentro del coto cerrado, esto es, queda contento solamente con su esposa.

Otras, es culpa mortal, cuando rompe las barreras del coto matrimonial, esto es, cuando alguno, al estar con su mujer, con igual gusto, o aun mayor, estaria con otra.

Ya, pues tratamos de indulgencia, para el primer modo no la hay, como si para el segundo, por cuanto al verse arrastrado por la codicia carnal de su mujer ei marido, por ser la propia y no ajena, no incurre en culpa mortal. Para el tercero, por malo, indulgencia no ha lugar.

De lo dicho anteriormente indica el por qué, al decir: "a la verdad, me alegrara que fueseis todos tales como yo mismo", y primero por qué no habla con imperio, y segundo, si con indulgencia. Cuanto a lo primero es de considerar que ningun hombre cuerdo manda una cosa contraria a la que prefiere se haga; razón por la cual no ordena el Apóstol que los hombres contraigan matrimonio o, ya contraido, lo usen, porque es de su preferencia que los hombres observen continencia; y a esto se refiere, al decir: "a la verdad, me alegrara si fueseis todos tales como yo mismo", es a saber, que se mantengan continentes, como yo me mantengo. Algo parecido dice en los Hechos: "pluguiese a Dios que no solo tu sino todos los que me oyen, se hicierán tales como lo soy yo" (26,29).

Pero si todos guardarán continencia, como el Apóstol la guardaba, cesaria la generación, y así no quedaria acabalado el numero de los elegidos, lo cual seria oponerse a la disposición divina. A esta dificultad responden unos que el Apóstol sabia por revelación que si todos los hombres se salvasen, viviendo como él en continencia, ya bastaba con ésos para dejar acabalado el numero de los elegidos. ¡Bonito razónamiento, mas sin ningun fundamento! Por tanto, puede decirse que lo de ser continentes ha de entenderse de todos en cada uno, no todos al mismo tiempo. O mejor, que querer la continencia para todos se ha de entender con voluntad precedente, así como él1 mismo dice que "Dios quiere que todos los hombres se salven" (I Ti. 2); pero no, por el contrario, con voluntad consecuente, por la cual Dios quiere salvar a algunos, es a saber, a los predestinados, y condenar a otros, esto es, a los reprobos, según lo de Malaquias: "amé a Jacob, y aborreci a Esau". Voluntad antecedente es aquélla cuya meta es lo que en si considerado es de manera absoluta lo mejor, como que todos los hombres se salven o guarden la continencia. Mas voluntad consecuente es la que tiene por blanco lo que, consideradas y atentas las circunstancias de personas y negocios, es entonces lo mejor, y tomando esto por pauta, Dios quiere a unos condenar, y el Apóstol que otros se casen.

-"Mas cada uno tiene de Dios su propio don, quién de una manera, quién de otra". Esta es la razón de haber permitido por condescendencia el matrimonio, es a saber, porque no cualquiera de Dios recibio tal don de virtud tan relevante, o de tanta fortaleza, que pudiese así vivir totalmente en continencia, como lo dice el Señor: "no todos entienden esto; mas el que pueda entenderlo que en hora buena lo entienda" (Mt 19); que es lo que aquí dice: ¡quién me diera que fuesen continentesi"; "pero cada uno tiene su propio, esto es, en cierta medida, don de Dios, quién de un modo, por ejemplo, para servir a Dios en virginidad; quién de otro", esto es, para servir a Dios en el matrimonio, según lo de San Mateo: "a uno le dio cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada uno según su propia capacidad" (25); y lo de la Sabiduría: "mas conociendo que no podia alcanzarla de otro modo (la continencia) si Dios no me la daba, y que era parte de la prudencia conocer de quién es don... " (8,21).

-"Pero si que digo a las personas no casadas y viudas". Explicales lo que les había dicho en términos obscuros, y primero en lo tocante al "quisiera que todos fuesen como yo", conviene a saber, por ser absolutamente lo mejor. De ahí que diga: "pero si digo, explicandolo, a las personas no casadas, esto es, a las virgenes, y a las viudas: bueno les es si así permanecen, en continencia, como también permanezco yo", según aquello: "loh, cuan bella es la generación casta con esclarecida virtud!" (Sg 4,1).

