Aquino: I Corintios 53

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1Co 13,1-3)

Lección 1: 1Co 13,1-3

A todas las gracias gratis dadas antepone la Caridad, sin la cua! afirma que aun esos dones gratuitos son vanos y de nada sirven.

1. Aun cuando yo hablara todas las lenguas de los hombres, y el lenguaje de los angeles, si no tuviere caridad, vengo a ser como un metal que suena, o campana que retine.
2. Y aun cuando tuviera el don de profecia, y penetrase todos los misterios, y poseyese todas las ciencias, y tuviera toda la fe posible, de manera que trasladase de una a otra parte los montes, no teniendo caridad, soy nada.
3. Aun cuando yo distribuyese todos mis bienes para sustento de los pobres, y entregara mi cuerpo a las llamas, si la caridad me falta, todo lo dicho no me sirve de nada.

Marco el Apóstol con divisa propia las gracias gratis dadas y los ministerios que a los distintos miembros de la 1glesia tocan; ahora, en este capitulo, trata de la Caridad, inseparable companera de la gracia que hace agradable a Dios; y, por haberles prometido mostrarles otro camino o mas excelente don, muéstrales, en efecto, respecto de los otros dones, la primacia de la Caridad: a) cuanto a la necesidad; porque, sin la Caridad, no bastan los otros dones, b) cuanto a la útilidad; porque por ia Caridad se evitan todos los males, y se hacen todos los bienes, c) cuanto a la permanencia, porque "ia Caridad nunca fenece".

Ahora bien, parece que el Apóstol reduce todos los dones gratuitos a tres géneros: conocimiento, palabra y obra; pues va demostrando que el don de lenguas, que corresponde a hablar; la profecia, que a conocer, y el sustento de los pobres, que a obrar, sin Caridad no tienen ningun valor. Como abajo se vera (Cap. XIV), ibaseles el alma a los Corintios por el don de lenguas; por cuya razón, empezando por él, les dice: prometi mostraros el mejor camino, y lo primero, con que lo muestro, es el don de lenguas, porque si las habiara todas, esto es, si por gracia tuviese ese don de hablarlas todas y -a mayor abundamiento- "hasta las de los angeles, mas no tuviese caridad, vendria yo a ser como un metal que suena, o un cimbalo que retine". Comparación muy a propósito; ya que el alma, que vive para Dios, que es la vida del alma, si tiene vida es por la caridad. El mismo es fu vida (Dt 30,20). Hemos sido trasladados de muerte a vida (1Jn 3,14). Así que lenguaje o habla sin caridad bien se compara al sonido de una cosa muerta, es a saber, de un bronce o campana, que, aunque resuene con claro son, es un metal muerto, no vivo. Lo mismo el había de un hombre sin caridad, por muy elocuente que sea, por muerta se tiene, porque es de ningun valor para la vida eterna. Pero hay diferencia entre el bronce que suena y el cimbalo que retine; porque el bronce, al golpearsele, responde, por ser plano, con un simple sonido; la campana, en cambio, por ser concava, a un golpe corresponde con el eco multiplicado del sonido, lo cual llamase retintin o retinido. De suerte que los que dicen simplemente la verdad son comparados al bronce; y a la campana los que la pronuncian, no una, sino tantas veces cuantas razónes proponen, y similes multiplican y deducen conclusiones; mas todas esas cosas, sin caridad, se tienen por muertas.

Ahora veamos qué se entiende por lengua de angeles; pues siendo la lengua un miembro del cuerpo, a cuyo uso pertenece el don de lenguas, que a veces se llama lengua -como se vera mas abajo (Cap. XIV)-, ni una cosa ni otra parece decir con los angeles, que no tienen miembros. Puede entonces decirse que por angeles hay que entender a los hombres con oficio de angeles, es a saber, los que anuncian a otros hombres las cosas divinas, a tenor de Malaquias: "en los labios del sacerdote ha de estar el deposito de la ciencia, y de su boca se ha de aprender la Ley, puesto que él es el angel del Señor de los ejércitos" (2,7). De modo que en este sentido se dice: "si hablara yo las lenguas de todos los hombres, o con lengua angélica", esto es, si hablara como los que enseñan a otros, no solo maestros de primeras letras, sino también doctores. Puede también entenderse el texto de los angeles mismos incorporeos -Haces que tus angeles sean como los vientos: Salmo 103, A-, que, aunque sin lengua material, la tienen -podernos decir- por semejanza, en la fuerza con que manifiestan a otros lo que guardan en la mente.

Pero es de saber que en el conocimiento angélico hay algo que no comunican los angeles superiores a los inferiores, ni éstos a aquéllos, es a saber, la esencia divina misma, que todos contemplan sin velo que se interponga, ya que Dios mismo se muestra a todos, según lo de Jeremias: "y no tendra ya el hombre que hacer de maestro de su prójimo, ni el hermano de su hermano, diciendo: conoce al Señor; pues todos me conocerán desde el mas pequeno hasta el mas grande" (3 1,34).