Segundo, en lo tocante a lo otro: "mas cada uno tiene de Dios su propio don", como si dijera: puesto que no todos recibieron de Dios el don de la continencia; en que se funda para decir: "mas si no se aguantan, esto es, si no recibieron el don de la continencia, casense", unzanse al yugo del matrimonio, como le dice a Timoteo: "quiero que los jovenes se casen" (I Ti. 5), e indica el por qué: "pues mas vale casarse que abrasarse", esto es, quedar avasallado de la concupiscencia, que es un calor pernicioso, que al que da bateria lo calienta, mas no lo abrasa, a no ser que, vencido por ella, pierda el humor de la gracia (Job 31). Es bien aquí reparar que el Apóstol exagera al comparar abrasarse con casarse que, aunque menos, cosa es buena, mas quemarse es cosa mala. Por tanto, es cosa mejor, a saber, mas tolerable, que uno tenga el bien menor que el mal de la incontinencia; que fue lo que dijo arriba: "que para evitar la fornicación cada uno tenga su mujer" y "no sea que os tiente Satanas por causa de vuestra incontinencia".

22
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1Co 7,10-14)

Lección 2: 1Co 7,10-14

De la indisolubilidad del matrimonio para los que son del mismo culto, y para los de diverso.
10. Pero a las personas casadas mando no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe del marido;
11. y si se separa por justa causa, no pase a otras nupcias, o bien reconciliese con su marido. Ni tampoco el marido repudie a su mujer.
12. Pero a los demás digo yo mi dictamen, no que el Señor lo mande. Si algún hermano tiene por mujer a una infiel, y ésta consiente en habitar con él, no la repudie.
13. Y si alguna mujer fiel tiene por marido a un infiel, y éste consiente en habitar con ella, no abandone a su marido;
14. porque un marido infiel es santificado por la mujer fiel y la mujer infiel santificada por el marido fiel; de lo contrario, vuestros hijos serian amancillados, en vez de que ahora son santos.

Arriba dio el Apóstol sus enseñanzas sobre el contrato del matrimonio; aquí instruye a los que han contraido ya matrimonio a no romper el vinculo, y exhortalos a ellos primero a permanecer en él; segundo, endereza a los hombres de todo género y condición una doctrina provechosa: "que se mantenga cada uno en el estado que tenía cuando Dios lo llamo". Trata de la indisolubilidad del matrimonio, ya sea entre fieles o entre personas de diverso culto; acerca de lo cual pone el precepto de la indisolubilidad, y enseña qué hay que observar si aconteciere de algún modo la separación.

Dice, pues: dije a las no casadas, esto es, a las viudas y virgenes, que era mejor si así quedaban como estaban; pero la condición no es la misma "para las personas casadas"; que a las tales "mando no yo, esto es, con autoridad que me hubiesen dado, sino el Señor" -como ya lo había mandado, diciendo: "lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" (Mt 19)- manda, digo, "que la mujer no se separe del marido", excepto, se sobreentiende, el caso de la fornicación, que Cristo exceptuo, y aquí no se menciona, porque es cosa conocida. Con esta sola excepción, todas las otras molestias, para mantenerse fieles a la fe del matrimonio, habrán de sobrellevarse, y así lo manda el Señor, con fortaleza cristiana. (Mt 19).

Mas todo lo dicho aquí la Glosa en San Agustín- entiéndese de los casados, que son fieles o cristianos. "Y en caso de separarse, esto es, por justa causa, de fornicacion-adulterio, mando, digo, no pase a otras nupcias, en vida de su marido, pues si hay divorcio del talamo, no hay disolución del vinculo; o bien reconciliese con su marido", si no guarda continencia; y de modo semejante "a su mujer no la repudie el marido", sino en caso de adulterio. Se observa, como se ve, una forma semejante, en lo que toca al varón y en lo que a la mujer. De donde, pues no lo dijo del marido, hay que suplir para él lo que dijo.de la esposa, es a saber, que si la deja del todo, o no se enrede con otra, o haga las paces con ella.

Mas San Ambrosio parece decir lo contrario, comentando este lugar. He aquí lo que dice: le falto la anadidura que le puso a la mujer, ya que el marido puede casarse con otra, pues va alguna diferencia de inferior a superior en el usar de la ley. Objeción que va por tierra, y de que ninguna cuenta hay que hacer si, como dice el maestro (¿Pedro Lombardo?), la apostilla es de un falsario.

Hay 7 casos en que el marido no puede, so pretexto de adulterio, repudiar a su mujer:

1) cuando él la prostituye.
2) cuando él comete adulterio.
3) cuando el a ella le da ocasión de adulterar, como cuando se rehusa a pagar lo que le debe.
4) cuando cree probablemente que ya es muerto su marido y se casa nuevamente la mujer.
5) cuando padece violencia de algún injusto agresor.
6) cuando enganada por otro, creyéndole su marido, tuvo comercio con él.
7) cuando, hallada por su marido en flagrante adulterio, no por eso cayo de su gracia.

-"Pero a los demás digo yo mi dictamen". Trata aquí de la inseparabilidad en el matrimonio de personas con disparidad de culto, cuando una es fiel y no la otra; y lo primero que dice es que la persona fiel no deje a la infiel que consiente en cohabitar sin ofender al Creador. Segundo, que si no quiere, no esta obligada la fiel a seguir a la que es infiel, sino que puede pasar a nuevas bodas con otra. Tercero, que si la infiel es la que antes se retira, debe paciente la fiel quedar al pie del canon. Se reduce la materia a admonición y razón de ella; y habla en general, primero, a varones y mujeres; segundo, especialmente a los varones; tercero, especialmente a las mujeres.

Dice, pues: "pero a los demás, esto es, cuando los dos no son fieles sino uno fiel y otro infiel, digo yo, aconsejando, no ordenando; no que el Señor" lo haya dicho de su boca; cual si dijera: y lo que digo es de Dios -bien que El no lo diga con sus propios labios-: digo, repito, esto: "si algún hermano fiel, es a saber, convertido a la fe durante el matrimonio pues esto se entiende de los que contrajeron matrimonio siendo infieles, no de los que en el caso de disparidad de culto; que en tal caso no hubiese habido matrimonio, sino habria que separarlos, como hizo Esdras (I E. X), si algún hermano, repito, tiene tal mujer infiel, y ésta consiente en habitar con él, sin contumelia, se entiende, y ofensa del Creador, no la repudie". Esto que digo es consejo, no precepto, de suerte que -dice la Glosa- la contraria dirección no se achaque a transgresión.

-"Y si alguna mujer... ". Aquí habla especialmente a las mujeres, donde supone, en primer lugar, que de los dos uno es fiel, al decir: "si alguna mujer"; segundo, que otro es infiel, all anadir: "marido infiel"; tercero, que tiene el marido infiel voluntad de cohabitar: "y éste consiente"; cuarto, que aconseja a la que es fiel a permanecer con él: "no lo deje". Dice, pues: por semejante manera, si una mujer fiel tiene marido no fiel, que consiente en cohabitar con ella sin contumelia al Creador -pues sin esta condición debe la fiel abandonar al infiel, ya que, en sentir de la Glosa, desliga del matrimonio la contumelia al Creador, y le es licito a la fiel pasar a segúndas nupcias-: repito que, si así es, no deje la mujer fiel al marido que es infiel. Pero esto, entiéndase bien, no es mandamiento, es consejo; que bien podra la fiel dejar al marido infiel; mas para éste entonces no era cosa conveniente.

-"Porque un marido infiel es santificado... ". Puesta ya la admonición, da aquí de ella la razón, donde trae a colación, con el ejemplo, el peligro, y el fruto en tercer lugar. El ejemplo, así como para el marido, también para la mujer. Dice, pues: "es santificado", que es cual si dijera: no deje la mujer fiel al marido, que es infiel, y quiere habitar con ella. La razón por que lo digo es "porque un marido infiel santificado es por ella", texto que de dos maneras se lee, y sea la primera: que alguna vez por la esposa fiel fue santificado el marido que era infiel; esto es, que alguna vez sucedio que uno por otro movido a la fe se convirtio, y así se santifico -caso quiza sucedido, como en tiempo de Clemente, en Roma, cuando Teodora convirtio a ia fe a Sisinio; y de modo semejante la mujer santificada fue por el marido fiel, es a saber, por sus consejos, admonición y doctrina.