Hay otro algo que si comunican los angeles superiores a los inferiores, pero no al contrario, conviene a saber, los misterios de la Providencia, muchos de los cuales conocen en Dios mismo los superiores, que lo ven con mas claridad que los inferiores; por cuya razón los instruyen o iluminan, y a esto puede llamarse locución.

Hay otro tercer conocimiento en que la comunicación o locución es reciproca, y ésta es de los secretos de los corazónes, que dependen del libre arbitrio, secretos que solo Dios conoce y los que los guardan en sus corazónes, según aquello: "porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre sino solamente el Espíritu del hombre que esta dentro de él?" (1Co 2,1 1Co 1). Y estas cosas llegan a noticia de otro, por manifestarlas el que las tiene, sea inferior, sea superior. Ahora bien, tal manifestación, de parte de un inferior a otro angel superior, no es por iluminación, sino por cierta manera de dar a entender las cosas; pues lleva como estampado cada angel sobre si un algo que naturalmente es de otro conocido, por el que, al hacer designo de lo que no es conocido, se manifiesta lo oculto;-y a tal manifestación se le llama locución, al estilo de los hombres, que sus intimos secretos manifiestan a los otros, o bien por voces sensibles, o bien por otra sena! que se vea al exterior. De ahí que lo que en los angeles naturalmente es conocido llamase sena o señal, en cuanto y cuando se emplea para descubrir lo oculto; y, por metafora, lengua el poder, de esta manera, de declarar sus conceptos.

Del don de lenguas pasa a demostrar lo mismo en los dones que pertenecen a la circunscripción del entendimiento que, como arriba se dijo, son cuatro, conviene a saber: ciencia, sabiduría, fe y profecia, por la que empieza, diciendo: "y aun cuando tuviera el don de profecia", por cuyo medio, y por el poder divino, es revelado lo oculto, según lo dice San Pedro: "porque no traen su origen las profecias de la voluntad de los hombres, sino que los varones santos de Dios hablaron, siendo inspirados del Espíritu Santo" (II P. 1,21).

Cuanto a la sabiduría, añade: "y penetrase todos los misterios", esto es, las cosas ocultas de la divinidad, papel cuyo desempeno toca a la sabiduría, según aquello: "predicamos la sabiduría de Dios en el misterio escondida" (1Co 2,7).

En lo concerniente a la ciencia, dice: "y poseyese toda la ciencia", o adquirida por industria humana, como la tuvieron los filosofos, o, como los apostoles, infusa o dada por Dios. El mismo me dio la verdadera ciencia de las cosas existentes (Sg 7,17).

En lo tocante a la Fe, añade: "y tuviera toda la fe posible, de manera que trasladase de una a otra parte los montes". Por "toda la fe" podria entenderse la de todos los articulos, mas bien se merece una explicación. Toda, esto es, la fe cabal y perfecta, por aquello del "de modo que traslade los montes", pues se dice en San Mateo: "os aseguro que si tuviereis fe como un granito de mostaza, podréis decir a ese monte: trasladate de aquí a alla, y se trasladara" (17,19). Y pese a que el de mostaza de los granos es el minimo, se entiende que no ia chica, sino la perfecta fe con él se compara en virtud y en eficacia, a tenor de San Mateo: en verdad os digo que si tenéis fe, y no andáis vacilando, no solamente haréis esto de la higuera, sino que aun cuando digáis a ese monte: arrancate y arrojate al mar, así lo hara" (21,21). De suerte que la que al grano de mostaza se compara es la fe que no vacila, que, corno aquél mas muestra su acre sabor cuanto mas quebrantado y machacado, así ésta mas muestra su fuerza.

A la objeción de que, no obstante su perfecta fe, de nirgun santo se lee, con haber tantos, que hubiese trasladedo los montes, se responde lo que ya se dijo: "que el b!anco a que se endereza la manifestación de los dones que a cada uno el Espíritu le ha dado es el provecho comun" (1Co 12,7), esto es, que los milagros, por su gracia, los obra el Espíritu Santo, de aquella manera y en tal tiempo y coyuntura, cual lo demanda la útilidad de la 1glesia. De modo que, a decir verdad, mucho mayores milagros que el traslado de los montes hicieron los santos, según lo exigia la útilidad de los fieles», como dividiendo el mar, resucitando los muertos, y otras cosas semejantes; que, si fuera menester, aun esa de trasponer las montanas lo hubierán hecho.