La otra lectura ésta es: así que el consorte fiel no deje al consorte infiel, "que ha sido santificado", quiere decir, que por la cohabitación o por el trato con él -lo dice San Agustín- no mancha su castidad, no habiendo alguna inmundicia.

-"De lo contrario, vuestros hijos serian amancillados"; que tiene también dos lecturas, según que a los hijos o por nacer o nacidos se refiera. Si a los que están por nacer, léase así: si os apartáis y con otros os juntais, "vuestros hijos, que naciesen de esta junta, fuesen inmundos", conviene a saber, bastardos, pues no nacidos de matrimonio legitimo; "en vez de que ahora, si permanecéis unidos, son santos", es a saber, sin mancilla, ya que son nacidos de matrimonios legitimos.

Esta es la otra lectura: "de lo contrario, si os apartais, vuestros hijos, ya nacidos, fuesen inmundos, esto es, seguirian siendo infieles por seguir la mayor parte que entonces era de infieles; mas ahora, por el contrario, si permanecéis, son santos", esto es, se hacen cristianos.

-"Porque un marido infiel es santificado por la mujer fiel", es tema para la fiesta de la Santa que a la fe convirtio al marido infiel, la virgen Santa Cecilia. La companía de los Santos es cosa, como ninguna, de capital importancia, para enderezar al hombre por el camino del cielo. Así lo enseña el Salmista de palabra, cuando dice: "con el santo seras santo", y esto lo muestra de hecho Santa Cecilia, según lo que aquí se dice: "fue santificado el infiel marido", palabras por las que tres cosas la dejan enaltecida: conviene a saber, la gracia, por santificar al marido; de suerte que la nobleza tenga por naturaleza y la humildad por la fe; y siendo humilde con Dios, provechosa le sea al prójimo con la enseñanza y doctrina; que mas digna de alabanza se vuelve por la doctrina para el que bien considera el acto, objeto y contrario: el acto es santificar, el objeto es el marido, contrario la infidelidad. Esta es culpa mas tenaz, la virilidad sexo de mas fortaleza, y la obra de santificar de mayor dificultad; y eso no obstante, y a pesar de ser mujer, convirtio por su doctrina al que no creia en ella, al que como roble era lo hizo blando como cera, dejo limpio a;l que era inmundo, y así de un infiel marido hizo un santo esclarecido.

Muchas propiedades hay, que son de mucho valor y encumbrán a la mujer, y se hallaron en Cecilia, de suerte que correspondan, tres a tres, propiedades a partes de la persona: obra, boca y corazón. Y las tres primeras son: sabiduría, de parte de la razón (Pr 9)

limpieza, de parte de la pasión (la concupiscible) (Si 40) constancia, de parte de la irascible (Rut 3).

Las tres segundas: modestia contra hablar en demasia (Si 26) discreción: no hablar necedades (1S 25 Jdt. XI)

verdad contra la mentira (Jdt 8). Las tres ultimas: santidad de hecho (Jdt 8)

vergüenza por distintivo (Si 26) gracia en tratar a la gente (Pr. XI).

Por haberse aventajado, cual sol entre las estrellas, de estas galas adornada, la muy bienaventurada, Virgen Sagrada Maria, se le dice en sus loores: Bendita entre las mujeres.

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1Co 7,15-20)

Lección 3: 1Co 7,15-20

Que el fiel no se halla obligado a seguir al que es infiel, si le da por separarse; pero si quiere quedarse, no tenga a mal cohabitar, porque se pueden salvar uno a otro mutuamente.

15. Pero si el infiel se separa, separese en hora buena, porque en tal caso ni nuestro hermano, ni nuestra hermana, deben sujetarse a servidumbre; pues Dios nos ha llamado a un estado de paz y tranquilidad.
16. Porque, ¿sabes tu, mujer, si salvaras al marido?, ¿y tu, marido, sabes si salvaras a la mujer?
17. Pero proceda cada cual conforme al don que Dios le ha repartido, y según el estado en que se hallaba cuando Dios le llamo a la fe, y así es como lo enseno en todas las iglesias.
18. ¿Fue uno llamado siendo circunciso? No afecte parecer incircunciso. ¿Fue otro llamado estando incircunciso? No se haga circuncidar.
19. Nada importa ahora el ser circuncidado, y nada importa el no serlo; lo que importa es la observancia de los mandamientos de Dios.
20. Manténgase, pues, cada uno en el estado que tenía cuando Dios le llamo.

En la lección anterior enseñó que el fiel no debe dejar al infiel que desea cohabitar; aquí enseña que si no quiere, no se halla obligado el fiel a seguir al que es infiel, mas puede, si tiene gana, casarse nuevamente. Donde se trata, primero, de la misma concesión; segundo, se da razón de la dicha concesión, la cual es doble: la primera, libertad; la segunda, de la paz y la tranquilidad.

Dice, pues: "mas si el infiel, o la mujer, se separa, del que es fiel, por odio a la fe, se aparte", que con eso el fiel dejado puede, si quiere, casarse; pues, por no haber sido rato el primer matrimonio, indisolubilidad no tenia. "Que en tal caso ni nuestro hermano ni hermana sujetos han de quedar a esa estrecha servidumbre" conyugal, conviene a salber, que el fiel no esta obligado a seguir al infiel que por odio de la fe se aparta, según la Glosa: "libertad si el Hijo os diere, en verdad libres seréis" (Jn 8).

-"pero en paz", cual si dijera: pues para vivir en paz fue el llamamiento de Dios, ya que no pueden los dos avenirse a estar en paz, del infiel se aparte el fiel; que litigar no conviene con el que se desaviene y por odio de la fe se retira y da del pie. O de esta otra manera: aun cuando así sea que el fiel sujeto no esta a servidumbre, eso no obstante, no debe dar ocasión de discordia y escisión, sino conservar la paz; que Dios no es Dios de escisión (1Co XI), sino de paz, "a la cual nos ha llamado".

-"Porque, ¿sabes tu, mujer... ". Dice aquí que si el infiel no se aparta, debe el fiel quedar con él, soportando con paciencia; de lo cual da por razón que espere su conversión, o se quede en él estado de su propia vocación, o para servir de ejemplo en el rito o el estado de su vida o condición. Acerca de lo primero da a entender que la mujer permaneciendo con é! puede lograr que el marido se convierta a la fe, o que el marido pueda salvar a la esposa que es infiel, y que por eso pacientemente uno y otro quedar deben en compania.

Dice, pues: "porque, ¿sabes tu... que es como si dijera: en verdad debe quedarse con la infiel la parte fiel; pues, como sabes, esto es, puedes saber, tu, mujer fiel, si salvaras a tu marido?" es a saber, tirandole de la oreja y convirtiéndolo a la fe; cual si dijera que esto puede acontecer. Acota aquí San Ambrosio: la razón de decir esto es porque puede creer el que ahora se horroriza al solo nombre de Cristo.

-"¿y tu, marido, sabes, esto es, puedes saber, si salvaras a tu esposa", convirtiéndola a la fe? porque esperar esto debes.

-"Mas proceda cada cual", que puede leerse, o bien: ¿de donde lo sabes, si no es que con tu consorte procedas por norte teniendo él don que el Señor repartio con cada uno?, es a saber, que al marido corresponde gobernar y a la esposa obedecer. O bien, de esta otra manera: ¿y eso de donde lo sabes, si no esperas con paciencia que se haga la experiencia, según lo que a cada uno !ie ha repartido el Señor?, es a paber, que ha dispuesto en cada uno cuando ha de sonar la hora de la fe y la salvación. Luego tu debes también permanecer y esperar (Rm 12).