Bien que esto pueda entenderse, en sentido traslaticio, de la expulsión, de los cuerpos humanos, de los demonios, que por su soberbia se dicen montes: antes que tropiecen vuestros pies en montes cubiertos de espesas nieblas (Jerem. 13,16). Empero el obrar milagros atribuyese a la fe que no vacila, ya que el poder en que estriba es el de la Omnipotencia, la obradora de milagros. Quiere decir que si todo lo requerido para un cabal entender o entendimiento perfecto lo tuviera, "mas sin caridad", que a la voluntad le da la ultima mano, "soy nada", según el ser de la gracia, del cual se dice: "hechura suya somos, criados en Jesucristo para obras buenas" (Ep 2,10). Por cuya razón se le dice en Ezequiel a un cierto personaje: "reducido seras a la nada, y nunca jamas volveras a existir" (28,19); lo cual viene a suceder tras faltar la caridad, con la cual se hace buen uso del perfecto entendimiento, y sin ella no hay tal uso, según arriba se dijo que "por si la ciencia hincha, la caridad edifica" (8,1).

Notemos, con todo, que el Apóstol habla aquí de ciencia y sabiduría, en cuanto son gratis dadas esas gracias o esos dones, cuya existencia no debe forzosamente su ser a la caridad; no así, en cambio, si en el numero de los 7 las catalogamos, digo los dones del Espíritu Santo, que, ésos si, sin caridad jamas han tenido ser. De ahí lo que dice el Sabio que "en alma maligna no entrara la Sabiduría" (Sg 1,4); y, por el contrario, "diole la ciencia, pero la de los santos" (X,10).

Ahora bien, es manifiesto que la fe y la profecia se pueden tener sin la caridad; aun mas, aun sin caridad, la fe firme obra milagros. De donde a sus obradores, que dirán a Jesucristo: "¿pues no hemos profetizado y «brado muchos milagros en Tu Nombre?" les respondera: "jamas os he conocido por mios"; esto es, que ;aun por medio de los malos obra el Espíritu Santo sus obras maravillosas, como también por su boca habla en veces la verdad.

Por ultimo, al decir: "aun cuando yo distribuyese... \ demuestra lo mismo en lo tocante a las obras, punto que incluye dos cosas, esto es, que el hombre haga buenas obras, según aquello de Galatas 6,9: "no nos cansemos de hacer el bien", y que soporte con paciencia las adversidades, a tenor del Salmista: "para proclamar cuan recto es el Señor su melor pregon sera la paciencia" (S. 91,15).

Las mas recomendables de las buenas obras son las de piedad: La piedad sirve para todo (1Tm 4,8), como tengan estas condiciones:

1- que no se circunscriban a una pura obra, sino se dividan en muchas, según aquello: "repartio y dio a los pobres" (Ps 1 Ps 1 Ps 1,9), a que alude lo antedicho: "aun cuando yo distribuyese".

2- que sean para acudir en alivio de una necesidad y no para que los que nadan en la abundancia lo pasen con mas holgura. "Parte tu pan con el hambriento", dice Is 58,7, y nuestro texto: "mis bienes para sustento de los pobres".

3- que las obras de piedad sustenten a los indigentes, según aquello de Lucas 14,13: Cuando hagas un convite llama a los pobres. Lo cual indica San Pablo así: para sustento de los pobres. 4?) que emplear todos los bienes en las obras de piedad es punto de perfección, que es lo que aquí se señala: "todos mis bienes". Y así lo dice San Mateo 19,21: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, y dalo a los pobres.

Entre los males, en cambio, que uno soporta sufrido, el martirio es el mayor. De ahí lo de San Mateo 5,10: "bienaventurados los que, por causa de la justicia, padecen persecucion": cosa que enaltece por estos 4 motivos: 1) porque es mas loable que se ofrezca a la pasión, cuando a esto se ve apremiado por dura necesidad, pongo por caso, para defender su fe, que si aprehendido sufre; por lo cual dice: "si entregara... ", como de Cristo se dice: "que se entrego por nosotros" (Ep 5,2). 2) porque no hay comparación entre pérdida del cuerpo y pérdida de las cosas, que tiene también su mérito, por la alabanza que hace por ella de algunos: "llevasteis con alegria que robarán vuestros bienes" (He lo,34), por lo cual dice: "mi cuerpo". Entregué mi cuerpo a los que me azotaban (Is 50,6).

3) que es mas de alabar que, antes que el cuerpo del hijo, o el cuerpo de cualquier prójimo, y por eso dice mio, exponga uno al suplicio su propio cuerpo. Lo cual no obstante, lo otro no queda sin alabanza, como en aquella mujer "sobremanera admirable y digna de vivir eternamente en la memoria de los buenos, que, viendo perecer en un solo dia a sus 7 hijos, lo sobrellevaba con animo constante" (II Mac. 7,20).

4) pues por lo atroz de la pena se hace mas digno de encomio, "de suerte, añade, que me abrase en vivas liamas", cual San Lorenzo, que, "como luciente llama, y como incienso en el fuego", al ser quemado lucia (Si 50). Quiero decir que si obras de tanto realce llegase yo a hacer, "si la caridad me falta, o porque con dichas obras va junta la voluntad de mortalmente pecar, o porque la vanagloria es el motivo de hacerlas, de nada absolutamente me sirve todo lo dicho", esto es, de ningun mérito en cuanto a la vida eterna, que solo a los que a Dios aman se promete, según Job: "a quien ama le declara como esta luz es posesión suya, y que puede subir a ella y poseerla" (36,33).

Y es de notar que la locución, por ser sonido animal, la compara a lo que no es, cuando va sin caridad; y sin ésta, las obras, que se hacen por algún fin, las denomina infructuosas (Sg 3,2).

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1Co 13,4-6)

Lección 2: 1Co 13,4-6

Por la caridad muestra que en todas las obras liega a su plenitud la virtud.

4. La caridad es sufrida, es dulce y bienhechora; la caridad no tiene envidia, no obra precipitada ni temerariamente, no se ensoberbece,
5. no es ambiciosa, no busca sus intereses, no se irrita, no piensa mal,
6. no se huelga de la injusticia; complacese, si, en la verdad;
7. a todo se acomoda, cree todo el bien del prójimo, toda lo espera, y lo soporta todo.

Luego de haber mostrado la necesidad tan precisa de la caridad, que sin ella no es suficiente para salvarse ningun don espiritual, demuestra ahora el Apóstol que es tan útil y eficaz virtud, que por ella las obras todas se lográn en su oficio; dos de las cuales, como norma general, antepone, y luego añade otras mas en especial que por la caridad se colman. Acerca de lo primero, puesto que toda virtud consiste en que, al obrar uno, en lo prospero y lo adverso, todo vaya nivelado con el fiel de la razón, dice: "la caridad es sufrida", esto es, hace que la adversidad se soporte con paciencia. En efecto, cuando alguien ama a otro, por su amor le tolera facilmente cualquier contrariedad. Y de manera semejante, quien ama a Dios, por su amor soporta cualquier adversidad. De donde lo del Cantar (8,7): "muchas aguas no pueden apagar el amor, ni los rios lo pueden anegar". La paciencia perfecciona la obra (Santiago 1,4).

"Cuanto al obrar buenas obras, añade: "benigna es"; cual si dijera buena igneidad; porque, así como el fuego, ignis, al derretir una cosa, la hace fluida y licuable, lo propio de la caridad es hacer que el hombre no retenga para si solo sus bienes, sino los comparta con otros, según lo de los Proverbios: "derramense fuera tus fuentes, en las calles tus arroyos" (5,16); y esto hace la caridad. De ahí que diga San Juan: "quien tiene bienes de este mundo, y viendo a su hermano en necesidad, cierra las entranas para no apiadarse de él, ¿como es posible que resida en él la caridad de Dios?" (1Jn 3,17). Por lo cual exhorta en Efesios 4,32, a ser "unos con otros benignos y misericordiosos", ya que "el espi" ritu de la sabiduría es dulce y benigno" (Sg 1,6).

Propone a continuación, al decir: "no tiene envidia", las obras de virtud que hace la caridad en especial; y puesto que la virtud estriba, como en dos polos, en mal no hacer y obrar el bien, según el Salmista: Huye del mal y haz el bien (36,27); e Is 1,16-17: cesad de obrar mal, aprended a hacer el bien, demuestra, en primer lugar, como hace la caridad que se evite todo mal y practique todo bien. Empero eficazmente solo al prójimo y a si puede hacer el hombre mal, no a Dios, según aquello de Job: "si pecares, ¿qué daño le haras?... A un hombre, semejante a ti, es a quien danara tu impiedad" (35,8). Así que muestra, primero, como por la caridad evitase lo que es malo contra el prójimo; en segundo lugar como se evitan los males por los que alguna persona se desordena en si misma.

O afectivo o efectivo puede ser lo que es malo contra el prójimo, según que por el afecto, de manera principal, o si no por el efecto, se deje uno guiar, como cuando por la envidia se duele del bien ajeno, tristeza que en linea recta se opone a la caridad, que tiene la propiedad de que, como a si se ama, así el hombre ame a su prójimo (Lv 19). Por tanto, a la caridad le es aneja propiedad el gozarse en el bien ajeno, como en el propio se goza un hombre. De donde se sigue que no caben en un saco ia envidia y la caridad; que es lo que aquí dice: "la caridad no es celosa", esto es, no tiene envidia, pues hace guardarse de ella. De ahí lo del Salmo 36,1: "no envidies a los que obrán iniquidad", y lo de los Proverbios: "no envidie tu corazón a los pecadores" (23,17). Cuanto al efecto, añade: "no obra precipitada ni temerariamente", esto es, perversamente contra alguno; ya que ninguno obra injustamente contra aquel a quien ama como a sí mismo (Is 1,16).

Los males, por los cuales uno se desordena en si mismo, y que hace evitar la caridad, los indica al decir: "la caridad no se hincha"; y primero, en orden a las pasiones; segundo, respecto de la elección.