-"cada cual según el estado . .". Lo que aquí intenta es mostrar que el fiel, si se ha de quedar viviendo con el infiel, es porque tal permanencia así la pide el estado de la propia vocación. Alega, pues, por razón, la divina vocación y su propia autoridad.

Dices, pues: "cada cual", vale decir: ¿y esto, oh marido v mujer, donde o como lo sabéis, si no es que perseveréis andando el mismo camino, en que Dios vuestro destino determino? esto es, en el estado a que llamo a cada uno; y lo que en vuestra iglesia, así lo predico en todas; porque la parte que a su todo no se adapta, mal puede llamarse parte. Es, pues, su razónamiento: que en el estado en que estaba, al ser llamado por Dios, debe quedar cada uno. Si los llamo al matrimonio, quédense en el matrimonio. Dice Haymon: ¿tienes mujer? quédate con tu mujer. Si no la tienes, no tengas sed de tenerla.

-"¿Fue uno llamado siendo circunciso?" Aquí pone un ejemplo, y da la razón de él: que "lo que importa no es estar circuncidado o no estarlo"; y una regla en general: "manténgase cada uno en el estado en que estaba, al ser llamado por Dios". Y el ejemplo que propone es del rito en que vivian Judíos como Gentiles.

Dice, pues: "¿fue uno llamado siendo circunciso?",

cual si dijera: siga por ese camino por do andaba cada uno, al ser llamado; y para poner un ejemplo: "¿estando circuncidado", según el rito judaico? "No se mueva", esto es, no se le obligue a vivir incircunciso, según el rito gentilico. "¿Fue otro llamado cuando era incircunciso, esto es, conforme al rito que seguian los gentiles? Que no se le circuncide", esto es, no se le obligue a esos ritos de judíos.

Acota San Agustín: lo que intenta el Apóstol, doquiera que va, es construir iglesias, de judíos, o de gentiles; y para eso nunca quita las costumbres que, observadas, no estorban la salvación. Luego si ni el matrimonio para esto es impedimento, los que llamados lo fueron siendo casados, deben, siguiendo casados, en ese estado quedar.

-"Nada importa ahora el ser circuncidado, y nada importa el no serlo". Da aquí razón del ejemplo, la cual es: que no ha de mudarse el rito que no impida la salud, por ser llamado a la fe. Ahora bien, tal es el rito, ya judio, ya gentil. Luego. De semejante argumentación se vale para lo del matrimonio; y el primer punto que toca es que para la salud es asunto indiferente; segundo, necesario y conveniente.

Dice, pues: "la circuncisión es nada, esto es, nada aprovecha; y el prepucio nada es", ni estorba, ni hace provecho; cual si dijese: tal o cual rito, para la vida prescrito, no es para la salvación de provecho; "que en Cristo Jesús lo que importa no es ser circunciso o no serlo, sino la nueva criatura" (Sa. 6). Apostilla San Ambrosio: para la salud eterna ni es estorbo ni provecho rito judaico o gentil. "Lo que importa es la observancia de los mandatos de Dios", que esto si que aprovecha, pues "la guarda de estas leyes es la perfecta pureza" (Sg 6,19).

-"Manténgase, pues, cada uno en el estado en que estaba cuando Dios lo llamo". Remata lo antecedente esta norma general, que es igual que si dijera: así que no hay que inducir a judio ni a gentil a tomar rito contrario, prepucio o circuncisión, sino mas bien cada uno, en el estado en que estaba, mientras no se oponga traba, "quédese ahí como estaba", y en .donde, "in qua", no de donde, "non a qua". La Glosa en San Agustín, así explica este pasaje: en lo dicho se refiere a esos usos y costumbres que a las buenas no se oponen ni son estorbo a la fe, a la cual, así la esposa como el ladron son llamados; mas con esta diferencia: que en aquélla hay permanencia, porque es bueno el matrimonio, y éste, por ser del demonio, ha de apartarse del robor ya que por la fe de Cristo, si es fuerza que los ladrones dejen de ser ya ladrones, no por eso los casados cesan de estar ya casados.