La pasión desordenada que excluye la caridad, la primera, es la soberbia, que es el apetito desordenado de la propia excelencia, y es cuando a uno no le basta mantenerse en aquel grado en que Dios lo ha puesto; por lo cual dice el Eclesiastico que "ahí donde el hombre cesa de ser obediente a Dios, ahí la soberbia empieza". Y apostatar acontece cuando el hombre se rehusa a estar sujeto a la regla de la ordenación divina, lo cual es contra la caridad, por la que Dios es amado por sobre todas las cosas. Hinchado vanamente de su prudencia carnal, no estando unido con la cabeza, etc. (Col 2,18-19). Con acierto se compara a la hinchazon la soberbia, pues no es maciza grandeza, sino solo de apariencia, la de aquello que esta hinchado. Ni mas ni menos créense grandes los soberbios, siendo así que de grandeza, la solida y verdadera -y ésta no puede existir sin la ordenación divina-, no les alcanza el caudal. De estos "hinchados de orgullo -dice la Sabiduría- Dios hara que, sin que osen abrir su boca, revienten por medio" (4,19).

La hija primogénita de la soberbia es la ambición, por la que uno procura echarles el pie delante a los otros; por tanto, también la excluye la caridad que antes elige ser servidora del prójimo, según lo dice a los Salatas: "sed siervos unos de otros por la caridad o el amor espiritual" (5,13). Por eso añade: "no es ambiciosa", esto es, hace que el hombre evite la ambición: "no pidas al Señor ser guia de los demás, ni al rey puesto honorifico" (Si 7,4).

La codicia es la segunda desordenada pasión que excluye la caridad, como lo demuestra, al decir: "no busca sus intereses", se entiende exclusivamente, esto es, no teniendo en cuenta el bien de los otros; porque el que los ama, como se ama a si mismo, tanta cuenta tiene del bien de los otros, como del suyo propio. De ahí loque dijo arriba: "no buscando ni útilidad particular, sino la de los demás, a fin de que se salven" (1Co X,33); bien al contrario de lo que dijo en Filipenses 2,21: "todos a caza de sus intereses, no de los de Jesucristo". Puede también entenderse "no busca sus intereses" en el sentido de que no demanda lo que le ha sido robado, conviene a saber, en juicio, y armando escandalo; pues, mas que de su dinero, se preocupa de la salvación del prójimo, según lo de Filipenses: "no es que desee yo dadivas, sino lo que deseo es el provecho considerable, que resultara de ello a cuenta vuestra" (4,17). Y que haya así de entenderse quedo arriba declarado.

La tercera pasión, cuyo desorden excluye la caridad, es la ira, como lo muestra diciendo: "no se irrita"i esto es, no se enciende en ira; porque la ira es un apetito desordenado de venganza, venganza que así tomada, o mas de lo razónable, se opone a la caridad, de la que es mas propio perdonar al ofensor, según lo de Col 3,13: "perdonandoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro". Y Santiago 1,20: La ira del hombre no se compadece con la justicia de Dios.

Por la caridad también -y esto lo muestra al decir: "no piensa mal"- excluyese el desorden en la elección que, como se dice en las Eticas, "es un apetito de lo preaconsejado". Porque entonces un hombre peca, no a impulso de la pasión, sino mas bien de elección, cuando por la razón aconsejado, su afecto se ve provocado al mal. Así que la caridad lo primero que excluye es la perversión del consejo; por lo cual dice: "no piensa mal", esto es, no da lugar a pensar de qué modo pueda alguno lievar a efecto lo malo. "¡Ay de vosotros, que no pensáis sino en cosas vanas, y maquináis alla en vuestros lechos perversos designiosi" (Mi 2,1). Apartad de mis ojos la malignidad de vuestros pensamientos. (Is 1,16). O digamos: no piensa mal, porque no le permite al hombre que piense mal de su prójimo, por sospechas y juicios temerarios. ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazónes? (Mt 9,4).

Lo segundo que excluye la caridad -que por eso dice: "no se huelga de la injusticia"- es el afecto desordenado a lo malo; porque el que peca, de apasionado que esta, por cierto remordimiento y pesar comete el pecado; mas el que peca por elección, o a sabiendas de que peca, por el mismo caso gozase de que peca, según lo de los Proverbios: "se gozan en el mal que han hecho y hacen gala de su maldad" (II,14). Pero esto lo estorba la caridad, a quien, por ser el amor del sumo bien, le repugna todo pecado. O digamos: no se huelga de la injusticia, cometida por el prójimo, antes bien de ella se duele, por cuanto se opone a la salud de los prójimos, que es blanco de su deseo. Y no sea que cuando yo vaya me humille de nuevo Dios entre vosotros y tenga que llorar a muchos de los que antes pecaron (2Co 12,21).

Lo dicho, cuanto a lo malo; cuanto a obrar también lo bueno, muestra como, al decir, por el contrario: "complacese, si... ", y primero, en orden al prójimo, de dos modos: 19 gozandose de sus bienes: "complacese, si, en la verdad", del prójimo: o en la vida, o en la doctrina, o en la justicia del prójimo, porque amale a él, como se ama a si mismo. Grande ha sido mi gozo con la venida de los hermanos y el testimonio que dan de tu piedad como que sigues el camino de la verdad (3 Juan 3); T soportando, cual conviene, sus achaques y flaquezas - "a todo hace buena cara", esto es, los defectos ajenos, o cualquiera adversidad, lleva con serenidad. Debemos soportar las flaquezas de los menos firmes (Rm 15,1). Comportad las cargas unos de otros, y con eso cumpliréis la ley de Cristo (Ga 6,2), esto es, la de la caridad.

Lo segundo, en orden a Dios -"todo lo cree"-, lo cual acaece por medio, principalmente, de las virtudes que a Dios tienen por objeto, y son, demás de la caridad, las otras dos teologales, conviene a saber, la fe y la esperanza. De la fe dice: "todo lo cree", se entiende, lo que procede de Dios. Creyo Abraham, a Dios, y reputesele por justicia (Sen. 15,6). Mas quien da crédito a cuanto la gente dice, según el Eclesiastico, "es de corazón liviano" (19,4). De la esperanza dice: "todo lo espera", esto es, lo que Dios promete: Los que teméis al Señor esperad en El (Si 2,9). Y porque, con la demora, no padezca menoscabo la esperanza, añade: "todo lo lleva en paciencia", espera pacientemente que, aunque diferido, Dios cumpla lo prometido, como lo dice Habacuc: "si tardare, espéralo" (Hab. 2,3). Cobre aliento tu corazón, y espera con paciencia al Señor (Ps 26,14).

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1Co 13,8-11)

Lección 3: 1Co 13,8-11@)

Declarase que la caridad, a diferencia de los dones gratuitos, permanece; lo cual se demuestra cual por cierta semejanza del niño al varón perfecto.

8. La caridad nunca fenece; en cambio las profecias se terminaran, y cesarán las lenguas, y se acabara la ciencia.
9. Porque ahora nuestro conocimiento es imperfecto, e imperfecta la profecia.
10. Mas, llegado que sea lo perfecto, desaparecera lo imperfecto.
11. Así, cuando yo era niño, hablaba como niño, juzgaba como niño, discurria como niño; pero cuando fui ya hombre hecho, di dé mano a las cosas de niño.

Luego de haber mostrado el Apóstol las ventajas que hace la caridad a los dones del Espíritu Santo por su necesidad y fructuosidad, muestra ahora la excelencia de ella misma respecto de esos dones tocante a la permanencia, proponiendo, primero, la diferencia entre la caridad y dichos dones; probando lo antedicho, en segundo lugar, y sacando, en tercero, la conclusión. Cesación y permanencia abarca la diferencia entre caridad y dones. Así que dice, primero: "nunca fenece, o acaba del todo, la caridad"; texto que, mal entendido, dio pie a que aigunos dijerán que, .una vez que se la tiene, no es posible ya perderla; con lo que parece concordar la sentencia de San Juan: "todo aquel que nacio de Dios no hace pecado, porque la semilla de Dios mora o permanece en él" (1Jn 3,9); sentencia que es falsa si el que vive en caridad la pierde por el pecado, según el Apocalipsis: "has perdido tu primera caridad. Acuérdate, pues, del estado de donde has caido, y arrepiéntete" (2,4); y la razón es porque la cabida que a la caridad el alma del hombre le da es a su manera, de arte que pueda valerse de ella o no; que mientras de ella se sirva, en tal tiempo no hay pecado, puesto que su uso es por encima de todo un amor puro de Dios; y así, consiguientemente, no hay razón para que el hombre ofenda ya mas a Dios. De este modo ha de entenderse el texto aquel de San Juan. Y el dicho juicio no es conforme a la intención del Apóstol San Pablo, que no habla de que cesen los dones espirituales por el pecado mortal, sino mas bien de que los dones espirituales que a esta vida pertenecen cesen por la gloria venidera. Luego ese "nunca fenece" quiere decir que en los dos estados, de viador y comprehensor, y en la patria con aumento, permanecera tal cual, según lo dice Is , la caridad: "lo ha dicho el Señor, cuyo fuego esta en Sión, en la 1glesia militante; su hogar en Je-rusalén, es a saber, en la paz de la patria celestial" (3 1,9).

-"En cambio, las profecias...". Expone la cesación de otros dones o gracias espirituales, y en especial la de aquellos que parecen principales; y así, en lo que atane a la profecia, dice: "en cambio, las profecias vendrán a parar en nada", esto es, cesaran, ya que en la gloria futura no tendra mas coyuntura de existir la profecia, por estos motivos: primero, porque la profecia mira hacia lo futuro; mas ya cosa que esperar no le queda a aquel estado, en quien como término vendran-se a cumplir entonces las cosas profetizadas. De ahí aquello del Salmista: "como lo habiamos oído, esto es, de los profetas, así, al presente, lo vemos, en la ciudad del Señor, tal cual, cumplido" (Ps 47,9). Segundo, porque a la profecia va anejo un conocimiento figurado y enigmatico, que tendra fin en la patria; como se dice en los Numeros: "si hubiere entre vosotros algún profeta del Señor, Yo me le apareceré en visión o le hablaré entre suenos" (Nb 12,6). Yo soy el que te hablé por los profetas (Oseas 12,10).