Aquí se pregunta ¿por qué, cuando >se dice que "la mujer deje a su marido", la sola excepción que el Señor pone es por la fornicación, y las restantes molestias manda que se sobrelleven con cristiana fortaleza? Porque, al contrario, en el Levitico, al que mandaba echar fuera del campamento la ley era al leproso. Luego también por la lepra debe apartarse de, su marido la esposa.

- Respondo, mas con esta distinción: si de la cohabitación, no así de la .obligación de la deuda por pagar; por tanto, procure estar cerca de su habitación.

Asimismo lo que dice: "o reconciliese con su marido". A! contrario, el Deuteronomio dice que "la repudiada reconciliarse no puede". Respondo: los dos casos son distintos: uno, el repudio legal; otro, el divorcio evangélico; allí la severidad, aquí ha lugar la piedad.

Otrosi, sobre aquello: "y el hombre tampoco deje a su mujer", donde ,es notable la Glosa: no habla, en los mismos términos que de la mujer, del marido, porque éste puede casarse con otra. Por el contrario, San Agustín dice que con Cayo y Caya un derecho y fuero haya.,

- Respondo: aquello primero, que viene en libros de Ambrosio, fue adición de un embustero, de un falsario pernicioso, según se cree, o digamos que aquello para el repudio, para el divorcio lo otro se entiende; porque, en el repudio legal, al hombre, no a la mujer, nuevas nupcias contraer le era licito, ya que podia un hombre varias mujeres tener, mas no al contrario, puesto que por el repudio se soltaba la atadura de aquel primer matrimonio, y no así por el divorcio.

Otra instancia: "pues a los demás les digo, no que lo mande el Señor". Al contrario, en San Mateo: "quien os oye a Mi me oye".

- Respondo: no lo dice con su boca, sino con su inspiración.

Asimismo sobre aquello: "si algún hermano tiene a una infiel por mujer", la Glosa comenta así: el conyuge fiel puede dejar al infiel; mas no af hereje el catolico. - La Glosa habla aquí del infiel que esta privado, no solamente del habito, mas también del sacramento de la fe..

Otros, y es de la Glosa: matrimonio contraido, no según por Dios querido, no ha de tenerse por tal; pero a1 contrario. Luego no es matrimonio el que por darse al placer.

- Respondo: esto es verdad, si lo contraen personas a quienes esta vedado por la ley.

Se insiste: "si alguna mujer tiene a un infiel por marido". Por el contrario: luego judia, que se convierte a la ,fe, no ha de dejar al judio que quiere vivir con ella.

- Respondo: no son ahora ya las mismas circunstancias que en la 1glesia primitiva, que entonces había esperanza de que el infiel se convirtiera; ahora, por su obstinación, la hay mas bien de subversión.

Insistese nuevamente: "pero si el infiel se aparta". La Glosa: con toda razón la deja el marido a su mujer, si para serlo le dice: mujer tuya no he de ser, si con el robo no aumentas mis riquezas. Al contrario, en San Mateo, es la unica excepción la fornicación.

Respondo: debe dejarsele entonces, para que el,que por un tiempo fue escandalo ocasional no sea tropiezo perpetuo.

Asimismo sobre aquello: "pues no esta sujeto a servidumbre". La Glosa: la contumelia al Creador deshace el derecho a!l matrimonio en el que es dejado. Por el contrario: siendo siempre el matrimonio un vinculo de entre dos, o no se rompe en ninguno, o se rompe entre los dos.

- Respondo: en uno y otro se rompe, mas aueda el impedimento, que nace del matrimonio, solo en el que se retira.

Vuelta de nuevo a la carga: "la circuncisión no es nada". Al contrario, "es provechosa para el que observa la ley".

- Respondo: antes era provechosa; venido Cristo, ya no.

Por fin, también sobre aquello: "quédese, pues, cada uno en el estadoien que estaba al ser llamado por Dios", la Glosa apostilla aquí: para que uno se salve ni estorba ni es de provecho rito judaico o gentil. Por el contrario, "si os circuncidais, a vosotros para nada sera Cristo de provecho".

- Respondo: la Glosa no se refiere aquí al rito religioso de dar culto y honra a Dios, sino al civil o social, .para tratar con los hombres.


Aquino: I Corintios 21