-"y cesarán las lenguas". Esto del don de lenguas no ha de entenderse de los miembros corporeos, que así se llaman; porque a ellos alude lo de mas abajo: "los muerfos resucitarán en un estado incorruptible", conviene a saber, con todos sus miembros. Tampoco ha de entenderse del uso de la lengua corporea; porque en la patria futura habra alabanza vocal, según lo dice el Salmista: "encomios de Dios tengan en su garganta" (Ps 149,6) y lo expone la Glosa. Entiéndase, pues, por tal el don por el que en la 1glesia primitiva algunos hablaban en varias lenguas, como se cuenta en los Hechos; don que en la gloria futura necesario no sera, porque ahí cualquiera lengua todo mundo entendera; ya que también cuando apenas hubo hombres en la tierra, "no hubo sino un lenguaje y un mismo modo de hablar" (Gen. 1!,6). ¡Con cuanta mayor razón donde, en el ultimo estado, la unidad estaré ya consumada!

-"y se acabara la ciencia". De donde algunos tomaron pie para afirmar que, al perderse el cuerpo, se pierde conjuntamente toda la ciencia adquirida. Para averiguar la verdad sobre este punto conviene considerar que hay doble capacidad o fuerza cognoscitiva: sensitiva e intelectiva, mas con la diferencia de que la sensitiva es el acto de un organo corporal; por tanto, al perderse el cuerpo, es fuerza que se corrompa con él el organo corporal. Empero la intelectiva no es el acto de un organo corporal -como lo prueba Aristoteles en su libro sobre el alma- para que, al perderse el cuerpo, se tenga que corromper. De suerte que si algo de ciencia conservo la intelectiva antes de morir el cuerpo, después de muerto por fuerza ha de conservarlo.

Según esto, unos dijeron que las especies inteligibles no se conservan en el entendimiento posible, a no ser mientras entiende. Conservandose, en cambio, las de los fantasmas en las potencias del alma sensitiva, pongo por caso en la recordativa e imaginativa; de arte que para entender, aun lo primero entendido, la inteligencia posible necesitara siempre abstraer de los fantasmas, valiéndose de la luz del entendimiento agente; atento lo cual, sacase la consecuencia: que la ciencia aquí adquirida no dura en pos de la muerte.

Empero esta posición es contraria a la razón; ya que es cosa manifiesta que, a lo menos cuando entiende, recibense las especies inteligibles en el entendimiento posible, y lo que es recibido a guisa del recipiente se halla en él. Así que, siendo inmutable y fija la substancia del entendimiento posible, concluyese, en consecuencia, que las especies también permanecen inmutables en el dicho entendimiento.

También es contra Aristoteles, cuya es esta afirmación: que, al saber, el entendimiento posible, cada cosa de por si, también la entiende en potencia. Por donde parece que las especies inteligibles, por las que se dice sabe, las tiene, y, con todo, esta en potencia para el acto de entender; de modo que las especies en el entendimiento posible hallanse aun cuando no entiende actualmente (actu). De ahí que diga el Filosofo que el anima intelectiva es lugar de las especies, es a saber, porque en ella consérvanse las especies (que llaman) inteligibles. Empero para entender en acto o actualmente, mientras esta en esta vida, por fuerza tiene que estar a los fantasmas asido, no solo para abstraer de los tales las especies, mas para que las especies las aplique a los fantasmas; señal de lo cual es que, herido el organo de la facultad imaginativa, o aun recordativa, impedido se ve el hombre no solo ya de adquirir nueva ciencia, mas de usar de la adquirida. Así que la permanencia, en el alma, de la ciencia, luego de haber muerto el cuerpo, es verdad en lo que toca a las especies inteligibles; no así en lo que atane a la inspección fantasmal, de que el alma separada no tendra necesidad, pues su ser y operación sera ya de tal arte que el cuerpo no tenga parte. Y así ha de entenderse lo que dice aquí el Apóstol: que se acabara la ciencia, esto es, según el recurso o acogida a los fantasmas. De donde lo de Is : "faltara la sabiduría a sus sabios y desaparecera el don de consejo de sus prudentes" (29,14).

Al decir después: "porque ahora nuestro conocimiento es imperfecto", demuestra lo que había propuesto y pone de manifiesto lo contenido en la demostración: "así, cuando yo era niño". Trae, pues, para probar su aserto esta razón: lo imperfecto cesara cuando venga lo perfecto. Es así que lo imperfecto lo tienen los otros dones, a no ser la caridad. Luego, al venir lo perfecto, que consigo trae la gloria, cesaran. Lo primero que propone es la menor, en lo tocante a la imperfección de la ciencia, al decir: "porque en parte conocemos", esto es, imperfectamente; pues la parte, por ser parte, por fuerza es cosa imperfecta; lo cual sale verdadero, de modo muy especial, en lo que al conocimiento de Dios mira, conforme a aquello de Job: "loh, y cuan grande es Dios, y cuanto sobrepuja a nuestra ciencia!" (36,26); "todo lo dicho hasta aquí es una pequena parle de sus grandes obras" (26,14).

Enseña asimismo la imperfección de la profecia, al anadir: "y en parte profetizamos", esto es, imperfectamente; pues, como va dicho, el conocimiento de la profecia es imperfecto. Empero del don de lenguas, con ser mas imperfecto que estos dones, según se veré adelante, nada dice. Pone, en segundo lugar, la mayor diciendo: "mas llegado que sea lo perfecto, es a saber, la perfección de la gloria, desaparecera lo imperfecto", esto es, todo género de imperfección; a que hace alusión San Pedro: "después de haber padecido un poco, ¿Dios mismo os perfeccionara" (1P 5,10).

Pero, a este modo de hablar, con la gloria venidera, tendra fin, según parece, aun la caridad también; ya que entre estado y estado, del camino y de la patria, ha lugar su imperfección. Pero a esto se responde que, en lo tocante a imperfecto, es doble la imperfección; que a veces, y a veces no, es por razón del sujeto, si no es cosa accidental, como pasa en un muchacho que, por serlo, es imperfecto; no empero a cuenta de hombre; y así, al paso de la edad cesa también la puericia; y con la perfecta edad perfecta es la humanidad.

Por tanto, la imperfección es por razón de la ciencia, tal como aquí la tenemos de Dios, es a saber, en cuanto por los sentidos lo conocemos. De la profecia otro tanto hay que decir, por cuanto el conocimiento es por medio de figuras y en orden a lo futuro. No así de la caridad, a quien atane amar el bien conocido; por lo que, al llegar la gloria con toda su perfección, cesan ciencia y profecia; mas la caridad no cesa, empero se perfecciona; pues, a mayor perfección del Dios visto y conocido, tanto mayor dilección en amarlo y poseerlo.

Finalmente, al decir: "cuando era niño... ", pone en claro las premisas, y primero la mayor, conviene a saber: llegado que sea lo perfecto, desaparecera lo imperfecto; segundo, la menor: que la ciencia y la profecia son imperfectas. Demuestra lo primero por la semejanza de lo perfecto y lo imperfecto en la edad corporal, diciendo: "cuando era niño", por la edad, se entiende, hablaba como niño, esto es, como conviene a-, un niño, balbuceando. De ahí el prez o mérito de la sabiduría en haber hecho elocuentes las lenguas de los: niños que, por serlo, naturalmente no pueden hablar bien; y como el niño de parla vana, así habla éJ. Cada uno de ellos no habla sino con mentira a sis prójimo (Ps 11,3).

En lo tocante al juicio, añade: "juzgaba como niño", quiere decir, sin peso en reprobar o aprobar, como; ha-cen los niños, que en veces lo precioso desprecian y apetecen lo vil, como se dice en los Proverbios 1,22: "¿Hasta cuando, a manera de párvulos, habéis de amar las ninerias? ¿Hasta cuando, necios, apeteceréis las cosas que os son nocivas?". Proceden, pues, como niños.

los que se apegan a lo terreno¡ despreciando lo espiritual, los que "hacen gala -según San Pablo- de lo que es su desdoro, aferrados a las cosas terrenas" IRlip. 3,19).

Cuanto al discurso de la razón, dice: "discurria como niño", esto es, en cosas sin meollo, según aquello: "El Señor conoce los pensamientos de los hombres, que son vanos" (Ps 93,2). En donde, al parecer, el Apóstol procede al revés; pues para hablar sabiamente hay que juzgar, y antes que el Juicio precede con la razón el pensamiento; traza que muy bien dice con la imperfección pueril, en que se habla sin ton ni son y juzgase sin deliberación.

Puede, con todo, referirse el hablaba como niño al don de lenguas, discurria como niño al don de profecia, juzgaba como niño al don de ciencia.

Lo pertinente a la edad perfecta lo pone, al decir: "pero cuando fui ya hombre hecho", esto es, llegado a la edad madura y perfecta, di de mano, arrojé de mi, las cosas de niño; ya que, según Is 65,20: "el niño de cien anos morira, y el pecador de cien anos sera maldito". Y es de advertir que el parangon del Apóstol del estado presente con la edad pueril, y del de la gloria futura con la viril, es por razón, en uno y otro respectivamente, de la imperfección o de la perfección.


Aquino: I Corintios 53